Revista Empresa y Humanismo Vol. II Número 2/00

Anuncio
Revista
Empresa y Humanismo
2
Vol. II, nº 2/00
I n st i t u t o E m p r e s a y H u m a n i s m o
U n i v e r s i d a d
d e
Nava r r a
Revista Empresa y Humanismo
CONSEJO EDITORIAL
Presidente
D. Enrique de Sendagorta
D. Rafael Alvira Domínguez (Universidad de Navarra)
Dª Reyes Calderón Cuadrado (Universidad de Navarra)
D. Tomás Calleja Canelas (Director General, Iberdrola)
D. José Luis Carranza Ortiz (Director General, BBVA)
D. José Antonio García Durán (Universidad de Barcelona)
D. Santiago García Echevarría (Universidad de Alcalá)
D. Agustín González Enciso (Universidad de Navarra)
D. Nicolás Grimaldi (Universidad de París-Sorbona)
D. Alejandro Llano Cifuentes (Universidad de Navarra)
D. Enrique Martín López (Universidad Complutense de Madrid)
D. Miguel Alfonso Martínez-Echevarría (Universidad de Navarra)
D. Antonio Millán-Puelles (Universidad Complutense de Madrid)
D. José Manuel Morán Criado (Consejo Económico y Social de España)
D. Leonardo Polo Barrena (Universidad de Navarra)
D. Rafael Rubio de Urquía (Universidad Autónoma de Madrid)
D. Alfonso Sánchez Tabernero (Universidad de Navarra)
D. Eugenio Simón Acosta (Universidad de Navarra)
D. Alejo Sison (University of Asia and the Pacific)
D. Guido Stein (Universidad de Navarra)
D. Luis Mª de Ybarra y Oriol (BBVA)
Director
D. Miguel Alfonso Martínez-Echevarría
Editoras
Dª. Marina Martínez
Dª. Carmen Erro
© 2000 los autores
© 2000 Instituto Empresa y Humanismo
Universidad de Navarra
31080 Pamplona. España
e-mail: [email protected]
http://www.unav.es/empresayhumanismo
Suscripciones: dirigirse a la Secretaría del Instituto Empresa y Humanismo
Edita: Servicio de Publicaciones de la Universidad de Navarra
Diseño y Producción: Enlace. Comunicación Multimedia
ISSN: 1139-7608
Depósito legal: Na 77/1999
Impreso en España
NORMAS
PARA EL ENVÍO
DE ORIGINALES
Los trabajos serán originales, no sobrepasarán los 20 folios e
irán precedidos de un resumen de diez líneas máximo en español.
Los autores enviarán dos copias del original e indicarán su
ubicación profesional y dirección postal.
Revista Empresa y Humanismo solicitará soporte informático
de los trabajos aceptados. Debe indicarse claramente el sistema
empleado: preferiblemente Apple Macintosh (Microsoft Word
6.0) o PC (Microsoft Word 7.0).
Las referencias bibliográficas se harán del siguiente modo:
• LIBROS: Alvira, Rafael (1997), La razón de ser hombre, Rialp,
Madrid, pp. 18-22.
• ARTÍCULOS: Calderón, Reyes (1981), “Las raíces de la economía”, Revista de Filosofía y Economía, nº 86, p. 191.
• CONTRIBUCIONES: Vélaz, Ignacio (1999), “Tipología de la
motivación”, en Cruz, J. y Llano, A. (eds), El ser humano, Pamplona, Eunsa, pp. 45-56.
El número y la extensión de las notas se reducirá a lo indispensable. Aparecerán al final del artículo, numeradas. La bibliografía aparecerá al final del artículo.
En cuanto a las reseñas de libros, en la primera página aparecerán los datos del libro (título, autor, editorial, año de edición).
La firma de la persona que realiza la reseña se incluirá al final de
ésta. La extensión será de entre 2 y 4 páginas.

ÍNDICE
ACTUALIDAD EMPRESARIAL
Entrevista a John de Zulueta (Sanitas)................................ 255
LA APORTACIÓN HUMANÍSTICA A LA EMPRESA (II)
Arte y estética en el mundo empresarial. Sobre el lugar
y el papel del diseño en la perspectiva de la iniciativa
empresarial
Juan Miguel Otxotorena........................................................ 271
Retórica y empresa
Kurt Spang........................................................................... 277
La filosofía en la formación del directivo
Alejandro Llano.................................................................... 297
ARTÍCULOS
El desencuentro entre Periodismo y Economía
Angel Arrese ......................................................................... 309
Crecimiento empresarial: personas y tecnología en la nueva
economía
Jordi Canals.......................................................................... 337
Desde la economía como religión a la religión como
economía
Ricardo F. Crespo .................................................................. 371


El enigma de la innovación
Miguel Alfonso Martínez-Echevarría.................................... 389
Racionalidad ética en las decisiones empresariales
Domènec Melé ...................................................................... 411
Humanizar el mercado: propuestas para la sociedad
post-industrial
Stefano Zamagni .................................................................. 439
Un debate entre C. Rodríguez Braun y R. Termes.............. 469
Tensión económica en la Centesimus Annus
Carlos Rodríguez Braun........................................................ 473
La economía de mercado y la doctrina de la Iglesia Católica
Rafael Termes ....................................................................... 493
RECENSIONES
D. Yoffie y M. Cusumano, Competing on Internet time.
Lessons from Netscape and its battle with Microsoft,
por Guido Stein .................................................................. 509
Rafael Alvira, Filosofía de la vida cotidiana,
por Montserrat Herrero ...................................................... 513
Alejandro Llano, Humanismo Cívico, por Guido Stein ....... 515
Guido Stein, El arte de gobernar según Peter Drucker.
Las ideas claves que están transformando el mundo y la
actuación de los directivos, por Fernando Inciarte .................. 519
Federico Trillo, El poder político en los dramas de
Shakespeare, por Marina Martínez....................................... 525
PUBLICACIONES DEL INSTITUTO ........................................... 529
ACTUALIDAD
EMPRESARIAL
ENTREVISTA A JOHN
ZULUETA (SANITAS)
DE
El presente número incluye una entrevista a John de Zulueta, Consejero
Delegado de Sanitas, una de las empresas aseguradoras más destacada del
país. John de Zulueta es un directivo polifacético, interesado por la consolidación de su empresa y el bienestar de sus trabajadores, y también por la evolución de la economía y de la sociedad en general, así como por la cultura en sus
múltiples manifestaciones. Desde su llegada a Sanitas hace nueve años, su
principal objetivo ha sido desarrollar una organización dedicada fundamentalmente a mejorar la salud de sus asociados: un negocio guiado por principios
éticos que, además, genere valor.
SANITAS Y EL
MERCADO DEL
SEGURO SANITARIO EN
ESPAÑA
en 1989
la empresa británica
British United Provident Association (BUPA) adquiriera el 99’65% de Sanitas,
la compañía ha experimentado un proceso creciente de
modernización y de consolidación en el mercado nacio-
D
ESDE QUE
nal. En este contexto, ¿cuáles
son los principales objetivos
de Sanitas a corto, medio y
largo plazo?
Sanitas, como compañía
multiproducto, sigue ampliando su cartera para dar
respuesta a las necesidades de
nuestros socios. Continuamos
enriqueciendo los contenidos y
servicios de nuestra página
web (www.sanitas.es), en la
que somos líderes y pioneros
del sector desde 1995. En este


ACTUALIDAD EMPRESARIAL: ENTREVISTA A JOHN DE ZULUETA (SANITAS)
año, hemos conseguido el Premio CommerceNet a la Innovación en Comercio Electrónico
en la categoría “Business to
Consumer”.
A partir del verano, vamos a
ofrecer productos por tecnología WAP. Hemos firmado un
acuerdo con Telefónica Móviles, Oracle y Sun Micro-systems
por el cual Sanitas ofrecerá a
los usuarios de dichos teléfonos móviles información sanitaria, la consulta de la Guía
Médica de Sanitas o la solicitud de autorización de servicios.
Queremos consolidar la vía
de nuevos negocios más allá
del enfoque puramente asistencial de la medicina tradicional. Ofrecer, bajo el paraguas de Sanitas, una serie de
técnicas y servicios que procuren tanto la salud física como
la psicológica de nuestros socios a lo largo de toda su vida.
Nos proponemos abrir el abanico de nuestro negocio más
allá del seguro de asistencia sanitaria, aunque siempre en relación con el concepto global
de salud. Entre otras posibilidades están residencias geriátricas, gimnasios o servicios ya
operativos que Sanitas dirige a
sus asegurados para que ob-
tengan descuentos en las ópticas y los tratamientos láser de
la vista. Una prestación no tradicionalmente aseguradora.
En una entrevista aparecida
en el diario La Razón en diciembre de 1998, usted afirmaba que “muchas de las actuales macrofusiones serán
macrodivorcios dentro de
unos años”. A pesar de su vaticinio, el proceso de concentración de numerosos sectores de
la economía internacional es
evidente. Concretamente en
el campo de los seguros sanitarios, casi el 50% del mercado
español se encuentra repartido entre tres empresas:
Asisa, Adeslas y Sanitas. ¿Cuál
es la política que tiene previsto
seguir Sanitas en esta carrera
por ocupar cuotas de mercado
cada vez mayores? ¿Es posible
sobrevivir en su sector primando la calidad y el servicio
al cliente por encima del tamaño?
Evidentemente, no sólo es
posible, sino que la calidad y el
servicio al cliente son dos de
las características de Sanitas
que nos han convertido en la
primera compañía del sector
en alcanzar la cifra del millón
de socios exclusivamente privados.
Revista Empresa y Humanismo, Vol. II, Nº 2/00, pp. 255-267
ACTUALIDAD EMPRESARIAL: ENTREVISTA A JOHN DE ZULUETA (SANITAS)
Estamos en un mercado
poco competitivo, donde Sanitas tiene claro que su público
objetivo y sus posibilidades de
expansión se encuentran en el
sector privado y no en el público, mientras que las otras
dos compañías que usted cita
obtienen más del 60% de su
volumen a través de acuerdos
con el sector público (Muface,
Mujeju e Isfas). Estamos hablando de negocios y de estrategias de negocio diferentes.
Con respecto a las macrofusiones, existe un reciente informe de la universidad alemana Witten/Herdeche que
analiza 103 fusiones entre
1994 y 1998 e indica que sólo
en el 44% de los casos, la compañía resultante de la unión
logra un mayor volumen de
negocio que las dos empresas
originales. Existe otro estudio
de la consultora KPMG que
extrae conclusiones similares.
Las fusiones con más éxito son
las que unen dos socios iguales, las llamadas “merger of
equals” o del mismo país. En
España es evidente el proceso
de adquisición de pequeñas
compañías de ámbito local o
regional por otras con negocios nacionales.
¿Existe una geografía del
servicio sanitario en España?
¿Cuáles son las áreas españolas en las que se centran sus
expectativas de expansión en
el futuro? ¿Cuál es el perfil
(edad, nivel de renta, posición
social) del asegurado medio de
Sanitas?
Existe una geografía del servicio sanitario en España en
función del desarrollo económico y la renta per capita. Cataluña y Baleares son los mercados más desarrollados, luego
vienen Madrid y el País Vasco.
Cataluña es un área con unas
características muy especiales,
ya que tiene una larga tradición de medicina privada y
cuenta actualmente con un
grado de penetración del 21%.
Sin embargo, en Sanitas no
excluimos ninguna zona, ya
que existe una creciente demanda social hacia toda una
gama de productos y servicios
que potencian el concepto de
bienestar y salud. El mercado
andaluz es un claro ejemplo de
esta tendencia.
El perfil del socio de Sanitas
es una persona de mediana
edad, de renta media alta y estudios superiores. Nuestro
comprador es generalmente la
mujer que tiene hijos o está
Revista Empresa y Humanismo, Vol. II, Nº 2/00, pp. 255-267


ACTUALIDAD EMPRESARIAL: ENTREVISTA A JOHN DE ZULUETA (SANITAS)
pensando en tenerlos. Cubrimos un 2,5% de la población
española y el 5% de los partos.
Ginecología y obstetricia son
los servicios que producen más
gasto médico. Curiosamente,
aunque baja la natalidad en
España, en Sanitas sube cada
año.
Cada vez es mayor la tendencia de las personas a asegurar más elementos de su
vida: vivienda, coche, sanidad,
jubilación... En su opinión,
¿las sociedades con una mayor
tendencia a “asegurarlo todo”
pueden entorpecer la iniciativa individual y la capacidad
para hacer frente a la incertidumbre, un factor muy importante del talante empresarial?
Al contrario, el seguro es
una de las razones del desarrollo del capitalismo. Empieza
con el seguro sanitario y le sigue el seguro de vida. Hay un
libro muy interesante titulado
Against the Gods (Contra los
Dioses), de Peter Bernstein,
que explica la historia del
riesgo. La iniciativa individual
y el verdadero empresario, funcionan mejor si pueden cuantificar sus riesgos. El seguro
ayuda a evitar gastos imprevi-
sibles. Es el aceite en el motor
del desarrollo mercantil.
Un terreno con gran potencial para el futuro, dado el
progresivo envejecimiento de
la población española, es el del
seguro de asistencia a las personas mayores. Uno de los
principales obstáculos para su
desarrollo es la ausencia de un
marco legal claro, que defina
las prestaciones públicas y, por
tanto, el campo que queda
para la iniciativa privada, así
como los posibles incentivos
fiscales que podrían aplicarse.
Puesto que el tema parece
prioritario, ¿qué pasos se están
dando para subsanar esta carencia, tanto desde el sector
público como desde el privado?
Hoy se estima que hay en
España 1,3 millones de personas mayores de 65 años considerados dependientes (oscila
entre el 15 y 20% de la población de 6,5 millones de personas mayores de 65 años). Estas
personas no pueden asumir de
forma independiente las actividades de la vida diaria y precisan de ayuda, tanto económica como de terceras personas. La previsión es que un
34% de la población tendrá
más de 65 años en el 2050.
Revista Empresa y Humanismo, Vol. II, Nº 2/00, pp. 255-267
ACTUALIDAD EMPRESARIAL: ENTREVISTA A JOHN DE ZULUETA (SANITAS)
En definitiva, se trata de dar
apoyo a las personas dependientes y a las familias mediante ayudas económicas, fiscales, laborales, para amortiguar la carga laboral y social de
estas tareas.
En España el gasto social en
su conjunto se ha incrementado a partir de la década de
los 80, justo cuando el resto de
Europa estaba introduciendo
políticas de contención del
gasto público (Tratado de Maastricht) e iniciando políticas
de liberalización y, por tanto,
una menor intervención del
Estado en la vida económica.
En la actualidad existen dos
posturas contrapuestas: unos
defienden la necesidad de
igualar el gasto social en España a la media europea y
otros, la imposibilidad de incrementar el gasto público.
Paralelamente se constata la
insuficiencia de las actuales estructuras de provisión de servicios para los mayores de 65
años. En mi opinión, se necesitan incentivos para que éstos
se desarrollen como mercado
emergente promovidos por la
sociedad civil y las iniciativas
empresariales.
También es conveniente
formalizar un marco en el que
desarrollar el seguro de dependencia. Es necesario que el gobierno defina su participación
en el tema, sobre todo hasta
dónde quiere cubrir. En este
momento se está discutiendo
en el Congreso de Diputados.
Yo creo que el sector público y
el privado tendrán que trabajar
conjuntamente, porque no hay
suficientes recursos públicos
para cubrir el enorme gasto sanitario.
¿SANIDAD PÚBLICA
CONTRA SANIDAD
PRIVADA?
¿
CUÁL ES el balance personal que usted hace sobre la situación de la sanidad pública en nuestro país?
¿Cuál es la opinión que el español medio tiene sobre las
prestaciones públicas que recibe en materia sanitaria?
La sanidad pública en nuestro país ha alcanzado objetivamente muchos logros y un nivel de resolución de problemas
muy alto. El mejor ejemplo
son los trasplantes de órganos.
Sin embargo, resulta claro que
ha evolucionado poco en los
aspectos organizativos y su
masificación y burocracia son
muy evidentes. Va a ser difícil
Revista Empresa y Humanismo, Vol. II, Nº 2/00, pp. 255-267


ACTUALIDAD EMPRESARIAL: ENTREVISTA A JOHN DE ZULUETA (SANITAS)
cambiar esa imagen porque se
halla muy arraigada en la sociedad y, lo que es peor, en su
propio personal.
El español medio se siente
bien cubierto, pero está harto
de listas de espera y de un
trato muy impersonal. Le gustaría poder elegir sus médicos.
En su opinión, ¿cuál es la
principal causa de las deficiencias de la sanidad pública española? ¿Habría que gastar
más dinero, o gestionarlo mejor?
No es cuestión de gastar
más dinero, es un tema de gestión y estructura. Hay que entender que no se pueden ofrecer todos los servicios a todo el
mundo sin controlar el acceso.
Un copago en muchos servicios sería útil para frenar un
poco el uso indiscriminado de
muchos servicios, como urgencias. El cliente que participa algo en su gasto médico
exige más y usa con mayor juicio los servicios sanitarios. Resumiendo la lectura del Health-cast 2010, un informe de
la consultora PriceWaterhouseCoopers, la clara tendencia es
una aproximación entre los
sistemas más privados (como
los Estados Unidos) y los estatales (como la Unión Euro-
pea). Cada uno tiene sus puntos fuertes y sus debilidades.
¿Cuál es el servicio utilizado
con mayor frecuencia por los
usuarios de la sanidad privada,
es decir, cuál es el campo de
actuación que la sanidad pública deja más abierto a la sanidad privada?
La sanidad privada es capaz
de atender en este momento
todas las patologías, incluso las
más complejas, si bien los servicios más demandados son los
relacionados con la Obstetricia
y Ginecología y la Pediatría.
En los últimos años estamos
asistiendo, sin embargo, a un
poderoso auge de la Oftalmología, en dos vertientes: las
operaciones de cataratas y la
cirugía refractiva (cirugía de la
miopía). La sanidad pública
deja huecos, como la cirugía
estética y la Odontología, en la
que la sanidad privada es líder.
Suponemos que la privatización de la sanidad es el
sueño dorado de toda compañía aseguradora especializada
en el sector sanitario. Aunque
este sueño es hoy por hoy impensable en España, hay que
tener en cuenta los sorprendentes cálculos que a comienzos de 1998 aportaba la patronal del sector, Unespa, según
Revista Empresa y Humanismo, Vol. II, Nº 2/00, pp. 255-267
ACTUALIDAD EMPRESARIAL: ENTREVISTA A JOHN DE ZULUETA (SANITAS)
los cuales las aseguradoras sanitarias ahorraban a la Seguridad Social 280.000 millones
de pesetas anuales. A la luz de
estas cifras, ¿qué fórmulas de
entendimiento, factibles y viables, podrían existir entre la
sanidad pública y la privada en
nuestro país?
Hablar de privatización de
la sanidad en Europa es impensable en estos momentos,
cuando la mayoría de los países tienen garantizada la prestación sanitaria pública como
derecho inalienable, consagrado incluso en la Constitución, como es nuestro caso.
Tampoco se puede hablar de
un modelo sanitario único y
público como algunos partidos
políticos preconizan, pues la
realidad social no admite soluciones uniformadas y menos
en un contexto económico de
libre mercado. Siempre habrá
personas que buscarán una
atención diferente a lo que se
acostumbra a dar en lo público, incluso con las innegables mejoras que se están introduciendo. El hecho fundamental es la libertad de elección por parte del ciudadano.
El principal problema de los
sistemas públicos es su financiación, con un gasto cre-
ciente. Desde esa perspectiva,
el sector privado actúa como
válvula de escape, amortiguando el impacto económico
que en el sector sanitario generan 6 millones de personas.
La sanidad pública y la privada
están condenadas a entenderse, a buscar sinergias y crear
valor para la población que
atienden. El ciudadano también debe aprender a apreciar
realmente lo que tiene y a usar
los servicios sanitarios de
forma racional, utilizando todas las fuentes de información
a su alcance, incluida Internet.
¿Cuál es el modelo sanitario
que personalmente más le
atrae, el norteamericano (limitadas prestaciones públicas
y auge de la sanidad privada) o
el europeo (desarrollado estado del bienestar)? ¿Cuáles
son las ventajas y los puntos
débiles de cada uno de ellos?
Los dos modelos tienen aspectos buenos y otros mejorables. Sin olvidar la responsabilidad social inherente a cualquier modelo, la sanidad norteamericana tiene la ventaja de
estar muy orientada al cliente
o paciente, según se quiera llamar; de haber asimilado el
concepto de servicio por parte
del personal sanitario, de pro-
Revista Empresa y Humanismo, Vol. II, Nº 2/00, pp. 255-267


ACTUALIDAD EMPRESARIAL: ENTREVISTA A JOHN DE ZULUETA (SANITAS)
curar un trato exquisito y humano, de dar información sobre cualquier proceso y de respetar los derechos del individuo como paciente en cualquier situación. Todos los aspectos de calidad están perfectamente establecidos y medidos, incluso los resultados de
las intervenciones a medio y
largo plazo. Europa en estas
materias tiene todavía mucho
que aprender. Estados Unidos
tiene la medicina de más calidad en el mundo, sobre todo
en las enfermedades coronarias y el cáncer. Por eso tenemos el seguro Mundisanitas,
que cubre los gastos en los Estados Unidos a través de United Healthcare.
El modelo europeo ha establecido una cobertura universal, hecho muy loable, que se
financia de manera solidaria
por todos y que da una atención muy digna. Sin embargo,
es muy proclive a la burocracia, lo que conduce a un menor interés por el paciente
como persona, a sus derechos y
sentimientos. Los aspectos organizativos y de calidad deberán cambiar para conseguir un
más alto nivel de satisfacción
de los ciudadanos.
SANIDAD Y NUEVAS
TECNOLOGÍAS
en 1993
Sanitas diseñara su
primera página web,
el número de prestaciones
ofrecidas por la empresa a través de la red ha ido en constante aumento. ¿Cuáles son
los inconvenientes y las ventajas que Internet ofrece tanto a
los usuarios como a las empresas aseguradoras?
Más que inconvenientes, lo
que presentaba la red en un
primer momento era una serie
de obstáculos que había que
superar para consolidar una
posición de vanguardia y sólida dentro del mercado. Para
empezar, sólo hay en este momento 3,6 millones de internautas, de modo que este tipo
de proyectos parece tener un
alcance limitado.
Sin embargo, las perspectivas eran mucho menos halagüeñas cuando Sanitas fue la
primera empresa del sector en
ofrecer sus productos y servicios en la red. El tiempo ha
demostrado que las ventajas
son mucho más numerosas
que los inconvenientes, y que,
tanto para las empresas como
para los particulares, el acceso
D
ESDE QUE
Revista Empresa y Humanismo, Vol. II, Nº 2/00, pp. 255-267
ACTUALIDAD EMPRESARIAL: ENTREVISTA A JOHN DE ZULUETA (SANITAS)
a los servicios a través de Internet ha supuesto un cambio
cualitativo importantísimo, un
cambio a mejor: se puede hacer casi cualquier tipo de gestión desde el ordenador. Hasta
consultar con nuestro Doctor
Virtual.
Según el HealthCast 2010,
en el año 2010 más del treinta
por ciento del trabajo de un
médico se dedicará al uso de
herramientas basadas en Internet. Con ello, se eliminarán
más de un veinte por ciento de
las visitas médicas. Sin embargo, ¿no se corre el riesgo de
que la relación facultativo-paciente sea demasiado fría y
distante, es decir, que se
pierda el calor humano, un
factor muy necesario para los
enfermos?
El informe Healthcast 2010
es excelente y, como mencioné
antes, recomiendo su lectura.
Hay que tener en cuenta que
no siempre hablamos de enfermos. Muchas veces las consultas en Internet facilitan la
resolución de dudas, algunas
de las cuales son más delicadas
y difíciles de plantear en un
primer cara a cara con un experto. A partir de ese punto, la
información que proporcionamos es sólo orientativa. Siem-
pre se remite a la consulta de
un especialista. No obstante,
se consigue de este modo un
primer contacto y una primera
ayuda que de otra forma, sencillamente, no llegaría. La relación médico-paciente sigue
siendo la clave de la calidad en
la asistencia.
Es más, Internet, como medio de comunicación, facilitará
la fluidez en esa relación y supondrá un estímulo constante
de formación para un grupo de
profesionales que es consciente
de que los pacientes están cada
vez más y mejor informados.
No obstante, es importante
destacar la idea de que la figura del médico y no el “médico virtual” es insustituible.
Como ya se ha dicho anteriormente, Sanitas ha sellado
una alianza con las compañías
Telefónica, Sun y Oracle, dedicadas al desarrollo y fabricación de programas informáticos, con el fin de ofrecer servicios a sus clientes a través del
teléfono móvil. Dicha alianza
es simplemente una de las
muchas pruebas de modernización y apuesta por el uso de
nuevas tecnologías que Sanitas ha venido dando desde
tiempo atrás. ¿Cómo incide
esta constante renovación de
Revista Empresa y Humanismo, Vol. II, Nº 2/00, pp. 255-267


ACTUALIDAD EMPRESARIAL: ENTREVISTA A JOHN DE ZULUETA (SANITAS)
los medios técnicos y de comunicación en la concepción
empresarial de Sanitas y en su
capital humano?
El constante avance e inversión de Sanitas en el desarrollo
tecnológico de servicios interactivos responde a la creciente
demanda de los socios, por eso
www.sanitas.es sigue desarrollando sus aplicaciones en Internet. La actual plataforma
tecnológica desarrollada por
Sanitas es ya la tercera versión
del web y permite la más amplia gama de servicios transaccionales on-line del mercado,
tales como contratar en
tiempo real, consultar la guía
de profesionales, consultas de
pólizas, modificación de datos,
etc.
Si hasta ahora la web brindaba la comodidad de acceder
a los servicios desde el domicilio o el lugar de trabajo, ni siquiera hará necesaria la presencia de un PC. Porque los
principales servicios estarán
disponibles desde su teléfono
móvil: es la nueva tecnología
WAP. Por ejemplo, los socios
de Sanitas podrán consultar
desde su teléfono –a cualquier
hora del día y desde cualquier
lugar– la guía de facultativos o
conseguir la autorización para
las prescripciones médicas. Y
cuando entre en servicio el
UMTS (la 3ª generación) en
telefonía móvil, podremos hablar de imágenes y texto a la
vez, igual que la pantalla de un
PC.
¿Hacia qué modelo de empresa aseguradora caminamos? ¿Cómo afectarán los
cambios que ya se están experimentando y los que vendrán
en el futuro próximo a las
plantillas de las compañías
aseguradoras?
Servicio y calidad son elementos clave y diferenciadores, como ya se ha visto en
mercados más desarrollados.
Hay que adaptarse y aprovechar las oportunidades que
brindan las nuevas tecnologías
para ofrecer las mejores prestaciones y la mayor agilidad
que esos medios permitan
siempre en beneficio de los socios. Ellos son quienes eligen
y, por tanto, quienes deciden
en última instancia el rumbo
que las empresas deben tomar.
JOHN DE ZULUETA Y
SANITAS
STED HA SIDO el protagonista de una de
las últimas campañas
publicitarias de Sanitas en te-
U
Revista Empresa y Humanismo, Vol. II, Nº 2/00, pp. 255-267
ACTUALIDAD EMPRESARIAL: ENTREVISTA A JOHN DE ZULUETA (SANITAS)
levisión. ¿Se humaniza más el
márketing cuando el principal
responsable de una empresa se
acerca al usuario? ¿Cuáles
considera que han sido sus
mayores aportaciones al proyecto empresarial de Sanitas
desde su llegada a la empresa?
Ciertamente, yo no tenía
mucho empeño en aparecer en
el anuncio de Telefónica, pero
nuestra gente de marketing insistió, y no lo lamento. Ahora
me conocen en todas las ciudades de España. Lo que nos
ha permitido la publicidad es
explicar el estilo Sanitas y
nuestros principales servicios,
todo ello sin coste. Mi meta
–en los nueve años que llevo
dirigiendo Sanitas– ha sido
crear una organización con
una misión clara, una dedicación real al servicio, un verdadero interés en mejorar la salud de sus asociados.
En la página 70 de su libro
Buscando El Dorado. Reflexiones sobre los negocios en España,
1980-1996 afirma que “hay
pocos empresarios de verdad,
pocos quieren correr algún
riesgo con su dinero y el sistema político en su totalidad
favorece poco a los capitalistas
de riesgo”; unas páginas más
adelante comenta que “la economía española es notoria-
mente hostil con los nuevos
empresarios”. Desde que estas
líneas fueron escritas han
transcurrido seis años, en los
que la economía española ha
experimentado evidentes cambios. ¿Cuál es su balance actual de la clase empresarial española? ¿Se muestra más esperanzado que hace seis años?
Sí. En los seis años pasados
y desde luego en el último lustro, con el crecimiento de las
empresas de Internet, estamos
por fin asistiendo al nacimiento de una nueva cultura.
El hecho de que sistemas Terra pueda comprar un importante portal como Lycos indica
ciertamente que hay algunos
inversores que se arriesgan en
gran medida en la clase empresarial española. Estoy muy
esperanzado con las últimas
tendencias de negocios.
Tras desempeñar parte de
su carrera profesional en otras
compañías, como Schweppes o
PepsiCo, ¿considera que con su
labor en Sanitas ha alcanzado
el culmen de sus expectativas
profesionales? ¿Cuáles son las
metas que le quedan por alcanzar? ¿Qué retos ofrece todavía Sanitas para un directivo de su categoría?
Revista Empresa y Humanismo, Vol. II, Nº 2/00, pp. 255-267


