BIBLIOTECA DE LAS FAMILIAS HISTORIA, VIAJES, CIENCIAS, ARTES, LITERATURA. vestidos de encarnado, corrían detrás de un cañoncillo arrastrado por una muía. El cañón era uno de los doce de campaña que el g-obierno español regaló al sultán Sid-Mahomed al terminar la guerra de 1860. De cuando BDMUNDO DE AMICIS. en cuando la muía resbalaba, ó torcía de camino, ó se FEZ. detenia, y to( O O N O L U S I O N ). da aquella chiquillería coXIII. menzabaáchi• R e v i s t a militar: llar y á retoAmor de patria el alma inñama. zar , bailando ~ Despedida de y riendo á car•^ez: últimas impresiones. cajadas, como mascarada en Esta mañacarnestolenla, á la salida das. En un tra<^el sol, he ido yecto de esca^presenciarla sos cien pasos revista de la detuviéronse guarnición de lo menos diez Pez, que el veces: c o n Multan pasa tinuamente ^fes dias cada acaecían persemana, en la cances , pues plaza donde tan pronto se tuvo lugar la caía al suelo recepción ofiel escobillón, •^ial de la emcomo quedaba bajada. atrás el cubo En c u a n t o ó pozal, como Salí p o r l a Tornero árabe. se e n r e d a b a puerta del mn o sé q u é , cto de la manteca, pude ya formarme una idea de la manera como ma- puesto que todo, sin orden ni concierto hallábase echado uiobraba la artillería. Una muchedumbre de soldados, sobre la cureña. La muía marchaba á su antojo ha''viejos, de mediana edad y muchachos, completamente ciendo eses, ó mejor hacia donde la llevaba el canon al "M-Jk.I^ie.TJEaOS, T. ii.-a3. 258 EL MUNDO ILUSTRADO. descender rápidamente por las desig-ualdades del ter- consistía en una especie de pantomima, que me hizo reno; todos daban órdenes, y ning-uno obedecía: los ma- estremecer en cuando comprendí su significado. En yores denostaban á los medianos; los medianos á los efecto, representaba la amputación de la mano, la decapequeños, y éstos los unos á los otros, y el cañón con- pitación por medio de la gumía, y otros suplicios que tinuaba casi en el mismo punto. Era aquella una escena probablemente habían presenciado repetidas veces. Uno de los muchachos representaba el papel de cadí, otro de que habria producido fiebre al general Lamármora. En la orilla izquierda del rio de las Perlas, veíanse ejecutor, otro el de víctima: éste, en cuanto se le había hasta dos mil soldados de infantería, parte tumbados cortado la mano, fingía introducir el muñón en el alpor el suelo, parte de pié formando corros. En la plaza, quitrán ; otro recogía la mano cortada y la arrojaba á cerrada por las murallas y el rio, tiraba al blanco la ar- los perros, y todos los espectadores reían á mandíbula tillería: cuatro cañones, detrás de los cuales veíase un batiente. Las caras patibularias de aquellos soldados en grupo de soldados, y de pié, en medio de ellos, una figu- miniatura, no son para descritas. Las había de todos los ra blanca y esbelta. Era el Sultán, cuyos contornos á matices imaginables, desde el negro de ébano hasta el duras penas podia distinguir desde el lugar en que amarillo naranjado, y ni uno tan sólo, aun de los más me hallaba. Parecióme que de vez en cuando se diri- jóvenes, que conservara la expresión de la ingenuidad gía á los artilleinfantil: todos teros en ademan de nían no sé qué de darles instruccioduro, descarado, nes. En el lado burlón, cínico y opuesto de la plar e p u l s i v o , que za, c e r c a n o al movía á compapuente, veíase un sionmás bien que grupo de moros, á desprecio , no árabes , negros, siendo menester hombres y mujeestar dotado de res, gentes de la gran perspicacia población y del para comprender campo, señores y que no es posible clase media, que otra cosa. Por lo según se me dijo, que respecta álos aguardaban á hombres, la maque el Sultán fueyor parte dormira llamándolos taban t e n d i d o s uno después de en el suelo; otros otro, para pedirle danzaban según justicia ó favor, la costumbre de puesto que el Sullos negros, en metán concede audio de un círculo diencia tresveces de espectadores, cada semana y h a c i e n d o toda en ella escucha á suerte de visajes todo aquel que y contorsiones; desea hablarle. habíalos también Parte de aquella que e s g r i m í a n gente p r o c e d í a con las gumías sin duda de ludel propio modo Un esclavo del Sultán gares ó pueblos que los que halejanos , é iba á bía contemplado quejarse de las vejaciones de los gobernadore Ó á pe- en Tánger, saltando y contoneándose como funámbulos. dir gracia para .sus parientes, sepultados en el fondo de Los oficíales, muchos de los cuales eran renegados, y se una cárcel. Había mujeres andrajosas y ancianos decré- distinguían de los demás en que fumaban sus pipas y • pitos; y en todos aquellos rostros tristes y apesadumbra- en cierto no sé qué de atildado en el vestir, paseaban en dos, se leía el impaciente deseo y al par el vivísimo un sitio apartado, y cuando me encontraba con ellos, temor de tener que comparecer ante el príncipe de los evitaban mis miradas. Al otro lado del puente, en un creyentes, el juez supremo, que en breves instantes y lugar apartado, había unos veinte hombres envuelcon pocas palabras, podia decidir de su suerte para todo tos en capas blancas, tendidos en el suelo uno al lado el resto de su existencia. Parecióme que no tenían de otro, permaneciendo inmóviles como estatuas. Acercosa alguna en las manos ni delante de ellos, y por lo quéme á ellos y vi que tenían los brazos y las piernas tanto me inclino á creer que el Sultán reinante ha su- sujetos por medio de recías cadenas. Eran condenados primido la costumbre, que antiguamente existía, de por delitos comunes que el ejército lleva consigo doquiera acompañar toda petición con un regalo, que jamás era que vá, con el objeto de exponerlos á la vergüenza. desdeñado, aun cuando no fuera más, como acontecía Al sentirme cerca se volvieron y me clavaron sus miraalgunas veces, que un par de pollos ó una docena de das de tal suerte, que retrocedí. huevos. Salíme de entre los soldados y fuíme á descansar á la Dirigime hacía los corros de soldados. Los muchachos sombra de una palmera que crecía en un ribazo, desdJe estaban distribuidos en grupos de treinta ó cuarenta, y el cual se dominaba toda la llanura. se divertían persiguiéndose ó saltando los unos por Pocos minutos hacía que me encontraba en aquel encima de los otros, apoyándose las manos en la espal- sitio, cuando vi que se separaba de uno de los corros un da. Sin embargo, grupos había en los cuales la diversión oficial, que con paso indiferente, mirando distraído á EL MUNDO ILUSTRADO. 259 —¿Qui a vaincu? preguntó con cierta ansiedad miuno y otro lado, cual si tratara de evitar que en él se rándome fijamente. fijase la atención, iba acercándose hacia aquel sitio. —La Prusia, contesté. Era un hombre de pequeña estatura, robusto, vestido Pareció sorprenderse. casi á lo zuavo, con fez y sin armas. Tendría como cuarenta años. En breves palabras le di cuenta de los grandes desasCuando estuvo cerca de mí, experimenté una impre- tres de Francia; la invasión, la toma de París, la pérdida sión de temor. En mi vida he visto sentado en el ban- de dos de sus provincias. Escuchóme atentamente con la cabeza inclinada y quillo de los acusados ante un tribunal de justicia, una cara más pérfida y repugnante. Habria jurado que pe- fruncido el entrecejo: después se reincorporó y haciendo saban sobre su conciencia, lo menos diez homicidios con un esfuerzo dijo:—C est égal... fe n' ai plus de patrie, ga ne me regarde pas... circunstancias agravantes. Y bajó de nuevo la cabeza. Detúvose á dos pasos de mí, clavóme su fria y peneYo le observaba; trante mirada y me notólo y me dijo re<iijo fríamente: pentinamente con voz — Bonjour, monalterada: sieur. —Adieu, monsieur; Pregúntele si era marchándose con lenfrancés. to paso. —Sí, me contestó, — ¡No ha muerto procedo de Argel. Batodo aun! pensé, y C9 siete años que essentí por ello verda% aquí, y soy capidera satisfacción. tán en el ejército de Entre tanto los arMarruecos. tilleros habían termiComo no podia fenado su ejercicio de licitarle, mantúveme tirar al b l a n c o : el silencioso. Sultán habia pene~~C' est comme ga, trado en un pabellón continuó con aire inblanco, situado junto solente. Fuíme de Ará una de las torres, y S'^l, porque no podia sentado en él, comen^ivirallí./'(?toiso6/izaron los soldados á S'e de üivre dans un desfilar uno á uno de(tercie irop étroit lante de él, sin armas (quizás aludía al griy á distancia de vein^^ete). La vida eurote pasos uno de otro. pea no cuadra con Como ni junto al Suluiis i n c l i n a c i o n e s . tán, ni á la entrada Sentía necesidad de del pabellón se veía ^cr mundo y me vine. oficial alguno que fue—¿Y ahora estáis ra leyendo los nomcontento? bres , como se hace —Contentísimo, entre nosotros, para i"espondió afectadaacreditar la existenmente. El país es hercia de todos los soldaboso; Muley el Hasdos continuados en sen el mejor de los las listas, (y se me sultanes; el pueblo ha dicho que en el ^''^ tueno; soy capiEntrada de una mezquita. ejército marroquí no ^^n; tengo una tienexisten tales docu*^6cilla; ejerzo una mentos), no pude concebir qué resultado podia tener P'^queña industria; me entrego á la diversión de la caza; Pesco á veces; hago excursiones á las montañas; dis- aquella revista, como no fuera proporcionar una dis'^üto la más completa libertad. Francamente, no volve- tracción al Sultán; motivo por el cual tentaciones tuve de echarme á reír. Pero un nuevo pensamiento, la í'ia á Europa por todo el oro del mundo. —¿No sentís deseos por lo menos de ver otra vez vues- consideración de lo que tenia de primitivo y de poético el espectáculo de aquel monarca africano, sumo '•'o país? ¿Habéis realmente olvidado la Francia? —¿Qué me importa á mí de Francia? Para mí como si sacerdote, supremo juez y príncipe absoluto, joven, sencillo, gentil, permaneciendo solo durante tres horas ^^ existiera. Mi patria es Marruecos. bajo la sombra protectora de una tienda, haciendo desY se encogió de hombros. filar tres veces cada semana ante sus ojos sus soldaMuel cinismo me daba asco: apenas podia creer en dos uno á uno, y escuchando las quejas y las súplicas ^''U sinceridad: quise averiguar si era ó no real y le de sus subditos sin ventura, me inspiró un sentimiento de Pi'egunté: —¿Después que habéis dejado la Argelia, no habéis profundísimo respeto. Y puesto que era aquella la postenido noticia alguna de los acontecimientos de Europa? trer vez que mis ojos debían contemplarlo: — ¡ Adiós, le ^ '~~Pas un mot, contestó. Aquí no se sabe nada, abso- dije desde lo más íntimo del corazón, apartándome de aquellos lugares, adiós, príncipe agraciado y como pocos lutamente nada, y estoy por ello contentísimo. —De manera que ignoráis que ha tenido lugar una noble! Y cuando su graciosa figura blanca desapareció para siempre de mis miradas, sentí un movimiento S'uerra tremenda entre Francia y Prusia. 260 EL MUNDO ILUSTRADO. interior, como si en aquel supremo instante se grabara para siempre su imagen en mi corazón. Nueve de junio : último dia de la permanencia de la embajada italiana en Fez. Han sido atendidas todas las peticiones del embajado r; arreglados los asuntos de Ducali y Scellal, hechas las visitas de despedida , arrostrado el último banquete de Sid-Mussa, recibidos del Sultán los r e g a l o s de costumbre, consistentes en un magnifico caballo negro con una enorme silla de terciopelo, gal o n e a d a de oro, para el em b aj a d o r; s a b l es damasquinados y nielados de oro para los miembros ofi-, ciales de la embajada, y una muía para el segundo dragomán. Las tiendas y todo el bagaje han salido esta mañana; los aposentos están desocupados y vacíos, las caballerías dispuestas , la e s c o l t a nos e s p e r a en la puerta del Nicho de la manteca; mis compañeros aguardan, paseando en el patio, la hora señalada para la partida, y yo sentado por última vez e'n mi lecho imperial, consigno en mi cuaderno abierto sobre la rodilla, mis últimas impresiones en Fez. ¿En qué consisten? ¿Qué es lo que al cabo ha grabado en lo hondo de mi corazón, el espectáculo de esta ciudad, de esta gente, de semejante estado de cosas? Si pretendo penetrar con el pensamiento en el fondo de las variadas impresiones de la sorpresa y la curiosidad satisfechas, descubro una mezcla confusa de sentimientos distintos, que me dejan el ánimo suspenso. La decadencia, el envilecimiento, la agonía de este pueblo belicoso y caballeresco, que logró dejar una huella tan luminosa en la historia de las ciencias y de las artes, y que al presente no tiene ni siquiera conciencia de su pasada gloria y esplendor, despierta en mi pecho un sentimiento de c o m p a sión , y sin embargo no puedo menos que sentirme gratamente sorprendido y aun marav i l l a d o , al considerar cuánto conserva aun de su belleza y poderío; y me fijo en la viril y majestuosa grandeza de su fisonomía especial, de su traje, de sus maneras, de sus ceremonias, de todo c u a n t o , en una palabra, conserva aun de antiguamente sencillo , su vida triste y silenciosa. Siento en mi interior algo semejante á desaliento cuando contemplo tanta barbarie, á tan corta distancia de la civilización, y al considerar la desproporción que existe en esa misma civilización, entre la fuerza de elevarse y la de extenderse, ya que en tantos siglos como van trascurridos, no obstante crecer incesantemente en el centro en que se halla, no ha conseguido adelantar por este lado doscientas leguas de camino. Es el desden el que de mí se apodera cuando considero que á los grandes intereses de la civilización de esta parte del África, anteponen los Estados civilizados de Europa sus particulares y mezquinos intereses mercantiles, y empequeñeciendo de esta suerte en el EL MUNDO ILUSTRADO. 