Lo que leemos en un ensayo - Pontificia Universidad Javeriana

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Cómo leer un ensayo
©
Luis Bernardo Peña Borrero
Facultad de Psicología
Pontificia Universidad Javeriana
Escribir es una forma de comunicación. Lo que un autor, el estudiante en este
caso, espera cuando escribe es comunicar su pensamiento, no de manera
presencial ni de viva voz, sino gracias a la mediación del texto. Pero, para
que el acto de comunicación tenga lugar, debe haber un lector interesado
sinceramente en lo que el autor escribió y dispuesto a leerlo a profundidad;
un lector que se fije en lo que el texto dice, no sólo en los errores
gramaticales, y que responda a su escrito con opiniones y comentarios críticos
de fondo, no sólo de forma.
Para capturar la totalidad de un objeto con el lente de su cámara, el
fotógrafo tiene que hacer varias tomas, desde distancias y ángulos diferentes.
De igual modo, para comprender un texto es preciso hacerle varias
aproximaciones o lecturas, enfocadas a analizar diferentes niveles del texto.
La lectura de un texto es un proceso complejo y muy personal que no puede
reducirse a ninguna fórmula o procedimiento. Por eso, más que señalar una
ruta única que todo lector debería seguir, estas notas responden a un doble
propósito: en primer lugar, recordar que leer un texto es, esencialmente,
“actualizar” el significado que el autor intentó construir y, mediante los
comentarios y sugerencias del lector, ayudarle a reducir la distancia que suele
haber entre el pensamiento y las palabras. En segundo lugar, a partir del
reconocimiento de los diferentes niveles en la estructura del texto, proponer
un marco de análisis que pueda servir, a manera de rejilla de lectura, para
penetrar en todas sus dimensiones.
1
1. Las diferentes lecturas del ensayo
1. Lectura exploratoria: esta lectura puede definirse como una aproximación
inicial al texto —una vista de zoom— con la que el lector busca formarse una
idea general de su contenido y estructura. Podemos compararla con la vista
panorámica de una ciudad, cuando la miramos desde arriba.
Esta primera lectura nos permite absolver preguntas básicas, como cuál es el
tema, el propósito y la tesis del ensayo; cuál es el enfoque original que se le
da al problema, en qué contexto fue escrito, para qué tipo de lector fue
escrito. Aunque todavía general, esta primera lectura es muy importante,
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©
Luis Bernardo Peña. Estas notas son una versión resumida de un capítulo del libro La
competencia lectora y escritora en la universidad: una asignatura pendiente. El contenido ha
sido adaptado para apoyar el trabajo de los practicantes que colaboran como tutores en el
Proyecto de Indagación, en la Facultad de Psicología de la Pontificia Universidad Javeriana.
1Utilizo este verbo en la acepción de “poner en acto algo que está en potencia”, “hacer
presente el sentido.”
2 Cuando no se trata de un ensayo, la lectura exploratoria nos permite también tener una
idea de qué tipo de texto es el que leemos.
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porque le sirve al lector como marco de referencia para hacer una lectura
más detenida posteriormente.
Lo que nos interesa en este primer momento es tener una mirada de conjunto
del texto como totalidad, sin detenernos todavía en los detalles. Por eso, en
la lectura exploratoria la atención se concentra en el título, la tesis, los
grandes apartados del ensayo, que suelen estar señalizados mediante
subtítulos o numerales y, lógicamente, la conclusión.
2. Lectura profunda: si en la lectura exploratoria leíamos el texto “desde
arriba”, en la lectura profunda penetramos en él, para leerlo “desde
adentro.” La mirada sintética, propia de la primera, va a ser completada con
una mirada más analítica.
Es en esta parte donde el escritor sustenta sus ideas y argumentos en su
propia reflexión y en los hallazgos de la investigación bibliográfica; echa mano
de estadísticas, encuestas, testimonios o registros de observación, y valida sus
argumentos con referencias o citas textuales de otros autores.
Pero, como lo proponemos en la Guía 5, Ensayar el ensayo (Peña, 2006) la voz
de los otros autores no puede ser tan fuerte que acalle la voz del estudiante.
“En un buen ensayo, el autor apoya sus argumentos en otros autores y resume
fielmente su pensamiento, pero al mismo tiempo conversa con ellos, valora o
discute sus puntos de vista, compara sus ideas u opina sobre lo que dicen.
Jamás los deja hablando solos, ni permite que otras voces opaquen la suya.
Cuando los cita o hace referencia a ellos, no lo hace con el fin de demostrarnos
todo lo que ha leído ni para adornar el ensayo con palabras eruditas, sino para
darle más autoridad a sus propios argumentos.”
