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Julià Guillamon
Organizan:
Colaboran:
“Literaturas del exilio” representa una oportunidad de recuperar una parte fundamental de nuestra memoria histórica, desde una doble perspectiva. En primer lugar, muestra la
importancia del exilio republicano en América, a partir de la peripecia de un grupo de escritores catalanes que vivieron las sucesivas etapas del éxodo. Al mismo tiempo, pone de relieve la
influencia de la cultura de los países de acogida en la obra de los creadores de la diáspora que,
en contacto con la realidad americana, abordaron temas como la identidad, el “otro” o la vida en
las grandes metrópolis contemporáneas.
La exposición presenta como novedad su planteamiento narrativo. En lugar de mostrar
los aspectos políticos e institucionales del exilio pone el acento en la experiencia humana.Tomando
como referencia novelas, poemas, dietarios y libros de memorias se ha construido un relato de
relatos que explica una vivencia colectiva: la caída de Barcelona en enero de 1939, la vida en los
campos de concentración y en los refugios del sur de Francia, el viaje a ultramar, la relación de
la diáspora catalana con el mundo mexicano y chileno, las historias que explican metafóricamente el sentir del exiliado, la decisión de regresar o quedarse para siempre, la dedicación
literaria a una lengua sin uso público a causa de la persecución. Otra novedad es el enfoque
multidisciplinar, fruto del trabajo conjunto de un escritor, un cineasta y un artista conceptual,
que da a “Literaturas del exilio” una personalidad muy pronunciada.
Hablar del exilio en Chile significa, inevitablemente, referirse a la aventura del Winnipeg, fletado por el gobierno de Pedro Aguirre Cerda, por mediación de Pablo Neruda. La
contribución de los refugiados del Winnipeg se extiende a todas las facetas de la vida cultural
chilena: de la literatura al diseño gráfico, de la pintura a las artes escénicas, la ciencia, la arquitectura, la música o el periodismo. La exposición muestra cómo era el Chile que encontraron
los exiliados republicanos y explica las distintas estrategias de adaptación. Presenta también
la experiencia, menos conocida, de los refugiados que llegaron a Santiago procedentes de Buenos Aires, a través de la cordillera, y en particular de un grupo de escritores catalanes que, en los
años cuarenta, tuvieron un papel relevante en proyectos editoriales y culturales junto a escritores e intelectuales chilenos.
“Literaturas del exilio” se ideó y presentó en el Centre de Cultura Contemporània de
Barcelona (CCCB), entre octubre de 2005 y enero de 2006, fruto de la colaboración entre la Sociedad Estatal para la Acción Cultural Exterior (SEACEX) y el Institut Ramon Llull. Tras su estancia
en Buenos Aires, el Centro Cultural Palacio La Moneda presenta ahora esta exposición en
Santiago de Chile, acompañada de un programa de actividades paralelas. Cuando se cumplen setenta años del inicio de la Guerra Civil española, este proyecto quiere llamar la atención
sobre la influencia de la diáspora republicana, que en un periodo de grandes transformaciones supo mantener vivo un espíritu modernizador, de creatividad, libertad y progreso.
Carmen Cerdeira Presidenta de la Sociedad Estatal para la Acción Cultural Exterior
Josep Bargalló Director del Institut Ramon Llull
Josep Ramoneda Director General del Centre de Cultura Contemporània de Barcelona
Paulina Urrutia Ministra de Cultura y Presidenta de la Fundación Centro Cultural Palacio La Moneda
Índice
6
12
Cherchez le catalan
José Balmes
“Lo primero que dijimos fue: a ver el mapa...
¿dónde queda Chile?”
22
Roser Bru
“Imagínate la cantidad de gente joven
que llegó: los muchachos de los campos
de concentración fueron casándose con
chicas de aquí”
34
Emilio del Solar
“Rapa-Nui fue una idea loca que milagrosamente se realizó.Yo creo que era cosa
de Trabal, porque a mi papá no lo veo solo
decidiendo”
<< Antonio Quintana, Calle Juan Antonio Ríos, hacia 1960.
En el Archivo Municipal de Sabadell se conservan las fotografías de la
familia Trabal en Santiago de Chile. Salieron de Barcelona a finales de
enero de 1939, pasaron un año en el refugio de Roissy-en-Brie, cerca de
París, y el 9 de diciembre se embarcaron hacia Chile, vía Buenos Aires,
en el vapor Florida. Junto a Francesc y Josep MariaTrabal, de Antoinette
y Georgette Bordesvielles, las dos hermanas francesas casadas con dos
catalanes, la madre de los Trabal, Emilia Benessat. Es una mujer apersonada, vestida de negro, con los cabellos blancos recogidos en un moño
que deja a la vista unas orejas finas. La veo sentada en el césped del jardín, en una fotografía de Roissy, con sus hijos y las yernas. Detrás de ellos
Joan Oliver fuma en pipa y conversa con un desconocido. A bordo del
Florida FrancescTrabal y Antoinette Bordesvielles sonríen y brindan. En
una fotografía del mismo día, Emilia Benessat se apoya en la baranda con
un gesto melancólico. En 1939 Trabal tenía 39 años. Dos años antes había
obtenido el premio de novela Crexells, el más prestigioso que se otorgaba en Cataluña. Se casó en 1927 y empezó a publicar dos años después,
libros transgresores, emparentados con la literatura de vanguardia y con
las más modernas maneras de narrar. Antoinette Bordesvielles tenia
36 años. Era una mujer de rasgos eslavos, de exótica belleza. Francesc
Domingo le pintó un retrato en el que aparece con una mirada gélida y
la media melena, de flapper, que Louise Brooks puso de moda en sus
películas. Para FrancescTrabal y Antoinette Bordesvielles el exilio representó el fin de una época. Quizás por influencia de este cuadro de
Domingo me los imagino como a Francis Scott y Zelda Fitzgerald,
atropellados por la guerra.Trabal dejó rastro de actividades más o menos
Mina de yeso de Can Jordana
en Montgat (Barcelona) en
los años veinte.
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exitosas, artículos cargados de añoranza, proyectos inacabados. En 1939
Emilia Benessat tenia 65 años. Viuda desde los 57, había dejado en Barcelona a su hija Montserrat con la nieta, Anna Maria, para acompañar a
los hijos mayores en la extraña aventura de ultramar. La busco en las fotografías. En un jardín tropical, con la misma ropa que llevaba en la foto del
barco: quizás durante una escala en Río de Janeiro. En el Parque Balmaceda, con una bata oscura, el cabello recogido que deja ver las orejas
finas; cosiendo en la casa de la plaza Brasil, junto a la radio; enValparaíso,
vestida de negro, sobre las rocas, como un personaje de tragedia.
En abril de 2005 llegué a Santiago de Chile siguiendo el rastro de los escritores catalanes, para documentarme para la exposición Literaturas del
exilio y filmar una película con el equipo que dirigía Joaquim Jordà. Organizamos un encuentro en el Centre Català con los supervivientes del
exilio. EstabanVíctor Pey, José Ricardo Morales, José Balmes, Roser Bru,
Rafaela de Buen, Cristian Aguadé, Anna Maria Prat, y en representación
de la antigua colonia catalana, Lluís Grau y Sigfried Grimau. Jordà quería que la gente hablara abiertamente, sin inhibiciones, y ordenó al mozo
que no faltara vino en las copas. En su película Veinte años no es nada,
hay una escena parecida. Los trabajadores de una empresa colectivizada
se vuelven a encontrar en un almuerzo sorpresa veinte años después del
cierre de la fábrica. El exilio es una experiencia fragmentaria y contiene
un elemento infamante, no sé si es un buen tema para hablar en una mesa
con desconocidos. En el caso chileno, las complicaciones de la historia
política, no ayudaban a mejorar la situación. Pero, por encima de estos
factores, había otro que acabó imponiéndose. Investigábamos a un grupo
de escritores catalanes que llegaron a Chile en 1940. Joan Oliver/Pere
Quart regresó en 1948, Trabal murió en Santiago en 1957 y CèsarAugust Jordana en 1958, después de pasar la mayor parte de su exilio en
Buenos Aires; Xavier Benguerel mantuvo su laboratorio en la avenida
Vikuña Mackenna hasta los años ochenta, pero desde 1954 hacía su vida
en Barcelona y la relación con Chile se hizo cada vez más tenue. Sólo
Domènec Guansé ocupaba un lugar en la memoria colectiva. Fue el último
en partir y durante el tiempo en que estuvo en América, desempeñó un
papel importante como secretario del Centre Català. En la biblioteca todavía se conserva su retrato, estático y triste. Vivía sólo en una pensión, y
muchas veces sus amigos catalanes le invitaban. De Maria Rahola, me
dijeron, fueron grandes amigos. Pero a la hora de concretar aquel recuerdo
no me supieron dar ninguna referencia precisa ni detalles concretos.
Desde entonces he regresado a Chile unas cuantas veces, algunas de las
personas que se sentaban aquel día en la mesa son ahora mis amigos.
Después de hablar con ellos he vuelto a consultar los archivos, he reunido
nuevas informaciones sobre la vida en Santiago y los ambientes inte-
lectuales que encontraron los refugiados del 39, he reconstruido la peripecia de los padres y me he interesado por el punto de vista de los hijos.
Montserrat Abelló llegó a Santiago con 21 años, Cristian Aguadé y
Rafaela de Buen tenían 18, Joan Jordana 17, Roser Bru y Núria Jordana
16, José Balmes 12, Montserrat Julió 10; Xavier Benguerel 8 y su hermano Leopold, 5. Anna Maria Prat, también con diez llegó en 1948. Junto
a la visión de los desterrados, la mirada de los hijos que crecieron en
Chile. En los álbumes familiares hay fotografías que no aparecen nunca
en las publicacione del exilio. Fotografías del castillo de Roissy-en-Brie:
Núria y Joan Jordana, los más jóvenes del grupo, se retratan con unos
chicos franceses, frente a la piscina, en las calles del pueblo, mientras
sus padres y los otros refugiados matan las horas en el comedor. Ya en
Santiago, las salidas dominicales al Cerro Santa Lucía o a la Quinta Normal, las vacaciones en Algarrobo y Viña del Mar. Partidos de baloncesto,
excursiones a caballo, paellas en el solar del Estadio Catalán y en el Refugio de Farellones. Fotos para enviar a los familiares de Barcelona: los
mayores solemnes, vestidos con traje y corbata, ellas peinadas con
muchas ondas, en una escalinata, los chavales, Rosor Acalá, José Balmes y Montserrat Julió, sentados a sus pies, riendo y haciendo carotas.
El tiempo pasa, los jóvenes se hacen mayores, se casan, estudian, se colocan, montan negocios, ganan dinero, viajan y recuperan el contacto
con Cataluña. Los viajes de exploración al país de origen refuerzan la
identidad chilena. Al mismo tiempo, se alimenta una ansia que nada cura.
