para bajar pdf "visita guiada"

Anuncio
1
Santa Casa de Ejercicios Espirituales
Visita guiada por la Licenciada Graciela Ojeda de Rio,1
para el Taller de Periodismo del Instituto San Cayetano 2
(22 de junio de 2010)
Entrada
Vamos a recorrer uno de los edificios más antiguos de Buenos Aires. Evocaremos un
pasado en el cual emerge la figura de una mujer excepcional, reconocida como la figura
femenina más destacada de la sociedad rioplatense del siglo XVIII. María Antonia,
fundadora de esta Santa Casa, nos convoca a conocer su historia.
Un hecho histórico es complejo, multicausal, por eso es muy difícil comprenderlo
plenamente. Hay dos ejes fundamentales para comprender un hecho histórico, que son
el tiempo y el espacio, lo que nosotros llamamos “eje témporo-espacial”. Estamos en un
lugar geográfico de la República Argentina, en la Ciudad de Buenos Aires, en un
edificio construido entre las calles Independencia, Estados Unidos, Salta y Lima. Pero
vamos a retrotraernos al siglo XVIII, a la época de su construcción.
La historia que vamos a contar hoy, comienza en el año 1730, con el nacimiento de
María Antonia en la ciudad de Silípica, localidad aledaña a la ciudad de Santiago del
Estero. Por entonces, Buenos Aires era una ciudad poco importante, que dependía del
Virreinato del Perú. El Virreinato del Río de la Plata que le dio a Buenos Aires la
posibilidad de ser su capital, se fundó en el año 1776. La casa se construye a fines del
siglo XVIII, se inaugura en el año 1795.Cuando María Antonia muere en 1799, sólo se
había construido el Beaterio y parte de la Casa de Ejercicios.
En la época de María Antonia, Buenos Aires era una ciudad pequeña que estaba situada
al lado del río, construída en una zona baja de llanura. Algunos ramales del Riachuelo y
arroyos posteriormente entubados la recorrían convirtiéndola en una zona baja y
fangosa en épocas de lluvia. Sus límites eran los zanjones que construían los vecinos,
para evitar que el agua se acumulara y se formaran pantanos.
El zanjón que se encontraba más cercano a la actual Casa de Gobierno, que en esa época
era el Fuerte, era el de Matorras. Ése era el límite de la ciudad hacia el lado Norte;
también era llamado de la Catalinas (actualmente ubicado en las calles Córdoba o
Paraguay).En el Este se encontraba el Río de la Plata. Hacia el Oeste se extendían unas
pocas cuadras, atravesadas por el camino Real que conducía a la guardia de Luján (hoy
calle Rivadavia).En el Sur, donde estaba el zanjón del Hospital, el límite era la calle
Chile. Esta casa fue construida a más de 200 metros de la calle Chile, es decir, en una
zona que consideraban rural, de arrabales, de quintas.
La casa se edificó sobre terrenos donados por varias familias, entre ellas, las de Pedro
Pavón, Benedicta Ortega, Alfonso Rodríguez y Francisca Girado. El padre del canónigo
Manuel Alberti, que años después fue vocal de la Primera Junta, fue otro de los
donantes. Un benefactor de la obra fue Manuel Rodríguez de la Vega, a quien se
recuerda como “el generoso Rodríguez”, porque no sólo donó terrenos sino que también
puso una fábrica de ladrillos para proveer a la construcción.
2
Si bien la idea general de la casa fue de María Antonia, la estructura se debe a un alarife
llamado Juan Campos. Nació en Buenos Aires en 1728, siguió la carrera de las armas
participando en la campaña contra los portugueses en la Banda Oriental. Dedicado a la
arquitectura, trabajó en la construcción de esta casa y como tasador de viviendas
encomendado por el Cabildo. También se le atribuyen los planos y la construcción del
edificio del Convento de San Lorenzo, al Norte de Rosario.
En la estructura de la casa, se repiten las características de las construcciones rurales de
la España medieval, con muros muy amplios, muy grandes, muy sólidos, con pocas
ventanas al exterior y que tiene en la entrada, un atrio, que servía entre otras cosas para
dar refugio a la gente que quería pasar la noche bajo techo. Podrán ver la magnitud de
las paredes, de las puertas, de los herrajes, que distinguen perfectamente los sectores
que separaban el atrio de los otros sitios.
Esta casa guarda verdaderos tesoros de la imaginería colonial. Desde la entrada
podemos ver, al final del pasillo, la representación de la crucifixión, con la Virgen
María y San Juan a ambos lados de la cruz, que es una talla entera en madera. Éstas son
imágenes de vestir muy antiguas, del siglo XVIII.
Beaterio
La zona que vamos a empezar a recorrer se llama “Beaterio”.Lo conforman las
habitaciones destinadas a las beatas que atendían la casa y asistían a los ejercitantes en
época de retiros. Vamos a observar mobiliario, cuadros, algunos del siglo XVIII, otros
anteriores y otros posteriores, porque como la mayoría de edificios coloniales tiene una
estructura ecléctica, son lugares donde se han combinado distintos estilos. Actualmente
se continúan dando ejercicios, tarea evangelizadora que se ejerció sin interrupción desde
1795.
Antonia de Paz y Figueroa nació en la Provincia de Santiago del Estero, en el año 1730.
Nace exactamente en Silípica, en ese entonces un territorio rural. Su padre y su familia
tenían una aristocracia de sangre, eso quiere decir que no eran muy adinerados, pero sí
que tenían un linaje, una descendencia de la nobleza española. El padre de María
Antonia tenía encomiendas de aborígenes. María Antonia decide desde muy chiquita
ayudar a los padres jesuitas que se encontraban en Santiago del Estero realizando su
tarea apostólica.
Tenemos que pensar cómo era la vida de una mujer en el siglo XVIII. La opción más
generalizada era el matrimonio, cuando una joven tenía catorce, quince años, de
acuerdo con su familia, se arreglaba el matrimonio. Las jóvenes que no se casaban
tenían pocas opciones: quedarse en la casa paterna ayudando a sus familiares,
colaborando con la crianza de sus sobrinos, asistiendo a sus papás ancianos, realizar
labores para la familia, colaborar con la Iglesia, confeccionar los vestidos de las
imágenes,(de allí surge el dicho que refiriéndose a las solteras dice: “quedó para vestir
santos”). María Antonia decide seguir el camino de la Compañía de Jesús.
Los jesuitas, que estaban establecidos en Santiago del Estero, tenían auxiliares
femeninas, mujeres que colaboraban con ellos, que debían ser muy religiosas, piadosas,
3
de reconocida virtud, solidarias, generosas. Hacían votos privados de castidad y de
legado de su vida a la obra de Dios, se comprometían con la evangelización ignaciana, y
elegían a un jesuita como confesor.
