biblioteca de las familias

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BIBLIOTECA DE LAS FAMILIAS
HISTORIA, VIAJES, CIENCIAS, ARTES, LITERATURA.
vestidos de encarnado, corrían detrás de un cañoncillo
arrastrado por una muía. El cañón era uno de los doce
de campaña que el g-obierno español regaló al sultán
Sid-Mahomed al terminar la guerra de 1860. De cuando
BDMUNDO DE AMICIS.
en cuando la muía resbalaba, ó torcía de camino, ó se
FEZ.
detenia, y to( O O N O L U S I O N ).
da aquella chiquillería
coXIII.
menzabaáchi• R e v i s t a militar:
llar y á retoAmor de patria
el alma inñama.
zar
, bailando
~ Despedida de
y riendo á car•^ez: últimas impresiones.
cajadas, como
mascarada
en
Esta mañacarnestolenla, á la salida
das. En un tra<^el sol, he ido
yecto de esca^presenciarla
sos cien pasos
revista de la
detuviéronse
guarnición de
lo
menos diez
Pez, que el
veces: c o n Multan pasa
tinuamente
^fes dias cada
acaecían persemana, en la
cances , pues
plaza donde
tan pronto se
tuvo lugar la
caía al suelo
recepción ofiel escobillón,
•^ial de la emcomo quedaba
bajada.
atrás el cubo
En c u a n t o
ó pozal, como
Salí p o r l a
Tornero árabe.
se e n r e d a b a
puerta del mn o sé q u é ,
cto de la manteca, pude ya formarme una idea de la manera como ma- puesto que todo, sin orden ni concierto hallábase echado
uiobraba la artillería. Una muchedumbre de soldados, sobre la cureña. La muía marchaba á su antojo ha''viejos, de mediana edad y muchachos, completamente ciendo eses, ó mejor hacia donde la llevaba el canon al
"M-Jk.I^ie.TJEaOS,
T. ii.-a3.
258
EL MUNDO ILUSTRADO.
descender rápidamente por las desig-ualdades del ter- consistía en una especie de pantomima, que me hizo
reno; todos daban órdenes, y ning-uno obedecía: los ma- estremecer en cuando comprendí su significado. En
yores denostaban á los medianos; los medianos á los efecto, representaba la amputación de la mano, la decapequeños, y éstos los unos á los otros, y el cañón con- pitación por medio de la gumía, y otros suplicios que
tinuaba casi en el mismo punto. Era aquella una escena probablemente habían presenciado repetidas veces. Uno
de los muchachos representaba el papel de cadí, otro de
que habria producido fiebre al general Lamármora.
En la orilla izquierda del rio de las Perlas, veíanse ejecutor, otro el de víctima: éste, en cuanto se le había
hasta dos mil soldados de infantería, parte tumbados cortado la mano, fingía introducir el muñón en el alpor el suelo, parte de pié formando corros. En la plaza, quitrán ; otro recogía la mano cortada y la arrojaba á
cerrada por las murallas y el rio, tiraba al blanco la ar- los perros, y todos los espectadores reían á mandíbula
tillería: cuatro cañones, detrás de los cuales veíase un batiente. Las caras patibularias de aquellos soldados en
grupo de soldados, y de pié, en medio de ellos, una figu- miniatura, no son para descritas. Las había de todos los
ra blanca y esbelta. Era el Sultán, cuyos contornos á matices imaginables, desde el negro de ébano hasta el
duras penas podia distinguir desde el lugar en que amarillo naranjado, y ni uno tan sólo, aun de los más
me hallaba. Parecióme que de vez en cuando se diri- jóvenes, que conservara la expresión de la ingenuidad
gía á los artilleinfantil: todos teros en ademan de
nían no sé qué de
darles instruccioduro, descarado,
nes. En el lado
burlón, cínico y
opuesto de la plar e p u l s i v o , que
za, c e r c a n o al
movía á compapuente, veíase un
sionmás bien que
grupo de moros,
á desprecio , no
árabes , negros,
siendo menester
hombres y mujeestar dotado de
res, gentes de la
gran perspicacia
población y del
para comprender
campo, señores y
que no es posible
clase media, que
otra cosa. Por lo
según se me dijo,
que respecta álos
aguardaban á
hombres, la maque el Sultán fueyor parte dormira llamándolos
taban t e n d i d o s
uno después de
en el suelo; otros
otro, para pedirle
danzaban según
justicia ó favor,
la costumbre de
puesto que el Sullos negros, en metán concede audio de un círculo
diencia tresveces
de espectadores,
cada semana y
h a c i e n d o toda
en ella escucha á
suerte de visajes
todo aquel que
y contorsiones;
desea hablarle.
habíalos también
Parte de aquella
que e s g r i m í a n
gente p r o c e d í a
con las gumías
sin duda de ludel propio modo
Un esclavo del Sultán
gares ó pueblos
que los que halejanos , é iba á
bía contemplado
quejarse de las vejaciones de los gobernadore Ó á pe- en Tánger, saltando y contoneándose como funámbulos.
dir gracia para .sus parientes, sepultados en el fondo de Los oficíales, muchos de los cuales eran renegados, y se
una cárcel. Había mujeres andrajosas y ancianos decré- distinguían de los demás en que fumaban sus pipas y
• pitos; y en todos aquellos rostros tristes y apesadumbra- en cierto no sé qué de atildado en el vestir, paseaban en
dos, se leía el impaciente deseo y al par el vivísimo un sitio apartado, y cuando me encontraba con ellos,
temor de tener que comparecer ante el príncipe de los evitaban mis miradas. Al otro lado del puente, en un
creyentes, el juez supremo, que en breves instantes y lugar apartado, había unos veinte hombres envuelcon pocas palabras, podia decidir de su suerte para todo tos en capas blancas, tendidos en el suelo uno al lado
el resto de su existencia. Parecióme que no tenían de otro, permaneciendo inmóviles como estatuas. Acercosa alguna en las manos ni delante de ellos, y por lo quéme á ellos y vi que tenían los brazos y las piernas
tanto me inclino á creer que el Sultán reinante ha su- sujetos por medio de recías cadenas. Eran condenados
primido la costumbre, que antiguamente existía, de por delitos comunes que el ejército lleva consigo doquiera
acompañar toda petición con un regalo, que jamás era que vá, con el objeto de exponerlos á la vergüenza.
desdeñado, aun cuando no fuera más, como acontecía Al sentirme cerca se volvieron y me clavaron sus miraalgunas veces, que un par de pollos ó una docena de das de tal suerte, que retrocedí.
huevos.
Salíme de entre los soldados y fuíme á descansar á la
Dirigime hacía los corros de soldados. Los muchachos sombra de una palmera que crecía en un ribazo, desdJe
estaban distribuidos en grupos de treinta ó cuarenta, y el cual se dominaba toda la llanura.
se divertían persiguiéndose ó saltando los unos por
Pocos minutos hacía que me encontraba en aquel
encima de los otros, apoyándose las manos en la espal- sitio, cuando vi que se separaba de uno de los corros un
da. Sin embargo, grupos había en los cuales la diversión oficial, que con paso indiferente, mirando distraído á
EL MUNDO ILUSTRADO.
259
—¿Qui a vaincu? preguntó con cierta ansiedad miuno y otro lado, cual si tratara de evitar que en él se
rándome fijamente.
fijase la atención, iba acercándose hacia aquel sitio.
—La Prusia, contesté.
Era un hombre de pequeña estatura, robusto, vestido
Pareció sorprenderse.
casi á lo zuavo, con fez y sin armas. Tendría como cuarenta años.
En breves palabras le di cuenta de los grandes desasCuando estuvo cerca de mí, experimenté una impre- tres de Francia; la invasión, la toma de París, la pérdida
sión de temor. En mi vida he visto sentado en el ban- de dos de sus provincias.
Escuchóme atentamente con la cabeza inclinada y
quillo de los acusados ante un tribunal de justicia, una
cara más pérfida y repugnante. Habria jurado que pe- fruncido el entrecejo: después se reincorporó y haciendo
saban sobre su conciencia, lo menos diez homicidios con un esfuerzo dijo:—C est égal... fe n' ai plus de patrie,
ga ne me regarde pas...
circunstancias agravantes.
Y bajó de nuevo la cabeza.
Detúvose á dos pasos de mí, clavóme su fria y peneYo le observaba;
trante mirada y me
notólo y me dijo re<iijo fríamente:
pentinamente con voz
— Bonjour,
monalterada:
sieur.
—Adieu, monsieur;
Pregúntele si era
marchándose con lenfrancés.
to paso.
—Sí, me contestó,
— ¡No ha muerto
procedo de Argel. Batodo aun! pensé, y
C9 siete años que essentí por ello verda% aquí, y soy capidera satisfacción.
tán en el ejército de
Entre tanto los arMarruecos.
tilleros habían termiComo no podia fenado su ejercicio de
licitarle, mantúveme
tirar al b l a n c o : el
silencioso.
Sultán habia pene~~C' est comme ga,
trado en un pabellón
continuó con aire inblanco, situado junto
solente. Fuíme de Ará una de las torres, y
S'^l, porque no podia
sentado en él, comen^ivirallí./'(?toiso6/izaron los soldados á
S'e de üivre dans un
desfilar uno á uno de(tercie irop
étroit
lante de él, sin armas
(quizás aludía al griy á distancia de vein^^ete). La vida eurote pasos uno de otro.
pea no cuadra con
Como ni junto al Suluiis i n c l i n a c i o n e s .
tán, ni á la entrada
Sentía necesidad de
del pabellón se veía
^cr mundo y me vine.
oficial alguno que fue—¿Y ahora estáis
ra leyendo los nomcontento?
bres , como se hace
—Contentísimo,
entre nosotros, para
i"espondió afectadaacreditar la existenmente. El país es hercia de todos los soldaboso; Muley el Hasdos continuados en
sen el mejor de los
las listas, (y se me
sultanes; el pueblo
ha dicho que en el
^''^ tueno; soy capiEntrada de una mezquita.
ejército marroquí no
^^n; tengo una tienexisten tales docu*^6cilla; ejerzo una
mentos),
no
pude
concebir
qué
resultado
podia tener
P'^queña industria; me entrego á la diversión de la caza;
Pesco á veces; hago excursiones á las montañas; dis- aquella revista, como no fuera proporcionar una dis'^üto la más completa libertad. Francamente, no volve- tracción al Sultán; motivo por el cual tentaciones tuve
de echarme á reír. Pero un nuevo pensamiento, la
í'ia á Europa por todo el oro del mundo.
—¿No sentís deseos por lo menos de ver otra vez vues- consideración de lo que tenia de primitivo y de poético el espectáculo de aquel monarca africano, sumo
'•'o país? ¿Habéis realmente olvidado la Francia?
—¿Qué me importa á mí de Francia? Para mí como si sacerdote, supremo juez y príncipe absoluto, joven,
sencillo, gentil, permaneciendo solo durante tres horas
^^ existiera. Mi patria es Marruecos.
bajo
la sombra protectora de una tienda, haciendo desY se encogió de hombros.
filar
tres veces cada semana ante sus ojos sus soldaMuel cinismo me daba asco: apenas podia creer en
dos
uno
á uno, y escuchando las quejas y las súplicas
^''U sinceridad: quise averiguar si era ó no real y le
de sus subditos sin ventura, me inspiró un sentimiento de
Pi'egunté:
—¿Después que habéis dejado la Argelia, no habéis profundísimo respeto. Y puesto que era aquella la postenido noticia alguna de los acontecimientos de Europa? trer vez que mis ojos debían contemplarlo: — ¡ Adiós, le
^ '~~Pas un mot, contestó. Aquí no se sabe nada, abso- dije desde lo más íntimo del corazón, apartándome de
aquellos lugares, adiós, príncipe agraciado y como pocos
lutamente nada, y estoy por ello contentísimo.
—De manera que ignoráis que ha tenido lugar una noble! Y cuando su graciosa figura blanca desapareció para siempre de mis miradas, sentí un movimiento
S'uerra tremenda entre Francia y Prusia.
260
EL MUNDO ILUSTRADO.
interior, como si en aquel supremo instante se grabara
para siempre su imagen en mi corazón.
Nueve de junio : último dia de la permanencia de la
embajada
italiana en
Fez. Han sido atendidas
todas las peticiones del
embajado r;
arreglados
los asuntos
de Ducali y
Scellal, hechas las visitas de despedida , arrostrado el último banquete
de Sid-Mussa, recibidos
del Sultán los
r e g a l o s de
costumbre,
consistentes
en un magnifico caballo negro con
una enorme
silla de terciopelo, gal o n e a d a de
oro, para el
em b aj a d o r;
s a b l es damasquinados
y nielados de
oro para los
miembros ofi-,
ciales de la
embajada, y
una muía para el segundo
dragomán.
Las tiendas y
todo el bagaje han salido
esta mañana;
los aposentos
están desocupados y vacíos, las caballerías dispuestas , la
e s c o l t a nos
e s p e r a en
la puerta del
Nicho de la manteca; mis compañeros aguardan, paseando en el patio, la hora señalada para la partida,
y yo sentado por última vez e'n mi lecho imperial,
consigno en mi cuaderno abierto sobre la rodilla, mis
últimas impresiones en Fez. ¿En qué consisten? ¿Qué es
lo que al cabo ha grabado en lo hondo de mi corazón, el
espectáculo de esta ciudad, de esta gente, de semejante
estado de cosas? Si pretendo penetrar con el pensamiento
en el fondo de las variadas impresiones de la sorpresa y
la curiosidad satisfechas, descubro una mezcla confusa
de sentimientos distintos, que me dejan el ánimo suspenso. La decadencia, el envilecimiento, la agonía de
este pueblo belicoso y caballeresco, que logró dejar una
huella tan luminosa en la historia de las ciencias y de
las artes, y que al presente no tiene ni siquiera conciencia de su
pasada gloria
y esplendor,
despierta en
mi pecho un
sentimiento
de c o m p a sión , y sin
embargo no
puedo menos
que sentirme
gratamente
sorprendido
y aun marav i l l a d o , al
considerar
cuánto conserva aun de
su belleza y
poderío; y
me fijo en la
viril y majestuosa grandeza de su fisonomía especial, de su
traje, de sus
maneras, de
sus ceremonias, de todo
c u a n t o , en
una palabra,
conserva aun
de antiguamente sencillo , su vida
triste y silenciosa. Siento
en mi interior algo semejante á desaliento cuando contemplo
tanta barbarie, á tan corta distancia
de la civilización, y al
considerar la
desproporción que existe en esa misma civilización, entre la
fuerza de elevarse y la de extenderse, ya que en tantos siglos como van trascurridos, no obstante crecer
incesantemente en el centro en que se halla, no ha conseguido adelantar por este lado doscientas leguas de
camino. Es el desden el que de mí se apodera cuando
considero que á los grandes intereses de la civilización
de esta parte del África, anteponen los Estados civilizados de Europa sus particulares y mezquinos intereses
mercantiles, y empequeñeciendo de esta suerte en el
EL MUNDO ILUSTRADO.
261
concepto de este pueblo, con el espectáculo de sus mi- mente aliviados. No más marchas, no más toques de
serables rivalidades, la propia actividad, y la de la cul- cuerno recordándonos algún trabajo penoso; ya no nos
tura que pretenden representar, hacen constantemente asaltaría la idea de que íbamos á perecer de hambre,—á
más lenta y dificultosa la empresa común. Y finalmente lo menos durante una temporada.
