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GASPAR
OCTAVIO
HERNÁNDEZ
LA C O P A
DE
=
AMATISTA
EDICIÓN POSTUMA
PANAMÁ
f.MPRENTA NACIONAL
1923
yjf
R 115671
GASPAR
OCTAVIO
HERNÁNDEZ
LA C O P A U !
AMATISTA
EDICIÓN POSTUMA
LIBRERÍA U UHIOH'
BEHEDETTl HERMANOS
PA
^
IMPRENTA NACIONAL
1923
nuKk
=/
I m p r í m e s e e s t a s p o e s í a s m e r c e d al
d e c i d i d o a p o y o oficial q u e , g e n e r o sa y n o t a b l e m e n t e , les h a prestado
el E x c e l e n t í s i m o S e ñ o r D o c t o r D o n
BELISARIO
PORRAS,
P R E S I D E N T E DE LA
REPÚBLICA.
DEL JARDÍN DEL OLVIDO
I
ELEGÍA EN P R O S A DEL POETA
¿Qué noble pecho fue aquél donde latía el
corazón generoso que me ofreció las inagotables
bondades de una amistad inquebrantable y sincera? Qué dulce voz fue aquella que pronunció a mi oido palabras de consoladora esperanza y de optimismo regenerador?
¡Habla, viejo y negro Caronte, tú que conoces los que en tu barca fatal atravesaron la
Estigia tenebrosa! ¡Oh, Muerte, que arrebatas a tu insondable osario las más floridas existencias: ya es para siempre tuyo aquel amigo
desinteresado y fiel! ¡Lo arrebataste de este
miserable mundo de dolencias y de crueldades
de horrible modo trágico! (¡Oh, de qué modo
tan espantoso
!)
Pobre amigo mío, que consolaste a este empedernido soñador y dulcificaste la amargura
II
D E L J A R D Í N D E L OLVIDO
de mi alma, cuan dolorosamente recuerdo las
noches de común infortunio, cuando íbamos
por el sendero siniestro de la mala ventura,
cual dos sombras que el arremolinado y áspero
viento combatiera con sus ráfagas
La tiniebla de la eternidad cayó para siempre sobre lo que había en ti de perecedero y
mortal, pero tu psique luminosa penetró en el
templo de la gloria.
¡Cuan apagados no estarán tus ojos, entre
las cuatro tablas de t u caja mortuoria, bajo la
tierra negra y fría de la tumba, sin ver los soles ardientes, sin contemplar los astros solitarios de las noches aterradoras, ya cerrados a
la luz y a la vida, con. los párpados blancos como la más nivea cera, con las pestañas largas
humedecidas por la última gota del llanto que
te hizo verter el dolor de tu destino
Sobre tu urna fúnebre he reclinado mi frente,
y no he oido nada. T u corazón, se silenció,
como arpa cuyas cuerdas rompió mano infame,
como torrente que secó el ardor estival, como
pájaro que la helada dejó inerte, sin cantos,
sin brillo en las pupilas, sobre la escarcha hibernal del nido, abandonado
D E L J A R D Í N D E L OLVIDO
III
Descansa en paz, ya que la vida te torturó
incesantemente, ya que te estremeció la garra
del dolor, del cual fuiste legítimo predilecto,
¡pobre Lelián Panameño, bardo infeliz de la
bohemia melancólica, sentimental poeta que
tuviste por amiga fiel a la Desgracia y por inseparable compañera a la Mala Suerte
!
II
DÍAS DE. S U R G I M I E N T O
Hálleme, al principio de mi vida literaria,
casi pensativo ante la brusca embestida de los
críticos de mi barrio. Los Zoilos de la parroquia natal de Santa Ana se inquietaban viéndome con una aspiración de cumbres y con u n
anhelo de horizontes dentro de mi corazón.
Un hálito de desprecio por el arte recorría todos
los ámbitos del país, todas las esferas de las
actividades de la colectividad. Por eso, busqué las almas afines, los espíritus iconoclastas
amantes de las selecciones de belleza. ¡Cuan
pocos encontré! ¡Y los que por dicha pude hallar, ya miraban los cultivos literarios con desdén, pues que en esos garridos campos no
IV
D E L J A R D Í N D E L OLVIDO
siempre fueron haces de rosas los que cortaran
sus segures, sino de vez en vez, hosco manojo
de cardos y de espinas.
Pero, ¿por qué no decir que sentí inefable gozo cuando salió a mi encuentro el poeta Hernández, como u n cisne negro que emergiera de
pronto de los estanques del silencio? Poeta de
oscura estirpe democrática, tenía el alma blanca
Descendiente de una raza oriunda de
lejanas costas africanas, acaso fue por eso un nómada, un errante de la vida, un sediento de
paisajes inverosímiles, amador del campanilleo
de las caravanas y enamorado de las palmeras
de movilidad femenina. Tal vez las gotas de
sangre árabe que por sus venas corrieran, le
hicieron fuerte para atravesar el desierto de la
vida, en la qtie fue azotado por los simunes coléricos de las envidias torpes; cegado por los
resplandores de todo lo bello y lo inalcanzable
que soñaba su alma morisca; atormentado por
los delirios de su corazón amante de lo fantástico, de las fuentes donde el agua suena como
u n cristal, de los patios marmóreos donde las
levantinas lánguidamente descansan sobre alcatifas purpúreas después de danzar sus danzas
voluptuosas
D E L J A R D Í N D E L OLVIDO
V
Abandonado en su soledad de huérfano y en
su aislamiento de romántico, Gaspar Octavio
Hernández era un genuino artista no corrompido aún por el roce de seres mentalmente inferiores a él o de nulidades eminentes y consagradas. F u e la soledad la que engendró en él
ese profundo dolor que hizo de su alma el castillo de la perenne tristeza y de su corazón el
jardín sombrío del pesar armonioso.
