Mario Oliva Medina, Los intelectuales y las letras centroamericanas sobre la Guerra Civil española, México, CIALC-UNAM, 2008, 268 págs. Es bien sabido que la Guerra Civil española es uno de los grandes acontecimientos del siglo XX; para muchos, especie de macabra antesala preparatoria de la Segunda Guerra Mundial. Es bien sabido también la fuerte repercusión política e ideológica que esta guerra tuvo en Occidente y, por ello, entre los lectores y los medios noticiosos de su época. Pero era casi desconocida hasta ahora la fuerza con que ese conflicto golpeó las mentes y la inspiración de escritores e intelectuales de América Central. Mario Oliva, estudiando las páginas de Repertorio Americano, fue constatando lo anterior; luego continuó con otras publicaciones de la época y extendió sus averiguaciones hasta Nicaragua y Guatemala, para ir configurando así una documentada visión de la Guerra Civil española y de su significado en la conciencia de poetas y pensadores de la región. El buen número de poemas y ensayos citados, varios analizados en estas páginas, es prueba de lo dicho. Muchos fueron escritos en la hora de la guerra mientras el fuego de las batallas consumía a España. Por cierto que la mayoría de esas composiciones se alineaban a favor de la República y sus defensores, pero, como se verá con sorpresa, no todos los creadores se solidarizaron con ese bando. He aquí un hallazgo interesante de esta investigación: los poetas nicaragüenses que escribieron sobre el conflicto se inclinaron a favor de Francisco Franco y su falange. Quién lo hubiera dicho, sin embargo, son varias e inequívocas las pruebas que aporta el investigador: poemas de José Coronel Urtecho, Luis Alberto Cabrales, Pablo Antonio Cuadra, están llenos de admiración por el caudillo. Y ya en esta palabra se encuentra parte de la explicación: es, claro, la admiración por el caudillo, por el autócrata cuya imagen al parecer pesa en la cultura nicaragüense, que por esos días veía a Somoza treparse al mando del país, en sarcástica simetría con el general español. Ernesto Cardenal diría hoy que la figura del caudillo autoritario se diseña y se imprime en la mentalidad nicaragüense desde los días del fundador Pedrarias Dávila. Acaso pesó también entre aquellos poetas falangistas —pero herederos de Rubén Darío y de la sangre de Hispania fecunda— la idea de la madre patria martirizada y exaltada, la vieja España castiza amenazada por ideologías ateas y perturbadoras. La España agónica por la derrota del 98 necesitaba una mano fuerte para salir de su postración humillante; esa mano, para la conservadora mentalidad dominante en Nicaragua, estaba mejor encarnada en Francisco Franco. La muerte de un poeta suele ser un hecho intrascendente, aun cuando se trate de poetas conocidos: lamentamos su partida en los obituarios de rigor y pronto los olvidamos en el panteón de alguna antología. Pero cuando ese poeta ha sabido expresar y vivir con inusual valentía sus ideales, o su militancia política, cuando su obra es admirada e imitada por todo el ámbito de su idioma, su muerte no queda en silencio. Más todavía, si ese poeta ha caído asesinado Cuadernos Americanos 129 (México, 2009/3), pp. 213-215. 213 cobardemente a manos de sus enemigos políticos; entonces el hecho puede espantar al mundo y sigue resonando hasta nuestros días, setenta años después. Tal es el caso de la muerte de Federico García Lorca, el inolvidable poeta y dramaturgo granadino a cuya desaparición dedica un estupendo capítulo Mario Oliva en su estudio. Son varios los poemas, sobre todo en tono de elegías, que se lamentan por la muerte del joven y ya gran poeta andaluz asesinado por la Guardia Civil franquista en agosto de 1936, en la penumbra de un camino rural, a sus treinta y ocho años de edad. Analiza Oliva con rigor y sin estridencias teóricas las elegías más destacadas al respecto publicadas en Costa Rica y Guatemala; buena poesía que porta admiración por la obra de Lorca e indignación por el