1 CREACIÓN Y ESCATOLOGÍA Sergio Armstrong Cox Esquema de títulos 1. EL MUNDO, CREATURA DE DIOS 1.1. LA CREACIÓN DEL MUNDO EN LA BIBLIA 1.1.1. La creación del mundo en el AT 1.1.1.1. La creación en la mentalidad mítica 1.1.1.2. La creación en Israel 1.1.1.3. El relato Sacerdotal: Gn 1,1 - 2,4ª 1.1.1.4. El relato Yahvista: Gn 2,4b – 3,24 1.1.1.5. Los profetas: el Déutero Isaías 1.1.1.6. La literatura sapiencial 1.1.1.7. 2 Macabeos 1.1.2. La creación del mundo en el NT 1.1.2.1. La creación en los Sinópticos 1.1.2.2. La creación en Pablo 1.1.2.3. El himno de Col 1,15-20 1.1.2.4. El himno de Efesios 1,3-14 1.1.2.5. El prólogo de Juan (1,1-18) 1.1.3. Conclusiones 1.1.3.1. La creación en Cristo 1.1.3.2. La bondad de la creación y el problema del mal 1.1.3.3. Colaborar con la creación 1.2. REFLEXIÓN SISTEMÁTICA 1.2.1. El hecho de la creación 1.2.1.1. La afirmación de fe 1.2.1.2. La noción de creación 1.2.1.3. La providencia divina 1.2.1.4. La creación, misterio de fe 1.2.2. El modo de la creación 1.2.2.1. El mundo ha sido creado por Dios libremente 1.2.2.2. La creación en el tiempo 1.2.3. El fin de la creación 1.2.3.1. El cuestionamiento de la tesis clásica 1.2.3.2. Dios como fin de la creación 2 1.2.4. Creación y evolución 1.2.4.1. La evolución 1.2.4.1.1. La evolución del cosmos según la astronomía 1.2.4.1.2. La evolución de la vida según la biología 1.2.4.1.3. La evolución de los homininos 1.2.4.2. La acción creadora de Dios en la evolución 1.2.4.2.1. La unión, un aspecto del modo divino de crear 1.2.4.2.2. La creación divina: evolución hacia la conciencia 1.2.4.2.3. La evolución de la información: un sello de la creación de Dios 1.2.4.2.4. La evolución de la libertad en la creación de Dios 2. ESCATOLOGÍA 2.1. Introducción 2.1.1. ¿Qué es la Escatología? 2.1.2. Los problemas del método 2.2. La Parusía 2.2.1. Introducción 2.2.2. Los datos del NT 2.2.3. La Parusía en el Magisterio de la Iglesia 2.2.4. Reflexión teológica Apéndice 1: La proximidad de la Parusía en el NT Apéndice 2: Los “signos de la Parusía” 2.3. La resurrección de los muertos 2.3.1. Introducción 2.3.2. La enseñanza del AT 2.3.3. La enseñanza del NT 2.3.4. La resurrección en el Magisterio de la Iglesia 2.3.5. Reflexiones teológicas 2.4. El juicio 2.4.1. Muerte y juicio 2.4.2. La muerte, fin del estado de peregrinación 2.4.3. El juicio particular 2.4.4. El juicio final 2.4.5. La hipótesis de la opción final 2.5. La Vida Eterna 2.5.1. La Vida Eterna en el NT 2.5.2. La enseñanza de la Iglesia 2.5.3. Reflexiones teológicas 2.5.4. Vida Eterna y estado intermedio 3 2.6. La muerte eterna 2.6.1. Introducción 2.6.2. La doctrina del NT 2.6.3. La fe de la Iglesia 2.6.4. Reflexiones teológicas 2.7. El purgatorio 2.7.1. La enseñanza de la Escritura 2.7.2. Historia del dogma 2.7.3. Reflexiones teológicas 4 BIBLIOGRAFIA GENERAL 1. Creación - GANOCZY,A. "Doctrina de la creación". Herder, Barcelona, 1986. - MOLTMANN,J. “Dios en la creación”, Sígueme, Salamanca, 1987 - MONTENAT,Ch.- PLATEAUX,L. - ROUX,P., "Para leer la creación en la evolución", Verbo Divino, Estella, 1985. - NOEMI,J. "El mundo, creación y promesa de Dios”, Paulinas, Santiago,1996 - RUIZ DE LA PEÑA,J.L. "Imagen de Dios. Antropología Teológica Fundamental". Sal Terrae, Santander, 1988. - RUIZ DE LA PEÑA,J.L. "Teología de la Creación". Sal Terrae, Santander, 1987. - SCHMITZ-MOORMANN,K., "Teología de la creación de un mundo en evolución", Verbo Divino, Estella, 2005 (Original de 1997). - SILVA,S. "Doctrina de la Creación". Publicaciones Teológicas. Seminario Pontificio Mayor de Santiago.1988. B. Escatología - BOFF,L. "Hablemos de la otra vida". Sal Terrae, Santander, 1987. - LIBANIO,J.B.-BINGEMER,M.C. "Escatología cristiana". Eds. Paulinas, Madrid, 1985. - NOEMI,J. (ver arriba) - POZO,C.”Teología del más allá”, BAC, Madrid, 2001 - RUIZ DE LA PEÑA,J.L. "La otra dimensión. Escatología cristiana". Sal Terrae, Santander, 1986. - RUIZ DE LA PEÑA,J.L. "La Pascua de la cración”. BAC, Madrid, 2000. - TAMAYO,J.J. “Para comprender la escatología cristiana”, Verbo Divino, Estella, 1993 - TORNOS,A., “Escatología”, 2 vols, P. U. Comillas, Madrid, 1989-1991 5 1. EL MUNDO, CREATURA DE DIOS 1.1. LA CREACIÓN DEL MUNDO EN LA BIBLIA 1.1.1. La creación del mundo en el Antiguo Testamento 1.1.1.1. La creación en la mentalidad mítica Es útil para comprender mejor la concepción bíblica de la creación, compararla con la concepción mítica de la misma, presente en todas las culturas antiguas. En casi todos los pueblos se da una celebración central, superior a todas las demás, en la que la comunidad, por medio de ritos complejos y prolongados a través de varios días, “vuelve a sus frentes”, es decir, se reinserta conscientemente en lo que percibe como el “origen” de su propia existencia. A esta celebración se le ha reservado el nombre de “Festival cultural”, y su idea básica es, pues, la “renovación” de la vida nacional mediante una reiteración consciente del suceso “original” o primordial que dio origen al pueblo. Para ello, la celebración consta de dos elementos: uno ritual y otro verbal. Algunos autores para designarlos hablan de “rito” y “mito”; otros de “drama” y “leyendas cultuales”; otros de “tradición cultural” y “hieros logos” (=”discurso sagrado”). La palabra tiene la función de dar su plena significación y justificación al “rito” o “drama cultual”. Se busca con ella la integración de la vida personal y social en el mundo natural. La vida del individuo estaba metida en la sociedad, y la sociedad lo estaba en el ritmo de la naturaleza, el cual era del dominio de los dioses. Dentro de esta concepción, el contenido del Festival tenía que ser –y de hecho erala creación del cosmos, ya que era en la vida del cosmos donde la comunidad cultual encontraba la fuente decisiva de su existencia; por consiguiente, el acto característico del Festival era el drama representativo de la “creación” con su “mito” correspondiente. El hecho de la creación tiene lugar en un tiempo “primordial”, ajeno al tiempo “histórico”. De hecho, la pregunta por la historicidad del acontecimiento está fuera de lugar ya que lo que interesa es que el mito permite comprender las cosas y renovarlas. Más allá de que lo relatado haya sucedido o no lo importante es que “las cosas funcionan así”, como las relata el mito. El tiempo mundano se aleja y vuelve al tiempo primordial, hecho presente a través del rito. Por eso, el tiempo en la mentalidad mítica es “circular”. El rito de “repetición de la creación” va unido en muchas religiones al ciclo festivo del año nuevo. El hombre primitivo vivía atenazado por el temor de que, en un momento dado, cesara la regularidad del ciclo de las estaciones, amenazando así de muerte a la fertilidad del suelo y de los seres humanos. El único modo de asegurar que no prevalecieran las estaciones desfavorables (principalmente el invierno) sobre las favorables (primavera y verano), consistía en repetir el acto primordial de la creación. Tal repetición tenía lugar en la época del año nuevo, cuando, tras la recolección de los últimos frutos, la 6 tierra se veía sumida en el letargo invernal. Los ritos de este ciclo festivo intentaban, a través del mito de la creación, controlar las fuerzas del caos 1, asegurar la lluvia para las tierras y esperar así el resurgir de una nueva primavera verde y cargada de esperanza. Particularmente importantes, por su cercanía la mundo bíblico, son los mitos creacionales de Babilonia (Marduk y Tiamat) y Ugarit (Baal y Môt). En Babilonia, el poema mítico “Enumah Elish” narra que el dios Marduk, al comienzo, recibió de los dioses el poder (con la aclamación de “Marduk es rey”), y así triunfó sobre las fuerzas caóticas personificadas en Tiamat, y organizó los cielos y la tierra. Con posterioridad a su victoria, le fue concedido por los dioses el título de “Bel” (Señor 2 ) 3 , desplazando, así, a Enlil, el Señor por excelencia y jefe del antiguo panteón sumerio, y quedando constituido como “señor, dador y conservador de la vida”. Por supuesto, era Marduk quien concedía el cetro y el trono a los reyes de Babilonia. En Ugarit, se trata del conflicto entre Baal, dios de la fertilidad (y de la lluvia) y la fecundidad, y Môt, dios de la muerte y de la sequía). El motivo central de este último, es muy semejante al babilónico: victoria del orden sobre el caos, necesidad de realizar el rito para asegurar la fecundidad 4. En la mantención del orden cósmico jugaba un rol central la persona del rey. Para egipcios, sumerio-acádios, sirios, hititas y cananeos, el orden cósmico estaba fundado en la realeza de los dioses, quienes lo impusieron por una victoria primordial sobre el caos. Ahora bien, esa realeza divina se consideraba que había “descendido” a la tierra en la persona del rey, cuya función esencial era asegurar ese orden humano-cósmico, especialmente mediante el drama sagrado del festival cultual, en el cual, en representación del dios victorioso, reactualizaba su victoria primordial, asegurando así la fecundidad y la prosperidad de la tierra para el año que comenzaba. Según esto, el rey era ante todo sacerdote, y estaba dotado de poderes divinos que lo constituían en intermediario irreemplazable entre los dioses y los hombres, y en el canal único de la bendición divina. 1.1.1.2. La creación en Israel La concepción de la creación que tiene Israel es radicalmente distinta a la de sus pueblos vecinos. De partida no es la creación lo que aflora primero en la conciencia israelita, sino la salvación ocurrida en el curso de su historia y que desemboca en la Alianza. 1 Como iremos viendo, crear es fundamentalmente vencer u ordenar el caos (no existe en absoluto un concepto como nuestra “creación de la nada”. 2 Equivalente del cananeo-hebreo Ba’al. 3 Con la piel de Tiamat formó el firmamento (semi-esfera transparente que se apoya sobre la tierra) y la tierra (disco plano), separando las aguas superiores de las inferiores. 4 Ver OLMO,G. del, “Mitos y leyendas de Canaan”, Cristandad, Madrid, 1981, p. 67. Para el texto: ID pp. 213-235. 7 Algunos textos del AT. nos hablan de una celebración llamada por antonomasia “la Fiesta de Yahvéh”, de siete días de duración y situada en otoño 5. Otros textos permiten identificarla con la fiesta de “Sukkot” (=”Tiendas” o “Tabernáculos”) o de “Asif” (“Recolección”) 6. Pareciera ser que esta celebración era la forma israelita del “Festival Cultual”, y que la “Historia de la Salvación” no era otra cosa que el “discurso sagrado” de éste. Hemos visto que para los pueblos circundantes lo esencial era la integración en el cosmos. Para Israel no. Lo esencial es aquí, la integración en el querer de Dios trascendente que, como Rey, lo había “elegido” como su propio pueblo y que, en virtud de esta elección, lo había liberado de la servidumbre egipcia, se había unido con él mediante una Alianza y le habría concedido el don de la Tierra. Como puede verse, todos estos actos, están ubicados en el curso de la historia, y no en un tiempo primordial. Se trata de una “victoria salvadora” que da lugar a una “alianza”. Por ello se entiende un acuerdo bilateral, mediante el cual Yahveh se relaciona con el pueblo de un modo semejante (no igual) a como se relacionaban en el Antiguo Oriente Medio los emperadores con los reyes vasallos. Se trata de un pacto entre “personas”, pero de modo desigual: Yahveh convoca al pacto, pues él ha realizado la acción salvadora que le ha dado origen (no debe olvidarse que la función propia del rey en el mundo antiguo es la de “salvar”). De un modo similar a los tratados de alianza entre emperadores y vasallos, la Alianza Yahveh-Israel tiene los siguientes elementos (integrados en los ritos y relatos del Festival): - Preámbulo: la proclamación del nombre de Yahveh (“Yo soy Yahveh, tu Dios”: Ex 20,1); - prólogo histórico: la recapitulación de sus actos salvadores (promesa a los patriarcas, éxodo, conducción por el desierto, donación de la tierra) 7; - las cláusulas: originalmente el Decálogo, que fue ampliándose con diversos códigos hasta abarcar todo el Pentateuco; - las “bendiciones”8 y “maldiciones” 9. - juramento de profesar lealtad a Yahveh y de renunciar a los dioses extraños 10. Israel experimentó en numerosas oportunidades a lo largo de su historia que el reinado de Dios no era total ni definitivo. Se oponían a él tanto la opresión de los grandes imperios como las injusticias al interior del pueblo. Por ello, la fe bíblica desemboca en la espera del reinado de Dios. Con ello surge la visión del tiempo típicamente lineal: el 5 Jueces 21,19; 1Re 8,2.65; etc. Lev. 23,39; Num 29,12; Dt. 16,15; etc. 7 Jos 24,1-28; 1 Sam 12,8ss. 8 Buenas cosechas, descendencia, victoria sobre los enemigos, etc. 9 Sequías, inundaciones, enfermedades, derrotas militares, etc. 10 Ex. 19,8; 24,3.7; Jos. 24,12-18.21-22 y por otra, Josué 24,14-15.23; Gn. 35,2-4; etc. 6 8 pasado es el del origen (histórico) de Israel como pueblo, el futuro es el de la promesa, el presente es el de ponerse en camino hacia esa meta. De modo que el futuro es algo distinto del pasado. La celebración del origen encamina hacia la meta. La reflexión sobre la creación es, en Israel, tardía. Surge de la necesidad de contrarrestar la cosmovisión babilónica en la época del exilio. La relación YahvehUniverso se entendió de la misma forma que la relación Yahveh-Israel. La fe en la creación y en el señorío de Yahveh sobre todo lo real (“el cielo y la tierra”) es consecuencia de la fe en la acción salvadora de Yahveh en la historia del pueblo, especialmente en su origen. Por ello, se aplican las nociones de acción salvadora “real” y de “alianza” a la relación Yahveh-Universo: - así como Dios, de diversos grupos nómades ha formado un pueblo y lo ha liberado de la esclavitud, ha sacado del “caos” acuático un mundo; - así como ha formado una Alianza en Israel, se relaciona mediante la “Palabra” con el mundo; - así como Yahveh se ha mostrado como “Señor” de la historia; también es “Señor” del universo: no se identifica con tal o cual elemento del mundo, sino que todo el universo está “ante sus ojos”. De ahí que la creación sea, para los autores bíblicos, el primer acto de la “historia de la salvación”. La originalidad del pensamiento bíblico está en que los temas “cosmogónicos” 11 y los de la “historia de la salvación” aparecen tan íntimamente relacionados que existe una cierta “intercambiabilidad” de las expresiones que se usan para hablar de un tema u otro (al modo de Is. 51,9-10). El dominio de Yahveh sobre el cosmos incluirá, sobre todo, dos cosas: - Que el orden del universo no es el fruto de una “naturaleza” intrínseca estable gracias a leyes “físicas”; sino que el efecto de una imposición “señorial” de Yahveh y, por tanto, la estabilidad de su orden es más o menos precaria y sujeta a eventuales rebeliones. Lo que se presenta como la mayor manifestación del poder creador de Yahveh es su dominio victorioso sobre las aguas, convirtiéndolas de elemento hostil en elemento útil y benéfico 12. - Que Yahveh interviene, por lo tanto, en el mundo mediante sus “juicios”, a través de los cuales hace sentir su reinado. Son considerados como tales procesos y fenómenos 11 12 Los relativos al surgimiento y funcionamiento del cosmos. Sals. 24,2; 29, 3-10; 33,6-7; 46,5; 65,8-14; 68,10; 74,12-15; 77,17-20; 89,10; 93,1-4; 95,5; 104,6-18.25-26. 9 que nosotros consideramos “naturales”, especialmente los extraordinarios: tormentas, terremotos, sequías 13. Como se ve, la “salvación” se puede ver echada a perder tanto por las derrotas del pueblo, por el reinado de la opresión e injusticia, por la muerte, como también por los trastornos de la naturaleza (terremotos, sequías, inundaciones, etc.). Todo esto, en efecto, constituye un aflorar del caos. Por eso se relaciona en muchos textos bíblicos la derrota del caos “histórico” (enemigos, opresiones, etc.) con la derrota del caos “cósmico” 14. ¿Qué rol juega el rey de Israel en todo lo que hemos visto? Es evidente que el rey davídico lleva sobre sí mucho de los rasgos que vimos en la mentalidad mítica: es sacerdote, hijo de Yahveh y consorte de su trono, mediador de la fertilidad y fecundidad, y fuente de bendición y de vida para el pueblo. Sin embargo, el reconocimiento en el rey israelita de estos rasgos no debe llevar a desconocer la modalidad propia que reviste en Israel la figura del rey “sagrado”: - Ante todo, la “filiación divina” que se le atribuye significa taxativamente, entre otras cosas, según los textos, que Dios lo castigará como un padre castiga a un hijo (2 Sam 7,14; Sal 89,27-34), lo que nos aleja sideralmente de cualquier forma de divinización. - En el Medio Oriente el rey tiene su lugar en el ordenamiento primitivo, de orden mítico; en cambio, eso no sucede en Israel. Originalmente el rey no ocupa ningún lugar en los hechos que dan lugar a Israel como pueblo; por el contrario, se lo experimenta como algo ajeno a esos hechos, como algo que puede corromper la fe israelita. La función del rey pasa a ser la “justicia”, esto es, la de velar por el cumplimiento de la Alianza con el fin de asegurar la prosperidad prometida por ella. 13 Son actuaciones de Yahveh o del caos que se rebela contra Él? Los israelitas no percibían esta contradicción ya que, como hombres de la antiguedad, estaban acostumbrados a que su divinidad fuera fuente tanto del bien como del mal (el dios “fascinante” y “terrible” del que hablan los estudiones de las religiones primitivas). 14 Por ej.: Sal 74 (especialmente v.14). 10 1.1.1.3. El relato Sacerdotal: Gn 1,1 - 2,4a 1.1.1.3.1. Introducción a Gn 1 - 3 Normalmente se considera a Gn 1 - 3 como lo más característico de la Biblia. Nada hay más alejado de la realidad que esta idea. Los once primeros capítulos del Gn son textos muy especiales. Este carácter se podrá de manifiesto con los elementos que damos a continuación. Conviene tener presente lo dicho más arriba. La reflexión sobre la creación aparece en la Biblia tardíamente. Aparece primero la fe en la liberación de Egipto y la Alianza, y después la meditación sobre la creación; y esta última es como una "proyección hacia los orígenes" de la experiencia del éxodo, la Alianza y el don de la tierra prometida. Conviene también tener presente que este texto y el siguiente (Gn 2 - 3) constituyen una reflexión sobre los orígenes. No hay una especie de revelación especial en visiones de cómo Dios creó el mundo y el hombre. Los autores nos presentan una respuesta reflexiva a las preguntas más acuciantes de su época: ¿cuál es el origen de la vida, del trabajo y del matrimonio? ¿Por qué en medio de una creción buena existe el mal?, etc. Dicha reflexión utiliza el lenguaje del "mito". Por él entendemos un relato que nos presenta los orígenes de las grandes realidades de nuestro mundo en un tiempo primordial (esto es, anterior o más alla del tiempo histórico) y de modo tal que lo narrado constituye un modelo que responde a las grandes interrogantes de la época en que se creó el mito. Conviene distinguir entre el mito como género literario y como cosmovisión religiosa. En estos textos está lo primero, pero no lo segundo. Como se ha visto, Israel concibe sus orígenes como pueblo no en realidades míticas sino históricas: la elección divina, el éxodo, la travesía por el desierto, la Alianza del Sinaí, el don de la tierra. Y, lo que es más importante, sitúa la plenitud en el futuro y no en un retorno al pasado (recordar la historia de Abraham). El no distinguir estos dos aspectos (género literario y cosmovisión) ha provocado a menudo confusión y rechazo a la idea de que Gn 1 - 3 sean mito. Del carácter mítico de estos relatos se extrae la conclusión de que no son relatos históricos, como tantas veces han sido presentados en la historia de la Iglesia. Gn 1 al 3 forma parte de una unidad mayor, que son los caps. 1 al 11 del libro. Ellos forman una especie de "prehistoria de Israel" en la que las grandes realidades actuales aparecieron en plenitud, pero se "torcieron" hasta llegar a ser como son ahora. Los grandes autores de estos caps. son el "yahvista" y el "sacerdotal", que han compuesto un relato continuo con materiales muy diversos que originalmente eran independientes (genealogías, leyendas, mitos). Conviene ahora reconstruir en grandes líneas la obra de cada uno de estos autores. El sacerdotal lo polariza todo en un relato de creación (Gn 1,1 - 2,4a) y otro de destrucción (el diluvio: 6,9ss; entrelazado con el relato yahvista), unidos entre sí por genealogías (5 y 11,10-26). La última genealogía conecta con el relato de Abraham y así crea una esperanza de salvación para la humanidad. 11 Las genealogías tienen dos caras: - Demuestran la eficacia de la bendición original (1,28) y aseguran la pervivencia de la humanidad en el tiempo de Adán a Abraham (5; 11,10-26) y en el espacio (10). - Avisan del peligro que conlleva un progreso a espaldas de Dios: el uso de los metales acaba en el asesinato (4,22-24), el vino en la embriaguez y maldición (9,20-27), y la construcción lleva al enfrentamiento con Dios (11,1-9). El autor yahvista nos presenta el "estado prehistórico" en base a contrastes o enfrentamientos con Dios a los que siguen unas desgracias, que justifican las situaciones reales del mundo en que vive el autor, apelando a un estado que se perdió justamente. El denominador común es la "hybris", el ansia insaciable del hombre por conseguir una independencia absoluta. Una y otra vez el hombre "rompe los límites" y acaba atrayendo sobre sí la calamidad. Dios lo hace volver a su espacio, pero ya se ha instaurado un nuevo desorden. Hay una alternancia entre gracia, desgracia y misericordia divina. Finalmente, Gn 1 a. 3 nos presenta una "cosmología" (concepción de cómo es el mundo físicamente) que no es propia (es de todo el Oriente Medio) y que no la propone como objeto de fe: la tierra es plana, sobre ella Dios coloca el firmamento (una semi-esfera transparente); sobre la tierra y el firmamento hay agua y bajo la superficie terrestre también (las aguas inferiores y superiores), etc. Desde luego, los autores tienen una visión "fixista" del mundo (Dios hizo todo tal como existe hoy). No hay ni un asomo en ellos de la idea de "evolución" (del cosmos y de las especies vivas), la que sólo se descubre en la segunda mitad del siglo XIX. Por ello, no debe pretenderse hacer coincidir el texto bíblico con la actual cosmovisión científica. (afirmando, por ejemplo, que cada día de la creación corresponde una era geológica, etc.). Tampoco es necesario, ya que la cosmología no pertenece a la revelación divina o a la "verdad para nuestra salvación" que proclamaba el Concilio, sino que sólo la acompaña, haciéndola más accesible para el hombre de esa época 15. Lo dicho debe bastar para no oponer creación y evolución. Se trata de dos realidades que están en planos distintos: el de la observación y descripción científica (en el caso de la evolución), y el de la "lectura creyente" de la realidad, que presupone la fe. Pero, incluso en lo que consideramos "verdad para nuestra salvación" existe una revelación progresiva y una pedagogía divina. La revelación se corrige a los largo del AT y del Nuevo. Por ejemplo, los textos que veremos en las próximas páginas, afirman categóricamente que el hombre es un ser mortal y en ellos no hay el menor asomo de una fe en la vida eterna. No sucede lo mismo en el libro de la Sabid (siglo II a.C.) o el NT. 15 Todo lo que aparece en la Biblia es "inspirado", es decir, tiene a Dios como autor, pero no todo es revelación (de Dios, de su voluntad para nosotros). La revelación corresponde a lo que el Concilio llamaba la "verdad para nuestra salvación" (Constitución sobre la divina revelación, Dei Verbum, n° 11,b). Muchos textos bíblicos reflejan simplemente la cultura de la época (por ejemplo, la "mujer ideal" de Prov 31,10-29). Sólo debemos adhesión de fe a lo que es divinamente revelado. La cosmología biblica no es normativa para nosotros; si alguien sostiene lo contrario, tendría que admitir que la tierra es plana. Los grupos fundamentalistas que adhieren al fixismo nunca llegan a este punto, pero debieran hacerlo. 12 1.1.1.3.2. Introducción al relato P La Biblia comienza con el relato de la creación “sacerdotal” (P). Es bastante tardío: los estudiosos lo sitúan en el exilio de Babilonia. La confrontación directa con las mitologías cosmogónicas sintetizadas más arriba, ponía en peligro la fe de Israel. Para inculcar la concepción hebrea sobre los orígenes el mejor procedimiento era utilizar el mismo género literario. Hemos visto que Gn 1 (y el relato siguiente) es un texto mítico en su género literario, pero no en su cosmovisión religiosa. Por lo mismo, se hace necesario distinguir cuidadosamente, entonces, entre la visión histórico-salvífica que P nos quiere transmitir de los “materiales míticos” 16 que usó como medios para ello. La Biblia no pretende ofrecer una explicación de “cómo” tuvo origen el mundo y el hombre (en ese punto simplemente asume las explicaciones “científicas” de la época), sino del sentido que éste tiene debido a la acción creadora y salvadora de Dios. Una vez hecha esta distinción, conviene recoger la postura del exégeta alemán Schmidt, quien afirma que los materiales míticos de los que hemos hablado, P los encontró ya unificados en un relato popular hebreo (que él llama “relato mítico”). A favor de esta hipótesis está el hecho de que Gn 1 superpone una creación por la palabra y una por la acción, sin lograr armonizarlas totalmente. El relato popular hebreo previo tendría los siguientes elementos: - Lo que había antes del mundo era el caos acuático y tenebroso. Elohím, Dios de Israel, lucha contra ese caos, encarnado en una entidad mítica que se designa con diversos nombres (Tiamat, Leviatán, Tehom, Rajab) y lo vence, quedando así listo para comenzar a “hacer” 17. - Y Elohim separó la luz de las tinieblas. - Y Elohim hizo el firmamento, separando las aguas inferiores de las superiores. - Las aguas inferiores se congregaron en un lugar y apareció la tierra. - Y la tierra germinó hierba y árboles. - Y Elohim hizo las dos grandes lumbreras para que reinen, una sobre el día y otra sobre la noche. - Y Elohim hizo los peces del mar y los pájaros del cielo. - Y Elohim hizo los animales y los ganados y todo lo que se mueve sobre el suelo. - Y Elohim descansó de todo cuanto había hecho. Se trata de una creación por la acción: del caos preexistente van surgiendo, por sucesivas divisiones o separaciones el día y la noche (el tiempo), el cielo y la tierra, y los 16 Muy cercano al poema babilónico “Enuma Elish”. Ver GRELOT,P. “Hombre, quién eres? Los once primeros capítulos del Génesis”, Verbo Divino, Estella, 1993, pp. 21-22. Algunos de los textos se pueden leer en SEUX-BRIEND-GITTON-CUNCHILLOS, “La creación del mundo y del hombre en los textos del Próximo Oriente Antiguo”. Verbo Divino, Estella, 1982. 17 “Asah” es un verbo que se refiere a una manufactura artesanal, a un confeccionar con las manos. Una huella de este combate mítico se ve todavía en lugares como Sal 74,12-15; 89,10-11; 104,5-9; Is 27,1; 51,910; Job 25,10-13; 38,8-9, etc. 13 mares y continentes. Ellos serán rellenados con sus respectivos habitantes. Las modificaciones que hace P a este relato son profundamente significativas, como veremos en el comentario que haremos a continuación. 1.1.1.3.3. Comentario a) El primer día (1,1-5): creación de la luz “1: En el principio creó Elohím los cielos y la tierra. 2: La tierra era caos y confusión y oscuridad por encima del abismo, y un viento de Elohím aleteaba por encima de las aguas. 3: Dijo Elohím: ‘Haya luz’, y hubo luz. 4: Vio Elohím que la luz estaba bien, y apartó Elohím la luz de la oscuridad; 5: y llamó Elohím a la luz ‘día’, y a la oscuridad la llamó ‘noche’. Y atardeció y amaneció: día primero”. En el v.1 tenemos el verbo “bará” (crear) que en la Biblia indica una acción que sólo tiene como sujeto a Dios, que no se ejerce sobre una materia pre-existente y que da como resultado un efecto absolutamente inédito. Es un concepto muy cercano al de “creación de la nada”. “Cielo y tierra”, es decir, todo. Es un modo de designar la totalidad por sus extremos 18. Dios crea “en el principio”. Se trata de una categoría de tiempo, coherente con su conexión con la historia de la salvación, que comenzará con Abraham. Podría objetarse que este v. presupone que antes de la creación existía ya el tiempo. Es una objeción valida, pero debe tenerse en cuenta que en la Biblia no tenemos aún un pensamiento filosófico abstracto, como el que se adquirirá posteriormente con el contacto con la cultura griega. Después de la afirmación del v.1, llama la atención el carácter “mítico” del v.2. “caos y confusión y oscuridad por encima del abismo”, recuerdan a la divinidad mítica que encarnaba el caos, Tiamat 19, a la que Marduk vencía, descuartizaba y con sus partes construía el universo 20. Sin embargo, en este texto el caos primordial es algo inerme, estático, sin vida. Quedan suprimidas las descripciones del combate entre él y el dios demiurgo ¿Por qué ha mantenido P esta figura mitológica? Para una mentalidad semítica que funciona por imágenes y no por conceptos abstractos, resultaría irrepresentable un comienzo absoluto o el concepto de “nada”. 18 19 20 No existe en hebreo una palabra que equivalga al “cosmos” griego. La palabra hebrea “Tehom” es filológicamente idéntica a la palabra babilónica Tiamat. La victoria creadora y ordenadora de Yahveh aparece en otros textos bíblicos como victoria sobre monstruos primordiales, que son personificaciones del caos: Rahab, Leviatán, etc.: Sal 74,13-14; 89,11; Is 51,9; Job 7,12. 14 "Un viento de Elohím aleteaba por encima de las aguas". El autor se refiere aquí probablemente al aliento de Dios acumulado en su garganta antes de crear el mundo por su palabra (ver versículo 3) 21. "Dijo Elohím"(v.3): Dios crea por la Palabra. Se quiere decir que Dios crea sin lucha, sin esfuerzo, con absoluta libertad e independencia de cualquier condicionamiento. Pero, sobre todo, se quiere comunicar que Dios busca e inicia un diálogo con la creatura, que se concretará con la creación del hombre, su imagen. Yahvéh es "un ser personal que se dirige a sujetos"; no es una causa o fuerza impersonal. La idea de “creación por la palabra” parece que P la toma de la experiencia de la palabra profética, tan importante en Israel. "Elohím crea la luz": la mentalidad hebrea ve la luz como algo independiente del sol y las estrellas, y esto porque en el amanecer la luz parece salir antes que el sol. Con ella, Yahveh crea el tiempo. “Vio Elohím que la luz estaba bien”. Lo que Dios dice, se hace. El autor sabe que existe el mal, pero Dios es inocente; nada sale defectuoso de las manos divinas. Sin embargo, el mundo necesita se llevado a plenitud, y esa será una tarea que Dios pondrá en manos del hombre. “Y apartó Elohím la luz de la oscuridad”. La acción creadora de Dios aparece aquí como una ordenación del caos. Hay una tensión entre el texto “mítico” previo, que hablaba de una creación por la acción y separación, y la redacción P en que la creación es por la Palabra. “Y llamó Elohím a la luz ‘día’, y a la oscuridad la llamó ‘noche’”. En las culturas semíticas el acto de nombrar lleva consigo un ejercicio de dominio sobre lo nombrado. Lo que no tiene nombre no existe. Nombrar algo otorga una identidad, una capacidad funcional, el ser mismo de la cosa. “Y atardeció y amaneció: día primero”. Los días se cuentan en Israel de tarde en tarde. Los días se numeran en el texto en vistas al “sábado”, día de descanso. No hay la menor preocupación “científica”. Así se explica que puedan sucederse las tardes y las mañanas antes de que haya sol y luna. Se malentiende al autor cuando se intenta hacer concordar los días con eras geológicas, milenios, etc. En estos versículos ya ha aparecido lo que será la secuencia de los que siguen: - creación por la palabra (“dijo Dios”), - fórmula de constatación (“así fue”), - creación por la acción (“hizo Dios”), - imposición de nombres (los 3 primeros días), - fórmula de aprobación (“vio Dios que estaba bien”), - numeración del día. 21 La palabra hebrea "rúaj" se puede traducir tanto como "viento" o "aliento", como por "espíritu". 15 b) El segundo día (1,6-8): creación del “firmamento” 6: “Dijo Elohím: ‘Haya un firmamento por en medio de las aguas, que las aparte unas de otras.’ 7: E hizo Elohím el firmamento; y apartó las aguas de por debajo del firmamento, de las aguas de por encima del firmamento. Y así fue. 8: Y llamó Elohím al firmamento ‘cielos’. Y atardeció y amaneció: día segundo. La cosmología o "visión del mundo" de la época era muy diferente a la nuestra. El cielo era como una clarabolla (o semi-esfera) de cristal que se apoyaba en la tierra. Esta última era un disco plano que flotaba en el mar. Tanto arriba del cielo como abajo de la tierra había agua (las aguas superiores e inferiores). Del firmamento (o "cielo") colgaban el sol y las estrellas como lámparas. Vemos aquí que Dios "separa" las aguas superiores e inferiores mediante la creación del firmamento (y de la tierra). Se está diciendo plásticamente que Dios crea el espacio (el "arriba y abajo") c) El tercer día (1,9-13): creación de los continentes y océanos, y de los vegetales 9: “Dijo Elohím: ‘Acumúlense las aguas de por debajo del firmamento en un solo conjunto, y déjese ver lo seco’; y así fue. 10: Y llamó Elohím a lo seco ‘tierra’, y al conjunto de las aguas lo llamó ‘mares’; y vio Elohím que estaba bien. 11: Dijo Elohím: ‘Produzca la tierra vegetación: hierbas que den semillas y árboles frutales que den fruto, de su especie, con su semilla dentro, sobre la tierra.’ Y así fue. 12: La tierra produjo vegetación: hierbas que dan semilla, por sus especies, y árboles que dan fruto con la semilla dentro, por sus especies; y vio Elohím que estaban bien. 13: Y atardeció y amaneció: día tercero.” Dos obras realiza Yahveh este día: la separación entre tierra y mar al interior del mundo, y la creación de las plantas. La tierra produce vegetación. En la época se creía que la acción de la tierra era la decisiva en la formación y crecimiento de las plantas. La semilla jugaba un papel muy secundario. d) El cuarto día (1,14-19): creación de los astros 14 Dijo Elohím: ‘Haya luceros en el firmamento celeste, para apartar el día de la noche, y valgan de señales para solemnidades, días y años; 15: y valgan de luceros en el firmamento celeste para alumbrar sobre la tierra.’ Y así fue. 16: Hizo Elohím los dos luceros mayores; el lucero grande para el dominio del día, y el lucero pequeño para el dominio de la noche, y las estrellas; 17: y los puso Elohím en el firmamento celeste para alumbrar sobre la tierra, 18: y para dominar en el día y en la noche, y para apartar la luz de la oscuridad; y vio Elohím que estaba bien. 19: Y atardeció y amaneció: día cuarto.” 16 Dios crea el sol, la luna y las estrellas. Su función es medir el tiempo. En el Oriente Medio eran divinidades que controlaban el tiempo, ahora sólo lo miden, y sirven de señales para el calendario litúrgico (“solemnidades, días y años”). Es significativo que P haya suprimido sus nombres propios y los trate de “lámpara mayor” y “lámpara menor”. e) El quinto día (1,20-23): creación de los monstruos marinos, peces y aves. 20: Dijo Elohím: ‘Llénense las aguas de seres vivos, y que las aves vuelen sobre la tierra a lo ancho del firmamento.’ 21: Y creó Elohím por especies los grandes monstruos marinos y todo animal viviente, los que se deslizan y llenan las aguas; y creó también las aves por especies; y vio Elohím que estaba bien; 22: y los bendijo Elohím diciendo: ‘crezcan y multiplíquense, y llenen las aguas del mar, y también las aves se multipliquen en la tierra.’ 23: Y atardeció y amaneció: día quinto.” Como hemos visto, en los mitos del Oriente Medio los monstruos marinos son divinidades que encarnan el caos primordial y son contrincantes del dios demiurgo. En el texto, en cambio están como simples creaturas de Dios. Aparece la bendición de Dios: "crezcan y multiplíquense". La fecundidad como facultad de transmitir y multiplicar la vida, se obtiene sólo de la voluntad de Dios. Está presente aquí la descalificación de los dioses cananeos de la fertilidad (como, por ejemplo, Baal). f) El sexto día (1,24-31): creación de los animales terrestres y del hombre 24: “Dijo Elohím: ‘Produzca la tierra animales vivientes de cada especie: ganados, reptiles y bestias salvajes de cada especie.’ Y así fue. 25: Hizo Elohím las bestias salvajes, los ganados y los reptiles del campo de cada especie. Y vio Elohím que estaba bien. 26: Y dijo Elohím: ‘Hagamos al ser humano a nuestra imagen, como semejanza nuestra, y manden en los peces del mar y en las aves de los cielos, y en los ganados y bestias salvajes, y en todos los reptiles de la tierra.’ 27: Creó, pues, Elohím al ser humano a imagen suya, a imagen de Elohím le creó, varón y mujer los creó. 28: Y los bendijo Elohím, y les dijo: ‘Crezcan y multiplíquense; llenen la tierra y sométanla; dominen sobre los peces del mar y las aves de los cielos y todos los animales que se mueven por la tierra.’ 29: Dijo Elohím: ‘Les entrego todas las plantas que existen sobre la tierra y tienen semilla para ser sembradas; y todos los árboles que producen frutos con su semilla les servirán de alimento; (30) y a todos los animales del campo, a las aves del cielo y a todos los seres vivos que se mueven por la tierra les doy como alimento toda clase de hierba verde.’ Y así fue. 31: Vio Elohím cuanto había hecho, y todo era muy bueno. Y atardeció y amaneció: día sexto.” 17 Ganados (animales domésticos), reptiles y animales salvajes 22, corresponden a la forma en como se clasificaba a los animales en la época. Se quiere decir que Dios creó a "todos" los animales. La creación del hombre la realiza Dios en tres pasos: deliberación, ejecución y contemplación de su obra. El plural "hagamos" indica una deliberación de Dios con su corte celestial; indica la importancia de lo que ahora va a ocurrir. Aquí el sustantivo “Adam” significa “el ser humano”, la humanidad en general, y no un personaje singular llamado Adán. Ello explica el plural de “dominen” que viene más abajo. "Imagen y semejanza". El significado de estos términos ha sido objeto de discusión a lo largo de la historia. Hay que descartar las posturas que apuntan a características sólo espirituales 23 o corporales 24, ya que en la Biblia estas dimensiones van siempre unidas. Más iluminadora es la consideración de que en Egipto, el faraón es considerado como el retrato viviente de Dios en la tierra, como su representante. Este sería el caso: como representante de Dios le compete al hombre “dominar” (veremos en qué sentido) la tierra. El sinónimo “semejanza” pretende atenuar el primer término, ello debido a que en el mundo semita existe la tendencia a identificar la representación con lo representado 25. Hay que notar aquí que tanto el varón como la mujer son considerados imagen de Dios . Está presente aquí el carácter social del ser humano, vivido en el matrimonio, aunque no exclusivamente. Antes veíamos que Adán significaba “ser humano”, o sea, un ser colectivo. 26 Si todo ser humano es imagen de Dios, entonces, todos tienen esa dignidad: esclavos y libres, varones y mujeres, reyes y súbditos. El mandato de “dominar”, que explicaremos más adelante, se refiere a los animales y a la tierra, nunca a otros seres humanos. Imagen de Dios significa también capacidad de dialogar con Dios, de hacer Alianza con Él. En el mandato de gobernar el mundo se pone de manifiesto la responsabilidad confiada al hombre. El mandato de dominar la tierra se refiere al encargo de gobernarla en nombre de Dios, y por lo tanto, con sus criterios. El dueño del mundo sigue siendo Dios, el hombre debe perfeccionar el mundo y responder ante el Creador por esta misión. Por eso, la critica 22 En la "Biblia de Jerusalén": bestias (=animales domésticos), sierpes (=reptiles) y alimañas (=animales salvajes) 23 Por ejemplo, que el hombre es imagen de Dios porque es un ser racional 24 Por ejemplo, que el hombre es imagen de Dios por su postura erguida. 25 Por eso la prohibición de hacer imágenes de Dios. 26 Cosa notable en una cultura tan machista como la hebrea 18 post-moderna a la Biblia que pone como causas de la opresión y desastre ecológico a este mandato bíblico y a la desacralización que conlleva, es injusta 27 En la categoría “imagen de Dios” está implícita la concepción del hombre como ser de relaciones. En concreto, éstas son 3: - de subordinación a Dios, ya que debe responder ante el que le otorgó la misión 28, - de igualdad entre los seres humanos: todos son imagen, y lo son colaborando entre sí, - de supremacía sobre todo lo creado, que el hombre debe gobernar por encargo divino. “Les entrego todas las plantas...”. La cultura bíblica no consideraba a las plantas como seres vivos. El texto tiene un significado simbólico: la voluntad original de Dios es que el hombre no tenga que luchar y matar para sobrevivir. "Todo estaba muy bien". "Bien" aquí significa terminado y perfecto. Sin embargo, la historia humana apenas se inicia. Es misión del hombre gobernar la naturaleza y servirse de ella para orientarse a la plenitud que Dios le ofrece. g) El séptimo día (2,1-3): el descanso de Dios 1: “Así quedaron concluidos los cielos y la tierra con todo lo que contienen. 2: Y dio por concluida Elohím en el séptimo día la labor que había hecho, y cesó en el día séptimo de toda la labor realizada. 3: Y bendijo Elohím el día séptimo y lo santificó; porque en él descansó de toda la obra creadora que había hecho. 4ª: Esos fueron los orígenes de los cielos y la tierra, cuando fueron creados.” Toda la presentación de los días de la semana desemboca en este día. Tanto es así que el autor ha debido romper el esquema de una obra por día y colocar en el 3° y el 6° dos obras. Este texto pretende justificar la institución del sábado como día de descanso, de fiesta y de reconocimiento del don creador de Dios en Israel. 1.1.1.3.4. Conclusión. ¿Cuáles son las ideas centrales de este texto? Me parece que cuatro: - Toda la realidad escreada por Dios. Dios crea a la totalidad de lo real. P expresa esto enumerando las distintas creaturas del mundo: es su modo de hablar de la totalidad. Lo presenta al modo de una gran “procesión” litúrgica de todos los seres, al final de los cuales está el hombre. Como se verá más adelante, la creación no se puede reducir sólo al momento del origen sino que es una relación que se mantiene: relación de dependencia, pero de una dependencia que da el ser, que libera. 27 ¿No será el olvido de Dios y el afán de lucro el problema? Dependencia y subordinación que liberan, ya que “responder ante Dios”, significa no responder ante nadie ni nada más. “Para la libertad nos ha liberado Dios”, dice San Pablo 28 19 - Dios crea para entablar un diálogo. Israel ha proyectado a los orígenes su experiencia de liberación y de Alianza. Esto quiere decir que hay una especie de “Alianza” de Dios con todas las creaturas, particularmente con todos los seres humanos, incluso con los que no pertenecen al pueblo elegido. Esto se quiere dar a entender con la "creación por la palabra". Creación por la Palabra significa también una actuación que no está limitada por nada: ni instrumentos, ni una materia previa. - Dios crea al hombre a imagen y semejanza. Hemos visto que ello significa que el hombre es el gran representante de Dios en el mundo. Este concepto, como también vimos, comporta 3 relaciones: a) de subordinación a Dios, b) de igualdad entre los seres humanos, y c) de supremasía sobre todo lo creado. - El hombre está llamado colaborar con la creación de Dios humanizando la tierra, haciendo de ella una morada para todos. Hemos visto que P aplica una implacable desdivinización de todas las creaturas (¡ninguna es divina!), lo que hace posible el dominio técnico sobre ellas. Sin embargo, el gobierno del hombre tiene un punto de referencia: debe dar cuenta al Creador por su gobierno, ya que lo que está administrando no es propio, es de Dios. 1.1.1.4. El relato Yahvista: Gn 2,4b – 3,24 29 1.1.1.4.1. Introducción El texto que comienza en 2,4b es claramente un nuevo comienzo. Gn 2 - 3 son atribuidos al "yahvista" y suele datarse en el reinado de Salomón o un poco más tarde. No está demás recordar que, literariamente, estamos ante un mito, dada la lectura histórico-literal que se ha hecho de él durante casi toda la historia de la Iglesia. Se ha considerado al mito un lenguaje primitivo o infantil, por asimilarlo a la fábula. Se creyó que era un lenguaje indigno de Dios y por eso la lectura literalista ha primado durante tanto tiempo 30. La pregunta que guía la reflexión del autor es: ¿Por qué existe el mal si Dios creó un mundo bueno? Finalmente, es necesario abordar el tema de la estructura y división del texto. Los motivos de este trozo están profundamente enlazados unos con otros, como se verá en el comentario. Puede dividirse el texto en las siguientes partes: - Creación del hombre destinado a trabajar la tierra: 2,4-7. 29 La introducción y comentario de Gn 2 – 3 está basada en CROATTO,J.S. “Crear y amar en libertad. Estudio de Gn 2:4 – 3:24”, La Aurora, Buenos Aires. Valga como un modesto homenaje a esta gran biblista argentino recientemente fallecido. 30 No sólo en el protestantismo fundamentalista sino también en la Iglesia Católica, hasta el Concilio Vaticano II (1962-1965). 20 - Instalación del hombre en un jardín (o huerto): 2,8-17. Creación de la mujer: 2,18-25. La transgresión del mandamiento divino: 3,1-7. El juicio o investigación sobre lo sucedido: 3,8-13. La sentencia divina sobre los culpables: 3,14-21. La expulsión del jardín; el hombre destinado a trabajar la tierra: 3,22-24. 1.1.1.4.2. Comentario a) Creación del hombre: 2,4-7 (5) No había aún en la tierra arbusto alguno del campo, y ninguna hierba del campo había germinado todavía, pues Yahveh Elohím no había hecho llover sobre la tierra, ni había hombre que labrara el suelo.(6) Pero un manantial brotaba de la tierra, y regaba toda la superficie del suelo. (7) Entonces formó Yahveh Elohím al hombre de polvo (tomado) del suelo, y sopló en su nariz un aliento de vida. Y el hombre se convirtió en un ser viviente”. El v.5 describe la situación de la tierra antes del hombre. Se trata de un caos terrestre (a diferencia del caos acuático de Gn 1,1) expresado mediante negaciones y que clama por la presencia de un hombre agricultor que labre el suelo. El manantial del v.6 es el paso previo para que exista la vegetación. En el v.7 se nos narra la creación del hombre. Llama la atención la expresión "ha Adam" que no es un nombre propio y que se refiere al ser humano en general, varón y mujer. Lo que se va a narrar afecta al hombre en general, como "modelo" para las generaciones futuras. El ser humano es formado (de modo artesanal) del polvo del suelo. ¿Qué significa esto? En primer lugar, su vinculación a la tierra como hombre agricultor 31; y en segundo lugar, su carácter mortal, ya que el cuerpo humano una vez descompuesto se transforma en polvo. El hombre creado no es inmortal, como tantas veces se ha afirmado 32. Pero el polvo del suelo y lo que se plasma a partir de él, no tiene vida. Por eso Yahveh le sopla su aliento de vida. Para el hombre antiguo el principal signo de vida es la respiración. Ella es común a todos los seres vivos (Sal 104,29-30); sin embargo, sólo el hombre tiene una respiración puesta por Dios mismo, lo que indica una especial relación con él. 31 La tierra cultivable se llama en hebreo "adamah", muy similar a Adam. La imagen es un anticipo de 3,19: 32 “(...) hasta que vuelvas al suelo, pues de él fuiste tomado. Porque eres polvo y al polvo tornarás.” 21 Excursus: tres conceptos centrales de la antropología hebrea Antes de continuar con el análisis del relato yahvista, conviene detenerse en 3 conceptos que son centrales en la antropología hebrea: a) Basar (“carne”, en español; “sarks”, en griego) Basar tiene en el AT dos sentidos: - es todo el hombre en cuanto visible, ubicado en un lugar concreto, y en relación con los demás 33 y el mundo; - también es el hombre completo en cuanto débil, no sólo fisicamente (limitado, mortal) sino moralmente (pecador, tendiente al egoísmo). En algunos autores del NT, como Pablo, el primer sentido será designado con la palabra “cuerpo” 34 (inexistente en hebreo), y el segundo con la palabra “carne”. b) Nefesh (“alma”, en español; “psyjé”, en griego) Nefesh designa a toda la persona en cuanto animada vitalmente y en sus rasgos distintivos (lo que llamamos actualmente “personalidad”). Originalmente designa la respiración (ya que, como se ha dicho, en la antiguedad el gran signo de que un ser estaba vivo era que respiraba). El caracter totalizante de los conceptos de basar y nefesh se pone de manifiesto en que a menudo el “alma” 35 realiza funciones corporales y la “carne” funciones espirituales 36 . c) Rúaj (“espíritu”, en español; “pnéuma”, en griego) Originalmente tiene el sentido de “brisa” o “viento”. En el AT tiene dos sentidos: - es el “espíritu” de Yahveh, o - la comunicación de ese “espíritu” al hombre. 33 Por ejemplo, entre parientes se dice que son de “una sola carne” (Lev 18,6) “Soma”, en griego. 35 Por ejemplo, cuando se tiene hambre, se está “con la nefesh vacía” (Is 29,8). En el NT el alma “come y bebe”: Lc 12,19 36 Por ejemplo: las entrañas se conmueven (Gn 43,30), se conmueven con el amado (Cant 5,4), los riñones gritan de gozo (Prov 23,16) o esperan el don divino (Sal 145,15). El verbo que designa el acto sexual es “conocer” (Gn 4,1.17; 1 Re 1,4; etc.) 34 22 Se expresa aquí la relación del hombre con Dios, la apertura a Él. En el NT, su equivalente griego “pnéuma” se usa para designar al Espíritu Santo, o (con minúscula) al ser humano en cuanto relacionado con Dios 37 o habitado por Él 38. b) El hombre en el Jardín: 2,8-17 “(8) Plantó Yahveh Elohím un jardín (gan) en Edén, hacia oriente; y puso allí al hombre que había modelado. (9)E hizo brotar Yahveh Elohím del suelo toda clase de árboles hermosos de ver y buenos para comer; y el árbol de la vida en la mitad del jardín, y el árbol del conocimiento de lo bueno y lo malo.” Después del relato anterior uno esperaría que el hombre cultivara el suelo, y sin embargo Yahveh lo hace todo: planta el jardín y coloca al hombre en él. La palabra hebrea que habitualmente se traduce por “jardín” es “gan”. Se trata más bien de un huerto o quinta. Es importante no concebir el “gan” como un paraíso, error que nos viene de la traducción de los LXX, que traduce “gan” por “parádeisos.” El gan es un lugar de trabajo que el hombre debe cultivar y del que debe alimentarse, aunque las condiciones de vida y de trabajo sean bastante gratas. No se trata tampoco de una morada divina. La ubicación en Edén alude a la “media luna fértil” de Mesopotamia, que para el israelita común constituye un lugar lejano, inaccesible. Yahveh crea toda clase de árboles hermosos y con frutos buenos para comer. Aparecen los dos árboles cuyo fruto estará prohibido: el de la "vida" y el del "conocimiento de lo bueno y lo malo", que serán fundamentales para el relato y cuyo sentido se explicará más adelante. El gan requiere de agua, lo que ha llevado al autor a insertar el siguiente paréntesis geográfico: "10: De Edén sale un río que regaba el jardín, y desde allí se reparte en cuatro brazos. 11: El uno se llama Pisón: es el que rodea todo el país de Javilá, donde hay oro. 12: El oro de aquel país es fino. Allí se encuentra el bedelio y el ónice. 13: El segundo río se llama Guijón: es el que rodea el país de Kus. 14: El tercer río se llama Tigris: es el que corre al oriente de Asur. Y el cuarto río es el Eufrates." Este fragmento sapiencial geográfico, problablemente perteneció a alguna tradición científica de entonces y el yahvista lo insertó aquí sin mucha fortuna. No se trata de ríos míticos, ya que los dos últimos son reales, lo que hace muy probable que los primeros lo sean también aunque actualmente no conozcamos su ubicación. En la redacción final de este texto lo importante es que el río pasa por el jardín para regarlo. 37 Es el sentido de la siempre malinterpretada frase “bienaventurados los pobres de espíritu” de Mt 5,3. Se trataría aquí de una pobreza que se situaría en la relación con Dios; es decir, de aquellos que se comportan como pobres en su relación con Él. 38 Es el sentido usado por Pablo. 23 El v.15 repite lo dicho en 8b, cambiando el verbo: “Yahveh Elohím tomó al hombre y lo instaló en al jardín de Edén, para cultivarlo y guardarlo”. El v.15 nos dice cual es la misión del hombre: labrar y cuidar la tierra. Puede verse aquí que el trabajo no es un castigo para el hombre (como tantas veces se ha dicho), sino algo constitutivo suyo y fuente de realización personal. Son las condiciones concretas del trabajo las que cambiarán cuando ocurra la expulsión del jardín. Los vv.16 y 17 nos presentan la prohibición de comer del fruto del árbol del conocimiento de lo bueno y lo malo: “(16) Mandó Yahveh Elohím al hombre: ‘De todos los árboles del jardín podrás comer; (17) pero del árbol del conocimiento de lo bueno y lo malo, no comerás; ya que en el día en que comas de él, seguramente morirás”. Se trata de un mandato muy similar a los del Sinaí (verbo siwwá, formulación apodíctica negativa, y proposición condicional: Ex 20,3-17; 21,12.15-17), que establece una prohibición y la pena correspondiente si ella es transgredida. Es muy importante caer en la cuenta de que la pena de muerte que Elohím establece aqui nada tiene que ver con la muerte como fin normal de la existencia. La primera sólo puede ser ejecutada por Dios (el árbol del conocimiento no es un árbol venenoso), y de hecho, Él no la ejecuta; la segunda, es una simple consecuencia de ser de polvo (3,19). La confusión entre ambas ha llevado, en la tradición cristiana, a la creencia de que Adán y Eva fueron creados inmortales y que esa calidad la perdieron por el pecado original. Llama la atención la ausencia del “árbol de la vida”, que volverá a aparecer al final del cap. 3. c) Hombre y mujer: el encuentro humano en la pareja: 2,18-25 “(18) Dijo luego Yahveh Elohím: ‘No es bueno que el hombre esté solo. Le voy a hacer una ayuda que le corresponda.(19) Formó Yahveh Elohím del suelo todos los animales del campo y todas las aves del cielo y se los presentó al hombre para ver cómo los llamaría, y para que cada ser viviente tuviese el nombre que el hombre le diera.(20) Y el hombre puso nombre a todos los animales (domésticos), a las aves del cielo y a todos los animales del campo, mas para el hombre no encontró una ayuda que le correspondiera.” Gn 2,18-25 se abre con la siguiente frase programática: ‘No es bueno que el hombre esté solo.” No se trata de una valoración negativa de la creación del hombre sino una indicación de que el proceso de creación no ha terminado aún. En efecto, no es suficiente para el hombre ese hermoso hábitat vegetal en que fue instalado y necesita de una compañía a su mismo nivel. El hombre es creado como un ser social. Elohím "forma" (yasar) a los animales del polvo del suelo, pero no les infunde directamente la vida; de ese modo se marca una diferencia con el ser humano. El hombre 24 los nombra. Nombrar es una actividad importante: es distinguir las cosas, otorgarles una función, establecer un orden; en definitiva es un acto de gobierno. Sin embargo, no recibe de los animales una ayuda que le corresponda, que sea una auténtica complementación. “(21) Entonces Yahveh Elohím hizo caer un letargo sobre el hombre, que se durmió; tomó luego una de sus costillas, y cerró con carne en su lugar. (22)Y edificó Yahveh Elohím la costilla que había tomado del hombre como mujer. Y la presentó al hombre” El sueño profundo provocado en el hombre puede corresponder al hacer dormir al hombre en vistas a un acto de cirugía. Sigue la creación de la mujer en los vv.21-25. Aunque puede dar la impresión de lo contrario, el texto pretende subrayar la igualdad y complementariedad entre el hombre y la mujer ("¡Esta por fin es hueso de mis huesos y carne de mi carne!"). ¿Por qué una costilla? Muy probablemente, porque es un componente del cuerpo que no implica una deformación del hombre, ya que éste tiene muchas costillas. En el v. 23a tenemos un canto de júbilo: “(23) Y dijo el hombre: ‘Ésta por fin es hueso de mis huesos y carne de mi carne; a ésta se la llamará esposa (ishah), pues del esposo (ish) fue tomada’. (24) Por eso el esposo deja a su padre y a su madre y se adhiere a su esposa, para ser una sola carne. (25) Estaban desnudos los dos, el hombre y su esposa, pero no sentían vergüenza”. Este canto utiliza una conocida fórmula que indica parentesco 39 y, en el contexto de una unión de pareja, la unión en todos los campos, incluyendo el sexual 40. Se quiere indicar la identidad de naturaleza de la esposa respecto del esposo. El hombre reconoce en la mujer a un ser humano como él y a un complemento que abarca todas las dimensiones de la vida. El v.23 ya no es una exclamación jubilosa sino una reflexión sobre la relación de pareja, expresada en el título “esposa” (ishah) que recibe la mujer, por referencia al “esposo” (ish y no adam). No es sólo un juego de palabras sino también una definición. El matrimonio es una salida de la familia paterna para formar una propia (v.24) . Hay una relación de pertenencia exclusiva e intimidad. Lo más importante en esta frase es la fórmula “por eso” propia de las etiologías. Hay aquí un suceso paradigmático que da origen a una situación actual. 41 39 Por ejemplo: 2 Samuel 5,1: “Vinieron todas las tribus de Israel donde David a Hebrón y le dijeron: ‘Mira: hueso tuyo y carne tuya somos nosotros (...) 40 De ahí que sea falsa la opinión tan difundida de que el pecado de los primeros padres fue tener relaciones sexuales. Toda su corporalidad indica que están hechos para eso. 41 Aunque en Israel el nuevo matrimonio pasaba a vivir en la casa paterna del marido. 25 El hombre no está completo hasta que se une a la mujer para formar “una sola carne”. El hombre es polvo y arcilla, tiene el aliento divino, es un ser viviente, pero también es un ser social. Por ahora el texto no hablará de la sociedad en general (lo hará a partir del cap. 4 del Gn) sino de la conyugal, entendida a partir de la diferencia y a la vez identidad entre el hombre y la mujer. Nos queda por considerar el v. 25. El v. es una “bisagra” entre el cap. 2 y el 3. Se trata de una desnudez que contrasta con la de 3,10. Aquí simboliza la relación limpia entre el esposo y la esposa. Su intimidad es completa: hombre y mujer están expuestos el uno al otro sin ansiedad ni máscaras ni defensas. d) La transgresión del mandamiento divino: 3,1-7 “(1) La serpiente era más astuta que todos los animales del campo que Yahveh Elohím había hecho. Dijo a la mujer: ‘de modo que dijo Elohím: -no comerán ustedes de ningún árbol del jardín’. (2) Dijo la mujer a la serpiente: ‘del fruto de los árboles del jardín podemos comer, (3) pero del fruto del árbol que está en el medio del jardín dijo Elohím: no comerán ustedes de él, ni lo tocarán, no sea que mueran.(4) Dijo entonces la serpiente a la mujer: ‘¡No van a morir! (5) En verdad sabe Elohím que en el día en que coman de él se abrirán sus ojos y serán como Elohím, conocedores de lo bueno y lo malo.’ (6) Cuando la mujer vio que el árbol era apetitoso para comer, agradable a la vista y deseable para adquirir conocimiento, tomó de su fruto y comió; luego se lo dio a su marido, que estaba con ella, y él también comió. (7) Entonces se abrieron los ojos de los dos y descubrieron que estaban desnudos. Por eso se hicieron unos taparrabos, entretejiendo hojas de higuera.” A partir del cap. 3 entra en escena un personaje que no había sido presentado antes: la serpiente. ¿Qué representa? El calificativo de “astuta” y las expresiones “abrir los ojos”, “conocer lo bueno y lo malo” nos remiten al campo de la sabiduría del Oriente Medio Antiguo. - La sabiduría real 42 Sin perjuicio de que trataremos el tema más adelante, al presentar la creación en los libros sapienciales, conviene dar ahora algunos elementos. Por sabiduría se entiende en el Oriente Medio la capacidad del hombre, innata o adquirida, para guiar bien su vida y hacerla feliz. Se trata de un saber orientado al comportamiento. Es el arte de conducir la vida. Esta asociada al buen juicio, criterio, tino, y discernimiento. 42 En este punto y en los dos siguientes sino a EQUIPO “CAHIERS EVANGILE”, “En las raíces de la sabiduría”, Verbo Divino (Cuadernos bíblicos n°28), Estella, 1990. 26 Se trata de un saber acumulado y una habilidad. De hecho se llama sabios a los que son hábiles en un oficio, y también a los astutos o “vivos”. En este último caso, tiende a desvincularse de lo moral, a pesar de que la mayoría de los textos identifican al sabio con el hombre justo y recto. En el Oriente Medio la sabiduría se cultiva sobre todo en el ambiente de los escribas de las cortes reales. Si la sabiduría es necesaria para guiar la vida, con mayor razón lo es para dirigir un estado. El ejercicio del poder exige una sabiduría superior, un arte para conducir a un pueblo parecido al de los dioses. La sabiduría se concentra, entonces, en la corte real. Tanto en Egipto como en Babilonia existe un verdadero ejército de sabios y escribas que están para aconsejar al rey. Ellos no sólo ejercen una sabiduría que busca oritentar bien la vida y lograr sabias decisiones de gobierno, también hay magia y adivinación. Los sabios a menudo velan por sus intereses y no por los de los pobres o del estado en general. La sabiduría se concentra aún más en la persona del rey. Se considera al faraón como hijo del dios creador (Re) y poseedor de la Maat, la sabiduría, para salvaguardar la obra de su padre. Tiene que rechazar la desgracia y el desorden, mantener el equilibrio social en la justicia. Debe defender sobre todo a los pobres. Este equilibrio del país influye en el orden cósmico. El faraón cuando vence a sus enemigos restablece el orden cósmico. En Babilonia el rey se presenta como de familia divina. Los dioses lo han instruido en su vasta sabiduría; por eso puede afirmar que está hecho para ser rey. Tiene un amplio entendimiento: un espíritu reflexivo y atento, juicioso, educado en el consejo y en el discernimiento, puede aconsejarse a sí mismo. El rey tiene experiencia y competencia en todo; conoce todas las técnicas y las artes. Debe encargarse de formar una sociedad justa y segura, debe defender a los pobres y los débiles. De ello depende, al igual que en Egipto, el orden cósmico. Cuando David toma la ciudad jebusea de Jerusalén, se encuentra con un gobierno monárquico que llevaba varios siglos de existencia. Inspirada en Egipto, la realeza jebusea deja a los hombres de David una forma de pensar forjada por los escribas imbuidos de la sabiduría egipcia y, en menor grado, por la mesopotámica. La corte de David y Salomón asumió varios rasgos de la ideología real de aquellos “sabios”. Se consideró que el rey participaba de la sabiduría divina. Salomón fue un rey celebrado por su sabiduría 43, que le trajo riqueza y poder. Sin embargo, su megalomanía lo llevó a construir una corte fastuosa y a erigir enormes construcciones para las que utilizó elevados impuestos y un trabajo personal obligatorio de dos meses en el año a favor del rey (1 Re 5,27-32) . También llevó a cabo alianzas con los países vecinos a través de matrimonios. Sus mujeres extrangeras acarrearon sus dioses y cultos al país y Salomón se sumó a ellos (1 Re 11). 