HISTORIA DE ESPAÑA

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SOLUCIONARIO A LAS PRUEBAS DE ACCESO A LA UNIVERSIDAD PROPUESTAS
POR LAS UNIVERSIDADES ANDALUZAS
Departamento de Economía Financiera y Contabilidad de Melilla
HISTORIA DE ESPAÑA
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SOLUCIONARIO A LAS PRUEBAS DE ACCESO A LA UNIVERSIDAD PROPUESTAS
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OPCIÓN A
EL RÉGIMEN DE LA RESTAURACIÓN.
FUNCIONAMIENTO DEL SISTEMA CANOVISTA.
CARACTERÍSTICAS
Y
El documento nº 1 es un fragmento del Manifiesto de Sandhurst, documento
escrito por el príncipe Alfonso de Borbón, hijo de Isabel II, en diciembre de
1874 desde la Academia militar de Londres donde estudiaba, dirigido a
Antonio Cánovas del Castillo quien se había puesto en contacto con el príncipe
para ofrecerle la corona de España como única solución a los problemas que
había generado la I República. En el Manifiesto, Alfonso acepta el ofrecimiento
indicando que la monarquía constitucional puede poner término al estado de
cosas que experimenta España, haciendo hincapié en que sería rey de
todos los españoles, fuera cual fuera su ideología política y poniéndose en
manos de Dios para que le ayudase a llevar a cabo tan altos designios.
El documento nº 2 es un gráfico que representa los escaños obtenidos en el
Congreso de los Diputados por todos los partidos políticos durante cinco
elecciones legislativas consecutivas, de 1876 a 1886. En él podemos apreciar
que el mayor número de escaños los obtienen dos partidos, el Conservador y
el Liberal y que ambos se van alternando en la obtención de la mayoría, de tal
forma que, unas elecciones las gana el Conservador y las siguientes las gana
el Liberal, pero siempre obteniendo el que queda fuera, un número de escaños
suficiente como para ser la segunda fuerza política.
El sistema electoral es una característica del funcionamiento del sistema político
de la Restauración o sistema Canovista, ideado por su líder Cánovas, que
durante la República buscó adeptos para restaurar la monarquía borbónica de
manera pacífica y sin intervención militar. Pero los generales monárquicos,
entre ellos Martínez Campos, se le adelantaron y se pronunciaron el 29 de
diciembre de 1874 en Sagunto, cuando Cánovas tenía preparado el regreso de
Alfonso el 15 de enero de 1875 por medios legales. A este pronunciamiento
lo llamó “botaratada” de los militares. El Gobierno no opuso resistencia y dimitió.
Cánovas formó un gabinete de regencia el día 31 de diciembre y comunicó al
príncipe, entonces en París, su proclamación como rey.
Decretó Cánovas medidas de represión contra la oposición y nombró
nuevos gobernadores y alcaldes monárquicos. Estas medidas
fueron
selectivas ya que mantuvo el contacto con los líderes progresistas y
demócratas porque quería conseguir que aceptaran la Monarquía. Su
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principal mérito fue dotar a la monarquía restaurada de un sistema liberal
y autoritario que permitía a la vez la alternancia pacífica en el Gobierno, de
dos fuerzas
políticas,
derecha
e
izquierda,
ambas
liberales
y
moderadas, que no se marginaban entre sí ni recurrían a insurrecciones
populares o al ejército para desalojarse mutuamente del poder.
Los partidos antimonárquicos, antiliberales y antinacionales quedaron en un
principio excluidos y fuera del sistema.
Los elementos que hicieron posible el sistema político de la Restauración fueron
la pacificación del país, el diseño de una nueva Constitución y la creación de
partidos que se adaptasen al juego político.
El primer objetivo de Cánovas fue asentar firmemente la monarquía, por encima
incluso de la Constitución. Para él la Monarquía y las Cortes eran los dos
pilares básicos de la historia de España. Pensaba en una Monarquía que
compartiera la soberanía con las Cortes, que dispusiera de amplias
competencias y que desempeñara un papel protagonista en la vida política.
En cuanto a la segunda medida, la pacificación del país, implicaba la
exclusión de los militares de la actividad política, quedando relegado a sus
funciones propias, entre las que estuvo el final de la Tercera Guerra Carlista
(1876) y de la Guerra de Cuba (1878, Convenio de Zanjón). Fue decisivo el
papel ejercido por Alfonso XII, un rey-soldado con formación militar.
El marco constitucional debía acoger todas las tendencias liberales. Quería
conseguir una Constitución que durase, que permitiera gobernar a
partidos distintos y que acabara con el pronunciamiento como vía para tomar el
poder.
