Bajo el sello de la diversidad - Festival Internacional de Música y

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Martes 9 de Julio de 2013 | GRANADA HOY
ACTUAL
62 FESTIVAL INTERNACIONAL DE MÚSICA Y DANZA DE GRANADA
EL ANÁLISIS
Juan José Ruiz Molinero
Cuando redacto el análisis final
del 62 Festival Internacional de
Música y Danza queda el suplemento flamenco que se ha considerado oportuno añadir como
broche a la edición vagamente
conmemorativa del Milenio. Personalmente creo que el flamenco
debe integrarse dentro de las sesiones y no como un bloque aparte, y menos cerrando el certamen.
Así que sólo me centraré en algunos de los instantes más significativos en el campo de la música y la
danza, marcada por la diversidad
de ofertas, en deterioro, quizá, de
la selección y la calidad que, por
otra parte no ha faltado, pero que
debe servir de advertencia para
no perder nunca de vista en qué
pilares fundamentales se asienta
el Festival.
Diré, en primer lugar, que ha sido un éxito de público porque todos o casi todos los espectáculos a
los que he asistido he anotado el
lleno del aforo como señal inequívoca de la atracción de un programa, rebasados los espacios de los
conciertos gratuitos matinales y
los llamados Música en palacio,
amén de los recitales de órgano.
Todo ello, junto al FEX, que es otra
oportunidad de acercar a todos
los públicos al Festival y a jóvenes
artistas y conjuntos, demuestra la
solidez de una edición.
Una edición, sin embargo, dónde hemos advertido algunas lagunas. Por ejemplo, Verdi no ha podido ser peor tratado en su bicentenario y Wagner, de paso, aunque en menor medida. El discreto
concierto que dirigió Danieli Gatti
a la Orquesta Nacional de Francia
ha sido el único elemento de recuerdo, con un Verdi de absoluta
mediocridad, incompatible para
reconocer su talento en los fragmentos programados, mientras
Wagner encuentra más defensa
en su música sinfónica, de cuyo
autor, Gatti es un reconocido especialista. No vamos a pedir, como hizo hace unos años el Festival
de Canarias, escuchar a Tristán e
Isolda en versión de concierto, en
un programa que duró cinco horas y que pocos resistirían. En
cuanto a Verdi, quizá hubiese sido
oportuno volver a interpretar su
Réquiem, montar algunas de sus
óperas, aunque fuese en versión
de concierto o, al menos, un recital de sus arias más famosas. Tampoco Britten, en su centenario, ha
salido bien parado, con obras menores. ¡Qué ocasión para un concierto sinfónico-coral con su antibelicista War Réquiem, estrenado
en la reconstrucción de la catedral
de Conventri, en Inglaterra, tras
finalizar la II guerra mundial.
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Bajo el sello de la diversidad
●
‘Orfeo y Eurídice’, de la Fura dels
Baus, una de las novedades ●
Triunfaron Christophers –con la
OCG y The Sixteen– y Fedoseyev
con ‘La consagración de la primavera’
Principales atractivos
El principal atractivo de la 62 edición era la representación de la
ópera de Gluck Orfeo ed Euridice,
en la original versión que ha he-
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cho La Fura del Baus y que se estrenó hace dos años en el Festival
de Peralada. La Fura nos tiene
acostumbrados a las sorpresas
que en éste caso, al ser divulgada
la versión que hizo en Cataluña,
estaban limitadas al leve tinte lésbico de la pareja Orfeo-Eurídice,
un canto al amor en cualquiera de
sus expresiones. Pero dentro de
esos tintes de originalidad hubo
un respeto absoluto por la partitura que fue lo que respaldó, precisamente, el espectáculo. Un trío
de cantantes excelentes, sobre todo la mezzo Ana Ibarra, en un incansable y dramático Orfeo, junto
a la Orquesta Band-Art, deambulando por el escenario, enfundados en una segunda piel, como el
extraordinario Coro Intermezzo,
protagonista, como ocurre en la
ópera de Gluck y no simple acompañante. Carlos Padrissa ofreció
un atractivo espectáculo, cimentado en el respeto escrupuloso a la
belleza de la partitura y en la modernidad del estilo de La Fura.
El plato fuerte del capítulo sinfónico era la actuación de la Orquesta Filarmónica de la Scala de
Milán, bajo la dirección de un viejo conocido, Christoph Eschenbach que hace dos años nos dejó
en este recinto la más memorable
versión que muchos hemos escuchado de la sinfonía Resurrección, de Mahler. Eschenbach y la
orquesta nos dejaron un momen-
to excepcional en la clausura del
ciclo sinfónico con la magna interpretación de la Sinfonía núm. 4, de
Chaikovski. Más diluidito estuvo
el comienzo con la versión del
Concierto para violín y orquesta, de
Beethoven, sobre todo por la débil
actuación de Michael Barenboim.
Tras la Nacional de Francia, la
Orquesta Nacional de España, bajo la dirección de Vladimir Fedoseyev, nos regaló una magistral
Consagración de la Primavera, en
el centenario de su polémico estreno en París, subrayado con el
bellísimo Concierto para violín y
orquesta en Re mayor, de Chaikovski, en manos de una violinista
que dará mucho más que hablar
como es la joven Arabella Steinbacher. Un ciclo que proporcionó,
con la Orquesta Ciudad de Granada y The Sixteen, de la mano de un
especialista de la talla de Harry
Christophers, una versión llena de
emoción de la Misa de Réquiem en
Re menor, de Mozart. Coro, orquesta y cuarteto vocal impulsados por la maestría y el aliento con
Christophers, encendieron de luz
aeterna el Palacio de Carlos V.
Títeres y ballet
En el apartado de música y espectáculo hay que destacar el emocionante Retablo de Maese Pedro, de
Manuel de Falla, que nos regalaron la OCG y la Compañía de títeres Etcétera, en homenaje de su
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