261 concepto de este pueblo, con el espectáculo de sus mi- mente aliviados. No más marchas, no más toques de serables rivalidades, la propia actividad, y la de la cul- cuerno recordándonos algún trabajo penoso; ya no nos tura que pretenden representar, hacen constantemente asaltaría la idea de que íbamos á perecer de hambre,—á más lenta y dificultosa la empresa común. Y finalmente lo menos durante una temporada. Los europeos no abandonamos la cama hasta las ocho es un sentimiento de vivísimo placer cuando fijo la mente en que en este país me he formado en mi interior un de la mañana, y al hacerlo encontramos á los vuangunuevo mundo en miniatura, poblado, animado, lleno de vana y á los vuanyamuvezi tendidos sobre sus petates nuevos personajes que vivirán en mi memoria cuanto y sus pieles de cabra, descanzando tranquilamente. Si dure mi existencia, cuyo recuerdo evocaré cuando se á aquella hora yo no hubiese saltado del lecho, creo que me antoje, que me entretendré con los mismos y me pa- Sungoro y Kaduma,—que, entre paréntesis, eran amig-os recerá vivir en inseparables,— África. Sólo que por motivos de de este placentedelicadeza no me ro sentimiento, hubieran desperbrota uno triste, tado , persuadimuy t r i s t e , el dos de que lo que sentimiento inmás me convenia evitable que echa era descansar una sombra sobre muchas horas. todas las horas A las 9 se celeserenas, y vierte bró un burzah ó unag-otade amarrecepción matugor en la dulcetina. En primer dumbre de todos lugar se me prelos placeres... sentaron Francisaquello que me co Pocock y Fedeexpresó el comerrico Barker, éste ciante moro para completamente demostrarme la restablecido de vanidad de este la fiebre, dánafán caracterísdome los buenos tico de los puedías y cong-ratublos civilizados lándose del buen en estudiar, busaspecto que tocar y descubrir; maban nuestros y al lleg-ar á sea s u n t o s : luego mejante p u n t o , vinieron los caeste g-ratisimo pitanes vuangu"^iaje sólo se me vana y vuanyaantoja el paso ramuvezi á pregunpidísimo de una tarme si h a b i a escena encantadormido bien, y dora, en el especd e t r á s de éstos táculo de un inscomparecieron tante, que es la los jóvenes más ^ida; y el lápiz a p u e s t o s de la U n a s i n a g o g a en Fez. se me cae de la expedición; desroano y se apopués el príncipe dera de mí un profundo desaliento... ¡Ah! la voz de Kaduma y Sung-oro, á los que habia prometido conSelam que me llama! ¡Marchamos pues! Se vuelve á las tar alg-una cosa de nuestro viaje y darles noticias de tiendas, á las carg-as guerreras, á las grandes llanu- Zanzíbar, y finalmente la princesa y sus amigas más ras, á la luz esplendente, á la alegre y hermosa vida del íntimas; pues en aquel país, como en los demás de campamento! Adiós, Fez! Adiós, desaliento! Mi pequeño la tierra, también se estilan las presentaciones. Dos mundo africano vuelve á teñirse de color de rosa. horas duró el burzah, al cabo de las cuales se retiraron T r a d u c i d o del italiano por las visitas para entreg-arse todos á su respectiva ocuIConlinuaráj. C A Y E T A N O VlDAL DE VALENCIANO. pación : parecióme que la de los naturales se reducía á chismear, á la compostura de las redes de pescar, á la construcción de destrales, de canoas, de cacharros de barro, de cercados para las poblaciones y para las choEL CONTINENTE MISTERIOSO, zas; y en cuanto á nuestra g-ente, todo se volvían proPOR yectos para levantar sus cabanas de hojarasca, mostránE N R I Q U E M. S T A N L E Y . dose contentísimos de tener que detenerse mucho tiempo en Kagehyi. (CONTINUACIÓN). Aunque los individuos que formaban parte de la expeCAPÍTULO X I . dición sólo tenían aquel dia que ocuparse en sus poco ^^'•"Iclirn ¡iti l.m-ziih. — Vagn de los reclutas.—Kageliyi se convierte en nn complicados asuntos domésticos, y que Federico y Fran¡"•an c e n t r o cmneroial.—Un »e6<!(io)- del África central.—El príncipe k a dunia.—Debo r e n u n c i a r á toda e s p e r a n z a de ser auxiliado por él.—La cisco estaban libres, yo tenia mucho quehacer, como e m b a r c a c i ó n lista p a r a el viaje.—No se e n c u e n t r a n voluntarios.—Elijo roi tripulación.—Partida p a r a la c i r c u m n a v e g a c i o n del lago Victoria. por ejemplo: practicar las debidas observaciones para El día 28 de febrero nos levantamos todos verdadera- dar con la po.sicion de Kagehyi y su elevación sobre el S6á EL MUNDO ILUSTRADO. nivel del mar; preparar papel, plumas y tinta para la narración que habia de enviar á los periódicos que me mandaron á aquella remota parte de la tierra; calcular el tiempo que habia de durar nuestra estancia en Kagehyi; hacer los preparativos para equipar la Lady Álice,Á fín de que pudiese dar la vuelta al lago Victoria ó gran Nianja, como le llaman los uasukuma. Asimismo debia indagar la condición política del país antes de abandonar el puerto y el campamento, para que durante mi ausencia todo marchara bien y no tuviese más tarde que echarme en rostro alguna distracción fatal. Debia fijar la cantidad de telas y de abalorios que necesitaba para la fuerza expedicionaria, mientras durase mi ausencia; calcular el tributo y los regalos que habían de darse al rey de Uchambi, pues ÍEagehyi es tan sólo un pequeño distrito de los Estados de ekte soberano, y el príncipe Kaduma su subordinado y tributario. En una palabra, mi labor personal apenas estaba comenzada; y si tuviese que describir minuciosamente cuanto me quedaba por hacer, ocuparía muchas páginas de este libro. Por lá tarde se llamó á los reclutas uasukuma para entregarles los regalos de despedida, y casi todos fueron licenciados. Luego se separaron trece doii de paño para 'el rey de Uchambi y diez doti para el príncipe Kaduma, reservándoseles también una cantidad de abalorios proporcionada, de suerte que no salieron fallidas las esperanzas que abrigaban estos dos magnates y sus favoritas. Góriio este asunto no podia tratarse á la ligera, me ocupó graü parte del segundo dia de mi estancia en Kagehyi. Habiéndome manifestado simultáneamente los vuanguvana y los vuanyamuvezi deseos de recibir una muestra de aprecio por su fidelidad durante la marcha, repartí algunos regalos proporcionados entre jefes y subalternos. Además de algunas telas y de cierta cantidad de collares y otras baratijas, con las que podían comprar varias cosas de su predilección, juzgué á propósito, conformándome con sus indicaciones, darles un extraordinario dé raciones; así pues, compré seis becerrillos y los hice matar para distribuírselos; y como un banquete sin iiingun licor espirituoso tiene poco aliciente, les di veinte galones de pombé, héhiia, muy usada en aquellos países f que creí de su agrado. Para satisfacer esas demandas y esperanzas tuve que deshacerme de tres balas repletas de paño y de 120 libras de abalorios. Pocas horas después me cupo la satisfacción de ver que no habia sembrado en tierra estéril, pues todos aquellos hombres se mostraban contentísimos y con sus palabras me dieron á entender que había sabido ganar su afecto. No me olvidé de Francisco ni de Federico, pues les autoricé para que mientras permaneciésemos acampados dispusieran todos los días de cuatro yardas de tela ó bien de su equivalente en abalorios, lo cual podían expender del modo que mejor les pareciese, y esto además dé la cantidad que tenían asignada como ración. Por insignificante que parezca el aguinaldo, debo decir que equivale á cinco pesetas diarias en dinero sonante. Aunque los dos muchachos comían los mismos manjares condimentados para mí, observé que digerían cosas que fiíi estómago no podia soportar y que tampoco apetecía, tales como plátanos maduros y demás frutas indígenas, maíz verde tostado, etc. Federico Barker, en particular, se despepitaba por esta clase de comida. El plus que les sefñalé les servia para comprar á los uasukuma y á Sungoro más cantidad de leche, de huevos, de gallinas y de arroz. Mientras estuve en Kagehyi, mi cotidiana comida consistió principalmente en gallinas, batatas, leche, té y café: Pocock y Barker añadían á esto un poco de arroz que Sungoro les procuraba, y una cantidad de pan amasado con maíz indio y mijoEl pueblo de Kagehyi, situado en el distrito de Uchambi y país de Usukuma, se convirtió, después de nuestra llegada, en un centro de grande importancia local, donde acudían en extraordinario número traficantes indígenas de todas las localidades asentadas en un radio de veinte á treinta millas. Los pescadores del Ukerevué, cuyas purpurinas colinas divisábamos por entre el brazo del lago, vinieron en sus canoas cargadas de pescado seco; los naturales de Igusa, de Sima y de Magu, pueblos del Usukuma situados al Este de Kagehyi, trajeron casabe, manioc y plátanos sazonados; los pastores del Usmau, que se encuentra situado al Sur y á treinta millas del pueblo que nos albergaba, nos mandaron algunos bueyes; y las tribus de Muanza,-r-célebres en la historia de los viajes por ser el punto desde donde Speke vio por primera vez el ancho golfo del lago Victoria,—ofrecieron en venta azadones, alambre, sal, ba-^ tatas y yams, en gran cantidad. La noticia de nuestra llegada se habia divulgado á lo largo de las vías mercantiles y por todas las comarcas inmediatas á las grandes rutas del tráfico, ya que nos hallábamos en una región que de tiempo inmemorial se ha distinguido por su chismografía y por su sistema de comercio, semejante al de los tiempos primitivos; un corto número de indígenas pacíficos, acostumbrados á los viajes, pueden explorarse centenares de millas.cuadradas en el Usukuma, sin verse molestados. Empero, aunque por el Unyanyembe y por Zanzíbar podían en pocos meses tener noticia de todos nuestros movimientos, hay algunas comarcas inmediatas á Kagehyi donde no penetran los comerciantes, las cuales hubiéranse visto privadas de la interesante noticia de que á orillas del lago habia tres blancos, que, según se afir* maba, eran corteses y amables. El Ujiji, por ejemplo, muy distante y á orillas del lago Tanganika, tal vez habría deseado saber sí estos europeos habían llegado de Masr (Cairo) ó de Zanzíbar, pero los uirigedi, que viven á dos pasos, en el golfo de Speke, podían perfectamente bien ignorar su llegada. Puede ser que Mtesa, de Uganda recibiera satisfactoriamente la noticia del arriba de los blancos, esperando que le harían una visita, mientras Ukara que sólo dista veinte y cinco millas geográficas de Kagehyi, es posible que nada hubiese sabido. Los naturales de Karagué y su afectuoso rey, eá probable que también habrían tenido noticia de nuestira expedición y que esperaran que fuéramos á verlos, ai paso que Komeh, que está trescientas millas más cerca dé Kagehyi, tal vez sabría tan importante aconteció miento algunos años después de nuestra partida del África. Y es que las noticias circulan únicamente por las grandes líneas mercantiles, ignorándolas aquellas comarcas que viven apartadas de los intereses y de los negocios comunes, gracias á la ferocidad' de sus habir tantes y á la fama que tienen de hostilizar á los extranjeros, aunque no se encuentren muy apartados de los puntos donde se discuten libremente dichos intereses y acontecimientos. El príncipe Kaduma,—debo confesar la verdad,—es un verdadero bebedor del África Central, hombre por otra parte naturalmente cor tés,, cortesía de la que se puede sacar bastante partido si se la estimula con copiosas libaciones áepombé. Con él abuso de los licores, se ha apagado el brillo de los ojos de Kaduma, serle ha paralizado la lengua, su voz es ronca, coí5as todas que pueden curarse absteniéndose de bebidas fuertes d:urante algunos meses; En sus ratos de sobriedad (no me atrevo á, decir horasi), ó sea cuando abandona el lecho, quería ocuparse de sns ganados y de heigocios, y hasta llegaba á áseguíárlá la EL MUNDO ILUSTRADO. media docena de ancianos que le rodeaban, que tenia algún trato en mira, «pero antes, anadia, bueno seria que celebrásemos un shauri.» Interesada la curiosidad de sus consejeros, le instan para que hable y en el acto asumen el grave y pensativo aspecto de los reprensentantes de la Cámara de los Comunes de Inglaterra, del Reichstag alemán, etc., etc. Entonces dice Kaduma: «¡Ah! ¿cómo puede trabajar un hombre si el hambre le acosa? ¿y puede hablar teniendo sed?» Los ancianos cambian entre sí algunas astutas miradas y signos de aprobación;.Kaduma lanza un sonido gutural, no una carcajada, potque el soberano es maestro consumado en el fingimiento. Los demás pueden reirse de sus salidas de tono; él nunca rie, pero berrea. Aparécese un muchacho de catorce á quince años, en cueros, llevando en la mano un gran jarro de espumoso pombé (1), jarro con un pié oval, que el portador instala en el suelo. Encima se pone la copa favorita de Kaduma, que puede contener media azumbre y tiene la forma de calabaza. El cacique permanece sentado en su banqueta baja, cubriéndose con una manta de paño Sohari; los ancianos están á su lado, sentados sobre tizones, sobre mangos de destral ó sobre duros pedruscos. El espumoso licor está allí y el negro Ganimedes mantiénese en pié; Kaduma alarga lánguidamente la mano, sólo por mera fórmula, pues tiene sed; el criado se arrodilla y preséntale la copa. Dada buena cuenta del pombé, se abren las válvulas del shauri. Las horas destinadas á la consumación del pombé puede decirse que son las en que Kaduma está tratable y se interesa en los iiegocios, pues se le ve alegre y habla con humor: allí de los grandes proyectos, de las expediciones comerciales hasta Ujiji, de las excursiones al Unyanyembe ó á Zanzíbar. Pero ¡ah! se acabó el pombé, y Kaduma vá á acostarse. A las tres de la tarde vuelve á ser una criatura racional: de esta hora hasta las seis se zampa otros dos ó tres vasos de pombé, y. luego, no pudiendo tenerse en pié, vuelve á acostarse. ¡Hé aquí un hombre inteligente y bueno á quien la intemperancia tiene embrutecido! ihé aquí un ser que en su esfera podría prestar reales servicios á sus semejantes, consumido así física como moralmente por el vicio! Por lo dicho se comprenderá que á pesar de los buenos sentimientos que en su estado lúcido adornan al príncipe de Kagehyi, su enfermedad le privaba de prestarme íiquellos servicios que yo esperaba de él. Si bien me prometió formalmente acompañarme en la exploración del lago Victoria, dadas sus malas costumbres es' más lúe probable que no hubiera podido cumplir su promesa aunque de veras desease formar parte de la expedición. También me aseguró que había visitado Ukerevué, üruri y ügeyeya, y que si se le recompensaba debidamente se pondría á mi disposición: la recompensa estaba' pronta, pero por mi desgracia conocí que ni de allí á diez dias estaría en estado de ponerse en camino. De consiguiente, tuve que renunciar á la esperanza que me había forjado de conseguir su ayuda y valerme de la. influencia que entre los indígenas pudiese tener Kaduma, pues era evidente que si no me acompañaba el jefe, ninguno de sus vasallos osaría alistarse en nuestras filas. A no estar al tanto de la vida privada de aquel príncipe, me liubiera hecho pensar si su indecisión prevenía de debilidad ó del respeto que le imponía el vasto lago. - Kaduma sabia de memoria los nombres de varios países ó lugares, nombres para mí desconocidos. He de confesar, empero, que si todos los nombres con que me aturdían eran realmente los de otros tantos países, no me . (I) El pombé es una especie de cerveza indígena fabricada con grano fermentado 6 con afrecho. 