Para leer en profundidad un ensayo proponemos abordarlo desde cuatro
perspectivas o entradas. Sin embargo, éstas deben verse como miradas
complementarias, no excluyentes: la trama, el contenido, la coherencia y la
composición textual.
2.1 Desentrañar la trama
La palabra texto viene del latín textus, que quiere decir tejido, tela, trama.
El trabajo del escritor se parece mucho al del tejedor: los dos hacen el mismo
oficio a partir de materiales diferentes. Lo que ambos fabrican debe tener
“un hilo” conductor que sostenga el tejido. Los dos componen, estructuran lo
que no tenía orden. Su oficio es tejer, no enredar.
Llamaremos tramas a las distintas maneras de entrelazar los hilos, de
entramar, de tejer. Kaufman y Rodríguez (1993, p. 25) introducen este
concepto al referirse a las distintas maneras como los textos se configuran
para manifestar las mismas funciones del lenguaje. Según las autoras, las
tramas son "los diversos modos de estructurar los distintos recursos de la
lengua para vehiculizar las funciones del lenguaje... las diversas
estructuraciones o configuraciones de los textos.”
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La trama no solo se da en los cuentos, hay trama de ideas en los textos
expositivos.
Simplificando un poco podemos decir que la trama de un buen ensayo está
constituida por una tesis, unas ideas principales, un conjunto de ideas
subordinadas o secundarias y una conclusión. La lectura debe desentrañar esa
trama, hacerla explícita y poner a prueba su consistencia.
He aquí algunas pistas que nos pueden servir para desentrañar la trama:
• La tesis que el autor se propone demostrar o defender.
• Lo que prometió el autor en la introducción acerca de la organización del
texto.
• El plan de temas o esquema conceptual que debió hacer parte de la
planeación del ensayo.
• Los marcadores de macroestructura textual: subtítulos, numerales,
recursos tipográficos.
• La conclusión o cierre del ensayo.
2.2 Valorar el contenido
El ensayo es un texto de contenido psicológico, producto de la reflexión y de
la lectura, sustentado con referencias bibliográficas, citas textuales, hechos,
datos o evidencias que le dan autoridad científica, y frente al cual se espera
que el lector asuma una postura escéptica y crítica. En consecuencia, una
lectura comentada no puede evadir una valoración de las ideas, en cuanto a
su valor de verdad, su novedad, su pertinencia en relación con la pregunta de
indagación y la tesis propuesta por el autor.
Estas son algunas preguntas que pueden ayudarnos a valorar el contenido de
los ensayos:
• Las ideas y los argumentos para sustentar la tesis se plantean clara y
explícitamente en el texto.
• ¿Los argumentos y las ideas son convincentes?
• Las ideas y argumentos están sustentados en una investigación rigurosa
de fuentes bibliográficas, estadísticas, encuestas, testimonios, registros
de observación, etc.
• ¿Las fuentes documentales consultadas tienen un sólido respaldo
científico?
• ¿Están actualizadas?
• ¿Las citas textuales a otros autores evidencian una apropiación de sus
ideas y guardan relación con el contenido?
• ¿Las citas textuales están correctamente referenciadas?
2.3 Analizar la coherencia
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La coherencia se refiere a una propiedad semántica del texto. Cuando
decimos que un escrito es coherente, estamos refiriéndonos a su significado o
a su contenido. Si aquí hemos decidido explicarla separadamente es tan sólo
con un propósito pedagógico.
En todo buen escrito es posible reconocer una estructura que organiza las
distintas partes del texto, alrededor del tema central. De acuerdo con Van
Dijk (1988, p. 43), distinguiremos dos niveles en la estructura textual:
(a) La macroestructura hace referencia al contenido global del discurso, no a
las oraciones individuales, sino al del discurso como un todo, o a fragmentos
más o menos grandes como el párrafo, las macroproposiciones o los capítulos.
Decimos que un texto es coherente, sólo si podemos asignarle una
macroestructura.
“Diremos que un discurso es coherente sólo si es también coherente en
un nivel más global, y que esta coherencia global se da en cuanto se
pueda asignarle un tema o asunto al discurso. En otras palabras, sólo
si nos es posible construir una macroestructura para un discurso, puede
decirse que ese discurso es coherente globalmente." (Van Dijk, 1988,
p. 45
El tema general de un texto suele expresarse por medio de un abstracto o
resumen, que recoge las ideas principales.
(b) Si la macroestructura hace referencia al contenido global del discurso, la
microestructura denota la estructura local: las oraciones y las relaciones de
coherencia entre ellas.
