artículo desamortización convento

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RÉGIMEN JURÍDICO DE LA UTILIZACIÓN POR UNA
PARROQUIA DE LA IGLESIA DE UN ANTIGUO CONVENTO
DESAMORTIZADO
FERNANDO RENAU FAUBELL
Licenciado en Derecho
Secretario-Interventor de Administración Local en excedencia
Funcionario del Grupo A de la Generalitat Valenciana
I. INTRODUCCIÓN
La desamortización de bienes eclesiásticos llevada a cabo en
España durante el siglo XIX no sólo es una materia propia de estudios
históricos1. Todavía hoy la solución de algunas controversias que se
suscitan respecto de ciertos edificios encuentra su adecuado tratamiento
a la vista de la legislación desamortizadora. Esto es lo que sucede en el
caso del antiguo convento de los dominicos de Castellón, cuya iglesia
se utiliza en la actualidad como templo de una Parroquia, aunque la
propiedad del edificio la conserva la Diputación Provincial.
La Orden de Santo Domingo decidió el año 1579 levantar un
convento fuera de las murallas de Castellón, en plena huerta. Hasta el
año 1593 las edificaciones que formaron el convento debieron ser
pequeñas y de escaso relieve, pues la comunidad no contaba con más
de seis religiosos. Fue en el siglo XVII cuando el convento adquirió
mayor importancia; seguramente hacia el año 1659 se acabó de
construir la iglesia y el claustro.
En el siglo XIX el convento de los dominicos de Castellón sufrió
las consecuencias de la legislación desamortizadora, de modo que
finalmente pasó a convertirse en Casa de Beneficencia gestionada por la
Diputación Provincial. En esa situación permaneció la edificación
hasta que, ya en el año 1964, la Diputación cedió a la Iglesia Católica el
uso de la iglesia del antiguo convento, como parte separada de la Casa
de Beneficencia; esta iglesia pasó a ser utilizada como templo de una de
las Parroquias de Castellón, la de San Vicente Ferrer. En la actualidad
1
Entre los estudios clásicos sobre esta materia destacan los de GERMÁN RUEDA, La
desamortización de Mendizábal y Espartero en España, Ediciones Cátedra 1986, FRANCISCO TOMAS
Y VALIENTE, El marco político de la desamortización en España, Editorial Ariel 1989, y FRANCISCO
MARTÍ GILABER, La desamortización española, Editorial RIALP 2003.
1
se suscitan dudas jurídicas sobre la situación legal de la iglesia y de sus
pertenencias: ¿sería posible que la Parroquia recuperara la propiedad?,
¿podría la Diputación de forma unilateral poner fin a la cesión del uso
del templo?, ¿a quién pertenecen los objetos de culto existentes en el
templo que proceden de los años previos a la desamortización?, ¿podría
la Diputación ceder gratuitamente a la Parroquia la titularidad del
templo? Estas son, fundamentalmente las dudas que se plantean.
El objeto de este trabajo es efectuar un estudio jurídico de la
situación legal de este antiguo convento, analizando para ello cómo se
aplicó la legislación desamortizadora del siglo XIX. El estudio de este
caso concreto nos permitirá conocer la situación jurídica de antiguos
monasterios o conventos que finalmente fueron cedidos a la
Administración Local para ser destinados a fines de interés público.
II. LA SITUACIÓN LEGAL DEL CONVENTO TRAS LA
APLICACIÓN DE LA LEGISLACIÓN DESAMORTIZADORA
La actual iglesia de la Parroquia de San Vicente Ferrer de
Castellón se corresponde, como hemos dicho, con la iglesia del
convento construido por los dominicos.
Un cambio radical en la situación del convento de los dominicos
de Castellón se produjo como consecuencia de la aplicación de la
legislación desamortizadora de los años 1835 y siguientes.
No pretendemos efectuar una exposición teórica o doctrinal sobre
la legislación desamortizadora. Esta legislación, en lo que respecta a los
bienes de la Iglesia, fue el resultado de conceptos e ideas que hoy nos
resultan lejanos. La desamortización consistió en la nacionalización sin
indemnización de los bienes de la Iglesia (conversión en “bienes
nacionales”, sin compensación económica) y en la posterior venta en
pública subasta al mejor postor. Las ideas anticlericales extremas,
sumadas a la situación de bancarrota de la Hacienda Pública española,
ello en el contexto de las guerras carlistas, explican seguramente esta
incautación de los bienes del clero2.
2
Junto a ello, es cierto que existía la idea generalizada de que el fomento de la riqueza de la nación
exigía poner en circulación los bienes de las llamadas “manos muertas”, entre los que estaban los del
clero.
2
Vamos a examinar cómo la aplicación de la normativa
desamortizadora afectó a la situación jurídica del convento de los
dominicos de Castellón.
1. La desamortización del convento en aplicación de la legislación de
1835-1842.
Mediante Decreto de 25 de julio de 18353 (Gaceta de Madrid de
29 de julio) se resolvió que “los monasterios y conventos de religiosos que no
tengan 12 individuos profesos (…) quedan desde luego suprimidos”, a lo que se
añadía que sus “bienes, rentas y efectos de cualquier clase” se aplicarán “a la
extinción de la deuda pública”4. Por Decreto de 11 de octubre de 1835
(Gaceta de Madrid de 14 de octubre) la anterior medida se extendió a
“todas los monasterios de órdenes de órdenes monacales”5.
Si con estas disposiciones se suprimían los conventos y sus bienes
pasaban a ser propiedad de la Nación, mediante el Decreto de 19 de
febrero de 1836 (Gaceta de Madrid de 21 de febrero) se declaran en
venta “todos los bienes raíces de cualquier clase que hubiesen pertenecido a las
comunidades y corporaciones religiosas extinguidas y los demás que hayan sido
3
Una exhaustiva exposición de los antecedentes y espíritu que presidió esta legislación
desamortizadora, efectuada desde una posición favorable, puede verse en Historia políticoadministrativa de Mendizábal, de ALFONSO GARCÍA TEJERO, Madrid 1858 (obra digitalizada por
Google), en particular en las páginas 188 y siguientes. Esta obra es representativa del punto de vista
de la clase política autora de la desamortización. Según este autor, la desamortización eclesiástica se
hacía necesaria pues “era repugnante el ver la colosal riqueza de una clase que predicaba la mansedumbre y el
desinterés, la caridad y la penitencia”. El autor reconoce que “se disputó acerca si el Estado tenía o no
derecho a vender los bienes del clero” (pag.194). Sin embargo, para él ese derecho es “incuestionable” e
“incontrovertible”, pues una sociedad (el Estado) no puede permitir que “hubiese otra sociedad en su
mismo seno”.
4
La Exposición de este Decreto justifica la medida en la necesidad de poner “coto a los extravíos de un
celo indiscreto y piedad mal entendida, que tantos perjuicios y males ocasionan al Estado”, ello por el
“demasiado número de clérigos y conventos”. En cuanto a la competencia del Estado para adoptar
semejante medida, según la Exposición del Decreto el fundamento es doble: por un lado el
“incontestable derecho de soberanía” del Estado, que por sí se conceptúa ya como título habilitante
suficiente; y por otro la función que se atribuye el Estado de actuar como “protector” de la Iglesia. En
concreto, la supresión de los conventos no sería otra cosa que el cumplimiento estatal de la
“obligación de velar porque se cumplan puntualmente las disposiciones canónicas”, que harían inviable los
conventos con menos de 12 profesos.
5
La Exposición de motivos de este Decreto es mucho más breve. En síntesis, se señala que la
subsistencia de “tantos monasterios y conventos” causa “graves males a la Religión y al Estado”. Subyace
de nuevo la idea de que el Estado toma esta medida en beneficio de los intereses de la Iglesia (el
Estado como “protector” de la Iglesia): los conventos que se suprimen son “inútiles para la asistencia
espiritual de los fieles”. Pero ahora ya se hace expresa mención a motivaciones estrictamente
económicas: “la conveniencia pública de poner éstas (las tierras del clero) en circulación para aumentar los
recursos del Estado”, y “abrir nuevas fuentes de riqueza”.
3
adjudicados a la nación por cualquier título o motivo, y también todos los que en
adelante lo fueran desde el acto de su adjudicación”6.
Por Decreto de 9 de marzo de 1836 (Gaceta de Madrid del 10 de
marzo) se vuelve a declarar que “quedan suprimidos todos los monasterios,
conventos, colegios congregaciones, y demás casas de comunidad o de instituto
religioso de varones, incluidas las de clérigos regulares y las de las cuatro órdenes
militares” (artículo 1º)7. El Decreto de 9 de marzo de 1836 volvía a
establecer que “todos los bienes raíces, muebles y semovientes y acciones de
todas las casas de comunidad de ambos sexos (…) se aplicarán a la Real Caja de
amortización para la extinción de la deuda pública” (artículo 20), si bien
también se preveía que “los ordinarios podrán, con la aprobación del
Gobierno, dedicar a parroquias las Iglesias de los conventos suprimidos que sean
necesarias” (artículo 22). El artículo 24 del Decreto de 9 de marzo de
1836 estableció también que “podrán destinarse a establecimientos de
utilidad pública los conventos suprimidos que se crean a propósito”.
