PAU Historia junio 2009 Cantabria

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Historia de España
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CANTABRIA
CONVOCATORIA JUNIO 2009
SOLUCIÓN DE LA PRUEBA DE ACCESO
AUTORA:
Marta Monje Molina
Texto
Análisis del texto
El texto está constituido por una serie de fragmentos del
Manifiesto España con honra, hecho público el 19 de septiembre de 1868. Se trata de una fuente primaria de carácter histórico-político. El manifiesto marcó el inicio de la llamada Gloriosa Revolución, que supuso el destronamiento
de Isabel II y la instauración de un régimen democrático por
primera vez en la historia de España. Dicho régimen se
mantuvo vigente durante los seis años siguientes, constituyendo el período histórico conocido como Sexenio Democrático (1868-1874). Firmaron el manifiesto un grupo de
militares desafectos al Gobierno y a la persona de Isabel II
en representación de dos de los principales partidos de la
oposición, progresistas y unionistas. Su redacción fue confiada al dramaturgo y político Adelardo López de Ayala,
quien, posteriormente, fue ministro de Ultramar en el primer Gobierno de la Restauración y presidente del Congreso.
El documento se publicó el 3 de octubre de 1868 en la
Gaceta de Madrid, un diario cuyo origen se remonta al siglo
XVII y en el que, desde el siglo XVIII, se hacían públicas las
decisiones del Gobierno. Fue el antecedente del Boletín Oficial del Estado.
En el manifiesto, los pronunciados se erigen en portavoces de
sus compatriotas («La ciudad de Cádiz […] con la Armada anclada en su puerto […] segura de que es leal intérprete de todos los ciudadanos […]») para negar su obediencia al Gobierno de Madrid. A continuación, se indican las
razones del pronunciamiento y la política a seguir. Entre
las primeras figuran la arbitrariedad de los gobiernos de
Isabel II («[…] una legalidad común por todos […]»; «[…]
que el encargado de observar la Constitución no sea su
enemigo irreconciliable […]») y la corrupción del entorno
real («[…] la interminable serie de […] favoritos»). Entre las
medidas a adoptar figuran la constitución de un Gobierno
provisional y la instauración de un régimen político regido
por el sufragio universal. Los firmantes del manifiesto solicitan un apoyo de amplio espectro, desde los demócratas
más radicales («ardientes partidarios de las libertades individuales») a «los ministros del altar», pasando por los liberales —«unánimes y compactos», algo que se revelaría
inexacto en años posteriores—, clases acomodadas y
amantes del orden. Por último, el llamamiento se cierra con
la solicitud de apoyo «al pueblo todo», compuesto en su
gran mayoría por una población campesina ajena a las vicisitudes políticas de la Corte y las mayores ciudades. Remata
el texto un «¡Viva España con honra!», que posteriormente
dio título al manifiesto. La expresión define en buena medida la mentalidad castrense y de parte de la sociedad civil de
la época.
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Firman el escrito varios altos mandos del Ejército. Encabezan el grupo el duque de la Torre (Francisco Serrano y
Domínguez) y Juan Prim. Desde la muerte de Leopoldo
O’Donnell, el duque de la Torre era el líder de la Unión Liberal, formación política a la que se encontraban próximos la
mayor parte de los firmantes. Juan Prim y Prats era el jefe de
los progresistas.
Definición de términos o expresiones
Constitución. Ley fundamental de un Estado que define su
forma de gobierno, sus instituciones políticas y los derechos de sus ciudadanos. Pese a que ha habido numerosos
ejemplos de legislaciones reguladoras del ejercicio del
poder a lo largo de la historia, el constitucionalismo está
asociado a las revoluciones burguesas de la época contemporánea. Las primeras constituciones de este signo fueron
la estadounidense (1787) y la francesa (1791). En España
se promulgaron cinco a lo largo del siglo XIX (1812, 1837,
1845, 1869 y 1876), además del Estatuto Real de 1834. La de
1812 encarnó el primer régimen liberal español: instauró la
soberanía nacional y la división de poderes, reconoció los
derechos individuales y adoptó un amplio sufragio general
masculino. En ella se inspiró la Constitución de 1837, aunque esta fue más moderada. Las de 1845 y 1876 se basaron
en el liberalismo doctrinario (soberanía compartida entre
las Cortes y el rey, con predominio de este, sufragio censitario, inicialmente en el caso de la de 1876). La de 1869 fue
democrática (soberanía nacional a la que debía someterse
el monarca, sufragio general masculino).