ACTUALIDAD EMPRESARIAL: ENTREVISTA A JOHN DE ZULUETA (SANITAS)
Durante los más de diez
años que pasé en compañías de
productos de consumo como
PepsiCo y Schweppes, realmente
siempre mantuve mi perspectiva de asesor. Mi primer trabajo después de mi formación
académica fue como consultor
con el Boston Consulting Group
en Menlo Park, California, el
auténtico corazón de Silicon
Valley.
Los retos que plantea transformar Sanitas en una compañía destacada del sector sanitario –pues, como ya he mencionado antes, nuestros planes
son ir mucho más allá de los
seguros de salud– son tremendos. Yo no creo que hayamos
alcanzado aún la cima, aunque
estamos empezando a ver las
nubes por encima del bosque.
Cada día nos enfrentamos a
nuevos retos, por lo que todavía queda mucho por hacer.
Cuando los cazatalentos me
llaman ofreciéndome grandes
oportunidades, rehúso educadamente.
Mi satisfacción personal,
como antiguo asesor, procede
de crear un negocio con principios éticos, valor y, por supuesto, beneficios. Si lo consigo, Sanitas continuará funcionando bien mucho después
de que yo me haya ido. Esa es
la prueba real de creación de
un valor duradero.
Motivar a las personas que
trabajan en una empresa, hacerlas partícipes de un proyecto común, es un factor fundamental del éxito y de la cohesión interna de toda organización. ¿Cómo motiva usted a
sus empleados?, ¿cómo los selecciona? En definitiva, ¿cómo
los dirige?
Mi punto de vista en la selección de personal y en la
motivación es muy simple. Intento contratar a la mejor
gente, pagarles bien y dejarles
solos. Obviamente, aunque
suene tan sencillo, no puede
ser tan fácil. Porque es preciso
crear un espíritu y una meta
que motive a la gente, que les
haga tener deseos de acudir a
trabajar, y que se diviertan con
su empleo. Yo haré todo lo que
esté en mi mano para evitar
que el trabajo sea una parte
aburrida, tediosa y estresante
de la vida de uno. Y este entorno apasionante debería percibirlo un visitante a los cinco
minutos de entrar en nuestras
oficinas. Si no fuera así, entonces yo diría que he fracasado.
Revista Empresa y Humanismo, Vol. II, Nº 2/00, pp. 255-267
ACTUALIDAD EMPRESARIAL: ENTREVISTA A JOHN DE ZULUETA (SANITAS)
Incidentalmente, nuestro
nuevo “e-dificio”, ecológico y
electrónico al mismo tiempo,
será de gran ayuda en este empeño. Vamos a inaugurarlo
este mes en Madrid. También
estamos cambiando la mayor
parte de nuestras oficinas en
provincias. Queremos ser como una tienda a la calle, con
acceso fácil para nuestros socios y clientes potenciales.
Para finalizar, una pregunta
obligada en nuestras entrevistas: para una persona como
usted, Consejero Delegado de
una de las compañías aseguradoras más destacadas del país,
e interesado por la economía,
la evolución de la sociedad y la
cultura, ¿humanismo y empresa son términos opuestos o
complementarios? En este
sentido, ¿cómo podríamos
contribuir a que el proyecto
del Instituto Empresa y Humanismo, que busca la colaboración entre los mundos empresarial y académico desde
una visión que tiene al hombre
como principal protagonista,
resulte útil en ambos ámbitos?
Como dice tan bien Rafael
Alvira, uno de sus expertos:
“un directivo no humanista no
construye sociedad”. Para eso es
para lo que yo estoy trabajando, para conseguir una sociedad mejor y, sobre todo, una
sociedad más saludable. Y yo
creo en la ética empresarial
como contribución esencial
para esta meta. La esfera académica es útil en los negocios,
porque te permite estudiar y
poner el punto de mira en
cuestiones que van más allá del
beneficio de este trimestre.
Revista Empresa y Humanismo, Vol. II, Nº 2/00, pp. 255-267

LA APORTACIÓN
HUMANÍSTICA A LA
EMPRESA (II)
ARTE Y ESTÉTICA EN EL
MUNDO EMPRESARIAL.
SOBRE EL LUGAR Y EL PAPEL
DEL DISEÑO EN LA
PERSPECTIVA DE LA
INICIATIVA EMPRESARIAL
JUAN M. OTXOTORENA*
El diseño es inseparable de la adecuación de los objetos a las exigencias derivadas de su función; considerar separadamente forma y función resulta insuficiente, porque la forma interviene de manera activa en la funcionalidad.
La ausencia de diseño constituye también, por fuerza, una apuesta concreta
planteada en términos de diseño.
Palabras clave: diseño de producto, estética, forma, función.
H
ACE
YA
ALGÚN
tiempo, bajo un
enunciado paralelo y
en un foro similar, hice un discurso -muy ligado a mi experiencia de arquitecto- que
venía a decir algo así como que
el diseño es una ganga y todo
un horizonte a descubrir
porque no cuesta tanto cuanto
vale, en la medida en que incorpora un importante valor
añadido al producto.
Sobran los ejemplos; basta
pensar en la singular experiencia del museo Guggenheim-Bilbao, recientemente
erigido, donde la apuesta decidida por la creatividad y el diseño ha rendido beneficios
más que espectaculares.
Ahora bien, decía que el diseño “no cuesta” pensando en
el régimen vigente para la determinación de los honorarios
profesionales en mundos como
el de la arquitectura y el urba-
* Juan M. Otxotorena es Director de la Escuela Técnica Superior de Arquitectura de la Universidad de Navarra y de su Departamento de Proyectos.


JUAN M. OTXOTORENA
nismo. En realidad, fuera de
ámbitos tan fuertemente mediatizados por la intervención
administrativa, el diseño de
calidad parece más bien extraordinariamente caro.
Lejos de estar al alcance de
todas las fortunas, el buen diseño parece reservado para
operaciones especiales como
precisamente la del museo
Guggenheim-Bilbao, en cuyo
marco se pueda rentabilizar.
No es difícil en efecto concluir
que, en la mente de los protagonistas o los elementos activos de la iniciativa empresarial:
• el diseño tiende a actuar y
a ser visto, de entrada, como
una especie de artículo de lujo
que aparece más allá de la utilidad y de los argumentos funcionales, en tanto objeto de específica especulación y explotación comercial: en este caso
estarían los perfumes Chanel y
los bolsos Loewe, los vaqueros
Levis o Armani, la decoración
de una oficina de director general en la sede central de una
entidad bancaria, o un generoso chalet con muchos mármoles y vidrio proyectado por
un arquitecto famoso en un
paraje idílico, probablemente
en California;
• complementariamente, y
más en general, aparece como
una suerte de componente marginal del producto: un ingrediente siempre inevitable e
importante pero más bien accidental y accesorio; tal sería el
caso de la mayor parte de los
productos industriales: desde
un billete de autobús hasta un
mono o uniforme de trabajo,
un culebrón televisivo, un producto farmacéutico, un servicio administrativo u hospitalario o una vivienda de protección oficial.
Puede ilustrarlo lo visto ya,
en los últimos tiempos, en el
mundo de la arquitectura:
vamos pasando de la generalización del modelo del arquitecto artesano al imperio de las
grandes firmas dispensadoras
de un servicio estandarizado y
eficiente, si bien algunas veces
“sin alma”, siempre compatible
con el sofisticado y caro producto personalizado que puede
ofrecer un arquitecto que ha
logrado afianzar el prestigio de
su firma y alcanzar su consagración como autor.
Con carácter general, en
efecto, la economía deja casi
siempre muy poco margen
para adornos y florituras. Ésta
sería la conclusión: el diseño
Revista Empresa y Humanismo, Vol. II, Nº 2/00, pp. 271-275
ARTE Y ESTÉTICA EN EL MUNDO EMPRESARIAL
de calidad resulta sin duda
digno de aprecio y aun, si se
quiere, de la mayor atención;
pero está ahí para quien pueda
permitírselo.
No obstante, es preciso ir
más allá de esta síntesis tan inmediata, ciertamente fácil y
‘tranquilizadora’. Puede resultar inexacta y demostrarse
‘perversa’. En efecto:
• en primer lugar, las cosas
tienen siempre forma; la decisión sobre la forma de las cosas
existe aun cuando no se le
preste atención: el diseño, en
muchos casos, no es que falte, es
que es malo;
• y además, el diseño no
siempre cuesta o significa encarecimiento; un objeto o producto bien diseñado no
siempre necesita resultar más
caro: piénsese, por ejemplo, en
la sonrisa o la elegancia y corrección en el vestir de un médico o una enfermera como
ingrediente del producto que
constituye una prestación asistencial o un servicio en el ámbito de la salud.
Hay que reajustar la premisa
y concluir que el diseño no es
un valor añadido sino un valor
propio (principal, nuclear) del
producto. Eso sí, es precisamente la naturaleza de este re-
ajuste lo que hace que tenga
un lugar asignado (como algo
necesario y previsible) en el
marco de nuestra tradición
cultural, personal y colectiva, a
modo de llamada a una toma
de conciencia histórica.
Cabe en todo caso constatar
que el diseño va poco a poco
ampliando su campo, llenando
cada vez más espacio en el
gran hiato que parece haber
separado dos extremos representados por su consideración
alternativa, como artículo de
lujo o como componente marginal del producto.
De este modo, entre otras
cosas, el objetivo del diseño de
calidad y el de lograr un producto competitivo y dirigido a
las masas se demuestran compatibles. Las griferías danesas
son todas de diseño de Arne
Jacobsen; y lo mismo se comprueba en el cine: las películas
más cuidadas en los planos artístico y técnico no tienen por
qué fracasar.
Sólo la generalización de la
cultura del diseño, su puesta
en valor, puede hacer que la
exigencia vaya aumentando y
que la sociedad no se conforme con los sucedáneos que
es capaz de expender por todas
partes la oferta estandarizada
Revista Empresa y Humanismo, Vol. II, Nº 2/00, pp. 271-275


JUAN M. OTXOTORENA
de la consabida multinacional.
En consecuencia, percibimos
la llamada a esperar una progresiva sensibilización del público (consumidor) que conviene impulsar pero, a la vez,
sin duda se dará (aunque sea
por efecto de los consiguientes
procesos de emulación y competencia).
ERO VEAMOS el asunto
desde otro punto de
vista, que puede resultar revelador. Leí hace muy
poco una columna periodística
en la que se destacaba la contraposición de las posturas de
algunos novelistas famosos, a
raíz del espectacular éxito editorial de la nueva novela de
Tom Wolfe. Algunos nombres
de culto marcaban sus distancias despreciando su valor literario y relativizando el significado de su alto índice de
ventas, hasta el punto de verlo
como algo negativo en sí o,
cuando menos, sospechoso.
Vender mucho, decían, no significa hacerlo bien.
El periodista contraponía la
actitud de los estilistas depurados, sin éxito de ventas, a la
del escritor popular cuya calidad literaria ponía en duda; y
concluía diciendo (como para
compensar) que, en último ex-
P
tremo, hay una cosa de la que
nos cabe estar seguros: los novelistas no suelen dar nunca
una medida cierta de la calidad
de su propio trabajo; no son
buenos críticos literarios ni
jueces adecuados de sí mismos.
Creo que la cuestión resulta
ilustrativa y que esta conclusión merece una atención que
la refiera a su contexto y la revise, añadiéndole matices importantes:
a) por un lado, tal conclusión resulta relativamente fácil
y directa porque es obvio que
uno no es nunca buen juez de
sí mismo, y porque consta que
en el mundo de los autores o
creadores se vive inevitablemente de las comparaciones, y
circulan gratitudes, amistades,
rencores y, sobre todo, envidias
y circuitos de relaciones que
mediatizan de manera decisiva
la visión;
b) pero, por otro, no es
exacta o completamente cierta,
ya que son justo los autores
quienes están en mejores condiciones de actuar como críticos, debido a que tienen una
conciencia más real y cercana
de la compleja y exigente disciplina de la creación literaria
(los críticos son a menudo me-
Revista Empresa y Humanismo, Vol. II, Nº 2/00, pp. 271-275
ARTE Y ESTÉTICA EN EL MUNDO EMPRESARIAL
diadores más o menos interesados, o a su vez mediatizados,
demasiado ajenos a ella);
c) también es cierto, no obstante, que los autores no están
a menudo preparados para racionalizar su propia experiencia o sus análisis y juicios
con suficiente distancia y perspectiva.
Por lo demás, yendo a la
cuestión de fondo, acaso quepa
proponer una reflexión del
orden de la siguiente:
• por una parte, se trata de
géneros distintos y en ambos
hay espacio y margen para la
calidad; lo prueba el hecho de
que existan obras literarias de
altura y calidad incontestable
que han tenido un éxito de público importante; en cualquier
caso, el producto de ventas
masivas no se caracteriza por
estar carente de diseño o por
permanecer al margen del diseño (el diseño también es decisivo en él, lo que pasa es que
es un diseño de orden y lenguaje distinto: así, por ejemplo, a menudo el género del
best-seller apoya más su eficacia y valor en la efectividad
de la elaboración del argu-
mento que en la exquisitez
formal de la escritura);
• con todo, también es cierto
que la falta de cultura literaria
del público indiscriminado
constituye un dato de partida
incontestable, que hace que el
éxito de masas constituya una
prueba de calidad literaria totalmente insuficiente.
Poniendo en relación los dos
razonamientos esbozados, concluiremos:
• que siempre hay espacio
para el diseño, un espacio o
margen específico, sea cual sea
la naturaleza y economía
global del producto;
• que este espacio resulta
merecedor de una atención y
dedicación rigurosa y seria (el
diseño de un best-seller no es
tan fácil ni carece en absoluto
de mérito);
• y que se impone irlo reconociendo con progresiva decisión desde todos los puntos de
vista, aunque sólo sea porque,
tarde o temprano, el propio
curso de los acontecimientos
nos obligará a hacerlo.
Revista Empresa y Humanismo, Vol. II, Nº 2/00, pp. 271-275

RETÓRICA Y EMPRESA
KURT SPANG*
El propósito global del artículo es mostrar la utilidad de la retórica en el
desenvolvimiento de las tareas empresariales. Esta disciplina no sólo tiene interés por sus potencialidades persuasivas, sino también por su capacidad de fomentar la comunicación entre los colaboradores y el arte de discurrir. Para
mostrarlo, se describen las cinco fases de la elaboración de comunicaciones verbales y su aplicación directa a las circunstancias empresariales.
Palabras clave: retórica, empresa, comunicación.
INTRODUCCIÓN
semanario alemán Der
Spiegel publicó a principios de enero de 1999 un artículo en la sección “Cultura
de empresa” (encabezamiento
ya muy significativo) con el título: “Good bye Mr. Brutalo” y
añadía como resumen entre
otras cosas: “Consenso en vez
de bochinche. El ideal del
guerrero de oficina ya oficial-
E
L
CONOCIDO
mente jubilado; en las empresas se requiere al jugador de
equipo”.
¿Qué significa todo eso?
Pues que ha terminado la era
de los tan vilipendiados explotadores empresariales y exprimidores maquiavélicos, y que
la nueva consigna para la convivencia entre los colaboradores de una empresa es la colegialidad y la solidaridad.
Considerar los negocios como
una especie de guerra de la
* Kurt Spang es profesor ordinario de Teoría de la Literatura y Subdirector del Departamento de
Literatura Hispánica de la Universidad de Navarra.


KURT SPANG
jungla y concebir el papel del
manager como el de un guerrillero solitario ya está “out”. Se
acabó -anuncian- el capitalismo agresivo de competencia
inmisericorde y se apuesta por
la comunicación y la solidaridad, la globalización… y las
fusiones. Basta comparar este
panorama con el cuadro que
presentan los hermanos Llano
en el interesantísimo artículo
“Paradojas de la ética empresarial”1 para ver confirmada
esta tendencia.
¿Y cómo se va a conseguir
este cambio? Se lo diré: ¡Con
la retórica! Posiblemente esta
afirmación no coincida con la
concepción actual y cotidiana
de la retórica y con las finalidades que normalmente se le
atribuyen. Acaso suene también un tanto exagerado, pero
desde luego, jugará un papel
destacado en el cambio porque
no queda más remedio. El
cambio se producirá a la fuerza
con los instrumentos que
brinda la retórica y, naturalmente, también con la ayuda
de las ideas de los empresarios,
economistas, filósofos y políticos. Y no por último -no hay
ningún motivo para ocultarlocon la ayuda de Rafael Alvira y
su equipo de Empresa y Humanismo.
LA RETÓRICA COMO
HERRAMIENTA
OMNIPRESENTE E
IMPRESCINDIBLE
otras disciplinas del saber humano la Retórica tiene vocación de visión de conjunto y de coherencia. Lo suyo
es abarcar un tema, presentar
un ámbito en sus implicaciones, crear cohesión, ordenar
con lógica, comunicar con
éxito y llegar eficazmente a
todos los públicos. En esta capacidad abarcadora, la Retórica se opone por ejemplo a la
gramática y a casi la totalidad
de las ramas del saber actuales,
obsesionadas con la especialización cada vez más intensa.
Por esta razón predican y
ponen por obra procedimientos fundamentalmente
disgregadores y atomistas; parece que veneran la diversidad
haciendo caso omiso de la
unidad. Tienen los ojos fijos
en los detalles y pierden de
vista la totalidad; ven sólo árboles, mientras que la Retórica
ve el bosque. Nos tiene comido el coco el afán de diversidad, de variedad, de innovación por la innovación en
todos los niveles de la vida,
también o más concretamente
C
OMO POCAS
Revista Empresa y Humanismo, Vol. II, Nº 2/00, pp. 277-295
RETÓRICA Y EMPRESA
en la economía y la empresa.
Precisamente por ello hacen
falta modos de pensar en categorías globalizadoras, cohesivas, abarcadoras; la Retórica
brinda el instrumental adecuado.
Acaso la Retórica no es globalizante a través de los contenidos concretos que pueda
aportar, sino por las capacidades que fomenta, por las
habilidades que crea en los
que la dominan y practican.
La Retórica es, en este sentido, instrumental y adaptable
a muchas circunstancias diversas. La prueba es que lleva
dos milenios y medio de vida
y le quedan muchos por delante. Además tiene una
virtud muy apreciada no sólo
en el mundo empresarial: la
capacidad de motivar. Desde
sus inicios, la Retórica estaba
pensada como instrumento de
mover a actuar en diversos
ámbitos: mover a los jueces y
jurados a fallar en un determinado sentido, mover a los parlamentarios a votar una determinada propuesta, mover al
público en general a asentir o
disentir, a obrar o dejar de
obrar según determinadas circunstancias.
SOMERA DEFINICIÓN
DE LA RETÓRICA
de este
artículo solo me limitaré a dar una breve
introducción en algunos aspectos fundamentales del llamado arte del buen decir. Que
vaya por delante que no es arte
de adornar brillantemente el
vacío -como sugiere la opinión
común-, el arte de no decir
nada con floridos rodeos, o
simplemente la capacidad de
hacer mucho ruido con pocas
nueces. Al contrario, la Retórica es un potentísimo transmisor de cuatro valores fundamentales que, por así decirlo,
mantienen el universo en
orden y ayudan considerablemente a comprenderlo; estos
valores son la unidad, la
verdad, la bondad y la belleza.
Como son aplicables a toda la
vida, obviamente, también lo
son al mundo empresarial, en
el que se manifiestan como visión global de los objetivos y
responsabilidades, como transparencia y competencia en las
decisiones, como calidad, rigor
y claridad de los productos y
servicios. Las posibilidades y
el alcance de la Retórica no se
agotan, por tanto, en el mero
manejo del lenguaje comercial,
E
N EL MARCO
Revista Empresa y Humanismo, Vol. II, Nº 2/00, pp. 277-295


KURT SPANG
publicitario y administrativo,
sino que intervienen en la totalidad de las actuaciones verbales y extraverbales de la empresa. De modo que el arte del
buen decir es el instrumento
más eficaz para el funcionamiento eficiente de la empresa.
La caracterización más
usual de la Retórica es la de
arte de la persuasión, o capacidad de hablar en público, de
exponer coherente y convincentemente cualquier tipo de
comunicación, proyecto e
idea.
Evidentemente esta atribución de propiedades es correcta, pero habría que añadir
que una definición de esta índole sólo remite a la punta del
iceberg; claro que, lo que se
percibe externamente de la
práctica retórica es el uso de la
palabra, la comunicación verbal. Sin embargo, además de
esta capacidad eminentemente necesaria para el buen
funcionamiento de la empresa
e imprescindible para la convivencia humana en general, la
Retórica fomenta otras actividades notablemente más formativas. Se trata de operaciones y funciones, por así decirlo, preverbales, previas a la
propia formulación de las comunicaciones, y que intentaré
esbozar brevemente más adelante.
Digo actividades preverbales porque son previas a la
presentación verbal de la comunicación. No obstante, son
las que posibilitan la presentación y por eso son de suma
importancia para activar la
movilidad y disciplina intelectuales y, a mi juicio, su dominio es por lo menos tan importante y fructífero como el
de la presentación del discurso. Si es cierto -como
suelen afirmar- que es conveniente pensarse lo que se pretende comunicar antes de decirlo o escribirlo, no cabe duda
de que una herramienta capaz
de orientar y perfeccionar
nuestras actividades intelectuales es muy útil. Ahora bien,
tampoco hay que olvidar que
toda actividad intelectual es
esencialmente verbal de por sí,
pensamos con palabras en la
inmensa mayoría de los casos,
de modo que también estos
pasos previos a la formulación
definitiva son verbales en
cierto sentido. Como veremos, esto no es un obstáculo
sino una ayuda en la elaboración exitosa de una comunicación y desde luego condición
Revista Empresa y Humanismo, Vol. II, Nº 2/00, pp. 277-295
RETÓRICA Y EMPRESA
sine qua non en la formación
de hábitos intelectuales.
ELABORACIÓN DE LA
COMUNICACIÓN
VERBAL
clásico de
elaboración del discurso creado por
Quintiliano en el siglo I d.C.
sigue todavía vigente en la actualidad. Establece cinco fases
o pasos de creciente complejidad que sirven de hitos a la
hora de preparar la comunicación definitiva. Las tres primeras fases se ocupan de la
búsqueda, ordenación y redacción/formulación de la comunicación, y las dos restantes se
dedican más concretamente a
la presentación oral del discurso. Para facilitar el acceso a
cada una de las fases he estructurado la presentación de manera idéntica en los cinco
apartados: empiezo con el cometido fundamental de la fase
correspondiente; a continuación se contempla brevemente
el procedimiento adecuado
para realizarla y, finalmente, se
consideran los efectos secundarios, por así decirlo, que
produce cada fase.
E
L MÉTODO
LA BÚSQUEDA DE
MATERIALES
L COMETIDO fundamental de esta primera fase es reunir
materiales, informaciones, datos que tienen que ver con el
tema que se está tratando. Por
cierto, esta fase no se ocupa de
la búsqueda del tema o asunto
mismo, porque suele constar
de antemano. Puede ser un pedido, una reclamación, la presentación de un nuevo colaborador o de un proyecto empresarial y las mil necesidades comunicativas que surgen a lo
largo del día. Las preguntas
que hay que plantearse para
facilitar la búsqueda de material son, por tanto, ¿qué datos
e informaciones son relevantes
para la comunicación que pretendo realizar y para el público
al que me dirijo? Y la segunda
pregunta es: ¿dónde encuentro
este material?
En principio, esta búsqueda
desembocará en una acumulación de informaciones que
puede ser desordenada, incluso
puede contener datos desechables en una selección posterior.
Naturalmente, ya se pueden
agrupar de antemano los datos
siguiendo las necesidades del
comunicador y las funciones
E
Revista Empresa y Humanismo, Vol. II, Nº 2/00, pp. 277-295


KURT SPANG
que pueden desempeñar en la
comunicación definitiva: ¿cuáles pueden utilizarse para determinados públicos? Porque
no es lo mismo exponer una
comunicación ante empleados
que ante el consejo de administración. Por otro lado, es recomendable pensar en qué
datos pueden resultar apropiados para la introducción,
para la argumentación, para la
conclusión, etc. El comunicador experto ya irá adquiriendo mayor destreza y facilidad en este campo a lo largo
de sus experiencias comunicativas.
¿Cómo y dónde se encuentran los datos necesitados?
Todos sabemos que en la actualidad tenemos, casi padecemos, un exceso de información y el mayor trabajo no es
buscar sino seleccionar entre
los miles y miles de datos que
se nos ofrecen en enciclopedias, manuales, libros y revistas
especializados, estadísticas, contabilidad, documentos de cualquier índole y, naturalmente,
en Internet. No por último,
constituyen una valiosa fuente
de información los especialistas en la materia, los colaboradores de dentro y fuera de la
empresa. También se suele realizar cada vez con más fre-
cuencia un brainstorming en el
momento adecuado.
Lo formativo y, por así decirlo, un positivo efecto secundario que se producirá a
través de la práctica de esta
técnica, es el fomento eficaz
de la capacidad de concentración y discernimiento: crea el
hábito de apoyarse en personas y medios a la hora de
solucionar problemas, capacita
para la adjudicación de ideas a
temas, así como para agruparlas según necesidades y
funciones.
LA ORDENACIÓN
EFICAZ DE LOS
MATERIALES
L COMETIDO fundamental de la segunda
fase de elaboración de
la comunicación verbal, a
saber, la ordenación de los materiales, se refiere a la agrupación eficiente de las ideas e informaciones encontradas en la
primera fase. Como ya vimos
allí, son fácilmente compaginables la primera y segunda
fase, pues casi se solapan la
búsqueda y la ordenación, que
puede convertirse en búsqueda
ordenada.
E
Revista Empresa y Humanismo, Vol. II, Nº 2/00, pp. 277-295
RETÓRICA Y EMPRESA
Se trata, por tanto, de seleccionar datos según sus propiedades y su aplicabilidad en la
elaboración del discurso en
cuestión. Hay que ponderar su
adecuada colocación en el
conjunto de la comunicación.
La decisión elemental es la
que se refiere a la disposición
de los datos al principio, en la
parte central o al final de la
comunicación, ya que cada una
de estas disposiciones tiene
-como veremos enseguida- su
funcionalidad propia y conviene decir lo apropiado en el
sitio apropiado. El principal
objetivo es la adecuada colocación dentro del conjunto de la
comunicación y la ilación
eficaz de los datos y argumentos entre sí. ¿Qué posibilidades de ordenación del conjunto existen? La división de la
totalidad depende también de
la naturaleza y de la finalidad
de la comunicación. Si se pretende demostrar las ventajas
de un producto y las desventajas del de la competencia no
cabe duda de que la bipartición es la forma más adecuada;
así, se pueden enumerar primero los defectos del producto
de la competencia y, a continuación, destacar las ventajas
del propio.
Pero también se ofrece en
otras ocasiones, por ejemplo
en el caso de entrevistas o encuestas, en las que se ha revelado eficaz la múltiple bipartición que se refleja en preguntas y respuestas.
Queda demostrado el alto
rendimiento de la tripartición
del discurso aplicable a muchas finalidades. Esta tripartición consta de la introducción
(para familiarizar a los oyentes
con el asunto que se va a tocar
y el propósito que se persigue
con la comunicación). Empalma con la parte central, en
la que se presentan los argumentos que demuestran el
propósito (la bondad del producto o del servicio, lo acertado del proyecto que se propone, las excelencias de una
empresa, etc.) La comunicación cerrará con la tercera
parte, el final, que puede ser
un resumen de lo dicho con
anterioridad, siendo, por así
decirlo, una mirada recolectiva
hacia atrás; pero también
puede ser una conclusión en el
sentido de una mirada hacia
delante, de un llamamiento a
la actuación o por lo menos a
la reacción. Naturalmente,
también se pueden combinar
las dos finalidades en la tercera
parte.
Revista Empresa y Humanismo, Vol. II, Nº 2/00, pp. 277-295