El contenido del Decreto de 9 de marzo de 1836, con alguna
modificación, se convirtió después en la Ley de 29 de julio de 1837
(Gaceta de Madrid de 4 de agosto)8. El artículo 1 de esta Ley declaró
solemnemente que “quedan extinguidos en la Península, islas adyacentes y
posesiones de España en África, todos los monasterios, conventos, colegios,
congregaciones y demás casas religiosas de ambos sexos”. El artículo 24 de
esta Ley volvía a repetir que “el Gobierno podrá destinar para
establecimiento de utilidad pública los conventos suprimidos que se consideren a
propósito”. Igualmente, el artículo 22 de la Ley preveía que “los
ordinarios podrán, con la aprobación del Gobierno, dedicar a parroquias las
Iglesias de los conventos suprimidos que sean necesarias”.
La Ley de 2 de septiembre de 1841 (Gaceta de Madrid de 5 de
septiembre) también estableció que “todas las propiedades del Clero secular
en cualquiera clase de predios, derechos y acciones que consistan, de cualquier
origen y nombre que sean, y con cualquier aplicación o destino que hayan sido
6
La Exposición de motivos de este Decreto ya sólo se refiere a la motivación económica de la
medida. Con la venta de los bienes de los conventos suprimidos se trata de “dar una garantía positiva
a la deuda nacional” y de “minorar la fuerte suma de la deuda pública”. Y, además, se trata de crear una
nueva clase de propietarios cuyos intereses dependan de que los liberales ganen la guerra a los
carlistas. Al respecto la Exposición del Decreto no puede ser más explícita, al señalar el objetivo de
“crear una copiosa familia de propietarios, cuyos goces y cuya existencia se apoye principalmente en el triunfo
completo de nuestras actuales instituciones”.
7
En la Exposición de motivos del Decreto ya no se justifica la medida en los beneficios que la
supresión produce en la Iglesia, sino en las exigencias de las “demandas sociales”, en los “adelantos de
las ciencias y las artes”, en las “exigencias de la riqueza nacional” y en el “ejemplo de tantas naciones sabias”.
8
Esta Ley da por sabidas las razones de la medida, pues no contiene Exposición de motivos.
4
donadas, compradas o adquiridas, son bienes nacionales” (artículo 1),
declarando en venta todas estas fincas (artículo 3).
De conformidad con esta normativa, se suprimió el convento de
los dominicos de Castellón, el cual pasó a quedar de propiedad del
Estado, en principio para su venta. Sin embargo, se hizo uso de la
previsión contenida en el artículo 24 del Decreto de 9 de marzo de 1836
y de la Ley de 29 de julio de 1837, por lo que, en lugar de ser vendido,
como lo hubiera sido de tener que aplicar el Decreto desamortizador de
19 de febrero de 1836, se destinó a establecimiento de utilidad pública.
Por Decreto de 26 de julio de 1842 (Gaceta de Madrid de 27 de
julio) se reguló con detalle el procedimiento a seguir para resolver sobre
la “concesión de conventos solicitados para objetos de utilidad pública”
(artículo 1). El Decreto autorizaba a la Junta de Venta de Bienes
Nacionales para que resolviera sobre estas solicitudes. Según el artículo
4 del Decreto las concesiones serían gratuitas para solicitudes
destinadas a “hospitales, hospicios, escuelas de instrucción costeadas por fondos
comunes o del Estado, cuarteles de milicia nacional, cárceles, parroquias, casas
consistoriales o demás análogos”. El Decreto establecía un plazo para que
los Ayuntamientos pudieran efectuar las solicitudes, pasado el cual “se
procederá activamente a la vista en pública subasta (…) de todos aquellos
conventos que no se hubiesen pedido o concedido” (artículo 6).
En aplicación de esta última normativa, la Junta de Venta de
Bienes Nacionales concedió al Ayuntamiento de Castellón el convento
de los dominicos para su uso como Casa de Beneficencia. Poco
después, por Real Orden de 2 de septiembre de 1859, el edificio es
convertido en Casa Provincial de Beneficencia, asumiendo su gestión la
Diputación Provincial.
El examen de toda esta normativa nos pone claramente de
manifiesto que, en este período, la desamortización de los bienes del
clero (esto es, su apropiación por decisión unilateral del Estado, que los
convierte en “bienes nacionales” para financiar con su venta la deuda del
Estado) no se plantea como un proceso expropiatorio. La teoría que
sustenta esta desamortización, en definitiva, partía de la base de que los
bienes de la Iglesia eran en última instancia propiedad del Estado, y
que por tanto éste tenía la facultad de recuperarlos, de incautarse de
ellos y de aplicarlos a pagar su deuda9.
9
En este sentido se expresa FRANCISCO MARTÍ GILABER, op.cit. página 73. Tal era la teoría de
los liberales progresistas. Contra esa teoría ya habían reaccionado los liberales moderados, para
5
2. Los posibles efectos derivados de las leyes de devolución al clero
de los bienes desamortizados y no enajenados.
2.1. Planteamiento general
Como consecuencia de la aplicación de la Ley de 29 de julio de
1837 y del Decreto de 26 de junio de 1842, el convento de los
dominicos de Castellón fue cedido al Ayuntamiento para su uso como
Casa de Beneficencia, pasando más tarde el edificio a ser gestionado
por la Diputación Provincial, como Casa Provincial de Beneficencia.
Hemos de examinar ahora si esta situación quedó o no
modificada como consecuencia de las nuevas disposiciones legales
aprobadas durante el período moderado, que establecieron la
devolución a la Iglesia de los bienes desamortizados no enajenados.
Tan pronto acceden al poder los moderados, mediante el Decreto
de 26 de julio de 1844 (Gaceta de Madrid de 13 de agosto) se suspendió
la venta de los bienes del clero “hasta que el Gobierno, de acuerdo con las
Cortes, determine lo que convenga” 10. Y poco después se aprueba la Ley de
3 de abril de 1845 (Gaceta de Madrid de 8 de abril), cuyo artículo único
establece lo siguiente:
“Los bienes del clero secular no enajenados, y cuya venta se mandó
suspender por Decreto de 24 de julio de 1844, se devuelven al mismo clero”.
Estas disposiciones son completadas luego con la aprobación del
Concordato con la Santa Sede de 1851 (Gaceta de Madrid de 19 de
octubre de 1851), que prevé también la devolución al clero de los bienes
no enajenados. De la regulación contenida en el Concordato, que es
fundamental para nuestro estudio, interesa destacar las siguientes ideas:
a. El Concordato de 1851 declara derogadas las disposiciones
legales anteriores contrarias al mismo, y subraya su carácter vinculante
quienes la desamortización de 1835-1837 era un “procedimiento bárbaro, atroz, cruel, antieconómico y
antipolítico”.
10
La Exposición de motivos de este Decreto justifica la suspensión en “sentimientos de piedad y
justicia” y en la “conservación de la religión de nuestros padres en toda aquella consideración y decoro que el
sentimiento del país reclama”. Pero se deja bien claro que no se pretende en absoluto invalidar las
enajenaciones que ya se hayan producido con anterioridad, pues se dice que “el Gobierno está decidido,
y con voluntad firme y resuelta, a respetar y a hacer que todos respeten, como de todo punto inviolables, las
propiedades adquiridas procedentes de los bienes del clero regular y secular que hayan sido enajenados en los
últimos años con arreglo a las leyes que en ellos mismos se dieron”.
6
para futuras leyes del Estado. El artículo 45 del Concordato señala que
“se tendrán por revocadas, en cuanto a él se opongan, las leyes, órdenes y
decretos publicados hasta ahora, de cualquier modo y forma”, a lo que se
añade que “el mismo Concordato regirá para siempre en lo sucesivo como Ley
del Estado”.
b. El Concordato de 1851 acepta la plena validez de las
enajenaciones de bienes eclesiásticos que se hayan consumado en
aplicación de la anterior legislación desamortizadora. Así, en su
artículo 42 se dice que “los que durante las pasadas circunstancias hubieran
comprado en los dominios de España bienes eclesiásticos, al tenor de las
disposiciones civiles a la sazón vigentes, y estén en posesión de ellos, y los que les
hayan sucedido o sucedan en sus derechos a dichos compradores, no serán
molestado en ningún tiempo ni manera por Su Santidad ni por los Santos
Pontífices sus Sucesores”, sino que “antes, bien, así ellos como sus
causahabientes disfrutarán seguros y pacíficamente la propiedad de dichos
bienes”.
c. En cuanto a los bienes eclesiásticos que estén en poder del
Estado como consecuencia de la legislación desamortizadora, pero no
se hayan enajenado todavía, el Concordato de 1851 prevé su
devolución. Según su artículo 35 “se devolverán desde luego y sin demora (a
las comunidades religiosas) los bienes de su pertenencia que estén en poder
del Gobierno y que no han sido enajenados”. Y según su artículo 38 “se
devolverán a la Iglesia desde luego y sin demora todos los bienes eclesiásticos no
comprendidos en la Ley de 1845 y que todavía no hayan sido enajenados,
incluso los que resten de las comunidades religiosas de varones”.
d. Sin embargo, el Concordato de 1851 prevé que la Iglesia
proceda a la inmediata venta de los bienes devueltos, convirtiendo el
precio de la venta en inscripciones de la Deuda del Estado. El artículo
35 del Concordato, después de decretar la devolución de bienes
eclesiásticos, añade lo siguiente:
“Pero teniendo Su Santidad en consideración el estado actual de estos
bienes y otras particulares circunstancias, a fin de que con su producto pueda
atenderse con más igualdad a los gastos del culto y otros generales, dispone que
los Prelados, en nombre de las comunidades religiosas propietarias, procedan
inmediatamente y sin demora a la venta de los expresados bienes hechas en la
forma canónica y con intervención de persona nombrada por el Gobierno de
S.M. El producto de estas ventas se convertirá en inscripciones intransferibles de
7
la Deuda del Estado al 3 por 100, cuyo capital e intereses se distribuirán entre
los referidos conventos en proporción a sus necesidades”.