En el siglo XX se promulgaron dos constituciones más en
España: las de 1931 y 1978. Por la Constitución de 1931 se
rigió la vida política de la Segunda República; configuraba
un régimen democrático, laico y descentralizado, en el que
se recogía la función social de la propiedad. La Constitución
de 1978, actualmente en vigor, establece que la soberanía
nacional reside en el pueblo español bajo una monarquía
parlamentaria y democrática. El Estado es unitario, pero
compatible con la pluralidad nacional, articulada políticamente en un sistema autonómico.
Sufragio universal. Sistema de elección de los representantes políticos y cargos públicos de un Estado u otro tipo de
organización que establece la igualdad en el valor del voto
de los electores y no indica ninguna limitación para alcanzar la condición de tal relativa a fortuna personal, condición
social o preparación académica. El sufragio universal está
asociado a la progresiva democratización de los regímenes
políticos liberales surgidos en el siglo XIX tras la desaparición del Antiguo Régimen. Inicialmente, la clase política era
elegida a través del sufragio censitario (es decir, podían
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acceder a la condición de electores quienes satisfacían un
determinado nivel de contribuciones o censos). El sufragio
universal o, más bien, general masculino, se fue imponiendo
a lo largo de siglo XIX. En España se estableció inicialmente
durante el Sexenio Democrático. Posteriormente, ya durante la Restauración, se reinstauró en 1890. El derecho de voto
de la mujer se implantó a lo largo del siglo XX. Las mujeres españolas lo ejercieron por primera vez en las elecciones
generales de noviembre de 1933.
Liberales. Grupo ideológico que surgió en el siglo XIX y formó parte de las Cortes de Cádiz (1812). Sus miembros eran
partidarios de emprender cambios radicales en el sistema
político y la organización social del Antiguo Régimen, y de
dotar a las Cortes, como Asamblea Nacional, de toda la
soberanía. Durante el reinado de Fernando VII los liberales
se enfrentaron a los absolutistas, de quienes les separaban
radicales diferencias en cuanto a la forma de gobierno y la
organización económica y social de España. Tras la experiencia del Trienio Liberal, sus partidarios se asentaron definitivamente en el poder durante la década de 1830. En ese
tiempo el movimiento se dividió en moderados y progresistas. Los primeros eran partidarios de una versión autoritaria
del liberalismo (el liberalismo doctrinario), del sufragio censitario y de la centralización política y administrativa; sus
partidarios se encontraban entre los terratenientes, la alta
burguesía, la Iglesia y los antiguos privilegiados. Los progresistas propugnaban la ampliación del sufragio y las libertades (de imprenta, de reunión, de asociación), de una
mayor descentralización y del mantenimiento de instituciones como la Milicia Nacional; recibieron el apoyo de las
clases medias y los artesanos de las ciudades.
Desarrollo y explicación histórica
La Revolución de septiembre de 1868, conocida por sus
partidarios como la Gloriosa, dio inicio al Sexenio Democrático (1868-1874), el primer intento de establecer en España
una democracia genuina, tal y como era entendida en el
siglo XIX. Supuso, asimismo, un abrupto final para el reinado
de Isabel II, después de treinta y cinco años como titular del
trono. Durante la época isabelina se destruyeron las instituciones del Antiguo Régimen y se estableció el régimen liberal en España. Además, el país experimentó un importante
desarrollo económico y se sentaron las bases de una economía capitalista: proceso de desamortización, desarrollo de
las primeras industrias y sociedades de crédito, instalación
de cinco mil kilómetros de vías férreas y ampliación de la
red de caminos y carreteras, inicio del proceso de expansión urbana, desarrollo del telégrafo.
