EL HOMBRE NOBLE 1 MAESTRO ECKHART Meister Eckhart, Obras escogidas, Barcelona, Visión Libros, 1980 Editor e impresor: Fundación de Estudios Tradicionales, A. C. Camino a Lagunillas s/n, Llanos de la Fragua, 36220, Guanajuato, Gto. México. 1a Edición 2007 ISBN 968-9279-03-3 ISBN 978-968-9279-03-7 Fundación de Estudios Tradicionales, A. C. INSTITUCIÓN CULTURAL DE BENEFICENCIA PRIVADA Registro Público de la Propiedad y del Comercio 67,127 (V07, X12) RFC: FET040828LA0 Apartado postal 383, Administración 1, C.P. 36000, Guanajuato, Gto., México. Teléfono 473-756-03-90 Correo electrónico: [email protected] 2 EL HOMBRE NOBLE EL HOMBRE NOBLE MAESTRO ECKHART Fundación de Estudios Tradicionales, A. C. 3 MAESTRO ECKHART 4 EL HOMBRE NOBLE N uestro Señor dice en el Evangelio: «Un hombre noble se fue a un país lejano para ganar allí un reino y volver des- pués». Con estas palabras Nuestro Señor nos enseña toda la nobleza innata y natural del hombre y hasta qué punto puede divinizarlo la gracia. En estas palabras se toca igualmente una gran parte de la Santa Escritura. En primer lugar hay que saber, y la Revelación además nos lo enseña, que en el hombre hay dos naturalezas: el cuerpo y el espíritu. Es por lo que se dice en la Escritura: «Quien se conoce a sí mismo conoce a todas las criaturas; pues todas las criaturas son o cuerpo o espíritu». También la Escritura dice al hablar del hombre, que hay en nosotros un hombre exterior y otro interior. 5 MAESTRO ECKHART Del hombre exterior forma parte todo lo que, aunque inherente al alma, está unido y mezclado a la carne y actúa en cooperación corporal con cada miembro, ojo, oído, lengua, mano, etcétera. Y a todo esto la Escritura lo llama el hombre viejo, el hombre terrestre, el hombre exterior, el hombre enemigo, el hombre esclavo. El otro hombre que hay en nosotros es el hombre interior; a éste la Escritura lo llama el hombre nuevo, un hombre celestial, un hombre joven, un amigo, un hombre noble. Y es de éste del que habla Nuestro Señor al decir que un hombre noble se fue a un país extranjero, conquistó un reino y volvió a su casa. Es en esto también en lo que tenemos que pensar cuando san Jerónimo expone la enseñanza común de los maestros, según la cual todo hombre, por el hecho de serlo, tiene un espíritu bueno, un ángel, y un espíritu malo, un demonio. El ángel bueno nos aconseja y nos atrae sin cesar hacia lo que es bueno y divino, lo que es virtuoso, celestial, eterno. El espíritu malo aconseja y atrae sin cesar al hombre hacia lo que es temporal y perecedero, lo que es pecaminoso, malo y diabólico. Este espíritu malo está siempre en coquetería con el hombre exterior, por mediación del cual acecha constantemente al hombre, 6 EL HOMBRE NOBLE Adán. El hombre interior es Adán, el hombre en el alma. Es él el buen árbol del que habla nuestro Señor, que siempre y sin cesar produce buenos frutos; asimismo es el campo donde Dios ha plantado su imagen y semejanza y donde echa la buena semilla, la raíz de toda sabiduría, de todo arte, de toda virtud, de toda bondad, semilla de naturaleza divina. ¡Esta semilla es el Hijo de Dios, el verbo de Dios! Al hombre exterior le es hostil y ha sembrado y echado en él malintencionadamente la cizaña. De él es de quien san Pablo dice: «Encuentro algo en mí que pone trabas y contraría lo que Dios me ordena y aconseja», lo que Dios ha ordenado, lo que ha dicho y dice aún en lo que hay de más noble, en el fondo de mi alma. En otro sitio se