El modelo ideal de parlamentarismo era, para Cánovas, el británico. Se basaba
en la existencia de dos grandes partidos que aceptasen turnarse en el poder y
garantizar las mayorías. Estos son el Conservador, liderado por Cánovas,
(hasta su muerte en 1897) y por Francisco Silvela después, aglutinó a
moderados, miembros de la Unión Liberal y progresistas, y el Liberal
encabezado por Práxedes Mateo Sagasta que aglutinó a antiguos
demócratas y progresistas e incluso a republicanos históricos como Castelar
que colaboraron con la monarquía aunque no se integraron en el partido.
Cánovas convocó una asamblea de ex senadores y ex diputados
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monárquicos, para encargar la elaboración de un borrador a una comisión de
39 notables presidida por Manuel Alonso Martínez. En diciembre de 1875 se
convocan elecciones a Cortes Constituyentes por sufragio universal, tal como
establecía la carta de 1869 en un intento de respetar la máxima legalidad,
aunque las elecciones fueron ya manipuladas desde el Ministerio de la
Gobernación por el ministro Romero Robledo con el fin de garantizar una
amplia mayoría a los candidatos canovistas.
La Constitución de 1876 pretendía ser una síntesis de los textos de 1845 y
1869. Establecía un sistema político que permitiría gobernar a cualquier partido
que aceptase el sistema liberal y la Monarquía.
Los principales aspectos del texto son:
La soberanía es compartida, la potestad de hacer las leyes reside en las
Cortes con el Rey.
El poder legislativo corresponde a las Cortes y al Rey, este tiene el poder de
vetar las leyes, de sancionarlas y de disolver las Cámaras. Las Cortes son
bicamerales, con una Cámara Alta compuesta por tres tipos de senadores, los
de derecho propio, los de designación real y los elegidos por las corporaciones
y mayores contribuyentes. La Cámara Baja o Diputados del Congreso son
elegidos por sufragio directo, pero la Constitución no fija el sistema de
votación, por lo que será el partido gobernante el que decida si el sufragio es
censitario o universal.
El poder ejecutivo lo ejerce la Corona a través de los ministros, que responden
ante las Cámaras. El Rey elige libremente al Jefe del Gobierno y no es
responsable ante las Cortes.
El poder judicial queda reforzado en su independencia y se reafirma la unidad
de códigos al ser suprimidos los fueros vascos.
La cuestión religiosa fue una vez más polémica. El artículo 11 de la
Constitución fue muy debatido. Se resolvió mediante el reconocimiento de la
confesionalidad católica del país y la garantía del sostenimiento del culto y
clero. Se permitían otros cultos pero no sus manifestaciones públicas.
En el sistema político de la Restauración, el candidato a presidente del
Gobierno debía ser designado por el rey y contar con una mayoría sólida en
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las Cortes para gobernar. En caso contrario, obtenía del monarca el
decreto de disolución de las Cortes, promovía la convocatoria de elecciones
y lograba una mayoría favorable que le permitiera seguir gobernando. El
proceso por tanto era inverso al de una democracia de masas auténtica, en la
que primero se obtiene la mayoría en las elecciones y después se forma
Gobierno. De ahí que para garantizar la victoria electoral, se procedía a la
manipulación de las elecciones.
Los gobiernos no cambiaban porque tuvieran o les faltara el apoyo de las
Cámaras, sino más bien lo contrario. Cuando un partido experimentaba el
desgaste de su gestión, se sugería a la Corona el nombramiento de un nuevo
gobierno. El nuevo Presidente era el líder del partido hasta entonces en la
oposición, y recibía con su nombramiento el decreto de disolución de las Cortes
y la convocatoria de nuevas elecciones.
El proceso era el siguiente, el Ministerio de Gobernación (equivalente
al Ministerio del Interior en la actualidad), era el organismo encargado de
controlar el proceso electoral a través de los gobernadores civiles y las
personalidades locales. Este ministerio se ocupaba de elaborar el encasillado
o relación de diputados a Cortes que debían salir por cada provincia.
De las prácticas fraudulentas para conseguir los votos necesarios se
encargaban los clientes o amigos políticos denominados caciques, que para
obtener el mayor número de votos en la zona, compraban o presionaban a los
electores y a los poderes locales, bien repartiendo puros y vino, utilizando la
coacción o comprando los votos. Si estas medidas no daban resultado, se
recurría al pucherazo, aparecían en las urnas más votos que electores,
contando con los votos de crucificados o lázaros, o sea votando en nombre de
los vecinos muertos. Valentín Almirall vio en varias ocasiones como su
padre, que llevaba años fallecido, votaba disfrazado de policía o de
barrendero.
El fenómeno era propio de una sociedad mayoritariamente rural,
subdesarrollada y analfabeta llevada a cabo por caciques comarcales y locales,
que difícilmente podían desarrollar esta labor en las grandes ciudades.