En el año 1957, el Centre Català de Santiago inicia una nueva etapa de la
revista Germanor. Creada en 1912, en los años cuarenta ofreció una tribuna a los escritores exiliados. En esta nueva etapa es un boletín de
noticias que recoge las incidencias de la colonia y publica informaciones
a cerca de los que se fueron: los actores Montserrat Julió o Alberto Closas que hacen carrera en Barcelona y en Buenos Aires; Margarita Xirgu
que actuó en México; Josep Ferrater Mora que regresa a Estados Unidos después de una gira por Europa. En la sección de viajeros, las
opiniones y comentarios de los “palo-gruesos”, que vuelven de viaje de
turismo a la Península. “Han recorrido Cataluña palmo a palmo, con
el éxtasis en los ojos”. “Nos sería imposible recoger aquí todo lo que
explica y como que además prepara una conferencia en la Peña no
nos vamos a anticipar”. “Ha vuelto maravillado, pero decepcionado por
el indiferentismo general”.
En 1987 Roser Bru publicó en el boletín del Centre Català un texto extraordinario, una composición con fragmentos de infancia perdida: “La
memòria aturada a Barcelona” (La memoria detenida en Barcelona).
Evoca el perro muerto junto a un canal, el profesor que amenaza al
niño diciéndole que el alma se le va a poner negra, la imagen del alma
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como una pera que se pudre en medio del pecho o como un doble con la
forma de uno mismo, como el forro de un abrigo. Un contador va marcando faltas: los pecados y castigos de las personas mayores. Suenan
himnos patrióticos, con palabras que se aglutinan o despegan, como
rompecabezas desajustados. “¡Y estos, los padres, que nunca hacen lo
que uno espera! –escribe Roser Bru.Te haces un corte en la falda nueva
y querrías que no llegara nunca la hora del descubrimiento. Y entonces
no te dicen nada. Pero un día te pierdes de los demás, y caminas y caminas hasta rehacer el camino para regresar a casa y entonces pueden,
estos mayores, montar un inmenso escándalo... y tú que tanto sufrías
caminando deprisa. Y todo porque al entrar en el horno –olor de pan y
coca guillotinada– miré a mi alrededor y sin reconocer a los míos –madre,
hermana–, me sentí perdida –¿me habrían olvidado?Y corriendo caminé
muchas cuadras hasta llegar al rellano de casa y, ¡qué extraño! ¡nadie
había llegado todavía!”. La culpa, la casa desierta, el imposible retorno.
De nuevo en Santiago, Adina Amenedo, la viuda del diseñador Mauricio
Amster, me invita a almorzar. Están Rafaela de Buen y Montserrat Bru.
Roser explica anécdotas de Neruda. Cuando se quedaba solo en Isla
Negra, al principio, había un solo teléfono y era de un catalán que se
llamaba Ferrer. “Todo lo que necesito lo tienen los catalanes: los teléfonos, las maderas, los muebles. Cherchez le catalan”.Y ahora, esta frase
que Neruda decía pensando en su vecino Ferrer, en Cristian Aguadé y en
Rodríguez Arias que le proporcionaban los muebles y le ampliaban la
casa, adquiere una nueva dimensión en relación con un mundo de hombres y mujeres perdidos, de escenarios que desarapecen bajo la
proliferación de nuevas construcciones, de historias que se precipitan
hacia la segunda muerte. Jordana y la cité donde vivió los primeros años,
enVicuña Mackenna junto a la avenida Matta, donde conoció a los dos jóvenes cabros que le inspiraron su novela El Rusio i el Pelao. Hace poco he
reencontrado en la Biblioteca Nacional una fotografía de Antonio Quintana de una cité muy parecida: un corredor oscuro, con casitas a lado y lado.
El mundo deTrabal, la utopía de crear un Instituto chileno- catalán de cultura, de capitalizar las energías de los emigrados para reforzar la patria:
convertir la soledad en una promesa de futuro. La vida de Guansé, convertida en un pálido recuerdo para los catalanes de Chile, fantasma del
secretario permanente en el retrato al óleo de la biblioteca del Centre
Catalá que es como el retrato de Dorian Gray de nuestro exilio.
Hay una foto del archivo de Cèsar-August Jordana que Rafaela de
Buen guarda en Santiago de Chile, la descubro, me impresiona, la
copio y me la llevo a Barcelona. El padre de Jordana tenía una mina de
yeso. El hijo, antes de ser escritor, estudió para ingeniero: entre las fotos
familiares más antiguas hay dos o tres de la Escuela Industrial, aulas,
profesores y compañeros de clase. Otras muestran una visita a la mina.
En la fotografía que me gusta se ve la gruta desde el interior, un grupo de
hombres con sombrero pisando las vías, la luz entra cenitalmente, e ilumina a uno de los personajes que se recorta sobre el fondo blanco. Buscar
el hombre desaparecido tras los grandes relatos, tras la épica del exilio
y sus gonfalones. Mando la fotografía de la mina a mi amigo el novelista
Julià de Jòdar: “¡Qué metáfora para un exilio! –me escribe– no sabes si
están buscando la Cataluña oscura y perdida en las entrañas de la tierra,
mientras un rayo de luz –las emociones, la cultura, la solidaridad– los ilumina, o si es que, perdidos en tierra incógnita –el exilio, el extravío, la
oscuridad– el recuerdo de Cataluña les da luz y un poco de calor”.
El individuo solo, la vieja que cose, la mujer a la que mataron a su padre,
el niño que acarrea la maleta con el dibujo de Mickey Mouse y los cromos
que muestran teatros, huelgas, un viaje a América premonitorio; el hombre que lleva en la cartera hasta la muerte un poema y la cédula de
identidad de Sabadell; el que se acaba de separar y vive en una pensión, la hija se marcha para casarse en Madrid; el que está a punto de
entrar a trabajar en la Nestlé consigue dinero y monta un laboratorio; el
que se deja llevar por el desánimo, enferma del pulmón, sobrevive en
su retiro hasta que lo mata una apoplejía; el que se queda, el que se va,
el que regresa y se compromete, y vive la vida, y se construye una torre
en Portinaix. Las historias de los emigrados con su tristeza, con su grandeza opaca: cherchez le catalan.
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Bernardo O’Higgins y Pedro Aguirre Cerda.
Dirigido a los refugiados del Winnipeg, Chile os acoge, es una cartilla para immigrantes, con informaciones básicas sobre el país de acogida. La iniciativa fue de
Pablo Neruda y el diseño de Mauricio Amster.
“Lo primero que dijimos fue: a ver
el mapa... ¿dónde queda Chile?”
José Balmes
nació en Montesquiu
en 1927. Es uno de los artistas chilenos más
reconocidos, director del Museo de la Solidaridad Salvador Allende
Delante de la casa de Balmes, en la calle Enrique Richard, hay cuatro
malvas del campo, blancas y rosas, cargadas de flores, que han brotado
de manera espontánea en los alcorques. Hasta hace poco, en este rincón de la Municipalidad de Ñuñoa, eran todo casas con jardín: casas
viejas, espaciosas, con tejados de dos aguas y elegantes aleros, casas
baratas, que llamaron la atención de artistas y escritores. Ahora, como
en todas partes, se construyen grandes bloques. “Vive en el barrio más
entretenido”, reza un cartel de la inmobiliaria Bacherlor. “Tus sueños
existen”, es el lema de Senexco. “Tú eres único, necesitas diferenciARTE”, el de Rezepka Sosman que construye un edificio de viviendas
en la esquina de la calle Washington. La reja está cubierta por una hiedra de tronco torturado y una gran lantana, la “bandera española” de los
jardines mediterráneos. La casa es sencilla y confortable, con el piso de
madera, ventanas con cristales de colores, una estufa de hierro colado,
un bufet. Una escalera pintada de blanco sube al primer piso. Al lado de
la escalera, una butaca inflable que representa una mujer espatarrada
y una litografía en colores de Roberto Matta inspirada en los cómics de
los sesenta –Jodelle de Guy Peellaert– pero con referencias a la política
chilena. Una figura de color carne sostiene un megáfono de donde emana
una voz: “Allende quiere ir siempre más allá. La tradición del futuro”.
Hijo del alcalde republicano del pueblecito catalán de Montesquiu, José
Balmes es uno de los máximos representantes del arte informal en América Latina. Ha dedicado buena parte de su vida a la docencia, en la
Escuela de Bellas Artes, de Santiago, y en la Sorbona, de París, donde
vivió exiliado durante diez años tras el golpe de estado de Pinochet.
12/ 13
Dentro de dos días el diario La Nación publicará una entrevista bajo el título
“Dios perdona, Balmes no”. Mientras el diario está en la rotativa, el 10 de
diciembre de 2006, Pinochet muere en el Hospital Militar de Santiago.
“Siempre he pensado que durante la infancia uno tiene intuiciones y
observa cosas que no ve la gente mayor” –explica Balmes sentado en
la silla de mimbre que la periodista de La Nación, Bárbara Morana, califica de mítica. “Yo hablaba con el dramaturgo José Ricardo Morales y
con el historiador Leopoldo Castedo de las canciones que tocaban a
bordo del Winnipeg. Un día les dije: me parece que aquí hay algo que no
funciona. ¿Cuál era la canción que tocaban a las siete de la mañana para
que nos levantásemos? ‘Valencia, Granada’ –decían ellos. Y yo les cantaba: ‘El pueblo que crece y labora...’: el himno de la juventud soviética.
Hay otro detalle: mi padre sabía un poco de francés. Y nos decía, a mi
madre y a mí: ‘voy a hablar con el comisario que es un señor muy simpático. Se ha dicho: ‘los comunistas coparon todo’. Es mentira: en el
Winnipeg venía todo tipo de gente. Había anarquistas, socialistas, gente
de Esquerra Republicana, republicanos de Azaña...También había comunistas, pero eran una minoría”.
“Muchos años después yo estaba con mi esposa, como exiliados chilenos en París, después del golpe militar. Había también un colega italiano
que era mosaiquista y que habíamos conocido en Ravenna. Le expliqué
la historia del exilio. Y él me dijo: ‘mira, hay una persona muy amiga mía,
hija de Jean Lurçat, el primer tapicero de tapicería contemporánea francesa. Vive en Marsella pero viene cada quince días a París y me gustaría
Fotografías del álbum familiar de Montserrat Bru de
la travesía del Winnipeg
(4 de agosto - 5 de septiembre de 1939).
que la conocieran, porque puede tener información acerca del Winnipeg’.
Nos vimos y yo le hablé del comisario, que para mí siempre había sido un
enigma, y de la doctora, una mujer de treinta y cinco o cuarenta años.
“Quizá les traiga noticias”. Esta muchacha conocía al diputado comunista por Marsella, un hombre de ochenta años, que le dijo: “le comissaire
c’était moi”. La doctora era la hija de Marcel Cachin, fundador del
Partido Comunista Francés. Se sabía que este partido tenía muchos intereses económicos. Compró o alquiló un barco de origen canadiense, que
posteriormente formó parte de una de sus compañías. En los años setenta,
cuando estábamos en París, Gràcia Barrios decía: ‘¿qué partido comunista es éste, que tiene negocios en todas partes?’
