La unión dinástica de los Reyes Católicos: El año 1476, parte de la nobleza y de las ciudades de Castilla proclamaron reina a Isabel, hermana del anterior monarca, Enrique IV. Otro sector no menos importante del reino permaneció fiel a la princesa Juana, llamada la Beltraneja, hija del difunto Enrique. Ambas contaban con fuertes apoyos exteriores. Se produjo una guerra civil entre ambos bandos que finalizó con la victoria de Isabel, casada con Fernando, el heredero de la corona aragonesa. De esta modo se consumó la unión con Aragón. En 1479, en virtud del tratamiento de Alcaçovas, Alfonso y Juana renunciaron a sus derechos a la corona de Castilla e Isabel y Fernando a los suyos sobre la de Portugal. De este modo se inició un reinado que sería decisivo para el futuro de la península. Con los Reyes Católicos empezó la unidad española. En virtud de la concordia de Segovia, Isabel y Fernando reinaban conjuntamente en Castilla, pero en Aragón, Cataluña, Valencia y Mallorca era sólo Fernando quien ostentaba el poder real. Cada uno de esos reinos conservaba sus leyes e instituciones propias y como consecuencia de ello, los naturales de un renino eran considerados extranjeros en el otro.