Frente a las mesitas de las tabernas sórdidas de los barrios silentes, solíamos leer las
páginas de los artistas distantes, de los poetas
que eran nuestros hermanos porque sabíamos
sentir y soñar sobre el oro de sus versos. ¡Cuantas veces no vimos huir, en una de esas vulgares estancias y frente a un desteñido y opaco
espejo, las horas largas de la noche, en tanto
que sobre nuestras cabezas una lámpara regaba
su luz mortecina, vaga, melancólica! Y, luego,
ebrios de vino y ebrios de poesía, salíamos a
transitar por las callejuelas, cuando la aurora
despuntaba y el lucero del alba languidecía en
el cielo matutino.
Asi, nuestra amistad, fue mutuamente honda y legítima. Nos apoyábamos el uno al otro,
VI
D E L J A R D Í N D E L OLVIDO
nos leíamos y, nos anotábamos los defectos de
las últimas páginas escritas, de buena fe, como
dos hermanos.
Mis ojos contemplaron la esplendidez primaveral de sus nobles aspiraciones, la galanura
radiante del vuelo de su alma. Y continuamos
unidos a través de la abrasadora pampa de los
odios, de las calumnias vergonzantes, de las
murmuraciones envenenadas, sin separarnos,
hasta que la Muerte puso fin al Via-Crucis de
su vida, que a veces era carnaval de locuras y
de voluptuosidades!
III
E L HOMBRE
E r a el Poeta, como tal vez recuerdan no pocos, sombríamente moreno, aunque de tipo delicado y fino. Su nariz era de intachable corte
europeo, como él mismo solía afirmar orgullosámente, aunque sus labios denunciaban la
ardiente raza del desierto. E n sus ojos había
u n a melancolía extraña y sugestiva, inquietante y fatal. Aristocráticamente vestido siempre, usaba en días extraordinarios alguno de
los diversos y raros chalecos que le particulari-
D E L J A R D Í N D E L OLVIDO
VII
zaban. Así como Osear Wilde en París se hacía notar por su corbata, o como Alejandro
Sawa llamaba la atención pública de Madrid
por su pipa turca, Gaspar Octavio Hernández
se empeñaba en estremecer a su barrio con sus
inverosímiles chalecos. Hasta para beber el
vino acostumbraba asombrar a sus contertulios,
derramando en su copa pétalos de rosas, y trasegando después, nerviosa y lentamente, el licor embriagante
Amaba singularmente a la mujer, con delecto amor de fino poeta. Soñaba con los harenes orientales. Por eso es que todas sus
poesías están saturadas de evocaciones de carne
de nieve, de cuerpos alabastrinos, de senos pequeños y puros como lirios frescos. Le atraían
como imanes de potencia sobrenatural las hembras de cabelleras rubias, las blondas de la
Bscandinavia, las de azules ojos de estirpe germánica, o las espirituales hijas de nuestro bien
amado París. Una idealización de blancura,
muy de verdadero lírico, estremecía las cuerdas
de su arpa, llena de cisnes ebúrneos, de princesas
de piel de nácar, de azahares inmaculados como
algodones en rama y de marfiles perfectos
VIII
D E L J A R D Í N D E L OLVIDO
Hijo de tierra solar, era impetuoso en sus juicios, ardoroso en sus poesías, noble y valiente
en sus expresiones, con un profundo rencor hacia todo cuanto estuviese en pugna con el Arte.
Amaba y odiaba con toda la fuerza de su corazón, de aquel gran corazón sentimental que
tan bien cantó tan dulces cantos.
Bohemio, en la expresión más sincera del
vocablo, sus poemas surgieron entre el ruido
de las orgias y el susurro de las canciones, frente a la copa del vino fatal que envenenó su organismo, inspirándole las notas más sentidas
de su numen. Las alboradas sorprendíanle a
menudo en las afueras de la ciudad, blandamente arrullado por el amor efímero de alguna
rubia hetaira, entre cuyos brazos su cabeza de
rey etíope se reclinaba pensativa, como una flor
negra y terrible. Refugiado en algún cantinucho anónimo, encontréle a menudo escribiendo
sus estrofas, en tanto su mano nerviosa llevaba
a sus labios la cristalina copa rebosante de licor,
en la penumbra de la tarde y en la apacibilidad
del momento, mientras fumaba un aromático
cigarrillo egipcio, perdida la mirada en las contemplaciones de sus paisajes interiores
D E L J A R D Í N D E L OLVIDO
IX
De tal modo, viviendo demasiado su juventud, se extinguió su fuerza física, al sortilegio
de los placeres y de las inquietudes. Hasta que
el derrumbe de su alcázar de ilusión sobrevino,
cuando apenas le sonreían los veinte y cinco
abriles de su vida.
La Fatalidad, madre amorosa que desde la
cuna se complació en hacerle suyo, le condujo
al borde del abismo, y le señaló con descarnado
dedo el término de su jornada. Tisis en la laringe, como garra de acero, clavóse en su garganta, enronqueciendo su voz antes clara y sonora como un cristal fino. Tos permanente sacudió su endeble caja toráxica, de donde brotaba
el quejido de su pecho enfermo, como la resonancia apagada de una guitarra rota. Y la fiebre
inició su helada imaginaria, su frió inmisericorde que le atarazaba las carnes exangües, mientras la frente le ardía y los labios se le resecaban.