43 1 Re 3,4-15.16-18; 5,9-14.21.26; 10,1-13.23; 11,41. 27 No es extraño, entonces, que existiera en Israel una corriente que tuvo serias dudas sobre la sabiduría de los monarcas y de sus consejeros. Se rechazaba una sabiduría política que se daba a sí misma sus propios criterios, utilizando cualquier medio para conseguir sus fines y declarando “buenos o malos” los acontecimientos según la oportunidad del momento. A esa corriente pertenecen varios profetas y redactores, como el deuteronomista. A ella pertenece sin duda el texto yahvista de Gn 2 – 3. - La sabiduría y la muerte El relato yahvista trata con gran penetración y agudeza el tema de las relaciones entre la sabiduría y la muerte. En Egipto, en medio de la crisis política y religiosa del “primer período intermedio” (2270 – 2050) surge la crítica a una sabiduría que promete la realización personal y social y que no es capaz de superar el problema de la muerte (por ejemplo, en el “Canto del arpista”). En Mesopotamia, la crítica es aún más dura, y se refleja con gran claridad en esa obra magistral que es la “Epopeya de Gilgamesh” 44. Presento aquí una síntesis. Gilgamesh, rey legendario de Uruk, aparece como un protector prudente y poderoso de su pueblo, sabio y fuerte a la vez; es como el rey ideal, cuyo aspecto divino se subraya con la afirmación de que es “dos tercios de Dios y un tercio de hombre”. Pero no conoce sus límites (de ahí su tiranía) y para que los descubra los dioses empiezan creándole un rival, Enkiddu. Gilgamesh, sin embargo, logrará convertirlo en amigo; los dos héroes, invencibles en su unión, se lanzan a empresas que tienen por objeto hacer gozar a los hombres de los bienes reservados a los dioses (acceso al bosque sagrado, resistencia al carácter incontrolable del fuego del amor, regulación de la lluvia y la sequía). Pero todo acaba con la muerte de Enkiddu, que ya se vislumbraba más o menos en cada uno de los triunfos en común: es que no se puede escapar a los límites impuestos por los dioses a los humanos. Después de haber intentado hacerse con las riendas del destino y de los bienes de los hombres sin vacilar en provocar a los dioses, no le queda ya a Gilgamesh más que intentar modificar su propio destino librándose de la muerte. Esta búsqueda desesperada de inmortalidad ocupa toda la segunda parte del largo poema. Gilgamesh va todo lo lejos que es posible: a través del desierto, de ríos, de montañas, de tinieblas, del paso subterráneo que sigue el sol durante la noche, más allá de los mares, y finalmente llega hasta el inaccesible Uta-Napishtim (el Noé babilonio), el único hombre que se ha librado de la muerte, y por su consejo no ha vacilado en hundirse en el fondo del océano para traer de allí la “planta de la vida (inmortal)”. Con mucha dificultad la saca del fondo marino; sin embargo, más tarde, mientras se está bañando una serpiente se la arrebata. La enseñanza de todo el poema está puesta en labios de la cabaretera divina Siduri: “Gilgamesh, ¿adónde vas corriendo? No encontrarás la vida que buscas. Cuando los dioses crearon la humanidad, le dieron la muerte y se quedaron ellos con la vida”. 44 Cuyo texto completo se puede leer en MALBRAN-LABAT,F. “Gilgamés”, Verbo Divino (Documentos en torno a la Biblia, n° 7), Estella, 1983. 28 El relato yahvista de Gn 2 – 3 es muy probable que pretenda prolongar, precisar y en parte modificar la reflexión de la Epopeya de Gilgamesh a la luz de la fe yahvista 45. En ambos casos (Gn y Gilgamesh) son los sabios los que hacen la crítica a la sabiduría. - La serpiente Dado que el autor recoge, sin duda, elementos míticos que eran comunes a todo el Oriente Medio, es indispensable recurrir a ellos para comprender la simbología de la serpiente en el relato de Gn 3. Tres son los sentidos que tiene la serpiente en los mitos egipcios y mesopotámicos: - La serpiente es signo de la vida inmortal. Esta afirmación parece completamente disparatada; sin embargo, la serpiente se renueva anualmente, cambiando su piel, y también vive en la tierra, sede de la vida. Lo que la serpiente tiene de mortal se une con lo que sugiere como símbolo de vida e inmortalidad para representar el tránsito a la vida a través de la muerte. En muchos mitos la serpiente se relaciona más con el agua que con la tierra. No es casualidad el que en la Epopeya de Guilgamesh, sea la serpiente quien le arrebata al protagonista la planta de la vida (inmortal): “Una serpiente olfateó la fragancia de la planta, silenciosamente subió (de la tierra) y arrebató la planta, y de inmediato cambió su piel”. - La serpiente representa la sabiduría, sobre todo mágica. La tierra, en donde se oculta la serpiente es también el gran depósito de la sabiduría, ya que se asocia con la oscuridad, la profundidad y el misterio. La falta de párpados de la serpiente, su vista penetrante y sus movimientos impredecibles y sinuosos, hacen de la serpiente un animal prototípico de la ciencia oculta y esotérica. - La serpiente puede simbolizar el caos, el mal o la destrucción. La figura prototípica, en este sentido, es la de la serpiente Apofis egipcia, que representa la oscuridad y el mar que se tragan a Ra (el sol) en el ocaso. Apofis es llamada “la destructora”, “la enemiga de los dioses”. En los textos de Ugarit que relatan la lucha de Baal contra Mot y el Mar se representa a éste como una serpiente maligna, un eco de esta representación se puede ver en Is 27,1: “Aquel día castigará Yahveh con su espada dura, grande y fuerte, a Leviatán, serpiente maligna, a Leviatán, serpiente tortuosa, y matará al dragón que hay en el mar”. En este caso se da una asociación de la serpiente con el mar caótico y destructor, de olas sinuosas y avasalladoras 45 Se ha encontrado un fragmento de la epopeya en Palestina. 29 En este texto, sin duda, la serpiente aparece con los dos primeros sentidos: ofrece la inmortalidad y actúa como "sabia". Ofrece una sabiduría de tipo divino (“se les abrirán los ojos y serán como dioses”). Logra convencer a la mujer de que el precepto divino pretende negar algo que Dios quiere guardar para sí. Dios estaría celoso de un privilegio que no quiere compartir; no querría que el hombre fuera como Él, que supiera lo que Él sabe, que viviera como Él vive (con una vida inmortal). - El árbol del conocimiento de lo bueno y lo malo El otro símbolo complejo de Gn 3 es el árbol del conocimiento de lo bueno y lo malo. Sobre él se dan muchas explicaciones dispares. Es conveniente ir desmenuzando su sentido: • Es un árbol. El que se trate de un árbol debe corresponder con las cualidades iluminadoras y exitantes de plantas alucinógenas o narcóticas. Se trata de un tema privilegiado de muchos mitos religiosos. • Del conocimiento (“yada’”). No se trata de cualquier conocimiento, sino el de la sabiduría, y más precisamente, la sabiduría divina de los reyes como nos muestra la fórmula “conocedores de lo bueno y de lo malo” y la promesa de ser como dioses. • De lo bueno y de lo malo. No es fácil explicar esta fórmula, pero la hemos encontrado en varios lugares aplicada a los reyes. - Una mujer de Técoa dice a David: “Porque el rey es como un enviado de Dios, que conoce (shama’) lo bueno y lo malo” (2 Sam 14,17) y más adelante “Mi señor posee la sabiduría de un enviado de Dios y conoce todo lo que pasa en la tierra” (v.20b). - En 1 Re 3 Salomón dice a Yahveh: “Concede, pues, a tu siervo, un corazón atento para juzgar a tu pueblo, para discernir (bin) lo bueno y lo malo” (v.9ª). En el juicio que viene a continuación (vv.16-28), Salomón demuestra una sabiduría divina capaz de escudriñar los corazones: “Todo Israel se enteró de la sentencia que había pronunciado el rey y respetaron al rey, viendo que poseía una sabiduría divina para administrar justicia” (v.28). Ante todo, la fórmula equivale a un conocimiento total. La fórmula “lo bueno y lo malo” es una expresión de totalidad, expresada por sus extremos, como tantas otras fórmulas bíblicas 46. - Isaías afirma sobre el futuro rey, el Emmanuel: “Porque antes de que sepa (yada’) el niño rehusar lo malo y elegir lo bueno, será abandonado el territorio cuyos dos reyes te dan miedo”. Y más adelante el futuro mesías aparece con los rasgos propios de una sabiduría comunicada por Yahveh (11,2-4): “Reposará sobre él el espíritu de Yahveh: 46 “De norte a sur”, “de Dan a Bersheba”, “a la derecha y a la izquierda”,etc. 30 espíritu de sabiduría e inteligencia, espíritu de consejo y fortaleza, espíritu de ciencia y temor de Yahveh”. Este conocimiento abarcador, total, es un conocimiento propiamente divino. No se refiere a la adquisición de racionalidad, como se ha sugerido, ya que tanto 2,15 como 2,20 suponen un hombre racional, capaz de trabajar y de nombrar. Tampoco se trata del discernimiento entre el bien y el mal morales. Sería absurdo que Yahveh hubiera prohibido este conocimiento al hombre, a quien le hace escuchar su voluntad, suponiéndolo capaz de discernir sus actos (2,16-17) 47. Se trata de un conocimiento divino vinculado con el gobierno, la aplicación de justicia y con la adivinación y la magia Se trata de una clarividencia total y de un control sobre el destino de otros, como se puede ver en algunos textos: “Yo soy Shulgi, el buen pastor de Sumer; como Guilgamesh conozco lo bueno y lo malo; el justo tiene acogida en mi presencia” (inscripción del tercer milenio). “Vasta inteligencia, unida a mi sabiduría, ha entregado el dios An en mis manos”. Dice Ur-nammu, un rey sumerio famoso por sus reformas sociales. Como se ha dicho también hay un “conocimiento de lo bueno y de lo malo” que se refiere al futuro de uno, conocimiento ligado a la adivinación. Muy importante para la tradición mesopotámica es el conocimiento de los destinos, inscrito en la “tableta de los destinos”, cuya posesión es decisiva en la vida de los mismos dioses y que constituye un objeto de disputa específico en algunos mitos. Conocer los destinos significa conocer la función que a cada uno le compete en el universo, y que está ligada al ejercicio del poder. Es lo que sabe muy bien Marduc cuando, antes de aceptar la lucha con Tiamat que se le ofrece, exige con estas palabras: “Si yo habré de ser el salvador de ustedes, si yo debo encadenar a Tiamat, y salvarles la vida a ustedes, hagan una asamblea, y proclamen eminentemente mi destino; en consejo todos juntos, sesionen festivamente y que, por mi mandato, en lugar de ustedes, yo fije el destino, que nada de lo que yo cree pueda ser cambiado. Que no se revoque ni modifique ninguna orden de mis labios.” Proclamar los destinos es el equivalente a asignar el papel a desempeñar. Se trata de una función no sólo de conocimiento o previsión sino también de poder. Hay que añadir a lo dicho que en hebreo “tob” y “ra” son adjetivos y no sustantivos. La práctica de la adivinación sirve para conocer lo bueno (la suerte) y lo malo (la desgracia) no sólo para uno sino también para los otros. La crítica del autor apunta a la desmesura que va unida a una concepción de sabiduría divina propia de los reyes. No se trata de una tentación (o de un pecado) presente 47 A menos que sea un discernimiento del bien y mal morales con una profundidad que sólo puede esperarse de Dios. Algunos autores se inclinan por esta posible interpretación. 31 en todo hombre, sino de aquellos que están en la cumbre de la sociedad y ejercen el poder. En este caso, de reyes y consejeros reales. Salomón es un buen ejemplo, como se ha visto. La interpretación que se ha hecho de este texto tiende a universalizar demasiado y volverse extremadamente abstracta. Una vez explicado en qué consiste la tentación de la serpiente podemos continuar con el texto. Éste, de un modo bastante lacónico nos describe la transgresión del mandato divino: “(6) Cuando la mujer vio que el árbol era apetitoso para comer, agradable a la vista y deseable para adquirir conocimiento, tomó de su fruto y comió; luego se lo dio a su marido, que estaba con ella, y él también comió.” El resultado de la acción del hombre y la mujer no es el llegar a ser como dioses sino la desnudez: “(7) Entonces se abrieron los ojos de los dos y descubrieron que estaban desnudos. Por eso se hicieron unos taparrabos, entretejiendo hojas de higuera.” No se trata aquí de un desprecio del cuerpo o de una alusión a la sexualidad, sino de una desnudez que es expresión de pobreza (como en Job 1,21) e indefensión. Se logra lo contrario de lo que se buscaba. La situación actual contrasta fuertemente con la anterior (2,25): allí no importaba estar desnudo porque se contaba con la confianza mutua y la protección de Yahveh y eso se ha perdido completamente, como lo expresan los versículos siguientes. e) Interrogatorio de Dios: 3,8-13 “(8) Al oír la voz de Yahveh Elohím que se paseaba por el jardín, a la hora en que sopla la brisa, se ocultaron de él, entre los árboles del jardín. (9) Pero Yahveh Elohím llamó al hombre y le dijo: - ‘¿Dónde estás?’. - (10) Éste contestó: ‘Oí tus pasos por el jardín, respondió él, y tuve miedo porque estaba desnudo. Por eso me escondí’. - (11) Él replicó: ‘¿Y quién te dijo que estabas desnudo? ¿Acaso has comido del árbol que yo te prohibí?’. (12) El hombre respondió: ‘La mujer que pusiste a mi lado me dio el fruto y yo comí de él’. (13) Yahveh Elohím dijo a la mujer: ‘¿Cómo hiciste semejante cosa?’. - La mujer respondió: ‘La serpiente me sedujo y comí’". Dios se pasea en el jardín. Esto no significa que éste sea su morada, sino simplemente su relación cercana con la pareja. Es significativo el ocultamiento del hombre y la mujer; la presencia de Dios es evitada y temida; se ha terminado la relación de confianza que tenían con Él. La pregunta es dirigida al varón, ya que él es el que ha recibido el mandato (2,16-17). Obviamente, la pregunta “¿dónde estás” no revela un desconocimiento de Dios de la ubicación del hombre y la mujer sino que apunta a que salgan de su escondite. 32 La respuesta del hombre no responde a la pregunta sobre su ubicación sino que expresa el motivo de su ocultamiento. Esto quiere decir, que Adán dialoga con Dios desde su escondite. No le será de gran ayuda, ya que la palabra de Yahveh llega de todos modos. Dios está realizando con el varón un proceso de tipo judicial. Yahveh busca establecer responsabilidades, por eso, se dirige primero al hombre y después a la mujer; nunca a ambos de modo simultáneo. El hombre culpa de la transgresión a su mujer y de modo indirecto al mismo Dios, ya que Él le ha dado como compañía a la mujer. ¡Qué lejos estamos de la intimidad expresada en 2,23-25! Han resultado dañadas irreparablemente la relación con Dios y la del varón con su mujer. Sin embargo, a pesar de todo, Adán reconoce que ha comido del árbol prohibido. El interrogatorio se dirige, entonces, a la mujer. Ella culpa de su acción a la serpiente. Vinculado estrechamente con el pecado está la negación del mismo o de la propia responsabilidad en él. Aquí termina el interrogatorio. La serpiente no es interrogada porque el mandato ha sido dirigido al hombre (y, a través de él, a la mujer); lo que no quiere decir que la serpiente no tenga responsabilidad en el asunto. f) La sentencia divina: 3,14-21 Una vez hecho el interrogatorio y habiendo dado al hombre y la mujer la posibilidad de defenderse, el Señor dicta sentencia. Se dirige en primer lugar a la serpiente: “Dijo Yahveh Elohím a la serpiente: ‘Porque hiciste esto, maldita tú entre todos los animales (domésticos) y entre todos los animales del campo: sobre tu vientre caminarás, y polvo comerás todos los días de tu vida. (15) Enemistad pondré entre ti y la mujer, y entre tu descendencia y su descendencia: ésta te aplastará la cabeza, y tú le acecharás el talón.’” Se trata de una maldición que fija un destino opuesto a la descripción que se hace de la serpiente a comienzos del capítulo. La que hablaba de un conocimiento que controlaba los destinos se ve obligada a aceptar sin decir palabra el destino que el mismo Yahveh le fija. Si ahí ella se distinguía por su astucia, ahora lo es por su humillación. Ella consiste en el “arrastrarse” y en el “comer polvo”, expresiones que aún hoy son signos de abajamiento 48. A la humillación se le agrega el destino de una permanente lucha con la mujer y su descendencia; es decir, el ser humano. No se habla de la derrota de la serpiente por la 48 Usamos actualmente “morder el polvo” para indicar derrota y humillación. 33 mujer, ya que, si bien a las serpientes se las mata pisándoles la cabeza, a las venenosas le basta con morder el talón del ser humano para matarlo 49. A continuaciónYahveh se dirige a la mujer: “(16) A la mujer dijo: ‘Multiplicaré sobremanera tu sufrimiento y tu embarazo; con sufrimiento darás a luz hijos. Hacia tu esposo (será) tu deseo, y él te dominará.’” El castigo impuesto por Dios a la mujer es un reflejo de la observación de la vida cotidiana realizada por el yahvista. La mujer sufre en dos campos: el de la sexualidad y el de la maternidad 50. La relación de complementariedad con el varón vistas en 2,23-25 se ha transformado en una de dominación y sometimiento. Finalmente viene el último oráculo de la sentencia divina: “(17)Y al hombre dijo: ‘Porque escuchaste la voz de tu esposa y comiste del árbol del cual te ordené así: “no podrás comer de él”, maldito sea el suelo a causa de ti: comerás de él con sufrimiento todos los días de tu vida; (18) cardos y espinas hará brotar para ti: y comerás la hierba del campo. (19) Con el sudor de tu frente comerás pan hasta que vuelvas al suelo, porque de él te sacaron. Pues polvo eres y al polvo volverás’.” El mensaje de Dios dirigido al varón es el más extenso. En él se recapitula el mandamiento divino y la transgresión. La sentencia consiste en la maldición del suelo, no del hombre 51. Para alguien que es fundamentalmente un agricultor esta maldición se traduce en la mala calidad del suelo y en la dificultad del trabajo agrícola 52.. La segunda parte del v.19 habla del carácter mortal del ser humano. Como hemos visto, éste no es el castigo divino (Dios no ejecuta la pena de muerte prometida en el 49 Tradicionalmente, se ha considerado este trozo como un “proto-evangelio”, ya que la traducción de los LXX identificó la descendencia de la mujer con el mesías (“la descendencia”, en hebreo es masculino y singular, y así se lo tradujo al griego); posteriormente, se la identifica con María, a partir de la traducción de la Vulgata (“Inimicítias ponam inter te et mulíerem, et semen et semen illíus, ipsa cóntenet cáput tuum, et tu insidiáberis calcáneo ejus”: 3,15). En esa línea va el texto de “la mujer vestida de sol” de Ap 12. 50 Sin embargo, no es una maldición plena, ya que la mujer puede tener hijos. Por eso la “bendición” divina sigue presente en los siguientes capítulos del libro del Gn. 52 También es una maldición parcial, ya que el suelo sigue siendo capaz de producir frutos. 51 34 mandato), sino sólo su límite: la dificultad del trabajo agrícola dura hasta la muerte. Ella pone fin al sufrimiento. Nos queda por analizar los vv. siguientes: “(20) Y dio el hombre a su mujer el nombre de Eva, por ser la madre de todo viviente. (21) Yahveh Elohím hizo al hombre y a su mujer túnicas de piel, y los vistió”. Da la impresión de que estos dos vers. fueran un agregado al relato. Sin embargo, tienen, en la redacción final, una función dentro del texto. Se recalca aquí que la bendición divina sigue en pie, ya que la mujer (=Eva) puede tener hijos, expresión máxima de dicha bendición. El gesto de Yahveh de fabricar túnicas de piel es bastante extraño; sin embargo, manifiesta una cierta reconciliación entre Dios y la pareja humana, o, al menos, una atenuación de la ruptura. g) La expulsión del jardín: 3,22-24 “(22) Dijo Yahveh Elohím: ‘He aquí que el hombre 53 llegó a ser como uno de nosotros al conocer lo bueno y lo malo; no sea que ahora alargue su mano y tome también del árbol de la vida, lo coma y viva para siempre’. (23) Entonces lo envió fuera del jardín del Edén, para cultivar el suelo del cual había sido tomado. (24) Expulsó al hombre, y apostó al oriente del jardín del Edén a los querubines y la llama zigzagueante de la espada para guardar el camino al árbol de la vida”. El v.22 nos dice que la adquisición del conocimiento superior es un hecho irreversible, y Yahveh lo admite. El hombre y la mujer se han hecho malignos clarividentes, malos imitadores de la sabiduría divina. Nada hay que hacer, por lo tanto, con el “árbol del conocimiento” que ya modificó al ser humano, asemejándolo (malamente) a Dios: “‘He aquí que el hombre llegó a ser como 54 uno de nosotros al conocer lo bueno y lo malo’.” De este árbol no habla más en el relato. Por otro lado, lo sucedido despierta en Yahveh la sospecha de que pueda pasar lo mismo con el árbol de la vida. Éste no estaba prohibido, pero la “desmesura” del conocimiento bien podría llevar al hombre a un nuevo intento de asimilarse a Dios por el atributo de la inmortalidad. Así como la sabiduría es un atributo de la divinidad, también lo es el de la vida inmortal. Los dioses no mueren. Al hombre, en cambio, lo que le toca es la muerte. El yahvista comparte este punto con toda la reflexión del Oriente Medio y en particular de la Epopeya de Gilgamesh, como ya se vió. Esto también puede escandalizarnos; sin embargo, debe tenerse presente que la fe en la resurrección de los muertos es muy tardía en 53 El texto vuelve a utilizar la palabra “Adam”, que se refiere al hombre en general, varón y mujer. Si no se repara en esto, se podría comprender que la mujer se queda en el Jardín. 54 El “como” es restrictivo; es evidente que para el yahvista el hombre no es Dios. 35 la Biblia (siglo II a.C., más o menos). No podemos pedirle al autor que piense igual que Jesucristo. A continuación viene la expulsión del jardín: “...lo envió fuera del jardín del Edén, para cultivar el suelo del que había sido tomado”. No se trata de un castigo. Yahveh toma sus precauciones para que el hombre no cometa un segundo acto de desmesura. Nos dice el texto que el hombre no tiene opción frente al destino de morir. Dios asegura la entrada al jardín mediante “querubines”. El nombre “querubines” proviene de la tradición acádica de Mesopotamia: el asirio “karibu” (que significa “orante”, “intercesor” o “protector”) es el genio de forma semihumana y semianimal que vigila la entrada de los templos y palacios. En una forma tardía tiene cabeza de hombre y cuerpo de cuadrúpedo alado, generalmente un toro o un león. Figuras análogas aparecen en el Templo de Salomón (1 Re 6,23-28), en el Arca de la Alianza (Ex 25,18ss), o tirando el carro de Dios en Ezequiel (1,10; 10,1ss) y en el Salmo 80,2. La ubicación de los querubines “al oriente” no tiene explicación en el texto. Tal vez la entrada del jardín estaba en esa dirección porque así era en la mayoría de los templos. A modo de síntesis ¿Cuáles son los grandes temas de Gn 2 - 3?: - El trabajo humano Es el tema más descuidado por la tradición eclesial. No se trata de un castigo. Puede verse que el destino original del hombre es el de cultivar la tierra. El jardín de Gn 2 no es un paraíso sino un lugar de trabajo. Al contrario de los mitos babilonios en que la creación del hombre tiene como objetivo cargar en sus hombros el trabajo de los dioses, el trabajo es visto por la Biblia como algo positivo, humanizador. Si se vuelve duro, alienante y opresivo es por el pecado, cuyo prototipo es el de Gn 3. La voluntad originaria de Dios fué que el hombre trabajara en paz, en armonia con la naturaleza y con sus semejantes. - El amor El texto es clarísimo en presentar como voluntad de Dios, y por tanto, como algo positivo, la unión matrimonial. No hay un asomo de espiritualismo o de considerarla una vocación de segundo orden. El amor que se traduce en ser "una sola carne", incluso en lo sexual, es algo para lo que el ser humano está hecho (la "ayuda adecuada" de la que habla el texto) y que lo enriquece humanamente, y que se traduce en dejar la familia paterna para formar otra. 36 - El pecado Es muy importante tener en cuenta que el tema central de este texto es el del mal. Si Dios es todopoderoso y bueno, sólo puede haber creado un mundo semi-perfecto (no perfecto porque el hombre debe precisamente colaborar para que lo sea). Todo el texto apunta a hacer comprensible las debilidades, penurias y conflictividades de todo tipo que vive el hombre de la época (siglo X a.C.). Ellas no pueden provenir de Dios; entonces, sólo pueden provenir del ser humano. Dios creó un mundo y un hombre buenos, pero hubo una "caída" (humana) que explica la situación actual. Esta última sólo puede ser el justo castigo de Dios por este pecado de los orígenes. Es importante notar que esta concepción presupone una cosmología fixista. El mundo que Dios crea es el mismo que hoy existe, pero sin el mal. ¿De donde viene el mal? Del pecado humano, que hace su aparición ya desde los orígenes. Como se verá en la sección correspondiente, en una visión evolutiva el problema del mal se plantea de otro modo. La teología cristiana sobredimensionó el tema del “pecado original” (la decisión pecaminosa del primer hombre, entendido de un modo histórico-literal) y de su transmisión (mediante la generación, entendida casi siempre en términos puramente biológicos) 55. Cuando hubo que explicar en qué consistió el pecado, se enmarañó en el asunto de la concupiscencia (el deseo egoísta, entendido a menudo malamente como inclinación sexual) y de la inclinación al pecado y al mal. Con este tratamiento se universaliza al extremo. En cambio, la exégesis histórico-crítica, tanto de la tradición yahvista como de la redacción del Gn, nos ha mostrado que el pecado tematizado en Gn 3 es la infidelidad a la palabra de Yahveh en la forma de una ruptura de la Alianza, cuyo contenido no es la concupiscencia en general sino el pecado preciso de la desmesura humana. La concupiscencia no hace “ser como Dios”. Tampoco la desobediencia en cuanto tal, ni el “pecado” a secas. Ahora bien, es muy difícil que el oprimido, el marginado y el desvalido, pretenda “ser como Dios”. Esto implica poder. Las figuras bíblicas acusadas de desmesura y orgullo son invariablemente personas encumbradas en el poder. También hoy se puede generalizar sobre la ciencia, el progreso y la técnica como expresión de una tendencia humana al endiosamiento y la extralimitación. Pero aún en este caso hay que hacer distinciones: la desmesura de la ciencia, del saber humano, no es una experiencia humana global, ni siquiera suele ser la del sabio, técnico o investigador, sino de las clases dominantes de la sociedad que utilizan la ciencia con pretensiones hegemónicas y de dominación 56. 55 Como puede verse en el “Decreto sobre el pecado original” (año 1546) del Concilio de Trento (DzH ns. 1510-1516. Como veremos más adelante, es completamente imposible hablar, en términos históricos, del origen del pecado y de su transmisión. 56 En esta línea debe ir una comprensión actual del “pecado original”: es el pecado colectivo del mundo (al que unos aportan más que otros), que proviene de una herencia histórico-cultural (esto es, que se trasmite a través de antivalores, concepciones enmascaradoras de situaciones injustas, modelos indivicuales y colectivos, etc.). Este pecado brota de acciones libres y a su vez condiciona esas acciones. 37 Una última observación: El texto de Gn 2 – 3 nos da un arquetipo del pecado de Israel, y (hermenéuticamente hablando) de todo pecado de desmesura, con las implicaciones que tiene. En Gn 1 – 11 aparecen también otros modelos de pecado: 4,1-16: fraticidio; 6,1-4: desmesura de una raza superior de cuerpo y celebridad; 6,5-12: corrupción y violencia; 9,22-23: irreverencia hacia los padres, o tal vez incesto; 11,1-9: desmesura de la técnica. Estos arquetipos no deben alinearse, haciendo depender uno del anterior, o deduciendo del primero todos los otros. Todas las figuras que hemos señalado son otros tantos arquetipos de situaciones que la tradición teológica de Israel conoce como hechos sociales de su tiempo. En vez de leer literalmente la serie, hay que mirarla sincrónicamente. - Las consecuencias del pecado. El texto deja en claro que el mal existente en todas las dimensiones de la vida humana (trabajo, sexualidad, conflictos de todo tipo, etc) tiene como origen el castigo impuesto por Dios a la primera pareja por su pecado. Como explicación propia de la época del yahvista parece razonable, pero desde un punto de vista cristiano debe revisarse el concepto de "castigo divino" 57. Por otra parte, la ciencia actual permite explicar de otro modo muchos de los males que son mencionados en el texto: el dolor de la mujer se debe al crecimiento demasiado acelerado del cerebro humano, la muerte es una condición propia de las creaturas multicelulares, las enfermadades son causadas por virus, bacterias y hongos, etc. Desde hace muchos millones de años antes de la aparición del hombre los animales se han enfermado, matado entre sí y afrontado una muerte casi siempre muy dolorosa. Mientras se tomaba como información histórica Gn 1 esto podía ser plausible: el hombre había sido creado junto con los animales y su pecado los afectó. Afirmar actualmente una consecuencia del pecado original retroactiva en millones de siglos, parece bastante disparatado. No todos los males se deben al pecado humano, las causas de los muchos males que existen en el mundo son múltiples, y muchas tienen poco que ver con la libertad humana. El texto parece terminal mal y es así. Sin embargo, hay que mirarlo como parte de la obra del yahvista que desemboca en la elección de Abraham para bendición de todas las naciones (Gn 12). Se insinúa desde ya la salvación. 1.1.1.5. La Creación en los Profetas: El Déutero – Isaías El primer desarrollo sistemático de la doctrina de la creación es el del DeuteroIsaías . 58 57 Ningún milagro de Jesús implica castigo alguno para un ser humano. Por otra parte, Jesús habla de "castigo" y "recompensa" siempre en singular: el castigo es quedarse fuera del Reino de Dios (es un autocastigo) y la recompensa es entrar en él. 38 El exilio ha desencadenado una profunda crisis de fe y confianza entre los israelitas: ¿acaso Yahveh es impotente para salvar ahora a su pueblo como lo salvó una vez en Egipto? El profeta responde a esta interrogante con una enfática proclamación de confianza: la fuerza de Yahveh no conoce límites; así como liberó al pueblo de la esclavitud de los egipcios, volverá a salvarlo ahora; así como creó a un pueblo de la nada, lo recreará de nuevo. Y ello es posible y seguro porque Yahvéh, es el Todopoderoso, el creador del cielo y la tierra. Como puede verse, la formulación de la fe en la creación es tardía: la desata la situación especifica del exilio. Aun así, dicha formulación está al servicio de la Alianza. Los rasgos principales de esta teología de la creación son los siguientes: a) Si Dios puede decidir el fin de todo, es porque todo tiene en Él su principio. Veamos algunos textos: - Is 40, 22-28: “El está sentado el sobre orbe terrestre, cuyos habitantes son como saltamontes (...) El aniquila a los tiranos y a los árbitros de la tierra los reduce a nada (...) levanten ustedes los ojos y vean: ¿quién ha hecho esto? (...) Dios desde siempre es Yahveh, creador de los confines de la tierra” - Is 42,5-9: “Así dice el Dios Yahveh, el que crea los cielos y los extiende como una tienda habitable 59 (...) Yo, Yahveh, te he llamado (...) te he destinado a ser alianza del pueblo...” - Is 44,24-26: “Así dice Yahveh, tu redentor (...) Yo, Yahveh, lo he hecho todo (...) Yo digo a Jerusalén: “serás habitada”, y a las ciudades de Judá: “serán reconstruidas” b) Este poder absoluto es invocado para confortar la fe de Israel en la Alianza. Algunos textos: - 51, 9-11: “Despierta, despierta, revístete de poderío, oh hijo de Yahveh. ¿No eres tú el que partió a Rahab 60, el que atravesó al dragón?, ¿no eres tú el que secó el mar, las aguas del gran océano, quien abrió un camino por el fondo del mar para que pasaran los rescatados? 61. Los rescatados de Yahveh volverán, entrarán a Sion entre aclamaciones y habrá alegría eterna sobre sus cabezas.” En este texto convergen los tres grandes momentos de la “Historia de la Salvación”: creación (con alusiones al combate mítico con el caos personificado), liberación de Egipto 58 Hay 3 textos en Amós ( 4,13; 5,8-9; 9,5-6) pero son tardíos. Jeremías habla de la creación en 32,17; 33, 2526 pero no de un modo sistemático. 59 Al modo como Marduk extendió la piel de Tiamat. 60 Equivalente a Tiamat 39 y restauración del pueblo; protología 62, soteriología 63 y escatología 64 aparecen en un pasaje que discurre sin transición de lo cosmológico a lo histórico, de la creación a la Alianza. El mismo Dios ejecuta el mismo y único plan de salvación. c) La acción creadora de Yahveh sirve de argumento para superar la tentación de idolatría. En Is 46,1-10 tenemos lo siguiente: “Bel cae por tierra, Nebo se desploma sus imágenes son cargados a lomas de bestias y mulas. Los ídolos que ustedes llevaban en andas se han convertido en carga pesada para mulas que están extenuadas (...) “Hay quienes vacían el oro de su bolsa y pesan su plata en la balanza; contratan un orfebre para que les haga un dios y luego se postran para adorarlo. Lo llevan sobre sus hombros, lo sostienen, lo pone en su sitio y se queda quieto: ya no se moverá de su pedestal. Aunque le griten, no responde ni los salva del peligro (...) Recuerden los antiguos sucesos. Yo soy Dios, y no hay otro (...) Yo soy quien anuncia el futuro por adelantado, (...) Del oriente llamo al ave de rapiña 65 de un lejano país al hombre que realizará mis planes. Tal como lo anuncié, así lo haré” 61 Nótese que las aguas del Mar Rojo son asimiladas a las aguas primordiales. La liberación de Egipto es un acto creador. 62 Reflexión sobre los orígenes. 63 Reflexión sobre la salvación. 64 Reflexión sobre el final de la historia. 65 Ciro, Emperador de Persia, que derrotará a los babilonios. 40 Los dioses son presentados aquí como “tohu” (= caos = nada). La razón es que no actúan ni salvan. En la mentalidad bíblica, la realidad de un ser viene dada por su operatividad: un ser que no obra es como si no existiera. El mundo, por el contrario, es lo “no- tohu” (= lo no caótico), algo realmente existente (Is 45,18). c) La acción creadora de Yahveh es designada con el verbo “bará”. Es un verbo estrictamente teológico: su sujeto, es siempre y sólo Yahveh. Nunca se menciona en esta acción a una materia previa, un instrumento o una colaboración. Su énfasis recae sobre la novedad inédita de lo creado 66. Se aplica tanto al hablar de objetivos cósmicos 67 como tratándose de realizaciones histórico-salvíficas. Está íntimamente vinculada la idea de creación con la de salvación. d) Creación por la Palabra Del mismo modo que Dios llamó a Israel para hacer de él su pueblo (Is 45,3-4; 48, 12; 54,6), así llama las cosas al ser (Is 48,13), y la Palabra de Dios es verdadera y operativa, no engañosa e ilusoria como la de los hombres: Is 55,10-11. La creación es ya el inicio del diálogo histórico-salvífico; el mundo, como historia, no se construye según una secuencia anónima de causas y efectos, sino de un ser personal, dialogal, que quiere y llama a las creaturas. 1.1.1.6. La Literatura Sapiencial 1.1.1.6.1. Introducción Es necesario explicar aquí, aunque sea brevemente, el carácter específico de los escritos sapienciales de la Biblia. Para ello es necesario tratar la noción de “sabiduría” que hay en ellos. La sabiduría es una búsqueda y una actitud, cuyo objetivo es encontrar respuesta a las grandes preguntas, desafíos y misterios de la existencia humana. Esta búsqueda y actitud va formando una experiencia acumulada, un verdadero “capital” de saber en función de un objetivo: aprender el arte de vivir, del cual dependen el éxito y la felicidad. El cultivo de la sabiduría se da en Egipto, Mesopotamia y Canaán). Se da a través de maestros y escuelas ligadas a los templos y palacios de los reyes 68, aunque originalmente surge de la familia y de la tribu. En la Biblia, los libros sapienciales son 5: Proverbios, Job, Eclesiastés, Eclesiástico y Sabiduría. Existen pasajes sapienciales en otros lugares de la Biblia (por ejemplo: Gen. 111). 66 43,18-19; 48,6-8; etc. 40,28; 41,20. 68 Los datos en la Biblia son muy escasos, pero se supone que en Israel se tenía un sistema similar. 67 41 El modo como los libros sapienciales abordan el tema de la creación es consecuente con lo dicho. Ya no se vincula con la Alianza (como en Deutero-Isaías), sino que es analizado en sí mismo, en su relación con Dios y en sus consecuencias morales. El centro ahora lo ocupa el hombre en general y no el integrante del pueblo elegido. En este modo de abordar el tema de la creación se puede percibir la influencia del pensamiento helenista. 1.1.1.6.1.2. La sabiduría tradicional a) El orden cósmico Según los sabios de Israel, existe un orden fundamental oculto en el universo, una especie de norma racional. El descubrimiento de esta norma capacitaba a los sabios para asegurar su existencia, actuando en armonía con el orden cósmico. De lo contrario, el caos, oculto y continuamente amenazador, podría adueñarse del cosmos y de la vida social. Pero tal orden rector del universo era obra de Dios y estaba sometido a su voluntad. Lo importante era rastrear todas las señales que condujeran al sabio a descubrir ese principio básico. Los resultados de la observación minuciosa de la armonía de la naturaleza y del reino animal eran transferidos a la esfera humana mediante analogías y comparaciones, que a su vez podían ser comprobadas y verificadas en la experiencia cotidiana. La búsqueda de analogías adecuadas tenía como propósito básico asegurar la existencia. b) Los dos caminos (o doctrina de la retribución) Es indudable que para los sabios la vida era el bien supremo, tanto más querido cuanto que para ellos nada existía más allá de la muerte. Partiendo de este dato básico, es fácilmente explicable la teoría de los dos caminos o conductas: el que nos lleva a una vida en plenitud o el que nos conduce a un final prematuro. Los que caminan durante su vida por el primero, son sabios: los que prefieren el segundo son necios o descriteriados. No había término medio. Ambas categorías de personas estaban caracterizadas éticamente: buenos y malos; los unos fortalecían el orden social y cósmico, los otros lo destruían. La primera conducta aseguraba la existencia. Se requería la obediencia a los padres (que podían servirse de la disciplina en su doble sentido de castigos corporales y de cuerpo de enseñanzas); el autocontrol (de la lengua y de las pasiones) y la generosidad (que podía evitar la pérdida de los valores espirituales al que tenía mucho dinero). La segunda conducta llevaba a la destrucción. Los peligros que acechaban eran el adulterio (muy presente en algunos libros, como Proverbios: 1 – 9, en donde la adúltera presenta singulares características tipológicas y simbólicas), la embriaguez, la pereza, la charlatanería y la injusticia (entendida como falta de solidaridad o despreocupación para con el pobre). 42 1.1.1.6.1.3. El cuestionamiento de la sabiduría tradicional a) El libro de Job - El libro Este notable libro tiene la forma de un "debate" o "disputa legal" entre su protagonista, Job, y Dios. El tema es el de la justicia divina, particularmente en relación con el mal, sobre todo, con su forma suprema: el sufrimiento del inocente. Hay que distinguir en él, el Prólogo en prosa (caps. 1 – 2), el poema (3,1 - 42,6) y la conclusión, también en prosa (42,7-17). Claramente cada una de las partes corresponden a autores distintos, ya que discrepan en su teología. En el prólogo se nos relata la historia de un patriarca de la antiguedad, Job, rico, sincero y piadoso, que es sometido por Dios (por sugerencia de Satán) a una serie de adversidades (muerte de sus hijos, fin de su fortuna, una enfermedad grave e indigna) para probar la autenticidad de su fe. Job sale vencedor de la prueba, demostrando una paciencia y una fidelidad a Dios dignas de elogio. En el poema, sin embargo, nos encontramos con un Job, ahora inconformista y rebelde, que maldice su existencia y declara su inocencia. Sus tres amigos, Elifaz, Bildad y Sofar, representantes de la sabiduría israelita tradicional, tratan de explicar el sentido del sufrimiento del protagonista, asumiendo la defensa de la justicia divina. Según ellos la desgracia de Job es un castigo de Dios por su pecado; Job, en cambio insiste en su inocencia y no está dispuesto a mentir para ganarse el favor de Dios. La parte en prosa termina con la respuesta de Dios (38,1 – 42,6) en dos discursos que culminan con dos breves respuestas del protagonista. Termina el libro con un epílogo en prosa (42,7-17) que comparte la misma teología de la introducción. Allí Dios condena a los amigos de Job y restituye multiplicados los bienes que éste ha perdido. - Teología El tema del libro es la pregunta por el origen del mal y, en particular, el del sufrimiento del inocente. El pensamiento tradicional de la sabiduría israelita (y de todo el pensamiento bíblico) está bien sintetizado en las explicaciones de los amigos de Job y de la sección en prosa: Dios envía el mal como castigo por faltas cometidas o, en el caso del sufrimiento del inocente, como "puesta a prueba" de la fe del justo y de su amor desinteresado a Él. Es importante remontarse al supuesto fundamental de estas explicaciones. El hombre bíblico tiende a atribuir todo lo que pasa a Dios: lo bueno y lo malo. En muchas religiones politeístas existen dioses “buenos y malos”, es decir, favorables al hombre o no. 43 Sin embargo, incluso las divinidades buenas son ambivalentes: pueden no querer ayudar al hombre, por eso hay que ganárselas con sacrificios. Como se ha dicho ya, el hombre bíblico tiende a atribuir todo lo que pasa a Dios: lo bueno y lo malo; sin embargo, existe la convicción de que Dios no puede ser arbitrario, sino que su voluntad, que es salvadora, está expresada en la Ley. Por este motivo, si alguien sufre es porque Dios le ha enviado el mal como castigo de un pecado cometido o un sufrimiento para poner a prueba su fidelidad. Es lo que llamamos la “doctrina de la retribución”. Mientras esta doctrina fue entendida en términos colectivos; es decir, que Dios castiga colectivamente el pecado ya sea en el grupo del pecador o en sus descendientes 69, esta visión de las cosas no produjo demasiados problemas. Sin embargo, a partir de Jeremías y Ezequiel, se insiste en la responsabilidad individual a la que le corresponde un justo castigo también individual 70. Esta nueva concepción plantea un nuevo problema: ahora es posible constatar que personas que son reconocidamente justas padecen muchos sufrimientos y, al revés, que hay malvados contumaces que conocen el éxito y el buen pasar 71. Esta constatación la realiza el autor del libro de Job y la vuelca en los argumentos de su personaje. Job no puede “confesar” un pecado que no ha cometido. No puede ser “piadoso” a costa de la verdad. A la de la “puesta a prueba” (la otra razón del mal presente en el libro) del justo, Job opone la realidad de aquellos que está aplastados por el sufrimiento hasta un punto en que no se ve que puedan salir de él o servirles para algo 72. En la Biblia el castigo o la puesta a prueba tienen fines medicinales: buscan provocar la conversión y el crecimiento en la fe 73. Es importante observar que el personaje Job comparte el mismo supuesto de sus “amigos”: Dios es causa de lo bueno y de lo malo. Para el comienzo y el final en prosa el problema se clarifica rápidamente: todo ha sido una puesta a prueba divina a Job, y como él muestra con creces que su amor por Dios era desinteresado (bendice a Yahveh en medio de su dolor), el Señor le devuelve su salud y sus bienes multiplicados. 69 “No los adorarás (a los ídolos) ni los servirás; porque yo, el Señor tu Dios, soy Dios celoso, que castigo la iniquidad de los padres sobre los hijos hasta la tercera y cuarta generación de los que me aborrecen...” (Ex 20,15). 70 Ezequiel pregunta: “¿Por qué en Israel no deja de repetirse aquel refrán que dice: ‘Los padres comen uvas agrias y a los hijos se les destemplan los dientes’?” Y Yahveh responde: “Vivo yo —declara el Señor Yahveh — que no volverán (ustedes) a usar más este proverbio en Israel (...) Aquel que peque morirá.” (18,2.3.4b). 71 Jeremías se pregunta: “¿Por qué prospera el camino de los malvados y viven en paz todos los que obran con perfidia?” (Jer 12,1). 72 Es el tema del cap. 3. 73 En el presente, el sufrimiento de tantos niños obligados a combatir o a prostituirse no los hace crecer sino que los deshumaniza. 44 En cambio, en el poema, el problema parece no tener respuesta. Sin embargo, en la respuesta divina hay una afirmación crucial que no puede pasarse por alto: “¿Quieres acaso violar mi derecho, condenarme para salir absuelto?” (40,8). Aquí se insinúa que el mal que Job sufre puede no provenir de Dios. Yahveh critica el supuesto de la argumentación de Job: “el mal es causado por Dios”. Por razones que el autor considera profundamente misteriosas, Dios permite el mal; sin embargo, eso no quiere decir que no tenga el control de su creación. El largo discurso de Dios tiene ese objetivo: mostrar que el mal, que Dios no provoca pero permite, tiene un lugar en el misterioso designio de Dios. El autor del texto en prosa llega hasta aquí. Hay que notar que Dios reconoce implícitamente la inocencia de Job y su sinceridad al no confesar un pecado que no ha cometido. Lo único que le reprocha es que la afirmación de su inocencia sea a costa de declararle culpable (a Dios). b) El Eclesiastés - El fracaso de la sabiduría Bajo la forma de un testamento (nada menos que de Salomón) el autor (probablemente de la corte real de Jerusalén) se propone una evaluación del conjunto del campo de la actividad humana que abarcaba la sabiduría tradicional: “Me dediqué a investigar y a explorar con método todo lo que se hace bajo el cielo. Una triste tarea ha dado Dios a los hombres para que se atareen con ella.” (1,13). Qohélet parte de una interrogante casi programática: “¿Qué provecho saca el hombre de todos sus afanes que persigue bajo el sol? (1,3). Y, a partir de ahí, va reflexionando sobre los principales valores y pretensiones del hombre: sabiduría, trabajo 74 , riqueza, fortuna, placeres, fama, religiosidad, justicia 75, dominio de la obra de Dios o descubrimiento de la ocasión propicia 76, subrayando la cara negativa y los límites de estas realidades tradicionalmente valoradas como positivas y portadoras de sentido. Su diagnóstico, en abierta oposición a la sabiduría clásica, no puede ser más desalentador: el hombre no logra en ello provecho o beneficio alguno, porque todo el vanidad, ilusión, vacío, absurdo 77. 74 “No depende el correr de la agilidad, ni la batalla de la valentía, ni de la habilidad tener pan, ni la riqueza de ser vivo, ni la estima del saber, sino que siempre se mete la oportunidad y la suerte” (9,11). 75 “Consideré también las opresiones que se cometen bajo el sol. Vi llorar a los oprimidos sin que nadie los consolara; sin que nadie los consolara de la violencia de sus opresores. Y consideré a los que ya han muerto más afortunados que a los que todavía viven” (4,1-2). 76 Es el sentido del poema de 3,1-8: “Todo tiene su momento, y cada cosa su tiempo bajo el cielo. Tiempo de nacer y tiempo de morir, tiempo de arrancar y tiempo de plantar (...)”. La sabiduría tradicional llamaba a buscar la ocasión propicia para hacer algo. Qohélet piensa que descubrir esa ocasión es imposible: “(Dios) todo lo hizo hermoso a su tiempo (...) pero el hombre no es capaz de descubrir la obra que Dios ha hecho de principio a fin” (3,11). 77 Este último es el sentido de la expresión “vanidad de vanidades” (habel habalim), que es una forma de superlativo hebreo, similar a otras conocidas, como “cantar de los cantares”, “santo de los santos”, etc. El 45 Es verdad que Qohélet concede ciertas ventajas a la sabiduría, al trabajo diligente, a la riqueza provechosa o a la religiosidad moderada. Pero son sólo débiles destellos en la noche de la vanidad, pues no dejan al individuo más resquicio que aferrarse a su tabla de náufrago, el repetido “único bien” (2,24-26; 5,17-19; etc.): las migajas de felicidad que la vida ofrece en contadas dosis, reconociendo que, a la larga, son don de Dios, y la precaria recompensa a tantos trabajos, fatigas, sufrimientos y decepciones. Con esto el autor realiza una crítica despiadada a la doctrina tradicional de la retribución 78 El libro de Job la cuestionaba, pero mantenía una confianza en la existencia del orden querido por Dios (por ahora misterioso) y la esperanza de recuperar una relación cercana con Él. No es el caso de Qohélet. Para él, la doctrina de la retribución, y con ella toda la empresa sapiencial, se estrella con la realidad de la muerte: “Entonces me dije: Como la suerte del necio será la mía, ¿para qué sirve mi sabiduría?(...) Pues el sabio muere igual que el necio” (2,15-16). Y más adelante afirma: “Sobre la conducta de los humanos reflexioné así: Dios los prueba y les demuestra que son como bestias. Porque el hombre y la bestia tienen la misma suerte: muere el uno como la otra; y ambos tienen el mismo aliento de vida. En nada aventaja el hombre a la bestia pues todo es vanidad. Todos caminan hacia una misma meta; todos han salido del polvo y todos vuelven al polvo. “¿Quién sabe si el aliento de vida de los humanos asciende hacia arriba y si el aliento de vida del animal desciende hacia abajo, a la tierra?” 79 . Es claro, entonces, que el intento de la sabiduría de asegurar el éxito, la seguridad y la prosperidad en la propia vida desemboca en el fracaso. Sabios y necios tienen el mismo fin: la muerte. Por lo tanto, todas las conquistas humanas tienen el sabor de lo provisional y de lo efímero 80. término hebreo “hebel”, traducido como “vanidad” designa el vacío, la inconsistencia o el sinsentido de la realidad y es afín a “soplo” o “suspiro”. Fuera del Ecles se aplica a los ídolos (Jer 2,5) o a determinadas experiencias humanas (Job 7,16). También funciona como nombre propio: Abel (Gn 4,2), definiendo una existencia efímera. 78 “Se da otro sin sentido en la tierra: que hay justos que sufren lo que merecen los malvados, y malvados que disfrutan lo que corresponde a los justos. Y esto es, sin duda, vanidad” (8,14). 79 Pregunta retórica. El aliento de vida “hacia arriba” alude a una posible inmortalidad del alma. Sin embargo, según Qohélet, es imposible saber si ella existe y, por lo tanto, prefiere prescindir de ella descartándola. 80 A ello se agrega el carácter incambiable de la realidad: “Lo torcido no puede enderezarse, lo que falta no se puede contar” (1,15). En esa línea va el poema inicial sobre el movimiento en el cosmos (1,4-11), un movimiento constante, ciego, inmodificable. Los sabios acudían a la naturaleza como ejemplo de orden y sabiduría; aquí es modelo de los absurdo de la existencia. El poema concluye con la frase: “Lo que fue, eso será; lo que se hizo, eso se hará. Nada nuevo hay bajo el sol” (1,9) 46 ¿Qué lugar ocupa Dios en le complejo y sombrío panorama de las reflexiones de Qohélet? Hay que decir, de entrada, que el autor es creyente y que hace continuas referencias a Dios (32 veces en 12 capítulos). Sin embargo, no es el Dios de las grandes tradiciones históricas y proféticas del AT; ni siquiera el de Job y de los últimos libros sapienciales. El Dios de Qohélet es, ante todo, el creador del mundo, totalmente trascendente, distante e incluso escondido a la búsqueda ansiosa del hombre. Desde esta clave, el autor nos habla de las obras de Dios, inaccesibles a los hombres 81; de su gobierno del tiempo y de la eternidad, que el hombre no logra desentrañar; de su juicio misterioso e impredecible sobre las acciones de los hombres, aunque sin perspectiva trascendente; y de los sencillos bienes que otorga, según su libre voluntad, como recompensa. Por ello, la actitud adecuada del hombre ha de consistir en el reconocimiento de la distancia existente entre creatura y Creador, en la aceptación de las propias limitaciones, en el agradecimiento sincero por los dones recibidos, en la permanente actualización de su memoria (12,1) y en la sumisión y respeto, contenidos en la noción del “temor de Dios” (7,18). Es bueno caer en la cuenta que Qohélet parte del mismo supuesto errado de Job: la atribución a Dios lo bueno y lo malo. Por eso no puede entender el “orden” puesto por Dios en su creación. Hay que reconocer el aporte del libro respecto de la sabiduría tradicional y especialmente de la doctrina de la retribución. Su relativización de las “confianzas humanas” (en el dinero, el trabajo, el poder, etc.) es muy acertada: efectivamente esas realidades no tienen fundamento en sí mismas y están radicalmente amenazadas en su sentido por la finitud del ser humano. Este “desenmascaramiento” ha hecho posible, más tarde, el “descubrimiento” (revelado por Dios) de la resurrección y del final trascendente del mundo. El autor no ha encontrado respuestas a sus dudas y cuestionamientos; sin embargo, ha hecho posible que otros hayan podido encontrarlas. Eclesiastés es un gran “paso adelante” en el camino de la revelación divina. 1.1.1.6.1.4. Intentos de superación de la crisis Van en dos líneas:a) La sabiduría divina y el temor de Dios, y b) la retribución más allá de la muerte. a) La sabiduría divina y el temor de Dios Una manera de enfrentar los cuestionamientos descritos fue la de "divinizar" la sabiduría e insistir en el temor (= respeto, amor) de Dios como clave de realización humana. Respecto de lo primero, se presenta a la sabiduría ya no como el simple esfuerzo racional del hombre por dominar la vida, sino una creatura de Dios, la primera de sus 81 “Si no sabes cómo entra el espíritu en los miembros en el vientre de la mujer encinta, tampoco sabrás la obra de Dios que todo lo hace” (11,5). 47 creaturas, que el Señor concede a quienes lo respetan y aman. Sólo cuando el hombre se une a ella puede sentirse feliz y caminar sin miedo por la vida. La sabiduría se identifica con el orden el mundo, que emana de la suprema inteligencia divina. Se nos dice que Yahveh fundó la tierra con la sabiduría, que ésta presidió todas sus obras, al modo como el arquitecto vigila la construcción de un edificio: "22 «Yahvé me creó, primicia de su actividad, antes de sus obras antiguas. 23 Desde la eternidad fui formada, desde el principio, antes del origen de la tierra. 24 Fui engendrada cuando no existían los océanos, cuando no había manantiales cargados de agua; 25 antes que los montes fuesen asentados, antes que las colinas, fui engendrada. 26 No había hecho aún la tierra ni los campos, ni el polvo primordial del orbe. 27 Cuando colocaba los cielos, allí estaba yo; cuando trazaba la bóveda sobre la superficie del océano; 28 cuando sujetaba las nubes en lo alto, cuando afianzaba las fuentes del abismo, 29 cuando marcaba su límite al mar para que las aguas no desbordaran sus orillas; cuando asentaba los cimientos de la tierra, 30 yo estaba junto a Él, como aprendiz, yo era su alegría cotidiana, jugando todo el tiempo en su presencia, 31 jugando con la esfera de la tierra; y compartiendo mi alegría con los humanos." (Pr. 8, 22-31; ver también Sab 7,22-24) b) La retribución más allá de la muerte Es clave aquí el aporte del libro de la Sabiduría, el último de nuestro AT. El contenido de la primera parte del libro (1,1 – 5,23) gira en torno a la relación entre sabiduría-justicia e inmortalidad. Sorprende el dato antropológico con que comienza el libro: el ser humano compuesto de alma y cuerpo (1,4). Como se ha visto, para la antropología bíblica el hombre es fundamentalmente un todo unitario, compuesto de aliento (nefesh) y materia (adamah). A continuación aparece una afirmación casi única en la literatura bíblica 82: “Dios creó al hombre para la inmortalidad” (2,23) “porque la justicia es inmortal” (1,15). 82 Si exceptuamos 2 Mac 7,9ss y Dn 12,1-3. 48 A pesar de estos datos, el autor no hace uso de la noción griega del alma espiritual. En Sab la inmortalidad no depende de la naturaleza del alma sino de la relación del hombre con Dios. Quien ha elegido el camino de la sabiduría y de la justicia obtiene como recompensa divina la inmortalidad. Respecto del destino de los injustos, el libro afirma que ellos hicieron un pacto con la muerte (1,16) y la muerte será lo que recibirán como recompensa. Sin duda se trata de la situación de los difuntos en el sheol, convertido ahora en morada de los injustos. Curiosamente, el libro no menciona la resurrección del cuerpo, probablemente porque está interesado en abordar el significado de la inmortalidad y no el modo de su realización concreta. Para exponer su doctrina de la inmortalidad, el autor de Sab se sirve de una apasionada descripción de dos tipos humanos: el del justo y el del malvado (2,1-20 y 3,1-10 respectivamente). En 2,1-7 parece que las reflexiones del malvado son un eco de las palabras de Qohelet (fugacidad de la existencia, carácter demoledor e irreversible del tiempo, olvido de las obras humanas, disfrute de los bienes presentes como consuelo, el sheol como destino común de todos los hombres). Los vv.10-20 nos presentan la imagen que tienen del justo los impíos. En 3,1-10 el autor nos introduce al tema de la inmortalidad abordando dos posibles objeciones: “¿de qué le sirve a alguien ser justo si la muerte acaba con él lo mismo que el malvado?; ¿qué sentido tiene el sufrimiento del justo? Respecto de la primera, el autor de Sab no entiende la muerte del justo como una irremediable destrucción, sino como un tránsito. En cuanto a la segunda, los sufrimientos sirven para probar al justo como se prueba el oro en el crisol: “sufrieron pequeños castigos, recibirán grandes favores” (3,5-6). Su destino es gobernar naciones y someter pueblos en el reino del Señor” (3,8). Este último problema de las pruebas a las que se ve sometido el justo se materializa en dos casos claves en la literatura bíblica: la esterilidad y la muerte prematura. En la cultura semita la esterilidad era concebida como una desgracia, incluso como un castigo. Sab 3,13 – 4,6 nos dice: “dichosa la estéril irreprochable (...) y el eunuco que no cometió delito con sus manos” (3,13-14); más vale ser virtuoso, aunque sin hijos” (4,1); por otra parte, “la familia innumerable de los impíos no prosperará (...) aunque por algún tiempo reverdezcan sus ramas” (4,3-4). El asunto de la muerte prematura constituía también un asunto sin respuesta en la cultura hebrea. Si existe sólo esta vida, ¿qué sentido tiene la muerte en plena juventud? Incluso en este nuevo planteamiento de la inmortalidad, ¿por qué Dios acaba con la vida del justo y no le permite disfrutar de sus días? La explicación que da el libro es que Dios lo hace por el amor que le tiene al justo: de todos modos gozará del descanso; el Señor, de paso, lo liberará de la maldad de este mundo pecador, para que la perfidia no le reduzca ni pervierta su conciencia (4,7-12). 49 La suerte final de justos e injustos y el asombro de los impíos ante el radical combio que esa situación comporta es tratado en 4,20 – 5,23. “Al justo lo cuentan entre los hijos de Dios y comparte la herencia con los santos” (5,5). El libro de la Sab constituye un gran avance respecto del problema del mal. Sin embargo, con esto no están respondidas todas las preguntas. ¿Por qué existe el mal al interior de una creación buena? ¿Efectivamente, los males del hombre pueden ser considerados un castigo divino o una "puesta a prueba"? ¿Basta recurrir a esta retribución post-mortem para justificar los padecimientos demoledores que viven tantos seres humanos, en especial niños? Me viene a la memoria el siguiente párrafo de “Los hermanos Karamazov” de Dostoiewski: “Y si el dolor de los niños ha de integrar la suma de dolores necesarios para adquirir la verdad, declaro que esta verdad es una estafa. No quiero la armonía y no la quiero por amor a la humanidad. Prefiero mantener mis sufrimientos sin venganza, mi indignación sin desahogo, aunque esté equivocado. Además de que se nos pide un precio tan elevado por la armonía, que está fuera de nuestros recursos el entrar en ella. Por eso me apresuro a devolver mi billete (de entrada al cielo), y si soy honrado, debo correr a devolverlo cuanto antes. Eso es lo que hago. No es que rechace a Dios, Aliocha; sólo le devuelvo respetuosamente su billete” 83 Para responder a estas preguntas hay que recurrir a la revelación de Dios en Jesucristo y a los aportes de la teología actual. 1.1.1.7. Segundo Libro de los Macabeos Es un libro contemporáneo de Sabiduría y también está escrito en griego. Narra la gesta de la familia de los hermanos Macabeos en contra de la ocupación y (y persecución) griega seléucida . El capítulo 7 relata el martirio de 7 hermanos, que son ejecutados sin piedad delante de su madre. Ella anima a su séptimo hijo a que entregue su vida al martirio antes que someterse a las leyes griegas y renegar de su fe. Parte de su discurso es el párrafo que sigue: “Te ruego, hijo, que mires el cielo y la tierra, y al ver todo lo que hay en ellos, sepas que a partir de la nada (ouk ek ónton) lo hizo Dios y que también el género humano ha llegado así a la existencia”. Sin pretender proyectar en este texto las precisiones que tendrá la expresión posteriormente, se puede afirmar que en este texto está en forma explícita la idea de “creación de la nada”. 83 Citado por Bentué, A., “La opción creyente”, Eds. San Pablo, Santiago de Chile, 1995, pp. 386-387. 50 Superadas las imágenes aproximativas (el caos de Gn 1) y las expresiones desafortunadas (la materia informe de Sab 11), la fórmula de 2 Macabeos alcanza una precisión teológica irreprochable, y posee además una eficacia retroactiva: a su luz es lícito precisar la intuición latente en las viejas afirmaciones: la creación de todo por Dios el rechazo de cualquier forma de dualismo, la unicidad y soledad de Dios al crear, la creación por la Palabra, etc. El momento crítico en que aparece la fórmula (el martirio) vuelve a presentarnos la vinculación entre creación y salvación. 51 1.1.2. La creación del mundo en el NT El NT proclama que la salvación de la historia reside en Jesús de Nazareth. Aquí también, al igual que en AT, lo primero será la reflexión teológica sobre Cristo salvador y después las repercusiones que esta salvación tiene para el conjunto de la realidad históricocósmica. 