Sin embargo, el período también se caracterizó por una
gran inestabilidad política. Los partidos Moderado y Progresista se excluyeron mutuamente del poder y recurrieron al
pronunciamiento con apoyo de los militares para acceder
por la fuerza al Gobierno. Su división marcó las diferentes
etapas del reinado efectivo de Isabel II: Década Moderada
(1844-1854), Bienio Progresista (1854-1856), alternancia
entre los moderados y la Unión Liberal (1856-1868). Durante la tercera de estas fases, la principal preocupación de los
gobiernos fue mantener el orden público. El general Ramón
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María Narváez, al igual que en la Década Moderada, era el
hombre fuerte de los moderados. El también general Leopoldo O’Donnell dirigía la Unión Liberal, una formación de
nuevo cuño en la que se integraron antiguos moderados
puritanos, mayoritarios, y progresistas templados. Tanto
Narváez como O’Donnell, que encabezaron los gabinetes
durante la mayor parte de la década de 1860, se enfrentaron a una situación cada vez más precaria para los partidarios de la reina. A la ya tradicional oposición del carlismo
(frustrado pronunciamiento en el monasterio de San Carlos
de la Rápita, más conocido como la Ortegada, 1860), se
sumaron los progresistas, a quienes se vetó el acceso al
Gobierno. Salustiano Olózaga, líder de la facción «pura» del
partido, impuso la tesis del retraimiento (inasistencia a las
Cortes) y en 1864 se mostró a favor del destronamiento de
Isabel II. Los progresistas eran partidarios de una mayor
liberalización política, al igual que los demócratas.
La popularidad de la reina sufrió una merma importante en
esos años. Rodeada por una camarilla de cortesanos —Sor
Patrocinio, conocida como «la monja de las llagas», Antonio
María Claret, el marqués de Miraflores, Miguel Tenorio, su
secretario particular—, condicionó en gran medida la elección y la acción de los gobiernos de Narváez y O’Donnell.
Además, su situación matrimonial y sus relaciones sentimentales fueron ampliamente aireadas por la prensa. Precisamente a través de la prensa expresó sus opiniones un
grupo de intelectuales críticos entre los que se encontraban Eugenio Montero Ríos, Segismundo Moret, Francisco Pi
i Margall, Laureano Figuerola o Emilio Castelar, cuyo artículo
El rasgo (1865), en el que criticaba el comportamiento de la
reina, alcanzó gran resonancia. Todos ellos desempeñaron
un papel destacado durante el Sexenio Democrático. Incluso,
se cuestionó la legitimidad de Isabel II desde la familia real.
El duque de Montpensier, casado con Luisa Fernanda, hermana de la reina, se postuló como aspirante al trono y
encontró el apoyo de numerosos miembros de la Unión
Liberal.
El descontento se tradujo en una serie de pronunciamientos y manifestaciones de descontento. En 1865 tuvo lugar la
protesta estudiantil universitaria conocida como la Noche
de San Daniel, que fue duramente reprimida. El general
Prim, tras aproximarse de nuevo a los progresistas, protagonizó los pronunciamientos fallidos de Valencia (1865) y
Villarejo de Salvanés, en enero de 1866. En mayo de ese
mismo año se produjo el desplome de las bolsas de Barcelona y Madrid, provocado por un severo ajuste en las expectativas de beneficio del sector ferroviario. Este «pánico» bursátil marcó el inicio de una profunda crisis económica. En
junio, los progresistas organizaron la sublevación de los sargentos del cuartel de San Gil, en cuya represión intervino
activamente el general Serrano, duque de la Torre. El
Gobierno ordenó el fusilamiento de 66 de los participantes
en la asonada, lo que arruinó el prestigio del entonces presidente del Gobierno, O’Donnell, y cerró cualquier posibilidad de reconciliación con los progresistas. Dos meses después, un grupo de exiliados progresistas y demócratas
firmó el Pacto de Ostende (Bélgica) para destronar a la reina
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y acabar con su régimen. Tras la muerte de O’Donnnell
(1867), los unionistas, dirigidos por el duque de la Torre, se
sumaron al pacto.
En abril de 1868 murió también Narváez, que en ese momento ocupaba la presidencia del Gobierno. Le sustituyó
Luis González Bravo, quien, ante la grave crisis económica
que sufría el país, tomó una serie de medidas escasamente
populares: rebajó el sueldo de los funcionarios y exigió un
impuesto especial a los contribuyentes. Asimismo, ante los
posicionamientos de una serie de mandos del Ejército,
ordenó que fuesen exiliados en Canarias; entre ellos se
encontraban el duque de la Torre, Dulce, Serrano Bedoya
y Caballero de Rodas, que firmaron el Manifiesto España
con honra de septiembre de ese mismo año. Todos ellos
eran unionistas y partidarios del duque de Montpensier
—quien también sufrió el destierro—, al considerarlo una
alternativa moderada y continuista. Sin embargo, existía entre
los partidarios de la sublevación un fuerte sentimiento en
contra de esa opción —el levantamiento de los sargentos
del cuartel de san Gil se realizó al grito de «¡Abajo los Borbones!»—. El candidato elegido tras un largo proceso de
selección sería Amadeo de Saboya.