Andalucía fue una de las regiones donde más abundó. En ella hubo caciques
reconocidos por la población por sus buenas obras, como es el caso de
Rodríguez de la Borbolla en Sevilla más conocido como “Perico”, o la
Familia Larios en Málaga o los Rodríguez Acosta en Granada.
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Este falseamiento electoral funcionó sin grandes problemas durante los
primeros veinticinco años de la Restauración, pero a partir de la década final del
siglo comenzó a resquebrajarse con el establecimiento del sufragio universal,
la difusión de la prensa y el surgimiento de partidos ajenos al turno, como
se llamó a la monótona alternancia de conservadores y liberales.
A pesar de sus imperfecciones el Turnismo dio estabilidad a la vida política
española. La alternancia en el poder comenzó en 1881 cuando el rey llamó
a gobernar a Sagasta en lugar de a Cánovas.
En 1885 murió Alfonso XII a la edad de 28 años. Quedó como regente su
segunda esposa, María Cristina, embarazada por tercera vez y con dos hijas
menores de edad. El que fuera una extranjera sin experiencia política
sembraba serias dudas sobre su actitud y estaba la incertidumbre sobre un
posible heredero (meses después nacería Alfonso XIII). Esta situación llevó a
Cánovas y Sagasta a establecer un acuerdo de compromiso de apoyar la
regencia y no echar abajo la legislación que cada uno aprobara en el ejercicio
del poder. Este acuerdo ha pasado a la historia como el “Pacto del Pardo”, fue
decisivo para garantizar la estabilidad del régimen durante la larga regencia. La
reina mostró una gran prudencia política y respetó escrupulosamente las
decisiones de los gobiernos durante su regencia, aunque el caciquismo y la
farsa electoral eran intrínsecamente inmorales, por lo que llevaban en sí la crisis
del sistema.
Entre los problemas políticos planteados durante la regencia debemos señalar
la pervivencia del republicanismo como alternativa a la monarquía, el desarrollo
del movimiento obrero y de los sindicatos que lo sustentan y la intensificación
de los regionalismos y nacionalismos.
El partido republicano estaba dividido en varios grupos. Por un lado el Partido
Republicano Posibilista liderado por Castelar y por otro el Partido Republicano
Federal liderado por Pi y Margall. Desde su exilio Ruiz Zorrilla creaba otro
partido republicano a los que hay que sumar los pequeños y reducidos que
aparecieron. Perdieron el apoyo de la clase obrera debido al surgimiento de
los partidos obreros, y el de las clases medias debido a los regionalismos y
nacionalismos.
El movimiento obrero español logró una gran coherencia aunque estuvo
dividido en dos tendencias: la anarquista y la socialista.
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En cuanto a la anarquista apenas alcanzaba un nivel mínimo de organización
con la fundación de la Federación de Trabajadores de la región Española. Este
grupo optaba por la acción directa, bien la huelga violenta o el atentado. La
última década del siglo y la primera del siglo XX se caracterizaron por una
oleada de atentados contra reyes, presidentes y jefes de gobierno de toda
Europa. Eran seguidores de Bakunin. Martínez Campos salió ileso de un
atentado en 1893, pero la ejecución del autor provocó la explosión de una
bomba en el Liceo de Barcelona con veinte muertos y docenas de heridos. El
asesinato de Cánovas en 1897 y los dos intentos de asesinar al rey Alfonso
XIII en 1905 y 1906 de los que salió ileso, junto con el asesinato de Canalejas
en 1912, son un ejemplo de las actuaciones de la llamada “Mano
Negra“anarquista.
La otra gran tendencia del movimiento obrero fue la marxista. En 1879
Pablo Iglesias, que trabajaba en una imprenta de Madrid, junto con otros
socialistas del mundo editorial se convirtió en el fundador del Partido
Socialista Obrero Español, PSOE. Su programa se basaba en la
abolición de las clases sociales, la transformación de la propiedad privada
en propiedad colectiva y la conquista del poder político. En 1888 se fundó el
sindicato UGT, Unión General de Trabajadores, que fue el brazo del PSOE en
las reivindicaciones sociales de los trabajadores. A final de siglo su oposición a
la guerra de Cuba y al servicio militar discriminatorio, hizo que aumentara su
popularidad y su afiliación de forma espectacular.
También intenta organizarse a final de siglo el movimiento obrero de inspiración
católica. La Encíclica “Rerum Novarum” del Papa León XIII, llamado también
el Papa obrero, fue la verdadera piedra angular de la doctrina social de
la iglesia. Hizo una crítica del sistema capitalista y animó a intentar mejorar
la vida de la clase obrera marcando los derechos y el límite de la autoridad y
defendiendo el ejercicio y los límites de las libertades del pueblo.