1.1.2.1. La creación en Jesús Dirigiendo su mensaje a un auditorio para el que la doctrina de la creación era una verdad adquirida y pacíficamente consolidada, Jesús la da por supuesta en su predicación del Reinado de Dios, dedicándole tan sólo alusiones circunstanciales. a) El mundo y todos sus seres proceden de Dios: Esta idea está condensada en varias fórmulas: - En Mt 11,25 tenemos la fórmula “el Señor del cielo y la tierra” 84. - A propósito del repudio, Jesús utiliza la fórmula “desde el principio de la creación” (apó de arjés ktíseos). El “principio” aquí se puede entender de dos maneras: como el comienzo de los seres creados o bien como el acto creador mismo (que es un comienzo absoluto). La palabra “ktísis” (“creación”) permite esta doble lectura, ya que puede tratarse de la creación en sentido activo (el acto de crear) o pasivo (lo creado). (Mc 10,6). - Otra expresión relativamente frecuente es “desde la fundación del mundo” (apó katabolés kósmou) (Mt 23,35 85; 25,34; Lc 11,50). El sustantivo “katabolé” significa en primera instancia la acción de echar los cimientos, la fundación o constitución de algo; con este sentido se aplica a la construcción de un edificio y entraña, por tanto, la idea de orden y finalidad, y no sólo la de un comienzo temporal. Se está esbozando, pues, la figura del Creador como la de un grande y todopoderoso arquitecto que pone los fundamentos de su obra y la levanta según un proyecto preestablecido. b) La bondad del mundo Porque el mundo es originalmente creación de Dios, todo es en principio bueno. Esta defensa de la bondad radical, ontológica, de lo creado, mantenida ya desde Gn 1, había sido oscurecida por innumerables prescripciones rabínicas, urgidas rigurosamente por el fariseísmo. 84 Mt 11, 25: “En aquel tiempo, tomando Jesús la palabra, dijo: ‘Yo te bendigo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has ocultado estas cosas a sabios e inteligentes, y se las has revelado a pequeños”. 85 Mt 13,34-35: “Todo esto dijo Jesús en parábolas a la gente, y nada les hablaba sin parábolas, para que se cumpliera lo dicho por el profeta: ‘Abriré con parábolas mi boca, publicaré lo que estaba oculto desde la creación del mundo’.” 52 La praxis y la predicación de Jesús suponen una reacción saludable contra estos tabúes legalistas y una reivindicación de la dignidad y valor de los seres creados. Así, en Mc 7, 1, cuando Jesús es criticado por fariseos y escribas porque no se lava las manos, Él les critica anular los mandatos de Dios (como el de “honrar padre y madre”) por sus prescripciones y declara puros todos los alimentos (v.19); confirma también la inocencia de la realidad que rodea al hombre (“nada hay fuera del hombre que, entrando en él, pueda hacerle impuro” (v.15). En la misma línea va al excluir el ayuno mientras dure su presencia en el mundo (Mc 2,18-20) La actitud de Jesús de uso y disfrute de los bienes de la creación debió ser mucho más franca y desinhibida que la de sus contemporáneos, hasta ser acusado de comilón y bebedor (Mt 11,18-15). Con todo esto no niega Jesús la existencia del mal. Nadie ha sido más consciente de él que el propio Jesús, pero se resiste a considerar a alguna criatura como mala y a usarla en contra de la voluntad divina. Sólo a Dios se debe adoración (Mt 4,9-10). Merece especial atención la postura de Jesús respecto del sábado. Los sinópticos nos hablan de diversas curaciones realizadas por Jesús en ese día, este es el escándalo de los fariseos. Jesús cura en sábado porque así se cumple el sentido de liberación y fiesta de ese día. De algún modo en los milagros de Jesús se anticipa el Reinado de Dios consumado, meta de la creación. c) Jesús y el problema del mal Jesús no plantea directamente una explicación sobre el mal, sino una práctica de la cual podemos extraer ciertas conclusiones 86: Ante la consulta de Juan Bautista encarcelado de si Él es el que ha de venir o si debe esperar el pueblo a otro, Jesús responde: “Vayan y cuenten a Juan lo que oyen y ven: los ciegos ven y los cojos andan, los leprosos quedan limpios y los sordos oyen, los muertos resucitan, y se anuncia a los pobres la Buena Noticia” (Mt 11,2-5) 86 Jesús parece asumir la visión apocalíptica sobre el origen del mal. Ella atribuía su origen a la "caída de los ángeles". Una rebelión de éstos contra Yahveh dirigidos por su jefe "Satán", que arrastrará a la humanidad por medio de la tentación de la serpiente de Gn 3 (que se la concibe como el demonio disfrazado). El planteamiento se apoya en el mito narrado en Gn 6,1-4. Puede leerse en el apócrifo de 1 Henoc 6 – 36 (Libro de los Vigilantes), datado en el siglo II. a.C. En todo caso, la apocalíptica es categórica en señalar la responsabilidad humana por el pecado. En todo caso, las antiguas concepciones de castigos colectivos, individuales y “puestas a prueba” subsisten. 53 La respuesta de Jesús a Juan no es directa; sin embargo, presenta la sanación de los enfermos como uno de los signos más fundamentales de su ministerio. Jesús es el portador único del “reinado de Dios”; esto es, de la presencia salvadora de Dios en medio de su pueblo. Dicho de otro modo, Jesús es el “representante” de Dios en medio de los hombres. Todo su ser y actuar es revelación de Él como Padre. No se puede, por lo tanto, separar las actitudes y posturas de Jesús del querer de Dios. En el texto citado más arriba Jesús se muestra como el que combate el mal en todas sus formas. Por eso, deben rechazarse como erradas todas las explicaciones veterotestamentarias expuestas más arriba 87: El Dios de Jesús nunca es causa del mal, ni como castigo ni como puesta a prueba 88. Dios está siempre del lado del hombre y en contra del mal 89. A la luz de estas consideraciones debe interpretarse la pascua de Jesús. La praxis de Jesús culmina en su muerte, signo fundamental del respeto que Dios tiene por la libertad humana, incluso en sus ejercicios más siniestros. Pero no se trata de un respeto contemplado desde afuera. En Jesús, Dios mismo carga con todo el dolor que causa el pecado humano en su forma más extrema y responde ante él con la entrega de su vida. El Padre con el poder lo resucita, pero aún así el respeto de Dios por la autonomía del mundo se mantiene en pie. En la pascua de Jesús se anticipa la victoria final del amor de Dios sobre el mal en todas sus formas. Incluso en esa victoria final se manifiesta el respeto de Dios por la libertad humana: Él no puede obligar a entrar al Reino a aquel que ha manifestado con sus actos que no quiere integrarse a él. No existe en el NT ni en Jesús una conciencia de la “autonomía del mundo”, como aparece en el Concilio (GS n°36). Dicha autonomía es crucial a la hora de una reflexión sobre el mal, como se verá más adelante en la parte sistemática del curso. En todo caso, por muy grave que sea la realidad del mal en el mundo, éste no debe llevar a opacar la bondad de la creación, como se ha dicho más arriba. d) La providencia divina: Por último, aunque el término mismo de “providencia” (prónoia) está ausente en los sinópticos, no lo está la idea. El Dios “Señor del cielo y de la tierra” (Mt 11,25) cuida de sus criaturas, aún de las más pequeñas, con preocupación paternal. 87 Que forman parte de la “revelación progresiva” de Dios y de la “pedagogía divina” de las que habla el Concilio Vaticano II (DV n° 13). Una presentación más detenida sobre las respuestas que se han dado en la Biblia sobre el origen del mal y su relación con Dios puede encontrarse en mi artículo: “La enfermedad y Dios en la Biblia”, Rev. UCMaule, n° 27, Talca, Diciembre del 2001, pp. 19-28. 88 Como se dijo más arriba, hay dos argumentos de peso para afirmar esto. El primero, es que no existe un sólo milagro de Jesús en los evangelios que signifique un daño para algún ser humano. El segundo: Jesús asume el lenguaje de la recompensa y del castigo, pero usa siempre ambas palabras en singular. Y ello porque, finalmente, la recompensa es el ingreso pleno del hombre en el reino de Dios y el castigo es quedarse fuera de ese reino, lo cual, en realidad, es un “autocastigo”. 89 TORRES QUEIRUGA,A. “Creo en Dios Padre. El Dios de Jesús como afirmación plena del hombre”, Sal Terrae, Santander, 1986, p. 135. 54 En Mt 6,25-34 nos presenta cómo el Padre vela por las aves del cielo y los lirios del campo, para deducir de ahí el mayor cuidado que el hombre le merece a su Creador 90: “Por eso os digo: No anden ustedes preocupados por su vida, qué comerán, ni por su cuerpo, con qué se vestirán. ¿No vale más la vida que el alimento, y el cuerpo más que el vestido? (26) Miren las aves del cielo: no siembran, ni cosechan, ni recogen en graneros; y el Padre celestial de ustedes las alimenta. ¿No valen ustedes más que ellas? (27) Por lo demás, ¿quién de ustedes puede, por más que se preocupe, añadir un solo codo a la medida de su vida? (28) Y del vestido, ¿por qué preocuparse? Observen los lirios del campo, cómo crecen; no se fatigan, ni hilan. (29) Pero yo les digo que ni Salomón, en toda su gloria, se vistió como uno de ellos. (30) Pues si a la hierba del campo, que hoy es y mañana se echa al horno, Dios así la viste, ¿no lo hará mucho más con ustedes, hombres de poca fe? (31) No anden, pues, preocupados diciendo: ¿Qué vamos a comer?, ¿qué vamos a beber?, ¿con qué vamos a vestirnos? (32) Que por todas esas cosas se afanan los gentiles; pues ya sabe el Padre celestial de ustedes que tienen necesidad de todo eso. (33) Busquen primero su Reino y su justicia, y todas esas cosas se les darán por añadidura. (34) Así que no se preocupen del mañana: el mañana se preocupará de sí mismo. Cada día tiene bastante con su propio mal.” No se trata de que Dios nos vaya a evitar los males, ni siquiera los peores. La condición humana es frágil, contingente, constantemente amenazada por la caducidad. A ello se suma el mal moral que es el pecado, que puede asumir la forma de la persecución y y del asesinato (como de hecho ocurrió a muchos discípulos de Jesús). Tampoco se trata de asumir como actitud la falta de previsión por el futuro. Existen cosas que se pueden prever y planificar, y es recomendable hacerlo. La enseñanza de Jesús (con la exageración propia del lenguaje poético) apunta a que, suceda lo que nos suceda, nuestra identidad, todo lo que somos, está en manos de Dios, y es esa identidad la que será llevada a plenitud en la resurrección. Respecto de la preocupación por el mañana, lo que Jesús llama a evitar es la preocupación obsesiva y angustiosa por el futuro, que termina por arruinar la vida. Jesús recomienda una actitud de serenidad y confianza, aún en medio de las tribulaciones. Esa confianza hace posible ocupar las propias energías en el servicio a los demás (“el Reino de Dios y su justicia”). 1.1.2.2. La creación en Pablo a) El Dios Creador: En Pablo encontramos varias de las fórmulas del AT, aunque puestas en vinculación con Cristo: -“Todo hombre proviene de Dios” (1 Cor 11,12); 90 En la misma línea, Mt 10,29; Mt 5,45 y Lc 6,35. 55 -“del Señor es la tierra y todo cuanto contiene” ((1 Cor 10,26; ver Sab 24,1). -“Pues el Dios que ha dicho: Brille la luz en la oscuridad, es quien ha encendido esa luz en nuestros corazones, para hacer brillar el conocimiento de la gloria de Dios, que se refleja e el rostro de Cristo” (2 Cor 4,6; Gn 1,3). - “Él (Abraham) es el padre de todos nosotros, como dice la Escritura: ‘te he constituido padre de muchos pueblos’; y lo es ante Dios en quien creyó, el Dios que da vida a los muertos y llama a la existencia a las cosas que no existen” (Rm 2,17) 91. En estos últimos dos textos la soteriología prima sobre la cosmología: el Dios que habló en el comienzo para dar el ser a las creaturas nos promete ahora la resurrección (es el “vivificador de los muertos”); ese mismo Dios, que creó la luz entonces, separándola de la tinieblas, ilumina hoy nuestros corazones con la luz de Cristo. Una salvación creíble porque quien la anuncia es alguien que puede hacer pasar del no ser al ser, o transformar las tinieblas en luz con sólo su Palabra. b) El conocimiento de Dios por la criaturas: En Sab hemos encontrado la tesis de la posibilidad de llegar al cocimiento del Creador partiendo del de las creaturas. Rm 1,19 insiste en la misma tesis: “Lo invisible de Dios se deja ver a la inteligencia desde la creación del mundo 92 a través de sus obras”. La expresión “desde la creación del mundo” puede tener dos sentidos: - Dios es cognoscible desde que el mundo creado existe; - a través de las creaturas se puede llegar a conocer a Dios (Dios, el invisible, es “visto” como el trasluz mediante la visión de lo hecho por Él). c) La creación sometida a la vanidad Sin embargo, Pablo no puede ocultar que estas huellas que la acción divina ha impreso en el mundo han sido deformadas: “Porque la creación misma espera con ansias la manifestación de los hijos de Dios. Sometida a la vanidad, no por propia voluntad sino por aquél que la sometió, vive en la esperanza, de ser ella liberada de la servidumbre de la corrupción y participar así de la gloriosa libertad de los hijos de Dios” (Rm. 8,19-21). Podemos ver aquí que la esperanza cristiana tiene dimensiones cósmicas. Pablo dice expresamente que “el mundo creado ha sido puesto bajo el dominio de la nulidad o vanidad” 93. Esta palabra (= mataiótes), propia de la propaganda misionera 91 “Kaloúntos ta me ónta”= “llamando a las cosas que no son.” Esta expresión se acerca mucho al concepto de creación de la nada, que hemos visto en 2 Macabeos 1,28. 92 Apó ktíseos kósmou. 93 Era este un motivo característico de la tradición apocalíptica judía. En el 4 Esdras leemos: “Es por eso que he creado el siglo. Pero cuando Adán violó mis preceptos, una condena fue puesta sobre la creación” (7,11). Käsemann, pues, relaciona este dicho de Schemel: “A pesar de esto, las cosas fueron creadas en su plenitud, 56 del cristianismo, que la ha heredado del Antiguo Testamento y del Judaísmo, indica el vacío espiritual y la insignificancia en que la adoración de los ídolos ha hecho hundirse a los negadores del único Dios verdadero. El apóstol la atribuye al cosmos, pero no sin precisar que la causa de tal proceso de degradación no ha sido el mundo, sino “quien la ha sometido”. No se indica aquí el sujeto de la frase, pero es muy probable que se trate de un "pasivo divino"; esto es, de un modo de referirse a Dios sin nombrarlo. Se referiría a la acción de Dios que así reacciona a la rebelión de Adán, prototipo de la humanidad pecadora. (ver Rm 5,12). “En la esperanza de ser liberada de la servidumbre de la corrupción”. Dios, al someter la creación a la vanidad, dispuso conjuntamente también la futura eliminación de ésta. “Servidumbre de la corrupción” es sinónimo de “vanidad”. “Para participar en la gloriosa libertad de los hijos de Dios”. Al introducir a los cristianos en su “gloria”, Dios libera a toda la creación, por eso ella espera ansiosamente ese momento. Se piensa, pues, no en una gloria propia de los cristianos sino en la gloria de Dios, en la que ha recibido a Cristo Resucitado como a su Hijo y de la que hará partícipes a los cristianos como coherederos de Cristo. Vale la pena reparar en que al compartir su gloria Dios crea libertad. Dios es Dios como el que libera de la esclavitud Los dolores que atribulan a la humanidad no son estertores de la muerte, sino dolores de un nuevo nacimiento. El verbo “synódinein” aquí es usado para aludir a los sufrimientos del parto, imagen clásica en la literatura apocalíptica para indicar la tribulación de la historia como síntoma de la próxima venida del nuevo mundo. d) Cristo, mediador de la creación: El rol crucial que Cristo tiene en la creación aparece en un texto muy especial: “Sin embargo, para nosotros no hay más que un Dios, el Padre, del cual todo 94 y para el cual nosotros 95, y un solo Señor, Jesucristo, por el cual todo 96 y por el cual nosotros 97 somos” (1 Cor 8,6) Lo que caracteriza a este texto es que, por primera vez, aparece Cristo al lado del Padre en el papel de creador. En efecto, en otro texto paulino, el Padre ostenta exclusivamente todas las funciones creadoras: debido a que el primer hombre hubo pecado han andado en ruinas y no volverán a su orden hasta que no verá a Ben Perez (el Mesías)”. 94 ex jú ta panta 95 kái jeméis eis autón 96 di' jú ta panta 97 kái jeméis dí autú 57 “De Él, por Él y para Él son todas las cosas” 98 (Rm. 11,36). Aquí el Padre es origen (ex), mediador (diá) y meta (eis) del todo (tá panta). En el texto más arriba, en cambio, la totalidad de la realidad creada es efecto a la vez del Padre y del Hijo. Sin embargo, las proposiciones diferentes (ek y eis para el Padre; diá para el Hijo) insinúan que la causalidad de ambos se sitúa en planos diversos. El Padre es el principio y el fin; Cristo es el mediador de la creación como y porque lo es de la salvación (el “por el cual nosotros somos” de 1 Cor 8,6). La función mediadora atribuida al Hijo estaba preparada por la literatura sapiencial, en esa “personificación” (hipóstasis) que hacía de la Sabiduría divina que asistía a Dios en el acto creador (Prov 8,22 ss; Ecles 24,1-9). El NT ha identificado esa Sabiduría poéticamente personificada, con la persona real de Jesús, el Cristo (ver, por ej., 1 Cor 1,24-30). Por otra parte, dada la correspondencia entre salvación y creación en el AT, quien ejerce una de estas dos funciones ha de ejercer la otra. Si Cristo es el mediador de la salvación, ha de serlo también de la creación; el ser simplemente y el ser salvado no pueden proceder de dos principios distintos, sino de uno solo. Pero ese papel mediador no lo realiza Cristo autónomamente, sino en dependencia de Aquel “de quien” (ex jú) todo procede. En cualquier caso, tanto la creatividad del Padre como la de Cristo, aunque distintos, son actividades divinas; el mundo y los hombres se encuentran ligados ontológicamente al Dios Padre y al Señor Jesucristo. Pablo no sólo polemiza con la la multitud de mediadores (“dioses”) paganos sino con la fe judía, que no reconoce a Jesús como Señor. Hay una absorción de lo cosmológico en lo cristológico-soteriológico. 1.1.2.3. El himno de Colosenses 1,15-20 Un hito importante en la reflexión neotestamentaria es el himno cristológico de Col 1,15-20. El himno está situado en una carta 99 que polemiza contra una “vana filosofía” basada en los “elementos del mundo” (2,8). Más adelante, Pablo habla de “cuestiones de comida o bebida, a propósito de fiestas, novilunios o sábados” (2,16). De “ruines prácticas y el culto de los ángeles” (2,18). De prácticas que tienen “apariencia de sabiduría por su piedad afectada, sus mortificaciones y su rigor con el cuerpo; pero sin valor alguno contra la insolencia de la carne.” 100 (2,23). Antes, ha hablado negativamente de los “los principados y potestades”, que Cristo domina exhibiéndolos públicamente en su cortejo triunfal. (2,15). 98 ex autú kai di' autú kai eis autú. Se discute si Col es carta paulina. 100 Es decir, sin ninguna capacidad para vencer el egoísmo humano. 99 58 ¿De qué se trata? No es fácil saberlo con exactitud. Los “elementos del mundo” pueden referirse a realidades del mundo divinizadas (como, el sol, la luna o las estrellas) o más probablemente a ángeles que controlaban los elementos cósmicos y los destinos humanos (a ellos parece aludir la expresión “principados y potestades”) a los que se atribuía una sabiduría casi divina y a los cuales era necesario rendir culto (2,18) para ganarse su favor. El judaísmo heterodoxo de la diáspora los había convertido en guardianes o defensores de la Ley (Hch 7,38; Gal 3,19; Heb 2,2). Se trata de un sincretismo (es decir, una mezcla de cristianismo, judaísmo y doctrinas religiosas que eran comunes en el área del Mediterráneo) que tiene un aspecto doctrinal y otro práctico, al primero Pablo llama “falsa filosofía” y critica las prácticas ascéticas porque implican volver a una esclavitud en la línea de “las obras de la Ley”. Los que difunden esta nueva doctrina se sienten superiores al resto de la comunidad como poseedores de un saber superior y de una práctica consecuente. Seguirlos es recaer en la esclavitud, semejante a la de los menores de edad bajo sus tutores, de la que Cristo nos ha liberado al rescatarnos de la Ley (Gal 2,21-23); y por ello, aunque no lo pretendan, son contrarios a Cristo y su verdad. El himno refleja la polémica con esta “vana filosofía” La estructura permite ya vislumbrar su contenido. En efecto, la primera (que ponemos a la izquierda) trata del papel que tiene Cristo en la creación; la segunda, en la salvación. 15: 16: 17: Orden de la creación: Orden de la salvación: “Él (el Hijo) es imagen del Dios invisible el Principio, Primogénito de toda la creación, “Él es también la Cabeza del Cuerpo, de la Iglesia, porque en Él (en) fueron creadas todas las cosas (ta pánta) en los cielos y en la tierra, las visibles y las invisibles los Tronos, las Dominaciones, los Principados, las Potestades, todas las cosas (tá pánta) fueron creadas por Él (diá) y para Él (éis); Él existe con anterioridad a todas las cosas y todas tienen en Él su consistencia. Primogénito de entre los muertos, para que sea Él el primero en todas las cosas, pues Dios tuvo a bien hacer residir en Él (en) toda la plenitud (pan’ tó pléroma), y reconciliar todas las cosas por Él (diá) y para Él (éis) pacificando por la sangre de su cruz lo que hay en la tierra y en los cielos.” 18 19 20 59 La primera estrofa comienza afirmando que Cristo es “la imagen del Dios invisible”. También el hombre es imagen de Dios, pero Cristo es una imagen en todo igual al Padre, en el ser y en el obrar (Jn 5,19.26), porque en Él reside la plenitud de la divinidad (v.19). Dios, que es por su naturaleza espiritual y trascendente, se nos hace visible en Cristo, el cual viene a ser para nosotros manifestación del Padre. El es también “primogénito de la creación”, como Hijo amado del padre: tiene la supremacía, el poder y el dominio sobre toda ella, puesto que “todas las cosas han sido creadas en Él, por Él y para Él” (v.16). La primera expresión indica que todas las cosas han sido creadas en Él como en su principio y que tienen en Él su centro supremo de unidad, cohesión y armonía. La segunda, “por Él”, expresa la mediación de Cristo en cuanto que todo lo que Él comunica lo ha recibido del Padre. La tercera, “para Él”, que en otros pasajes se aplica al Padre (1 Cor 8,6; 15,28), se refiere aquí a Cristo, con miras al cual, como término y finalidad fueron creadas todas las cosas (Ap 1,17; 21,6). Al añadir a “todas las cosas” los tronos, potestades, etc., quiere expresar la totalidad de los seres, tanto los elementos cósmicos como los ángeles. La doctrina así expresada halla su confirmación en la doble expresión siguiente: “Él es antes que todo y todo subsiste en Él. En la primera, se afirma la dignidad (Sant 5,12), pero sobre todo la preexistencia (Jn 5,8) de Cristo. En la segunda (“todo subsiste en Él), encontramos una expresión que los filósofos estoicos referían al “Logos” o principio organizador del universo. Se constata que Cristo es el principio de conservación de las cosas y su centro de unión, cohesión y armonía. La segunda estrofa pone de manifiesto la supremacía de Cristo en el orden de la salvación: “Él es la cabeza del cuerpo que es la Iglesia”. Esto significa que es la fuente que comunica la vida a los miembros del cuerpo y los une en un conjunto vital y armónico. A la afirmación de que Cristo es principio de todo, por su condición divina, se añade que Cristo se nos ha manifestado en la Pascua como “el primogénito (protótokos) de entre los muertos”. Lo es no sólo en cuanto que fue el primero que resucitó, sino en cuanto que en la resurrección de Cristo ya está incluida la nuestra (1 Cor 15,20), que tendrá lugar al final de los tiempos (2 Cor 4,14). La “plenitud” (pléroma), que habita en Cristo hay que entenderla, a la luz de la doctrina que la carta rechaza. En Cristo, y sólo en Él, habita efectiva y esencialmente la divinidad. Y no la comparte con las potencias cósmicas ni con los ángeles. Estos son, como todos los demás seres de la creación, creaturas suyas 101. 1.1.2.4. El himno de Efesios 1,3-14 102 Es posible distinguir en este notable himno las siguientes partes: - Introducción temática: v.3. 101 PÉREZ,G., “Carta a los Colosenses”, en LA CASA DE LA BIBLIA, “El mensaje del NT”, vol.8, Verbo Divino, Estella, 1990, pp. 64-66. 102 FABRIS,R., “Le lettere di Paolo”, vol. 3, Borla, Roma, 1990, pp. 213-222. 60 - Vocación gratuita a la santidad: 4. - Participación en la filiación de Cristo: 5-6. - La liberación como perdón de los pecados y experiencia de amor: 7-8. - El proyecto divino revelado: Cristo que da unidad y sentido a todo: 9-10. - La vía de Israel a la salvación: 11-12 - La vía de los paganos a la salvación en la Iglesia: 13-14. a) Introducción temática: v.3 “Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos ha bendecido con toda clase de bendiciones espirituales, en los cielos, en Cristo;” Si el himno es una síntesis de toda la carta, el v.3 introduce el canto de alabanza, presentando a los protagonistas y al contenido. El inicio recuerda la fórmula bíblica en donde Dios es proclamado “bendito” (típica de algunos salmos), en hebreo “Baruk”. La novedad cristiana salta a la vista con la designación de Dios como “el Padre de nuestro Señor Jesucristo”. No se trata del Dios lejano e inmóvil, sino del Dios que se ha revelado a través de Jesucristo, el Señor glorificado en torno al cual se reune la comunidad de los creyentes. Se precisa la razón de la alabanza: “que nos ha bendecido con toda clase de bendiciones espirituales”. Esta comunicación salvífica, que tiene su fuente en Dios, es posible gracias a nuestra unión con el Cristo glorificado que tiene el pleno señorío en la esfera celestial. La connotación de los dones salvíficos como “espirituales” podría contener una alusión al Espíritu. La plenitud de los bienes salvíficos es el Espíritu Santo, que al final será llamado “prenda” de la salvación definitiva (v.14). b) La vocación gratuita a la santidad: 4 “ por cuanto nos ha elegido en él antes de la fundación del mundo, para ser santos e inmaculados en su presencia, en el amor;” Se inicia ahora la descripción del proceso salvífico llamado arriba “bendición”. El punto de partida es la iniciativa gratuita y soberana de Dios. Esta iniciativa viene expresada mediante la terminología de la elección, que retoma el tema bíblico de la elección del pueblo de Israel (ver Dt 4,34.37). La gratuidad es recalcada por la determinación temporal: “antes de la creación del mundo”. Se destaca la iniciativa gratuita de Dios que precede a todo presupuesto o aporte humano. Por lo tanto, más que un dato temporal el “ante” revela la gratuidad de la acción divina que parte de Dios. Del mismo modo la determinación “en Cristo” no es un dato espacial, sino que indica la esfera espiritual en que se realiza nuestra vocación salvífica. Es la solidaridad de destino con Cristo lo que aquí introduce en el proceso salvífico. No se trata de un plan determinista, sino que tiene su motivación profunda en un acto de amor que tiene como objetivo el de hacer posible la condición de santidad íntegra e imperecedera de los cristianos ante Dios. El lenguaje adoptado, “santos e inmaculados”, tiene una tonalidad cultual y litúrgica que podría ser traducida así: “para ser una comunidad que con su vida íntegra rinde el verdadero culto a Dios”. 61 c) Participación en la condición filial de Cristo: 5-6 “(5) eligiéndonos de antemano para ser sus hijos adoptivos por medio de Jesucristo, según el beneplácito de su voluntad, (6) para alabanza de la gloria de su gracia con la que nos agració (colmó de gracias) en el Amado.” Prosigue la historia del proceso salvífico que está bajo el signo de la “bendición” inicial. Ahora llega a ser explícito lo que era sugerido en la fórmula precedente “en Cristo”. El proyecto de Dios, que precede a toda determinación histórica, se pone en acción por medio de Jesucristo y consiste en la participación de los creyentes en su condición de Hijo único y amado. Si el texto griego original habla de “adopción” no es para atenuar la realidad de esta nueva condición, sino para subrayar la relación con la filiación de Jesús, modelo y fuente de la de todos los otros hijos. Aquí emerge en toda su evidencia la novedad cristiana respecto de las especulaciones míticas del ambiente helenístico y judaico. El rostro humano de Jesús y su praxis histórica que reivindica una relación única con Dios, revelan el proyecto del Padre en favor de todos los hombres. Es este diálogo de amor personal entre Dios y los hombres, manifestado históricamente en Jesús, el que excluye toda trasposición mítica de la relación con Dios. No es un plano abstracto o un destino sagrado lo que domina la historia de la salvación cristiana, sino un proceso vivo de amor gratuito. El autor condensa en pocos rasgos una serie de términos que focalizan este aspecto: “benevolencia”, amor gratuito, (járis = gracia), “que ha colmado de gracia” (ejáritosen), en el amadísimo (egapeméno). El objetivo último de todo el proceso salvífico es la manifestación y el reconocimiento del poder salvífico del amor gratuito ("gloria de su gracia"). Este amor no puede no donarse y expandirse en un proceso de comunicación liberadora que suscita la alabanza común de la comunidad que de él hace la experiencia. d) La liberación como perdón de los pecados y experiencia del amor: 7-8 “(7) En él tenemos por medio de su sangre la redención, el perdón de los delitos, según la riqueza de su gracia (8) que ha prodigado sobre nosotros en toda sabiduría e inteligencia,” El proyecto salvífico prometido del amor gratuito de Dios no se sitúa sobre la historia o en una zona extraña a los conflictos históricos. Él está dentro de las contradicciones históricas que señalan el camino humano. Esto quiere decir muerte violenta, injusticia, mentira, en una palabra, el pecado que separa de la fuente de la vida y del amor de Dios. Es la alienación histórica del hombre con la que se cruza la decisión del amor gratuito y fiel de Dios. En esta realidad histórica el amor llega a ser fuerza de liberación, sumergiéndose en el conflicto humano, pasando a través de la muerta violenta de Jesús, el Hijo amadísimo de Dios. El término adoptado por nuestro autor en este contexto es “apolýtrosis” (redención), que en el mundo greco-latino designaba la liberación o rescate de los esclavos o prisioneros por deudas. Ya en la tradición bíblica, con este vocabulario los 62 LXX han traducido los términos hebreos que describen la liberación histórica del éxodo y la espera del futuro mesiánico. En la tradición bíblica el proceso de liberación en el cual Dios se ha empeñado, se funda únicamente sobre su fidelidad y solidaridad gratuita, como la de un amigo o pariente (goel) que libera a los propios familiares. En esta óptica la muerte de Jesús es el máximo gesto de fidelidad y solidaridad que arranca al hombre de su alienación y esclavitud y lo integra en la comunión con Dios. La liberación se traduce en el perdón de los pecados, pero éste no es un proceso mecánico o anónimo, una especie de ficción jurídica u operación mercantil: ¡la muerte de Jesús paga la cuenta por nosotros! Es la riqueza sobreabundante del amor gratuito la que está en el origen de este proceso de liberación. Ahora él no puede quedar desconocido o ignorado, sino que debe ser conocido, debe llegar a ser una nueva conciencia histórica que produzca una praxis alternativa. En lenguaje bíblico esto se llama “sabiduría” e “inteligencia”, ambas dadas por Dios para una salvación que debe actuarse históricamente. La experiencia del amor, la sabiduría, está en el origen de una concepción de la existencia y de una nueva práctica de vida. e) El proyecto revelado: Cristo da unidad y sentido a todo: 9-10 “(9) dándonos a conocer el misterio de su voluntad según el benévolo designio que en él se propuso de antemano, (10) para realizarlo en la plenitud de los tiempos: hacer que todo tenga a Cristo por cabeza, lo que está en los cielos y lo que está en la tierra.” Hasta ahora hemos visto que el proyecto salvífico es anterior a toda elección, después es filiación, liberación experimentada y vivida. Pero el vértice es su pleno desvelamiento o revelación en Cristo reconocido como centro unificante del mundo y sentido pleno de la historia humana. El texto griego adopta el término mysterion, que puede ser traducido por “proyecto secreto”. Él está más emparentado con la tradición bíblica apocalíptica (Daniel) y los textos judíos de Qumrán, que con la terminología de los cultos mistéricos, en donde mysterion designa a un rito secreto o fórmula para iniciados. La novedad cristiana es la concentración del misterio en la persona y rol histórico-salvífico de Jesús. “Misterio” ahora no es más una decisión divina secreta o reservada a los iniciados, sino el pleno desvelamiento del proyecto salvífico. La historia es imaginada como un sucederse de épocas y acontecimientos salvadores que alcanzan su plenitud gracias al rol determinante de la persona de Cristo, que resume en sí todo fragmento de la historia salvífica precedente y la unifica como único Señor y cabeza de toda la realidad. Por Cristo, como Señor resucitado, es de ahora en adelante “encabezada” toda la historia humana. Es una visión grandiosa que ha entusiasmado a los lectores cristianos de todos los tiempos. Pero si se saca la expresión “reunir todo el universo bajo una sola cabeza, Cristo” de su contexto se corre el riesgo de caer en una especulación mítica fuera del campo de la realidad histórica. Aquello que sigue inmediatamente en el canto de alabanza une la intuición feliz de nuestro autor con la esperanza histórica de la Iglesia en donde se desvela el proyecto salvífico de Dios: 1,11-13. 63 f) La vía de Israel a la salvación: 11-12 “(11) A él, por quien somos herederos, elegidos de antemano según el previo designio del que realiza todo conforme a la decisión de su voluntad, (12) para ser nosotros alabanza de su gloria, los que ya antes esperábamos en Cristo.” La triple repetición “en Él” desarrolla la idea de la unificación y del sentido de la historia en Cristo antes formulada. Gracias a Jesús y a su unión con Él los dos grupos (judíos y gentiles), diversos y divididos, entran a formar parte del único proceso salvífico. La referencia a Israel está contenida en aquel “nosotros” contrapuesto al siguiente “ustedes” (v.13) que designa a los destinatarios de la carta: los paganos convertidos. El privilegio de Israel no es más de carácter racial o étnico, sino histórico. Si se puede hablar de un privilegio o de una precedencia de Israel esto se funda ahora únicamente en la iniciativa gratuita de Dios que pone en movimiento un proceso histórico donde Israel es portador de aquella esperanza salvífica que irrumpe en Jesús, el Mesías. Esta esperanza orientada a Jesús, es la vía del Israel fiel que ahora en Cristo toma parte de la salvación. La profesión de fe cristiana, aún la más universal y ecuménica, no puede olvidar este recorrido histórico apoyado por el proyecto de Dios, so pena de volatilización de la realidad histórica en una especulación abstracta y mítica. g) La vía de los paganos a la salvación en la Iglesia: 13-14 “(13) En él también ustedes, tras haber oído la Palabra de la verdad, el Evangelio de su (de ustedes) salvación, y creído también en él, fueron sellados con el Espíritu Santo de la promesa, (14) que es prenda de nuestra herencia, para la redención del pueblo de su posesión, para alabanza de su gloria.” Cristo, centro unificador de la historia universal, está en la encrucijada de todo el camino humano. En Él también los paganos entran en el proceso salvífico que tiene como meta la liberación definitiva prometida por Dios y garantizada por el don del Espíritu Santo. Ellos han entrado a partir de ahora para formar parte de la comunidad recorriendo todas las etapas del itinerario cristiano. Lo primero es la escucha de la “palabra de la verdad”, es decir, la buena noticia que tiene en sí misma la fuerza de salvar. Es claro que no se trata de una información cultural o de un adoctrinamiento religioso. La palabra que revela la realidad auténtica de Dios y del hombre es Jesucristo mismo, el Hijo que hace libre y da sentido a toda la existencia humana. La segunda etapa es la fe madura que recibe el “sello”, es decir, el Espíritu Santo. Tres connotaciones 64 definen el rol del Espíritu Santo dado a los creyentes: la promesa, el sello y la prenda. El Espíritu Santo es el cumplimiento de la promesa que recorre toda la historia bíblica y que llega a ser la esperanza de los profetas que soñaron con una comunidad renovada en el espíritu de Dios (Ezq 36,25-28; Joel 3,1-5). Por lo tanto, el Espíritu, comunicado a los creyentes, es prenda de la fidelidad de Dios a su promesa. Él es, además, el sello, sfraghis en griego, que como la marca o el timbre es signo de reconocimiento o pertenencia, de habilitación para un encargo y de protección. En fin, el Espíritu es prenda (primer fruto de una cosecha abundante) o anticipo de la liberación definitiva futura que Dios ha prometido a su pueblo. Esta evocación del itinerario cristiano y de la existencia que de él se deriva, se coloca sobre un fondo bautismal aún cuando no se haga referencia explícita al rito. Vale la pena notar que la perspectiva final del himno está vuelta al futuro, a la espera de aquella liberación plena que en el presente es asegurada por el don del Espíritu. Esta perspectiva debe llamar la atención sobre el riesgo de congelar el proceso salvífico en su presente histórico, que con facilidad se transforma en el sostén de actuaciones que buscan salvar el status quo. La ampulosidad de esta prosa de sabor litúrgico puede que nos moleste; pero no debe olvidarse que esta estupenda síntesis de la profesión de fe, que llega a ser canto de alabanza, no pierde nunca de vista a su centro, Dios, y su amor gratuito y eficaz en Jesucristo. Él revela y hace activo históricamente este amor, y funda la comunidad cristiana, en donde se revela y experimenta concretamente el amor salvador de Dios. 1.1.2.5. El prólogo de Juan (1,1-18) Además de ser un texto clave de la cristología, estamos ante un texto central en lo relativo a la creación. De hecho pretende hacer un paralelo con Gn 1, como se puede apreciar en los siguientes hechos: - El comienzo del prólogo retoma las mismas palabras iniciales del libro del Génesis: “en el principio” (en arjé). Las retoma pero las transforma, ya que le quita toda connotación temporal; esto es, “en el principio” ya no se refiere al comienzo temporal de la creación sino al fundamento absoluto de ella: la Palabra (Logos), que es eterna. - En el v.3 se dice que todo ha sido creado por la Palabra de Dios, lo que remite al “Dijo Dios...y hubo” del relato de la creación, a la creación por la palabra. - Los vv.4-5 toman el tema de la separación de la luz respecto de las tinieblas; sin embargo, se acentúa lo antropológico: “la luz de los hombres”. - A continuación del prólogo, el Evangelio de Juan describe una semana de actividad de Jesús, aludiendo a la semana de la creación 103. 103 Las indicaciones son: 1,29 señala el 2°, 1,35 el 3°, 1,43 el 4° y 2,1 el 7°, el día de “las bodas de Caná”. 65 ¿De donde toma Juan la idea de “Logos”? De los himnos de la Sabiduría personificada que hemos visto en 1.1.6. Al igual que la sabiduría, el Logos es aquí un ser preexistente que ha mediado en la obra creadora de Dios, que es luego enviado a revelar a Dios y a salvar a las creaturas, y que retorna finalmente a Dios. Este recorrido es refleja en la estructura del prólogo, que es una “parábola”: 1-2: El Logos junto a Dios 18: El Hijo (revelador) junto al Padre 3: su papel creador: intermediario (diá) 17: su papel salvador: intermediario (diá) 4-5: su donación a los hombres como Luz 16: su donación a los hombres como 6-8: el testimonio de Juan Bautista 15: El testimonio de 9-11: El Logos viene al mundo (kosmos) 14: El Logos se hace 12-13: por el Logos nos hacemos Hijos de Dios Esta misma estructura “parabólica” de la misión del Logos se puede apreciar en fórmulaciones como la de Jn 13,1-3; y 16,28. Estamos ante un himno cristiano primitivo que el evangelista ha colocado al comienzo de su obra a modo de prólogo. Para ello, ha realizado algunos agregados. Veamos los elementos que pertenecieron al himno original 104. “(1) En el principio existía la Palabra, y la Palabra estaba junto a Dios, 104 RAMOS,F., “Evangelio según san Juan”, en LA CASA DE LA BIBLIA, “El mensaje del NT”, vol 4, Verbo Divino, Estella, 1989, pp. 25-29. 66 y la Palabra era Dios. (3) Todo se hizo por ella y sin ella no se hizo nada. Lo que se hizo (4) en ella era la vida y la vida era la luz de los hombres, (5) y la luz brilla en las tinieblas, y las tinieblas no la vencieron. (9) La Palabra era la luz verdadera que ilumina a todo hombre, viniendo a este mundo. (10) En el mundo estaba, y el mundo fue hecho por ella y el mundo no la conoció. (11) Vino a los suyos y los suyos no la recibieron. (12) Pero a todos los que la recibieron le dio poder de hacerse hijos de Dios, a los que creen en su nombre; (13) los cuales no nacieron de sangre, ni de deseo de carne, ni de deseo de hombre sino que nacieron de Dios. (15) Juan da testimonio de él y clama: ‘Este era del que yo dije: El que viene detrás de mí se ha puesto delante de mí, porque existía antes que yo’. - El término “logos” o palabra estaba muy difundido a finales del siglo primero. Aplicado a Jesús, le presenta como un ser sobrenatural que reune en sí las características que el Judaísmo atribuía a la Ley y a la sabiduría. La Palabra participa de todos los poderes y atributos de Dios. Ella expresa el designio o el plan de Dios sobre los hombres. Es quien representa a Dios. En relación con el mundo, la Palabra es presentada como el medio por el cual Dios creó todas las cosas. La idea se expresa en una antítesis perfecta: “todo fue hecho por ella y sin ella no se hizo nada”. En su referencia a los hombres, la Palabra es la vida y la luz. Se afirma que la realidad plena de la existencia, la vida auténtica, no se halla en el hombre mismo, sino en el autor de la vida. La realización o fracaso de la existencia humana depende de si ella está o no en relación con la Palabra, en referencia al Logos. La oposición del hombre a la luz significa caminar en las tinieblas, independientemente de Dios. La acogida de la Palabra en la fe significa la participación en ella, en la vida de Dios. Comienza una relación nueva entre el hombre y Dios, que aquí se expresa en términos de filiación. Nuevos lazos unen al hombre con Dios. La filiación divina es posible 67 gracias a un nuevo nacimiento. Las dos negaciones del v.13 lo diferencian radicalmente del proceso de la generación natural y afirman que es debido a la iniciativa divina. El nuevo ser del cristiano supera al ser simplemente humano en la misma medida en la gracia supera a la Ley, tal como Cristo supera a Moisés (16-18). Las modificaciones que hizo el evangelista para adaptar el himno cristiano a prólogo fueron las siguientes: - Jn 1,2, (“Ella estaba en el principio junto a Dios”) que acentúa la preexistencia. Pretendía de este modo poner de relieve que el evangelio, en cuanto acontecimiento salvífico, comenzó antes de la creación del mundo. - Lo relativo a Juan Bautista (vv. 6-8), que tiene la finalidad de situar al precursor en el lugar que le corresponde, saliendo al paso de la valoración excesiva que sus discípulos habían hecho de él. El bautista creó escuela. Sus discípulos continuaron su obra con verdadero espíritu misionero. - Jn 1,14.16-18, que surgieron de la necesidad de afirmar el modo concreto cómo la Palabra llegó a nuestro mundo, mediante la asunción verdadera y real de nuestra misma naturaleza (carne): “(14) Y la Palabra se hizo carne, y puso su Morada entre nosotros, y hemos contemplado su gloria, gloria que recibe del Padre como Unigénito lleno de gracia y verdad.” En esa humanidad de Jesús se manifiesta Dios mismo, al que podemos experimentar como gracia, verdad, luz, vida, superando infinitamente otros intentos de acercamiento, como el que se realizó a través de Moisés. Una tendencia clara de este evangelio es su lucha contra la gnosis."Morada" se refiere a la Tienda de la Reunión en donde habitaba la "gloria" de Yahveh. (16) Pues de su plenitud hemos recibido todos, y gracia por gracia. (17) Porque la Ley fue dada por medio de Moisés; la gracia y la verdad nos han llegado por Jesucristo. (18) A Dios nadie le ha visto jamás: el Hijo Unigénito, que está en el seno del Padre, él lo ha contado.” La corriente gnóstica dio origen a la primera herejía cristológica. Según ella, el Cristo celeste se había servido de Jesús de Nazaret como de un “medium” para comunicar su revelación. La utilización duró desde el bautismo hasta el comienzo de la pasión en que le abandonó. En consecuencia Jesús de Nazaret carecía de importancia. De ahí que nuestro evangelio insista tanto en la identidad entre el Logos eterno y el Jesús terreno. 68 El v.14 dice que el Unigénito encarnado está lleno de Gracia (Járis) y Verdad (aléthia). Detrás de estos términos griegos están dos de los atributos centrales del Dios de la Alianza en el AT: su “jésed” (misericordia, solidaridad) y su “eméth” (firmeza fiel, verdad). El 18 agrega una nueva función del Logos (que se añade a la función creadora y salvadora): la reveladora, que consiste en que Él explica a Dios (el texto dice: “relata” o “hace la exégesis”). Una función que en el resto del Evangelio, Jesús se atribuye varias veces (6,46; 10,15; 14,9). 1.1.3. Conclusiones 1.1.3.1. Creación y salvación en Cristo En nuestro recorrido por el AT ha quedado claro que no es la reflexión sobre la creación lo que ha emergido en primer lugar en la conciencia israelita, sino la de la salvación. Incluso cuando se trata el tema de los orígenes la perspectiva es la de la historia de la salvación. Dios crea una humanidad y un mundo para hacer una alianza, para entrar en un diálogo amoroso con él, para conducirlo a una meta de plenitud. Esta perspectiva se hace aún más evidente en la reflexión del NT. El proyecto salvador de Dios se condensa en Jesucristo: Él es la Palabra del Padre que se ha hecho “carne”, es la imagen de Dios y es quien da sentido y unidad a toda la realidad recapitulándola. Cristo es el gran mediador de la salvación y por lo mismo lo es de la creación. Si la reflexión bíblica sobre la creación trata sobre el tipo de relación que existe entre Dios y el mundo, y de su proyecto salvador sobre la mismo (concentrado y expresado en Cristo), entonces está claro que no se trata de una reflexión sobre cosmología. Hemos visto que la cosmología acompaña la revelación pero no forma parte de ella. No es propuesta para ser creída. 1.1.3.2. La bondad de la Creación y el problema del mal Dado que la creación es obra de Dios, ella es buena. Así lo han afirmado Gn 1 (“y vio Dios que estaba bien”), Jn 1 (la gracia y la verdad coronando la obra creadora del Logos) y Ef 1,9 (“el plan benevolente de Dios”), entre otros textos. Esta bondad de la creación parece ser desmentida por el problema del mal. Lo hemos tratado en varias partes. Corresponde hacer aquí una síntesis. - En una religión politeísta el mal del mundo se atribuye a la acción de dioses malos. En esta concepción hay dioses que realizan el bien y otros el mal. Se espera que la acción favorable de los primeros predomine sobre la de los segundos. 69 - La fe bíblica, en cambio, es monoteísta; por lo tanto, no hay dioses malos a quienes culpar del mal. ¿De dónde viene el mal? La Biblia tiende a atribuir todo lo que pasa a Dios: lo bueno y lo malo. A la vez, afirma casi con igual fuerza la responsabilidad humana. - Dado que el Dios de Israel es todopoderoso y bueno, Yahveh no puede enviar el mal de un modo arbitrario, por eso es interpretado éste a la luz de la teología de la Alianza. Dicho de otro modo, el mal sólo puede ser un castigo divino por un pecado cometido o para probar la fe del pueblo.. - En Gn 3 esta experiencia se universaliza. ¿Por qué hay mal en el mundo? Porque hubo una "caída" original, un pecado inicial que pasó a los descendientes. Dicho de otro modo: Dios creó un mundo terminado, casi perfecto (espera llegar a ser pleno con la colaboración humana), si en eĺ hay mal, se debe a la acción humana. En una concepción fixista del mundo no hay otra alternativa para entender la bondad de la creación y el problema del mal. - Mientras se concebía el pecado y el castigo divino en términos colectivos, esta visión de las cosas no produjo demasiados problemas. Sin embargo, a partir de Jeremías y Ezequiel, se insiste en la responsabilidad individual, a la que le corresponde un justo castigo también individual. Esto acarrea el problema de explicar el mal sufrido por el justo o el inocente, tema del que se encarga el libro de Job. También Ecles cuestiona la doctrina de la retribución: justos e injustos tienen como destino final la muerte. - Este último punto es resuelto por el libro de la Sabid al afirmar que una retribución "post mortem". La justicia de Dios queda a salvo. Los males del presente siguen siendo "pruebas" o castigos divinos. - En Jesús Dios aparece como el que está con el hombre y en contra del mal. Dios no envía males, ni como castigos, ni como puestas a prueba. La muerte Jesús es el signo supremo del respeto de Dios por la libertad humana, asi como el signo máximo del amor de Dios. La resurrección de Jesús presenta una salida del mal, la posibilidad de una superación del mismo. - Pero si Dios no es el autor del mal, ¿de dónde viene éste? Jesús asume probablemente la respuesta de la apocalíptica: la de una "caída" de los ángeles que se rebelaron contra Dios. El causante del mal es el demonio, lider de un ejército de malos espíritus. Los milagros de Jesús son ante todo una derrota de Satanás, como lo presenta tan frecuentemente Marcos. - Habrá que esperar hasta el siglo XX para que surja el concepto de la "autonomía del mundo". La imagen evolutiva actual nos obliga a revisar nuestro concepto de "creación buena". Retomaremos el tema del mal en la parte sistemática del curso. 70 1.1.3.3. Colaborar con la creación Ya en el texto de Gn 1 encontrábamos el encargo de Dios de gobernar la tierra; en Gn 2 el hombre debía colaborar con la creación cultivando la tierra. En el NT, en la encarnación del Logos se unen Dios y mundo. La recapitulación de todas las cosas en Cristo de que hablan los himnos vistos más arriba debe llevar a una preocupación por el progreso (integral) de la humanidad en nuestro mundo. Desgraciadamente en el pasado los autores de espiritualidad cristiana insistían en la “fuga del mundo” o en el desprecio de éste, y veían en el trabajo humano sólo un valor subjetivo (lo que importaba era sobre todo la recta intención, el empeño en trabajar y bastante menos su resultado objetivo). Es importante tener consciencia de que la actividad creadora y salvadora de Dios no se identifica con del esfuerzo humano y, en general, con nuestros proyectos, por muy buenos que sean. Sólo Dios puede crear (es decir, poner en la existencia; el verbo “bará” tiene siempre como sujeto a Dios) y salvar (del pecado, la finitud y de la muerte). Los hombres “no construimos” el Reino de Dios, pero ciertamente Dios en su reinado incorporará muchos de los frutos del esfuerzo humano. El Concilio lo dice admirablemente: “Pues los bienes de la dignidad humana, la unión fraterna y la libertad; en una palabra, todos los frutos excelentes de la naturaleza y de nuestro esfuerzo, después de haberlos propagado por la tierra en el Espíritu del Señor y de acuerdo con su mandato, volveremos a encontrarlos limpios de toda mancha, iluminados y transfigurados, cuando Cristo entregue al Padre el reino eterno y universal: ‘reino de verdad y de vida; reino de santidad y gracia; reino de justicia, de amor y de paz’. El reino está ya misteriosamente en nuestra tierra; cuando venga el Señor, se consumará su perfección.” (GS n° 39). 71 1.2. REFLEXIÓN SISTEMÁTICA 1.2.1. El hecho de la creación 1.2.1.1. La afirmación de fe Ante la pregunta por la existencia del mundo (por qué existe el mundo y no la nada) la fe cristiana responde que el mundo ha sido creado por Dios. Con ello su diferencia del dualismo y del panteísmo. El dualismo pretende responder al problema de la existencia del mal. Para ello postula la existencia de un principio bueno y otro malo. Históricamente, corresponden al espíritu y la materia. En el fondo, hay una visión del mundo profundamente pesimista. El monismo parte de la pregunta: si Dios es infinito, ¿cómo puede existir algo distinto de El? Como respuesta termina afirmando una radical identidad entre Dios y el mundo: o sólo existe el espíritu (monismo idealista) o sólo la materia (monismo materialista). Aquí la visión es de un optimismo ilusorio. Frente al primero (el dualismo) la fe afirma: todo procede de Dios y por lo mismo todo es bueno. Ante el segundo (monismo), que Dios trasciende infinitamente al mundo; y éste posee una identidad propia, distinta de la de Dios. La dignidad de los seres mundanos queda así salvaguardada tanto del pesimismo dualista como del optimismo ilusorio panteísta. Contra éste (panteísmo) se rechaza la valoración del mundo como bien absoluto; contra aquel (dualismo) se rechaza la desvalorización del mundo (sobre todo material) como mal absoluto. El mundo es un valor, pero relativo. La idea de creación es originalmente bíblica. El mundo es considerado “creatura”; esto significa que es realmente y no aparentemente, pues Dios le ha conferido el ser. Por lo mismo, no tiene en sí mismo su razón de ser, no es absoluto. El ser del mundo, en cuanto finito implica necesariamente una precariedad en el existir, una relación de dependencia. No se trata pues, sólo del problema de los orígenes, sino de la naturaleza de lo real, de su modo ontológico de ser. Las consecuencias de esta afirmación de fe han sido trascendentales. Ha sido precisamente esta fe la que ha hecho posible la civilización científico-técnica. Es ella la que, oponiéndose a la divinización del cosmos (propia de las religiones de la naturaleza y del panteísmo) y relativizándolo, ha hecho que el hombre le perdiera al mundo el sagrado respeto que le impedía manipularlo y dominarlo 105. 105 Ante este punto hoy la opinión común oscila entre la alabanza total y el completo rechazo. Los primeros, por los avances existentes en el mundo científico- técnico; los segundos, por los desastres ecológicos. Ante los primeros, hay que recordar el carácter “responsable” (ante Dios) del mandato del Gn de “dominar la tierra”. Ante los segundos, que la salida no va por el camino de “reencantar” el mundo (es decir, de volver a 72 1.2.1.2. La noción de creación Mundo es todo lo que existe fuera de Dios. Tradicionalmente la Iglesia ha hablado de “creación de la nada”. “Firmemente creemos (...) un sólo principio (Padre, Hijo y Espíritu Santo) de todas las cosas; Creador de todas las cosas, de las visibles y de las invisibles, espirituales y corporales; que por su omnipotente virtud a la vez desde el principio del tiempo creó de la nada a una y otras creatura, la espiritual y la corporal, es decir, la angélica y la mundana, y después la humana, como común, compuesta de espíritu y de cuerpo. Porque el diablo y los demás demonios, por Dios ciertamente fueron creados buenos por naturaleza; mas ellos, por sí mismos, se hicieron malos. El hombre, empero, pecó por sugestión del diablo.” (IV Concilio de Letrán, año 1215 106, DzH n° 800 107. Esta formulación vuelve a ser retomada por el Concilio Vaticano I, año 1870, pero en otro contexto: DzH nn. 3.0023025). Esta definición es válida, pero hay que pensar hoy su contenido de otro modo que el tradicional. Efectivamente esta concepción suponía una visión estática del mundo, en que cada una de los creaturas emergía acabada y terminada de las manos de Dios. Sin embargo, en la concepción evolutiva actual, este modo de entender la creación no puede aplicarse a casi nada de lo existente, ya que casi todo proviene de algo. Todos los seres se prolongan hacia atrás, hunden sus raíces en formas de ser anteriores e inferiores, de los que proceden por evolución. ¿Quiere esto decir que Dios creó sólo el ente inicial y después la evolución hizo el resto, con independencia de Dios? De ningún modo. La acción divina sostiene el conjunto del proceso evolutivo manteniéndolo en el ser. Se trata de una causalidad “trascendental” 108 y no “categorial” (Rahner). Esto significa que Dios no es una causa más dentro del proceso de causa-efecto 109 propio del mundo, sino que sostiene e impulsa la cadena completa. Ahora bien, la acción divina no solamente sostiene el proceso evolutivo en su conjunto, sino que lo hace posible. ¿De qué modo? Impulsando a cada ser para superarse, para ir más allá de su nivel ontológico. Sin esta posibilidad de los seres creados no habría verdadera evolución, todo sería repetición de lo mismo. Es precisamente la divinizarlo), ya que eso puede acarrear nuevas esclavitudes y que es indispensable, si se quiere evitar la catástrofe ecológica, asumir el gobierno del mundo natural, aunque con otras actitudes. 106 Este concilio rechaza la herejía de los albigenses que afirmaba la maldad de la materia y la procedencia de ésta de un principio malo, eterno, opuesto al principio bueno, creador de los espíritus. Se trata del típico dualismo. 107 La abreviatura DzH se refiere a DENZINGER,H. – HÜNERMANN,P. “El Magisterio de la Iglesia”, Herder, Barcelona, 1999. 108 O, en terminología tomista, la “causa primera” 109 O “causas segundas”. 73 acción trascendental de Dios la que, respetando el modo de ser de cada ente, impulsa desde dentro su superación. Es así que la evolución lo es también en el terreno cualitativo (y no sólo de una menor a una mayor complejidad): un ser humano es ontológicamente superior a un animal o a un vegetal, y éstos últimos respecto de la materia inorgánica. Debido a que no es una causa entre otras, la causalidad trascendental de Dios no puede ser captada por la ciencia (ya que ésta es sólo descriptiva) y será siempre un objeto de fe. La ciencia se mueve en el campo del cómo y cuándo de las cosas y no del por qué último que es siempre objeto de fe, sea ésta religiosa o filosófica. ¡Por eso no cabe contraponer creación con evolución! como muchos hacen, tanto en el terreno de la religión (los fundamentalistas que niegan la evolución) como es el de la ciencia (muchos científicos que nada saben de teología). Una vez aclarado esto, es bueno recuperar la fórmula clásica de “creación de la nada” que nos recuerda que fuera de Dios nada hay que limite a colabore a su actuar. Queda como una fórmula “negativa” que nos pone en guardia sobre cualquier forma de dualismo. En términos positivos, todo es creatura de Dios. 1.2.1.3. La providencia divina La creación como acto de Dios no es un mero acto puntual realizado de una vez al comienzo del tiempo, sino un acto permanente. Dios está constantemente manteniendo en el ser a la creatura que Él “llamó de la nada” 110. A esta realidad teológica corresponde la experiencia antropológica que hacemos cada día de estar recibiendo en cada instante nuestro ser y nuestra vida; porque es claro que no somos nosotros quienes nos damos la vida y el ser. Lo que está a nuestro alcance es sólo mejorar, mantener o empeorar una vida que hemos recibido pasivamente. Esta experiencia está oscurecida por la actitud del hombre moderno que tiende a la autosuficiencia 111. Este acto creador continuo o permanente de Dios se orienta a la comunicación que Dios quiere hacernos de su propia intimidad, de su misterio personal. Desde la perspectiva nuestra, se habla de la providencia o gobierno de Dios. El Concilio Vaticano I, en el año 1870, afirma: “Ahora bien, todo lo que Dios creó, con su providencia lo conserva y gobierna, ‘alcanzando de un confín a otro poderosamente y disponiéndolo todo suavemente (Sab 110 Ante los embates de una visión mecanicista del mundo, propia de la física y filosofía de los siglos XVIII y XIX, la reacción eclesial primera fue el “deísmo”. Éste pensaba que Dios había fabricado el mundo como una máquina; una vez terminada, era indigno del Creador intervenir una y otra vez para arreglar sus “desperfectos”; la acción creadora de Dios se reducía entonces, al comienzo. En el presente, la concepción mecanicista del mundo está superada y, en el campo católico, el deísmo. 111 Es significativo el cambio que se ha operado desde la Antiguedad y Edad Media al mundo moderno del término “creación”, de una acción unicamente divina ha pasado a ser una acción humana. 74 8,1)’. ‘Porque todo está desnudo y patente ante sus ojos (Heb 4,13)’, aun lo que ha de acontecer por libre acción de las creaturas” (DzH n° 3003). “Se puede decir que Dios provee, en cada vida personal y en la historia de la humanidad, lo necesario para que tanto las biografías individuales como las historias colectivas se dirijan y ordenen, respetando la libertad, a ese encuentro definitivo y único con Él. Dicho de otra manera, el desarrollo de cada vida y de la historia está gobernado por Dios.” 112. La providencia divina contiene, entonces, 3 aspectos: a) La conservación del mundo. Se trata de la mantención de las creaturas en el ser, llamada también “creación continua”. Las creaturas dependen radicalmente de Dios en su ser en todo momento. Afirmar esto no es desconocer la autonomía (relativa) de las creaturas, reconocida por el Concilio Vaticano II. Es precisamente este acto de creación continua lo que funda y hace posible la autonomía de las creaturas. b) El gobierno de Dios. Él va llevando a sus creaturas desde el acto de creación inicial hasta su consumación escatológica en la “nueva creación”, proveyendo con sabiduría de pedagogo y con cuidado de “ecónomo” (“pedagogía” y “economía” de Dios) el bien de sus hijos. Sin embargo, este gobierno de Dios no se puede confundir, como ocurrió muy a menudo en la Iglesia por influencia del estoicismo, con la vigencia impersonal de una ley racional que se supone rige el devenir del cosmos, desde su mismo interior. Los progresismos modernos (ya “desprendidos” de la Iglesia) reeditaran el concepto al hablar de las “leyes que rigen la historia”. La acción divina en el mundo (como lo esperimentó Israel en su historia) apunta a promocionar a la creatura, a “hacerla hacer”, a impulsar su libertad, y no a conducirla de acuerdo a un plan determinista o a una voluntad divina caprichosa. c) El “concurso” (colaboración) de Dios al hombre en sus actos libres. Este concurso no es “competitivo”, como si lo que hiciera Dios ya no lo pudiera hacer el hombre y vice versa, ya que, como hemos visto, Dios es causa trascendental y no categorial. 