263 cabia duda que, como decía él, la exploración del lago requería algunos años. Mientras se estaba aparejando la Lady ^¿íceparael viaje, empezó á preocupar á los vuanguvana la enormidad de la empresa que íbamos á acometer, ya que el príncipe Kaduma, sus gentes, Sungoro y sus esclavos, que á decir verdad jamás habían traspasado los límites del Ururi, se la pintaban con los negros colores que presta á todas las cosas la superstición, dando noticias inverosímiles tocante á la longitud de aquel mar interior. En sus márgenes, decían, habita una tribu coluda, otra que en la guerra emplea enormes y terribles perros, otra compuesta de caníbales que prefieren la carne humana á cualquier alimento; y aseguraban que el lago es tan grande que para darle vuelta necesitaríamos algunos años. Siendo así, anadian, ¿cuántos de los expedicionarios quedarán para contarlo? Hé aquí por qué no encontré entre los subditos de Kaduma aficionados que quisieran acompañarme. Estas nuevas sólo sirvieron para poner recelosa á mi gente, cuyo ánimo ya estaba harto apocado. A los siete dias estaba lista y dispuesta la, embarcación para desafiar toda clase de contingencias y peligros marítimos. Estábamos abastecidos de harina y de pescado curado, habíanse preparado las piezas de tela, toda clase de baratijas y demás, accesorios, faltando únicamente la tripulación. —¿Quién me acompaña? pregunté. Nadie contestó. —¿Ni aumentando la soldada y teniendo opción á otros gajes? El mismo silencio. . —Sea como fuere, yo debo partir. ¿Consentiréis que me vaya solo ? —No, fué la respuesta. —Siendo así, valientes muchachos, que se pí^senten los que quieren dar la vuelta al lago en compañía de su amo. Esta vez tampoco obtuve contestación. Interrpgados uno á uno dijeron que eran bisónos en el "airte de navegar y confesaron sin rebozo que á bordó !de un buque se volvían más cobardes que una gallina y de nada servían. —Entonces, ¿qué voy á hacer? Manuva Sera tomó la palabra, y dijo: —Amo mío, el preguntar de nada sirve: ordenad. Todos los aquí presentes son vuestros hijos y no os desobedecerán. Interrogándolos como á amigos, ninguno querrá acompañaros; mandad y todos os seguirán. Convencido de que así debía hacerlo, llamé á Uadi Safeni, hijo de Safeni, diciéndole que él mismo escogiera los muchachos que mejor le pareciesen para el caso; pero Uadi eligió á hombres que nada entendían de las faenas marítimas. Entonces llamé al vigilante Kacheché y le dije que se informara respecto á los jóvenes acostumbrados á la vida del mar, y Kacheché aseguróme que los mejores marineros que había entre mi gente eran los guias que primeramente elegí en Bagamoyo. Teniendo en cuenta el comportamiento observado en el camino, inscribí en una- lista diez marineros y un timonel, en cuyas manos quedaba encomendada mi suerte durante la exploración del lago. Así pues, después de dar instrucciones á Francisco Pocock y á Federico Barker sobre infinidad de cosas relativas á la seguridad de la expedición durante mi ausencia, y de afirmar con un buen regalo las simpatíjitS de Sungoro y del príncipe Kaduma, me hice á la vela el día 8 de marzo de 1875, en dirección al Este, para recorrer las márgenes del ancho lago que habíamos sido EL MUNDO ILUSTRADO. 264 f H (—( o O O f >• >^ b 265 EL MUNDO ILUSTRADO. los primeros en reconocer y que, en honor á su descubridor se conoce con el nombre de Golfo de Speke. EGIPTO •N Traducido del inglés por IMAGEN Y EN PAl_ABRA, POR MAUIANO BLANCH. (Continuará), JORGE EBERS. E L CAIRO. CON LOS SULTANES MAMELUCOS. (CONTINUACIÓN). La importancia de la f^ran feria de DschiddH, qiic era Esclava abisinica. anualmente el punto de reunión y la cita de los repre^''entantes de todos los pueblos adictos al Islam, no fué sobrepujada en aquel tiempo por ning.una otra. El mar ^ojo se habia convertido, con los mamelucos, en una ^^a por la cual tenia que pasar todo el comercio indoeuropeo. El «descreído» rey de Ceilan envió sus embajadores al sultán kalaun, para ajustar con él tratados ¿e comercio, y reinando los nietos del último, llegaron al Cairo enviados chinos, los cuales, con sus grandísiT. I I . - 3 4 . mas juncas, hacían el comercio en el Océano índico. La antigua vía de las caravanas que unía el mar Rojo con el Nílo estaba llena de larguísimas recuas de camellos cargados, y en el desembocadero occidental, primero en Keft, y más adelante en Kus, podían contarse apenas los barcos que descargaban y los que cargaban. Cuentan algunos historiadores que por aquel tiempo llegaban k 36,000 las embarcaciones que navegaban por el Nilo. El florentino Frescobaldi asegura que se veían en su tiempo EL MUNDO ILUSTRADO. 266 (1384) más buques en el puerto del Nilo del Cairo que en Genova, Venecia ó Ancona. Con los mamelucos, tocóle también á Alejandría la tarea de satisfacer las necesidades que tenia Europa de las mercancías procedentes del Oriente. Todos los pueblos y ciudades mercantiles tenían aquí sus representantes, y no sin razón se ha dicho que en aquel tiempo se podia medir la parte que tenia una nación en el comercio del mundo por su pre- fflanil li'ilHI jiiiiiia Detalle arquitectónico de la escuela de la mezquita de Ezbek. sencia en este puerto. También parece que los venecianos se anticiparon aquí á todos los otros grandes comerciantes ; los genoveses ajustaron varios tratados de comercio con el sultán Kalaun y con su hijo Chalil, fundador de Chan el-Chalil, que así se llamaba el cuartel más afamado por su comercio en el Cairo; cabiendo á los venecianos el triste comercio de llevar esclavos cherkeses. y griegos á los mercados egipcios. Él valle del Nilo, tan pobre en bosques y metales, tuvo que pedir al Norte madera de construcción y hierro, ya que, sin esta importación de materiales tan importantes, no podia construir ni un buque siquiera para su escuadra. El valle del Nilo habia causado no pocas veces á los occidentales un daño incalculable llamando al Oriente una gran parte de la moneda de oro y plata acuñada en Europa; el comercio de esclavos, entre los cuales habia muchos cristianos y cristianas arrebatados á sus padres, no podia menos de ser reprobado por la Iglesia, lo que dio lugar á que los Papas vedasen repetidas veces á los marinos europeos todo comercio con Egipto, amenazando á los transgresores con penas temporales y espirituales. Pero el lucro temporal pareció, por lo visto, tan tentador á los comerciantes cristianos que, con menosprecio de las amenazas de la Iglesia, siguieron cambiando con los incrédulos dinero y mercancías. La parte del león de este riquísimo comercio iba á parar á las arcas de los sultanes egipcios, según vemos por la nota de precios corrientes expuesta por uno que acompañó á Vasco de Gama, de la cual aparece que las especies índicas se pagaban en Alejandría 400 por 100 más caras que en Calcuta, lo que se debía á los enormes derechos que se les habían impuesto en Egipto. Burs-Bey y sus antecesores y sucesores eran considerados como los príncipes más opulentos de la tierra; y en efecto, los caudales que en aquel tiempo se derrochaban para objetos de lujo, excedían á toda ponderación. Gastábanse anualmente millones en la compra de nuevos mamelucos y pajes y de caballos. Ya hemos visto cuántas riquezas consumía en aquel mismo tiempo la pasión de sus reyes á la arquitectura; empero, donde más derrochaba la corte de estos príncipes era en llenar el harem de concubinas y eunucos y de esclavas cherkesas, griegas, abisínicas y de otras naciones, y de cantoras y bailarinas que se pagaban á subidísimo precio. Hasta la servidumbre ínfima de la corte se pavoneaba en trajes de seda y en bordados de oro. A las concubinas y á las esclavas favoritas del Sultán debían regalárseles perlas y piedras preciosas, no sólo para sus personas, sino también para sus muebles y para sus sillas de mano, en las que, acompañados por eunucos y mamelucos, seguían á su señor cuando se trasladaba á sus quintas. El Oriente es la tierra de los regalos, y no trascurría dia que no pasasen á sus subditos grandísimos valores en forma de oro, esclavos, caballos, joyas y vestiduras de honor, distribuido todo por el soberano. Cierto es que la tierra más feraz del mundo no se cansaba nunca de producir riquezas, las que, por medio de contribuciones excesivas impuestas á los campesinos y de venta de empleos y derramas á los no mahometanos, iban vertiéndose una y otra vez en las arcas vacías; empero todas estas' fuentes de oro hubieran sido insuficientes para tanto despilfarro, á no haber llenado el comercio las arcas del tesoro que con tanta rapidez se iban vaciando. Por otra parte, el mismo Burs-Bey, con su imprevisión, cortó la savia de este cuerno de abundancia, prohibiendo á los particulares el comercio de especias y entronizando el monopolio de todas las mercancías procedentes de la India, las que mandó vender para sus empleados á precios tan altos é irracionales, que las casas de comercio francas disminuyeron sus pedidos, y los venecianos enviaron una escuadra á Alejandría amenazándole con que iban á prohibir todo comercio co© sus Estados. Este paso le obligó á disminuir sus exigetí' EL MUNDO ILUSTRADO. cias; empero el monopolio de la pimienta y del azúcar lo siguió guardando para si, y la primera sólo pudo "tenderse en Egipto por sus empleados. Mandó á los comerciantes que fuesen disminuyendo sus existencias, prometiéndoles subsanar sus pérdidas, pero de un modo tan incompleto, que sufrieron gravísimos quebrantos. No contento con esto, tomó Burs-Bey el monopolio de otras muchas mercancías; y el descontento de sus propios subditos los lanzó á motines y alzamientos de que se aprovecharon los venecianos y los reyes de Castilla y 26'J' Aragón para apresar muchos barcos egipcios. Imponderable , pues, fué el daño que vino á causar con su insaciable codicia al país que él regia. Y en efecto, si hemos de dar crédito á su coetáneo Makrizi, que le declara infame, así el Egipto como la Siria cayeron entonces en la desolación y la miseria. Siguieron á la muerte de este hombre ocho sultanes cherkeses, los cuales estuvieron viendo con la mayor indiferencia que en 1453 se apoderaran los turcos de Constantinopla, ciudad que fué por ellos nombrada Ornato de una puerta derruida en la mezquita de Soha'aban. Estambul. Después de la deposición del último de ellos lue se llamaba Timurboga, el mameluco Kait-Bey, comprado por Burs-Bey en 50 dinares, se apoderó del trono y se mantuvo en él durante 29 años. En su mocedad dióse a conocer este hombre salido de la nada como diestro "librador de la lanza, cuyo manejo enseñó á los lanceros ^ue al marchar la caravana de los peregrinos hacían alarde de su destreza, como lo hacen aun en la actuali^^d. Como Sultán, dio repetidas muestras de su valor, de su habilidad como hombre de estado, y de su actividad incansable en todo lo relativo á gobierno. Verdad ^s que era de carácter violento, codicioso y mezquino. J^n la gloriosa resistencia que opuso á los turcos capitaneados por MohamedyBayaceto, distinguióse sobre todos ^1 general Ezbek, que dio su nombre «Ezbekije» á la plaza más grande y hermosa del Cairo, También este liombre, que tanto descolló, había llegado á Egipto en ^a condición de esclavo, pero con su talento y su inteliS^encia logró subir á las más altas dignidades del país. 1^1 adquirió una parte de la plaza ya citada para colocar oajo techado á sus camellos. En tiempos anteriores había ^llí hermosas quintas y floridos jardines que estaban todos ruinosos y asolados cuando tomó posesión de ella, jizbek restableció ante todo el canal, cuyo abandono "abia traído la decadencia y ruina de esta parte de la Ciudad, y mandó en seguida limpiar la ancha plaza de. ^pcombros y ruinas y levantar á su lado hermosos edificios. Pronto siguieron otros grandes su ejemplo, de ijiodo que para los ricos y personas distinguidas se hizo '^^ moda poseer una casa en la plaza Ezbekije. Murió ^ste hombre de edad muy avanzada; la hermosa mezquita 4Ue lleva su nombre es un digno monumento del hombre *^traordinario á quien se dedicó, y cuya decoración rica •^ de buen gusto es especialmente celebrada por los ^ücionados al arte arábigo. Es también la escuela adyacente una fábrica muy notable. La plaza de Ezbekije ha pasado por muchas vicisitudes hasta que ha venido á ^^r el brillante y bello punto céntrico de la vida franca, y Como tal, bien puede decirse que es bien conocida por odo el mundo. El que en el día visita el magnífico jardín ^cl pueblo situado en su centro, y pasa por los caminos perfectamente conservados delante de los magníficos palacios y de los grandes edificios públicos y de casas de particulares que le rodean por todos lados, el tal pondrá en duda que todavía el año 1827, durante seis meses estaba la mitad de ella inundada, al paso que la otra mitad se utilizaba como tierra de labor. La mayor parte de los edificios de esta plaza estaban destruidos y ruinosos, y entre los que se conservaban todavía en pié había muchos de estilo morisco, al par que «llevaba el sello de la antigua magnificencia.» Hoy dia, difícil fuera encontrar ni una piedra siquiera del tiempo de los mamelucos. Lo que de ella hizo Ismaíl-Bajá se dirá en otro sitio. Kait-Bey murió á la edad de 85 años, después de haberse visto forzado en sus horas postreras á abdicar en Roseta de una escuela del pueblo en el Cairo. favor de su hijo, de edad 14 años, y fué enterrado en la hermosa mezquita sepulcral, que, según la costumbre de sus predecesores, había restablecido en vida para sí, y que pertenece al grupo del mausoleo llamado «sepulcros de los califas.» El que desea visitar este magnífico edificio, al salir de la ciudad pasa por delante de otra gran fábrica que lleva el nombre de Okella (corrupto de Wakkale) de Kait-Bey, y que fué fundada por el mismo Sultán, como lo fué la nombrada mezquita sepulcral. De estas okellas ó chañes había muchísimas en la mayor parte de las ciudades de Oriente, como y también en el viejo Cairo. Servían entonces y siguen sirviendo todavía para acomodo de los mercaderes y para seguridad de sus mercancías, y consisten en uu 568 EL MUNDO ILUSTRADO pórtico rodeado de edificios en cuyo piso llano hay almacenes abovedados, al paso que los pisos superiores se utilizan como habitaciones y sotabancos. La mayor parte de estos edificios, de los cuales, seg-un Lañe, habrá todavía en el Cairo unos doscientos, llevan el nombre de sus constructores que los fundaron como protectores del comercio y bienhechores de los comerciantes. Se entra en ellos por un portal que se cierra de noche y que se distingue muchas veces por sus bellos ornatos. Otro tanto puede decirse de la puerta de la okella del sultán Kait-bey, á quien á este efecto auxiliaron distinguidos arquitectos y picapedreros. IMIJ^IDi^B NOVELA. (Corítínuará). ORIGINAL ANTONIO DE PADUA. (CONTINUACIÓN). C A P Í T U L O X I I . TÍO y sobrino. Traducido del alemán por A N T O N I O B E K G N E S D E LAS G A S A S . 3S>d:XA.l Pasando luego á su cuarto, conmovido por la anterior escena, Martin se decia: —La verdad es que soy un perdido que no merece la Detall del portal de la mezquita de Mu'aijad. madre que tiene. Pero ya me llegará el dia y yo sabré compensarla las privaciones que por mí se impone: ¡será ésta deuda preferente de mi corazón que recibirá al pagarla, el mayor de los placeres! Martin hablaba como sentía. Ya hemos dicho que en el fondo era bueno y que amaba á su madre. Pero le sucedía lo que á muchos malos pagadores que lo son sin sospecharlo ellos mismos, y creen de buena fe que no tienen nunca medio de saldar la deuda, cuando lo que les falta es voluntad decidida de pagarla. Como éstos, aguardaba Martin circunstancias más favorables y ponía el plazo del término de su carrera. En tanto la deuda con su madre quedaba relegada, mientras cumplía con las ilegítimas atenciones que juzgaba deber á Lorenza. Con ésta estaban la voluntad, el afán de tenerla contenta; y de seguro no faltarían medios al mozo para corresponder sin dilaciones y sin plazos á las exigencias de sus amores. La imposibilidad de trasladarse á Madrid por el único medio que había imaginado, los recursos de su madre, le afectó profundamente. Ya su fantasía exaltada se había formado el cuadro de su dicha, gozando libremente de su amor, sin importu- EL MUNDO ILUSTRADO. EGIPTO. —Mezquita de (Véase la página 267). 