Cubiertas e interiores del
folleto Chile os acoge de
Mauricio Amster (1939) .
Balmes recuerda a Neruda en el puerto de Pauillac, con un traje blanco,
y a Delia del Carril, con un vestido de gasa y una sombrilla. Los refugiados pensaban que iban habillados de esta forma porque eran
sudamericanos y era la moda europea de 1939.Tal vez Neruda quería mantener el secreto del Winnipeg para no comprometer la operación –sugiero.
“Claro: la reacción hubiera sido terrible.Ya fue terrible. Es decir, la mayoría de la gente fue muy favorable, pero para los periódicos éramos unos
indeseables que veníamos a perturbar la paz de este país. Se decía que
éramos gente de origen muy oscuro, en el sentido de que algunos
habían matado a sacerdotes. El Diario Ilustrado era de extrema derecha y
El Mercurio, con algo más de inteligencia, le seguía la musiquilla. Llegamos y como ninguno de los exiliados se comía a los niños, a los quince
días la campaña bajó de tono. Al mismo tiempo, la acogida oficial fue
extraordinaria. Nosotros llegamos en el mes de septiembre y en enero
hubo el terremoto de Chillán, donde murieron 24.000 personas. Las autoridades nos esperaban en el puerto. Llegamos, y nos vacunaron en seguida.
En las estaciones, en el tren, la gente nos lanzaba rosas, claveles. ¿Qué
exilio es este? Esto es un sueño, ¿entiendes tu?”
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Cañonazos a medianoche
Al principio, los exiliados vivían en condiciones precarias, en pensiones y en agrupaciones de casas muy modestas, las llamadas cités. En
Santiago, el padre de Balmes, que había sido alcalde y había tomado
parte como guerrillero en los últimos combates fronterizos, recuperó
el oficio de pintor de paredes. Encontró a un contratista catalán, Pere
Casals, que le encargó las pinturas del Barrio Cívico, frente a La Moneda.
Al comienzo se instalaron en una pensión. Después, en la Residencial,
en la calle San Isidro 210, en un edificio que Balmes evocó no hace
mucho en una de sus obras. Pasó por delante mientras demolían la casa
y compró la placa con el número y el nombre de la calle. Más adelante
se trasladaron a la avenida Matta. Una vecina vio sus dibujos y lo acompañó a la Escuela de Bellas Artes. “El director, Carlos Humeres Solar,
dijo: ‘Esta es una escuela universitaria y, claro, este muchacho tiene
doce años. Si los ayudantes de las distintas cátedras lo aceptan
podemos admitirlo como alumno libre y que se pasee por las clases.
Que pueda asistir a ellas y que le hagan correcciones’. Y así fue”. La
relación de Balmes con Bellas Artes ha sido larga y fructífera. “Entré
como alumno libre en septiembre del 39 y salí de allí un septiembre
de 1973, exiliado hacia Europa. Es decir, que hice allí toda mi carrera,
además de mi trabajo como artista. Fui ayudante de curso, profesor
auxiliar, profesor de cátedra, director y, finalmente, el decano de toda
la facultad”.
>> José Balmes en su taller
de la calle Santa María, en
1957.
Me han hablado del ambiente cultural de Chile, de los escritores, de las
familias de la burguesía ilustrada que acogieron a los republicanos españoles. “Había un ambiente muy interesante. El Teatro Experimental de
la Universidad de Chile fue una pieza fundamental que nunca más pudo
renovarse y alcanzar la fuerza que tenía. Acogieron a José Ricardo Morales, que formó parte de él. El dibujante Santiago Ontañón contaba
una historia muy buena. Era la época en que Margarida Xirgu hacía teatro aquí. Llega el escenógrafo Santiago Ontañón y se instala con la
compañía en un hotelito que había delante del Cerro Santa Lucía. Era
gente a la que le gustaba mucho salir de noche. Se reunían en cafés,
habían conocido a actores y a personajes chilenos. Llegaban al hotelito
hacia las seis de la mañana. No sabían que en el Santa Lucía, a las doce
del mediodía, disparaban un cañonazo. Ahora es muy suave, pero en
aquella época era como un bombardeo. Cuando iba a la Escuela de Bellas
Artes, con doce años, yo nunca pasaba por el lado del Cerro Santa Lucía:
me daba pavor. Aquellos tipos están durmiendo y de pronto suena el
cañonazo. La exclamación de Ontañón es muy simpática: ‘qué coño de
país es éste que en plena madrugada lo despierta a uno un cañonazo’.
¡Eran las doce del mediodía!”
El Museo Nacional de Bellas Artes dedica varias salas a la pintura de
los artistas chilenos de entreguerras que hicieron carrera en Europa.
“Era la época del General Ibáñez. Uno de los ministros de Hacienda le
dijo: lo mejor es cerrar esta escuela y que se vayan a París. Y les financió. Gente como Camilo Mori o como Vargas Rosas, que después fue
director del Museo de Bellas Artes. Conoció a Picasso y a los artistas
del momento ”. Vicente Huidobro es el nombre más conocido: poeta y
autor de novelas de vanguardia. “Huidobro y Edwards Bello son anteriores, se instalaron en Europa en los
años diez. Eran gente de familias con
fortuna, pero tenían mucha simpatía
por el exilio español”. Balmes guarda
una fotografía de su padre pintando
la casa de Huidobro en Valparaíso, en
el año 1941, poco ant es de que el
escritor regresara a Europa como
corresponsal de guerra.
Los pintores José Balmes y
Gracia Barrios, en 1952,
junto a Damián Balmes,
Car men Rivadeneira y
Eduardo Barrios.
En 1944 Balmes era un joven prometedor, estimulado por sus padres y
protegido por los maestros. En la
Escuela de Bellas Artes conoció a la
hija del escritor Eduardo Barrios, el
autor de Gran señor y rajadiablos, que
ha sido libro de lectura obligatoria
para varias generaciones de estudiantes chilenos. Barrios había tenido
un gran papel en los ambientes intelectuales chilenos de principios
de siglo. En 1904 se creó la Colonia Tolstoiana, un grupo de escritores encabezados por Augusto D’Almar, que propugnaban un regreso
a la tierra y que emprendieron una aventura utópica en el sur de Chile.
De lo que quedó de esta cofradía surgió, más tarde, el Grupo de los
Diez. Eduardo Barrios era uno de los miembros destacados. Balmes
recuerda a Pablo Buncham, que fue tolstoiano y maestro suyo en la
Escuela de Bellas Artes, Fernando Santivan y el poeta Pedro Prado.
Para escribir Gran señor y rajadiablos, que relata la historia de un gran
propietario rural, Barrios se trasladó a vivir al campo. Su cuñado, Álvaro
Yáñez, que publicó varios libros con el seudónimo de Juan Emar, había
heredado una fortuna y no sabía qué hacer con el dinero. Eduardo
Barrios le recomendó que comprara un fundo. Él le ayudaría a gobernarlo y aprovecharía la experiencia para escribir un libro. “Se instaló
en este fundo, antes de llegar a Cartagena. Barrios era un hombre de
izquierdas. Cuando José Ricardo Morales y Leopoldo Castedo llegaron a Chile les invitó. Y Gracia, que se encontraba ahí con su padre los
conoció en seguida. Hacían una tertulia con escritores y artistas chilenos. Había una joven periodista que conocía muy bien lo que sucedía
en España. A finales del 38 recibían carteles de la República y Gracia
los seleccionaba. De manera que sabían muchas cosas acerca de la
guerra civil”.
El segundo exilio
En 1973 Balmes se exilió de nuevo, esta vez a París. “Como sucede siempre, para Gracia fue mucho más duro, porque para mí era la segunda
vez y cuando ya has conocido una primera tienes más experiencia. Aquel
11 de septiembre, a las nueve, yo tenía que ir a La Moneda para recibir
a una misión cultural mexicana. Sólo pude llegar hasta la plaza Baquedano: el Golpe de Estado ya estaba en marcha. A partir de entonces ya
no regresé a esta casa. Llamé a Gracia y le dije lo que pensaba hacer.
Los militares llegaron a Bellas Artes con los tanques. ¿Quién es el
español comunista que dirige esta Escuela? Dije: ‘yo soy chileno, pero
soy el decano de la Facultad de Bellas Artes’. Me arrojaron al suelo.
‘¿Dónde están las armas?’ Había dos oficiales, como en las películas:
el bueno y el malo. El bueno era un chileno gordito, moreno. El otro era
un rubio con cara de alemán: ‘No importa, a éste lo matamos aquí
mismo’. Salí de ésa de manera milagrosa. ‘¿Y la facultad dónde está?’
–preguntaban. ‘Huy, está allá por la escuela de Medicina, en la Sede
Norte...’ Era mentira: estaba a un lado de donde nos encontrábamos,
en Miraflores. ‘¿Y usted qué llaves tiene?’ En aquel momento vi que
podía salvarme.Teníamos unas camionetas muy bonitas para transportar obras a las exposiciones. Se dirigieron hacia abajo para ver cómo
funcionaban las camionetas. Me quedé solo, esperando. Oigo los autos
que arrancan. Miro por una de las ventanas y no veo a nadie. Robaron
las dos camionetas y me dejaron a mí, ¿entiendes tu?”
“Después de muchas peripecias, llamé por teléfono al agregado cultural de la embajada de
Francia. ‘Intenta meterte en alguna casa amiga’
–me dijo. Me acordé que una alumna mía y de
Gracia estaba casada con un ejecutivo vinculado con el cobre. Su padre había sido embajador
de Chile durante los años cincuenta. Me dirigí
rápidamente a su casa. Las comunicaciones estaban interceptadas. Ahí recibí una llamada: ‘Oye,
la beca en París ya está casi lista’. Me enviaron
un vehículo que me llevó hasta la calle Condell,
donde está la Embajada de Francia. En aquel
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José Balmes en su estudio en
“La Ruche”, en París, en los
años setenta.
momento había muy pocos refugiados y los franceses lo mantenían
en secreto porque las embajadas tenían la obligación de informar al
gobierno. El embajador, monsieur De Manton, era un tipo que había participado en la resistencia francesa, muy amigo del general De Gaulle.
Llegamos a ser trescientas personas metidas en la embajada. Su esposa
iba a comprar al mercado y preparaba la comida para todos. Fue algo
increíble”.
Balmes cuenta entre risas las aventuras de sus compañeros del Partido
Comunista Chileno. “El embajador de Francia me pidió la dirección y al
día siguiente fue a rescatar a Gracia Barrios y a nuestra hija Conchita.
A esta casa venían a exiliarse los dirigentes del Partido Comunista.
Preguntaban por mí: ‘¿dónde está Balmes?, ¿cómo?, ¿no está?’. Yo les
dije después: es que yo sabía cómo era un golpe de Estado. El rector
de la Universidad de Chile, un democristiano, Edgardo Boeninger,
me llamaba a la Embajada de Francia: ‘oiga, ¿usted estaría dispuesto a
renunciar a ser decano? Porque yo estoy tratando de salvar la Universidad...’ El pobre pensaba que iba a convencer a los militares. No hubo nada
que hacer: lo echaron en seguida. Me llamaban los colegas, profesores:
‘Oye, tienes que venir a entregar tu cargo a las nuevas autoridades’.Y yo
les respondía: ¿qué?”