Y, a su dolor material, unióse la cólera despiadada del infortunio, en la hora miserable en
que quedaba cesante, sin empleo, sin oficio, y
sin dinero, pues todo el que ganara lo había derrochado en sus disipaciones
Entonces,
la ciudad nuestra, que no ama a sus poetas por-
X
D E L J A R D Í N D E L OLVIDO
que parece que no los comprendiera, vio a Hernández pasar diariamente, desolado, vendiendo
en irrisorios precios los volúmenes de su pequeña biblioteca, para obtener así precarios medios
de subsistencia
Y, no obstante su estado de mala salud, el Poeta continuó frecuentando los placeres, bebiendo sin cesar en la copa de oro del deleite, para embriagar su espíritu, para buscar el olvido a sus dolencias, para sumirse en la contemplación de los últimos
delirios
Un mes antes de expirar, La Estrella de Panamá lo acogía generosamente como su Redactor Jefe. Hasta que, en la noche del 13 de Noviembre de 1918, atacado de violenta y mortal
hemoptisis, cayó al suelo, entre el vómito espantoso de su propia sangre, como un cisne negro
moribundo en una linfa roja
IV
FATALISMO
Bs indudable que el dolor es lo único verdadero de la vida. La vida misma no es sino
u n a tristeza, una gran tristeza aterradora. L a
misión del artista es cantar, describir, pintar
D E L J A R D Í N D E L OLVIDO
XI
la belleza de la melancolía, porque en la melancolía existe la belleza suprema. «Melancholy is tlius the most legitímate of all poetical
tones», dice un crítico norteamericano al hablar
de la obra de Poe. El escritor que mejor escriba acerca del dolor, ése será sin duda el mejor escritor.
Gaspar Octavio Hernández, pues, como legítimo representante de la más dulce de las
expresiones de la belleza, que es la Poesía, fue
un ser por excelencia hondamente melancólico.
Desde la cuna, el dolor le consagró como a uno
de sus escogidos. Paria social a pesar de su
talento, vio horrorizado que una sociedad
amorfa y sin antecedentes de nobleza, advenediza en su mayor parte, le rechazaba porque
su piel no era blanca ni tenía en sus ojos el
color del mar o del cielo. Se repetía con él lo
que había sucedido con otros, anteriormente.
Y lo que sucederá con los que llegarán en el
porvenir. Generalmente, los que no tienen el
prestigio de una inteligencia preclara, se encastillan en la necia vanidad de querer, en plena
plebeyocracia americana, pertenecer a estirpes
gloriosas y abolengos europeos. Desdichada
XII
D E L J A R D Í N D E L OLVIDO
aspiración que nos hace ver muchas veces los salones de nuestros clubs poblados de gentes que
fácilmente se ruborizarían de sus abuelos, con
una tendencia al negro primitivo en las faccio*
nes grotescas, en él cabello rehacio al cepillo y
en el color moreno de la piel agobiada de cold
cream.
La vida fue cruel con Hernández relegándole a esferas de clase social inferior. Debido quizás a tal condición, jamás obtuvo puestos en el
Exterior, donde hubiera podido merecer lauros
menos espinosos que los que ciñeron su frente
de ébano.
De ahí que su poesía respire un escepticismo
profundo, y que ella vibre como una queja y sea
taciturna como una virgen enferma. Su corazón estaba rebosante de dolores, de preocupaciones de infelicidad y de dolencias fatídicas.
Cuando apenas habían transcurrido breves
meses desde que su hermano menor se arrebatara la vida por propia determinación; cuando
su tristeza aún sangraba, el suicidio de su otro
hermano, Dimas, puso término a sus últimas
alegrías juveniles.
Por el tormento de una vida sin dulzuras,
era que su alma respiraba pesar desgarrador, y
D E L J A R D Í N D E L OLVIDO
XIII
sin duda asi se hizo tierna como un llanto de niño, inefable como una melodía en un claro de
luna, pensativa como la glacial estatua del Silencio.
V
L L ARTISTA
Hondamente lírico y hondamente triste era
este poeta, que, como raro artista de selección,
enamoróse decididamente de los sonoros dáctilos y de las instrumentaciones armoniosas. E r a
un exquisito de la estrofa, a veces ligeramente
cerebral, pero sin romanticismos decadentes o
pasados de moda.
Cincelaba el verso más difícil y le daba sonoridades de bandolín pulsado por dedos hábiles; y, en el refinamiento de sus intenciones artísticas, labró su obra con la fe y el ardor de un
artífice. Muerto en pleno desarrollo intelectual, no es posible decir sino que había recogido en sus estrofas los acentos de los más variados eclecticismos, engarzando todo el sabor de
sus modalidades exclusivas con las teorías del
modernismo.
No lo comparo con ninguno de los poetas del
Istmo, porque, para mi, en arte no existen ni
XIV
D E L J A R D Í N D E L OLVIDO
pueden existir rivalidades. Cada cual debe esforzarse, eso sí, por labrarse una personalidad
original. De los escasos liridas panameños,
genuinamenté tales, este bardo se distingue por
su corrección y su movilidad en la construcción
del verso, y sus consonantes revelan educación
artística refinada.
Sería inútil decir que, cuando su jardín de
ensueño sintió el golpe de los pedruzcos que la
envidia parroquial le disparara, una fragante y
luminosa lluvia de azahares se desprendió de las
ramas del huerto en flor y embalsamó el ambiente con sus finos aromas. Porque, como todos
los que verdaderamente representan valores intelectuales, sufrió el estilete de los críticos gramaticales, de los que suelen caer sobre una frase y rumiarla con la voracidad de una hiena famélica.
Los ídolos pigmeos del Ayer refractario al
avance de las ideas nuevas, desde sus zócalos de
barro, le señalaron con el dedo y le declararon
iracundo rencor. Mas él pasó por entre aquella doble fila de momias apergaminadas, arrojándoles su desprecio, como un príncipe que repartiese sus excesivos tesoros a los menesterosos que imploran a la puerta de su alcázar.
D E L J A R D Í N D E L OLVIDO
XV
F u e u n raro, un gran raro. Diseminó el
asombro entre sus vecinos con sus grandes fiestas íntimas, que despertaban a los sobresaltados
burgueses con las carcajadas de la orgía y el alborozo de las canciones. No faltaron ramplones bardos de distrito que le asestaran en el corazón el puñal de los agravios, al tiempo de darle el beso de Judas; así como jamás los gansos
de la poesía fueron cordiales en el reconocimiento de sus méritos. Siempre la ramplonería lírica fue envidiosa de las genialidades de los innovadores .
