MANISEROS JUAN BAUTISTA HUERTA AVIÑO, ILUSTRE CERAMISTA (LAS PROVINCIAS 11 de marzo de 1966) Nació en Manises el año 1878, no pudiéndose precisar hoy más datos en cuanto a fecha exacta, por haber desaparecido el correspondiente Libro de Bautismos durante el año 1936; consta el año y la referencia por el Índice General que pudo ser salvado y se conserva en el archivo de la parroquia de San Juan Bautista, de dicha ciudad. Fueron sus padres don Bautista Huerta y doña Josefa Aviñó, de conocidas familias maniseras, quienes a la sazón, vivían en una casa de la entonces calle Mayor (hoy del Caudillo), y que, según referencias de personas mayores de la localidad, es la actual número 5 (donde hoy vive el doctor don Enrique Gargallo). Dicho archivo parroquial nos muestra en sus Libros de Matrícula que, efectivamente, en el año 1876 ya habitaban sus progenitores, con una hija llamada Josefa, de un año, en dicha calle Mayor, y si bien no consta el número de la casa, el orden seguido y la vecindad de apellidos que aún subsisten, nos corroboran dicha afirmación del domicilio arriba indicado; en la Matrícula Parroquial de 1880 ya está registrado nuestro paisano (familia número 169), figurando allí como de un año de edad y con el nombre de Bautista, tan popular y extendido años atrás en Manises, por ser el nombre del titular de la parroquia. Don Juan Bautista Huerta Aviñó contrajo matrimonio con doña Dolores Gasset el día 26 de mayo de 1924, de cuyo enlace han habido tres hijos: Juan, Luis y Rafael, el mayor de los cuales es escultor y además está plenamente dedicado al arte de las fallas. La importancia que como ceramista tuvo el señor Huerta Aviñó fue verdaderamente extraordinaria y de gran categoría nacional e internacional; sus grandes cerámicas, platos, ánforas de tamaños colosales, lámparas, azulejos, etc., están repartidas por colecciones particulares y museos; dominó el reflejo metálico y la célebre técnica de las «anillas» en las ánforas. La prensa se ha ocupado no pocas veces de su arte; más que poner adjetivos nosotros, queremos trasladar lo que hemos leído, sumamente interesante; así, pues, en LAS PROVINCIAS (año 1920), se dice: «DESDE MANISES.- MANISES EN LA EXPOSICIÓN DE FILADELFIA.- DOS INDUSTRIALES CONSIGUEN LAS MAS ALTAS RECOMPENSAS.- Al anunciarse pocos meses ha la celebración de la Exposición Internacional del sexquincentenario en Filadelfia, acudieron a ella con sus productos varios artistas valencianos, entre los que figuraban dos industriales de Manises, don Carlos Nadal Monera y don Juan Bautista Huerta Aviñó, quienes enviaron a Filadelfia jarrones, ánforas, platos, floreros y otros artículos de adorno, predominando en todos estos objetos el reflejo especial de ambas casas industriales. En los primeros días del mes actual, el comisario general de dicha exposición anunció a estos señores que el Comité Americano de la misma había concedido «dos grandes premios»; uno al señor Nadal y otro al señor Huerta, añadiendo que se habían vendido la mayor parte de los artículos expuestos, de cuyos resultados les daría cuenta y noticias exactas tan pronto terminaran las gestiones que habían sido encomendadas al vicecónsul de España en Filadelfia. No nos sorprende la concesión de tan altas recompensas a estos laboriosos industriales, pues ya nos tienen acostumbrados a admirar diariamente sus productos artísticos, avalorados cada vez más por su esmerado trabajo. El señor Nadal Monera dedicase especialmente al reflejo metálico, en el que se observan verdaderos alardes de arte y elegancia. Y en cuanto al señor Huerta Aviñó, es ya conocido en el municipio industrial de la cerámica por sus hermosas producciones de estilo variado, entre ellos el griego, árabe y renacimiento; sus artísticos jarrones broncíneos y los preciosos floreros con reflejo de oro sobre fondo azul le han valido ya las más altas recompensas en