La Prensa, 4 de junio de 2006

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PERIODICO: LA PRENSA
SUPLEMENTO DOMINGO
La Paz - Bolivia Edición de Junio 4, 2006
Colonias menonitas están involucradas en saneamientos y titulaciones ilegales en
Guarayos y San Julián < No se descartan otros casos en que haya pactos entre
éstas y terratenientes para burlar el control estatal < Charagua puede ser uno de
ellos
El latifundismo y los menonitas
La producción en Pinonde, colonia menonita asentada en la localidad de Charagua, provincia
Cordillera, Santa Cruz, con más de 21 mil hectáreas de tierra en su haber
Por Miguel E. Gómez Balboa
El Gobierno y el Instituto Nacional de Reforma Agraria (INRA) investigan posibles
saneamientos y titulaciones agrarias ilegales en la provincia Guarayos y el municipio de San
Julián, Santa Cruz. La lista de latifundistas y traficantes de tierras involucra a colonias
menonitas, grupos que pasarán a transparentar su estancia en el país porque se maneja
que, en muchos casos, tienen acuerdos oscuros con terratenientes de predios improductivos.
Domingo visitó un ejemplo paradigmático: Charagua, municipio que convive con seis
colonias menonitas y propietarios que, con más de 60.000 hectáreas (ha) de tierra, no se
cansan de ofertar predios a los extranjeros. Región donde la producción antiecológica
menonita ha comenzado a pasar una factura contraproducente.
Tratativas por debajo de la mesa
Los menonitas son una rama pacifista y trinitaria protestante del cristianismo europeo, que
inspirados en el religioso holandés Menno Simonz (1496-1561) niegan toda posibilidad de
llegar al cielo sólo a través del perdón; más bien, evitan, entre otras cosas, la ociosidad y
dedican su vida a producir y acumular capital. Son agricultores y/o ganaderos empedernidos
que viven en colonias aisladas de la vida moderna, así evitan mezclarse con otras culturas.
Comenzaron su peregrinación a Santa Cruz, desde países fronterizos, en 1954 y hasta 2000,
según el Centro Menno, su población total en suelo cruceño ascendía a 33.187 personas, con
una tasa de crecimiento anual del 8 por ciento. En Bolivia, hasta ese año, había 43 colonias:
39 en el oriente, dos en Tarija, una en La Paz y otra en el Beni.
Hoy poseen importantes extensiones de tierra, tanto así que, para el director nacional de
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Tierras, Juan Carlos Rojas, son “latifundistas” por la superficie que detentan. Pero, los
recientes problemas en los que se han visto envueltos, dice Carlos Romero, director del
Centro de Estudios Jurídicos e Investigación Social (Cejis), sin generalizar, desnudan sus
lazos con terratenientes cruceños que les venden y/o alquilan tierras improductivas para
evadir o engañar, con el supuesto cumplimiento de la función económico social (FES), al
proceso de saneamiento. “Esto es tráfico de tierras y los gobiernos y directores del INRA de
turno no han hecho nada”, sentencia Romero. Al respecto, Rojas admite que esta táctica
ilegal ha sido moneda corriente por la facilidad de transferencia de predios a los menonitas y
porque éstos no escatiman en gastos a la hora de comprar hectáreas.
Una denuncia que se ventila en el INRA Santa Cruz basta de botón de muestra: una
propietaria de 20.000 hectáreas en la provincia Chiquitos pactaba con los menonitas el
alquiler de su propiedad por uno o dos años para que desmonten el bosque y, así, mostrar
en el saneamiento que había mejoras productivas en el área. “Hay casos que investigar —
añade Rojas—, y en varios hay gente que no trabaja la tierra, sino que la engorda y la
vende, y en ello pueden estar inmiscuidos los menonitas”. Fuentes gubernamentales
aseguran que la relación entre latifundistas y menonitas es estrecha y, por ello, los títulos de
las colonias del oriente serán objeto de minuciosa revisión, y hay un municipio en la mira:
Charagua, en la provincia Cordillera (ver mapa), la “estancia” agraria de la familia Gutiérrez.