1.2.1.4. La creación, misterio de fe La creación es un artículo de la fe cristiana y no la conclusión de un razonamiento metafísico (y menos, “científico”, en la línea de las ciencias exactas) 113. En consecuencia, hay que resistirse a la tentación de comprometer este misterio de fe con una determinada cosmovisión. La fe no puede estar ligada a esta o aquella imagen del mundo. Hoy somos muy sensibles a las funestas consecuencias que tuvo para la Iglesia su tenaz encerramiento en una cosmovisión fixista y su rechazo del evolucionismo. Hemos visto que una lectura de la realidad en clave de evolución es perfectamente compatible con la fe en la creación. 112 SILVA,S. “Teología de la creación”, Semin. Pontif. Mayor de Santiago, 1988, p. 167 La apologética del siglo XIX a menudo recurrió a la creación para probar la existencia de Dios. Se concibió a la creación como una verdad de razón, accesible a todo hombre que pensara rectamente. 113 75 La fe debe conservar siempre su libertad frente a cualquier tipo de cosmología. La teología ha de proclamar siempre que el contenido de la palabra revelada desborda en cualquier caso toda teoría científica y, en general, toda formulación humana. Este carácter desbordante de la fe en la creación asoma nítidamente en el artículo central del Credo cristiano: la encarnación del Logos. A la luz de él, la creación cobra un cariz absolutamente original: la creatura es lo que el Creador ha querido asumir como propia; la humanidad, en Jesús, ha sido asumida por el Logos en forma definitiva y no transitoria. Esto es lo que se quiere decir cuando se habla de Cristo como “primogénito de la creación” (Col 1,15), o cuando se dice que en Él fueron creadas todas las cosas (Jn 1). La creación, desde el comienzo tenía como meta la encarnación de la Palabra. Jesús como hombre perfecto es la meta hacia la que toda la creación tiende 114. De esta afirmación se deriva la dignidad de la creatura. No se trata sólo de que Dios haya creado un mundo bueno (Gn 1), sino de que, en Jesucristo, Dios ha hecho propio ese mundo, que ha pasado a ser “el Cuerpo de Cristo” (Ef 1). 1.2.2. El modo de la creación Al tratar los textos de creación del Génesis, hemos notado la inhibición que tiene la Escritura de presentarnos la forma concreta de como Dios crea. Los textos bíblicos no son un reportaje o descripción de la acción creadora. No es eso lo que pretendo hacer aquí sino explicitar dos características de la noción misma de creación: el que la creación es un acto libre de Dios, y el que el mundo es temporal, no eterno. La negación de cualquiera de estas 2 características dejaría en entredicho que el mundo es creación de Dios; por ello es necesario abordarlas. 1.2.2.1. El mundo ha sido creado por Dios libremente Si crear es, para Dios, iniciar el largo diálogo en que Él mismo se va a dar a la humanidad, entonces es evidente que la creación es un acto suyo absoluta y soberanamente libre. La comunicación de sí, el darse, ya a nivel de nuestra experiencia humana, es precisamente lo que escapa a la coacción, a la fuerza. Sólo puedo darme auténticamente y por entero a otro si en ese don soy libre, si no estoy sometido a presiones exteriores. Israel experimentó en su historia la libertad del acto salvador 115 de Dios sobre todo en la forma de su propia elección como Pueblo de Yahveh, que consideró como algo gratuito y absolutamente inmerecido: Dt 7,6-8. Esta elección se hizo realidad en la liberación de Egipto, el acto más importante del AT. 114 El motivo de la encarnación no es sólo la liberación del pecado sino la conducción de la humanidad hacia su plenitud en Dios. 115 Debe recordarse que Israel reflexionó primero sobre su propia salvación y muy posteriormente sobre la creación; esta última la concibió de modo semejante a la primera. 76 La gratuidad de la salvación y, por consiguiente, de la creación, su primer acto, se ha hecho mucho más patente aún en el hecho de Cristo: Rm 5,6-8; 8,31-32. Esta idea de gratuidad (y por consiguiente de libertad) del acto creador es lo que se refleja en el hecho de que el relato de Gn 1 presenta a Dios creando por su sola Palabra, sin lucha. Para la Biblia no hay nada que pueda oponerse a Dios cuando decide crear. La libertad del acto creador se basa, en último término, en que Dios, en la plenitud infinita de su ser trinitario, es absolutamente autosuficiente, no necesita nada. Si crea, si pone este acto “ad extra”, es porque quiere desbordar su propio mundo de plenitud interior y compartirlo con otros, a los que previamente debe llamar a la existencia. Esta libertad del acto creador de Dios ha sido puesta en duda por la teología de Georg Hermes y de Anton Günter, teólogos alemanes católicos del siglo XIX, influidos por el racionalismo de la filosofía idealista alemana de Kant y Hegel, respectivamente. Hermes y Günter afirmaron una necesidad, si no metafísica, al menos moral de la creación. Dios, aunque es el Absoluto, sin embargo sólo puede llegar a una plena conciencia de sí al enfrentarse al otro, al que debe poner delante de sí mediante el acto creador. En la confrontación con el mundo y la humanidad, en cuanto lo que no es Dios, llega Dios a la plena conciencia de sí. Esta postura, que no hace más que proyectar sobre Dios las necesidades del desarrollo del hombre, ha sido condenada por el Magisterio de la Iglesia, que ha reivindicado la plena libertad de Dios al crear. Así el Concilio Vaticano I (año 1870): “Este solo verdadero Dios, por su bondad y ‘virtud omnipotente’, no para aumentar su bienaventuranza ni para adquirirla, sino para manifestar su perfección por los bienes que reparte a la criatura, con libérrimo designio, ‘desde el principio del tiempo creó de la nada a una y otra criatura, la espiritual y la corporal, es decir, la angélica y la mundana, y después la humana, como común, compuesta de espíritu y cuerpo’” (DzH n° 3002; la cita es del IV Concilio de Letrán, DzH n° 800). Después, en los cánones, afirma: “Si alguno no confiesa que el mundo y todas las cosas que en él se contienen, espirituales y materiales, han sido producidas por Dios de la nada según toda sus sustancia, o dijere que Dios no creó por libre voluntad, sino con la misma necesidad con que se ama necesariamente a sí mismo, o negare que el mundo ha sido creado para gloria de Dios, sea anatema” (DzH n° 3025) La negación de la libertad de Dios al crear tiene también otra consecuencia: el panteísmo. Si Dios no puede concebirse sin el mundo, entonces éste es, de algún modo, una parte de Dios. Los sistemas de pensamiento que han negado la libertad del acto creador hacen de la cosmogonía (origen del mundo) una teogonía (origen de Dios). El acto creador se convierte, entonces, en una autogénesis del propio Dios. Como hemos visto más arriba, de ese modo se niega la transcendencia de Dios y la consistencia (y por lo tanto dignidad) del mundo. 77 1.2.2.2. La creación en el tiempo ¿Por qué le importa a la teología el carácter temporal del mundo? ¿No podría dejarse el esclarecimiento de esta cuestión a las ciencias de la naturaleza? En realidad, la teología no puede dispensarse de una toma de postura propia en este asunto; y ello por dos motivos: - Ante todo, porque cree que la creación es en orden a una historia de salvación; ahora bien, una realidad sin comienzo, atemporal, es una realidad a-histórica. Si el mundo existe para una historia, ha de ser una entidad temporal, dado que el tiempo es el supuesto básico de toda auténtica historia. Y puesto que la creación es el primer acto de esa historia, tiene que ser, al menos por esa razón, un hecho histórico; ha de acontecer en el tiempo. - En segundo lugar, porque el modo de concebir la temporalidad condiciona decisivamente el modo de concebir la salvación. Así, a una concepción cíclica del tiempo corresponde una concepción evasionista de la salvación: puesto que dentro del círculo no hay sino la eterna recurrencia de lo mismo, la salvación ha de consistir en evadirse de esa rueda que gira en el vacío, sustrayéndose a un proceso que, porque no viene de ninguna parte, no conduce a ninguna parte. De otro lado, a un tiempo concebido como recta decreciente corresponde un modelo de salvación nostálgico: si la perfección está al comienzo, y el tiempo mide el alejamiento de ella, la salvación consistirá en volver hacia atrás para recuperar la plenitud original. La concepción bíblica del tiempo se distancia de estas dos representaciones. El tiempo en la Biblia no mide la degeneración, sino la génesis de lo real; la perfección no se ubica en el pasado, sino en el futuro. El paradigma bíblico de la temporalidad es la recta creciente. En es modelo, el mundo tiene un comienzo y un término; viene de un punto de partida y conduce a un punto de llegada. Sobre la base de estas convicciones, la fe cristiana estipula que el mundo ha comenzado en el tiempo, como veíamos más arriba, en el IV Concilio de Letrán, en el año 1215, la Iglesia afirmaba: “Firmemente creemos (...) un sólo principio (Padre, Hijo y Espíritu Santo) de todas las cosas; Creador de todas las cosas, de las visibles y de las invisibles, espirituales y corporales; que por su omnipotente virtud a la vez desde el principio del tiempo creó de la nada a una y otras creatura, la espiritual y la corporal, es decir, la angélica y la mundana, y después la humana, como común, compuesta de espíritu y de cuerpo.” (DzH n° 800). No es una verdad fácilmente asimilable. En efecto, el tiempo existe desde que y porque existe el mundo. Afirmar que el mundo ha sido creado “en el tiempo” parece dar a entender que preexistía a aquel, como una especie de receptáculo preparado para recibirlo. Es claro que esto no es lo que queremos decir. Más que en el tiempo, el mundo ha sido creador con el tiempo 116. 116 San Agustín parece ser el primero en darse cuenta de ello. 78 El comienzo y el fin del mundo son acontecimientos límites que superan nuestra razón, que conoce el pasado, presente y futuro. El comienzo (próton) porque carece de pasado y el fin (ésjaton) porque carece de futuro. ¿Cuál es entonces el alcance de la afirmación? Que el mundo ha comenzado en el tiempo significa simplemente que no es infinito, eterno e inmutable, sino finito, temporal y mudable. Se quiere decir, entonces, que lo creado no es divino, sino mundano. El mundo es creación de Dios, no generación (panteísmo) o degeneración (dualismo) de lo divino. La distancia inconmesurable que media entre el ser del Creador y el de la creatura, se proyecta en que la “duración” del Creador es la eternidad y la de la creatura, el tiempo. En el cristianismo, la encarnación representa “la plenitud de los tiempos” (Gal 4,4), y la venida de Jesús clausurará el tiempo (“yo soy el alfa y la omega, el primero y el último”: Ap 23,13). Como el mundo, también el tiempo está pues recapitulado en Cristo. La consecuencia de esto es que la temporalidad humana, efímera y caduca queda habitada por la poderosa eternidad divina; en la transitoriedad se ha implantado un germen de definitividad. No tiene por qué haber tiempo perdido, todo momento puede ser un “kairós”, un tiempo de gracia. Entrando en el tiempo, el Logos no lo ha abolido ni lo ha hecho estallar, lo ha hecho capaz de eternidad. Por eso Él es, en todo rigor, “la plenitud de los tiempos”. La Iglesia ha debido defender ese tiempo santificado por el Logos, primeramente frente a los diversos dualismos. La tesis central de las ideologías dualistas es la de la maldad de la materia que se explica por su procedencia de un principio malo. De suyo, por lo tanto, podría pensarse en un sistema dualista que enseñara el surgimiento del mundo en el tiempo. Pero, de hecho, no ha sido así: las diversas formas históricas de dualismos (gnosticismo, maniqueísmo, catarismo) han defendido la eternidad de la procesión del mundo a partir de un principio malo. De ahí que el IV Concilio de Letrán haya defendido contra los cátaros la creación “a la vez desde el principio del tiempo” (ver arriba) (el “a la vez” no denota una simultaneidad cronológica sino una igualdad de orígen de la entera creación. El Vaticano I cita las palabras del Lateranense IV (ver arriba DzH n° 3002), pero situándolas en un marco diverso: en vez del error dualista, el Concilio quiere condenar las diversas formas de panteísmo. No se trata, por tanto, de una mera transcripción que añada nada a la definición anterior. Añadamos finalmente, unas breves reflexiones sobre la posibilidad teológica de una materia eterna. La tesis de que el mundo ha comenzado en el tiempo es el fundamento de la idea revelada del mundo como historia de salvación. Pero en esa tesis nos hemos referido a este mundo, a estas creaturas que integran esta historia de salvación. No es posible sostener otra cosa, ya que la Revelación y el Magisterio se ocupan sólo del actual orden concreto en que nos encontramos. 79 Pero entonces no parece descartable la hipótesis de una materia eterna (o, más genéricamente, de una creatura eterna). De hecho Santo Tomás no creía demostrable, fuera de la Revelación, el principio temporal del universo. Teológicamente podría sostenerse la posiblidad de una creatura eterna si se formula bajo las condiciones siguientes: - El término eterno debe utilizarse en sentido análogo, no unívoco, al atribuirse a Dios y a la creatura; aplicado a ésta, no significa la eternidad estricta, sino la ilimitación de la existencia. Ambas cosas no son lo mismo: la cualidad de la duración es independiente de su cantidad. La eternidad en sentido propio es la “duración” exclusiva de Dios; aplicada a la creatura, a lo más, puede significar la ilimitación de la duración creatural. - Esa eventual creatura eterna seguiría siendo, por hipótesis, contingente (no en vano es creatura) y habría sido creada por Dios libremente. - El mundo al que pertenecemos, la porción de universo que sirve de marco a la humanidad en la que el Logos se ha encarnado, es temporal, porque ha sido querida por Dios con vistas a una historia de salvación. 1.2.3. El fin de la creación La cuestión del fin de la creación puede formularse en estos términos: ¿por qué o para qué crea Dios?, ¿por qué o para qué existe el mundo? Ambas interrogantes han de tener una misma y única respuesta, porque el fin del mundo coincidirá infaliblemente con el motivo que impulsa a Dios a crear. 1.2.3.1. El cuestionamiento a la tesis clásica La tesis clásica respecto de este tema se traduce en dos afirmaciones: “Dios crea para su gloria” y “Dios es el fin de la creación”. Esta visión va a ser cuestionada por Hermes y Günther. Para Hermes Dios no busca con la creación su propio provecho. La tesis clásica, según la cual el mundo habría sido creado para la gloria de Dios, hace a éste reo de un egoísmo indigno. En realidad, Dios ha creado para beneficiar a las creaturas. Para Günther, la idea que tiene Dios de sí mismo va acompañada necesariamente de la idea del no-yo (del mismo modo que el ser humano toma conciencia de sí al encontrarse con lo distinto a él). Ahora bien, el no-yo divino se confunde con la nada. Pero, afincada como está en su autoconciencia, esta idea divina del no-yo ostenta una cierta positividad: es la idea que Dios posee de la creación. La creación termina siendo así una especie de subproducto del proceso de autorreflexión de Dios; el mundo sería “la contraposición de Dios”, afirma textualmente Günther. Y como Dios es siempre y necesariamente autoconciente, la creación (correlato de la autoconciencia) es eterna y necesaria. Y siendo el amor lo que conduce al Absoluto divino a realizarse en sí mismo y en la creación, el fin de ésta no es la gloria de Dios, sino la felicidad de las creaturas. 80 El Concilio Vaticano I, condena las tesis de ambos teólogos. Respecto del fin de la creación afirma: “Este solo verdadero Dios, por su bondad y ‘virtud omnipotente’, no para aumentar su bienaventuranza ni para adquirirla, sino para manifestar su perfección por los bienes que reparte a la criatura, con libérrimo designio, ‘desde el principio del tiempo creó de la nada a una y otra criatura, la espiritual y la corporal, es decir, la angélica y la mundana, y después la humana, como común, compuesta de espíritu y cuerpo’” (DzH n° 3002). Más adelante, en los cánones: “(a) Si alguno no confiesa que el mundo y todas las cosas que en él se contienen, espirituales y materiales, han sido producidas por Dios de la nada según toda su sustancia, (b)o dijere que Dios no creó por libre voluntad, sino con la misma necesidad con que se ama necesariamente a sí mismo, (c) o negare que el mundo ha sido creado para gloria de Dios, sea anatema” (DzH n° 3025) 1.2.3.2. Dios como fin de la creación ¿Qué decir a este cuestionamiento? La respuesta a este asunto ha de partir de lo que hemos dicho más arriba sobre la absoluta libertad de Dios al crear. Ahí veíamos que: a) no hay nada exterior a Dios que le fuerce a actuar; Dios está solo al disponerse a crear; nada ni nadie preexiste a su gesto creador; b) todas las necesidades de la esencia divina se llenan con las relaciones trinitarias; estas constituyen un ámbito autosuficiente, fuera de la cual Dios nada necesita 117 . De estas 2 afirmaciones se deducen dos más que son correlativas: - de a) se deduce que el fin de la creación ha de ser Dios mismo, ya que antes de crear no hay nada más, no hay un motivo; - de b) se deduce que, aunque Dios cree para sí mismo, lo creado no le da nada; Dios crea por sí y para sí, pero no en el sentido de perfeccionarse o buscar algo que le falte. Afirmar que Dios crea por y para sí es afirmar que Dios crea para darse, para comunicar lo suyo, para perfeccionar, y no para darse a sí mismo algo o para perfeccionarse. Así, pues, en Dios, crear para sí es lo mismo que crear para compartir su bondad, para comunicar bienes. Subrayemos en Dios, porque en nosotros no ocurre otro tanto. En nosotros hacer algo por y para nosotros excluye el desinterés, el amor gratuito. Si hacemos algo por nosotros, no lo hacemos por los demás, aunque éstos puedan resultar eventualmente beneficiados. En la creatura, no es compatible el “por mí” y el “por el otro”. 117 “La Santa Iglesia católica, apostólica y romana cree y confiesa que hay un solo Dios, verdadero y vivo, creador y señor del cielo y de la tierra (...) que debe ser predicado como distinto del mundo, real y esencialmente, felisísimo en sí y de sí (...) (DzH nº 3001). 81 El no haber caido en la cuenta de esta diferencia fundamental condujo a los “semiracionalistas” (Hermes y Günther) a cuestionar la tesis clásica de que “Dios crea para su gloria” y de que “Dios es el fin de la creación”. Los teólogos católicos respondieron a este cuestionamiento distinguiendo entre el fin del Creador (“la comunicación de su bondad”) y el fin de lo creado (“la gloria de Dios”). La respuesta suena a compromiso poco convincente por lo que advertíamos más arriba: dada la absoluta dependencia del mundo respecto de Dios, el fin del Creador y el de lo creado deben ser el mismo. Siendo así las cosas, la tesis tradicional sigue siendo verdadera: Dios crea “para su gloria”. Pero, ¿qué es la gloria de Dios? Se trata de su riqueza y esplendor que se comunican al hombre y generan una atmósfera de bendición e intimidad. La gran esperanza escatológica consiste en participar de la gloria de Dios. Ya en el AT tenemos la idea de que Dios crea y salva para compartir su gloria (Is 43,1-7); en el NT la esperanza escatológica es la gloria de Dios (Rm 5,3) revelada en Cristo (Jn 17,1) y en la que vivirán los hijos de Dios (Rm 8,18.21). Cuando la teología clásica explicaba que el fin de la creación era la gloria de Dios decía algo muy bíblico; sin embargo, al identificar la gloria con la alabanza hecha a Dios, reducía radicalmente el concepto. El rechazo de los semi-racionalistas se explica en parte por esa reducción. 82 1.2.4. Creación y evolución La creación como obra de Dios es evolutiva. La evolución es, actualmente, una teoría científica. Esto quiere decir que no es una simple hipótesis (como tantas veces se afirma), sino un modelo global de comprensión lo suficientemente probado como para ser tomado en cuenta. Por ello no se puede hacer un curso sobre creación que trate el tema como algo marginal o simplemente prescinda de él. No basta con afirmar que creación y evolución no son incompatibles 118, es necesario comprender cómo se vinculan la acción creadora trascedental de Dios (recordar lo visto más arriba) con la dimensión evolutiva del mundo observable por las ciencias empíricas, de modo que no se entiendan como realidades disociadas. Creación y evolución son dimensiones distintas de una misma realidad. Es necesario vincularlas sin confundirlas. Aunque en teología es claro que evolución y creación no son incompatibles, en la enseñanza escolar a menudo se las contrapone, con la nefasta consecuencia de que los alumnos más inquietos intelectualmente se ven obligados a elegir entre la visión de las ciencias y la de la fe contenida en la Biblia (identificada con un creacionismo fixista). 1.2.4.1. La evolución 1.2.4.1.1. La evolución del cosmos según la astronomía 119 Hoy en día es comúnmente aceptada la “teoría del Big Bang” (o gran explosión). Según ella, el punto de partida del cosmos habría sido la explosión de algo infinitamente pequeño, denso y caliente. Menor en tamaño al núcleo de un átomo. Este hecho habría ocurrido hace unos 13.700 millones de años 120. En fracciones de segundo el "universo" habría crecido unos 100.000 billones de billones de billones de veces. El paso siguiente en tan breve tiempo habría sido un brutal enfriamiento que hizo posible la separación de las principales fuerzas del universo a partir de una sola: la gravitacional, la nuclear fuerte 121, la nuclear débil 122 y la electromagnética. Todavía en los primeros segundos nacen los protones y neutrones, componentes funtamentales de lo que serán más adelante los átomos, con tres quarks cada uno. El universo es aún oscuro, ya que los fotones (partículas de luz) quedan atrapados en la maraña de partículas. 118 Como lo afirman la totalidad de los teólogos católicos actuales. Sin embargo, muy pocos han ido más allá, reflexionando sobre las consecuencias que una visión evolutiva del mundo tiene para la teología. 119 VVAA. "Universo", en "Gran Atlas de la Ciencia"de la Enciclopedia Británica, tomo 1, Ed. Sol 90, Barcelona- Buenos Aires, 2006, pp. 10-17. SCHMITZ-MOORMANN,K. "Teología de la creación de un mundo en evolución", Verbo Divino, Estella, 2005, pp. 60-67 120 El descubrimiento clave, que avaló la existencia de un Big Bang, fue el de Edwin Hubble, que descubrió que las galaxias se hallaban en constante expansión (año 1920). George Gamow, veinte años después, sospechó de la existencia de una radiación de fondo originaria. En 1965, Penzias y Wilson confirmaron la existencia de dicha radiación. 121 La que mantendrá unidos los componentes de los núcleos atómicos (protones y neutrones). 122 Que interviene en algunos fenómenos de radiactividad natural. 83 A los tres minutos del "Big Bang" se crean los núcleos de los elementos materiales más livianos: el helio y el hidrógeno. Unos 380.000 años después del Big Bang nacen los átomos. Los electrones orbitan alrededor de los núcleos, atraídos por los protones. El universo se vuelve transparente, los fotones viajan por el espacio y surge la luz. A 500 millones del Big Bang las galaxias adquieren su forma definitiva: "islas" con miles de millones de estrellas y masas de gas y polvo. A 9.000 millones de años después del Big Bang surge nuestro sistema solar. Una masa de gas y polvo colapsó hasta dar origen al Sol. Luego, con el material sobrante, se conformó el sistema planetario. Actualmente unas 100.000 millones de galaxias componen el cosmos, separadas por la denominada "materia oscura", que representa el 22% de la materia del espacio. La energía predominante es también una forma desconocida: la energía oscura (73%). La materia de que están hechas estrellas y planetas representa sólo un 5% de la materia total. La expansión continúa. Para intentar hacer más tangibles las magnitudes de tiempo relacionadas con el universo, el escritor estadounidense Carl Sagan ideó el llamado "Año Sagán". Diseñó un año en el cual poder representar tanto el comienzo del Universo como la aparición del hombre en la Tierra. El 1° de enero del año imaginario se produciría el Big Bang. El homo sapiens recién aparecería a las 11.56 p.m. del 31 de diciembre. Un segundo en el año Sagán equivale a 500 años. ¿Qué futuro tiene el universo? Es muy difícil de predecir ya que no se conoce la masa total del mismo. Debido a la expansión, la temperatura del universo va disminuyendo, con lo cual la fuerza de gravedad se hace cada vez mayor. Si el universo tuviera más materia que la crítica se contraería hasta llegar a una "Gran Implosión" (Big Crunch). Se volvería más o menos al estado anterior al Big Bang. Sin embargo con una masa igual al puento crítico,el universo se expandería con un ritmo decreciente, pero sin llegar nunca a un frenado total. El universo podría no tener fin, aunque pocos científicos creen en un universo eterno. Otra posibilidad es que el universo tuviera una masa menor al punto crítico y se expandiría de una forma creciente hasta apagarse por completo. En lo que se refiere a nuestro mundo, los datos más importantes son los siguientes: nuestro planeta, la Tierra tiene una antiguedad de unos 4.000 millones de años. Se calcula el origen de la vida en unos 3.800 millones. Nuestra estrella, el Sol tiene unos 4.000 millones de años. ¿Cuál será su futuro? En unos 5.000 millones más, agotará su reserva de hidrógeno y comenzará a expandirse para transformarse en una gigante roja. Este estado durárá unos 2.000 millones de años hasta que perderá sus capas externas llegando a ser una 84 enana blanca. En varios millones de años más se convertirá en una enana negra, dejando de ser visible. La suerte del Sol determinará la de la tierra. A medida que el Sol vaya agotando su reserva de hidrógeno nuestro planeta se hará cada vez más frío hasta llegar a ser inabitable. Cuando el hidrogeno se acabe completamente el Sol se expandirá tragándose la tierra. Una última observación. Estamos acostumbrados a hablar del universo como de algo ordenado. La Edad Media se basaba en el texto del libro de la Sab (11,20): “Pero tú todo lo dispusiste con medida, número y peso”. Esto explicaba el orden de la naturaleza e inspiró a los filósofos y teólogos escolásticos para buscar este orden en todas partes. Ellos sugirieron una interpretación del mundo en la que todo, excepto el libre albedrío humano, estaba gobernado por un estricto determinismo. La ciencia moderna, ya independizada de la teología, mantuvo este presupuesto. El orden resulta de gran importancia para todo cuanto vemos en el universo, y ciertamente nuestra propia existencia está vinculada a un sistema físico altamente ordenado que incluye nuestro cuerpo y nuestro ambiente. Pero, al mirar hoy los grandes procesos del universo, el orden es más bien un accidente en el universo. La norma más común es el caos. ¿Existe una evolución del Universo? En un sentido amplio, se puede decir que hay evolución en el Universo porque no es estático, como se creyó durante tantos siglos. Sin embargo, si se considera la evolución como un cambio que lleva a un enriquecimiento del ser, a una superación creciente, no parece ser el caso. El universo como tal no parece tener una finalidad. Fig. 1: átomo electrones (-) neutrones protones (+) 85 1.2.4.1.2. La evolución de la vida según la biología 123 a) El aporte de Darwin 124 El concepto de evolución es la piedra angular de la biología, porque vincula todos los campos de las ciencias de la vida en un cuerpo de conocimientos organizado Los biólogos piensan que la diversidad de especies animales y vegetales que existen hoy provienen unas de otras más antiguas y todas de un mismo ancestro. Es mérito del naturalista inglés Charles Darwin (1809-1882) 125 haber podido demostrar el hecho de la evolución de las especies. Detengámonos un poco más en él. El antecesor inmediato de Darwin fue el francés Jean Baptiste de Lamarck (17441829) quien fue el primero en proponer que los organismos experimentaban cambios con el tiempo como resultado de un fenómeno natural más que de una intervención divina. En su “Philosophie Zooligue”, publicada en 1809, Lamarck presentó una posible explicación del modo en que los organismos evolucionaban. Pensaba que existía una interacción de fluidos y sólidos que empujaba a todos los seres a cambiar en el tiempo hacia una mayor complejidad. También creía que los organismos podían transmitir a su descendencia rasgos adquiridos durante su vida. Por ejemplo, la jirafa, cuyo largo cuello apareció cuando un ancestro de cuello corto comenzó a alimentarse de las hojas de los árboles en vez de comer hierba a nivel del suelo. Su descendencia, tras haber heredado un cuello largo, lo alargó aún más. Después de repetir el proceso por muchas generaciones, se logró el cuello de la jirafa moderna. A pesar de la genialidad de su planteamiento, Lamarck no pudo probar su teoría. Tampoco logró precisar bien el mecanismo de la evolución. Eso precisamente es lo que haría más tarde Darwin. A partir de acuciosas investigaciones realizadas en un viaje en barco por el mundo a lo largo de 5 años, Darwin formuló su teoría. Según ella, en los animales y las plantas, en su lucha por la supervivencia, las variaciones heredadas favorables para la supervivencia tendían a preservarse, mientras que las desfavorables se eliminan. El resultado de esto es la adaptación (modificación evolutiva que mejora las oportunidades de supervivencia y de éxito reproductivo de la población) al ambiente. Con el tiempo, la acumulación de modificaciones da como resultado nuevas especies. Dicha adaptación requiere de mucho tiempo para dar lugar a nuevas especies, pero ya en esa época los geólogos habían demostrado que la tierra era lo suficientemente antigua para permitir ese proceso. El mecanismo de la evolución, entonces, es la “selección natural”, por la que los organismos mejor adaptados tienen mayor probabilidad de sobrevivir y convertirse en los progenitores de la generación siguiente. Como resultado de la selección natural, la población cambia en el tiempo; la frecuencia de los rasgos favorables aumenta en las 123 Agradezco la revisión y corrección de esta parte por parte de mi colega y doctor en biología Manuel Tamayo. 124 SOLOMON, E.P. – BERG,L. – MARTIN, D., “Biología”, McGraw-Hill Interamericana, Méjico, 1999, pp. 374-379. 125 Su libro fundamental fue: “El origen de las especies por medio de la selección natural, o la preservación de las razas favorecidas en la lucha por la vida”, que fue publicado en 1859. 86 generaciones sucesivas, mientras que los rasgos menos favorables disminuyen o desaparecen. El mecanismo de selección natural tiene 4 aspectos: - Sobreproducción. Cada especie tiene la capacidad de producir más descendientes de los que sobrevivirán hasta la madurez. - Variación. Los individuos de una especie presentan variaciones entre sí. Algunos de estos rasgos aumentan las posibilidades de supervivencia del individuo y su éxito reproductivo, pero otros no. La variaciones se transmiten por herencia (lo que se confirmó más tarde con el descubrimiento del ADN). - Límites al crecimiento poblacional o lucha por la subsistencia. Son limitados los recursos de alimento, agua, luz, espacio vital y otros disponibles para la especie, de modo que los organismos compiten entre sí por ellos. Como hay más seres vivos que los que el ambiente puede sostener, no todos sobrevivirán hasta la edad reproductiva. Otros factores que limitarán el crecimiento numérico son los depredadores, los organismos que causan enfermedades y las condiciones climáticas adversas. - Éxito reproductivo diferencial. Los individuos que poseen la combinación más favorable de características tienen mayor probabilidad de sobrevivir y reproducirse. La generación siguiente tiene los rasgos de los padres. Con el tiempo, se producen suficientes cambios para formar nuevas especies. Especialmente si existe aislamiento. b) El aporte de la genética 126 Una de las premisas en que Darwin basó su teoría de la evolución por selección natural es que los individuos transfieren rasgos a la siguiente generación. Sin embargo, Darwin no pudo explicar cómo ocurre esto ni por qué varían los individuos de una especie. Entre los años 1930 al 1940, los biólogos combinaron los principios de la genética de Gregor Mendel (1822-1884), con la teoría de Darwin para formular una explicación unificada de la evolución, que se conoce como “teoría sintética de la evolución”. En 1953, James Watson y Francis Crick descubrieron las estructuras del ácido desoxirribonucleico o ADN, sustancia que compone los genes, o unidades de material hereditario, que existen en toda célula. Sus estudios llevaron al conocimiento del código genético, con que se transmite la información de una generación a la siguiente. Este código funciona de una manera similar al alfabeto; puede formar una cantidad impresionante de “palabras” o instrucciones para el desarrollo de organismos tan diversos como bacterias, ranas y secoyas. El mismo código genético se utiliza para especificar instrucciones que llevarán a la formación de cada organismo. Debido a este código, las mujeres dan a luz 126 SOLOMON, E.P., op. cit., p. 379. 87 únicamente niños (y no ositos). En organismos que se reproducen sexualmente, cada descendiente es una combinación de rasgos de sus progenitores. c) El árbol de la vida 127 ¿De qué modo surgió la vida en la tierra?, ¿cómo fue desarrollándose hasta llegar a las especies actuales?, ¿cómo se inserta el hombre en esa evolución? Es lo que veremos ahora. El surgimiento de la vida es un hecho profundamente sorprendente. Intervienen para ello condiciones que muy rara vez se dan juntas. Primeramente, de entre las muchas clases de galaxias debe haber una galaxia con forma de espiral (la mayor parte de ellas no lo son) para que se formen generaciones de estrellas, y en ellas elementos pesados. En esta galaxia espiral debe haber por lo menos un sol en torno del cual giren verdaderos planetas. Además se requiere que éstos, o al menos uno de ellos, se enfríe convenientemente, pues temperaturas demasiado altas o bajas no permiten avanzar hacia el surgimiento de la vida. Además, este planeta temperado debe tener una luna para regular los movimientos de los elementos sobre su superficie, tales como las mareas. Finalmente, debe haber suficiente hidrógeno, que además se disponga de modo que permita la formación de células que se reproduzcan por sí mismas. Estamos, entonces, ante una serie de casos afortunados, de combinaciones casi imposibles, pero que de hecho se han dado. Todo pareciera indicar que el paso de lo inorgánico a la vida se ha realizado mediante el mismo mecanismo de selección natural que describió Darwin. El primer paso fue la agrupación de átomos en moléculas. El segundo, la agrupación de moléculas comunes en moléculas orgánicas. Este último paso, que es fundamental, fue posible por 4 condiciones: - Una atmósfera original sin oxígeno libre, ya que éste es altamente reactivo, - la altísima energía que existía en la tierra primitiva (no había capa de ozono, con la cual la energía solar se aprovechaba más; había muchas explosiones volcánicas, lluvias de meteoritos, etc.), - las sustancias químicas necesarias (agua, minerales inorgánicos disueltos, gases), - un largo período de tiempo (unos 800 millones de años). El tercer paso, es la formación de células (unidad básica del ser vivo) a partir de moléculas orgánicas 128. La célula puede considerarse con seguridad como el primer ser vivo129. Tiene unidad interna, puede realizar intercambios con el medio y crecer. Todas las células 127 SOLOMON, E.P., op. Cit., pp. 472-455. MONTENAT,Ch. – PLATEAUX,L. – ROUX,P., “Para leer la creación en la evolución”, Verbo Divino, Estella, 1985, pp.39-50. 128 La tierra se formó hace unos 4.400 millones de años. Los restos fósiles de seres vivos más antiguos conocidos se encontraron en rocas de hace 3.800 millones de años y demuestran la presencia de bacterias, organismos rudimentarios procariotas y unicelulares. 129 Se discute si los virus son seres vivos. Se trata de organismos que requieren de una célula para poder replicarse. No tienen, por lo tanto, todas las características de los seres vivos. 88 contienen información hereditaria codificada en moléculas de ácido desoxirribonucleico (ADN); esta información dirige la actividad de la célula y asegura la reproducción y el paso de los caracteres a la descendencia (ver figura 2). Los primeros organismos vivos (unicelulares) surgieron en el agua 130 y fueron las bacterias. Las bacterias son procariotas. Se trata de células muy primitivas cuyo material genético, a diferencia de las eucariotas, no se encuentra rodeado de una membrana nuclear, sino inmerso dentro de la totalidad de la célula. Muchas bacterias disponen de flagelos o de otros sistemas de desplazamiento y son móviles. Las primeras células consumían moléculas orgánicas que estaban en el ambiente acuático en el que vivían, después fueron capaces de hacer fotosíntesis (capacidad de absorber la energía solar y transformarla en sustancias nutritivas). Por influencia de estos microorganismos se liberó oxígeno en la atmósfera y surgió la capa de ozono. El paso siguiente fueron las células capaces de respirar oxígeno. Más tarde, surgen los cuatro "reinos" (que junto con el de las bacterias suman cinco) fundamentales: animal, plantae (plantas), protista y fungi (de los hongos). Los animales son organismos pluricelulares eucariotas 131 cuyas características principales son su movilidad y el tener órganos internos. Se reproducen sexualmente y su metabolismo es aerobio (es decir, requiere del oxígeno). Las plantas son organismos pluricelulares, eucariotas, que producen su propio alimento. Sus células poseen pared de celulosa. Gracias a un pigmento llamado "clorofilia" captan la energía del Sol y la utilizan para producir y almacenar su alimento. Los protistas constituyen un grupo de seres vivos muy diversos entre sí. Se trata de especies que no pueden ser incluídas en los otros reinos. Se encuentran aquí las algas, las amebas, los mohos y los protozoos. Finalmente, los hongos son células eucariotas, que tradicionalmente se habían incluído en el reino de las plantas, pero que hoy integran un reino propio. No hacen fotosíntesis, se reproducen a través de esporas y realizan una digestión externa secretando enzimas para luego reabsorber las moléculas resultantes. Hongos, animales y vegetales son pluricelulares; es decir, poseen células diferenciadas que realizan funciones especializadas. La pluricelularidad tiene la ventaja de que permite la especialización de diferentes grupos celulares, al liberar a las células de tener que asumir todas las funciones vitales. Así, se posibilita la formación de diferentes 130 El medio acuático era el único que garantizaba una temperatura relativamente estable, fundamental para el desarrollo de la vida. 131 Las plantas, hongos y animales contienen células eucarióticas que son mucho mayores que las procariotas y tienen el material genético envuelto por una membrana que forma un órgano esférico llamado núcleo. De hecho, el término eucariótico deriva de una palabra griega que significa ‘núcleo verdadero’, mientras que procariótico significa ‘antes del núcleo’. 89 tejidos y órganos. Sólo algunas de estas células conservan la capacidad de transmitir todas las posibilidades, sin especializarse ellas mismas: son las células de la reproducción. Por el contrario, las demás células están condenadas a una muerte más o menos rápida: algunas son todavía capaces para renovar un tejido o un órgano, pero la mayoría no. Es por ello que todos los individuos pluricelulares se mueren por el desgaste irreversible de algunos de sus órganos. Fig. 2: La célula Eucariota: célula animal Las estructuras internas de la célula animal están separadas por membranas. Destacan las mitocondrias, orgánulos productores de energía, así como las membranas apiladas del retículo endoplasmático liso (productor de lípidos) y rugoso (productor de proteínas). El aparato de Golgi agrupa las proteínas para exportarlas a través de la membrana plasmática, mientras que los lisosomas contienen enzimas que descomponen algunas de las moléculas que penetran en la célula. La membrana nuclear envuelve el material genético celular. 90 Fig. 3: El núcleo de la célula 91 FIGURA 4: CORDADOS Y VERTEBRADOS CORDADOS artrópodos (arañas, insectos, crustáceos hemicordados anélidos moluscos equinodermos rotíferos nematodos platelminos nemertinos esponjas ANIMALES ctenóforos HONGOS PLANTAS BACTERIAS PROTISTAS cnidarios 92 FIGURA 5: CORDADOS Y VERTEBRADOS otros ballenas PRIMATES carnívoros PLACENTARIOS marsupiales oviposición (monotremas) AVES MAMÍFEROS TIERRA REPTILE ANFIBIOS VERTEBRADOS peces óseos peces cartilaginosos AGUA peces sin mandíbulas urocordados equinodermos cefalocordados lofoforados CORDADOS hemicordados quetognatos 93 El más interesante para nuestro estudio es el reino animal. Los animales pluricelulares, dotados de un sistema nervioso y presentando una reproducción sexuada, estaban ya extendidos por los mares hace más de 700 millones de años. Hace unos 400 millones surgen los peces vertebrados. El paso previo han sido los "cordados", animales acuáticos muy parecidos a los peces que tenían "notocordio"; esto es, una barra longitudinal flexible que hacía las veces de esqueleto. Los vertebrados constituyen un gran avance en la evolución, ya que el esqueleto interno actúa como soporte del cuerpo y permite su movimiento. Se clasifican en cinco grupos: peces, anfibios, reptiles, mamíferos y aves (figura 5). Los anfibios fueron los primeros animales vertebrados en adaptarse a una vida semiterrestre. Se estima que surgieron de los peces hace unos 360 millones de años. Su aparición se fue preparando de forma muy lenta. El pulmón pareciera que se fue desarrollando en aquellos peces que vivían en mares que se secaban periódicamente. Sus aletas se van transformando en patas con una estructura ósea parecida a nuestra mano. El problema de la alimentación fue el más difícil de solucionar y para ello hubo que esperar a que existieran primero plantas y después insectos que hubieron dejado el ambiente acuático. Se estima que los reptiles descendieron de los anfibios hace unos 310 millones de años; pero no de los anfibios modernos de hoy en día, sino de otros que vivían en la tierra en aquellos tiempos. Las modificaciones que presentan los reptiles respecto de los anfibios aseguran una autonomía mucho mayor en su desplazamiento y reproducción. En efecto: - el enderezamiento de sus miembros (patas) permite movimientos terrestres más ágiles; - la suspensión de la cabeza, que pasa a estar sostenida sólo por la columna vertebral, libera aún más a los miembros, y - la aparición de los huevos reptilianos, que hacen posible una autonomía completa respecto del ambiente acuático en lo relativo a la reproducción (el huevo está protegido por medio de la cáscara, tiene un ambiente líquido interno y reservas nutritivas autónomas). Todas estas innovaciones van en el sentido de una movilidad cada vez mayor (desplazamiento, toma de alimentos) y de una liberación decisiva respecto del ambiente líquido (de hecho hay reptiles que viven en el desierto de Sahara). El desarrollo de la respiración pulmonar (más que por la piel, como entre los anfibios) y la protección de la piel asegurada por las escamas afirman aún más la liberación del ambiente acuático. Otro paso en la consecución de la autonomía es la aparición de los mamíferos en torno a los 260 millones de años. Los mamíferos son homeotermos, es decir, pueden mantener la temperatura del cuerpo entre los 35 y los 40 grados. Ello les asegura una libertad definitiva frente a la temperatura exterior. Por una parte, esto permite al animal mantener su actividad independientemente del frío exterior (cuando hace frío, los reptiles no pueden ser activos); por otra, les permite adaptarse a una gran diversidad de climas (hay mamíferos en Groenlandia y en el Sahara). Los pájaros realizarán independientemente su homeotermia a partir de otra línea reptiliana; por otro lado, se han realizado varios “sistemas” de homeotermia (o al menos se han esbozado) entre los reptiles, antes de que 94 prevalecieran los mamíferos y las aves. 132 Además, los mamíferos tienen otras características que favorecen su autonomía: - El levantamiento del cuerpo, la movilidad de la cabeza, la diferenciación de los dientes (en incisivos, caninos y molares), la reorganización de las orejas y de la mandíbula, aseguran una eficacia superior en los desplazamientos, la toma de alimentos, la defensa, etc. - La aparición progresiva de la viviparidad (es decir, del desarrollo de las crías en el vientre de la madre) placentaria y de la lactancia aseguran una reproducción más eficaz, totalmente independiente del ambiente exterior. Por otra parte, la lactancia, que supone un contacto prolongado con la madre, desempeña igualmente una función importante en la adquisición del comportamiento del animal joven (aprendizaje y socialización). En los mamíferos se da con claridad el paso de un comportamiento innato a uno adquirido a través del aprendizaje. Se trata ahora de una autonomía, no sólo respecto del ambiente, sino en relación con los propios determinismos genéticos. A pesar de todas estas ventajas, los mamíferos tardaron mucho en imponerse. Los reptiles dominaron en la tierra durante un largo período de tiempo. Al enfriarse el clima, los pequeños mamíferos comienzan a ocupar un mayor terreno (en torno a unos 60 millones de años). Se diversifican de modo sumamente rápido en una multitud de formas, de todos los tamaños, que ocupan todos los nidos ecológicos (herbívoros, insectívoros, mamíferos voladores, nadadores, subterráneos, etc.) 133. Hay que advertir que todas estas “líneas evolutivas” conducen a una especialización cada vez más perfeccionada en un terreno cada vez más estrecho (por ejemplo, caballos, delfines, elefantes, etc.). El grupo de los primates, en cambio, conserva aún un abanico de posibilidades evolutivas más amplio. 132 Contrariamente a lo que se creía, algunos dinosaurios tenían sangre caliente. Los mamíferos se dividen en marsupiales (por ej., los canguros), los ovopositores (que ponen huevos) y los eutheria (mamíferos con placenta). Los mamíferos placentarios se dividen en 16 sub-ramas (no están todas en la figura 5). 133 95 FIGURA 6: LOS PRIMATES d) Evolución de los primates 134 Los primates aparecieron hace unos 55 millones de años. Vivían en los árboles y por ello tenían en las manos y pies 5 dígitos (dedos) sujetadores, uno de ellos un pulgar parcial o totalmente oponible, el cual permitía sujetar objetos, como las ramas de los árboles. Las uñas (en lugar de garras) protegían la punta de los dedos y las yemas de los dedos eran sensibles al tacto. Otra característica vinculada a los árboles eran sus largas extremidades que giraban libremente en caderas y hombros, lo que da a los primates plena movilidad para trepar y buscar alimento en las copas de los árboles. La ubicación de los ojos en la frente de la cabeza permite la visión tridimensional, esencial para los animales arbolícoras que saltan de rama en rama (un error en la visión puede ser fatal). Se agudiza también el oído. Crece el tamaño del cerebro, probablemente debido al aumento de la vista y de la agilidad. Poseían un comportamiento social complejo. El orden de los Primates se divide en dos subórdenes: Prosimios y antropoides Estos últimos surgieron a partir de los descendientes de los prosimios primitivos. Los primeros antropoides se originaron hace unos 45 millones de años; su principal diferencia con los otros primates es el tamaño del cerebro, que es un centro de aprendizaje, de movimiento voluntario e interpretación de sensaciones. Una rama de los 134 El diagrama de la figura 6 tiene un error. En vez de “ser humano”, debe colocarse a “los homininos”, un género más amplio al que pertenece el ser humano. 96 antropoides es la de los "homínidos", que abarca a los gorilas, chimpancés y a los "homininos". A esta última rama pertenece el ser humano. Los homininos se dispersaron por todo el mundo. Las pruebas de ADN y de análisis molecular y fósiles indican que tienen un estrecho parentesco con gorilas, orangutanes y chimpancés. Probablemente el chimpancé es nuestro pariente más cercano 135. 1.2.4.1.3. Evolución de los homininos 136 Respecto de los homininos, los científicos disponen de un catálogo cada vez mayor de cientos de homininos fósiles, que ofrece mucha información valiosa acerca de las tendencias generales en diseño corporal, aparición y comportamiento de los seres humanos ancestrales. En los homininos se da ese gigantesco paso evolutivo que es la postura erecta. Aparentemente se trata de algo anodino, ya que varios tipos de dinosaurios y las aves ya tenían esa postura. Sin embargo, lo extraordinario que se da ahora es que ella va acompañada de un aumento considerable del cerebro. En efecto: - Los brazos y manos pasan a ser agentes de captación y no el hocico; por lo tanto, éste y los dientes disminuyen de tamaño dejando más espacio a la frente. - La cabeza ahora reposa sobre los hombros; ya no se requiere de músculos tan fuertes para sostenerla lo que deja más espacio para la caja craneana. ¿Por qué los homininos asumieron la postura erecta? Es muy probable que haya sido por los cambios climáticos, en los que la selva fue sustituida por la sabana, y en que los árboles frutales llegaron a ser más pequeños. Se requirieron más los brazos y manos para recolectar alimentos. Por otra parte, la postura erguida era más apta para enfrentar los rayos solares y para correr en caso de ser atacados en tierra por predadores. Permitía también una visión de largo alcance. a) Pre-australopitecus La evolución de los homininos comenzó en África. Hasta no hace mucho se pensaba que los australopitecus eran los homininos más antiguos, pero han surgido recientemente nuevos descubrimientos. Fragmentos de esqueletos de unos cinco homininos fueron contrados en 2001 en las proximidades de la localidad de Tugen, en el área montañosa central de la actual Kenia, por la paleontóloga francesa Brigitte Senut y el inglés Martin Pickford. Se le denominó Orrorin tugenensis. La datación demostró que los Orrorin tugenensis vivieron hace al menos unos 6 millones de años. La morfología de los Orrorin era notablemente similar a la de los actuales chimpancés, con una importante diferencia: la longitud y forma del húmero y del fémur, así como la disposición de la articulación con la pelvis, evidencian que 135 136 Enciclopedia Encarta, 2005. VVAA, “Los orígenes del hombre”, Revista “National Geographic”, ed. especial invierno de 2002. 97 estos homínidos estaban capacitados para la bipedestación 137. Otra característica morfológica muy interesante es su dentadura con caninos pequeños y molares bastante grandes, se deduce que estos primates tenían una dieta principalmente herbívora y frutícola, aunque es muy probable que fueran omnívorosy obtuvieran sus proteínas alimentándose también de insectos. La talla de los ejemplares hallados es de 1,4 m. También en el año 2001, en el desierto del Djurab (Chad) fue encontrado un cráneo casi completo de un hominino de unos 6 a 7 millones de antiguedad. Se le apodó Toumai y se le dio como nombre técnico Sahelanthropus tchadensis. El descubrimientop lo hizo un equipo dirigido por Alain Beauvilain en la región de Toros Menalla de la actual república de Chad, cerca del lugar donde en 1995 halló el Australopitecus bahrelghazali. b) Australopitecus (ver figura 7) El descubrimiento de los australopitecus se inició en 1925 por el anatomista Raymond Dart quien descubrió el primer fósil en una cueva de caliza de Sudáfrica llamada Taung. El fósil era un cráneo infantil que databa de 2,5 millones de años. Dart se percató de que el orificio a través del cual la médula espinal del niño salía del cerebro se encontraba en la base del cráneo, y no en la parte posterior, como ocurre con los primates cuadrúpedos. Esto indicaba que el niño caminaba erguido sobre dos piernas. Se consideró que posiblemente se trataba del eslabón perdido entre simios y humanos. Dart denominó a esta nueva especie “Australopíthecus africanus”, que significa “mono del sur de África”. Mary Leakey encontró en 1995, en Lothagam, cerca del lago Turkana (Kenia), el australopithecus 138 más antiguo: el “anamensis” 139. Se trata de una mandíbula con dientes y dos extremos de una tibia, ambos de 5,6 millones de años. Este último hueso ha permitido acreditar que caminaba de forma erguida. Le sigue en antiguedad el “Ardipithecus” 140 , que apareció hace unos 4,4 millones de años. En 1992, Tim White encontró algunos dientes y huesos de un brazo en el yacimiento Aramís, al noreste del lago Turkana (Etiopía). Más tarde, en 1995, se asignaron a la especie “Ardipithecus ramidus”, cuando se descubrió un esqueleto que contenía una pelvis y una tibia, que acreditaron que caminaba en una forma casi erecta. La tercera especie australopiteca más antigua descubierta hasta ahora es la del Australopithecus afarensis, cuya representante más famosa es Lucy, un esqueleto parcial de 3,18 millones de años. Cuando sus restos fueron hallados por el paleoantropólogo Donald Johanson, en 1974, en un yacimiento de Etiopía llamado Hadar, Lucy se convirtió en el hominino más antiguo y completo conocido, y muchos científicos la consideraron la madre de la humanidad. Al igual que un chimpancé, tenía el cerebro pequeño, brazos largos, piernas cortas, tórax en forma de cono y una gran barriga. Pero se mantenía erguida 137 Es decir, para caminar con dos pies. “Ardipithecus” significa literalmente “simio terrestre”. 139 Que literalmente significa “del lago”. 140 “Ardipithecus” significa literalmente “simio terrestre”. 138 98 y había dado el primer paso hacia el bipedismo medían alrededor de 1.50), 141 . Tenía 1.04 ms. de estatura (los machos Un poco más tarde se encontraron varias huellas de dos homininos de 3,5 millones de años en 1978 en Laetoli, junto al volcán Sadiman (Tanzania) por un equipo dirigido por la paleoantropóloga Mary Leakey. Se trata muy probablemente de otro Australopithecus afarensis. En 1994, William Kimbel y otros descubrieron el primer esqueleto adulto de Australopitecus afarensis. El cráneo, caracterizado por un cerebro relativamente pequeño (unos 415 cm. cúbicos; el chimpancé tiene 390 y el hombre actual unos 1.300 cm c.), bordes sobre las órbitas de los ojos pronunciados, mentón saliente y grandes dientes caninos, tiene una antiguedad estimada de 3 millones de años. En 1995, Michel Brunet encontró una mandíbula con siete dientes en Koro Toro, Chad, de 3,5 a 3 millones de años de antigüedad. Fue apodado Australopithecus bahrelghazali. Finalmente, como se indicó más arriba en 1925 el anatomista Raymond Dart descubrió, en una cueva de caliza de Sudáfrica llamada Taung, un cráneo infantil que data de 2,5 millones de años con la particularidad de que el orificio a través del cual la médula espinal del niño salía del cerebro se encontraba en la base del cráneo, y no en la parte posterior, como ocurre con los primates cuadrúpedos. ¿Fueron capaces de construir herramientas los autralopithecus? Se han encontrados miles de hachas de mano en Gona de 2,6 millones de años. Sin embargo, permanece la duda de si sus contructores fueron autralopithecus o los primeros “homo” (llamados “género primitivo homo”). 141 Es decir, el caminar en dos pies. 99 FIGURA 7: LOS HOMININOS 1 2 3 4 AUSTRALOPITECUS 1 5 GÉNERO PRIMITIVO HOMO HOMO ERECTUS 2 HOMO SAPIENS ARCAICO 3 6 Millones de PRENEANDERTALES Y NEANDERTALES HOMO SAPIENS MODERNO años 1 Incluído el Ardipithecus 2 Incluído el Homo Hergaster 3 Incluído el Homo Heidelbergensis 100 - Homo b) Género primitivo homo Un gran misterio de la paleoantropología es saber cuándo, dónde y cómo el Homo reemplazó al autralopithecus. Más arriba he aludido a las miles de hachas de mano de Gona de 2,6 millones de años, pero no se sabe si fueron construidas por homínidos del género “homo”. Una mandíbula que aún conserva unos dientes ennegrecidos fue descubierta en 1991, en Uraha, Malawi, por Tim Bromage y Fiedemann Schrenk. Podría ser el espécimen homo más antiguo, pues data de unos 2,4 millones de años. Por otra parte, Andrew Hill afirma que un fragmento de cráneo de 2,4 millones de años procedente del lago Baringo en Kenia, representa el homo más antiguo. Y Donald Johanson y Bill Kimbel anunciaron en 1996 el hallazgo en Hadar del maxilar superior de un homo no identificado, fragmento que han fechado en 2,3 millones de años como mínimo. El “Homo habilis” parece ser la especie más antigua del género Homo. Vivió aproximadamente desde 2,5 hasta 1,44 millones de años. El descubrimiento de esta especie se debe a Mary y Louis Leakey, quienes encontraron los fósiles en Tanzania, África, entre 1962 y 1964. Está generalmente aceptado que el Homo habilis es la primera especie del género Homo, si bien hoy día algunos ponen en duda su pertenencia al género y ubican al “Homo rudolfensis” en el primer lugar. Su nombre significa "hombre habilidoso" y hace referencia al hallazgo de instrumentos de piedra confeccionados por éste. Se han encontrado fósiles de “Homo habilis” en numerosas regiones de África. Estos sitios contienen herramientas primitivas, rocas a las que se hacían sacados y cortes golpeándolas a fin de darles bordes afilados para cortar o raspar. Por ejemplo, las tajaderas (cuchillo de forma curva) de piedra de Oldowan probablemente se empleaban para cortar la carne de los animales. La concentración de tales herramientas hace suponer el uso de campamentos temporales, la práctica de un cierto sedentarismo y la organización del espacio (presencia de círculos de piedra, lugares para el despiece de animales, etc). Sin embargo, el homo habilis no conocía el fuego. Se observa en ellos un importante incremento en el tamaño cerebral con respecto a Australopithecus. Un cráneo encontrado permite calcular el tamaño de su cerebro entre 650 cm³ y 800 cm³. Era un hominino pequeño (los machos medían unos 1,32 ms., y las hembras, alrededor de 1,17 ms.). Los restos se han hallado en Kenia, en la localidad de Koobi Fora y en Tanzania, en la conocida Garganta de Olduvai c) Homo erectus En 1984 un equipo dirigido por Richard Leakey desenterró el esqueleto casi completo de un niño erectus de 12 años de edad que murió hace 1,54 millones de años cerca del lago Turkana, en el norte de Kenia. El esqueleto, conocido como “el niño de 101 Turkana”, tenía los dientes y los músculos maxilares más pequeños que los de los australopithecus (probablemente porque comía carne y no los gruesos vegetales de estos últimos). La parte posterior del cráneo también es más grande, lo que significa una mejor vista; sin embargo, carecía de frente, en donde se produce el pensamiento complejo de los hombres modernos. Su cerebro era el doble del tamaño que un chimpancé. La longitud del fémur sugiere que debía medir alrededor de 1,60 metros cuando murió, y que habría sobrepasado los 1,80 metros de adulto. No poseía lenguaje, como lo revela la delgadez de su médula espinal (calculable midiendo el grosor del agujero que existe entre las vértebras de la columna). En un yacimiento llamado Konso-Gardula, en Etiopía, se han encontrado cientos de hachas de mano datadas entre 1,7 y 1,37 millones de años. Algunas son muy refinadas. La escasez de hachas de mano fuera de África es uno de los motivos por los que la mayoría de los científicos ha dudado durante mucho tiempo que los humanos hubieran abandonado el continente hace aproximadamente un millón de años. Sin embargo, en 1994, Carl Swisher y Garniss Curtis, asombraron a sus colegas al datar los sedimentos volcánicos de la isla de Java que contenían el cráneo fósil de un niño erectus en 1,8 millones de años. En esta misma isla el anatomista holandés Eugène Dubois había desenterrado, en 1891, una calota (parte superior del cráneo), una muela y un fémur del que sería llamado “hombre de Java” y había datado su antiguedad en medio millón de años 142. Se han seguido encontrando fósiles en Java del orden de 1,8 a 1,6 millones de años. En China, en Zhoukoudian, en la década de 1920 se desenterraron fragmentos de 5 calotas y otros restos pertenecientes a más de 40 individuos, conocidos colectivamente como “hombre de Pekín”. Vivió hace unos 400 mil años. Es posible que un maxilar encontrado en Georgia sea también de un erectus. Hablando en términos generales, El Homo Erectus (a veces llamado pithecantropus) era más alto que el Homo habilis; los machos medían alrededor de 1,78 ms. y las hembras, cerca de 1,60 ms. Su cerebro, mayor que el del Homo habilis, creció progresivamente durante el curso de su existencia (hasta unos 1.000 cm3). Su cráneo, si bien era mayor, no presentaba características del todo modernas, pues conservaba los grandes bordes supraorbitarios (sobre las órbitas de los ojos) y el rostro proyectado hacia adelante característico de los simios que fueron sus ancestros. El incremento de las facultades mentales, asociado al aumento del tamaño del cerebro, permitió a estos seres humanos fabricar herramientas de piedra más avanzadas (conocidas como herramientas achelenses), como hachas de mano y otros instrumentos que se ha supuesto que son tajaderas, punzones y raspadores. Su inteligencia también les permitió sobrevivir en zonas frías. El Homo erectus obtenía alimento de presas que cazaba o de carroña. El hombre de Pekín utilizó el fuego y habitó en cavernas. Hace unos 250.000 años empezaron a construir las primeras cabañas con maderas, pieles y cañas. Eran buenos cazadores y nos han dejado en abundancia restos de herramientas, como 142 Algunos científicos sostienen que los fósiles de erectus encontrados en África son lo suficientemente distintos de los de Asia como para merecer un nombre diferente. Los llaman, entonces “homo ergaster” (“hombre trabajador”). 