Paris, Londres, Bruselas, Livorno, Amberes y otras plazas. Nuestra enhorabuena a estos infatigables artistas que, con su no interrumpida laboriosidad, han enaltecido el nombre de España en tierras lejanas, mediante la industria cerámica valenciana y la mayólica artística de Manises. Ya lo dice la copla local: «Dios hizo de barro al hombre y de barro no hizo más... 1 por no ignorar que en Manises harían ya lo demás.» EL CORRESPONSAL.» Al fallecer nuestro hombre, en 1949, la prensa especializada se ocupó de su vida, y sus producciones; concretamente en la revista «Ribalta» y con la firma de E.L.CH. (don Eduardo López Chavarri, el gran crítico de arte), en su número de julio de dicho año, apareció una magnífica crónica, que más que extractar, trasladamos aquí íntegra, para que el lector pueda juzgar por sí mismo: «EN MEMORIA DE UN CERAMISTA NOTABLE: JUAN BAUTISTA HUERTA.- Cuando menos podía esperarse, dejó de existir el afamado ceramista Juan Bautista Huerta, uno de los que más personalidad había adquirido y artista que seguía las tradiciones de Manises, bien que, llevado por su espíritu inquieto, siempre estaba buscando nuevas orientaciones en su arte. Dibujante, modelador y dominador del fuego, él se hacía todas las operaciones necesarias para obtener sus figuras. En reflejos metálicos había logrado curiosos efectos, no ya en los dorados, sino en otros muchos tonos. Y fue manera suya característica el empleo del reflejo metálico morisco, no el color rojo de cobre, sino amarillo de oro. Había nacido en Manises, de familia ceramista. Llevado de su afición, desde muchacho fue a hacer sus estudios en la Academia de San Carlos. Era la época de la afición para él. El joven Huerta iba a pie todos los días desde Manises a la Academia de San Carlos y a pie regresaba. Que entonces no eran tan fáciles las comunicaciones, ni el bolsillo estudiantil permitía ciertos gastos. Con los estudios de dibujo y pintura, seguía en Manises sus ensayos cerámicos, y así logró ir formando su personalidad. Su arte trascendió al extranjero y obtuvo recompensas señaladas, tales, el año 1923, en Paris, Exposición Internacional, donde los barros y reflejos de Manises pintados por Huerta tuvieron Medalla de Oro, premio metálico y Gran Copa de Plata. El año siguiente, en Londres, Gran Copa, Medalla de Oro y un título de miembro del Jurado. En Livorno, Exposición Internacional, las primeras distinciones. En Bruselas y luego en Amberes, Medalla de Oro y Palma de Honor, y así en cuantos certámenes concurría. A pesar de lo cual, su carácter sencillo no dejó de ser el de un buen manisero que sólo piensa en resolver nuevos problemas de su arte, tales los reflejos metálicos en grises y otros, como la famosa, ánfora «de las anillas». La guerra de España le causó, no solamente perjuicios grandes en su economía, sino en su salud. Dos años preso de los rojos le dejaron huella que trató de superar con energía en su arte. Cuando menos podía esperarse ha dejado de existir. Ya la tradición valenciana de la cerámica pierde uno de sus más originales artistas. En paz descanse.- E.L.CH.» Entre las manos hemos tenido el recorte de una revista, cuyo título ignoramos, y en el cual vemos fotografías de dos ánforas maravillosas, y además el «pie» de otra foto correspondiente al «stand soberbio», pero éste está cortado, por lo que no ha sido posible admirarlo; realmente se trata de un poético artículo, pero también él nos ayuda a forjarnos la personalidad de este ilustre manisero y artista. «Sabemos, lector, que has dedicado largos ratos a la admiración que la obra maravillosa de este artista definitivo ha despertado en ti. Presa tu retina en las deslumbrantes armonías de esta exposición que en la Feria Muestrario ha hecho el señor Huerta, te has preguntado como nosotros, quién era el mago que sin duda, por enigmáticas brujerías, había logrado superar cuanto