Los europeos no abandonamos la cama hasta las ocho
es un sentimiento de vivísimo placer cuando fijo la mente
en que en este país me he formado en mi interior un de la mañana, y al hacerlo encontramos á los vuangunuevo mundo en miniatura, poblado, animado, lleno de vana y á los vuanyamuvezi tendidos sobre sus petates
nuevos personajes que vivirán en mi memoria cuanto y sus pieles de cabra, descanzando tranquilamente. Si
dure mi existencia, cuyo recuerdo evocaré cuando se á aquella hora yo no hubiese saltado del lecho, creo que
me antoje, que me entretendré con los mismos y me pa- Sungoro y Kaduma,—que, entre paréntesis, eran amig-os
recerá vivir en
inseparables,—
África. Sólo que
por motivos de
de este placentedelicadeza no me
ro sentimiento,
hubieran desperbrota uno triste,
tado , persuadimuy t r i s t e , el
dos de que lo que
sentimiento inmás me convenia
evitable que echa
era descansar
una sombra sobre
muchas horas.
todas las horas
A las 9 se celeserenas, y vierte
bró un burzah ó
unag-otade amarrecepción matugor en la dulcetina. En primer
dumbre de todos
lugar se me prelos placeres...
sentaron Francisaquello que me
co Pocock y Fedeexpresó el comerrico Barker, éste
ciante moro para
completamente
demostrarme la
restablecido de
vanidad de este
la fiebre, dánafán caracterísdome los buenos
tico de los puedías y cong-ratublos civilizados
lándose del buen
en estudiar, busaspecto que tocar y descubrir;
maban nuestros
y al lleg-ar á sea s u n t o s : luego
mejante p u n t o ,
vinieron los caeste g-ratisimo
pitanes vuangu"^iaje sólo se me
vana y vuanyaantoja el paso ramuvezi á pregunpidísimo de una
tarme si h a b i a
escena encantadormido bien, y
dora, en el especd e t r á s de éstos
táculo de un inscomparecieron
tante, que es la
los jóvenes más
^ida; y el lápiz
a p u e s t o s de la
U n a s i n a g o g a en Fez.
se me cae de la
expedición; desroano y se apopués el príncipe
dera de mí un profundo desaliento... ¡Ah! la voz de Kaduma y Sung-oro, á los que habia prometido conSelam que me llama! ¡Marchamos pues! Se vuelve á las tar alg-una cosa de nuestro viaje y darles noticias de
tiendas, á las carg-as guerreras, á las grandes llanu- Zanzíbar, y finalmente la princesa y sus amigas más
ras, á la luz esplendente, á la alegre y hermosa vida del íntimas; pues en aquel país, como en los demás de
campamento! Adiós, Fez! Adiós, desaliento! Mi pequeño la tierra, también se estilan las presentaciones. Dos
mundo africano vuelve á teñirse de color de rosa.
horas duró el burzah, al cabo de las cuales se retiraron
T r a d u c i d o del italiano por
las visitas para entreg-arse todos á su respectiva ocuIConlinuaráj.
C A Y E T A N O VlDAL DE VALENCIANO.
pación : parecióme que la de los naturales se reducía
á chismear, á la compostura de las redes de pescar, á
la construcción de destrales, de canoas, de cacharros de
barro, de cercados para las poblaciones y para las choEL CONTINENTE MISTERIOSO,
zas; y en cuanto á nuestra g-ente, todo se volvían proPOR
yectos para levantar sus cabanas de hojarasca, mostránE N R I Q U E M. S T A N L E Y .
dose contentísimos de tener que detenerse mucho tiempo
en Kagehyi.
(CONTINUACIÓN).
Aunque los individuos que formaban parte de la expeCAPÍTULO X I .
dición sólo tenían aquel dia que ocuparse en sus poco
^^'•"Iclirn ¡iti l.m-ziih. — Vagn de los reclutas.—Kageliyi se convierte en nn
complicados asuntos domésticos, y que Federico y Fran¡"•an c e n t r o cmneroial.—Un »e6<!(io)- del África central.—El príncipe k a dunia.—Debo r e n u n c i a r á toda e s p e r a n z a de ser auxiliado por él.—La
cisco estaban libres, yo tenia mucho quehacer, como
e m b a r c a c i ó n lista p a r a el viaje.—No se e n c u e n t r a n voluntarios.—Elijo
roi tripulación.—Partida p a r a la c i r c u m n a v e g a c i o n del lago Victoria.
por ejemplo: practicar las debidas observaciones para
El día 28 de febrero nos levantamos todos verdadera- dar con la po.sicion de Kagehyi y su elevación sobre el
S6á
EL MUNDO ILUSTRADO.
nivel del mar; preparar papel, plumas y tinta para la
narración que habia de enviar á los periódicos que me
mandaron á aquella remota parte de la tierra; calcular
el tiempo que habia de durar nuestra estancia en
Kagehyi; hacer los preparativos para equipar la Lady
Álice,Á fín de que pudiese dar la vuelta al lago Victoria ó gran Nianja, como le llaman los uasukuma. Asimismo debia indagar la condición política del país
antes de abandonar el puerto y el campamento, para
que durante mi ausencia todo marchara bien y no
tuviese más tarde que echarme en rostro alguna distracción fatal. Debia fijar la cantidad de telas y de abalorios que necesitaba para la fuerza expedicionaria,
mientras durase mi ausencia; calcular el tributo y los
regalos que habían de darse al rey de Uchambi, pues
ÍEagehyi es tan sólo un pequeño distrito de los Estados
de ekte soberano, y el príncipe Kaduma su subordinado y tributario. En una palabra, mi labor personal
apenas estaba comenzada; y si tuviese que describir minuciosamente cuanto me quedaba por hacer, ocuparía
muchas páginas de este libro.
Por lá tarde se llamó á los reclutas uasukuma para
entregarles los regalos de despedida, y casi todos fueron
licenciados. Luego se separaron trece doii de paño para
'el rey de Uchambi y diez doti para el príncipe Kaduma,
reservándoseles también una cantidad de abalorios proporcionada, de suerte que no salieron fallidas las esperanzas que abrigaban estos dos magnates y sus favoritas.
Góriio este asunto no podia tratarse á la ligera, me ocupó
graü parte del segundo dia de mi estancia en Kagehyi.
Habiéndome manifestado simultáneamente los vuanguvana y los vuanyamuvezi deseos de recibir una muestra
de aprecio por su fidelidad durante la marcha, repartí
algunos regalos proporcionados entre jefes y subalternos. Además de algunas telas y de cierta cantidad de
collares y otras baratijas, con las que podían comprar
varias cosas de su predilección, juzgué á propósito, conformándome con sus indicaciones, darles un extraordinario dé raciones; así pues, compré seis becerrillos y los
hice matar para distribuírselos; y como un banquete sin
iiingun licor espirituoso tiene poco aliciente, les di veinte
galones de pombé, héhiia, muy usada en aquellos países
f que creí de su agrado. Para satisfacer esas demandas y esperanzas tuve que deshacerme de tres balas repletas de paño y de 120 libras de abalorios. Pocas horas
después me cupo la satisfacción de ver que no habia
sembrado en tierra estéril, pues todos aquellos hombres
se mostraban contentísimos y con sus palabras me dieron á entender que había sabido ganar su afecto.
No me olvidé de Francisco ni de Federico, pues les
autoricé para que mientras permaneciésemos acampados
dispusieran todos los días de cuatro yardas de tela ó
bien de su equivalente en abalorios, lo cual podían expender del modo que mejor les pareciese, y esto además
dé la cantidad que tenían asignada como ración. Por
insignificante que parezca el aguinaldo, debo decir que
equivale á cinco pesetas diarias en dinero sonante.
Aunque los dos muchachos comían los mismos manjares
condimentados para mí, observé que digerían cosas que
fiíi estómago no podia soportar y que tampoco apetecía,
tales como plátanos maduros y demás frutas indígenas,
maíz verde tostado, etc. Federico Barker, en particular,
se despepitaba por esta clase de comida. El plus que les
sefñalé les servia para comprar á los uasukuma y á
Sungoro más cantidad de leche, de huevos, de gallinas y de arroz. Mientras estuve en Kagehyi, mi cotidiana comida consistió principalmente en gallinas,
batatas, leche, té y café: Pocock y Barker añadían á
esto un poco de arroz que Sungoro les procuraba, y
una cantidad de pan amasado con maíz indio y mijoEl pueblo de Kagehyi, situado en el distrito de
Uchambi y país de Usukuma, se convirtió, después de
nuestra llegada, en un centro de grande importancia
local, donde acudían en extraordinario número traficantes indígenas de todas las localidades asentadas en un
radio de veinte á treinta millas. Los pescadores del Ukerevué, cuyas purpurinas colinas divisábamos por entre
el brazo del lago, vinieron en sus canoas cargadas de
pescado seco; los naturales de Igusa, de Sima y de
Magu, pueblos del Usukuma situados al Este de Kagehyi,
trajeron casabe, manioc y plátanos sazonados; los pastores del Usmau, que se encuentra situado al Sur y á
treinta millas del pueblo que nos albergaba, nos mandaron algunos bueyes; y las tribus de Muanza,-r-célebres
en la historia de los viajes por ser el punto desde donde
Speke vio por primera vez el ancho golfo del lago Victoria,—ofrecieron en venta azadones, alambre, sal, ba-^
tatas y yams, en gran cantidad.
La noticia de nuestra llegada se habia divulgado á lo
largo de las vías mercantiles y por todas las comarcas
inmediatas á las grandes rutas del tráfico, ya que nos
hallábamos en una región que de tiempo inmemorial se
ha distinguido por su chismografía y por su sistema de
comercio, semejante al de los tiempos primitivos; un
corto número de indígenas pacíficos, acostumbrados á
los viajes, pueden explorarse centenares de millas.cuadradas en el Usukuma, sin verse molestados. Empero,
aunque por el Unyanyembe y por Zanzíbar podían en
pocos meses tener noticia de todos nuestros movimientos, hay algunas comarcas inmediatas á Kagehyi donde
no penetran los comerciantes, las cuales hubiéranse
visto privadas de la interesante noticia de que á orillas del lago habia tres blancos, que, según se afir*
maba, eran corteses y amables. El Ujiji, por ejemplo,
muy distante y á orillas del lago Tanganika, tal vez
habría deseado saber sí estos europeos habían llegado
de Masr (Cairo) ó de Zanzíbar, pero los uirigedi, que
viven á dos pasos, en el golfo de Speke, podían perfectamente bien ignorar su llegada. Puede ser que Mtesa,
de Uganda recibiera satisfactoriamente la noticia del
arriba de los blancos, esperando que le harían una visita, mientras Ukara que sólo dista veinte y cinco millas
geográficas de Kagehyi, es posible que nada hubiese
sabido. Los naturales de Karagué y su afectuoso rey, eá
probable que también habrían tenido noticia de nuestira
expedición y que esperaran que fuéramos á verlos, ai
paso que Komeh, que está trescientas millas más cerca
dé Kagehyi, tal vez sabría tan importante aconteció
miento algunos años después de nuestra partida del
África. Y es que las noticias circulan únicamente por
las grandes líneas mercantiles, ignorándolas aquellas
comarcas que viven apartadas de los intereses y de los
negocios comunes, gracias á la ferocidad' de sus habir
tantes y á la fama que tienen de hostilizar á los extranjeros, aunque no se encuentren muy apartados de los
puntos donde se discuten libremente dichos intereses y
acontecimientos.
El príncipe Kaduma,—debo confesar la verdad,—es un
verdadero bebedor del África Central, hombre por otra
parte naturalmente cor tés,, cortesía de la que se puede
sacar bastante partido si se la estimula con copiosas libaciones áepombé. Con él abuso de los licores, se ha apagado el brillo de los ojos de Kaduma, serle ha paralizado la
lengua, su voz es ronca, coí5as todas que pueden curarse
absteniéndose de bebidas fuertes d:urante algunos meses;
En sus ratos de sobriedad (no me atrevo á, decir horasi),
ó sea cuando abandona el lecho, quería ocuparse de sns
ganados y de heigocios, y hasta llegaba á áseguíárlá la
EL MUNDO ILUSTRADO.
media docena de ancianos que le rodeaban, que tenia
algún trato en mira, «pero antes, anadia, bueno seria que
celebrásemos un shauri.» Interesada la curiosidad de
sus consejeros, le instan para que hable y en el acto
asumen el grave y pensativo aspecto de los reprensentantes de la Cámara de los Comunes de Inglaterra, del
Reichstag alemán, etc., etc. Entonces dice Kaduma:
«¡Ah! ¿cómo puede trabajar un hombre si el hambre le
acosa? ¿y puede hablar teniendo sed?» Los ancianos
cambian entre sí algunas astutas miradas y signos de
aprobación;.Kaduma lanza un sonido gutural, no una
carcajada, potque el soberano es maestro consumado en
el fingimiento. Los demás pueden reirse de sus salidas
de tono; él nunca rie, pero berrea.
Aparécese un muchacho de catorce á quince años, en
cueros, llevando en la mano un gran jarro de espumoso
pombé (1), jarro con un pié oval, que el portador instala
en el suelo. Encima se pone la copa favorita de Kaduma, que puede contener media azumbre y tiene la forma
de calabaza. El cacique permanece sentado en su banqueta baja, cubriéndose con una manta de paño Sohari;
los ancianos están á su lado, sentados sobre tizones,
sobre mangos de destral ó sobre duros pedruscos. El
espumoso licor está allí y el negro Ganimedes mantiénese en pié; Kaduma alarga lánguidamente la mano,
sólo por mera fórmula, pues tiene sed; el criado se
arrodilla y preséntale la copa. Dada buena cuenta del
pombé, se abren las válvulas del shauri. Las horas destinadas á la consumación del pombé puede decirse que
son las en que Kaduma está tratable y se interesa en los
iiegocios, pues se le ve alegre y habla con humor: allí
de los grandes proyectos, de las expediciones comerciales hasta Ujiji, de las excursiones al Unyanyembe ó á
Zanzíbar. Pero ¡ah! se acabó el pombé, y Kaduma vá á
acostarse. A las tres de la tarde vuelve á ser una criatura
racional: de esta hora hasta las seis se zampa otros dos ó
tres vasos de pombé, y. luego, no pudiendo tenerse en
pié, vuelve á acostarse. ¡Hé aquí un hombre inteligente
y bueno á quien la intemperancia tiene embrutecido!
ihé aquí un ser que en su esfera podría prestar reales
servicios á sus semejantes, consumido así física como
moralmente por el vicio!
Por lo dicho se comprenderá que á pesar de los buenos
sentimientos que en su estado lúcido adornan al príncipe de Kagehyi, su enfermedad le privaba de prestarme
íiquellos servicios que yo esperaba de él. Si bien me
prometió formalmente acompañarme en la exploración
del lago Victoria, dadas sus malas costumbres es' más
lúe probable que no hubiera podido cumplir su promesa
aunque de veras desease formar parte de la expedición.
También me aseguró que había visitado Ukerevué,
üruri y ügeyeya, y que si se le recompensaba debidamente se pondría á mi disposición: la recompensa estaba'
pronta, pero por mi desgracia conocí que ni de allí á diez
dias estaría en estado de ponerse en camino. De consiguiente, tuve que renunciar á la esperanza que me había
forjado de conseguir su ayuda y valerme de la. influencia que entre los indígenas pudiese tener Kaduma, pues
era evidente que si no me acompañaba el jefe, ninguno
de
sus vasallos osaría alistarse en nuestras filas. A no
estar al tanto de la vida privada de aquel príncipe, me
liubiera hecho pensar si su indecisión prevenía de debilidad ó del respeto que le imponía el vasto lago.
- Kaduma sabia de memoria los nombres de varios
países ó lugares, nombres para mí desconocidos. He de
confesar, empero, que si todos los nombres con que me
aturdían eran realmente los de otros tantos países, no me
. (I) El pombé es una especie de cerveza indígena fabricada con grano
fermentado 6 con afrecho.
263
cabia duda que, como decía él, la exploración del lago
requería algunos años.
Mientras se estaba aparejando la Lady ^¿íceparael
viaje, empezó á preocupar á los vuanguvana la enormidad de la empresa que íbamos á acometer, ya que el
príncipe Kaduma, sus gentes, Sungoro y sus esclavos,
que á decir verdad jamás habían traspasado los límites
del Ururi, se la pintaban con los negros colores que
presta á todas las cosas la superstición, dando noticias
inverosímiles tocante á la longitud de aquel mar interior. En sus márgenes, decían, habita una tribu coluda,
otra que en la guerra emplea enormes y terribles perros,
otra compuesta de caníbales que prefieren la carne humana á cualquier alimento; y aseguraban que el lago es
tan grande que para darle vuelta necesitaríamos algunos
años. Siendo así, anadian, ¿cuántos de los expedicionarios quedarán para contarlo? Hé aquí por qué no encontré entre los subditos de Kaduma aficionados que
quisieran acompañarme. Estas nuevas sólo sirvieron
para poner recelosa á mi gente, cuyo ánimo ya estaba
harto apocado.