102 raspadores de pieles, ralladores, moledoras. Aunque muy raras, también se conocen herramientas de madera o de bambú. Se cree que el homo erectus existió hasta hace al menos 200 mil años; es posible que algunas poblaciones de H. Erectus hayan persistido hasta hace apenas 27 mil a 53 mil años. d) Homo sapiens - Homo Sapiens arcaico Se llama “Homo Sapiens arcaico” a los descendientes del homo erectus que vivieron en África, Asia y Europa desde hace unos 800 mil hasta hace 100 mil años. Por lo tanto, coincidieron en lugar y tiempo tanto con poblaciones de H. Erectus como de hombres de Neandertal (que veremos más adelante), de aparición posterior. A esta categoría habría que incorporar al Homo heidelbergensis, al Homo antecessor, al Homo rhodesiensis y al Homo sapiens idaltu. El Homo antecesor parece haber sido la especie más antigua del homo sapiens, con cerca de 800.000 años de antiguedad. La especie se descubrió a partir de más de ochenta restos hallados desde 1994 en el yacimiento de Gran Dolina en la Sierra de Atapuerca (España). La mayoría de los restos humanos se encuentran en un estado de conservación excelente, pero corresponden en general a fragmentos de tamaño variable. Esta fragmentación, así como otros caracteres de los restos (marcas de cortes, golpes producidos por instrumentos líticos, tipos de fractura, etc), representan evidencias muy claras de actos de canibalismo. Su capacidad craneal era elevada (más de 1.000 cc) y poseía una cara muy moderna, La mandíbula, los dientes y la cara, son totalmente diferentes a todo lo anterior. El Homo heidelbergensis (apodado "Goliath") Surgió hace más de 500.000 años y perduró al menos hasta hace 250.000 años. Eran individuos altos (1,75 m) y muy fuertes (llegarían a 100 kg), de grandes cráneos (1.350 cm³) muy aplanados con relación a los del hombre actual, con mandíbulas salientes y gran abertura nasal. Se le dio el nombre porque los primeros fósiles fueron descubiertos cerca de Heildelberg (Alemania). Otros sitios donde se han hallado fósiles de esta especie son Steiheim (Alemania), Swascombe (Inglaterra) y la Sima de los Huesos en Atapuerca (España), en donde se encontraron 5.000 fósiles pertenecientes a unos 30 individuos, que datan de hace 400.000 años. Se cree que bandas de heidelbergensis se organizaban para perseguir a otros animales y últimarlos en trampas naturales (precipicios, pantanos) o arrojándoles grandes hachas líticas de dos caras o lanzas primitivas de madera. 103 El “Homo rhodesiensis” fue hallado por primera vez en 1921 en la localidad llamada por los ingleses Broken Hill, actualmente Kabwe en Zambia, (antigua "Rhodesia del Norte" por lo que se denominó Hombre de Rhodesia). Se considera que vivió solamente en África, desde hace 600.000 hasta 160.000 años. La capacidad neurocraneal del Homo rhodesiensis era relativamente alta, entre 1280 y 1325 cm³. Un cráneo, que podría ser el más antiguo de esta especie, fue hallado en Bodo (Etiopía) y fue datado en 630.000 años. Tenía una capacidad craneana de 1.250 cm³. Otros fósiles con características morfológicamente similares han sido encontrados en Sudáfrica (Hombre de Saldaña), Tanzania, Marruecos y Argelia. Se denomina “Homo sapiens idaltu” al hallazgo de tres cráneos en la localidad etíope de Herto en el año 1997 por el equipo de paleoantropólogos dirigido por Tim White. Dado el lugar en el cual se hizo el hallazgo de los restos, inicialmente se le llamó "Hombre de Herto". Dichos fósiles han sido datados con una antigüedad de unos 158.000 años. El descubrimiento ha suscitado polémica entre los investigadores. Varios consideran al Homo sapiens idaltu como una subespecie extinta del Homo sapiens; otros, en cambio, consideran que Homo sapiens idaltu es sólo un ser humano de la actual especie que mantiene ligeros rasgos morfológicos arcaicos en relación a otros fósiles que son indiscutiblemente de Homo sapiens (i.e.: los Cro-Magnon, los hombres de Grimaldi, etc.). - El hombre de Neandertal Los primeros restos del “hombre de Neandertal” se descubrieron en el valle de Neander, en Alemania. Estaba ampliamente distribuido en Europa y Asia desde hace alrededor de 230 mil años hasta hace unos 30 mil. Estos seres humanos primitivos eran de corta estatura y de complexión fuerte; los varones medían alrededor de 1,65 m. y su peso estimado era de 83,9 kg., mientras que las mujeres medían unos 1,55 ms. y pesaban unos 79,4 kg. Su rostro se proyectaba un poco hacia adelante, su mentón y su frente eran menos pronunciados, los bordes supraorbitarios y la mandíbula eran macisos y los dientes delanteros eran mayores que en el ser humano moderno. Su cerebro era semejante al ser humano actual (1.300 cm3), pero con una forma diferente. Los científicos, basándose en análisis del ADN, han concluido que los hombres de Neandertal constituyen una especie separada respecto del ser humano moderno (el homo sapiens sapiens). Las herramientas del Homo neandertal, incluyendo las puntas de lanza más antiguas que se conocen, eran más elaboraradas que las del H. Erectus. Los estudios realizados en sitios que fueron habitados por hombres de neandertal indican que cazaban grandes animales. La existencia de esqueletos de individuos viejos o con fracturas que habían sanado demuestra que estos seres humanos cuidaban de los viejos y los enfermos, lo que es un indicador de cooperación social avanzada. Al parecer tenían rituales, tal vez de significado religioso, y enterraban a sus muertos. La presencia de alimentos, armas y flores en algunas de sus tumbas sugieren que tenían el concepto abstracto del más allá. 104 La desaparición del hombre de Neandertal hace unos 30 mil años es un misterio que ha encendido la polémica entre los paleoantropólogos. Otros grupos de Homo sapiens con características más modernas coexistieron con él durante decenas de miles de años. Es posible que el hombre de Neandertal se intercruzara con estos otros seres humanos y diluyera sus peculiaridades más allá del posible reconocimiento, aunque un análisis realizado en 1997 con el ADN plantea la posibilidad de que los hombres de Neandertal sean un callejón sin salida evolutivo que no se intercruzó con seres humanos más modernos. También es posible que esos otros grupos humanos causaran su extinción por competencia, o los exterminaran. - El Homo sapiens moderno (u Homo sapiens sapiens) No existen registros fósiles de los comienzos del homo sapiens actual. El testimonio más antiguo son dos huellas humanas, probablemente de una mujer, en la orilla del lago Langebaan a unos 96 km. de la ciudad del Cabo (en Sudáfrica), en 1997, por Lee Berger y David Roberts de 117.000 años de antiguedad. Los Homo sapiens sapiens 143 se desplazaron a Asia, Oceanía y Europa. Tenemos testimonios antiguos en el norte de Australia, en España y en Francia. El más célebre de los homo sapiens modernos es el hombre de Cro-Magnon, que existió en Francia y España hace unos 30 mil años. Se le denominó Hombre de CroMagnon (Piedra Grande) debido a una cueva francesa en la que se halló uno de sus fósiles. Sus armas y herramientas eran complejas, y a menudo realizadas en materiales distintos de la piedra, como hueso, marfil o madera. Elaboraban cuchillos de piedra muy afilados. Los hombres de Cro-Magnon desarrollaron el arte, quizá con fines rituales, como la pintura en cavernas, el tallado y la escultura. Sus elaboradas herramientas y obras de arte son una indicación de que pueden haber poseído un lenguaje, utilizado quizá para transmitir su cultura a las generaciones futuras. En el transcurso del paleolítico superior (del 20.000 al 8.000), y en relación con el retroceso de los hielos y la dulcificación del clima, tuvo lugar una notable explosión demográfica de la especie humana. Al mismo tiempo, al finalizar el paleolítico (con una antiguedad de aproximadamente unos 10.000 años), se produjo un conjunto de transformaciones fundamentales en el tipo de vida y en la organización social, como el paso de la vida nómade, propia de los cazadores-recolectores, hacia el sedentarismo basado en la agricultura y la ganadería, cuyos primeros testimonios han sido hallados en el llamado “creciente fértil” (Mesopotamia). e) ¿Desde cuando existe el hombre? Esta pregunta no es fácil de responder. Hay que distinguir un doble nivel: 143 Literalmente el nombre significa “el hombre que sabe que sabe”. 105 - El anatómico, que implica la postura erguida, el tamaño del cerebro, la utilización de las manos, el cráneo colocado en equilibrio sobre la columna vertebral, etc. Ya los australopithecus tienen todas estas características. Desde un punto estrictamente biológico estaríamos ante la especie humana. - El conductual. La respuesta a la pregunta depende de ciertos presupuestos filosóficos. ¿De qué modo definimos al hombre? Si lo más propio del ser humano es la libertad, entonces la raza humana comienza cuando existen actos que persiguen unos resultados de largo plazo, cuando hay proyectos y libertad de elección. En ese caso, los primeros actos que implican finalización están vinculados a la creación de instrumentos. Sin poder establecer una fecha precisa, me parece que podemos hablar de ser humano a partir del homo habilis. Tuvo que pasar mucho tiempo para que la anatomía propiamente humana fuera capaz de dar como fruto un comportamiento propiamente humano. Como se ha visto, en el caso de los australopithecus, se trata de homínidos que caminan en dos pies y que asumen la postura erecta. Su cerebro tiene un considerable desarrollo. Sin embargo, en el plano de la conducta no se observa la creación de instrumentos, por lo que es difícil considerarlos auténticos seres humanos. Con el tiempo la creación de instrumentos se va ampliando hasta el punto de ir modificando el entorno, dando lugar a la cultura. Ya con la aparición del fuego el hombre aumenta el dominio sobre el ambiente exterior (protección contra los rigores del frío, defensa contra los animales salvajes, abolición de la sumisión total a la noche, cocimiento de los alimentos, etc.). La aparición y evolución de la cultura ha permitido al ser humano la adquisición de adaptaciones extrasomáticas de gran eficacia, sin necesidad de transformar su cuerpo, como en el caso de los animales: fabricación de herramientas, de armas, de vestidos, de viviendas, de vehículos, etc. La evolución cultural ha alcanzado un desarrollo tal a lo largo de las últimas etapas de la historia del ser humano que, en muchos aspectos, ha superado a la biológica. Y ello hasta el punto de influir en la misma dirección de los cambios somáticos y fisiológicos del cuerpo humano. Así, por ejemplo, la medicina, que permite prolongar la vida a enfermos que antes carecían de posibilidades de sobrevivir por causas genéticas, altera la dirección de la selección natural. La evolución cultural trastoca literalmente los ritmos de la evolución biológica, puesto que en aquella la transmisión de las innovaciones culturales no se produce genéticamente, sino por aprendizaje. De una forma más difusa, y continua. Pero quizás lo que más la caracteriza es la rapidez. Los procesos educativos pueden incorporar cambios notables en una sola generación, mientras que la evolución biológica se produce únicamente a los largo de repetidas generaciones de selección. El desarrollo cultural es la clave del éxito evolutivo de la humanidad. 106 f) ¿Cómo se prueba la evolución? 144 El medio de prueba más importante son los fósiles (organismos que están “encrustados” en piedra) encontrados en los distintos estratos (capas) de la corteza terrestre. La secuencia de acontecimientos biológicos, climáticos y geológicos está grabada en rocas y fósiles. Los sedimentos de la corteza terrestre consisten en 5 estratos principales de roca, cada uno subdividido en estratos menores, dispuestos unos sobre otros. En muy pocos lugares del planeta se encuentran todos los estratos, pero los que están presentes suelen hallarse en el orden correcto (las rocas más recientes encima de las más antiguas). Estas capas de roca se formaron por la acumulación de barro y arena en los lechos de océanos, mares y lagos. Cada una contiene unos fósiles característicos que ayudan a identificar depósitos que se formaron más o menos al mismo tiempo en diferentes partes del mundo 145 . Los geólogos dividen los 4.600 millones de años de historia de la Tierra en unidades de tiempo basadas en acontecimientos geológicos, climáticos y biológicos de gran magnitud. Así, hay eras, divididas en períodos, que a su vez se dividen en épocas. A los medios de prueba geológicos se añaden los de la anatomía comparada. En algunos casos, el análisis del ADN aporta elementos importantes. 1.2.4.2. La acción creadora de Dios en la evolución 146 Hablar de evolución significa asumir el presupuesto de que estamos ante un proceso de cambios que significa un enriquecimiento en el ser. A partir de lo que actualmente conocemos del universo, pareciera que sólo en la tierra se da la evolución y que el resto del universo sufre profundas transformaciones pero que no parecen llevar una dirección que implique una mejoría en términos ontológicos. Por otra parte, para comprender el fenómeno evolutivo, debemos tomar como referencia el producto “más alto” de ella que es el hombre, y de ahí hacer el recorrido hacia atrás. En efecto, la evolución va de “menos a más”, y por tanto, no son los orígenes los que nos ayudan a comprender su realidad sino su producto más avanzado, el ser humano. 1.2.4.2.1. La unión, un aspecto del modo divino de crear a) La unión como característica común del proceso evolutivo Una característica que recorre todo el proceso evolutivo es la de la unión de componentes que va creando nuevas realidades. Los elementos son una condición para que emerja la nueva realidad, pero éstos no la contienen. La nueva entidad no surge de una causa que contenía lo nuevo de manera oculta, sino que los elementos se unen para formar una entidad única nueva que no se encontraba ya presente en ellos. Lo más surge de lo menos. El nuevo todo es más que la suma de sus partes. 144 SOLOMON,E.P., op. cit., pp. 435-437 (ver también pp. 379-383). Además los geólogos recurren a complejos exámenes químicos, el más importante es el del carbono 14. 146 Síntesis de la presentación que hace SCHMITZ-MOORMANN, en su libro “Teología de la creación de un mundo en evolución” (Verbo Divino, Estella, 2005, original de 1997). 145 107 La unión se puede observar ya en la composición del átomo y en la formación de moléculas, pero es más evidente en las primeras etapas del surgimiento de la vida. No sabemos con claridad cómo surgió la vida. Los seres vivos más primitivos que conocemos, los virus, son tan complejos en cuanto a sus estructuras que aún somos incapaces de reproducirlo a partir de sus elementos básicos. Los organismos pre-eucarióticos, como bacterias de todo tipo y arqueobacterias, son totalidades claramente unidas, que se diferencian del resto del universo y se relacionan con él como unidades peculiares. Pero nos resulta difícil indicar qué es lo que explica la unidad de una bacteria. Sin duda la pared la mantiene unida; el ADN almacena su información; las múltiples proteínas presentes dentro de la pared interaccionan de maneras complejas. Todo es necesario para que la bacteria exista, pero no vemos el factor que crea unidad y totalidad, lo que nosotros llamamos “vida” 147. Puesto que la ciencia se interesa por componentes distinguibles, tales como azúcares, fosfolípidos y proteínas de la pared celular, los biólogos generalmente son incapaces de responder a la pregunta de qué es la vida. La vida sólo existe como totalidad, no como suma de partes. Está presente a través de la unión de las partes que cooperan como si estuvieran bajo una sola dirección, más que simplemente reaccionando unas con otras. Esta dirección se puede ver en movimiento cuando un organismo ingiere o elimina comida. Y se hace aún más evidente cuando, por endosimbiósis de elementos primitivos de vida tales como bacterias, flagelados y arqueobacterias, surge la célula eucariota y manifiesta múltiples clases de comportamiento, incluyendo algún tipo de aprendizaje. La totalidad unida que se crea por integración de elementos no se puede explicar completamente refiriéndose a las leyes de la química, aunque naturalmente estas leyes aún son válidas y la célula eucariota las adopta activamente. Podemos continuar esta descripción de la evolución de totalidades cada vez más unidas que muestran nuevas propiedades no explicadas a partir de los elementos preexistentes. Los organismos pluricelulares se comportan conjuntamente como un todo, ya que el organismo manifiesta una unión de células cada vez más diversificadas y especializadas, desde células cerebrales hasta epiteliales 148. El organismo se comporta visiblemente como un todo formado por la unión de miles de millones de células diversificadas. Aunque hemos aprendido que algunas moléculas comunican órganos, dirigen su crecimiento y aún pueden formar un órgano simple, las moléculas son un medio, no la causa, de la unidad del organismo. En los seres vivos el principio de unidad se ha denominado “alma”, una entidad desconocida para la ciencia. El hecho de que la mayor parte de los idiomas utilicen esta palabra, expresa bien la universal experiencia humana de la unidad de cualquier entidad como algo más que únicamente la suma de sus partes. Más adelante veremos que la vida 147 Hay que resistir la tentación de poner la acción de Dios en estos vacíos actuales de la ciencia; sería caer en una comprensión de Dios como “tapa agujeros”, como veíamos en la parte sistemática. La acción divina es de otro nivel y atraviesa la totalidad del proceso evolutivo. 148 Son las que actúan como cubierta protectora de ciertas superficies, ya sea el exterior de un órgano o el revestimiento de la pared de una cavidad orgánica (Encarta). 108 misma evoluciona hacia seres centrados, cada vez más claramente conscientes y finalmente conscientes de sí mismos. Es necesario observar de nuevo que la unidad no destruye la identidad de los elementos implicados en la totalidad unida. El átomo de carbono sigue siendo tal incluso mientras está integrado en una neurona del cerebro humano. La unión no es una especie de fusión que elimina su identidad. Más bien, potencia la identidad del elemento. Al estar integrados en una unidad más elevada, los elementos encuentran un futuro más abierto para sí mismos: sólo un átomo de carbono integrado en un aminoácido puede llegar a ser parte de una proteína y finalmente una parte de la vida y del pensamiento. Por tanto, la unión no disuelve los elementos. Tal como Teilhard de Chardin afirmó a principios del siglo XX, la unión diferencia a los elementos que están unidos. Se puede seguir este fenómeno desde el inicio hasta el punto en que nos encontramos nosotros actualmente como las creaturas más evolucionadas dentro de nuestro horizonte de conocimiento. El proceso evolutivo se desarrolla a través de la unión de elementos en totalidades unidas más elevadas en las que algo nuevo llega a la existencia. Esta afirmación general se tiene que matizar. El proceso de unificación de los elementos puede diferir. Del mismo modo que “ser”, término central de la metafísica clásica en un mundo estático, se utilizó de forma análoga, en un mundo evolutivo “unión” se utiliza también de forma análoga: obviamente, los medios y los grados de unión alcanzados difieren entre sí. La unidad del átomo, al que no le atribuimos un alma, difiere de la unidad de algo vivo. El universo aparece como un proceso evolutivo de unión que da lugar a nuevas realidades a niveles de cada vez más elevados de ser, de totalidad unida, partiendo de los elementos más simples y alcanzando el más alto nivel –al menos dentro de los límites de nuestra experiencia- en los seres humanos. ¿Qué implicaciones conlleva este proceso de unión para una teología de la creación? b) La unión, un aspecto del modo divino de crear En una mirada del proceso evolutivo a la luz de la fe percibimos este proceso de unión como uno de los aspectos de la creación de Dios. Si la evolución se desarrolla mediante la unión de elementos en totalidades unidas cada vez más elevadas, entonces Teilhard de Chardin advirtió correctamente que Dios crea mediante la unión. Es claro que esta conclusión no se puede probar mediante la ciencia, así como ella tampoco puede probar o negar la creación. Los modos de unión, desde el modo atómico al nivel humano o personal, indican niveles de ser. Las creaturas de Dios llegan a ser mediante la unión de sus elementos. Se trata de una acción oculta de Dios que no puede percibirse directamente por la observación empírica, sino sólo a la luz de la fe. La trascendencia de Dios se hace perceptible en su inmanencia. Como cristianos, tradicionalmente confesamos que Dios es el Ser supremo. Los Padres de la Iglesia y la tradición medieval enseñaron que todas las perfecciones se realizan y están presentes en Dios. Por ello todo ser que existe posee su ser en la medida en que éste se asemeja a Dios. No puede existir nada cuyo nivel de ser, de perfección, sea totalmente ajeno a Dios, o Dios carecería de alguna perfección. Todo debe ser similar a Dios de algún modo. Puede que 109 esta semejanza sea la más pequeña imaginable, y cuanto más mínima es, menor es el grado de ser. Los seres humanos, que según la tradición bíblica, fueron creados a imagen y semejanza de Dios (Gn 1,26), se parecen mucho más a su Creador que los otros seres. Las comparaciones en la escala del ser se conocen como la analogía clásica del ser. Si se aplica esto a la metafísica de la unión, se puede identificar con el propio ser de Dios. Si Dios se revela creando mediante la unión, parece inevitable hallar en Dios la analogía a su forma de actuar como Creador. Si se sostiene la similitud en el ser, resulta razonable pensar en Dios no simplemente como el Ser Supremo, sino como el Ser Supremo realizado en una suprema unión. Esto hace que se nos plantee la cuestión del nivel supremo de esta unión divina. Según nuestra experiencia, el nivel más elevado de unión entre elementos se da cuando los seres humanos se unen a nivel personal con otras personas, formando una unidad que trasciende al individuo. Se podría incluso decir que el individuo se hace más persona a través de la unión con otras personas. Si Dios existe uniéndose, los “elementos” de esa unión no pueden ser infrapersonales. Dios, como constituyente de la suprema Totalidad unida, como el supremo Ser realizándose en unión, tiene que ser (al menos) una Unión de personas. Esto deja al monoteísta estricto sumido en un dilema: o Dios carece de la cualidad de una persona, o Dios necesita crear otras personas, la humanidad, para que se unan con Él. La primera respuesta haría de Dios una no-persona, respuesta que no sería aceptable dentro de la tradición judeocristiana o islámica. La segunda respuesta haría a Dios dependiente de la creación divina; el Creador tendría necesidad de crear. Obviamente, esta idea no resulta compatible con la idea tradicional del Dios trascendente y libre, el Ser Supremo, que las tres religiones mencionadas confiesan. El Dios de la tradición cristiana, el Dios tri-uno, vive en la constante realización de la unión de tres personas. Dios es el arquetipo, en cuya semejanza toda la creación llega a la existencia. Dios, que realiza por toda la eternidad este acto de la más elevada unión en la Trinidad, no necesita al mundo para existir en perfecta unión. La fuerza que une, especialmente la fuerza que une a las personas, es el amor. Dios existe en perfecta unión, podríamos decir, porque Dios es amor (1 Jn 1,4). El texto bíblico posee un significado más pleno que antes, porque hasta ahora el amor se ha concebido principalmente como una actitud moral. Si esta interpretación más existencial de la creación de Dios y de su dimensión revelatoria es precisa, el amor llega a ser la fuerza constitutiva de la vida de Dios. Dios es amor en el acto puro de la unión, lo que se refleja en su creación, llegando a ser el amor la fuerza constitutiva y conductora del proceso evolutivo de una unión progresiva. 1.2.4.2.2. La creación divina: evolución hacia la conciencia a) La conciencia humana como el punto más alto del proceso evolutivo Como Teilhard de Chardin afirmó de manera correcta, un aspecto importante de la mente humana es que sabe lo que hace y lo que sabe. Esta conciencia hace posible el desarrollo y la utilización de conceptos abstractos que se pueden manejar en el momento en 110 que la realidad concreta se halla ausente. La superficie de la tierra está cubierta de elementos que son el producto de la mente humana. La supervivencia del planeta como planeta vivo depende de las decisiones humanas. Así, la conciencia no es sólo saber sobre uno mismo; es también entender el mundo que nos rodea. La conciencia humana se identifica siempre con una visión del mundo que se puede comprender y describir mediante conceptos abstractos. Se experimenta a sí misma como centro del mundo percibido y conceptualizado, que relaciona consigo misma. Nuestra incapacidad para ofrecer una descripción completa de la conciencia no nos impide darnos cuenta de que somos conscientes. Nos encontramos en una situación similar a la de los biólogos, que son incapaces de ofrecer una definición clara de la vida, aunque sus esfuerzos descriptivos ofrecen una buena imagen de su realidad. A pesar de que los expertos son incapaces de ponerse de acuerdo, incluso un niño conoce la diferencia entre un perro muerto y uno vivo. Las definiciones insuficientes no pueden negar la existencia de un conocimiento genuino sobre realidades tales como la vida y la conciencia. Si miramos a nuestro alrededor, advertiremos que los seres humanos no son los únicos en mostrar algún tipo de comportamiento consciente. El concepto cartesiano clásico, de que todo se rige por leyes naturales (a excepción del ser humano) y de que el comportamiento animal está regido de forma determinista por el instinto, ha sido reemplazado durante el siglo XIX por una visión más abierta. La investigación sobre el comportamiento de muchas especies animales ha mostrado que todos los vertebrados poseen habilidades de aprendizaje. Se ha demostrado que los chimpancés pueden utilizar símbolos para expresar sus deseos y resolver tareas sumamente complicadas. Está claro que los perros no son máquinas y son capaces de mostrar a sus dueños lo que les gusta y lo que no. Actúan como centros de su mundo. Más hacia atrás en la evolución, asombra el modo en que las abejas informan a sus compañeras del lugar en que han encontrado alimento. Sin lugar a dudas, los animales y todos los seres vivos actúan como una unidad, de una manera distinta al resto del mundo. Es posible que su percepción del mundo resulte limitada: algunos pájaros no ven las presas que no están en movimiento, pero al menos cuentan con una visión limitada del mundo que los rodea. Los animales se orientan dentro de su entorno, un entorno que en el caso de las aves migratorias puede abarcar miles de kilómetros. Y muchos animales modifican activamente el mundo que les rodea para hacerlo más habitable: los pájaros construyen nidos y las zorras madrigueras. Cuanto más retrocedemos en la evolución, más limitado es el alcance de las capacidades de aprendizaje y la percepción del entorno. Por ejemplo, las avispas alfareras, que hacen gala de un comportamiento altamente complejo, son incapaces de cambiar su comportamiento de crianza. Los insectos pueden aprender, pero algunas partes de su comportamiento parecen ser inalterables. El protozoo más pequeño es capaz de reaccionar activamente a la información que obtiene del exterior. Puede que no nos atrevamos a llamar conciencia a esta habilidad, y es cierto que sólo existe una ligera semejanza con la conciencia humana. Pero existe algo en común: la información del exterior es internalizada, y se reacciona a esta información a fin de mantener la propia existencia. La conciencia desaparece por completo en los seres no vivos. 111 Si bien el proceso evolutivo tiene una dirección hacia la conciencia, hay que ser cuidadoso a la hora de concebir ese recorrido de modo determinista. No se trata de la ortogénesis de un proceso lineal, deducible y predecible. La evolución da lugar a probabilidades que permiten, en sus extremos, la emergencia de formas más elevadas de conciencia: no existe una necesidad inherente de que este proceso tomara la dirección que tomó. Pero retrospectivamente no podemos dejar de ver que eso ha sucedido. b) La creación divina: evolución hacia la conciencia En los seres humanos el universo no sólo está implicado en su evolución, sino que también comienza a buscar su sentido. Puesto que reflexionan sobre sí mismos y sobre su universo y son conscientes de la dimensión del futuro, no pueden evitar buscar el sentido de su relación con este universo dentro del proceso evolutivo. La historia entera del cosmos está presente en ellos. Su búsqueda de sentido es también la búsqueda de sentido del universo. Esta búsqueda forma parte de la creación de Dios y parece evidente que, en sí mismo, el universo contingente no contiene una respuesta. El universo acabará siendo frío e inhabitable. La humanidad no cuenta con un futuro ilimitado abierto a ella dentro del marco de este mundo. Según esta perspectiva, su contingencia resulta obvia. Dios no ha creado un cosmos que se baste a sí mismo para poder satisfacer la búsqueda de sentido que ha suscitado. En la conciencia humana el universo se hace consciente de sus limitaciones y de su necesidad de relacionarse con Dios si su búsqueda de sentido ha de ser satisfecha. Dando por supuesto, en una mirada creyente, la existencia de Dios y de su acción creadora, nos preguntamos qué pretendía Dios al crear el universo evolutivo, que hace reflexivamente consciente a la humanidad. Los seres humanos llegaron muy pronto a ser conscientes de sus limitaciones, que resultan muy evidentes en el hecho de que han de morir. Pero no se aceptó la muerte absoluta, como atestiguan los ritos funerarios de los neandertales, lo que revela una creencia en algún tipo de vida después de la muerte. Los hombres llegaron a ser conscientes de su singularidad y se reconocieron unos a otros como personas a medida que empezaron a percibir la insondable profundidad del otro. No sabemos cómo surgió en la humanidad la fe en Dios. Sin embargo, en la fe la humanidad se encuentra con Dios, y el universo ha llegado a ser capaz del encuentro con el Creador. La consciencia reflexiva es el punto en el que el universo puede dirigirse a Dios, su Creador. La prolongada historia del universo muestra que el caos del origen es superado al menos localmente en el proceso de llegar a ser, pero en la totalidad del universo no vemos a un Creador todopoderoso trabajando para construir orden a partir del caos. Más bien parece que Dios permite al universo que explore todas sus excepcionales posibilidades y espera con infinita paciencia a que aparezca la conciencia reflexiva, la mente humana. Como puede verse, nada hay más opuesto a la imagen que nos ofrece Gn 1 de un Dios que ordena y el caos se transforma en orden. 112 Sin embargo, el relato bíblico es atinado al hablar del hombre como imagen de Dios. Hemos evolucionado lo suficientemente cerca de Dios como para que nuestra semejanza haga posible el contacto. Esto está evidentemente vinculado al peligro de que los seres humanos puedan pensar que son independientes y semejantes a dioses. Cortar los vínculos de dependencia puede hacer que los seres humanos se sientan libres; pero por lo que podemos ver hoy el viejo relato bíblico del pecado, a pesar de no ser histórico sino mítico, contiene la enseñanza básica de que los seres humanos se rebelan contra Dios empleando medios mágicos para llegar a ser como Él. Los hombres pueden conocer a Dios y pueden rehusar aceptarlo. Volviendo nuevamente a la idea clásica de la analogía del ser. Podemos afirmar que Dios no es una fuerza ciega, una especie de hado como lo concibe la idea griega del “anágke” (necesidad), o la suma de las leyes naturales, sino un Dios que conoce, que es consciente no sólo como lo somos los seres humanos sino, tal como se podría afirmar proyectando nuestras habilidades en Dios, consciente a través de su conocimiento de la realidad entera hasta el más mínimo detalle. Los teólogos siempre han llamado a esto “omnisciencia divina”, que es la condición necesaria para que la conciencia humana evolucione dentro de la creación de Dios. Al haber evolucionado para llegar a ser imagen de Dios, los seres humanos sabemos –aunque de manera incompleta, y gracias a la experiencia personal de la consciencia- acerca de este Dios que conoce, que crea el universo evolutivo. Pero somos conscientes de que el conocimiento que Dios posee de la realidad llega infinitamente más lejos que el nuestro. La teología clásica especuló acerca del conocimiento de Dios en lo que se refiere a la realidad del universo. Dios, mediante el conocimiento divino, hace las cosas cognoscibles y les otorga ser. Los escolásticos tradujeron esto en la afirmación “omne ens est verum”. Todo es real y por lo tanto verdadero, puesto que es conocido por Dios. La humanidad, al haber alcanzado la habilidad de conocer hasta cierto punto el mundo que la rodea, al ser capaz de investigar la esencia de las cosas, y las leyes de la naturaleza que han ido descubriéndose en la historia, imita a Dios, y se hace imagen de Dios en el intento de comprender lo que Dios conoce. 1.2.4.2.3. La evolución de la información: un sello de la creación de Dios El tercer parámetro que proponemos, después de la unión y la conciencia, es el de la información. Distinguiremos 3 aspectos: la creación de la información, su almacenamiento y su comunicación. a) La creación de la información Respecto del primer punto, en el nivel más elemental la información está presente en la estructura de átomos y moléculas. Ambas se rigen por leyes naturales. Ellas se pueden encontrar pero no tenemos explicación alguna de por qué existen. En la Edad Media el asunto era claro, las leyes naturales postulaban un legislador: Dios. La ciencia moderna, al 113 tomar el concepto de ley natural prescindiendo de Dios se queda sin explicación respecto de su existencia 149. En el campo de la biología no sabemos mejor que en el de la física cómo se establecieron las leyes de la vida ni por qué estas son como son. Visto, pues, que la evolución es una realidad, habría que explicar ahora, dentro del marco estadístico de la estructura del ADN, qué especificaciones requieren las mutaciones para provocar la evolución que ha conducido de las formas de vida primitivas a las formas cada vez más complejas y conscientes. Aunque está claro que las mutaciones tuvieron lugar, creando información nueva que fue seleccionada, y a pesar de que comprendemos bastante bien el proceso de selección, aún no contamos con una explicación para la aparición de información seleccionable. La evolución de esta información altamente compleja todavía no se ha logrado explicar. Conocemos la historia general, como sucede en la física, pero no podemos explicar las leyes que actúan creativamente en esta historia. Si dejamos el nivel puramente biológico para adentrarnos en el mundo humano, parece que contamos con informaciones claras de cómo surge la información nueva, y parece que tenemos una buena comprensión de las leyes que gobiernan la existencia humana. Pero si observamos más detenidamente, nos encontramos de nuevo con dificultades. Podemos aprender matemáticas, pero ¿por qué los seres humanos son los únicos seres que nosotros conocemos que hayan sido capaces de descubrir las leyes de la geometría y la aritmética? ¿Por qué podemos los seres humanos discutir de manera lógica? ¿Por qué algunas personas tienen nuevas intuiciones o ideas en cuanto a la ciencia, las matemáticas, la política, la arquitectura o la música? Somos más o menos capaces de contar la historia e incluso de datar estos conocimientos. Pero la información dedicada a la creación de las habilidades humanas todavía no se ha podido explicar. Conocemos la historia, pero su aspecto creativo trasciende nuestro conocimiento. Podemos decir que “simplemente sucedió”, pero no contamos con una buena teoría para explicar por qué en el siglo XIII los europeos fueron capaces de construir catedrales góticas, ni por qué en la Edad Media los tejedores comenzaron a utilizar pedales en los telares. La invención, en todos los niveles, no se puede explicar a través del mero razonamiento. b) El almacenamiento de la información Un segundo aspecto es el del almacenamiento de la información. No es una cuestión de cantidades de bits, sino de cómo se almacena el contenido informacional. En el nivel más bajo de la materia, los átomos siguen leyes pero no las almacenan para una lectura posterior. Con algunas excepciones, la materia no presenta información al exterior y no la utiliza de manera activa. Se podría decir que la información que contiene la materia se encuentra en su estructura, pero que no alcanza a comunicarla activamente. Los átomos de hidrógeno no buscan activamente átomos de oxígeno para formar agua, aunque 149 No pretendemos llenar el vacío postulando nuevamente a Dios como “tapa agujeros”. 114 su estructura está informada para hacerlo así cuando las condiciones son las adecuadas. En este caso, la información se utiliza en encuentros fortuitos. Es en el nivel de los seres vivos en donde aparece con claridad el fenómeno de la información. El ADN contiene información pero no es la información. La estructura de la secuencia del ADN, tiene poco en común con la que constituye la realización de la información almacenada en él. Podemos distinguir entre la estructura molecular del conjunto de genes y el significado de esa estructura. La información del ADN requiere ser “leída” por el ribosoma 150 celular y transformada en ARN (ácido ribonucleico). Actualmente nuestro conocimiento sobre cómo se utiliza esta información críptica para dar lugar a unos ojos azules o a un matemático especialmente dotado resulta bastante limitado. Conocer exactamente la secuencia de ADN de un niño recién nacido no nos permitiría hacer predicciones sobre la inteligencia del futuro adulto. Conocer a sus padres nos permitiría hacer mejores predicciones. El ADN constituye claramente el soporte de la información codificada. Su función en la célula es servir como depósito de información para ser utilizada cuando sea necesario. En la materia inerte la estructura molecular constituye el total de la información que se puede encontrar, pero dentro del organismo vivo la molécula se utiliza para almacenar información que, en sí misma, no tiene nada en común con el ADN. Existe todo un proceso natural que, mediante el uso de la información almacenada en el ADN, permite que el óvulo fertilizado se desarrolle completamente para formar un organismo maduro. Este fenómeno que supone el almacenamiento de la información es algo absolutamente nuevo: no se conoce otra materia que almacene una información cuyo contenido no resulte esencial para esa materia como tal. Existe, incluso, algo de inmaterial en esta información: aunque la materia se usa para almacenar la información, es el orden, algo no material impreso en la materia, el que contiene la información. Desde esta perspectiva, la información genética trasciende las cualidades de la materia inerte. Para poder servir como información, el ADN debe estar contenido en un organismo vivo. El ADN, por sí solo, no puede producir un organismo. La información debe ser leída por una célula viva adecuada. La información que soporta el ADN es primordial para la vida. Pero el ADN no contiene toda la información que encontramos en el reino animal: los animales poseen un comportamiento instintivo fijado genéticamente, pero también pueden aprender a través de la experiencia. Cuando un arrendajo azul come por primera vez una mariposa que se haya alimentado de plantas venenosas, la vomita, y en el futuro evitará este tipo de mariposas. La abeja es capaz de almacenar información sobre el lugar en el que consiguió recolectar alimento. Los pájaros aprenden nuevas melodías por imitación. Los chimpancés aprenden su conducta maternal del mismo modo. Las experiencias del pasado se almacenan en la memoria. Los pájaros aprenden las rutas de sus cuarteles de invierno siguiendo a los pájaros de más edad. Todavía no entendemos cómo aprenden las palomas mensajeras cuál es su lugar de destino y cómo encuentran el camino de vuelta a casa a distancias mayores de cien kilómetros. 150 Ver imagen de la célula. 115 Este aprendizaje se almacena en el cerebro. Sin embargo, el cerebro no es la información sino sólo el lugar en donde ella se almacena. La estructura física del cerebro no nos cuenta nada sobre la experiencia del animal, aunque de alguna manera esa información se encuentra almacenada ahí. Hay distintos niveles de almacenamiento de información de acuerdo de si se trata de gusanos o de elefantes. A medida que el cerebro se hace más complejo, se convierte en el órgano de organización central, que coordina el funcionamiento de las distintas partes, y se convierte en un órgano de almacenamiento de información. Este órgano permite a los animales, dependiendo de su status evolutivo, tener almacenada una representación simbólica cada vez más compleja del mundo que los rodea. El cerebro presenta varios rasgos esenciales que lo diferencian del almacenamiento en el ADN. La información del ADN es relativamente estable; la del cerebro es muy flexible. La variedad de la información recogida y procesada por el cerebro es extremadamente amplia. La información puede ser rectificada, completada o reemplazada. Así, el sistema de información vinculada al cerebro evoluciona más rápidamente de lo que cualquier ADN puede permitir. En el nivel humano el almacenamiento de la información adquiere una dimensión totalmente nueva. Los humanos, no sólo almacenan una cantidad inmensa de información en el cerebro, sino que además han comenzado a almacenar información fuera de su organismo. En el mundo animal, la única aproximación a esta forma de almacenamiento de información podría ser la marcación de territorio, un hábito que podemos observar en conejos, perros y gatos. Éstas son señales dirigidas al mundo exterior, similares a las que utilizan los seres humanos cuando colocan carteles de “prohibido el paso”, o bien cuando construyen cercas y muros. En el caso humano, el primer paso de acumulación de información extrasomática son las pinturas rupestres de la época paleolítica. El siguiente paso fue la invención de la escritura. Ella liberó al proceso evolutivo de las limitaciones del proceso generacional: de repente las ideas podían ser transmitidas a través de los siglos sin que fuera necesaria la intervención de un antepasado biológico. La invención de la imprenta hizo que el almacenamiento de la información se hiciera más masivo y fidedigno. Recientemente se ha añadido a la imprenta el almacenamiento electrónico de la información. La ventaja de este nuevo sistema está en el ahorro de espacio y en la rapidez que con que permite encontrar la información. Ha permitido, además, almacenar imágenes, sonidos y videos. Estos tres sistemas tienen una cosa en común: la información no depende del soporte en que se encuentra. Una misma información puede ser almacenada en un libro o en un computador. En tal o cual libro; con tal o cual tipo de letra. c) La comunicación de la información En el nivel más bajo, en el que se encuentran las estructuras puramente materiales, no se conoce intercambio de información alguno. Cuando se encuentran en estado 116 energético excitado los átomos y las moléculas pueden emitir fotones, pero ellos no van dirigidos a nada ni a nadie. En el nivel de la vida es diferente. Podemos distinguir, del mismo modo que en el punto anterior, entre la información genética transmitida únicamente mediante una comunicación de tipo molecular, y una comunicación de tipo simbólico transmitida mediante sonidos, olores y signos. La información genética se transmite de generación en generación mediante el ADN, lo cual asegura la estabilidad de una especie y una flexibilidad evolutiva limitada. La transcripción de ADN que se produce en el interior de una creatura viva, partiendo de un cigoto (óvulo fecundado), sigue una larga cascada de transmisiones e influencias moleculares que tiene como efecto la formación gradual del organismo y la formación de células específicas (como las nerviosas o hepáticas). Algunas moléculas pueden guiar a una célula para que encuentre el lugar que le corresponde; por ejemplo, en el hígado o en el sistema nervioso. La adaptabilidad de las células embrionarias varía a lo largo del tiempo; llega un momento en que dejan de tener la capacidad de convertirse en cualquier parte del cuerpo. Aunque está claro que se da, el proceso por el que se desarrollan los ojos, los dedos, los pulmones y el cerebro sólo se comprende vagamente. No sólo se debe comunicar la información original contenida en el ADN de una célula a las dos siguientes durante una mitosis (división celular), sino que las células también deben comunicarse unas con otras a fin de crear un organismo entero. Otro modo de comunicación en el organismo es el nervioso. Ahí las neuronas se comunican (sinapsis) mediante señales eléctricas y químicas. El organismo, a medida que la evolución avanza, se va convirtiendo en un sistema cada vez más centralizado, maneja una comunicación interna (una tarea complementada por la señalización hormonal) mediante la cual los animales saben, al igual que los seres humanos, cuál es la posición de su pie o de su cuerpo respecto del campo gravitacional de la tierra. El sistema también trabaja con señales que recibe del mundo exterior: imágenes, sonidos, olores, sabores e impresiones táctiles. La información que se recibe en forma de ondas, de moléculas o de presión sensorial es transformada en un conocimiento, que pone al organismo en relación con el mundo exterior por medio de una representación de tipo simbólico. Sabemos que la unidad de un organismo vivo depende de su comunicación interna. Si un sistema u otro falla el organismo puede venirse abajo o perder el control de una de sus partes. Los organismos vivos mantienen su realidad, su totalidad, a través de la información. Lo que se ha llamado “alma” en la tradición filosófica y teológica se podría hoy identificar con la totalidad de la información que actúa en el organismo. Esta identificación podría hoy ofrecer una nueva manera de comprender el alma como forma del cuerpo, como la realidad informativa del organismo. La información es esencialmente inmaterial. Esto se pone de manifiesto en la comunicación entre animales. El lenguaje de la abeja es claramente simbólico: el mensaje transmitido utiliza la orientación del panal respecto del campo gravitacional para indicar la dirección hacia una fuente de alimento, utilizando la luz polarizada del sol como referencia orientativa. 117 Pero los seres vivos no sólo reciben señales emitidas mediante radiaciones o vibraciones de cuerpos duros y blandos, también se comunican entre ellos por medio de sustancias químicas, movimientos y sonidos. En este contexto se puede mencionar el complejo comportamiento de apareamiento que muestran las aves y los mamíferos, así como los gritos de alarma que emplean numerosas especies de aves y de pequeños mamíferos. Estos gritos no están en absoluto fijados genéticamente, sino que difieren de una población a otra. En el nivel humano la comunicación se ha convertido en un fenómeno multidimensional, y flexible en cuanto a los medios que emplea. Hoy la información puede llegar a su destinatario por teléfono, por carta, vía e-mail, por mensajero, de muchas maneras y en muchos idiomas distintos. Vivimos en una época en que las redes de comunicación están jugando un papel cada vez más importante. El medio de comunicación utilizado resulta cada vez más irrelevante para el contenido del mensaje, para el significado de la información. Es cada vez más irrelevante el soporte, aunque tiene que haber alguno. d) La información, un aspecto de la creación La descripción basada en la ciencia acerca de la creación, almacenamiento y comunicación no nos habla directamente de la creación de Dios. Pero a la luz de la fe y de la analogía del ser podemos ver que la creación evolutiva divina está dando lugar, de manera gradual, a una información efectiva y menos vinculada a lo material. Según esta perspectiva, la información muestra un cierto grado de similitud con el Creador, que según nosotros creemos, trasciende toda materialidad. Al evolucionar hacia un nivel informacional cada vez más elevado, el universo alcanza una similitud cada vez mayor con el Creador. Respecto a la inmaterialidad, debemos recordar que en nuestro lenguaje habitual materia y espíritu son términos opuestos. En verdad, no existe realidad alguna que sea totalmente no-espiritual o no-informada. La materia en estado puro, que no contenga ninguna información, tampoco existe. Por eso es mejor decir que la evolución traza un camino que va de la materialidad a la espiritualidad. Con la humanidad esta evolución ha alcanzado un nivel en el que el desarrollo de la información se hace cognoscible y es empujado hacia adelante por una búsqueda y una creación de nueva información que se lleva a cabo de manera consciente. Nosotros experimentamos esto como una actividad espiritual y no esencialmente vinculada a la materia. Experimentamos la conciencia como algo que trasciende las estructuras cerebrales que requiere para su funcionamiento. Cerebro y mente no son lo mismo. El ser humano al no ser sólo cuerpo sino espíritu ha alcanzado un nuevo nivel de semejanza con el Creador, cuya creación se manifiesta esencialmente como evolución de información nueva. Los seres humanos participan conscientemente de este proceso creador de información, y se van comprometiendo cada vez más activamente en este campo; cada ser humano se convierte así en colaborador de la creación de Dios. Al crear información nueva, la humanidad transforma la superficie de la tierra y se transforma a sí misma. 118 Los seres humanos poseen, por tanto, un cuerpo creciente de realidad recién creada, inmaterial pero muy efectiva. La humanidad se rodea a sí misma de un aura espiritual e incorpórea de información efectiva que se transmite por medios materiales. En un universo dominado por la información, una mente evolucionada capaz de crear información inmaterial nueva debería ser capaz de entrar en algún tipo de comunión con el espíritu en estado puro, que la mente puede llegar a reconocer como el Creador, en quien se encuentra contenida toda la información posible. La enseñanza bíblica de que la humanidad ha sido creada a imagen de Dios se podría interpretar de una manera nueva: los seres humanos son, de entre todas las creaturas que conocemos en este universo, la especie más capaz de manejar información de tipo inmaterial y de comunicarla mediante códigos arbitrarios, sin entremezclar el código y el significado. La humanidad es, en principio, capaz de recibir revelaciones divinas sin confundir los signos con la información. Es más, al entender la creación misma como revelación, la humanidad puede reconocer la mano de Dios en el universo en evolución. Obviamente esto requiere la mirada de la fe que integra la visión científica pero también la supera. Al permitir Dios que las creaturas lleguen a ser cada vez más semejantes a Él, les permite participar de su plenitud espiritual. 1.2.4.2.4. La evolución de la libertad en la creación de Dios a) La libertad en la evolución El cuarto parámetro que veremos es el de la libertad. Para abordarlo haremos un recorrido de adelante hacia atrás, es decir de la experiencia humana a la materia, pasando por el reino animal. La libertad es una experiencia humana básica. La educación y nuestro sistema judicial la dan por supuesta. En un mundo en que todo estuviera predeterminado nadie sería responsable de lo que hizo o dejó de hacer y no tendrían sentido los tribunales. Sin embargo, los jueces están convencidos de que los criminales son responsables de lo que hacen. Todas nuestras relaciones (familiares, sociales, laborales, etc.) se basan en unos compromisos y exigencias que presuponen la propia responsabilidad. En general, podemos decidir sobre nuestras acciones, aunque, dado que se trata de una libertad situada, existe un número limitado de alternativas para nuestras elecciones. Problemas de tipo mental pueden reducir nuestra libertad o incluso acabar con ella, pero se trata siempre de situaciones excepcionales. Hay científicos que niegan la existencia de la libertad. Ellos son herederos (probablemente sin saberlo) del pensamiento medieval que consideraba a toda la realidad como dirigida por leyes inmutables impuestas por Dios, a excepción del libre albedrío humano al que Dios por decisión suya lo liberó de dichas leyes deterministas. La ciencia estudia aquellas realidades que son predecibles. Para ella la libertad, con su impredecibilidad, constituye un objeto inestudiable, de ahí la tentación de negarla. Incluso la psicología freudiana pretendió descubrir los mecanismos de la mente humana con el fin 119 de predecir los comportamientos y poder modificarlos. Sin embargo, los científicos que niegan la libertad no dudan en defender su “libertad de cátedra” cuando ésta se ve amenazada. Al retroceder en la evolución constatamos notables niveles de autonomía en el mundo animal. Como se ha visto, la visión medieval y moderna de que los animales actúan sólo movidos por el instinto ha probado ser falsa. A partir de mediados del siglo XX la investigación de la conducta animal ha mostrado resultados sorprendentes. Llegó a estar claro que incluso los instintos requieren de un cierto grado de aprendizaje. Los polluelos de las gaviotas deben aprender a golpear el punto rojo del pico de sus padres para recibir la comida. Los pájaros deben aprender a volar y a divisar a las presas, y muchos animales necesitan un período de aprendizaje más o menos largo para aprender a correr. Entre los seres humanos el asunto no es muy distinto: también aquí hay instintos heredados de los genes y, sin embargo, los niños deben aprender a caminar, reconocer las caras y a hablar. Los animales modifican sus comportamientos por el aprendizaje: las ratas que han visto morir a sus compañeras por comer alimento envenenado en lo sucesivo no comerán ese alimento; ha sido necesario inventar venenos de acción retardada para combatirlas. Los animales que huyen del hombre pueden llegar a acostumbrarse a los seres humanos si se realiza un acercamiento más o menos amistoso y se les da de comer. El comportamiento de los chimpancés es tan complejo y parecido al humano que en la Edad Media se los consideró la categoría más baja de los seres humanos: el homo silvanos (hombre del bosque). Ellos pueden fabricar herramientas simples. En su comportamiento muestran una moral básica. Cuando un individuo encuentra un alimento especialmente valorado, se considera moralmente bueno permitir a los demás que participen del hallazgo. Pero algunos tramposos intentan quedarse con toda la comida, sobre todo si se trata de algo especial. Cuando esto se descubre, el resto del grupo sanciona su mal comportamiento: el tramposo quedará excluido cuando se compartan futuros hallazgos de comida. Esto ciertamente no es instinto. Tampoco lo es el comportamiento consolador observado entre chimpancés jóvenes que, cordialmente traen de vuelta al grupo que está jugando a otro joven que había sido desairado y se ha sentado aparte. Los chimpancés saben como imitar y mostrarse mutuamente sus preferencias amistosas. Hay muestras de respeto hacia los que tienen más edad e incluso hacia animales discapacitados. Pero también se les ha visto matar a otros congéneres para conquistar territorio. Al observar detenidamente a los seres humanos y a los animales, podemos percibir que existen distintos grados de libertad que resultan incompatibles con un determinismo estricto. Aunque ni unos ni otros gozan de una libertad absoluta, no podemos predecir absolutamente su comportamiento. Éste está limitado en cuanto a sus posibilidades. Las predicciones mejoran cuando uno desciende en la escala evolutiva. Incluso antes de la aparición de la vida no existe el determinismo absoluto, sino un cierto grado de azar. Los protones y los neutrones pueden llegar a formar parte de cualquiera de los 92 elementos químicos que aparecen en la naturaleza. Ellos no buscan formar entidades mayores de manera activa, pero cuando las condiciones son adecuadas, como sucede en las estrellas y especialmente durante la explosión de una supernova, pueden combinarse formando elementos químicos. Es por eso que, tratándose de la materia, 120 las predicciones son de tipo estadístico. La posibilidad de que ocurra un acontecimiento se puede conocer de manera aproximada. Pero siempre será imposible predecir de forma absoluta el futuro de un sólo protón, de un sólo electrón o de un sólo átomo de carbono o de oxígeno. b) Libertad y estructuras La evolución muestra un delicado equilibrio entre cambio y estabilidad. En los seres vivos la estabilidad es tan alta que en lo cotidiano no experimentamos la evolución. Esto ha hecho posible la concepción medieval de unas leyes naturales absolutas. La estabilidad propia de un sistema es esencial en los seres vivos, tanto la propia (garantizada por el ADN) como la del entorno. La autonomía requiere de estabilidad como base de apoyo. En muchas especies prima la estructura de un modo tal que no es posible el cambio. Es el caso de los caballos, que se han especializado como corredores. Su eficacia se debe a su especialización, pero eso los hace incapaces de cambiar. Muchos de estos animales altamente especializados desaparecen en el caso de un cambio brusco del ambiente. Las estructuras se pueden observar en todas las etapas de la evolución. Ella está ausente en los niveles pre-evolutivos: radiación de fondo, hoyos negros, etc. Ya en la corteza terrestre tenemos un alto grado de estabilidad. Muchas sustancias estables de la ella probablemente sólo cambiarán si experimentan una metamorfosis a medida que se deslicen lentamente al interior del manto terrestre a través del proceso de la tectónica de placas. Así como en los seres vivos una excesiva estabilidad puede llevar a la extinción, por no poder adaptarse a los cambios ambientales, la situación inversa también conduce a la muerte. Este último caso cuesta documentarlo ya que la extinción es tan rápida que no deja registro fósil. Un ejemplo actual es el de las células cancerígenas: las células que se liberan de sus restricciones estructurales pasan a ser mortales para el organismo y para sí mismas. La relación entre libertad y estructuras se puede observar más fácilmente en el caso del ser humano. En este caso, la evolución biológica está prácticamente concluida. No cabe esperar grandes cambios, ya que las mutaciones evolutivas requieren de condiciones de aislamiento y eso es imposible en nuestro mundo globalizado. Sin embargo, la evolución humana continúa en el ámbito de la cultura. Ahí también hay tensiones entre la estructuración y la innovación. En la sociedad actual la estabilidad está asegurada por la religión o ciertas ideologías en las sociedades no confesionales. Del mismo modo que una sobredosis de libertad individual, con la pérdida de los valores comunes aceptados que conlleva, puede resultar destructiva para la sociedad y para la supervivencia del individuo, también pueden resultar destructivas las estructuras que son demasiado rígidas. Éstas conducen a una rápida pérdida del contacto con el movimiento evolutivo de la humanidad. En el nivel humano, la evolución se manifiesta en un movimiento rápido en innovador. Las estructuras estrictas inhiben la innnovación. Un buen ejemplo de esto fue la Unión Soviética 151. 151 A mi juicio un excelente ejemplo inverso es la crisis económica actual causada por la falta de regulación de ciertas actividades económicas. 