Hizo de su vida una leyenda misteriosa y fantástica. Impuso su personalidad de bohemio
elegante, siendo un poeta legítimo, a los que en
los cantinuchos ostentan cabelleras ante-higiénicas y revueltas, como un título de arte. Su
talento y su inaudita sed de gloria sorprendieron
de manera desconcertante a los que le auguraron, al principio de su carrera, el fracaso de sus
idealismos.
No obstante^ ser Hernández artista cuya labor ha sido estudiada con general aprecio, muchos de sus enemigos negaron hasta su muerte
el valor intelectual de su pluma. Esto se ex-
XVI
D E L J A R D Í N D E L OLVIDO
plica fácilmente: lo nuestro nos inspira desdén:
lo que de fuera viene, lo que la importación nos
trae del extranjero, tiene casi siempre la estimación más honda de nuestro público. A veces, la indiferencia más glacial es el pago que
damos a esos pobres seres que dedican gran parte
de su tiempo, de sus vidas y hasta de sus fortunas, por persistir en terminar labores de selecta intelectualidad. Se diría que somos los miopes de inteligencia de América. ¡Despreciamos
los relucientes diamantes de nuestros artífices,
para recoger los harapos que misericordiosamente arroja el mar a nuestras playas
!
VI
FINALMENTE
Su obra literaria honra a la República de Panamá, donde él ha sido tan poeta como el que
más, y tan prosador gallardo que solamente se
le puede parangonar con el soberbio estilista Darío Herrera.
Cuando el corazón triste quiera encontrar un
corazón hermano que haya palpitado congojas
al soplo de la mala ventura, puede sin temor leer
D E L J A R D Í N D E L OLVIDO
XVII
sus estrofas, en las que tanta melancolía vertió
su alma sincera.
Bl poeta Hernández, negro como u n rey nubio, fue un sibarita del arte.
Adoró los labios sensuales de las hetairas voluptuosas y el negro vino inspirador de locas canciones; oyó las guitaras de las serenatas de la
media noche, en que los cantares estremecen el
silencio como palomas heladas; aspiró los perfumes de las cabelleras mágicamente amorosas
y se extasió mirando los ojos que languidecen
a la caricia de los besos.
Pero también bebió sinsabores en la copa maligna de los desengaños, y caminó sobre sendas
de ortigas, y padeció los rigores de la insinceridad, y fue herido por las lenguas viperinas de
la calumnia, y le envenenó el alma la acritud
del vinagre que la vida pone en los labios de los
predestinados de la mala suerte
DEMETRIO K O R S I .
1920.
POESÍAS POSTUMAS
- L G O
5 U M
Ni tez de nácar, ni cabellos de oro
veréis ornar de galas mi figura;
ni la luz del zafir, celeste y pura,
veréis que en mis pupilas atesoro.
Con piel tostada de atezado moro;
con ojos negros de fatal negrura,
del Ancón a la falda verde oscura
nací frente al Pacífico sonoro.
Soy un hijo del Mar. .. .Porque en mi alma
hay,—como sobre el mar,—noches de calma,
indefinibles cóleras sin nombre
y un afán de luchar conmigo mismo,
cuando.en penas recónditas me abismo
pienso que soy un mar trocado en hombre!
1915.
2
L A COPA D E
GUIRNALDA
AMATISTA
NUPCIAL
i
Nácar de luna y oro'de luceros
mezclaron su fulgor en la arboleda
y, entonces, por los cálidos senderos
lució el polvo matiz de blanca seda.
Terso metal bruñido parecía
cada luciente hojilla entre la fronda;
bajo la fronda el lago se veía
resplandecer con blanca p e d r e r í a . . . .
Era un haz de diamantes cada onda.
Tantos fulgores por doquier había,
que ante mis ojos trémulos, fingía
tu cabellera, cabellera blonda
donde pudiera deslumhrarse el Día.
Ninguna voz cantaba en la espesura
Bajo el nácar y el oro de aquel cielo
no tuvimos siquiera la ventura
de escuchar el rumor de un ala en vuelo,
ni la límpida voz del arroyuelo
quiso vibrar sus cantos de ternura
junto a nosotros, bajo el claro cielo
que alumbró nuestra noche de ventura.
G A S P A R OCTAVIO H E R N Á N D E Z
Aunque amando, marchabas pensativa,
porque bnjo tus carnes dolorosas
era tu corazón cual llega v i v a . . . .
¡Mucho sufriste por ceñir la palma
de mi cariño! De mi amor las rosas
mártir hicieron de tu virgen alma
con sus largas espinas. Mas latía
tu tierno corazón con el anhelo
de que sonrieras en mis brazos mía.
¡Ah! yo bien sé que en tu virgíneo pecho
hincaron flechas con audacia impía,
porque anhelabas decorar mi techo
con flores que brotó tu simpatía;
porque en tu joven corazón nacía
el puro anhelo de colmar mi vaso
de perfume y de célica ambrosía....
II
Tu pecho se embriagó de amargas cuitas
cuando tras de jornada fatigante
sentéme a descansar. En mi semblante
todos vieron la sombra de la pena
sobre mi rostro y en mis pies sangrientos;
mas sólo tú, mi dulce Magdalena,
al verme casi mudo y vacilante,
volcaste en mis heridas tu fragante
ánfora de balsámicos ungüentos
y derramaste l á g r i m a s . . . .
Caía
sobre mi corazón lluvia de goces
y, te di la más dulce de las voces
3
4
LA COPA D E
AMATISTA
qué tienen la más blanda melodía
entre las voces del humano idioma.
No te llamé Lucero ni Paloma. . . .
Sólo pude llamarte; ¡Virgen mía!
1915.
LA LTLRNA
CANCIÓN
Para Rafael Gutieri.