269 Ezbek. 270 EL MUNDO ILUSTRADO. nos obstáculos, sin temores, sin que disputaran sus horas deberes ni afectos sagrados con los cuales cumplirla sin remordimiento, consaigrándoles algún recuerdo y esperando que trajera el tiempo el instante de a,tenderlos más personalmente. , Porque es de advertir que Martin no queria prescindir del amor de su madre ni de Gabriela; muy al contrario, pensaba en ellos y los uniá á su porvenir; pero el presente pertenecía á Lorenza. —Cada cosa en su tiempo, se decia tan persuadido de que obraba obedeciendo á una ley indeclinable. No renunció, pues, á su propósito al ver frustrado el medio que intentó para realizarlo. El corazón pedia nuevos recursos al pensamiento, y Martin se paseaba por su gabinete dando tortura al cerebro y admitiendo y desechando sucesivamente una porción de ideas hasta que, resolviéndose por la que le pareció más posible, lanzóse á la calle á probar fortuna con ella. Dirigióse rectamente á la estación del ferro-carril del Este. Los trenes sallan cada hora á los pueblos cercanos de la costa. Don Cristóbal vivia, i3&gun dijimos, en una de sus fincas situada hacia aquella parte, y á la residencia del tio se encaminó el sobrino. Ya el pié en el terreno de su tentativa, el joven vaciló, se detuvo, y á punto se halló de volverse, renunciando á la empresa; tal desconfianza sucedió de pronto á la decisión que hasta allí le habia llevado. Martin habia comunicado poco con su tip. No se prestaba á la confianza ni a,]j4rato expansivo de un joven el carácter del hermano de su padre. Además, sabemos que el tio se mezclaba muy poco en asuntos del sobrino después que resistió lá madr% dejarlo á su tutela. Debia, pues, de imponerle respeto grande á Martin el exponer al tio la pretensión que le llevaba á visitarle. Parado á la entrada de-la finca, el joven se representaba la escena que iba á tener lugar, y veia el severo rostro de don Cristóbal escuchándole impasible sin señal de acceder á su diemanda, y se miraba á sí mismo confuso y balbuciente y saliendo al fin sin otro resultado que un sermón ó una censura seria á su proyecto. Pero á un tiempo el recuerdo de Lorenza estimulaba el ánimo acobardado, y la vela también á ella, confiada en la realización de la prometida ventura, esperando el momento feliz con el afán del álifaa enamorada, hermosa, sedienta de respirar la dulcísima libertad de sus amores, y guardándole un mundo de ternuras, un paraíso de goces y delicias. Venció el estímulo de la pasión las consideraciones de la razón temerosa, y el joven marchó á la prueba con ^áriimo,resuelto. , Don Crist6feftl se hallaba ingertando un árbol, guardando su cabeza del PQI un ancho*sombrero de Panamá, •que ocultaba la mitad de su rostro al sobrino, cuamio éste llegó á él diciendo: —Muy buenos dias, tiov' —-¡Bola! ¿T&por aquí? ¿Qué milagro es éste? resgonr dio don Cristóbíil sin mover la cabeza, ni interrum|¿p su tarea. Martin se arrepintió de-nfó^berse vuelto, comíffiensaba momentos antes. ;; >* . ; Pero ya en el caso de arrostrarlo todo, profirió sin andarse en más rodeos. —He venido á consultar con usted un pensamiento que tengo y á tomar su consejo. —Mira, coge ese bramante que hay ahí, y vé dando vueltas con él á este ingerto mientras yo lo sostengo. Bueno... eso es... perfectamente. ¿Tu madre está buena? —Sí, señor: no sabe que he venido. —Por supuesto que hago una prueba inútil, porque es fuera de época; pero me han dicho que sale y quiero experimentarlo. Ahora le quitaremos á este pobre estos hijos que se" lo comen vivo. Hazme el favor de aquella podadera. Ahí tienes: las plantas dicen lo que pasa ái veces á los hombres: muchos vastagos chupando de un mismo tronco, lo debilitan y extenúan y no llegan nunca á-robustecerse para dar buen fruto. —Es verdad. —Tantas verdades enseña la naturaleza que los hombres no quieren aprender... ¿Será ya cerca del ínedio dia? Martin sacó el reloj. —Van á dar las doce. —Pues nos iremos aproximando, á ver si nos dan de comer. Don Cristóbal encaminó sus pasos hacia la qasa. Martin siguió naturalmente á su lado. Durante el breve camino no dijo el tio una palabra más. Tampoco el sobrino. Llegaron á un comedor de verano situado en flff>iso bajo con persianas en las aberturas y sillas y balamcine^ de rejilla. En el centro se veia una mesa ovalada de nOgall tallado con manteles limpísimos y variedad de ftutas| en fruteros de loza fina: platos de lo misnao, copas d^ cristal y cubiertos de plata completaban el servicio, j Don Cristóbal, aunque gustaba de la vida del CBmpoj no por esto rehuía las comodidades, y se daba ^\ trato de una persona civilizada y decente. . Al entrar en el comedor tiró sobre una silla el aoBl-i "btero y acercándose á la mesa y escanciando i^nciPS copas de una botella de rancio de Calella, profirió! —Remojaremos antes un poco la garganta, que eato refresca y dispone al apetito. Anda, Martin. Éste comenzó á cobrar algún valor y alabó múchO ^\ vino, lo cual np desagradó al tio. —Ea, sentémonos. Una de las muchachas habia puesto ya cubierto p^ra Martin. Don Cristóbal tomó el plato de su sobrino y el tou^ charon. —¿Vánst^d á servirme, tio? —¿No sabes mi costumbre? Aunque tan de tardf ^^ tarde te sientas á mi mesa, que no es extraño que nO lo recuerdes. —Pues no será muchas veces por falta de deseo j g}pQ que en la seguridad de encontrar á usted... Don Cristóbal no replicó ya palabra sobre este pupt^i^ cual si no hubiese oído la respuesta del sobrino. ' •Siguió callado algunos momentos y luegoeinpe¡¡|(ii.» hablar de.otraa cosas del todo indiferentes para sIMi^^y para él mismo. ' —¡Es niucho carácter el de ese'hombre! peijpit|^f.|l joven vié-ndole Olvidado de la insinuación que l0í,t^?l|. hecho al presejitaTCé, y ho atreviéndose K%m^^lf^ cuestión sin ser interrogado por el tio. '" Al cabo éste pToflfió: -r-¿Me dijiste qué hítbias concebido un pensamíieatef,.. TT-Síj señor, Eespondió Martin respirando. .' / — ¿ Y q u é esellb.?''^ \^ T ^ u é quisiera concluir él año que me falta-y t f ^ a r luego al siguiente el doctorado en Madrid. —*• • —Muchacha, estas codornices están demasi9|iif^ resecadas, dijo el tio como si no escuchara á Marl^. Sin embargo, éste prosiguió, resuelto ya i no déte- . nerse y llegar al cabo de su propósito: —Un par de años en Madrid son de gran <goj}veniencia EL MUNDO ILUSTRADO. 271 para nuestra carrera. Aparte de otras ventajas, tiene uno brillantez tu carrera. Prepárate, pues, para ir á Madrid. —Muchas gracias , tio , profirió Martin casi enterallí facilidad de asistir todos los dias á las vistas del Sunecido. premo y oir á jurisconsultos de primera nota. —Llevarás ahora mismo de aquí dos mil reales para —No os separéis de la hoja de parra para asar la coarreglar tu-equipaje convenientemente durante estas dorniz : es el único sistema que la da suavidad y buen pocas semanas que faltan. aroma. Martin tuvo el impulso de abrazar á su tio. Martin añadió como si á su vez no escuchara al tio: — Y en Madrid dispondrás de mil mensualmente, Uno oye allí como hablan y ve como se presentan ante el primer tribunal de la nación esos grandes abogados añadió don Cristóbal. A abrazarle y á besarle se arrojara el sobrino si no le que conoce ahora sólo de fama, y se abren á los ojos de uno más anchos horizontes á la luz de esa's lumbreras contuviera la severidad de aquel rostro que no perdía nunca su expresión grave en los momentos en que más del foro... tiernamente probaba su bondad y sus afectos. —Tú. tomas café, ¿verdad? —Es necesario que frecuentes aquella sociedad, por—Sí, señor. que el trato del mundo no es circunstancia indiferente —A ver que te parecerá el mió. Me lo han traído ayer. Muchacha: vé á mi cuarto y trae aquella caja de tabacos en un hombre de tu carrera. Debes, pues, contar con que está sobre la chimenea. Los he recibido también medios para alternar decorosamente con las gentes. Yo ayer con el café : son de Cabanas. No quiero que digas creo que te bastará esa suma de mil reales al mes. que no te trato bien. \ —Y sobrará sin duda. —Con que te sea suficiente me doy por contento, re—Usted me ha tratado siempre como yo no he merecido algunas veces, respondió Martin aprovechando la plicó el tío. La tendrás á tu disposición en la casa de un amigo mío. Recibirá orden de entregarte nueve mil ocasión de herir fibras sensibles del tio. —Muchacha: dos cucharadas colnaadas por taza, ¿oyes? reales en las cantidades y en el momento que las pidas; Es el secreto del buen café: ni de otra manera sale tú sabrás que has de usar de ese crédito de manera que te llegue para los nueve meses del curso. bueno por escogido que sea. Por poco vende á Martin el exceso de alegría al es—En Madrid se aprende hasta por las calles, según dice un amigo mío que ha pasado allí este año, prosi- cuchar este rasgo de confianza. —No quiero yo que parezca que te se limitan los .. i^uió sin aflojar el joven. gastos conio á un colegial de poco juicio. —¿Dijiste que tu madre no sabe que hayas venido? Martin deseaba por momentos que la escena conclu—No señor, no lo sabe. yera. No podía con la emoción. —¿Pues?... ^-En cuanto á otras cosas, excuso advertencias y con—La dije lo que acabo de manifestar á usted ahora, uii deseo.de ir á Madrid estos dos años, y la pobre se ha sejos.: te creo un hombre y te doy una prueba de ello: afligido mucho manifestándome que no permitía ese vas á Madrid llevando todo mí apoyo hasta donde tus .gasto nuestra posición, por más que yo la he observado necesidades legitimas 1Q exijan, y quedo yo aquí fiado que no por vivir en la corte saldría mí manutención más en tu juicio, en la experiencia que ya tienes y en las cara. Mi vida en Madrid seria en tal caso lá del estu- miras tuyas acerca de tu interés propio. Nada más. Ya diante. todo está dicho. Levantóse de la mesa don Cristóbal, fué á su cuarto, Don Cristóbal callaba y oía fumando y sorbiendo su sacó de una arquilla veinte y cinco dob|ínes antiguos taza sin interrumpir ahora á su sobrino. de á cuatro, y salió y los puso eti la manc|<Íé su sobrino Éste añadió: ;f —Así y todo, mi madre ve con sentimiento que no despidiéndole con estas frases: ' —Ea, puedes empezar á preparar «tus c # a s . Adiós; yo podemos. Yo, que de todas.maneras pensaba exponer I '^ í, a usted mi deseo y tomar sii consejo, no he querido me voy á echar mí siesta. A N T ^ I O DE PÁDUA. dejar de hacerlo, á pesar de eso, y me he venido, sin ella (ConMMwartf). |' saberlo por no darla esperanzas qué aumentaran su pena si salían luego desvanecidas. • . . Haptin no dijo más, porqae ya había dicho cuanto E L -hKJi^IHj,' -. - tenia que decir: y aguardó la respuesta del tio. s u s POBLADORBS, SUS DOMINIOS, SUS TESOROS Y MARAVILLAS, Don Cristóbal siguió tomando su café y fumando en silencio un buen rato, y al éabo profirió : - \ —Soy de tu opinión. • DOif SANTIAGO A. ^ U R A . -««••'•• Martín se cayera de espaldas á no haberse sentado, tal fué el golpe de alegría que recibió, Qon la respuesta (OOKTIIIÜACIOV]. '..¿-deltio/ í • • • ^ E h lo que no estoy conforme, añadió todayia don CAPITULO XIV. Cimóbal, £3 en que tus gastos'4o''hayan de aumentar Las MedusM. •'Viviendo fuera de casa y en Madrid. Ni allí debes llevar Una vida de privaciones por más que la regules y la L acomodes á la posición de un estudiante.. El filósofo ciego é incrédulo, en su ig— ¡Esto más! pensaba el joven esforzándose por disinorancia niega tenaz la vida donde late mular el vivo gozo de que estaba poseído. :cón más fuerza; el naturalista que ve la mano d« Dios en todas parles, acaba por - - '—Martín, prosiguió el tio con su gravedad caracterísdescubrir un animal admirable en algunas tica; eres ya un hombre, dentro de muy pocos años vas gotas de sgua reunidas—S. MfrriUíi doctor ettley.es, y ha llegado el caso de hablarte c®9^^gg^,jja][jja 4 los hombres.Lsérios é ilustrados. Debo Hubo un tiempo en que, según la fábula, irritada declararte, pues, que estoy contento contigo; tus notas Minerva por haber profanado su templo una de las GortoSí^M{!nf!yiJ^>BiVi»fti©*3ta sec justo: mereces por ellas gonas, trocó en fealdad la hermosura de su rival, y su tttfttójeSíb^ffi "íggiáif njgrtpspfifiesariospara concluir con poblada y rica cabellera en multitud de serpientes naa- 272 EL MUNDO ILUSTRADO, ravillosas, según la imaginación de los poetas. Linneo recordó sin duda esta fábula para dar á uno de los zoófitos del género de los acalefos, tipo de la familia de los invertebrados, de la clase de los radiados que pueblan el Océano, el nombre que lleva y que recuerda en cierto modo lo que fué hijo de la fantasía de los antiguos. En efecto, su forma hemisférica y los numerosos bordes Medusa crucifera. {JRhizostoma cruciata. Lesson). filamentosos, prolongados y flotantes, y tentáculos prensores de que regularmente están provistos, dan un parecido á su nombre genérico. Las Medusas son unas masas gelatinosas, casi transparentes, en forma de casquete esférico y algunas veces tipo característico, la Naturaleza ha dado á estas extraordinarias organizaciones formas tan bellas como variadas. Algunas veces son parecidas á unas sombrillas ó quitasoles, ó mejor quizás á unos hongos elegantes y delicados, cuyo pedículo fuera reemplazado por un cuerpo igualmente central, pero profundamente M e d u s a de h e r m o s a c a b e l l e r a . {^yítmea euplocamia. Lesson). dividido en lóbulos divergentes. Estos lóbulos son sinuosos, retorcidos, crispados, franjeados, etc., parecidos, al primer aspecto, á unas extrañas raíces ó rizomas M e d u s a de G a u d i c h a u d . (Chrysaora GatidichaKdn. Lesson). de semiglobo, flotando graciosamente por las aguas de un mar tranquilo. Nótase en ellas un movimiento de contracción y dilatación sucesivas, que las hace cambiar de lugar cuando las corrientes marinas no se lo impiden. Los órganos del movimiento y de la nutrición, como diremos luego, son bastante visibles en estos animales, y las inyecciones hechas hábilmente en ellos hacen descubrir los vasos necesarios á la circulación. Sin apartarse del Lizzia de Kolliker. (Muy a u m e n t a d a ) . {Lizzia Kíellikeri. G e g e n b a u e r ) . caprichosos. Los bordes de su cuerpo orbicular son lisos ó denticulados, algunas veces recortados, muchas pestañosos, ó bien provistos de largos apéndices filiformes, arborizados, ramificados ó sueltos, que descienden verticalmente en el agua. Unas veces el animal es incoloro y de una limpidez casi igual á la del cristal; otras parece ligeramente 273 EL MUNDO ILUSTRADO. opalino, de un azul claro ó color rosa muy bajo; otras, en fin, presentan matices más vivos y reflejos más brillantes. Apenas se notan en dos especies afines colores ó gradaciones iguales. En ciertas especies, las partes centrales únicamente son coloradas, y en este caso son rojas o amarillentas, azules ó violetas, todas de colores muy recuerdo, su sustancia acuosa se disuelve luego; el animal se descompone y queda reducido casi á nada. Si el sol es muy ardiente ó el aire