En el Museo de la Solidaridad
En el sótano del Museo de la Solidaridad Salvador Allende se ha conservado la central telefónica de la DINA, desde donde se controlaban
miles de teléfonos, desde Arica hasta Chaitén, en una impresionante
red de espionaje. Es una pieza que iguala en potencia a las mejores
obras de arte conceptual. “La gente que tiene capacidad de comprender una estructura de control como ésta ha llegado a la conclusión que
el ejército chileno era incapaz de poder armarla, y que debía de tener el
apoyo inmediato de la CIA”. Balmes ha estado vinculado al Museo de
la Solidaridad desde sus orígenes. En un viaje a Europa, en 1956, su suegro, Eduardo Barrios, que en aquel momento era Ministro de Educación,
les recomendó que fueran a Madrid para contactar al crítico de arte
Moreno Galván, que trabajaba en el Instituto de Cultura Hispánica. Quedaron sorprendidos cuando les invitó a una conferencia sobre el Gernika
de Picasso. “Yo dije: este tipo está loco. Impartió la conferencia y dos
días después el Ministro lo cesó.Todos los pintores contrarios al régimen
acudieron a oír su conferencia. Desde entonces fuimos amigos para
toda la vida”.
En 1971 el gobierno chileno invitó a Moreno Galván y al psiquiatra
Carlos Castilla del Pino, en el marco de la llamada Operación Verdad,
organizada por el gobierno de Allende para desmentir a la extrema derecha chilena que acusaba al gobierno de Unidad Popular de ser una
dictadura marxista. Un día, ante el Palacio de la Moneda, mientras se
comían un hot dog, Moreno Galván tuvo la idea de hacer un llamado internacional y pedir a los artistas antifascistas que regalasen algo de su
obra. Subieron al despacho del Presidente por la escalera de la calle
Morandé 80; Allende salió a recibirles, la idea le gustó y se pusieron
manos a la obra. El primer donativo fue una pintura de Joan Miró. Posteriormente se sumaron a la propuesta artistas de todo el mundo hasta
reunir un fondo de más de doscientas obras. Después del golpe de Estado
los militares cerraron la sede tradicional de la Escuela de Bellas Artes,
en el centro de Santiago, y la trasladaron a la Municipalidad de Ñuñoa
para evitar alborotos. Las obras que se había conseguido reunir quedaron en un almacén cubiertas por el polvo y la porquería. Cuando Balmes
regresó a Chile, en 1982, pudieron recuperarse y ahora constituyen una
colección de primer nivel y un testimonio único en el mundo del arte
exiliado.
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Butonia
Creada en 1961, se convirtió en una de las principales
fábricas de botones de Chile.Su impulsor fue el refugiado catalán Pere
Pruna, uno de los promotores de la estación de esquí de Farellones.
“Imagínate la cantidad de gente
joven que llegó: los muchachos
de los campos de concentración
fueron casándose con chicas
de aquí”
Roser Bru
es pintora, hija del
diputado Lluís Bru Jardí, que llegó a Chile en el Winnipeg.
Roser Bru vive en la calle Federico Froebel de Santiago de Chile, en una
casa con jardín, pérgola y piscina. Al lado, donde hasta hace poco había
casas bajas, están construyendo un edificio. Una gran pancarta anuncia: “Dptos 1, 2 y 3 dormitorios. Visite piloto”. En el fondo del estudio se
encuentra una gran mesa llena de libros y papeles, y en la pared, en un
corcho, fotos familiares y de viajes: Roser, con su hijaTessa, en el MOMA
de Nueva York, ante el Homenaje a la República Española de Robert
Motherwell. La mesa es de madera de pino, con cubierta de linóleum,
las patas redondas y dos cajoncitos. Es uno de los primeros muebles
que diseñó en Santiago el arquitecto de GATPAC Germà Rodríguez
Arias. Cuando Cristian Aguadé y Roser Bru se casaron, el 16 de septiembre de 1942, Rodríguez Arias les diseñó los muebles.Tuvieron tanto
éxito que la empresa de Aguadé, Muebles Sur, empezó a fabricarlos en
serie. En la entrada, encima de una cómoda donde guarda dibujos y grabados, hay un recorte en blanco y negro de una revista con el rostro de
la Sibila Délfica de la Capilla Sixtina. Josep Balmes recuerda que
cuando eran refugiados en la residencia de Montpellier, Roser tenía
una reproducción de esta imagen. Encuentro a Cristian Aguadé y se lo
comento. Se acuerda perfectamente: él mismo robó la postal para regalársela a su novia.
“Nos fuimos el último día de enero. Nos encontrábamos con nuestro
abuelo en Bellver de Cerdanya y salimos por Bourg-Madame. Nevaba.
Unos amigos de mi padre vinieron a buscarnos en coche. Balmes también pasó con nosotros, con su madre, en un camión. Fuimos a parar a
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Perpiñán y de ahí a Montpellier. En febrero yo cumplí los dieciséis años.
Estábamos en un Foyer d’Étudiantes y los muchachos en otro. Recuerdo
que cada mujer tenía que lavarle las camisas a uno de los hombres solos
y yo lavaba las de Barrera. Se encontraba ahí Alexandre Cirici y luego
llegó Carme Alomar con la niña. Entre varias familias alquilaron una
casa grande, en un lugar llamado Ancien Chemin de Castellnau, y cada
una tenía una habitación. Mis padres tenían una, yo y mi hermana, otra.
Los Balmes también disponían de una.Y los Armendares”. En sus memorias Alexandre Cirici se refiere a los tiempos de Montpellier como “las
horas claras”. “Estaba lleno de parques, árboles y lagos. Hay un arco
antiguo que da a la ciudad universitaria. Un personaje, en bicicleta, nos
vigilaba”. El padre, Lluís Bru Jardí, fue a París para intentar resolver
la situación administrativa. “No teníamos papeles. La guerra mundial
estaba a punto de empezar. Neruda organizaba la expedición del Winnipeg. Nos aceptaron en ella y fuimos a Burdeos para tomar el barco”.
El Winnipeg es el buque más mitificado del exilio. Con cierta regularidad
llegan a Santiago equipos de televisión para entrevistar a los supervivientes. He notado que a las personas que la vivieron la repetición de
esta historia les cansa un poco. Pero al mismo tiempo, en los días en
que estuve en Santiago, pude descubrir detalles desconocidos e imágenes inéditas. Adina Amenedo me entrega el librito que su esposo,
Mauricio Amster, diseñó por encargo de Pablo Neruda para regalar a
los viajeros. Montserrat Bru trae un álbum familiar con fotografías de
la travesía. “Fue uno de esos viajes que más bien quieres olvidar, porque imagínate: el barco, que es como una ballena, tú estás abajo del
todo y sientes las olas. Hay un libro de Jaume Ferrer Mir que lo cuenta
muy bien”. Recuerda que en Burdeos vendían unas sillas y algunos
las compraron para poder estar arriba. “No sé con qué, porque muchos
venían de campos de concentración. Los jóvenes dijeron: estas sillas
para unos cuantos, fuera. Y las lanzaron al agua”.
Una fotografía de la revista Desfile del 16 de junio de 1966 muestra a
Roser Bru sentada en la cubierta, con un pañuelo en la cabeza, antes
de que arrojaran las sillas. Debajo, una fotografía de los pasajeros en
la aduana y a punto de agarrar el tren, cargados con maletas. “Todavía
queda gente que me dice: ‘yo estaba allí’. Incluso estaba Allende, en
aquella época Ministro de Sanidad del gobierno de Aguirre Cerda.
Cuando bajamos nos vacunaron y nos metieron en un tren que nos llevó
a la Estación Mapocho. Por los pueblos nos lanzaban flores. La estación estaba cerca del Centro Catalán, que entonces era muy importante:
Huérfanos 1111. Imagínate la cantidad de gente joven que llegó: los
muchachos procedentes de los campos de concentración fueron casándose con muchachas de aquí. En Santiago, en aquella época, había
>> Álbum familiar de Roser
Bru (1941-1946). Con Cristian Aguadé, Montserrat
Abelló y Germán Rodríguez
Arias, su hija Agna y Olga
Morel.
muchos catalanes que tenían dinero. Los que no eran partidarios de la
República estaban en el Círculo Español, donde ningún refugiado
puso jamás los pies. Y aún existía un Centro Republicano Español, que
era más pobre”.
Joan Oliver y Germà Rodríguez Arias
Una vez en Santiago de Chile el problema fue encontrar trabajo. “Primero, como el gobierno daba un dinero, nos acomodaron en unas
pensiones, después nos buscaron unas casas y cada cual tuvo que espabilarse. Ninguno de nosotros había trabajado nunca. Uno de los mejores
modistos de Santiago se encontraba en la calle Ahumanda; era un señor
catalán que se llamaba Torrella. Aceptó a un grupo de refugiados para
que fueran a sobrehilar. Es lo que se hace en las bastillas: no es necesario saber coser. Mi hermana se apuntó. Había otro catalán que era
dueño de un cine bastante popular, al lado del Mapocho, y yo entré a trabajar haciendo los anuncios. Pero un día me di cuenta de que los que
pintaban antes estaban sentados detrás de mí. No les gustaba nada
que les robara el puesto. Me veían como una intrusa. En seguida todo el
mundo supo que acabábamos de llegar: unos por pobres, otros por diferentes”.
Un grupo de refugiadas catalanas en Modas Torrella, el
10 de septiembre de 1941.
El padre, Lluís Bru i Jardí, se coloca en el restaurante de los Pubill, uno
de los más modernos de Santiago.Tiene cincuenta años y le dan un cargo
de confianza que le obliga a quedarse en el establecimiento hasta la
hora de cerrar. En Germanor encuentro un anuncio del Café Oriente,
“con un extenso y cómodo salón y elaboración propia de pasteles y
helados en el mismo local. Plaza Baquedano, junto al teatro”. Aún así
los Bru no acaban de recuperarse. “De joven mi padre había tenido lo
que se llamaba una mancha en el pulmón. Recuerdo que habíamos ido
a la Pobla de Segur porque a la gente, cuando tenía algo en el pulmón,
la enviaban a un pueblo de montaña. Ahí se encontraba el pintor Miquel
Villà y me hizo un retrato que se ha perdido. En Santiago, a mi padre se
le declaró una tuberculosis. Fuimos a San Alfonso, hacia la montaña.
Pero no sirvió de nada: falleció el mismo año en el que apareció la
estreptomicina”.