KURT SPANG
La ordenación no se refiere
exclusivamente a las comunicaciones de una determinada
extensión, al contrario, hace
eficaces también comunicaciones muy breves, como una
carta o una llamada telefónica,
pero también los discursos realmente extensos, los informes
anuales, los proyectos, hasta
los artículos de revista o incluso libros pueden ordenarse
de esta manera. En el fondo, el
objetivo y la finalidad de esta
fase es organizar la diversidad
de los datos acerca de un tema,
dándoles una unidad eficaz y
persuasiva.
También esta fase es altamente formativa desde el
punto de vista de la creación
de hábitos intelectuales en la
persona que los practica con
frecuencia; no sólo mejoran las
capacidades de la comunicación particular, sino que fomentan el sentido del orden y
la capacidad de abarcar conjuntos, dándoles una coherencia lógica y eficiente.
Ayudan también a detectar y
disponer las diversidades para
insertarlas en una unidad o,
con otras palabras, entrenan la
facultad de ordenar aspectos
diversos bajo un tema general.
LA FORMULACIÓN DE
LAS IDEAS HALLADAS Y
ORDENADAS
L COMETIDO fundamental de esta fase es
la eficaz y persuasiva
formulación de las ideas e informaciones encontradas y ordenadas en las dos anteriores.
La finalidad es obvia: los receptores deben entender el
mensaje y actuar en consecuencia.
Salta a la vista que la formulación verbal, es decir, el encuentro de las palabras justas,
de las oraciones y del conjunto
adecuados, es de suma importancia; es así, de esta forma
verbalmente formulada, como
llega el mensaje a los receptores. Es la parte visible y audible de la comunicación, en la
que se produce finalmente el
contacto entre el emisor y el
receptor y puede surtir efecto.
Por tanto, a la hora de la
verdad, cuando se trata de manifestar su capacidad persuasiva, sirven de poco las dos
fases anteriores, los argumentos apropiados y la disposición estratégica, si no se
transmiten con destreza y elegancia. En esta fase se manifiesta también el elemento estético de la comunicación
E
Revista Empresa y Humanismo, Vol. II, Nº 2/00, pp. 277-295
RETÓRICA Y EMPRESA
verbal; el arte del buen decir
implica la capacidad del decir
elegante. La elegancia no solamente agrada, sino que posee
además un poder convincente.
Es a través de la belleza de la
expresión como se llega al corazón de los oyentes.
Una de las condiciones imprescindibles para llevar a cabo
con éxito esta fase es evidentemente el dominio lo más completo posible del idioma, un
vocabulario rico y matizado, la
capacidad de configurar oraciones adecuadas y elegantes y
de formar párrafos con entidad
y coherencia.
La práctica continua de esta
fase conlleva también un
efecto secundario muy relevante, a saber, la capacidad de
manifestar las ideas con las palabras adecuadas, el don de palabra y de negociación, y por
consiguiente, la facilidad de
entrar en contacto con cualquier interlocutor, el poder
decir las cosas como son o
como deberían ser. La admiración que se expresa con la afirmación “¡bien dicho!” se transfiere al que sabe expresarse
bien. Como el criterio supremo de todas las fases de la
elaboración retórica es la persuasión, el que la domina ad-
quiere también capacidad de
persuasión, cuya importancia
no se puede sobrevalorar
nunca y no solamente en la
empresa.
Como advertí al principio,
hablando de las cinco fases de
elaboración, las tres que acabamos de ver hasta ahora son
suficientes en el caso de que la
comunicación sea escrita. En
cambio, si es oral, se añaden
los dos pasos siguientes:
LA MEMORIZACIÓN
¿
C UÁL ES el cometido
principal de esta fase? Es
el dominio del discurso
libre, quiero decir, la capacidad
de hablar ante un público sin
permanecer pegado al papel, a
una versión definitiva redactada de antemano. ¿Por qué?
Es primordial el contacto visual con los oyentes. Es una
forma de ganarse al receptor
que se añade a las buenas
ideas, su ordenación y su formulación persuasivas. Mirando al público se capta su
interés y atención y también se
gana su simpatía. Es un proceso que los informáticos
llaman retroalimentación y
que se realiza incluso si el público no responde verbalmente, una especie de ondas
Revista Empresa y Humanismo, Vol. II, Nº 2/00, pp. 277-295


KURT SPANG
subliminares que retornan de
los oyentes al hablante. La
mera lectura de un texto escrito, y más aún si es monótona o rápida, o las dos cosas a
la vez, puede disminuir notablemente la eficacia comunicativa y hasta ser contraproducente por ser de difícil seguimiento y en la mayoría de los
casos, producir aburrimiento.
Para evitar malentendidos,
no se trata de memorizar literalmente todo un discurso. La
mayoría de los hombres actuales, a no ser que sean actores,
no tienen el hábito de memorizar, les falta práctica y, por
tanto, capacidad de retener de
memoria textos largos. Lo que
sí pueden retener es un esquema de los aspectos más
destacados del mensaje que
pretenden transmitir. Quiero
decir, que se puede redactar un
guión más o menos detallado
según las necesidades de cada
comunicación y, sobre este
guión, hablar libremente, por
así decirlo, improvisar sobre
un tema. Esto presupone naturalmente el dominio de la
materia, con otras palabras, un
saber que capacita para rellenar las lagunas que forzosamente deja un guión. Aquí,
como en todas las fases, hace
falta mucha práctica para ad-
quirir cierta destreza. Pero hay
que tener en cuenta que la inmensa mayoría de las veces en
las que comunicamos lo hacemos de esta forma: tenemos
algunas ideas y objetivos previos que transmitimos a través
del código verbal, sin tener ni
la oportunidad ni la necesidad
de prepararlo detenidamente.
La cuestión es si lo hacemos
de manera estratégicamente
ordenada o arbitrariamente,
con las inevitables deficiencias
y torpezas.
No hace falta subrayar la
importancia de la memoria no
sólo en los negocios. Somos
tan poco memoriosos en la actualidad que hasta olvidamos
nuestro pasado. De esta forma,
el hombre, como ser histórico,
se desconecta de su historia
personal y de la historia en general porque no cultiva esta
capacidad imprescindible de
avanzar retrocediendo, que es
tan insustituible en su quehacer existencial. No hace falta
subrayar que la memoria tampoco está demás en la vida empresarial, y ello no sólo para
hablar libremente en determinadas ocasiones; la mitad de
las batallas en las negociaciones se gana recordando
datos y detalles de situaciones,
contratos, acuerdos, etc. etc.
Revista Empresa y Humanismo, Vol. II, Nº 2/00, pp. 277-295
RETÓRICA Y EMPRESA
LA PRESENTACIÓN
ORAL DE LA
COMUNICACIÓN
I LA MEMORIZACIÓN en
cierto modo ya se refiere
a la presentación oral de
la comunicación, dado que es
su premisa material, la presentación oral propiamente dicha
se refiere a dos aspectos externos: la pronunciación y la
actuación, es decir, la forma en
la que el mensaje llega visual y
auditivamente a sus receptores.
Por tanto, el cometido fundamental de esta fase consiste
en ponderar la forma correcta
y adecuada de pronunciar las
palabras y oraciones de la comunicación y el comportamiento durante la presentación. Pronunciación correcta
quiere decir en primer lugar,
respetar las normas de la fonética, saber cómo se pronuncian
las palabras desde el punto de
vista lingüístico, pero también
quiere decir encontrar la articulación adecuada al tema y al
público, el volumen, la velocidad y la entonación apropiados a las circunstancias.
Puede ser tan contraproducente la pronunciación altisonante, solemne, en un discurso
trivial o ante un público de
S
menos formación retórica,
como la pronunciación descuidada o negligente en una ocasión seria o solemne.
El aspecto de la actuación se
refiere a varios factores externos ya no referidos a lo
verbal sino a los movimientos
y al aspecto del propio comunicador u orador y de su entorno, es decir, a la vestimenta,
la mímica, los gestos y los desplazamientos, por un lado, y el
espacio, la decoración y los
medios auxiliares de los que se
dispone para la presentación
del discurso, por otro.
Parece una perogrullada,
pero pronunicar bien es fundamental para hacerse entender;
moverse con soltura y habilidad es imprescindible en la
vida cotididana y en la empresa; vestir adecuadamente
ayuda a ganar batallas. No
cabe duda de que la persona
que hace un esfuerzo por pronunciar bien y por desenvolverse acertadamente ante un
público, durante una comunicación verbal, creará también
un hábito que impregnará su
forma de comportamiento incluso fuera de las situaciones
expresamente comunicativas.
Si es cierto lo que dice un renombrado psicólogo y sociólogo americano, uno no puede
Revista Empresa y Humanismo, Vol. II, Nº 2/00, pp. 277-295


KURT SPANG
no comunicar, es decir, aunque
no hablemos, no dejamos
nunca de comunicar en el sentido amplio de la palabra.
Hasta no hablar con una persona es, en cierto sentido, comunicarle que uno ha roto las
relaciones. El hombre dispone
de muchos códigos para entrar
en contacto con el prójimo y
para transmitirle informaciones.
LA RETÓRICA EN LA
EMPRESA
APLICACIONES y
efectos de la retórica
en la empresa pueden
dividirse en dos categorías: en
primer lugar, se observan unas
aplicaciones directas y prácticas que se manifiestan en las
múltiples comunicaciones verbales que se producen continuamente en cada empresa y,
en segundo lugar, unas consecuencias indirectas que repercuten en la mejora del rendimiento y de la eficacia de los
colaboradores y, por tanto, de
la empresa en su conjunto.
Veamos, a modo de muestra,
algunas de las comunicaciones
verbales que pueden producirse en la empresa:
L
AS
LAS APLICACIONES
DIRECTAS Y
PRÁCTICAS
1.1. LOS GÉNEROS DE
COMUNICACIÓN VERBAL EN
LA EMPRESA
Por género de comunicación
entiendo las formas preestablecidas, de uso repetido, en
las que pueden verterse las comunicaciones; es decir, son los
moldes con características invariables a las que se añaden
en cada uso y circunstancia algunas variantes.
Seguramente me quedaré
corto con la lista de géneros de
comunicación verbal típicamente empresariales que se
enumera a continuación, tampoco se trata de buscar la exhaustividad, sino de mostrar
en qué ámbitos empresariales
puede incidir la retórica como
instrumental de la comunicación verbal.
1.2. LAS COMUNICACIONES
ORALES Y ESCRITAS
En primer lugar cabe distinguir entre dos formas de comunicación según su modo de
transmisión, quiero decir,
entre los géneros orales y los
escritos. Ello no impide -como
veremos- que pueda haber gé-
Revista Empresa y Humanismo, Vol. II, Nº 2/00, pp. 277-295
RETÓRICA Y EMPRESA
neros practicables en los dos
modos.
1.3. BREVE OJEADA SOBRE
ALGUNOS GÉNEROS ORALES
He aquí unos géneros orales
frecuentes en cualquier empresa: no hay que olvidar que
cualquier diálogo entre los colaboradores constituye una comunicación verbal; evidentemente son más empresariales
en sentido estricto las que se
refieren a asuntos propios de la
empresa. Todo lo referido a
compras, fabricación, servicios, ventas, contabilidad, etc.
de una manera u otra se lleva a
cabo verbalmente, y en la mayoría de los casos de modo
oral. No hace falta mucha fantasía para imaginarse que una
sólida formación retórica
puede aumentar considerablemente el rigor y la eficacia de
estas comunicaciones, evitando malentendidos, demoras
y errores. La cultura del diálogo no sólo es un bien en el
trato humano en general, sino
que es de suma importancia
para el desarrollo competente
de los quehaceres de las empresas e instituciones.
Las mismas observaciones
se pueden aplicar a las llamadas telefónicas, sólo que
aquí se añade el factor de los
costes de las llamadas. Se
pierden a diario miles de pesetas a causa de llamadas telefónicas ineficaces, es decir, no
preparadas y no estructuradas
con anterioridad según criterios retóricos.
La presentación de nuevos
productos o proyectos puede
desembocar en un fracaso, si la
correspondiente comunicación
verbal no se lleva a cabo con el
suficiente rigor en la elaboración. Aquí también la retórica
puede echar una mano poderosa, acompañada por otras
herramientas auxiliares. Obviamente este género puede
realizarse igualmente de forma
escrita.
La presentación de un
nuevo colaborador y también
las entrevistas de trabajo o los
informes de cualquier índole
dependen en gran parte de la
estructuración adecuada de la
comunicación verbal que las
transmite. Aquí, como en
todos los demás géneros
orales, se podrán aplicar las
cinco fases de la elaboración
retórica, que permitirán llevar
a cabo exitosamente los propósitos comunicativos.
No hace falta insistir en el
hecho de que una comunicación más extensa, como por
Revista Empresa y Humanismo, Vol. II, Nº 2/00, pp. 277-295


KURT SPANG
ejemplo una conferencia, no se
puede realizar adecuadamente
sin la debida aplicación de los
preceptos retóricos a los que
aludimos en el apartado anterior. Cuanto más extensa es
una comunicación, tanto más
imprescindible se hace una
elaboración minuciosa y rigurosa, pues sólo ella garantiza el
éxito persuasivo.
1.4. BREVE OJEADA SOBRE
ALGUNOS GÉNEROS
ESCRITOS
No existe ninguna empresa
-y todavía más si es de gran
envergadura- que no tenga la
necesidad de elaborar y
mandar cientos o miles de
cartas al año. Es evidente que
la carta mal hecha no sólo
puede retrasar y entorpecer el
desarrollo de la actividad comercial que acompaña, sino
llevar también a malentendidos y confusiones y, finalmente, dañar notablemente la
imagen de la empresa. Esto no
significa que las cartas deban
ser obras de arte, pero sí elaboradas y escritas conscienzudamente teniendo en cuenta los
requisitos exigidos por el arte
del buen decir.
Las mismas recomendaciones se pueden aplicar al fax
y al correo electrónico ya que
en el fondo son cartas, aunque
su soporte o forma de transmisión sea distinto.
Un capítulo aparte constituyen las instrucciones de uso.
En algunos casos parece que
están hechas más para confundir que para instruir al
usuario, en otros uno tiene la
impresión de que pretenden
tomarle el pelo. De todas maneras, con frecuencia se echa
de menos la debida elaboración. Y no hace falta insistir en
las consecuencias nefastas del
asunto. Las instrucciones de
uso no sólo deberían servir
para enseñar la correcta y
eficaz utilización de un producto, sino que también deberían ser una especie de escaparate de la empresa que lo fabrica. El usuario que se disgusta con las instrucciones de
uso se disgustará también con
la empresa.
Entre los géneros escritos
más extensos se hallan los informes y balances. Su minuciosa preparación, según criterios retóricos, ofrece herramientas para su eficaz realización.
Actualmente no hay empresa que pueda prescindir de
la publicidad. Es evidentemente un fenómeno mucho
Revista Empresa y Humanismo, Vol. II, Nº 2/00, pp. 277-295
RETÓRICA Y EMPRESA
más complejo que los géneros
que acabamos de reseñar someramente. En la mayoría de
los casos, la empresa confía la
confección de anuncios publicitarios a casas especializadas,
limitando su papel a decidir si
acepta una u otra propuesta.
Sin embargo, no debería
perder de vista que también la
publicidad tiene que ver con la
retórica como estrategia de
persuasión, aunque los anuncios no suelen ser exclusivamente verbales. Aún así, muchos criterios de las cinco fases
de elaboración de la comunicación también son aplicables
a la publicidad, y conviene tenerlos presentes a la hora de
juzgar su eficacia.
LOS EFECTOS
INDIRECTOS DE
MEJORA DE
RENDIMIENTO QUE
APORTA LA RETÓRICA
EN LA EMPRESA
E
STAS
DISTINCIONES
son un tanto artificiales y muy difíciles
de separar en la realidad empresarial, sin embargo, las
hago para que se puedan contemplar más de cerca los
efectos que produce la formación retórica. Evidentemente,
hay que tener presente que la
Retórica no es la panacea, no
soluciona todos los problemas
empresariales ella sola: quiero
decir que no hace superfluos
los demás esfuerzos y conocimientos de gestión de empresa, pero sí ayuda y facilita
enormemente la labor empresarial, precisamente porque se
lleva a cabo en gran parte a
través o con ayuda de comunicaciones verbales.
PARA EL INDIVIDUO EN
LA EMPRESA
QUE el
efecto indirecto más
importante, aunque
no sea inmediatamente visible,
es la contribución que la Retórica aporta a la formación lingüística e intelectual de los colaboradores. Y es que la Retórica no solamente es el arte del
buen decir, sino también el
arte del buen pensar. Quiero
decir que la constante aplicación, sobre todo de las tres primeras fases de elaboración del
discurso que vimos al principio, acabará creando un hábito muy sano, que es el de
saber seleccionar las ideas adecuadas, el de ordenarlas y formularlas. ¿Qué otra cosa es
C
ONSIDERO
Revista Empresa y Humanismo, Vol. II, Nº 2/00, pp. 277-295


KURT SPANG
pensar que seguir estos tres
pasos?
Pero es más, estas tres fases,
sobre todo la segunda, forman
también el sentido del orden,
de la coherencia y la capacidad
organizativa, y no cabe duda
de que son cualidades muy
apreciadas no sólo en los ejecutivos de una empresa sino en
todos sus colaboradores. La
Retórica ayuda a localizar problemas, a clasificarlos y articularlos y, con ello, facilita su solución.
Y cómo no, la Retórica
ayuda a “llegar” dentro y fuera
de la empresa. Esto se consigue por dos vías complementarias: mediante la palabra y la
creación de la imagen del
nuevo empresario y colaborador. Der Spiegel lo caracteriza diciendo que el nuevo empresario es innovador sin agresividad, se impone y, sin embargo, es socialmente competente, siempre fiable y a la vez
dispuesto a arriesgarse. Sobre
todo es flexible, capaz de
adaptarse a nuevas circunstancias, cualidad que se suele designar en la jerga empresarial
con el anglicismo change-management. No hace falta insistir en el hecho de que todo
ello se consigue más fácil-
mente a través de los hábitos
retóricos.
PARA LA “COMUNIDAD
EMPRESARIAL”
ON EL TÉRMINO “comunidad empresarial”
quiero designar la coherencia personal que debería
existir en una empresa, el flujo
continuo de informaciones
imprescindible para el buen
funcionamiento y, finalmente,
el sentido de solidaridad que
cohesiona a los colaboradores.
Salta a la vista que una
mejor y más eficiente comunicación entre colaboradores y
su entorno tiene como consecuencia inmediata la disminución de malentendidos y
errores, la transmisión más eficiente de informaciones; de
este modo se evita lo que en el
lenguaje informático se designa como “ruidos”, es decir,
obstáculos que impiden que el
mensaje llegue y se comprenda
de la misma forma y manera
en la que ha sido emitido.
Como primera consecuencia,
esta práctica de la comunicación eficiente conlleva un
ahorro de tiempo. Pero la comunicación más hábil y más
concreta crea además un clima
de entendimiento mutuo que
C
Revista Empresa y Humanismo, Vol. II, Nº 2/00, pp. 277-295
RETÓRICA Y EMPRESA
contribuye a evitar las crispaciones y los roces. ¡Hablando
se entiende la gente!
Es precisamente la creación
de comunidad y de espíritu de
equipo la que garantiza el
mejor funcionamiento y rendimiento, un mejor clima de trabajo en la empresa. Siemens caracteriza la nueva filosofía de
empresa así: “La colaboración
en la empresa se distingue por
la confianza, la integridad personal, el respeto mutuo y la
comunicación abierta”. Es incuestionable que esto contribuye a evitar el aislamiento
entre miembros de distintas
jerarquías y entre los de arriba
y los de abajo.
Después de la derrota electoral del año pasado, uno de
los reproches que se hicieron
al antiguo canciller de la República Federal, H. Kohl, fue
el hecho de haberse aislado en
la cúpula del partido y del gobierno y haber perdido el contacto con la base.
El espíritu de comunidad y
de solidaridad hace surgir una
especie de “familia de la empresa”. En este orden de ideas
es curioso observar que los
sindicatos han sido capaces de
crear este espíritu de solidaridad y consenso y, en cambio,
los empresarios todavía tienen
que luchar contra el cliché del
empresario explotador y extorsionador del siglo XIX.
¿Quién ha tenido las mejores
capacidades retóricas?
Además, no hay forma más
eficaz de convencer, mover y
motivar al hombre que a través
del hábil uso de la palabra y
del argumento persuasivo. Y
esto no significa necesariamente manipulación en el mal
sentido de la palabra. Clarificar una situación, explicar
convincentemente un proyecto, arrastrar a las personas a
que se entusiasmen por un
proyecto no implica engaño o
embaucamiento.
Muy unido a este efecto va
el aumento de la capacidad de
solucionar problemas, y no
sólo los empresariales, sino
también los personales, hecho
que finalmente revierte sobre
el rendimiento del colaborador. El hecho de conocer sus
capacidades y saber articularlas
crea un sentimiento más asentado del valor propio, anima a
asumir responsabilidades.
Saber descubrir sus capacidades significa también saber
articular problemas y conflictos. Conocer y formular los
problemas es la condición más
Revista Empresa y Humanismo, Vol. II, Nº 2/00, pp. 277-295


KURT SPANG
importante para evitar la conflictividad o solucionarla más
rápida y eficazmente, porque
no sin razón se afirma que
“hablando se entiende la
gente”.
PARA LA EMPRESA EN
SU ENTORNO
OR ÚLTIMO quisiera
rozar muy someramente la eficacia de la
Retórica en la creación y la
conservación de la imagen de
la empresa. No se debe pasar
por alto el hecho de que, a
pesar de que pueda parecer paradójico, la imagen de la empresa se crea predominantemente a través de la palabra.
La presentación de la empresa
puede llevarse a cabo con la
ayuda de imágenes y productos pero, en el fondo, lo
que convence serán siempre las
palabras que las acompañan.
Hasta la publicidad no sólo
ayuda a vender, sino también a
formar y consolidar la imagen
de la empresa. Es más, la
mejor consideración, la mejor
imagen de la empresa no sólo
contribuye a una mayor consideración en el gran público,
sino también en el mundo empresarial y político, es decir, se
producen unos efectos de si-
P
nergia que aumentan el prestigio de la empresa.
Ya es hora de que acaben
estas consideraciones. Espero
que hayan sido suficientes para
hacer ver que, en el fondo,
nada funciona sin comunicación verbal, ni en la empresa,
ni en ninguna parte de la vida
privada o de la sociedad.
¿QUÉ HACER?
A PRIMERA condición
para subsanar deficiencias -y no sólo las
comunicativas y retóricas- en
la empresa y en la vida en general es darse cuenta de que
existen. Luego se pueden
buscar los remedios. Suponiendo que la dirección, o algunos o todos los colaboradores se percaten de que
existen carencias retóricas en
la empresa, de que ciertos empleados acusan graves deficiencias lingüísticas y comunicativas, porque ya la educación
básica y secundaria actual no
son muy aptas para fomentar
la capacidad comunicativa y
discursiva, entonces, es hora de
poner cartas en el asunto a
través de esfuerzos continuos,
mediante cursillos de retórica
en general y/o sobre aspectos
específicos.
L
Revista Empresa y Humanismo, Vol. II, Nº 2/00, pp. 277-295
RETÓRICA Y EMPRESA
Lo cierto es que determinados ejercicios de entrenamiento elementales se pueden hacer en cualquier momento, tanto en la teoría
como en la práctica, intentando hablar correcta y eficazmente, comunicando conscientemente, cultivando una
actitud autocrítica en el sentido de no considerarse un
orador brillante nato y de fijarse en las habilidades y los
defectos comunicativos de los
demás.
Sobre todo es aconsejable
tener presente que “hablando
se entiende la gente”, como se
ha venido apuntando y repitiendo a lo largo de este artículo, es decir, que sólo comunicando, y comunicando bien,
se puede aspirar a que funcione la convivencia en la vida
y la colaboración en la empresa. Hay que confiar en la
palabra y aprender a usarla o,
lo que será el caso más frecuente, perfeccionar constantemente las capacidades retóricas que ya se posean.
Revista Empresa y Humanismo, Vol. II, Nº 2/00, pp. 277-295

LA FILOSOFÍA EN LA
FORMACIÓN DEL
DIRECTIVO
ALEJANDRO LLANO*
La filosofía, al contrario que las filosofías, es un saber radical que desarrolla
en el hombre el sentido de profundidad, de originalidad y de creatividad. Es
un saber sintético que resume otros conocimientos inconexos. La filosofía despierta en el ser humano la querencia por el valor de la realidad, algo que todo
empresario necesita, junto con la profundidad, la capacidad de síntesis y la visión panorámica.
Palabras clave: filosofía, sabiduría, síntesis, empresario.
N
O
DEBE
TENERSE
una concepción demasiado laudatoria
de la filosofía, dado que la filosofía no sirve para todo: no va
ser el remedio de las carencias
económicas, de las deficiencias
sociales, o de las precariedades
antropológicas. Además, es
preciso hacer una distinción
entre la filosofía y las filosofías, en su sentido, éstas últimas, de sistemas filosóficos. Si
la filosofía es un indudable beneficio para la humanidad, no
lo son, en cambio, todas las filosofías, entendidas como productos teóricos del hombre
que se erigen a veces en saber
inapelable y absoluto. En este
sentido, la filosofía no constituye siempre para la Humanidad un beneficio neto sin
mezcla de perjuicios, los
cuales, por otra parte, frecuentemente se revisten con cierta
apariencia de beneficio. En
esta exposición, por tanto, hablaré de la filosofía, no de las
filosofías.
* Alejandro Llano es Catedrático de Metafísica en la Universidad de Navarra.


ALEJANDRO LLANO
La filosofía no es, evidentemente, un conocimiento o una
ciencia ya dada, sino sólo una
tendencia, una disposición innata del hombre. De hecho,
así empieza uno de los grandes
libros de la filosofía occidental, la Metafísica de Aristóteles: todos los hombres tienen
por naturaleza el deseo de
saber. No es que sepamos, sino
que deseamos saber, siendo la
filosofía, más que el saber
mismo, ese deseo de saber.
Lejos de ser, por tanto, un
acopio seguro de conocimientos enciclopédicos, la filosofía se presenta como un
deseo o tensión que tiene más
de intento que de logro: el filósofo trata de llegar a conocer
mejor la realidad, aunque de
hecho no lo conozca todo de
ella. Por tal motivo, más que
sabiduría, la filosofía es amor a
la sabiduría: hija de Poros —de
la abundancia— y de Penia
—de la escasez—, según se
muestra clásicamente. Es,
además, una actividad humana
que se reconoce de entrada
como fracasada, porque el objetivo —la sabiduría como
saber completo, e incluso para
algunos absoluto (tal es el caso
de Hegel, por ejemplo)— es
muy alto, mientras que los recursos del que lo pretende son
escasos y torpes, en liza desigual. Pero, paradójicamente,
este fracaso repercute óptimamente en el hombre, perfeccionándolo y vigorizándolo en
su afán por llegar a ser lo que
es, según la conocida sentencia
de Píndaro, puesto que el
hombre mismo es proyecto. La
filosofía, pues, es el saber más
propiamente humano.
Es ésta una repercusión que
llega a las entrañas de la persona, hasta sus tuétanos, encarnándose en ella. La filosofía, a diferencia de otras
ciencias, y a semejanza con algunas artes, afecta a la vida
personal brotando genuinamente de su interior. Prueba
de ello es que del pensamiento
filosófico de una persona podemos inferir la calidad de su
propia vida. Esto no puede
afirmarse en sentido estricto
del conocimiento matemático
o físico, por ejemplo, puesto
que ambos precisan una mayor
asepsia respecto de las condiciones vitales particulares. La
filosofía, a pesar de ser el conocimiento que pretende la
máxima objetividad, brota del
fondo último de la persona, y
en ella repercute de la manera
más íntima y entrañable. Analicemos, por tanto, en qué aspectos de la persona influye y
Revista Empresa y Humanismo, Vol. II, Nº 2/00, pp. 297-305
LA FILOSOFÍA EN LA FORMACIÓN DEL DIRECTIVO
qué repercusión tiene, a su vez,
en la acción directiva del empresario.
Podemos afirmar que la filosofía es una tendencia al saber
radical, sintético y plenario del
ser en cuanto ser.
1.TENDENCIA AL SABER
A TENDENCIA hacia
algo valioso y arduo
enrecia los nervios del
alma con el rasgo característico de quien emprende acciones para lograr objetivos difíciles. Si en algo se parecen la
actividad empresarial y la filosófica es que en las dos se
puede afirmar que se sufre. El
estudio de la filosofía, que
apunta a la meta más alta que
puede pretender el ser humano, resulta valioso para el
hombre con independencia de
sus logros. Si no desfallece a lo
largo de sus relativos o parciales fracasos, el ejercicio de
esta tendencia al saber plenario se deposita en el carácter
de la persona bajo la inapreciable forma de tenacidad o
aptitud adquirida para el esfuerzo, brío o temple de ánimo
prolongado. Esta aptitud, asimismo, resultará válida para la
consecución posterior de cualquier otro objetivo, verdadera-
L
mente pretendido y verdaderamente alto, como es el caso de
la acción empresarial en sí
misma considerada. El propio
cultivo de esa tendencia ya es
formativo, ya es interesante de
un modo radical, acompasando, a su vez, al ser mismo
del hombre, en sí mismo tendencial.
2. SABER RADICAL
OMO PRETENSIÓN de
saber radical, la filosofía influye en el
hombre desarrollando en él
una cualidad que si es genéricamente importante en todo
ser humano, resulta imprescindible en el director de organizaciones. La filosofía, y con
ella el que filosofa, lucha por
llegar a la raíz, al fondo mismo
de las cosas. La pregunta por
cualquier realidad, por insignificante que pueda parecer, le
lleva a plantearse la cuestión
más profunda, la cuestión por
el ser, por la esencia de las
cosas. De esta suerte, la filosofía genera, en la mujer o en
el varón, planteamientos vitales originales que exigen respuestas creativas respecto a la
propia existencia. Paradójicamente, muchos hombres de
acción tienen un cierto temor
C
Revista Empresa y Humanismo, Vol. II, Nº 2/00, pp. 297-305