muy seco, esta desorganización se opera en un abrir y cerrar de ojos: forma, I Larvas de Medusas. color y agua desaparecen simultáneamente ; apenas queda rastro de lo que fueron. Se ha observado que ciertas especies muy grande?, recientemente extraídas del mar y pesadas en seguida, Nacimiento de Medusas. (Conforme á un dibujo sacado del natural). IVQS; el resto no tiene apenas color. En otras, la masa ^ntral parece revestida de un velo sumamente delgado, ataño y tornasolado, semejante á la ligera y fugaz te\ , ^^ ^^'^ burbuja de jabón ó bien á la campana de irisimo y delicado cristal transparente que cubre un jarro de flores artificiales. Admira al observador menos atento que e.?tos anima . ^ tan poco consistens. compuestos en casi ^ totalidad de agua, y ^ y o tejido es tan en- Béroe. {Befoe pileus. Gmelin). daban un peso de 5 ó 6 kilogramos, las cuales, vueltas á pesar al dia siguiente, no contenían más que 10 ó 12 gramos de materia sólida. M. Telfais, en 1819, vio en la playa de Bombay, una Medusa enorme abandonada, la cual pesaba muchas toneladas. Tres dias después el animal empezó su putrefacción. Desconociendo la composición fí.sica de aquel ser , hizo el observador vigilar aquella descomposición por los pescadores de las inmediaciones , á fin de i"esistir al embate : recoger los huesos ó los •J^ las ola•s y á la fuerza cartílagos de aquella •íe las corrientes. Tal gran bestia, si casualdad ^^ ^^^^^ flexibili mente los tenia ; pero cia • T'^ °Poner resister se pudrió por entero y bilidafi'í'^f'^^^^^^^'^^ no dejó resto alguno. y bal " la ola los mece Ningún animal carnicePoneT'"*^^ sin descomro, ni un carábido si1A. J?" ' la tempestad quiera se acercó á ella; pero fueron necesarios ' • 1^0 que deberla ser nueve meses para que "^^p de su ruina indesapareciera compleVélela. lata , los conserva t a m e n t e tan enorme [VeUUa Umboaa. Lamarck). cioV-'' ^"'P''' disgregamasa. agua no destruy Este hecho, además de lo dicho antes, prueba que " "ye su propia obra ; el aire y el calor con menor estos zoófitos, en condiciones dadas, pueden alcanzar ontacto los aniquilan. Así es que cuando se retiran grandes tamaños; pero no se observa asi en todas partes. lüar estos favoritos de la Naturaleza , cuando el Las Medusas repartidas con profusión (1) por todos los reflujo no ios recoge de la playa que ha depositado el mar en g^ creciente, cuando, en fin, el zoófito es colo(1) Verdad es que las aguas calientes favorecen la propagación de las cado 6n los cartones del naturalista para su examen ó Meausas y que éstas se presentan en ellas con mayor desarrollo, como T. 11,-35. 274 EL MUNDO ILUSTRADO. mares lo son principalmente en las zonas más calientes ó templadas. Preciso es que su acrecentamiento sea muy rápido, porque no es verosímil que, á pesar de lo dicho, unos cuerpos tan poco consistentes puedan resistir durante una larga serie de años al choque de las olas, y sobre todo á la voracidad de los peces que viven á sus expensas: dícese que los cetáceos hacen de ellos un prodigioso consumo. Están abandonados sin defensa á todos sus enemigos; porque no puede considerarse como un arma defensiva la propiedad de que están provistas algunas especies/estoes, de dejar profundamente dolorida la mano que los toca á causa de su exquisita sensibilidad. Kespecto do los grandes cetáceos, como acabamos de decir, que los devoran á millares, aquella virtud debe ser completamente nula, por más que se sospeche que aquellas ligeras lesiones ocasionadas por el contacto de las Medusas basten para poner fuera de combate á las pequeñas presas vivientes de que se quiere apoderar el animal para llevarlas á su boca. Sólo los débiles quedan vencidos. ¡Desgraciado del pececillo que al salir del huevo se halle al alcance de aquellas redes siempre activas y en movimiento! En las guerras de exterminio de las que el mar es inmenso teatro, no se puede citar ninguna clase de animales que sean absolutamente inofensivos, y la serie de destrucciones continúa observándose aun entre los seres microscópicos. El naturalista no debe olvidar jamás que así en el reino orgánico como en el inorgánico, la vida es la muerte y la muerte es la vida. Para que ésta sea, es preciso que aquélla obre incesantemente. Aunque por lo general las Medusas á causa de los vientos opuestos ó por el movimiento de las aguas, van aisladas ó en corto número, algunas veces se las ve reunidas en grupos considerables. Dícese que las barcas que cruzan el estanque de Thau, hallan en ciertas épocas del año, numerosas colonias de una especie del tamaño de un pequeño melón, casi transparente, blanquizco como el agua mezclada con algunas gotas de aguardiente. A primera vibta parecen aquellos animales una colección flotante de casquetes griegos de muselina que impele una mano invisible. Entre los Acalefos que frecuentan nuestras costas, por lo general de reducidas proporciones, merecen citarse dos, el uno por su colorido y ornamentación, y el otro por el exquisito primor de sus detalles y diminuta forma. El primero, conocido en la ciencia con el nombre de Turris néglecta, (Lesson), es sumamente delicado y ha sido descrito como una campanilla de metal rojo adornado de cuatro rayas transversales y de cuatro apéndices blancos dispuestos en forma de cruz. En los bordes de la campanilla cuelga un fleco blanco rizado que produce el más bello efecto. El segundo esl&Ligsia Kcellikeri, (Gegenbauer), que apenas se distingue en la transparencia del agua y que vista con una lente, tanto en su forma como en sus detalles, es una bellísima miniatura. acabamos de manifestar; pero no lo es menos que abundan extraordinariamente en los mares fríos, poco distantes del polo; si bien en éstos dichos zoófitos 8(;Sí,flluy pequeños. En ciertas partes determinadas, por ejemplo, de los mares 3e la G.oenlandia, el número de las pequeñas Medusas^ según Jameson, es tan giande que una pulgada cúbica tomada al acaso contiene 64, habiendo p.r consiguiente 110,5*2 en un pié cúbico (y no se puede dudar que el mar esté cargado de estos pequeños seres en una extensión tod.ivía más considerable). Se tendrá, pues, un número tan espantoso, que suponiendo que un hombre pudiera contar un millón semanalmente, habría sido preciso emplear 80,000 personas desde el origen del mundo, según los cómputos más acreditados, para llegar é obtener el cálculo que dejamos apuntado. En los mares citados, dice otro escritor, se notan muchas veces grandes espacios teñidos de un color pardo oscuro debido á la linda M. manchada. Un centímetro cúbico de agua contiene, dice Schleiden, más de 3,000 de estos seres, y uno He sus bancos que presenta una extensión insígniflcante, con relación al Océano, se compone al menos de l,600.00ff.000,003 de aquellos animalilíos. Siendo flotantes y ligeras las Medusas, como otros animales de su clase, los vientos, las corrientes y otros movimientos del mar, las arrastran muchas veces á muy grandes distancias de su país natal. Los millones de millones que comen las ballenas, son transportados desde las costas de Méjico hasta las islas Hébridas, una de las principales estaciones actualmente de aquellos enormes cetáceos. Estas masas de gelatina ó agua gelatinosa que creyeron por mucho tiempo algunos naturalistas que eran los Acalefos, vióse más tarde con no poca sorpresa que eran verdaderos animales. Gracias á los repetidos experimentos hechos por los señores Ehrenberg, Dumeril y otros, descubriéronse los órganos de la digestión y los de la circulación, en fin, de su estructura interior, que no dejaron ya ninguna duda sobre su naturaleza. Desde entonces las gelatinas vivientes de Réaumur ocuparon el lugar que les corresponde en el reino animal. Análogas las Medusas por su forma á las Anémonas, su alimento, como el de éstas, es recibido por una boca abierta en el centro de su pedículo. Esta boca que, como dijimos hablando de aquellas, lo mismo sirve para la introducción de los alimentos que para la expulsión del residuo de las digestiones, es repetida algunas veces en ciertas especies, tragando todas á la vez si la ocasión se presenta favorable. Estos raros animales, dicen los observadores, son muy glotones y tragan su presa, sin mascarla, y hasta sin dividirla. Cuando ésta resiste, el Acalefo no cesa hasta que la infeliz víctima queda postrada de fatiga. Se ha visto á una Medusa campanulata que apenas tiene diez líneas de diámetro y, es frecuente en las costas de Groenlandia, que habia tragado un pececillo por la cola, y al que por su corpulencia y cubierta escamosa no daba paso la boca del zoófito, retener preso á aquel por mucho tiempo, hasta que la muerte y la descomposición facilitaron lo que no era posible en vida. Se ha visto á otra Medusa no soltar un animal que habia cogido por la cabeza, aunque éste con sus enérgicos esfuerzos le hubiese completamente vuelto el estómago al revés. Algunas personas poco conocedoras de las costumbres de estos zoófitos, los han reunido á veces en un estanque con algunos crustáceos y pececillos, y con admiración han visto que estos últimos eran devorados frecuentemente por aquellos, acabando por quedar exterminados. Y no obstante, los crustáceos y peces, más complicados en organización, están dotados de cierta inteligencia, más que suficiente para notar el peligro y evitarlo. «Al parecer,, dice Mr. Forbes, las Medusas hallan un goce enteramente democrático en la destrucción de los animales de clases elevadas! Con preferencia se ceban en ellos. • Oh rivalidad de castas y condiciones! Si así fuera, como parece, habría por do quiera democracia y aristocracia!» Aun estando en su más completo reposo la Medusa, no está nunca enteramente inmóvil, y no es como á primera vista pudiera creerse, por el movimiento que las aguas pudieran imprimirle siendo su cuerpo flotante, sino porque el de las Medusas sin cesar se dilata y se contrae alternativamente. Este doble movimiento es uno de los principales elementos de su progresión. Ya habia sido observado por los antiguos, y comparado por ellos á los del pecho humano durante la respiración, y hé aquí porqué llamaban á estos animales Pulmones de mar Por más que se diga en contra, en nuestro sentir l»i Medusas tienen conocimiento de sus actos, muchos d' ellos completamente espontáneos. En sus viajes, poneO^ siempre su parte convexa hacia adelante, de modo qü^' el casquetillo se presente algo oblicuo , facilitando', la marcha. Si mientras navegan un cuerpo cualquier*' las roza ó detiene su marcha, al punto encogen sOf^' EL MUNDO ILUSTBADO. tentáculos, contraen su parasol y por propio esfuerzo y contra las leyes de la gravedad, se hunden en el mar, lo que sin duda no haria un ser inconsciente. Y en tanto es así, que un atento estudio de las partes marginales de los Acalefos, ha hecho descubrir, al decir de algunos autores acreditados, en un cierto número de ellos, órganos visuales y auditivos. M. Kolliker fué uno de los primeros que creyó descubrir unos ojos en una Oceanía. M. Gegenbauer ha creido también hallarlos en varios otros géneros {Rhizostomas, Pelagias, etc.), y éste último, además, la presencia de un órgano auditivo. Según este autor, los ojos consisten en pequeñas masas hemisféricas, celulares, coloradas, en las que están hundidos á medias pequeños cristalinos globulosos, cuya parte libre está perfectamente en descubierto y brilla por reflejo cuando la hiere la luz solar ó desaparece con la interposición de un cuerpo opaco. Falta averiguar de un modo positivo si aquella luz causa verdaderamente impresión en aquel órgano para poder transmitir la supuesta sensación, lo que no se ha probado todavía de un modo terminante. Respecto á los supuestos apaíatos auditivos, créese que se hallan inmediatos á los citados órganos y son, al parecer del naturalista alemán que los descubrió, unas vejiguillas llenas de líquido. Si así fuera, que lo ponemos en duda, sobre todo si se atiende á los oficios que deberían desempeñar 6U un ser tan inferior y sencillo en todas sus partes, tendría ojos sin párpados y sin córnea, y oídos sin abertura y sin cartílago en las orejas! Estos seres de formas tan caprichosas como_de organización sumamente admirable, revestidos de colores tellísimos; estas producciones naturales animadas de un modo maravilloso que en las tempestades arroja en gran número el mar en sus orillas, pereciendo al poco tiempo pop faltarles no tan sólo el alimento sino el agua que las compone y vivifica, alcanzan, como dijimos, algunas veces en los mares tropicales proporciones enormes, al paso que en los menos templados y fríos varían desde dos milímetros hasta treinta y cinco centímetros. Por excepción se han visto en el Mediterráneo algunos de esos Acalefos superiores á la citada talla, per^o también se «an hallado otros en completo desarrollo que apenas llegan al mínimum de la escala que hemos señalado. Hemos tenido ocasión de ver en un frasco de cristal lleno de agua de mar la más diminuta Medusa que conocemos, la cual medía escasamente un milímetro. Había sido recogida entre algas ne las costas de la Italia septentrional, y veíanse con el auxilio de una lente de gran potencia no sólo el cuerpo hemisférico que la caracterizal^a, sino también sus contracciones peristálticas que le permitían moverse, aunque lentamente. Pereció á los pocos dias por faltarle sin duda el alimento que le era ^^cesario y no podía obtener en su estado de esclavitud. W'esta fué la causa, probaria que las Medusas, en su ^ ^ a l a inferior, no pueden soportar el prolongado ayuno 'Vi^ "resisten las Actinias. Su cuerpo secado sobre blanco y terso papel, apenas era visible, no ya á simple vista, *íno con el microscopio al cabo de un mes de estar privadlo de la luz y del aire. ¡Cuántos millones de millares de seres animados como éste en cuya comparación pudiera él llamarse gigante, aparecen y desaparecen en el seno dfi las aguas sin dejar huella de su existencia, como evaporados con su madre que es el mar, sin cesar levantado - * 4 M jiubéfl y sin cesar volviendo, después de una sucesión interminable á veces de transformaciones, al punto de partida] Si admirable es la vida de estos seres fugaces, no lo es niéaos su reproducción, perfectamente estudiada en n'Q'estros dias. Los múltiples fenómenos que presenta, 275 sorprenden la vista del observador y maravillan el alma que no está envuelta por las tinieblas del error. Al reconocer las sabias leyes que regulan sus actos, es imposible no ver en ellas al legislador; nunca pudo ser la materia inconsciente, á partir déla molécula aislada hasta su mayor agrupación, la que dictó aquellas sabias leyes encaminadas al cumplimiento de un fin dado y preconcebido. En una época del año, dice Frédol, de quien tomamos los siguientes detalles, las Medusas están cargadas de huevos adornados de los más vivos colores, suspendidos en anchos festones'de sus cuerpos flotantes. Estos huevos, como es de suponer, son muy pequeños y no guardan ningún orden en su colocación, si bien no se estralimitan de las líneas más ó menos onduladas que componen el dibujo de aquellos festones. En ciertas especies del mar Pacífico, se desarrollan