En el Patrimonio Fotográfico de la Universidad
Diego Portales, Ilonka Csillag me muestra unas
fotografías de Santiago de Chile de principios de
los años cuarenta. Donde ahora se encuentra el
barrio de las Condes todo eran campos. “La ciudad
terminaba una calle más allá de donde nosotros
vivíamos: Pedro de Valdivia. Éramos un grupo que
nos conocíamos de Barcelona. Los Jordana –Núria
y Joan–, Cristian Aguadé y yo habíamos ido al
Institut Escola, junto con los amigos que se quedaron en Barcelona –el arquitecto Oriol Bohigas, el dibujante Cesc,
la escritora Maria Aurèlia Capmany– y otros, como las hermanasTeresa
y Rosa Armendares, que acabaron en México”. Su hermana Montserrat mantenía novio por correspondencia con un muchacho del Institut Escola, Eveli Fernández Pellicer.Tras la muerte de Lluís Bru, la madre
y la hermana regresaron a Cataluña. Eveli trabajaba de delineante en
el Ayuntamiento de Barcelona. Se casaron pero, ante la falta de perspectivas, decidieron regresar a Chile.
Anuncio para Modas Torrella por Josep Maria Trabal.
Durante los primeros años del exilio Antoni M. Sbert designó a Lluís
Bru i Jardí como representante en Chile de la Fundació Ramon Llull,
que había tomado el relevo de la Generalitat Republicana, dejando a un
lado a los escritores del grupo andino:Trabal, Oliver, Benguerel, Guansé
y Jordana. Hubo un escándalo y cartas indignadas, pero con el tiempo
la polémica se ha desvanecido. Roser Bru conoció a Joan Oliver y se
hicieron amigos. Uno de sus primeros trabajos como artista fue el decorado de una obra de teatro escrita a cuatro manos por Oliver y Benguerel,
La plaça de Sant Joan. “Yo era muy amiga de Joan Oliver y Conxita Riera.
Vivían muy cerca de Bellas Artes, en la calle Miraflores, casi esquina
con el Parque Forestal. Trabajaba en las mañanas y estudiaba durante
las tardes, y muy seguido, después de salir de Bellas Artes, pasaba por
su casa.Tenían una gran habitación, una pequeña terraza, un baño, una
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Plano y alzado de la silla diseñada por Germán Rodríguez Arias para Muebles Sur, en madera de pino y totora,
con el asiento de boga, a la manera catalana.
Refugio de Pere Pruna en el camino de los Cóndores, en Farellones,
proyectado por Rodríguez Arias en 1954.
Germán Rodríguez Arias en una caricatura
de Santiago Ontañón.
cocinita. Con un socio había abierto una imprenta en la Avenida Matta
y Portugal”. En esta imprenta se editó el primer catálogo de Muebles
Sur. Oliver escribió el texto. “Imagínate: él era una persona de dinero y
en Chile vivía con escasos recursos. Además, un poeta ¿qué es lo que
hace aquí? No puede escribir. Es normal que fuera el primero en regresar.
Oliver había hecho la traducción de La Internacional al catalán. Era
una persona comprometida. En Barcelona volvió a existir. Los escritores que podían haber apreciado su obra vinieron después: Nicanor Parra,
que es un poeta ‘diferente’. O Enrique Lihn, pero este era mucho más
joven”. Parra editó Cancionero sin nombre en la editorial Nascimento
en 1937 y no volvió a publicar hasta 1954, Poemas y antipoemas. Para
entonces hacía ya seis años que Oliver estaba en Barcelona.
Le pido su punto de vista sobre los escritores catalanes exiliados en
Chile. Trabal: “yo había leído en Barcelona aquel libro que se titulaba
Vals. Fue el que tuvo más contactos con escritores chilenos”. Guansé:
«De repente leía cosas de gente de aquí: ‘eso no está mal’. Era la
única persona que podía escribir en catalán porque los catalanes que
había en Santiago antes del exilio no conocían la lengua. Acabó siendo
una especie de secretario del Centro Catalán». Jordana: “El primer viaje
que hicimos fuera de Chile fue a Buenos Aires, donde se encontraban
Núria y Joan.Trabajaba en Sudamericana y fuimos a verle. Entrabas en
una habitación y todo era humo, humo. Decías: ‘se va a ahogar’”. Roser
Bru cree que ninguno de ellos acabó de adaptarse del todo a Chile. “Ellos
eran intelectuales. Germanor existía para los catalanes que estaban
aquí, con notas de la colonia. Tenían una dimensión que no encajaba”.
Otro de los exiliado catalanes de Santiago es el arquitecto del GATPAC
Germán Rodríguez Arias, que fue el gran amigo de Pablo Neruda. Roser
Bru tiene mucha habilidad para escarnecer la voz de Neruda, arrastrada
y nasal. Dice: “‘Mira, Germán, me regalaron unas maderas...’ Y luego
Germán le dibujaba algo porque le habían regalado unas maderas. En
aquel lugar tan bonito, en Isla Negra, donde las rocas entran en la habitación, hay un gran libro sobre el mar: eso lo hizo Germán. Eran muy
amigos. Tanto que cuando Neruda estaba como embajador en París le
llamaba a Barcelona o a Ibiza y le decía: ‘vente a pasar un tiempo conmigo...’” Roser Bru trató bastante a Neruda y acabó colaborando con él
en un libro de artista, Diez Odas (1965). “Íbamos a verle a menudo: compraba un queso o decía que era su natalicio, juntaba a gran cantidad de
gente que le conocía y formabas parte de estos grupos donde, de pronto,
éramos muchos. Otras veces íbamos solos, con Germán, y era muy interesante porque Neruda sabía muchas cosas sobre plantas y animales.
En aquellas grandes reuniones, en cambio era como la adoración de un
personaje”. En Santiago, Rodríguez Arias no poseía el título de arqui-
Santiago Ontañón: Mina
Yañez, propietaria del café
Miraflores.
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Aleluyas para los más chiquitos de Marta Brunet, con
ilustraciones de Roser Bru y
diseño de Mauricio Amster
(1960).
tecto y no podía ejercer. “Habría tenido que hacer toda la carrera. Firmaba los proyectos un muchacho llamado Delfau. Tenían una oficina:
estaban Arturo Soria, que hablaba, Germán, que trabajaba y Delfau,
que firmaba.Y tenía un socio espantoso que era Echeverría: el anti-Germán. Germán no era ambicioso, Neruda decía que era ‘el hombre sin
camisa’. Es lo que sucede en Chile: una gran cantidad de cosas que
hicieron ya no existen porque estaban en una esquina que tenía
valor”. Quedan las casas de Isla Negra, La Chascona y Michoacán, que
proyectó para Pablo Neruda; bastante desmantelado, el Laboratorio
Benguerel en la Avenido Vicuña Mackenna; y varias construcciones en
el centro de esquí de Farellones: la casa del empresario del vino Pere
Mir, la posada de Antoni Padrós, la casa de Pere Pruna colgada
espectacularmente sobre el acantilado.
Café Miraflores
Uno de los lugares míticos del exilio en Santiago es el café Miraflores
que diseñó Rodríguez Arias en un local no muy grande, entre las calles
Monjitas y Merced. “No había nadie que viniese a Chile y que no fuese
al Miraflores. Los asientos eran como esas sillitas de Ibiza, no muy altas,
con unos bancos dispuestos a lo largo de la pared. Había unas estanterías como de tranvía donde dejar los abrigos y los sombreros. Había
periódicos colgados que no se encontraban en ninguna otra parte.Y más
al fondo, otra salita donde, por la noche, se hacía tertulia, la gente jugaba
al ajedrez... Había caricaturas colgadas en la pared. Eran de Romera, un
refugiado que se hizo crítico de arte. Vivía con losTarragó, escribía en El
Mercurio y fue el primero que hizo una historia de la pintura chilena.
Hacía unas caricaturas parecidas a las de Bagaria. Otro que también
hacía caricaturas, muy buenas, era Santiago Ontañón, que más tarde se
fue a Perú. Uno de los socios era una importante señora chilena: Mina
Yáñez. Mucha gente iba ahí a comer. Tenían un cocinero vasco que se
llamaba Berasaluce y que más adelante se suicidó en el mismo café”.
Alrededor del Miraflores van apareciendo los nombres de algunas de
las principales figuras del exilio chileno. “ClaudiTarragó era muy habilidoso. Y vino con Cristian, que no tenía habilidad alguna ni sabía hacer
nada: su padre era médico, su madre, pintora y pianista, él recién había
terminado el bachillerato. Se juntaron y comenzaron a trabajar como
pintores de paredes. Una vez se les cayó la pintura encima de unos sofás
de unos catalanes, fue espantoso”. En la época de la República el hermano de ClaudioTarragó, Alejandro, era profesor en Francia, con Vicente
Mengod y Eleazar Huerta. “En Chile hicieron una escuela que primero
se llamó Windsor y después Kent. Todos esos casos que no se avenían
con escuelas tradicionales los enviaban allá y todos tienen de ella un
recuerdo fantástico”. En París y en Santiago, Alejandro Tarragó tomó
bajo su protección al filósofo José Ferrater Mora. “Era muy amigo de
Joan Oliver. Venía de Cuba, donde había hecho el Diccionari de filosofia. Aquí escribió una serie de libros que editó Arturo Soria. Me acuerdo
que vivía ahí donde comienza Vitacura. No estuvo mucho tiempo: en
seguida se fue a Estados Unidos”.
Los libros y catálogos que se han publicado alrededor de la obra de
Roser Bru apenas dicen nada de los inicios de su carrera. “Pintaba platos, hice botones. Un judío que había llegado como nosotros, en el 39,
se juntó con un abogado de aquí, Alfonso Santa-Cruz, que fue muy amigo
nuestro. Él hacía unas cajas blancas que yo dibujaba.Todas eran distintas. Uno que se llamaba Rosenthal compraba los platos blancos y yo
iba el jueves y los pintaba. En una tarde conseguía mucho dinero. Después trabajé en publicidad con Mauricio Amster, que fue un hombre muy
importante, como tipógrafo y diseñador de las cubiertas de la editorial Zig Zag”. Más adelante estudió en la facultad de Bellas Artes de la
Universidad de Chile, con José Balmes. “Éramos muy pocos: diez, veinte.
Tomábamos un tranvía para ir a pintar al natural. Comencé pintando
acuarelas y después pintura al fresco. Luego, cuando tuve mi primera
hija,Tessa, ya entré a Pintura. En 1956 creamos elTaller 99, con Nemesio
Antúnez, y soy de las primeras grabadoras nuevas que hubo en Santiago”.
El arte de Roser Bru es más poético, el de Balmes más concienciado y
político. Una de las obras más interesantes de la primera época es la
Santiago Ontañón: Joaquín
Bersaluce, cocinero del café
Miraflores.
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serie de grabados Made in Spain que realizó después de su primer viaje
a Barcelona, en 1958, y que editó la Sala Gaspar en 1961. Los grabados
llevan por título “Primera comunión” o “Puesta de largo” y están inspirados en anuncios y noticias que muestran el clima encerrado que a
finales de los años cincuenta se vivía en España.