A los siete dias estaba lista y dispuesta la, embarcación
para desafiar toda clase de contingencias y peligros marítimos. Estábamos abastecidos de harina y de pescado
curado, habíanse preparado las piezas de tela, toda clase
de baratijas y demás, accesorios, faltando únicamente la
tripulación.
—¿Quién me acompaña? pregunté.
Nadie contestó.
—¿Ni aumentando la soldada y teniendo opción á
otros gajes?
El mismo silencio.
. —Sea como fuere, yo debo partir. ¿Consentiréis que
me vaya solo ?
—No, fué la respuesta.
—Siendo así, valientes muchachos, que se pí^senten
los que quieren dar la vuelta al lago en compañía de
su amo.
Esta vez tampoco obtuve contestación. Interrpgados
uno á uno dijeron que eran bisónos en el "airte de
navegar y confesaron sin rebozo que á bordó !de un
buque se volvían más cobardes que una gallina y de
nada servían.
—Entonces, ¿qué voy á hacer?
Manuva Sera tomó la palabra, y dijo:
—Amo mío, el preguntar de nada sirve: ordenad.
Todos los aquí presentes son vuestros hijos y no os desobedecerán. Interrogándolos como á amigos, ninguno
querrá acompañaros; mandad y todos os seguirán.
Convencido de que así debía hacerlo, llamé á Uadi
Safeni, hijo de Safeni, diciéndole que él mismo escogiera los muchachos que mejor le pareciesen para el
caso; pero Uadi eligió á hombres que nada entendían
de las faenas marítimas. Entonces llamé al vigilante
Kacheché y le dije que se informara respecto á los jóvenes acostumbrados á la vida del mar, y Kacheché aseguróme que los mejores marineros que había entre mi
gente eran los guias que primeramente elegí en Bagamoyo. Teniendo en cuenta el comportamiento observado
en el camino, inscribí en una- lista diez marineros y un
timonel, en cuyas manos quedaba encomendada mi
suerte durante la exploración del lago.
Así pues, después de dar instrucciones á Francisco
Pocock y á Federico Barker sobre infinidad de cosas relativas á la seguridad de la expedición durante mi ausencia, y de afirmar con un buen regalo las simpatíjitS
de Sungoro y del príncipe Kaduma, me hice á la vela
el día 8 de marzo de 1875, en dirección al Este, para recorrer las márgenes del ancho lago que habíamos sido
EL MUNDO ILUSTRADO.
264
f
H
(—(
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O
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>•
>^
b
265
EL MUNDO ILUSTRADO.
los primeros en reconocer y que, en honor á su descubridor se conoce con el nombre de Golfo de Speke.
EGIPTO
•N
Traducido del inglés por
IMAGEN
Y EN
PAl_ABRA,
POR
MAUIANO BLANCH.
(Continuará),
JORGE EBERS.
E L CAIRO.
CON LOS SULTANES MAMELUCOS.
(CONTINUACIÓN).
La importancia de la f^ran feria de DschiddH, qiic era
Esclava abisinica.
anualmente el punto de reunión y la cita de los repre^''entantes de todos los pueblos adictos al Islam, no fué
sobrepujada en aquel tiempo por ning.una otra. El mar
^ojo se habia convertido, con los mamelucos, en una
^^a por la cual tenia que pasar todo el comercio indoeuropeo. El «descreído» rey de Ceilan envió sus embajadores al sultán kalaun, para ajustar con él tratados
¿e comercio, y reinando los nietos del último, llegaron
al Cairo enviados chinos, los cuales, con sus grandísiT. I I . - 3 4 .
mas juncas, hacían el comercio en el Océano índico. La
antigua vía de las caravanas que unía el mar Rojo con
el Nílo estaba llena de larguísimas recuas de camellos
cargados, y en el desembocadero occidental, primero en
Keft, y más adelante en Kus, podían contarse apenas
los barcos que descargaban y los que cargaban. Cuentan
algunos historiadores que por aquel tiempo llegaban k
36,000 las embarcaciones que navegaban por el Nilo. El
florentino Frescobaldi asegura que se veían en su tiempo
EL MUNDO ILUSTRADO.
266
(1384) más buques en el puerto del Nilo del Cairo que
en Genova, Venecia ó Ancona. Con los mamelucos, tocóle
también á Alejandría la tarea de satisfacer las necesidades que tenia Europa de las mercancías procedentes
del Oriente. Todos los pueblos y ciudades mercantiles
tenían aquí sus representantes, y no sin razón se ha
dicho que en aquel tiempo se podia medir la parte que
tenia una nación en el comercio del mundo por su pre-
fflanil
li'ilHI
jiiiiiia
Detalle arquitectónico de la escuela de la mezquita de Ezbek.
sencia en este puerto. También parece que los venecianos se anticiparon aquí á todos los otros grandes comerciantes ; los genoveses ajustaron varios tratados de
comercio con el sultán Kalaun y con su hijo Chalil,
fundador de Chan el-Chalil, que así se llamaba el
cuartel más afamado por su comercio en el Cairo; cabiendo á los venecianos el triste comercio de llevar
esclavos cherkeses. y griegos á los mercados egipcios.
Él valle del Nilo, tan pobre en bosques y metales, tuvo
que pedir al Norte madera de construcción y hierro, ya
que, sin esta importación de materiales tan importantes,
no podia construir ni un buque siquiera para su escuadra. El valle del Nilo habia causado no pocas veces á
los occidentales un daño incalculable llamando al Oriente
una gran parte de la moneda de oro y plata acuñada en
Europa; el comercio de esclavos, entre los cuales habia
muchos cristianos y cristianas arrebatados á sus padres,
no podia menos de ser reprobado por la Iglesia, lo que
dio lugar á que los Papas vedasen repetidas veces á los
marinos europeos todo comercio con Egipto,
amenazando á los transgresores con penas
temporales y espirituales. Pero el lucro temporal pareció, por lo visto, tan tentador á los
comerciantes cristianos que, con menosprecio de las amenazas de la Iglesia, siguieron
cambiando con los incrédulos dinero y mercancías.
La parte del león de este riquísimo comercio iba á parar á las arcas de los sultanes
egipcios, según vemos por la nota de precios
corrientes expuesta por uno que acompañó
á Vasco de Gama, de la cual aparece que
las especies índicas se pagaban en Alejandría 400 por 100 más caras que en Calcuta, lo
que se debía á los enormes derechos que se
les habían impuesto en Egipto. Burs-Bey y
sus antecesores y sucesores eran considerados como los príncipes más opulentos de la
tierra; y en efecto, los caudales que en aquel
tiempo se derrochaban para objetos de lujo,
excedían á toda ponderación. Gastábanse
anualmente millones en la compra de nuevos
mamelucos y pajes y de caballos. Ya hemos
visto cuántas riquezas consumía en aquel
mismo tiempo la pasión de sus reyes á la arquitectura; empero, donde más derrochaba
la corte de estos príncipes era en llenar el
harem de concubinas y eunucos y de esclavas cherkesas, griegas, abisínicas y de otras
naciones, y de cantoras y bailarinas que se
pagaban á subidísimo precio. Hasta la servidumbre ínfima de la corte se pavoneaba en trajes de seda y en
bordados de oro. A las concubinas y á las esclavas favoritas del Sultán debían regalárseles perlas y piedras
preciosas, no sólo para sus personas, sino también
para sus muebles y para sus sillas de mano, en las que,
acompañados por eunucos y mamelucos, seguían á su
señor cuando se trasladaba á sus quintas.
El Oriente es la tierra de los regalos, y no trascurría
dia que no pasasen á sus subditos grandísimos valores
en forma de oro, esclavos, caballos, joyas y vestiduras
de honor, distribuido todo por el soberano. Cierto es que
la tierra más feraz del mundo no se cansaba nunca de
producir riquezas, las que, por medio de contribuciones
excesivas impuestas á los campesinos y de venta de empleos y derramas á los no mahometanos, iban vertiéndose una y otra vez en las arcas vacías; empero todas
estas' fuentes de oro hubieran sido insuficientes para
tanto despilfarro, á no haber llenado el comercio las
arcas del tesoro que con tanta rapidez se iban vaciando.
Por otra parte, el mismo Burs-Bey, con su imprevisión, cortó la savia de este cuerno de abundancia, prohibiendo á los particulares el comercio de especias y
entronizando el monopolio de todas las mercancías procedentes de la India, las que mandó vender para sus
empleados á precios tan altos é irracionales, que las
casas de comercio francas disminuyeron sus pedidos, y
los venecianos enviaron una escuadra á Alejandría amenazándole con que iban á prohibir todo comercio co©
sus Estados. Este paso le obligó á disminuir sus exigetí'
EL MUNDO ILUSTRADO.
cias; empero el monopolio de la pimienta y del azúcar
lo siguió guardando para si, y la primera sólo pudo
"tenderse en Egipto por sus empleados. Mandó á los
comerciantes que fuesen disminuyendo sus existencias,
prometiéndoles subsanar sus pérdidas, pero de un modo
tan incompleto, que sufrieron gravísimos quebrantos.
No contento con esto, tomó Burs-Bey el monopolio de
otras muchas mercancías; y el descontento de sus propios
subditos los lanzó á motines y alzamientos de que se
aprovecharon los venecianos y los reyes de Castilla y
26'J'
Aragón para apresar muchos barcos egipcios. Imponderable , pues, fué el daño que vino á causar con su insaciable codicia al país que él regia. Y en efecto, si hemos
de dar crédito á su coetáneo Makrizi, que le declara
infame, así el Egipto como la Siria cayeron entonces en
la desolación y la miseria.
Siguieron á la muerte de este hombre ocho sultanes
cherkeses, los cuales estuvieron viendo con la mayor
indiferencia que en 1453 se apoderaran los turcos de
Constantinopla, ciudad que fué por ellos nombrada
Ornato de una puerta derruida en la mezquita de Soha'aban.
Estambul. Después de la deposición del último de ellos
lue se llamaba Timurboga, el mameluco Kait-Bey, comprado por Burs-Bey en 50 dinares, se apoderó del trono y
se mantuvo en él durante 29 años. En su mocedad dióse
a conocer este hombre salido de la nada como diestro
"librador de la lanza, cuyo manejo enseñó á los lanceros
^ue al marchar la caravana de los peregrinos hacían
alarde de su destreza, como lo hacen aun en la actuali^^d. Como Sultán, dio repetidas muestras de su valor,
de su habilidad como hombre de estado, y de su actividad incansable en todo lo relativo á gobierno. Verdad
^s que era de carácter violento, codicioso y mezquino.
J^n la gloriosa resistencia que opuso á los turcos capitaneados por MohamedyBayaceto, distinguióse sobre todos
^1 general Ezbek, que dio su nombre «Ezbekije» á la
plaza más grande y hermosa del Cairo, También este
liombre, que tanto descolló, había llegado á Egipto en
^a condición de esclavo, pero con su talento y su inteliS^encia logró subir á las más altas dignidades del país.
1^1 adquirió una parte de la plaza ya citada para colocar
oajo techado á sus camellos. En tiempos anteriores había
^llí hermosas quintas y floridos jardines que estaban
todos ruinosos y asolados cuando tomó posesión de ella,
jizbek restableció ante todo el canal, cuyo abandono
"abia traído la decadencia y ruina de esta parte de la
Ciudad, y mandó en seguida limpiar la ancha plaza de.
^pcombros y ruinas y levantar á su lado hermosos edificios. Pronto siguieron otros grandes su ejemplo, de
ijiodo que para los ricos y personas distinguidas se hizo
'^^ moda poseer una casa en la plaza Ezbekije. Murió
^ste hombre de edad muy avanzada; la hermosa mezquita
4Ue lleva su nombre es un digno monumento del hombre
*^traordinario á quien se dedicó, y cuya decoración rica
•^ de buen gusto es especialmente celebrada por los
^ücionados al arte arábigo. Es también la escuela adyacente una fábrica muy notable. La plaza de Ezbekije ha
pasado por muchas vicisitudes hasta que ha venido á
^^r el brillante y bello punto céntrico de la vida franca,
y Como tal, bien puede decirse que es bien conocida por
odo el mundo. El que en el día visita el magnífico jardín
^cl pueblo situado en su centro, y pasa por los caminos
perfectamente conservados delante de los magníficos
palacios y de los grandes edificios públicos y de casas de
particulares que le rodean por todos lados, el tal pondrá
en duda que todavía el año 1827, durante seis meses estaba la mitad de ella inundada, al paso que la otra mitad
se utilizaba como tierra de labor. La mayor parte de los
edificios de esta plaza estaban destruidos y ruinosos, y
entre los que se conservaban todavía en pié había muchos
de estilo morisco, al par que «llevaba el sello de la antigua magnificencia.» Hoy dia, difícil fuera encontrar ni
una piedra siquiera del tiempo de los mamelucos. Lo
que de ella hizo Ismaíl-Bajá se dirá en otro sitio.
Kait-Bey murió á la edad de 85 años, después de haberse visto forzado en sus horas postreras á abdicar en
Roseta de una escuela del pueblo en el Cairo.
favor de su hijo, de edad 14 años, y fué enterrado en la
hermosa mezquita sepulcral, que, según la costumbre
de sus predecesores, había restablecido en vida para
sí, y que pertenece al grupo del mausoleo llamado
«sepulcros de los califas.» El que desea visitar este magnífico edificio, al salir de la ciudad pasa por delante de
otra gran fábrica que lleva el nombre de Okella (corrupto de Wakkale) de Kait-Bey, y que fué fundada por
el mismo Sultán, como lo fué la nombrada mezquita
sepulcral. De estas okellas ó chañes había muchísimas
en la mayor parte de las ciudades de Oriente, como y
también en el viejo Cairo. Servían entonces y siguen
sirviendo todavía para acomodo de los mercaderes y
para seguridad de sus mercancías, y consisten en uu
568
EL MUNDO ILUSTRADO
pórtico rodeado de edificios en cuyo piso llano hay almacenes abovedados, al paso que los pisos superiores se
utilizan como habitaciones y sotabancos. La mayor parte
de estos edificios, de los cuales, seg-un Lañe, habrá
todavía en el Cairo unos doscientos, llevan el nombre
de sus constructores que los fundaron como protectores
del comercio y bienhechores de los comerciantes. Se
entra en ellos por un portal que se cierra de noche y
que se distingue muchas veces por sus bellos ornatos.
Otro tanto puede decirse de la puerta de la okella del
sultán Kait-bey, á quien á este efecto auxiliaron distinguidos arquitectos y picapedreros.
IMIJ^IDi^B
NOVELA.
(Corítínuará).
ORIGINAL
ANTONIO DE PADUA.
(CONTINUACIÓN).
C A P Í T U L O X I I .
TÍO y sobrino.
Traducido del alemán por
A N T O N I O B E K G N E S D E LAS G A S A S .
3S>d:XA.l
Pasando luego á su cuarto, conmovido por la anterior
escena, Martin se decia:
—La verdad es que soy un perdido que no merece la
Detall del portal de la mezquita de Mu'aijad.
madre que tiene. Pero ya me llegará el dia y yo sabré
compensarla las privaciones que por mí se impone:
¡será ésta deuda preferente de mi corazón que recibirá
al pagarla, el mayor de los placeres!
Martin hablaba como sentía. Ya hemos dicho que en
el fondo era bueno y que amaba á su madre.
Pero le sucedía lo que á muchos malos pagadores que
lo son sin sospecharlo ellos mismos, y creen de buena
fe que no tienen nunca medio de saldar la deuda, cuando
lo que les falta es voluntad decidida de pagarla.
Como éstos, aguardaba Martin circunstancias más
favorables y ponía el plazo del término de su carrera.
En tanto la deuda con su madre quedaba relegada,
mientras cumplía con las ilegítimas atenciones que juzgaba deber á Lorenza.