121 c) Libertad y mal Existe una gigantesca diferencia entre reflexionar sobre el mal en un universo estático que en uno dinámico. En efecto, si Dios creó el mundo tal cual es hoy y lo creó bueno, el mal debe ser producto de algún tipo de “caída” que echó a perder la creación de Dios. En esa línea va el relato yahvista del Gn: el mundo era perfecto antes de la transgresión y todos los males de nuestra condición actual se deben a ella: el trabajo enajenante, los conflictos de pareja, el dolor de la maternidad, etc. Aunque el yahvista no considera que la muerte natural sea castigo del pecado, sí la va a hacer el libro de la Sabiduría: “Porque Dios creó al hombre para la inmortalidad y lo hizo a imagen de su propio ser; pero la muerte entró al mundo por la envidia del diablo...” (2,23-24). El 2° Esdras atribuye al pecado de Adán todos los padecimientos. Esta doctrina la llevará a su extremo el Concilio de Trento al proclamar los “dones preternaturales”: el hombre fue creado inmortal (en sentido fuerte, o sea sin pasar por la muerte), íntegro e incapaz de sufrir y todo eso se perdió por el pecado original. Dado que antes del hombre existía el tentador o al menos la tentación, la apocalíptica da un paso más: atribuye el origen del mal a la rebelión de los ángeles, tal como aparece en Judas 6 y en 2 Pe 2,4. Sin duda, Jesús atribuyó a la actuación de estos ángeles caídos las enfermedades que él sanaba. En una visión evolutiva la explicación de la caída es inviable. Es claro que nunca existió un mundo perfecto y tampoco un hombre inmortal y pleno. No parece haber sido el caso en el mundo anterior al big bang y menos en nuestros primeros antepasados “homo”. La existencia del mal se explica de otra manera. Sin duda la evolución no ha seguido un camino determinista. Y al no existir algo predeterminado todo puede salir mal. El universo tiene una historia del mal que puede mostrarse con un recorrido desde lo más bajo a lo más evolucionado. En el nivel de la materia pre-viva no existe el sufrimiento, sin embargo, podemos apreciar una enorme pérdida: la radiación de fondo, los agujeros negros, las estrellas de neutrones y las enanas blancas, están al margen de todo proceso evolutivo. Aunque es posible que duren unos miles de millones de años, no cuentan con una historia de evolución cualitativa. Su existencia parece ser completamente inútil. No parece que tengan un futuro abierto. Si la evolución siguiera un plan predeterminado, estaríamos ante un notable desperdicio de recursos. Respecto del surgimiento de la vida, constatamos la inexistencia de ella en lo que conocemos del universo. Esa constatación nos lleva a pensar que se trata de un bien muy escaso, aún si existiera en otros planetas. Son tantos los requisitos que ella presupone que aunque la hubiera en otras galaxias sería un fenómeno marginal. En el mundo de la vida, encontramos también una historia de descuido y abandono. Enormes capas de pizarra, arrecifes coralinos fósiles y otros datos geológicos cuentan la historia de miles de millones de muertos. La muerte ha constituido una condición necesaria para la evolución. Y la muerte no es simplemente morir; la mayoría de las veces es un 122 proceso doloroso. El dolor físico que acompaña a la muerte no se limita a esa experiencia final de las creaturas vivas. El sufrimiento puede prolongarse durante largos períodos, incluso en el caso de los animales. La enfermedad no es un fenómeno que afecte únicamente a los seres humanos. El dolor y el sufrimiento eran una realidad mucho antes de que los seres humanos aparecieran. ¿Que siente un guepardo hembra cuando contempla, sin poder hacer nada, cómo un león mata a su cría, no para conseguir alimento, sino sólo por el hecho de matar? ¿Qué sienten las madres chimpancés al cargar con un hijo muerto durante días hasta que, finalmente, lo abandonan? ¿Qué sienten los animales jóvenes cuando los marginan? Lo que parece evidente es que los animales ya conocen un sufrimiento cuyo amplio espectro va más allá de lo que es el dolor puramente corporal. Este último resulta ciertamente devastador, pero el sufrimiento psíquico es más profundo; hiere el núcleo del individuo. El dolor y el sufrimiento están presentes en todos los niveles del reino de la vida; cuanto más alto es nivel, más amplio es el espectro del dolor y del sufrimiento. Desde luego gran parte de él se debe a las acciones descontroladas de los elementos como el viento, la lluvia, los terremotos y los volcanes. Sin embargo, son las creaturas vivas las que más causan sufrimientos. La vida parece ser una batalla constante en contra de la acción de bacterias, virus y otras creaturas infecciosas. Los animales luchan por un espacio vital. Lo que denominamos eufemística aunque correctamente la “cadena alimenticia”, es la realidad de comer y ser comido. Dentro de cada especie, la competencia por obtener la superioridad y la prioridad sexual constituye la causa de interminables luchas. Finalmente, los seres humanos han demostrado ser incluso más peligrosos para otros seres humanos que cualquier animal o microbio (“el hombre es lobo del hombre”, como expresa el dicho). Son capaces de asesinarse unos a otros por razones de poca importancia, como los celos. No lo hacen habitualmente, pero en ciertos períodos (golpes de estado, guerras) parecen perder toda inhibición en lo que a matar semejantes se refiere. En el nivel humano, la evolución ha dado lugar no sólo a la vida y a una mente viva, capaz de decidir libremente y de reflexionar sobre sus propias decisiones, sino también a la habilidad de hacer el mal y de hacerlo por decisión propia. No sabemos si los animales tienen realmente la oportunidad de elegir entre lo que es correcto y lo que no. Conocen lo que el animal alfa no permite al grupo, así que cuando transgreden las normas tratan de ocultarlo. Pero hay una enorme distancia entre esto y el hecho de distinguir entre lo que está mal y lo que está bien. Los seres humanos –y esto supone un enorme paso adelante en la evolución- no sólo han aprendido a trascender su contexto tribal inmediato al aceptar normas generales e internalizarlas, también han desarrollado la noción de una humanidad en la que tanto la vida como la dignidad humana deben ser respetadas. Una presuposición de este último paso de la evolución es que los seres humanos son libres de obedecer o desobedecer semejante norma. Éstos, al ser capaces de decidir por sí mismos libremente, son responsables de lo que hacen o dejan de hacer. Los seres humanos son la primera especie en mostrar esta dimensión, claramente distinguible, de moralidad. Aunque a veces la conducta de los animales parece indicar que se aproximan a una dimensión de este tipo, entre los seres humanos está claramente presente. Éstos sufren el mal, y pueden hacer el mal conscientemente. El mal, en forma de dolor, sufrimiento y 123 muerte, de decadencia y de regresión, de enfermedad y defectos, ha estado presente en cada momento y en todos los niveles de la evolución. Los seres humanos han añadido una nueva dimensión, la del mal moral. A medida que los hombres llegaron a ser conscientes de su responsabilidad para con los demás, y antes de que percibieran, primero débilmente y después de forma más clara, la realidad de Dios, llegaron a ser capaces no sólo de rezar, sino también de pecar. Algunos desobedecieron las obligaciones morales que para ellos representaban una imposición a la humanidad por parte de Dios. El pecado en sentido estricto, resulta evidente allí donde los mandamientos de Dios se afirman claramente, como es el caso de la Alianza bíblica. Los tabúes y otras restricciones en cuanto al comportamiento dejan de ser importantes: el pecado es actuar de forma clara y consciente en contra de la voluntad de Dios. Éste es el aspecto negativo del hecho de que el ser humano haya llegado a ser “capaz de Dios”. Esto parece ser una condición necesaria de esta capacidad humana. Sólo un ser capaz de pecar puede obedecer los mandamientos de Dios; sólo un ser libre, que podría rechazarle, es capaz de amar a Dios y de ser amado como una persona, como un “tú”, por Dios. En un mundo libre de todo mal, jamás podría surgir la libertad: todo tendría que estar ordenado y estrictamente determinado. En un mundo semejante cualquier mal sería culpa de Dios, que podría haberlo impedido. Pero, aparentemente, Dios no tenía la intención de crear un mundo determinista de este tipo. No siguió un anteproyecto definitivo que habría dado lugar a un mundo que funcionara perfectamente y en el que no hubiera sufrimiento ni mal alguno. En ese mundo, los seres humanos serían como marionetas dominadas completamente por Dios. No serían capaces de hacer el mal. Pero tampoco serían capaces de encontrarse con Dios ni de amarle. No serían libres. En un mundo perfectamente predeterminado, la libertad no tiene posibilidad alguna de evolucionar. El mundo no-determinado que experimentamos y vemos evolucionar no es perfecto. Siempre está presente algún tipo de desecho, de dolor, de sufrimiento o de mal. Al crear un universo que iba a dar lugar a seres humanos con una voluntad libre, Dios aceptó la inevitable consecuencia del mal concomitante. Por lo tanto, el dolor y la muerte son el precio a pagar por la libertad. Evidentemente el Creador no se propuso crear un mundo perfecto; Dios valoraba enormemente la libertad que había surgido como resultado de la evolución y aceptó la inevitable consecuencia de que se dieran deficiencias en todos los niveles. Únicamente si somos conscientes de lo que supone este generoso intento podremos empezar a comprender que la enorme chatarra originada en el universo no constituye un argumento en contra de la existencia del Creador. El mundo es bueno no porque fuera creado perfecto en el principio, sino porque fue creado con capacidad para dar lugar a la libertad, para dar lugar a personas libres capaces de amar a Dios y al prójimo. El precio a pagar por la habilidad de amar a Dios desde la libertad (la única forma en que el amor es posible) es la enorme cantidad de sufrimiento que encontramos en la creación. Puede que siempre resulte difícil entender que un Dios que ama pueda permitir todo este sufrimiento, todo este mal. Esta dificultad no es tanto un signo de la compasión humana como de que los seres 124 humanos infravaloramos cuanta importancia otorga Dios a los hombres y a su libertad para amar. Sin ella, los seres humanos no serían capaces de encontrarse con Dios, de encontrar la verdadera felicidad en amar a Dios y ser amados por Él. Puede que siempre quede más allá de nuestra comprensión el hecho de que Dios aceptara un precio semejante por el intercambio de amor con los seres humanos. Pero para el cristiano este misterio tiene su equivalente en el hecho de que Dios no se eximió a sí mismo de este sufrimiento, de esta imperfección de la creación. Haciéndose hombre en la encarnación, y a través de la vida, la pasión y la muerte en la cruz, Dios pagó el más alto precio para que los seres humanos fueran libres para amar. e) La creación llamada por Dios El modo en que Dios crea no es principalmente una demostración de poder. Más que hacer, Dios parece permitir que las cosas ocurran. Tal como hemos visto antes, el proceso básico de la evolución, y de la creación presente en ella, supone un llegar a ser mediante la unión. Los elementos necesitan unirse para alcanzar un nivel superior de ser. Este proceso unitivo se sostiene mediante la persistente llamada creativa de Dios, que no presiona a los elementos ni los fuerza a unirse. Podemos incluso afirmar que los elementos (partículas, protones, átomos, moléculas) se unen menos cuanto menos han evolucionado y cuanto menor es su nivel de ser. Visiblemente, Dios no está empujando a los elementos; si esto fuera así, la mayoría de los elementos del universo escaparía a la presión divina. Una mejor interpretación, compatible con la realidad evolutiva de la creación, sería ver a Dios actuando desde el interior de ellos. La realidad más íntima de cualquier cosa se concebiría como la presencia de Dios, o más bien como el llamamiento de Dios a venir a Él. La omnipresencia de Dios adquiriría así un nuevo significado: no el de una existencia abstracta en todo lugar, sino el de la concreta inmanencia de Dios invitando a unirse a los elementos vecinos, llamando desde el interior de los elementos y manteniendo intacta la integridad de cada uno de ellos. Si faltara la llamada divina ellos retrocederían hacia la nada. Cuanto más inferior es la situación de los elementos en la escala del llegar a ser, menos abiertos están al futuro. Parece que en estos niveles evolutivos tan bajos las oportunidades de alcanzar un nivel superior son extremadamente limitadas. Pero no existe coacción alguna. Aquí el Creador limita el poder de la llamada creativa divina hacia la unión al nivel del elemento. Dios nunca se autoimpone, sino que permite al elemento vecino y al propio elemento que sean tal y como son: seres infinitamente pequeños que existen gracias a una infinitamente pequeña similitud con el Creador, cuya presencia en el interior de estos elementos parece ser adecuada a esta similitud. La llamada creativa divina desde el interior del elemento se hace así similar al elemento, sin ejercer poder alguno. Por otra parte, el elemento no cuenta con una forma directa de ir hacia Dios. Sólo puede responder a la llamada del Creador uniéndose a otro elemento. El elemento humano, la persona humana, experimenta como amor la fuerza que le une a otro ente humano sin imponérsele: el amor no fuerza. De forma análoga, esto puede aplicarse a todos los niveles de unión, en donde siempre se debe respetar la integridad del otro elemento, y donde ambos 125 llegan a ser más mediante la unión, al acercarse al Creador. Descubrir el amor como la fuerza creativa fundamental abre a una visión que facilita que Dios actúe. De este modo, la llamada amorosa de Dios se podría considerar, teológicamente hablando, como la fuerza conductora de la creación y, por lo tanto, de la evolución. Esto no contradice en modo alguno las observaciones de la ciencia. Los elementos, a todos los niveles, son exactamente lo que son. Los hallazgos cientificos no son en absoluto diferentes; la afirmación teológica no añade nada a la descripción científica en cuanto científica. Desde el punto de vista de la fe, todo aquello que la ciencia encuentra es parte de la realidad que ha llegado a ser gracias a la llamada creativa de Dios. Esto mantiene a la física, la química y la biología totalmente intactas, y no ayuda a solucionar los problemas de ninguna de estas ciencias. Dios no “tapa los agujeros” que tienen actualmente las ciencias. La afirmación teológica es un intento por describir la relación de este universo con Dios, por explicar por qué existe un universo, por qué se da la evolución, empezando, según nuestra cosmología, en el big bang y alcanzando su más elevado nivel de complejidad y conciencia en el ser humano. El teólogo contesta preguntas que el científico como tal no puede formular ni responder. De este modo, la respuesta teológica complementa la empresa científica. La ciencia puede describir, al menos en parte, la historia físico-químico-biológica del universo, e incluso la historia humana. La teología, como forma de expresar el sentido de las verdades reveladas de la fe, en su relación con el estado actual que ha alcanzado la creación en evolución, nos cuenta cómo Dios actúa en este mundo, en su creación. Si la interpretación de los hechos que conocemos sobre la evolución y sobre el proceso de unión como estructura básica del mundo en evolución es correcta, entonces, desde el punto de vista de la fe, este universo existe porque es mantenido en existencia y en su continuado proceso de llegar a ser por la llamada creativa del amor divino, presente en distintos grados en todas las creaturas. En esta presencia de Dios inmanente Él no se identifica con las creaturas, como sostiene el panteísmo, pero tampoco hay creaturas en las que Dios no esté en absoluto, como sostiene el dualismo. Para el teólogo cristiano esta presencia de Dios en la creación está inevitablemente vinculada a Dios como Trinidad. Dios como modelo de todo lo creado, no puede ser un único ser, inmutable a lo largo de toda la eternidad. No podemos deducir la realidad de la Trinidad a partir del proceso de unión que mantiene a este universo acercándose a Dios mediante la evolución. Pero podemos afirmar que esta realidad revelada del Dios trinitario y eternamente unido se refleja en el proceso universal de evolución que tiene lugar mediante la unión progresiva. 126 2. ESCATOLOGÍA 2.1. Introducción 2.1.1. ¿Qué es la escatología? La escatología es –al interior de la teología- la ciencia que trata del futuro del hombre. Pero no sobre cualquier futuro, sino sobre el futuro absoluto, definitivo. Dicho con mayor precisión: la escatología es la reflexión creyente sobre el futuro de la promesa aguardado por la esperanza cristiana. Esta reflexión es ineludible para el cristiano, no sólo por su creencia en lo dicho en la Biblia, sino también por la constitución ontológica del ser humano que hace que se proyecte hacia un futuro definitivo que ponga fin a su caminar terreno y que colme sus anhelos de seguridad, amor y alegría sin límites de ninguna especie. A la escatología le interesa la reflexión sobre el futuro absoluto para iluminar el presente: pretende darle sentido y hablar de un futuro que se está gestando ya en ese presente. En efecto, el futuro trascendente se anticipa de algún modo en la mediación categorial de los futuros históricos (siguiendo la terminología de Rahner); entendiendo por estos últimos, los que el hombre planifica y proyecta para mejorar sus condiciones de vida. La actitud ante los futuros categoriales es la espera; la que corresponde al futuro trascendental es la esperanza. La escatología cristiana se basa en el mensaje de Jesús. En éste hay permanentes alusiones al futuro absoluto. Sin embargo, es sobre todo la muerte y resurrección de Jesús la que ilumina el futuro trascendente del hombre. La resurrección de Jesús hace posible la nuestra y nos sirve también de modelo de lo que nos aguarda. 2.1.2. Los problemas de método La materia tratada por la escatología supera ampliamente todo saber humano. ¿Cuál es el lenguaje apto para hablar de ella? Sin duda que el de la analogía. Éste consta de 3 pasos: - la vía de la afirmación: por ejemplo, yo afirmo “Dios es justo”, - la vía de la negación: debo corregir la afirmación, negándola: “sí, Dios es justo pero no al modo en que los hombres somos justos”, y - la vía de la eminencia: “Sólo Dios es completamente justo; es más, Dios es la justicia misma, de la que la justicia humana es sólo un pálido y deformado reflejo”. Si se pierde de vista estos 3 pasos (particularmente el segundo) se puede creer ingenuamente que es posible hacer “un reportaje anticipado” de los hechos futuros. En realidad, cuando hablemos del cielo, el infierno, el purgatorio, etc. nos remitiremos a lo que Jesús dice de ellos, a su Pascua, y a cómo (tomando en cuenta la Tradición de la Iglesia) pueden comprenderse estas realidades hoy. El lenguaje será el de los signos; lenguaje que parte de experiencias humanas pero que de algún modo respeta e integra la diferencia entre 127 esas experiencias y las realidades inefables del futuro absoluto. Nunca deberá olvidarse de que estamos ante un lenguaje simbólico. Será necesario descifrar estos signos; sin embargo, aún traduciendo ese lenguaje al nuestro, hay un componente simbólico que es inevitable. No podemos dejar de imaginarnos las realidades futuras, pero debemos tener claro que esas realidades superan nuestra imaginación. Será importante, en cada caso, combinar los diversos signos que emanan de Jesucristo y de la Tradición eclesial para avanzar en la comprensión. Al hablar del futuro de la promesa de Dios hay que tener presente que no existe un recorrido histórico pre-fijado. Dios asegura ese futuro último, pero el recorrido para llegar a él, depende de la libertad de los aliados: Dios y hombre. Este punto estaba claro en los profetas, que hacían depender el futuro (bendición o maldición) del cumplimiento de la Alianza. Sin embargo, en la apocalíptica tenemos una visión del transcurso histórico como compuesto de etapas que Dios fija de antemano. Ambas visiones, la apocalíptica y profética deben corregirse a la luz de Jesucristo: en la primera hay que rechazar su determinismo, en la segunda, su idea de premio y castigo divino. 2.2. La Parusía 2.2.1. Introducción En el Credo rezamos “...desde ahí vendrá a juzgar a los vivos y a los muertos”. Parusía (Venida) y juicio están profundamente ligados y se expresa con ellos la esperanza cristiana central de un fin plenificador de la historia y del mundo. En ese “punto-omega” de la historia, Cristo, el Señor, vendrá a consumar lo que se había iniciado en el “punto-alfa” al que se refiere el primer artículo del Credo (“creo en Dios ... creador del cielo y de la tierra”). El mundo llegará a su meta, cuando Cristo, en la majestad de su gloria, lleve el Reinado de Dios a su plenitud con el juicio escatológico, la resurrección de los muertos y los cielos y tierra nuevos, de modo que toda la creación comparta su pascua pasando de una forma de ser transitoria a una definitiva. Sin embargo, pocos artículos del Credo están más necesitados de una relectura significativa que éste, sobre el que gravita toda una constelación de imágenes envejecidas y caducas. Convendrá, pues, partir del modo como se ha propuesto originariamente la proclamación esperanzada de la Parusía, para indagar a continuación si –y hasta qué puntosigue siendo válido para nosotros lo que en ella se expresa. 2.2.2. Los datos del NT El final de la historia es nombrado en el NT con diversas palabras cuyo significado se complementa. a) Parusía El helenismo empleaba el vocablo Parusía (de “páreimi”, “estar presente” o “llegar”) para referirse tanto al descenso o manifestación de personas divinas en la tierra (con ocasión de una fiesta ritual, de una intervención milagrosa, etc.) como a las visitas que 128 reyes y príncipes hacían a las ciudades sometidas a su imperio. Dado que las figuras reales alcanzaban en el ámbito cultural helenístico un rango divino, los usos profano y sagrado de la palabra se aproximaban sensiblemente. En cualquier caso, se trataba de una manitestación triunfal, de un despliegue de poder en un clima solemne y gozoso. En la época del Imperio Romano, la parusía del César podía incluso dar lugar a una nueva era, con un viraje decisivo en la historia. El emperador era saludado en su parusía como señor y portador de salvación. El pueblo aguadaba con expectación su venida, puesto que de la misma esperaba conseguir beneficios excepcionales. Todas estas circunstancias conferían a la parusía un carácter netamente jubiloso y festivo. Ni en los libros del AT escritos en griego ni la traducción de los LXX registran un uso técnico de “parusía”. Tampoco el judaísmo helenista parece conocerlo. En cambio los escritores del NT utilizan el término con cierta frecuencia y con el sentido que tenía en el helenismo aplicandolo a la Venida de Cristo al final de los tiempos. Este “préstamo” terminológico se ha puesto al servicio de representaciones genuinamente bíblicas. En efecto, la Parusía se conecta inmediatamente con el fin del mundo 152 y con el juicio . En 2 Pe 3,4.12 el fin del mundo presente es seguido de una nueva creación. El texto de 1 Tes 4,13-18 es la descripción más completa y directa de la Parusía: 153 “(13) Hermanos, no queremos que estén en la ignorancia respecto de los muertos, para que no se entristezcan como los demás, que no tienen esperanza.(14) Porque si creemos que Jesús murió y que resucitó, de la misma manera Dios llevará consigo a quienes murieron en Jesús.(15) Les decimos eso como Palabra del Señor: Nosotros, los que vivamos, los que quedemos hasta la Venida del Señor no nos adelantaremos a los que murieron.(16) El Señor mismo, a la orden dada por la voz de un arcángel y por la trompeta de Dios, bajará del cielo, y los que murieron en Cristo resucitarán en primer lugar.(17) Después nosotros, los que vivamos, los que quedemos, seremos arrebatados en nubes, junto con ellos, al encuentro del Señor en los aires. Y así estaremos siempre con el Señor.(18) Consuélense, pues, mutuamente con estas palabras.” La inspiración bíblica de este texto es evidente, con la proliferación de rasgos típicos de la apocalíptica judía (la voz del arcángel, el toque de trompetas, las nubes, la resurrección de los muertos). Otros textos son los “apocalipsis sinópticos” (Mc 13; Mt 24; Lc 21) y 2 Tes 2. Pero donde la inseparabilidad de la Parusía respecto de los demás integrantes del ésjaton aparece más ostensiblemente es en 1 Cor 15,20-28: “(20)¡Pero no! Cristo resucitó de entre los muertos como primicias de los que durmieron. (2)Porque, habiendo venido por un hombre la muerte, también por un hombre viene la resurrección de los muertos.(22) Pues del mismo modo que en Adán mueren todos, así 152 153 Mt 24,3.27.37.39; 1 Tes 2,19; 3,13; 2 Tes 2,1.8; 2 Pe 3,4.12 1 Tes 5,23; Sant 5,7ss; 1 Jn 2,28. 129 también todos revivirán en Cristo.(23)Pero cada cual en su rango: Cristo como primicias; luego los de Cristo en su Venida.(24)Luego, el fin, cuando entregue a Dios Padre el Reino, después de haber destruido todo Principado, Dominación y Potestad.(25) Porque debe él reinar ‘hasta que ponga a todos sus enemigos bajo sus pies.’(26) El último enemigo en ser destruido será la Muerte.(27)(...) (28) Cuando hayan sido sometidas a él todas las cosas, entonces también el Hijo se someterá a Aquel que ha sometido a él todas las cosas, para que Dios sea todo en todo.” Puede apreciarse aquí que la Venida de Cristo pone en marcha el proceso completo de consumación: la resurrección de los muertos, el juicio que comporta la derrota de los enemigos, el fin del mundo presente y la Nueva Creación en la que Dios será “todo en todas las cosas”. Así pues, y sin negar el posible influjo del helenismo en la adopción del término, su significación en los autores del NT es original y específicamente cristiana. Esta Venida de Cristo concluye y consuma la historia en cuanto historia de salvación. Por eso se enlaza invariablemente con los diversos aspectos del Reino de Dios llegado a su plenitud. Es, con toda verdad, una Venida en poder, de ahí que entrañe automáticamente la derrota de las potestades adversas, la glorificación de los que ya ahora pertenecen a Cristo, el juicio, el fin del mundo actual y la renovación cósmica. Los restantes términos usados por el NT para nombrar este acontecimiento acentuarán uno y otro de sus aspectos, mas sin perder la referencia a la totalidad. b) Día del Señor La fórmula “el día del Señor” 154 se emplea con numerosas variantes: “el día de nuestro Señor Jesucristo” 155, “el día de nuestro Señor Jesús” 156, “el día de Cristo” 157, o más sencillamente “el día” 158. Es lejos la expresión que con mayor frecuencia designa la Parusía y su origen es la traspaso a Cristo de “el día de Yahveh” 159 anunciado en el AT 160. Este término en el AT designaba sobre todo al juicio escatológico. Ese sentido aparece en 1 Cor 1,8; Flp 1,10; 2 Tim 1,18; etc. Sin embargo, está también el aspecto de consumación de la obra salvífica 161, así como el de manifestación triunfal 162, digna de ser aguardada con gozosa expectación 163. Como variante de esta fórmula puede considerarse la expresión, propia de los sinópticos, “venida del Hijo del hombre” 164, ya que también aquí el precedente inmediato 154 1 Tes 5,2; 2 Tes 2,2; 1 Cor 5,5. 1 Cor 1,8. 156 2 Cor 1,14 157 Flp 1,10; 2,16. 158 1 Cor 3,13; Rm 2,16; 2 Tim 1,18; 4,8; etc. 159 Lc 17,24; Jn 8,56. 160 Am 5,18; Joel 1,15; Is 2,12-22. 161 Flp 1,6; 2 Tim 4,8; etc 162 Lc 17,24. 163 2 Cor 1,14; Rm 13,12; Heb 10,25. 164 Mc 13,26; 14,62; Mt 10,23; 16,27; Lc 12,40; etc. 155 130 es del NT, en concreto, Dn 7,13-14: “(13)Yo seguía contemplando en las visiones de la noche: Y he aquí que en las nubes del cielo venía como un Hijo de hombre. Se dirigió hacia el Anciano y fue llevado a su presencia.(14)A él se le dio imperio, honor y reino, y todos los pueblos, naciones y lenguas le sirvieron. Su imperio es un imperio eterno, que nunca pasará, y su reino no será destruido jamás.” El elemento evocado preferentemente aquí es el del juicio; sin embargo, está muy acentuado el aspecto majestuoso de su Venida, como manifestación de poder y gloria 165. La “escenografía” del cortejo de ángeles y nubes (que nos recuerda 1 Tes), es símbolo de su aparición “en poder y majestad”. El testimonio de los sinópticos es bien importante porque nos muestra la antigüedad y originalidad del tema, y obliga a descartar la idea de que Pablo sea el autor de la idea de la Parusía. c) Epifanía, apocalipsis, manifestación Esta tríada de palabras pertenece también al vocabulario neotestamentario de la Parusía. El término “epifanéia” sustituye en las cartas pastorales al de “parusía”. Fue usado frecuentemente en el helenismo para referirse a las manifestaciones de las divinidades paganas, o de personajes reales que se presentaban como revelación de esas divinidades. Fue empleado más tarde en el culto imperial (como sucedió con Parusía). Los emperadores fueron distinguidos con el título “epífanes”, junto a los de señor, dios y salvador. Su “epifanía” (manifestación) puede relacionarse con la fecha de su nacimiento, la del comienzo de su mandato imperial, o con su visita a una de sus ciudades. Como se ve, el parentesco entre epifanía y parusía es bastante estrecho. En las cartas pastorales, “epifanía” se refiere indistintamente (y en esto se distingue de parusía) a la primera aparición histórica de Cristo, es decir, a la encarnación y subsiguiente existencia terrena 166, o a su venida final 167. Este doble sentido constituye el antecedente escriturístico de la distinción que harán más tarde los Padres de una doble venida del Salvador, e insinúa el carácter escatológico del término, a partir de su nacimiento hasta su última manifestación. Como variantes de “epifanía” pueden entenderse otros dos términos: el sustantivo “apocalipsis” (revelación) y el verbo “faneroún” (manifestarse) en voz pasiva. Apocalipsis es prácticamente sinónimo de “el día de nuestro Señor Jesucristo” (1 Cor 1,8) 168 con un carácter glorioso y gozoso 169. 165 Mc 13,26ss y 14,62 dependen directamente de Dn 7,13. 2 Tim 1,10; Tit 2,11; 3,4. 167 1 Tim 6,14K; 2 Tim 4,1.8.; Tit 2,13. 168 También en 1 Pe 1,7.13; 4,13. 169 1 Pe 1,5; 5,1. 166 131 Respecto a “faneroún” prácticamente es sinónimo de Parusía (Col 3,4; 1 Jn 2,28) d) Existencia cristiana y Parusía La espera de la Parusía como algo próximo traspasaba todos los aspectos de la vida de las primeras comunidades cristianas. En la liturgia, la eucaristía se celebraba como memorial del Señor “hasta que venga” (1 Cor 11,26). La plegaria aramea “marana thá” (1 Cor 6,22; Ap 22,20) se da en un contexto en que la liturgia se considera una anticipación mística de la Parusía. La ética de las primeras comunidades fue escatológica. Las actitudes del cristiano en el mundo fueron normadas en referencia a la esperanza de la Parusía. Por ejemplo, Pablo: de la necesidad de vigilar y orar para que su Venida no nos sorprenda, deduce una serie de actitudes fundamentales desarrolladas a partir de las antítesis “día (del Señor)-noche”, “luztinieblas”, “sobriedad-templanza”; el ejercicio de la fe, esperanza y amor (1 Tes 5,4-8; también Rm 13,11-14). La espera de la Parusía podía favorecer un desentendimiento del mundo. Del texto de 1 Cor 7,29-31 170, en efecto, parece una invitación al abandono de las tareas y deberes temporales. De hecho, así debieron de entenderlo algunos, que vieron en él la cobertura perfecta para la ociosidad. Por eso, el autor de 2 Tes (3,6-12) ha tenido que reaccionar contra la tentación de evasionismo presente en algunos miembros de la comunidad que, con el pretexto de la cercanía de la Parusía, han dejado de trabajar y viven a costa de sus hermanos. La esperanza de la Parusía debe ser vivida como liberadora, en cuanto que relativiza los valores mundanos, pero sin que esa relativización signifique eximirse de responsabilidades. Esta relativización trae gozo 171, pero también impulsa a los cristianos a encarar con valentía las persecuciones, ya que las tribulaciones actuales deben ser vividas como participación en la muerte del Señor y en su gloria que se ha de manifestar en su Parusía (2 Tes 1,4-10; 1 Tes 1,3; Rm 5,3-5; Rm 8,18). 2.2.3. La Parusía en el Magisterio de la Iglesia La venida gloriosa de Cristo queda registrada en los “símbolos” (credos) más primitivos con la expresión “ha de venir a juzgar” (por ejemplo, en DzH n°10). Esta fórmula puede producir la impresión de que la Parusía está en función exclusiva del juicio. En realidad la yuxtaposición venida-juicio se explica, como se verá más adelante, desde el sentido bíblico de “juicio” como manifestación de poder, y no como acción judicial. “Venir a juzgar” equivale, pues, a “venir con poder”. Sólo más tarde, cuando se perdió este significado se hizo necesaria la fórmula “venir con gloria a juzgar” (DzH n° 151). 170 “(29) Les digo, pues, hermanos: El tiempo es corto. Por tanto, los que tienen mujer, vivan como si no la tuviesen (30) Los que lloran, como si no llorasen. Los que están alegres, como si no lo estuviesen. Los que compran, como si no poseyesen.(31) Los que disfrutan del mundo, como si no disfrutasen. Porque la apariencia de este mundo pasa.” 171 1 Tes 2,19; Rm 12,12; Flp 4,4ss. 132 La importancia dada a la Parusía por los primitivos credos y los Padres, desaparece en la Edad Media, y de ésta a nuestros días. Basta para probarlo el hecho de que aparece sólo dos veces en documentos del Magisterio: en el IV concilio de Letrán (DzH n° 801) y en la profesión de fe del emperador Miguel Paleólogo (DzH n° 852). En ambos casos, se trata de simples alusiones rutinarias. Ha sido necesario esperar al Concilio Vaticano II con la Lumen Gentium para que la Parusía volviera a recobrar la importancia que tenía en el NT. Los números 48 y 49 recogen, dentro de su concisión, los más importantes elementos de la doctrina neotestamentaria: la índole triunfal de la Venida que se aguarda y, por consiguiente, la actitud de espera gozosa y confiada que conviene a los cristianos; la Parusía como plenificación de la obra ya comenzada, tanto a nivel de los individuos como de la propia Comunidad Eclesial, que “no alcanzará su consumación” sino al final de la historia. Sobre este punto se vuelve en la Gaudium et Spes, n° 39: el Reino ya presente “se consumará con la Venida del Señor”: “Ignoramos el tiempo en que se hará la consumación de la tierra y de la humanidad. Tampoco conocemos de qué manera se transformará el universo. La figura de este mundo, afeada por el pecado, pasa, pero Dios nos enseña que nos prepara una nueva morada y una nueva tierra donde habita la justicia, y cuya bienaventuranza es capaz de saciar y rebasar todos los anhelos de paz que surgen en el corazón humano. Entonces, vencida la muerte, los hijos de Dios resucitarán en Cristo, y lo que fue sembrado bajo el signo de la debilidad y de la corrupción, se revestirá de incorruptibilidad, y, permaneciendo la caridad y sus obras, se verán libres de la servidumbre de la vanidad todas las criaturas, que Dios creó pensando en el hombre. Se nos advierte que de nada le sirve al hombre ganar todo el mundo si se pierde a sí mismo. No obstante, la espera de una tierra nueva no debe amortiguar, sino más bien aliviar, la preocupación de perfeccionar esta tierra, donde crece el cuerpo de la nueva familia humana, el cual puede de alguna manera anticipar un vislumbre del siglo nuevo. Por ello, aunque hay que distinguir cuidadosamente progreso temporal y crecimiento del reino de Cristo, sin embargo, el primero, en cuanto puede contribuir a ordenar mejor la sociedad humana, interesa en gran medida al reino de Dios. Pues los bienes de la dignidad humana, la unión fraterna y la libertad; en una palabra, todos los frutos excelentes de la naturaleza y de nuestro esfuerzo, después de haberlos propagado por la tierra en el Espíritu del Señor y de acuerdo con su mandato, volveremos a encontrarlos limpios de toda mancha, iluminados y trasfigurados, cuando Cristo entregue al Padre el reino eterno y universal: "reino de verdad y de vida; reino de santidad y gracia; reino de justicia, de amor y de paz". El reino está ya misteriosamente presente en nuestra tierra; cuando venga el Señor, se consumará su perfección.” 2.2.4. Reflexión teológica Los datos examinados hasta el momento nos muestran la importancia absolutamente excepcional que la Parusía tiene al interior de la fe cristiana. Ella constituyó el pilar fundamental de la vida de las primeras comunidades cristianas. 133 Desgraciadamente, la teología se limitó, comúnmente, a repetir el artículo de fe, sin ahondar en su significado. La Parusía no ha ejercido, hasta una época reciente, ningún serio influjo, ni en la vida religiosa de los creyentes, ni en las elaboraciones doctrinales de los teólogos. Sin embargo, la Venida del Señor no es uno más entre otros temas bíblicos. Que el Señor viene, que la salvación viene, que la historia conocerá un cumplimiento, es el tema que domina a todos los demás. La ausencia de una reflexión teológica a la altura de su trascendencia ha constituido un lamentable vacío. Hoy la situación ha cambiado. La renovada atención prestada a la escatología en general, así como la preocupación que suscita todo lo que se refiere al futuro, ha renovado el interés por la Parusía. Veamos sus puntos más importantes y el significado que tiene para nosotros hoy. a) Parusía y fin de la historia La primera conclusión que nos impone la fe en la Parusía es que el devenir histórico es un proceso limitado, no indefinido o interminable. Así como la historia tiene un comienzo tiene también un fin. Esta limitación de la historia tiene una enorme importancia. Un futuro inacabable desemboca en un eterno presente y en una concepción circular del tiempo. Lo que está en juego aquí es el asunto del sentido. Para que la historia y la entera realidad cobren significado como un todo, es preciso que todo llegue a su fin, y a un fin plenificante. Pues bien, la Parusía cierra la historia, la concluye consumándola. De este modo representa la justificación del tiempo histórico, el esclarecimiento de su significado. Ella es, en verdad, “el fin” en el doble sentido que tiene esta palabra: el término y la finalidad (plenificante) de todo el proceso. Sin embargo, hay interpretaciones teológicas de la Parusía que prefieren retener de esta doble acepción sólo la segunda (el fin finalidad) desechando, en cambio, la primera (el fin término). Es el caso de Dodd (y de Lohfink), que reduce la Parusía al encuentro personal con Dios de cada individuo al término de su vida. En esa misma línea, para Bultmann (en un afán por eliminar los elementos apocalípticos) es la continua inminencia de la crisis que la palabra de Dios provoca en el hombre y le invita a la decisión. Ambos ensayos conducen a una negación del hecho de la Parusía y a una radical destemporalización y privatización de lo escatológico. Cuando la Parusía se desconecta de la historia en su conjunto y pasa a ser predicada de las personas singulares la historia y el mundo dejan de ser redimibles. La consecuencia de este paradigma es la pérdida de la dimensión crítico-liberadora inherente al mensaje auténticamente escatológico. Por otra parte, desde el ángulo cristológico, no se puede liquidar la Parusía como acontecimiento sin poner en peligro el carácter objetivo que reviste la resurrección de Cristo. Si la resurrección es un dato objetivo, la Parusía, que es su comprobación última, tiene que ser un dato objetivo, con el carácter de un acontecimiento. En otras palabras, el 134 realismo de la encarnación y de la resurrección de Cristo impone el realismo de la Parusía. Si ésta es mero símbolo de una dimensión supratemporal, metahistórica, de la existencia, no se ve por qué no pueda decirse lo mismo de aquellas. No es simple coincidencia que Bultmann estime teológicamente irrelevante no sólo la realidad de la Parusía sino también la de la encarnación y resurrección. Por último, afirmar el término de la historia no equivale a afirmar un fin del mundo en una suerte de catástrofe cósmica, como se explicará más adelante. b) Parusía y pascua de la creación Puesto a salvo el carácter de acontecimiento (y no mero símbolo) de la Parusía, cabe preguntarse por su naturaleza. Se puede hablar de ella como de una revelación y de una novedad. Respecto del carácter revelador de la Parusía, hay que afirmar que Cristo como Señor tiene que hacerse patente como tal, la oscuridad de la fe debe dar paso a la visión, el Jesús Siervo tiene que tener su reivindicación. Desde Cristo la Parusía es revelación de algo ya actual: que Él es el Señor. Debe notarse que el NT no habla nunca de un “retorno” o de una “vuelta” de Cristo. En rigor, Cristo no se ha marchado; la resurrección no ha inaugurado un vacío cristológico en la historia, ni la Parusía es una especie de retorno del expatriado. Por el contrario, la fe confiesa una presencia real y actual de Cristo en el mundo, significada por los sacramentos y la comunidad (ver Mt 18,20; 28,20). Así pues, no hay dos venidas de Cristo al mundo, sino una: la que tuvo lugar en la encarnación. Lo que ocurre es que esa única Venida se articula en 3 fases: la asunción de la condición de Siervo, la entronización como Señor y la manifestación completa de ese señorío. Pero la Parusía trae, además, algo nuevo: el cumplimiento, la plenitud consumadora. Para comprender bien este aspecto hay que recordar que el NT nunca habla sólo de la Parusía. Cuando la menciona la asocia al resto de los eventos escatológicos: resurrección de los muertos, nueva creación, vida eterna. Hay que evitar la impresión de que lo aguardado al final de los tiempos es un conjunto de sucesos plurales, independientes entre sí, que se dan de hecho, lo mismo que podrían darse otros. La “célula generadora” de todo el ésjaton es la Parusía, esto es, la revelación de la realeza de Cristo, por una parte, y la consumación de su obra, por otra. En cuanto novedad consumadora, la Parusía consiste cabalmente en la resurrección, el juicio y la nueva creación, entendidos como dimensiones o concreciones del único acontecimiento que es “la venida en poder”, que lleva el Reino de Dios a su plenitud. Cristo resucitado ha vencido a la muerte y ha sido constituido Señor. Pero no se trata sólo de una proeza personal, sino que el acontecimiento de la pascua es el mismo acontecimiento escatológico, la salvación de Dios operante desde la entraña de la historia que va imprimiendo en ella un dinamismo irrefrenable hacia su consumación. Lo que la comunidad cristiana aguarda cuando recita el “marana tha” es lo que ha sucedido ya en la humanidad de ese Jesús a quien invoca: la resurrección de toda la realidad. 135 La Parusía, pues, en cuanto último acto de la historia de la salvación, es lisa y llanamente la pascua de la creación, su paso a la configuración ontológica definitiva mediante la anulación del desfase aún vigente entre Cristo y su obra creadora. La humanidad, el mundo, no son aún lo que llegarán a ser, según la promesa incluida en la resurrección de Cristo; precisamente por eso aguardamos la Parusía. Dicho brevemente: ésta, más que ser una venida de Cristo al mundo, es una ida del mundo y los hombres a la forma de existencia gloriosa de Cristo resucitado. La Parusía es último estadio de nuestra transformación en Cristo. El destino cristológico estaba incrustado en la creación desde sus comienzos; ahora se cumple como emergencia de las pulsiones inyectadas en el interior de lo real por la pascua de su Señor, y no por la vía extrinsecista de un decreto administrativo, que acordase clausurar el gran teatro del mundo con una especie de fastuoso fin de fiesta. Hay que insistir en que Cristo es el ésjaton, no tiene ésjaton. El mundo y nosotros somos los que tenemos ésjaton, no Él. Cristo, por lo tanto, no está separado del ésjaton, ni debe llegar a él. En rigor, ya no tiene futuro propio; nosotros somos su único futuro aún pendiente. La Parusía no es el ésjaton de Cristo, sino el nuestro; ni le aporta nada que no tuviera ya por su pascua, a no ser su completarse en nosotros (en nuestra pascua) en cuanto glorificados con y por Él. Queda por decir algo acerca del lenguaje representativo del acontecimiento. Varios pasajes del NT nos suministran imágenes plásticas del mismo. No se pretende con ello describirlo; esas imágenes no son una especie de reportaje anticipado sobre cómo ocurrirán las cosas. Son más bien el ropaje simbólico de su carácter trascendente, situado más allá de nuestros pobres recursos expresivos. En realidad, el único medio apto para verbalizar este evento es precisamente el símbolo, puesto que, en sí mismo, resulta indescriptible e inimaginable. En todo caso, la Parusía concierne todavía a la historia, en cuanto que la clausura; pero, por lo mismo, es simultáneamente meta-histórica. La categoría “acontecimiento” que le hemos endosado tiene que soportar esta paradoja. Al ser el límite extremo del tiempo, le pertenece y trasciende a la vez. En tanto que fin de la historia, es histórica ella misma, pues de otra forma no podría acabarla; en tanto que revelación inmediata, evidente del Resucitado, hace saltar definitivamente el marco espacio-temporal que constituye la historia y la posibilidad de nuestras representaciones, pues lo histórico no puede ser nunca el lugar de la percepción inmediata e intuitiva de lo divino, esto es, de lo eterno. c) Parusía y praxis cristiana La conciencia de vivir abocados a la Parusía era, como hemos visto repetidamente, muy fuerte en los cristianos de las primeras generaciones, de modo que la “espera próxima” (ver apéndice 1) era ingrediente inseparable de la misma esperanza parusíaca. El marana tha es la paradójica expresión de una esperiencia absolutamente inédita y difícilmente tematizable: la de aguardar a alguien presente, no ausente (“yo estoy con ustedes todos los días hasta el fin del mundo”: Mt 28,20), cercano, no lejano. 136 Sin embargo, la “espera próxima” ha sido reemplazada paulatinamente por una espera lejana, y, progresivamente a un olvido de la Parusía. Y una Iglesia que no espera el regreso de su Señor termina instalándose en el mundo lo más cómodamente posible, y pactando con los poderes establecidos y constituyéndose ella misma en centro de poder. Este cambio es lógico: a una desatención creciente por el futuro escatológico debe corresponder una atención creciente por el futuro intra-histórico. Sólo la memoria inquietante de la inminencia de la Parusía puede liberar a la Iglesia para una función liberadora. Sólo una Iglesia convencida de la real proximidad del Señor, que proclama de nuevo el marana tha con la misma ansiedad espectante de los testigos de la resurrección, rechazará la tentación de convertirse en un ángel custodio de un orden establecido, se sustraerá al hechizo de la acomodación o la connivencia, alzará su voz para denunciar proféticamente el pecado de desmesura consistente en hacer pasar por definitivo lo que no es más que provisional. Es aquí donde hay que situar el papel de “los signos de la Parusía” (ver apéndice 2) a los que se alude en diversos lugares del NT. Del modo como son presentados en esos textos se deduce ya la imposibilidad de emplearlos como indicaciones cronológicas. Pese a lo cual, tal empleo es una tentación constante en la historia del cristianismo. En realidad, todas las épocas podrían rastrear en su experiencia la presencia de estas señales. Lo que confirma, una vez más, que vivimos ya en un estadio escatológico de la historia de la salvación; los presagios de la Parusía pertenecen por derecho propio a este estadio. Su incerteza cronológica no los invalida; cumplen la función de recordarnos permanentemente la índole última de nuestro tiempo y ponen ante nuestros ojos la provisionalidad del mismo. Rectamente entendidos, sirven además para discernir la actitud apocalíptica (que hoy encontramos en las sectas que manipulan los signos como índices cronológicos) de la esperanza escatológica, puesto que, lejos de suministrar falsas seguridades, promotoras de un distanciamiento de la responsabilidad histórica, reactivan y liberan las energías de los creyentes para afrontar la gravedad de la hora presente. La espera de la Parusía debe conducir a la actividad. Esperar la Parusía es creer que Cristo ha vencido la injusticia, el dolor, el pecado y la muerte, y que nos exige no resignarnos pasivamente ante la persistente emergencia de estos fenómenos. Anunciar el triunfo final del Reinado de Dios es, sin duda, “dar testimonio de la verdad”. Pero la verdad bíblica, a diferencia de la verdad griega, no es un mero enunciado teórico que recoge la adecuación del pensamiento a la realidad objetiva. “Dar testimonio de la verdad” significa hacerla, obrarla verificándola, haciéndola veraz. Por consiguiente, proclamar la Venida de Cristo en poder y la victoria definitiva sobre el mal, el pecado y la muerte, es combatir para que se impongan el bien, la justicia y la vida. El anuncio debe ir acompañado de signos, de obras que ponen en práctica lo que se anuncia. El esperar cristiano es actuar. Con esto no se afirma que los cristianos “construimos el Reino de Dios”, ya que en último término, sólo Dios es capaz de vencer el mal, el pecado y la muerte de un modo pleno y definitivo. Sin embargo, precisamente porque ese futuro es posible, cabe ir adelantándolo en la medida de nuestras posibilidades. Ese será el mejor modo de anunciar el futuro de plenitud que espera a la creación. 137 Apéndice 1: La proximidad de la Parusía Es indiscutible que Jesús esperaba la plenitud del Reinado de Dios en una fecha muy próxima. Del mismo modo, las primeras comunidades cristianas esperaron también la Parusía del Señor en un plazo muy breve. En los evangelios encontramos los siguientes dichos de Jesús sobre un advenimiento próximo del Reinado de Dios en su fase definitiva: “En verdad les digo: no acabarán (ustedes) de recorrer las ciudades de Israel antes de que venga el Hijo del hombre” (Mt 10,23). “En verdad les digo: entre los aquí presentes hay algunos que no gustarán la muerte hasta que vean venir con poder el Reino de Dios.” (Mc 9,1). “(...) verán ustedes al Hijo del hombre sentado a la diestra del poder y venir entre las nubes del cielo.” (Mc 14,62). “Mas de aquel día y hora, nadie sabe nada, ni los ángeles en el cielo, ni el Hijo, sino sólo el Padre” (Mc 13,32). “Habiéndole preguntado los fariseos cuándo llegaría el Reinado de Dios, les respondió: el Reino de Dios no viene de acuerdo con observaciones que permitan hacer pronósticos” (Lc 17,20-21)." "Tomó luego una copa, dio gracias y dijo: 'Tomen esto y repártanlo entre ustedes; porque les digo que, a partir de este momento, no beberé del producto de la vid hasta que llegue el Reino de Dios." (Lc 22,17-18). Los especialistas atribuyen los dos primeros dichos a profetas de la Iglesia primitiva, que buscaban animar a sus comunidades en momentos de persecución 172. Jesús parece haber esperado el Reinado de Dios para una fecha mucho más próxima, aunque no precisara cuál. En cambio, Mc 13,32 debe ser de Jesús ya que difícilmente las comunidades primitivas atribuirían a Él una ignorancia en un punto tan clave. Lc 17,20-21 muestra la diferencia entre Jesús y los grupos apocalípticos de su tiempo que sí calculaban el tiempo. El último dicho (Lc 22,17-18) nos muestra que Jesús pensaba reencontrarse con sus discípulos en el Reino llevado a plenitud en un tiempo relativamente breve, quizás en unos pocos años, pero no en décadas y menos en siglos. ¿Se equivocó Jesús al esperar una consumación tan pronta (aunque imprecisa) del Reinado de Dios? Sin duda, sí. Fué hijo de su tiempo. En él los principales grupos judíos (fariseos, esenios, qumranitas, etc.) y Juan Bautista estaban convencidos de estar situados en la última etapa de la historia, muy próxima al fin del mundo que acompañaría a la venida de Dios como rey. Debemos tener en cuenta que en la época no existía ni de cerca la 172 Me parecen concluyentes los argumentos de MEIER,J., “Un judío marginal. Nueva visión del Jesús histórico”. Tomo II/I (“Juan y Jesús. El reino de Dios”), Verbo Divino, Estella, 2004, pp. 413 y 416. 138 consciencia actual de la inmensidad de nuestro universo, ni de la amplitud ni edad de nuestro planeta, mucho menos la información sobre la evolución de la vida y del hombre Se calculaba que el universo tendría una edad de unos 4 mil años y que la tierra era un poco más que el Mediterráneo. Lo anterior lleva a otra pregunta: Este error, ¿invalida la pretención de Jesús? Nos parece que no. "Su sueño, una vez depurado de la espera en el poder soberano triunfante de Dios a breve plazo, puede compartirse también hoy. En este doble sentido: es un sueño que no se sale de la historia, en donde se anticipa el dominio de Dios que suscita, junto con Cristo resucitado, hombres de buena voluntad para que realicen gestos de liberación de las potencias del mal y de la muerte; y es un signo capaz de animar una esperanza sufrida, pero firme en los cielos nuevos y en la tierra nueva que profetizó el tercer Isaías. Esa ilusión de Jesús sobre los tiempos de su espera no obliga a abandonar su sueño escatológico ni a refugiarse en su enseñanza ética, como hizo Schweizer. Sobre todo si se tiene en cuenta que él mismo no se preocupó mucho por determinar cronológicamente este futuro" 173. Apéndice 2: Los “signos de la Parusía” Es claro que el NT habla de ciertos “signos” precursores de la Parusía. Si prescindimos de elementos que pertenecen al género literario apocalíptico (como la caída de estrellas, fuego del cielo, etc.), se pueden citar con seguridad tres: - la aparición del anticristo, - le enfriamiento de la fe, - la predicación del Evangelio a todo el mundo, - la conversión de Israel. El que ha tenido mayor atención es el del “anticristo”, que está en 2 Tes 2,1-12 y 1 Jn 2,18-22; 4,1-4; 2 Jn 7-9. Veamos el primer texto: “(1) Por lo que respecta a la Venida de nuestro Señor Jesucristo y a nuestra reunión con él, os rogamos, hermanos, (2) que no se dejen alterar tan fácilmente en su ánimo, ni se alarmen por alguna manifestación del Espíritu, por algunas palabras o por alguna carta presentada como nuestra, que les haga suponer que está inminente el Día del Señor. (3) Que nadie los engañe de ninguna manera. Primero tiene que venir la apostasía y manifestarse el Hombre impío, el Hijo de perdición, (4) el Adversario que ‘se eleva sobre todo’ lo que lleva el nombre de Dios o es objeto de culto, hasta el extremo de ‘sentarse’ él mismo en el Santuario de Dios y proclamar que él mismo es Dios.(5) ¿No se acuerdan que ya los dije esto cuando estuve entre ustedes? (6) Ustedes saben qué es lo que ahora le retiene, para que se manifieste en su momento oportuno.(7) Porque el misterio de la impiedad ya está actuando. Tan sólo con que sea quitado de en medio el que ahora le retiene, (8) entonces se manifestará el Impío, a quien el Señor ‘destruirá con el soplo de su boca’, y aniquilará con la manifestación de su Venida. 173 BARBAGLIO,G. "Jesús, hebreo de Galilea", Secretariado Trinitario, Salamanca, 2003, p. 272. 139 (9) La venida del Impío estará señalada por el influjo de Satanás, con toda clase de milagros, señales, prodigios engañosos, (10) y todo tipo de maldades que seducirán a los que se han de condenar por no haber aceptado el amor de la verdad que les hubiera salvado.(11) Por eso Dios les envía un poder seductor que les hace creer en la mentira, (12) para que sean condenados todos cuantos no creyeron en la verdad y prefirieron la iniquidad.”( 2 Tes 2,1-12). Se trata de una advertencia de no dejarse confundir por signos extraordinarios que puedan hacer creer que la Parusía está muy próxima. El autor 174 habla de un hombre malvado que va a ser envíado por el Demonio de un modo semejante al envío de Jesús por el Padre. No sabemos de quién se trata. Su descripción se inspira en la figura de Antíoco IV, rey seléucida que instaló la estatua de Zeus en le Santo de los Santos del Templo. Tampoco sabemos que es lo que “retiene” a este Anticristo e impide temporalmente su acción nefasta. Como es típico en la apocalíptica, se anuncia la gran tribulación que precede inmediatamente al “día de Yahveh”, y que todavía no ha llegado. 1 Jn 2,18-23: “(18) Hijos míos, es la última hora. Han oído que iba a venir un Anticristo; pues bien, muchos anticristos han aparecido, por lo cual nos damos cuenta que es ya la última hora. 19 Salieron de entre nosotros; pero no eran de los nuestros. Si hubiesen sido de los nuestros, habrían permanecido con nosotros. Pero sucedió así para poner de manifiesto que no todos son de los nuestros. (20) En cuanto a ustedes, están ungidos por el Santo y todos ustedes lo saben. (21) Les he escrito, no porque desconozcan la verdad, sino porque la conocen y porque ninguna mentira viene de la verdad. (22) ¿Quién es el mentiroso sino el que niega que Jesús es el Cristo? Ese es el Anticristo, el que niega al Padre y al Hijo. (23)Todo el que niega al Hijo tampoco posee al Padre. Quien confiesa al Hijo posee también al Padre.” 1 Jn 4,1-3: “(1)Queridos, no se fíen de cualquier espíritu, sino examinen si los espíritus vienen de Dios, pues muchos falsos profetas han salido al mundo. (2) Podrán conocer en esto el espíritu de Dios: todo espíritu que confiesa a Jesucristo, venido en carne, es de Dios; (3) y todo espíritu que no confiesa a Jesús, no es de Dios; ese es el del Anticristo. El cual han oído que iba a venir; pues bien, ya está en el mundo.” Como puede verse, en las cartas de Jn, el Antocristo es identificado con una colectividad ya presente que encarna el espíritu de oposición a Cristo: la secta gnóstica 175. En el Apocalipsis se describe el Anticristo con rasgos del Imperio Romano (Ap 13,1-10). Esta fluctuación en las caracterizaciones y en la localización temporal da pie para interpretar al Anticristo como símbolo hipostasiado de los poderes que, a lo largo de la historia, se oponen al Reinado de Dios. 174 175 Que no es Pablo. La carta es bastante tardía. Así también 2 Jn 7-9. 140 El signo del “enfriamiento de la fe” es recogido por Lc al final de la parábola de la viuda y del juez inicuo (18,1-8): “Pero, cuando el Hijo del hombre venga, ¿encontrará fe sobre la tierra?”. En este contexto, más que un signo del fin de la historia, es una exhortación a la perseverancia en la fidelidad aún cuando parezca que la justicia de Dios se tarda demasiado. En cuanto a la difusión del Evangelio en todo el mundo, el texto clave es Mt 24,14: “Se proclamará esta Buena Nueva del Reino en el mundo entero, para dar testimonio en todas las naciones. Y entonces vendrá el fin.” Es difícil precisar como debe entenderse esta evangelización y qué extensión tiene el concepto de “todas las naciones”. La conversión de Israel es objeto de un largo desarrollo en Rm 11. Pablo afirma que el pueblo judío continúa siendo, pese a su oposición al evangelio, el pueblo elegido, ya que la fidelidad de Dios es más fuerte que la infidelidad del hombre. El apóstol espera una conversión de Israel antes de la Parusía. Este signo a mi juicio choca con la real libertad que tienen los hombres (y aquí los judíos) de aceptar o rechazar el Evangelio, lo que impide hacer pronósticos válidos. En síntesis, los “signos de la Parusía” son pertinentes para todo el tiempo que media entre la resurrección de Jesús y su Venida; por lo tanto, no permiten hacer pronósticos temporales pero sí pueden servir como exhortaciones a la conversión. 2.3. La resurrección de los muertos 2.3.1. Introducción La resurrección es la esperanza fundamental del cristiano. Para todos aquellos que han estado asociados al amor y a la cruz del Señor, Jesús les ofrece también compartir su resurrección. La ofrece, incluso, a aquellos que no han podido conocerlo o que lo han rechazado por tener una visión deformada de Él. Normalmente cuando el NT habla de resurrección se refiere a la “resurrección para la Vida”, o sea, para el Reino de Dios. Sin embargo, existe también en sus páginas la afirmación de una resurrección para la condenación (por ejemplo, en Jn 5,29). Al tratar el tema, deberá tenerse presente esta doble perspectiva (que se profundizará al tratar el juicio final). Deberá tenerse presente también el tema de la “inmortalidad del alma”. Para muchos cristianos, la fe en ella ha sustituido a la de la resurrección. Sin embargo, por reacción, hoy tiende a hablarse de “inmortalidad o resurrección” 176, en una disyuntiva sobre la cual sólo cabría optar por la segunda posibilidad, dejando de lado completamente la primera. En esta presentación intentaré mostrar que ambas cosas no sólo no son 176 Es el título de una obra del teólogo protestante CULLMANN (“¿Inmortalidad o resurrección?”), de 1956, que tuvo gran resonancia. 141 incompatibles sino que deben ir juntas, aunque manteniendo a la resurrección como lo definitivo y final. El modo como se conciba la relación entre inmortalidad del alma y resurrección está muy vinculado a si se admite un “estado intermedio” entre la resurrección (que se da junto a la Parusía) y la muerte de cada persona. Al respecto, las principales posturas son las siguientes: - La primera, que llamaremos “escatología de doble fase”, es la que ha primado ampliamente en la Tradición eclesial. Habla de la existencia de un “tiempo intermedio” entre la muerte y la resurrección. La muerte acarrearía una separación del alma y del cuerpo. El alma separada se encontraría con Dios de modo inmediato y ahí se decidiría su suerte (juicio): su participación en el Cielo o en el infierno. En ese estado esperaría a que tuviera lugar la Parusía, la unión con su cuerpo con la resurrección y la nueva creación. Estos últimos acontecimientos acrecentarían la felicidad de la persona que no ha sido plena en su estado de carencia corporal 177. Una variante de esta postura es el planteamiento de Leonardo Boff que postula una resurrección inmediata después de la muerte. Sin embargo, dicha resurrección no estaría completa hasta consumarse la salvación de todo el mundo en la Parusía. Como puede verse, se trataría de una “resurrección de doble face” 178 - La segunda, que llamaremos “escatología de fase única”, postula que no existe un tiempo intermedio. La persona muere y de inmediato resucita; y ello porque se encontraría ya en la Parusía. La razón de ello es que, con la muerte, el ser humano deja el espacio-tiempo de su condición terrena y pasa a vivir de inmediato el fin de la historia. Esta postura acepta que en la muerte se separa el alma del cuerpo, pero rechaza que el alma separada pueda ser el objeto fundamental del juicio, bienaventuranza, purgatorio y condenación. Afirmar ello sería volver a una concepción platonizante de la salvación. Otro aspecto del asunto, es que con esta explicación se evitaría el “doblete” que significa postular un juicio después de la muerte y otro en la Parusía, un estado “celestial” del alma, de un lado, y la Nueva Creación del otro, etc. 179. 2.3.2. La enseñanza del AT Aunque se trata de un tema bíblico tan central, la revelación de la resurrección ha seguido una lenta pedagogía. Contrasta la enorme pobreza de las ideas judías sobre el más allá con las de sus vecinos. Tal vez esta lentitud se deba al rechazo israelita a endiosar a los muertos, debido a su estricto monoteísmo. 177 A favor de esta teoría está Candido Pozo, cuya exposición sigo en todo este capítulo sobre inmortalidad y resurrección (POZO,C. “Teología del más allá”, BAC, Madrid, 2001, p 165 y ss.) 178 BOFF,L., “Hablemos de la otra vida”, Sal Terrae, Santander (sin año), pp. 44-45. 179 Existen otras alternativas que no vale la pena reseñar aquí por falta de espacio. Esta segunda postura es sostenida por RUIZ DE LA PEÑA,J.L. “La Otra Dimensión”, Sal Terrae, Santander, 1986, p. 323 y ss. 142 a) Las concepciones de la época patriarcal La idea del poder de Dios sobre el sheol es el más importante punto de partida de la idea bíblica de resurrección. Para ello, hay que explicar que los textos más antiguos que se ocupan del tema llevan a una conclusión inesperada: la de que judaísmo primitivo utilizaba dos esquemas diversos al hablar del hombre. Cuando se trataba del hombre vivo, el esquema era claramente unitario, en torno a los conceptos de nefesh, basar y rúaj, que se refieren siempre a todo el hombre, aunque bajo puntos de vista o acentos distintos (ver el “excursus 1”, incluido en el relato J de creación). Un esquema muy diverso aparece cuando los hebreos hablan del hombre muerto. Aquí se distingue entre los cadáveres y los “refaím”; mientras los primeros están en el sepulcro, los segundos sobreviven en el sheol. Por supuesto que los sepulcros no equivalen al sheol. Es significativo que de Abraham cuando muere se diga que “fue a reunirse con su pueblo” (Gn 25,8); sin embargo, su cadáver es sepultado en la cueva de Makpelá, en el campo de Efrón, que se hallaba cerca de Mambré (25,9). Ahora bien, en Mambré no había ningún pariente suyo (salvo Sarah): Harán estaba sepultado en Ur (11,28) y Téraj en Jarán (11,32). Otro tanto sucede con Jacob. En Gn 49,33 se nos dice que “expiró, yendo a reunirse con su pueblo”. Nótese que el “ir a reunirse con su pueblo” es algo que sucede inmediatamente después de su muerte. Sin embargo, su enterramiento en el sepulcro familiar es muy posterior: pasaron primeramente 40 días para su embalsamamiento (Gn 50,2 y ss) “y los egipcios lo lloraron durante 70 días”. Pasados los 70 días, José lleva el cadáver a la cueva de Makpelá. Después de la muerte, entonces, los refaím perviven en el sheol en una existencia disminuída que no es aniquilación. Son como sombras del hombre completo, sombras que son su núcleo personal, no sus almas en oposición a sus cuerpos. Viven como medio dormidos y no saben lo que ocurre en la tierra (Job 14,21 y ss); tampoco pueden alabar a Dios (Sal 88,11ss). El hecho de que refaím sea siempre plural indica un cierto anonimato en que la individualidad no es subrayada. Precisamente por este estado de dormición, se comprende también la carencia de toda retribución en el sheol. Él es morada de todos los muertos, justos e injustos. Es curioso que los refaím mantengan una conciencia de sí y puedan ser excepcionalmente despertados. Según la narración de 1 Sam 28,8-19, Saúl, a través de una nigromante, despierta a Samuel para consultarle. Mientras el cuerpo se descompone, los refaim sobreviven, asunto que nada tiene que ver con una creencia en la resurrección. b) La predicación profética En los profetas aparece por primera vez la idea de que el impío es arrojado a los más profundo del sheol. Se piensa sobre todo en los perseguidores de Israel. 