ALEJANDRO LLANO
reverencial y una docilidad casi
enfermiza hacia los libros. Una
actitud propiamente filosófica,
al contrario, nos haría dirigir
preguntas a los libros, así
como plantear cuestiones
nuevas sobre las circunstancias
ordinarias, rutinarias incluso,
de la vida, como acerca del
sentido de nuestro trabajo de
cada día, por ejemplo.
Lejos de abarrotarse de conocimientos ajenos, el hombre
de acción directiva debe hacerlos propios, integrarlos, y
esto no lo logrará si no brota
de él el sentido primigenio del
origen, el instinto del origen.
Tal instinto le conduce a una
incesante búsqueda del carácter original u originario de
todo saber, aquello que está en
su principio o en su fuente genuina. Esto es algo que la filosofía contribuye a aportar a las
gentes que la cultivan y a los
empresarios de una manera
muy especial. La originalidad
es quizá la cualidad más propia
de la acción directiva, como el
nacedero de todas las demás
actividades empresariales: el
líder es el que va delante, el
que abre camino, marcando
una senda que los demás prosiguen.
La filosofía nos pone en
contacto con la forma más válida de la originalidad. No
consiste ésta en pensar o actuar de un modo que se distingue del de los demás, ni aún
para buscar la sorpresa o la
ventaja sobre competidores rutinarios. El original es aquél
que sabe darse cuenta de si las
acciones y actitudes habituales
responden a la mera rutina o,
más bien, responden a la verdadera naturaleza de las cosas.
Es original quien rastrea y
quiere conocer el origen, el
punto de arranque que tiene
en sus pensamientos o entre
sus manos; quien se remonta a
los principios últimos y primeros de las más variadas
cuestiones, repensadas personalmente desde esos principios; quien no se contenta con
las respuestas dadas sino que
formula las más iniciales preguntas. Esta manera propiamente filosófica de enfrentarse
con la realidad es la que hace
creativa a una persona: no
tanto la imaginación cuanto el
penetrar en la realidad de las
cosas. No es creador sólo el
que hace lo que otros no hicieron, sino quien es capaz de
hacerlo de una manera personal, aunque lo hayan hecho
muchos otros. Así, las tradi-
Revista Empresa y Humanismo, Vol. II, Nº 2/00, pp. 297-305
LA FILOSOFÍA EN LA FORMACIÓN DEL DIRECTIVO
ciones, los procedimientos, los
modos usuales, pueden ser originales y creativos, como si
nunca antes se hubieran
hecho, porque no se han recibido en préstamo de otros,
sino que se han originado en la
entraña de la propia persona.
Una buena parte de los errores
empresariales derivan de no
haberse planteado las cuestiones con originalidad, con la
profundidad necesaria para
entender la materia o el destino de la propia acción. Y esto
no sólo en cuestiones trascendentales, sino sobre todo en
asuntos triviales, con los que
tiene que ver fundamentalmente nuestra vida a cada
paso.
Un filósofo y empresario,
Carlos Llano, sorprendió a los
consejeros de una empresa fabricante de toallas que estudiaba, en prolongada sesión,
las causas del descenso de
ventas de sus productos, a
pesar de la calidad objetiva que
ofrecía en contraste con la
competencia. Este hombre advirtió claramente que aquellas
toallas no estaban orientadas
primordialmente al fin de toda
toalla, que es el secar. Llano se
colocó en un punto de vista
distinto: pensó con originalidad. Tras remontarse al
origen, los consejeros de la
empresa coincidieron con él en
que los usuarios de aquellas
toallas no las compraban para
su fin propio, sino más bien
como un elemento decorativo
de cuartos de baño no destinados directamente al uso familiar.
3. SABER SINTÉTICO
DEMÁS DE RADICAL,
la filosofía pretende
ser un saber sintético.
Frente a la necesidad actual de
la especialización, tan enfáticamente proclamada, la filosofía subraya la necesidad de la
síntesis. De ahí la falsedad en
que se incurre cuando se dice
que el filósofo es poco práctico. En realidad, lo que es, es
poco especializado. Los seres
totalmente especializados en
sus funciones son los animales.
El hombre, sin embargo, es en
cierto modo indeterminado,
como muestra en la inespecialización de sus manos. El
propio Aristóteles decía que el
hombre es, en cierta medida,
todas las cosas, haciéndose con
ellas a través del entendimiento y de la voluntad, del
conocimiento objetivo y del
querer. Por eso, aunque la especialización resulte necesaria,
A
Revista Empresa y Humanismo, Vol. II, Nº 2/00, pp. 297-305


ALEJANDRO LLANO
parece que va contra su peculiar naturaleza.
La síntesis es absolutamente
necesaria en el quehacer práctico humano, más aún que la
especialización. Ninguna decisión práctica humana puede
tomarse bajo la óptica de una
sola ciencia y atendiendo sólo
a ella. Quien toma una decisión lo hace desde un punto de
vista sintético, compositivo, y
no desde el campo propio de
una especialidad determinada.
Pero es preciso señalar que el
hombre sintético no es aquél
que tiene un mayor conocimiento de la suma de factores
posibles, sino el que tiene la
visión del conjunto, aunque, en
realidad, sepa muy poco de ese
asunto, sólo lo relevante. La filosofía no es un conocimiento
de especialista, sino que su misión, como la de quien decide
en la acción práctica —la práctica siempre es síntesis—, consiste en entrelazar, interrelacionar los diversos saberes humanos, reduciéndolos a una
visión sintética que no prive de
valor a los conocimientos específicos, que también enriquecen el saber del hombre.
Esta valiosa capacidad de síntesis, que la filosofía fomenta y
desarrolla, se hace todavía más
urgente y necesaria para el
hombre de nuestro tiempo,
cuando los programas educativos, por fuerzas exógenas a la
pedagogía misma, encarrilan
cada vez más hacia técnicas especializadas o conocimientos
restringidos con el pretexto de
una supuesta profesionalidad.
Cuanto más sucede así, cuanta
más visión angosta tiene la
gente que sale de las escuelas y
de las universidades, más necesidad hay de personas con
capacidad de síntesis. De
hecho, los problemas reales no
suelen ser de tipo profesional,
sino que son complejos: a menudo no se sabe a qué profesión corresponde realmente un
determinado problema. Frente
a la presunta profesionalidad,
conviene saber que quien carece de habilidad de síntesis
jamás podrá dirigir a un grupo
o colectivo de personas de diversa procedencia profesional,
de diversa procedencia cultural
y con diferentes intereses particulares. Sin esa habilidad, es
imposible dirigir a un grupo
heterogéneo hacia un fin verdaderamente común, principal
objetivo de la acción directiva,
de la habilidad de gobierno y
del liderazgo. Con esto no se
quiere afirmar que la auténtica
destreza de síntesis sólo se adquiera mediante el saber filo-
Revista Empresa y Humanismo, Vol. II, Nº 2/00, pp. 297-305
LA FILOSOFÍA EN LA FORMACIÓN DEL DIRECTIVO
sófico, si bien es cierto que tal
saber desarrolla en nosotros tal
cualidad, hasta el punto de que
si su estudio lo realiza una persona con el carácter adecuado,
trae consigo una importante
consecuencia vital, una actitud
sintética de cara a los más heterogéneos saberes humanos.
4. SABER PLENARIO
LA PAR QUE a los elementos anteriores, la
filosofía tiende a un
saber que integre los diversos
conocimientos y temáticas humanas en una perspectiva
global y universal; se trata de
un saber plenario que sitúa a la
persona abierta ante el gran
horizonte del conocimiento,
con capacidad, por tanto, de
colocar las diversas disciplinas
en el correspondiente ámbito
de la realidad (decían por ello
los clásicos que “sapientis est
ordinare”, o sea, que el ordenar
es propio del sabio). Un saber
plenario, por otro lado, que no
se contenta con soluciones
sencillas, con remedios caseros, de cara a dar solución a
problemas que sólo aparentemente son parciales y domésticos. Entiéndase bien que la
filosofía no ofrece esta apertura del diafragma visual, esta
A
visión panorámica, para solucionar los problemas que cada
campo de estudio presenta,
sino al contrario, para entenderlos mejor en su misma condición de problemas.
Como se señaló al principio,
al preguntar de una manera
radical, la filosofía no contesta
más fácilmente, sino con
mayor profundidad, con una
visión más universal. En último término, antes que soluciones fáciles y provisionales,
lo que la filosofía ofrece al
hombre son posibilidades de
orientación en la maraña de su
ignorancia. No le regala, afortunadamente, una lista de soluciones, que casi siempre reclamamos de una manera
equivocada, sino algo mucho
más valioso que una compilación de recetas: la actitud vital
de quien, como dice el poeta
contemporáneo, “mira los
claros ojos abiertos, señas lejanas, y escucha orillas del
gran silencio”. El ignorante no
es quien tiene problemas, sino
quien cree equivocadamente
no tenerlos y que únicamente
los tienen los demás, incluso
dentro de la misma empresa.
La tendencia al saber plenario, frustrada por naturaleza,
deja en medio de su frustra-
Revista Empresa y Humanismo, Vol. II, Nº 2/00, pp. 297-305


ALEJANDRO LLANO
ción un importante poso en la
persona que se empeña en
proseguir con denuedo tal tendencia: adquiere un sentido de
orientación frente a la enredada problemática de la vida.
Se dota a sí misma de una
consistencia de criterio para
poder discernir con amplitud,
con visión panorámica, qué
postura adoptará ante los abigarrados y cambiantes escenarios de la existencia. Dicha
persona logra situarse dentro
de esos escenarios y, finalmente, adquiere la claridad de
ideas que proviene de ensanchar los estrechos caminos ya
trazados, abriéndose a un horizonte en donde todo se encuentra aún por hacer.
5. SER EN CUANTO SER
PARTE DE SER objeto
de la metafísica, el
ser en cuanto ser es,
en este caso, el objeto correlativo a un saber verdaderamente radical, dado que el ser
es la fuente y raíz de toda realidad. Es por ello el tema que
corresponde a una genuina
síntesis, porque en el ser se adquiere la unidad sintética: no
una generalidad igualatoria,
sino la universalidad. Finalmente, es la materia propia del
A
saber universal, porque sólo en
el ser la realidad parcial adquiere la unidad universal que
le corresponde a un saber plenario.
Pero, además, el ser en
cuanto ser significa algo superior y distinto que debe subrayarse especialmente hoy. Ser
en cuanto ser significa la relación del ser consigo mismo, su interna consistencia y persistencia, eso que Zubiri llama el
de-suyo de las cosas, que no depende de lo que nosotros pensemos de ellas o hagamos con
ellas, sino de su estructura interna. Significa su independencia, su carácter en cierto
modo absoluto respecto a mí.
El estudio del ser en cuanto
ser me remite, por tanto, a lo
que la realidad es radicalmente, sintéticamente, plenariamente antes de su relación
conmigo, antes de que a mí se
me manifieste. Esta filía por el
ser en cuanto ser, repercute en
el hombre con un fruto óptimo, con una pasión subjetiva
por la objetividad, por el valor
de la realidad, acompañada de
cautela ante toda opinión subjetiva, no porque sea mía, sino
porque tal vez no sea real.
A este respecto, se pueden
advertir dos exigencias aparen-
Revista Empresa y Humanismo, Vol. II, Nº 2/00, pp. 297-305
LA FILOSOFÍA EN LA FORMACIÓN DEL DIRECTIVO
temente contrapuestas: la exigencia de objetividad (de suyo
fría) y la de compromiso (que se
muestra en entusiasmo), que
corresponden, en el primer
caso, al diagnóstico, y en el segundo, a la estrategia. Para realizar una estrategia, hay que
ver qué es lo que uno pretende, plantearse objetivos que
a veces superen los propios recursos. Si uno se propone finalidades a la altura exacta o
adecuada de sus recursos,
nunca avanza: siempre tiene
que pedir algo más (lo que podría llamarse estirabilidad). El
error más habitual suele consistir en pensar con el corazón
y querer con la cabeza. El
diagnóstico requiere ver el
presente de forma desapasionada y neutra, mientras que la
estrategia es un mirar al futuro
interesado y apetente. No se
debe comenzar por la estrategia, lo cual es propio del idealista utópico, si bien tampoco
se debe concluir con el diagnóstico, postura en la que incurre el idealismo conservador.
Hay en nuestra cultura, como
decía Antonio Machado, un
indudable predominio del
mirar pragmático sobre el ver
teorético: “ojos que a la luz se
abrieron / un día para después
/ ciegos volver a la tierra /
hartos de mirar sin ver”.
La filosofía, frente a las filosofías, es un saber radical que
desarrolla en nosotros el sentido de profundidad, de originalidad y de creatividad. Es un
saber sintético, ya que de alguna manera sintetiza nuestros otros conocimientos inconexos, orientándonos en la babélica confusión de los saberes
humanos. La filosofía inscribe
cada una de nuestras cuestiones vitales (el empresario,
por oficio, debe plantearse
muchas) dentro de un panorama de universalidad. La filosofía, en fin, despierta en nosotros la querencia por el valor
de la realidad, que es la nota
característica del ser humano,
y que el empresario necesita
junto a la profundidad, la capacidad de síntesis y la visión
panorámica. Pero no ya sólo
para ser un buen empresario,
sino para ser, fundamentalmente, persona.
Revista Empresa y Humanismo, Vol. II, Nº 2/00, pp. 297-305

ARTÍCULOS
EL DESENCUENTRO
ENTRE PERIODISMO Y
ECONOMÍA
ANGEL ARRESE*
La comprensión de los acontecimientos económicos tiene creciente importancia en la sociedad actual, por lo que cabe esperar que los medios de comunicación jueguen un papel fundamental en ese proceso. Sin embargo, conforme la
Economía como ciencia se ha ido haciendo más sólida y compleja, y los medios
de comunicación han pasado a ser masivos, se han ido levantado una serie de
barreras entre los profesionales que la investigan y quienes tienen la función
de informar sobre la actualidad económica. Esas barreras se concretan en el
desencuentro entre ambas profesiones, un desencuentro que se debe superar si,
como parece, es un bien deseable la mejora de la cultura económica del ciudadano.
Palabras clave: Periodismo, Economía, ciencia, cultura económica.
INTRODUCCIÓN
ECONOMÍA es la
única ciencia en la
que dos investigadores pueden ganar el Premio
Nobel diciendo exactamente
lo contrario”. Esta afirmación
sobre los economistas, que
forma parte de un amplio catálogo de chistes y comentarios sarcásticos -por lo demás
habituales en cualquier profesión-, refleja una de las dificul-
“L
A
tades fundamentales a la hora
de informar sobre acontecimientos económicos con el
necesario rigor, haciendo uso
de los avances de las ciencias
económicas.
La Economía no es una
ciencia exacta, tampoco pertenece al ámbito de las ciencias
naturales, sino que plantea
muchos de los problemas propios de las ciencias sociales.
Pero a la vez, probablemente
es una de las ciencias sociales
* Angel Arrese es Director del Departamento de Empresa Informativa en la Facultad de Comunicación de la Universidad de Navarra.


ANGEL ARRESE
que más se ha desarrollado
desde el punto de vista teórico
y metodológico, que más se ha
acercado al supuesto ideal de
una ciencia pura, con unos niveles de complejidad formal,
apoyada en las ciencias
exactas, preocupantes para algunos y loables para otros.
Como resultado de esta especial naturaleza, la ciencia económica se construye sobre un
buen número de principios
fundamentales, sólidamente
establecidos desde el punto de
vista científico, cuyo conocimiento es indispensable para
comprender muchos de los fenómenos que acontecen en la
sociedad. Pero al mismo
tiempo, tampoco de forma no
muy distinta a lo que sucede
en otros ámbitos científicos,
existen muchas áreas de discrepancia abiertas a la discusión y el debate, tanto académico como informativo.
Por otra parte, lo económico, ya no desde el punto de
vista científico sino como conjunto de acontecimientos de
interés público, ha pasado a
ocupar un lugar central en las
preocupaciones de los ciudadanos, en la vida política y, en
general, en el desarrollo de
cualquier sociedad moderna.
Los medios de comunicación,
como reflejo de esa realidad,
dedican cada vez más atención
a la actualidad económica, lo
que ha permitido que se consolide, dentro de las especializaciones periodísticas, la del
periodismo económico1. Sin
embargo, al menos entre los
especialistas en comunicación
de masas, no parece considerarse que la información económica forme parte de la denominada divulgación científica. Su naturaleza está más
cercana a la de la información
política, social, cultural y deportiva, que a lo que estrictamente se denomina periodismo científico2.
Ante esta situación -la de
una ciencia social con un alto
grado de formalización científica, y la de un periodismo que
debería contemplar el desarrollo de esa ciencia pero que
no encaja bien en la categoría
de periodismo científico- es
comprensible que tenga especial interés ocuparse de los
problemas que plantea la comunicación en torno a temas
económicos -entendidos en
sentido genérico- a través de
los medios informativos3. En
esa comunicación surgen,
quizá de forma más extrema
-aunque a veces ni siquiera se
sea consciente-, los retos pro-
Revista Empresa y Humanismo, Vol. II, Nº 2/00, pp. 309-335
EL DESENCUENTRO ENTRE PERIODISMO Y ECONOMÍA
pios de cualquier proceso de
divulgación científica4. Y entre
ellos cabe destacar los derivados de la necesidad de una
explicación continuada, prácticamente diaria, de la actualidad económica desde bases
rigurosas, a poder ser ancladas
en el desarrollo del conocimiento científico.
En este trabajo se pretende
analizar algunas de las peculiaridades de la comunicación en
torno a la actualidad económica a través de los medios informativos, una tarea cada vez
más compleja pero, al mismo
tiempo, más necesaria que
nunca, sobre todo si se tiene
en cuenta que la economía
ocupa tiempo y espacio crecientes en la actualidad informativa. En primer lugar, se
procederá a repasar someramente algunos de los hitos
fundamentales en la relación
entre Periodismo y Economía.
Después se pondrá de manifiesto el desencuentro entre
periodistas y economistas,
para, acto seguido, plantear algunos de los retos de ambas
profesiones desde el punto de
vista de la difusión de ideas y
conocimientos económicos.
Aunque el análisis es generalizable para la mayoría de los
países donde se han desarro-
llado suficientemente tanto la
ciencia económica como el periodismo especializado en
Economía, este estudio toma
como referencia fundamental
el mundo anglosajón, paradigma obligado en ambos ámbitos profesionales.
1. PERIODISMO Y
ECONOMÍA: UN
APUNTE HISTÓRICO
A ACTIVIDAD económica, tal y como hoy
la entendemos, con
sus múltiples facetas, siempre
ha sido uno de los contenidos
básicos de casi cualquier
medio de comunicación. Ya
desde sus orígenes, el periodismo, asociado al nacimiento
de las primeras publicaciones
periódicas, ha estado ligado a
la información comercial5. Las
primeras hojas de precios corrientes, impresas en los principales centros comerciales europeos, suministraban información de vital importancia
para el adecuado desenvolvimiento de los mercados6.
Con posterioridad, ya en el
siglo XVIII, junto a la información comercial es posible
encontrar los primeros ejemplos de comentario u opinión
L
Revista Empresa y Humanismo, Vol. II, Nº 2/00, pp. 309-335


ANGEL ARRESE
sobre el funcionamiento de los
mercados y sobre las numerosas disputas comerciales de
la época. Las primeras doctrinas mercantilistas y librecambistas se airean en debate
público7. Fue el siglo de la fisiocracia, un intento de propuesta de organización económica ideal para las naciones, a
partir del principio de que la
auténtica fuente de riqueza era
el producto neto obtenido de
la aplicación del trabajo a la
tierra; fue también el siglo de
La Riqueza de las Naciones, la
obra de Adam Smith, que supuso una primera aproximación sistemática a los principios teóricos que rigen la actividad económica. La prensa
ilustrada, en la mayoría de los
países, sirvió de vehículo de
difusión de ideas y debate en
torno a un conjunto de actividades humanas que, con posterioridad, constituirían el eje
de la ciencia económica. No es
extraño que buena parte de los
fisiócratas, conocidos también
como “los economistas”, tuviesen una intensa actividad
periodística en publicaciones
de la época8.
Durante casi un siglo, entre
finales del XVIII y las últimas
décadas del XIX, tanto la Economía como el Periodismo
fueron objeto de un proceso de
creciente profesionalización.
Por una parte, la “economía
política”, objeto de análisis y
reflexión por parte de intelectuales, políticos y periodistas,
fue dejando paso al creciente
protagonismo de la “economía
científica”, practicada por un
número cada vez más numeroso de especialistas. Por otra,
el “periodismo ideológico y
doctrinario” era sustituido
poco a poco por un “periodismo profesional”, dirigido a
las masas, más ocupado por su
labor como notario de la actualidad que por su función de
tribuna de debate de opiniones
e ideas.
No obstante, fue éste un período de esplendor desde el
punto de vista de la difusión
de ideas y teorías económicas a
través de la prensa9. Economistas como David Ricardo,
Malthus, Marx o John Stuart
Mill, por citar sólo algunos autores bien conocidos, consideraron que la prensa era vehículo indispensable para el
éxito de sus ideas; periodistas
como James Wilson, Walter
Bagehot o Robert Giffen, siguiendo con el caso británico,
fueron comentaristas de excepción de los avances que se
producían en el campo de las
Revista Empresa y Humanismo, Vol. II, Nº 2/00, pp. 309-335
EL DESENCUENTRO ENTRE PERIODISMO Y ECONOMÍA
doctrinas económicas, y en algunos casos hicieron incluso
importantes aportaciones personales10.
La situación comenzó a
cambiar a finales de siglo. Tras
la revolución marginalista de
los años setenta y la aparición
de la figura del economista
académico, con Alfred Marshall como uno de sus arquetipos, la ciencia económica
-ciencia en sentido modernoempieza su verdadero desarrollo11. Y con él da comienzo
su “alejamiento” de la actualidad, al menos de la actualidad manejable desde los medios de comunicación. El
propio Marshall, en 1885, con
motivo de su lección inaugural
en la Universidad de Cambridge, comentaría que la profesionalización de la disciplina
haría desaparecer a los “contadores de fábulas económicas”12. Sin duda, muchos de
ellos escribían en los periódicos.
De hecho, en la década de
los años ochenta del siglo XIX
cristalizan dos fenómenos editoriales que muestran bien a
las claras la nueva situación.
En el ámbito económico, se
consolida la publicación de revistas académicas, que se con-
vertirían en vehículo de difusión de teoría propio y exclusivo de la comunidad académica13. Probablemente el
mejor símbolo de tales publicaciones sería el Economic
Journal, nacido en 1890. En el
ámbito informativo, finaliza
en esos años, con el nacimiento del Financial Times,
Financial News y Wall Street
Journal, el proceso de aparición de los principales diarios
especializados en información
económica y financiera. Además de los periódicos anglosajones, existían para entonces
títulos similares en Alemania,
Italia y Japón, directos antecesores de los actuales Frankfurter Allgemeine Zeitung, Il
Sole-24 Ore y Nihon Keizai
Shimbun. Entre ambos tipos
de publicaciones, títulos como
The Economist y toda una generación de “Economistas”
surgidos siguiendo el modelo
británico mantenían vivo el recuerdo de un periodismo,
entre académico y profesional,
llamado a desvanecerse.
Con el fin de siglo acababa
la edad de oro del que, con
Stigler, podríamos definir
como “economista predicador”14. Los nuevos economistas se encerraron poco a
poco entre los muros metodo-
Revista Empresa y Humanismo, Vol. II, Nº 2/00, pp. 309-335


ANGEL ARRESE
lógicos de su disciplina; una
disciplina que, además, como
en el caso de otras ciencias sociales, siempre ha requerido un
especial esfuerzo de legitimación de su estatuto científico.
Por su parte, la especialización
periodística, un proceso que a
partir de entonces afectaría
tanto a las publicaciones como
a los profesionales de la información, llevaría a que sólo un
puñado de ellos pudiera realizar una verdadera labor de
difusión de ideas, principios y
teorías, al hilo de la información sobre temas de actualidad. Además, la especialización temática de publicaciones
y secciones no se correspondió
con cambios significativos en
la formación de los profesionales, con lo que en muchos
ámbitos informativos la función del periodista no iba más
allá del mero registro de los
acontecimientos noticiosos y
de la reproducción acrítica de
la opinión de los expertos.
A pesar de todo, a lo largo
del siglo XX, tanto la prensa
especializada como los principales títulos de la prensa de
calidad, a través de excepcionales periodistas y economistas, han realizado una encomiable tarea de divulgación
de los principios que rigen la
actividad económica, empresarial y financiera. Llama la
atención, por ejemplo, la labor
realizada durante los años
treinta y cuarenta por publicaciones como Fortune o The
Economist, entre la prensa especializada -precisamente tras
el descrédito de los diarios financieros, derivado de su incapacidad para prevenir e interpretar la crisis de 1929-; o el
papel desempeñado por economistas de la talla de Gustav
Cassell o John Maynard
Keynes, cuyas reformulaciones
de la teoría económica no sólo
calaron en la comunidad académica, sino que fueron aireadas por sus autores a través de
una destacada actividad de divulgación en la prensa. Es de
destacar, en este sentido, la extraordinaria difusión de las
ideas de Keynes, verdadero
personaje público y economista paradigmático de este
siglo, cuyos planteamientos
teóricos dominaron la política
económica de los países occidentales tras la Segunda
Guerra Mundial15.
Emmison ha analizado
cómo, sobre todo a partir de
los años treinta, el discurso en
torno a “la economía” se instala en los principales medios
de comunicación16; Parsons,
Revista Empresa y Humanismo, Vol. II, Nº 2/00, pp. 309-335
EL DESENCUENTRO ENTRE PERIODISMO Y ECONOMÍA
por su parte, estudió con detalle la difusión de las ideas
keynesianas a través de la
prensa de calidad y especializada, tanto en Estados Unidos
como en Gran Bretaña durante los años cincuenta y sesenta17; Malabre, entre otros,
se ha ocupado de la difusión
de teorías o cuasiteorías más
modernas como son el caso del
monetarismo y la llamada revolución de la economía de la
oferta18. Prensa especializada,
en especial publicaciones
como The Economist, Business
Week, Fortune, The Wall Street
Journal o el Financial Times,
por citar sólo títulos especialmente influyentes; publicaciones de calidad como Time,
Newsweek, The New York
Times, The Times, Frankfurter
Allgemeine Zeitung, Neue Zurcher Zeitung o Le Monde; periodistas de prestigio, sobre
todo en el caso británico,
como Samuel Brittan o Peter
Jay; y economistas norteamericanos de la talla de John Kenneth Galbraith, Paul Samuelson o Milton Friedman:
son algunos de los actores destacados en el proceso de divulgación de ideas y teorías económicas durante este siglo. La
estructura se repite en el nivel
nacional prácticamente en
cualquier país que consideremos, sólo cambiando la
identidad de los actores y pequeños matices del guión de
contenidos.
El crash de la Bolsa de
Nueva York en 1929, los esfuerzos para salir de la Gran
Depresión de los años treinta,
el proceso de reconstrucción y
desarrollo económico de la
posguerra, las sucesivas crisis
del petróleo en los años setenta y ochenta, el resurgir del
neoliberalismo asociado a la
debacle de las economías comunistas y las recurrentes
crisis financieras han sido,
entre otros, algunos de los
grandes acontecimientos impulsores durante este siglo de
la creciente presencia de temas
económicos en los medios. La
consecuencia ha sido el gran
aumento del peso y la influencia de todo un sector de
medios especializados en materia económica, financiera y
empresarial, al tiempo que los
dedicados a la información general conceden cada vez más
tiempo y espacio a la actualidad en esos ámbitos informativos.
Este proceso de divulgación
de conocimientos económicos
no sólo ha estado limitado por
Revista Empresa y Humanismo, Vol. II, Nº 2/00, pp. 309-335