lamenta y dice además: «¡Desgraciado de mí, infortunado! ¿Quién me liberará de mi cuerpo que me trae la muerte?» Y en otro pasaje escribe que el espíritu y la carne del hombre están siempre en lucha el uno con el otro. La carne aconseja el vicio y el mal, el espíritu de Dios aconseja el amor de Dios, la paz, la alegría y todas las virtudes. El que obedece al espíritu y vive según sus consejos, pertenece a la vida eterna; pero aquel que obedece a la carne, mue7 MAESTRO ECKHART re. El hombre interior es aquel del que Nuestro Señor dice que un hombre noble se fue a un lejano país; igualmente es el buen árbol del que Dios dice que da buenos frutos y nunca malos; pues quiere el bien y busca el bien y está suspendido del bien mismo, insensible a esto o aquello. El hombre exterior es el mal árbol que nunca puede dar buenos frutos. Refiriéndose a la nobleza del hombre interior y espiritual y de la vulgaridad del hombre exterior y carnal, los maestros paganos Cicerón y Séneca dicen también que ningún alma racional está privada de Dios. La semilla de Dios está en nosotros. Si encontrara siempre un cultivador hábil y un jardinero diligente, crecería mucho mejor y subiría hacia Dios, del que es su semilla, y su fruto se convertiría igualmente en una naturaleza de Dios. La semilla del peral crece y se convierte en peral; la semilla del nogal crece y se convierte en nogal; ¡es la semilla de Dios la que sube hacia Dios! Pero si la semilla encuentra a un sembrador y a un cultivador locos y malos, la cizaña se mezcla allí, cubriendo y ahogando a la buena semilla, de tal modo que ésta no puede ver el día ni llegar a la madurez. Pero Orígenes, un gran doctor, nos dice: «Como es el mismo Dios el que ha sem8 EL HOMBRE NOBLE brado en nosotros esta semilla, el que la ha impreso en nosotros y la ha vuelto connatural a nosotros, por mucho que se la cubra o esconda, no se llegará nunca a destruirla totalmente ni a apagarla; ella continúa ardiendo y brillando, sin cesar luciendo y resplandeciendo y tiende siempre a elevarse hacia Dios». El primer grado del hombre interior, del hombre nuevo —como dice san Agustín—, es que vive a imitación de hombres buenos y santos, pero que aún anda agarrándose a las sillas y a las paredes y todavía se alimenta de leche. El segundo grado, es que en lugar de tener los ojos fijos únicamente en sus modelos o en hombres buenos, corre y se apresura hacia las enseñanzas y los consejos de Dios y de la Sabiduría divina, vuelve la espalda a los hombres y la cara hacia Dios, deja el regazo de su madre y sonríe a su Padre celestial. En el tercer grado, el hombre se sustrae cada vez más a la influencia de la madre y se aleja sensiblemente del seno materno, escapa a la solicitud y rechaza todo temor. Incluso, aunque tuviera la 9 MAESTRO ECKHART posibilidad de hacer el mal o de hacer daño a alguien sin recibir ningún perjuicio por eso, no tendría sin embargo ganas de ello; en efecto, está atado por el Amor y confiado a Dios en un constante celo, hasta que Dios lo haya colocado y establecido en la alegría y la dulzura, allí donde le repugne todo lo que es desigual y extraño, todo lo que no conviene a Dios. En el cuarto grado, el hombre crece cada vez más y echa raíces en el amor de Dios, hasta el punto de estar dispuesto a asumir siempre, de buen grado y de corazón, ávidamente y con alegría, toda clase de tribulaciones y pruebas, de problemas y dolores. En el quinto grado, el hombre vive siempre y espontáneamente en