Estas mujeres ayudaban a los padres jesuitas a organizar los retiros y la evangelización
de los indios. Los sacerdotes les otorgaban patentes de beatas. María Antonia, desde los
15 años de edad, opta por ser una beta profesa de la Compañía de Jesús. Las beatas
renunciaban a sus títulos, a su familia y a su apellido. Ella se titulaba simplemente como
“María Antonia del Señor San José”.
María Antonia había elegido ser beata profesa de la Compañía de Jesús y para esto
tenemos que saber algo de la Compañía de Jesús, quiénes eran los jesuitas.
La Modernidad, que se inicia cronológicamente con algunas fechas claves, como el año
1553, con la caída del Imperio Romano de Oriente, o 1492 con el descubrimiento de
América, marca la sucesión de una serie de acontecimientos que cambian la vida de
Europa.
Todos estos acontecimientos -la caída del Imperio Romano de Oriente, los viajes, el
descubrimiento no solamente de América, sino también de África y Asia, movimientos
culturales como el Humanismo, el Renacimiento, el Cisma protestante, el surgimiento
de nuevas ramas del cristianismo (en Alemania, con Lucero; en Inglaterra, con el rey
Enrique VIII; en Francia, con las reformas de Calvino) se contrarrestaron, en 1545, con
un movimiento de la Iglesia que se llamó la Contrarreforma, simbolizada en el Concilio
de Trento.
En el Concilio de Trento se aclaran principios de Fe y se reorganiza la Iglesia católica,
recuperando para el Papa y los obispos la autoridad que les negaban los reformados.
Esta creencia había que defenderla; no solamente con la oración, sino con la acción
evangelizadora, con el estudio, fundamentando principios y creencias. Ésta es la época
en que surge la Compañía de Jesús, fundada por San Ignacio de Loyola.
Ignacio de Loyola era un militar español, un noble vasco, nacido en Pamplona.
Defendiendo su ciudad de un atraque enemigo fue herido gravemente en una pierna,
quedando varios meses inmovilizado. Ignacio, hombre de acción, recurrió a las lecturas
para amortiguar el tiempo de recuperación.
Leyó libros de caballería, sus preferidos. Al tiempo de haber concluido esta tarea,
continuó leyendo libros acerca de la vida de santos, tema que hasta el momento no le
había interesado. Comprobó con asombro a través de los relatos biográficos la
heroicidad y valentía de estos personajes que habían emprendido una vida de lucha y
sacrificio para seguir sus ideales. Allí se produce su conversión.
Motivado por este nuevo fervor, decide peregrinar a Tierra Santa y visitar el sepulcro de
Jesús en Jerusalén. A su regreso, después de retirarse a meditar, escribe el libro que
acompañó a nuestra beata en su evangelización: Los Ejercicios Espirituales. San Ignacio
sabía que para que el cuerpo estuviera bien preparado para la batalla había que hacer
muchos ejercicios físicos, entonces asoció esto a su alma, a su espíritu, y se dio cuenta
de que para tener fortaleza espiritual y afrontar la vida con interés, con valores, hay que
4
hacer ejercicios. Pero esos ejercicios eran distintos. Tenían que ser ejercicios
espirituales. ¿Y cuáles eran esos ejercicios espirituales? Alejarse de las tareas
cotidianas, leer, meditar, orar. Actualmente llamamos retiros a esa práctica de
meditación organizada. San Ignacio, estudia teología en la Universidad de París y
posteriormente con un grupo de compañeros que comparten sus ideales, funda una
congregación religiosa. Como era militar, le imprime su organización, llamándola
"Compañía de Jesús”. Ellos serán soldados de Cristo y lucharán para “mayor gloria de
Dios”(“Ad maiorem Dei gloriam.”)
Los jesuitas hacían cuatro votos, a los tres de todas las Congregaciones religiosas
(Pobreza, Obediencia y Castidad) sumaban un cuarto voto de fidelidad al Papa y a la
causa de la Iglesia. Esta particular determinación se entiende en el marco histórico de la
época (la Contrarreforma), que impulsaba a cumplir con los dictámenes del Concilio de
Trento. Algo muy fuerte para los jesuitas fue la evangelización, porque sentían que
debían convertir al cristianismo a aquellos que no conocieran la religión y debían luchar
contra el protestantismo. Pero no luchar con armas, sino ideológicamente, clarificando
cuáles eran los principios de la religión cristiana.
Así es como María Antonia, beata de la Compañía de Jesús, decide seguir las
indicaciones de San Ignacio de Loyola, el fundador de la Orden, y sigue el carisma, los
ideales, el modo de vida, adoptados por los jesuitas. Es por eso que comienza su andar
evangelizando en Santiago del Estero, acompañando a los religiosos, y firma sus cartas
como "María Antonia del Señor San José, beata profesa de la Compañía de Jesús”.
Vamos a ir recorriendo la casa, observen las ventanas, a través de las cuales se puede
apreciar el ancho de las paredes. Desde el lugar donde se inicia el muro hasta donde está
la reja, fácilmente pueden observar que hay un metro de distancia. Esto es porque en el
Río de la Plata, las casas auténticamente coloniales se construían sin cimientos, y se
mantenían en pie gracias al grosor de sus paredes. Las paredes generalmente eran de un
metro de espesor. Las rejas son de hierro forjado simple, con bordes angulosos como
todas las rejas coloniales.
La iluminación era a vela. Este tipo de lámparas que aquí vemos se denomina “araña”.
Ésta es de la época de María Antonia, de hierro forjado simple. Las arañas tenían un
tiento, una lonja de cuero, con la cual se bajaban, se prendían las velas y se volvían a
subir. Actualmente la casa cuenta con iluminación eléctrica. También observamos este
antiguo reloj de pie; durante el recorrido veremos otro similar junto a la Cruz Pesada y
otro más antiguo (de pared) en la Capilla del Beaterio.
Las puertas, todas originales, son de madera de ñandubay. Tienen una altura media en
su mayoría, y en los lugares más abiertos son portones. Como las casas medievales de
España, tienen postigos que se abren permitiendo que la habitación se ventile. Los
herrajes son de hierro forjado simple del siglo XVIII. La ornamentación de las puertas
está trabajada en rectángulos, algunos de ellos terminan en ondas. Todo este trabajo es
artesanal, es realizado a mano.