Por la avenida de enhiestos mangos enflorecidos,
que a los fulgores color de iris de los luceros
desprenden hojas en los senderos adormecidos,
para que brillen cual verde seda las verdes hojas en los senderos;
por la avenida de verdes mangos enflorecidos,
van, modulando tristes canciones de tiempos idos,
dos limosneros.
Son dos mendigos: un viejo débil y su guitarra;
son dos amantes: ella se queja cuando él su triste canción modula;
ella se queja de la honda pena que la desgarra,
cuando él solloza por otra pena que lo e s t r a n g u l a . . . .
Por la avenida de verdes árboles florecidos,
hacia los bancos semialfombrados de florecillas, van las parejas;
y las parejas hablan de goces aún escondidos
tras el oscuro
velo intangible de lo futuro;
y las parejas hablan de castos goces ligeramente sentidos,
y sus palabras son tan sutiles,
que se diría
que sus palabras son los sonidos de los sonidos,
o son el alma de la Harmonía.
G A S P A R OCTAVIO H E R N Á N D E Z
5
Y las parejas hablan de goces aún escondidos en el futuro:
¡Qué frescos ramos para las puras fuentes, mañana.!
[Cómo la estancia nupcial el aire será más puro
con el aroma de los jazmines de la ventana!
¡Qué albas cortinas para la fiesta!
¡Qué melodías
dirá la orquesta
para anunciarles felices días!
Para anunciarles felices días
a las parejas de soñadores,
¡qué dulces notas!
¡Qué melodías
irán cantando por los jardines,
cuando las flautas y los violines
entonen dulce canción de bodas én aposento cuajado en flores!
Y las parejas hablan de goces aún escondidos;
y bajo el rayo color de iris de los luceros
por la avenida de verdes árboles florecidos,
ante las cálidas ilusiones
y ante las dichas de las parejas,
¡qué hondas canciones!
¡qué hondas canciones de dichas viejas!
¡qué hondas canciones de tiempos idos
van modulando por la avenida de enhiestos mangos enflorecidos
dos limosneros;
una guitarra que se lamenta con lastimeros quejidos,
y un cantor viejo que en sus canciones lanza quejidos más lastimeros!
1916.
6
LA COPA D E
AMATISTA
FATUM
Nació débil. Vivió enferma y solitaria.
Murió solitaria- Como nacen y viven los
nelumbios en la superficie de las aguas
tranquilas, nació y vivió en mar de apacibles melancolías. Y así como los nenúfares se hunden bajo las aguas cuando se
acerca la helada, para reaparecer más hermosos en tiempos de calma, la pobre niña se hundió en las sombras del más impenetrable de los misterios cuando la helada de la Tisis le congeló la sangre. Se
hundió en las sombras del más impenetrable de los misterios, mas no resurgirá
sobre el mar de sus apacibles melancolías,
como resurgen las ninfeas sobre la superficie de dulces lagos tranquilos.
i
Huérfana virgen; niña errabunda;
presa de males hondos y extraños,
que contemplabas meditabunda
cuál se extinguían tus veinte años;
. huérfana virgen atormentada;
pálida enferma de ignotos males,
que reflejabas en la mirada
sombras de asilos y de hospitales;
yo tu amargura compadecía
y—enamorado de tu tristeza—
regué en la oscura melancolía
que era cual manto de tu belleza,
todas mis rosas de simpatía;
todas las rosas de mi terneza!
G A S P A R OCTAVIO H E R N Á N D E Z
Yo tu amargura compadecía,
pálida reina de la Tristeza!
Para que hundieras en el Olvido
grises recuerdos de amor y angustias,
como se arrojan en escondido
rincón manojos de flores mustias,
dije a tu oído las melodías
que me enseñaron los ruiseñores,
cuando en felices y hermosos días
en mi camino todo era flores.
Huérfana virgen, pálida enferma
que suspirabas perennemente
por que en tu almita lánguida y yerma
de amor brotara límpida fuente:
tus claros ojos entretuviste
sólo en ver cosas puras y bellas:
los lirios blancos, la tarde triste;
los horizontes y las estrellas.
Fruto de un vientre duro y anciano
que carcomieron vicios mortales,
naciste presa de un mal arcano,
de un mal que engendra tedios fatales.
En tus delgadas y azules venas
inocularon germen de penas
tus licenciosos progenitores;
fruto de rama seca y maldita,
naciste débil, casi marchita,
reconcentrando hiél de dolores.
7
8
LA COPA D E
AMATISTA
Huérfana virgen, pálida enferma
que suspirabas perennemente
por que en tu almita lánguida y yerma
de amor brotara límpida fuente:
en tosco lecho de oscuro hospicio
donde se albergan las hermosuras
que en podredumbre tornara el vicio,
finalizaron tus desventuras!....
Entre rameras sufrir pesares!....
Tú, que eras casta; que virgen eras
como las cimas de altos glaciares;
tú, en el hospicio de las r a m e r a s ! . . . .
Cuando empezaban tus agonías,
con qué ternura contemplarías
del Cristo ebúrneo los brazos yertos!
Con qué supremas melancolías;
con qué secreto pesar verías
del Cristo ebúrneo los brazos muertos!. .
No hubo sudario de blancos tules
en la miseria de tus despojos,
ni en tus dormidos ojos azules
cayeron gotas de húmedos ojos!
Por eso, en calma grave y profunda
y presintiendo futuros daños,
miraste siempre meditabunda
que, como tenue luz moribunda
que apenas leves soplos resiste,
se iba apagando tu vida triste,
tu vida triste de veinte años!
G A S P A R OCTAVIO H E R N Á N D E Z
II
De aquella lánguida virgen
sólo un recuerdo quedó
como un puñal venenoso
prendido en mi corazón.
Aún me parece que vibra
como una queja, su voz,
dulce como sus cariños,
honda como su dolor.
Su vida fue melancólica
y fugaz
como la doliente música
de un cantar.