Finalmente, la sublevación se inició en Cádiz, adonde se
había desplazado Prim acompañado por Sagasta y Ruiz
Zorrilla. El almirante Topete, unionista y al mando de la
Armada anclada en Cádiz, inició el pronunciamiento el día
18 de septiembre. Al día siguiente llegaron los militares
exiliados, se formó una junta revolucionaria y se hizo público un manifiesto del que forma parte el texto analizado.
La insurrección se extendió a otras ciudades y recibió un
amplio apoyo popular, generalmente liderado por los demócratas, que organizaron juntas revolucionarias. Se produjeron sublevaciones en Sevilla, Málaga, Almería, Cartagena, Alicante, Santander, Ferrol, La Coruña o Zaragoza. Los
generales Prim y Serrano asumieron la dirección del movimiento. El primero partió por mar rumbo a Barcelona. Luis
González Bravo dimitió y fue sustituido al frente del
Gobierno por el general José Gutiérrez de la Concha. Pocos
días después, el duque de la Torre derrotó a las tropas leales a la reina, dirigidas por el marqués de Novaliches, en la
batalla de Alcolea (Córdoba, 28 de septiembre). La victoria
dejó libre a los sublevados la entrada a Madrid, que se
sublevó un día después. Isabel II, que se encontraba de
vacaciones en la costa cantábrica, se exilió en Francia (30
de septiembre).
Cuestiones
 La conquista por parte de Roma de la Península Ibérica,
que bajo su dominación recibiría el nombre Hispania, se
desarrolló en cuatro etapas.
쐌 Victoria de Roma sobre Cartago (218-205 a. C.). Tras la
toma de Sagunto por Aníbal, rompiendo lo pactado
con Roma en el Tratado del Ebro (226 a. C.), se inició
la Segunda Guerra Púnica (219 a. C.-201 a. C.). Utilizando Tarraco (Tarragona) como base de operaciones, el general romano Publio Cornelio Escipión conquistó Cartago Nova (209 a. C.) y finalmente ocupó
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Gades (206 a. C.), expulsando a los cartagineses de la
Península Ibérica.
쐌 Sometimiento del interior peninsular (205-133 a. C.).
Los conflictos más duros con que se enfrentaron los
romanos fueron las guerras lusitanas (155 a. C.-136
a. C.), para defender el valle del Guadalquivir de los
pillajes del caudillo lusitano Viriato, y las guerras celtibéricas (153 a. C.-133 a. C.), que concluyeron con la
toma de la ciudad de Numancia (Soria).
쐌 Guerras civiles en Roma (133-31 a. C.). En esta época,
los partidarios de los dirigentes romanos Sertorio (8173 a. C.) y Pompeyo (49-44 a. C.) utilizaron Hispania
como plataforma contra sus respectivos enemigos:
César venció a los pompeyanos en Munda (Montilla,
Córdoba, 45 a. C.).
쐌 Sometimiento de las montañas del norte (31-19 a. C.).
El emperador Octavio emprendió campañas contra
galaicos, astures y cántabros. Emérita Augusta (Mérida) fue fundada con soldados veteranos. Finalizó la
conquista de Hispania y se inició la pax romana.
En la evolución de la Administración romana de la Península Ibérica y Baleares se distinguen tres etapas:
쐌 197 a. C.-siglo I a. C. En esta época predominó la administración militar; al frente de cada provincia se
encontraba un pretor.
쐌 Siglos I a. C.-III. Hispania se dividió en tres provincias:
Bética, Lusitania y Tarraconense. En la Bética, considerada más romanizada y pacífica, el ejército no tenía
tanta presencia como en las otras dos provincias.
쐌 Siglos III-V. Como consecuencia de la reorganización
del Imperio en época de Diocleciano, se introdujo una
circunscripción territorial más amplia y se aumentó el
número de provincias, dirigidas por un vicarius (delegado). La diócesis de las Hispanias englobaba siete:
Bética, Lusitania, Tarraconense, Cartaginense, Gallaecia, Mauritania Tingitana y Baleárica.