A Delia, avec mon amitié de toujours
Roser Bru mantuvo una relación de amistad muy estrecha con Delia
del Carril, la hormiguita, primera esposa de Pablo Neruda. “Delia no pudo
hacer su obra hasta los setenta años. Empezó en elTaller 99. Ahí estábamos cuatro o cinco personas trabajando. Ella y Victoria Ocampo habían
sido las dos argentinas ricas, guapas, amigas de Paul Éluard, de Fernand
Léger, de toda la gente importante de Francia. Victoria Ocampo tenía la
Editorial Sur, que es la primera que traduce el Cuarto propio de Virginia
Woolf. A Delia le dedicó un poema Miguel Hernández. Pintaba unos caballos que eran puro movimiento y que de tan grandes no cabían en el papel.
Nosotros la ayudamos, empezamos a comprarle papel francés, la ayudábamos a hacer funcionar el tórculo. Era una aristócrata y lo sabía todo de
los caballos: ‘Aquí son como de terciopelo’–decía. ‘Los blancos tienen
que ser más blancos, los negros tienen que ser más negros’”.
Abandonamos el estudio y entramos en la casa para ver libros y cuadros. En la gran librería hay una franja central con las ediciones de la
Editorial Cruz del Sur, que editaba en Santiago de Chile el escritor Arturo
Soria, con bellas tipografías de Mauricio Amster: el volumen de Poetas
en el destierro (1943) de José Ricardo Morales, con una ilustración de
Roser Bru, y las Poesías completas de San Juan de la Cruz en edición
de Pedro Salinas (1947). Me muestra algunos discos con cubiertas de
Nemesio Antúnez: Alturas de Machu Pichu/Galan para una tierra de Pablo
Neruda y Tonadas de Violeta Parra. Un libro de Pablo Neruda, La copa
de sangre de 1970 dedicado “A Cristian y a Roser”. En la parte superior
se encuentran los libros catalanes. Me muestra el logotipo de la editorial El Pi de les Tres Branques que le encargó Joan Oliver. La ruta
d’Amèrica de Domènec Guansé, Tres a la reraguarda, de C. A. Jordana
editado en Buenos Aires con la dedicatoria que hace referencia a una
famosa canción de Charles Trenet: “A Lluís Bru Jardí, este libro surgido entre los bum bum de las bombas, con una cordialidad nacida entre
los bum bums inofensivos de una canción francesa”. En las paredes hay
dibujos y pinturas de Ràfols Casamada, de Joan Miró, un Miralles, un
Fontana editado por la Sala Gaspar, un Wifredo Lam. Un Fernand Léger
precioso con una doble dedicatoria: “a Delia avec mon amitié de toujours. Fernand Léger” y “Delia a Roser”.
Mañana regreso a Barcelona. Voy a despedirme de Anna Maria Prat en
su oficina del CONICYT en la calle Canadá, en el barrio de Providencia. Me ha traído una de las ilustraciones originales de Roser Bru para
La niña de piedra de Hernán del Solar que la editorial Rapa Nui editó en
1947, al lado de un montón de libros que habían sido de su tío, Francesc
Trabal: las Crónicas de Madrid y Valparaíso de Joaquín Edwards Bello;
Itinerario de la inquietud, las crónicas catalanas de Ricardo Latcham;
Mapu Mariano Latorre y Presencia de Chile de Luis Durand. Entre estos
libros se encuentra el ejemplar del Bestiari de Pere Quart editado por
la Generalitat de Catalunya en 1937 con una dedicatoria en verso:
Joan Jordana, Roser Bru, el
crítico de arte Joan-Pau Verrié
y Núria Jordana en Barcelona
en los años sesenta.
“A Francesc Trabal
Si ambdós vam néixer/ fa el mateix temps/ a la mateixa/ ciutat dels fems;/
i si a l’exili/ marquem el pas/ entre mant Gili/ i entre dos Mas;/ demà,
algun dia/ feta la pau/ junts farem via/ damunt la nau/ cap a la terra/
de Macià/ (potser Anglaterra/ ens protegirà)./ podrem tornar-hi sense
trasbals,/ tu amb Bestiari/ i jo amb el Vals.
Santiago 23-XII-1943 Pere Quart”
No fue así. Los dos amigos se separaron para siempre en 1948.
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La maleta del Florida. Hijo del escritor Xavier Benguerel,
Leopold , llegó a Buenos Aires en enero de 1940 a bordo del Florida, el mismo barco
en el que viajaba Francesc Trabal. Llevaba una maleta con juegos y cromos que
trajo consigo a Santiago de Chile.
“Rapa-Nui fue una idea loca que
milagrosamente se realizó.
Yo creo que era cosa de Trabal,
porque a mi papá no lo veo solo
decidiendo”
Emilio del Solar
es músico y matématico. Nació en Santiago de Chile en 1938, hijo del
escritor Hernán del Solar.
Alrededor del 127 Avenue de Flandre, donde vive Emilio del Solar, al igual
que en otros muchos lugares en París, los establecimientos de la inmigración ocupan la mayor parte de las tiendas. Junto a la verja de la
Residence Artois-Flandre, la Bibliotèque Benjamin Rabier dedica los
escaparates a la Caperucita Roja, con libros inspirados en el personaje
de Perrault: versiones clásicas y otras desmitificadoras con títulos como
Mon loup o Loup, loup. Y-es-tu? Hay una traducción china y un cartel de
la compañía de teatro Du bleu secret que anuncia una lectura: Des petits
chaperons rouges de tous les pays. En abril de 1945, Francesc Trabal
publicó un artículo en la revista Germanor donde proponía crear una
escuela para que los hijos de catalanes pudieran estudiar su idioma. El
6 de agosto de 1946, con el escritor chileno Hernán del Solar, creó la editorial Rapa-Nui. Eran libros para niños y casi siempre aparecen en malas
condiciones, con alguna página arrugada, garabateados o vueltos a
encuadernar groseramente con esparadrapo. Historias fantásticas,
que hablan del reino de las merluzas y de vacas encantadas, de monos
boxeadores y animales policías. Rapa-Nui duró cinco años. En París,
Emilio del Solar conserva una treintena de títulos diferentes de esa colección, libros de cuando era niño o que le ha ido enviando desde Chile la
sobrina de Trabal, Anna Maria Prat. En el acta de fundación de RapaNui que se conserva en el Archivo Municipal de Sabadell aparecen
nombres destacados de la colonia catalana, como el bodeguero Pere Mir,
MariaTrepat de Palou o Antoni Pi, que también fue socio del Laboratorio Benguerel. Junto a ellos, figuras de la vida social y cultural chilena:
el ingeniero Gregorio Amunátegui, Pedro Poplekovic, que fue admi34/ 35
nistrador de las obras del puerto de Antofagasta, o Agustín Edwards
Budge, propietario y editor de El Mercurio. Mario Olea Pizarro, de la editorial Zigzag, era el socio mayoritario con más de 30.000 acciones. “Yo
creo que la idea era más de Trabal que de nadie –recuerda Emilio del
Solar–. Una idea loca, que milagrosamente se realizó. Porque a mi
papá no lo veo yo solo decidiendo. Y quizás a Trabal solo tampoco. A lo
mejor tenían que juntarse dos locos para hacer una cosa que no les
correspondía a ninguno de los dos”.
Uno de los cuentos de Rapa-Nui, El cazador de sombras, es la historia
de un periodista que recibe la visita de un emisario del Club de los Hijos
del Trébol de Cuatro Hojas. Hernán del Solar hace aparecer en él una
casa misteriosa e inventos metafísicos: la “máquina para conocer el pensamiento íntimo de los árboles” o el “receptor universal de la aventura
de vivir”. En Temperatura, la novela que Francesc Trabal escribió en los
primeros años del exilio hay algunas ideas que hacen pensar en este
cuento. El Comité de Expertos Aficionados estudia la energía Superatómica, crea un nuevo continente y lo independiza del sistema solar.
Nace el Silencio Absoluto Artístico Tranquilo, la Música para el Tacto y
la Radio Muda. En un borrador titulado “Época Atómica”,Trabal imagina
un mundo donde siempre es de día: para dormir hace falta apagar la luz
con un interruptor. A la edad de tres años una solución inyectable elimina para siempre el sudor. Nadie camina: se deslizan sobre una capa
de vidrio, asfalto o materia plástica. Hay ciudades submarinas y alimentación líquida. Los dientes sólo se utilizan para hacer deporte, como los
trapecistas que se mecen mordiendo la cuerda.
En un momento en que el desenlace de la guerra mundial cerraba las puertas a la esperanza,Trabal buscó una salida en la ocurrencia fantástica, en
la utopía más alucinante. En esta tierra de nadie coincidió con Hernán del
Solar. Dos años más joven, nacido en 1901, era una rara avis de la literatura chilena. Su nombre aparece vinculado a la editorial Ercilla como
asesor literario y traductor de Thomas Mann. Impulsor, con Salvador
Reyes, del movimiento imaginista, que se oponía al criollismo dominante,
había publicado en 1937 Viento verde, un libro de cuentos con una sensibilidad nostálgica y una visión mitificada de la niñez. En 1952 publicó un
segundo libro de cuentos para adultos, La noche de enfrente. Emilio del
Solar me cuenta que el libro llegó a manos del poeta Saint-John Perse.
Uno de los cuentos, Rododendro, le gustó tanto que envió a su padre una
carta y un libro con un poema suyo, en francés y en la versión inglesa de
T. S. Eliot. Rododendro es la historia de un hombre que deja su trabajo,
vive jubilado en una pensión y construye barcos en miniatura. Una
muchacha de la pensión sube a verle a su cuarto, por unos instantes,
recupera la juventud, la fuerza y la belleza.
“No somos ni desterrados, ni exiliados, ni forasteros, (ni como
en el caso de Ella, insatisfechos, incomprendidos). Todo es cuestión
de cambiar de cara: en lugar de quejas, de acusaciones, en lugar
del constante lamento, voltear la imagen y darse cuenta que América,
un poco nuestra, puede sernos bella, agradable, rica de futuro
y posibilidades”.
Francesc Trabal. La vida es bella. Czarda (1945)
Notas para un cuento, de Francesc Trabal; La Osa Mayor de Ricardo Chevalier, pseudónimo de Hernán del Solar (1950) y viñeta de
Josep Maria Trabal para Una invitación de la microdmia (29 de enero de 1942). «Año 1962 -Sí, es un recién llegado... es uno de los del
Winnipeg...»
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Las hermanas Henriette,
Margarita, Martha y Elena
Emilio del Solar salió de Chile en 1963
para ir a estudiar lógica matemática en
Polonia, con Mostovski, uno de los discípulos deTarski que se quedó en Varsovia
cuando el maestro partió para Estados
Unidos. Diez años después, se trasladó a
París como refugiado político, siguiendo
a su amigo, el director de cine Raúl Ruiz.
En Les trois couronnes du matelot (1983)
aparece como extra: es el profesor de teología asesinado por el discípulo en la
primera escena del film. Me cuenta que la
familia de su padre era muy católica. Por
el hecho de ser escritor lo consideraron
siempre la oveja negra. La familia de su
madre, los Petit, eran de origen francés:
cinco hermanas hijas de un cirujano de
Burdeos que hizo carrera en Santiago.