la paz, sereno y tranquilo en la riqueza y el goce de la más alta e indecible Sabiduría. En el sexto grado, el hombre se despoja de sí mismo y se reviste de la eternidad de Dios, llegando a la completa perfección; ha olvidado la vida temporal con todo lo que tiene de perecedero; ha sido conducido y transformado en una imagen divina; se ha vuelto un 10 EL HOMBRE NOBLE niño de Dios. No hay otro grado, no hay grado superior; ahí está el eterno reposo, la beatitud. Pues el último fin del hombre interior, del hombre nuevo, es la vida eterna. A propósito de este hombre interior, de este hombre noble, en el que está impresa la imagen de Dios y sembrada la semilla de Dios, de cómo esta semilla y esta imagen de la naturaleza divina y de la esencia divina que son el Hijo mismo de Dios, se revelan en él y de cómo se toma conciencia de ello; de cómo ocurre a veces que todo esto está escondido, el gran maestro Orígenes nos lo expone en una parábola: «El Hijo de Dios —dice—, imagen de Dios, está en el fondo del alma como una fuente de agua viva. Cuando se echa tierra en ella, es decir, deseos terrestres, está recubierta y escondida de forma que no se la conoce ni se la ve siquiera. Pero ella permanece viva en sí; en cuanto la tierra que la cubre se retira hasta la superficie, reaparece y se la vuelve a ver». Y dice también que esta verdad se encuentra indicada en el primer libro de Moisés, donde está escrito que Abraham había cavado en su campo pozos de agua viva, pero que gentes malintencionadas los habían llenado de tierra; pero cuando sacaron la tierra, las fuentes volvieron a ser vivas de nuevo. 11 MAESTRO ECKHART Sobre este tema existen aún otras parábolas. El sol luce sin cesar; pero cuando una nube o una bruma se interpone entre nosotros y el Sol, no percibimos ya su luz. Del mismo modo, si el ojo está enfermo e inválido de por sí, la claridad le es desconocida. A veces yo también he recurrido a una comparación sorprendente: cuando un artista hace una estatua de madera o de piedra, no la introduce en la madera; sino que quita las astillas que escondían y cubrían la estatua. No añade a la madera, le quita algo, hace caer bajo su cincel todo el exterior y hace desaparecer las rugosidades, y así puede resplandecer lo que se encontraba escondido dentro. Este es el tesoro enterrado en el campo del que habla Nuestro Señor. Cuando el alma del hombre —dice san Agustín—, se vuelve completamente hacia la eternidad, allá arriba, solamente hacia Dios, la imagen de Dios aparece en ella y se vuelve brillante, pero cuando el alma se vuelve hacia el exterior, aunque sea en ejercicios exteriores de virtud, la imagen está completamente escondida. Así es como, según la doctrina de san Pablo, las mujeres deben tener la cabeza cubierta y los hombres descubierta; pero esta parte del alma que tiende hacia abajo busca el objeto hacia el que se vuelve: un velo, un 12 EL HOMBRE NOBLE pañuelo de cabeza; pero esta otra parte del alma que se eleva, se desnuda con el fin de recibir la imagen de Dios y que Dios nazca en ella; Dios está sin velo y sin coacción en el alma pura del hombre noble. Así también la imagen de Dios, el Hijo de Dios, la semilla de la naturaleza divina, no se destruye nunca en nosotros, aunque pueda estar escondida. David dice en uno de sus salmos: «Aunque caiga sobre el hombre mucho vacío en forma de dolor y desolación, permanece en la imagen de Dios y la imagen en él». La verdadera luz brilla en las tinieblas, aunque