En 409 tuvo lugar la entrada de los pueblos bárbaros en
la Península Ibérica (suevos, vándalos y alanos), en 476
se produjo la caída del Imperio Romano de Occidente y
en 507 se constituyó el reino de Toledo tras la derrota de
los visigodos por los francos en Vouillé.
 Tras su conquista en el siglo VIII, el dominio del islam
sobre el territorio del reino visigodo de Toledo no fue
completo. El norte peninsular, ocupado por pueblos
montañeses, estaba poco romanizado y cristianizado. El
islam no se preocupó demasiado por esta zona, ya que
la consideraba poco próspera.
El primer reino que surgió en la Cordillera Cantábrica
fue el de Asturias: entre 718 y 722, Pelayo, un jefe local,
derrotó a los musulmanes cerca de Covadonga (Cangas
de Onís, Asturias). El reino astur estableció su corte en
Cangas de Onís y amplió su territorio por el este (Cantabria, Vizcaya, Álava) y el oeste (costa norte gallega).
Durante el reinado de Alfonso II (791-842), la corte se
trasladó a Oviedo. Este monarca restableció las leyes
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visigodas y organizó la Iglesia católica local con independencia del arzobispado de Toledo.
En la frontera entre al-Ándalus y el reino de los francos,
desafiando a ambos, surgieron diversos estados pirenaicos. Así, en el Pirineo occidental apareció el reino de
Pamplona, que alcanzó su independencia hacia 905 con
Sancho Garcés I. En los altos valles del Pirineo central se
formaron desde el siglo IX los condados de Aragón,
Sobrarbe y Ribagorza. En el Pirineo oriental se constituyeron varios condados: Barcelona, Gerona, Pallars, Rosellón, Cerdaña y Urgell, entre otros. El conde de Barcelona,
Wifredo I, impuso su hegemonía desde el año 878.
Los núcleos cristianos fueron ganando terreno a alÁndalus durante un largo proceso que se aceleró debido a la desaparición del califato de Córdoba (1031), y el
fin de los imperios almorávide (mediados del siglo XII) y
almohade (primera mitad del siglo XIII). Este proceso histórico se desarrolló en las siguientes fases:
쐌 Inferioridad de los reinos cristianos. Entre el siglo VIII y
mediados del XI, todos los reinos cristianos se vieron
obligados a declararse vasallos del poder islámico de
Córdoba. Pese a ello, Asturias se extendió hasta el
valle del Duero y su capital se trasladó a León. Navarra
avanzó hasta el valle del Ebro, se anexionó los condados del Pirineo central y durante el reinado de Sancho Garcés III el Mayor (1004-1035) se apoderó del
condado de Castilla. A su muerte, el monarca navarro
repartió el gobierno de sus dominios entre sus hijos y
emergieron dos nuevos reinos: Castilla y Aragón.
쐌 Avances sobre el valle del Tajo. Entre mediados del
siglo XI y mediados del XII, la debilidad de los reinos
de taifas, que pagaron parias (tributos), y el crecimiento
demográfico y económico favorecieron la expansión
cristiana. Los mayores avances los protagonizó un
nuevo reino surgido de la unión de Castilla y León. Su
rey, Alfonso VI, conquistó Toledo (1085) y controló el
valle del Tajo; sus sucesores resistieron las invasiones
almorávide y almohade. En esta época se consolidó
también el dominio castellano de La Rioja y los territorios vascos. A partir de 1139, el condado de Portugal se constituyó en reino con Alfonso I (a partir de
1139), quien conquistó Lisboa en 1147.
쐌 Avances sobre el valle del Ebro. Aragón (que había
absorbido a Navarra desde el siglo XI), con Alfonso I
el Batallador, conquistó Zaragoza (1118) y controló el
valle del Ebro. Más tarde, el reino de Navarra se separó
y quedó limitado a un pequeño territorio. Entretanto,
Aragón encontró un nuevo aliado en el condado de
Barcelona, a través del compromiso matrimonial
(1137) entre Ramón Berenguer IV y Petronila, hija de
los reyes aragoneses. El reino surgido de esta unión
pasó a llamarse Corona de Aragón.
쐌 Hegemonía de los reinos cristianos. A partir de la
derrota almohade en Navas de Tolosa (Jaén) en 1212,
la superioridad cristiana fue nítida: se produjo un
espectacular avance de Castilla, Portugal y Aragón.