Magdalena fue escritora; Henriette, pintora; Martha, cantante; Margarita y su
madre, Elena, estudiaron música. En las
fotografías familiares aparecen en la
cubierta de un barco, en un ademán delicado o con un gesto deportivo,
con vestidos vaporosos, sombreros y turbantes.
Petit, en barco, junto a sus
amigas Hubner y Price, y en
Zapallar a principios de los
años treinta.
Las hermanas Petit forman parte de la Sociedad Bach que estrenó
en Santiago la Pasión según San Mateo. La tía Martha hacía de mezzo
soprano. En los años de la guerra mundial, todos los grandes directores de orquesta actuaban en Chile. Emilio recuerda especialmente a Eric
Kleiber. “La orquesta de Chile le gustaba mucho más que la de Buenos
Aires. Se pasaba un mes entero dirigiendo cada semana un concierto
distinto. Yo tenía un profesor de música, que en Europa había sido asistente de Claudio Arrau y que emigró también por la guerra. Me dijo que
llegó a Chile con un poco de miedo, sin saber lo que iba a encontrar allí
en música y, de repente, la primera sorpresa: los conciertos sinfónicos
dirigidos por Eric Kleiber. En Berlín había tenido que hacer cola para
escuchar un concierto de Kleiber en su vida y en Santiago tenía un concierto cada semana. Se iba Kleiber y llegaba Fritz Busch. Se iba
Busch y llegaba Herman Scherchen, que era otro de los grandes...” Henriette Petit pintaba unos óleos con mujeres desnudas, maduras y más
bien rollizas. En los años veinte formó parte del grupo de Montparnasse,
con José Perotti, los hermanos Julio y Manuel Ortiz de Zárate, y con su
marido Luis Vargas Rosas. En la casa de Hernán del Solar, en la calle
María Luisa Santander 537, muy cerca de la calle Condell donde vivían
losTrabal, se hallaba el busto de Henriette Petit, de Bourdelle, que actualmente se conserva en el Museo de Bellas Artes de Santiago. Me llevo
La Quintrala de Magdalena Petit para leerla en el hotel. En su libro Los
Lipsperguer y la Quintrala, Benjamín Vicuña Mackenna habla de Catalina de los Ríos, “la Quintrala”, como de un personaje siniestro,
“opulenta e irresponsable Mesalina, cuyos amantes pasaban del
lecho de la lascivia a los sótanos de la muerte”. Magdalena Petit eligió esta historia para escribir una novela de amores infernales, que
publicó en 1946 y que es su obra más conocida. “Mi tía fue una de las
que hizo conocer a Proust en Chile. Estaba aquí en París cuando Proust
todavía no era famoso y se entusiasmó con su obra. Cuando volvió a
Santiago dejó encargado que cada vez que salieran los próximos tomos
de Proust se los mandaran.Y a medida que iban llegando, las cuatro hermanas se peleaban por ver quién iba a leerlos después de ella. Anna
Maria me ha contado que su tío era muy proustiano y que una de las
cosas que le hizo empezar a leer a Proust muy tarde fue el rechazo
que le provocaba su insistencia. A mí me pasó algo parecido. Lo leí en
Polonia muchos años después y me encantó. Tenían razón”.
Square Saussure
¿Cuándo se conocieron Hernán del Solar y Francesc Trabal? “Yo creo
que fue en el British Council. Mi padre trabajó allí durante toda la guerra. Publicaban una revista que se llamaba La Quinzena. En mi casa
había un hato así de esta revista, que desde Chile se distribuía a toda
América del Sur. Uno de los personajes que trabajaban
en el British Council era un señor que se llamaba Stephen Clissold que más tarde publicó un par de libros en
Rapa-Nui. Lo han puesto como seudónimo de mi padre y
no lo es: Clissold existió. Era un inglés muy alto que usaba
unos pantalones que le quedaban cortos. Un dia llegó
Francesc Trabal y le dijo: parece que ha crecido usted...”.
Días más tarde, en el Arxiu Històric de Sabadell, encuentro un documento que confirma la teoría de Emilio: una
“Proposición para la expansión del libro británico en
Chile”, firmada por Trabal y Del Solar, de junio de 1946,
donde se examinan los beneficios de publicar en Santiago una guía de novedades y de crear una Librería
Inglesa. “Referencias nuestras pueden ser facilitadas
por representantes del British Council en Chile, por el
Departamento Británico de informaciones en Santiago,
por la embajada de S.M. en Chile y por el Instituto Chileno-Británico.”
Elena Petit, Emilio y Hernán
del Solar en la casa de la calle María Luisa Santander.
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>> Francesc Trabal en Valparaíso en 1942.
En los primeros años de su estancia en Chile,Trabal hizo traducir al castellano algunas de sus novelas de antes de la guerra –Judita (1941) y Vals
(1945)–, pero después de Temperatura no volvió a publicar. En Sabadell
se conserva un listado de obras en proyecto: algunos los llevaba de Barcelona a medio hacer o en idea; otros debieron de surgir del contacto
con la vida de Santiago: comedias, vodevils, novelas documentales y
novelas policiacas, una novela que se había de titular Valsa, protagonizada por una chica, que tenía que ser el reverso de Vals. Dos novelas
para niños: Memòries d’un noi de deu anys (“Memorias de un chico de
diez años”) y Viatge per carreteres desconegudes (“Viaje por carreteras
desconocidas”). Entre los papeles deTrabal figuran fragmentos de cuentos, argumentos y dos carpetas con dos proyectos que no salieron
adelante. Una novela “a ritmo de czarda” que había de titularse La vida
es bella. La czarda es una danza tradicional de Hungría que se baila
por parejas con un compás binario. El argumento tiene relación con los
acontecimientos del año 1945, cuandoTrabal escribió una carta abierta
a los dirigentes del Centre Català para pedir la unidad ante el sacrificio de miles de catalanes en los campos de batalla europeos. El
protagonista sale de una reunión del Centre Català desengañado, se
va al Estadio Francés, conoce a una mujer y tiene una aventura con ella.
A través de esta relación se da cuenta de su error, recapacita y vuelve
a la reunión. Ha descubierto el Gran Misterio Forjador del Futuro de las
Américas: el hombre que en Sabadell tendría un pequeño negocio, en
Chile es capaz de promover grandes empresas.
El otro proyecto bien documentado es Square Saussure; se conservan de él diversas páginas con un guión general y una serie de fichas
con detalles del argumento y perfiles de personajes. Me la imagino
como una novela fluctuante, con personajes que entran y salen de la
plaza, una novela, tal vez, como las Impressions d’Afrique de Raymond Roussel. Entre los personajes de las fichas se encuentra el
crítico chileno Ricardo Latcham, y Montllor (“del Banco de Sabadell”),
Pi (“el hombre de negocios batiburrillo”) y Dick y Blair, ingleses (“si no
lo fueran, serían tenderos”). Le pregunto a Emilio por algunos de los
personajes chilenos. Margarita Aguirre: “Trabajó como locutora en
Radio Rapa-Nui. En aquella época era estudiante del Pedagógico. Más
tarde fue secretaria de Pablo Neruda y también escritora”. Guido Ristori: “un hombre de negocios que trabajó con ellos en Rapa-Nui, aunque
me temo que hiciera más mal que bien”. El personaje que más llama mi
atención es “Leng, compositor-dentista”. En sus novelas de los años
treinta, Trabal había imaginado personajes que se dedicaban a perder
y a encontrar toda clase de objetos o que, de pronto, estallaban como un
globo, saltándose todas las convenciones narrativas. “Leng es una figura
muy interesante. Empezó a escribir a comienzos de siglo una música
un poco postwagneriana, como también la de Richard Strauss, y con
una gran afinidad con Alexander Scriabin, el compositor ruso, que no
se puede explicar por influencia recíproca”. En 1947 llegó a Chile un
compositor alemán, Fré Focke. Leng le pidió que diese clases de
dodecafonismo y de música serial. “En esa época debía tener sesenta
y tantos años. Se puso a estudiar como un alumno y quiso hacer algo
siguiendo esta técnica. Lo extraordinario de esta sonata es que utilizando técnicas tonales y música serial mantiene el estilo Leng, un poco
lírico, de los viejos tiempos”. En su departamento de la Avenue de Flandre, Emilio del Solar ensaya la Sonata nº 2 en un piano que le regaló el
hijo del compositor, Horacio Leng, con la idea de grabar un disco.
Joaquín Edwards Bello y Hernán del Solar fotografiados
por Hans Ehrmann.
Le pregunto sobre el detalle surrealista que cautivó a Trabal: un compositor-dentista. «Es una historia muy divertida. Alfonso Leng no sabía
muy bien lo que tenía que estudiar para ganarse la vida, a él le gustaba la música. Tenía un gran amigo que se llamaba Alberto García
Guerrero. Ambos habían seguido cursos en el conservatorio pero, para
ganarse la vida, la música no les podía dar mucho. García Guerrero decidió estudiar dentística para tener una profesión. Y Alfonso Leng se fue
con su amigo a la escuela dental para poder seguir conversando de
música. Resulta que al año siguiente este señor dejó la escuela dental y se fue a Canadá, donde se convirtió en el profesor de piano de Glenn
Gould. Y Alfonso Leng siguió y se recibió de dentística. Se volvió un
especialista bastante importante, pero se dedicó mucho más a la investigación que a la práctica. Cuando visitaban a sus pacientes les decía:
‘usted lo que tiene que hacer es ir a ver a un dentista’».
Edwards, del Solar, Trabal
Detrás del anecdotario divertido, del despropósito genial que revela la
perplejidad ante el mundo, se adivina, una vez más, la tristeza. Hernán
del Solar fue un escritor prometedor. En los últimos años de su vida destacó como crítico, pero después de La noche de enfrente ya no volvió a
escribir ningún otro libro de narrativa para adultos. Después del Premio Nacional de Literatura que ganó en 1968, la familia volvió a aceptarle,
pero cuando murió liquidaron sin escrúpulos su biblioteca y quemaron
sus papeles. Luego de una época de gran actividad,Trabal desapareció
silenciosamente y hoy día pocas personas en Santiago le recuerdan. En
un momento en que el centro intelectual se hallaba en Isla Negra, alrededor de Neruda, se instaló solitario en Concón. Cuando murió en 1957,
Joaquín Edwards Bello envió una carta de pésame a la familia donde le
recordaba como un joven dinámico y optimista, lleno de talento, “...capaz
de distanciarnos con su obra. El destino mandó algo muy diferente”.