no se la vea. Se dice en El Cantar de los Cantares: «No prestes atención a mi negra tez; no por eso soy menos bella o estoy menos bien hecha, es sólo el Sol que me ha bronceado. El Sol es la luz de este mundo; significa que todo lo que hay de elevado, de bueno en la creación, cubre y decolora en nosotros la imagen de Dios». «Quitad la herrumbre de la plata —dice Salomón—, y entonces luce y brilla el más puro vaso, la imagen de Dios en el alma». Y es esto precisamente lo que Nuestro Señor entiende cuando dice que un hombre noble se fue. En efecto, es preciso que el hom13 MAESTRO ECKHART bre salga de todas las imágenes y de sí mismo, que se vuelva completamente extraño y desigual a todas las cosas, si verdaderamente quiere convertirse en el Hijo de Dios y recibir la filiación en el seno y el corazón del padre. Pues toda mediación es extraña a Dios. Dios dice: «Yo soy el Primero y el Último». No existe ninguna diferencia ni en la naturaleza de Dios ni en las personas divinas, consideradas en la unidad de su naturaleza. La naturaleza divina es Unidad y cada persona es igualmente Unidad, esta misma Unidad que es su naturaleza. La distinción entre esencia y existencia es reabsorbida aquí en la Unidad: son unidad e identidad. Solamente cuando la Unidad cesa de reposar en ella misma es cuando posee una distinción y cuando opera por esta destrucción. De la misma forma, en la Unidad se encuentra a Dios y aquel que debe encontrar a Dios debe convertirse en unidad. Nuestro Señor dice: «Un hombre se fue». En lo que implica destrucción, no se encuentra ni Unidad, ni Ser, ni Dios, ni descanso, ni felicidad, ni satisfacción. ¡Se es unidad, a fin de poder encontrar a Dios! En verdad, si fueras completamente unidad, permanecerías siendo uno en la distinción, las distinciones se volverían unidad para ti y cesarían de ser un obs14 EL HOMBRE NOBLE táculo. La Unidad continúa siendo unidad, tanto en millares y millares de piedras como en cuatro piedras y mil veces mil es verdaderamente un número tan simple como cuatro. Un maestro pagano dice que la unidad ha nacido del Dios supremo. Su propiedad es ser unidad en la unidad. El que busca esta unidad por debajo de Dios, ése se embauca a sí mismo. El mismo maestro (a quien puedo referirme aquí por cuarta vez) señala también que esta unidad sólo está unida por amistad con espíritus vírgenes y castos. San Pablo dice, además: «Como vírgenes castas yo os he desposado con el Uno». Y de la misma manera sólo cuando el hombre está unido al Uno, puede ser Dios. «Un hombre se fue», dice Nuestro Señor. ¡Un «hombre»! Si tomamos el sentido propio de la palabra latina, este término designa, al menos según una cierta interpretación, a alguien que se somete completamente a Dios, con todo lo que tiene, que levanta los ojos hacia Dios, en vez de bajarlos hacia lo que es suyo y que sabe estar detrás de él y debajo de él; he aquí la perfecta, la verdadera humildad. Su nombre proviene de la tierra (no diré más de él aquí). 