Su carne, toda fragancia,
fue jardín
donde la frente era lirio
y, el cuello, lirio y jazmín;
y el seno, manzana y rosa;
y la boquita sutil
pura flor de tres colores:
rosa, violeta y carmín.
¡Pobre niña que a los besos
de la Aurora despertó,
y al morir la Tarde en sombras,
se durmió!
9
10
L A COPA D E
AMATISTA
Se plegó la boca virgen,
la de melifluo licor;
se plegó aquel virgen labio
de matices de arrebol;
la pupila de zafir
que esperanzas reflejó,
apagóse para siempre;
apagóse como un sol.
¡Pobre niña, que a los gritos
del materno corazón,
nació leve, pura y triste,
—flor de un árbol de dolor,
nutrido con sagre y llanto;
llanto y sangre de rencor!—
Su vivir, fue una jornada
del sofá al lecho mortal;
su vivir fue como rayo
de crepúsculo invernal.
¡Pobre n i ñ a ! . . . .Ni una rama
del prolífero rosal
que regara tantas veces
en el patio familiar,
adornó su pura frente
virginal!
G A S P A R OCTAVIO H E R N Á N D E Z
11
Enternecedoras vírgenes
que miraron el rosal,
refirieron que esa tarde de dolores y agonías
cuando la niña doliente
en desolado hospital
que era como enorme féretro,
se durmió con ese sueño del que no se vuelve más,
cada rama del rosal tuvo más rosas
que hay luceros en el éter y gotitas en el mar.
Se la llevaron sin flores
hacia lejano panteón,
seres de rostro de ángulos,
de grave campana al son,
sin que asomara a los ojos
el llanto del corazón.
Se la llevaron sin ñores,
(¡Pobres sienes, pobre faz,
que se hundieron en la Tierra
sin luciente orla floral!)
Se la llevaron sin flores,
pero al destello auroral
de la siguiente mañana,
en el patio familiar
todos vieron cadáveres de rosas
en las húmedas ramas del rosal.
12
LA COPA D E
AMATISTA
III
Al anochecer,
penetró en mi alma
la inefable música
de una voz amada.
Frente a lo infinito,
desde mi ventana
velan mis ojos
con fija mirada,
cómo en el jardín
de Dios, deshojaba
la pura Artemisa
sus rosas de plata.
Y yo estaba triste
pensando en la pálida
qué en el Hospital
era rosa blanca,
era blanca rosa
casi deshojada;
cuando en el crepúsculo
llegó hasta mi alma,
con su melodía
turbadora y lánguida;
con sus vibraciones
mojadas en lágrimas,
la inefable música
de una voz amada.
G A S P A R OCTAVIO H E R N Á N D E Z
13
Era acaso voz
de virgen humana
o era acento acaso
de celeste hada?
No sé; mas la voz
era voz amada
que escuché algún día
de congoja y lágrimas.
Y cuando otra vez
pude aprisionarla
no en frágil oído,
sino entre mi alma,
lloré; pensé en Ella;
y en su vida trágica;
y en su voz de queja
y en su frente casta;
lloré; pensé en Ella;
y en la Tarde pálida
que sobre los hombros
de la muerta amada
puso cual sudario
de límpidas gasas
un velo de oro
y un velo de plata.
Y me dije a mi mismo: «¡ Quién sabe si algún día
en que se ornen los cíelos'de guirnaldas de rosas
yo sentiré también solitaria agonía
lejos de dos amantes pupilas luminosas!
14
LA COPA D E
AMATISTA
Lejos de los que amo; lejos de las que adoro;
lejos de las que vierten en mi oído armonía
de paz, cuando en mis noches de infortunio deploro
la muerte de una estrella que ya no será mía.
¡Quién sabe si una noche azul o una mañana
rosa o una encendida tarde áurea de verano
moriré, sin oír de labios de una hermana
esta música: «Muere tranquilamente, hermano
¡Quién sabe si es mi sino como tu suerte!, oh lirio,
de celestes jardines en el erial humano,
que a la inmisericordia del genio del martirio
esquivaste la fina corola pulcra en vano!
Debajo de la tierra nuestras carnes mordidas
por los dientes agudos de las Parcas leprosas
se tornarán rosales.
Y en las tumbas floridas
seré rosal de rosas purpúreas y encendidas;
serás rosal de puras e inmaculadas rosas.
1916.
G A S P A R OCTAVIO H E R N Á N D E Z
PARA
15
LOS OJOS D E U N A R L I N A H E B R E A
A Emmy I Reina del Carnaval.
i
Miras tan dulcemente dominadora, que eres
entre las reinas todas la más gentil y amada,
no porque desde el trono de la Belleza imperes,
sino porque subyugas sólo con la mirada.
Y es que por tus pupilas tan negras y tranquilas
como lagos en donde la Noche se recrea,
asoma su alma noble y asoma sus pupilas
alguna antigua reina de Arabia o de Judea.
Triunfando de los siglos, triunfando de la Muerte
vendrá, bajo la púrpura del sol mañana a verte,
en carro de oro el lírico monarca Salomón;
Y el rey sufrirá, al verte, sorpresas intranquilas,
porque creerá al instante, que tienes las pupilas
de una reina que há siglos le hirió en el corazón.
II
Ni los ojos que alumbran la Península Ibérica,
ni las ensoñadoras pupilas italianas,
ni los ojos de nuestras mujeres de la América,
miran cual tus pupilas jerosolomitanas.
16
LA COPA D E
AMATISTA
Cuando por las veredas de tu jardín asomas,
fragante, pulcra y leve como una margarita,
serpientes y leones serenamente domas
con tus pupilas negras de virgen israelita.
Y es que por tus pupilas tan negras y tranquilas
asoma un alma noble y asoma sus pupilas
alguna antigua reina de Arabia y de Judea;
Alguna antigua reina de áureo país de Oriente
que anhela que en tus ojos triunfen eternamente
las glorias de la fértil y noble estirpe hebrea.