El artículo 38 del Concordato, tras referirse a también a la
inmediata devolución de bienes eclesiásticos a la Iglesia y a las
comunidades religiosas de varones, añade también lo siguiente:
“Pero atendidas la circunstancias actuales de unos y otros bienes y la
evidente utilidad que ha de resultar a la Iglesia, el Santo Padre dispone que su
capital se convierta inmediatamente y sin demora en inscripción intransferible
de la Deuda del Estado al 3 por 100, observándose exactamente las formas y
reglas establecidas en el artículo 35 con referencia a la venta de los bienes de las
religiosas”.
En definitiva, el Concordato de 1851 establecía la devolución
automática a la Iglesia de todos los bienes del clero en poder del Estado
y no enajenados, con el posterior compromiso de la Iglesia de proceder
a su venta conforme a la normativa canónica, tras lo que el producto
de la venta se convertiría en Deuda del Estado intransferible al 3 por
100. El Concordato no aclaraba si, a los efectos de su aplicación, los
bienes del clero que se adjudicaron a la Administración Local para fines
de utilidad pública conforme al procedimiento del Decreto de 16 de
julio de 1842 se habían o no de considerar bienes enajenados.
Lo dispuesto en el Concordato de 1851 apenas si pudo comenzar
a aplicarse, pues poco tiempo después regresaron al poder los
progresistas, que aprobaron la que se vino en denominar Ley
desamortizadora de Madoz. En efecto, la Ley de 1 de mayo de 1855
(Gaceta de Madrid del 3 de mayo)11 volvía a declarar en venta todos los
bienes eclesiásticos. Pero un nuevo cambio político determina que por
Decreto de 23 de septiembre de 1856 (Gaceta de Madrid de 24 de
septiembre) se suspenda “hasta que se resuelva lo que corresponda en la
forma conveniente, la venta de los bienes del clero secular devueltos al mismo
conforme a la Ley de 3 de abril de 1845”. Poco después, por Decreto de 13
de octubre de 1856 (Gaceta de Madrid de 15 de octubre) “quedan sin
efecto todas las disposiciones, de cualquiera clase que sean, que de algún modo
deroguen, alteren o varíen lo convenido en el Concordato celebrado con la Santa
11
Toda el complejo de normas, decretos e instrucciones de todo tipo que desarrollaron esta Ley, así
como su discusión parlamentaria, pueden examinarse en el Manual completo de desamortización civil y
eclesiástica de IGNACIO MORELL y JOSÉ REUS , Madrid 1856, libro digitalizado por Google.
8
Sede en 16 de marzo de 1851”12. De forma casi simultánea, por Decreto de
14 de octubre de 1856 (Gaceta de Madrid de 15 de octubre) “se suspende,
desde hoy en adelante, la ejecución de la Ley de desamortización de 1 de mayo
de 1855”. Y finalmente, por Decreto de 2 de octubre de 1858 (Gaceta de
Madrid de 3 de octubre) se reanuda la desamortización aprobada por la
Ley de 1 de mayo de 1855, pero excluyendo ya definitivamente los
bienes eclesiásticos.
Este proceso de devolución a la Iglesia de los bienes no
enajenados como consecuencia de la desamortización se completó con
la firma de un Convenio adicional con la Santa Sede. En primer lugar,
por Ley de 4 de noviembre de de 1859 (Gaceta de Madrid de 6 de
noviembre) “se autorizó al Gobierno para concluir y ratificar un convenio con
la Santa Sede, con el objeto principalmente de conmutar los bienes eclesiásticos,
de cualquier clase que sean, en inscripciones intransferibles de la Deuda
consolidada al 3 por 100, y para representar por inscripción de la misma especie
el resto de la dotación del culto, si así conviniese a la diócesis respectiva”. Y más
adelante se aprobó la Ley de 4 de abril de 186013, “mandando que se
publiquen y observen como Ley del Estado el Convenio celebrado con la Santa
Sede el 25 de agosto y refrendado el 7 y el 24 de noviembre de 1859”.
El Convenio adicional con la Santa Sede aprobado por la Ley de
4 de abril de 1860, en lo que ahora nos interesa, venía a establecer lo
siguiente:
a. Como declaración de principios, el Convenio proclamaba en el
primero de sus artículos lo siguiente: “El Gobierno de S.M. Católica,
habida consideración a las lamentables vicisitudes por que han pasado los bienes
eclesiásticos en diversas épocas, y deseando asegurar perpetuamente la pacífica
posesión de sus bienes y derechos, y prevenir todo motivo de que sea violentado el
solemne Concordato celebrado el 16 de marzo de 1851, promete a la Santa Sede
que en adelante no se hará ninguna venta, conmutación ni otra especie de
12
En el preámbulo del Decreto se indicaba que el Concordato “es a la vez una Ley importantísimo del
Estado y un acto con toda la fuerza de un tratado internacional”, a lo que se añadía que “sin embargo,
durante el curso de las últimas agitaciones se han dictado medidas que, más o menos directamente, derogan o
alteran algunos artículos de aquella solemne estipulación”. Y es que la nueva desamortización de los
bienes eclesiásticos prevista en la Ley de 1 de mayo de 1855 suponía una flagrante violación del
Concordato de 1851.
13
El texto de esta Ley no se puede localizar en la Base de Datos de la colección histórica de la
página web del Boletín Oficial del Estado, seguramente por un error en el proceso de digitalización.
Pero no existe duda ni de su aprobación ni de su texto. La Ley y el Convenio se pueden consultar en
el Manual de desamortización civil y eclesiástica, de JOSE REUS Y GARCIA, segunda edición, Madrid
1862 (pág. 547 y siguientes), obra digitalizada por Google, y que constituye un completo compendio
de todas las disposiciones desamortizadoras.
9
enajenación de los dichos bienes sin la necesaria autorización de la misma Santa
Sede”14.
b. Hecha la anterior declaración, el Convenio reconocía en su
artículo 4 “a la Iglesia como propietaria absoluta de todos y cada uno de los
bienes que le fueron devueltos por el Concordato”.
c. Sin embargo, la regla anterior se completaba con la regulación
de un mecanismo de “permutación por valores” de los bienes eclesiásticos
“devueltos por el Concordato”. En concreto, en el artículo 4 del Convenio
se decía lo siguiente:
“Pero habida consideración al estado de deterioro de la mayor parte de los
que aún no han sido enajenado, a su difícil administración y a los varios,
contradictorios e inexactos cómputos de su valor en venta (…) el Gobierno de
S.M. ha propuestos a la Santa Sede una permutación, dándose a los Obispos la
facultad de determinar, de acuerdo con sus Cabildos, el precio de los bienes de la
Iglesia situados en sus respectivas diócesis, y ofreciendo aquel, a cambio de todos
ellos y mediante su cesión al Estado, tantas inscripciones intransferibles de papel
del 3 por 100 de la Deuda Pública consolidada de España, cuantas veces sean
necesarias para cubrir el total valor de dichos bienes”.
El Convenio regula el procedimiento que había de seguirse para
efectuar la “permutación”, en el que podemos distinguir de modo
esquemático las siguientes fases:
c.1. Determinación de los bienes eclesiásticos que han de ser
objeto de “permutación”.
Por un lado, existen una serie de bienes expresamente eximidos
de permutación por el artículo 6 del Convenio:
“Serán eximidos de la permutación y quedarán en propiedad de la Iglesia
en cada diócesis todos los bienes enumerados en los artículos 31 y 33 del
Concordato de 1851, a saber: los huertos, jardines y palacios y otros edificios que
14
Sobre la posición de la Santa Sede y de la Iglesia española ante la legislación desamortizadora,
puede verse el libro El Gobierno español en sus relaciones con la Santa Sede, de JOSE CANGA
ARGÜELLES, Madrid, 1856, así como la documentación incluida en la obra Instrucciones secretas de
los Nuncios de España en el siglo XIX (1847-1907), de F. DIAZ DE CERIO Y M.F. NÚÑEZ MUÑOZ,
Roma 1989. La opinión eclesiástica queda resumida en este párrafo que aparece en una minuta de
septiembre de 1879 (paf.140 de la última obra citada): “se infiere muy claro que el partido liberal (…)
desde mucho se ha propuesto el despojar completamente a la Iglesia y reducir a sus ministros a suelo, y
considerarlos como dependientes del Estado”.
