44 Martes 9 de Julio de 2013 | GRANADA HOY ACTUAL 62 FESTIVAL INTERNACIONAL DE MÚSICA Y DANZA DE GRANADA EL ANÁLISIS Juan José Ruiz Molinero Cuando redacto el análisis final del 62 Festival Internacional de Música y Danza queda el suplemento flamenco que se ha considerado oportuno añadir como broche a la edición vagamente conmemorativa del Milenio. Personalmente creo que el flamenco debe integrarse dentro de las sesiones y no como un bloque aparte, y menos cerrando el certamen. Así que sólo me centraré en algunos de los instantes más significativos en el campo de la música y la danza, marcada por la diversidad de ofertas, en deterioro, quizá, de la selección y la calidad que, por otra parte no ha faltado, pero que debe servir de advertencia para no perder nunca de vista en qué pilares fundamentales se asienta el Festival. Diré, en primer lugar, que ha sido un éxito de público porque todos o casi todos los espectáculos a los que he asistido he anotado el lleno del aforo como señal inequívoca de la atracción de un programa, rebasados los espacios de los conciertos gratuitos matinales y los llamados Música en palacio, amén de los recitales de órgano. Todo ello, junto al FEX, que es otra oportunidad de acercar a todos los públicos al Festival y a jóvenes artistas y conjuntos, demuestra la solidez de una edición. Una edición, sin embargo, dónde hemos advertido algunas lagunas. Por ejemplo, Verdi no ha podido ser peor tratado en su bicentenario y Wagner, de paso, aunque en menor medida. El discreto concierto que dirigió Danieli Gatti a la Orquesta Nacional de Francia ha sido el único elemento de recuerdo, con un Verdi de absoluta mediocridad, incompatible para reconocer su talento en los fragmentos programados, mientras Wagner encuentra más defensa en su música sinfónica, de cuyo autor, Gatti es un reconocido especialista. No vamos a pedir, como hizo hace unos años el Festival de Canarias, escuchar a Tristán e Isolda en versión de concierto, en un programa que duró cinco horas y que pocos resistirían. En cuanto a Verdi, quizá hubiese sido oportuno volver a interpretar su Réquiem, montar algunas de sus óperas, aunque fuese en versión de concierto o, al menos, un recital de sus arias más famosas. Tampoco Britten, en su centenario, ha salido bien parado, con obras menores. ¡Qué ocasión para un concierto sinfónico-coral con su antibelicista War Réquiem, estrenado en la reconstrucción de la catedral de Conventri, en Inglaterra, tras finalizar la II guerra mundial. 1 Bajo el sello de la diversidad ● ‘Orfeo y Eurídice’, de la Fura dels Baus, una de las novedades ● Triunfaron Christophers –con la OCG y The Sixteen– y Fedoseyev con ‘La consagración de la primavera’ Principales atractivos El principal atractivo de la 62 edición era la representación de la ópera de Gluck Orfeo ed Euridice, en la original versión que ha he- 2 cho La Fura del Baus y que se estrenó hace dos años en el Festival de Peralada. La Fura nos tiene acostumbrados a las sorpresas que en éste caso, al ser divulgada la versión que hizo en Cataluña, estaban limitadas al leve tinte lésbico de la pareja Orfeo-Eurídice, un canto al amor en cualquiera de sus expresiones. Pero dentro de esos tintes de originalidad hubo un respeto absoluto por la partitura que fue lo que respaldó, precisamente, el espectáculo. Un trío de cantantes excelentes, sobre todo la mezzo Ana Ibarra, en un incansable y dramático Orfeo, junto a la Orquesta Band-Art, deambulando por el escenario, enfundados en una segunda piel, como el extraordinario Coro Intermezzo, protagonista, como ocurre en la ópera de Gluck y no simple acompañante. Carlos Padrissa ofreció un atractivo espectáculo, cimentado en el respeto escrupuloso a la belleza de la partitura y en la modernidad del estilo de La Fura. El plato fuerte del capítulo sinfónico era la actuación de la Orquesta Filarmónica de la Scala de Milán, bajo la dirección de un viejo conocido, Christoph Eschenbach que hace dos años nos dejó en este recinto la más memorable versión que muchos hemos escuchado de la sinfonía Resurrección, de Mahler. Eschenbach y la orquesta nos dejaron un momen- to excepcional en la clausura del ciclo sinfónico con la magna interpretación de la Sinfonía núm. 4, de Chaikovski. Más diluidito estuvo el comienzo con la versión del Concierto para violín y orquesta, de Beethoven, sobre todo por la débil actuación de Michael Barenboim. Tras la Nacional de Francia, la Orquesta Nacional de España, bajo la dirección de Vladimir Fedoseyev, nos regaló una magistral Consagración de la Primavera, en el centenario de su polémico estreno en París, subrayado con el bellísimo Concierto para violín y orquesta en Re mayor, de Chaikovski, en manos de una violinista que dará mucho más que hablar como es la joven Arabella Steinbacher. Un ciclo que proporcionó, con la Orquesta Ciudad de Granada y The Sixteen, de la mano de un especialista de la talla de Harry Christophers, una versión llena de emoción de la Misa de Réquiem en Re menor, de Mozart. Coro, orquesta y cuarteto vocal impulsados por la maestría y el aliento con Christophers, encendieron de luz aeterna el Palacio de Carlos V. Títeres y ballet En el apartado de música y espectáculo hay que destacar el emocionante Retablo de Maese Pedro, de Manuel de Falla, que nos regalaron la OCG y la Compañía de títeres Etcétera, en homenaje de su