Algunos cuadros son muy viejos, están pintados con óleo, y requieren una reparación,
un mantenimiento. Si esto no se hace con cierta periodicidad, la imagen no se aprecia
bien. Otros cuadros guardan recuerdos, como éste que contiene un “purificador”,
5
pañuelo usado en la consagración sacerdotal. El obispo le ponía sobre sus manos un
pañuelo blanco que simbolizaba la pureza, y le decía que de ahora en adelante esas
manos debían servir sólo para perdonar y para bendecir.
Los muebles son de distintas épocas y de distintos estilos. Estos muebles son del siglo
XVIII y principios del siglo XIX, y lo importante que tienen es que son tallados a mano,
esto es trabajo artesanal, algo que ya no se hace más.
Patio de la entrada
Todas las casas coloniales tienen patios interiores. No un solo patio, la mayoría tenía
dos, y después una huerta. Esta casa, que es enorme, primitivamente tenía ocho patios.
Los que actualmente se conservan son: el Patio de la Entrada, el Patio de la Cocina, el
Patio del Beaterio, el Patio de las Ánimas, el Patio de la Menores y el Patio del
Santísimo Sacramento.
Éste, en el que nos encontramos ahora, es el primero. Los techos, que se llaman
“soleras”, están hechos con madera de ñandubay. Las columnas, en las que pueden ver
las marcas que dejó el hacha del artesano que trabajó en ellas, son también de madera y
de la época. Si bien fue remodelado el piso, los ladrillos coloniales se conservaron para
delimitar los canteros. Los faroles son de la época del Virrey Vértiz, típicos faroles
coloniales de tres caras.
Capilla Chica o Capilla del Beaterio
Su trazado rectangular de una sola nave es característico de la construcción religiosa
jesuita en América. A mi izquierda, pueden ver una lámpara de color rojo, que
simboliza que dentro del Sagrario hay hostias consagradas. Toda la casa es un lugar
sagrado, pero tiene espacios específicamente dedicados al culto, a la oración, como las
capillas, y ésta es una de ellas.
Frente a nosotros se encuentra el altar principal, que tiene un retablo, que es una
construcción de madera colocada sobre el muro. Este altar es típicamente barroco. En el
centro se encuentra una imagen de talla entera del Sagrado Corazón. Está decorada con
una técnica que se denomina “dorado a la hoja”. Es un trabajo característico de los
artesanos de las misiones, muy usado por ellos, ya que en el Río de la Plata no había oro
para enriquecer las imágenes, esta técnica lo reemplazaba. Detrás de su cabeza tiene
una aureola de plata peruana.
En un Altar lateral se encuentra la imagen de El Señor de la Aspiración. Es una imagen
de vestir. Éstas se construían sobre un esqueleto en forma de cruz que les daba sostén.
En la parte superior de la cruz se colocaba la cabeza. Tiene un armazón simple en los
brazos, a los que se les agregaban las manos, y lo mismo ocurría en las piernas, a las
que se les agregaban los pies trabajados por un artista, por un escultor. Las imágenes de
vestir también son imágenes propias del Barroco. Se llaman “imágenes de vestir”
porque sobre ese esqueleto se le colocaban vestidos de tela.
Ésta es una imagen cuzqueña, fue traída a la Casa desde Perú. Se cree, no hay certeza,
que el artista que trabajó en la cara, en las manos, en las ponencias de plata que tiene en
6
la cabeza, fue un imaginero español llamado Pedro de Mena. Tiene ojos de vidrio,
cabello natural, y representa a Jesús camino al calvario.
A la imagen de Jesús camino al calvario, con la cruz a cuestas o no, como éste, se le
denomina “Nazareno”. Particularmente, esta imagen se denomina “Señor de la
Aspiración”, porque representa a Jesús cuando se levanta de una caída, no alcanza
todavía a colocarse la cruz sobre sus hombros, pero mira al Cielo aspirando, por eso
tiene los labios entreabiertos, como pidiendo fuerza. Es una imagen testimonial muy
hermosa, que se identifica mucho con todos los momentos de nuestra propia vida, en los
que nosotros logramos levantarnos después de una caída y pedimos a Dios que nos
ayude a llegar a la meta que nos trazamos. Por ser tan conmovedora, era llevada en
andas en las Procesiones de Semana Santa por las calles del Buenos Aires colonial,
sumándole este hecho un gran valor histórico.
Cuadro de las reliquias: Si ustedes observan este cuadro van a ver objetos, reliquias, que
eran de uso personal de María Antonia de Paz y Figueroa. Y lo que más llama la
atención de los visitantes es esa cruz pequeña que se encuentra en el medio. Ése es el
famoso Manuelito que tenía María Antonia. Es la imagen del Niño Jesús, llamado
“Emmanuel”, que significa “Dios con nosotros”, y a quien los españoles nombraban
como “Manuelito”, “Manolito” o “Toñito”.
Los jesuitas habían puesto de manifiesto la devoción por el Niño Jesús. Este niño Jesús
estaba presente en todas las ceremonias jesuíticas. Si ustedes van a la iglesia en
Navidad, van a ver que el sacerdote, en un momento, levanta al niño Jesús que está en el
pesebre, lo presenta a la multitud, y una por una van las personas a besarle los pies.
Ésta es una costumbre jesuítica.
Toda la vida, el andar, el evangelizar de María Antonia es jesuítico, por eso ella llevaba
no sólo el libro de los Ejercicios Espirituales en la mano, sino también, colgada de su
pecho, esta cruz que se llamaba Manuelito o Manolito. Este Niño Jesús está reposando
sobre la cruz y tiene en sus manos, (no se aprecia porque es una pieza de piedra muy
antigua), los tres clavos que representan la pasión de Cristo; porque tradicionalmente se
recuerda que Cristo al ser crucificado fue clavado con tres clavos: dos en sus brazos y
uno en sus pies. Esta imagen es muy milagrosa y María Antonia se la prestaba a las
mujeres que iban a tener familia, la llevaba a la cárcel para que los presos la pudieran
besar, a las personas enfermas o moribundas, y el Manuelito siempre cumple en
nosotros un milagro. Así que ustedes ahora tienen la oportunidad, que no se da muy
seguido, de estar frente a una imagen tan milagrosa, tan relacionada con la historia del
colegio, y con la vida de ustedes. Esta imagen hace más de doscientos años sigue
derramando gracias sobre nosotros.
Al salir pueden observar un reloj de pared del siglo XVI, el más antiguo de la casa, que
sigue funcionando.