en reflejos metálicos se ha hecho hasta ahora. Ese mago era, hasta hace poco más de un año, un sencillo fabricante de azulejos, que vio en sueños como profecía, un reflejo maravilloso, y como tiene temple de luchador y es trabajador y artista y tiene inteligencia, cogió tierra y colores y fuego, invocó a sus hados protectores, y como el Supremo Hacedor, convirtió el barro en carne; Huerta, al impulso de su fe soberana, al hálito divino de su recia inspiración, hizo de la tierra, la más bella creación de los siglos, en cerámica. Sinceramente modesto, disculpa tímidamente su negativa a darnos los informes que para hilvanar estas líneas necesitamos, pero siempre hay personas indiscretas. Y por una de éstas hemos sabido que este gran artista dibuja, pinta, modela y cuece él mismo todas sus obras; que los reflejos metálicos los ha conseguido tras una serie de numerosos y continuos ensayos, y que el secreto o fórmula no lo vendería aunque le ofreciesen todo el oro del universo, ya que ha logrado lo que ni los mismos árabes pudieron conseguir, esto es, dar una luminosidad extraordinaria al reflejo y una consistencia casi eterna. 2 Las paredes de la instalación de la Feria Muestrario están cubiertas de unas planchas árabes, copia exacta de las de la Alhambra de Granada, pero mucho más perfecta. Lo que más admira en este gran hombre, aparte de su gran modestia, es que todo lo que es se lo debe a sí mismo, pues no ha tenido otros principios de arte que los que recibió en el poco tiempo que frecuentó la Academia de San Carlos. Al felicitar calurosamente a don J. Bautista Huerta por el éxito obtenido, le rogamos acepte de la redacción de esta revista, la más expresiva manifestación de admiración y cariño.» Después de todo cuanto tan maravillosamente se ha escrito (y que hemos preferido transcribir íntegramente, dada la importancia de los detalles expuestos) poco nos queda ya que comentar; ello no obstante, queremos tener un recuerdo para una obra suya; el bellísimo palacete que construyó en Manises y que aún se conserva «in situ», en la hoy calle de Calvo Sotelo, número 11, aunque convertido poco menos que en ruinas. Su interior presenta aún grandes muestras de azulejería, y la fachada es algo verdaderamente espectacular; tanto la parte formada por los grandes paneles de azulejos estilo renacimiento, como la parte del más puro estilo árabe, con afiligranadas planchas, balconajes, remates, etc., todo lo cual, como decimos más arriba, es pura ruina. Por último, y para terminar este trabajo, queremos dar referencia de dos maravillosas piezas suyas existentes en el Museo Nacional de Cerámica, conseguidas por su fundador, el excelentísimo don Manuel Gonzalez Martí, quien en reciente conversación que tuvimos el honor de celebrar con él, nos habló muy elogiosamente de Huerta y su arte, y de las vicisitudes para conseguir dichas obras; se trata de una magnífica ánfora estilo renacimiento, y de la lámpara de reflejos metálicos, situada al centro del salón Árabe; por cierto, nos contaba el señor Gonzalez Martí, que el hallazgo de la misma fue en el Rastro madrileño y por pura casualidad; pasando por determinado comercio de los allí existentes, notó el reflejo de algo que le hizo sospechar se trataba de un pieza de Huerta: efectivamente, era una lámpara de reflejos metálicos, que consiguió además a un precio muy razonable, pues para el anticuario significaba un riesgo enorme tener allí esta pieza tan delicada que en más de una ocasión había estado a punto de romperse; hoy luce sus bellos calados en la sala Árabe, como hemos dicho más arriba. Digamos, para finalizar, que don Juan Bautista Huerta Aviñó falleció en Valencia el día 22 de mayo de 1949, destacando entre sus hijos el mayor, Juan Huerta Gasset, gran artista como su padre, pero dedicado al arte fallero en el que ha conseguido grandes premios. JOSE MARIA MORENO ROYO 3