10
en cualquier lugar de la diócesis estén destinados al uso y esparcimiento de los
Obispos. También se les reservarán las casas destinadas a la habitación de los
Párrocos, con sus huertos y campos anejos, conocidos bajo de la denominación
de Iglesiarios, Mansos y otros. Además, retendrá la Iglesia en propiedad los
edificios de los seminarios conciliares, con sus anejos, y las bibliotecas y casas de
corrección y cárceles eclesiásticas y en general todos los edificios que se sirven en
el día para el culto, y los que se hallan destinados al uso y habitación del clero
regular de ambos sexos, así como los que en adelante se destinen a tales objetos”.
Por otro lado, se prevé también la posibilidad de que el Obispo
pueda excluir de la “permutación” otros bienes, si lo estima necesario.
Así, el artículo 6 el Convenio añade lo siguiente:
“En fin, siendo la utilidad de la Iglesia el motivo que induce a la Santa
Sede a admitir la expresada permutación de valores, si en alguna diócesis
estimare el Obispo que por particulares circunstancias conviene a la Iglesia
retener alguna finca, sita en éste, aquella finca podrá eximirse de la
permutación, imputándose el importe de su renta en la dotación del clero”.
c.2. Establecida la lista de bienes objeto de “permutación” y
calculado su valor, el Estado hace entrega a la Iglesia de los
correspondientes títulos de la Deuda Pública (artículo 7 del Convenio).
c.3. Tras ello, finalmente, la Iglesia hace al Estado cesión formal
de estos bienes (artículo 7 del Convenio).
La principal diferencia del nuevo procedimiento de “permutación”
previsto en el Convenio respecto del mecanismo contemplado en el
Concierto consiste en que ahora el que vende los bienes es el Estado,
previa entrega a la Iglesia de los títulos de la Deuda Pública.
El Convenio de 1860 tampoco dice nada sobre si los bienes del
clero que fueron destinados a fines de utilidad pública van a ser o no
objeto de devolución y, en su caso, posterior “permutación”.
A nuestros efectos, sí interesa ahora subrayar que, en el caso de
que hubiera procedido en aplicación del Convenio la devolución del
convento de los dominicos, su iglesia no hubiera podido ser objeto de
“permutación”, por tratarse de un edificio destinado al culto.
¿Supuso la aplicación de la Ley de 3 de abril de 1845, del
Concordato de 1851 y del Convenio de 1860 la recuperación por parte
11
de la Iglesia de la propiedad del convento de los dominicos, al no
haberse enajenado éste como consecuencia de la desamortización de
1835?
No hay duda de que estas disposiciones no afectaron a los bienes
del clero ya enajenados con anterioridad. De lo que se trata es de
determinar qué sucedía en relación con los bienes del clero que habían
sido destinados a fines de utilidad pública.
Estas disposiciones establecían que “se devuelven” al clero los
bienes que “no han sido enajenados”. Los bienes destinados a fines de
utilidad pública conforme a la posibilidad prevista en el artículo 24 de
la Ley de 29 de julio de 1837 no habían sido “enajenados”, sino que
fueron “concedidos” o “cedidos” de forma gratuita, en principio a los
Ayuntamientos que lo habían solicitado. ¿Cuál era la interpretación
correcta? Los bienes del clero cedidos gratuitamente a un
Ayuntamiento para un fin de utilidad pública ¿debían equipararse a los
bienes no enajenados, con lo que los mismos “se devuelven” al clero “sin
más y sin demora”? ¿O se equiparaban a los bienes ya enajenados, con lo
que no procedía la devolución?
Del examen del conjunto de Órdenes e Instrucciones que
desarrollaron toda esta normativa15, no puede encontrarse regla alguna
que resuelva expresamente esta cuestión16.
2.2. La doctrina cambiante del Tribunal Supremo
Sobre la posible devolución de los bienes eclesiásticos destinados
a “objetos de utilidad pública” en aplicación del artículo 24 de la Ley de
29 de julio de 1837 y del Decreto de 26 de julio de 1842 existen dos
posiciones opuestas, mantenidas ambas por la Sala de lo Civil del
Tribunal Supremo:
15
Este conjunto de Órdenes e Instrucciones pueden consultarse en el Manual de desamortización civil
y eclesiástica, de JOSE REUS Y GARCIA de 1862, antes citado.
16
Pese a que en dichas disposiciones no existe regla expresa al respecto, lo cierto es que la Orden de
23 de diciembre de 1858, por la que se declara que los bienes pertenecientes a los Seminarios son
eclesiásticos por su origen y aplicación, podría utilizarse a favor de la tesis de la devolución. Los
bienes de los seminarios se habían convertido en bienes nacionales como resultado de la aplicación
de las leyes desamortizadoras. Pero por Orden de 18 de enero de 1856 se les consideró bienes de
instrucción pública, por lo que no procedía su venta. La Orden de 23 de diciembre de 1858 declara
“que los bienes respectivos a los seminarios conciliares son plenamente eclesiásticos, atendiendo a su origen y
aplicación, y que por lo tanto no se hallan en estado de venta”. La situación de estos seminarios
considerados bienes de instrucción público tenía cierta similitud con los bienes del clero destinados a
fines de utilidad pública conforme al Decreto de 1842.
12
a. Doctrina establecida por la sentencia del Tribunal Supremo de
10 de diciembre de 1983.
En el caso que se examina en esta sentencia de 10 de diciembre
de 1983 (RJ\1983\6928), los Padres Dominicos de la Provincia de
España y el Arzobispado de Pamplona reivindican la propiedad del
convento de Santiago de Pamplona, que en virtud de la normativa
antes citada, fue destinado en 1842 a un servicio público y
posteriormente a cuartel. A partir de ello, el Tribunal Supremo razona
lo siguiente:
“Cierto que el edificio en cuestión pasó a propiedad del Estado por Real
Decreto de 1842 de acuerdo con la legislación desamortizadora representada a
estos efectos, principalmente, por el Real Decreto de 19 febrero 1836, que en su
exposición de motivos declaraba que «Atendiendo a la necesidad y conveniencia
de disminuir la Deuda pública, consolidada y entregar al interés individual la
más (sic) de bienes raíces que han venido a ser propiedad de la Nación ...»,
declaración esta que fue ratificada por Ley de 29 julio 1837, cuyo art. 1.º,
además de suprimir Monasterios y Conventos, atribuía al Estado todos sus
bienes, sin olvidar tampoco la Ley 1 mayo 1855 , art. 2.º y el Decreto de 9 enero
1875, en el mismo sentido; Segundo: A su vez, tanto el citado Real Decreto de
1836 en su art. 2.º, como las igualmente indicadas Leyes de 1841 (art. 3.º) y 1
mayo 1855 (art. 2.º), dispusieron la venta de los bienes del Clero, Catedral, etc.,
salvo los edificios que el Gobierno destinase al servicio público, situación ésta en
la que se encontraba precisamente el inmueble objeto de discusión; esta excepción
se reproduce en el art. 1.º del Decreto de 9 enero 1875; Tercero: Tal declaración
de destino respecto de determinados edificios, experimenta a través del «iter»
desamortizador algunas limitaciones y alternativas, como pueden verse en varias
disposiciones que comienzan con el Real Decreto de 26 julio 1844 que suspende
la venta de dichos bienes, continúan con la Ley de 3 abril 1845 donde se ordena
devolver a la Iglesia los bienes no enajenados, y llegan al Concordato de 16
marzo 1851 que además de confirmar lo dispuesto en la citada Ley de 1845 en
orden a la devolución sin demora de los bienes no enajenados, dispuso su venta
inmediata en pública subasta, devolución que ratifica el art. 4.º de la Ley de 4
abril 1860 dictada para la aplicación del indicado Concordato y dice: «En virtud
del mismo derecho, el Gobierno de Su Majestad reconoce a la Iglesia la
propiedad de todos y cada uno de los bienes que le fueron devueltos por el
Concordato...»; Cuarto: De lo indicado en los números precedentes resulta, que el
edificio en cuestión, al venir destinado a un servicio público no estaba incluido
entre los que debían ser devueltos sin demora a la Iglesia, ni tampoco, en
consecuencia, podía ser objeto de enajenación por ésta para cumplir lo prevenido
13
en las disposiciones que se dejan citadas en orden a la inversión de su valor en
venta en inscripciones intransferibles de la Deuda del Estado; Quinto: No
obstante, dado el espíritu que late en la normativa que se ha indicado,
especialmente en las Leyes, de 3 abril 1845 y 4 abril 1860, así como el Decreto de
9 enero 1875, es evidente que los bienes inmuebles que por disposición legal
estuvieren destinados a un servicio público dejaban de pertenecer en propiedad al
Estado para pasar respecto del mismo a una situación de ocupación meramente
posesoria en atención a su destino, como acredita la propia actuación del tenedor
de referido edificio que el 18 septiembre 1900 acude al Registro de la Propiedad
de Pamplona para operar la primera inscripción de posesión a favor del Estado y
su Ramo de Guerra de dicho inmueble”.