crimen; recomendamos de esos versos la lectura de los escritos por Carlos Luis Sáenz, titulados “La muerte del poeta Federico García Lorca”, aparecidos un mes después del asesinato. Aun un poeta pro falangista como Pablo Antonio Cuadra, hizo una excepción en Nicaragua para dedicar una sentida composición que tituló “Llanto en la muerte de Federico García Lorca”. Las reflexiones de Oliva sobre el ensayo como género literario dedicado a la Guerra Civil nos traen otra sorpresa: con excepción de algunas piezas del eminente guatemalteco Luis Cardoza y Aragón, casi toda la literatura conceptual en prosa fue escrita por costarricenses. Aquí había una izquierda madura que se terminó de consolidar en torno a su adhesión a la causa de los republicanos españoles; pero también hubo una ultra derecha franquista que terminó de radicalizar las dos posiciones. Y hay en esta confrontación todo un campo escrito poco conocido en la historia de las ideas en Costa Rica, que el libro de Mario Oliva ilumina y presenta comentando los ensayos de sus más destacados componentes, a saber Mario Sancho, José Marín Cañas y Vicente Sáenz, este último, informa el autor, es el prosista “que más escribió sobre la Guerra Civil española, durante el conflicto y luego de finalizada” y muchos de esos escritos circularon por América y España, y varios “fueron traducidos a otros idiomas” (p. 204). Vicente Sáenz, nos recuerda Oliva, es un pensador que debemos rescatar del olvido en que ha caído. Y al respecto, otra información muy poco conocida y bien probada por Oliva: el escritor que con mayor consistencia expresó en Repertorio Americano su adhesión por la causa republicana fue Octavio Jiménez, quien dedicó treinta y cinco ensayos breves o “estampas” a esa causa republicana, piezas todas aparecidas durante los meses que duraba la lucha. Varias de estas “estampas” tienen títulos optimistas o premonitorios porque Jiménez confiaba en la victoria de la República; uno se titula “La juventud española sepultará a la España del Escorial”, nombre este último alusivo a la monarquía férrea e intransigente de Felipe II, y a un cuartel central del ejército franquista. Y así ha sido, aunque se haya tenido que esperar más de medio siglo para empezar a ver su cumplimiento. Octavio Jiménez, a quien Mario Oliva dedica el último capítulo de su estudio, se entregó por entero al ideal de la República Española, pero a medida que la república era derrotada su pluma se fue silenciando, y cuando todo estuvo 214 Cuadernos Americanos 129 (México, 2009/3), pp. 213-215. consumado dejó de escribir completamente. Dato conmovedor, dice Oliva, “si tenemos en cuenta que se trata del escritor costarricense y americano que más veces apareció en la revista Repertorio Americano” (p. 244). Concluye Mario Oliva Medina afirmando que la reacción de los escritores centroamericanos ante la Guerra Civil española respondió a una sensibilidad alerta a cuanto ocurría lejos de sus fronteras y ante la cual se manifestó con abundancia, por una causa o la otra. Subraya la función de Repertorio Americano como el espacio escrito por excelencia para dar cabida a la voz de los republicanos, de los demócratas. Detrás, claro, estaba la figura intachable y progresista de su editor, Joaquín García Monge. Por último —y no por eso menos importante—, este libro tiene otro mérito que habla por sí solo y habla muy bien de su autor como investigador y como historiador de la cultura, y, además, deja en alto a nuestra Universidad Nacional de Costa Rica: se inscribe entre las muy pocas obras de autores extranjeros que alcanzan a verse publicadas bajo el antiguo y prestigioso sello editorial de la Universidad Nacional Autónoma de México. Sea, pues, muy bienvenida la contribución de nuestro distinguido colega Mario Oliva Medina, y deseamos que su estudio abra sendas para dar a conocer nuestras investigaciones más allá de las fronteras nacionales. Juan Durán Luzio Cuadernos Americanos 129 (México, 2009/3), pp. 213-215. 215