ingertados en el cuerpo de la Medusa, y no se desprenden sino después de su completo desarrollo; dijérase que el sustento materno les es indispensable y que la vida individual no les seria bastante sin haberse amamantado de la sustancia que al parecer les comunica aquella de que proceden. En otras especies, las larvas que producen no son parecidas en modo alguno á su madre; por el contrario, son prolongadas, vermiformes, y algo ensanchadas en su extremidad, parecidas en cierto modo á sanguijuelas microscópicas. Poseen pestañas vibrátiles apenas perceptibles, que ejecutan movimientos bastante vivos, cuyo objeto es desconocido. Al cabo d^ cierto tiempo, se van transformando lentamente en pólipos provistos de ocho tentáculos. Esta especie de animal preparatorio, este ser embrionario verdaderamente asombroso, goza de la facultad de reproducirse por medio de tubérculos ó botones, que¡nacen en la superficie de su cuerpo y también por el de filamentos que de él brotan acá y acullá: un solo individuo puede ser de este modo origen de una numerosa colonia. Este pólipo, como puede verse en nuestros grabados, experimenta una transformación de las más notables. Su forma primera vá desapareciendo poco á poco; su estructura se complica, su cuerpo se articula y parece compuesto de una docena de discos apilados unos encima de otros, como las planchas ó rodajas de una pila de Volta. El disco superior es combado; empieza por agitarse y revolverse en todos sentidos y acaba por separarse de la columna y ser libre después de esfuerzos convulsivos. Poco después resulta una Medusa excesivamente pequeña y. muy semejante á una estrella: el carácter radiado que ha de distinguirla aparece manifiesto en los albores de su infancia. Todos los discos, esto es, todos los individuos en los comienzos de su existencia se forman y se aislan, no todos á la vez, sino unos después de otros, del mismo modo. Así los zoófitos sexuados se propagan según las leyes ordinarias; pero engendran hijos que no se les parecen, y qué son neutros, es decir, no sexuados Cagamos). Éstos producen, por retoño ó mejor por brotadura y por fiaUparidad, individuos parecidos á ellos. Pueden darfeHnbien individuos sexuados; pero antes de la aparición de éstos, el animal que era sencillo se transforma en animal compuesto y de la disgregación de los elementos de este último nacen individuos provistos de sexo, es decir, los animales más completos. Estos dos modos de propagación tan diferentes, el sexual y el no sexual, se suceden de un modo regular, siempre constante y uniforme. Constituyen de este modo una combinación que ha recibido el nombre de generación alternativa, generación en la que, como acabamos de decir, los hijos no «©-parecen nunca á su -^ LA VOCACIÓN DE SAN MATEO, CUADRO DE ALEJANDKO BIDA. (Véase la página 287j. 278 EL MUNDO ILUSTRADO. madre, sino más tien á su abuela. LlámaBse nodrizas, denominación muy mal escogida porque no representa su verdadero sentido, á los individuos neutros que producen los individuos sexuados. «Estas transformaciones sucesivas, dice el autor citado, que tienen lugar en el mismo animal, parecen á primera vista, muy extraordinarias. No obstante se presentan junto á nosotros y diariamente fenómenos análogos á los que apenas prestamos atención, probablemente porque son muy comunes y estamos acostumbrados á presenciarlos. Por ejemplo, las mariposas más vistosas que en la estación favorable revolotean por nuestros jardines, presentando en sus graciosos é incesantes giros una movilidad incansable durante el dia, ponen huevos inmóviles, más ó menos agrupados, de formas y colores, en su mayoría, sin ninguna especie de elegancia, sin atractivo manifiesto para nuestra vista. Estos huevos, empollados, por decirlo así, por el calor del sol, producen á su vez orugas destinadas á trepar penosamente por entre los troncos y hojas de los vegetales que les procuran alimento, erizadas de pelos de aspecto desagradable y vestidas las más de las veces con suma sencillez. Estas orugas, después de una existencia masó menos prolongada, según sus clases, se metamorfosean y cambian en crisálidas condenadas, también por algún tiempo, á un reposo letárgico, parecido á la muerte. Angulosas unas, ovoideas otras, de colores apagados casi todas, se asemejan á unas momias de las que al parecer no es posible esperar resurrección; y no obstante llega un dia en que aquellos seres que han dormitado en aparente mortaja rasgan ésta con vida y fuerza, transformados en ricas, ligeras y graciosas mariposas. Supongamos á estos insectos excesivamente raros y ocultos en las profundidades del Océano, esto es, sin poder ser vistos una y otra vez por la escrutadora mirada del hombre, ¿no es verdad que hubiera sido preciso mucho tiempo para reconocer que el huevo, la oruga, la crisálida y la mariposa eran una misma cosa, que de uno y otro tan distintos entre sí sucesivamente habia de salir un solo animal? Si este insecto tuviera una organización menos complicada, es probable que su oruga ó su crisálida, y quizás hasta su huevo, podrían reproducirse gemípara ó fisiparamente, esto es, por botones y por escisiones y tendríamos fenómenos exactamente parecidos á los que se presentan en la evolución de una Medusa. »Todos los médicos saben hoy que las Tenias, gusanos parásitos, en forma espiral aplastada y articulada, tienen larvas (Cysticercos) muy diferentes del estado perfecto, que poseen la facultad de producir otras larvas. ¡ Cosa admirable! estos curiosos animales son sencillos en una época de su vida, compuestos en una segunda época y vuelven á ser sencillos en la tercera. No nos cansaríamos de repetirlo: todo cambia y vuelve á cambiar en la Naturaleza; sólo Dios no cambia; es infinito, é inmutable.» Lo que es digno de observarse en las mariposas que como ejemplo cita Frédol, es esta alternativa de vitalidad exaltada y de vitalidad latente, de movimiento casi continuo y de reposo prolongado, algunas veces por muchos meses, que se observa en la sucesión de sus metamorfosis. El huevo es completamente inmóvil y está revestido casi siempre de una sustancia glutinosa que lo fija y ampara contra las inclemenciaB del tiempo; la oruga trepa, se adhiere, arrástrase, se encoge, cuelga y se arrolla á su albedrío; incesantemente come cuando el alimento no le falta, dij érase que el tiempo ha de faltarle para completar su nutrición; la crisálida duerme un sueño profundo, interrumpido brevemente por el roce de un cuerpo extraño; y, por fin, el lepidóptero se lanza á los aires como una saeta apenas sus alas se han secado. Cada tiempo de evolución es precedido por una pausa más ó menos dilatada; y en esto se ve una de las grandes leyes de la fisiología. Veamos al gusano que produce la seda en su capullo: cuantas veces se dispone á cambiar de traje, permanece algún tiempo en una especie de letargo; prepárase, con un simulacro de muerte, que al fin y al cabo es reposo, para los movimientos de una nueva vida que ha de gastar las fuerzas de la exigua materia que posee. «La tendencia á las metamorfosis, en el reino animal, dice Quatrefages, considerada en su conjunto, es más y más pronunciada, á medida que el ser, objeto de ella, se aparta algún tanto de los tipos más elevados de la organización.» SANTIAGO A. SAUKA. tContinuará). ARMONÍAS DEL SONIDO. HISTORIA DE LOS INSTRUMENTOS MUSICALES, POB TERCERA PARTE. CAPITULO I. INSTRUMENTOS DE PERCUSIÓN. LA CAMPANA. (CONCLUSIÓN). VIL La campana, instrumento que desempeña tan gran papel en nuestra vida, que proclama el nacimiento de los mortales al propio tiempo que anuncia su muerte, que se estremece con nuestras alegrías y Hora con nuestros dolores, ha sido cantada por Schiller, quien empleó tres años en componer una oda que será siempre, según Lamartine, una de las más bellas composiciones del ilustre poeta alemán. Cada parte de la descripción de la manufactura de ese instrumento vá acompañada de consideraciones morales que tienen analogía con este trabajo. Hé aquí los trozos principales de esa oda: «El molde de arcilla está todavía enterrado y sellado: hoy debe fabricarse la campana: ¡al trabajo, compañeros! ¡ánimo! El sudor debe surcar la abrasada frente: la obra debe ser digna del maestro; pero es preciso que la bendición venga de arriba... Dios ha bendecido mi trabajo. ¡Mirad! del centro de la caja se alza el metal, puro como una estrella de oro: desde, su cuna hasta la base reluce como el sol, y las arm'as bien dibujadas atestiguan la experiencia, del vaciador. ¡Venid, venid, compañeros! ¡Formad círculo! Bauticemos la campana y démosla el nombre de Concordia. ¡ Que reúna á la población "sólo para ceremonias dé afecto y de paz! »Que sea consagrada á esa pacífica obra por el maestro que la ha fundido: elevada por^encima de la yida terrestre, se cernirá bajo la bóveda del azulado cielo y se balanceará-cerca de los truenos y de los astros: su voz seráuna yoz suprema como la de los planetas que en su ea«*'era cantan alabanzas al Creador y regulan el curso del año. ¡Que su boca de cobre sólo se ocupe de cosas graves y eternas! ¡Que el tiempo la toque, que deje oir los lúgubres sonidos que acompañan los cantos sepulcrales, que anuncian el paso del viajero á quien se conduce á la última morada!... EL MUNDO ILUSTRADO. »Miéntras se enfria la campana, descansemos de nuestras rudas faenas: que cada uno de nosotros se alegre como el pájaro bajo la enramada. ¡ Que la mirada y el corazón se alegren al aspecto de nuestra obra felizmente acabada f ¡ Golpead, golpead hasta que la caja estalle! Para que podamos contemplar nuestra campana, es preciso que el molde Tuele hecho pedazos. »E1 maestro sabe, con mano prudente y en tiempo oportuno, romper la cubierta; pero i qué desgracia cuando el bronce encerrado en la caja estalla y se desborda en torrentes de fuego! En su ciego furor se lanza con el estrépito del rayo, agrieta la tierra y, semejante á las antros del infierno, vomita la devoradora llama. Allí donde reinan las fuerzas ininteligentes y brutales, allí la obra pura no puede llevarse á cabo á cada hora con su rápido vuelo, i Que sin corazón y sin compasión preste su voz al destino y anuncie todas las vicisitudes de la vida! ¡ Que nos repita que nada dura en este mundo, que todo se desvanece como el sonido que dejaoiry que pronto espira! »Ahora, arrancad por medio de los cables la campana de la fosa; ¡ que se eleve por los aires en el reino del sonido ! Se mueve, se balancea, anuncia la alegría á esa población. ¡ Que sus primeros acentos sean acentos de paz!» Nada queríamos añadir á estas líneas á fin de no quitar al lector la impresión que le hubiesen producido tan bellísimos párrafos, cuando hemos recibido del eminente autor que los tradujo, una magnífica joya literaria , conocida solamente de un pequeño número de personas inteligentes, y en la cual se encuentran esas preciosas estrofas: Campanas de la tarde, vuestra armonía suave Recuerdos me ha traído de mí primera edad; Mi tan querida aldea, mis días de esperanza. Mí juventud pasada, mí hospitalario hogar. Cabe él vengo abatido á terminar mí vida, Y más de un buen amigo á quien quisiera oír, Há tiempo que reposa bajo la dura piedra Y el son de estas campanas dejó de percibir. Tal dormiré yo en breve bajo la muda losa; En la negruzca torre el bronce vibrará; Y algún otro poeta, campanas de la tarde, Vuestros sonidos gratos tras mí celebrará. X, MARMIER, las Campanas de la tarde. 279 descubierto el secreto de la construcción de los tam-tam y de los címbalos, tal como se lleva á cabo en la China. En 1869 y en 1870, M. A. Riche comunicó á la Academia de ciencias experimentos interesantes acerca del bronce de los instrumentos sonoros, de los cuales dedúcese que el mal éxito alcanzado por las tentativas hechas en Francia cuando se quiso fabricar los tam-tam y los címbalos con el metal de los chinos y de los turcos, seria debido á que la aleación se trabajaba á la temperatura ordinaria, en vez de machacar el metal rojo como prescribe la Enciclopedia Japonesa. Habiendo demostrado los análisis que del metal empleado por los chinos han hecho algunos experimentadores, que esa materia estaba formada por 20 partes de estaño y 80 de cobre, se han fundido barras de bronce en esa proporción y luego han sido sometidas á la acción del martillo á temperaturas comprendidas entre el rojo y la ordinaria. Machacado en frío, el metal es quebradizo como el vidrio; de 300 á 350 grados se observa una sensible mejora, y cuando alcanza el grado de rojo oscuro, se diria que se trata de un metal distinto. Entonces se vá aplanando sin romperse, á pesar de usar los martillos más fuertes, sin dificultad se reducen á un milímetro láminas de 6 y 8 milímetros de espesor. Las hojas obtenidas presentan el mismo aspecto que el metal de los chinos y están dotadas de gran sonoridad. La acción del laminador es más notable todavía, puesto que bajo los golpes del martillo el metal se enfria tan rápidamente, que es preciso ponerlo decontínuo al fuego, lo cual entorpece y complica la operación; al paso que con el laminador se pueden obtener presiones más fuertes y adelgazar la lámina con rapidez, si se opera al rojo oscuro. Haciéndolo en frió, una sola presión basta para reducirla á escamas. Esa aleación se corta en caliente como el hierro y el acero, y presenta el grano fino y homogéneo de este último, pudiendo soldarse fácilmente con la soldadura de los quinquilleros. Basta ver los tam-tam chinos para asegurarse de que llevan las huellas de muchos y violentos martillazos, que indican han sido golpeados un gran rato á una temperatura suficientemente elevada para ablandar el metal y poder disminuir considerablemente el espesor del centro, haciendo refluir la materia en los costados, que son, por lo mismo, mucho más gruesos. Traducido del francés por MANUEL ANGELÓN. EL TAM-TAM. Sonido extraño que produce.—Sus diversos usos.—Causa de la naturaleza de su timbre.—Secreto de la construcción de ese instrumento.