Aluvión de libros y estudios sobre el líder nazi en Alemania

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DE LA CULTURA Y LA CIENCIA / LIBROS
Aluvión de libros y estudios sobre el líder nazi en
Alemania
LA ‘NORMALIDAD’ DE
HITLER
En Alemania, el interés que despierta la figura de Adolf Hitler está alcanzado
niveles de récord. Así lo señalaba un reciente estudio de Media Control, una
compañía con sede en Baden Baden dedicada al análisis de la producción
mediática germana. De acuerdo con sus datos, hasta 2.000 libros sobre Hitler
aparecieron el año pasado en el mercado editorial alemán. Entre ellos está el de
Volker Ullrich, historiador y periodista del semanario Die Zeit, quien ha escrito la
última gran biografía sobre el tirano nazi. Titulada Adolf Hitler: Die Jahre des
Aufstiegs 1889-1939 (Ed. S. Fischer Verlage, 2013), su libro aspira a normalizar la
imagen de una sombría figura histórica convertida en mito. “Tal vez Hitler fue
incluso más normal de lo que nos gustaría desear”, previene el propio Ullrich al ser
entrevistado por EL SIGLO.
C
Por Salvador Martínez (Berlín)
asi setenta años han pasado desde que Adolf Hitler se suicidara
en su búnker de Berlín y parece
que a estas alturas ya no queda
apenas nada que decir sobre él o sus nefastos crímenes. Pero no es así. Ésto es lo que
cree Volker Ullrich, quien dice estar convencido de que, en realidad, “siempre quedarán cosas por explicar” acerca del nazismo y de su líder. Prueba de ello, según el
autor de Adolf Hitler: Die Jahre des Aufstiegs
1889-1939 –“Adolf Hitler: Los años de la ascensión 1889-1939”–, es que Hitler todavía
sea “una figura histórica alemana que goza
de mucha atención mediática. En realidad,
los alemanes todavía están tratando de responder a las preguntas de cómo y por qué
llegó al poder”.
De forma contundente se expresa este historiador y periodista sobre el líder nazi, cuya personalidad ocupa un lugar central en
su biografía, aparecida a finales del año pa-
Siempre quedarán cosas por explicar del nazismo, como prueba que Adolf Hitler siga siendo una figura que suscita mucha atención mediática.
nº 1064. 19–25 de mayo de 2014
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Entrada a Auschwitz, donde Hitler, tras conquistar el poder en Alemania y destruir Europa, consumó el Holocausto.
La esencia
antisemita
Adolf Hitler ha pasado a la
historia como el mayor criminal que ha visto el Viejo Continente. Hay historiadores que le
responsabilizan de la muerte
de casi diez millones de personas, incluyendo a los del Holocausto judío. Esas muertes, y
el resto de devastaciones que
trajo a Europa la Segunda Guerra Mundial, no se podían prever atendiendo a los primeros
años del nacido en Braunau am
Inn, suelo del Imperio austrohúngaro, el 20 de abril de 1889.
Adolf Hitler, hijo de un agente de aduanas, según nos recuerda Volker Ullrich, tuvo “una
infancia muy normal”. En su juventud, siendo combatiente en
la Primera Guerra Mundial,
donde resultó herido, no destacó precisamente como líder,
según recoge Ullrich el testimonio que diera en su día Fritz
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Wieddemann, quien conoció a
Hitler durante aquella conflagración antes de ponerse a su
servicio como oficial nazi.
Después de la Gran Guerra,
en 1919, Adolf Hitler hizo del
antisemitismo una ideología
que pasó a ocupar el “centro
de su personalidad”, convirtiéndola en algo “sin lo que no
se le puede entender”, de
acuerdo con el autor de Adolf
Hitler: Die Jahre des Aufstiegs
1889-1939. En esta transformación fueron claves los días
de la República Soviética de
Baviera, experiencia revolucionaria que apenas duró un mes
en la región del sur germano y
que sirvió para disparar en Múnich el sentimiento antisemita,
pues aquella revolución frustrada tuvo como máximos responsables a varios judíos.
