Las monedas de El Tolmo de Minateda, Hellín (Albacete)

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CAROLINA DOMENECH BELDA y SONIA GUTIÉRREZ LLORET
Las monedas de El Tolmo de Minateda,
Hellín (Albacete)
Con la colaboración de Antonio Alberola1
y Juan Manuel Abascal
1. El yacimiento
El Tolmo de Minateda es un yacimiento arqueológico
ubicado en el término municipal de Hellín, en
Albacete, donde se vienen realizando excavaciones sistemáticas desde 1988 y que ha sido elegido por la
Comunidad Autónoma de Castilla-La Mancha para
convertirlo en parque arqueológico (Abad, 2001). Se
trata de un lugar estratégico que domina un amplio
territorio situado en la antigua vía romana que unía
Complutum con Carthago Nova y por el que pasaba
también la vía Saiti-Cástulo (Abad, Gutiérrez y Sanz,
1998).
El cerro, ya ocupado en la Edad del Bronce, sería luego
un importante asentamiento ibérico al que se adscriben diversas necrópolis de su entorno y una muralla
atalaudada de mampostería situada en la vaguada que
sirve de acceso natural al cerro. La ciudad pasa a convertirse en municipio romano hacia el cambio de era.
En el año 9 a.C. la muralla de la ciudad fue monumentalizada con un forro de sillares almohadillados al
que se asocia una inscripción conmemorativa en honor
al emperador Augusto y la mención de sus primeros
duoviros (Abad, 1996). A partir de mediados del siglo
II d.C. la ciudad entra en un proceso de decadencia en
beneficio de las uillæ del valle, pero en un momento
avanzado del siglo VI vuelve a cobrar importancia
como centro urbano sufriendo una revitalización similar a la experimentada por otras ciudades de la región
como Illici, Begastri o la propia Cartagena. Esta reviviscencia se explica por su eventual papel en el marco
del conflicto greco-gótico (Abad y Gutiérrez, 1997) y
supone para la ciudad el inicio de un vasto programa
constructivo que contempla la refortificación del acceso a la ciudad con la construcción de un baluarte macizo forrado con sillares de reempleo y una puerta flanqueada por dos torres (Gutiérrez y Abad, 2001), la
urbanización del cerro con viviendas e instalaciones
industriales (Gutiérrez, 2000 b) y la construcción de
un complejo religioso en la parte alta que comprende
una basílica de tres naves con baptisterio y un gran
edificio junto a ella que bien pudiera ser el palacio
episcopal (Abad, Gutiérrez y Gamo, 2000 a y b). En
este momento existen al menos dos necrópolis, una en
el entorno de la basílica de rito exclusivamente cristiano y otra extramuros sobre el antiguo cementerio iberorromano que continuó en uso con la islamización.
Los restos materiales de este proyecto urbano, a más
de diversos argumentos toponímicos y geopolíticos,
permiten situar en dicho emplazamiento la discutida
sede episcopal de Eio o Elo, creada a fines del siglo VI
para administrar la parte de la diócesis Ilicitana incorporada a los dominios bizantinos, al tiempo que la
identifican con una de las siete mudun del pacto de
Teodomiro, Madinat Iyyuh, cuyo nombre ha perdurado
bajo el topónimo actual de Minateda (Gutiérrez,
1993 y 2000 a; Abad, Gutiérrez y Gamo, e.p).
La fase islámica temprana, plenamente emiral, marca el
último periodo de vida de la ciudad cuyo abandono se
establece en un momento avanzado del siglo IX. A
dicha fase corresponde la construcción de una fortificación de tierra y piedras en el principal acceso a la
ciudad, un barrio de viviendas e instalaciones industriales en la parte alta, sobre las ruinas del conjunto
religioso visigodo y una necrópolis extraurbana situada en el mismo lugar que la visigoda.
Después de abandonada la ciudad de Iyyuh, El Tolmo
de Minateda siguió siendo un punto de parada en el
principal camino entre Castilla y el Reino de Murcia.
La presencia de una venta hoy en ruinas, la venta de
1. A Antonio Alberola y Juan Manuel Abascal corresponde la catalogación de las monedas antiguas. Desde estas líneas queremos reconocer y agradecer públicamente, su amable y generosa colaboración.