Oratorio del Nazareno
En este momento nos encontramos en un Oratorio, la puerta de atrás da a la calle
Independencia. Se abría esa puerta, también las rejas, y los vecinos podían rezar, frente
a esta imagen que es una de las más impactantes de la Casa de Ejercicios. Es del siglo
7
XVIII, una imagen de vestir que representa a Jesús Nazareno, en esta oportunidad con la
cruz sobre sus hombros. Tiene su rostro con ojos de vidrio, lágrimas transparentes,
cabello natural. Es una imagen de vestir. Fue regalada por un señor llamado Rosendo
Rico, en el año 1783. Ésta era una de las imágenes que se llevaba por las calles como
testimonio de lo que fue la pasión de Cristo. Debajo de la imagen hay una especie de
plataforma que era utilizada para cargarla sobre los hombros. María Antonia lo llamaba
“mi Nazareno” y decía que estaba orgullosa de él, porque su Nazareno era el más
hermoso. Lleva sobre sus hombros una cruz de madera del Paraguay decorada en plata.
Esta imagen tiene las mismas características que la anterior y en la parte de atrás van a
ver uno de los pies que se asoma. María Antonia la llevaba a las cárceles, cuando
visitaba a los presos, les llevaba comida y también esta imagen para meditar.
Actualmente fue protegida con esta caja de cristal que la preserva del deterioro del
tiempo.
Salón de las Américas
Ubicado en el Beaterio, éste era un espacio de uso exclusivo de las beatas, al que
utilizaban como salón de lectura, de costura, de manualidades. Actualmente, se lo llama
“Salón de las Américas” porque así lo denominaron mujeres de la cultura de principios
del siglo XX, que eligieron reunirse en éste lugar. Reconocían en María Antonia sus
valores religiosos, pero además la consideraron primera escritora rioplatense y “Patrona
de las Mujeres Empresarias Argentinas”, porque vieron en ella una mujer de una gran
resolución individual, que llevó adelante una empresa, no económica, sino espiritual.
Desde las ventanas de este salón podemos ver el patio del Beaterio.
La arquitectura colonial
El Renacimiento, en los siglos XV y XVI, proporcionó a la arquitectura técnicas y
estilos propios. Pero en el transcurso del siglo XVII, la simplicidad de las líneas clásicas
se complica y predomina el elemento decorativo. Se le dio más importancia a lo que se
hacía sobre la pared que a la pared en sí misma. Las líneas rectas son reemplazadas por
las curvas. Un ejemplo lo tenemos en esta gran sala: los arcos son curvilíneos, esto es
algo típico del Barroco. Este arte se difundió por toda Europa y los impulsores fueron
los italianos.
Se le da mucha importancia a los sentimientos, por ese motivo las imágenes que ustedes
vieron son imágenes que impresionan a los sentidos, nos impactan. Las imágenes del
Nazareno nos dan pena, tristeza, como también las imágenes del Niñito Jesús del
Barroco nos enternecen, nos despiertan un cariño muy grande.
El artesano americano tiene que ver con el barroquismo, que si bien se originó en Italia,
fue difundido por los jesuitas por toda América, sobre todo en la América española. Se
lo llamó el arte de la contrarreforma. Es un arte testimonial: las imágenes de Cristo
ensangrentado querían decirles a las personas que Jesús dio testimonio con su vida, hizo
sacrificio por el amor que le tenía a la humanidad. El mensaje que se podía leer es:
“Nosotros tenemos que obrar con amor para retribuir tanta entrega por parte de Dios.”
Este estilo se proyectó en toda la América española, llegando a ser el estilo de la
colonización: el trabajo en los decorados, la gracia de sus estructuras, la utilización de
8
los elementos de la arquitectura clásica como la columna, la ornamentación enriquecida
por el aporte de los aborígenes que le sumaron su visión medio selvática. Tenemos un
ejemplo en la Iglesia de la Compañía de Jesús en Córdoba, construida a principios del
siglo XVII. Los jesuitas habían hecho sus paredes muy altas y no podían colocar un
techo que pudiera sostenerse. El padre Felipe Lemer, arquitecto y constructor naval,
construyó el casco de un barco, en madera. Luego, lo dan vuelta y lo colocan
resolviendo el problema del techo. Está enteramente decorado por los aborígenes, con
motivos selváticos, con colores llamativos muy vivos.
En Buenos Aires la arquitectura es muy sencilla, porque en el Río de la Plata no hubo
señores poderosos que hicieron casas majestuosas. Además se encontraba el problema
del monopolio español, durante las primeras centurias de la conquista seguían una teoría
que se llamaba “mercantilismo”. De España salían las mercaderías y llegaban a un solo
puerto de América y con una ruta específica detallada por los españoles. Todo el camino
de las mercaderías se hacía de la siguiente manera: partían las embarcaciones de un
puerto del sur de España, se dirigían a Centroamérica y allí se dividía la flota en dos
grupos: uno que iba a Veracruz y el otro a Panamá. De allí, a lomo de burro,
trasportaban la mercadería hacia el Océano Pacífico, donde los españoles tenían una
flota permanente hasta el puerto de Lima. Allí desembarcaban los productos, y desde el
puerto de Lima a Buenos Aires, todo el recorrido se hacía a lomo de burro. Desde que
una mercadería salía de España hasta que llegaba a Buenos Aires, por lo menos pasaban
nueve meses o un año.
Mucho de lo que pueden observar en la casa, -vestidos, pelucas, adornos,- se traía desde
España, pero como era muy difícil llegar a Buenos Aires, los artistas locales tenían que
colaborar. Por eso también vamos a ver en la casa algunas imágenes que fueron
realizadas por los indios en las misiones jesuíticas. El puerto de Buenos Aires pudo
empezar a comerciar con España recién a fines del siglo XVIII.
La misión de María Antonia
Hoy nosotros estamos hablando de un personaje del siglo XVIII, María Antonia. Ella
vestía ropa de jesuita, con una sotana negra, porque en esa época los religiosos optaban
por distintos tipos de vestimentas y el negro era el color de los jesuitas; el blanco, de los
dominicos y el marrón, de los franciscanos. María Antonia viste una sotana negra de
jesuita y recorre caminos realizando ejercicios espirituales con el libro que había
redactado San Ignacio de Loyola.
Hacia 1767, por cuestiones políticas de la corona de España con la Compañía de Jesús,
que nada tenían que ver con la evangelización, los reyes de España determinan que los
jesuitas deben abandonar las colonias españolas, deben dejar sus casas e irse, o dejar de
ser jesuitas. Es así como la Compañía en el Río de la Plata se disolvió, las casas se
cerraron, los ejercicios espirituales se dejaron de hacer, y es entonces cuando María
Antonia comprende que no se puede perder toda esa riqueza espiritual que habían traído
los jesuitas.