Poco después de aquellos
convulsos días, Hitler integró
la minúscula formación ultranacionalista Partido Obrero Alemán, que refundaría en 1920
como Partido Nacional Socia-
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lista Obrero Alemán, más conocido como Partido Nazi. Desde esta plataforma política aspiró a hacerse con el poder, primero, a través de un fallido golpe de Estado en noviembre de
1923, lo que le obligaría cumplir una pena de prisión. Entre
rejas, escribió Mein Kampf, pero sólo con “la severa crisis
económica y política de la República Weimar de 1929” logró
atraer a las masas prometiendo “superar esa crisis estableciendo una nueva comunidad
del pueblo en oposición a la lucha de clases y a la pertenencia a los partidos políticos”, estima Ullrich.
Para el biógrafo, “de todos los
mensajes de Hitler, ése fue el
que creó mayor atracción”. Tras
seducir a Alemania, vino la conquista del poder, el Holocausto
y la destrucción de Europa. Éstos últimos constituyen la “herencia de Hitler”, dice Ullrich.
“Es un lastre histórico con el que
tendremos que cargar durante
generaciones”, concluye.
sado. “Yo pongo a la persona que fue Hitler
en el centro”, señala al ser entrevistado por
este semanario. Trata así el autor de diferenciar su libro de otras grandes referencias escritas sobre el tirano nacionalsocialista, como puede ser la biografía en dos volúmenes
del reputado historiador británico Ian Kershaw –Hitler: 1889-1936 y Hitler:1936-1945
(Ed. Gran Atalaya, 2010). “En su biografía,
Kershaw puso el énfasis en las estructuras y
en las fuerzas sociales que llevaron a Hitler
al poder, y en las que Hitler se apoyó en su
ejercicio del poder”, estima el articulista de
Die Zeit. Pero, para Ullrich, esa estrategia
“no es suficiente para saber cómo funciona
el sistema que instaló el nacionalsocialismo”, pues “también necesitamos saber cómo funcionaba el propio Hitler”.
Otro monumento en términos biográficos
sobre Hitler es el que levantó en los años setenta el también periodista, historiador y otrora editor del diario conservador Frankfurter
Allgemeine Zeitung, Joachim Fest. Precisamente entre las casi 1.500 páginas de su
Adolf Hitler: Una biografía (Ed. Booket,
2012), hay un capítulo dedicado a Hitler
donde el dictador aparece caracterizado como una unperson –impersona–. El término
da cuenta de la perspectiva tomada en su día
por este intelectual a la hora de analizar la
vida del dictador, al que veía tras un prisma
de “aversión y aborrecimiento”, según opina Ullrich.
Para el periodista de Die Zeit, los historiadores no siempre se han protegido “del peligro de producir mitos”. Se da la circunstancia de que, pese a lo ingentemente que
se ha analizado la vida, carrera y funesta obra
de Hitler, prevalece una cierta idea sobre el
líder nazi que lo encasilla como un monstruo nacido para destruir Europa y predispuesto a cometer el genocidio judío. Y es
justamente contra esta idea preconcebida
tan deshumanizante que parece rebelarse el
autor de Adolf Hitler: Die Jahre des Aufstiegs
1889-1939. “Una de mis teorías es que la
imagen que tenemos hoy de Hitler está ampliamente determinada por la propia autodramatización y austoestilización del personaje”, asegura Ullrich.
Esta teoría la evocó anteriormente el historiador Thomas Webber, autor, entre otros,
de La Primera Guerra de Hitler (Ed. Taurus,
2012). Este volumen también está centrado
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en la génesis del Adolf Hitler que se convertiría en líder político. Según ha reivindicado Webber, historiador alemán que ha pasado por las prestigiosas universidades estadounidenses de Harvard y Princeton, hasta
Mein Kampf es un “Bildungsroman”, una novela de aprendizaje donde lo central es la
formación del protagonista, en este caso, el
propio Hitler. No en vano, Adolf Hitler aseguró en una carta fechada en septiembre de
1934 a Adelheid Klein, una de sus muchas
novias: “Pienso que mi vida es la mayor novela de la historia”.
Por su parte, Ullrich, durante la promoción
de su biografía, ha hecho hincapié en la capacidad que Hitler tenía para encontrar o ganarse amantes y adictos a su relato existencial. A su entender, los historiadores no suelen tener esto muy en cuenta. No obstante,
sin esa cualidad del tirano, “uno no entiende el poder de seducción de Hitler que, sin
duda, existió”, dice el articulista de Die Zeit.