ANGEL ARRESE
el reducido número de publicaciones y profesionales involucrados en él. La economía,
como contenido noticioso y
como ámbito de conocimiento, ha encontrado durante
todo este tiempo la barrera informativa de los medios audiovisuales, poco aptos -a diferencia de lo que puede ocurrir
con otros temas científicospara hacer llegar a públicos
masivos contenidos complejos,
altamente conceptuales, y difíciles de ilustrar con imágenes
atractivas. En conjunto, por
tanto, los desarrollos de la
ciencia económica no se han
extendido como hubiera sido
deseable entre la ciudadanía,
que generalmente acaba manejándose con un escaso repertorio de conceptos económicos básicos, descontextualizados y comprendidos sólo de
forma superficial. Por otra
parte, la prensa especializada y
de calidad, y por tanto los lectores más versados en materias
económicas, también sufren de
forma creciente las limitaciones propias de la comprensión de unos fenómenos, los
económicos, cuya explicación
científica no sólo es motivo de
continua controversia académica, sino que en muchos
casos, debido a la complejidad
alcanzada por el análisis económico, genera problemas de
entendimiento entre los propios especialistas19.
No sorprende que, ante esta
situación, tanto para dirigirse
al público en general como al
lector cultivado, los medios de
comunicación acaben recurriendo a la colaboración de
supuestos “expertos”, capaces
de ofrecer explicaciones simplificadas de la realidad, antes
que acudir a verdaderos especialistas, en general incapaces
de transmitir con sencillez las
implicaciones de su investigación. Se puede quedar así a expensas de la divulgación de
ideas y visiones interesadas, a
veces poco concordantes con
el consenso básico existente en
la comunidad científica, pero
al menos comprensibles20. Se
da por tanto el caldo de cultivo
para la proliferación de lo que
Krugman ha definido como
“policy entrepreneurs”21.
Cabe preguntarse si la evolución descrita ha supuesto realmente un proceso de acercamiento entre Periodismo y
Economía, o si, por el contrario, el desencuentro continúa o, de hecho, se profundiza. A este respecto, y desde
la perspectiva de la reflexión
Revista Empresa y Humanismo, Vol. II, Nº 2/00, pp. 309-335
EL DESENCUENTRO ENTRE PERIODISMO Y ECONOMÍA
sobre la comunicación científica, el período que nos interesa es precisamente el último
siglo, cuando la Economía se
consolida como ciencia. Anteriormente, como ya se ha comentado, el ámbito de discusión eran más las ideas que las
teorías, y la legitimidad de la
interpretación de la actualidad
desde aquéllas era compartida
por intelectuales, “economistas”, políticos, periodistas;
es más, en muchos casos era
realmente difícil distinguir
quién era qué en cada caso.
Para adentrarse en esta cuestión, merece la pena detenerse
en la visión que periodistas y
economistas tienen de sus respectivas funciones en la tarea
de divulgación sobre materias
económicas.
2. PERIODISTAS Y
ECONOMISTAS: RIGOR,
INTERÉS Y
PERSPECTIVA
REFLEXIONES en
torno a la relación
entre economistas y
periodistas, como concreción
de la más amplia entre Periodismo y Economía, comenzaron a proliferar desde el
mismo momento en que la
ciencia económica empieza a
L
AS
tener entidad y autonomía. En
1894, con motivo de la cuarta
reunión anual de la British
Economic Association, un profesor de Economía Política en
la Universidad de Edimburgo,
J.S. Nicholson, pronunció una
conferencia sobre “Economía
política y periodismo”. Su
principal tesis era que los periodistas económicos debían
poseer conocimientos teóricos
profundos, los suficientes para
poder tratar con propiedad las
noticias de la actualidad referidas a econo-mía22. La respuesta de The Economist no se
hizo esperar: “A efectos del conocimiento popular, el hombre
que puede recordar de forma
convincente a sus lectores que
2 más 2 es siempre igual a 4
tiene más valor que una armada de escritores entrenados
para usar la terminología y
formulación de la economía
abstracta”23. Este debate, en
términos así de simples o con
una mayor sofisticación, al
menos aparente, se ha mantenido, incluso agudizado, a lo
largo del tiempo. Prácticamente un siglo después de las
palabras de Nicholson, Michael Weinstein, economista y
miembro del Consejo Editorial del New York Times, reproducía los términos del debate.
Revista Empresa y Humanismo, Vol. II, Nº 2/00, pp. 309-335


ANGEL ARRESE
Weinstein, en una conferencia
ante la American Economic Association, describía la situación
que se vive en la relación entre
ambas profesiones con las siguientes palabras: “Cuando mis
colegas del New York Times utilizan la palabra ‘académico’, no
están haciendo un cumplido;
ellos quieren decir irrelevante.
Y cuando mis antiguos colegas
en el ámbito académico describen el trabajo de alguien
como ‘periodístico’, sin excepción quieren decir superficial”24.
Unos y otros, periodistas y
economistas, han dejado constancia a lo largo del siglo de las
dificultades existentes para encontrar ámbitos de colaboración en la común tarea de mejorar la cultura económica de
la sociedad, a partir del desarrollo científico en ese campo.
Un repaso a los argumentos y
comentarios realizados por
prestigiosos profesionales, tanto periodistas como economistas, puede servir para entender mejor el distanciamiento existente entre ambas
disciplinas. Sin la pretensión
de ser exhaustivo, sino más
bien de ofrecer una muestra
sugerente de argumentaciones,
este repaso sirve asimismo
para mostrar algunas de las
principales áreas de fricción
alrededor de la cobertura periodística de la actualidad económica.
2. 1. COMPLEJIDAD Y RIGOR
En torno al cambio de siglo,
Price, tomando como referencia lo que sucedía en la primera mitad del XIX, cuando
“los conocimientos de Economía Política eran considerados como bagaje necesario
de todo hombre educado”, comentaba que no se podía
negar el hecho de que se había
producido una reducción en la
estima hacia la Economía,
tanto por parte de las clases
populares como de las ilustradas25. Sin duda era consecuencia de la creciente complejidad del análisis económico y de la subsiguiente incapacidad del público en general
para comprenderlo. De hecho,
la complejidad es la primera
gran barrera que dificulta la
cobertura periodística de la
economía, máxime si se tiene
en cuenta que los asuntos económicos afectan diariamente a
la vida de las personas, y casi
cualquiera se atreve a hacer
juicios de “sentido común” al
respecto. Ya comentaba Keynes que “la economía es un
asunto difícil y técnico, aunque
nadie se lo crea”26. Otro gran
economista, A.C. Pigou, criti-
Revista Empresa y Humanismo, Vol. II, Nº 2/00, pp. 309-335
EL DESENCUENTRO ENTRE PERIODISMO Y ECONOMÍA
caba en 1941 la actitud de los
periodistas al comentar negativamente obras teóricas con
análisis matemáticos, por el
simple hecho de no ser comprensibles para ellos27. Más recientemente, al comentar
cómo llegaban las ideas económicas al público, a través de
los medios de divulgación, Robert Solow comentaba: “Para
cuando una doctrina como el
monetarismo llega a la calle,
incluso a Wall Street, es una
doctrina mucho más rudimentaria que la teoría básica que
uno puede enseñar a sus
alumnos utilizando un libro de
texto introductorio de macroeconomía. Es tan rudimentaria
que, para ser justos, habría que
decir que se convierte en una
doctrina diferente”28.
El reverso de la moneda de
la incapacidad del periodista, o
al menos de gran parte de los
periodistas, para hacerse cargo
de las complejidades de la
ciencia económica, es la creciente dificultad del economista académico para “traducir” sus trabajos de investigación, y las consecuencias que
tienen en la práctica, a textos y
explicaciones susceptibles de
captar la atención de los medios de comunicación, y por
tanto de sus audiencias. De
hecho, se carece de verdaderos
divulgadores de la Economía
dentro de la profesión económica. Aunque siempre han
existido excepciones, algunas
muy notables, falta la legitimación de la actividad de divulgación dentro del mundo académico. Stigler comentaba
hace algunos años que la influencia del trabajo del economista y la estima popular, de
los no expertos, normalmente
guardan una correlación negativa29. Krugman, sin duda uno
de esos divulgadores en la actualidad, señalaba recientemente que había comenzado
una “segunda carrera” profesional -la primera era la académica-, consistente en comunicar al gran público sus ideas;
una carrera que, según este
autor, ya no tenía vuelta atrás,
y que de alguna forma le hacía
sentirse como alguien “expulsado del edén”30.
2. 2. ATRACTIVO E INTERÉS
A la barrera de la complejidad, por otra parte una barrera que comparte la Economía con muchas otras ciencias, y no precisamente en
grado superlativo, se ha unido
tradicionalmente el impedimento de la falta de atractivo.
Normalmente se asocia la información económica, y por
Revista Empresa y Humanismo, Vol. II, Nº 2/00, pp. 309-335


ANGEL ARRESE
extensión la Economía, con
una materia “aburrida”, “poco
interesante”, al menos por
comparación con otros contenidos habituales de los medios
de comunicación -incluidos
muchos temas científicos-.
Afortunadamente, existen suficientes ejemplos de profesionales y publicaciones, a lo
largo de este siglo, que han refutado con su trabajo esa percepción genérica. Es más, cabe
señalar que una de las claves
fundamentales para mejorar la
divulgación económica tiene
que ver con la superación de
esos tópicos. Bernard Kilgore,
probablemente la figura más
importante en la historia del
Wall Street Journal durante este
siglo, señalaba al respecto: “La
Economía no es una ciencia
oscura. (...) La Economía no
es aburrida. Sólo la hacen poco
atractiva e interesante personas que no están realmente
interesadas en ella”31. Otro periodista, Geoffrey Crowther,
arquitecto editorial de The
Economist tras la Segunda
Guerra Mundial, utilizaría el
humor como uno de los elementos de persuasión fundamentales en una publicación
que no puede ser tachada precisamente de frívola. Es fácil
encontrar testimonios simi-
lares de grandes divulgadores,
y también advertir la especial
atención que dedican las publicaciones más prestigiosas a
combatir esa percepción generalizada. Quirt resalta, por
ejemplo, el caso de Institutional Investor, una de las publicaciones que más ha hecho
en la segunda mitad de este
siglo para demostrar que el periodismo financiero no tiene
por qué ser aburrido32. No obstante, tanto en la prensa especializada como en el resto de
medios de comunicación, los
problemas de persuasión planteados por la información económica siguen siendo fundamentales33.
Los retos persuasivos en la
transmisión de contenidos
económicos a través de los
medios no se pueden separar
de los problemas de persuasión
existentes en la propia Economía como disciplina científica. En su intento por convertirse en la ciencia social más
cercana a las ciencias naturales, la Economía sufre una
tensión interna que afecta a su
capacidad para utilizar -o al
menos para reconocer su utilización- recursos persuasivos
fundamentales en cualquier
proceso de comunicación34.
McCloskey lleva tiempo tra-
Revista Empresa y Humanismo, Vol. II, Nº 2/00, pp. 309-335
EL DESENCUENTRO ENTRE PERIODISMO Y ECONOMÍA
bajando en su intento de persuadir a los economistas de la
necesidad de usar conscientemente la retórica, como herramienta fundamental para superar algunas de las “enfermedades” de esta ciencia y, por
tanto, mejorarla35. La autora
señala, como muestra de ese
diagnóstico, entre otras muchas, las especiales dificultades
de los economistas, a diferencia de otros científicos, para
mantener una relación fluida y
fructífera con los periodistas36.
Si bien los argumentos de
McCloskey y sus seguidores
han sido criticados por muchos de sus colegas, una crítica
justificable en algunos aspectos, lo cierto es que muy
pocos dudan de la necesidad
de mejorar la capacidad persuasiva de la Economía. Lenguaje, estilo, técnica narrativa,
y otros muchos aspectos retóricos -como por ejemplo los
relacionados con la personalidad del emisor-, siempre han
sido claves fundamentales en
la difusión de ideas económicas. Como lo han sido también la capacidad para contextualizar y dar sentido -histórico, político, humano, etc.- a
las realidades económicas. De
hecho, la mayor o menor capacidad para poner en perspec-
tiva los asuntos económicos es
otro de los caballos de batalla
fundamentales al considerar
las relaciones entre ambas actividades profesionales.
2. 3. ACTUALIDAD Y
PERSPECTIVA
Mientras que el interés periodístico está demasiado ligado a la efímera actualidad, el
interés científico precisamente
se ocupa de lo que permanece,
o al menos de lo que subyace
en los cambios que se producen en su área de estudio.
Por lo que respecta a la actualidad económica, este hecho
tiene manifestaciones claras.
Herbert Stein, a mediados de
los años setenta, comentaba
que los medios de comunicación realizaban un buen trabajo de “micro-reporting”,
pero no de “macro-reporting”37. La prensa, y todavía en
mayor grado la televisión, se
ocupan en exceso del corto
plazo, convirtiendo la actualidad económica en una sucesión de indicadores, cifras,
análisis de coyuntura empresarial, etc., que muchas veces
ayudan poco, cuando no la entorpecen, a la comprensión de
los verdaderos mecanismos de
funcionamiento de la economía, los negocios y las finanzas38. Esos mecanismos
Revista Empresa y Humanismo, Vol. II, Nº 2/00, pp. 309-335


ANGEL ARRESE
tienen que ver con el largo
plazo, con el análisis de las interrelaciones entre indicadores
y acontecimientos en el
tiempo, y con los procesos encadenados más que con la información sobre hechos aislados39. Si falta en los medios
la perspectiva temporal y la
contextualización rigurosa,
desde el conocimiento científico, de los acontecimientos
económicos, muchas veces carece el análisis de los especialistas de la necesaria referencia
al sentido político, social y humano del acontecer económico40.
Milton Friedman, refiriéndose a su etapa como columnista de Newsweek, señalaba
que una de las lecciones que
había aprendido gracias a la
labor de divulgación era que
“las perspectivas desde las que
se puede abordar, casi cualquier
asunto, son muy numerosas.
No existe eso que podríamos denominar un tema puramente económico”41. Aunque
no haya que trabajar como periodista para darse cuenta de
ese hecho, sí es cierto que uno
de los retos periodísticos más
importantes es dar sentido a la
Economía, en la vida diaria de
las personas, más allá de su
ámbito propio, como ciencia
de los medios, poniéndola en
relación con fines humanos y
sociales42. Frente al economista, que en general aplica su
visión “paretiana” del acontecer
económico a la actualidad, el
periodista tiene la responsabilidad de plantear, desde un conocimiento profundo de la realidad y sin planteamientos
simplistas, consideraciones ancladas en valores como la justicia, la solidaridad o el respeto
a la dignidad humana. De otra
forma, puede transmitirse la
errónea impresión de que la
Economía, como sistema, se
impone necesariamente, funciona de forma mecánica al
margen de la actuación de las
personas -incluso al margen de
sus problemas-, y de forma autónoma respecto a ámbitos
como el social o el político43.
Una manifestación concreta de
esta situación, entre otras muchas, es la escasa información
sobre asuntos económicos
poco cuantificables, sobre fenómenos relevantes pero sobre
los que se carece de la información estadística necesaria
para el “análisis económico riguroso”44.
Un tercer problema de perspectiva que enfrenta a periodistas y economistas tiene que
ver con la práctica informativa
Revista Empresa y Humanismo, Vol. II, Nº 2/00, pp. 309-335
EL DESENCUENTRO ENTRE PERIODISMO Y ECONOMÍA
de que las “buenas noticias no
son noticia” -o al menos no
son tan noticia como otras-.
Normalmente los medios no
sólo dedican más atención a
las “malas” noticias -problemas
económicos, previsiones no
cumplidas, crisis, etc.-, sino
que además tienden a “dramatizar” en exceso la realidad.
Estas son algunas críticas habituales de los economistas
hacia la cobertura periodística
de los temas de actualidad.
Respecto a la primera, existen
estudios que confirman el aumento del interés de los medios por la Economía en períodos de crisis; por lo que se refiere a la segunda, la crítica se
dirige más a los medios generalistas que a los especializados, aunque en todos la necesidad de captar la atención
del lector lleva casi necesariamente a procesos de “simplificación y exageración” de los
temas de actualidad. Herbert
Stein, sintetizando estas dos
críticas, señalaba: “La prensa
comunica una visión excesivamente dramática, ansiosa y negativa de la Economía”45.
Como en otros de los problemas planteados en este
apartado, la naturaleza propia
de la actividad periodística es
responsable de estas limita-
ciones. Y ciertamente no es el
periodismo económico, frente
a otras especializaciones, un
periodismo muy dado a magnificar lo negativo y al sensacionalismo. Es más, en ocasiones, sobre todo en áreas
como la información empresarial, la crítica puede ser más
bien la de la existencia de una
excesiva simpatía hacia el éxito
empresarial y una cierta ceguera ante las miserias de los
negocios.
Desde el punto de vista de
la divulgación científica, las reflexiones anteriores tienen
también su importancia. Se
puede pensar que los medios
de comunicación tienen más
interés en las controversias que
en el consenso científico. Y así
ha sido en períodos en los que
doctrinas económicas enfrentadas trataban de lograr el beneplácito científico y del público. Paul Samuelson ponía
de manifiesto este hecho
cuando comentaba la invitación de Newsweek para que escribiera una columna regular
de corte keynesiano, como
contrapunto a la columna monetarista de Milton Friedman46. En su intento por mostrar interpretaciones variadas
de la actualidad, en un ámbito
como el de la Economía,
Revista Empresa y Humanismo, Vol. II, Nº 2/00, pp. 309-335


ANGEL ARRESE
donde de hecho existen abundantes temas objeto de controversia académica, los medios
de comunicación pueden
acabar dando la impresión de
que todo es opinable -máxime
cuando no es difícil encontrar
visiones interesadas que defienden casi cualquier postura,
al margen del consenso científico-. También se puede dar la
situación contraria: que en
temas donde no existe ese
consenso, se informe, por desconocimiento o por interés,
dando la impresión de que la
ciencia económica ofrece una
explicación única al respecto.
Ante estos problemas, la comunidad científica comparte
responsabilidad con los periodistas. En las últimas décadas
han sido numerosos los llamamientos, dentro de la profesión económica, para trabajar
más sobre lo que une que
sobre lo que separa, tanto
desde el punto de vista de la
investigación científica como
de la divulgación y la acción
pública47. Sería deseable que
este objetivo se alcanzase, y
que a través de los medios de
comunicación, como consecuencia, se pudiese transmitir
con rigor cuáles son los principios sobre los que no hay dis-
cusión científica, y cuáles
sobre los que sí la hay48.
3. CIENCIA,
DIVULGACIÓN Y
CULTURA ECONÓMICA
¿
P OR QUÉ HABRÍA que
tratar de favorecer el encuentro entre Periodismo
y Economía? O dicho de otra
forma: ¿qué consecuencias se
derivan de la situación expuesta, que justifiquen el esfuerzo de acercamiento entre
ambas disciplinas? Al fin y al
cabo, se puede argumentar que
desde la óptica de las ciencias
económicas, para su propio
desarrollo científico, sería suficiente con trabajar para conseguir el “aplauso” de la comunidad científica en general; y
desde la perspectiva del periodismo, también bastaría con
mejorar las técnicas de cobertura de un área especializada,
pero sin preocuparse por las
complejidades y exigencias
propias de la información
científica. La respuesta es que
ambas actividades, por muy
diferentes que parezcan, cumplen una función social, al servicio de la verdad, y en ese
cumplimiento se necesitan
entre ellas.
Revista Empresa y Humanismo, Vol. II, Nº 2/00, pp. 309-335
EL DESENCUENTRO ENTRE PERIODISMO Y ECONOMÍA
Tanto individualmente como en su condición de ciudadano, toda persona, al menos
en entornos de libertad, tiene
que tomar decisiones económicas muy variadas. Como
consumidores, votantes o en el
desempeño de actividades profesionales, diariamente hacemos elecciones que presuponen un cierto conocimiento
de cómo funciona el sistema
económico. Necesitamos, por
tanto, una cierta “cultura económica” para manejarnos en
sociedad -muchos estarían de
acuerdo en que cada vez es
más necesaria, sobre todo con
la tendencia a la “economización” de la política-, y cabe suponer que cuanto más profunda sea esa cultura mejores,
o al menos más fundamentadas, serán las decisiones que
se adopten. En este sentido, la
responsabilidad social de economistas y periodistas es elevada. Como señalan Kurdas y
Majewski, si los profesionales
de la Economía no son conscientes de esa responsabilidad
“se corre el riesgo de que la
profesión y sus descubrimientos acaben siendo irrelevantes para el público”49. Por
su parte, si los profesionales
del Periodismo no asumen la
función didáctica, desde un
conocimiento sólido, que tiene
la información de actualidad
sobre temas económicos, se
puede estar siendo utilizado
para difundir visiones interesadas de la realidad, que poco
o nada tienen que ver con las
verdaderas necesidades de información de la ciudadanía.
El resultado de la divulgación económica que se ha
hecho hasta el momento no
parece que sea muy alentador.
En un país como Estados
Unidos, donde ambas profesiones han alcanzado un gran
nivel de desarrollo, y donde
probablemente más se ha trabajado en la colaboración
entre Periodismo y Economía,
la cultura económica de la ciudadanía no alcanza el nivel
que sería deseable. Una reciente
investigación
de
Walstad demuestra esta situación, con datos como el siguiente: sólo uno de cada tres
norteamericanos adultos sabe
que el índice de precios al consumo es el índice más ampliamente utilizado para medir la
inflación, o que la Reserva Federal es la responsable de establecer la política monetaria50.
El panorama no es muy distinto en otras latitudes. En
Gran Bretaña, varios investigadores de la Universidad de
Revista Empresa y Humanismo, Vol. II, Nº 2/00, pp. 309-335


ANGEL ARRESE
Liverpool llegan a similares
conclusiones, en este caso
centrándose en el nivel de
comprensión, más o menos
profundo, de los procesos
económicos51. A finales de los
años setenta, Adoni y Cohen
concluían a partir de una investigación realizada entre
adultos en Israel: “La mayoría
del público tiene un conocimiento y una comprensión
muy pobre de los conceptos
económicos básicos, repetidos
hasta la saciedad en los diferentes medios de comunicación”52. En general, por tanto,
se puede decir que queda
mucho por hacer en la necesaria mejora de la cultura
económica de las personas.
Obviamente, existen más
motivos que los analizados en
este trabajo para explicar la
situación descrita, entre ellos
la consideración de los contenidos económicos que se
transmiten a través del sistema educativo. Pero también
es cierto que los medios de
comunicación juegan un
papel fundamental en los
procesos de aprendizaje en
torno a multitud de asuntos
de interés público. De hecho,
la manera en que los medios
conceptualizan la economía
puede ser un buen punto de
partida para avanzar en el
logro de esa meta53.
4. CONCLUSIONES
P
ARECE
DE
SENTIDO
común que no se
pueda aspirar a abarcar
la complejidad de la Economía desde los medios de
comunicación, como es de
sentido común que no se
pueda profundizar en los entresijos teóricos de muchas
otras ciencias en las páginas
de los periódicos o en los
programas de radio y televisión. Sin embargo, cabe esperar que no sea una quimera
poder informar con rigor y
profundidad sobre temas económicos, y que quien lo haga
-sea un periodista económico,
o un economista académicono tenga por qué renunciar a
la correspondiente consideración profesional por hacerlo.
Asimismo, sería deseable que
a través de esa actividad de
divulgación mejorase la cultura económica de la población, a partir de conocimientos sólidamente fundados y respaldados por los
avances que se producen en
las ciencias económicas. El
desencuentro entre Perio-
Revista Empresa y Humanismo, Vol. II, Nº 2/00, pp. 309-335
EL DESENCUENTRO ENTRE PERIODISMO Y ECONOMÍA
dismo y Economía no hace
sino dificultar esos procesos54.
A la luz de lo expuesto en
las páginas anteriores, se
pueden destacar algunos retos
que tienen ante sí ambas disciplinas, la periodística y la
ciencia económica, para superar las barreras que les separan.
En primer lugar, existe un
reto de formación para ambos
profesionales. Por lo que se
refiere al periodismo, la exigencia de mejorar la formación económica de los profesionales de la información
lleva planteada casi un siglo,
sin que se hayan logrado
avances significativos hasta
hace muy poco tiempo. De
hecho, hoy sigue siendo una
de las principales asignaturas
pendientes para conseguir
avances significativos en el
encuentro entre Periodismo y
Economía 55. También la formación de los economistas, o
al menos de parte de la profesión, requeriría, para hacer
justicia al impacto social de
su trabajo e investigación,
una mayor atención a los procesos de difusión de información e ideas, y a los mecanismos de conversión de los
avances científicos en pro-
puestas convincentes de acción pública.
En segundo lugar, existe la
necesidad de profundizar en
la colaboración entre economistas y periodistas, entre la
comunidad académica y profesional y los medios de comunicación. La colaboración
debería darse de forma más
estrecha en ámbitos como el
de la formación, la creación
de contenidos económicos
para los medios, la “mezcla”
profesional -ni las redacciones compuestas sólo por
periodistas, ni exclusivamente
por economistas-, y en muchas otras áreas donde se
hace necesario el trabajo conjunto para servir mejor a la
sociedad.
Por último, se debe afrontar
la tarea de la divulgación económica, desde la información
de actualidad y desde el desarrollo científico, con el común objetivo de mejorar eso
que hemos denominado “cultura económica” de la sociedad. En esa tarea, es fundamental avanzar en la superación de los problemas que
plantea la complejidad, la
falta de atractivo y la necesidad de contextualización de
la actualidad económica, con
la búsqueda del equilibrio
Revista Empresa y Humanismo, Vol. II, Nº 2/00, pp. 309-335


ANGEL ARRESE
entre las exigencias informativas propias del trabajo periodístico y las exigencias
educativas que plantea un
ámbito de conocimiento
científico.
Revista Empresa y Humanismo, Vol. II, Nº 2/00, pp. 309-335
EL DESENCUENTRO ENTRE PERIODISMO Y ECONOMÍA
NOTAS
1 Cfr., Quesada Pérez, Montserrat
(1998), Periodismo especializado, Ediciones Internacionales Universitarias,
Madrid, p. 59.
2 Lo cierto es que algunos temas económicos pueden aparecer ocasionalmente en secciones de ciencia y tecnología, pero lo normal es que se
traten en espacios informativos autónomos. A pesar de ello, hay autores
que reconocen la vertiente científica
que tiene la información sobre economía. Cfr., Calvo Hernando, Manuel (1977), Periodismo científico, Paraninfo, Madrid, pp. 212-216.
3 A pesar del aparente interés del
tema, es escasa la investigación en
torno a la comunicación de acontecimientos e ideas económicas, tanto
desde la perspectiva de los medios de
comunicación como de la recepción
pública de los trabajos e investigaciones de los economistas. Cfr., Colander, David C. y Coats, A.W. (eds.)
(1989), The Spread of Economic Ideas,
Cambridge University Press, Nueva
York, 1989, p. 1; Gavin, Neil T. (ed.)
(1998), The Economy, Media and Public Knowledge, Leicester University
Press, Londres, p. 2.
4 Para una introducción a los distintos modelos que se pueden tener
en cuenta al considerar los procesos
de divulgación científica, vid.,
Bucchi, Massimiano (1998), Science
and the Media. Alternative routes in
scientific communication, Routledge,
Londres, pp. 1-32.
5 Cfr., Dovifat, Emil (1960), Periodismo, Vol. I., UTEHA, México, p.
41.
6 Para un completo análisis del nacimiento y desarrollo de este tipo de
publicaciones, vid., Nieto, Alfonso
(1984), La prensa gratuita, EUNSA,
Pamplona, pp. 21-110; McCusker,
John J. Y Gravesteijn, Cora (1991),
The Beginnings of Commercial and Financial Journalism. The Commodity
Price Currents, Exchange Rate Currents, and Money Currents of Early
Modern Europe, Neha, Amsterdam.
7 Vid., por ejemplo, Irwin, Douglas
A. (1996), Against the Tide. An Intellectual History of Free Trade, Princeton University Press, Princeton, pp.
43-63.
8 Cfr., Schumpeter, J. A. (1994), Historia del Análisis Económico, (Versión
española a cargo de Manuel Sacristán, con la colaboración de José
A. García Durán y Narcis Serra, con
prólogo de Fabián Estapé), Ariel,
Barcelona, p. 270.
9 Fetter comentaría en 1925 que la
Economía Política nunca había alcanzado tanto prestigio público como
en Inglaterra durante la primera
mitad del siglo XIX. Cfr., Fetter,
Frank A. (1925), “The Economists
and the Public”, The American Economic Review, Vol. XV, nº 1, p. 17.
10 Para un acercamiento a la actividad periodística de estos y otros
muchos autores británicos durante los
dos primeros tercios del siglo XIX,
vid., Vissink, H.G.A (1985), Economic and Financial Reporting in England and the Netherlands. A Comparative Study over the Period 1850 to
1914, Van Gorcum, Assen/Maastricht, pp. 7-20; Parsons, W. (1989),
The Power of Financial Press. Journa-
Revista Empresa y Humanismo, Vol. II, Nº 2/00, pp. 309-335