Aunque el razonamiento del Tribunal es un tanto confuso, lo que
finalmente afirma es que a partir de la Ley de 3 de abril de 1845 el
edificio en cuestión, destinado a un objeto de utilidad pública, dejó de
ser de propiedad del Estado “ para pasar respecto del mismo a una situación
de ocupación meramente posesoria en atención a su destino”. Y es que según
esta sentencia del Tribunal Supremo, la Ley de 3 de abril de 1845
“origina una especialísima situación jurídica, verdaderamente atípica, que
mientras se mantiene, el Estado a través del Ramo de la Guerra (hoy Ministerio
de Defensa) retiene únicamente la posesión del mismo mientras que la propiedad
se ha transferido a partir de la L. de 3 abril 1845 a su propietario inicial, la
Orden de Predicadores demandante”.
Y es así como en esta sentencia la Sala de lo Civil del Tribunal
Supremo decreta que la propiedad del edificio corresponde a la citada
Orden de Predicadores.
En definitiva, según la doctrina establecida por el Tribunal
Supremo en esta sentencia, a los efectos de la aplicación de la Ley de 3
de abril de 1845, del Concordato de 1951 y del Convenio adicional de
1860, los bienes del clero que, en virtud de la legislación
desamortizadora de 1835-1842, pasaron a destinarse a fines de utilidad
pública son también bienes en poder del Estado no enajenados, por lo
que su propiedad fue recuperada por la Iglesia. Según la sentencia,
desde 1845 el Estado sólo retuvo la posesión de estos edificios, pero no
la propiedad.
La aplicación de esta doctrina al caso del convento de los
dominicos de Castellón supondría que, a partir del 3 de abril de 1845, el
Ayuntamiento o la Diputación eran meros poseedores del edificio, en
14
tanto éste se destinara a Casa de Beneficencia, habiendo recuperado la
propiedad desde dicha fecha la Orden de los Dominicos.
b. Doctrina establecida por las sentencias del Tribunal Supremo
de 30 de abril de 1997 y 18 de diciembre de 2000.
Radicalmente distinta es la doctrina establecida por la Sala Civil
del Tribunal Supremo en estas otras dos sentencias que acabamos de
citar.
En el caso de la sentencia de 30 de abril de 1997 (recurso
1217/1993, número de resolución 355/1997) se examina la
reivindicación que el Obispado hace de la propiedad del antiguo
convento de San Francisco de Orense. Este convento fue declarado
bien nacional conforme a la legislación de 1835 que ya conocemos. Y
en base a lo dispuesto en el Decreto de 26 de julio de 1842, el edificio se
destinó a cuartel. Para el Tribunal Supremo es claro que ni la Ley de 3
de abril de 1845 ni el Concordato de 1851 supusieron que la Iglesia
recuperara la propiedad del edificio. Según esta sentencia, toda posible
reclamación quedó zanjada con la firma del Concordato de 1953:
“El Concordato entre el Estado español y la Santa Sede, de 27 de agosto
de 1953, termina clara y expresamente con toda cuestión jurídica derivada de
leyes desamortizadoras. Se compromete el Estado a satisfacer ayudas
económicas a la Iglesia y ésta da por zanjada e inoperante cualquier tema sobre
la desamortización de hacía ya más de un siglo”.
La sentencia está haciendo referencia al artículo XIX, apartado 2,
del Concordato con la Santa Sede de 1953 (Boletín Oficial del Estado
de 19 de octubre de 1953), según el cual “el Estado a título de
indemnización por las pasadas desamortizaciones de bienes eclesiásticos y como
contribución a la obra de la Iglesia a favor de la Nación le asignará anualmente
una adecuada dotación”17.
Es por ello por lo que la sentencia concluye que la propiedad
corresponde al Estado.
En realidad, el único argumento que utiliza la sentencia de 30 de
abril de 1997 consiste en su peculiar interpretación del Concordato de
1953, según la cual, desde su firma la Iglesia habría renunciado a
17
En relación con este Concordato puede verse la obra El Concordato español de 1953, de EDUARDO
F.REGATILLO, Editorial Sal Terrae, 1961.
15
cualquier reivindicación cuyo origen estuviera de la aplicación de las
leyes desamortizadoras del siglo XIX. El argumento no se sostiene,
pues el Concordato de 1953 no contiene en su texto semejante
renuncia18.
La sentencia del Tribunal Supremo de 18 de diciembre de 2000
(recurso 3637, número de resolución 1191/2000) llega a la misma
conclusión que la de 30 de abril de 1997, pero con una argumentación
diferente y más rigurosa. En este caso se reivindica la propiedad del
antiguo convento de San Sebastián en el municipio de Roquefort.
También aquí el edificio se adjudicó al Ayuntamiento para un uso de
utilidad pública en virtud de la normativa de 1842. El Tribunal
Supremo entiende que ni la Ley de 3 de abril de 1845 ni el Concordato
de 1851 implican que la Iglesia haya recuperado de propiedad del
edificio. Según se dice en la citada sentencia, analizando las
disposiciones del Decreto de 26 de julio de 1842:
“las normas precedentes dan poder a las Juntas de venta de bienes
nacionales para conceder gratuitamente a Ayuntamientos u otras corporaciones
bienes objeto de desamortización y así se hizo en el presente caso; no como
donación, ya que no aparece donante propietario y donatario que acepta la
donación; se produjo una pérdida del dominio por una parte y un modo de
adquisición de la propiedad ex lege por otra: ésta es su naturaleza jurídica; en
virtud de unas leyes, como dice la sentencia de 30 de abril de 1997 "cuya
justificación social, económica y política es indiscutible" se produjo la pérdida de
la propiedad de bienes por parte de la Iglesia y la venta en pública subasta y
subsiguiente adquisición por los particulares o la adquisición directa a título
gratuito por corporaciones, como el caso presente”.
En definitiva, como consecuencia de la concesión hecha a los
Ayuntamientos de produjo una verdadera transmisión de la propiedad,
lo que supone que estos bienes ya habían sido enajenados cuando se
aprobó la Ley de 3 de abril de 1845 y el Concordato de 1851.
18
La sentencia de 30 de abril de 1997 deja claro desde el primero de sus fundamentos de derecho su
predisposición en contra a admitir el recurso de casación interpuesto por el representante de la
Iglesia. En primer lugar se asombra de que más “más de un siglo y medio después de las leyes
desamortizadoras se plantean procesos ejercitándose acción reivindicatoria sobre bienes que habían pertenecido
a la Iglesia, clero secular u órdenes religiosas y se siguen empleando, como en las sentencias de instancia, las
expresiones "incautar", "confiscar", "apoderarse", para referirse al modo de perder del dominio” acordado por
las leyes desamortizadoras. Y a renglón seguido califica a esas leyes desamortizadoras de” leyes, cuya
justificación social, económica y política es indiscutible”.
16
Junto a este primer argumento, que es en realidad el único
jurídicamente asumible, la sentencia de 18 de diciembre de 2000 vuelve
a referirse a que el Concordato de 1953 habría zanjado cualquier
posible nueva reclamación, al señalar el Tribunal que “el Concordato de
27 de agosto de 1953 establece que se dotará a la Iglesia, a título de
indemnización de pasadas desamortizaciones”, con lo que se persigue
“compensar los perjuicios que pudieran habérsele producido” y “se presente
cancelar la situación preexistente y como contrapartida y por vía de
indemnización el Estado asigna anualmente una adecuada dotación para
contribuir a la obra de la Iglesia”. Sin embargo, y como ya hemos dicho, el
Concordato de 1953 no contiene semejante renuncia.
En suma, en esta segunda sentencia el Tribunal rechaza también
que la Iglesia haya recuperado la propiedad del edificio, pues entiende
que la devolución prevista en la Ley de 1845 y el Concordato de 1851
no afecta a los edificios adjudicados conforme a la normativa de 1842
para destinarlo a usos de utilidad pública.
La aplicación de esta doctrina del Tribunal Supremo, que es más
reciente que la de la sentencia de 10 de diciembre de 1983, al caso del
convento de los dominicos de Castellón determinaría que la Ley de 3
de abril de 1845 y el Concordato de 1851 en ningún caso supusieron
que la propiedad del edificio hubiera sido recuperada por la Iglesia.
2.3. Interpretación que se propone: la cesión del inmueble para objeto de utilidad
pública como acto equivalente a su enajenación.