Por lo tanto, decide ella misma organizar los ejercicios espirituales. Como era una mujer
cristiana respetuosa de la Iglesia, lo primero que hace es ir a ver al obispo para pedirle
permiso. La sede del Obispado estaba en Jujuy. María Antonia dice: “Yo no sé si podré
9
hacer esta obra, pero por lo menos voy a ofrecer lo que hago cada día en pos de esta
misión”. Y entonces pronuncia la frase que repetimos tanto: “Caminaré mientras me
dure la vida, por donde Dios no fuera conocido para hacerle conocer”.
Ella ofrece caminar descalza, con la pequeña imagen de la Dolorosa y el Manuelito que
la acompañan, y varias mujeres. Sin tener nada resuelto en su vida, sin hospedaje, sin
saber lo que va a pasar, llega a Jujuy. Solicita permiso al obispo para practicar los
ejercicios espirituales de San Ignacio de Loyola, para seguir con la espiritualidad de los
jesuitas, que en ese momento estaban totalmente desprestigiados por haber sido
expulsados. Ella, sin embargo, sigue con su libro de los ejercicios espirituales, con el
báculo, la cruz alta para salir a predicar, el Manuelito colgado de su pecho y una bolsita
atravesada, como una faltriquera, donde tenía una imagen que después vamos a ver, de
Nuestra Señora de los Dolores.
El obispo la autorizó a revivir los ejercicios espirituales, a organizarlos. Por supuesto,
tenía que llamar a sacerdotes para dar las charlas y los sacramentos. Además, estaba
autorizada a fundar casas de ejercicios, y el obispo la nombró abadesa de todas las casas
que ella fundara.
María Antonia recorre el territorio de Jujuy, Salta, Catamarca, La Rioja, Córdoba,
Buenos Aires y Montevideo, dando ejercicios espirituales. Tenía 43 años cuando
comenzó su tarea. En esa época, el promedio de vida era de 50 años.
María Antonia era culta, preparada y en sus cartas nos muestra sus conocimientos. Fue
considerada la primera escritora en el Río de la Plata.
Ustedes asisten a un colegio que tiene una riqueza histórica avalada por ser fundado en
1875. Las Hermanas, siguiendo el espíritu de evangelización de María Antonia,
levantaron el colegio en una zona rural, en terrenos que había donado la familia de
Mercedes Córdoba. Liniers era una zona de quintas, Buenos Aires llegaba hasta la zona
de Congreso. Dos poblados crecían rápidamente. Al Norte, Belgrano, y hacia el Oeste,
San José de Flores. Cuando el Presidente Avellaneda decide dictar la ley de
capitalización de Buenos Aires, uno de los límites de la avenida de circunvalación pasa
por el medio de lo que era el solar de las hermanas. Justamente, el trazado de la Avenida
General Paz obligó a tirar abajo el antiguo colegio, las hermanas cedieron el territorio y
construyeron a principios del siglo XX los edificios de la calle Cuzco: el Colegio, la
Capilla, que actualmente es el Santuario de San Cayetano, y la Casa de Ejercicios
Espirituales, que es actualmente la escuela pública que está al lado del Santuario. Si
ustedes miran el frente del colegio, van a ver las siglas jesuíticas, JHS (Jesús, Hombre,
Salvador), centro del estandarte de la Compañía de Jesús.
Volviendo a la historia de María Antonia, cuando llega a Buenos Aires a pie,
desconfían de ella, creían que era loca, bruja. Ella y las mujeres que la acompañaban
estaban desaliñadas, agotadas después de tan largo viaje (venían caminando desde
Córdoba). Al ser maltratada por los vecinos, María Antonia se refugia con sus amigas
en la Iglesia de la Piedad, que era, en esa época, el oratorio de una estancia. Allí los
sacerdotes la asisten y ella se siente protegida en ese lugar. Y entonces manifiesta su
voluntad de ser enterrada en el camposanto aledaño al oratorio. Por eso María Antonia
es enterrada en La Piedad. Entrando a la derecha, hay un hermoso mausoleo que mandó
10
a construir Monseñor Ezcurra a artistas italianos a principios del siglo XX, cuando se
empieza a trabajar en su causa de beatificación.
María Antonia pide ser enterrada en el camposanto de La Piedad. Cuando ella muere, el
7 de marzo de 1799, allí la llevan. Según su expreso pedido, el entierro debía ser simple,
porque quería pasar inadvertida. Escribe en su testamento que no le pongan ninguna
señal sobre su tumba, porque cuando muere en esta casa, en la celda 8, ya tiene fama de
Santa. Las beatas, que después comenzaron a llamarse “hermanas”, hicieron lo que ella
quería. La enterraron en el camposanto de La Piedad, llevada por tres obreros que
trabajaban en la construcción de la casa, bajo su cabeza le pusieron un leño de ñandubay
que hiciera de almohada, y le colocaron su rosario en la mano.
Pasan muchísimos años y la santidad de María Antonia se recuerda. En 1867, las
autoridades eclesiásticas deciden ampliar la Iglesia de La Piedad, pero la población de
Buenos Aires dice que no pueden construir sobre el camposanto porque ahí está
enterrada la Santa argentina. Pararon la obra, y durante cinco meses buscaron los restos,
pero no los encontraban, porque no había lápida ni cruz ni señal. Entonces vinieron a la
Casa de Ejercicios, y preguntaron a las beatas cómo podían hacer para ubicar a María
Antonia. Ellas dijeron que recordaban haber oído de las más ancianas que María
Antonia tenía debajo de su cabeza un leño de ñandubay. Pero tampoco encontraron el
leño.
Hasta que el 25 de mayo, una niña vestida de blanco se acerca a los hombres que
estaban cavando y les dice: “Si ustedes buscan a María Antonia, caven en este lugar”,
y les señala exactamente el sitio donde estaba enterrada. Encuentran restos humanos y
el leño de ñandubay. Esos restos son recogidos con toda veneración y colocados en una
sepultura dentro del nuevo templo. Cuando en 1905 comienzan los trabajos de la
beatificación de María Antonia, monseñor Ezcurra, el obispo de Buenos Aires, manda a
construir el mausoleo que se encuentra entrando a la derecha, y los restos son
trasladados nuevamente.
En 1999, colaboré en la causa de la beatificación de María Antonia. El Arzobispo de
Buenos Aires, actual Monseñor Bergoglio, me nombró Presidenta de la Comisión de
Peritos Históricos en la Causa de Canonización de María Antonia de Paz y Figueroa,
por lo tanto, tuve el honor de estar presente en un momento que fue realmente muy
emocionante: el momento en que estando los obispos presentes y los testigos de la
causa, se sacaron los restos de María Antonia y se colocaron sobre una mesa para ver en
qué estado estaban. Esa ceremonia se realizó en la misma Iglesia de la Piedad. Se
conservan fundamentalmente los huesos largos y parte del cráneo. Estaban envueltos en
un manto rojo y en un costado se encontraba un periódico de la época del primer
traslado. En esta oportunidad, antes de volver a cerrar su tumba, se colocaron periódicos
del día, como testimonio de la fecha en que se realizó esa tarea impuesta por la causa de
beatificación.