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CAROLINA DOMÉNECH y SONIA GUTIÉRREZ LLORET
Minateda, ya mencionada en documentos a partir del
siglo XIII y representada en un plano del siglo XVI,
evidencia su importancia hasta que la nueva variante
de la carretera Murcia-Albacete primero y la reciente
autovía después la dejó definitivamente obsoleta
(Abad, Gutiérrez y Gamo, 1998).
La vigencia de esta importante vía de comunicación
explica que, durante los trabajos de adecuación del
futuro parque arqueológico en las laderas del cerro,
hayan aparecido dos monedas cronológicamente posteriores al abandono de la ciudad. De un lado, un
dinero de vellón a nombre de Alfonso I el Batallador
del tipo ANFVS REX y cruz patada (lám.7), que
aunque empieza a acuñarse en época del antedicho
monarca, se trata de un tipo fosilizado, que se seguirá acuñando hasta Fernando III, llegando incluso a circular en tiempos de Alfonso X (Rueda, 1991, 95); de
otro, se halló otra pieza en contexto superficial de 16
maravedíes de Felipe IV datada en 1663 (lám.8).
2. Las monedas y su contexto2
Los materiales numismáticos que corresponden a los
más de 3500 años en que esta ciudad estuvo habitada,
suman por el momento un total de 59 monedas que
abarcan un amplio periodo de tiempo, desde el siglo II
a.C. hasta época islámica, en consonancia con la dilatada vida del enclave urbano. Proceden de 3 áreas diferentes de la ciudad: la necrópolis septentrional, situada a los pies del cerro junto a la antigua carretera,
donde sólo apareció un semis de Cartago Nova de
época de Tiberio; el área de acceso a la ciudad de
donde proceden 14 ejemplares; y la zona alta donde se
situó el complejo episcopal visigodo y más tarde el
barrio islámico que es el área de mayor superficie
excavada y de donde procede la mayor parte del material numismático recuperado.
Atendiendo a la periodización, en la distribución de
las piezas se aprecia un amplio volumen de monedas
romanas que suponen el 70% del total (fig.1), muy
lejos del siguiente grupo en importancia, constituido
por la moneda islámica. Este alto porcentaje de moneda romana esconde grandes diferencias dentro del
periodo (fig.2). El Bajo Imperio acapara prácticamente la mitad de todas las monedas exhumadas hasta el
momento, siendo el siglo IV la centuria mejor representada (fig.3).
Monedas anteriores a Augusto
Las monedas más antiguas que encontramos en El
Tolmo son del siglo II a.C. y tenemos tanto ejemplares acuñados en Hispania como en Roma. La serie hispánica se concreta en un as ibérico que apareció en
superficie, prácticamente frustro, y una mitad acuñada en Cástulo en el nivel inferior al barrio islámico.
Contamos también con dos ases y un divisor del siglo
II a.C. procedentes de Roma. Uno de los ases es del
tipo Jano bifronte en el anverso y proa de nave en el
reverso y apareció durante la excavación de un basurero visigodo en una fase datada a finales del siglo VII
o inicios del siglo VIII; el otro as romano, también en
contexto visigodo, se encontró en la fase de construcción de las casas visigodas situadas junto a la muralla.
El divisor procede de contextos islámicos.
De fechas anteriores al cambio de era merece especial
mención un bronce con leyendas griegas que fue exhumado en la parte alta de la ciudad en niveles islámicos
y que presenta un borde dentado realizado probablemente cuando la moneda estaba ya en desuso (lám. 1).
Se trata de una moneda rara que presenta una cabeza
de Neptuno en el anverso y una victoria sobre proa a
la izquierda sobre la que se situaría la leyenda en este
caso borrada ( POL) y que ha sido objeto de debate por sus problemas de atribución. Recientemente la
concertación de los hallazgos de este tipo de piezas en
el área de Saguntum ha llevado a P. P. Ripollés y M. M.
Llorens (2002) ha situado su emisión en este lugar,
dándole una datación genérica “anterior a Augusto”.