ANGEL ARRESE
lism and Economic Opinion in Britain
and America, Edward Elgar, Aldershot, pp. 7-20; Arrese, A. (1995),
La identidad de The Economist,
EUNSA, Pamplona, pp. 66-218.
11 Cfr., por ejemplo, Parrish, John B.
(1967), “Rise of Economics as an
Academic Discipline: The Formative
Years to 1900”, The Southern Economic Journal, Vol. XXXIV, nº 1, pp.
1-16.
12 Citado en Vissink, H.G.A., op.
cit., pp. 170-172.
siness School Press, Boston, Mass.,
pp. 141-202.
19 “De forma creciente, mucha de la
investigación de los economistas se
basa en matemáticas y econometría
realmente esotéricas que muchos economistas, no digamos ya la gente
común, nunca llegan a comprender”,
Reese, Albert (1986), “The Marketplace of Economic Ideas”, American
Economic Review. Papers and Proceedings, Vol. 76, nº 2, p. 140.
17 Cfr., Parsons, Wayne, op. cit., pp.
48-112.
20 A efectos de este trabajo, centrado
en la divulgación científica, no se
aborda un asunto de vital importancia como es el de la participación
en los medios, cada vez creciente, de
economistas que defienden particulares intereses –políticos, empresariales, ideológicos- desde su trabajo al
servicio de organizaciones de diverso
tipo. Esta cuestión no sólo plantea
problemas en el proceso de difusión
de información, juicios e ideas a
través de los medios, sino que plantea
también serios dilemas desde el
punto de vista del ejercicio de una
profesión, la de economista, basada
en un conocimiento científico. Aquí,
por supuesto, entraría de lleno el
juicio sobre decisiones políticas que
afectan al ámbito económico. Cfr.,
Silk, Leonard S. (1972), “Truth vs.
Partisan Political Purpose”, American
Economic Review. Papers and Proceedings, Vol. LXII, nº 2, pp. 376-378;
Herman, Edward S. (1982), “The
Institutionalization of Bias in Economics”, Media, Culture and Society, 4,
pp. 275-291.
18 Cfr., Malabre, Alfred L. Jr. (1994),
Lost Prophets. An Insider´s History of
the Modern Economists, Harvard Bu-
21 Cfr., Krugman, Paul (1994), Peddling Prosperity. Economic Sense and
Nonsense in the Age of Diminished Ex-
13 Vid., Winch, Donald (1990), “A
Century of Economics”, en Hey,
John D. y Winch, D., A Century of
Economics. 100 Years of the Royal Economic Society and The Economic
Journal, Basil Blackweel, Oxford, p.
3; Stigler, George J., Stigler, Stephen
M. y Friedland, Claire (1995), “The
Journals of Economics”, Journal of
Political Economy, Vol. 103, nº 2, pp.
331-332.
14 Cfr., Stigler, George J. (1982), El
economista como predicador y otros ensayos, (Traducción de Jorge Pascual),
Ediciones Folio, Barcelona, pp. 9-26.
15 Vid., Hall, P.A. (ed.) (1989), The
Political Power of Economic Ideas: Keynesianism across Nations, Princeton
University Press, Princeton.
16 Cfr., Emmison, M. (1983), “The
Economy: Its Emergence in Media
Discourse”, en Davis, H. y Walton, P.
(eds), Language, Image, Media, Blackwell, Oxford, pp. 139-155.
Revista Empresa y Humanismo, Vol. II, Nº 2/00, pp. 309-335
EL DESENCUENTRO ENTRE PERIODISMO Y ECONOMÍA
pectations, W.W. Norton Company,
Nueva York, pp. 10-15.
22 Cfr., Nicholson, J.S. (1894), “Political Economy and Journalism”, The
Economic Journal, Vol. IV, nº 15, pp.
393-405.
23 “Economics and Journalism”, The
Economist, 30 de Mayo de 1894, p.
794.
24 Weinstein, Michael (1992), “Economists and the Media”, Journal of
Economic Perspectives, Vol. 6, nº 3, pp.
73. Es relativamente fácil encontrar
testimonios significativos en esa
misma dirección. Robert J. Barro, tras
reconocer que en su caso ha podido
compatibilizar sus trabajos académicos con una cierta actividad periodística, sin especiales problemas, relata el siguiente suceso: “El único
contratiempo que he tenido ocurrió
durante una reunión de la American
Economic Association, en enero de
1994, cuando Bob Solow, del MIT,
me acusó de estar comportándome
como un periodista, descripción que,
estoy casi seguro, pretendía ser un insulto”. Barro, Robert J. (1997), El
poder del razonamiento económico.
Cómo entender la economía, Colegio de
Economistas de Madrid-Celeste
Ediciones, Madrid, p. 9.
25 Cfr., Price, L.L. (1901), “Economics and Commercial Education”,
The Economic Journal, Vol. XI, pp.
520-536.
26 Citado en Krugman, Paul (1998),
The Accidental Theorist. And Other
Dispatches from the Dismal Science,
W.W. Norton & Company, Nueva
York, p. 8.
27 “Un principio fundamental para
estas personas [los periodistas] es que
los libros sobre economía no deben
contener lo que ellos consideran que
son ‘altas matemáticas’. Por alguna
razón, que no alcanzo a comprender,
los diagramas elementales pueden,
ocasionalmente, pasar el filtro, pero
para una x o una y, no digamos ya
para una F, no hay merced alguna.
(...) La idea de quienes hacen recensiones periodísticas de que los libros
profesionales sobre economía no deberían contener ‘alta matemática’ es
sólo un ejemplo particular de una
idea más amplia; la de que estos libros, a diferencia de las obras académicas sobre física o química, que se
acepta que no puedan ser valoradas
sin algún tipo de formación especial
en esos campos, deberían ser comprensibles para ellos”. Pigou, A.C.
(1941), “Newspaper Reviewers, Economics and Mathematics”, The Economic Journal, Vol. LI, nº 202-3, pp.
277 y 280. Llama la atención el
hecho de que cincuenta años después
la crítica sigue planteada en los
mismos términos. Muchos periodistas siguen pensando que “los problemas susceptibles de ser abordados
con soluciones matemáticas son a
menudo artificiales”. Carns, Frederick S. Jr. (1991), “Journalism´s Sham
Economic Commentary”, Challenge,
November-December, p. 56.
28 Solow, Robert M. (1989), “How
Economic Ideas Turn to Mush”, en
Colander, David C. y Coats, A.W.
(eds.), op. cit., p. 80.
29 “Se podría concluir que, en general, gran popularidad y profunda
influencia son rivales, no socios”. Stigler, George J. (1976), “Do Economists Matter?”, Southern Economic
Journal, Vol. 42, nº 3, p. 354. Años
antes, otro gran economista, Paul A.
Revista Empresa y Humanismo, Vol. II, Nº 2/00, pp. 309-335


ANGEL ARRESE
Samuelson, en la Conferencia Anual
de la American Economic Association,
había cerrado su intervención sobre la
función del economista académico en
la sociedad con las siguientes palabras: “En el largo plazo, el economista académico trabaja por la única
moneda que merece la pena –nuestro
propio aplauso”. Samuelson, Paul
(1962), “Economists and the History
of Ideas”, American Economic Review,
Vol. LII, nº 1, p. 18.
30 Krugman, Paul (1998), The Accidental Theorist..., op. cit., p. 9.
31 Kilgore, Bernard (1963), “The
Challenge of Communication in
Economics”, Journalism Quarterly,
Vol. 40, p. 431.
32 Cfr,. Quirt, John (1993), The Press
and the World of Money, Anton/California-Courier, California, p. 205.
33 Cfr., por ejemplo, Corner, John
(1998), “Television News and Economic Exposition”, en Gavin, Neil T.
(ed.), op. cit., pp. 53-70; Goddard,
Peter, “Press Rhetoric and Economic
News: a Case Study”, en Gavin, Neil
T. (ed.), op. cit., pp. 71-89.
34 “La tensión entre abstracción y
concreción, lógica e intuición, ciencias y humanidades, es más que un
simple inconveniente a la hora de
hacer ciencia económica; es más bien
su característica definitoria como área
de investigación. El problema no es la
existencia de esta tensión, sino la divergencia entre la percepción oficial
del mundo académico y la realidad al
respecto. La tensión continuada entre
aparato metodológico y área de investigación habitualmente se niega,
como si se temiese que ese fuese un
signo de inadecuación de la disciplina
a imaginarios estándares de cientifismo”. Keppler, J. H. (1998), “Economists and Language”, History of
Economic Ideas, Vol. VI, nº 3, p. 37.
35 Vid., entre otros, McCloskey, D.
(1983), “The Rhetoric of Economics”, Journal of Economic Literature,
Vol. XXI, pp. 481-517; McCloskey,
D. (1985), The Rethoric of Economics,
The University of Wisconsin Press,
Wisconsin; McCloskey, D. (1990), If
You’re So Smart. The Narrative of Economic Perspective, The University of
Chicago Press, Chicago.
36 Cfr., McCloskey, D. (1985), The
Rhetoric of Economics..., op. cit., pp.
180-181.
37 Cfr., Stein, Herbert (1975),
“Media Distorsions: a Former Official´s View”, Columbia Journalism Review, March/April, p. 37.
38 “Los periodistas tienen el deber de
tematizar y dar relevancia a los acontecimientos de actualidad. Los economistas no trabajan bajo tales condiciones. Una consecuencia importante de esto es que aspectos o problemas económicos que podrían ser
efímeros o poco trascendentales para
el profesional de la Economía pueden
ser interpretados de forma opuesta
por el periodista”. Meyer, John R.
(1972), “Communications Gap Narrows but Persists”, American Economic Review. Papers and Proceedings,
Vol. XLII, nº 2, p. 379.
39 Tanto periodistas como economistas han coincidido tradicionalmente en la necesidad de mejorar el
análisis y la reflexión en torno a tendencias, procesos económicos, etc. a
través de los medios de comunicación. Incluso aceptando que la infor-
Revista Empresa y Humanismo, Vol. II, Nº 2/00, pp. 309-335
EL DESENCUENTRO ENTRE PERIODISMO Y ECONOMÍA
mación económica ha mejorado en
cantidad y calidad en las últimas décadas, sigue habiendo mucho que
hacer en la difusión de conocimiento
y análisis económico. Cfr., VV.AA.
(1972), “Economists Consider Economic Reporters and Viceversa: A
Discussion”, American Economic Review. Papers and Proceedings, Vol.
LXII, nº 2, pp. 373-385; VV.AA.
(1980), “Economists on Reporting.
Reporters on Economists”, Washington Journalism Review, July/August, pp. 28-31; VV.AA. (1986),
“Roundtable on Economic Education: Increasing the Public´s Understanding of Economics”, American
Economic Review, Papers and Proceedings, Vol. 76, nº 2, pp. 138-144;
Weinstein, M., op. cit., pp. 73-77.
40 Cfr., Nelson, Robert H. (1987),
“The Economics Profession and the
Making of Public Policy”, Journal of
Economic Literature, Vol. XXV,
March, p. 51.
41 Friedman, Milton (1972), An Economist´s Protest. Columns in Political
Economy, Thomas Horton and Company, Nueva Jersey, p. ix.
42 William J. Eaton, corresponsal en
Washington de Los Angeles Times, comentaba en 1980: “Los principales
problemas en la cobertura de temas
económicos tienen que ver con la capacidad para penetrar en la avalancha
de estadísticas, para discernir las tendencias de la coyuntura, e informar
de todo ello con el debido énfasis
sobre su impacto en la vida de las
personas”. Eaton, William J. (1980),
“Reporters on Economics”, Washington Journalism Review, July/August, p. 30.
43 Sobre este peligro, vid., Emmison,
M. (1983), op. cit., pp. 139-155;
Jensen, Klaus B. (1987), “News as
Ideology: Economic Statistics and
Political Ritual in Television Network
News”, Journal of Communication, Vol.
37, nº 1, pp. 8-27; Rae, John y Drury,
John (1993), “Reification and Evidence in Rhetoric on Economic Recession: Some Methods Used in the
UK Press, Final Quarter 1990”, Discourse & Society, Vol. 4, nº 3, pp. 329356.
44 Recientemente, en conversación
con el director de la sección de economía de un prestigioso diario europeo, el Neue Zurcher Zeitung -con
una redacción compuesta exclusivamente por doctores en Economía- se
aducía esta razón, entre otras, para
explicar la escasa atención periodística que recibe el Tercer Sector, o
sector no lucrativo, que por otra parte
cada vez es más relevante en la provisión de bienes y servicios tanto en las
economías desarrolladas como en las
que no lo están.
45 Citado en, Harrington, David E.
(1989), “Economic News on Television. The Determinants of Coverage”, Public Opinion Quarterly, Vol.
53, pp. 17-18.
46 Samuelson aceptó el trabajo, pero
dejando claro que su intención era
analizar los acontecimientos de actualidad desde la perspectiva de un
economista profesional, no de un polemista: “Mis columnas estaban escritas con la intención deliberada de
que no representasen el punto de
vista de un polemista. Lo que menos
pretendía yo era la conversión del
lector. Más que intentar comprimir la
realidad en los límites deformantes de
Revista Empresa y Humanismo, Vol. II, Nº 2/00, pp. 309-335


ANGEL ARRESE
simples sermones, me proponía reflejar la interesante variedad de problemas económicos”. Samuelson, Paul
(1987), Economía desde el corazón,
Ediciones Folio, Barcelona, p. 7.
47 Cfr., por ejemplo, Silk, Leonard S.
(1964), “Efficiency in the Teaching of
Economics: The Problem of Communication”, American Economic Review. Papers and Proceedings, Vol.
LIV, nº 3, pp. 602-603; Cairncross,
Sir Alec (1985), “Economics in
Theory and Practice”, American Economic Review. Papers and Proceedings,
Vol. 75, nº 2, p. 13; Tarascio, Vicent J.
(1997), “The Problem of Knowledge
in Economics”, Southern Economic
Journal, Vol. 64, nº 1, pp. 15-17.
48 En el debate organizado por la
American Economic Association a principios de los años setenta, citado ya
en varias ocasiones en este trabajo,
Richard F. Janssen, desde la perspectiva del periodista económico, concluía: “Si llegara el día en que un periodista pudiese escribir una frase que
comenzase con la expresión ‘los economistas creen’, sin provocar la carcajada general, probablemente ese día
desaparecerían buena parte de los
problemas entre la prensa y la profesión económica que hacen necesario
un panel de discusión como éste”.
Janssen, Richard F. (1972), “Friends
with Points of Friction and Misunderstanding”, American Economic Review. Papers and Proceedings, Vol.
LXII, nº 2, p. 388.
49 Kurdas, Ch. y Majewski, R.
(1994), “The Rethoric of a Profession
and Path Dependency. Can Economists Have Their Theory and Free
Speech Too?”, Review of Political
Economy, Vol. 6, nº 3, p. 353.
50 Cfr., Walstad, William B. (1996),
“Economic Knowledge and the Formation of Economic Opinions and
Attitudes”, en Lunt, Peter y
Furnham, Adrian (eds.), Economic Socialization: The Economic Beliefs and
Behaviours of Young People, E. Elgar,
Cheltenham, pp. 162-182, citado en
Blendon, Robert J. et. al. (1997),
“Bridging the Gap Between the Public’s and Economists’ Views of the
Economy”, Journal of Economic Perspectives, Vol. 11, nº 3, p. 116.
51 Cfr., Goddard, Peter; Corner,
John; Gavin, Neil T. y Richardson,
Kay (1998), “Economic News and
the Dynamics of Understanding: the
Liverpool Project”, en Gavin, Neil T.
(ed.), op. cit., pp. 32-34.
52 Adoni, Hanna y Cohen, Akiba A.
(1978), “Television Economic News
and the Social Construction of Economic Reality”, Journal of Communication, Autumn, p. 68.
53 Cfr., VanSickle, Ronald L. (1981),
“Implicit Operational Definitions of
Economic News Literacy in the
Printed News Media”, Social Education, January, pp. 68-73.
54 La situación no es muy distinta a la
que se produce en otros ámbitos de información científica. Vid., por ejemplo,
Gunter, Barrie, Kinderlerer, Julian y
Beyleveld, Deryck (1999), “The Media
and Public Understanding of Biotechnology. A Survey of Scientists and
Journalists”, Science Communication,
Vol. 20, nº 4, pp. 390-393.
55 Cfr., entre otras muchas reflexiones sobre esta materia, Hamilton,
James T. y Kalt, Joseph (1987), FACS
& FORD Study of Economic and Business Journalism, Department of Eco-
Revista Empresa y Humanismo, Vol. II, Nº 2/00, pp. 309-335
EL DESENCUENTRO ENTRE PERIODISMO Y ECONOMÍA
nomics and Kennedy School of Government, Harvard University, Cambridge, Mass.; Del Río, Rosa (1999),
La profesionalización de la información
económica en España, APIE, Madrid,
pp. 45-54.
Revista Empresa y Humanismo, Vol. II, Nº 2/00, pp. 309-335

CRECIMIENTO
EMPRESARIAL: PERSONAS
Y TECNOLOGÍA EN LA
NUEVA ECONOMÍA
JORDI CANALS*
La brusca irrupción de Internet y de las nuevas tecnologías en la empresa, y
la globalización de los mercados de capitales han planteado a las empresas un
nuevo reto, hasta ahora, menos prioritario: la necesidad de encontrar nuevas
vías para el crecimiento de la empresa. Sin embargo, la consideración del crecimiento como objetivo empresarial puede resultar, en ocasiones, algo perverso,
debido, entre otras razones, a la prioridad que en la nueva economía se asigna
a ciertos modelos tecnológicos adoptados por las empresas y al relativo descuido
del papel de las personas capaces de diseñar aquellos modelos. En este trabajo
se muestra que el crecimiento de la empresa es importante, pero que una evaluación adecuada de su potencial de crecimiento exige una consideración más
seria y profunda de las personas y de las raíces humanas que definen el contexto de la innovación en la empresa.
Palabras clave: empresa, crecimiento, tecnología, personas.
INTRODUCCIÓN
características fundamentales
de la denominada
nueva economía es la importancia que directivos, profesionales del mundo de la empresa
e inversores conceden a las
empresas con un potencial elevado de crecimiento.
U
NA DE LAS
De hecho, un cambio llamativo en los mercados bursátiles
ocurrido recientemente es que
las acciones de empresas con
grandes posibilidades de crecimiento -principalmente, empresas con modelos de negocio
basadas en Internet- han tenido y van a seguir teniendo
una prima considerable en el
* Jordi Canals es Profesor Ordinario del IESE (Barcelona).


JORDI CANALS
precio. Este es un cambio importante porque, durante muchos años, los inversores juzgaban como empresas de
mayor interés aquellas que
destacaban por la calidad de la
gestión y la capacidad de cumplir expectativas de resultados.
General Electric, Chase, CocaCola o Procter&Gamble eran
algunas de estas empresas en
Estados Unidos. Sin embargo,
un cambio en las expectativas
de crecimiento en algunas de
ellas -como ha sido el caso de
Procter&Gamble o Coca-Colajunto con la emergencia de
ciertas empresas basadas en
Internet y sus posibilidades de
crecimiento, han provocado
que los inversores y los directivos dejen de considerarlas
como empresas de primera.
Una pregunta esencial a la
hora de considerar estas realidades es la fiabilidad de las estimaciones de crecimiento que
formulan los analistas de
bancos de inversión y que influyen, directa e indirectamente, sobre las decisiones de
inversión o desinversión de
muchas personas. En efecto,
una recomendación -normalmente basada en informes serios y exhaustivos sobre una
empresa- puede provocar
cambios importantes en la co-
tización presente y futura de la
misma.
De otra parte, la excepcional
acogida de empresas basadas
en Internet como Amazon,
e*Trade o AOL no radica sólo
en la tecnología, sino, principalmente, en las posibilidades
de crecimiento que Internet
aporta a negocios tradicionales
o a nuevos negocios. Sin embargo, la evaluación del potencial de estas empresas se realiza por procedimientos realmente poco sofisticados. Algunos fondos de capital riesgo
suelen tener en cuenta tres
grandes conceptos: el propio
concepto de la empresa, el
sector y sus clientes, y el
equipo humano. Sin embargo,
el modo de evaluar cada una
de estas variables deja aún
mucho que desear.
Si bien desde un punto de
vista cuantitativo la evaluación
del sector y del propio concepto de la empresa pueda ser
sencilla, no deja de estar sometida a una incertidumbre
enorme. Sin embargo, el problema es aún mayor cuando se
habla del equipo humano. En
bastantes ocasiones, el análisis
de las fortalezas y debilidades
del equipo directivo no deja de
ser algo simple e insuficiente.
Revista Empresa y Humanismo, Vol. II, Nº 2/00, pp. 337-370
CRECIMIENTO EMPRESARIAL: PERSONAS Y TECNOLOGÍAEN LA NUEVA ECONOMÍA
En este trabajo pretendemos subrayar que en la
nueva economía dominada por
las nuevas tecnologías y el potencial de creación de nuevos
conceptos de empresa que Internet permite, el papel de las
personas y de los equipos de
dirección es mayor que nunca.
Aunque el peso de la tecnología en este cambio sea
enorme, la revolución digital
coloca de nuevo a la persona
en el centro del debate y, muy
en particular, en el centro de la
dirección de las empresas,
tanto de las más tradicionales
como General Electric, Philips
o Volkswagen, como de los paradigmas de la nueva economía como AOL o Charles
Schwab.
En la nueva economía, la
valoración de las empresas deberá tener más en cuenta que
nunca la solidez, profesionalidad y calidad humana de los
equipos de profesionales, y, por
consiguiente, la realidad de la
empresa como comunidad de
personas. En efecto, los objetivos de crecimiento o de creación de valor para el accionista
perderán importancia, porque
los modelos financieros carecen de valor predictivo
cuando se aíslan del contexto
humano y político de la em-
presa, o, como ocurre en estos
momentos, cuando la incertidumbre debida al cambio tecnológico es máxima.
De otra parte, la evaluación
de empresas que plantean
nuevos conceptos de negocio
debe ir más allá de una simple
valoración de los equipos directivos tal y como se formula
en la realidad, que, en muchos
casos, no deja de ser un apéndice engorroso a un análisis financiero y comercial que sigue
constituyendo para muchos el
eje de la valoración de las empresas.
Este trabajo pretende reconsiderar el papel de las personas
y de los equipos de dirección
en las empresas de alto crecimiento y discutir su centralidad en el proceso de crecimiento, por encima de la tecnología o de otros factores.
Este análisis no se centrará en
la realidad ontológica de las
personas y de su naturaleza, ni
en sus fines, que el autor supone como la primera y más
fundamental razón por la que
las personas constituyen el núcleo esencial de cualquier proyecto empresarial. Más bien, el
análisis se centra en un aspecto
más modesto, que consiste en
observar el papel de los
Revista Empresa y Humanismo, Vol. II, Nº 2/00, pp. 337-370


JORDI CANALS
equipos humanos y, en particular, el papel de la alta dirección de una empresa, en la
orientación de su crecimiento
y evolución futura.
Más allá del aprovechamiento de ciertas oportunidades de crecimiento a corto
plazo, la supervivencia a largo
plazo de la empresa en la
nueva economía depende, más
que nunca, de la calidad de las
personas que la integran, del
contexto interno en el que
tiene lugar la innovación en la
empresa, de la capacidad de
aquellas personas para plantear
conceptos de negocio que
sirvan mejor a los clientes -y
que no sólo se planteen como
un modo de extraer más valory del diseño de ambientes de
trabajo que contribuyan a
atraer y retener a profesionales
excelentes.
En particular, los equipos de
alta dirección tienen una capacidad de influencia sobre el futuro de la organización que va
más allá de la definición de
una estrategia. En efecto, son
las personas quienes crean y
conciben nuevos conceptos de
empresa, es decir, nuevos
modos de organizar la actividad económica -con un uso
más o menos intenso de las
tecnologías- y de servir a sus
clientes reales o potenciales.
Además, los equipos humanos
y, en particular, los equipos de
alta dirección tienen un impacto en la generación de estos
conceptos de empresa y, en general, en cualquier proceso de
innovación, a partir de la influencia que tienen en la determinación del contexto interno de la empresa.
La estructura de este trabajo
es la siguiente. En la próxima
sección discutiremos la importancia del crecimiento de la
empresa para la propia empresa. A continuación, efectuaremos un análisis y una valoración de algunas concepciones clásicas del crecimiento
de la empresa. Seguidamente,
plantearemos un modelo antropológico de la empresa a
partir del cual se pueda comprender mejor el fenómeno del
crecimiento. Seguidamente,
analizaremos la importancia
de los equipos humanos en
dos dimensiones concretas del
crecimiento de la empresa. En
primer lugar, estudiaremos la
generación de nuevos conceptos de empresa orientados
a servir a clientes con planteamientos innovadores; en segundo lugar, examinaremos el
papel de la alta dirección en la
Revista Empresa y Humanismo, Vol. II, Nº 2/00, pp. 337-370
CRECIMIENTO EMPRESARIAL: PERSONAS Y TECNOLOGÍAEN LA NUEVA ECONOMÍA
determinación del contexto
interno de la empresa, contexto que influye decisivamente en la innovación.
LA IMPORTANCIA DEL
CRECIMIENTO DE LA
EMPRESA
de
la rivalidad global en
muchos sectores de la
economía y la emergencia de
nuevos modelos de negocio
basados en las tecnologías de
la información han cambiado
el contexto de muchas empresas en numerosos países.
Para algunas, este cambio de
contexto ha supuesto un estancamiento o un declive,
como ha sido el caso de General Motors o Digital en estados Unidos, Siemens o Crédit
Lyonnais en Europa o Nissan y
Nomura en Japón, por citar solamente algunas empresas más
conocidas.
Por el contrario, en este
nuevo contexto, han aparecido
nuevas empresas, con nuevos
modos de hacer y de servir a
sus clientes finales, que han
desbordado las expectativas
más optimistas. Cisco, Dell o
Sun Microsystems son algunas
de las de más reciente crea-
L
A INTENSIFICACIÓN
ción, pero otras empresas más
tradicionales como General
Electric o Intel han conseguido
situarse y avanzar por esta
senda.
Una de las diferencias principales entre las empresas estancadas o en declive y las que
se expanden no es la innovación, la tecnología o el grado
de globalización. En algunos
casos, entre las primeras
existen pioneros tecnológicos
como Digital o Siemens, u organizaciones verdaderamente
globales como General Motors
o Nissan. Por consiguiente, ni
la tecnología ni la globalización explican la diferencia de
comportamientos. En cambio
sí podemos observar que unas
crecen y otras no lo hacen, y
deberemos preguntarnos por
qué el crecimiento es importante y cuáles son los factores
que lo inducen. Sin duda, la
tecnología y la globalización
pueden tener una contribución
importante al crecimiento,
pero, a la luz de la experiencia
de aquellas conocidas empresas, no pueden ser la única
explicación.
Debemos subrayar que el
crecimiento de la empresa no
es un objetivo per se. La empresa es una organización for-
Revista Empresa y Humanismo, Vol. II, Nº 2/00, pp. 337-370


JORDI CANALS
mada por personas que, con la
contribución de diversos recursos (tecnológicos o financieros), pretende servir a los
clientes mediante bienes o servicios diferenciados y generar
el mayor valor posible en este
proceso. El crecimiento no es,
por tanto, el objetivo final.
Sin embargo, el problema
aparece cuando una empresa
no crece, o crece de modo
poco sólido -por ejemplo, mediante guerras de precios, o
mediante productos que difícilmente generan una mayor
lealtad de los clientes–. Esta
situación puede indicar que
sus productos y servicios conectan poco con sus clientes
actuales o potenciales y sus necesidades o aspiraciones. Una
empresa que no crece puede
encontrar una explicación rápida a su problema argumentando que el mercado está estancado. Sin embargo, en bastantes casos, la ausencia de
crecimiento muestra que la
empresa no es capaz de llegar
a nuevos clientes o no consigue diseñar y ofrecer nuevos
productos o servicios que marquen la diferencia. Por consiguiente, el crecimiento no es
un objetivo de la empresa. El
crecimiento puede ser un
medio para alcanzar otros ob-
jetivos. Sin embargo, su ausencia prolongada puede ser
un síntoma de declive futuro.
La necesidad de crecer es
especialmente aguda en los
países de Europa Occidental,
con economías maduras, tasas
de crecimiento anual del PIB
más bien modestas y elevado
desempleo. Parece evidente
que la solución a estos problemas pasa por la creación de
empleo, un proceso que sólo
impulsan
las
empresas
–grandes o pequeñas– que
tienen proyectos de futuro.
La nueva teoría del crecimiento económico también
arroja luz sobre el reto del crecimiento de la empresa. Tal y
como expresa Paul Romer, la
lección más importante del
nuevo enfoque es que el factor
clave en el crecimiento no es el
capital, o las materias primas,
sino activos como el conocimiento o los procesos internos
de las empresas. Esto hace que
las posibilidades de crecimiento de las empresas sean
enormes (Lessard et alia,
1998).
No obstante, no puede olvidarse que el crecimiento de la
empresa es un fenómeno complejo y elusivo. Como señalan
Geroski y Machin (1992), el
Revista Empresa y Humanismo, Vol. II, Nº 2/00, pp. 337-370
CRECIMIENTO EMPRESARIAL: PERSONAS Y TECNOLOGÍAEN LA NUEVA ECONOMÍA
crecimiento es un proceso
idiosincrático de cada empresa: depende de su historia,
recursos e innovaciones. De
otra parte, las tasas de crecimiento de las empresas son altamente impredecibles, de manera que las pautas que se observan son de difícil generalización.
Desde el punto de vista de
la dirección de empresas, el
crecimiento es importante, no
sólo por la posible repercusión
en el valor de la empresa, sino
por un conjunto de razones
más sutiles que pueden garantizar la supervivencia de una
organización a medio plazo.
Seguidamente, discutiremos
algunas de ellas.
LA ATRACCIÓN DEL
TALENTO PROFESIONAL
Las empresas no pueden
conseguir otros objetivos que
aquellos que la calidad profesional y personal de sus colaboradores permitan alcanzar.
La correlación empírica entre
talento y éxito empresarial es
difícil de mostrar; sin embargo, la experiencia de muchos altos directivos revela que
la contratación y desarrollo de
buenos profesionales es su
tarea básica. Algunas empresas
conocen esta realidad muy
bien y sus altos directivos dedican mucho tiempo al proceso de contratación y desarrollo de profesionales.
Sin embargo, la atención
que algunos altos directivos
dedican a esta tarea es sólo
uno de los factores indispensables. Aquellos saben que las
empresas deben poder ofrecer
un entorno amable y exigente,
buenas oportunidades de carrera y proyectos de futuro, es
decir, proyectos que puedan
impulsar el crecimiento de la
empresa. Si la alta dirección
no muestra entusiasmo sobre
el futuro de la empresa, o no
impulsa nuevos proyectos de
crecimiento, su capacidad de
atraer personas valiosas se verá
perjudicada.
LA NECESIDAD DE CAPTAR
RECURSOS FINANCIEROS
La capacidad de captación
de recursos financieros y, lo
que es más importante, de lograr que los posibles inversores
consideren a la empresa en
cuestión como una empresa
con futuro, es otra razón por la
que el crecimiento es importante, especialmente en empresas que cotizan en bolsa o
desean hacerlo.
Los inversores evalúan sus
decisiones en función de di-
Revista Empresa y Humanismo, Vol. II, Nº 2/00, pp. 337-370