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Los reinos de Castilla y León se unieron definitivamente con Fernando III, rey de Castilla (1217) y de
León (1230), y conquistaron Jaén (1246) y Sevilla
(1248). Alfonso, hijo de Fernando III, tomó el reino de
Murcia (1243) y, ya coronado como Alfonso X, ocupó
Cádiz, Huelva y Jerez. Portugal conquistó El Alentejo y
El Algarve. El rey de la Corona de Aragón Jaime I el
Conquistador (1213-1276), se adueñó de las Islas
Baleares (1229-1235) y Valencia (1238). Estos avances
convirtieron a la Corona de Aragón en una potencia
marítima.
Entre los siglos XIII y XV el reino de Granada fue el único
núcleo de poder político musulmán existente en la
Península Ibérica. Fue conquistado por los Reyes Católicos (1482-1492).
 Tras la desaparición del califato de Córdoba en 1031,
decretada por una asamblea de notables, la evolución
política de al-Ándalus fue la siguiente:
쐌 Los reinos de taifas (1031-1090). El territorio de alÁndalus se disgregó en pequeños reinos independientes llamados taifas (primeros reinos de taifas),
gobernados por reyes locales enfrentados entre sí.
Las taifas más importantes fueron las fronterizas
(Badajoz, Toledo, Zaragoza), las levantinas (Valencia,
Denia, Murcia) y la de Sevilla. El desarrollo cultural,
artístico y científico de las taifas fue muy elevado; sin
embargo, su debilidad militar e inestabilidad política
también fueron considerables. Tuvieron que pagar
parias (tributos) a los reinos cristianos que las amenazaban. Su debilidad y las constantes rivalidades entre
ellas favorecieron las invasiones procedentes del norte de África.
쐌 Almorávides (1090-1145). Los reinos de taifas pidieron ayuda a los almorávides, que llegaron a finales del
siglo XI y conquistaron todas las taifas entre los años
1090 y 1110. Sin embargo, no pudieron contener el
avance de los cristianos. Tras el desmoronamiento de
su Imperio surgieron las segundas taifas (1145-1156).
쐌 Almohades (1156-1212). Procedían del actual Marruecos y establecieron su capital en Sevilla. Hacia 1203
los almohades ya habían sometido todas las taifas
andalusíes; sin embargo, tampoco lograron frenar los
avances cristianos y fueron derrotados en la batalla
de las Navas de Tolosa (Jaén, 1212). Tras ellos surgieron las terceras taifas (1212-1236), que fueron conquistadas en el siglo XIII por Castilla y Aragón.
쐌 El reino nazarí de Granada (1237-1492). El único Estado heredero de al-Ándalus que perduró en la Península fue el reino de Granada (por establecerse en esta
ciudad su capital). Fundado entre 1237 y 1238 por
Muhammad I, de la dinastía nazarí, este reino, que llegó a abarcar también Málaga y Almería, logró sobrevivir hasta 1492 frente al reino de Castilla (por una
parte) y a los benimerines del otro lado del estrecho
(por otra), gracias a la habilidad diplomática de sus
gobernantes (que se aliaron a unos u otros a su conHistoria de España
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veniencia), al pago de parias y a una gran cohesión
interna. Constituyó un reino rico, con una elevada
densidad de población y en él se alcanzaron altas
cotas intelectuales y artísticas, especialmente en la
etapa de mayor esplendor, durante los reinados de
Yusuf I (1333-1354) y Muhammad V (1354-1391). A
finales del siglo XV los reinos de Castilla y Aragón se
asociaron en una unión dinástica mediante el matrimonio de Isabel y Fernando (Reyes Católicos). Esta circunstancia, unida a los problemas internos (crisis
dinástica, guerra civil) del reino de Granada, facilitaron su conquista y anexión por Castilla (1482-1492).
Boabdil, el último monarca de Granada, entregó la
ciudad a Castilla en enero de 1492.
dos con Portugal, aunque el descubrimiento de América cambió por completo la situación. Portugal mantuvo su dominio en el litoral africano, pero por el Tratado de Tordesillas (1494) Castilla logró el control del
Atlántico occidental y de la mayor parte del Nuevo
Continente excepto de Brasil, que correspondió a Portugal. Con respecto al norte del Atlántico, la ruptura
de la alianza con Francia impuso un cambio de aliados: Inglaterra, el Sacro Imperio Romano Germánico
—también llamado Imperio alemán, que comprendía
gran parte de Europa, incluyendo la actual Alemania,
Suiza, Austria, el norte de Italia, los Países Bajos…— y
los Países Bajos (Flandes), eran los candidatos a establecer nuevas alianzas.