Incluso cuando sentía “un profundo desprecio hacia alguna gente, Hitler también era
capaz de fingir una sincera simpatía y poner
en marcha un encanto cautivador”, añade
Ullrich. Para él, el que fuera presidente de
la República Weimar, Paul von Hindenburg,
ejemplifica claramente a alguien que cayó
seducido por Hitler. Porque fue Von Hindenburg quien acabó confiando el poder al
líder nacionalsocialista, y eso que antes había puesto a Adolf Hitler el apodo de “caporal bohemio”.
Amante del lujo. Bastante antes de que en
enero de 1933 fuera nombrado canciller, a
Hitler se le presentaba “públicamente como
un político que se consumía al servicio de
la gente en Alemania y que, por tanto, debía renunciar a toda felicidad en el ámbito
privado”, plantea Ullrich. Sin embargo, el
historiador profundiza en su libro al recalcar que esa imagen, si caló, se debió a la
“constante autopromoción” del líder nazi.
Porque lo cierto es que “Hitler tuvo bastante vida privada”. Afirmaciones como ésta son
producto de una investigación basada en
buena medida en fuentes que hasta ahora
no habían estado tan al servicio de una biografía del tirano. Entre ellas figuran los diarios de Gottfierd Feder, influyente consejero
económico del führer, las notas de Ernst Hafstaengl, acólito de Hitler desde temprano y
Volker Ullrich, autor del libro.
Hitler era no sólo un
despilfarrador a lo
grande. También, un
consumado evasor de
impuestos
Y “era capaz de fingir
una sincera simpatía y
poner en marcha un
encanto cautivador”,
asegura Ullrich
quien llegó a ser jefe de prensa del Partido
Nazi o, entre otros, los escritos personales
de Rudolf Butt, otra relevante figura política
del nazismo en Baviera.
Fue en archivos berlineses donde Volker
Ullrich pudo constatar las “renuncias” para
nada ajenas al lujo que implicaba ser líder
del Partido Nazi. Y es que en su vida privada, que quedó oculta al público, Hitler podía “mostrar una cara diferente a la del líder
distante, una cara amigable de hombre hogareño que cuidaba mucho por el bien de
quienes le rodeaban”, según este historiador.
Prueba de ello es el altísimo nivel de vida
que llevaban él y los suyos. Según ha podido saber Ullrich, que ha analizado facturas
de gastos personales del führer, éste no dudó, por ejemplo, en comprar por unos 1.340
marcos – montante equivalente a 5.600 euros de hoy – un par de chalecos. También ha
recogido Ullrich facturas de un valor asimilable a unos 3.500 euros actuales por pasar
sólo cuatro días de hotel. Además, Hitler evadió impuestos a lo grande. De hecho, se contabilizaron deudas suyas con el Estado de
hasta 405.000 marcos, un delito que, tras
haberse descubierto en 1934, quedó en nada. Entonces ya era Hitler muy dueño y señor de la política alemana. Revelando detalles así, resulta normal que el autor de Adolf
Hitler: Die Jahre des Aufstiegs 1889-1939
concluya que Hitler vivía contradiciendo esa
“imagen de modesto hombre del pueblo extendida por la propaganda”.
No hay que ver en esas contradicciones el
síntoma de los muchos trastornos de la personalidad que se le han atribuido a Adolf Hitler. De hecho, “Hitler no estaba tan loco como quieren hacernos creer algunas explicaciones psicoanalíticas. Tal vez fuera incluso
más normal de lo que nos gustaría desear”,
precisa Ullrich. La monstruosidad de sus crímenes tampoco responde a una mente enferma, nos viene a decir el biógrafo del tirano, recordando las conclusiones que hiciera a finales del siglo pasado Fritz Redlich,
psiquiatra austriaco afincado en Estados Unidos, decano de la Escuela de Medicina de
la Universidad de Yale y autor de Hitler: Diagnosis of a Destructive Prophet (Ed. Oxford
University Press, 1998) –Hitler: diagnóstico
de un profeta destructivo–. Por trabajos como ése, y como el que presentaron hace tres
años Henrik Eberle y Hans-Joachim Neumann, bajo el título War Hitler krank? (Ed.
Luebbe, 2011) –¿Estaba Hitler enfermo?–, se
sabe que Hitler gozaba de una salud más
que aceptable, pese a los achaques normales de la edad. Murió con 56 años, y recién
casado con Eva Braun, una joven 23 primaveras menor que él. Esa diferencia de edad
puede entenderse como una constatación de
buena salud, pues ambos eran activos sexualmente. Ahí reside lo más sombrío que
destilan biografías como la de Ullrich: la normalidad también existe en los peores criminales de la historia. l
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