Sin embargo, queda todavía por explicar por qué tiene
una leyenda en griego. El Tolmo de Minateda es hoy
por hoy el punto mas alejado del territorio saguntino
donde ha aparecido moneda de este tipo, lo que confirma que era un lugar bien comunicado y punto importante en la red viaria antigua, y anuncia una característica que se repetirá con posterioridad en otras épocas y
con otros tipos monetales.
Monedas altoimperiales
De los siglos I y II d.C. contamos con un total de 9
piezas que se concretan en 6 ases entre los que figura
uno de Augusto de la ceca de Carthago Nova y otro de
2. La limitación en la extensión del presente artículo nos obliga a
obviar los detalles de los aspectos aquí sugeridos, que se abordaran
en un artículo más extenso en curso de preparación.
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LAS MONEDAS DE EL TOLMO DE MINATEDA, HELLÍN (ALBACETE)
Nerón, un dupondio acuñado en Roma y un semis de
Tiberio también de Carthago Nova procedente de la
necrópolis septentrional. Tres ases del siglo I d.C.
corresponden al momento de construcción de las
casas visigodas situadas junto al baluarte y debieron
constituir una deposición secundaria procedente del
acopio de tierras con finalidad construtiva. Eso explicaría la aparición de un as de Nerón en el interior de
uno de los muros visigodos. El resto proceden de
niveles superficiales y por tanto carecen de contextualización fiable a excepción de un as del siglo II d.C.
que fue exhumado en niveles islámicos.
Monedas bajoimperiales
Es el periodo mejor representado en el yacimiento a
nivel monetario a pesar de que son precisamente los
niveles bajoimperiales los que por el momento están
ausentes en los sectores excavados de la ciudad. Son
un total de 24 piezas, de las cuales 7 fueron acuñadas
en el siglo III (lám 2). Algunas de ellas circularon en
la centuria siguiente como es el caso del antoniniano
de Claudio II del tipo Divo Claudio Consecratio datado c. 270 d.C., año de la muerte de dicho emperador,
tipo que circula con profusión durante el siglo IV
(Callu, 1969, 308). El siglo IV constituye, sin duda,
la centuria que más material numismático aporta, con
un total de 15 monedas. El grupo más numeroso
corresponde a emisiones de Constantino y su familia.
De la primera época de Constantino contamos con un
fragmento de follis y un nummus. Le sigue cronológicamente un nummus de la serie GLORIA EXERCITUS del 336-337 d.C. y dos de VICTORIAE DD
AUGG QNN con el tipo más común de victorias
enfrentadas sosteniendo corona y palma, datados
ambos en los años 347-348 d.C. Uno de ellos corresponde a las emisiones de Constante en la ceca de
Arelate y el otro a Constancio II. Contamos con un
nummus de Magnencio y dos de Constancio II: una
del tipo FEL TEMP REPARATIO y otra de SPES
REIPUBLICE. Existe también un nummus de Juliano
de este último tipo.
Esta presencia notable de moneda constantiniana contrasta con un único ejemplar exhumado de la dinastía
valentiniana: solo un AE 2 de Graciano de la serie
REPARATIO REI PUB. Y, finalmente, un AE4 con
reverso de victoria acuñado a finales de la centuria o
primera mitad de la siguiente y que es la moneda más
tardía de este período. La escasa presencia de moneda
valentiniana y teodosiana, que es la dominante en la
circulación monetaria en el siglo V confirma una decadencia de la ciudad legible también en otros datos
arqueológicos. En cuanto a las cecas, sólo se ha podido conocer en 4 casos, siendo 3 las occidentales y concretamente 2 de Arelate como es habitual en esta centuria y una oriental, Siscia.
Como ya señalamos, esta abundante presencia de cobres
bajoimperiales no deja de ser significativa ya que no se
han encontrado por el momento niveles arqueológicos
que correspondan a dicho periodo. La cuestión se hace
aún más sugerente si observamos que un tercio de la
moneda bajoimperial ha aparecido en contextos claramente posteriores y con un alto grado de desgaste, lo
que nos lleva a pensar que pudieron ser utilizados en
época visigoda como moneda fraccionaria e incluso en
época emiral donde pudieron circular con los feluses.