Con ésta estaban la voluntad, el afán de tenerla contenta; y de seguro no faltarían medios al mozo para
corresponder sin dilaciones y sin plazos á las exigencias
de sus amores.
La imposibilidad de trasladarse á Madrid por el único
medio que había imaginado, los recursos de su madre,
le afectó profundamente.
Ya su fantasía exaltada se había formado el cuadro de
su dicha, gozando libremente de su amor, sin importu-
EL MUNDO ILUSTRADO.
EGIPTO. —Mezquita
de
(Véase la página 267).
269
Ezbek.
270
EL MUNDO ILUSTRADO.
nos obstáculos, sin temores, sin que disputaran sus
horas deberes ni afectos sagrados con los cuales cumplirla sin remordimiento, consaigrándoles algún recuerdo
y esperando que trajera el tiempo el instante de a,tenderlos más personalmente.
,
Porque es de advertir que Martin no queria prescindir
del amor de su madre ni de Gabriela; muy al contrario,
pensaba en ellos y los uniá á su porvenir; pero el presente pertenecía á Lorenza.
—Cada cosa en su tiempo, se decia tan persuadido de
que obraba obedeciendo á una ley indeclinable.
No renunció, pues, á su propósito al ver frustrado el
medio que intentó para realizarlo.
El corazón pedia nuevos recursos al pensamiento, y
Martin se paseaba por su gabinete dando tortura al
cerebro y admitiendo y desechando sucesivamente una
porción de ideas hasta que, resolviéndose por la que le
pareció más posible, lanzóse á la calle á probar fortuna
con ella.
Dirigióse rectamente á la estación del ferro-carril del
Este. Los trenes sallan cada hora á los pueblos cercanos
de la costa.
Don Cristóbal vivia, i3&gun dijimos, en una de sus
fincas situada hacia aquella parte, y á la residencia del
tio se encaminó el sobrino.
Ya el pié en el terreno de su tentativa, el joven vaciló,
se detuvo, y á punto se halló de volverse, renunciando
á la empresa; tal desconfianza sucedió de pronto á la
decisión que hasta allí le habia llevado.
Martin habia comunicado poco con su tip.
No se prestaba á la confianza ni a,]j4rato expansivo de
un joven el carácter del hermano de su padre.
Además, sabemos que el tio se mezclaba muy poco en
asuntos del sobrino después que resistió lá madr% dejarlo
á su tutela.
Debia, pues, de imponerle respeto grande á Martin el
exponer al tio la pretensión que le llevaba á visitarle.
Parado á la entrada de-la finca, el joven se representaba la escena que iba á tener lugar, y veia el severo
rostro de don Cristóbal escuchándole impasible sin señal
de acceder á su diemanda, y se miraba á sí mismo confuso y balbuciente y saliendo al fin sin otro resultado
que un sermón ó una censura seria á su proyecto.
Pero á un tiempo el recuerdo de Lorenza estimulaba
el ánimo acobardado, y la vela también á ella, confiada
en la realización de la prometida ventura, esperando el
momento feliz con el afán del álifaa enamorada, hermosa,
sedienta de respirar la dulcísima libertad de sus amores,
y guardándole un mundo de ternuras, un paraíso de
goces y delicias.
Venció el estímulo de la pasión las consideraciones de
la razón temerosa, y el joven marchó á la prueba con
^áriimo,resuelto.
,
Don Crist6feftl se hallaba ingertando un árbol, guardando su cabeza del PQI un ancho*sombrero de Panamá,
•que ocultaba la mitad de su rostro al sobrino, cuamio
éste llegó á él diciendo:
—Muy buenos dias, tiov'
—-¡Bola! ¿T&por aquí? ¿Qué milagro es éste? resgonr
dio don Cristóbíil sin mover la cabeza, ni interrum|¿p
su tarea.
Martin se arrepintió de-nfó^berse vuelto, comíffiensaba momentos antes.
;; >* .
;
Pero ya en el caso de arrostrarlo todo, profirió sin andarse en más rodeos.
—He venido á consultar con usted un pensamiento
que tengo y á tomar su consejo.
—Mira, coge ese bramante que hay ahí, y vé dando
vueltas con él á este ingerto mientras yo lo sostengo.
Bueno... eso es... perfectamente. ¿Tu madre está buena?
—Sí, señor: no sabe que he venido.
—Por supuesto que hago una prueba inútil, porque
es fuera de época; pero me han dicho que sale y quiero
experimentarlo. Ahora le quitaremos á este pobre estos
hijos que se" lo comen vivo. Hazme el favor de aquella
podadera. Ahí tienes: las plantas dicen lo que pasa ái
veces á los hombres: muchos vastagos chupando de un
mismo tronco, lo debilitan y extenúan y no llegan nunca
á-robustecerse para dar buen fruto.
—Es verdad.
—Tantas verdades enseña la naturaleza que los hombres no quieren aprender... ¿Será ya cerca del ínedio dia?
Martin sacó el reloj.
—Van á dar las doce.
—Pues nos iremos aproximando, á ver si nos dan de
comer.
Don Cristóbal encaminó sus pasos hacia la qasa.
Martin siguió naturalmente á su lado.
Durante el breve camino no dijo el tio una palabra más.
Tampoco el sobrino.
Llegaron á un comedor de verano situado en flff>iso
bajo con persianas en las aberturas y sillas y balamcine^
de rejilla. En el centro se veia una mesa ovalada de nOgall
tallado con manteles limpísimos y variedad de ftutas|
en fruteros de loza fina: platos de lo misnao, copas d^
cristal y cubiertos de plata completaban el servicio,
j
Don Cristóbal, aunque gustaba de la vida del CBmpoj
no por esto rehuía las comodidades, y se daba ^\ trato
de una persona civilizada y decente.
.
Al entrar en el comedor tiró sobre una silla el aoBl-i
"btero y acercándose á la mesa y escanciando i^nciPS
copas de una botella de rancio de Calella, profirió!
—Remojaremos antes un poco la garganta, que eato
refresca y dispone al apetito. Anda, Martin.
Éste comenzó á cobrar algún valor y alabó múchO ^\
vino, lo cual np desagradó al tio.
—Ea, sentémonos.
Una de las muchachas habia puesto ya cubierto p^ra
Martin.
Don Cristóbal tomó el plato de su sobrino y el tou^
charon.
—¿Vánst^d á servirme, tio?
—¿No sabes mi costumbre? Aunque tan de tardf ^^
tarde te sientas á mi mesa, que no es extraño que nO lo
recuerdes.
—Pues no será muchas veces por falta de deseo j g}pQ
que en la seguridad de encontrar á usted...
Don Cristóbal no replicó ya palabra sobre este pupt^i^
cual si no hubiese oído la respuesta del sobrino.
'
•Siguió callado algunos momentos y luegoeinpe¡¡|(ii.»
hablar de.otraa cosas del todo indiferentes para sIMi^^y para él mismo.
'
—¡Es niucho carácter el de ese'hombre! peijpit|^f.|l
joven vié-ndole Olvidado de la insinuación que l0í,t^?l|.
hecho al presejitaTCé, y ho atreviéndose
K%m^^lf^
cuestión sin ser interrogado por el tio.
'"
Al cabo éste pToflfió:
-r-¿Me dijiste qué hítbias concebido un pensamíieatef,..
TT-Síj señor, Eespondió Martin respirando.
.' /
— ¿ Y q u é esellb.?''^
\^
T ^ u é quisiera concluir él año que me falta-y t f ^ a r
luego al siguiente el doctorado en Madrid.
—*•
• —Muchacha, estas codornices están demasi9|iif^ resecadas, dijo el tio como si no escuchara á Marl^.
Sin embargo, éste prosiguió, resuelto ya i no déte- .
nerse y llegar al cabo de su propósito:
—Un par de años en Madrid son de gran <goj}veniencia
EL MUNDO ILUSTRADO.
271
para nuestra carrera. Aparte de otras ventajas, tiene uno brillantez tu carrera. Prepárate, pues, para ir á Madrid.
—Muchas gracias , tio , profirió Martin casi enterallí facilidad de asistir todos los dias á las vistas del Sunecido.
premo y oir á jurisconsultos de primera nota.
—Llevarás ahora mismo de aquí dos mil reales para
—No os separéis de la hoja de parra para asar la coarreglar
tu-equipaje convenientemente durante estas
dorniz : es el único sistema que la da suavidad y buen
pocas semanas que faltan.
aroma.
Martin tuvo el impulso de abrazar á su tio.
Martin añadió como si á su vez no escuchara al tio:
— Y en Madrid dispondrás de mil mensualmente,
Uno oye allí como hablan y ve como se presentan ante
el primer tribunal de la nación esos grandes abogados añadió don Cristóbal.
A abrazarle y á besarle se arrojara el sobrino si no le
que conoce ahora sólo de fama, y se abren á los ojos de
uno más anchos horizontes á la luz de esa's lumbreras contuviera la severidad de aquel rostro que no perdía
nunca su expresión grave en los momentos en que más
del foro...
tiernamente
probaba su bondad y sus afectos.
—Tú. tomas café, ¿verdad?
—Es
necesario
que frecuentes aquella sociedad, por—Sí, señor.
que
el
trato
del
mundo
no es circunstancia indiferente
—A ver que te parecerá el mió. Me lo han traído ayer.
Muchacha: vé á mi cuarto y trae aquella caja de tabacos en un hombre de tu carrera. Debes, pues, contar con
que está sobre la chimenea. Los he recibido también medios para alternar decorosamente con las gentes. Yo
ayer con el café : son de Cabanas. No quiero que digas creo que te bastará esa suma de mil reales al mes.
que no te trato bien.
\
—Y sobrará sin duda.
—Con que te sea suficiente me doy por contento, re—Usted me ha tratado siempre como yo no he merecido algunas veces, respondió Martin aprovechando la plicó el tío. La tendrás á tu disposición en la casa de un
amigo mío. Recibirá orden de entregarte nueve mil
ocasión de herir fibras sensibles del tio.
—Muchacha: dos cucharadas colnaadas por taza, ¿oyes? reales en las cantidades y en el momento que las pidas;
Es el secreto del buen café: ni de otra manera sale tú sabrás que has de usar de ese crédito de manera que
te llegue para los nueve meses del curso.
bueno por escogido que sea.
Por poco vende á Martin el exceso de alegría al es—En Madrid se aprende hasta por las calles, según
dice un amigo mío que ha pasado allí este año, prosi- cuchar este rasgo de confianza.
—No quiero yo que parezca que te se limitan los
.. i^uió sin aflojar el joven.
gastos conio á un colegial de poco juicio.
—¿Dijiste que tu madre no sabe que hayas venido?
Martin deseaba por momentos que la escena conclu—No señor, no lo sabe.
yera. No podía con la emoción.
—¿Pues?...
^-En cuanto á otras cosas, excuso advertencias y con—La dije lo que acabo de manifestar á usted ahora,
uii deseo.de ir á Madrid estos dos años, y la pobre se ha sejos.: te creo un hombre y te doy una prueba de ello:
afligido mucho manifestándome que no permitía ese vas á Madrid llevando todo mí apoyo hasta donde tus
.gasto nuestra posición, por más que yo la he observado necesidades legitimas 1Q exijan, y quedo yo aquí fiado
que no por vivir en la corte saldría mí manutención más en tu juicio, en la experiencia que ya tienes y en las
cara. Mi vida en Madrid seria en tal caso lá del estu- miras tuyas acerca de tu interés propio. Nada más. Ya
diante.
todo está dicho.
Levantóse de la mesa don Cristóbal, fué á su cuarto,
Don Cristóbal callaba y oía fumando y sorbiendo su
sacó de una arquilla veinte y cinco dob|ínes antiguos
taza sin interrumpir ahora á su sobrino.
de á cuatro, y salió y los puso eti la manc|<Íé su sobrino
Éste añadió:
;f
—Así y todo, mi madre ve con sentimiento que no despidiéndole con estas frases: '
—Ea, puedes empezar á preparar «tus c # a s . Adiós; yo
podemos. Yo, que de todas.maneras pensaba exponer
I
'^
í, a usted mi deseo y tomar sii consejo, no he querido me voy á echar mí siesta.
A N T ^ I O DE PÁDUA.
dejar de hacerlo, á pesar de eso, y me he venido, sin ella
(ConMMwartf).
|'
saberlo por no darla esperanzas qué aumentaran su pena
si salían luego desvanecidas.
•
. .
Haptin no dijo más, porqae ya había dicho cuanto
E L -hKJi^IHj,'
-. - tenia que decir: y aguardó la respuesta del tio.
s
u
s
POBLADORBS,
SUS DOMINIOS, SUS TESOROS Y MARAVILLAS,
Don Cristóbal siguió tomando su café y fumando en
silencio un buen rato, y al éabo profirió :
- \ —Soy de tu opinión. •
DOif SANTIAGO A. ^ U R A .
-««••'•• Martín se cayera de espaldas á no haberse sentado,
tal fué el golpe de alegría que recibió, Qon la respuesta
(OOKTIIIÜACIOV].
'..¿-deltio/ í
•
•
• ^ E h lo que no estoy conforme, añadió todayia don
CAPITULO XIV.
Cimóbal, £3 en que tus gastos'4o''hayan de aumentar
Las MedusM.
•'Viviendo fuera de casa y en Madrid. Ni allí debes llevar
Una vida de privaciones por más que la regules y la
L
acomodes á la posición de un estudiante..
El filósofo ciego é incrédulo, en su ig— ¡Esto más! pensaba el joven esforzándose por disinorancia niega tenaz la vida donde late
mular el vivo gozo de que estaba poseído.
:cón más fuerza; el naturalista que ve la
mano d« Dios en todas parles, acaba por
- - '—Martín, prosiguió el tio con su gravedad caracterísdescubrir un animal admirable en algunas
tica; eres ya un hombre, dentro de muy pocos años vas
gotas de sgua reunidas—S.
MfrriUíi doctor ettley.es, y ha llegado el caso de hablarte
c®9^^gg^,jja][jja 4 los hombres.Lsérios é ilustrados. Debo
Hubo un tiempo en que, según la fábula, irritada
declararte, pues, que estoy contento contigo; tus notas Minerva por haber profanado su templo una de las GortoSí^M{!nf!yiJ^>BiVi»fti©*3ta sec justo: mereces por ellas gonas, trocó en fealdad la hermosura de su rival, y su
tttfttójeSíb^ffi "íggiáif njgrtpspfifiesariospara concluir con poblada y rica cabellera en multitud de serpientes naa-
272
EL MUNDO ILUSTRADO,
ravillosas, según la imaginación de los poetas. Linneo
recordó sin duda esta fábula para dar á uno de los zoófitos del género de los acalefos, tipo de la familia de los
invertebrados, de la clase de los radiados que pueblan
el Océano, el nombre que lleva y que recuerda en cierto
modo lo que fué hijo de la fantasía de los antiguos. En
efecto, su forma hemisférica y los numerosos bordes
Medusa crucifera.
{JRhizostoma cruciata. Lesson).
filamentosos, prolongados y flotantes, y tentáculos prensores de que regularmente están provistos, dan un parecido á su nombre genérico.
Las Medusas son unas masas gelatinosas, casi transparentes, en forma de casquete esférico y algunas veces
tipo característico, la Naturaleza ha dado á estas extraordinarias organizaciones formas tan bellas como
variadas. Algunas veces son parecidas á unas sombrillas ó quitasoles, ó mejor quizás á unos hongos elegantes y delicados, cuyo pedículo fuera reemplazado por
un cuerpo igualmente central, pero profundamente
M e d u s a de h e r m o s a c a b e l l e r a .
{^yítmea euplocamia. Lesson).
dividido en lóbulos divergentes. Estos lóbulos son sinuosos, retorcidos, crispados, franjeados, etc., parecidos, al primer aspecto, á unas extrañas raíces ó rizomas
M e d u s a de G a u d i c h a u d .
(Chrysaora GatidichaKdn. Lesson).
de semiglobo, flotando graciosamente por las aguas de
un mar tranquilo. Nótase en ellas un movimiento de
contracción y dilatación sucesivas, que las hace cambiar
de lugar cuando las corrientes marinas no se lo impiden.