Patio de la Cocina
Las maderas que sostienen los techos ya no son maderas de ñandubay, sino troncos de
palmera que donaron a María Antonia de la zona de Misiones y de Corrientes. La cocina
11
se encuentra a mi derecha y los proveedores tenían que traer acá los alimentos. Las
beatas tenían acceso, porque aquí, cocinaban.
En las habitaciones de este patio se daba hospedaje a quienes lo solicitasen y también
los padres podían dejar a sus hijas mujeres en penitencia cuando desobedecían.
María de todos los Santos Sánchez, que después conocimos como Mariquita Sánchez de
Thompson, estuvo recluida durante meses, aquí, en esta celda que actualmente ocupa
como aula la escuela de Arte Beato Angélico, quienes utilizan parte de la Casa para la
enseñanza de dibujo y pintura.
Mariquita se había enamorado de un primo lejano, llamado Martín Thompson, pero su
padre no lo aceptaba porque era de origen inglés, y los ingleses eran anglicanos. Le
habían buscado a Mariquita otro candidato, pero ella se negó rotundamente a casarse
con él. Entonces lo padres la mandaron a que estuviera encerrada en la Casa de
Ejercicios para que meditara y cambiara de opinión. Lo cierto es que Martín Thompson
logró la amistad y complicidad del aguatero. De esa manera se acercaba a la casa y
conversaba con Mariquita, burlando la prohibición paterna. Cuando muere el papá de
Mariquita, ella le pide al Virrey Sobremonte permiso para casarse con Martín. Le
escribe al Virrey de puño y letra y le dice que ella no estaba dispuesta a acceder al
sacramento del matrimonio si no era con alguien que realmente quisiera. Ése fue el
primer casamiento autorizado por el Virrey.
Mariquita fue la mujer que cantó por primera vez el Himno Nacional Argentino en la
quinta “Los ombúes”, que ahora es un museo en San Isidro, y fue una figura femenina
realmente destacada en el siglo XIX.
Claustro del Beaterio
Éste es el piano de Camila O’Gorman, es un piano del siglo XIX, una época en que no
había luz eléctrica, por eso tiene adosados esos candelabros, en los que se ponían velas,
para tocar cuando oscureciera. Camila era una joven que vivió en Buenos Aires en la
época de Juan Manuel de Rosas. Los O’Gorman eran una familia muy distinguida. Esta
joven de 19 años se enamoró de un sacerdote llamado Uladislao Gutiérrez, lo que
realmente fue un escándalo en la época, en el año 1843 aproximadamente. Ellos huyen a
Corrientes, pero son descubiertos y llevados detenidos a Buenos Aires. Las autoridades
deciden recluir a Camila en la Casa de Ejercicios para que aquí viva, haga penitencia y
olvide ese romance. Manuelita Rosas, que era amiga de ella, intercede ante las
autoridades para que traigan su piano, pero mientras esto ocurría, el papá de Camila es
el que, como tutor de la joven, le solicita a Rosas que se le aplique toda la rigurosidad
de la ley por lo que ella había hecho. Entonces, las fuerzas de Rosas la ejecutan a ella, lo
mismo que al sacerdote. Ambos mueren fusilados en el cuartel de Santos Lugares, cerca
de donde hoy se encuentra el Santuario de Nuestra señora de Lourdes.
Sobre uno de los muros contemplamos la Cruz pesada de los ejercitantes. En la época
de María Antonia, el padecimiento físico provocado y ofrecido era considerado
meritorio. A veces las mujeres se cortaban el pelo o hacían ayuno, para demostrar de esa
forma que estaban arrepentidas y que querían ser mejores personas. Una de las prácticas
12
que hacían los que querían, era cargar esa cruz en los hombros y atravesar los pasillos.
La cruz pesa 47 kilos, pero al arrastrarse por el suelo se puede soportar ese peso.
Casa de Ejercicios
Desde el claustro podemos pasar a la Casa de Ejercicios por una reforma que se realizó
el siglo pasado, que permite la comunicación entre el Beaterio y el lugar de los
ejercitantes. Las galerías de esta parte de la casa son cubiertas y las habitaciones que se
encuentran a su alrededor son llamadas celdas.
En la galería encontramos una imagen conmovedora, se lama “El penitente
arrepentido”.Es una imagen barroca. Representa el momento de la confesión, de la
reconciliación, cuando una persona se acerca al sacramento, se pone de rodillas y le
confiesa al sacerdote sus pecados. La imagen es testimonial, porque la cara del confesor
es la cara de Jesús. Porque Él da el perdón de los pecados. Se trata de una imagen
encolada. Está apoyada sobre un baldaquín y aquí ven perfectamente los lugares por
donde pasaban los palos para llevarla sobre los hombros en las Procesiones de Semana
Santa.
Capilla Grande o Capilla de los Ejercitantes
Esta Capilla es la que se utilizaba en los días de ejercicios. Es de trazado recto,
rectangular, con una sola nave. En el Altar mayor, encontramos las imágenes barrocas
de la crucifixión de Cristo, con la Virgen María y San Juan, y a los costados los dos
santos patronos de la congregación.
A la derecha, está la imagen de San Ignacio de Loyola, con el estandarte de la
Compañía de Jesús. Del otro lado se encuentra la imagen de San Cayetano, por quien
María Antonia tenía una especial devoción, y lo nombró segundo patrono de la casa.
Está representado en el momento que tiene una visión en la que Dios le alcanza al Niño.
Esta imagen de San Cayetano es tan antigua como la que está en el colegio. La imagen
de San Cayetano que está en Liniers es de talla entera, fue llevada desde acá en 1875.
En los altares laterales encontramos, a la izquierda, la imagen del Divino Salvador, que
representa al Niño Jesús a los 12 años, y de quien la congregación toma el nombre:
“Hijas del Divino Salvador”. A la derecha, se encuentran tres imágenes que evocan las
devociones de María Antonia: en el centro, con un lirio en sus manos, está San José, de
quien María Antonia tomó el nombre, pues ella eligió que la llamaran “María Antonia
del Señor San José”; y a ambos lados de éste se encuentran San Francisco Javier y San
Estanislao de Koska, dos santos jesuitas.