La irrupción de los nacionalismos y de los regionalismos en la vida del país es
uno de los hechos más característicos del periodo de la Restauración y, con el
tiempo, uno de los fenómenos más importantes del siglo XX español.
Sus causas son muy complejas, pero hay que señalar la importancia
de sus raíces culturales, lingüísticas, históricas, económicas y políticas.
Se puede decir que los nacionalismos suponen una reacción frente al
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centralismo liberal y una defensa de sus peculiaridades como pueblos.
Planteaban una nueva forma de ver España, frente a la España unitaria y
uninacional, defendían una España diversa y multinacional pues la
consideraban más acorde con la realidad social e histórica.
El nacionalismo catalán destaca por su importancia e influencia sobre
todos los demás: vasco, gallego, andaluz, etc. En 1892 Prat de la Riba
formuló las Bases de Manresa, que fue la Constitución Regional Catalana. En
este documento se establecía la lengua catalana como oficial, los cargos
públicos, en Cataluña, solo podían ser catalanes y la creación de unas Cortes
para Cataluña.
En 1895 Sabino Arana fundaba el Partido Nacionalista Vasco, PNV,
proponían la secesión frente al Estado español, pero fueron suavizando su
postura radical. Afirmaba el catolicismo, el antiespañolismo, la afirmación de
una raza vasca y la reivindicación de su independencia.
Por su parte, el nacionalismo gallego nació en un ámbito muy ruralizado y con
unas connotaciones regionalistas; se diferenciaba de los anteriores en que no
era separatista. Entre sus líderes cabe destacar a Alfredo Brañas y Joaquín
Murguía.
Más tardío y de menor entidad fue el nacionalismo andaluz, no era separatista
y su principal formulador fue el notario de Córdoba, Blas Infante.
Durante la Restauración se produjo el movimiento independentista cubano. La
primera guerra que duró diez años se produjo en el reinado de Alfonso XII y
acabó con la firma del Convenio de Zanjón en
1878.
El
segundo
levantamiento, que llevaría la isla a su independencia, se produjo en 1895
durante la Regencia de María Cristina y duró tres años. En 1898 se firmó el
Tratado de París por el que perdíamos las últimas colonias, tanto en el Caribe
como en el Pacífico. Esta pérdida se conoció como el Desastre, que traería
graves consecuencias en el reinado de Alfonso XIII.
La crítica al mismo surgió desde múltiples ángulos y llegó a imputársele toda la
responsabilidad de los hechos. Se considera la necesidad de regenerar la
sociedad, la economía, la educación y el propio sistema político, enfermo de
males endémicos como el caciquismo y la farsa electoral. El impacto del 98 en
la opinión pública española hizo aflorar el descontento que el régimen de la
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Restauración había provocado en la mayor parte de la clase media y de los
intelectuales. Se produjo un movimiento intelectual y crítico con el sistema y
sus prácticas políticas que se conoce como Regeneracionismo.
Minado por la crisis, el sistema canovista entró en un proceso de deterioro que
alcanzó sus momentos más álgidos en los sucesos de los años 1917 y 1923.
La crisis se hizo irreversible al afectar al propio turnismo de los partidos
conservador y liberal. Unas veces por sus divisiones internas; otras, por los
problemas suscitados con la desaparición de sus líderes como el asesinato
de Cánovas en 1897, la muerte de Sagasta en 1903 y la de Silvela en 1905.
Pero el principal factor de la crisis de los partidos fue su carencia de contenidos
doctrinales, lo que les llevó a fragmentarse y a ser combatidos por fuerzas
extrañas al sistema, como el republicanismo, el socialismo y el anarquismo.
Pero llegado el siglo XX, la alternancia bipartidista conservadora- liberal pudo
hacerse realidad durante un tiempo gracias a Antonio Maura y a José
Canalejas, pero la muerte política del primero tras los sucesos de la Semana
Trágica de Barcelona en 1909, y el asesinato del segundo en 1912, lo
impedirían. Los políticos que les siguieron, Eduardo Dato, el conde de
Romanones, García Prieto, carecían de la talla política necesaria y, además,
dividieron a sus partidos en facciones encontradas. Roto el consenso para
continuar el turnismo, a partir de 1910 hubo que recurrir en demasiadas
ocasiones a los “gobiernos de gestión”, para hacer frente a las
cuestiones momentáneas y a los “gobiernos de concentración”, en los
momentos graves. No obstante, ni unos ni otros lograron salvar el sistema. El
sistema de la Restauración había entrado en crisis. Esta fue la España que
encontró Alfonso XIII cuando subió al trono en 1902.
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