Los órganos del movimiento y de la nutrición, como diremos luego, son bastante visibles en estos animales, y las
inyecciones hechas hábilmente en ellos hacen descubrir
los vasos necesarios á la circulación. Sin apartarse del
Lizzia de Kolliker. (Muy a u m e n t a d a ) .
{Lizzia Kíellikeri. G e g e n b a u e r ) .
caprichosos. Los bordes de su cuerpo orbicular son lisos
ó denticulados, algunas veces recortados, muchas pestañosos, ó bien provistos de largos apéndices filiformes,
arborizados, ramificados ó sueltos, que descienden verticalmente en el agua.
Unas veces el animal es incoloro y de una limpidez
casi igual á la del cristal; otras parece ligeramente
273
EL MUNDO ILUSTRADO.
opalino, de un azul claro ó color rosa muy bajo; otras,
en fin, presentan matices más vivos y reflejos más brillantes. Apenas se notan en dos especies afines colores ó
gradaciones iguales. En ciertas especies, las partes centrales únicamente son coloradas, y en este caso son rojas
o amarillentas, azules ó violetas, todas de colores muy
recuerdo, su sustancia acuosa se disuelve luego; el
animal se descompone y queda reducido casi á nada. Si
el sol es muy ardiente ó el aire muy seco, esta desorganización se opera en un abrir y cerrar de ojos: forma,
I
Larvas de Medusas.
color y agua desaparecen simultáneamente ; apenas
queda rastro de lo que fueron.
Se ha observado que ciertas especies muy grande?,
recientemente extraídas del mar y pesadas en seguida,
Nacimiento de Medusas.
(Conforme á un dibujo sacado del natural).
IVQS; el resto no tiene apenas color. En otras, la masa
^ntral parece revestida de un velo sumamente delgado,
ataño y tornasolado, semejante á la ligera y fugaz te\ , ^^ ^^'^ burbuja de jabón ó bien á la campana de
irisimo y delicado cristal transparente que cubre un
jarro de flores artificiales.
Admira al observador menos atento que e.?tos anima
. ^ tan poco consistens. compuestos en casi
^ totalidad de agua, y
^ y o tejido es tan en-
Béroe.
{Befoe pileus. Gmelin).
daban un peso de 5 ó 6 kilogramos, las cuales, vueltas
á pesar al dia siguiente, no contenían más que 10 ó
12 gramos de materia sólida. M. Telfais, en 1819, vio en
la playa de Bombay, una Medusa enorme abandonada, la cual pesaba muchas toneladas. Tres dias después el animal empezó su putrefacción. Desconociendo la composición fí.sica
de aquel ser , hizo el
observador vigilar aquella descomposición por
los pescadores de las inmediaciones , á fin de
i"esistir al embate
:
recoger los huesos ó los
•J^ las ola•s y á la fuerza
cartílagos de aquella
•íe las corrientes. Tal
gran bestia, si casualdad ^^ ^^^^^ flexibili
mente los tenia ; pero
cia • T'^ °Poner resister
se pudrió por entero y
bilidafi'í'^f'^^^^^^^'^^
no dejó resto alguno.
y bal " la ola los mece
Ningún animal carnicePoneT'"*^^ sin descomro, ni un carábido si1A. J?" ' la tempestad
quiera se acercó á ella;
pero
fueron necesarios
' • 1^0 que deberla ser
nueve
meses para que
"^^p de su ruina indesapareciera
compleVélela.
lata , los conserva
t a m e n t e tan enorme
[VeUUa Umboaa. Lamarck).
cioV-'' ^"'P''' disgregamasa.
agua no destruy
Este
hecho,
además
de
lo
dicho
antes, prueba que
" "ye su propia obra ; el aire y el calor con menor
estos
zoófitos,
en
condiciones
dadas,
pueden alcanzar
ontacto los aniquilan. Así es que cuando se retiran
grandes
tamaños;
pero
no
se
observa
asi
en todas partes.
lüar estos favoritos de la Naturaleza , cuando el
Las
Medusas
repartidas
con
profusión
(1)
por todos los
reflujo no ios recoge de la playa que ha depositado el
mar en g^ creciente, cuando, en fin, el zoófito es colo(1) Verdad es que las aguas calientes favorecen la propagación de las
cado 6n los cartones del naturalista para su examen ó Meausas
y que éstas se presentan en ellas con mayor desarrollo, como
T. 11,-35.
274
EL MUNDO ILUSTRADO.
mares lo son principalmente en las zonas más calientes
ó templadas. Preciso es que su acrecentamiento sea muy
rápido, porque no es verosímil que, á pesar de lo dicho,
unos cuerpos tan poco consistentes puedan resistir durante una larga serie de años al choque de las olas, y
sobre todo á la voracidad de los peces que viven á sus
expensas: dícese que los cetáceos hacen de ellos un prodigioso consumo. Están abandonados sin defensa á todos
sus enemigos; porque no puede considerarse como un
arma defensiva la propiedad de que están provistas algunas especies/estoes, de dejar profundamente dolorida
la mano que los toca á causa de su exquisita sensibilidad.
Kespecto do los grandes cetáceos, como acabamos de
decir, que los devoran á millares, aquella virtud debe ser
completamente nula, por más que se sospeche que aquellas ligeras lesiones ocasionadas por el contacto de las
Medusas basten para poner fuera de combate á las pequeñas presas vivientes de que se quiere apoderar el animal
para llevarlas á su boca. Sólo los débiles quedan vencidos. ¡Desgraciado del pececillo que al salir del huevo se
halle al alcance de aquellas redes siempre activas y en
movimiento! En las guerras de exterminio de las que el
mar es inmenso teatro, no se puede citar ninguna clase
de animales que sean absolutamente inofensivos, y la
serie de destrucciones continúa observándose aun entre
los seres microscópicos. El naturalista no debe olvidar
jamás que así en el reino orgánico como en el inorgánico, la vida es la muerte y la muerte es la vida. Para
que ésta sea, es preciso que aquélla obre incesantemente.
Aunque por lo general las Medusas á causa de los
vientos opuestos ó por el movimiento de las aguas, van
aisladas ó en corto número, algunas veces se las ve reunidas en grupos considerables. Dícese que las barcas
que cruzan el estanque de Thau, hallan en ciertas épocas
del año, numerosas colonias de una especie del tamaño
de un pequeño melón, casi transparente, blanquizco
como el agua mezclada con algunas gotas de aguardiente. A primera vibta parecen aquellos animales una
colección flotante de casquetes griegos de muselina que
impele una mano invisible.
Entre los Acalefos que frecuentan nuestras costas, por
lo general de reducidas proporciones, merecen citarse
dos, el uno por su colorido y ornamentación, y el otro
por el exquisito primor de sus detalles y diminuta
forma. El primero, conocido en la ciencia con el nombre
de Turris néglecta, (Lesson), es sumamente delicado y
ha sido descrito como una campanilla de metal rojo
adornado de cuatro rayas transversales y de cuatro
apéndices blancos dispuestos en forma de cruz. En los
bordes de la campanilla cuelga un fleco blanco rizado
que produce el más bello efecto. El segundo esl&Ligsia
Kcellikeri, (Gegenbauer), que apenas se distingue en la
transparencia del agua y que vista con una lente, tanto
en su forma como en sus detalles, es una bellísima miniatura.
acabamos de manifestar; pero no lo es menos que abundan extraordinariamente en los mares fríos, poco distantes del polo; si bien en éstos dichos zoófitos 8(;Sí,flluy pequeños. En ciertas partes determinadas, por ejemplo, de los mares 3e la G.oenlandia, el número de las pequeñas Medusas^
según Jameson, es tan giande que una pulgada cúbica tomada al acaso
contiene 64, habiendo p.r consiguiente 110,5*2 en un pié cúbico (y no se
puede dudar que el mar esté cargado de estos pequeños seres en una
extensión tod.ivía más considerable). Se tendrá, pues, un número tan espantoso, que suponiendo que un hombre pudiera contar un millón semanalmente, habría sido preciso emplear 80,000 personas desde el origen del
mundo, según los cómputos más acreditados, para llegar é obtener el cálculo que dejamos apuntado.
En los mares citados, dice otro escritor, se notan muchas veces grandes
espacios teñidos de un color pardo oscuro debido á la linda M. manchada.
Un centímetro cúbico de agua contiene, dice Schleiden, más de 3,000 de
estos seres, y uno He sus bancos que presenta una extensión insígniflcante,
con relación al Océano, se compone al menos de l,600.00ff.000,003 de aquellos animalilíos.
Siendo flotantes y ligeras las Medusas, como otros
animales de su clase, los vientos, las corrientes y otros
movimientos del mar, las arrastran muchas veces á muy
grandes distancias de su país natal. Los millones de millones que comen las ballenas, son transportados desde
las costas de Méjico hasta las islas Hébridas, una de las
principales estaciones actualmente de aquellos enormes
cetáceos.
Estas masas de gelatina ó agua gelatinosa que creyeron por mucho tiempo algunos naturalistas que eran
los Acalefos, vióse más tarde con no poca sorpresa que
eran verdaderos animales. Gracias á los repetidos experimentos hechos por los señores Ehrenberg, Dumeril y
otros, descubriéronse los órganos de la digestión y los de
la circulación, en fin, de su estructura interior, que no
dejaron ya ninguna duda sobre su naturaleza. Desde
entonces las gelatinas vivientes de Réaumur ocuparon
el lugar que les corresponde en el reino animal. Análogas las Medusas por su forma á las Anémonas, su alimento, como el de éstas, es recibido por una boca abierta
en el centro de su pedículo. Esta boca que, como dijimos
hablando de aquellas, lo mismo sirve para la introducción de los alimentos que para la expulsión del residuo
de las digestiones, es repetida algunas veces en ciertas
especies, tragando todas á la vez si la ocasión se presenta
favorable. Estos raros animales, dicen los observadores,
son muy glotones y tragan su presa, sin mascarla, y
hasta sin dividirla. Cuando ésta resiste, el Acalefo no cesa
hasta que la infeliz víctima queda postrada de fatiga. Se
ha visto á una Medusa campanulata que apenas tiene
diez líneas de diámetro y, es frecuente en las costas de
Groenlandia, que habia tragado un pececillo por la cola,
y al que por su corpulencia y cubierta escamosa no daba
paso la boca del zoófito, retener preso á aquel por mucho
tiempo, hasta que la muerte y la descomposición facilitaron lo que no era posible en vida. Se ha visto á otra Medusa no soltar un animal que habia cogido por la cabeza,
aunque éste con sus enérgicos esfuerzos le hubiese completamente vuelto el estómago al revés. Algunas personas poco conocedoras de las costumbres de estos zoófitos,
los han reunido á veces en un estanque con algunos
crustáceos y pececillos, y con admiración han visto que
estos últimos eran devorados frecuentemente por aquellos, acabando por quedar exterminados. Y no obstante,
los crustáceos y peces, más complicados en organización, están dotados de cierta inteligencia, más que suficiente para notar el peligro y evitarlo. «Al parecer,,
dice Mr. Forbes, las Medusas hallan un goce enteramente
democrático en la destrucción de los animales de clases
elevadas! Con preferencia se ceban en ellos. • Oh rivalidad de castas y condiciones! Si así fuera, como parece,
habría por do quiera democracia y aristocracia!»
Aun estando en su más completo reposo la Medusa, no
está nunca enteramente inmóvil, y no es como á primera
vista pudiera creerse, por el movimiento que las aguas
pudieran imprimirle siendo su cuerpo flotante, sino
porque el de las Medusas sin cesar se dilata y se contrae
alternativamente. Este doble movimiento es uno de los
principales elementos de su progresión. Ya habia sido
observado por los antiguos, y comparado por ellos á los
del pecho humano durante la respiración, y hé aquí
porqué llamaban á estos animales Pulmones de mar
Por más que se diga en contra, en nuestro sentir l»i
Medusas tienen conocimiento de sus actos, muchos d'
ellos completamente espontáneos. En sus viajes, poneO^
siempre su parte convexa hacia adelante, de modo qü^'
el casquetillo se presente algo oblicuo , facilitando',
la marcha. Si mientras navegan un cuerpo cualquier*'
las roza ó detiene su marcha, al punto encogen sOf^'
EL MUNDO ILUSTBADO.
tentáculos, contraen su parasol y por propio esfuerzo y
contra las leyes de la gravedad, se hunden en el mar,
lo que sin duda no haria un ser inconsciente.
Y en tanto es así, que un atento estudio de las partes
marginales de los Acalefos, ha hecho descubrir, al decir
de algunos autores acreditados, en un cierto número
de ellos, órganos visuales y auditivos. M. Kolliker fué
uno de los primeros que creyó descubrir unos ojos en
una Oceanía. M. Gegenbauer ha creido también hallarlos en varios otros géneros {Rhizostomas, Pelagias, etc.),
y éste último, además, la presencia de un órgano auditivo. Según este autor, los ojos consisten en pequeñas
masas hemisféricas, celulares, coloradas, en las que
están hundidos á medias pequeños cristalinos globulosos, cuya parte libre está perfectamente en descubierto
y brilla por reflejo cuando la hiere la luz solar ó desaparece con la interposición de un cuerpo opaco. Falta
averiguar de un modo positivo si aquella luz causa verdaderamente impresión en aquel órgano para poder
transmitir la supuesta sensación, lo que no se ha probado todavía de un modo terminante. Respecto á los
supuestos apaíatos auditivos, créese que se hallan inmediatos á los citados órganos y son, al parecer del naturalista alemán que los descubrió, unas vejiguillas llenas
de líquido. Si así fuera, que lo ponemos en duda, sobre
todo si se atiende á los oficios que deberían desempeñar
6U un ser tan inferior y sencillo en todas sus partes,
tendría ojos sin párpados y sin córnea, y oídos sin
abertura y sin cartílago en las orejas!
Estos seres de formas tan caprichosas como_de organización sumamente admirable, revestidos de colores
tellísimos; estas producciones naturales animadas de un
modo maravilloso que en las tempestades arroja en gran
número el mar en sus orillas, pereciendo al poco tiempo
pop faltarles no tan sólo el alimento sino el agua que las
compone y vivifica, alcanzan, como dijimos, algunas
veces en los mares tropicales proporciones enormes, al
paso que en los menos templados y fríos varían desde dos
milímetros hasta treinta y cinco centímetros. Por excepción se han visto en el Mediterráneo algunos de esos
Acalefos superiores á la citada talla, per^o también se
«an hallado otros en completo desarrollo que apenas
llegan al mínimum de la escala que hemos señalado.
Hemos tenido ocasión de ver en un frasco de cristal lleno
de agua de mar la más diminuta Medusa que conocemos,
la cual medía escasamente un milímetro. Había sido
recogida entre algas ne las costas de la Italia septentrional, y veíanse con el auxilio de una lente de gran potencia no sólo el cuerpo hemisférico que la caracterizal^a, sino también sus contracciones peristálticas que le
permitían moverse, aunque lentamente. Pereció á los
pocos dias por faltarle sin duda el alimento que le era
^^cesario y no podía obtener en su estado de esclavitud.
W'esta fué la causa, probaria que las Medusas, en su
^ ^ a l a inferior, no pueden soportar el prolongado ayuno
'Vi^ "resisten las Actinias. Su cuerpo secado sobre blanco
y terso papel, apenas era visible, no ya á simple vista,
*íno con el microscopio al cabo de un mes de estar privadlo de la luz y del aire. ¡Cuántos millones de millares de
seres animados como éste en cuya comparación pudiera
él llamarse gigante, aparecen y desaparecen en el seno
dfi las aguas sin dejar huella de su existencia, como evaporados con su madre que es el mar, sin cesar levantado
- * 4 M jiubéfl y sin cesar volviendo, después de una sucesión interminable á veces de transformaciones, al punto
de partida]
Si admirable es la vida de estos seres fugaces, no lo es
niéaos su reproducción, perfectamente estudiada en
n'Q'estros dias. Los múltiples fenómenos que presenta,
275
sorprenden la vista del observador y maravillan el alma
que no está envuelta por las tinieblas del error. Al reconocer las sabias leyes que regulan sus actos, es imposible no ver en ellas al legislador; nunca pudo ser la
materia inconsciente, á partir déla molécula aislada
hasta su mayor agrupación, la que dictó aquellas sabias
leyes encaminadas al cumplimiento de un fin dado y
preconcebido.