La coherencia es aquella propiedad de un texto que nos permite percibirlo
como una totalidad, no como un “collage” formado por fragmentos
superpuestos. En otras palabras, la coherencia es lo que diferencia a un texto
de un simple agregado de párrafos o de oraciones.
Algunos autores prefieren limitar el concepto de coherencia a la estructura
profunda de un texto y utilizar el de cohesión para referirse solamente a la
estructura
superficial,
léxico-gramatical
y
de
orden
sintáctico
(microestructura).
Para que un texto resulte coherente, los distintos apartados, párrafos y
oraciones deben estar conectados, cohesionados. La falta de estos elementos
de relación es uno de los principales problemas que se encuentran en los
textos de los escritores principiantes.
Al analizar la coherencia de un texto nos fijamos si sus distintas partes están
conectadas y guardan relación entre sí. Esta relación puede estar implícita en
la estructura semántica del texto o indicada de manera explícita, por medio
de marcadores textuales, que son indicadores visibles de la coherencia de un
texto (ver numeral 2.3.2).
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2.3.1 Niveles de coherencia en los ensayos
Al analizar la coherencia de un ensayo consideraremos cuatro niveles de
relación:
(a) Entre la pregunta de indagación y el contenido: el ensayo final es el
resultado visible del proceso de indagación que se ha desarrollado a lo largo
del semestre. En consecuencia, su contenido debe resultar coherente con la
pregunta de indagación.
(b) Entre los apartados o epígrafes: son las grandes partes, los subtópicos en
que se divide un texto, y suelen estar indicadas con numerales o subtítulos.
Corresponden al nivel superior del esquema de ideas que los estudiantes
debieron haber elaborado, al hacer la planeación del ensayo. Los apartados
no son trozos sueltos, colocados uno después del otro de manera aleatoria,
sino que deben guardar algún tipo de relación, implícita o explícita.
(c) Entre párrafos: cada párrafo o grupo de párrafos debe relacionarse con los
anteriores y con los que lo siguen. En su Curso de Redacción, G.M. Vivaldi
(1994,) propone la siguiente regla de oro para la construcción de los párrafos:
Para conseguir la debida cohesión de un párrafo o período, debe
procurarse ligar la idea inicial de una frase a la idea final de la frase
precedente o a la idea general –dominante– de dicho párrafo. (p. 91)
(d) Entre oraciones: la coherencia debe darse también en el nivel oracional,
por lo tanto, las distintas oraciones que constituyen un párrafo deben tener
una relación de significado entre ellas.
2.3.2 Los marcadores de la coherencia textual
Son dispositivos que sirven para hacer explícita la estructura del texto, por
eso constituyen un buen indicio de coherencia textual.
2.3.2.1 Los conectores
Los conectores, también llamados nexos o transiciones, se utilizan como
puente para conectar entre sí palabras, oraciones, párrafos o proposiciones.
La falta de conectores adecuados, o su mala utilización, son las culpables de
muchas de las confusiones que encontramos al leer un ensayo.
Además de servir como vínculo entre los distintos elementos de un texto, los
conectores también sirven para indicarle al lector que se ha concluido una
parte, anunciarle un cambio de dirección, hacer una síntesis de lo dicho, o
establecer una comparación con algo que se dijo antes. Al igual que las
señales de tránsito, colocadas en sitios clave, le ayudan al conductor a
mantener la dirección y le anuncian los giros en la carretera, del mismo modo
los conectores, siempre que estén bien seleccionados y ubicados, le indican al
lector con precisión el giro exacto que el autor le va a dar a su pensamiento.
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Los conectores pueden tomar forma de pronombres, adverbios o locuciones
adverbiales (en efecto, por ejemplo, por tanto, por cierto…), preposiciones o
conjunciones. (El cuadro anexo presenta una muestra de conectores de uso
frecuente).
Cuando no basta una palabra para indicar un nuevo giro en el pensamiento, se
utilizan oraciones o párrafos de transición, como en estos dos ejemplos:
Hemos visto cómo pueden usarse palabras, frases y oraciones como
dispositivos transicionales; estudiemos ahora los párrafos de transición.
Estos elementos son, pues, esenciales. Faltaría ahora definir cada uno
de ellos y aplicarlos a asuntos concretos como la dicción, la puntuación
y la estructura de la oración.
2.3.2.2 Las referencias
Otra buena señal de la coherencia de un texto son las referencias que el autor
hace a otras partes del mismo texto (referencias inter-textuales), pues
significan que está viéndolo como un conjunto en el que todas las partes están
interconectadas. Las referencias pueden ser anafóricas o catafóricas.
a) Anáforicas: remiten a informaciones anteriores. Ejemplo: como dijimos
anteriormente, consecuente con los objetivos enunciados, tal como se
planteó en el capítulo primero).
b) Catafóricas: remiten a informaciones posteriores. Ejemplo: como se verá
más adelante, como se indica en el cuadro anexo al final de estas notas).