—Importantes trabajos de los señores Riche y Champion á propósito del mismo. iCoHtlHuará), IFlSIO^, El tam-tam es un instrumento de percusión originario de la China ó de las Indias orientales. o . FRANCISCO DE PAULA ROJAS. • Compónese de una especie de plato de metal ancho y de poco espesor, que se lleva suspendido de una cuerda, ALUMBRADO ELÉCTRICO. y se golpea con una fuerte baqueta en cuyo extremo hay un taco de pieles. APLICACIÓN DE LA LUZ ELÉCTRICA Á LOS BUQUES. El sonido de ese instrumento es extraño, lúgubre y de (CONTINDACION). gran potencia, y se prolonga en fuertes y lentas vibraciones. Hace ya muchos años que se hicieron los primeros El tam-tam, muy usado entre los orientales, se em- ensayos de la luz eléctrica en la marina con las máqui!tófea entre nosotros con mucha parsimonia y sólo para nas magneto-eléctricas de la compañía La Alianza. El :fejnúsica fúnebre ó para la música dramática de carác- buque francés Jerome Napoleón fué el primero en que P f 8ombrío y lúgubre, en las escenas cuyo objeto es se colocó una máquina eléctrica con un proyectador destinado á dirigir la luz sobre el horizonte. La fama de Producir terror ó espanto. -^tribuyese el timbre y el sonido de este instrumento esta nueva aplicación y el entusiasmo que despertó la combinación de metales de que se compone , y fueron causa de que, sin dar tiempo al estudio, se hiciesen precipitadamente otras instalaciones á bordo de los ainxodo como es batido y templado. Forfait, VEstrée, VHeroine, ^os trabajos de los señores Riche y Champion nos han buques Saint-Laurent, 280 O •V H O -í o P i-S P- •o 0 O) 95 •O o 1=1 o p 0 o P EL MUNDO ILUSTRADO. i EL MUNDO ILUSTRADO. Coligny y La France. El resultado ha sido el abandono de los aparatos al cabo de poco tiempo. ¿En qué ha Consistido esto? ¿Qué inconvenientes descubrió la experiencia en la nueva aplicación? ¿Acaso la luz eléctrica no puede prestar á bordo grandes servicios que compensen los gastos? Si en estos primeros ensayos se ha trope- 2^1 zado con inconvenientes, ¿son éstos de tal naturaleza que no puedan anularse ó al menos disminuirse? Las causas del mal éxito de los primeros ensayos deben atribuirse al espíritu de rutina que sistemáticamente ?e opone á toda innovación, sobre todo cuando encuentra un punto sólido de apoyo en los inconvenientes que se I c» d D > a u Cu D < N O u < lant^"'^'^"' ^^ revés del espíritu de progreso y de adetes ° ^^^ pugna entonces por vencer esos inconveniendifi' "^1 "'^ *^^*^^ hasta convencerse de que lucha con pyj\'^"^des insuperables. Las que se presentaron no lua-'- ^^ ^^lificarse como tales, y consintieron, en primer de n'"'-h^'^ ^^^ ^^ ^^'^ eléctrica forma como una especievacio ^l^nca qtie fatiga la vista y dificulta las obsereléct^^'^ ^^ ^ bordo: en segundo lugar, en que la luz rica, por su gran intensidad, hace invisibles las T.1I.-36. luces reglamentarias verde y roja: en tercer lugar, en que los barcos, cerca de las costas, pueden equivocarse tomando la luz de otro buque por la de un faro: en cuarto lugar, en que el fanal eléctrico, la máquina de luz, la máquina motriz y su caldera constituían un material embarazoso á bordo que exigía cuidados continuos, que ocupaba bastante espacio y que costaba mucho con relación á las ventajas que podía proporcionar. Todos estos inconvenientes tenían un verdadero fun- 282^ EL MUNDO ILUSTRADO. damento;,. pero la invención de la máquina Gramme, temente, esto es, no es fija; brilla durante 20 segundos por un lado, el perfeccionamiento de los reguladores de tiempo, y se apaga durante 100 segundos: los eclipses eléctricos, por otro, y los estudios y ensayos hechos en son, pues, cinco veces más largos que los destellos. Este estos últimos años han disminuido mucho aquellos in- resultado se consigue por medio de un mecanismo moviconv,enientes, y han colocado la cuestión en mejor do por la misma máquina, el cual hace pasar durante 20 terreno, ha&iendo más aceptable á los marinos el uso segundos la corriente por el regulador eléctrico, y dude la luz eléctrica que antes repug-naban en absoluto. rante 100 segundos por un conductor, cuya resistencia Veremos si las recientes aplicaciones que se han hecho es la misma que la del arco voltaico. en mejores condiciones log-ran aclimatarse enlos buques, Al brillar la luz se ilumina el horizonte en una exteny si la luz eléctrica se apodera definitivamente de los sión de 225 grados delante del barco, quedando éste á la mares, ó si ha de retirarse de ellos por seg^unda vez sombra. Para que sea visto de lejos por los otros buques hasta presentarse provista de mejores armas. sin que puedan confundirlo con un faro, M. Pouzolz ha Los servicios que puede prestar la luz eléctrica á bordo colocado en lo alto de la lámpara un reflector cónico de la marina mercante y de la de guerra, son de indu- que envía una parte de la luz hacía las vergas y mástidable importancia. El mayor, en nuestra opinión, les, de modo que éstos puedan ser vistos de lejos. Según aunque incompetente, es el de evitar el choque de dos el informe dado por M. Pouzolz, la luz en destellos buques. Los marinos, habituados á la eventualidad de cortos no fatígala vista del oficial de guardia, ni de los un peligro, que consideran remotísimo, concluyen por empleados del buque que llenan de noche sus funciones no preocuparse con él, hasta que la repetición de las sobrecubierta; además el fanal eléctrico, en esas concatástrofes les llama poderosamente la atención; pero diciones, no puede estorbar el que sean vistos los fuegos los que no están familiarizados con la idea de ese de costado verde y rojo. El foco luminoso se colocó á peligro constante y amenazador, le conceden todo el valor que le da la razón serena, y comprenden que todos los gastos, sacrificios é incomodidades que produzca la luz eléctrica, pueden darse por bien empleados, si pone al buque á cubierto de un choque con otro. En una palabra: ningún sacrificio, siquiera sea continuo, nos parecerá excesivo, si garantiza la vida de los tripulantes y pasajeros contra .el peligro del abordaje. Semejante ventaja no es de las que se pesan y se miden, sino de las que deben imponerse. Los otros servicios que presta á bordo la luz eléctrica, pueden pesarse y medirse, esto es, compararse con el sacrificio que imponen, y por esto los consideramos como de: segunda importancia: tales son, el permitir entrar en los puertos de noche, con la misma facilidad que de dia; el poder alumbrar durante la noche las faenas de carga y descarga, y la carga del carbón para la máquina. En los buques de guerra sirve para ver al buque enemigo antes de que se aproxime: para evitar el que silenciosamente, y aprovechando la oscuridad de la noche, se acerque una lancha-torpedo para echar el barco á pique, lanzando su terrible y traidora arma: para cambiar entre si señales, y trasmitirse órdenes los buques de una escuadra. La primera instalación de la luz eléctrica que se ha hecho en estos últimos tiempos, aprovechándose ya de los perfeccionamientos obtenidos después de los primeros desgraciados ensayos, fué á bordo del vapor francés La América, de la compañía general transatlántica. El material se componía de una máquina motriz de vapor de tres cilindros, sistema Brotherhood, una máquina de Gramme, un regulador eléctrico sistema Serrín, un fanal de vidrios prismáticos que envía la luz al horizonte bajo un ángulo de 225 grados, y los conductores nece- 10 metros por encima del nivel delf^marj^y así puede sarios para llevar electricidad desde los polos de la má- ser visto á 10 míUas'por otro barco. quina eléctrica á los carbones del regulador. Estos conDespués de la instalación á bordo de La]América que ductores tenían 40 metros de largo cada uno. El aparato acabamos de reseñar, se han hechojmuchas otras en de la luz estaba suspendido á la Cardan, como lo están buques de todas nacionalidades, inclusa la española. las cajas.de las brújulas en todos los barcos. Citaremos entre otras, la del Livadia y Pedro el Grande, •Podían encenderse dos lámparas á la vez, ó bien una de la marina rusa, la del Richelieu y del Sujfren, de la Victoria, d^^ellas, por medio de un conmutador colocado en la marina francesa, y la de la Numanciaj\& llevadas á cabo por el señor Dalmau. mesa del camarote del capitán. La máquina eléctrica era de una potencia de doscienEn Q\ Livadia se colocó una luz de 500 mecheros tos mecheros Cárcel y pesaba 200 kilogramos. Daba 850 Cárcel, con la cual pueden verse las costas á tres, kilóvueltas por minuto, que era la velocidad de la máquina metros. motriz. El eje de ésta embragaba directamente con el de Ocupémonos ahora del fanal proyectador de la luZ aquella, • En-general, la luz del fanal no brilla constan- eléctrica. En el Jeróme Napoleón, el proyectador se 283 EL MUNDO ILUSTRADO. componía de un reflector parabólico, en cuyo foco brillaba el arco voltaico. La boca del reflector se cerraba con una lente Fresnel. Todo el aparato iba montado en una cámara móvil sobre un pivote, la cual, por medio de una palanca y de una placa g-iratoria permitía orientar el haz luminoso en todas direcciones. Delante de la lente podian colocarse y cambiarse vidrios de colores para las señales marítimas. Recientemente ha empezado á usarse el proyectador de luz de los señores Sautter y Lemonníer, que representamos en la figura número 18. Este aparato tiene por objeto reunir la luz diverg-ente del foco eléctrico en un haz cilindrico, y permitir dirigir este haz hacia el punto del horizonte que se quiera. El arco voltaico de un regulador Serrín está colocado en el foco principal de una lente Fresnel de 60 centímetros de diámetro, compuesta de tres elementos dióptrícos y de seis catadióptricos. El regulador y la lente van dentro de un tubo cilindrico, el cual puede g-irar alrededor de un eje vertical y oscilar alrededor de un eje horizontal, A.1 colocarse la lámpara en su sitio, se establecen por sí mismas las comunicaciones entre ella y los polos de la máquina Gramme. La figura 19 representa el proyectador de la luz eléc- Fio. 19._ Proyectador de la luz eléctrica, de Mr. Siemens, para la marina. trica construido por Siemens. Lleva la lente Fresnel, un reflector parabólico, y un apéndice para que el vigilante pueda reglar exactamente la posición del arco voltaico. También se han construido aparatos proyectadores de poca fuerza para colocarlos instantáneamente sobre una lancha y salir en descubierta. La máquina Gramme puede ser movida á brazo con la fuerza de cuatro homl^res, y la luz que produce tiene una intensidad de 50 mecheros Cárcel. El proyectador se fija en la proa de la lancha, y su caja puede girar alrededor de dos ejes, Uno horizontal y otro vertical, con lo cual puede diri8|irse el haz luminoso en la dirección que se desee. lisos proyectadores portátiles no tienen más que un reflector parabólico. FRANCISCO BE PAULA ROJAS. (Continuará). I EL ARTE EN LA CASA, D. F. M I Q U E L Y B A D I A . (CONTINUACIÓN). LA COLOCACIÓN DE MOTIVOS ALTERNADOS DISCRETAMENTE EMPLEADA DE ES TAMBIÉN ELEMENTO BELLEZA. Hay un dicho vulgar que reza: En la variedad consiste el gusto, y aun cuando según acontece con todos los refranes hay que poner no pocos reparos á sus rotundas afirmaciones, es sin embargo muy cierto que la variedad bien entendida es causa de agrado y en las artes de la vista y del oído elemento de belleza. Esta variedad la da muchas veces la repetición alternada de dos ó más temas decorativos, de dos ó más palabras en el discurso, de dos ó más sonidos iguales en poesía y en música. «En sus relaciones con el sentimiento, dice Carlos Blanc, á quien como hemos dicho y repetimos, seguimos en parte principal en el estudio que estamos realizando, la colocación de motivos alternados es de un orden menos elevado que la repetición, ya que la primera no traspasa nunca los límites de la belleza, al paso que la segunda puede llegar á las regiones de lo sublime. Lá variedad en la unidad es en efecto una de las fuentes de lo bello, pero si la combinación en que ahora nos ocupamos especialmente tiene mayor saborete, mayor embeleso que la repetición, esta última en cambio ofrece mayor grandeza. Cuando en Egipto escuchamos la monótona música de los árabes, consistente en algunas notas repetidas seguidamente y en las cuales se ha inspirado el autor de Le Désert (Feliciano David), la impresión de momento alegre, se convierte en grave luego y acaba por tomar un aire solemne. Se olvida entonces la danza, se olvida la música y el espíritu se encuentra sumido en un ensueño creciente que puede trocar el placer prístino en una suerte de embriaguez moral y que en realidad lleva á las alméhs á la exaltación de la danza.» Del partido que saca la poesía de la combinación alternada de sonidos, son pruebas fehacientes la quintilla y la redondilla. Recuerden nuestros lectores, entre innumerables ejemplos que podríamos citarles, las lindísimas quintillas de El loco de la guardilla, de Narciso Serra: Salíme j o una mañana del sol al primer reflejo con que su frente engalana, por la puerta segoviana entrada del Madrid viejo. Pensando á un tiempo y andando en el cerrenlerio di sin saber cómo ni cuándo; y es que el hombre para allí cuando mejor vá pensando. Etcétera, porque á dejar correr la pluma las copiaríamos por entero; ¡tan sentida, tan gallarda y de tan buena raza castellana nos parece la relación puesta por el festivo y malogrado ingenio contemporáneo en boca de Frey Félix Lope de Vega Carpió! ¿No es cierto nue la repetición alternada de los consonantes acrecienta la belleza, el embeleso, el atractivo de cada una de las quintillas? ¿No es cierto que este mismo embeleso parece como que dé color á la escena, vida á los sentimientos, mayor viveza y lucidez á los conceptos? Véase ahora como la repetición alternada de unas mismas palabras los esfuerza, haciendo que el leyente se fije más en ellos. CASCADA DE PAÜl^^^ " ^ , ' ^ 0 ' ^ ^ ^^ BRASIL. J 286 EL MUNDO ILUSTRADO. Nos servirá para el caso un trozo del Romancero Cid, que dice así: Cavalgaba Diego Lainez Al buen rey besar la mano: Consigo se los llevaba L.OS trescientos fijosdalgo: Entre ellos iba Rodrigo El soberbio castellano: Todos cabalgan en muía Sólo Rodrigo á caballo. Todos vistan oro _y seda ; Rodrigo vá bien armado; del Todos espadas ceñidas, Rodrigo esloque dorado; Todos con sendas varicas, Rodrigo lanza en la mano; Todos guaníes olorosos, Rodrigo gua^nte mellado; Todos sombreros muy ricos, Rodrigo casco afinado, Y encima del casco lleva Un bonete colorado. colores frecuentemente distintos, aunque combinados siempre con sujeción á principios que regulan el acertado uso de los colores, como sucedería por ejemplo en un raso listado de amarillo y violeta; otras veces obtiene un efecto parecido, si bien menos vigoroso, más lindo acaso, valiéndose de dos tonos de la misma tinta, como verbigracia azul claro y azul oscuro; y otras, por fin, lo alcanza en su mínimo grado dentro de una sola tinta con la sola combinación de rayas mates con otras satinadas ó aterciopeladas, recurso usado frecuentemente por los industriales en las estofas negras ó de colores Lo que hemos afirmado de la poesía apliquémoslo al dibujo y veamos qué efecto nos produce. Examinen nuestros lectores el ejemplo que les ponemos á la vista, sacado de la decoración g-riega, y recuerden los de ornamentación árabe que les dimos en otro cuaderno. El friso de palmetas (figura 18) que viene á representar corolas * * FiQ. 18.