1917.
VLNU5
DLL
TRÓPICO
Como una misteriosa catarata
que sin ningún rumor se desprendiera,
del Pacífico Mar en la ribera
la luz del plenilunio se desata.
El fulgor argentino se dilata
en la inquietud de la onda traicionera,
maravillosamente. Se dijera
que el mar de Núñez se transforma en plata.
G A S P A R OCTAVIO H E R N Á N D E Z
17
Y junto de florido limonero
que ante la brusca rabia de las olas
imita un centinela alto y severo.
Sentada en peña donde el musgo crece,
una mujer cantando barcarolas
desnuda, blanca y tímida aparece.
1913.
DOLOR05A
Ebrias del dulce vino de la postrera orgía
cayeron en la Nada tu gloria y tu salud,
ayer cuando tus labios guardaban todavía,
del beso la dulzura, del canto la virtud.
Hoy que en mis cuitas pienso que en no lejano día,
te volverás claveles dentro del ataúd,
siento que aun repercute dentio del alma mía
tu voz, cual resonante canción de juventud.
Hoy cuando la amarilla Clorosis te consume,
y vá desvaneciéndose tu vida cual perfume
que en intangibles ondas escapa del cristal;
Hoy que reposas muda, muda por el disgusto,
eres de mis recuerdos en el silencio augusto,
lo mismo que una alondra cantando en un erial.
1913.
18
IvA COPA D E
AMATISTA
ATAVISMO
Me dominaron ansias de conocerlo todo,
de ser, a un tiempo mismo, cantor y paladín;
Y así, de mi excitante curiosidad beodo,
llevé la espada al cinto, y al brazo el bandolín.
Mi planta anduvo en flores, mi planta anduvo en lodo!
Oí quejas de lira, y gritos de clarín;
y, al par que tuve furia de bélico ostrogodo,
gemía, si escuchaba los trinos de un violín.
En locas aventuras pasé junto a la muerte
llevando un amuleto que el Hada de la Suerte
me dio para que nunca me acometiera el mal.
Y hoy que ya miro inútiles mi cítara y mi acero;
hoy que empieza la angustia de mi agonía, muero
las notas modulando de una canción triunfal.
1913.
A
MEDIA
VOZ
No roguéis por la madre dolorida
que doblegóse ante el furor del Hado
y dejó tierno infante abandonado
como una flor del tallo desprendida.
G A S P A R OCTAVIO H E R N Á N D E Z
Cayó. . . .Mas su caída no es caída,
sino ascención al éter azulado,
donde—sol, de otros soles adorado—
será estrella, de estrellas circuida.
Rogad por el infante, por el niño
en cuya boca humedecida y pura
cual rojo lirio abierto a la mañana.
Ya no caerán las mieles del cariño,
ni el néctar celestial de la ternura,
sino la hiél de la traición humana.
1915.
MADRIGAL
Al mirar su belleza incomparable
Deslumhrado quédeme el primer día
Escuchando su voz inimitable,
La que yo encuentro sólo comparable
Al trino de las aves a porfía.
Mas su rostro y su voz no sólo admiro;
Otra cosa me encanta: ¡su alma bella!
Reunidas las tres cosas forman de ella
El ser perfecto que en mis sueños miro.
19
20
L A COPA D E
SERENATA
AMATISTA
DOLIENTE
Asomada al balcón lleno de ñores,
al balcón donde trémula cortina
prende la enredadera esmeraldina
—símbolo de esperanzas y de amores—
esa que tras el raso de tu espalda
juega con inquietud cual si quisiera
ceñir tu espalda fina y hechicera
con su manto de tonos de esmeralda
asomada al balcón lleno de flores
sonreiste una noche de verano
al sentir mi primer canto de amores.
¿Te acuerdas?. . . .¿Olvidaste los reflejos
con que un lucero te besaba?. . .
Un piano
saludó con sus notas, desde lejos,
mi cántico amoroso y, en las ramas
de una acacia vecina a tus balcones
te preguntaba el viento en sus canciones:
«¿Le amas?. .. .Responde ¡oh! pálida. . . .¿Le amas?»
Después.. . . (Fué sugestión? .. .) Palideciste....
Lloraste.. . .Y aún ignoro porqué el llanto
puso tu faz tan compungida y t r i s t e . . . .
21
G A S P A R OCTAVIO H E R N Á N D E Z
Al escuchar mi trova emocionante
di, ¿te heló de pesar y desencanto
el recuerdo infeliz de algún amante
que de la tierra en el oscuro seno
duerme, duerme, ignorando que aún le aguardas
con rico vaso de tus mieles lleno?
1915.
A UNA HERMOSA
Q U E VI5TE
POLLERA
Multiplicando su iris, en tu pelo
resplandecen peinetas de diamantes,
lo mismo que luceros, fulgurantes
en el fúnebre raso de hosco cielo.
Al rubí de más visos deslumbrantes
avergüenza la púrpura del velo
que se enrosca a tu busto, con anhelo
de adormirse en tus senos odorantes.
Bajo el nítido albor de la trencilla
y el encaje que adornan tu pollera,
es torre de marfil tu pantorrilla,
que tiembla a las violencias del Deseo,
cuando rimas, bailando placentera,
a las notas del punto, un zapateo.
1915.
22
LA COPA D E
AMATISTA
?
¿A qué fatal camino,
a qué senderos trágicos lo llaman
las recónditas voces del Destino?
Acaso el pueblo errante
—al caminar por la llanura ardiente—
oye una voz que dícele: «¡adelante!»
y oye otra voz que dícele: «¡detente!»
¿A qué malos senderos
arrastrará la suerte a los viajeros?
¡Ah! tal vez al final de la carrera
en que se pierde su viril empeño,
en el oasis plácido y risueño
la traición de la muerte los espera.