En una época del año, dice Frédol, de quien tomamos
los siguientes detalles, las Medusas están cargadas de
huevos adornados de los más vivos colores, suspendidos
en anchos festones'de sus cuerpos flotantes. Estos huevos,
como es de suponer, son muy pequeños y no guardan
ningún orden en su colocación, si bien no se estralimitan de las líneas más ó menos onduladas que componen
el dibujo de aquellos festones. En ciertas especies del
mar Pacífico, se desarrollan ingertados en el cuerpo
de la Medusa, y no se desprenden sino después de su
completo desarrollo; dijérase que el sustento materno
les es indispensable y que la vida individual no les seria
bastante sin haberse amamantado de la sustancia que
al parecer les comunica aquella de que proceden. En
otras especies, las larvas que producen no son parecidas
en modo alguno á su madre; por el contrario, son prolongadas, vermiformes, y algo ensanchadas en su extremidad, parecidas en cierto modo á sanguijuelas microscópicas. Poseen pestañas vibrátiles apenas perceptibles,
que ejecutan movimientos bastante vivos, cuyo objeto es
desconocido. Al cabo d^ cierto tiempo, se van transformando lentamente en pólipos provistos de ocho tentáculos. Esta especie de animal preparatorio, este ser embrionario verdaderamente asombroso, goza de la facultad de reproducirse por medio de tubérculos ó botones,
que¡nacen en la superficie de su cuerpo y también por
el de filamentos que de él brotan acá y acullá: un solo
individuo puede ser de este modo origen de una numerosa colonia.
Este pólipo, como puede verse en nuestros grabados,
experimenta una transformación de las más notables.
Su forma primera vá desapareciendo poco á poco; su
estructura se complica, su cuerpo se articula y parece
compuesto de una docena de discos apilados unos encima de otros, como las planchas ó rodajas de una pila
de Volta. El disco superior es combado; empieza por
agitarse y revolverse en todos sentidos y acaba por separarse de la columna y ser libre después de esfuerzos
convulsivos. Poco después resulta una Medusa excesivamente pequeña y. muy semejante á una estrella: el carácter radiado que ha de distinguirla aparece manifiesto
en los albores de su infancia.
Todos los discos, esto es, todos los individuos en los
comienzos de su existencia se forman y se aislan, no
todos á la vez, sino unos después de otros, del mismo
modo. Así los zoófitos sexuados se propagan según las
leyes ordinarias; pero engendran hijos que no se les
parecen, y qué son neutros, es decir, no sexuados Cagamos). Éstos producen, por retoño ó mejor por brotadura y por fiaUparidad, individuos parecidos á ellos.
Pueden darfeHnbien individuos sexuados; pero antes de
la aparición de éstos, el animal que era sencillo se
transforma en animal compuesto y de la disgregación de los elementos de este último nacen individuos provistos de sexo, es decir, los animales más completos. Estos dos modos de propagación tan diferentes,
el sexual y el no sexual, se suceden de un modo regular, siempre constante y uniforme. Constituyen de este
modo una combinación que ha recibido el nombre de
generación alternativa, generación en la que, como
acabamos de decir, los hijos no «©-parecen nunca á su
-^
LA VOCACIÓN DE SAN MATEO,
CUADRO DE ALEJANDKO BIDA.
(Véase la página 287j.
278
EL MUNDO ILUSTRADO.
madre, sino más tien á su abuela. LlámaBse nodrizas,
denominación muy mal escogida porque no representa
su verdadero sentido, á los individuos neutros que producen los individuos sexuados.
«Estas transformaciones sucesivas, dice el autor citado, que tienen lugar en el mismo animal, parecen á
primera vista, muy extraordinarias. No obstante se presentan junto á nosotros y diariamente fenómenos análogos á los que apenas prestamos atención, probablemente
porque son muy comunes y estamos acostumbrados á
presenciarlos. Por ejemplo, las mariposas más vistosas
que en la estación favorable revolotean por nuestros
jardines, presentando en sus graciosos é incesantes giros
una movilidad incansable durante el dia, ponen huevos inmóviles, más ó menos agrupados, de formas y colores, en su mayoría, sin ninguna especie de elegancia,
sin atractivo manifiesto para nuestra vista. Estos huevos,
empollados, por decirlo así, por el calor del sol, producen á su vez orugas destinadas á trepar penosamente
por entre los troncos y hojas de los vegetales que les
procuran alimento, erizadas de pelos de aspecto desagradable y vestidas las más de las veces con suma sencillez. Estas orugas, después de una existencia masó
menos prolongada, según sus clases, se metamorfosean
y cambian en crisálidas condenadas, también por algún
tiempo, á un reposo letárgico, parecido á la muerte.
Angulosas unas, ovoideas otras, de colores apagados
casi todas, se asemejan á unas momias de las que al
parecer no es posible esperar resurrección; y no obstante llega un dia en que aquellos seres que han dormitado en aparente mortaja rasgan ésta con vida y fuerza,
transformados en ricas, ligeras y graciosas mariposas.
Supongamos á estos insectos excesivamente raros y ocultos en las profundidades del Océano, esto es, sin poder
ser vistos una y otra vez por la escrutadora mirada del
hombre, ¿no es verdad que hubiera sido preciso mucho
tiempo para reconocer que el huevo, la oruga, la crisálida y la mariposa eran una misma cosa, que de uno y
otro tan distintos entre sí sucesivamente habia de salir
un solo animal? Si este insecto tuviera una organización menos complicada, es probable que su oruga ó
su crisálida, y quizás hasta su huevo, podrían reproducirse gemípara ó fisiparamente, esto es, por botones
y por escisiones y tendríamos fenómenos exactamente parecidos á los que se presentan en la evolución de
una Medusa.
»Todos los médicos saben hoy que las Tenias, gusanos parásitos, en forma espiral aplastada y articulada,
tienen larvas (Cysticercos) muy diferentes del estado
perfecto, que poseen la facultad de producir otras larvas.
¡ Cosa admirable! estos curiosos animales son sencillos
en una época de su vida, compuestos en una segunda
época y vuelven á ser sencillos en la tercera. No nos
cansaríamos de repetirlo: todo cambia y vuelve á cambiar en la Naturaleza; sólo Dios no cambia; es infinito,
é inmutable.»
Lo que es digno de observarse en las mariposas que
como ejemplo cita Frédol, es esta alternativa de vitalidad exaltada y de vitalidad latente, de movimiento casi
continuo y de reposo prolongado, algunas veces por
muchos meses, que se observa en la sucesión de sus metamorfosis. El huevo es completamente inmóvil y está
revestido casi siempre de una sustancia glutinosa que lo
fija y ampara contra las inclemenciaB del tiempo; la
oruga trepa, se adhiere, arrástrase, se encoge, cuelga y
se arrolla á su albedrío; incesantemente come cuando el
alimento no le falta, dij érase que el tiempo ha de faltarle para completar su nutrición; la crisálida duerme un
sueño profundo, interrumpido brevemente por el roce de
un cuerpo extraño; y, por fin, el lepidóptero se lanza á
los aires como una saeta apenas sus alas se han secado.
Cada tiempo de evolución es precedido por una pausa
más ó menos dilatada; y en esto se ve una de las grandes leyes de la fisiología. Veamos al gusano que produce la seda en su capullo: cuantas veces se dispone á
cambiar de traje, permanece algún tiempo en una especie de letargo; prepárase, con un simulacro de muerte, que al fin y al cabo es reposo, para los movimientos
de una nueva vida que ha de gastar las fuerzas de la
exigua materia que posee.
«La tendencia á las metamorfosis, en el reino animal,
dice Quatrefages, considerada en su conjunto, es más y
más pronunciada, á medida que el ser, objeto de ella,
se aparta algún tanto de los tipos más elevados de la
organización.»
SANTIAGO A.
SAUKA.
tContinuará).
ARMONÍAS DEL SONIDO.
HISTORIA
DE
LOS
INSTRUMENTOS
MUSICALES,
POB
TERCERA
PARTE.
CAPITULO I.
INSTRUMENTOS DE PERCUSIÓN.
LA CAMPANA.
(CONCLUSIÓN).
VIL
La campana, instrumento que desempeña tan gran
papel en nuestra vida, que proclama el nacimiento de
los mortales al propio tiempo que anuncia su muerte,
que se estremece con nuestras alegrías y Hora con
nuestros dolores, ha sido cantada por Schiller, quien
empleó tres años en componer una oda que será siempre, según Lamartine, una de las más bellas composiciones del ilustre poeta alemán.
Cada parte de la descripción de la manufactura de ese
instrumento vá acompañada de consideraciones morales
que tienen analogía con este trabajo.
Hé aquí los trozos principales de esa oda: «El molde
de arcilla está todavía enterrado y sellado: hoy debe
fabricarse la campana: ¡al trabajo, compañeros! ¡ánimo!
El sudor debe surcar la abrasada frente: la obra debe ser
digna del maestro; pero es preciso que la bendición
venga de arriba... Dios ha bendecido mi trabajo. ¡Mirad!
del centro de la caja se alza el metal, puro como una estrella de oro: desde, su cuna hasta la base reluce como
el sol, y las arm'as bien dibujadas atestiguan la experiencia, del vaciador. ¡Venid, venid, compañeros! ¡Formad círculo! Bauticemos la campana y démosla el
nombre de Concordia. ¡ Que reúna á la población "sólo
para ceremonias dé afecto y de paz!
»Que sea consagrada á esa pacífica obra por el maestro
que la ha fundido: elevada por^encima de la yida terrestre, se cernirá bajo la bóveda del azulado cielo y se
balanceará-cerca de los truenos y de los astros: su voz
seráuna yoz suprema como la de los planetas que en su
ea«*'era cantan alabanzas al Creador y regulan el curso
del año. ¡Que su boca de cobre sólo se ocupe de cosas
graves y eternas! ¡Que el tiempo la toque, que deje oir
los lúgubres sonidos que acompañan los cantos sepulcrales, que anuncian el paso del viajero á quien se conduce á la última morada!...
EL MUNDO ILUSTRADO.
»Miéntras se enfria la campana, descansemos de nuestras rudas faenas: que cada uno de nosotros se alegre
como el pájaro bajo la enramada. ¡ Que la mirada y el
corazón se alegren al aspecto de nuestra obra felizmente
acabada f ¡ Golpead, golpead hasta que la caja estalle!
Para que podamos contemplar nuestra campana, es preciso que el molde Tuele hecho pedazos.
»E1 maestro sabe, con mano prudente y en tiempo
oportuno, romper la cubierta; pero i qué desgracia
cuando el bronce encerrado en la caja estalla y se desborda en torrentes de fuego! En su ciego furor se lanza
con el estrépito del rayo, agrieta la tierra y, semejante
á las antros del infierno, vomita la devoradora llama.
Allí donde reinan las fuerzas ininteligentes y brutales,
allí la obra pura no puede llevarse á cabo á cada hora
con su rápido vuelo, i Que sin corazón y sin compasión
preste su voz al destino y anuncie todas las vicisitudes de
la vida! ¡ Que nos repita que nada dura en este mundo,
que todo se desvanece como el sonido que dejaoiry que
pronto espira!
»Ahora, arrancad por medio de los cables la campana
de la fosa; ¡ que se eleve por los aires en el reino del sonido ! Se mueve, se balancea, anuncia la alegría á esa
población. ¡ Que sus primeros acentos sean acentos
de paz!»
Nada queríamos añadir á estas líneas á fin de no quitar
al lector la impresión que le hubiesen producido tan
bellísimos párrafos, cuando hemos recibido del eminente autor que los tradujo, una magnífica joya literaria , conocida solamente de un pequeño número de
personas inteligentes, y en la cual se encuentran esas
preciosas estrofas:
Campanas de la tarde, vuestra armonía suave
Recuerdos me ha traído de mí primera edad;
Mi tan querida aldea, mis días de esperanza.
Mí juventud pasada, mí hospitalario hogar.
Cabe él vengo abatido á terminar mí vida,
Y más de un buen amigo á quien quisiera oír,
Há tiempo que reposa bajo la dura piedra
Y el son de estas campanas dejó de percibir.
Tal dormiré yo en breve bajo la muda losa;
En la negruzca torre el bronce vibrará;
Y algún otro poeta, campanas de la tarde,
Vuestros sonidos gratos tras mí celebrará.
X, MARMIER, las Campanas de la tarde.
279
descubierto el secreto de la construcción de los tam-tam
y de los címbalos, tal como se lleva á cabo en la China.
En 1869 y en 1870, M. A. Riche comunicó á la Academia de ciencias experimentos interesantes acerca
del bronce de los instrumentos sonoros, de los cuales
dedúcese que el mal éxito alcanzado por las tentativas hechas en Francia cuando se quiso fabricar los
tam-tam y los címbalos con el metal de los chinos y de
los turcos, seria debido á que la aleación se trabajaba á
la temperatura ordinaria, en vez de machacar el metal
rojo como prescribe la Enciclopedia Japonesa.
Habiendo demostrado los análisis que del metal empleado por los chinos han hecho algunos experimentadores, que esa materia estaba formada por 20 partes de
estaño y 80 de cobre, se han fundido barras de bronce
en esa proporción y luego han sido sometidas á la acción
del martillo á temperaturas comprendidas entre el rojo
y la ordinaria. Machacado en frío, el metal es quebradizo como el vidrio; de 300 á 350 grados se observa una
sensible mejora, y cuando alcanza el grado de rojo oscuro, se diria que se trata de un metal distinto. Entonces se vá aplanando sin romperse, á pesar de usar los
martillos más fuertes, sin dificultad se reducen á un
milímetro láminas de 6 y 8 milímetros de espesor. Las
hojas obtenidas presentan el mismo aspecto que el
metal de los chinos y están dotadas de gran sonoridad.
La acción del laminador es más notable todavía, puesto que bajo los golpes del martillo el metal se enfria tan
rápidamente, que es preciso ponerlo decontínuo al fuego,
lo cual entorpece y complica la operación; al paso que
con el laminador se pueden obtener presiones más fuertes y adelgazar la lámina con rapidez, si se opera al rojo
oscuro. Haciéndolo en frió, una sola presión basta para
reducirla á escamas.
Esa aleación se corta en caliente como el hierro y el
acero, y presenta el grano fino y homogéneo de este
último, pudiendo soldarse fácilmente con la soldadura
de los quinquilleros.
Basta ver los tam-tam chinos para asegurarse de que
llevan las huellas de muchos y violentos martillazos, que
indican han sido golpeados un gran rato á una temperatura suficientemente elevada para ablandar el metal
y poder disminuir considerablemente el espesor del
centro, haciendo refluir la materia en los costados, que
son, por lo mismo, mucho más gruesos.
Traducido del francés por
MANUEL ANGELÓN.
EL TAM-TAM.
Sonido extraño que produce.—Sus diversos usos.—Causa de la naturaleza de
su timbre.—Secreto de la construcción de ese instrumento.—Importantes
trabajos de los señores Riche y Champion á propósito del mismo.
iCoHtlHuará),
IFlSIO^,
El tam-tam es un instrumento de percusión originario de la China ó de las Indias orientales.
o . FRANCISCO DE PAULA ROJAS.
• Compónese de una especie de plato de metal ancho y
de poco espesor, que se lleva suspendido de una cuerda,
ALUMBRADO ELÉCTRICO.
y se golpea con una fuerte baqueta en cuyo extremo
hay un taco de pieles.
APLICACIÓN DE LA LUZ ELÉCTRICA Á LOS BUQUES.
El sonido de ese instrumento es extraño, lúgubre y de
(CONTINDACION).
gran potencia, y se prolonga en fuertes y lentas vibraciones.