Esta plataforma que vemos aquí es un púlpito. A partir del Concilio de Trento, en 1545,
se pidió a los sacerdotes que expliquen el Evangelio durante las misas en idioma
vernáculo. A partir de entonces en todas las iglesias construyeron púlpitos, para que se
distinga desde allí la figura del sacerdote y su voz se escuche en todo el lugar. Este
púlpito fue restaurado en 1942 por el arquitecto Nadal Mora, quien le agregó imágenes
muy antiguas de la Pasión de Cristo, que encontró en la casa. La primera muestra los
tres clavos, que son un símbolo de la pasión de Cristo. La segunda es el Santo Sudario,
con el cual la Verónica enjuga el rostro de Jesús, y la tercera es el martillo que usaron
13
para clavarle los clavos a Cristo. En la parte superior de la construcción van a encontrar
imágenes que representan a los cuatro evangelistas.
En los muros laterales de la capilla, podemos observar cuadros del Vía Crucis, que son
estampas enviadas desde Francia.
Del lado de afuera del muro lateral de la Capilla Grande, encontramos una escalera
construida dentro de la pared. Esta escalera fue hecha por el arquitecto Nadal Mora para
facilitar el acceso al coro, al cual antes se accedía posiblemente por una simple escalera
de madera desde el interior de la capilla. Pueden notar claramente el ancho de las
paredes de la casa, suficiente para construir una escalera en su interior.
Patio de las Ánimas
Su nombre se debe al hecho de haber encontrado enterradas a dos religiosas en sus
galerías. Sobre uno de sus muros se encuentra la Cruz liviana de los ejercitantes, es de
palmera y pesa 28 kilos.
El banco que vemos aquí es un retoño del Cabildo. Fue traído a la Casa de Ejercicios
proveniente de la Sala Capitular del Cabildo de Buenos Aires. Este banco fue usado por
los cabildantes el 22 de mayo de 1810, y los días subsiguientes.
Comedor
Este lugar era el destinado al comedor. Cuando había tandas muy numerosas, debían
realizarse las comidas en dos turnos.
En la época de María Antonia no faltaban nunca alimentos para hacer las cuatro
comidas, y además agregaba dos turnos para tomar mate. Aquí hay un púlpito mucho
más modesto que el anterior, (el de la capilla grande), porque también era costumbre
durante los ejercicios espirituales que una persona subiera a esa plataforma y leyera el
Evangelio mientras comían.
El torno instalado en la pared lateral servía para pasar los alimentos de la cocina del
beaterio, que no se comunicaba directamente con la casa de ejercicios. De esta manera
la comida podía llegar caliente a la mesa.
También había otro torno cerca de la entrada, en un lugar al que tenía acceso la gente, y
a veces encontraban allí un bebé abandonado. Ponían al bebé en una parte del torno,
tocaban la campana, giraban hacia adentro, y las beatas encontraban al niñito
abandonado, y lo criaban, porque en esta casa no se dejaba a nadie desamparado.
Claustro de la Casa de Ejercicios
Seguimos recorriendo los claustros. Aquí podemos apreciar una de las imágenes más
valiosas de la casa: El Señor de la Humildad y la Paciencia. Es una imagen de talla
14
entera, posiblemente realizada por un indio de nombre José, en las misiones jesuíticas.
Representa a Jesús en el momento de ser castigado, en el camino del calvario.
Patio de la Cruz o del Santísimo Sacramento
En este patio, se hacía la reflexión final de los ejercicios espirituales, por eso María
Antonia colocó en el centro una cruz que es el símbolo de la Resurrección y la Vida. Se
cuenta que María Antonia abrazó esa cruz para orar por uno de los albañiles que
construían la casa, que había sufrido un serio accidente al caer desde la altura de un
muro. El hombre se salvó. A pocos metros de la cruz, encontramos otro aljibe muy
antiguo con un brocal único en su estilo (el primero lo vimos en el patio de la cocina).
Aquí vemos una espadaña. Este campanario construido en una sola pared, con huecos
para colocar las campanas es muy original. Sostiene tres campanas, a las que la
tradición llama Fe, Esperanza y Caridad. Debajo de ellas, encontramos un reloj de sol.
Celda Nº 8
Es el lugar más sagrado de la casa. Aquí vivió y aquí murió María Antonia de Paz y
Figueroa. Todos los objetos nos hablan de ella. Aquel cuadro, que fue pintado mientras
vivía, es obra de José Salas. Las descripciones de personas que la conocieron, la
describen como una mujer hermosa, alta, muy delgada, rubia, de ojos claros. Había
prometido hacer una vida sacrificada, no comía carne, se esforzaba mucho para hacer
ayunos, tampoco era de una salud muy fuerte, tuvo que interrumpir varias veces su
peregrinar por distintos problemas de salud. Ella siempre decía que Dios la protegía.
Sobre la pared lateral se encuentra el leño de ñandubay que se encontró el 25 de Mayo
de 1867, en el camposanto de la Iglesia de la Piedad. Al lado está la cruz alta de María
Antonia, que usaba como los jesuitas a modo de báculo. El piso de la celda se mantiene
como era originalmente.
En la celda se encuentra una imagen de San Ignacio de Loyola, tiene el libro de los
Ejercicios Espirituales con la página abierta en los símbolos de la Compañía de Jesús:
las siglas de “Jesús, Hombre, Salvador”, que se colocan en las hostias consagradas, y el
lema de la Compañía de Jesús, “Para mayor gloria de Dios”.
A la izquierda encontramos la lápida de la tumba que construyeron cuando la sacaron de
ese lugar anónimo donde estuvo enterrada en el camposanto y la trasladaron al interior
de la iglesia. Posteriormente, cuando construyeron el mausoleo y sus restos fueron
trasladados nuevamente, la lápida fue traída aquí.
Este arcón era de pertenencia directa de María Antonia, aquí ella guardaba el pan para
que se mantuviera fresco, esponjoso. Se dice que nunca le faltó a María Antonia comida
para ofrecer. Una anécdota de tradición oral cuenta que en una oportunidad, la cocinera,
muy preocupada, le comentó que no había más pan para los ejercitantes y María
Antonia, con mucha tranquilidad, le dijo que mirara nuevamente en el arcón. Con gran
sorpresa, la mujer volvió a mirar y encontró que esta vez el arcón estaba lleno.
15
En la Casa de Ejercicios jamás se le cobró a nadie por estar alojado durante diez días, se
les daba a los ejercitantes cuatro comidas más dos mateadas. Esto era posible gracias a
las donaciones que recibía María Antonia apoyando su obra.