En contextos claramente visigodos encontramos una
pieza que, aunque presenta un alto grado de desgaste,
puede datarse entre los siglos III y IV, y que apareció
sobre el pavimento de una vivienda visigoda junto a
materiales cerámicos datados en la segunda mitad del
siglo VII. También un antoniniano de Claudio II hallado sobre un pavimento de época visigoda, un nummus
de la primera mitad del siglo IV hallado en el nivel
correspondiente a la fase de construcción de las casas
visigodas del Reguerón, y una fracción radiada de ceca
oriental datada entre el 295 y el 307 d.C. que se encontraba en el paquete estratigráfico que separaba la última
reforma de la puerta visigoda de la ciudad de la primera
islámica.
Esta presencia de moneda de cobre bajoimperial en contextos visigodos está documentada también en otros
yacimientos. Está probada la presencia de este numerario en contextos del los siglos VI y VII; es el caso de
algunas especies monetarias como los AE2 que, teóricamente desmonetizados en el año 395 d.C., continúan en
circulación durante las dos centurias siguientes. Es más,
T. Marot (2000, 84) ha sugerido que el estado visigodo tolerase e incluso promoviese su utilización. De
hecho la mayor parte de las monedas que han aparecido
en necrópolis visigodas son cobres tardorromanos. Así
ocurre en la necrópolis visigoda de Cacera de las Ranas
en Aranjuez, donde las siete monedas halladas en el interior de sepulturas eran todas romanas con un amplio
grado de desgaste, que solo permitió identificar una de
Alejandro Severo, datada entre 221-235, y dos de
Constancio II del siglo IV (Ardanaz, 2000); el de un
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sólido de Anastasio I procedente de Duratón (Molinero,
1971) y el de una pieza bajoimperial de el Montecillo en
Atajate, Málaga (Reyes y Menéndez, 1985). También se
conocen dos monedas romanas en Segóbriga, (Almagro,
1975) y se sabe de la aparición de moneda en Carpio del
Tajo (Ripoll, 1998).
En contextos de época islámica podemos mencionar la
aparición en niveles del primer momento islámico de
un antoniniano dedicado a la divinización de Claudio
II, una fracción de follis de Constantino datada entre
el 307-319 d.C. y dos nummi del siglo IV en el nivel
de uso de una calle islámica. Además de estos casos
mencionados en que el argumento estratigráfico es
muy fiable, existe una parte importante del resto de
los cobres bajoimperiales que ha aparecido en los niveles de derrumbe de las casas islámicas. En este caso no
podemos tener la certeza de que dichas piezas estuvieran en contextos islámicos ya que dichos niveles
son los primeros estratos arqueológicos que aparecen
en la parte alta del yacimiento tras retirar la cobertura vegetal y están prácticamente en superficie, pero
posiblemente algunos de estos cobres habría que
situarlos en contextos islámicos.
Moneda bizantina
Entre la segunda mitad del siglo V y finales del VI la
moneda está ausente en El Tolmo de Minateda. Esta interrupción se acaba con la presencia de un pequeño cobre
bizantino con un peso equivalente a 4 nummi. Se trata de
una moneda a la que le falta un pequeño fragmento que
deja en la pieza un borde recto. A pesar de ello, los tipos
tanto del anverso como del reverso son fácilmente identificables (lám.3). Se trata de una serie conocida como
“cruz / delta” que hasta la exhumación de la pieza que nos
ocupa solo se había localizado en la ciudad de Cartagena
y en contextos bizantinos por lo que se considera una
serie correspondiente a una emisión local de la ciudad.
Nuestro ejemplar corresponde a una variante de cruz
latina con los brazos ligeramente ensanchados hacia los
vértices, que es el menos frecuente pues de los 22 ejemplares que han sido publicados y sin tener en cuenta los
7 cuyo grado de conservación no permite determinar el
tipo, todos los restantes presentan una cruz griega a
excepción de uno, único paralelo con la moneda que
estudiamos, que procede de las excavaciones de la Plaza
Condesa de Peralta y que apareció en una fosa bizantina realizada en los niveles de abandono de un mercado
(Lechuga, 2000, 339). La otra cara presenta un triángulo de base estrecha y un tanto irregular. El módulo de
10.2 mm se sitúa entre los valores medios obtenidos
para la serie. Menos significativo es el peso (0.9 g) porque la pieza no está entera pero además la serie presenta una gran variabilidad en cuanto a pesos, que van
desde 0.55 a 2.28 g.