 La política exterior de los Reyes Católicos continuó los
objetivos marcados por los Trastámara en sus respectivos reinos:
Los Reyes Católicos utilizaron varios instrumentos para
llevar a cabo su política exterior: una diplomacia ágil
(se establecieron embajadores estables en las cortes
europeas); un Ejército permanente y en aumento, y una
política matrimonial para lograr alianzas con Portugal
(buscando la unión dinástica peninsular), Inglaterra y el
Imperio alemán. El matrimonio de una de las hijas de
Isabel y Fernando, Juana de Castilla, con Felipe de Habsburgo, permitió al hijo de ambos, Carlos de Gante, concentrar en su persona una enorme herencia patrimonial.
쐌 La recuperación de los territorios perdidos por los
reyes aragoneses y que Fernando reivindicaba como
parte del patrimonio familiar: Navarra (en la que
había reinado su padre, Juan II, y ahora los condes de
Foix, de origen francés), Rosellón y Cerdaña (condados que Juan II había cedido al rey de Francia a cambio de su apoyo en la guerra civil catalana) y Nápoles
(donde reinaban los Trastámara, pero que era constantemente reivindicado por Francia). En cualquier
caso, la anexión de estos territorios implicaba algún
tipo de enfrentamiento con Francia.
쐌 La consolidación de la expansión mediterránea de la
Corona de Aragón, tanto en Italia como en el norte de
África. La política italiana estuvo estrechamente
conectada al punto anterior. En esta época, Francia
reactivó las guerras en Italia, que estaba formada por
una multitud de pequeños estados, débiles militarmente pero ricos y cultos. Para ello, Carlos VIII quiso
asegurarse la neutralidad de sus enemigos potenciales. Con este fin, en 1493 devolvió a la Corona de Aragón el Rosellón y la Cerdaña (Tratado de Barcelona).
Más tarde, Luis XII de Francia acordó con Fernando el
Católico el reparto del reino de Nápoles (Tratado de
Granada, 1500). Sin embargo, la falta de entendimiento entre ambos reinos condujo a la guerra en 1502.
Las tropas francesas fueron derrotadas en Ceriñola y
Garellano (1503) y, como consecuencia, los Trastámara recuperaron Nápoles. Fernando el Católico siguió
interviniendo en la zona para mantener el equilibrio
de poder entre los estados que dominaban Italia:
Francia y Venecia, al norte; el papado en el centro; y
Aragón, en el sur. En cuanto a la política norteafricana,
entre 1497 y 1510, los castellanos realizaron diversas
expediciones con el objetivo de ocupar una serie de
plazas fuertes (puertos y puntos estratégicos) para
garantizar la seguridad política y comercial del Mediterráneo occidental frente a la piratería berberisca o
bereber y la expansión del Imperio turco (otomano).
쐌 El avance de la expansión atlántica del reino de Castilla. Hacia el sur se vio limitada por los acuerdos firma© Oxford University Press España, S. A.
 Felipe V fue el primer monarca de la dinastía de los Borbones en España e introdujo el modelo absolutista francés. Durante la Guerra de Sucesión y a su conclusión
promulgó los Decretos de Nueva Planta. La medida afectó a los reinos orientales, que se habían alineado con
Carlos de Habsburgo: Valencia y Aragón (1707), Mallorca
(1715) y Cataluña (1716). Con ellos se eliminaron los fueros, las Cortes y sus diputaciones, los tradicionales concejos municipales, el cargo de Justicia Mayor, el sistema
fiscal y monetario propio de cada reino y el Consejo de
Aragón. En su lugar se impusieron, en general, las leyes,
instituciones y cargos de Castilla. En el País Vasco y
Navarra se mantuvieron vigentes sus fueros y aduanas
propias. Navarra, además, conservó sus Cortes y su virrey.