15 MAESTRO ECKHART Pero la palabra «hombre» significa igualmente algo que está por encima de la naturaleza y del tiempo, de todo lo que es espacio o materia, de todo lo que está sometido al tiempo y lleva el sabor de la inestabilidad, ya que es espacial y corporal. Pero, cuando ha progresado aún más, el hombre ya no tiene nada en común con el vacío. Ante todo, en el sentido de que él no está formado según tal o cual modelo, que no se le parece, que en total, ya no sabe nada del vacío, es perecedero, que no se encuentra ya en él la menor huella del vacío, que está tan totalmente despojado del vacío que sólo se nota en él ser puro, verdad, bondad. Y él, que está hecho así, sólo él, es un hombre noble y nadie más que él. Hay aún otra forma de comprender y de enseñar lo que Nuestro Señor entiende por «hombre noble». Hay que saber, de hecho, que los que conocen a Dios sin verlo, conocen al mismo tiempo a la criatura. Si el conocimiento es la luz del alma, hacia lo que todos los hombres naturalmente tienden, es seguro que no hay nada mejor. El conocimiento es un bien. En consecuencia, los maestros nos enseñan esto: cuando se conoce a las criaturas tal y como son en sí 16 EL HOMBRE NOBLE mismas —lo que llamaré un conocimiento de tarde—, sólo se ve la creación en imágenes distintas. Pero cuando se conoce a las criaturas en Dios —lo que yo llamaré un conocimiento de mañana— se ve a la criatura sin la menor distinción, sin ninguna de las imágenes que la representaban y sin semejanza absolutamente con nada, en la Unidad que es Dios mismo. Y esto es lo que Nuestro Señor entiende cuando dice que un hombre noble se fue. Noble, porque es uno y porque en la Unidad conoce igualmente a Dios y a la criatura. Voy a interpretar aún en otro sentido la doctrina del hombre noble diciendo esto: cuando el hombre (alma, espíritu) ve a Dios, tiene conciencia de esta visión y se conoce igualmente como ser que conoce; es decir, que él conoce su propia contemplación y su propio conocimiento de Dios. Ahora bien, algunos han creído poder figurarse —lo que parece por demás completamente cierto— que la flor y el uso de la bienaventuranza reside en el conocimiento, allí donde el hombre tiene conciencia de conocer a Dios. Por mucho que poseyera, dice, todas las felicidades del mundo, pero sin tomar conciencia de ellas, ¿de qué me serviría esto, en qué medida podría aportarme esto felicidad? No puedo adherir17 MAESTRO ECKHART me a esta forma de ver. Aunque fuera cierto que el alma no puede ser feliz si no tiene conciencia de su felicidad, sin embargo no es ésta en absoluto la condición de su felicidad; pues el primer fundamento de la bienaventuranza espiritual, es que el alma contemple a Dios sin velos; de ahí le viene todo su ser y toda su vida; de ahí es de donde coge todo lo que es, del mismo fondo de Dios y no sabe nada del saber ni nada del amor, ni absolutamente nada de nada. Se apacigua completamente en el Ser de Dios; todo lo que sabe es que ella está allí y que sólo conoce a Dios. Sin embargo, toma conciencia de la visión de Dios, de su amor y de su saber, y la vemos recaer enseguida y lanzada al más alto grado de la jerarquía natural. Pues nadie que no sea realmente blanco se sabe blanco. Lo mismo que el que se sabe blanco añade ya una superestructura y algo a la esencia de su blancura; su saber, en efecto, no le viene inconscientemente y sin mediación del color, sino que el alma recibe este conocimiento y este saber de algo que actualmente es blanco; no toma su conocimiento únicamente del color tal como es en sí, sino que coge este conocimiento y este saber en algo que ha sido coloreado y se ha vuelto blanco y así es como ella se conoce como blanca. Saberse blanco es inferior y mucho más 18 EL HOMBRE NOBLE extrínseco que ser blanco. El muro difiere totalmente de los cimientos sobre los que está construido. Los maestros enseñan que una es la potencia por la que el ojo ve y otra la potencia por la que conoce