A la vista de todo lo dicho hasta ahora, ¿con qué interpretación
nos quedamos? Entendemos que el razonamiento jurídicamente
correcto es el siguiente:
a. El conjunto de disposiciones compuesto por la Ley de 3 de
abril de 1845, el Concordato de 1851 y el Convenio adicional de 1860
determinaron la inmediata devolución a la Iglesia de los bienes del
clero que estuviesen en poder del Estado y que no se hubieran
enajenado hasta ese momento. Fue clara, en cambio, la voluntad de
respetar a todos los que, a la entrada en vigor de estas disposiciones, ya
hubiesen adquirido la propiedad de estos bienes.
b. La cesión gratuita a los Ayuntamientos de los bienes del clero
para fines de utilidad pública efectuada de conformidad con el Decreto
de 26 de julio de 1842 implicó, como acertadamente señala la sentencia
17
del Tribunal Supremo de 18 de diciembre de 2000, una transferencia de
la propiedad a favor de aquéllos. Por ello, a la entrada en vigor del
conjunto de disposiciones a las que antes nos hemos referido, estos
inmuebles cedidos a los Ayuntamientos para fines de utilidad pública
no se encontraban en la situación de que “estén en poder del Gobierno y
que no han sido enajenados” que exigía el artículo 35 del Concordato de
1851 para que procediera la devolución. Los bienes ya no estaban en
poder del Gobierno, sino de los Ayuntamientos. La cesión gratuita
había producido la transmisión de la propiedad del inmueble, lo que
equivale a estos efectos a su enajenación.
c. De hecho, ésta fue la interpretación que en la práctica se siguió
en la aplicación del Concordato de 1851. El caso del convento de los
dominicos de Castellón es un ejemplo claro. En efecto, consta que la
gestión de la Casa de la Beneficencia se atribuyó a la Diputación
Provincial por Real Orden de 2 de septiembre de 1859. En esta fecha ya
se había aprobado el Decreto de 14 de octubre de 1856, que suspendía
la ejecución de la Ley desamortizadora de 1 de mayo de 1855, así como
también el Decreto de 2 de octubre de 1858, por el que se excluían
definitivamente de la desamortización los bienes eclesiásticos. Si, a
pesar de eso, el 2 de septiembre de 1859 se atribuyó la gestión de la
Casa de la Beneficencia a la Diputación Provincial, ello significaba que
la interpretación comúnmente aceptada del Concordato de 1851 no
suponía la devolución a la Iglesia de los bienes del clero que con la
normativa de 1842 se cedieron gratuitamente a los Ayuntamientos para
destinarlos a fines de utilidad pública.
Por ello entendemos que cabe concluir que la normativa de
devolución de los bienes del clero del período moderado que hemos
comentados no supusieron la devolución a la Iglesia de los bienes
desamortizados en el período 1835 a 1842 y cedidos a los
Ayuntamientos para fines de utilidad pública.
3. Conclusión: la titularidad del convento de los dominicos de
Castellón tras la aplicación de la normativa comentada.
El convento de los dominicos de Castellón, en función de lo
establecido fundamentalmente en la Ley de 29 de julio de 1837 y en el
Decreto de 26 de julio de 1842, se convirtió en un “bien nacional” y fue
adjudicado al Ayuntamiento para ser destinado a beneficencia pública.
18
La Iglesia no recuperó la propiedad de este inmueble como
consecuencia de la Ley de 3 de abril de 1845, el Concordato de 1851 y
el Convenio adicional de 1860. Es cierto que de la doctrina establecida
por la sentencia del Tribunal Supremo de 10 de diciembre de 1983
podría derivarse que sí se produjo esta devolución. Sin embargo, y por
lo que respecta a la opinión del Tribunal Supremo, parece
definitivamente consolidada la doctrina contraria fijada por las
sentencias de 30 de abril de 1997 y de 18 de diciembre de 2000. La
cesión gratuita del convento efectuada por la Junta de Venta de Bienes
Nacionales a favor del Ayuntamiento para destinar el edificio a Casa de
Beneficencia supuso que, a la entrada en vigor de la Ley de 3 de abril de
1845 y del Concordato de 1851, el edificio del convento no estaba en
poder del Gobierno pendiente de ser enajenado. Y por ello, no se
produjo la devolución.
En el caso del convento de los dominicos de Castellón, en
realidad, no es clara la titularidad de la Diputación Provincial, pese a la
utilización del edificio como Casa Provincial de Beneficencia desde
1859. La concesión del uso para el fin de utilidad pública de Casa de
Beneficencia, en los términos previstos en el Decreto de 26 de julio de
1842, se efectuó a favor de Ayuntamiento, por lo que gestión por parte
de la Diputación desde 1859 como Casa Provincial de Beneficencia no
podía significar que la Diputación hubiera pasado a ser la propietaria
del edificio.
La Diputación Provincial de Castellón sólo pasó a ser propietaria
indiscutible del antiguo convento cuando en el año 1934, durante la II
República, se aprueba la Ley de 18 de junio de 1934 (Gaceta de Madrid
de 19 de junio), cuyo artículo único dice lo siguiente: “Se cede por el
Estado a la Exma. Diputación Provincial de Castellón, a título gratuito, a
perpetuidad y en plena propiedad, la totalidad del edificio denominado
Convento de los Dominicos, de Castellón, en el que desde antiguo se halla
instalada la Casa Provincial de Beneficencia. La cesión se hace a fines de
Beneficencia”. Es obvio que la Ley de 18 de junio de 1934 partía de la
base de que, hasta esa fecha, la propiedad del convento la tenía el
Estado, no la Diputación ni el Ayuntamiento de Castellón.
En lo que importa a los efectos de nuestro estudio, la conclusión
en este punto parece clara. Cualquier planteamiento que se haga por la
Parroquia en relación con el templo ha de partir inevitablemente de esta
realidad: hay que aceptar como dato previo que la propiedad de la
iglesia corresponde en la actualidad a la Diputación Provincial. No es
19
posible plantear ahora una acción reivindicatoria, que estaría con toda
seguridad condenada al fracaso. La recuperación por la Parroquia de la
propiedad del templo ha de contar con el consentimiento y con la
conformidad de la Diputación.
III. LA CESIÓN DEL USO DE LA IGLESIA A FAVOR DE LA
PARROQUIA
El 29 de noviembre de 1964 el Obispo constituyó la Parroquia de
San Vicente Ferrer de Castellón. Y la Diputación Provincial de
Castellón, para hacerlo posible, cedió a la nueva Parroquia el uso (no la
titularidad) de la antigua iglesia del convento.
Debemos determinar la naturaleza del título jurídico que permite
a la Parroquia utilizar la iglesia. Si se trata de una mera posesión en
precario, entonces en cualquier momento la Diputación podría de
forma unilateral exigir su finalización. En cambio, si la posición
jurídica de la Parroquia puede tener otro fundamento legal de mayor
rango, entonces no sería posible una rescisión unilateral por parte de la
Diputación.
Como ya hemos expuesto con anterioridad, tanto el Decreto de 9
de marzo de 1836 como la Ley de 29 de julio de 1837 establecían en su
artículo 22 lo siguiente:
“Los ordinarios podrán, con la aprobación del Gobierno, dedicar a
parroquias las Iglesias de los conventos suprimidos que sean necesarias”.
La situación de la iglesia del antiguo convento de los dominicos,
a partir de noviembre de 1964, es justamente la prevista en este artículo.
El Obispo, con la conformidad de la Diputación, ha dedicado a
Parroquia la iglesia del convento suprimido, por considerarlo necesario.
El efecto que tenía la decisión prevista en el artículo 22 de la Ley
de 29 de julio de 1837 de dedicar a parroquia una iglesia de un
convento suprimido consistía en que a esa iglesia ya no le era de
aplicación la situación de venta forzosa prevista en el artículo 20 de la
Ley. No sólo eso. Si se hacía uso de la posibilidad prevista en el artículo
22, al templo dedicado a parroquia tampoco le resultaba aplicable la
excepción a la situación de venta regulada en el artículo 24 de la Ley,
según la cual “podrán destinarse a establecimientos de utilidad pública los
conventos suprimidos que se crean a propósito”. En definitiva, si el Obispo,
20
con la aprobación del Gobierno, acordaba dedicar a parroquia la iglesia
de un convento suprimido, el templo quedaba ya fuera de la aplicación
de la normativa desamortizadora: ni quedaba en situación de venta
forzosa, ni podía ser destinado a establecimiento de utilidad pública.
Esta legislación no decía nada sobre si con ello la Iglesia Católica
recuperaba la propiedad del templo19. Pero sí quedaba claro que para
alterar esta situación se requería de nuevo el acuerdo del Obispo y del
Gobierno. Una vez tomado el acuerdo previsto en el citado artículo 22
de la Ley, no era posible, por tanto, que la Administración pusiera fin
unilateralmente, en contra de la voluntad del Obispo, al uso de la
iglesia al servicio de la Parroquia.
¿Son aplicables estos mismos efectos al acuerdo alcanzado en el
año 1964 entre la Diputación y el Obispado?
Esta pregunta la hemos de contestar con criterios jurídicos. En la
aplicación de las normas jurídicas hemos de tener en cuenta los criterios
de interpretación a los que se refiere el artículo 3.1 del Código Civil:
“Las normas se interpretarán según el sentido propio de sus palabras, en
relación con el contexto, los antecedentes históricos y legislativos, y la realidad
social del tiempo en que han de ser aplicadas, atendiendo fundamentalmente al
espíritu y finalidad de aquéllas”.