M. Lechuga (2000) resalta la extrañeza de que estas
monedas no mencionen autoridad ni gobernante alguno así como el hecho de que sólo hubieran aparecido
en la propia ciudad de Cartagena, hecho este último
que acaba de ser matizado con la aparición en El
Tolmo de Minateda de este ejemplar. Dado que el
asentamiento se encuentra fuertemente vinculado a
Cartagena y bien comunicado con ella a través de la vía
que se dirige a Complutum, no es extraña la presencia
de esta moneda allí. No obstante, hay que destacar que
se trata del primer ejemplar de esta serie hallado fuera
de la capital bizantina.
La cronología de esta serie ha sido establecida en base
a argumentos estratigráficos entre finales del siglo VI
e inicios del siglo VII ya que la mayor parte de las piezas cuenta con contextos estratigráficos fiables: rellenos constructivos de la fase fundacional del barrio
bizantino, rellenos de pozos asociados a las viviendas
bizantinas del barrio o niveles de colmatación de esa
fase (Lechuga, 2000, 339). En El Tolmo no se han
documentado niveles bizantinos siendo el contexto de
la moneda que analizamos plenamente islámico y, de
hecho, apareció asociado a un fragmento de dirham
del siglo IX. Sin duda podría tratarse de una moneda
residual pero también es posible que, por sus caracteres físicos hubiese circulado como un felús en el siglo
noveno, suponiendo que la presencia de la cruz no
fuera un inconveniente para los recién islamizados
habitantes de El Tolmo.
Monedas visigodas
De época visigoda contamos con cuatro trientes de
Witiza que aparecieron juntos en los niveles de abandono correspondientes al espacio abierto situado
entre la basílica y el palatium, en pleno centro episcopal de la ciudad. El metal del flan es de color plata en
su totalidad debido al bajo contenido en oro de estas
piezas tan tardías (702-710). Aunque circulasen
como moneda de oro presentan en su composición tan
poca cantidad de este metal que su color es el de la
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LAS MONEDAS DE EL TOLMO DE MINATEDA, HELLÍN (ALBACETE)
plata, fenómeno este muy acusado en los últimos
momentos de dominio visigodo. Presentan en el
anverso distintos tipos de busto muy esquematizados,
siendo algunos desconocidos para determinados talleres; éste es el caso del busto en forma de caballo de
ajedrez para el ejemplar procedente de la ceca de
Toledo. Los reversos presentan el tipo de cruz sobre
gradas en diferentes variantes (lám. 4). Las cuatro
monedas proceden de las cecas más próximas geográficamente que están activas en ese momento: Toledo,
Córdoba y Tucci, siendo esta también la ceca que
corresponde eventualmente al Tuccus de la cuarta
pieza. Hay que destacar que esta última ceca era desconocida para el gobierno de Witiza, hasta que apareció un fragmento de moneda con esta ceca3. El hallazgo de los trientes de El Tolmo deja clara la continuidad de este taller después de la muerte de Égica siendo por tanto tres las piezas conocidas todas ellas de
diferentes iconografías. Además de estos 4 trientes ha
sido exhumado recientemente otro más en un sector
próximo al baptisterio. Fue acuñado en Caesarausta y
presenta un reverso de tipo monograma.
Este hallazgo de monedas visigodas en El Tolmo de
Minateda viene a llenar un gran vacío geográfico en el
área suroriental de la meseta donde se desconocen
hallazgos de moneda visigoda, siendo además de gran
importancia su contextualización arqueológica dado
que las monedas de Witiza conocidas proceden mayoritariamente de colecciones.
Monedas islámicas
La última fase de hábitat del yacimiento es la islámica
ya que la ciudad se abandona durante el siglo IX. A
esta fase emiral del yacimiento corresponden un total
de 7 monedas islámicas –3 feluses y 4 fragmentos de
dirham– aparecidas en distintos puntos del barrio de
viviendas emirales, que se sitúa sobre los estratos de
amortización de la basílica visigoda.