lo que ve. El primer hecho, el de ver, viene al ojo pura y simplemente por el color y no por lo que está coloreado. Poco importa, pues, en sí, que lo que está coloreado sea piedra o madera, un hombre o un ángel: lo único que importa es que el objeto esté coloreado. Así, digo yo, el hombre noble coge y extrae todo su ser y toda su vida, toda su bienaventuranza, únicamente de Dios, por Dios y sólo en Dios, pero no en el conocimiento, la contemplación y el amor de Dios, etcétera. Es por esto que Nuestro Señor dice muy bien que toda la vida eterna consiste únicamente en conocer a Dios como el único y verdadero Dios y no en conocer que se conoce a Dios. ¡Cómo podría conocer el hombre su conocimiento de Dios, si ni siquiera se conoce a sí mismo! Una cosa es cierta: si el hombre se vuelve bienaventurado, si es bienaventurado hasta la raíz y la base de su bienaventuranza, ya no se conoce en forma alguna a sí mismo 19 MAESTRO ECKHART ni conoce nada; no conoce más que a Dios solo. Pero desde que el alma sabe que conoce a Dios, tiene conocimiento de Dios y de sí misma. Ahora bien, la potencia por la que el ojo ve es, como acabo de explicar, otra potencia que aquélla por la que el ojo sabe y reconoce que ve. Además, es cierto que por el momento y aquí, la potencia que produce en nosotros la conciencia de nuestra visión es más noble y más alta que la que produce la visión misma; pues la naturaleza comienza su obra por lo más ínfimo. Pero Dios comienza su obra por lo más perfecto. La naturaleza hace salir al hombre del niño y al pollo del huevo, pero Dios hace al hombre antes que al niño y a la gallina antes que al huevo. La naturaleza empieza por hacer que la madera se vuelva caliente y ardiente y solamente después le hace prender fuego. Pero Dios comienza por dar el ser a toda criatura y sólo después le da, en el tiempo, pero a la vez fuera del tiempo y sin nada que pertenezca al tiempo, todas las propiedades acordes a su naturaleza temporal. Igualmente Dios da el Espíritu Santo antes de dar los dones del Espíritu Santo. Del mismo modo yo digo ahora: Ciertamente no hay bienaventuranza sin que el hombre tome plena conciencia de que ve a Dios 20 EL HOMBRE NOBLE y conoce a Dios; pero en manera alguna quiere Dios que ésa sea la base de la bienaventuranza. El que prefiera otra cosa, que se las arregle como pueda; a mí me da pena. El calor del fuego y la esencia del fuego son dos cosas muy dispares, es un milagro ver cuán lejos están estas realidades una de otra en la naturaleza, aunque en el tiempo y en el espacio estén muy cercanas la una de la otra. La vista de Dios y mi vista son totalmente lejanas y diferentes una de otra. Es por esto por lo que Nuestro Señor se fue a un país lejano para ganar un reino y se volvió a casa. Pues el hombre debe ser uno en sí mismo; esta unidad tiene que buscarla en sí mismo y en la Unidad; es necesario que la reciba en la Unidad y, por consiguiente únicamente debe contemplar a Dios. Después debe «volver», es decir, saber y conocer que conoce a Dios, que sabe algo de Él. Todo lo que yo he dicho aquí el profeta Ezequiel lo ha indicado ya en estas palabras: «Un águila poderosa con grandes alas de múltiples plumas vino hacia la montaña pura, atrapó el corazón y la médula del árbol más alto, levantó la cima y la dejó caer». Al que Nuestro Señor llama hombre noble, el profeta lo llama una gran 21 MAESTRO ECKHART águila. ¿Hay alguien más noble que aquel que ha nacido de lo más alto y mejor de la creación y al mismo tiempo en el subsuelo de la naturaleza divina y de su soledad? Nuestro Señor dice por la voz del profeta Oséas: «Conduciré a las almas nobles a un desierto y allí hablaré a sus corazones». ¡La Unidad con la Unidad, la Unidad saliendo de la Unidad, la Unidad en la Unidad y, en la Unidad, la Unidad eternamente. 