Los antecedentes históricos y legislativos son un criterio
interpretativo de los textos legales vigentes. En el caso de los bienes de
las Administraciones Públicas cuyo origen se remonte a la legislación
desamortizadora, tal legislación se constituye en un antecedente
histórico y legislativo de gran relevancia que no puede ser desconocido.
Los bienes de la Iglesia desamortizados conforme a la Ley de 29
de julio de 1837 y transmitidos a la Administración Local “para objetos
de interés público” según lo previsto en el Decreto de 26 de julio de 1842,
tal y como ha señalado el Tribunal Supremo en su sentencia de 18
diciembre de 2000, han sido adquiridos por la Administración “ex lege”,
“en virtud de una ley”. Por ello, en el estatuto jurídico de esta clase de
bienes, la Ley en virtud de la cual se produjo la transmisión sigue
cumpliendo una función constitutiva que se prolonga en el tiempo y
que ha de servir para resolver las cuestiones no resueltas en la
19
De hecho, la propiedad de las iglesias de conventos suprimidos dedicadas a parroquias conforme al
artículo 22 de la Ley de 29 de julio de 1837 ha de entenderse que regresó a la Iglesia Católica en virtud
de lo dispuesto en el Concordato con la Santa Sede de 1851.
21
legislación actual sobre régimen jurídico de los bienes de las
Administraciones Públicas.
La cuestión a resolver es la siguiente: ¿puede la Diputación poner
fin unilateralmente, en contra de la voluntad del Obispo, al uso
previamente admitido de la iglesia al servicio de la Parroquia, en el
caso de iglesias transmitidas en virtud de la legislación desamortizadora
de 1835-1842? Pues bien, de lo antes argumentado se deriva que para
resolver esta pregunta, que no encuentra respuesta expresa en la
legislación vigente, hemos de tener en cuenta de forma preferente lo
que expresamente se preveía al respecto en la legislación en virtud de la
cual se produjo aquella transmisión.
Como ya hemos visto, la Ley de 29 de julio de 1837
expresamente preveía en su artículo 22 que, de mediar el acuerdo entre
el Gobierno y el Obispo, se podía dedicar a Parroquia una iglesia de un
convento suprimido, de forma que luego, para alterar esa situación,
también debía mediar el acuerdo entre el Gobierno y el Obispo. Esa
misma regla ha de regir también en la actualidad.
La aplicación de esta regla a la situación actual ha de suponer lo
siguiente:
-Tratándose de iglesias de antiguos conventos suprimidos por la
legislación amortizadora de 1835-1842 que sean en la actualidad
propiedad de una Diputación Provincial, es perfectamente legal que la
Diputación acuerde con el Obispo dedicar el templo a Parroquia.
-Una vez acordada esta cesión de uso, no es posible de forma
unilateral que la Diputación, sin el consentimiento del Obispo, pueda
decidir que esa iglesia deje de estar dedicada a la Parroquia.
Por ello, entendemos que, en el caso concreto que motiva este
estudio, la Diputación Provincial no puede en la actualidad poner fin
de forma unilateral, y sin la conformidad del Obispo, a la utilización de
la iglesia por la Parroquia.
IV. LA TITULARIDAD DE LOS BIENES MUEBLES
EXISTENTES EN LA IGLESIA
El Decreto de 9 de marzo de 1836 y la Ley de 29 de julio de 1837
determinaron también que los bienes muebles existentes en los
22
conventos y monasterios se convirtiesen en “bienes nacionales”. El
artículo 20 del Decreto de 9 de marzo de 1836 de modo explícito decía
que “todos los bienes raíces, muebles y semovientes” de los conventos
suprimidos se aplicarán a la Real Caja de amortización para la
extinción de la deuda.
Centraremos nuestro examen en la Ley de 29 de julio de 1837
(que recoge la normativa anterior, pero con rango de Ley). En relación
con los bienes muebles existentes en los conventos y monasterios
suprimidos, de esta Ley podemos extraer lo siguiente:
a. La regla general es que estos bienes muebles pasan también a
poder de la nación, en principio para destinarlos a minorar la deuda
pública (artículo 20 de la Ley).
b. Sin embargo, esta regla tiene las siguientes excepciones:
b.1. La primera excepción es la prevista en el artículo 23 de la
Ley. Según lo dispuesto en ese artículo, los Ordinarios, previa
aprobación del Gobierno, “podrán disponer a favor de las parroquias pobres
de su diócesis de los vasos sagrados, ornamentos y demás objetos pertenecientes al
culto, exceptuando aquellos que por su rareza o valor artístico convenga
conservar cuidadosamente, y los que por su considerable valor no correspondería
a la pobreza de las iglesias”. De este modo, los objetos pertenecientes al
culto, siempre que no fuesen de gran valor artístico o económico,
podían seguir en poder de la Iglesia si el Obispo disponía de ellos a
favor de parroquias pobres.
b.2. La segunda excepción es la prevista en el artículo 24 de la
Ley. Según ese artículo, el Gobierno “aplicará los archivos, cuadros, y
demás objetos pertenecientes a ciencias y artes a bibliotecas provinciales, museos,
academias, y demás establecimientos de instrucción pública”.
b.3. Finalmente, la tercera excepción es la prevista en el artículo
25 de la Ley. Según este artículo, “los religiosos de ambos sexos que se
exclaustraren podrán llevar consigo los muebles, usos y libros de uso particular”.
Esta es la situación en la que quedan los bienes muebles
existentes en los conventos y monasterios desamortizados.
Y ese sería el destino de los bienes muebles que pudieran existir
en el convento de los dominicos de Castellón durante el proceso de su
23
desamortización, que concluiría el año 1842 con su adjudicación al
Ayuntamiento para su uso como Casa de Beneficencia. Los objetos
pertenecientes al culto, o bien fueron entregados a parroquias pobres, o
debieron ser “conservados cuidadosamente” de ser de gran valor, o
simplemente quedaron depositados en el edificio a la espera de su
destino final. En cuanto a lo que la normativa denomina “objetos
pertenecientes a ciencias y artes”, de existir o bien fueron aplicados a
bibliotecas, museos, academias y demás establecimientos de
instrucción, o bien quedaron depositados en el edificio a la espera de tal
destino.
Centraremos nuestro examen al caso de los bienes muebles
existentes en el edificio y destinados al culto. Respecto de este tipo de
bienes, nos hemos de plantear la cuestión de si su propiedad pudo ser
recuperada automáticamente por la Iglesia como consecuencia de la
Ley de 3 de abril de 1845 y del Concordato de 1851. Si bien antes
concluimos que esta recuperación no se produjo en lo relativo a la
propiedad del inmueble, hemos de ver ahora qué sucedió con los bienes
muebles vinculados con el culto, los cuales lógicamente no pudieron
destinarse al “objeto de utilidad pública” de Casa de Beneficencia.
El artículo único de la Ley de 3 de abril de 1845 señalaba que “los
bienes del clero secular no enajenados, y cuya venta se mandó suspender por
Decreto de 24 de julio de 1844, se devuelven al mismo”. Y el artículo 35 del
Concordato de 1851 estableció que “se devolverán desde luego y sin demora
los bienes de su pertenencia (se refiere a las comunidades religiosas) que
estén en poder del Gobierno y que no han sido enajenados”.
Estas disposiciones se refieren a “los bienes” con carácter general,
lo que incluye tanto a los bienes inmuebles (edificios, fincas) como a
los muebles. Por ello la devolución automática también afectaba a los
“bienes muebles”.
Con anterioridad llegamos a la conclusión que esta recuperación
no afectó a los edificios (bienes inmuebles) que fueron destinados a un
“objeto de utilidad pública” al amparo del Decreto de 26 de julio de 1842.
Como el convento de los dominicos (con su antigua iglesia) se cedió al
Ayuntamiento con destinó a Casa de Beneficencia, no se produjo la
devolución prevista en la Ley de 3 de abril de 1845 y en el Concordato
de 1851.
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Sin embargo, los bienes muebles dedicados al culto (y aquí cabría
incluir también cuadros religiosos y estatuas) que permanecieron en el
convento en 1842 no se pudieron destinar al objeto de utilidad pública
de Casa de Beneficencia. En relación con estos objetos de culto no se
produjo el efecto de transmisión de la propiedad que caracterizaba la
cesión gratuita para objetos de utilidad pública. Por ello tales bienes
muebles, aunque depositados en el edificio del antiguo convento, no
pudieron pasar a la propiedad del Ayuntamiento tras la cesión
efectuada por la Junta de Venta de Bienes Nacionales; después de la
cesión seguían siendo “bienes nacionales” del Gobierno a la espera de
destino depositados en el edificio del antiguo convento, ahora
destinado a Casa de Beneficencia.