Charagua es la palestra política de los guaraníes en el Chaco, con un alcalde de esta etnia en
el poder. Colinda con las TCO de Charagua Norte y Parapitiguasu. Un estudio de Óscar
Bazoberry determina que, hasta 1996, el 94 por ciento de la superficie charagüeña estaba
en manos de 296 fincas, y 4.001 propiedades de menos de 500 ha constituían el 6 por
ciento de la tierra. Allí, desde 1986, los menonitas alemanes con raíces mexicanas,
paraguayas o argentinas sientan presencia con las colonias de Pinonde, Durango I y II, Casa
Grande, Pirango, Nueva Esperanza, Kansas y La Sierra. Se desconoce la extensión de éstas
(aunque se maneja el número de más de 150.000 ha), empero, para 2003, entre las tres
primeras colonias de la lista sumaban 31.958 ha, todas compradas a los Gutiérrez, a un
precio que fluctuó entre los 20 y 40 dólares por hectárea.
Pinonde, hoy, cuenta con más de 21.000 ha, “megacolonia” con más de 2.000 integrantes.
Al visitarla, el horizonte tejido por las cosechas de soya, trigo, sésamo, forraje y arroz
parece infinito, donde también sobresalen las pequeñas casas adornadas por el ganado, los
tractores con ruedas de fierro, los pozos con fuerza eólica y las carretillas de madera. La
producción intensiva y el alto crecimiento demográfico de estos extranjeros (cada
matrimonio gesta, mínimo, diez hijos) los lleva a comprar constantemente tierras, y, en
promedio, una familia tiene entre 25 y 50 ha (los guaraníes de Parapitiguasu poseen con
suerte cinco ha como máximo). Los charagüeños son su principal mano de obra, cobran 30
bolivianos jornales en época de siembra, y también trabajan por contrato. Y no han faltado
las denuncias de explotación laboral en contra de los menonitas.
La omnipresencia de los Gutiérrez
Los encargados de saciar el hambre agraria de los menonitas de Charagua son los Gutiérrez,
que no cesan en su oferta. Por ello, se ha comenzado a objetar las transacciones entre
ambas partes y el Gobierno no es ajeno a ello. ¿Cuánta tierra poseen los Gutiérrez?, es una
pregunta que cunde en el municipio, ya que tan sólo en la TCO Parapitiguasu, ellos cuentan
con una propiedad de más de 60.000 ha. Por ejemplos como éste, sostiene el experto
agrario Eulogio Núñez, se afirma que, desde la promulgación de la Ley 1715 (INRA), en todo
el oriente los menonitas se han convertido en parte importante de la cadena de tráfico de
tierras fiscales, latifundios improductivos e invasión a las TCO (como Guarayos, Charagua
Norte, Parapitiguasu, Isoso, Machareti, en el norte integrado). “Con toda seguridad —
recalca—, los menonitas ocupan tierras de manera dolosa y fraudulenta”.
Entre 2000 y 2001, continúa Núñez, durante el proceso de saneamiento de las TCO
Charagua Norte y Parapitiguasu, se pudo evidenciar que las colonias menonitas instaladas
en el municipio de Charagua habían adquirido grandes extensiones de tierra que no tenían
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regularizado el derecho propietario catastral y lo más grave del problema fue que no
cumplían con la FES exigida por la Constitución. “Las familias de terratenientes involucradas
en dicho caso eran los Gutiérrez y los Enrríquez. Lamentablemente, el INRA Santa Cruz se
parcializó con los clanes involucrados y los menonitas que, supuestamente, ya habían
invertido mucho dinero en el establecimiento de casas, desmontes mecanizados, siembras,
alambradas”, fundamenta el especialista.
Entonces, ¿cómo operaría el negociado entre latifundistas y menonitas?, se pregunta a las
fuentes gubernamentales y Núñez: los terratenientes y poseedores ilegales de tierra, antes
del saneamiento, ofrecen sus supuestos predios a los menonitas, que los “compran” de
manera condicionada con papeles notariados e incluso, algunas veces, inscritos en Derechos
Reales. Pero, de manera interna se sella un contrato privado en el que se establece que si
los menonitas, con su rápida inversión económica (desmontes, alambradas, deslindes,
casas, etc.), logran consolidar dichas propiedades a su favor, pagan a los terratenientes sólo
el 50 por ciento del valor real de éstas, o sea, ganan a medias. En todo esto también
participan consorcios de abogados que “arman” carpetas de los predios ilegales para
impugnar resoluciones contrarias a los intereses en juego.