Los 3 feluses son de pequeño módulo y grosor considerable por lo que, si aceptamos la clasificación tradicional, habría que situar su emisión en el periodo de los
gobernadores, esto es primera mitad del siglo VIII, aunque en realidad nada hay que impida pensar que su acuñación pudo prolongarse bajo el gobierno de los emires
(Doménech, 2003, 108). Lo que sí parece claro es que
continuaron en circulación a lo largo de todo el siglo
noveno. Uno es de los que presentan una estrella en una
de sus áreas y la ceca al-Andalus en la otra (lám. 5), tipo
considerado el más antiguo de los acuñados en al-Andalus
(Medina, 1992, 86); apareció formando parte de un
muro islámico. También en un contexto de primer
momento islámico tenemos otro felús de los de leyendas
religiosas que carece de mención de ceca y fecha y procede de un estrato recortado para construir una de las
viviendas del barrio, para la que constituye un límite
post quem. El tercero se encontraba en superficie y bastante peor conservado. Parece intuirse una leyenda marginal que resulta totalmente ilegible pero por su escaso
diámetro, inferior incluso al de tipo estrella y su grosor
considerable lo suponemos coetáneo a los dos anteriores.
Los dirhames han sido acuñados en al-Andalus bajo el
gobierno de los emires omeyas independientes, en la primera mitad del S.IX, al menos en los dos casos en que
se ha podido determinar la fecha. Todos ellos han aparecido fragmentados desde antiguo para ser utilizados
como moneda fraccionaria. Tres corresponden a un cuarto de pieza presentado una forma muy regular y cortes
muy limpios, mientras que el cuarto fragmento debió
estar cortado en origen como los anteriores pero ha perdido parte de la zona central de la pieza (lám. 6). Dado
que el yacimiento ya está abandonado en el siglo X,
estos hallazgos demuestran que la práctica de fraccionar
moneda para obtener divisores se realiza ya con anterioridad a que se dejen de acuñar feluses en época califal,
posiblemente en un momento avanzado del siglo IX,
cuando las emisiones de feluses no son ni abundantes ni
regulares y los viejos feluses del periodo de los gobernadores debían ser escasos en la circulación. La falta de
divisores debió ser notable, tanto como para llegar a
fraccionar dirhames que estaban en perfecto estado y
constituían la moneda oficial del momento. Con la fragmentación, el dirham perdía su valor fiscal pues posiblemente dejaba de ser válido para el pago de impuestos,
pero debía mantener su valor de mercado sirviendo de
pago en transacciones menores entre particulares.
Estos 4 fragmentos de dirham junto con los 3 feluses
exhumados en el barrio de viviendas islámicas de El
Tolmo constituyen sin duda una muestra del circulante
durante los dos primeros años de presencia islámica en
una ciudad de tradición hispanovisigoda recién islami-
3. En 1991-93 Maria José y Rafael Chaves publicaban el dibujo de
triente partido en tres fragmentos al que le faltaba un trozo de
flan pero que permitía leer claramente en el reverso “TVCCI
PIVS” y que parece que fue hallado casualmente en algún lugar de
Andalucía (Chaves, 1991-93, 336).
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zada en el contexto del Pacto de Teodomiro. Este circulante se vería reforzado por algunos viejos cobres tardorromanos que tras ser usados por los visigodos continuarían en circulación4. La aparición de cobres antiguos asociados a feluses islámicos es un hecho conocido y discutido desde antiguo5. En El Tolmo de
Minateda una parte importante de los cobres bajoimperiales han aparecido en contextos de abandono islámico,
algunos muy cerca de la superficie por lo que hay que
ser prudentes a la hora de atribuirles un uso en época
islámica; pero en ocasiones el argumento estratigráfico
es altamente revelador como en los casos del antoniniano tipo divo Claudio, una fracción de follis de
Constantino con la que apareció la moneda con leyendas griegas, o los dos nummi del siglo IV, aparecidos
todos ellos en niveles de uso de época islámica perfectamente datados. Es más, se ha podido documentar la
presencia de un divisor republicano del siglo II a.C.
situado estratigráficamente entre dos momentos islámicos. Evidentemente puede tratarse de moneda residual, sobre todo en el caso de la moneda republicana y
la de leyendas griegas, pero conviene tener presente el
dato porque la cada vez más frecuente aparición de
monedas antiguas en niveles medievales podría sugerir
la necesidad de una revisión de los modelos circulatorios, sobre todo en lo que respecta a los cobres bajoimperiales en época visigoda y emiral.