JORDI CANALS
versas variables. Una de ellas
es la rentabilidad sobre recursos invertidos. Sobre esta
variable inciden numerosos
factores, pero es indudable que
la capacidad de crecimiento
saneado que tiene la empresa
es uno de los más importantes.
En el fondo, el valor añadido
que la empresa pueda generar
en el futuro es función directa
de los nuevos proyectos de
crecimiento que la empresa
planee para asegurar su supervivencia.
EL RIESGO DE SUSTITUCIÓN
Y EL RIESGO DE IMITACIÓN
El dilema que numerosas
empresas deben afrontar no es
crecimiento versus estancamiento. Por el contrario, el dilema es crecimiento y renovación versus declive. La razón
es que en todos sectores se
producen fenómenos de sustitución e imitación de productos o servicios que pueden
poner en serio peligro la supervivencia de la empresa.
El fenómeno de la sustitución tiene lugar cuando aparece en el mercado un nuevo
producto que sustituye en calidad y precio a otros productos existentes. Este es un
fenómeno que suele aparecer
en la fase de madurez de un
producto. La empresa que ya
se halla en ella, si no reacciona
para generar nuevas ideas con
las que servir a los clientes,
puede quedarse desplazada del
mercado debido a la mayor capacidad de innovación o al
mejor servicio de otras empresas.
Un caso clásico es el de
IBM y su entrada tardía en el
sector de ordenadores personales. Estos ordenadores, una
vez conectados en red, podían
suplir satisfactoriamente el
concepto de “mainframes” en
el que se basaba el negocio de
IBM. El ordenador personal,
sin embargo, parecía que podía
adaptarse mejor a las necesidades de empresas pequeñas, y
especialmente, llegar al gran
público.
El líder en el sector de informática, IBM, no fue la primera
empresa en entrar en el negocio de ordenadores personales. Por el contrario, la empresa no consideró inicialmente este nuevo segmento
dentro del sector. El resultado
fue una serie de oportunidades
de negocio que IBM perdió
debido al efecto sustitución, en
algunos casos, de los “mainframes” por ordenadores per-
Revista Empresa y Humanismo, Vol. II, Nº 2/00, pp. 337-370
CRECIMIENTO EMPRESARIAL: PERSONAS Y TECNOLOGÍAEN LA NUEVA ECONOMÍA
sonales de otras empresas competidoras conectados entre sí.
Un fenómeno parecido,
aunque de naturaleza distinta,
es el de la imitación. Este
surge cuando las empresas de
un sector tienden a comportarse en el mercado de manera
similar. En el sector del automóvil en Europa, que puede
considerarse un sector maduro, en el que el mercado
apenas crece –excepto en el
pico del ciclo económico–, las
empresas han adoptado estrategias parecidas de aumento
de capacidad para mejorar su
productividad. Sin embargo,
este aumento de capacidad en
plantas más modernas no
siempre ha venido acompañado de un cierre de las
plantas menos productivas.
El resultado ha sido un exceso de capacidad, guerras de
precios y unos resultados mediocres, debido a la tendencia
a la imitación de las acciones
de los competidores.1 En el
fondo, cuando todas las empresas tienden a hacer lo
mismo, a adoptar la imitación
como forma de conducta, no
hay renovación y los resultados
tienden también a ser muy parecidos y, lamentablemente, no
siempre positivos.
LA SUPERACIÓN DE LA
MENTALIDAD DE SECTOR
MADURO
La idea de maduración del
producto se ha trasladado con
cierta facilidad al sector y se
habla así de sectores maduros.
Este es un concepto inadecuadamente utilizado. La madurez como concepto empresarial se refiere al producto,
que intenta satisfacer las necesidades de unas personas y no
tanto a un sector. Puede hablarse de empresas o sectores
con productos maduros, pero
no de empresas maduras o sectores maduros2. Normalmente,
una empresa madura es una
empresa anquilosada, que no
crece, debido a los productos
que tiene, pero que podría
crecer con un enfoque de negocio diferente.
La preocupación por el futuro, por el modo de afrontarlo, por los enfoques posibles
de crecimiento, son un modo
concreto de luchar (y, por
tanto, de superar) contra la
mentalidad del sector maduro.
Una empresa que tiene un
modo activo de afrontar el futuro, de reflexionar sobre
nuevas formas y avenidas de
crecimiento, es una empresa
cuyo enfoque no consiste sólo
Revista Empresa y Humanismo, Vol. II, Nº 2/00, pp. 337-370


JORDI CANALS
en reducir costes, sino en descubrir nuevos modos de servir
a sus clientes, de integrar a los
empleados, o de ofrecer un
mejor retorno a la inversión de
los accionistas. Esta es la
mejor mentalidad para reinventar un sector y abandonar
el síndrome de los supuestos
sectores malos o poco atractivos.
Swatch, la empresa suiza de
fabricación de relojes ofrece un
ejemplo sobre el modo de superar esta mentalidad. Las décadas de los años 1960 y 1970
fueron años de declive para las
empresas suizas fabricantes de
relojes. Sus productos dejaron
de ser innovadores, eran considerados caros por muchos
compradores, y su cuota de
mercado a nivel mundial decayó, frente a competidores
norteamericanos y japoneses.
A finales de los años 70 parecía que las empresas suizas
estaban destinadas a tener una
presencia minoritaria en este
sector, quizá reservándose solamente el segmento más alto
del mercado. Sin embargo, se
veían incapaces de penetrar,
con productos típicamente
suizos, en el segmento del
mercado masivo, que era el
que estaba creciendo.
La experiencia de Swatch
muestra que el poder de las
ideas siempre es superior al de
supuestas industrias maduras o
de empresas sin futuro. Para
poner este objetivo en práctica, la dirección de la empresa
diseñó una nueva estrategia
basada en algunos puntos
esenciales. El primero era diseñar sistemas de producción
más eficientes y de mayor calidad. Parte de la nueva competencia de las empresas suizas
procedía de Japón, cuyas empresas ofrecían productos a
precios bajos, con costes inferiores. El segundo elemento
consistió en reforzar la imagen
de diseño, calidad y elegancia
de los relojes suizos, frente a
los nuevos productos procedentes de Asia, incluso en relojes de gama media o baja.
Con este enfoque, Swatch
logró no sólo frenar el declive
del sector y de la propia empresa, sino transformar el
sector y regenerar la empresa
hasta convertirla en referencia
de uno de los esfuerzos más
serios que la industria europea
ha hecho para innovar y mejorar su capacidad de sobrevivir a largo plazo.
Revista Empresa y Humanismo, Vol. II, Nº 2/00, pp. 337-370
CRECIMIENTO EMPRESARIAL: PERSONAS Y TECNOLOGÍAEN LA NUEVA ECONOMÍA
EL CRECIMIENTO DE
LA EMPRESA: ALGUNOS
ENFOQUES CLÁSICOS
L CRECIMIENTO de la
empresa es un fenómeno cuyo tratamiento académico ha sido parcial, limitado y casi siempre
con una perspectiva reduccionista. En los próximos subapartados analizaremos los enfoques clásicos que permiten
considerar este fenómeno, así
como sus limitaciones; en la
siguiente sección plantearemos
los requisitos que debe contemplar un modelo más comprehensivo del crecimiento de
la empresa en el que el papel
de la persona y de los grupos
humanos resulta decisivo.
E
EL ENFOQUE
MICROECONÓMICO DEL
CRECIMIENTO
EMPRESARIAL
Tradicionalmente, la teoría
microeconómica ha considerado la empresa como un
agente decisor que tiene unos
objetivos específicos, normalmente, maximizar beneficios.
Las empresas, en los modelos
microeconómicos, son instituciones homogéneas, que
tienen objetivos claros y que
ocultan las características
esencialmente diferentes de las
personas que las integran, sus
recursos y capacidades.
Según este enfoque, la empresa se limita a una mera función de producción que el empresario o el alto directivo intenta optimizar. En este contexto, la empresa es un mecanismo que asigna recursos de
manera eficiente, de modo similar a como lo hace el mercado.3
Por esta razón, este enfoque
se interesa por los equilibrios
estáticos a corto plazo; por
ejemplo, cómo cambia la producción si cambia el coste variable de un recurso productivo. Sin embargo, el tratamiento que este enfoque hace
de la evolución de la empresa y
la eficiencia a largo plazo es
una mera prolongación del
análisis a corto plazo. En
efecto, a largo plazo, se supone
que la función de costes de la
empresa es distinta de la función de costes a corto plazo,
quizás porque algunos de los
costes a largo plazo dejan de
ser fijos.
Esta concepción de la empresa impide una visión más
comprehensiva del proceso de
expansión empresarial. En el
fondo, el crecimiento, según
este enfoque, no es más que el
Revista Empresa y Humanismo, Vol. II, Nº 2/00, pp. 337-370


JORDI CANALS
resultado del ajuste de la empresa a un supuesto tamaño
óptimo. Esta explicación
puede ser correcta en algunos
casos, pero es, esencialmente,
incompleta. Como veremos
después, el crecimiento puede
responder a una reacción o
ajuste a una eficiencia óptima
deseada, pero no es su causa ni
su principal explicación.
Por su parte, la moderna teoría de juegos ha intentado
formalizar de modo más refinado el proceso de toma de
decisiones relativas a cuestiones como la ampliación de
capacidad, la entrada o salida
de ciertos sectores o la elección
de una tecnología sobre otra4.
Sin embargo, éstos son modelos que sólo asumen la racionalidad neoclásica en los
agentes que deciden. En estos
modelos -al igual que en los
modelos económicos más tradicionales-, la empresa sigue
siendo una caja cerrada, en la
que las personas que la integran o sus capacidades desempeñan un papel casi nulo.
LA TEORÍA DEL
CRECIMIENTO DE LA
EMPRESA DE PENROSE
En su trabajo The Theory of
theGrowth of the Firm (1959),
Penrose ofrece la primera ex-
plicación comprehensiva del
proceso de crecimiento de las
empresas. Su propósito es
apartarse del enfoque microeconómico, que entiende el crecimiento de la empresa como
una mera cuestión de ajuste a
un tamaño supuestamente óptimo.
Para ello, pretende basar su
teoría del crecimiento empresarial en la teoría dinámica del
desarrollo económico que
había formulado algunos años
antes Schumpeter (1934). Este
autor describe al emprendedor
como un agente que percibe
oportunidades en el entorno
que otros no son capaces de
observar.
Según Penrose, el factor que
explica el crecimiento de la
empresa es el proceso de acumulación de recursos en el
tiempo. Así, subraya que la
empresa no es una función de
producción, sino un conjunto
de recursos. La heterogeneidad de estos recursos hace
que las empresas sean distintas
entre sí.
Los directivos son el principal recurso disponible que se
halla detrás de la expansión de
la empresa. De hecho, este recurso es tan crítico que su limitación o ausencia es el prin-
Revista Empresa y Humanismo, Vol. II, Nº 2/00, pp. 337-370
CRECIMIENTO EMPRESARIAL: PERSONAS Y TECNOLOGÍAEN LA NUEVA ECONOMÍA
cipal freno al proceso de expansión de la empresa.
La contribución de Penrose
es importante, pues ha sido la
primera en ofrecer una visión
más amplia del proceso de crecimiento
empresarial
y,
además, ha sido el punto de
partida de la denominada teoría de la empresa basada en los
recursos.
Sin embargo, esta teoría
presenta algunas limitaciones.
La primera consiste en que los
recursos directivos son esenciales en cualquier empresa, si
bien no son los únicos y, en
ocasiones, no son los decisivos.
Por seguir con las personas, en
empresas intensivas en tecnología, el conocimiento (y las
capacidades para utilizarlo de
manera adecuada) no se halla,
en ocasiones, entre los directivos, sino entre los equipos de
desarrollo de nuevos productos
o los equipos comerciales en
estrecho contacto con los
clientes.
Una segunda limitación de
este enfoque es que los recursos son un inductor esencial del crecimiento, pero no
son el único: la interacción
entre recursos internos, el entorno de la empresa y la capacidad de adaptación de las per-
sonas a nuevos contextos resulta crítica (Henderson y
Mitchell, 1997) y no se puede
olvidar en un modelo que
ofrezca una explicación plausible del proceso de crecimiento empresarial.
EL ENFOQUE DE LA TEORÍA
EVOLUCIONISTA
Nelson y Winter (1982)
pretenden explicar la evolución temporal de la empresa
intentando identificar aquellos
factores que inciden en esa
evolución. Este proceso dinámico es gobernado por rutinas
o procesos que orientan a las
personas que trabajan en una
organización sobre las decisiones o acciones que deben
tomar en cada circunstancia.
De acuerdo con esta perspectiva, el crecimiento tiene límites, no tanto por la posible
escasez de recursos disponibles, como señalaba Penrose,
sino por la dificultad intrínseca de adaptación al cambio
que surge cuando las rutinas
han sido eficaces durante un
largo periodo de tiempo. Por
tanto, el verdadero límite al
crecimiento no es la abundancia o escasez de recursos,
sino las rutinas, el modo de
trabajar con la información y
el conocimiento acumulado
Revista Empresa y Humanismo, Vol. II, Nº 2/00, pp. 337-370


JORDI CANALS
por la organización en el
transcurso del tiempo, factores
todos ellos que dificultan los
cambios en el comportamiento
de las personas5.
Nelson y Winter efectúan
una aportación original y rica
sobre la evolución de la empresa. Sin embargo, no la
plantean con la pretensión de
explicar el fenómeno del crecimiento, ni de sus factores inductores. De otra parte, el
papel central de las rutinas no
puede apartar a un segundo
plano la capacidad de innovación y de cambio que las personas, al utilizar su libertad
creativa, pueden desarrollar en
su trabajo en una empresa.
EL CRECIMIENTO DE
LA EMPRESA DESDE
UNA PERSPECTIVA
ANTROPOLÓGICA
UALQUIER explicación
sobre el crecimiento
de la empresa exige
una definición de la empresa.
Consideramos que una empresa es una organización que,
mediante la contribución profesional y personal de individuos, pretende servir a clientes
actuales o potenciales, contribuir a la creación de valor económico en este proceso y
C
ofrecer oportunidades de mejora personal y profesional a
sus colaboradores.
Siguiendo a Pérez López
(1993), se puede afirmar que la
calidad de una empresa depende del modo en que ésta
consigue tres objetivos simultáneamente: la eficacia, es
decir, la capacidad de lograr
objetivos, entre otros, objetivos
de tipo económico; la atractividad, es decir la capacidad de
la organización para plantear
retos de interés a sus miembros y que éstos los perciban
como tales; y la unidad, es
decir, la capacidad de generar
en sus colaboradores una identificación con la misión de la
organización. Estos tres objetivos reflejan, respectivamente,
las dimensiones económica
(dimensión de eficacia), sociológica (dimensión de atractividad) y ética (dimensión de
unidad) de una empresa.
Mientras que las dimensiones económica y sociológica
de la organización han sido
ampliamente examinadas en la
literatura sobre dirección de
empresas, no ocurre lo mismo
con la dimensión ética. Desgraciadamente, muchas personas asumen en la actualidad
de manera explícita o implícita
una concepción de la empresa
Revista Empresa y Humanismo, Vol. II, Nº 2/00, pp. 337-370
CRECIMIENTO EMPRESARIAL: PERSONAS Y TECNOLOGÍAEN LA NUEVA ECONOMÍA
articulada en torno a la eficacia; si bien esta resulta imprescindible, la confusión
entre fines y medios que se deriva de aquel planteamiento
desfigura la realidad de las
cosas (Llano, 1999). De
hecho, la dimensión ética es
una condición de supervivencia de la empresa tan decisiva como la dimensión económica y, sin embargo, su importancia se tiende a despreciar
por la vía de la indiferencia,
que acaba siendo el peor de los
desprecios.
Este tratamiento de las dimensiones de la empresa permite situar el fenómeno del
crecimiento en una plataforma
más sólida y estable. El crecimiento no es un objetivo unilateral a conseguir por la empresa. En este sentido, si fuera
así, el crecimiento caería
dentro de la categoría de objetivos de corte económico, descuidando otros de naturaleza
sociológica o ética.
Para entender el crecimiento en este contexto, es
conveniente traer a colación
una concepción alternativa del
propósito de la empresa. Una
formulación de estas características debe incluir lo que la
empresa desea hacer y, por
tanto, los objetivos que tiene
en los planos económico, sociológico y ético. El olvido de
alguna de estas dimensiones
reduce el valor integrador que
todo propósito pretende alcanzar. De hecho, la prueba de
la consistencia y solidez de un
propósito no consiste en asegurar tanto la eficacia máxima,
sino el logro de la unidad en la
organización en el proceso de
conseguir la mayor eficacia
que resulte factible.
La unidad expresa el grado
de identificación de los miembros de la organización con la
eficacia organizativa. Esta
identificación acaba orientando su acción en la organización a partir de motivos
trascendentes, que va más allá
de los motivos extrínsecos -incentivos externos- o intrínsecos -de mejora personal-. La
unidad es un valor tan decisivo
que acaba definiendo, no solamente la calidad del propósito,
sino también la propia misión
de la institución.
A partir de esta concepción
de la empresa podemos plantear un modelo del crecimiento de la misma basado en
esta perspectiva antropológica.
El modelo que aquí presentamos ha sido elaborado con
detalle a partir de esta concepción y del estudio de varias do-
Revista Empresa y Humanismo, Vol. II, Nº 2/00, pp. 337-370


JORDI CANALS
cenas de empresas con credenciales de crecimiento muy
claras durante los últimos
años6.
Este modelo consta de cinco
elementos que definen el crecimiento: el contexto externo
de la empresa, el contexto interno de la empresa, los recursos y capacidades, el desarrollo de nuevos conceptos de
negocio y las decisiones estratégicas de crecimiento propiamente dichas. Este modelo no
sólo explicita algunos factores
que van más allá de los modelos reduccionistas de corte
económico o sociológico, sino
que, además, permite colocar
el objetivo del crecimiento en
un contexto más amplio.
Así, la dimensión económica del crecimiento queda
expresada mediante el aprovechamiento de las oportunidades externas; la dimensión
sociológica mediante el desarrollo de recursos, capacidades
y competencias diferenciales
de la organización y el desarrollo de nuevos conceptos de
negocio orientados a servir a
clientes; la dimensión ética
mediante la creación de un
contexto interno que ayuda a
lograr la unidad de la organización, al tiempo que permite
convertir el crecimiento en un
proceso sostenible a medio
plazo.
Desgraciadamente, tanto en
la literatura académica sobre
crecimiento de la empresa
como en la evaluación práctica
del crecimiento -por ejemplo,
por parte de analistas de inversiones- el énfasis y el núcleo
del análisis suele girar alrededor de la dimensión económica del crecimiento. En los
próximos apartados destacaremos las características que
definen las otras dimensiones
del crecimiento. Estas dimensiones resultan imprescindibles
para una mejor comprensión
de su proceso: la innovación y
el desarrollo de nuevos modelos de empresa, de una
parte, y la definición del contexto interno de la empresa, de
otra. La consideración de estos
elementos resulta crucial para
cualquier valoración que se
efectúe de las posibilidades de
crecimiento de la empresa, al
tiempo que constituye una
condición para que aquel crecimiento sea sostenible.
CRECIMIENTO E
INNOVACIÓN: LA
CREACIÓN DE NUEVOS
Revista Empresa y Humanismo, Vol. II, Nº 2/00, pp. 337-370
CRECIMIENTO EMPRESARIAL: PERSONAS Y TECNOLOGÍAEN LA NUEVA ECONOMÍA
MODELOS
EMPRESARIALES
N NUMEROSAS ocasiones, por empresas
innovadoras entendemos aquellas que son capaces de lanzar al mercado
productos verdaderamente novedosos y rompedores, como
es el caso de SAP, Sony o
Apple. Sin embargo, en los últimos años, empresas como
Nokia, Dell o Disney han desarrollado modelos de empresa
que van más allá del lanzamiento de un producto o servicio innovador. Se trata de ir
a las raíces que permiten que
el árbol de la innovación
crezca, no sólo mediante productos finales –algo así como
las ramas del árbol–, sino que
su modo específico de organizar las actividades –lo que
podríamos denominar el tronco del árbol– sea diferente, eficiente y contribuya a la creación de valor para los clientes7.
La noción de concepto de
negocio que presentaremos en
esta sección comparte algunos
elementos con ciertos conceptos previos definidos en el
campo de la estrategia de la
empresa. Así, Drucker (1994)
ha propuesto la denominada
teoría de la empresa, concepto
E
que incluye todas las hipótesis
y supuestos que una empresa
tiene respecto de su entorno,
misión y competencias diferenciales. Por su parte, Hamel
y Prahalad (1994) proponen la
idea del punto de vista sobre el
futuro del sector, así como las
acciones que una empresa
puede desarrollar para influir
en ese futuro. Asimismo, presentan el concepto de arquitectura estratégica que indica
el tipo de beneficios que la
empresa aportará a sus clientes
en el futuro, así como las competencias diferenciales que
ésta necesita para hacerlo realidad.
El concepto de negocio es
un modelo mental que los directivos de una empresa han
desarrollado acerca del modo
de servir al cliente y de organizar las actividades de la empresa (marketing, operaciones,
logística, compras, etc.) para
crear valor al ofrecer aquel servicio. Cualquier empresa tiene
un concepto de negocio explícito o implícito. El concepto
de negocio emerge de la visión
que la empresa tiene sobre las
necesidades de sus clientes en
el futuro, la evolución de la rivalidad en el sector y el papel
de la propia empresa en la
configuración de éste. De
Revista Empresa y Humanismo, Vol. II, Nº 2/00, pp. 337-370


JORDI CANALS
acuerdo con esta perspectiva,
los directivos deciden maneras
específicas de organizar las actividades de la empresa.
El proceso de crecimiento
de Nokia, el grupo empresarial
finlandés que se convirtió en la
empresa líder a nivel mundial
en teléfonos móviles a finales
de la década de los años 90,
desbancando a Motorola (la
empresa líder durante muchos
años), muestra la importancia
del desarrollo de un concepto
de negocio innovador.
Nokia aceleró su crecimiento
en el sector de telecomunicaciones durante la segunda
mitad de los años 80 con el
desarrollo de nuevos productos
y la decisión de aumentar su
capacidad de fabricación. Durante estos años demostró ser
un jugador habilidoso al establecer acuerdos de cooperación con Alcatel para desarrollar nuevos sistemas celulares
para una red europea, y con
AT&T para desarrollar semiconductores.
Sin embargo, a comienzos
de los años 90, el posicionamiento de Nokia en aquel
sector no era muy claro y, en
términos de cuota de mercado,
estaba aún por detrás de otros
fabricantes europeos, norteamericanos y japoneses.
La alta dirección de la empresa adoptó entonces algunas
decisiones críticas: el compromiso de recursos adicionales
para apoyar el desarrollo y la
investigación en nuevos productos, y el diseño de alianzas
con algunos proveedores para
mejorar la calidad y expandir
la capacidad de producción
-problema complejo si el mercado crecía rápidamente y
Nokia no disponía de capacidad de fabricación suficiente-, y, finalmente, la desinversión progresiva en ciertos
sectores, como aparatos de televisión y ordenadores.
Esta orientación coincidió
con el establecimiento del
GSM, el nuevo estándar digital en telefonía para Europa.
Este proceso de estandarización permitió a Nokia concentrar esfuerzos en el desarrollo
de unos pocos modelos que
pudieran ser adaptados fácilmente a las diversas frecuencias en distintas partes del
mundo. Nokia y Ericsson pudieron aprovechar este crecimiento del mercado europeo y
centrar su atención en el desarrollo de nuevos productos. En
el extremo opuesto, Motorola,
el líder del mercado, tuvo que
Revista Empresa y Humanismo, Vol. II, Nº 2/00, pp. 337-370
CRECIMIENTO EMPRESARIAL: PERSONAS Y TECNOLOGÍAEN LA NUEVA ECONOMÍA
operar en un mercado norteamericano dominado por el estándar analógico. Podría pensarse que Nokia tuvo suerte y
Motorola no. Sin embargo, más
allá de la fortuna, Nokia desarrolló un nuevo concepto de
negocio, que fue apoyado con
el compromiso de un volumen
importante de recursos. Finalmente, este concepto de negocio resultó exitoso y, sin él,
la suerte de la definición de un
estándar digital en Europa hubiera sido para otro.
LOS ELEMENTOS DEL
CONCEPTO DE NEGOCIO
El concepto de negocio
comprende diversas dimensiones. El primer elemento del
concepto de negocio es una visión estratégica a largo plazo.
Esta visión incluye una aspiración o deseo acerca de cómo la
empresa puede tener un impacto en sus clientes y en la
sociedad, igual al que Henry
Ford tenía al pretender que
cada familia norteamericana
tuviera un coche. Asimismo,
aquella visión debe referirse al
ámbito competitivo en el que
la empresa quiere desarrollar
sus actividades y definir aquellos valores corporativos propios.
El desarrollo de un punto de
vista sobre el modo de servir a
los clientes es un segundo elemento del concepto de negocio. Es preciso matizar que
ese punto de vista debe tener
en cuenta no sólo lo que la
empresa podría desear hacer,
sino los espacios existentes
entre las expectativas de los
clientes finales y la realidad de
servicio de las empresas actualmente existentes. Muchas
veces, al observar estos espacios entre expectativas y valor
finalmente percibido por el
cliente, aparecen numerosas
vías de mejora, tanto para las
empresas ya existentes como
para las nuevas que desean entrar en el sector.
Una de las ventajas con que
cuentan las nuevas empresas,
en este caso, consiste en que
comienzan de cero y pueden
contemplar con una mirada
nueva los modos de servir a los
clientes, que las empresas ya
existentes sólo pueden realizar
con dificultad, debido al fuerte
peso de la inercia y la resistencia que los miembros de
una organización suelen tener
hacia el cambio.
El tercer elemento es una
perspectiva acerca de la naturaleza de la rivalidad en el
sector, la posible emergencia
Revista Empresa y Humanismo, Vol. II, Nº 2/00, pp. 337-370


JORDI CANALS
de nuevos productos sustitutivos, el papel de los proveedores y la evolución del conjunto de la cadena de valor.
Este punto de vista ayuda a
perfilar cómo puede evolucionar el proceso de creación
de valor añadido en el conjunto del sector.
El cuarto elemento de un
concepto de negocio consiste
en concebir el conjunto de las
actividades de la empresa
como un sistema integrado, es
decir, como una secuencia de
acciones orientadas todas ellas,
no a la eficacia aislada de cada
una, sino a la armonía del conjunto.
A partir de este concepto,
podemos concluir que un elemento del diseño de un negocio consiste en imaginar un
concepto, una configuración
de la cadena de valor, no sólo
como una secuencia de actividades, sino como un conjunto
–más que secuencia– de actividades interrelacionadas que
tienden a reforzarse mutuamente8.
Este enfoque tiene consecuencias importantes sobre la
dirección de las personas en la
organización, sobre el papel de
los individuos y de los grupos
de trabajo, sobre el clima y la
cultura de cooperación en la
empresa, sobre el propio diseño de la organización, y, especialmente, sobre los sistemas
de compensación y de control
que la empresa implante. Un
concepto de empresa novedoso
exige que cada uno de estos
elementos del diseño organizativo no sólo se adapte pasivamente, sino que contribuya a
consolidar la unidad de la organización.
TECNOLOGÍA Y
CREATIVIDAD EN EL
DESARROLLO DE NUEVOS
MODELOS DE EMPRESA
Según hemos podido analizar en el caso de Nokia, el desarrollo de nuevos conceptos
de negocio implica nuevos enfoques de servir al cliente final
y organizar las actividades de
la empresa. Estos planteamientos innovadores presuponen el descubrimiento de
espacios de oportunidad.
Los espacios de oportunidad son áreas potenciales
para la expansión de la empresa que se definen mediante
la anticipación de las necesidades futuras de los clientes, el
descubrimiento de necesidades
actuales de los clientes insuficientemente cubiertas, el reposicionamiento de ciertos pro-
Revista Empresa y Humanismo, Vol. II, Nº 2/00, pp. 337-370
CRECIMIENTO EMPRESARIAL: PERSONAS Y TECNOLOGÍAEN LA NUEVA ECONOMÍA
ductos o servicios, o el desarrollo de procesos operativos
más eficientes.
La definición de espacios de
oportunidad resulta relevante
en el caso de aquellas empresas
que han mantenido posiciones
de liderazgo en un sector durante varios años. Estas empresas suelen actuar con eficiencia al plantear mejoras incrementales, pero resultan ser
menos diligentes al plantear
cambios importantes en su
concepto de negocio. Los problemas recientes de empresas
como Kodak, General Motors o
Digital son prueba de este fenómeno. Estas empresas se
han aferrado a un concepto de
negocio que, en algunas dimensiones, ha podido quedar
obsoleto.
No resulta tarea fácil para
los directivos de empresas
como éstas desprenderse de
sus hipótesis de trabajo, abandonarlas, y volver a formularlas desde cero. Esta dificultad es tanto mayor cuanto
más clara es la posición de liderazgo de la empresa en su
mercado. En último término,
si hasta ahora ha ido bien, se
preguntan sus directivos, ¿por
qué cambiar?
La capacidad de empresas
como Nokia, o L´Oréal para
anticipar la necesidad de
cambio, reorganizar operaciones y acelerar el lanzamiento de nuevos productos a
un buen ritmo es admirable.
No hacerlo -opinan algunos
de sus directivos- o hacerlo a
una velocidad menos rápida,
podría haber supuesto el estancamiento de la empresa.
Bajo este punto de vista se
esconde el supuesto de que, a
menos que una organización
legitime la innovación y estimule el reto de comparar
nuevas ideas con viejas hipótesis, resultará difícil que
pueda mantener un ritmo de
innovación adecuado, especialmente en sectores en rápida
evolución. El riesgo de error es
alto, pero posiblemente sea
aún mayor el riesgo derivado
de la inacción.
El desarrollo de nuevos modelos de empresa y conceptos
de negocio para afrontar el futuro es una tarea que, en cierto
modo, requiere un enfoque riguroso, científico, pues exige la
sistemática búsqueda y evaluación de opciones alternativas.
Sin embargo, por encima de
otras consideraciones, es una
capacidad directiva que conduce a reflexionar de manera
Revista Empresa y Humanismo, Vol. II, Nº 2/00, pp. 337-370