—Friso de palmetas alternadas. de flores alternadas, bácia arriba unas, hacia abajo otras, tiene una variedad y una gracia que no se notaría en él á haberse limitado el artista á la repetición uniforme de uno solo de los dos motivos. En los trozos árabes que tomamos, lo propio que el anterior, de la excelente obra de Owen Jones, The gramma/^o/í/ieor/íamení, la repetición de la flor alternada con los entrelazos les da elegancia encantadora sin quitarles una suerte de severidad que se advierte en la ornamentación de algunas mezquitas del Cairo, Damasco, etc., en las épocas mejores del arte árabe. En los remates de'las verjas de hierro acuden muchas veces los artífices, con gran fortuna, á la combinación de motivos alternados, con lo cual quitan lo monotonía de una línea igual y de una cláusula siempre repetida, sin echar á perder en nada cuando proceden discretamente, el carácter arqui-" tectónico de aquel medio de cerramiento. La historia de la cerrajería en todos los países y en todas las épocas, nos proporcionaría ejemplos á docenas, pero escribiendo estas líneas en Barcelona y teniendo en su catedral un museo admirable de esta clase de obras, seria delito de leso patriotismo no acudir allí para buscar testigos mudos que abonaran la verdad de nuestras palabras. Las verjas del claustro de la Basílica barcelonesa de Santa Cruz y Santa Eulalia, pregonan con irresistible elocuencia la habilidad de artífice de los maestros rejeros catalanes y su talento de artistas, ya que artistas de grande ingenio y de exquisito buen gusto hubieron de ser los humildes artesanos que trazaron y forjaron aquellas verjas nunca bastantemente ensalzadas. Véase qué riqueza, qué movimiento de líneas, qué hábil manejo de la materia se nota en el fragmento adjunto (figura 19) de una de las rejas del claustro, quizás la mejor y más espléndida entre aquella colección de preciosidades, fragmento que es á la vez prueba del efecto que producen en la flor decorativa la combinación de motivos alternados. De la grata impresión que producen dos colores alternados saca partido el fabricante de tejidos y estampados en las telas listadas que saléíHeYuilaireres.X'nas veces logra el contraste y la variedad por medio de rayas de ' Fia. 19.— Fragmento del remate de una verja de la catedral de Barcelona. muy oscuros. En los tejidos y estampados, lo propio que en los papeles pintados, se obtienen asimismo resultados admirables con el empleo alternado de los motivos más sencillos, como por ejemplo, un círculo, un exágono, una cruz, un floroncito, etc., etc. Ya han podido ver nuestros lectores el buen efecto que produce un cuadriculado en losanje, en cuyos vértices se repite un mismo tema; ahora bien, hágase igual operación alternando dos ó más temas y se obtendrá no menos plausible resultado, como así lo dice la figura núm. 20, para la que hemos echado mano.de una cruz y de un círculo. Tenían presente los artistas griegos la variedad que imprime en la arquitectura la combinación de motivos alternados, cuando animaban el friso dórico por una sucesión de triglifos y de metopas; los árabes cuando construían en mármol blanco ó negro alternativamente las hiladas de sillería de sus más suntuosos edificios, ó cuando pintaban los sillares de rojo y blanco, alternando también ambos colores; los arquitectos de la época románica cuando, según acontece en el admirable claustro de San Cugat del Valles, rompían la línea de columnas pareadas por medio de n^acizos pilares que sirven de contrafuertes. Los egipcios más inclinados al empleo de la repetición que al de motivos alternados, no lo desdeñaron sin embargo ni mucho menos, puesto que se sirvieron de este último medio de decorado en los plafones y cornisas de sus templos, en la cerámica y en la joyería. En los vasos pusieron animales que corrían alrededor del collarino, rojos unos y negros otros altar- 287 EL MUNDO ILUSTRADO. nativamente, así como fabricaron joyas, tales como garg-antillas y brazaletes, con solos un ojo y una cruz de igual manera colocados. Por fin, y antes de poner punto á esta materia, permí- FioufA 20. tásenos que hagamos notar á nuestros lectores los brillantes efectos que las floristas y los jardineros dotados de instinto artístico, obtienen con la colocación alternada de plantas y flores disimilares por sus lineas ó por su? colores. ¿No embelesan por su aristocrática elegancia los ramilletitos hechos de camelias blancas y. de moradas violetas? ¿No resulta un contraste grato á la vista de la combinación alternada de claveles de variados matices? ¿No constituye piedra de toque para juzgar del buen gusto de un jardinero la disposición acertada de plantas y flores en el jardín que dirige, y no se debe acaso á su pericia el hechicero efecto producido, verbigracia, por los geranios rojos interpolados con los blancos rosados ó con otra flor de entonación parecida? F . MiQUEL Y B A D Í A . (• Continuará), LA CORZA Y SU P E Q U E Ñ U E L C (Véase el g r a b a d o de la p á g i n a 281). Los animales más débiles y más tímidos, cuyas costumbres sencillas indican un instinto asaz limitado, en ciertas situaciones de su existencia, y en particular cuando crian, diríase que adquieren facultades superiores. Esto acontece á la corza, animal poco prudente, lo mismo que su compañero. Á menudo se les encuentra en los claros del bosque ó en el campo, sin dar la más pequeña muestra de sorpresa; pero una vez madre la corza, como ama tiernamente á su prole, se expone á toda clase de peligros para salvarla, manteniéndose en lo más intrincado de la espesura, siempre vigilante y atenta al menor ruido. Nunca se separa de su pequeñuelo. Sólo una circunstancia puede hacérselo desamparar, pero es para salvarlo por medio de la astucia, treta que también emplean ciertas aves. Si la corza se ve acosada por algún enemigo,—animal carnicero ó perro de caza,—empieza á correr de suerte que el perseguidor no la pierde de vista, y cuando éste se halla á gran distancia de su cria, desaparece la madre con la velocidad del rayo para volver al lado del ser querido. La corza que ve arrebatarse á su hijuelo pierde la timidez natural, sigue al raptor, y vá de acá para allá lamentándose tristemente. «Esta ternura maternal, dice un naturalista, algunas veces me ha conmovido, haciéndome abandonar el pequeñuelo de que me apoderara. Con no poco placer he visto que siempre la madre examina si aquel ha recibido algún daño, y que demuestra el contento de que está poseída dando saltos y prodigando caricias al objeto de sus ansias.»—B. LA VOCACIÓN DE SAN MATEO. CUADRO DE A L E J A N D R O BIDA. CASCADA DE PAULO AFFONSO, EN EL BRASIL (Véase el g r a b a d o de l a s p á g i n a s 276 y 277). (Véase el g r a b a d o de l a s p á g i n a s 284 y 285). El conocimiento bastante exacto que hoy día tenemos de los países orientales, gracias á los estudios y á los viajes de artistas y hombres científicos, ha producido un cambio colosal en la ilustración de las escenas referentes á la Sagrada Escritura. Horacio Vernet dio el primer paso en este camino, dejándonos brillantes muestras de la innovación; sus tipos bíblicos ya no fueron creación de la fantasía, sino orientales verdaderos de la Tierra Santa, que el concienzudo escritor copió del natural. El conocido dibujante Gustavo Doré, ha trabajado también con gran ahinco en el mismo sentido, así como Alejandro Bida, que por primera vez tenemos el gusto de presentar á los lectores de EL MUNDO ILUSTRADO. Nació Bida en la ciudad de Tolosa de Francia, el año 1823, é hizo sus estudios al lado de Lacroix, siendo reputado actualmente como uno de los primeros pintores franceses. iios fijamos en el grabado de las páginas 276 y 277, veremos que Bi^a ha sacado sus personajes del Oriente, y en particular de la misma Palestina, no apartándose ni un ápice de la verdad local é histórica. La escena que ha representado el pintor se refiere á la vocación de San Mateo, que con tanta sencillez nos refiere el apóstol en su Evangelio, capítulo IX, v. 9.: «Y pasando Jesús de allí, vio á un hombre que estaba sentado al banco, llamado Mateo. Y le dijo: Sigúeme. Y levantándose le Siguió.» No será este el último cuadro de Bida que honre. Dios mediante, las columnas de nuestra publicación, valiéndonos para reproducirlos de la magnífica colección de fotografías que de los mismos ha sacado el reputado artista alemán A. Braun.—B. La cascada de Paulo Affonso, situada en la provincia de Bahía (Brasil), es uno de los espectáculos más grandiosos de la Naturaleza, y puede compararse con las célebres cascadas del Niágara y del Missouri. El profesor C. F. Hartt, ilustrado presidente de la comisión geológica brasileña, hace la siguiente descripción de aquella maravilla natural: «Cerca de Paulo AíFonso el terreno forma una meseta de gneiss, atravesada por el ancho lecho del rio San Francisco, el cual antes de llegar á la cascada se divide en muchos y angostos canales que se vuelven á reunir más abajo, cayendo desde la altura de 80 metros. Esta cascada se asemeja en muchos de sus caracteres á la del Niágara: en ambas un caudaloso rio se precipita desde gran altura á una hondonada ó barranca, cuyo sólido fondo desafía el embate de las mugientes aguas; pero en los detalles hay no poca diferencia. »üurante las avenidas ofrece la cascada de Paulo Affonso un aspecto majestuoso, y sólo es dado contemplarla parcialmente, pues él agua cubre por completo los peñascos que aparecen en nuestro grabado. Cuando está bajo el nivel del rio, el curioso llega fácilmente á la cascada principal, donde se reúnen, á la izquierda, las aguas de otra cascada colosal, y de allí se precipitan ambas, formando inmensas olas de espuma, á una angosta torrentera que desemboca en un pequeño recodo y ancha sima, en cuyo extremo existe una ¡gran cueva llamada Mansión de los murciélagos,. »E1 rio de San Francisco es el más importantej"de todos los que riegan ,el imperio del Brasil. Nace en la Serra da Canastra, provincia de Minas Geraes^ abrazando su curso una lo>ngitud de 320 leguas; divide las provincias 288 EL MUNDO ILUSTRADO. de Sergipe y Pernatnbuco y deí?emboca en la costa orientaL La cascada de Paulo Affonso está á 56 leguas de su desembocadura, entre las provincias de Sergipe, AlagTos, Bahía y Pernambuco.» Nuestro grabado, copia de una fotografía, sólo representa la parte superior de la cascada, de suerte que el agua que en nuestro cuadro ocupa la parte baja, sigue corriendo hasta el centro, precipitándose después sobre la peña inferior y formando otro fenómeno natural.—R. EL DI L U V I O. Tronó de Dios el irritado acento !a maldad viendo de lu especie humana, y al condenar su predilecta hechura plegó las alas asombrado el viento, extraña niebla se tendió en la altura y enlutóse la faz del firmamento. De nefanda alegría lanzó un rugido el báratro profundo, gimió la tierra, estremecióse el mundo, y el astro ardiente que la luz envía, como augurando incomprensibles males su curso trocó y sobre el yerto polo alzóse con fatídicas señales. De ofan desconocido opreso el corazón de los mortales, sus odios un instante sofocaron, y presas de recóndita pavura á los cielos los ojos levantaron. Súbita llamarada, cual si llevase la sentencia dura, la atmósfera rasgando encapotada pasa lamiendo los enhiestos montes. Al Supremo mandato, arrebatado «surcando los oscuros horizontes el^amí^ero ra^o se desata, y el inmenso nublado se rompe en infinita catarata. Quebrantarse los techos al golpe del turbión impetuoso, de sus cauces estrechos, se arrojan los torrentes rebramando, en vértigo espantoso herboles y cabanas arrastrando. La humilde fuentecilla, el manso rio que cual sierpes de plata ayer llevaron su corriente grata por los Valles amenos, con ímpetu bravio hoy se desbordan de despojos llenos. Libre al sentir sus irritadas olas de aquella voz que encadenó su saña, cual movible montaña hambriento de cubrir toda la tierra se arroja el mar de su insondable asiento. Ai rud«, inusitado movimiento que playa y campos con sus ondas cierra, á los templos se lanzan los nacidos con tardo ruego y fúnebres gemidos á invocar un poder que les aterra. iDivinidad sublime y vengadora, de quien torpes un tiempo renegaron y que á su vez les desconoce ahora! Se apagan los volcanes humareda espantosa despidiendo, desátanse furiosos huracanes, cárdeno gira el sol, y al eco horrendo del trueno tremebundo, grito terrible, universal, profundo alza en su angustia la creación entera. La moje inmensa de las agua3 zumba; y-ea medio de las húmedas tinieblas éél relámpago ardiiente los fulgoües muesitra^ al hombre su entreabierta tamba nuevo horror añadiendo á sus horrores. Así la sierpe impura DO de pronto su víctima devora; primero la fascina, la rodea, de su poder segura al sujetarla con mortal abrazo, ' un instante en su angustia se recrea y luego .estrecha el ponzoñoso lazo. ¿Dónde refugio hallar? Desesperaiiu aun con las galas del nupcial banquete tras el consorte vé la desposada; la fuga á entrambos salvación promete. Ya á la roca de puntas erizada que él escaló con brazo vigoroso rendida llega la infeliz esposa; para ganar la cumbre descarnada pídele ayuda, de vivir ansiosa. . ¡Inútil protección! Cuando el esposo con la robusta mano que le tiende un instante en el aire la suspende, el honda que la sigue despiadada la arrebata, la envuelve, y altanera sigue avanzando en su triunfa! carrera. El déspota opulento á la par que el esclavo miserable, con insensato ardor ganan la cima del árbol que en la altura se sublima, mas cuando en él reposan un momento, cetáceo formidable á la lívida luz miran que avanza, envuelto en el turbión interminable del todo aniquilando su esperanza. Las madres á sus hijos ' con afán en los hombros levantando, del relámpago vense á los destellos con las ondas un punto reluchando, ceder al fin y sucumbir con ellos. Las peñas seculares, donde los más audaces se refugian, amenazando ruina se estremecen. Las aves carniceras, las alimañas del jaral incultg al lado de los hombres se guarecen; todo es desolación, horror, tumulto: más feroces que tigres y panteras los míseros humanos desconocen los padres, los hermanos; todo cariño el corazón sofoca: y en tanto que las crestas de una roca los más fuertes disputan á las fieras por prolongar un punto su agonía, los ancianos y débiles perecen entre las ondas que á sus plantas rugen y en progresión interminable crecen. ¿A dónde el globo oscuro que tierra ?e llamó? Ni un punto solo de la más alta y encumbrada cima en la extensión del agua sobresale. ¿Si en él se hundieron la maldad y el dolo, 1 ay! del castigo, duro una mano no habrá que le redima? ¿A impulsos del horrible cataclismo ya por siglos sin cuento, como piedra sumida en el abismo yacerá bajo el húmedo elemento? Mirad, mirad... La soberana mano que'retiró indignada el'Supremo Hacedor, tiende un instante sobre aquel Océano donde el arca del justo sobrenada. Al esplendor que irradia su semblante el éter se esclarece, el agua aglomerada que sin humanos limites parece á la extensión inmensa del vacío, á su excelso ademan rauda decrece; la paloma del arca, con presteza surca el ambiente frió á ella tornando con la verde oliva; y desde el monte.que á marcarse empieza hasta el confln de la celeste altura, el iris se descubre de esperanza, de paz y de perdón prenda segura. Mas como el hombre impío sólo confiesa lo q*ie sólo alcanza, , '". " quiso Diosquequedasei^indestructible ^ {' el recuerdo también de-su venganza. •,>;' Y así como en memoria ^ del triunfo que alcanzó deja un m;j^árca. sobre Ja altura su padrón de glogía^ de su excelso furor dejó la marca; y en esas cumbres de nevados riscos que el hombre apenas có'li;^u planta sella, mandó á la mar que.hjundiese sus mariscos como señal de su triunfante huella. MARÍA MENDOZA DE VIVES. B#t>«ryaslíi>sAocl<>s lo» d«rAch<^.cbp {«opiedad Artistíc» y literaria.—Qu^da heciio'éí depósito que marca la ley.