Romero asegura que estos extranjeros también gozan de privilegios que sólo deberían llegar
a los productores bolivianos, como el subsidio estatal al diésel de la soya. Núñez remata
alegando que, aparte, están exentos de obligaciones tributarias. “Los menonitas —explica—
se protegen en un decreto supremo de Víctor Paz de la década de los años 50, que indica
que mientras estén en proceso de establecimiento en el territorio nacional, no pagan
impuestos. Y como estas colonias son nómadas y, hasta ahora, no terminan de asentarse,
se benefician de ello; y, además, se aprovechan de los servicios de salud pública (en
Charagua son los principales beneficiarios del Seguro Universal Materno Infantil), caminos
vecinales, y otras atenciones sin tributar al Estado. Es una verdadera paradoja”.
Pero, este grupo tiene aliados de peso, como la Cámara Agropecuaria del Oriente (CAO), ya
que el 66 por ciento de la producción soyera cruceña está en manos de extranjeros. El
presidente de la CAO, José Céspedes, confirma esta afiliación y adelanta que su ente matriz
hará respetar las tierras menonitas ante cualquier avasallamiento a su derecho propietario
impulsado por el Gobierno. ¿Y qué dice sobre la acusación de pactos ilícitos entre éstos y los
latifundistas? “Es una mentira gubernamental —añade—, Evo Morales quiere meter en la
misma bolsa a todos los empresarios y menonitas. Estas prácticas pueden haber, empero,
no las hacen todos”. Para los guaraníes no hay explicaciones de por medio y, en un
comunicado de 2005, exigen acabar con la “mercantilización de la tierra” con las colonias
menonitas, especialmente en Charagua.
Las “termitas depredadoras”
En este municipio, al igual como en otros que conviven con menonitas, el efecto ambiental
de la producción de éstos comienza a preocupar, sobre todo por su expansión insaciable
para cultivar más áreas, lo que lleva a la tala constante del bosque que, generalmente,
comenta Dante Égüez, director del Instituto Superior Técnico Agropecuario de Charagua, se
la opera sin cumplir las leyes forestales, ya que en vegetaciones con árboles de diez metros
de altitud no se respeta la anchura máxima de desmonte, que sería de 100 metros, para no
alterar las cortinas de viento. Tarea realizada con maquinaria pesada (orugas D-7 y D-8) o
con tractores de ruedas de fierro. Por ello, comparando las actuales imágenes satelitales de
los bosques charagüeños con las de hace una década, se verifica que el área boscosa ha ido
en detrimento, ante todo, por el trabajo menonita.
Dos prácticas productivas menonitas, enumera Égüez, han influido en este duro diagnóstico:
sistemas de mecanización tradicionales que generan insostenibilidad en el suelo, y la
explotación intensiva de la tierra, practicada en los minifundios familiares de las colonias.
“Esos suelos improductivos —analiza— luego son abandonados y ellos buscan más áreas de
colonización, y compran tierras boscosas y suelos vírgenes. En el Chaco, recuperar,
parcialmente, una hectárea de este tipo cuesta entre 500 a 800 dólares y lleva un
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tratamiento entre dos y tres años. Así se radicaliza el proceso de desertización del Chaco, y
es preocupante porque en Bolivia el 42 por ciento del suelo está en ese proceso, y en el
mundo el 30 por ciento. Ello por este tipo de sistema productivo”.
Los charagüeños y guaraníes de las TCO colindantes contradicen esta estrategia menonita
con su cosecha ecológica, tal como sucede en los proyectos frutales de Tarenda o
agropecuarios de San Francisco. Por el momento, los menonitas de Charagua tienen “carta
libre” en su faena ante la ausencia de fiscalización municipal, prefectural o gubernamental.
“Ellos logran tramitar los permisos de desmonte mediante la Superintendencia Forestal, y, a
partir de allí, no hay un control que verifique el cumplimiento de la parte técnica de la tala.
La Superintendencia tendría que mandar algunos supervisores para ello”, recomienda Égüez.
Por eso, el municipio charagüeño gestiona la instalación de la Unidad Forestal Municipal.
Y los efectos climáticos, aseguran los expertos, de la producción menonita en el Chaco y
Charagua ya se han comenzado a sentir, lo que va de la mano con el imparable chaqueo en
la zona, que provoca un notorio desequilibrio climático, con precipitaciones fluviales atípicas
en épocas en que éstas ni siquiera asomaban. Asimismo, preocupa a las autoridades la falta
de regulación en el aprovechamiento de aguas dulces y subterráneas que contiene la región
charagüeña (considerado uno de los reservorios más ricos del planeta), recursos que
también han pasado a ser utilizados por los menonitas sin ningún tipo de control respecto de
la contaminación. En Pinonde, entonces, es común ver un pozo, que funciona con fuerza
eólica, cada tres casas.