143 En Is 14,15, cantando la ruina del rey de Babilonia que en sus sueños de grandeza proclamaba: “escalaré las alturas de las nubes, me igualaré al Altísimo” (v.4), se dice: “por el contrario, has sido precipitado al sheol, a lo más hondo de la fosa”. Algo parecido nos presenta nos presenta Ezq 32,22 y ss: el rey de Asiria y sus hombres más cercanos están en un lugar más profundo que los demás. Comienza a surgir la idea de una retribución en que los justos están en los niveles superiores del sheol y los injustos en los inferiores. Esta diferencia casi insensiblemente lleva consigo la atribución de una mayor substancialidad a los refaím, que sólo así pasarán a ser sujetos capaces de retribución. c) Los salmos místicos Un nuevo y trascendental paso de evolución se da en los llamados salmos místicos (16; 49 y 73). Quizás se trate de salmos post-exílicos. En todo caso, el salmista expresa en los tres la esperanza de que Yahveh lo libere del sheol y lo lleve consigo. Particularmente interesante es el 49 (v.16): “Pero Dios rescatará mi vida (nefesh), me cobrará de las garras del sheol”. Es muy importante reparar que aquí es la nefesh la que es librada del sheol y no el concepto anónimo de refaím. Este salmo ha relacionado la dos esquemas antropológicos que vimos más arriba, el de los vivos con el de los muertos. El salmo 16 nos habla de la felicidad que ha de experimentar el justo en compañía de Yahveh. Después de expresar su esperanza de que Dios lo salve del sheol (“pues no has de abandonar en el sheol mi alma ni harás que tu santo contemple la corrupción”: v.10), describe a continuación la felicidad que espera gozar junto a Dios, es decir, una vez tomado por Él y llevado junto a Él: “Me mostrarás la senda de la vida, saciedad de gozos en tu presencia, delicias a tu diestra eternamente” (v.11). Comienza a insinuarse aquí la idea de que los justos se van a un paraíso celeste y, por lo tanto, el sheol permanece como morada de los injustos. d) En la literatura intertestamentaria En el Libro de los Jubileos el rúaj es el elemento consciente del hombre que pervive lleno de alegría después de la muerte, el cual se contrapone al cuerpo del hombre, cuyos restos reposan en los sepulcros (23,31). En el Henoc Etiópico aparece un paraíso celeste como morada actual de los justos, y ello sin perder de vista una salvación final plena con resurrección de los muertos. Una última consideración. El hecho de que en los apócrifos y en el NT coexistan 2 concepciones distintas de la retribución: una que mantiene el doble sheol y otra que contiene un paraíso celeste previo a la resurrección propiamente tal, debe llevarnos a relativizar el aspecto cosmológico de la cuestión. Lo importante es que se afirma una retribución para justos e injustos inmediatamente después de la muerte y con 144 independencia de la resurrección. Cuando aparece la revelación de la resurrección, tenemos un “paraíso” o un sheol de doble estrato como condición provisoria hasta la resurrección propiamente tal. e) El libro de la Sabiduría El libro de la Sabiduría quiere ser un libro de consuelo para los judíos piadosos, y especialmente para los perseguidos a causa de su fe. Dentro de este fin, es esencial su concepción escatológica, cuyo centro está constituido por el mensaje acerca de la inmortalidad del justo y la muerte eterna del injusto. En este libro se afirma que los justos, inmediatamente después de la muerte, entran en posesión de la inmortalidad: “Mas las almas (psüjé) de los justos están en las manos de Dios, y no les tocará tormento alguno” (Sab 3,1). Poco antes se ha hablado del “galardón de las almas puras” (2,22). El que otras veces el sujeto sea directamente “los justos” es importante, por la intercambialidad de “alma” (separada del cuerpo después de la muerte) y la persona misma que ello supone: “Mas los justos viven eternamente y en el Señor está su recompensa” (5,15); “ellos reposan en la paz” (3,3). La suerte ultramundana de los impíos es denominada “muerte”; no en el sentido de aniquilación (pensamiento que constituye, en el cap. 2, el gran error de los impíos), sino en cuanto que les falta la “vida eterna”. Es, más bien, la caída al sheol después de la muerte y la permanencia en él. Allí sufren: “serán presa del dolor y su memoria perecerá” (4,19). ¿Afirma el libro de la Sab la existencia de una resurrección de los muertos? No es claro. f) El libro de Daniel La aparición de la idea de resurrección en el AT, ¿sustituye a la idea de una inmortalidad del alma (nefesh o psüjé)? El primer libro que afirma la resurrección personal de una manera indiscutible es el de Daniel. Los que resucitan aquí son los refaím, los cuales no habían dejado de existir. Se expresa así la continuidad en el ser. Dn 12,1-2 afirma: “(12,1)En aquel tiempo surgirá Miguel, el gran Príncipe que se preocupa de tu pueblo. Serán tiempos difíciles como no los habrá habido desde que existen las naciones hasta ese momento. Entonces se salvará tu pueblo, todos los inscritos en el libro. (2) Muchos de los que descansan en el polvo de la tierra se despertarán, unos para la vida eterna, otros para vergüenza y horror eternos. (3) Los maestros brillarán como el resplandor del firmamento y los que enseñaron a muchos a ser justos, como las estrellas para siempre.” La “región del polvo” es, sin duda, el sheol; y los que “duermen” en el sheol no pueden ser otros que los refaím. Existe, entonces, una continuidad: el que muere es el 145 mismo que el que resucita; lo que implica afirmar que, en el tiempo intermedio entre una cosa y otra, se mantiene en la identidad del sujeto que Dios salva 180. El libro 2° de los Macabeos testifica una amplia difusión, dentro de Israel, de la idea de resurrección. Especialmente interesante es el relato del martirio de los 7 hermanos por el rey seléucida Antíoco IV, en 7,1-29: “(1) Sucedió también que siete hermanos apresados junto con su madre, eran forzados por el rey, flagelados con azotes y nervios de buey, a probar carne de cerdo (prohibida por la Ley).(2)Uno de ellos, hablando en nombre de los demás, decía así: ‘¿Qué quieres preguntar y saber de nosotros? Estamos dispuestos a morir antes que violar las leyes de nuestros padres.’ (3) El rey, fuera de sí, ordenó poner al fuego sartenes y calderas.(4)En cuanto estuvieron al rojo, mandó cortar la lengua al que había hablado en nombre de los demás, arrancarle el cuero cabelludo y cortarle las extremidades de los miembros, en presencia de sus demás hermanos y de su madre (...) (7) Cuando el primero hizo así su tránsito, llevaron al segundo al suplicio y después de arrancarle la piel de la cabeza con los cabellos, le preguntaban: ‘¿Vas a comer antes de que tu cuerpo sea torturado miembro a miembro?’(8)Él respondiendo en su lenguaje patrio, dijo: ‘¡No!’ Por ello, también éste sufrió a su vez la tortura, como el primero.(9) Al llegar a su último suspiro dijo: ‘Tú, criminal, nos privas de la vida presente, pero el Rey del mundo a nosotros que morimos por sus leyes, nos resucitará a una vida eterna.’ (10) Después de éste, fue castigado el tercero; en cuanto se lo pidieron, presentó la lengua, tendió decidido las manos (11)[ y dijo con valentía: ‘Por don del Cielo poseo estos miembros, por sus leyes los desdeño y de Él espero recibirlos de nuevo].’(12) Hasta el punto de que el rey y sus acompañantes estaban sorprendidos del ánimo de aquel muchacho que en nada tenía los dolores.(13)Llegado éste a su tránsito, maltrataron de igual modo con suplicios al cuarto.(14) Cerca ya del fin decía así: ‘Es preferible morir a manos de hombres con la esperanza que Dios otorga de ser resucitados de nuevo por él; para ti, en cambio, no habrá resurrección para la vida (...) (22) (La madre dijo)’Yo no sé cómo ustedes aparecieron en mis entrañas, ni fui yo quien les regaló el espíritu y la vida, ni tampoco organicé yo los elementos de cada uno.(23) Pues así el Creador del mundo, el que modeló al hombre en su nacimiento y proyectó el origen de todas las cosas, les devolverá el espíritu y la vida con misericordia, porque ahora no miran por ustedes mismos a causa de sus leyes. (...) (28)’ Te ruego, hijo, que mires al cielo y a la tierra y, al ver todo lo que hay en ellos, sepas que a partir de la nada lo hizo Dios y que también el género humano ha llegado así a la existencia.(29)No temas a este verdugo, antes bien, mostrándote digno de tus hermanos, acepta la muerte, para que vuelva yo a encontrarte con tus hermanos en el tiempo de la misericordia.’” 180 Lo contrario sería afirmar que la muerte extingue completamente a la persona, en todo su ser, con lo cual Dios tendría que re-crearlo completamente en la resurrección. ¿Estaríamos ante el mismo sujeto? 146 En el v. 11 se manifiesta la identidad del cuerpo mortal y el del resucitado. El tercer hijo espera recuperar “los mismos miembros” que ahora pierde. En el v.14, el cuarto hermano increpa al rey con la frase: “para ti no habrá resurrección para la vida”. Se trata de la resurrección para el Reinado de Dios (“vida” en sentido bíblico); no se quiere afirmar que no haya resurrección de los que se van a condenar. La resurrección es en los tiempos mesiánicos (“en el tiempo de la misericordia”: v.29). El texto puede dejar la impresión de que sólo los mártires resucitan para la vida eterna; sin embargo, en 2 Mc 12,45, Judas Macabeo piensa (y su modo de pensar es alabado por el hagiógrafo) que todos “los que mueren piadosamente” obtendrán esa resurrección. 2.3.3. La enseñanza del NT Los tiempos del NT, como realización mesiánica, han introducido como clarificación fundamental dentro de la concepción escatológica: la idea de una doble venida del Mesías (ver arriba). Ya la mera afirmación de una segunda Venida de Cristo rompe, por sí sola, la superposición de planos característica de los profetas (que esperaban una sola venida del Mesías en gloria y majestad). Es muy importante señalar que en el NT se habla de la resurrección de dos modos muy diversos: unas veces de la resurrección universal, y otras, de la resurrección de los justos. Estos dos modos de hablar de la resurrección no sólo difieren en la extensión (“todos” o “los justos”, respectivamente), sino que implican contextos diversos: el primer modo se concibe como condición previa para que se tenga el juicio final (de salvación o de condenación) 181, y tiene, por tanto un sentido neutro; el segundo modo presenta la resurrección como una realidad que es objeto supremo de la esperanza cristiana, como una participación en la resurrección de Cristo, participación fundada en la comunidad de vida con Él y en la recepción del Espíritu Santo. De entre los autores del NT es Pablo quien se destaca por la frecuencia y profundidad con que trata este tema. Antes de exponer su doctrina, recogeremos lo que dicen los evangelios y Hechos. a) La resurrección en los evangelios y Hechos. La creencia en la resurrección de los muertos era una doctrina ampliamente divulgada y sostenida. En Jn (11,24) tenemos a una mujer del pueblo que la profesa: “Le respondió Marta: ‘Ya sé que resucitará en la resurrección, el último día”. En Hch 23,6-8, nos presenta a Pablo siendo juzgado por el Sanedrín: “(6) Pablo, dándose cuenta de que una parte eran saduceos y la otra fariseos, gritó en medio del Sanedrín: ‘Hermanos, yo soy fariseo, hijo de fariseos; por esperar la 181 Por ejemplo, Hch 24,15 147 resurrección de los muertos se me juzga.’(7) Al decir él esto, se produjo un altercado entre fariseos y saduceos y la asamblea se dividió.(8)Porque los saduceos dicen que no hay resurrección, ni ángel, ni espíritu; mientras que los fariseos profesan todo eso.(9) Se levantó, pues, un gran griterío. Se pusieron en pie algunos escribas del partido de los fariseos y se oponían diciendo: ‘Nosotros no hallamos nada malo en este hombre. ¿Y si acaso le habló algún espíritu o un ángel?’” Pablo busca una alianza con los fariseos en base a su convicción común en contra del poderoso partido saduceo, que no creía en la resurrección, debido a que sólo reconocían como Escritura inspirada al Pentateuco. Sabemos que los fariseos hablaban de una resurrección tanto de los justos como de los injustos. En la misma línea, encontramos una polémica entre Jesús y los saduceos en Mc 12,18-27: “(18) Se le acercan unos saduceos, esos que niegan que haya resurrección, y le preguntaban: (19) ‘Maestro, Moisés nos dejó escrito que si muere el hermano de alguno y deja mujer y no deja hijos, que su hermano tome a la mujer para dar descendencia a su hermano.(20) Eran siete hermanos: el primero tomó mujer, pero murió sin dejar descendencia;(21) también el segundo la tomó y murió sin dejar descendencia; y el tercero lo mismo.(22) Ninguno de los siete dejó descendencia. Después de todos, murió también la mujer.(23) En la resurrección, cuando resuciten, ¿de cuál de ellos será mujer? Porque los siete la tuvieron por mujer.’ (24) Jesús les contestó: ‘¿No están ustedes en un error precisamente por esto, por no entender las Escrituras ni el poder de Dios?(25) Pues cuando resuciten de entre los muertos, ni ellos tomarán mujer ni ellas marido, sino que serán como ángeles en los cielos. (26) Y acerca de que los muertos resucitan, ¿no han leído en el libro de Moisés, en lo de la zarza, cómo Dios le dijo: ‘Yo soy el Dios de Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob?’(27) No es un Dios de muertos, sino de vivos. Están ustedes en un gran error.’” El texto ha sido objeto de interpretaciones diferentes. Pareciera clara en él la afirmación de una relación existente ahora entre Dios y los patriarcas. Probablemente está la concepción del sheol en dos estratos, que vimos más arriba y que volveremos a encontrar en Lc 16,19-3 Respecto de la relación inmortalidad-resurrección y del “estado intermedio” (ver arriba la “escatologia de doble fase”), es de sumo interés para conocer la antropología subyacente en el NT el logion de Jesús que nos ha conservado Mt 10,28: “No teman ustedes a los que matan el cuerpo, pero no pueden matar el alma (psüjé); teman, más bien, al que puede arruinar cuerpo y alma en la gehenna”. 148 El texto afirma una supervivencia del alma en el caso y aún después de que el cuerpo sea matado, lo cual no es inteligible sin una cierta dualidad antropológica 182, que distinga el alma del cuerpo. En línea de la literatura intertestamentaria, Jesús afirma que Dios ha querido que el alma sobreviva a la muerte hasta que en la resurrección se una de nuevo con el cuerpo. En el Evangelio de Lc existen 2 textos en los que Jesús habla de un estado intermedio: en la “parábola del rico epulón y del pobre Lázaro” (Lc 16,19-31) y el diálogo de Jesús con “el buen ladrón” (Lc 23,39-43). Veamos el primer texto: “(19) «Era un hombre rico que vestía de púrpura y lino, y celebraba todos los días espléndidas fiestas. (20) Y uno pobre, llamado Lázaro, que, echado junto a su portal, cubierto de llagas,(21) deseaba hartarse de lo que caía de la mesa del rico... pero hasta los perros venían y le lamían las llagas.(22)Sucedió, pues, que murió el pobre y fue llevado por los ángeles al seno de Abraham. Murió también el rico y fue sepultado. (23) Estando en el Hades entre tormentos, levantó los ojos y vio a lo lejos a Abraham, y a Lázaro en su seno...” Es de notar que Jesús usa aquí la palabra “hades” y no “gehenna”; no se trata entonces del infierno sino de un sheol con distintos estratos: el superior, de los justos (el “seno de Abraham”) y el inferior de los injustos. Entre ambos se da un “abismo infranqueable” (v.26). No se trata entonces, de la suerte final, después de la resurrección sino del estado intermedio. En la petición del rico a Abraham de que envíe a Lázaro a casa de sus hermanos para advertirles “no sea que también ellos vengan a este lugar de tortura” (v. 27ss), se puede advertir que estamos en una situación anterior al fin de la historia, ya que los hermanos del rico viven, y tienen aún la posibilidad de convertirse. Este pasaje obliga a ampliar la idea de escatología intermedia también a los impíos. Obliga a aceptar una supervivencia natural del alma después de la muerte tanto para los salvados como para los condenados. No podría ser una pervivencia sólo por gracia, ya que sería bastante duro aceptar que Dios mantiene milagrosamente en la existencia al injusto sólo para que sufra su condenación. El segundo texto de Lc, el del diálogo con el “buen ladrón” (Lc 23,39-43) supone una superviviencia de los justos entre la muerte y la resurrección, aunque no expresada esta vez con un sheol de doble estrato, sino mediante la concepción de un paraíso celeste (quedando el sheol como morada exclusiva de los impíos). En efecto, a la petición de éste: “Jesús, acuérdate de mí cuando vengas en tu Reino” (23,42), el Señor responde: “En verdad te digo, hoy estarás conmigo en el paraíso” (v.43). Hay que notar la diferencia entre Reino y paraíso. El primero se refiere a la esperanza judía del “diá de Yahveh”, en que los muertos resucitarían; el segundo se refiere a un estado inmediatamente después de la muerte (“hoy estarás”). 182 ¡No dualismo!, como se irá viendo 149 Hasta aquí hemos visto la postura de Jesús. Pero, los evangelios y los Hechos, nos comunican una rica teología sobre la resurrección de Jesús. En ella hay dos temas fundamentales: el del sepulcro vacío y el de sus apariciones. La significación teológica del sepulcro vacío 183 implica una continuidad corporal entre el Jesús palestinense y el Cristo resucitado. El cuerpo resucitado de Jesús es el mismo que estuvo en el sepulcro, aunque transformado. Así lo entendió el kerigma (1 Cor 15,3-8): “(3) Porque les transmití, en primer lugar, lo que a mi vez recibí: que Cristo murió por nuestros pecados, según las Escrituras;(4) que fue sepultado y que resucitó al tercer día, según las Escrituras;(5) que se apareció a Cefas y luego a los Doce;(6) después se apareció a más de quinientos hermanos a la vez, de los cuales todavía la mayor parte viven y otros murieron.(7) Luego se apareció a Santiago; más tarde, a todos los apóstoles. (8) Y en último término se me apareció también a mí, como a un abortivo.” Es el “muerto en la cruz” el que fue sepultado, y el sepultado es el resucitado. El mismo cuerpo muerto en la cruz es el que resucita. En la versión del kerigma de Hch 2,22-27, tenemos: “(22) Israelitas, escuchen estas palabras: A Jesús, el Nazoreo, hombre acreditado por Dios entre ustedes con milagros, prodigios y señales que Dios hizo por su medio entre ustedes, como ustedes mismos saben, (23) a éste, que fue entregado según el determinado designio y previo conocimiento de Dios, ustedes lo mataron clavándole en la cruz por mano de los impíos; (24) a éste, pues, Dios le resucitó librándole de los dolores del Hades, pues no era posible que quedase bajo su dominio; (25) porque dice de él David: ‘Veía constantemente al Señor delante de mí, puesto que está a mi derecha, para que no vacile. (26) Por eso se ha alegrado mi corazón y se ha alborozado mi lengua, y hasta mi carne reposará en la esperanza (27) de que no abandonarás mi alma en el Hades ni permitirás que tu santo experimente la corrupción’.” Podemos ver, que, mientras el cuerpo de Jesús permeneció (brevemente) en el sepulcro, su alma descendió al sheol (hades) 184. En la resurrección, su alma vuelve a unirse a su cuerpo resucitado. Además del sepulcro vacío, existe otro aspecto importante para hablar de la continuidad del cuerpo de Jesús: el reconocimiento en las apariciones de Jesús. En el texto del kerigma, citado más arriba (1 Cor 15,3-8) aparece 4 veces la voz pasiva del verbo “joráo” (ver). Me refiero a la frase “se apareció”. La palabra “ófze” significa “mostrarse”, “hacerse ver”, “darse a ver”. La palabra supone la realidad corpórea de Jesús que se hace ver. El Maestro se manifiesta con la misma realidad corpórea con que murió y fue 183 Que el sepulcro vacío es un hecho histórico lo prueba el hecho de que hubiera sido imposible anunciar en Jerusalén la resurrección de Jesús si el cadáver de Jesús hubiera estado ahí. 184 De aquí brotará después el artículo del Credo: “y descendió a los infiernos”. En realidad, se trata de un descenso al hades, o lugar de los muertos. 150 sepultado; únicamente de ese modo puede ser “reconocido”. Jn 20,24-29 y Lc 24,36-43 insistirán en un Jesús que come y que conserva las llagas de la crucificción. Por supuesto, existe una transformación en el cuerpo de Jesús: Jesús se hace presente en un espacio terreno y actúa en él, pero su misma manera de hacerse presente y de actuar indica que su corporeidad no pertenece al orden de este mundo. En esta misma línea apunta la experiencia de los discípulos que, al ver a Jesús resucitado, no lo conocen en un primer momento, aunque después lo “reconocen” (Lc 24,16.31; Jn 20,15ss). En el Evangelio de Juan, vemos el concepto de una resurrección para la muerte y otra para la vida: “(5,28) No se extrañen ustedes de esto: llega la hora en que todos los que estén en los sepulcros oirán su voz (29) y saldrán los que hayan hecho el bien para una resurrección de vida, y los que hayan hecho el mal, para una resurrección de juicio. “ Puede constatarse aquí la doble resurrección: “para la vida” y “para el juicio” (aquí sinónimo de condenación). También puede constatarse que “los sepulcros”, por el plural, no puede referirse al sheol. Se trata entonces de una revivificación de los restos corpóreos. Las restantes afirmaciones del Cuarto Evangelio sobre la resurrección se refieren al caso de los justos. Jesús mismo es “la resurrección y la vida” (11,25); quienes acojan su palabra vivirán (5,25). “Vivir”, “no perderse”, “tener vida eterna”, vienen a ser sinónimos de “ser resucitados el último día” (6,39.40.44.54). Y este resucitar para la vida es efecto de la participación en la vida (del comer la carne y beber la sangre) del propio Cristo (5,54). De suerte que la creencia común en la resurrección tal como la manifestaba Marta (11,24), recibe el decisivo complemento de la motivación cristológica (11,25). La importancia de la resurrección deriva del hecho de que ella es la emergencia escatológica de la vida de Cristo, ahora misteriosamente oculta, aunque ya operante, en los creyentes. b) La doctrina paulina de la resurrección La resurrección es uno de los temas centrales de la teología paulina. El Apóstol la aborda con singular profundidad. Es de notar que sólo se refiere a la resurrección de los cristianos. El texto más antiguo es el de 1 Tes 4,13, que hemos visto al tratar la Parusía. Ahí, Pablo, ante la consulta por la suerte de los muertos anteriores a la segunda Venida de Cristo, Pablo respondía que “los que murieron en Cristo resucitarán en primer lugar”(v. 16) y que “nosotros, los que vivamos, seremos arrebatados al encuentro del Señor” (v.17). Pablo resalta aquí la conexión de la resurrección de Cristo y la de los difuntos. El texto central de la teología paulina de la resurrección es 1 Cor 15. El punto de partida del texto es la negación de la resurrección de los cristianos por algunos miembros de la comunidad de Corinto (v.12). Es probable que los interlocutores de Pablo creyeran sólo en la inmortalidad del alma. Ante esta postura, Pablo remite a la 151 resurrección de Jesús: si no hay resurrección de los muertos, tampoco hubo resurrección de Jesús y con ello se difumina la esperanza cristiana (vv.12-19). Refiriendose a la resurrección de Cristo, Pablo recuerda al kerigma primitivo (vv. 37) que él ha recibido y transmitido a la comunidad: “(3) Porque les transmití, en primer lugar, lo que a mi vez recibí: que Cristo murió por nuestros pecados, según las Escrituras;(4) que fue sepultado y que resucitó al tercer día, según las Escrituras;(5) que se apareció a Cefas y luego a los Doce;(6) después se apareció a más de quinientos hermanos a la vez, de los cuales todavía la mayor parte viven y otros murieron.(7) Luego se apareció a Santiago; más tarde, a todos los apóstoles. (8) Y en último término se me apareció también a mí, como a un abortivo.” A partir del v. 20 Pablo afirma que “Cristo resucitó de entre los muertos como primicias de los que murieron”. Jesús resucita como el primero de una serie; su resurrección abre el proceso de resurrecciones. Esta idea de solidaridad es confirmada por el paralelo entre Adán y Cristo: como fuimos solidarios con uno en la muerte, así lo seremos del otro en la resurrección de los muertos (vv. 21-22). Los vv. 22-28 ponen en conexión la resurrección de los muertos con la Parusía. La resurrección tiene lugar con la Venida de Cristo (v.22), cuando todo poder maligno sea derrotado por Cristo y gobierne el Padre (v24). En el v. 29 Pablo habla de un rito que no conocemos: bautizarse por los muertos, rito que no tendría sentido sin la resurrección. Tampoco tendrían sentido las persecuciones sufridas por el Apóstol (vv. 30-34). A partir del v. 35, Pablo responde a la pregunta (escéptica) de cómo resucitan los muertos, y con qué cuerpo vueven a la vida. Una vez planteado el problema, San Pablo se dispone a resolverlo. Debe tenerse en cuenta que Pablo va intentando varias respuestas aproximativas antes de llegar a la solución final. En esa línea van el ejemplo de la semilla que se siembra (vv. 36-38) o aquellos en que se hace referencia la diferencia entre cuerpos terrenos y celestes (vv.39-41). Pablo pretende subrayar la transformación que experimentará nuestro cuerpo: “(42) Así también en la resurrección de los muertos: se siembra corrupción, resucita incorrupción;(43) se siembra algo despreciable, resucita gloria; se siembra debilidad, resucita fortaleza; (44) se siembra un cuerpo psíquico 185 , resucita un cuerpo espiritual. Pues si hay un cuerpo psíquico, hay también un cuerpo espiritual.” Es significativo que el sustantivo que designa el cuerpo terreno y resucitado sea el mismo (“soma”), lo que indica una continuidad. Son los adjetivos “psüjikón” y “pneumatikón” los que cambian en las dos situaciones diversas de vida terrena y resucitada 185 No salgo de mi asombro ante la traducción de la NBJ de “psüjikón” por “animal”. 152 respectivamente; pero ambos adjetivos afectan al mismo sujeto concreto: el cuerpo. Se trata de una dialéctica de continuidad y transformación. Entre estas respuestas de aproximación se introduce el tema del primero y segundo Adán: “(45) En efecto, así es como dice la Escritura: ‘Fue hecho el primer hombre, Adán, alma viviente; el último Adán, espíritu que da vida.(46) Mas no es lo espiritual lo que primero aparece, sino lo psíquico; luego, lo espiritual.(47) El primer hombre, salido de la tierra, es terreno; el segundo, viene del cielo. (48) Como el hombre terreno, así son los hombres terrenos; como el celeste, así serán los celestes. (49) Y del mismo modo que hemos llevado la imagen del hombre terreno, llevaremos también la imagen del celeste.” Esta distinción de dos “adanes” proviene del hecho de que los maestros judíos, al no reconocer distintas fuentes en el Pentateuco, consideraban a Gn 1,26 y Gn 2,7 como relatos de creación de dos hombres distintos. El primero sería el Adán celeste, bueno, espiritual (creado a imagen y semejanza de Dios); el segundo (hecho del barro) sería el carnal, corruptible. Pablo cambia el orden: Cristo pasa a ser el Adán celestial. Pablo contrapone aquí dos modos de existencia: la que se apoya en la virtualidades inmanentes (que arranca de la “psüjé” como principio vital, y la existencia invadida por el Espiritu Santo vivificador (“cuerpo espiritual”). Cuando hablamos de aquí de existencia nos refirimos a toda la persona: sea apoyada en sus propias fuerzas (y por lo tanto sujeta a la caducidad) o penetrada por el Espíritu Santo. En este texto, Cristo resucitado aparece no sólo como causa sino también como modelo de la resurrección gloriosa del cristiano. De este modo, la resurrección de Jesús debe ser principio hermenéutico de toda auténtica teología sobre nuestra propia resurrección. En los vv.50-54, Pablo no se ha limitado a plantear la resurrección de Cristo como punto de referencia, sino que responde directamente a la pregunta: “(50) Les digo esto, hermanos: La carne y la sangre no pueden heredar el Reino de los cielos: ni la corrupción hereda la incorrupción.(51) ¡Miren! Les revelo un misterio: No moriremos todos, mas todos seremos transformados. (52) En un instante, en un pestañear de ojos, al toque de la trompeta final, pues sonará la trompeta, los muertos resucitarán incorruptibles y nosotros seremos transformados. (53) En efecto, es necesario que este ser corruptible se revista de incorruptibilidad; y que este ser mortal se revista de inmortalidad. (54) Y cuando este ser corruptible se revista de incorruptibilidad y este ser mortal se revista de inmortalidad, entonces se cumplirá la palabra que está escrita: ‘La muerte ha sido devorada por la victoria’.” “Carne y sangre” (v.50) designan al hombre en cuanto corruptible y débil. A veces se argumenta a partir de este versículo para negar toda continuidad corpórea. Sin embargo, en le v.51 Pablo habla de transformación. Ello significa no el abandono definitivo del cuerpo en la muerte, sino que ese mismo cuerpo se toma de nuevo, tranformado, en la resurrección (“este ser” repetido 4 veces). 153 Al recorrer los textos del AT veíamos que ellos concebían al hombre de un modo unitario en la vida (nefesh, basar, rúaj), pero de modo dual en la muerte (distinción entre cadáver y rafaim; o, más tarde, entre el cadáver y la nefesh). ¿Qué antropología tiene Pablo? San Pablo, además de distinguir entre “alma” y el “cuerpo”, concibe al “espíritu” como principio de la vida sobrenatural: “Que el Dios de la paz, los santifique plenamente, y que todo el ser de ustedes, el espíritu (pnéuma), el alma (psüjé) y el cuerpo (soma), se conserven sin mancha hasta la Venida de nuestro Señor Jesucristo”(1 Tes 5,23). También Pablo conoce un estadio escatológico intermedio anterior a la resurrección. Flp 1,20-24 es uno de los pasajes clásicos sobre el particular: 20) conforme a lo que aguardo y espero, que en modo alguno seré confundido; antes bien, que con plena seguridad, ahora como siempre, Cristo será glorificado en mi cuerpo, por mi vida o por mi muerte, (21) pues para mí la vida es Cristo, y la muerte, una ganancia. (22) Pero si el vivir en la carne significa para mí trabajo fecundo, no sé qué escoger...(23) Me siento apremiado por las dos partes: por una parte, deseo partir y estar con Cristo, lo cual, ciertamente, es con mucho lo mejor; (24) mas, por otra parte, quedarme en la carne es más necesario para ustedes.” Con estas palabras, Pablo piensa en un encuentro con Cristo inmediatamente después de la muerte individual y antes de la resurrección de los muertos. En el v.3, la palabra griega “analúsai” debiera traducirse, más que por “partir”, por “desmontar la tienda de campaña para partir”. Una expresión muy parecida se encuentra en 2 Pe 1,14:“...sabiendo que pronto tendré que dejar mi tienda, según me lo ha manifestado nuestro Señor Jesucristo.” La imagen de “desmotar la tienda de campaña” supone una dualidad entre la tienda (el cuerpo) y el que la habita. Se desmonta la tienda para marchar y estar con Cristo. En esta línea es muy importante 2 Cor 5,1-10: “(1)Porque sabemos que si esta tienda, que es nuestra morada terrestre, se desmorona, tenemos un edificio que es de Dios: una morada eterna, no hecha por mano humana, que está en los cielos. (2)Y así gemimos en este estado, deseando ardientemente ser revestidos de nuestra habitación celeste,(3) si es que nos encontramos vestidos, y no desnudos.(4)¡Sí!, los que estamos en esta tienda gemimos abrumados. No es que queramos ser desvestidos, sino más bien sobrevestidos, para que lo mortal sea absorbido por la vida.(5)Y el que nos ha destinado a eso es Dios, el cual nos ha dado en arras el Espíritu.(6)Así pues, siempre llenos de buen ánimo, sabiendo que, mientras habitamos en el cuerpo, vivimos lejos del Señor, (7) pues caminamos en la fe y no en la visión...(8) Estamos, pues, llenos de buen ánimo y preferimos salir de este cuerpo para vivir con el Señor.(9)Por eso, bien en nuestro cuerpo, bien fuera de él, nos afanamos por agradarle. (10) Porque es necesario que todos 154 nosotros seamos puestos al descubierto ante el tribunal de Cristo, para que cada cual reciba conforme a lo que hizo durante su vida mortal, el bien o el mal.” En este texto, “la tienda que es nuestra morada terrestre” es, sin duda, nuestro cuerpo mortal (compárese con Flp 1,23 y con 2 Pe 1,14). La esperanza ante esta pérdida es que “tenemos” un “edificio” que procede de Dios; parece que este edificio es nuestro cuerpo resucitado. Pero, ¿cuándo lo recibimos?, ¿al morir o en la Parusía? Sin duda, en la segunda alternativa, si se tienen en cuenta el resto del pensamiento del Apóstol. La palabra “oikodomé” significa exactamente “edificio en construcción”. ¿No se aludiría así a que el cuerpo resucitado no está dispuesto para ser otorgado en la muerte, sino que es algo en preparación (en el querer de Dios) para sernos dado en la Parusía? Es de notar que las preferencias de Pablo van en la línea de que la Parusía le encuentre en vida; en este caso, sin despojarse del cuerpo actual (el actual vestido), es decir, sin tener que morir previamente, para ser sobrevestido de aquella habitación celeste (v.2). Esto, como es obvio, sólo es posible si la Parusía nos encuentra “vestidos, no desnudos” (v.3). La expresión “desnudos” se refiere a un estado en que los hombres se encuentran privados de su cuerpo. Pablo manifiesta su repugnancia a “ser desnudado”, con lo cual muestra su diferencia abismal con el platonismo. 2.3.4. La resurrección en el Magisterio de la Iglesia La doctrina eclesial sobre la resurrección se puede resumir en 4 puntos: - La esperanza suprema del cristiano es la resurrección, que es salvación del hombre entero. - En el NT la resurrección aparece vinculada a la Parusía (1 Tes 4,16ss) - La muerte es separación entre el alma y el cuerpo. El alma sobrevive de forma natural (no por un milagro de la Gracia) pero en una estado de desnudez corpórea que reclama su unión con el cuerpo y del mundo. - La resurrección supone recibir de nuevo el mismo cuerpo que en la vida terrestre pero tranformado. a) Resurrección y Parusía: - Credo “Quicumque” (“Todo el que” 186): “..subió a los cielos, está sentado a la diestra de Dios Padre, desde allí ha de venir a juzgar a los vivos y a los muertos. A su venida todos los hombres han de resucitar con sus cuerpos y dar cuenta de sus propios actos...”(DzH n° 76). 186 “Todo el que quiera salvarse, ante todo es menester que mantega la fe catolica...”(DzH n°75) (compuesta en el sur de Francia entre los años 430 y 500). 155 b) La pervivencia del alma Está “definida” (o sea, es dogma de fe) en la Constitución Benedictus Deus, de Benedicto XII, del año 1336: “...definimos que (...) las almas de todos los santos que salieron de este mundo antes de la Pasión de nuestro Señor Jesucristo, así como las de los (...) fieles muertos después de recibir el bautismo (...) inmediatamente después de su muerte (...) aún antes de la reasunción de sus cuerpos y del juicio universal, después de la ascensión del Salvador Señor nuestro Jesucristo al cielo, estuvieron, están y estarán en el cielo, en el reino de los cielos y paraíso celeste con Cristo, agregados a la compañía de los santos ángeles (...) (DzH n° 1000-1002). También en el IV Concilio de Letrán: “... condenamos y reprobamos a todos los que afirman que el alma intelectiva es mortal o única en todos los hombres, y a los que estas cosas pongan en duda, pues ella no sólo es verdaderamente por sí y esencialmente la forma del cuerpo humano (...) sino también inmortal y además es multiplicable, se halla multiplicada y tiene que multiplicarse individualmente, conforme a la muchedumbre de los cuerpos en que se infunde ...” (DzH n° 1440). En el Concilio Vaticano II: “En la unidad de cuerpo y alma, el hombre, por su misma condición corporal, es una síntesis del universo material, el cual alcanza por medio del hombre su más alta cima y alza la voz para la libre alabanza del Creador. No debe, por tanto, despreciar la vida corporal, sino que, por el contrario, debe tener por bueno y honrar a su propio cuerpo, como criatura de Dios que ha de resucitar en el último día. Herido por el pecado, experimenta, sin embargo, la rebelión del cuerpo. La propia dignidad humana pide, pues, que glorifique a Dios en su cuerpo y no permita que lo esclavicen las inclinaciones depravadas de su corazón. No se equivoca el hombre al afirmar su superioridad sobre el universo material y al considerarse no ya como partícula de la naturaleza o como elemento anónimo de la ciudad humana. Por su interioridad es, en efecto, superior al universo entero; a esta profunda interioridad retorna cuando entra dentro de su corazón, donde Dios le aguarda, escrutador de los corazones, y donde él personalmente, bajo la mirada de Dios, decide su propio destino. Al afirmar, por tanto, en sí mismo la espiritualidad y la inmortalidad de su alma, no es el hombre juguete de un espejismo ilusorio provocado solamente por las condiciones físicas y sociales exteriores, sino que toca, por el contrario, la verdad más profunda de la realidad (GS n° 14). Este texto es muy iluminador para comprender qué es lo que está en juego en la distinción cuerpo-alma. Me parece que son 3 cosas: a) la pertenencia al mundo, b) la superioridad respecto de la naturaleza, c) la capacidad de diálogo con Dios. 156 El Magisterio no impone una determinada concepción del alma y del cuerpo. De hecho, en la Iglesia han persistido por siglos las concepciones de San Agustín y Santo Tomás, al respecto, con diferencias importantes entre sí. Tampoco el Magisterio impone el vocabulario: podría hoy utilizarse otra terminología, (por ejemplo, “mente-organismo”). Pero, tanto para el vocabulario y el concepto, debe tenerse en cuenta los “mínimos antropologicos” que he enumerado aquí (letras a, b y c). c) La resurrección es reasunción del cuerpo que hemos llevado en esta vida, junto con una tranformación: - Credo Quicumque (ver arriba) - El IV Concilio de Letrán: “Y, finalmente, Jesucristo (...) descendió a los infiernos, resucitó de entre los muertos y subió al cielo; pero descendió en el alma y resucitó en la carne, y subió juntamente en una y otra; ha de venir al fin del mundo, ha de juzgar a los vivos y los muertos, y ha de dar a cada uno según sus obras, tanto a los réprobos como a los elegidos: todos los cuales resucitaran con sus propios cuerpos que ahora llevan, para recibir según sus obras, ora fueran buenas, ora fueren malas; aquellos, con el diablo, castigo eterno; y éstos, con Cristo, gloria sempiterna.” (DzH n° 801) 187. 2.3.5. Reflexiones teológicas a) Dimensión antropológica de la resurrección Las consideraciones que hemos hecho a propósito del estadio intermedio no deben distraernos del hecho de que Dios salva al hombre entero: cuerpo y alma, individuo y mundo. Si algo puede criticarse a la escatología de doble fase es haber valorado demasiado la escatología intermedia en desmedro de la final. Eso sucede, por ejemplo, cuando a partir del siglo XIII se abre camino la tesis de que la resurrección aporta sólo un nuevo gozo accidental al justo ya plenamente bienaventurado en el estadio de escatología intermedia. Este planteamiento no concuerda con la importancia que Jesús y los Padres dieron a la resurrección. Aunque ya a partir de la muerte el justo viva en encuentro con Dios, sin duda que la corporalidad enriquece ese encuentro y la relación con los demás salvados. Es parte de la resurrección la vinculación con la Iglesia, la humanidad y el mundo. La felicidad plena sólo se tiene cuando estas realidades lleguen a su plenitud. En esta línea va la “comunión de los santos”, de los que están junto a Dios y de los que siguen en esta tierra. La Iglesia siempre consideró válida la oración por los difuntos y la oracion a los santos, que contribuyen (no como causa fundamental sino como mediadores humanos) a nuestra salvación. En el Ap vemos que la oración de los mártires es solidaria con la Iglesia actualmente perseguida (Ap 8,3 y ss.). 187 Una síntesis de todo este punto se puede encontrar en la Carta de la Congregación para la Doctrina de la Fe, “Recentioris episcoporum synodi” del 22 julio de 1979 (DzH n° 4.650-4.659). 157 b) Dimensión cristológica La resurrección es el punto culminante de la acción salvadora de Dios. La resurrección para la vida es la respuesta de Dios a esa gran crisis e interrogante que es la muerte. Como habremos de ver en el próximo capítulo la muerte es la crisis suprema de la existencia del hombre; ella alcanza a Dios en cuanto que pone a prueba su fidelidad y amor, planteando la cuestión de si ellos son más fuertes que la muerte. El amor auténtico entraña una promesa de eternidad. La resurrección cumple esa promesa; es el amor que es más fuerte que la muerte. A partir de este punto de vista podemos abarcar la dimensión cristológica de la resurrección. Primero desde Dios, y luego desde Cristo. Desde Dios, ya que Dios nos resucita porque ha resucitado a Cristo; y el amor manifestado en este caso no se agota en la individualidad singular de éste, ya que el Señor es “la cabeza del cuerpo” y resucita como “primicia”. La resurrección ha de extenderse al cuerpo de Cristo del que los cristianos somos miembros. Desde Cristo, ya que si es el amor lo que postula y fundamenta la resurrección, Aquel que ha muerto por amor a todos, ha postulado y fundado para todos los que aceptan su amor la resurrección. Ésta acontece, por consiguiente, por una iniciativa personal de Cristo; su acción salvífica tiene incidencia directa de orden causal en la resurrección de los cristianos, al ejercerse desde una solidaridad con nosotros. El cristocentrismo de la resurrección, puede sintetizarse en las siguientes proposiciones: resucitamos: - porque Cristo ha resucitado; - a imagen de Cristo resucitado; - como miembros del cuerpo resucitado de Cristo. Por todo ello, la resurrección está intrínsecamente vinculada a la Parusía, ya que una consumación plena del individuo es posible solamente en el horizonte de una consumación de la sociedad y del mundo, dado que el hombre es un ser mundano. c) El problema de la identidad del cuerpo resucitado con el actual Hemos visto que es verdad de fe el que resucitaremos con “nuestro propio cuerpo”. No podría ser de otro modo, ya que si no fuera así estaríamos ante otro sujeto humano. La identidad corporal no sólo debe ser “específica” 188, sino “numérica” 189. Ahora bien, ni la Biblia ni el Magisterio han especificado qué se requiere para que se dé esta identidad. Entre los especialistas, existen 3 explicaciones: 188 189 Es decir, propia de la especie humana; es decir, yo resucito con un cuerpo humano Es decir, individual; es decir, yo resucito con mi cuerpo 158 - La identidad material. Para que el cuerpo sea numéricamente el mismo debe componerse de la misma materia. Se trata de una posición actualmente indefendible, ya se sabe que el metabolismo constante del cuerpo humano hace que cada 7 años toda la materia del mismo sea completamente renovada. - Identidad formal. Se sitúa en el extremo contrario de la anterior. Se supone que cualquiera que fuera la materia de que está hecha un cuerpo, es mi cuerpo, por el mero hecho de que a él se une mi alma. En términos escolásticos, se diría que quien especifica en el compuesto humano es la forma. Expuesta sin matizaciones, esta teoría fácilmente puede justificar la idea de reencarnación. - Identidad sustancial. Se trata de que Dios conservaría la “sustancia no fenomenologica” del cuerpo (Winklhofer)” a partir de la cual Dios reconstituiría el cuerpo resucitado, que llegaría a ser mi cuerpo y no otro. 2.4. El juicio 2.4.1. Muerte y juicio Para el hombre la muerte se presenta como posibilidad de extinción total y de separación definitiva de los seres que ama; por tanto, como algo incomprensible, contra lo que no puede menos que rebelarse. Las diferentes religiones han pretendido de variadas formas salir al encuentro de esta radical amenaza, ofreciendo dar un sentido a la muerte, de modo que pueda vivirse con esperanza. En el caso de los cristianos, tenemos como modelo a un hombre que enfrentó la muerte humana como un acto de suprema libertad 190 y de generosidad 191 Cristo murió la muerte con la angustia que le es propia en lo que tiene de necesidad impuesta, pero a la vez en la fe en el Dios vivo, en la esperanza de la resurrección y en el amor para con los hermanos. De esta forma, la muerte ha cambiado de sentido: puede ser acto libre de fe, esperanza y amor. La muerte pasa a ser, entonces, de amenaza de extinción total, a un tránsito hacia la vida plena, resucitada; de separación de los seres queridos y del mundo a comunión con los otros miembros del Cuerpo de Cristo en el mundo renovado. Para el cristiano (y, de diferentes modos, para todo hombre) existe la posibilidad de vivir la vida y la muerte participando (por la mediación del Espíritu) de la Pascua de Jesús. Esa Pascua se vive sobre todo en el momento final, pero también debe ir anticipándose en toda la vida del cristiano. La fe en Dios y la esperanza de la resurrección son el fundamento del amor efectivo al prójimo. En efecto, sin confianza y esperanza no se ve qué sentido puede tener dar la vida en servicio al hermano, particularmente del más necesitado. Pablo nos presenta a 190 191 “Nadie me quita la vida: soy yo quien la da voluntariamente”: Jn 10,18. “Nadie tiene mayor amor que el que da la vida por sus amigos”: Jn 15,13. 159 la muerte como “la picana” del pecado (1 Cor 15,55), y ello porque es el miedo a la extinción total el que lleva a tratar de forma desesperada de retener la propia vida, sea por búsqueda ansiosa del placer, del dinero o del poder. Sólo quien pone su vida en manos de Dios (fe) y sabe que cuenta con un futuro de plenitud (esperanza) puede tener la disposición a un amor que busque ir ganando en gratuidad. Este modo de morir y de vivir, ¿se da sólo en los cristianos? En realidad, todo hombre, de un modo u otro, se ve obligado a optar por la esperanza o la desesperación, por la búsqueda ansiosa de seguridad o por la gratuidad, por el auto-endiosamiento o el reconocimiento de los propios límites. La muerte conduce al hombre a lo definitivo. A lo largo de su vida, el hombre, mediante actos y actitudes, va forjando una “opción fundamental”, una dirección a su vida, un proyecto vital profundo 192. Esa dirección en orden al amor o al desamor es lo decisivo en el juicio de Dios. En la muerte, la opción fundamental se hace definitiva y ella es la base de la decisión que Dios toma acerca de la suerte de cada hombre. 2.4.2. La muerte, fin del estado de peregrinación ¿De qué modo se dan, en el NT y en el Magisterio de la Iglesia, las ideas del acápite anterior? a) En el NT En el NT, la muerte es el fin del estado de peregrinación, es decir, del estado en que el hombre puede decidir a favor o en contra de Dios. Es claro que el hombre no tiene, después de su muerte, posibilidad de una nueva decisión. Así, por ejemplo, en Mt 25,34-46, se contiene la narración del juicio final y universal; tanto la sentencia de salvación como la de condenación son pronunciadas por el Señor en relación con aquello que el hombre realizó en su vida terrestre: “(35) Porque tuve hambre y ustedes me dieron de comer (...) (37) Señor, ¿cuándo te vimos hambriento y te dimos de comer (...) (40) En verdad les digo, cuanto ustedes hicieron con uno de estos mis hermanos más pequeños, conmigo lo hicieron.” (el esquema es el mismo con respecto a la sentencia de condenación). En Mt 13,40-43: “(40) De la misma manera, pues, que se recoge la cizaña y se la quema en el fuego, así será al fin del mundo.(41) El Hijo del hombre enviará a sus ángeles, que recogerán de su Reino todos los escándalos y a los obradores de iniquidad, (42) y los arrojarán en el horno 192 Para más detalles sobre estas categorías de “acto”, “actitud” y “opción fundamental”, ver VIDAL,M. “Moral de actitudes”, tomo 1, PS, Madrid, 1990, pp. 397-403. Me parece correcta su distinción entre pecado grave y leve, por una parte, y mortal y venial, por otra. La primera distinción se refiere a los actos morales, a decisiones concretas; la segunda, a la dirección global de la propia vida hacia la salvación o la condenación. 160 de fuego; allí será el llanto y el rechinar de dientes. (43) Entonces los justos brillarán como el sol en el Reino de su Padre. El que tenga oídos, que oiga.” Gran importancia tiene la afirmación de 2 Cor 5,10: “Porque todos hemos de presentarnos ante el tribunal de Cristo, para que cada cual reciba según las cosas que hizo mediante el cuerpo, ya sean buenas, ya sean malas” (Mediante el cuerpo significa aquí “antes de la muerte”). b) En el Magisterio de la Iglesia En la Constitución Benedictus Deus, de Benedicto XII está definido que la muerte es el fin del estado de peregrinación y que después de ella no es posible decidirse a favor o en contra de Dios. Los estados de salvación y condenación comienzan en seguida después de la muerte: “Por esta constitución (...) definimos que (...) las almas de todos los santos que salieron de este mundo antes de la Pasión de nuestro Señor Jesucristo, así como las de los (...) fieles muertos después de recibir el bautismo (...) inmediatamente después de su muerte (...) aún antes de la reasunción de sus cuerpos y del juicio universal, después de la ascensión del Salvador Señor nuestro Jesucristo al cielo, estuvieron, están y estarán en el cielo, en el reino de los cielos y paraíso celeste con Cristo, agregados a la compañía de los santos ángeles, y después de la muerte y pasión de nuestro Señor Jesucristo vieron y ven la divina esencia con visión intuitiva y también cara a cara, sin mediación de creatura alguna (...) y que, según la común ordenación de Dios, las almas que salen de este mundo con pecado mortal actual, inmediatamente después de su muerte bajan al infierno donde son atormentados con penas infernales, y que no obstante en el día del juicio todos los hombres comparecerán con sus cuerpos ‘ante el tribunal de Cristo’, para dar cuenta de sus propios actos, ‘a fin de que cada uno reciba lo propio de su cuerpo, tal como se portó, bien o mal’ [2 Cor 5,10]” (DzH n° 1000-1002). En el Concilio Vaticano II se dice lo siguiente: “Es necesario que vigilemos constantemente para que, terminado el único curso de nuestra vida terrestre [Heb 9,27], merezcamos entrar con Él a las bodas y ser contados entre los bendecidos.” (LG n° 48) 193. 2.4.3. Juicio particular En el texto de Benedicto XII se afirma que la retribución definitiva tiene lugar después de la muerte; es decir que, sin perjuicio del caso del purgatorio, el comienzo de la Vida Eterna y del infierno tienen lugar en ese momento, y precisan que todo ello ocurre antes de la Parusía y del juicio (“y que no obstante en el día del juicio todos los hombres 193 Una reflexión mucho más existencial y actual sobre la muerte y la esperanza cristiana se puede encontrar en GS n° 18. 161 comparecerán con sus cuerpos ‘ante el tribunal de Cristo’, para dar cuenta de sus propios actos”). En textos que ya hemos visto se contiene esta enseñanza: - En Lc 16,19-31 (parábola del rico epulón y del pobre Lázaro) el pobre está en el estrato superior del sheol junto con Abraham y el rico en el inferior. El término hades y la posibilidad de advertir a los hermanos del rico nos indica que estamos ante la escatología intermedia. No obstante, el infierno descrito aquí tiene las mismas característica que el de después de la Parusía (comparar con Mt 25,41). - En Flp 1,20-24 veíamos la alternativa de “quedarse en el cuerpo” (y sirviendo a la comunidad de Filipos) y la de morir para “estar con el Señor” sólo tenían sentido si este estar con Dios es anterior a la Parusía, ya que en esta última de todos modos Pablo iba a estar con los filipenses. “Estar con el Señor” es una fórmula que equivale a “ver a Dios”, nota principal de la Vida Eterna 194. El hecho de que en seguida después de la muerte comiencen los estados definitivos de retribución plena (salvación o condenación) supone una separación de la situación de las almas según sus obras; es por ello que se habla en teología de un juicio particular 195, distinto del universal que tiene lugar en la Parusía. En todo caso, si bien el juicio particular y el universal están temporalmente separados, no lo están conceptualmente, es por ello que se justifica un tratamiento en conjunto. 2.4.4. Juicio final El verbo hebreo “shafat” significa tanto “juzgar” como “gobernar”. Cuando Dios interviene en la historia, Dios juzga. Su intervención tiene una doble vertiente: salvífica y judicial. La prioridad, en todo caso, la tiene el aspecto salvífico: el juicio de Dios es fundamentalmente para la salvación. a) El juicio de Dios como victoria Por ese motivo, en el AT, las victorias militares de Israel, manifestaciones de la soberanía de Yahveh, se llaman “juicios” (Jc 11,27; 2 Sm 18,31; Dt 33,21;etc.). Esta concepción del juicio como potestad de Dios como Rey se conservará en el NT: Mt 25,31 ss.; Lc 10,18; 2 Tes 2,8; 1 Cor 15,24-28; etc. En estos textos, se muestra que el juicio será la victoria definitiva y aplastante de Cristo sobre los poderes enemigos. Se comprende así que Parusía y juicio aparezcan, tanto en el NT como en los símbolos, indisolublemente unidos. Dado que la Parusía es la instauración consumada del Reinado de Dios, es a la vez el juicio por antonomasia. Y la idea de juicio va asociada con 194 Otros textos son 2 Cor 5,6-8 y Ap 6,9ss, vistos en el capítulo sobre resurrección En esa línea, LG 48, d: “Pues antes de reinar con Cristo glorioso, todos debemos comparecer ante el tribunal de Cristo para dar cuenta cada uno de las obras buenas o malas que haya hecho en su vida mortal [2 Cor 5,10]; y al fin del mundo saldrán los que obraron el bien para la resurrección de vida; los que obraron el mal, para la resurrección de condenación” 195 162 el poder total, con el gozo del triunfo. Cuando la Iglesia primitiva confesaba su fe en el Cristo juez (el “ven Señor Jesús” de Ap 22,20 196 y el “vendrá a juzgar” de los antiguos símbolos 197), lo que resonaba en el fondo de ese artículo de fe era el mensaje reconfortante de la gracia vencedora. Más tarde, y probablemente ante la presión de la mentalidad judicial típica del pensamiento latino, esta actitud esperanzada va cediendo terreno hacia el juicio como acto de decisión. Al término de la evolución nos encontramos con un “día del Señor” transformado en el “día de la ira” de la Edad Media. La Parusía, entonces, no evoca ya la confianza y certeza del triunfo, sino la angustia e inseguridad de una sentencia incierta. Frente a tales deformaciones, es necesario recuperar la comprensión original del juicio como intervención decisiva y consumadora del Cristo salvador. b) El juicio de Dios como revelación Dios ha creado el mundo no sólo como naturaleza sino como historia. El acto final de esa historia la finaliza, muestra como el devenir temporal se encamina hacia un fin (télos) que da sentido al trayecto entero recorrido por la creación. Que ello sea así, que los diversos acontecimientos que componen la historia posean un “sentido”, dista mucho de ser evidente. Se han señalado como características de lo histórico su opacidad y ambigüedad, que permitirían pensar más en un destino ciego y absurdo que en una orientación teleológica (es decir, hacia una meta). Los hechos, las acciones libres, proceden de un pasado oscuro y desconocido y se extienden en repercusiones subterráneas que se pierden en la lejanía del futuro. Las apariencias nunca revelan nítidamente la interioridad de los seres, cuyo sentido último permanece, las más de las veces, incógnito o sólo parcialmente desvelado. Pues bien, la Parusía revela al final la verdad de las cosas y las personas. Finalizando la historia, hace comprobable que todo tenía un sentido. Incluso se hará evidente que Dios ha convertido todo el mal, incluso el más injustificable, en fuente de plenitud y vida, derrotándolo definitivamente. La creación habrá desembocado en su meta que es el Reinado de Dios consumado. c) El juicio de Dios como decisión Además del aspecto revelador que acabamos de esbozar, el juicio comporta una discriminación. Esta decisión de parte de Dios no es algo exterior a la historia personal o social, sino algo que compete a ella. Es la actitud del hombre, su opción fundamental, el principio constitutivo de su situación definitiva. El encuentro con Dios ilumina esa situación y decide conforme a ella 198. En esa línea debe entenderse Jn 3,17-19: 196 El arameo “maranathá”. Por ejemplo, DzH n° 10 198 Me parece exagerado hablar, como lo hace Ruiz de la Peña, de “auto-juicio”. Me parece mejor hablar de una decisión que toma Dios, pero no arbitrariamente, sino en base a la decisión que ha hecho cada ser humano con su vida. 197 163 “(17) Porque Dios no ha enviado a su Hijo al mundo para juzgar 199 al mundo, sino para que el mundo se salve por él. (18) El que cree en él, no es juzgado; pero el que no cree, ya está juzgado, porque no ha creído en el Nombre del Hijo único de Dios. (19) Y el juicio está en que vino la luz al mundo, y los hombres amaron más las tinieblas que la luz, porque sus obras eran malas.” O bien Jn 5,24: “En verdad, en verdad les digo: el que escucha mi Palabra y cree en el que me ha enviado, tiene vida eterna y no incurre en juicio, sino que ha pasado de la muerte a la vida.” También Jn 12,47-48: “(47) Si alguno oye mis palabras y no las guarda, yo no le juzgo, porque no he venido para juzgar al mundo, sino para salvar al mundo. (48) El que me rechaza y no recibe mis palabras, ya tiene quien le juzgue: la Palabra que yo he hablado, ésa le juzgará el último día.” Por otra parte, en Mt 25,31 y ss, el Juez se limita a publicar que unos son “los benditos” porque han reconocido a Cristo en sus hermanos, y otros son “los malditos” por cuanto se han cerrado a tal reconocimiento. Estas dos versiones (Jn-Mt) del juicio difieren en que para Jn lo decisivo es la fe o la incredulidad; para Mt, en cambio, es el amor o el desamor. La discrepancia, en todo caso, es más aparente que real. En ambos casos, el juicio es develamiento de la postura asumida en la historia frente a Cristo (fe-incredulidad) y frente al prójimo, sacramento de Cristo (amor-desamor). Fe y amor se complementan mutuamente ya que el test irrefutable de la autenticidad de la fe consiste en que ella nos haga descubrir a Cristo en su “imagen”. La posibilidad de ser reconocidos en el juicio por el Cristo futuro (el Señor de la Parusía) depende de que ya ahora reconozcamos a Cristo presente en los hermanos. La epifanía del Kyrios glorioso verifica su identidad con el Jesús Siervo, identificado a su vez con los más pequeños de los hombres. Quienes han sellado con las obras del amor esa ardua identificación son, del modo más verdadero y cabal, los creyentes: “todo el que ama ha nacido de Dios y conoce a Dios” (1 Jn 4,7). Por el contrario, si en el prójimo maltratado y humillado no se ha descubierto la figura kenótica del Señor, “si Dios no ha sido reconocido en su debilidad histórica, tampoco puede ser acogido en su poder” (Duquoc). El juicio en cuanto decisión posibilita y funda la índole personal del hombre. Persona, en efecto, es el ser responsable, el dador de respuesta. No puede concebirse la personalidad al margen de la responsabilidad; y sólo se da auténtica responsabilidad allí donde se impone la rendición de cuentas: “ser-responsables es tener siempre alguna responsabilidad con alguien” (Schillebeeckx). La idea de juicio otorga a la idea de responsabilidad su último fundamento. Sin el horizonte del juicio, el hombre capitulará ante 199 En el sentido de juicio condenatorio. 164 la tentación de interpretar su libertad como ilimitada, cuando lo cierto es que dicha libertad se constituye como tal en el preciso límite de la responsabilidad. En última instancia, aquél ante quien responde el hombre es Cristo. Pero lo singular de Mt 25 está en que muestra que la causa de Cristo es la del hombre. Se supera así tanto una comprensión autonómica de la responsabilidad (el que cada hombre sea la última razón de su obrar), como exclusivamente teonómica (una sentencia de Dios que versa sobre “asuntos religiosos”). Ser persona significa vivir responsablemente cada hora como la hora de la decisión. El juicio consiste en esta permanente confrontación con la presencia interpelante del Kyrios; lo que significa que el fundamento radical de la responsabilidad humana se sitúa en la trascendencia: “sin un testigo divino, sin un Dios que se dirija a nosotros, no existe responsabilidad alguna” (Schillebeeckx). Mas, al mismo tiempo, el Señor que sale al encuentro del hombre no lo hace en la figura del “totalmente Otro”, sino en la que es propia del interpelado. El juicio, más que un proceso jurídico a celebrar en el final, es algo que se está llevando a cabo en la respuesta de la persona a sus responsabilidades históricas. Con todo, este elemento discriminador del juicio tiene algo que ver con la Parusía. Que la gloria de Cristo ponga en evidencia (como se señalaba antes) lo que latía en la opacidad y ambiguedad de la historia significa también que, a su resplandor, todo ser se encuentra con su propia verdad. Y esta manifiestación gloriosa hace que se polaricen en torno a Cristo los que son suyos, y patentiza, por tanto, la no pertenencia de los que lo rechazaron. Así, pues, el juicio escatológico, que es primariamente acto de salvación, lleva consigo secundariamente un aspecto judicial, por cuanto la manifestación del señorío de Cristo constituye la pública revelación del contenido real de la historia y del alcance irreversible de las opciones en ella operadas. 2.4.5. La hipótesis de la opción final ¿Es posible rectificar la opción fundamental tomada a lo largo de la vida después de la muerte? Hemos visto que no, dado que, según los textos bíblicos y magisteriales, con la muerte termina el “tiempo de prueba”. Existe, sin embargo, un grupo de autores que postulan que el hombre, “en el momento de la muerte”, delante de Dios, puede realizar una decisión radical que determine totalmente su futuro escatológico, incluso modificando la orientación que su existencia tenía hasta entonces 200. Según Glorieux, en la muerte se separa el alma del cuerpo, y puede, por lo mismo, la primera tomar una opción semejante a la que toman los ángeles (que son seres puramente espirituales); es decir, en una sola decisión definir completamente su futuro escatológico. Dicha decisión no ocurriría después de la muerte, sino en el instante en que se separa el alma del cuerpo, que pertenece todavía a la vida. Sería algo así como en un instante que es el último de la vida terrestre y el primero de la vida inmortal, en una especie de transición entre la vida y la muerte. 