Estos decretos respondían además al deseo del nuevo
monarca de emprender reformas que condujesen a la
unidad administrativa de sus dominios y a una mayor
centralización. El sistema tradicional de gobierno de los
Austrias fue relegado. El Consejo de Castilla pasó a serlo
de todo el reino y los secretarios se convirtieron en funcionarios imprescindibles en el Gobierno. Durante la
época de Carlos III se creó la Junta Suprema de Estado
(1787), precedente del Consejo de Ministros. La política
centralizadora de los Borbones se concretó además en
los siguientes aspectos:
쐌 El diseño de una nueva Administración territorial. Se
crearon nuevas figuras políticas como representantes
de la autoridad real: los intendentes y los capitanes
generales. Los primeros controlaban una circunscripción de tamaño medio. Tenían poderes administrativos, fiscales y judiciales e, incluso, militares (intendentes del Ejército o de Guerra). Los capitanes generales
controlaban áreas delicadas defensivamente. Sus atriHistoria de España
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CANTABRIA
buciones eran militares y judiciales (generalmente
presidían la Audiencia territorial).
쐌 El sometimiento de las Cortes. Se establecieron unas
Cortes únicas con la excepción de Navarra: dos procuradores por cada una de las 36 ciudades con derecho
a representación. En el siglo XVIII solo se convocaron
en tres ocasiones (1724, 1760 y 1789), siempre con
motivo de la jura del heredero al trono. En las Cortes
de 1789 fue derogada, además, la ley sálica.
쐌 Las reformas en el Ejército y la Armada. El objetivo era
crear un Ejército permanente. Para ello se recurrió al
reclutamiento mediante voluntarios, levas obligatorias y quintas (reemplazo por sorteo de varones no
exentos, aportado por cada pueblo). Se creó, asimismo, una nutrida Guardia Real. Para la monarquía era
vital contar con una Armada poderosa que defendiera la ruta hacia las Indias y los intereses españoles en
el Mediterráneo; por eso se emprendieron programas
de construcción naval.
Los Borbones firmaron un concordato con la Santa Sede
(1753) que concedía a la Corona el derecho de patronato universal: el rey presentaba al Papa sus candidatos a
obispos y a otros cargos eclesiásticos. Además, el Estado
ingresaría en sus arcas las rentas de los obispados que
quedasen vacantes.
El objetivo de la política económica de los Borbones no
solo era la mejora del bienestar de sus súbditos, sino
también el incremento de los recursos. En este campo, se
llevaron a cabo las siguientes medidas:
쐌 Reformas fiscales. Además del impuesto único establecido en los reinos orientales, el marqués de la Ensenada, ministro de Fernando VI, intentó crear una úni-
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CONVOCATORIA JUNIO 2009
ca contribución sobre la renta aplicable a todos los
estamentos en Castilla en sustitución de la alcabala y
los millones. Con este fin se elaboró un censo, conocido como el Catastro de Ensenada (terminó de realizarse en 1754), de los recursos y riquezas existentes en
Castilla. Asimismo, en la época del marqués de la
Ensenada se decretó la recuperación de los impuestos arrendados a particulares.
쐌 Creación de manufacturas estatales. También llamadas reales fábricas, eran grandes talleres que estaban
exentos de impuestos y de derechos de aduana. El
objetivo era constituir un modelo de negocio rentable y que fuera imitado por la iniciativa privada. Se
contrataron artesanos extranjeros que utilizaron sus
técnicas y formaron a la mano de obra. En estas fábricas se elaboraban artículos de lujo destinados al rey y
a la corte o productos que eran monopolio del Estado
(tabaco, cañones).
쐌 Construcción de obras públicas. Ensenada inició tres
grandes proyectos: el Canal de Castilla, en la Meseta
norte, para facilitar el transporte fluvial y el regadío; la
carretera de Guadarrama, a través del Sistema Central,
y el camino de Reinosa, paso de Castilla hacia la costa
cantábrica. Durante el reinado de Carlos III se inició el
Canal imperial de Aragón y se diseñó un plan radial
de carreteras con centro en Madrid. Su objetivo era
fortalecer el comercio y la industria; sin embargo,
estos proyectos concluyeron muchos años después.
쐌 Colonización de nuevas tierras. Durante el reinado
de Carlos III, la Corona impulsó las llamadas nuevas
poblaciones de Sierra Morena y el valle del Guadalquivir para incrementar la producción agraria mediante la aplicación de una planificación racional.
Historia de España
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