Fehacientemente no hay registros de todas las personas que pasaron por aquí, no ha
quedado un registro escrito de los que entraban y salían. Sabemos que el 90% de los
personajes de nuestra Historia eran católicos comprometidos y hacían ejercicios acá,
pero no tenemos documentada su presencia.
Se comentaba mucho que el Virrey Liniers venía a esta casa. Las hermanas se
acordaban muy bien cómo había protegido la obra de ellas y por eso sugirieron ponerle
el nombre de Liniers a la estación del ferrocarril, en parte porque había sido benefactor
de la Casa de Ejercicios y también porque los pobladores reconocían que Liniers, en la
segunda invasión inglesa, se había apostado ahí cerquita con sus tropas.
Altar de la Virreina
Aquí vemos el Altar de la Virreina. Este altar es de estilo morisco. Se caracteriza por
tener incrustaciones de nácar en la madera, que exige la elaboración de un artesano muy
experto. Fue regalado a María Antonia por los Virreyes del Perú.
El ex Virrey del Perú, Francisco Guirior, había sido acusado de malversación de
fondos, esto era una vergüenza terrible en la época. El Virrey estaba muy afligido, iba a
España con su esposa, donde se sometería a juicio. La Virreina también estaba muy
afligida. Por esa situación, en Buenos Aires le hablaron de María Antonia, que tenía
fama de Santa y la facultad de predecir cosas. (Se cuenta que había predicho que
después de su muerte ríos de sangre iban a correr por la ciudad de Buenos Aires, y
ocurren las invasiones inglesas en 1806-1807. Ella decía que Buenos Aires se iba a
salvar por la devoción a la Virgen María, eso también se cumplió, porque Liniers, que
era devoto de la Virgen, antes de reunirse con las tropas para ir a defender la ciudad,
toda la noche le rezó a la Virgen el Rosario que estaba en la Iglesia del Pilar, prometió
que si él podía expulsar a los ingleses iba a regalar la bandera al convento de Santo
Domingo, como finalmente hizo.)
La Virreina viene a ver a María Antonia y le cuenta los momentos terribles que está
pasando, y María Antonia le contestó que fuera confiada, porque en España se iba a
comprobar que su esposo era inocente. Esto realmente ocurrió así y en agradecimiento
el ex virrey y su señora le mandaron desde España este altar de estilo morisco.
En la parte superior del altar podemos ver a “La Abadesa”, esa Virgencita vestida de
negro, la protectora del pueblo. María Antonia era andariega, y llevaba la imagen de la
Virgen, en su peregrinar. También llevaba un mate y una bombilla, como buena criolla.
Es la imagen barroca que representa a la Virgen María en el momento más triste de su
vida, contemplar el padecimiento y la muerte de su hijo. Sostiene el pañuelo desgarrada
de dolor.
La Virreina pidió hacer ejercicios espirituales antes de viajar a España. María Antonia la
invita a compartir una tanda dedicada a las chacareras y esclavas. La señora de Guirior,
acepta. El hecho de que haya venido a realizar ejercicios espirituales la Virreina produce
16
una verdadera transformación social. Los jesuitas hacían los ejercicios espirituales por
tandas: por un lado, los hombres separados de las mujeres, como era costumbre, y
además separados por clases sociales: la primera semana para los nobles, la segunda
semana para la clase media, la tercera semana para los más humildes y la cuarta semana
del mes era para los sirvientes y esclavos.
María Antonia logró a partir de este acontecimiento, mezclar las clases sociales, algo
revolucionario para su época, y que a nosotros nos tiene que llenar de orgullo. Ella decía
que al igual que Jesús, no podía ser “elegidora de personas”.
Terminamos acá este recorrido por la historia de esta casa y de su fundadora. Los invito
a rezar la oración del Salve ante la imagen de Santa María de los Dolores, ya que en el
siglo XVIII, el Papa concedió, a pedido de María Antonia, una indulgencia de 300 días
para toda persona que rezara esa oración frente a esta imagen (rezo de la oración).
Reflexión final
La visita a la Casa de Ejercicios es un reencuentro con nuestra esencia. Es volver a
transitar por los caminos que fueron nuestros. Es encontrar en sus paredes impregnadas
de historia, los sentimientos más relevantes de nuestra identidad, hermoso testimonio de
un pasado fuerte de fe, edificado por el espíritu de María Antonia quien se nos presenta
como voluntad encarnada.
Recorrer sus pasillos, examinar sus muros, andar entre las celdas, es hurgar por nuestra
soberanía cultural, patrimonio de nuestra historia.
Conocer esta obra y la vida de su fundadora nos convoca a transmitir nuestro
descubrimiento y salir a recorrer las calles de Buenos Aires, no ya con la imagen de
Jesús Nazareno a cuestas, sino con el amor que nos dejó su mirada.
1
Profesora. Graciela Ojeda de Rio, Licenciada en Historia por la Facultad de Historia y Letras
de la Universidad del Salvador, Licenciada en Dirección y Supervisión de Instituciones
Educativas por la Facultad de Filosofía y Letras de la Pontificia Universidad Católica Santa
María de los Buenos Aires. Postgrado en Planificación y Evaluación de Proyectos de
Investigación por la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Lomas de Zamora.
Presidenta de la Comisión de Peritos Históricos en la Causa de Canonización de María Antonia
de Paz y Figueroa (Nombramiento del Arzobispado de Buenos Aires).Ex alumna del Colegio
San Cayetano. Ingresó como alumna de Nivel Primario en el año 1956 y permaneció en la
Institución hasta el año 2006, cumpliendo distintas funciones académicas.
2
“La Ventana del SanCa”, Taller de Periodismo del Instituto San Cayetano. Coordinación:
Prof. Silvia Castiglioni y Lic. Silvia Consoni. El taller fue creado en el año 1987 por la
Profesora Silvia Castiglioni, quien desde entonces y hasta la actualidad se desempeña como
coordinadora del mismo. Fue reconocido en el Encuentro Nacional de Colegios de Proyecto
XIII, en 1991, por el Ministerio de Educación a través de los Supervisores Docentes Dotori,
Carreras y Mujica. La exposición presentada en esa oportunidad fue publicada en el Periódico
de CONSUDEC. En 2007, “La Ventana del SanCa” se convierte en periódico digital y se suma
a la coordinación la Profesora Silvia Consoni, Licenciada en Educación Tecnológica. El
periódico recibió las siguientes Menciones otorgadas por Educared: Mejor Impacto en la
Comunidad (2007), Destacada Integración de Ex Alumnos (2009), Mejores Entrevistas (2010).
www.educared.org.ar/periodismo/ventanadelsanca
Descargar