200 Son Glorieux, Troisfontaines, Boros. Más al alcance nuestro: BOFF,L. “Hablemos de la otra vida” (vida más allá de la muerte), Sal Terrae, Santander, (sin año), pp. 49-57. 165 Ante la crítica de que si es posible cambiar de ese modo la orientación que se ha tenido en la vida terrestre, los actos de esta última perderían su valor, lo que conduciría al laxismo, tanto Glorieux como los otros autores, recalcan la importancia de los actos del presente histórico. Los actos y actitudes del tiempo presente van formando una opción fundamental que influye poderosamente en la opción final. Lo normal es que la opción final ratifique la orientación que se ha tenido en la vida; sin embargo, sería posible modificarla, aunque psicológicamente esto fuera muy difícil. Los autores de esta hipótesis argumentan que sólo de este modo se salvaría la libertad de aquellos que no han podido tener opción fundamental: niños muertos antes de nacer o muy pequeños, personas con graves problemas de orden psicológico, etc. Algunos autores de los que defienden esta hipótesis, presentan a la muerte como el verdadero nacimiento del hombre, ya que sólo en ella (o en ese instante final) el hombre podría realizar un acto completamente libre de adhesión o de rechazo a Dios. Todos los otros actos o actitudes de la condición encarnada sería preparatorios de esta decisión final plena. Las criticas a esta hipótesis han sido las siguientes: - El espiritualismo. Según la Biblia, el hombre está compuesto de alma y cuerpo (y por eso la esperanza bíblica es la resurrección). Si se acepta este carácter encarnado del ser humano, no se ve por qué el alma sola tendría más facultades sin el cuerpo que con él. La comparación con la situación de los ángeles (que no comparten todos los defensores de la hipótesis) no hace más que acentuar este espiritualismo 201. - La desvalorización de los actos realizados durante la vida. Aún aceptando que en la hipótesis se dé un valor a estos actos, la posibilidad de un cambio total de la opción fundamental de algún modo les quita su valor decisivo. Ese carácter decisivo es lo que encontramos en las exhortaciones a la vigilancia presentes en los evangelios. - No convence la argumentación de que en ese instante final del alma separada estaríamos todavía en el tiempo de prueba y no más allá de él. No es filosófica ni bíblicamente convincente todo el planteamiento. ¿Qué decir de esta hipótesis? Me parece que la posibilidad de un cambio en la opción fundamental no estaría de acuerdo a los datos del NT ni del Magisterio eclesial 202. En los casos en que ella necesita completarse o perfeccionarse, estaríamos ante la realidad del purgatorio, que se verá más adelante 203. 201 Esta crítica no vale para el planteamiento de Boff, ya que para él la muerte no constituye una separación del alma y el cuerpo. 202 Me parece, en todo caso, esencial aquí la distinción entre pecado grave y mortal (ver arriba). Me resisto a creer que Dios pueda mandar al infierno a alguien por una acción determinada, a menos que ella refleje toda una orientación fundamental contraria a Él. 203 La posibilidad del purgatorio sólo se aplica en los casos de una opción fundamental que ya está ordenada a Dios. 166 Me parece diferente la realidad de los que no han tenido la posibilidad de realizar una opción fundamental: embriones, niños, dementes, 204 etc. En ese caso sí que Dios debe dar la oportunidad de optar o no por Él, ya que de otro modo, la entrada al Reino de Dios 205 sería un don impuesto, y el amor siempre presupone la libertad. 2.5. La Vida Eterna Lo que vamos a tratar aquí es el cumplimiento pleno de la promesa contenida en la Alianza, eso que tradicionalmente se llama Cielo. Veamos como se presenta en los textos del NT la plenitud de la salvación. 2.5.1. La Vida Eterna en el NT a) La predicación de Jesús Los sinópticos atestiguan la frecuencia con la que Jesús habla de la plenitud del Reinado de Dios. El Señor utiliza una variedad enorme de imágenes que describen la plenitud escatológica: Reino de Dios, paraíso, gloria, cielo, visión de Dios, etc. Las parábolas hablan del ésjaton utilizando símbolos cambiantes, adaptados cada vez a las peculiaridades de los diversos auditorios, de forma que la bienaventuranza es presentada a partir de las experiencias de plenitud constatables en la existencia histórica: a los mercaderes, Jesús les habla de la perla fina; a los pescadores, de la red repleta; a los campesinos de la cosecha abundante, etc. Tales símbolos, si bien pueden parecer ingenuos o banales, evocaban a los destinatarios del mensaje el gozo supremo de una vida consumada. Sería, por otra parte, no menos ingenuo pretender expresar lo indecible sin la ayuda del símbolo: ¿cómo decir en palabras humanas el contenido de esta Vida con Dios, sin recurrir a las imágenes suministradas por el lenguaje analógico o figurativo? De entre los símbolos empleados por Jesús, el del banquete mesiánico o el de la fiesta de matrimonio tiene una gran importancia (Mt 22,1-10; 25,1-10; Lc 12,35-38; 13,28-29; 14,16-24) y se remonta al profetismo del AT (Is 25,6). El matrimonio y la comida se relacionan con dos instintos prioritarios: el de la conservación de la especie y el de la propia conservación. Sexualidad y nutrición son las realidades que más inmediatamente se asocian con la idea de una vida consolidada y a salvo, y que el hombre ha espiritualizado, humanizándolas, en ceremonias rituales, mediante las cuales lo puramente biológico se trasciende y dignifica. Es también importante en estas imágenes el carácter comunitario de la plenitud en ellas reflejada. Así también el símbolo del Reinado de Dios tiene un alcance que supera el mero individualismo de la bienaventuranza y sugiere una comprensión de la Vida Eterna como la presencia triunfante de Dios que llena con su majestad toda la creación. Se trata de la consumación de una sociedad que alcanza su fin en la participación en la gloria de Dios, y 204 También aquellas personas que han tenido condicionamientos históricos, sociales o psicológicos de tal magnitud que han hecho imposible una decisión verdaderamente libre. 205 Por supuesto, descarto la posibilidad de que esas personas vayan al infierno o a una especie de “limbo”. Dios es amor gratuito que vence todo mal. 167 no la de unos destinos singulares que llegan a una felicidad individual. Estamos ante la comunión de un grupo congregado en torno a una personalidad sobresaliente. El señorío de Dios congrega a una comunidad en torno a Él. b) La visión de Dios “Bienaventurados los limpios de corazón porque ellos verán a Dios” (Mt 5,8). Para captar lo que significa la expresión “ver a Dios” hay que situarla al interior de la esperanza del Reinado de Dios. Para el semita, “ver al rey” es participar de su vida, vivir en su presencia. El común de los mortales no percibe lo que es esto; sólo los cortesanos, los que gozan de su intimidad, los que se sientan a su mesa y son distinguidos por su familiaridad “ven al rey”. En esta línea, se dice que los ángeles “ven a Dios”, ya que pertenecen a su corte (Mt 18,10). Después de esta primera clarificación, recorramos los textos más importantes que usan esta expresión. Un texto “clásico” sobre el tema es 1 Cor 13,8-13: “(8) El amor no acaba nunca. Desaparecerán las profecías. Cesarán las lenguas. Desaparecerá la ciencia.(9)Porque parcial es nuestra ciencia y parcial nuestra profecía. (10) Cuando vendrá lo perfecto, desaparecerá lo parcial.(11) Cuando yo era niño, hablaba como niño, pensaba como niño, razonaba como niño. Al hacerme hombre, dejé todas las cosas de niño.(12) Ahora vemos en un espejo, en enigma. Entonces veremos cara a cara. Ahora conozco de un modo parcial, pero entonces conoceré como soy conocido.(13) Ahora subsisten la fe, la esperanza y el amor, estos tres. Pero el mayor de todos ellos es el amor.” San Pablo contrapone el carácter imperfecto de los dones o carismas propios de la existencia temporal a la perfección que nos aguarda en el ésjaton. La diferencia entre ambas fases la ubica Pablo en el modo del conocimiento de Dios: “Ahora vemos en un espejo, en enigma. Entonces veremos cara a cara. Ahora conozco de un modo parcial, pero entonces conoceré como soy conocido.” El conocimiento imperfecto se debe a que a Dios lo percibimos a través de los elementos de la creación, que revelan y a la vez ocultan a su Creador. En el ésjaton eso no sucederá, ya que el contacto con Dios será directo. Hay que notar que el verbo conocer aquí es sinónimo de ver. La visión de Dios, entonces, debe ser entendida como encuentro, como relación personal de amor. Que el conocimiento y la visión se refieren a la comunión con Dios (aunque el conocimiento intelectual no esté negado) se puede apreciar al comparar este texto paulino con otro: “(6) Así pues, siempre llenos de buen ánimo, sabiendo que, mientras habitamos en el cuerpo, vivimos lejos del Señor,(7)pues caminamos en la fe y no en la visión...(8) Estamos, pues, llenos de buen ánimo y preferimos salir de este cuerpo para vivir con el Señor.”(2 Cor 5,6-8). El modo de conocimiento “por la fe” tiene lugar en la lejanía del Señor, mas llegará el momento en que ese conocimiento acontecerá “por la realidad vista”, cuando “vivamos con el Señor”. Es esta familiaridad es lo que el apóstol quiere. 168 El otro texto clave sobre la visión de Dios es 1 Jn 3,2: “ ... ahora somos hijos de Dios y aún no se ha manifestado lo que seremos. Sabemos que, cuando se manifieste, seremos semejantes a él, porque le veremos tal cual es.” Se discute si es a Dios o a Jesús el que veremos; es más probable que sea a Jesús. Se afirma que lo veríamos como persona divina. Es importante el que la visión engendra la semejanza con Cristo. La visión, entonces, es divinización, y ello porque “somos hijos de Dios”. La visión es participación en el ser de Cristo. c) La vida eterna Este símbolo es utilizado por los sinópticos como sinónimo de la fase final del Reino (Mc 9,43-48; Mc 10,17.30; Mt 25,31ss); pero es Juan quien profundiza en el concepto. Los principales puntos de su pensamiento son: - La vida eterna es poseída actualmente por la fe: quien cree en Cristo “tiene la vida”, o “la vida eterna”: Jn 3,36; 5,24; 6,47.53-54; etc. - Cristo es la fuente de esta vida, que “estaba en Él” desde su pre-existencia como Logos (Jn 1,4; 1 Jn 1,1). La encarnación no lo hace perder esa cualidad de depositario y dispensador de la vida: Jesús dice de sí mismo que “posee la vida” (Jn 6,57; 14,19) o, todavía más, que Él mismo “es” la vida (Jn 11,25; 14,6). Antes bien, ha venido al mundo para “darle la vida” (Jn 6,33; 10,10). - El don de la vida tiende, por su propia naturaleza, a lo definitivo (es vida eterna). Sin embargo, durante la existencia temporal puede perderse, por desaparición de la fe o por atentado contra el amor fraterno (1 Jn 3,14-15; 5,16). De ahí que la vida eterna no alcance su consumada perfección sino en el futuro, cuando el creyente sea asumido en la gloria de Cristo resucitado y esté donde mismo está (Jn 14,3; 17,24). Propio del dinamismo inherente a la vida es su capacidad de trascender la muerte y alcanzar una existencia que dura siempre (6,50-51.58; 8,51). - ¿En que consiste la vida eterna? “Esta es la vida eterna: que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y a tu enviado Jesucristo” (17,3). El conocimiento también aquí se refiere a un entrar en comunión personal. Se trata de una comunión vital con el Padre y el Hijo (1 Jn 1,3). En último término Jn identifica la vida eterna con la plenitud del amor: “yo les he dado a conocer tu nombre (...) para que el amor con que tú me has amado esté en ellos, como yo estoy en ellos” (Jn 17,26). Dado que Dios es amor (1 Jn 4,8) la comunión con su ser no puede ser otra cosa que amor. d) Ser con Cristo Tanto el símbolo de la visión de Dios como el de la vida eterna están animados de un vigoroso cristocentrismo. Ver o conocer a Dios es ver a Cristo tal cual es o estar con el Señor. 169 En los sinópticos encontramos varias indicaciones de la comunidad con Cristo constitutiva de la bienaventuranza. En la parábola de las 10 vírgenes (Mt 25,1-13) el esposo es el Señor de la Parusía: las vírgenes entran con él al banquete. En la última cena, la frase: “...no beberé del fruto de la vid hasta el día en que lo beba de nuevo con ustedes en el Reino de mi Padre” (Mt 26,29) sugiere que esta cena será la prolongación de la comida eucarística, en que los cristianos participan de la persona de Cristo. En cuanto a Pablo, es conocida la fórmula “con (o en) Cristo”: “Estaremos siempre con el Señor” (1 Tes 4,17), “preferimos salir de este cuerpo para vivir con el Señor” (2 Cor 5,8), etc. En el fondo, lo que se denomina reino de Dios, paraíso, vida eterna, no es sino “ser con Cristo”, en forma definitiva. Allí donde está Cristo está el Reino de Dios. e) En la Nueva Creación El carácter mundano del ser humano hace que no sea posible pensar en un futuro de plenitud separado del mundo. Así lo entiende también el NT: “Pues esperamos, según nos lo tiene prometido, nuevos cielos y nueva tierra, en los que habite la justicia” (2 Pe 3,13). “Luego ví un cielo nuevo y una tierra nueva, porque el primer cielo y la primera tierra desaparecieron y el mar no existe ya. Y vi a la Ciudad Santa, la Nueva Jerusalén, que bajaba del cielo, de junto a Dios engalanada como una novia vestida para su esposo” (Ap 21,1-2). Pablo desarrolla toda una teología sobre la unidad de la creación y redención en Cristo. Como hemos visto en la primera parte del curso, Cristo es mediador de la creación (1 Cor 8,6; Col 1,16-17) porque lo es de la salvación. Por ello ha de “reconciliar” o “recapitular” todas las cosas (Ef 1,10; Col 1,20). Particularmente importante es Rm 8,19-23: “(19)Pues la ansiosa espera de la creación desea vivamente la revelación de los hijos de Dios.(20) La creación, en efecto, fue sometida a la vanidad, no espontáneamente, sino por aquel que la sometió, en la esperanza(21) de ser liberada de la servidumbre de la corrupción para participar en la gloriosa libertad de los hijos de Dios.(22)Pues sabemos que la creación entera gime hasta el presente y sufre dolores de parto.(23)Y no sólo ella; también nosotros, que poseemos las primicias del Espíritu, nosotros mismos gemimos en nuestro interior anhelando el rescate de nuestro cuerpo.”. Este texto contiene 3 afirmaciones: - La suerte del universo está ligada a la del hombre; éste arrastró a aquel en su destino de corrupción, y lo hará partícipe de su liberación. 170 - Más concretamente, la redención del universo depende de la resurrección (el rescate de nuestro cuerpo) nuestra a imagen de la de Jesús. - Todo el universo se transformará, liberándose del sin-sentido que la afecta. Como “en dolores de parto” la nueva creación se está gestando en el mundo presente. 2.5.2. La enseñanza de la Iglesia Los primeros símbolos de fe recogen la esperanza cristiana en “la vida eterna” (DzH nn.15, 19, 21 y ss). Diversos documentos del Magisterio consideran la bienaventuranza como un “reinar con Cristo” (DzH nn. 540, 575, 1821, 2187, etc.). Pero sin duda la más importante de las declaraciones magisteriales en torno a nuestro tema, hasta el Vat. II, es la constitución dogmática de Benedicto XII “Benedictus Deus”: “Por esta constitución (...) definimos que (...) las almas (...) inmediatamente después de su muerte (...) aún antes de la reasunción de sus cuerpos y del juicio universal, (...) estuvieron, están y estarán en el cielo, en el reino de los cielos y paraíso celeste con Cristo, agregados a la compañía de los santos ángeles, y después de la muerte y pasión de nuestro Señor Jesucristo vieron y ven la divina esencia con visión intuitiva y también cara a cara, sin mediación de creatura alguna que tenga razón de objeto visto, sino por mostrárseles la divina esencia de modo inmediato y desnudo, clara y patentemente y que viéndola así gozan de la misma divina esencia y que, por tal visión y fruición, las almas de los que salieron de este mundo son verdaderamente bienaventuradas y tienen vida y descanso eterno, y también las de aquellos que después saldrán de este mundo, verán la misma divina esencia y gozarán de ella antes del juicio universal; y que esta visión de la divina esencia y la fruición de ella suprime en ellos los actos de fe y esperanza, en cuanto la fe y la esperanza son propias virtudes teológicas; y una vez que hubiere sido o será iniciada esta visión intuitiva y cara a cara y la fruición en ellos, la misma visión y fruición es continua sin intermisión alguna de dicha visión y fruición, y se continuará hasta el juicio final y desde entonces hasta la eternidad. [2 Cor 5,10]” (DzH n° 1000-1002). La atención se dirige sobre la visión de Dios sobre la que se hacen una serie de precisiones: - El hecho de la visión: los bienaventurados (“los que estuvieron, están y estarán en el cielo”) “vieron y ven la esencia divina”. - El modo de la visión: se trata de una “visión intuitiva” (no es un conocimiento discursivo), “cara a cara”, (no a través de alguna creatura) de “la esencia divina”. - Las consecuencias de la visión: el gozo (“con tal visión gozan de la misma esencia divina”), la bienaventuranza (“son verdaderamente bienaventurados”) y la vida eterna (“tienen el descanso y la vida eterna”). - La duración de la visión: ésta, una vez comenzada, permanece “sin interrupción (...) hasta la eternidad”. 171 Es de notar el carácter marcadamente intelectual que en este documento reviste la vida eterna. Llama la atención que no se mencione explícitamente el amor; en cambio se insiste en el conocimiento y se asigna como objeto del mismo “la esencia divina”. Se alude al elemento cristológico muy de pasada (los bienaventurados están en el cielo... con Cristo). En síntesis, la doctrina, notable por su rigor y precisión conceptual, no recoge (ni tampoco lo pretende) todos los aspectos bíblicos de la realidad que denominamos “vida eterna”. La misma visión de Dios, objeto central de la definición, es entendida (legítima pero unilateralmente) en un sentido secamente cognoscitivo, sin los profundos matices vivenciales que alcanza en la Escritura. La dimensión social no juega ningún papel. Sin embargo, la definición sirve para enfrentar algunos errores de la época, como el del retardo de la bienaventuranza al final de la historia. En la misma línea se mueve el Concilio de Florencia: en el cielo “se ve intuitivamente al mismo Dios, trino y uno, como es” (DzH nº 1305). En el Concilio Vaticano II, la constitución Lumen Gentium ha aportado a la doctrina del Magisterio importantes complementos: - El nº 48 recoge la visión de Dios: “en la gloria (...) seremos semejantes a Dios porque lo veremos tal como es”. Pero inmediatamente añade la expresión “ser con Cristo”, “reinar con Cristo glorioso”, “entrar con Él a las bodas”. - En el nº 49 se afirma que “los bienaventurados están íntimamente unidos con Cristo”, el cual “vendrá para ser glorificado en sus santos y mostrarse admirable en todos los que creyeron”. - El aspecto social se encuentra en las alusiones a la Iglesia como sujeto de la vida eterna (nº 48): “La Iglesia (...) se consumará en la gloria celeste” 206. El nº 51 concluye el capítulo hablando de la “ciudad celestial” y “la Iglesia de los santos”, y calificando su estado actual como transitorio. Respecto del tema de la Nueva Creación, el Concilio dedica a él un número completo: GS 39 (que hemos visto en la presentación de la Parusía): “(a) Ignoramos el tiempo en que se hará la consumación de la tierra y de la humanidad. Tampoco conocemos de qué manera se transformará el universo. La figura de este mundo, afeada por el pecado, pasa, pero Dios nos enseña que nos prepara una nueva morada y una nueva tierra donde habita la justicia, y cuya bienaventuranza es capaz de saciar y rebasar todos los anhelos de paz que surgen en el corazón humano. Entonces, vencida la muerte, los hijos de Dios resucitarán en Cristo, y lo que fue sembrado bajo el signo de la debilidad y de la corrupción, se revestirá de incorruptibilidad, y, permaneciendo la caridad y sus obras, se verán libres de la servidumbre de la vanidad todas las criaturas, que Dios creó pensando en el hombre. 206 Ver también 49, 50. 172 (b) Se nos advierte que de nada le sirve al hombre ganar todo el mundo si se pierde a sí mismo. No obstante, la espera de una tierra nueva no debe amortiguar, sino más bien estimular, la preocupación de perfeccionar esta tierra, donde crece el cuerpo de la nueva familia humana, el cual puede de alguna manera anticipar un vislumbre del siglo nuevo. Por ello, aunque hay que distinguir cuidadosamente progreso temporal y crecimiento del reino de Cristo, sin embargo, el primero, en cuanto puede contribuir a ordenar mejor la sociedad humana, interesa en gran medida al reino de Dios. [c] Pues los bienes de la dignidad humana, la unión fraterna y la libertad; en una palabra, todos los frutos excelentes de la naturaleza y de nuestro esfuerzo, después de haberlos propagado por la tierra en el Espíritu del Señor y de acuerdo con su mandato, volveremos a encontrarlos limpios de toda mancha, iluminados y trasfigurados, cuando Cristo entregue al Padre el reino eterno y universal: "reino de verdad y de vida; reino de santidad y gracia; reino de justicia, de amor y de paz". El reino está ya misteriosamente presente en nuestra tierra; cuando venga el Señor, se consumará su perfección.” En el primer párrafo (a) se afirma el hecho de la Nueva Creación y como la certeza de él es compatible con la ignorancia del cómo y cuando del mismo. El segundo párrafo (b) sale al encuentro de la crítica de que la Nueva Creación disminuye el compromiso con el mundo presente. Reino de Dios y progreso no son lo mismo, pero el segundo interesa al primero. El último párrafo, trata de la continuidad entre “los frutos de nuestros esfuerzos” y “el mundo futuro”, ¿cómo debe entenderse esa continuidad? Más adelante veremos la discusión teológica al respecto. 2.5.3. Reflexiones teológicas a) Ser en Cristo Hemos criticado en la constitución Benedictus Deus la poca presencia de Jesucristo en su presentación de la bienaventuranza como “ver la esencia divina”. Si por visión entendemos una comunión existencial y si tenemos en cuenta que la humanidad ha sido asumida de forma permanente por el Logos (en su naturaleza humana), entonces la felicitad debe consistir en un encuentro pleno con el Padre integrados en Cristo, como hermanos de Él. Esta comunión no significa un disolverse en Dios o en Cristo. Del mismo modo como las personas divinas no se anulan por su común esencia, así cada bienaventurado verá enriquecerse su propio modo de ser en la comunión con Dios y con los hermanos. b) Divinización “Sabemos que, cuando se manifieste, seremos semejantes a Él, porque le veremos tal cual es”, nos dice 1 Jn 3,2. Si la visión de Dios es encuentro, entonces nos haremos semejantes a Cristo al participar de su vida divina. Se trata de la auténtica divinización, del 173 anhelo máximo del hombre de una vida en plenitud (“serán ustedes como dioses”, decía la serpiente de Gn 3) pero esta vez realizado de verdad, sin engaños, sin destrucción. c) La vida eterna Si se participa del modo de ser de Dios entonces se participa de su eternidad. Al hablar de vida eterna, los textos del NT están pensando en el sentido bíblico de vida, como abundancia, encuentro, comunicación. La imagen de la Benedictus Deus de una estática contemplación de la inmutable esencia divina hoy nos huele a eterno aburrimiento. En efecto, hoy lo estático nos parece pobre y en cambio nos fascina el movimiento (“viva el cambio”) porque lo asociamos a la idea de desarrollo. No es así en la antigüedad y en la edad media; allí el cambio es sinónimo de deterioro o incluso de caos. Por eso Dios es concebido como el que está más allá de todo lo contingente, como el inmutable. Desde otros presupuestos, es posible pensar la vida eterna como un permanente cambio o renovación. No como el cambio que obedece a alguna carencia o necesidad, sino el de un permanente progreso en el amor y en el encuentro. Tal como Dios es inagotable, así deberá ser nuestro conocimiento y comunión con Él. d) La “comunión de los santos” La vida eterna al ser comunión con Cristo es también “comunión de los santos”, es decir, de todos los salvados por Dios. Será posible entonces experimentar de verdad y en plenitud la hermandad y filiación divina, que actualmente es más objeto de fe que de comprobación cotidiana. Será posible entonces realizar aquello que hoy nos parece imposible: que la vida en sociedad respete y potencie al individuo y viceversa 207. e) Mundanidad El texto citado más arriba de la GS tocaba ampliamente este punto. Sin embargo, la discusión posterior se centró en dos puntos: - ¿Postula la Nueva Creación la destrucción de este mundo y la creación de un mundo totalmente nuevo, o bien la transformación de este mundo? Ha sido propio de la apocalíptica plantear las cosas de acuerdo a la primera alternativa. Todos tenemos presente las catástrofes cósmicas típicas de este género literario. La respuesta viene dada por una correcta lectura del NT. Los seres humanos somos solidarios de este mundo y no de otro. Cristo es creador, reconciliador y recapitulador de este mundo y no de otro. Una vez contestada la pregunta de este modo, surge una nueva cuestión: 207 Hasta ahora, en nuestros modelos de sociedad, ha primado o un individualismo no-solidario o un colectivismo aplastante. 174 - ¿Cuál es el alcance escatológico de la actividad humana? Ha habido en este punto dos posturas extremas: la de un escatologismo radical que sostiene que esta actividad no tiene ningún valor y que propicia una “fuga mundi”, y la de un encarnacionismo también radical que tiende a mirar la historia como desarrollo ascendente que culminará en la Parusía. Esta última, es vista, entonces, como fruto del esfuerzo humano. El texto conciliar descartó estos dos extremos. En contra de la primera postura, insistió en la importancia del compromiso social; en contra de la segunda, distinguió entre progreso temporal y Reino de Dios, y afirmó que el primero interesa al segundo. Sin embargo, hay un punto que sigue abierto (y que es dejado como tal por el Concilio): lo que permanece en la Nueva Creación, ¿es “la esperanza, fe y caridad” que se ponen en el trabajo o hay una permanencia de los resultados de la actividad humana (por supuesto, transformados)? 2.5.4. Vida eterna y estado intermedio Hemos visto que tanto el NT como el Magisterio eclesiástico (Benedictus Deus) postulan el comienzo de la vida eterna inmediatamente después de la muerte (a excepción de los que están en estado de purgatorio). Aquellos que son partidarios de una escatología de una fase, afirman que, depués de la muerte, el bienaventurado desemboca en la Parusía, en la resurrección y el juicio, y que con ellos comienza la vida eterna. Por el contrario, los que mantienen una escatología de doble fase, afirman que la vida eterna comienza inmediatamente después de la muerte y antes de la Parusía y la resurrección de los muertos. En esta segunda postura se coloca la constitución Benedictus Deus 208. Ella afirma que, después de la muerte, el alma separada vive de modo completo la bienaventuranza. Es importante comprender en qué sentido se entiende que esa bienaventuranza sea completa. Lo es en el sentido del encuentro con Dios (la visión directa), de la felicidad y de la comunión con los redimidos (la comunión de los santos). No se trata de una especie de “limbo” aparte de Dios o de un encuentro a medias. Pero, desde otro punto de vista, esta situación tiene varias carencias: - La ausencia (temporal) del cuerpo, que es el gran vehículo de la comunicación humana. Si se postula la bienaventuranza actual, por lo menos hay que reconocer que el encuentro con Dios, con los demás y la alegría que de ello brota, se acrecentará en con la resurrección. - La comunión de los santos, que no es plena en el sentido de que falta todavía el número total de los salvados. La Iglesia siempre ha sostenido la preocupación de los cristianos que están en el cielo por aquellos que aún están en la tierra. Esa preocupación, 208 Los que defienden la escatología de una sola fase sostienen que la constitución “definió” (como dogma) la retribución inmediata después de la muerte y no la existencia de un estado intermedio. Se reconoce que en el texto se encuentra dicho estado intermedio, en el que está el alma separada, pero que no es objeto de la definición. 175 en lo que tiene de angustiosa, se terminará con la resurrección, cuando el Cuerpo de Cristo esté completo. - La carencia de mundanidad. El mundo es el hogar del hombre, su patria. La felicidad de los salvados sólo podrá ser total al recuperar “las propias raíces” en esta tierra que es la nuestra. 2.6. La muerte eterna 2.6.1. Introducción La historia humana, a la luz de la fe, tiene sólo un fin: la salvación. No estamos ante una doctrina de los dos caminos: vida eterna y muerte eterna. Ello se nota, sobre todo en que la Parusía y la vida eterna son una certeza, en cambio la condenación es una posibilidad. Dos son los problemas que plantea el tema de la muerte eterna o infierno. - El primero es el de las representaciones: los símbolos ocupados en el NT han sido tomados como descripciones del más allá. Por ello han sobre-abundado en la historia de la teología y de la predicación las descripciones morbosas sobre las torturas del infierno. - El segundo, el más importante, es compatibilizar la existencia de una perdición total y eterna con la de un Dios que es amor y misericordia 2.6.2. La doctrina del NT a) El Evangelio, mensaje de salvación El anuncio de Jesús de la cercanía del Reinado de Dios es fundamentalmente de salvación. A diferencia de Juan Bautista y de los profetas anteriores (que prometían bendiciones y maldiciones), Jesús no anuncia una salvación y condenación al mismo nivel. Son conocidas las parábolas de la misericordia (el hijo pródigo, el fariseo y el publicano, la oveja perdida) y el perdón gratuito que Jesús ofrece a los pecadores. En el Cuarto Evangelio, Jesús se define como salvador: “porque Dios no ha enviado a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo se salve por Él” (Jn 3,17); “si alguno oye mis palabras y no las guarda, yo no lo condenaré, porque no he venido a condenar al mundo, sino para salvar al mundo” (Jn 12,47). Tampoco Pablo piensa que el Evangelio sea un anuncio bivalente de salvación y condenación: “Pero ahora, sin la Ley, la justicia de Dios se ha manifestado, atestiguada por la Ley y los Profetas, justicia de Dios por la fe en Jesucristo, para todos los que creen –pues no hay diferencia; todos pecaron y están privados de la gloria de Dios- y son justificados por el don de su gracia, en virtud de la redención realizada en Cristo Jesús” (Rm 3,21-24). La Primera Carta de Juan, define a Dios como “amor” (1 Jn 4,8). 1 Tim le atribuye el propósito serio y eficaz, de que todos los hombres se salven y conozcan la verdad (1 Tim 176 2,4). 2 Pe afirma que Dios usa la paciencia, prolongando la historia, puesto que no quiere que alguien perezca, sino que todos se conviertan (2 Pe 3,9). b) La revelación de la muerte eterna Sin embargo, y pese a los pasajes que acabamos de recorrer, el NT contempla también otra posibilidad: una situación de fracaso absoluto del hombre, un destino cuyo horror sobrepasa cualquier experiencia límite de esta vida. En el NT la idea de condenación se formula en una serie de expresiones que significan, dentro de su variabilidad, la negación de aquella comunión con Dios que constituye la bienaventuranza. Así, Jesús habla de “perder la vida” (Mc 8,35), de “perder alma y cuerpo en la gehenna” (Mc 9,43), de “no ser conocido” 209 (Mt 7,23). En correspondencia con la imagen del Reino como banquete, los pecadores son “echados fuera” de la mesa (Lc 13,28-29); las vírgenes necias quedan fuera de la fiesta de matrimonio (Mt 25,10-12). Pablo hablará de “no heredar el Reino” (1 Cor 6,9-10) y Juan de “no ver la vida” (Jn 3,36). Como se ve, todas estas fórmulas tienen en común el presentar el estado de condenación como consistente, sobre todo, en la exclusión de aquel acceso inmediato a Dios o a Cristo en el que los hombres alcanzan la vida eterna. Aquí el infierno no se describe en forma positiva sino por negación de los aspectos de la vida eterna. Además de este lenguaje negativo, el NT contiene numerosas descripciones, en términos positivos, de la muerte eterna: Se habla de la “gehenna de fuego” (Mt 18,9), del “horno de fuego” (Mt 13,50), del “fuego inextinguible” (Mc 9,43.48), del “llanto y crujir de dientes” (Mt 13,42), del “estanque de fuego y azufre” (Ap 19,20), del “gusano que no muere” (Mc 9,48), etc. Se trata, como lo atestigua la oscilación de las imágenes, de un lenguaje simbólico, con el que se pretende subrayar que la privación eterna de Dios supone para el hombre el trágico fracaso de su vida y, por lo tanto, del mayor de los sufrimientos. La preponderancia de la imagen del fuego ha dado pie a que sobre ella se concentrara la atención de los teólogos. Ha menudo se ha interpretado al pie de la letra, como un fuego real, que constituiría una de las “penas” del infierno. Hay que notar que en el vocabulario de los sinópticos el fuego no es una parte del infierno, sino todo el estado de condenación 210. En consecuencia, no parece legítimo postular por razones exegéticas la distinción entre una “pena privativa” (a la que se referirían los pasajes antes citados, que 209 Recuérdese que “conocer” es comunicarse íntimamente en el ámbito de una relación interpersonal. Así, por ejemplo, en Mt 25,34-41, en que la expresión Reino de Dios se contrapone a “fuego eterno”. Otro tanto en Mt 18,9 en que se contrapone “entrar en la vida” con “ser arrojado a la gehenna de fuego”, y así otros casos. 210 177 usan un lenguaje negativo) y otra diversa de índole positiva (que estaría enseñada por los textos recién citados). La distinción que sí debe hacerse es la de un aspecto de exclusión de la vida con Dios y otro del aspecto doloroso que tal exclusión entraña. Ambas series de textos no remiten a elementos distintos y complementarios de la perdición, sino al mismo y único estado de muerte eterna, considerado siempre globalmente. Cabe preguntarse, aún así, por qué la imagen del fuego ha prevalecido (en las fórmulas de tipo positivo) sobre las demás. ¿Tal vez porque sugiere un dolor sumamente penetrante y agudo? Esa es, sin duda, la asociación de ideas más inmediata para nuestra cultura. Pero varios lugares de los sinópticos apuntan a otra explicación, más próxima al mundo mental de Palestina: la del fuego como destino de lo inservible. Eso es lo que vemos en la advertencia de Juan Bautista, cuando afirma que el árbol que no dé fruto “será echado al fuego” (Mt 3,10), o que lo mismo sucederá con la paja, una vez separada del trigo (Mt 3,12). Jesús se expresa de modo semejante: “Todo árbol que no da buen fruto (...) es arrojado al fuego” (Mt 7,19); también eso es lo que se hace con la cizaña (Mt 13,30.40-42). El símbolo del fuego, entonces, iría en la línea de una vida sin comunión con Dios. Fuera de esta comunión, la existencia humana queda totalmente frustrada; es tan inútil y sin sentido como el árbol sin fruto o la paja sin grano. ¿Cómo se compatibiliza esta doctrina de la muerte eterna con los textos del NT que hablan de la bondad de Dios y el anuncio de la salvación por Jesús? Sin perjuicio de volver sobre el tema en las reflexiones sistemáticas, se puede encontrar una pista en los textos joánicos que hablan del juicio como autojuicio: Jn 3,17-19: “(17) Porque Dios no ha enviado a su Hijo al mundo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por él. (18) El que cree en él, no es juzgado; pero el que no cree, ya está juzgado, porque no ha creído en el Nombre del Hijo único de Dios. (19) Y el juicio está en que vino la luz al mundo, y los hombres amaron más las tinieblas que la luz, porque sus obras eran malas.” Se puede observar aquí la idea de que quien no cree se condena a sí mismo. Jn 12,47-48: “(47) Si alguno oye mis palabras y no las guarda, yo no le juzgo, porque no he venido para juzgar al mundo, sino para salvar al mundo. (48) El que me rechaza y no recibe mis palabras, ya tiene quien le juzgue: la Palabra que yo he hablado, ésa le juzgará el último día (...)” La idea central aquí es que quien no acoge la palabra de salvación se condena a sí mismo. 178 Otro tanto vemos en Mt 25,32 y ss, en donde los condenados no son tales porque el Señor los coloque en ese estado sino porque se han labrado su propio destino de condenación cerrándose a la obras del amor fraterno. El hombre se basta a sí mismo para perderse, cuando se sustrae voluntariamente a la oferta de salvación. 2.6.3. La fe de la Iglesia En los documentos del Magisterio, la doctrina del infierno aparece tardíamente. El hecho de que no se contenga en los antiguos símbolos de fe (mientras que la vida eterna es uno de los artículos más pronto insertados en ellos) corrobora cuanto se ha dicho más arriba sobre la no pertenencia de la muerte eterna al “Evangelio” y la índole no simétrica de la escatología cristiana. La primera mención se encuentra en el símbolo Quicumque, redactado probablemente en la segunda mitad del siglo V o a comienzos del siglo VI: “los que, en cambio, (hicieron) el mal, (irán) al fuego eterno” (DzH 76). El sínodo “endemousa” condena la opinión de Orígenes sobre la apocatástasis (o restauración), esto es la posibilidad que tendría el condenado, mediante encarnaciones sucesivas, de cambiar su suerte: “Si alguno dice o siente que el castigo de los demonios o de los hombres impíos es temporal y que en algún momento tendrá fin, o que se dará la reintegración de los demonios o de los hombre impíos, sea anatema” (DzH nº 411). En la época mediaval el Concilio Lateranense IV emitió una profesión de fe en contra de la herejía albigense, “... ha de venir al fin del mundo, ha de juzgar a los vivos y a los muertos, y ha de dar a cada uno según sus obras, tanto a los réprobos como a los elegidos: todos los cuales resucitarán con sus propios cuerpos que ahora llevan, para recibir según sus obras, ora fueren buenas ora fueren malas; aquellos, con el diablo, castigo eterno; y éstos, con Cristo, gloria sempiterna”(DzH nº 801). Esta declaración fue hecha porque los albigenses no admitían otro estado penal que el de la encarnación. Según ellos, las almas pecadoras sufrirán tantas reencarnaciones cuanto sean necesarias para librarse de sus culpas. La apocatástasis pondrá fin a estas encarnaciones sucesivas y traerá consigo la aniquilación de la materia. Como se ve, tales puntos de vista pueden como un neo-origenismo, y proceden de una cosmovisión dualista. Un siglo más tarde, la constitución dogmática Benedictus Deus vuelve a tratar la doctrina del infierno, después de haber expuesto la concerniente a la visión de Dios: 179 “Definimos además que, según la común ordenación de Dios, las almas de los que salen del mundo con pecado mortal actual, inmediatamente después de su muerte bajan al infierno donde son atormentados con penas infernales, y que no obstante en el día del juicio todos los hombres comparecerán con sus cuerpos ‘ante el tribunal de Cristo’, para dar cuenta de sus propios actos, ‘a fin de que cada uno reciba los propio de su cuerpo, tal como se portó, bien o mal’ (2 Cor 5,10)” (DzH n° 1002). Este texto impone dos observaciones: - Ante todo, que no se precisa en qué consisten las “penas infernales”; teniendo en cuenta que en el contexto precedente se ha definido la vida eterna como visión inmediata de Dios, es lícito suponer que dichas penas consistirían (fundamentalmente al menos) en el completo y definitivo alejamiento de Dios. - En segundo lugar, merece notarse que el lenguaje empleado por la constitución al referirse a la vida eterna da por supuesta la existencia de hecho de bienaventurados. No ocurre lo mismo en lo tocante a la muerte eterna; su facticidad se hace depender de una condición (que alguien muera “en pecado mortal actual”). No se define por tanto, la realidad fáctica de la perdición, sino su posibilidad, realizable si se cumple la condición previamente estipulada. La constitución Lumen Gentium del Concilio Vaticano II ha tocado el tema del infierno transcribiendo diversos textos del NT (LG 48). El texto presentado originalmente para la discusión no mencionaba la muerte eterna; ésta se introdujo en el texto definitivo a petición de varios Padres, y es presentada como una posibilidad que ha de estimularnos a la constante vigilancia. En cambio se rechazó otra petición, que deseaba ver afirmada la existencia de hecho de condenados. 2.6.4. Reflexiones teológicas a) El infierno, creación del hombre Las declaraciones bíblicas sobre la bondad de Dios y de su creación, así como sobre su voluntad salvífica, prohiben atribuirle una responsabilidad directa (o voluntad positiva) en la existencia de una voluntad de perdición. El infierno no es voluntad de Dios. La voluntad divina respecto de él es idéntica a su voluntad respecto del pecado, ya que la muerte eterna no es sino fruto del pecado. Si es evidente que Dios no puede crear ni querer el pecado, tampoco puede crear ni querer el infierno. El cielo sólo puede existir como don de Dios; el infierno sólo puede existir como creación del hombre. El problema teológico sobre la muerte eterna es, en síntesis, el de las reales dimensiones de la libertad humana. El primer punto, entonces, es el de reconocer la realidad del pecado humano. Si se niega la culpa o se la entiende mal (como “error”, por ejemplo), entonces se niega también la responsabilidad y la libertad. 180 El segundo punto es si, una vez reconocida la realidad del pecado, es si el hombre es capaz de “pecado mortal”, esto es, si puede pronunciar un “no” definitivo a Dios. La fe cristiana afirma esa capacidad humana y ello por dos razones: - La no imposición del amor de Dios (o gracia). En efecto, el amor no puede imponerse; sólo puede ser una oferta a la libertad; y como toda oferta tiene la posibilidad de ser rechazada. - La experiencia de un “no” a Dios a través de la negación de su “imagen”, el hombre. No se puede negar la existencia de situaciones objetivas de pecado (social e individual). Estas situaciones piden una responsabilidad subjetiva, en seres humanos concretos. Una ojeada a la historia (incluso a la actual) muestra que hay hombres animados por una voluntad de negación del prójimo, que no dudan en construir su vida sobre la violencia inferida, en sus más diversas manifestaciones, al que debería ser tratado como hermano. En el laberinto de las responsabilidades interdependientes, los tribunales de la historia no siempre podrán individualizar su rostro. Pero esas responsabilidades existen o, lo que es lo mismo, el pecado (la negación culpable de Dios) existe 211. En resumen: existe el pecado; luego puede existir el infierno. De la facticidad de aquél se sigue la real posibilidad de éste. Por eso, a los que dicen no poder creer en el infierno habría que preguntarles si tampoco creen en los “infiernos” actualmente existentes. Quienes reconozcan que se dan en la historia, con una constancia de pesadilla, situaciones auténticamente infernales, deberán admitir la aptitud del hombre para instaurar y consolidar lo que la fe llama “infierno”: una situación de perversión de lo humano, de perdición. Si existen los infiernos intra-históricos, puede existir el infierno meta-histórico; en aquellos está hecho el ensayo general de éste, están dados ya sus ingredientes básicos. No debe olvidarse que se está hablando de posibilidad, no de facticidad. El paso de una a otra no lo puede dar el teólogo, ni siquiera la Iglesia. Los cristianos no podemos excluir categóricamente que la gracia pueda triunfar de hecho (respetando la libertad humana) en todos y cada uno de los casos, y que el mortalmente pecador vaya a dejarse transformar por la misericordia de Dios para convertirse y vivir. No tenemos derecho a excluirlo; pero tampoco tenemos derecho a exigirlo. Lo único que podemos (y debemos) hacer es esperar y rogar a Dios para que así sea. Nos es lícito nutrir la esperanza en una salvación de todos. b) Estructura de la muerte eterna Suponiendo que la posibilidad-infierno se realizara de hecho, ¿en qué consistiría? Como la muerte eterna no es sino el pecado mortal consolidado y produciendo sus frutos, 211 A estas consideraciones son especialmente sensibles los teólogos de la liberación. En América Latina, el cúmulo de injusticias e indignidades hace nítidamente perceptible la realidad del “no” culpable a Dios. “Esta posibilidad histórica (el infierno) yace hoy bajo la conjura del silencio (...) A los burgueses (...) no les gusta el infierno. Saben que, si el infierno existe, serán los primeros inscritos en la lista. En cambio, si nos colocamos en la perspectiva de los pobres (...), debemos admitir que si el infierno no existiera sería preciso inventarlo “ (Trigo,P. “Creación e historia en el proceso de liberación”, Madrid, 1988, citando a Comblin). 181 bastará recordar cuáles son los rasgos constitutivos de éste para tener un diseño fiable de aquella. El pecado es, ante todo, un “no” a Dios. Luego, el infierno será la existencia sin Dios. Esto es su esencia. Es necesario advertir que todavía no tenemos experiencia de lo que esto significa. Durante nuestra existencia terrena, Dios nunca está tan lejos que no podamos sentir de algún modo su presencia, incluso para el pecador. Dios no quiere la muerte del pecador sino que “se convierta y viva”; Él está como el que “está en la puerta y llama” (Ap 3,20). No sabemos los que es vivir sin Dios; ser hechos para Él y no poder llegar a Él; percibir lo que representa el centro de atracción de todo el dinamismo humano como fuerza repulsiva; perder de este modo el sentido de una existencia que ya no tiene objeto. Además de un “no” a Dios, el pecado es negación de su imagen, el hombre. Es la ruptura de la comunión inter-humana por la vía de la afirmación egocéntrica del propio yo. El infierno será, pues, la no-ciudad, el no-pueblo: soledad y no comunidad. El que había optado por sí mismo, y por nadie más; se tiene finalmente a sí mismo, y a nadie más. El egoísmo atomiza la existencia, apresando al hombre en el cerco de una inviolable clausura. La soledad infernal conlleva el silencio; la imagen ominosa del único lenguaje posible en el infierno es “el crujir de dientes” de los sinópticos, el sonido inarticulado, no significativo, no comunicativo. Por fin, el pecado es un “no” a la armonía de la realidad, introduce un germen de caos en el cosmos, corrompe la creación. Pues bien, en la Nueva Creación, centrada en Dios (que será “todo en todas las cosas”: 1 Cor 15,28) y ordenada en torno a ese centro unificador, el pecador no encontrará su sitio 212; experimentará el mundo, no como albergue acogedor de la existencia, sino como medio inhóspito que lo asedia y oprime sin tregua y del que no puede, sin embargo, evadirse, porque a él lo liga su mundanidad constitutiva. Lo que la teología clásica llamó “pena de sentido” sólo puede entenderse así, como la resonancia en el condenado de la inversión (causada por el pecado) del orden natural de la creación. Estos 3 puntos pueden sintetizarse en la afirmación de que la muerte eterna es la sansión inmanente de la culpa (Rahner). Concebirla como una serie de penas impuestas desde fuera no sólo volvería a plantear la cuestión de una eventual causalidad positiva de Dios en su existencia, sino que sería proyectar en Dios la experiencia del castigo-venganza inflingido por un juez que fija penas discrecionales y extrañas al delito mismo. Lo que impropiamente se ha llamado con frecuencia “castigo divino” no es tal sino la obra misma del propio pecado. 212 Es lo que quizo decir el Papa Juan Pablo II con su afirmación de que el infierno no es un lugar sino un estado: “Este estado de autoexclusión definitiva de la comunión con Dios y con los bienaventurados es lo que se designa con la palabra infierno” (Catequesis de la audiencia general de los miércoles del 28 de junio de 1999, n. 1033). Como se ve, no se trata de una negación de la existencia del infierno, como tan majaderamente se ha dicho en los medios de comunicación. El texto de la catequesis papal se puede encontrar en http://www.multimedios.org/ 182 2.7. El purgatorio ¿Existe la posibilidad de una purificación o maduración ultraterrena antes de acceder a la vida eterna para aquellos que no tienen pecado mortal? La Iglesia así lo ha sostenido a lo largo de su historia. Sin embargo, esta doctrina hoy presenta una serie de problemas. El primero es que las imágenes populares del purgatorio (como, por ejemplo, concebirlo como un infierno temporal) han deformado radicalmente el carácter del purgatorio, provocando la reacción contraria de negar su existencia. En segundo lugar, está la controversia interconfesional, ya que los protestantes niegan su existencia y los ortodoxos lo entienden de otro modo. 2.7.1. La enseñanza de la Escritura Desde el siglo XVI, las exposiciones católicas del purgatorio se esforzaron por responder, dentro de una óptica netamente apologética, a la opinión de Lutero: “el purgatorio no puede probarse por la Sagrada Escritura Canónica”. Se multiplicaron entonces las “pruebas de Escritura” por parte de los teólogos, a base de textos aislados. Dos de los textos más usados nos interesan especialmente: 2 Mc 12,40-46 y 1 Cor 3,10-17 213. En 2 Mc 12,40-46 nos narra que en los cadáveres de los soldados muertos en la batalla para librarse de la dominación griega aparecen objetos de culto idolátrico, cuya tenencia estaba severamente prohibida por la Ley. No obstante, Judas Macabeo hace una colecta y con su producto manda a ofrecer un “sacrificio por el pecado” en el Templo de Jerusalén, esperando que quienes han muerto “piadosamente” (en defensa de la religión y de la patria) hallen el perdón de Dios y participen en la resurrección. El escritor bíblico aprueba la conducta del general judío, así como sus motivos para obrar como lo hizo. El texto es pertinente para la doctrina del purgatorio siempre que no se proyecten en él categorías que son muy posteriores. Posiblemente los soldados esperan en el “seno de Abraham” la resurrección que se realizará en el “día de Yahveh”. A pesar de lo grave del pecado, Judas piensa que su muerte martirial justifica un trato especial de parte de Yahveh a petición de los que aún están en la tierra. Otro de los textos tradicionalmente usados es 1 Cor 3,10-17: “(10) Conforme a la gracia de Dios que me fue dada, yo, como buen arquitecto, puse el cimiento, y otro construye encima. ¡Mire cada cual cómo construye!(11) Pues nadie puede poner otro cimiento que el ya puesto, Jesucristo.(12) Y si uno construye sobre este cimiento con oro, plata, piedras preciosas, madera, heno, paja,(13) la obra de cada cual quedará al descubierto; la manifestará el Día, que ha de revelarse por el fuego. Y la calidad de la obra de cada cual, la probará el fuego.(14) Aquél, cuya obra, construida sobre el cimiento, resista, recibirá la recompensa.(15) Mas aquél, cuya obra quede abrasada, sufrirá el 213 Ni siquiera vale la pena mencionar a Mt 12,32, por la retorcida exégesis que se hizo de él. 183 daño. El, no obstante, quedará a salvo, pero como quien pasa a través del fuego.(16) ¿No saben ustedes que son santuario de Dios y que el Espíritu de Dios habita en ustedes?(17) Si alguno destruye el santuario de Dios, Dios le destruirá a él; porque el santuario de Dios es sagrado, y ustedes son ese santuario.” El texto parece clasificar a los predicadores del Evangelio en 3 categorías: - los que han usado buenos materiales (que recibirán recompensa), - los que, en vez de edificar, han destruido (que serán destruidos ellos mismos), - los que, habiendo edificado, no han sido suficientemente escrupulosos en la elección de los materiales. Los comentaristas hacen corresponder a esta triple categoría una triple retribución: los primeros reciben la vida eterna; los segundos, el infierno; los terceros, el purgatorio. Esta explicación es un poco simplista. De partida, el fuego es símbolo del juicio divino, y éste tiene lugar en la Parusía (el “Día” del v.13); a no ser que se conciba el purgatorio como una dimensión del juicio final no se puede fundamentar su existencia en este texto. La visión tradicional ha colocado el Purgatorio en el tiempo intermedio, pero hay autores actuales que lo conciben como un aspecto del juicio final a realizarse en la Parusía. En suma, ¿existe o no una base escriturística sólida de la doctrina del purgatorio? Más que hacer incapié en tal o cual texto cuestionable es preferible fijarse en ciertas ideas generales, claras y repetidamente enseñadas por la Biblia, y que pueden considerarse como el nucleo germinal de nuestro dogma. Éstas son dos: - La primera es la de que sólo una absoluta pureza es digna de ser admitida en la visión de Dios. El complicado ceremonial del culto israelita tendía a impedir que se presentaran ante Yahveh “los impuros”; el terror de “ver a Dios” (Ex 20,18-19), tan común en el pueblo, procedía de una viva conciencia de indignidad y falta de preparación. Is 35,8 y 52,1 hablan de la imposibilidad en que se hallan los que no están totalmente limpios de transitar por la Jerusalén escatológica. Diversos pasajes del NT ratifican esta exigencia de total pureza para participar en la vida eterna: “bienaventurados los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios” (Mt 5,8); “sean perfectos como es perfecto el Padre celestial de ustedes” (Mt 5,48); “nada profano entrará en ella (en la nueva Jerusalén)” (Ap 21,27);etc. - La segunda, y la más importante, es la de la responsabilidad humana en el proceso de la justificación, que implica la necesidad de una participación personal en la reconciliación con Dios y la aceptación de las consecuencias penales (castigo) que se derivan de los propios pecados 214. Por ejemplo, en 2 Sam 12, Dios perdona a David pero éste debe sufrir el castigo por su pecado. Estas dos ideas nos plantean la posibilidad de que un “justo” (o sea, alguien que tiene una opción fundamental orientada hacia el amor a Dios) muera sin haber alcanzado la madurez espiritual requerida para vivir en la comunión inmediata con Dios, lo que implicaría la necesidad de un proceso de maduración posterior a su muerte. 214 El tema del “castigo divino” será retomado más adelante en la reflexiones teológicas. 184 En ese sentido apunta la práctica de la oración por los muertos, que aparece en la Biblia en varios lugares (el citado 2 Mac 12,40ss; 1 Cor 15,29; 2 Tim 1,16-18). 2.7.2. Historia del dogma La tradición más antigua contiene abundantes testimonios de oraciones (comunitarias y privadas) por los difuntos durante los siglos I – IV de nuestra era 215. En el tránsito de esta fe implícita a la formulación explícita tiene especial importancia un texto de San Cipriano: “...una cosa es no salir el encarcelado de allí hasta pagar el último cuadrante y otra recibir sin demora el premio de la fe y del valor; una purificarse de los pecados por el tormento de largos dolores y purgar mucho tiempo por el fuego (...) y otra ser coronado en seguida por el Señor” 216. El contexto de este texto es el de los ritos penitenciales del siglo III en que el pecador grave debía sufrir una “penitencia” pública, a veces de varios años, antes de ser readmitido a los sacramentos. Cipriano es partidario de que, en tiempos de persecución a la Iglesia, la pena no se cumpla completa, dado que no es prudente apartar de los sacramentos a aquel que más los necesita. Sin embargo, el resto de la pena que no ha sido cumplida, cree Cipriano, terminará de pagarse en el purgatorio (mediante el fuego). A partir de este momento (mitad del siglo III), las referencias al purgatorio (lugar o, al menos, estado) se hacen cada vez más frecuentes e inequívocas, tanto en los escritores latinos (sobre todo, San Agustín) como en los griegos. Se explica, así, que la idea de purgatorio no se contase entre los temas controvertidos con motivo del cisma de Oriente; ambas Iglesias parecían de acuerdo sobre este punto. Incluso, Inocencio IV (año 1254) constata una fundamental identidad de fe; sólo les pide a los griegos que adopten el nombre de “purgatorio”, dado que ya creen en la doctrina (DzH n° 838). Sin embargo, las divergencias no iban a tardar en manifestarse. En el concilio de Lyon, en 1274, (DzH n° 856) se concretaron en 3 elementos: - el carácter local del mismo (los griegos lo entendían como un estado y no como un lugar), -la existencia del fuego (que les recordaba la herejía de Orígenes de un infierno temporal), y, sobre todo, 215 216 Ver RUIZ DE LA PEÑA,J.L., “La Pascua de la Creación”, BAC, Madrid, 2000, p.284. Epist 55,20,1 (citado por RUIZ DE LA PEÑA,J.L, op cit., p. 285). 185 - la índole expiatoria, penal (de castigo) de un estado que ellos consideraban más bien como purificatorio, de suerte que los difuntos maduraban para la vida eterna por las oraciones y ofrendas (sufragios) de la Iglesia, y no por la tolerancia de una pena. Este último punto era el clave: los orientales veían el purgatorio como un proceso de divinización progresiva, que va devolviendo al hombre la imagen de Dios por un proceso paulatino de purificación. El asunto se vuelve a discutir en el Concilio de Florencia, el año 1.439. Allí el se llega a un acuerdo sobre los dos primeros puntos, pero se mantiene la discrepancia en el tercero. En síntesis, se “define” (como dogma de fe) lo siguiente (DzH n° 1304): - el purgatorio es un estado en el que los difuntos no enteramente purificados “son purgados”; - el carácter penal (expiatorio) de ese estado (pero no se precisa en qué consisten las penas); - la ayuda que los sufragios (misas, oraciones, limosnas) de los vivos prestan a los difuntos en ese estado. El siglo XVI trajo con la Reforma Protestante otro período crítico para esta doctrina. La noción de purgatorio entra en confrontación con la doctrina luterana de la justificación y con el principio de la “sola Escritura”. Ella, según los reformadores, pondría en cuestión la suficiencia de la satisfacción de Cristo y atribuiría al hombre la capacidad de obrar por sí mismo la consumación del proceso de salvación. Si Dios nos salva es en tanto cuanto nos imputa la justicia (o los méritos) de su Hijo; mas, es claro que dicha justicia es sobreabundante y cubre con exceso los más graves pecados. ¿Cómo admitir, por consiguiente, que el justificado haya de purificarse todavía, antes de su ingreso al cielo? El defecto de su santidad sería el defecto de la santidad que se le imputa, esto es, de la misma santidad del Hijo. El concilio de Trento alude al purgatorio, desde el punto de vista doctrinal, sólo en un canon del decreto sobre la justificación (DzH n° 1580), que condena la postura protestante. La posición que está detrás, y que se refiere al modo de entender la justificación, la trataremos en las reflexiones teológicas. En el Concilio Vaticano II, el cap. VII de la LG contiene varias referencias al purgatorio. Afirma que hay fieles difuntos que “se purifican” (n° 49); también que la comunión de todos los miembros del Cuerpo de Cristo fundamenta la costumbre, que se remonta a “los primeros siglos de la religión cristiana”, de guardar “con gran piedad la memoria de los difuntos” y ofrecer “sufragios por ellos” (a continuación cita 2 Mac 12,46; n°. 50). En el número correspondiente a las disposiciones pastorales (n° 51), se insiste en la idea del “consorcio vital con los hermanos (...) que todavía se purifican después de la muerte” y se confirman los textos conciliares de Florencia y Trento, antes vistos. 186 2.7.3. Reflexiones teológicas Un modo tan extendido como errado de entender el purgatorio es concebirlo como un infierno temporal. Esto implica una perspectiva falsa. Infierno y purgatorio no pueden colocarse en paralelo, poniendo como diferencia sólo una limitación temporal. El sentido profundo de ambos estados no sólo es distinto sino más bien contrario. En el infierno hay ruptura con Dios, soledad y absurdo; en el purgatorio está el amor de Dios que impulsa y acompaña un proceso de maduración y purificación (aunque no se tiene aún la plenitud propia de la “visión de Dios”). Sin duda que hay que reconocer la profunda verdad del planteamiento de los ortodoxos al comprender el purgatorio como un proceso de maduración y de ascenso a Dios. Sin embargo, hay un elemento “penal” en el purgatorio; que no es necesario entenderlo como un castigo que viene de afuera, sino como la consecuencia del pecado. En efecto, es posible que, en alguien que tiene una opción fundamental orientada a Dios subsistan actitudes y zonas de la personalidad que no estén integradas en ella y en las que esté arraigada aún la lógica del egoísmo. También se ha dañado a otras personas y aportado al carácter inhumano del mundo con las propias actitudes. Es necesario, entonces, un proceso de cambio, de conversión, y ese cambio siempre tiene un aspecto doloroso, ya que se toma conciencia de la propia infidelidad y se anhela una completa comunión. Dado que la noción dogmática de purgatorio no precisa la índole de las penas; es legítimo pensar que ellas pueden identificarse simplemente con el retardo de la “visión de Dios”, del encuentro pleno con Él. En todo caso, expresiones como “expiación penal” o “purgación” son inadecuadas, ya que llevan a una comprensión del purgatorio como una condena al modo del sistema penal humano. De ahí a la comprensión del purgatorio como un infierno temporal hay sólo un paso. Respecto del cuestionamiento protestante, hay que afirmar que el hecho de que la salvación de Dios sea gratuita no implica que no haya que responder a ella acogiendo activamente ese don. Es necesaria una colaboración en la salvación. Sin duda que la concepción de la satisfacción en la línea de San Anselmo jugó en contra tanto en la parte protestante como en la católica. Ante ella hay que recalcar el carácter gratuito del perdón de Dios, que no sólo es declarativo sino transformador, y que en este último aspecto requiere de la colaboración humana. Finalmente, la oración por los difuntos, practicada por la Iglesia desde sus comienzos, pone en evidencia la solidaridad de todo el Cuerpo de Cristo. La salvación tiene un aspecto comunitario, en que unos colaboran con otros. La oración de la “Iglesia peregrinante” por los que se purifican refuerza la respuesta y colaboración de aquellos al amor sanante de Dios. ¿En donde se ubica el purgatorio? La pregunta se refiere, por supuesto, no a su ubicación geográfica, sino a la temporal. Aquellos autores que aceptan la existencia del “estado intermedio” ubican el purgatorio precisamente en esa fase: durante o después del 187 juicio particular y antes de la Parusía. Los que sostienen una escatología de fase única lo ubican como una dimensión del único juicio final. .