22 EL HOMBRE NOBLE 23 MAESTRO ECKHART 24 FUNDACIÓN DE A. C. ELESTUDIOS HOMBRE TRADICIONALES, NOBLE Títulos Publicados: 01 MARCO PALLIS ¿Los Hábitos Hacen al Monje? 02 FRITHJOF SCHUON Del Sentimiento 03 TITUS BURCKHARDT El Amor Caballeresco 04 MAESTRO ECKHART El Hombre Noble 05 A. K. COOMARASWAMY El Vedanta y la Tradición Occidental 06 RENÉ GUÉNON Sobre el Esoterismo Islámico y el Taoísmo 07 H. SADDHATISSA Introducción al Budismo 08 J. C. COOPER Lo Natural. El Arte. 09 VALMIKI Historia de la Reina Chudala 10 SEYYED HOSSEIN NASR ¿Qué es Tradición? 11 SRI RAMAKRISHNA El Hombre y el Mundo 12 TITUS BURCKHARDT Psicología Moderna y Sabiduría Tradicional 13 TITUS BURCKHARDT Cosmología Perennis 14 FRITHJOF SCHUON Tener un Centro 15 INAZO NITÖBE El Bushido 16 JAKOB BOEHME Teosofía Revelada 17 MARTIN LINGS ¿Qué es el Sufismo? 18 FRITHJOF SCHUON Pilares y Estaciones de la Sabiduría 19 RENÉ GUÉNON El Sagrado Corazón y la Leyenda del Santo Graal 20 FRITHJOF SCHUON El Problema de la Sexualidad 21 SEYYED HOSSEIN NASR El Redescubrimiento de lo Sagrado 22 ARTHUR OSBORNE Las Enseñanzas de Bhagavân Srî Ramana Maharshi 23 SEYYED HOSSEIN NASR ¿Quién es el Hombre? 24 FRITHJOF SCHUON Comprender el Esoterismo 25 FATIMA JANE CASEWIT El Feminismo Moderno a la Luz de los Conceptos Tradicionales de la Feminidad 26 La Enseñanza de Buda: El Dharma 27 La Enseñanza de Buda: El Camino de la Práctica 28 RAMA P. COOMARASWAMY El Bhagavad Gîtâ; Introducción para el Lector Occidental 29 FRITHJOF SCHUON El Esoterismo Quintaesencial del Islam 30 VLADIMIR LOSSKY La Vía de la Unión 31 MARCO PALLIS Anatta (La Divinidad Inmanente) 32 FRITHJOF SCHUON Principios y Criterios del Arte Universal 33 ANÓNIMO Relatos de un Peregrino Ruso I-II 34 ANÓNIMO Relatos de un Peregrino Ruso III-IV 35 MAESTRO ECKHART La Imagen Desnuda de Dios 36 MAESTRO ECKHART Dios y Yo Somos Uno 37 ANANDA K. COOMARASWAMY La Filosofía del Arte Cristiana Oriental o Verdadera 38 EVAGRIO PÓNTICO Y OTROS La Filocalia de la Oración de Jesús 39 TITUS BURCKHARDT Reflexiones sobre la Divina Comedia de Dante, Expresión de la Sabiduría Tradicional 40 FRITHJOF SCHUON Modos de la Oración 41 SEYYED HOSSEIN NASR Algunos Principios Metafísicos Pertenecientes a la Naturaleza 42 ELIZABETH COATSWORTH El Gato que Fue al Cielo 43 FRITHJOF SCHUON Racionalismo Real y Aparente 44 FRITHJOF SCHUON De las Virtudes Espirituales 45 ANANDA K. COOMARASWAMY El Budismo 46 Titus Burckhardt Ciencia Moderna y Sabiduría Tradicional 47 RENÉ GUÉNON El Reino de la Cantidad y los Signos de los Tiempos 48 RENÉ GUÉNON Ciencia Sagrada y Ciencia Profana 49 TITUS BURCKHARDT El Origen de las Especies De venta en: La Librería; Francisco I. Madero N° 320 Interior 2, León, Gto. Correo: [email protected] 25 MAESTRO ECKHART 26 EL HOMBRE NOBLE Vincit Omnia Veritas La Verdad Todo lo Vence Fundación de Estudios Tradicionales, A. C. L I B R E R Í A Francisco I. Madero No. 320-2, Centro, León, Gto. Teléfono: 477-716-63-85 Hinduismo - Cristianismo - Taoísmo - Budismo Zen - Judaísmo - Islam Tradición - Cosmología - Simbolismo Esoterismo - Metafísica - Filosofía - Literatura Cuentos de Oriente - Musicoterapia 27