2.3.2.3 La puntuación
El correcto uso de los signos de puntuación representa una de las dificultades
más frecuentes para los estudiantes, quizás por la forma como se enseñan en
el colegio: como una norma gramatical que debe seguirse automáticamente,
pero descontextualizada de las situaciones reales de uso.
Nosotros proponemos ver la puntuación en el contexto de la coherencia: como
una condición indispensable para escribir textos claros y bien organizados. La
puntuación sirve para dar orden y cohesión al discurso escrito y diferenciarlo
de la sintaxis propia del discurso oral. Para ello, basta recordar algunas de sus
funciones principales:
3
• Un punto indica que se cerró una idea y se va a comenzar otra.
3
Como guía para utilizar los signos de puntuación, recomendamos consultar la última edición
de la Ortografía de la Lengua Española. En el capítulo V se explican las normas con mucha
claridad y acompañadas de abundantes ejemplos.
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• La coma ordena ideas o elementos que forman una serie, separa los
distintos complementos en una oración o demarca las oraciones
parentéticas.
• Los signos de interrogación y de admiración sugieren duda o sorpresa.
• Las comillas indican que el escritor está citando a otros autores o
colorean una expresión con un tono de ironía.
Para finalizar, recordemos que la coherencia de un texto depende
principalmente de la relación de sentido entre las ideas (nivel semántico), no
en los dispositivos externos que se le agreguen. Estos son únicamente recursos
lingüísticos que sirven para hacer visible la organización lógica del texto, pero
no pueden sustituirla cuando no la hay. Al contrario, el mal uso de los
conectores puede convertirse en una trampa muy peligrosa, porque puede
hacer todavía mucho más evidentes los vacíos conceptuales y la falta de
coherencia de un texto.
Espero que estas breves notas resulten útiles para orientar y facilitar la
lectura y el comentario de los ensayos. Las sugerencias de los lectores me
ayudarán a cumplir mejor con este propósito.
Luis Bernardo Peña Borrero
Noviembre 1º de 2006
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Anexo: Conectores de uso frecuente
Introducción
elemento
de
un
4
nuevo primero, segundo, en primer lugar, por un lado…
por otro, por lo que se refiere a, con respecto a,
en relación con, además, adicionalmente,
finalmente, por último, además, al igual que…
Orden o secuencia
primero, en primer lugar, en último término,
finalmente, ante todo, antes que nada, para
empezar, luego, después, además, para
terminar…
Énfasis
en particular, dicho de otra manera, como se ha
dicho, hay que hacer notar, o sea, lo más
importante, la idea central es, hay que
destacar,
hay
que
tener
en
cuenta,
específicamente, concretamente, por ejemplo,
es decir, en otras palabras….
Causa o resultado
consecuentemente, en consecuencia, como
resultado de, porque, puesto que, por lo
tanto…..
Consecuencia o conclusión
finalmente,
en
conclusión,
pues,
evidentemente, en resumen, en síntesis…
Oposición
pero, sin embargo, a pesar, en cambio, antes
bien, no obstante, por el contrario, por otra
parte, en contraste, ni….
Objeción
aunque, si bien, a pesar de que, aun, con todo…
Acuerdo
ciertamente, por supuesto, en verdad…
Diferenciación
por un lado… por otro; de una parte… de otra;
en cambio, ahora bien…
Continuación
además, luego, después,
continuación, así pues…
Ejemplificación
por ejemplo, verbigracia, en particular, en el
caso de, a saber, como muestra…
Resumen
en
resumen,
resumiendo,
recapitulando,
brevemente, en pocas palabras, en síntesis…
4
Selección basada en D. Cassany (1993).
8/9
así
mismo,
a
Bibliografía
Cassany, D. (1996). La cocina de la escritura. Tercera Edición. Barcelona:
Anagrama.
Kaufman, A.M., Rodríguez, M.E. (1993). La escuela y los textos. Buenos Aires:
Santillana, Colección Aula XXI.
Real Academia Española (1999). Ortografía de la Lengua Española. Edición
revisada. Madrid: Espasa.
Van Dijk, T. (1988). Estructura y funciones del discurso. Quinta edición. (Ver
Conferencia 2, "Macroestructuras semánticas").
Vivaldi G.M. (1994). Curso de Redacción. Vigésima cuarta edición. Buenos
Aires: Paraninfo.
9/9
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