Hace ya muchos años que se hicieron los primeros
El tam-tam, muy usado entre los orientales, se em- ensayos de la luz eléctrica en la marina con las máqui!tófea entre nosotros con mucha parsimonia y sólo para nas magneto-eléctricas de la compañía La Alianza. El
:fejnúsica fúnebre ó para la música dramática de carác- buque francés Jerome Napoleón fué el primero en que
P f 8ombrío y lúgubre, en las escenas cuyo objeto es se colocó una máquina eléctrica con un proyectador destinado á dirigir la luz sobre el horizonte. La fama de
Producir terror ó espanto.
-^tribuyese el timbre y el sonido de este instrumento esta nueva aplicación y el entusiasmo que despertó
la combinación de metales de que se compone , y fueron causa de que, sin dar tiempo al estudio, se hiciesen precipitadamente otras instalaciones á bordo de los
ainxodo como es batido y templado.
Forfait, VEstrée, VHeroine,
^os trabajos de los señores Riche y Champion nos han buques Saint-Laurent,
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EL MUNDO ILUSTRADO.
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EL MUNDO ILUSTRADO.
Coligny y La France. El resultado ha sido el abandono
de los aparatos al cabo de poco tiempo. ¿En qué ha Consistido esto? ¿Qué inconvenientes descubrió la experiencia en la nueva aplicación? ¿Acaso la luz eléctrica
no puede prestar á bordo grandes servicios que compensen los gastos? Si en estos primeros ensayos se ha trope-
2^1
zado con inconvenientes, ¿son éstos de tal naturaleza
que no puedan anularse ó al menos disminuirse?
Las causas del mal éxito de los primeros ensayos deben
atribuirse al espíritu de rutina que sistemáticamente ?e
opone á toda innovación, sobre todo cuando encuentra
un punto sólido de apoyo en los inconvenientes que se
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lant^"'^'^"' ^^ revés del espíritu de progreso y de adetes ° ^^^ pugna entonces por vencer esos inconveniendifi' "^1 "'^ *^^*^^ hasta convencerse de que lucha con
pyj\'^"^des insuperables. Las que se presentaron no
lua-'- ^^ ^^lificarse como tales, y consintieron, en primer
de n'"'-h^'^ ^^^ ^^ ^^'^ eléctrica forma como una especievacio ^l^nca qtie fatiga la vista y dificulta las obsereléct^^'^ ^^ ^ bordo: en segundo lugar, en que la luz
rica, por su gran intensidad, hace invisibles las
T.1I.-36.
luces reglamentarias verde y roja: en tercer lugar, en
que los barcos, cerca de las costas, pueden equivocarse
tomando la luz de otro buque por la de un faro: en
cuarto lugar, en que el fanal eléctrico, la máquina de
luz, la máquina motriz y su caldera constituían un material embarazoso á bordo que exigía cuidados continuos, que ocupaba bastante espacio y que costaba mucho
con relación á las ventajas que podía proporcionar.
Todos estos inconvenientes tenían un verdadero fun-
282^
EL MUNDO ILUSTRADO.
damento;,. pero la invención de la máquina Gramme, temente, esto es, no es fija; brilla durante 20 segundos
por un lado, el perfeccionamiento de los reguladores de tiempo, y se apaga durante 100 segundos: los eclipses
eléctricos, por otro, y los estudios y ensayos hechos en son, pues, cinco veces más largos que los destellos. Este
estos últimos años han disminuido mucho aquellos in- resultado se consigue por medio de un mecanismo moviconv,enientes, y han colocado la cuestión en mejor do por la misma máquina, el cual hace pasar durante 20
terreno, ha&iendo más aceptable á los marinos el uso segundos la corriente por el regulador eléctrico, y dude la luz eléctrica que antes repug-naban en absoluto. rante 100 segundos por un conductor, cuya resistencia
Veremos si las recientes aplicaciones que se han hecho es la misma que la del arco voltaico.
en mejores condiciones log-ran aclimatarse enlos buques,
Al brillar la luz se ilumina el horizonte en una exteny si la luz eléctrica se apodera definitivamente de los sión de 225 grados delante del barco, quedando éste á la
mares, ó si ha de retirarse de ellos por seg^unda vez sombra. Para que sea visto de lejos por los otros buques
hasta presentarse provista de mejores armas.
sin que puedan confundirlo con un faro, M. Pouzolz ha
Los servicios que puede prestar la luz eléctrica á bordo colocado en lo alto de la lámpara un reflector cónico
de la marina mercante y de la de guerra, son de indu- que envía una parte de la luz hacía las vergas y mástidable importancia. El mayor, en nuestra opinión, les, de modo que éstos puedan ser vistos de lejos. Según
aunque incompetente, es el de evitar el choque de dos el informe dado por M. Pouzolz, la luz en destellos
buques. Los marinos, habituados á la eventualidad de cortos no fatígala vista del oficial de guardia, ni de los
un peligro, que consideran remotísimo, concluyen por empleados del buque que llenan de noche sus funciones
no preocuparse con él, hasta que la repetición de las sobrecubierta; además el fanal eléctrico, en esas concatástrofes les llama poderosamente la atención; pero diciones, no puede estorbar el que sean vistos los fuegos
los que no están familiarizados con la idea de ese de costado verde y rojo. El foco luminoso se colocó á
peligro constante y amenazador, le conceden todo el
valor que le da la razón serena, y comprenden que todos
los gastos, sacrificios é incomodidades que produzca la
luz eléctrica, pueden darse por bien empleados, si pone
al buque á cubierto de un choque con otro. En una
palabra: ningún sacrificio, siquiera sea continuo, nos
parecerá excesivo, si garantiza la vida de los tripulantes
y pasajeros contra .el peligro del abordaje. Semejante
ventaja no es de las que se pesan y se miden, sino de
las que deben imponerse.
Los otros servicios que presta á bordo la luz eléctrica,
pueden pesarse y medirse, esto es, compararse con el
sacrificio que imponen, y por esto los consideramos
como de: segunda importancia: tales son, el permitir
entrar en los puertos de noche, con la misma facilidad
que de dia; el poder alumbrar durante la noche las
faenas de carga y descarga, y la carga del carbón para
la máquina.
En los buques de guerra sirve para ver al buque enemigo antes de que se aproxime: para evitar el que
silenciosamente, y aprovechando la oscuridad de la
noche, se acerque una lancha-torpedo para echar el
barco á pique, lanzando su terrible y traidora arma:
para cambiar entre si señales, y trasmitirse órdenes los
buques de una escuadra.
La primera instalación de la luz eléctrica que se ha
hecho en estos últimos tiempos, aprovechándose ya de
los perfeccionamientos obtenidos después de los primeros desgraciados ensayos, fué á bordo del vapor francés
La América, de la compañía general transatlántica. El
material se componía de una máquina motriz de vapor
de tres cilindros, sistema Brotherhood, una máquina
de Gramme, un regulador eléctrico sistema Serrín, un
fanal de vidrios prismáticos que envía la luz al horizonte
bajo un ángulo de 225 grados, y los conductores nece- 10 metros por encima del nivel delf^marj^y así puede
sarios para llevar electricidad desde los polos de la má- ser visto á 10 míUas'por otro barco.
quina eléctrica á los carbones del regulador. Estos conDespués de la instalación á bordo de La]América que
ductores tenían 40 metros de largo cada uno. El aparato acabamos de reseñar, se han hechojmuchas otras en
de la luz estaba suspendido á la Cardan, como lo están buques de todas nacionalidades, inclusa la española.
las cajas.de las brújulas en todos los barcos.
Citaremos entre otras, la del Livadia y Pedro el Grande,
•Podían encenderse dos lámparas á la vez, ó bien una de la marina rusa, la del Richelieu y del Sujfren, de la
Victoria,
d^^ellas, por medio de un conmutador colocado en la marina francesa, y la de la Numanciaj\&
llevadas á cabo por el señor Dalmau.
mesa del camarote del capitán.
La máquina eléctrica era de una potencia de doscienEn Q\ Livadia se colocó una luz de 500 mecheros
tos mecheros Cárcel y pesaba 200 kilogramos. Daba 850 Cárcel, con la cual pueden verse las costas á tres, kilóvueltas por minuto, que era la velocidad de la máquina metros.
motriz. El eje de ésta embragaba directamente con el de
Ocupémonos ahora del fanal proyectador de la luZ
aquella, • En-general, la luz del fanal no brilla constan- eléctrica. En el Jeróme Napoleón, el proyectador se
283
EL MUNDO ILUSTRADO.
componía de un reflector parabólico, en cuyo foco brillaba el arco voltaico. La boca del reflector se cerraba
con una lente Fresnel. Todo el aparato iba montado en
una cámara móvil sobre un pivote, la cual, por medio
de una palanca y de una placa g-iratoria permitía orientar el haz luminoso en todas direcciones. Delante de la
lente podian colocarse y cambiarse vidrios de colores
para las señales marítimas.
Recientemente ha empezado á usarse el proyectador
de luz de los señores Sautter y Lemonníer, que representamos en la figura número 18.
Este aparato tiene por objeto reunir la luz diverg-ente
del foco eléctrico en un haz cilindrico, y permitir dirigir
este haz hacia el punto del horizonte que se quiera. El
arco voltaico de un regulador Serrín está colocado en el
foco principal de una lente Fresnel de 60 centímetros de
diámetro, compuesta de tres elementos dióptrícos y de
seis catadióptricos. El regulador y la lente van dentro
de un tubo cilindrico, el cual puede g-irar alrededor de
un eje vertical y oscilar alrededor de un eje horizontal,
A.1 colocarse la lámpara en su sitio, se establecen por sí
mismas las comunicaciones entre ella y los polos de la
máquina Gramme.
La figura 19 representa el proyectador de la luz eléc-
Fio. 19._ Proyectador de la luz eléctrica, de Mr. Siemens, para la marina.
trica construido por Siemens. Lleva la lente Fresnel, un
reflector parabólico, y un apéndice para que el vigilante
pueda reglar exactamente la posición del arco voltaico.
También se han construido aparatos proyectadores de
poca fuerza para colocarlos instantáneamente sobre una
lancha y salir en descubierta. La máquina Gramme
puede ser movida á brazo con la fuerza de cuatro homl^res, y la luz que produce tiene una intensidad de 50
mecheros Cárcel. El proyectador se fija en la proa de la
lancha, y su caja puede girar alrededor de dos ejes,
Uno horizontal y otro vertical, con lo cual puede diri8|irse el haz luminoso en la dirección que se desee.
lisos proyectadores portátiles no tienen más que un reflector parabólico.
FRANCISCO BE PAULA ROJAS.
(Continuará).
I
EL ARTE EN LA CASA,
D. F. M I Q U E L Y B A D I A .
(CONTINUACIÓN).
LA COLOCACIÓN DE MOTIVOS ALTERNADOS
DISCRETAMENTE
EMPLEADA
DE
ES
TAMBIÉN
ELEMENTO
BELLEZA.
Hay un dicho vulgar que reza: En la variedad consiste el gusto, y aun cuando según acontece con todos
los refranes hay que poner no pocos reparos á sus rotundas afirmaciones, es sin embargo muy cierto que la
variedad bien entendida es causa de agrado y en las
artes de la vista y del oído elemento de belleza. Esta variedad la da muchas veces la repetición alternada de dos
ó más temas decorativos, de dos ó más palabras en el
discurso, de dos ó más sonidos iguales en poesía y en
música. «En sus relaciones con el sentimiento, dice
Carlos Blanc, á quien como hemos dicho y repetimos,
seguimos en parte principal en el estudio que estamos
realizando, la colocación de motivos alternados es de
un orden menos elevado que la repetición, ya que la
primera no traspasa nunca los límites de la belleza, al
paso que la segunda puede llegar á las regiones de lo
sublime. Lá variedad en la unidad es en efecto una de
las fuentes de lo bello, pero si la combinación en que
ahora nos ocupamos especialmente tiene mayor saborete, mayor embeleso que la repetición, esta última en
cambio ofrece mayor grandeza. Cuando en Egipto escuchamos la monótona música de los árabes, consistente
en algunas notas repetidas seguidamente y en las cuales
se ha inspirado el autor de Le Désert (Feliciano David),
la impresión de momento alegre, se convierte en grave
luego y acaba por tomar un aire solemne. Se olvida entonces la danza, se olvida la música y el espíritu se
encuentra sumido en un ensueño creciente que puede
trocar el placer prístino en una suerte de embriaguez
moral y que en realidad lleva á las alméhs á la exaltación de la danza.»
Del partido que saca la poesía de la combinación alternada de sonidos, son pruebas fehacientes la quintilla y
la redondilla. Recuerden nuestros lectores, entre innumerables ejemplos que podríamos citarles, las lindísimas
quintillas de El loco de la guardilla, de Narciso Serra:
Salíme j o una mañana
del sol al primer reflejo
con que su frente engalana,
por la puerta segoviana
entrada del Madrid viejo.
Pensando á un tiempo y andando
en el cerrenlerio di
sin saber cómo ni cuándo;
y es que el hombre para allí
cuando mejor vá pensando.
Etcétera, porque á dejar correr la pluma las copiaríamos
por entero; ¡tan sentida, tan gallarda y de tan buena
raza castellana nos parece la relación puesta por el festivo y malogrado ingenio contemporáneo en boca de Frey
Félix Lope de Vega Carpió! ¿No es cierto nue la repetición alternada de los consonantes acrecienta la belleza,
el embeleso, el atractivo de cada una de las quintillas?
¿No es cierto que este mismo embeleso parece como que
dé color á la escena, vida á los sentimientos, mayor viveza y lucidez á los conceptos? Véase ahora como la
repetición alternada de unas mismas palabras los esfuerza, haciendo que el leyente se fije más en ellos.
CASCADA DE PAÜl^^^ " ^ , ' ^ 0 ' ^ ^ ^^ BRASIL.
J
286
EL MUNDO ILUSTRADO.
Nos servirá para el caso un trozo del Romancero
Cid, que dice así:
Cavalgaba Diego Lainez
Al buen rey besar la mano:
Consigo se los llevaba
L.OS trescientos fijosdalgo:
Entre ellos iba Rodrigo
El soberbio castellano:
Todos cabalgan en muía
Sólo Rodrigo á caballo.
Todos vistan oro _y seda ;
Rodrigo vá bien armado;
del
Todos espadas ceñidas,
Rodrigo esloque dorado;
Todos con sendas varicas,
Rodrigo lanza en la mano;
Todos guaníes olorosos,
Rodrigo gua^nte mellado;
Todos sombreros muy ricos,
Rodrigo casco afinado,
Y encima del casco lleva
Un bonete colorado.
colores frecuentemente distintos, aunque combinados
siempre con sujeción á principios que regulan el acertado uso de los colores, como sucedería por ejemplo en
un raso listado de amarillo y violeta; otras veces obtiene
un efecto parecido, si bien menos vigoroso, más lindo
acaso, valiéndose de dos tonos de la misma tinta, como
verbigracia azul claro y azul oscuro; y otras, por fin, lo
alcanza en su mínimo grado dentro de una sola tinta
con la sola combinación de rayas mates con otras satinadas ó aterciopeladas, recurso usado frecuentemente
por los industriales en las estofas negras ó de colores
Lo que hemos afirmado de la poesía apliquémoslo al
dibujo y veamos qué efecto nos produce. Examinen
nuestros lectores el ejemplo que les ponemos á la vista,
sacado de la decoración g-riega, y recuerden los de ornamentación árabe que les dimos en otro cuaderno. El friso
de palmetas (figura 18) que viene á representar corolas
*
*
FiQ. 18.—Friso de palmetas alternadas.
de flores alternadas, bácia arriba unas, hacia abajo otras,
tiene una variedad y una gracia que no se notaría en él
á haberse limitado el artista á la repetición uniforme de
uno solo de los dos motivos.