En el momento de la aprobación de la Ley de 3 de abril 1845 y
del Concordato de 1851 estos bienes muebles destinados al culto tenían
la condición de “bienes en poder del Gobierno” (pues se habían convertido
en bienes nacionales en virtud de la legislación de 1835-1837 y no se
habían cedido al Ayuntamiento, por no poder afectarse al uso de Casa
de Beneficencia). Y, en el momento de la aprobación de la Ley de 1845
y del Concordato de 1851, se trataba de bienes que “no habían sido
enajenados”. Por ello, y de conformidad con lo establecido en los
artículos 35 y 38 del Concordato de 1851, estos bienes muebles
destinados al culto “desde luego y sin demora” se devolvieron a la Iglesia.
La devolución se producía de forma inmediata por efecto del
Concordato. El artículo 4 del Convenio adicional de 1860 reflejaba ese
efecto directo del Concordato, puesto que se limitaba a reconocer “a la
Iglesia como propietaria absoluta de todos y cada uno de los bienes que le fueron
devueltos por el Concordato”.
Los bienes muebles destinados al culto permanecieron en la
iglesia del antiguo convento. Pero su propiedad había sido ya devuelta
a la Iglesia Católica por aplicación directa del Concordato de 1851. El
Ayuntamiento o la Diputación sólo retuvieron desde entonces la mera
posesión de estos bienes de culto.
Los bienes muebles a los que nos estamos refiriendo (los que por
su naturaleza se dedican al culto) no pudieron pasar a propiedad de la
Diputación Provincial como consecuencia de la aprobación de la Ley
de 18 de junio de 1934. Esta Ley cede a la Diputación la propiedad “del
edificio”, pero para nada se refiere a los bienes muebles, y menos a los
que allí pudieran existir destinados al culto y procedentes de la
desamortización.
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Todos los bienes muebles que hayan sido adquiridos por la
Parroquia de San Vicente Ferrer a partir de 1964 pertenecen a la
Parroquia, y no a la Diputación. Del mismo modo, aquellos bienes
muebles adquiridos o aportados por la Diputación desde que asumió la
gestión de la Casa de Beneficencia, aunque estén ubicados en el templo,
pertenecen a la Diputación. Pero, como hemos razonado, debe
concluirse que pertenecen a la Parroquia los bienes muebles existentes
en la iglesia y dedicados al culto que sean anteriores al proceso
desamortizador.
V. SOBRE UNA FUTURA CESIÓN VOLUNTARIA POR PARTE
DE LA DIPUTACIÓN PROVINCIAL DE LA PROPIEDAD DE
LA IGLESIA A FAVOR DE LA PARROQUIA
Hemos de examinar, por último, si es jurídicamente viable que la
Diputación Provincial, en un futuro, pueda acordar la cesión gratuita a
la Parroquia de la titularidad de la iglesia.
En este punto no existen demasiadas dudas. Esta cesión tiene
perfecto encaje legal en lo previsto en los artículos 109.2, 110 y111 del
Reglamento de Bienes de las Entidades Locales, aprobado por el Real
Decreto 1372/1986, de 13 de junio (Boletín Oficial del Estado de 7 de
julio), que es la legislación aplicable.
El artículo 109.2 del Reglamento de Bienes de las Entidades
Locales señala que “los bienes inmuebles patrimoniales no podrán cederse
gratuitamente sino a Entidades o instituciones públicas para fines que redunden
en beneficio de los habitantes del término municipal, así como a las instituciones
privadas de interés público sin ánimo de lucro”.
El Tribunal Supremo, en su sentencia de la Sala de lo
Contencioso Administrativo de 8 de julio de 2002 (recurso 9731/1997),
ha señalado lo siguiente:
“La calificación como «instituciones privadas de interés público sin ánimo
de lucro» no está vinculada, como pretende la parte actora, a la declaración de
utilidad pública de la asociación (prevista en el artículo 4 de la Ley de
Asociaciones) cuando la cesionaria constituye una persona jurídica de esta
naturaleza. En efecto, la expresión utilizada por la legislación local es un
concepto jurídico indeterminado cuya concreción debe realizarse en el momento
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de la apreciación por la entidad local competente de la concurrencia de los
requisitos exigidos por la Ley para la viabilidad de la cesión gratuita de sus
bienes patrimoniales y no excluye que puedan entenderse comprendidas en la
calificación expresada asociaciones que, sin haber obtenido la declaración de
utilidad pública, se estime que por su actividad y fines realizan una labor de
interés público, o bien otras instituciones privadas, que, sin tener naturaleza
asociativa, cumplan los requisitos de relevancia para el interés público y
ausencia de ánimo de lucro”.
A la vista de esta jurisprudencia, no cabe la menor duda de que la
Iglesia Católica es una de las instituciones que pueden ser beneficiadas
por la cesión gratuita del artículo 109.2 del Reglamento de Bienes de las
Entidades Locales.
La cesión exige cumplir los requisitos procedimentales previstos
en los artículos 110 y 111 del citado Reglamento:
“Artículo 110.
1. En todo caso, la cesión gratuita de los bienes requerirá acuerdo
adoptado con el voto favorable de la mayoría absoluta del número legal de
miembros de la Corporación, previa instrucción del expediente con arreglo a
estos requisitos:
a. Justificación documental por la propia entidad o institución solicitante de
su carácter público y memoria demostrativa de que los fines que persigue
han de redundar de manera evidente y positiva en beneficio de los
habitantes del término municipal.
b. Certificación del Registro de la Propiedad acreditativa de que los bienes se
hallan debidamente inscritos en concepto de patrimoniales de la entidad
local.
c. Certificación del Secretario de la Corporación en la que conste que los
bienes figuran en el inventario aprobado por la Corporación con la
antedicha calificación jurídica.
d. Informe del interventor de fondos en el que pruebe no haber deuda
pendiente de liquidación con cargo al presupuesto municipal.
e. Dictamen suscrito por técnico que asevere que los bienes no se hallan
comprendidos en ningún plan de ordenación, reforma o adaptación, no
son necesarios para la entidad local ni es previsible que lo sean en los diez
años inmediatos.
f. Información pública por plazo no inferior a quince días.
2. La cesión de solares al organismo competente de promoción de la
vivienda para construir viviendas de protección oficial revestirá, normalmente, la
forma de permuta de los terrenos por número equivalente de aquéllos que
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hubieren de edificarse y, cuando esto no fuere posible, la cesión gratuita no
precisará el cumplimiento del requisito d) del párrafo precedente.
Artículo 111.
1. Si los bienes cedidos no fuesen destinados al uso dentro del plazo
señalado en el acuerdo de cesión o dejasen de serlo posteriormente se considerará
resuelta la cesión y revertirán aquellos a la Corporación Local, la cual tendrá
derecho a percibir de la entidad beneficiaria, previa tasación pericial, el valor de
los detrimentos experimentados por los bienes cedidos.
2. Si en el acuerdo de cesión no se estipula otra cosa, se entenderá que los
fines para los cuales se hubieran otorgado deberán cumplirse en el plazo máximo
de cinco años, debiendo mantenerse su destino durante los treinta años
siguientes.
3. Los bienes cedidos revertirán, en su caso, al patrimonio de la entidad
cedente con todas sus pertenencias y accesiones”.
Ni que decir tiene que esta cesión sólo se puede producir si así lo
decide libremente la Diputación Provincial, que no puede ser obligada
a ello.
VI. CONSIDERACIONES FINALES
De todo lo dicho hasta ahora, y en relación con el caso concreto
del que nos venimos ocupando, resultan las siguientes conclusiones:
- Cualquier planteamiento que se haga por la Parroquia en
relación con el templo ha de aceptar como dato previo que la propiedad
de la iglesia corresponde en la actualidad a la Diputación Provincial.
No es posible plantear ahora una acción reivindicatoria, que estaría con
toda seguridad condenada al fracaso. La recuperación por la Parroquia
de la propiedad del templo ha de contar con el consentimiento y con la
conformidad de la Diputación.
- La Diputación Provincial no puede unilateralmente poner fin a
la utilización de la iglesia por la Parroquia, acordada en el año 1964.
- La propiedad de los bienes muebles destinados al culto que
permanecieron en la iglesia del convento en el momento de la
desamortización (1835-1842) ha de entenderse que fue recuperada por
la Iglesia Católica como consecuencia de la aplicación de la Ley de 3 de
abril de 1845 y del Concordato de 1851.
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- La Diputación Provincial podría voluntariamente ceder de
forma gratuita la titularidad de la iglesia a la Parroquia, ello de
conformidad con lo previsto en los artículos del 109 al 111 del
Reglamento de Bienes de las Entidades Locales de 1986. Esta cesión
sólo se puede producir si así lo decide libremente la Diputación
Provincial, que no puede ser obligada a ello.
Con esto hemos concluido nuestro estudio. Hemos examinado la
evolución de la legislación desamortizadora, en lo que afecta a los
bienes eclesiásticos, durante un largo período del siglo XIX (de 1835 a
1860), con sus vaivenes y cambios de rumbo. Pero, más allá del estudio
histórico, hemos comprobado cómo la solución de cuestiones jurídicas
actuales, que en el inicio del siglo XXI se suscitan respecto de
inmuebles que fueron en su momento objeto de la desamortización
eclesiástica, sigue dependiendo, de algún modo, de la interpretación de
aquella legislación histórica.
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