A juicio del director del INRA Santa Cruz, Dionisio Rivas, los menonitas compran y/o alquilan
la tierra para luego, obviamente, desmontarla y arrasarla sin cumplir las normas forestales
de rompevientos. Núñez, a la par, fundamenta que estas colonias son responsables de
grandes desastres naturales, como el reciente desborde del río Grande en Santa Cruz, donde
no respetaron lo establecido por el Plan de Uso de Suelo que prohíbe desmontes en una
franja de 1.000 metros a lo largo de la orilla del río; o como cuando en el municipio Santa
Rosa del Sara, cual si fueran “termitas depredadoras”, desmontaron amplias extensiones de
tierra, las que en ocho años quedaron convertidas en desierto, migrando después a
Guarayos, la Chiquitania y la provincia Cordillera.
¿Y qué opina el Gobierno? Rojas arguye que los menonitas transparentarán su estancia en
Bolivia. El ministro de Desarrollo Agropecuario, Hugo Salvatierra, adelanta reuniones con el
Viceministerio de Biodiversidad y la Superintendencia Forestal para controlar el desmonte
ilegal. Mientras tanto, según estimaciones oficiales, los menonitas continúan su ampliación
territorial en Santa Cruz, Tarija (Gran Chaco), Chuquisaca (Chaco), Beni, y anuncian su
arribo masivo a Pando y el norte de La Paz. No hay control migratorio para ellos, y la
frontera paraguaya es el sitio ideal para su ingreso en Bolivia, un país atractivo para sus
bolsillos, porque una hectárea, como en Charagua, les cuesta máximo 40 dólares, cuando en
naciones vecinas ésta se cotiza en diez veces más. Y ello, sumado a sus posibles tratativas
con los latifundistas, convierten a suelo boliviano en un “paraíso agrario” para sus intereses
productivos.
Agradecimientos al CIPCA, que colaboró en la elaboración de este reportaje.
Los efectos climáticos, aseguran los expertos, de la producción
menonita en el Chaco y Charagua ya se han comenzado a sentir, lo
que va de la mano con el imparable chaqueo en la zona, que provoca un
notorio desequilibrio climático.
Pedro Martens
El representante de la colonia Pinonde aclara algunos puntos
Tenemos títulos
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—¿Desde cuándo se encuentran asentados en Charagua?
—Desde 1988, la mayoría somos mexicanos, yo soy boliviano, y tramitamos la nacionalidad
boliviana.
—¿En qué rubros se expresa su producción?
—La mayoría es pasto para ganado, hay también maíz, arroz, trigo y para vender a la
comunidad sembramos un poco de soya y sésamo. Después está la cría de ganado vacuno y
de chanchos.
—¿A cuántas hectáreas llega la extensión de la colonia Pinonde?
—Compramos tierras, primero, de Luis y, luego, de Miguel Gutiérrez. Pagamos más de 20
dólares por cada hectárea. Hay 25 campos agrarios, algunos vacíos (para entregar a los
recién casados). Entonces, sumadas las hectáreas de la colonia Kansas, que es de Pinonde,
debemos tener unas 21.000 hectáreas.
—¿El trámite fue sin problemas?
—Tenemos todos los títulos a nombre de la comunidad, luego se reparte tierras a las
familias y a los recién casados.
(En ese momento el entrevistado objetó que se le grabara y se le tomarán fotos).
—¿Cómo desarrollan en su educación?
—Cada campo paga su propio profesor.
—¿Cuál es su nivel jerárquico interno?
—La autoridad mayor es el Obispo, luego vienen sus ministros y los dos representantes que
trabajan en los papeleos.
—Los menonitas son conocidos por hacer trabajar a la tierra sin descanso.
—Preparamos y sembramos la tierra una vez al año. Pero, hay otros que siembran muchas
veces al año.
—En esto les ayudan los charagüeños...
—Ellos trabajan en época de cosecha, se les paga 30 bolivianos por día.
—¿Su maquinaria erosiona el suelo y desmonta los bosques?
—Tenemos permisos para desmonte y usamos tractores con ruedas de fierro para que los
compañeros no salgan a las calles con ellos.
—¿Pagan impuestos?
—Pagamos patentes y todo.
—¿Qué opinan de las autonomías o las demandas del décimo departamento?
—No nos metemos en cosas políticas, eso deben definir los bolivianos.
—¿Y ustedes no se consideran bolivianos?
—Queremos vivir tranquilos, no nos importan esos temas.
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