¡Quien sabe si mañana
—cuando tras un desmayo de luceros—
luzca la aurora el brillo de su grana,
el Sol no alumbrará la caravana
sino un grupo de exánimes viajeros
que aun después de caer sin esperanza
sobre la paz de la región desierta,
reflejarán en la pupila yerta
la púrpura de un sueño de venganza!
1914.
G A S P A R OCTAVIO H E R N Á N D E Z
VIDA
NUPCIAL
Siempre que hacia la torre de mis penas
el dulce vuelo tu recuerdo arranca,
te miro toda blanca, toda blanca
de azahar, de jazmines, de azucenas.
Vistes la inmaculada vestidura
de las que van a desposarse.. . .y tiendes
los bracitos en cruz, porque pretendes
crucificar en ti mis desventuras.
L,uego, con leves manecitas rosas
alba corona de azahar destrozas
y con las muertas flores me regalas
Y te vas raudamente . . .como en vuelo
hacia el azul, cual si del tenue velo
de virgen novia te nacieran alas.
1916.
CANCIÓN
DE
ARBOLES
Arboles enflorecidos
en el sendero lejano;
soy de vosotros hermano,
frescos árboles floridos.
23
24
LA COPA D E
AMATISTA
Como en vosotros, se aferra
en mi ser el sacro anhelo
de ir—rasgando aéreo velo—
con la frente al ras del cielo,
con el pie al ras de la tierra.
Y lo mismo que vosotros,
en fraternales amores
dejo que caigan en otros
seres hermanos mis flores.
Arboles enflorecidos
que sois en la azul pradera
nidos de flores, tejidos
por el Hada Primavera.
En vuestros ramajes vi
retozar los ruiseñores,
como retozan en mí
los pensamientos de amores.
Arboles enflorecidos
en el sendero lejano;
frescos árboles floridos:
soy de vosotros hermano.
Y cual regáis a los vientos
vuestras flores, vuestras hojas,
al viento doy pensamientos
y recuerdos y congojas.
Vengo de abajo, de abajo,
de lo oscuro donde empieza
toda montaña. No trajo
mi alma la triste grandeza
G A S P A R OCTAVIO H E R N Á N D E Z
del ser que nace en la cumbre
y, olvidado de sí mismo,
se pierde en la muchedumbre
como el río en el abismo.
Vengo de abajo. Mas hube
de comprender que es mejor
el árbol que hacia la nube
levanta su rama en flor;
es mejor que el arroyuelo
que nacido en el glaciar,
—cerca, muy cerca del cielo—
viene a morir en el mar.
Arboles enflorecidos
en el sendero lejano;
frescos árboles floridos;
soy de vosotros hermano.
¡Ah! Yo seré vuestro hermano,
hasta la noche gloriosa
en que del hosco gusano
nazca la azul mariposa.
1916.
25
26
LA COPA D E
ALMA DL
AMATISTA
AYLR
Hoy la recuerdo a mi pesar. . . .Y surge
de las mismas entrañas de mi historia
y con doliente súplica me urge
para que más la adhiera a mi memoria.
Y al recordarla en el instante miro
el balcón donde vi por vez primera
cintilar su pupila de zafiro
sobre el azul de la celeste ojera.
Miro otra vez los trémulos doseles
que en su ventana entretejiera Flora,
donde asomaba en marco de claveles
cuando era apenas niña soñadora.
Miro otra vez sus blancas vestiduras;
la contemplo otra vez de blanco toda,
cual si soñaran siempre sus ternuras
con la plácida noche de la boda.
Después!... .Después!... .El trágico descenso!
oculto en el prostíbulo el querube!
su virtud, como el humo del incienso,
dejó su aroma y se perdió en la nube!
Después!... .las noches! El placer! La orgía!
amante sin amor de un viejo verde!
Después... .la calma estúpida y sombría
del que ignora el valor de lo que pierde
G A S P A R OCTAVIO H E R N Á N D E Z
27
Luego. .. .dolerse de incurable herida;
sentir que en el dolor nadie nos nombra;
sentir que el mismo corazón se asombra
al contemplar nuestra fatal caída,
y ver que entre las sombras de la vida
somos tan solo imperceptible sombra!
Tal su leyenda... .Hoy siento, al recordarla,
estremecerse el propio pensamiento;
quisiera de mi espíritu arrancarla
y deshojar sus páginas al viento.
Pero Ella surge del P a s a d o . . . .surge
de las mismas entrañas de mi historia
y con doliente súplica me urge
para que más la adhiera a mi memoria.
OCEÁNICA
Fatigado de oir quejas sentimentales
con que en mi corazón murmuraban las Penas,
en roca verde-azul de mis playas natales
yo me detuve a oir canciones de sirenas.
Y cuando vi los cuerpos de mujer con sus colas
de plata, de oro y perlas ondular en las olas
al compás de ágil música de clara melodía,
dentro de mí sus pájaros desató la alegría.
28
LA COI'A D E
AMATISTA
Y me cantaron como cantan los ruiseñores
cuando en carro de flores celestes viene el día
y desprende diamantes en las terrenas flores.
Mientras la voz de las sirenas me traía
romanzas de ternura,
yo veía, con ojos sorprendidos, veía
tornasolada concha llena de agua sombría
en la maciza piedra de azulosa verdura.
Bajo el agua, en la concha, vi dos perlas redondas
y desnudas. Fingían, en su alba desnudez,
dos vírgenes muy pálidas bañándose en las ondas.
Embriagado de júbilo me incliné a recogerlas. .. .
Las r e c o g í . . . . Mas era tan honda mi embriaguez,
que en las marinas ondas mi mano hundió las perlas.
1916.
CA5TA
AFRODITA
¿Qué manos cariñosas
con gestos de fraterna simpatía
me condujeron hacia tibio lecho
donde hacer casi dulce la agonía
que de inquietud me acongojaba el pecho?
¿Qué manos bondadosas
gozaron en llenar de húmedas rosas
aquella estancia polvorienta y fría?
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