Edwards adivina el final de una época de aventuras, generosa y dinámica: “Faltan miles de Francescs aquí y en todas partes”. En las
bibliografías de Hernán del Solar, figura sobre todo por sus antologías
y artículos. ¿Por qué no escribió más narrativa? “Tenía proyectos, como
Trabal. E incluso creo que algunos de esos proyectos los discutían juntos. Me acuerdo que una de las ideas era un juego con el tiempo. Se
trataba de dos personas que vivían con ritmos de tiempo completamente
distintos. De repente contaba sugerencias que le había dado y se reía
a carcajadas. Y eso nunca lo escribió. Recuerdo que quería escribir una
novela realista y que no le gustó. Yo me imagino que a lo mejor hubiera
resultado una especie de invención a dos voces, si hubieran trabajado
juntos. Hubiera podido ser algo bien divertido. En una época se pasaba
mucho especulando sobre ese futuro libro que nunca publicó”.
“Anna vivió con la única obsesión de ser alguna cosa, de hacer algo en
la vida –escribióTrabal en las últimas páginas de Temperatura–. Pero en
la época actual no pudo realizar su quimera. Creyó que hubiese podido
vivir en una época más avanzada, tal vez le habría sido posible. Igualmente inútil. Se propuso otro futuro, dando marcha atrás. Se horrorizó,
del mismo modo, de su pretensión. El problema de Anna es el problema
de todos”. Leng, Trabal, del Solar, Edwards Bello: el inútil de la familia,
el personaje incómodo y superfluo, demasiado sensible para encontrar un lugar en una realidad que, después de dos guerras, presentaba
un rostro indescifrable, exiliado del mundo.
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SOCIEDAD ESTATAL PARA
DIRECTORES:
LA ACCIÓN CULTURAL EXTERIOR
Abdullah Ommidvar Farhadi
DE ESPAÑA, SEACEX
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de Imágenes en Movimiento
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Josep Bargalló
Director Escuela de Arte, Pontificia
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Universidad Católica de Chile
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DIRECCIÓN GENERAL
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LA MONEDA
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Sociedad Estatal para la Acción Cultural
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Patricio Ramírez
Guión: Joaquim Jordà, Julià Guillamon y
Pedro Silva
Centro Cultural Palacio La Moneda
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Ayudante de dirección y producción: Irina Vañó
TRANSPORTE
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MAPFRE
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El proyecto original, iniciativa de Barcelona
Casting y dirección voces en off: Bruno Jordà
2005, Any del Llibre i la Lectura, se presentó
CATÁLOGO
en el Centre de Cultura Contemporània
REALIZACIÓN DE LOS VÍDEOS:
de Barcelona (CCCB) del 4 de octubre de 2005
CASA DE HERNÁN CORTÉS, ANTIGUA
al 29 de enero de 2006
VENTA DE FRUTAS, VERACRUZ
EDICIÓN
María Novaro
Sociedad Estatal para la Acción Cultural
Se ha mostrado en el Centro Cultural Recoleta.
CHALMA
Exterior de España, SEACEX
Buenos Aires. Argentina
Juan Carlos Rulfo
14 de diciembre de 2006 – 11 de febrero de 2007
ENCUENTRO CON VICENTE ROJO
DIRECCIÓN
Arturo Ripstein
Julià Guillamon
Centro Cultural Palacio La Moneda
PANTEÓN FRANCÉS, MÉXICO D.F.
Santiago. Chile
Valentina Leduc
COORDINACIÓN
15 de marzo – 6 de mayo de 2007
BUENOS AIRES
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Joaquim Jordà y Laura Casaponsa
DISEÑO GRÁFICO
Posteriormente viajará a México D.F.
OTROS VÍDEOS E INSTALACIONES SONORAS
Mariona Garcia
COMISARIOS
Y AUDIOVISUALES
Julià Guillamon
Arí Bartra y Departamento de Audiovisuales
TRADUCCIÓN
Joaquim Jordà
del CCCB
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Francesc Abad
Marc Desmonts, responsable de instalaciones
audiovisuales del CCCB
FOTOMECÁNICA
Scan 4
COMITÉ ASESOR
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CENTRO CULTURAL PALACIO
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LA MONEDA
IMPRESIÓN
TalleresTrama, S.A.
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DIRECTORA DE EXPOSICIONES
COORDINACIÓN GENERAL
Dominique Hughes
© SEACEX, 2007
SEACEX. Departamento de Exposiciones.
Mercedes Serrano
JEFA DE PRODUCCIÓN
CCCB. Servicio de Exposiciones.
María Elena del Valle
ISBN: 978-84-96008-93-9
Eva Gimeno
Teresa Navas
© de los textos Julià Guillamon
JEFE DE MUSEOGRAFÍA Y MONTAJE
Queda hecho el depósito Ley 11723.
Pablo Rivera
Reservados todos los derechos de esta edición.
PROYECTO, DIRECCIÓN DEL MONTAJE Y GRÁFICA
Mizien (Ivan Bercedo y Jorge Mestre,
EDITORA DE CONTENIDOS
arquitectos; adaptación gráfica Marc Valls)
Natalia Arcos
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AGRADECIMIENTOS
La Sociedad Estatal para la Acción Cultural Exterior de España, el Institut Ramon Llull, el Centre de Cultura Contemporània de
Barcelona y el Centro Cultural Palacio La Moneda agradecen su colaboración a los siguientes:
PRESTADORES
Arxiu Històric de la Ciutat de Barcelona
Emilio del Solar
Montse Mañosa
Arxiu Nacional de Catalunya, Sant Cugat del Vallès
Marina Subirats
Fernando Marzá
Arxiu Històric Comarcal de Manresa
LambertTarragó
Gema Micheto
Arxiu Històric Comarcal deTerrassa
IrèneTenèze
Rosa Miranda
Mercè Obón
Arxiu Històric de Sabadell
Arxiu Històric del Col·legi d’Arquitectes de
COLABORADORES
Sònia Parra
Catalunya. Fons Germán Rodríguez Arias, Barcelona
Centro Cultural de España en Chile
Bibiana Palomar
Biblioteca Nacional de Chile, Santiago de Chile
Centro Nacional del Patrimonio Fotográfico,
Neus Peregrina
Biblioteca Popular Fidel Fita-Ajuntament d’Arenys de Mar
Santiago de Chile
Enrique Pérez Castallo
Centre Català de Santiago de Chile
Generalitat de Catalunya. Junta de qualificació,
Natasha Ponso
Fundació Palau, Caldes d’Estrac
valoració i exportació de béns del Patrimoni
Sara Puig Alsina
Fundación Francisco Godia, Barcelona
cultural de Catalunya. Direcció General del
Pere Puig i Ustrell
Institut delTeatre, Barcelona
Patrimoni Cultural
Iria Retuerto
Museu deTerrassa
Institut Valencià d’Art Modern, IVAM
Dolça Roca
Tribunal Superior de Justícia de Catalunya. Dirección
Ministerio de Cultura. Junta de Calificación,
Encarna Roca
General de Relaciones con la Administración de Justicia
Valoración y Exportación de Bienes del
Joan Ignasi Salcedo
del Departament de Justícia de la Generalitat de Catalunya
Patrimonio Histórico Español
Josep Sampera
Universidad de Santiago de Chile
INAH. ComitéTécnico de Ayuda a los
Josep Maria Sans iTravé
Universitat Autònoma de Barcelona (UAB)
Republicanos Españoles (CTARE) México D.F
Eloísa Sendra
Adina Amenedo
Maria Eugènia Alegret
Carme Alomar
Magda Alemany
XavierTarraubella
Cristian Aguadé
Cristina Alonso
JordiTorner
José Balmes
Carmen Amador
Ana Valls
Leopold Benguerel
Claudia Bacci
Ana Vázquez
Marta Benguerel
Pilar Barraca
Mª del Perpetuo Socorro Villarreal Escárrega
Montserrat Bru
Ximena Barrientos
Diana Wechsler
Roser Bru
Gracia Barrios
Fabiola Zuleta
Rafaela de Buen
Conchita Berasaluce
José Calvet
Maria Bohigas
Maria Campillo
Andreu Carrascal
Amadeu Cuito
Carmen Carreño
Maria Eugènia Dalmau
Jordi Castellanos
Manuel Danneman
Luciano Cedillo
Carles Fontseré
Joan Comesolives
Maria Antònia Freixes
Ximena Cruzat
Sigfried Grimau
Ilonka Csillag
Mònica Ibàñez
Mercè Cussó
Montserrat Julió
José Antonio David
Gloria López-Llovet
Lilly Duffau
Arturo Lorenzo
Emilio Elena
Beatriz Lorenzo
Domènec Ferran
Jesús Oyamburu
David Ferrer Bautista
Josep Palau
Jordi Font
Víctor Pérez Vera
Diana García Calvo
Núria Pi-Sunyer
Julieta Gil Elorduy
Anna Maria Prat
Teresa González Andreu Villa
Laura Prats Prat
Laura Cecilia González
Isabel Serrano Varea-Bernat
Pere Pruna Gascon
Carlos González-Barandiaran
Pere Pruna Pons
Xavier Jordana
Maria Rahola
Josep Lluís Lorca
Nina Serratos
PROCEDENCIA DE LAS IMÁGENES Y CRÉDITOS FOTOGRÁFICOS
p. 4: Biblioteca Nacional de Chile, Santiago de Chile
Cerchez le catalan
p. 6: Rafaela de Buen, Santiago de Chile
José Balmes
p. 12: Adina Amenedo, Santiago de Chile. Fotografía: Ramiro Elena
p. 14: Montserrat Bru, Santiago de Chile
p. 15: Adina Amenedo, Santiago de Chile
p. 17, 18, 20: Editorial Ocholibros, Santiago de Chile
Roser Bru
p. 22: Anna Maria Prat, Santiago de Chile. Fotografía: Ramiro Elena
p. 25, 33: Roser Bru, Santiago de Chile
p. 26: Montserrat Julió, Madrid
p. 27: Fons FrancescTrabal, Arxiu Històric de Sabadell - Fundació La Mirada
p. 28 superior: Arxiu Històric del Col·legi d’Arquitectes de Catalunya, Fons Germà Rodríguez Arias
p. 28 inferior izquierda: Pere Pruna, Santiago de Chile
p. 28 inferior derecha: Centro Cultural de España, Santiago de Chile
p. 29, 31: Emilio Elena, Romera y su tiempo. Centro Cultural de España, Santiago de Chile, 2001
p. 30: Julià Guillamon, Barcelona
Emilio del Solar
p. 34: Leopold Benguerel, Barcelona. Fotografia: Ramiro Elena
p. 36 izquierda e inferior derecha: Fons FrancescTrabal, Arxiu Històric de Sabadell - Fundació La Mirada
p. 36 superior derecha, 38, 39: Emilio del Solar, París
p. 41: Fons FrancescTrabal, Arxiu Històric de Sabadell - Fundació La Mirada. Reproducción
fotográfica: J. Carles Lorenzo
p. 42: Hans Ehrmann. Biblioteca Nacional de Chile, Santiago de Chile
p. 48: Leopold Benguerel, Barcelona. Fotografia: Ramiro Elena
46/ 47
Cromos de la serie El Túnel del chocolate Amatller que Leopold Benguerel llevó al exilio en 1939,
con la imagen de un viaje transatlántico.
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