En los trozos árabes que tomamos, lo propio que el anterior, de la excelente obra de Owen Jones, The gramma/^o/í/ieor/íamení, la repetición de la flor alternada con
los entrelazos les da elegancia encantadora sin quitarles
una suerte de severidad que se advierte en la ornamentación de algunas mezquitas del Cairo, Damasco, etc., en
las épocas mejores del arte árabe. En los remates de'las
verjas de hierro acuden muchas veces los artífices, con
gran fortuna, á la combinación de motivos alternados,
con lo cual quitan lo monotonía de una línea igual y de
una cláusula siempre repetida, sin echar á perder en
nada cuando proceden discretamente, el carácter arqui-"
tectónico de aquel medio de cerramiento. La historia de
la cerrajería en todos los países y en todas las épocas,
nos proporcionaría ejemplos á docenas, pero escribiendo
estas líneas en Barcelona y teniendo en su catedral un
museo admirable de esta clase de obras, seria delito de
leso patriotismo no acudir allí para buscar testigos
mudos que abonaran la verdad de nuestras palabras.
Las verjas del claustro de la Basílica barcelonesa de
Santa Cruz y Santa Eulalia, pregonan con irresistible
elocuencia la habilidad de artífice de los maestros rejeros catalanes y su talento de artistas, ya que artistas de
grande ingenio y de exquisito buen gusto hubieron de
ser los humildes artesanos que trazaron y forjaron aquellas verjas nunca bastantemente ensalzadas. Véase qué
riqueza, qué movimiento de líneas, qué hábil manejo
de la materia se nota en el fragmento adjunto (figura 19) de una de las rejas del claustro, quizás la mejor y
más espléndida entre aquella colección de preciosidades,
fragmento que es á la vez prueba del efecto que producen en la flor decorativa la combinación de motivos alternados.
De la grata impresión que producen dos colores alternados saca partido el fabricante de tejidos y estampados
en las telas listadas que saléíHeYuilaireres.X'nas veces
logra el contraste y la variedad por medio de rayas de '
Fia. 19.— Fragmento del remate de una verja de la catedral de Barcelona.
muy oscuros. En los tejidos y estampados, lo propio que
en los papeles pintados, se obtienen asimismo resultados
admirables con el empleo alternado de los motivos más
sencillos, como por ejemplo, un círculo, un exágono, una
cruz, un floroncito, etc., etc. Ya han podido ver nuestros
lectores el buen efecto que produce un cuadriculado en
losanje, en cuyos vértices se repite un mismo tema;
ahora bien, hágase igual operación alternando dos ó
más temas y se obtendrá no menos plausible resultado,
como así lo dice la figura núm. 20, para la que hemos
echado mano.de una cruz y de un círculo.
Tenían presente los artistas griegos la variedad que
imprime en la arquitectura la combinación de motivos
alternados, cuando animaban el friso dórico por una
sucesión de triglifos y de metopas; los árabes cuando
construían en mármol blanco ó negro alternativamente
las hiladas de sillería de sus más suntuosos edificios, ó
cuando pintaban los sillares de rojo y blanco, alternando también ambos colores; los arquitectos de la época
románica cuando, según acontece en el admirable
claustro de San Cugat del Valles, rompían la línea de
columnas pareadas por medio de n^acizos pilares que
sirven de contrafuertes. Los egipcios más inclinados al
empleo de la repetición que al de motivos alternados, no
lo desdeñaron sin embargo ni mucho menos, puesto que
se sirvieron de este último medio de decorado en los
plafones y cornisas de sus templos, en la cerámica y en
la joyería. En los vasos pusieron animales que corrían
alrededor del collarino, rojos unos y negros otros altar-
287
EL MUNDO ILUSTRADO.
nativamente, así como fabricaron joyas, tales como garg-antillas y brazaletes, con solos un ojo y una cruz de
igual manera colocados.
Por fin, y antes de poner punto á esta materia, permí-
FioufA 20.
tásenos que hagamos notar á nuestros lectores los brillantes efectos que las floristas y los jardineros dotados
de instinto artístico, obtienen con la colocación alternada de plantas y flores disimilares por sus lineas ó por
su? colores. ¿No embelesan por su aristocrática elegancia los ramilletitos hechos de camelias blancas y. de
moradas violetas? ¿No resulta un contraste grato á la
vista de la combinación alternada de claveles de variados matices? ¿No constituye piedra de toque para juzgar
del buen gusto de un jardinero la disposición acertada
de plantas y flores en el jardín que dirige, y no se debe
acaso á su pericia el hechicero efecto producido, verbigracia, por los geranios rojos interpolados con los blancos rosados ó con otra flor de entonación parecida?
F . MiQUEL Y B A D Í A .
(•
Continuará),
LA CORZA Y SU P E Q U E Ñ U E L C
(Véase el g r a b a d o de la p á g i n a 281).
Los animales más débiles y más tímidos, cuyas costumbres sencillas indican un instinto asaz limitado, en
ciertas situaciones de su existencia, y en particular
cuando crian, diríase que adquieren facultades superiores. Esto acontece á la corza, animal poco prudente, lo
mismo que su compañero. Á menudo se les encuentra
en los claros del bosque ó en el campo, sin dar la más
pequeña muestra de sorpresa; pero una vez madre la
corza, como ama tiernamente á su prole, se expone á
toda clase de peligros para salvarla, manteniéndose en
lo más intrincado de la espesura, siempre vigilante y
atenta al menor ruido. Nunca se separa de su pequeñuelo. Sólo una circunstancia puede hacérselo desamparar, pero es para salvarlo por medio de la astucia,
treta que también emplean ciertas aves. Si la corza se
ve acosada por algún enemigo,—animal carnicero ó perro
de caza,—empieza á correr de suerte que el perseguidor
no la pierde de vista, y cuando éste se halla á gran distancia de su cria, desaparece la madre con la velocidad
del rayo para volver al lado del ser querido.
La corza que ve arrebatarse á su hijuelo pierde la
timidez natural, sigue al raptor, y vá de acá para allá
lamentándose tristemente. «Esta ternura maternal,
dice un naturalista, algunas veces me ha conmovido,
haciéndome abandonar el pequeñuelo de que me apoderara. Con no poco placer he visto que siempre la madre
examina si aquel ha recibido algún daño, y que demuestra el contento de que está poseída dando saltos
y prodigando caricias al objeto de sus ansias.»—B.
LA VOCACIÓN DE SAN MATEO.
CUADRO DE A L E J A N D R O BIDA.
CASCADA DE PAULO AFFONSO, EN EL BRASIL
(Véase el g r a b a d o de l a s p á g i n a s 276 y 277).
(Véase el g r a b a d o de l a s p á g i n a s 284 y 285).
El conocimiento bastante exacto que hoy día tenemos
de los países orientales, gracias á los estudios y á los
viajes de artistas y hombres científicos, ha producido un
cambio colosal en la ilustración de las escenas referentes á la Sagrada Escritura. Horacio Vernet dio el primer
paso en este camino, dejándonos brillantes muestras de
la innovación; sus tipos bíblicos ya no fueron creación
de la fantasía, sino orientales verdaderos de la Tierra
Santa, que el concienzudo escritor copió del natural.
El conocido dibujante Gustavo Doré, ha trabajado
también con gran ahinco en el mismo sentido, así como
Alejandro Bida, que por primera vez tenemos el gusto
de presentar á los lectores de EL MUNDO ILUSTRADO.
Nació Bida en la ciudad de Tolosa de Francia, el
año 1823, é hizo sus estudios al lado de Lacroix, siendo
reputado actualmente como uno de los primeros pintores franceses.
iios fijamos en el grabado de las páginas 276 y 277,
veremos que Bi^a ha sacado sus personajes del Oriente,
y en particular de la misma Palestina, no apartándose
ni un ápice de la verdad local é histórica. La escena que
ha representado el pintor se refiere á la vocación de San
Mateo, que con tanta sencillez nos refiere el apóstol en
su Evangelio, capítulo IX, v. 9.: «Y pasando Jesús de
allí, vio á un hombre que estaba sentado al banco, llamado Mateo. Y le dijo: Sigúeme. Y levantándose le
Siguió.»
No será este el último cuadro de Bida que honre. Dios
mediante, las columnas de nuestra publicación, valiéndonos para reproducirlos de la magnífica colección de
fotografías que de los mismos ha sacado el reputado
artista alemán A. Braun.—B.
La cascada de Paulo Affonso, situada en la provincia
de Bahía (Brasil), es uno de los espectáculos más grandiosos de la Naturaleza, y puede compararse con las
célebres cascadas del Niágara y del Missouri. El profesor C. F. Hartt, ilustrado presidente de la comisión geológica brasileña, hace la siguiente descripción de aquella
maravilla natural:
«Cerca de Paulo AíFonso el terreno forma una meseta
de gneiss, atravesada por el ancho lecho del rio San
Francisco, el cual antes de llegar á la cascada se divide
en muchos y angostos canales que se vuelven á reunir
más abajo, cayendo desde la altura de 80 metros. Esta
cascada se asemeja en muchos de sus caracteres á la del
Niágara: en ambas un caudaloso rio se precipita desde
gran altura á una hondonada ó barranca, cuyo sólido
fondo desafía el embate de las mugientes aguas; pero
en los detalles hay no poca diferencia.
ȟurante las avenidas ofrece la cascada de Paulo
Affonso un aspecto majestuoso, y sólo es dado contemplarla parcialmente, pues él agua cubre por completo
los peñascos que aparecen en nuestro grabado. Cuando
está bajo el nivel del rio, el curioso llega fácilmente á
la cascada principal, donde se reúnen, á la izquierda,
las aguas de otra cascada colosal, y de allí se precipitan
ambas, formando inmensas olas de espuma, á una angosta torrentera que desemboca en un pequeño recodo
y ancha sima, en cuyo extremo existe una ¡gran cueva
llamada Mansión de los murciélagos,.
»E1 rio de San Francisco es el más importantej"de todos
los que riegan ,el imperio del Brasil. Nace en la Serra da
Canastra, provincia de Minas Geraes^ abrazando su
curso una lo>ngitud de 320 leguas; divide las provincias
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EL MUNDO ILUSTRADO.
de Sergipe y Pernatnbuco y deí?emboca en la costa
orientaL La cascada de Paulo Affonso está á 56 leguas de
su desembocadura, entre las provincias de Sergipe,
AlagTos, Bahía y Pernambuco.»
Nuestro grabado, copia de una fotografía, sólo representa la parte superior de la cascada, de suerte que el
agua que en nuestro cuadro ocupa la parte baja, sigue
corriendo hasta el centro, precipitándose después sobre
la peña inferior y formando otro fenómeno natural.—R.
EL DI L U V I O.
Tronó de Dios el irritado acento
!a maldad viendo de lu especie humana,
y al condenar su predilecta hechura
plegó las alas asombrado el viento,
extraña niebla se tendió en la altura
y enlutóse la faz del firmamento.
De nefanda alegría
lanzó un rugido el báratro profundo,
gimió la tierra, estremecióse el mundo,
y el astro ardiente que la luz envía,
como augurando incomprensibles males
su curso trocó y sobre el yerto polo
alzóse con fatídicas señales.
De ofan desconocido
opreso el corazón de los mortales,
sus odios un instante sofocaron,
y presas de recóndita pavura
á los cielos los ojos levantaron.
Súbita llamarada,
cual si llevase la sentencia dura,
la atmósfera rasgando encapotada
pasa lamiendo los enhiestos montes.
Al Supremo mandato, arrebatado
«surcando los oscuros horizontes
el^amí^ero ra^o se desata,
y el inmenso nublado
se rompe en infinita catarata.
Quebrantarse los techos
al golpe del turbión impetuoso,
de sus cauces estrechos,
se arrojan los torrentes rebramando,
en vértigo espantoso
herboles y cabanas arrastrando.
La humilde fuentecilla, el manso rio
que cual sierpes de plata
ayer llevaron su corriente grata
por los Valles amenos,
con ímpetu bravio
hoy se desbordan de despojos llenos.
Libre al sentir sus irritadas olas
de aquella voz que encadenó su saña,
cual movible montaña
hambriento de cubrir toda la tierra
se arroja el mar de su insondable asiento.
Ai rud«, inusitado movimiento
que playa y campos con sus ondas cierra,
á los templos se lanzan los nacidos
con tardo ruego y fúnebres gemidos
á invocar un poder que les aterra.
iDivinidad sublime y vengadora,
de quien torpes un tiempo renegaron
y que á su vez les desconoce ahora!
Se apagan los volcanes
humareda espantosa despidiendo,
desátanse furiosos huracanes,
cárdeno gira el sol, y al eco horrendo
del trueno tremebundo,
grito terrible, universal, profundo
alza en su angustia la creación entera.
La moje inmensa de las agua3 zumba;
y-ea medio de las húmedas tinieblas
éél relámpago ardiiente los fulgoües
muesitra^ al hombre su entreabierta tamba
nuevo horror añadiendo á sus horrores.
Así la sierpe impura
DO de pronto su víctima devora;
primero la fascina, la rodea,
de su poder segura
al sujetarla con mortal abrazo,
' un instante en su angustia se recrea
y luego .estrecha el ponzoñoso lazo.
¿Dónde refugio hallar? Desesperaiiu
aun con las galas del nupcial banquete
tras el consorte vé la desposada;
la fuga á entrambos salvación promete.
Ya á la roca de puntas erizada
que él escaló con brazo vigoroso
rendida llega la infeliz esposa;
para ganar la cumbre descarnada
pídele ayuda, de vivir ansiosa. .
¡Inútil protección! Cuando el esposo
con la robusta mano que le tiende
un instante en el aire la suspende,
el honda que la sigue despiadada
la arrebata, la envuelve, y altanera
sigue avanzando en su triunfa! carrera.
El déspota opulento
á la par que el esclavo miserable,
con insensato ardor ganan la cima
del árbol que en la altura se sublima,
mas cuando en él reposan un momento,
cetáceo formidable
á la lívida luz miran que avanza,
envuelto en el turbión interminable
del todo aniquilando su esperanza.
Las madres á sus hijos '
con afán en los hombros levantando,
del relámpago vense á los destellos
con las ondas un punto reluchando,
ceder al fin y sucumbir con ellos.
Las peñas seculares,
donde los más audaces se refugian,
amenazando ruina se estremecen.
Las aves carniceras,
las alimañas del jaral incultg
al lado de los hombres se guarecen;
todo es desolación, horror, tumulto:
más feroces que tigres y panteras
los míseros humanos
desconocen los padres, los hermanos;
todo cariño el corazón sofoca:
y en tanto que las crestas de una roca
los más fuertes disputan á las fieras
por prolongar un punto su agonía,
los ancianos y débiles perecen
entre las ondas que á sus plantas rugen
y en progresión interminable crecen.
¿A dónde el globo oscuro
que tierra ?e llamó?
Ni un punto solo
de la más alta y encumbrada cima
en la extensión del agua sobresale.
¿Si en él se hundieron la maldad y el dolo,
1 ay! del castigo, duro
una mano no habrá que le redima?
¿A impulsos del horrible cataclismo
ya por siglos sin cuento,
como piedra sumida en el abismo
yacerá bajo el húmedo elemento?
Mirad, mirad... La soberana mano
que'retiró indignada
el'Supremo Hacedor, tiende un instante
sobre aquel Océano
donde el arca del justo sobrenada.
Al esplendor que irradia su semblante
el éter se esclarece,
el agua aglomerada
que sin humanos limites parece
á la extensión inmensa del vacío,
á su excelso ademan rauda decrece;
la paloma del arca, con presteza
surca el ambiente frió
á ella tornando con la verde oliva;
y desde el monte.que á marcarse empieza
hasta el confln de la celeste altura,
el iris se descubre de esperanza,
de paz y de perdón prenda segura.
Mas como el hombre impío
sólo confiesa lo q*ie sólo alcanza,
, '". "
quiso Diosquequedasei^indestructible
^ {'
el recuerdo también de-su venganza. •,>;'
Y así como en memoria
^
del triunfo que alcanzó deja un m;j^árca.
sobre Ja altura su padrón de glogía^
de su excelso furor dejó la marca;
y en esas cumbres de nevados riscos
que el hombre apenas có'li;^u planta sella,
mandó á la mar que.hjundiese sus mariscos
como señal de su triunfante huella.
MARÍA MENDOZA DE VIVES.
B#t>«ryaslíi>sAocl<>s lo» d«rAch<^.cbp {«opiedad Artistíc» y literaria.—Qu^da heciio'éí depósito que marca la ley.
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