3. Conclusiones
El Tolmo de Minateda es un yacimiento multiestratificado cuya secuencia de hábitat continuado nos da la
posibilidad de estudiar la evolución del circulante a lo
largo de varios periodos. La magnitud y significación
histórica del yacimiento, constatada a partir de los
restos arqueológicos, se confirma con la aparición de
un amplio repertorio numismático que incluye algunas monedas consideradas raras, como la pieza con
leyendas griegas o el bronce bizantino de los que hasta
el momento solo habían aparecido en Cartagena. Ello
nos confirma la importancia del yacimiento como un
punto destacado en el viario, que se mantiene incluso
después de que la ciudad esté deshabitada, como
sugieren los recientes hallazgos de moneda medieval
castellano-leonesa y de época de los Austrias.
La contextualización estratigráfica de todas las monedas determina la importancia de su estudio, que permite detectar pervivencias del numerario y hacer una aproximación real de la moneda que circulaba en época visi-
goda y durante el emirato. El volumen de moneda visigoda es acorde con la importancia que la ciudad debió
de tener a partir de su erección como sede episcopal.
Teniendo en cuenta la escasa presencia de moneda en
yacimientos islámicos, los 7 ejemplares de esta cronología, aunque dirhames partidos para ser utilizados
como moneda fraccionaria y feluses, son indicativos del
grado de monetización de los habitantes de un modesto barrio de viviendas en época emiral.
Pero además, el estudio contextualizado de las monedas permite constatar la pervivencia en la circulación
de los cobres bajoimperiales de los siglos III y IV, ya
sugerida en otros yacimientos, y pone de manifiesto
una vez más la necesidad de estudiar las monedas en
su contexto arqueológico, so pena de incurrir en graves
errores de interpretación. Efectivamente, si analizasemos
las evidencias numismáticas descontextualizadas sería
lógico sugerir la existencia de una ciudad pujante en los
siglos III y IV d.C., imagen que se aleja totalmente de la
evidencia arqueológica. Evidentemente no queremos
afirmar que no haya moneda residual; es más, parece
innegable su existencia en casos como el del bronce
con leyendas en griego, cuyos bordes fueron dentados
en un momento posterior, y del que ni siquiera podemos tener la certeza de que funcionara como moneda
en contextos islámicos. Pero es, sin duda, el estudio de
las monedas en sus contextos arqueológicos lo que
nos permitirá conocer la residualidad o la pervivencia
en la circulación de determinadas especies monetarias.
Por ello, queremos insistir aquí en la importancia de
los contextos arqueológicos como argumento principal para definir mejor la circulación monetaria en
época visigoda e islámica.
4. En El Tolmo de Minateda tenemos algunos ejemplos reseñados
anteriormente de moneda tardorromanas en contextos de uso visigodos e incluso de moneda más antigua como es un as del siglo II
d.C. en los niveles de colmatación del palatium por debajo de las
casas islámicas.
5. Desde la publicación de J. de Navascués en 1958 de un tesorillo de
cobres bajoimperiales y feluses son varios los casos conocidos de la
aparición de ambos numerarios asociados. La aparición de moneda romana de los siglos IV y V en niveles del IX en La Rábita de
Guardamar, el Castillo del Río en Aspe, Fontcalent en Alicante son
algunos ejemplos (Doménech, 2003, 92).
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LAS MONEDAS DE EL TOLMO DE MINATEDA, HELLÍN (ALBACETE)
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Fig. 1
Distribución de las monedas
de El Tolmo de Minateda
1574
LAS MONEDAS DE EL TOLMO DE MINATEDA, HELLÍN (ALBACETE)
Fig. 2
Monedas por periodos
Fig. 3
Monedas por centurias
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