JORDI CANALS
sistemática sobre nuevos
modos de servir a los clientes.
De esta manera, el desarrollo
de nuevos conceptos de negocio exige la singular combinación de análisis riguroso y
creatividad. En este proceso, la
tecnología desarrolla un papel
singular. Sin embargo, resulta
evidente que cualquiera que
sea el uso de las posibilidades
tecnológicas, el papel directivo
y creativo de las personas sigue
ocupando un papel central.
Este es un proceso complejo, en el que interaccionan
muchas personas, se produce
una comunicación de ideas a
diferentes niveles y permite
que aspectos considerados
esenciales sobre la manera de
funcionar que la empresa tenía
hasta el momento sean puestos
en tela de juicio con el propósito de mejorar constantemente.
Afrontar estas cuestiones
complejas exige algo más que
claridad de conceptos. Se trata
de un proceso en el que la creatividad y la racionalidad de los
directivos, y de todas las personas que colaboran en la empresa, deben interaccionar intensamente. En el fondo, son
los directivos y sus colaboradores quienes tienen en sus
manos la creación del futuro.
Este no aparece como resultado del azar, la casualidad o la
aplicación de unas técnicas de
planificación estratégica que
señalan a la empresa lo que
debe hacer. No. Si detrás de
cada idea en el mundo de la
empresa hay una persona, detrás de todo proceso de creación de futuro, de redefinición
de los ámbitos en los que la
empresa operará en los próximos años, se encuentran
también una o muchas personas.
La responsabilidad de los
directivos en este proceso consiste en saber estimular, dirigir
y orientar adecuadamente este
proceso, de manera que el
status quo actual no llegue a
frenar los procesos de renovación, cambio o mejora para la
empresa. Al mismo tiempo,
los directivos deben mantener
ese delicado equilibrio entre la
paralización de proyectos por
la supuesta colisión con modos
de funcionar ya establecidos y
el impulso de la empresa hacia
nuevos ámbitos sin un verdadero y riguroso debate sobre lo
que conviene hacer.
En el fondo, el papel del
alto directivo es esencial en
este proceso de renovación de
la empresa. No se trata de un
proceso que deba impulsar el
Revista Empresa y Humanismo, Vol. II, Nº 2/00, pp. 337-370
CRECIMIENTO EMPRESARIAL: PERSONAS Y TECNOLOGÍAEN LA NUEVA ECONOMÍA
máximo ejecutivo de una compañía, exclusivamente, –aunque sin duda su papel en esta
función como en tantas otras
es indispensable–, sino de un
proyecto desarrollado y compartido por el equipo directivo
y asumido por toda la organización.
Es cierto que este proceso
de renovación puede resultar
más sencillo cuando la empresa se halla en una crisis
profunda, estado en el cual
muchas personas aceptan
la necesidad del cambio. Por el
contrario, cuando la empresa
va bien, cuando no parece que
exista la necesidad de cambiar,
es cuando el proceso de creación de futuro resulta más
complejo.
Por el contrario, cuando las
empresas se desarrollan y mejoran de manera continua, el
proceso de cambio o de renovación de la empresa resulta
mucho más complejo. En
estos casos, es necesaria una
cultura que facilite y estimule
la necesidad del cambio permanente y un equipo de altos
directivos que asuma como
criterio de acción la renovación continua.
Este es el caso de empresas
como Nokia o Hewlett-
Packard, cuyo proceso de renovación de productos considerados estrella forma parte de
su política habitual. Si examinamos este planteamiento, podemos afirmar que resulta muy
exigente, que rompe con expectativas de muchas personas
de la empresa, comenzando
por el equipo de ventas de
aquellos productos verdaderamente exitosos. Sin embargo,
si se contempla desde la perspectiva del largo plazo, de la
renovación continua de la empresa, se trata de una exigencia
que ayuda, sin duda, a plantear
aquel proceso de manera continua.
La renovación de la empresa
es un proceso complejo que ha
sido estudiado desde distintos
puntos de vista, y que siempre
ha intentado ir más allá de la
mera reestructuración de actividades. Se trata de un proceso
originado, guiado e impulsado
por personas con una honda
inquietud por la mejora continua de la empresa, por el desarrollo de un trabajo cada día
más útil en servicio de clientes
y empleados.
El impulso de este proceso
exige una capacidad para descubrir entre los acontecimientos presentes nuevas vías
de desarrollo del futuro. Sin
Revista Empresa y Humanismo, Vol. II, Nº 2/00, pp. 337-370


JORDI CANALS
embargo, junto con esta capacidad siempre útil, no puede
olvidarse la importancia de un
conjunto de actitudes en los
directivos y, en general, en
todos los colaboradores de la
empresa, que facilitan enormemente el proceso de renovación empresarial. Entre éstas,
destacaríamos las siguientes.
En primer lugar, una capacidad de aceptar y considerar
los éxitos actuales como meramente pasajeros. El éxito empresarial no es un resultado de
un conjunto de acciones planificadas: es la combinación de
muchos factores, entre los
cuales pueden estar aquellas
acciones. Pero es también el
producto de otros factores,
como la reacción de los
clientes y de los rivales, o la
creación de una opinión pública en favor de ciertos productos, servicios o empresas.
Aquellas empresas que consideran el éxito empresarial
como permanente, como un
resultado merecido por los esfuerzos desarrollados, están
condenadas a disfrutar de él
por poco tiempo. Por el contrario, aquellos directivos que
adoptan una actitud realista,
humilde, que admiten que el
éxito hoy no garantiza el éxito
mañana, son más proclives a
volverlo a intentar y a volverlo
a lograr. De ahí la importancia
de esa actitud básica en empresas que quieran crear el futuro.
Una segunda característica
de las empresas que crean el
futuro es que sus altos directivos no son sólo ejecutivos,
sino personas comprometidas
con el desarrollo de las personas que tienen a su cargo.
En este proceso -mentoring-,
el directivo desempeña un
papel más parecido al de un
asesor o entrenador que al de
un ejecutivo acostumbrado a
pensar y a diseñar planes de
acción para que los ejecuten
otros.
Esta perspectiva tiene numerosas repercusiones en la
empresa, no sólo en términos
de fomentar permanentemente esa iniciativa individual,
sino de permitir el desarrollo
de numerosas potencialidades
que todas las personas tenemos y que no siempre se expresan externamente, porque
el contexto externo no ha permitido su desarrollo armónico.
Cuando se contempla este
proceso en términos de entrenamiento, el sentido del éxito
o del fracaso profesional adquiere un matiz muy especial.
Revista Empresa y Humanismo, Vol. II, Nº 2/00, pp. 337-370
CRECIMIENTO EMPRESARIAL: PERSONAS Y TECNOLOGÍAEN LA NUEVA ECONOMÍA
Los llamados éxitos son
siempre puntos de partida para
nuevas metas, nunca metas de
llegada que fomentan la autocomplacencia. Por su parte, los
fracasos nunca son fenómenos
irreversibles, sino experiencias
específicas desde las que intentar construir un mejor futuro.
Esta perspectiva del fenómeno del éxito –y del fracaso–
ayuda, indudablemente, a fomentar un ambiente en el que
vale la pena probar nuevas
formas de hacer, desarrollar
nuevos productos, o plantear
nuevos modos de servir a los
clientes. Como resultado, las
posibilidades de crear y de recrear el futuro de la empresa
con una cierta posibilidad de
éxito son mayores.
Además, este proceso ayuda
a desterrar de la empresa el
concepto de autocomplacencia
y a imponer en ella un tipo de
autoexigencia y de ambición
sana para hacer las cosas cada
día mejor. De hecho, estos objetivos, cuando existe un buen
proceso de mentoring, se plantean no sólo como objetivos de
la organización, sino que entran a formar una simbiosis
vital con los procesos de mejora de los propios directivos.
Así, estos directivos llegan a
contemplar la organización
como el ámbito de desarrollo
de todas sus posibilidades profesionales y de todas aquellas
capacidades relacionadas directa o indirectamente con su
desempeño profesional. En
este sentido, la ambición del
éxito profesional se ve sustituida o, al menos complementada, con la ambición de la
mejora personal, del desarrollo
de todas las potencialidades
que encierra el ser humano, y
de extraer en el trabajo profesional lo mejor de uno mismo
y proyectarlo hacia otros.
Puede observarse que éste es
un camino bidireccional. En
otras palabras, es un proceso
en el que mejoran no sólo
quienes reciben el mentoring,
sino aquellos que lo practican.
Los primeros porque reciben
la experiencia y la sabiduría de
otros directivos con más horas
de vuelo, quienes les animan y
orientan a desarrollarse en
nuevos ámbitos. Los segundos
porque tienen la oportunidad
de desplegar una parte de su
tarea profesional no sólo haciendo, sino haciendo que
otros hagan y crezcan gracias a
su experiencia.
Resulta indudable que el fenómeno del mentoring exige
Revista Empresa y Humanismo, Vol. II, Nº 2/00, pp. 337-370


JORDI CANALS
un nivel de enorme confianza
en la organización, y éste
nunca es un proceso espontáneo. No se puede ayudar si
no se posee nada que dar (Alvira, 2000), y lo primero que
pueden dar los altos directivos
es confianza. Ésta exige integridad personal de los altos directivos, unas normas éticas
claras, una transparencia completa, unos valores compartidos, un sentido de la equidad
y de la justicia indiscutibles y
una generosidad de los altos
directivos hacia el resto de la
organización. En este sentido,
la generosidad en el tiempo, en
los recursos utilizados y en los
proyectos a impulsar suele ser
el mejor revulsivo para conseguir un compromiso elevado
del resto de empleados con la
empresa.
Por el contrario, la ausencia
de generosidad, la percepción
de que la alta dirección persigue únicamente una agenda
personal, suele ser un problema en la raíz de la falta de
compromiso y, en último término, un lazo sutil que ahoga
las posibilidades de crecimiento de la empresa. En
efecto, una organización sin
compromiso por parte de sus
empleados está condenada a
tener una vida efímera. De ahí
que cualquier proyecto empresarial deba subrayar el
papel central de la persona en
el desarrollo de nuevos conceptos de negocio, así como
del diseño de contextos internos que favorezcan la innovación por la vía del crecimiento personal y profesional
de quienes en trabajan una organización.
EL CONTEXTO
INTERNO DE LA
EMPRESA: EL PAPEL DE
LA ALTA DIRECCIÓN
L CONTEXTO interno
del crecimiento de la
empresa consiste en
aquellos factores específicos de
una organización que definen
el tipo de entorno profesional
y que influyen en su proceso
de crecimiento.
Este contexto viene definido
por un conjunto de factores
cuya combinación tiene un
impacto importante en la generación de nuevas ideas (por
ejemplo, el desarrollo de un
nuevo producto), en la traducción de estas ideas en proyectos concretos, en la evaluación de estos proyectos a distintos niveles de la empresa
(desde el nivel técnico, al nivel
de la alta dirección, pasando
E
Revista Empresa y Humanismo, Vol. II, Nº 2/00, pp. 337-370
CRECIMIENTO EMPRESARIAL: PERSONAS Y TECNOLOGÍAEN LA NUEVA ECONOMÍA
por los distintos departamentos involucrados en el
proceso), en los procesos finales de toma de decisión
sobre estos proyectos y, finalmente, en el modo de implantarlos y ejecutarlos. Sin un
contexto interno adecuado, el
crecimiento empresarial no
puede ser sostenible.
En un modelo de racionalidad perfecta9, los directivos
estudian diversas oportunidades existentes en el entorno,
evalúan cada una de ellas de
acuerdo con unos criterios
preestablecidos y toman una
decisión10. Sin embargo, los
procesos de toma de decisiones en la vida real presentan
elementos de complejidad que
no son recogidos en estos modelos. No sólo se trata de que
la racionalidad de los agentes
es limitada, sino de que el proceso de impulso o promoción
de una nueva idea, su traducción en un proyecto, su estudio
y las decisiones pertinentes
sobre él comprenden y suponen un conjunto de factores
que tienden a complicar el
proceso antes descrito.
Estas observaciones son
consistentes con la literatura
académica sobre esta cuestión.
Bower (1970), en un estudio
pionero sobre los procesos de
asignación de recursos en proyectos de inversión que compiten entre sí en el seno
de empresas de gran tamaño,
ha subrayado la importancia
del contexto interno de la empresa en las decisiones que sus
directivos adoptan11.
¿Cuáles son los principales
factores que pueden influir en
la definición del contexto interno, en particular, en su relación con las decisiones de crecimiento? Podemos identificar
cuatro factores con una clara
influencia: la estructura y los
sistemas formales, el propósito
de la organización, la cultura y
los valores corporativos y, finalmente, el papel de la alta
dirección de la empresa. Estos
factores inciden en el proceso
de crecimiento de la empresa,
a través de su influencia sobre
el comportamiento de los individuos y sobre la forma que
adopta el proceso específico de
toma de decisiones. La estructura y los sistemas formales
constituyen la infraestructura
organizativa básica. Su objetivo consiste, no sólo en dividir
las tareas entre las distintas
personas o unidades de la organización, sino también en la
distribución de los derechos de
decisión, la coordinación entre
Revista Empresa y Humanismo, Vol. II, Nº 2/00, pp. 337-370


JORDI CANALS
las diferentes unidades y el diseño de los mecanismos de
compensación y control. La
estructura y los sistemas formales ofrecen una referencia y
un conjunto de restricciones e
incentivos a los distintos
miembros de la organización y
tienen un impacto importante
sobre su comportamiento.
El propósito de la empresa
constituye el segundo factor
esencial en la definición del
contexto interno para el crecimiento de la empresa, pues
encierra las razones por las que
una empresa existe y desarrolla
ciertas actividades. Esta definición puede ayudar a las personas que trabajan en una organización a hacerlo por algo
más que por una razón contractual y a asumir las consiguientes responsabilidades.
Una empresa como GlaxoWellcome define su propósito como
la intención de poner los medios adecuados para mejorar la
calidad de vida de las personas
mediante el desarrollo de mejores productos farmacéuticos.
Por su parte, Hewlett-Packard
indica que su propósito consiste en desarrollar innovaciones tecnológicas revolucionarias al servicio de las personas y de las organizaciones.
El propósito de una organización pretende inspirar, fomentar, servir de referencia y
enfocar las actividades de las
personas hacia un determinado objetivo, de manera que
puedan desarrollar un sentido
y una comprensión más plenos
de sus esfuerzos.
Por su parte, la cultura corporativa contribuye a concretar un modo de llevar a término ese propósito corporativo. En una empresa, la cultura y los valores corporativos
se resumen en un conjunto de
principios considerados básicos por la organización.
Entre estos principios, se
pueden incluir el fomento del
sentido de la iniciativa, el desarrollo de una responsabilidad
social, el respeto por los derechos y dignidad de cada persona, la atención al detalle acabado y el trabajo bien hecho o
el respeto por los derechos de
los clientes, por citar solamente algunos principios. Collins y Porras (1995) señalan
que los valores corporativos
poseen un poder intrínseco y
su propia validez les exime de
ser justificados o demostrados
ante los miembros de la organización o ante terceras personas.
Revista Empresa y Humanismo, Vol. II, Nº 2/00, pp. 337-370
CRECIMIENTO EMPRESARIAL: PERSONAS Y TECNOLOGÍAEN LA NUEVA ECONOMÍA
La experiencia de las empresas estudiadas muestra que
los valores corporativos tienen
un profundo efecto sobre el
proceso de crecimiento de la
empresa, como es el caso de
BBVA o Hewlett-Packard, más
aún que los propios procesos y
sistemas formales. Además,
cuando los sistemas formales
refuerzan los sistemas informales, emerge una plataforma
interna excelente para potenciar el proceso de crecimiento.
Uno de los principios definitorios de la cultura corporativa de las empresas estudiadas
es el sentido de innovación y
de iniciativa empresarial.
Ambos principios son sencillos de definir, pero su manifestación en la vida real encierra un conjunto complejo
de elementos interrelacionados
entre sí.
Sin embargo, la innovación
es no sólo el resultado, sino
uno de los principios que
mueve y estimula las actividades de los individuos en una
empresa. Es un principio que
se halla en la base del desarrollo de nuevos productos, de
la introducción de nuevas tecnologías o de la aplicación de
nuevos sistemas de distribución. Se trata, por consi-
guiente, de uno de los motores
del crecimiento.
EL PAPEL DE LA ALTA
DIRECCIÓN EN LA
CONFIGURACIÓN DEL
CONTEXTO INTERNO
Los factores que acabamos
de presentar tienen un impacto claro en la configuración
del contexto interno, con distintas vías específicas de influencia. Una característica
que estos factores comparten
(los sistemas formales, el propósito o los valores y la cultura
corporativa dominantes) es
que pueden ser influenciados
directamente por las acciones
u omisiones de los altos directivos.
En la práctica, éstos no sólo
pueden cambiar los sistemas
formales de control o la estructura organizativa, sino que
mediante estos cambios es posible confirmar o reducir el
papel del propósito de la organización, o impulsar o frenar la
asunción de los valores corporativos.
Por consiguiente, los altos
directivos tienen una responsabilidad especial, no sólo en
las decisiones últimas, de
mayor impacto, que una organización adopta, sino también
en la configuración del con-
Revista Empresa y Humanismo, Vol. II, Nº 2/00, pp. 337-370


JORDI CANALS
texto en el que aquellas decisiones emergen o se estudian
por vez primera, o en el clima
de innovación y de mejora que
existe en una empresa (Valero
y Lucas, 1991).
En este nuevo horizonte de
la alta dirección, Ghoshal y
Bartlett (1997) sintetizan en
tres las nuevas dimensiones de
la acción directiva. La primera
consiste en avanzar más allá de
la formulación de la estrategia
para reafirmar el sentido del
propósito que tiene la organización. La segunda consiste en
avanzar más allá de las meras
estructuras formales para
avanzar en la configuración de
la empresa como una cartera
de procesos orientados a la solución de problemas y a la provisión de un mejor servicio al
cliente final. Por último, señalan una tercera dimensión
consistente en ir más allá de
los meros sistemas formales
para poner el énfasis en el desarrollo de las personas que
trabajan en la empresa. La
aplicación de los enfoques que
proponen aquellos autores y el
grado en que deban abandonarse la estructura y los sistemas formales resultan discutibles. Sin embargo, es imprescindible la definición de
nuevas referencias de gestión
complementarias de los sistemas formales que han imperado durante tantos años en
numerosas organizaciones.
Para abordar este reto, Pérez
López (1993) propone una trilogía de funciones de los altos
directivos que permite explicar
el contenido de su trabajo y de
sus acciones. Según este autor,
los directivos deben reunir tres
atributos esenciales: la ejecutiva (o desarrollo de una capacidad diferencial), la estratégica (o capacidad de pensar en
el largo plazo de la empresa y
en su relación con clientes,
proveedores o empresas competidoras) y la de liderazgo
(orientada a la configuración
institucional de la empresa,
tanto en sus mecanismos formales, como en sus sistemas
informales). Estos atributos
están, a su vez, relacionados
con las dimensiones de la empresa (económica, sociológica
y ética) y con sus objetivos
(eficacia, atractividad y unidad) que hemos descrito anteriormente.
Los atributos enumerados
subrayan el papel crítico que la
alta dirección tiene en las decisiones directas que toma y en
el tipo de entornos que son capaces de configurar. Ambos
tienen, eventualmente, un im-
Revista Empresa y Humanismo, Vol. II, Nº 2/00, pp. 337-370
CRECIMIENTO EMPRESARIAL: PERSONAS Y TECNOLOGÍAEN LA NUEVA ECONOMÍA
pacto enorme en las decisiones
y en el proceso de crecimiento
de la empresa.
ALGUNAS
REFLEXIONES FINALES
L PUNTO DE partida
de este trabajo es la
consideración de algunos de los factores que resultan esenciales en la nueva
economía, caracterizada por la
globalización de los mercados
y de las empresas, y la explosión de la tecnología. El punto
de vista implícita o explícitamente expuesto por algunos
empresarios, directivos o analistas es que el crecimiento de
la empresa es un factor esencial de supervivencia y que,
para lograrlo, la adopción rápida de tecnologías exitosas
resulta imprescindible.
Este razonamiento puede
ser válido, pero incompleto,
porque pierde de vista dos dimensiones. La primera es que
la explicación del proceso de
crecimiento de la empresa
exige la consideración de otros
factores adicionales, además de
la tecnología. La segunda es
que, de acuerdo con el modelo
que hemos apuntado en estas
páginas, el crecimiento de la
empresa depende, entre otros
E
factores, de la generación de
nuevos modelos de empresa
orientados a servir a clientes y
a crear valor -en los que la tecnología sólo desempeña una
parte limitada- y la definición
del contexto interno de la empresa como el lugar en el que
la innovación emerge como resultado de la interacción de las
personas y el despliegue que
éstas hacen de sus capacidades.
Sólo desde una perspectiva
de la empresa que contemple
esta realidad humana, es posible comprender el alcance de
la nueva economía, la importancia de las nuevas tecnologías y la naturaleza de los factores que influyen decisivamente en la capacidad de renovación de la empresa a largo
plazo.
BIBLIOGRAFÍA
Alvira, R. (2000), “Trabajo,
estructura social y liderazgo”,
Revista Empresa y Humanismo,
vol. II, nº 1, pp. 33-50.
Allison, G.T. (1971), The
Essence of Decision, Little
Brown, Boston.
Baden-Fuller, C. y Stopford, J.M. (1992), Rejuvena-
Revista Empresa y Humanismo, Vol. II, Nº 2/00, pp. 337-370


JORDI CANALS
ting the Mature Business, Routledge, Londres.
Bartlett, C.A. y Ghoshal, S.
(1997, The individualized corporation, Har-per Business,
Nueva York.
Bower, J. (1970), Managing
the Resource Allocation Process,
Harvard Business School
Press, Boston.
Burgelman, R.A. (1983), “A
model of the interaction of
strategic behavior, corporate
context and the concept of
strategy”, Academy of Management Review, 3, pp. 61-69.
Canals, J. (1997), “Excess
capacity and global competition: A resource-based approach”, en M. Thomas, D. O’
Neal y M. Ghertman, Strategy,
Structure and Style, John
Wiley, Nueva York, pp. 41-68.
Canals, J. (2000), Managing
Corporate Growth, Oxford
University Press, Oxford.
Coase, R.H. (1937), “The
nature of the firm”, Economica,
N.S., 4, pp. 386-405.
Collins, J.C. y Porras, J.I.
(1995), Built to Last, Harper
Collins, Nueva York.
Doz, Y.L. (1996), “The evolution of cooperation in strategic alliances: Initial conditions or learning processes?”,
Strategic Management Journal,
Special Issue, verano, pp. 5583.
Drucker, P. (1994), “The
theory of business”, Harvard
Business Review, septiembreoctubre, pp. 95-104.
Geroski, P., Machin, S. y
Walters, C.F. (1996), “Corporate growth and profitability”,
Discussion Paper, CEPR.
Hamel, G. y Prahalad, C.K.
(1994), Competing for the Future, Harvard Business School
Press, Boston.
Henderson, R. y Mitchell,
W. (1997), “The interactions
of organizational and competitive influences on strategy
and performance”, Strategic
Management Journal, 18, Special Issue, verano, pp. 5-14.
Lessard, D., Romer, P.,
Perlman, L., Shih, S. y Volkenia, M. (1998), “Bank of
America roundtable on the
soft revolution: Achieving
growth by managing intangibles”, Journal of Applied Corporate Finance, 11, nº 2, pp. 827.
Llano, A. (1999), Humanismo cívico, Ariel, Barcelona.
McGahan, A.M. y Porter,
M.E. (1997): “How much
does industry matter, really?,
Revista Empresa y Humanismo, Vol. II, Nº 2/00, pp. 337-370
CRECIMIENTO EMPRESARIAL: PERSONAS Y TECNOLOGÍAEN LA NUEVA ECONOMÍA
Strategic Management Journal,
18, Special Issue, verano, pp.
15-30.
Nelson, R. y Winter, S.
(1982), An Evolutionary
Theory of Economic Change,
Harvard University Press,
Cambridge.
Penrose, E. (1959), The
Theory of the Growth of the
Firm, John Wiley, Nueva
York.
Pérez-López, J.A. (1993),
Fundamentos de Dirección de
Empresas, Rialp, Madrid.
Porter, M.E. (1996), “What
is strategy”, Harvard Business
Review, noviembre-diciembre.
Rubio de Urquía, R. (2000),
“Acerca de los fundamentos
antropológicos de la ciencia
económica: una introducción
breve”, Revista Empresa y Humanismo, vol. II, nº 1, pp. 109129.
Rumelt, R.P. (1991): “How
much does industry matter?”,
Strategic Management Journal,
12, nº 3, pp. 167-185.
Rumelt,
R.P.
(1995),
“Inertia and transformation”,
en C.A. Montgomery (ed.),
Resource-based and Evolutionary Theories of the Firm,
Kluwer, Boston.
Schumpeter, J.A. (1934),
The Theory of Economic Development, Harvard University
Press, Cambridge.
Shapiro, C. (1989), “The
theory of business strategy”,
Rand Journal of Economics, 20,
pp. 125-137.
Simon, H. (1993): “Strategy
and organizational evolution”,
Strategic Management Journal,
14, Special Issue, invierno, pp.
131-142.
Valero, A. y Lucas, J.L.
(1991), Política de empresa
avanzada, EIUNSA, Pamplona.
Revista Empresa y Humanismo, Vol. II, Nº 2/00, pp. 337-370


JORDI CANALS
NOTAS
1 Para una discusión de este fenómeno en sectores globales, véase Canals (1997).
2 Véase el tratamiento de Baden-Fuller y Stopford (1992) sobre esta
cuestión. Rumelt (1991) y McGahan
y Porter (1997) presentan resultados
empíricos de enorme interés sobre el
peso del sector y de los factores específicos de la empresa.
3 Este es el enfoque desarrollado por
Coase (1937).
4 Puede verse una presentación de
este enfoque en Shapiro (1989).
5 Puede verse, en este sentido, la interesante discusión de Rumelt
(1995).
6 Para una exposición pormenorizada
de este modelo, véase Canals (2000).
La relación que Rubio de Urquía
(2000) plantea entre enunciados an-
tropológicos y teoría económica resulta de interés en este contexto.
7 Esta sección y la siguiente están basadas en las hipótesis presentadas en
Canals (2000).
8 Porter (1996) sostiene que esta interrelación es un elemento central de
la estrategia de la empresa.
9 Véanse al respecto el estudio de
Allison (1971) o Eisenhardt y Zbaracki (1992).
10 Simon (1993) resume perfectamente esta perspectiva del proceso de
toma de decisiones.
11 El trabajo de Bower (1970) ha
sido el primero de una serie sobre el
proceso de toma de decisiones en distintos contextos. Véanse, por
ejemplo, Burgelman (1983) o Doz
(1996).
Revista Empresa y Humanismo, Vol. II, Nº 2/00, pp. 337-370
DESDE LA ECONOMÍA
COMO RELIGIÓN HASTA
LA RELIGIÓN COMO
ECONOMÍAa
RICARDO F. CRESPO*
La economía se ha transformado en la nueva religión contemporánea. En
este trabajo se intenta mostrar cómo el punto de vista económico se constituye
en el criterio de análisis actual de todas las realidades humanas: la política y el
derecho, la familia, el crimen, la educación y hasta la misma religión. Detrás
de este ‘imperialismo económico’ subyace una postura antropológica materialista. En el artículo se presentan las corrientes ‘colonialistas’ principales que
influyen hoy día.
Palabras clave: economía, religión, ‘imperialismo’ económico.
“Si quieres que los hombres sean humanos, oblígales a edificar una torre,
pero si quieres que se odien, arrójales dinero”, A. de Saint-Exupéry, La Ciudadela
“...before too long, political economists, of some sort or other, must govern
the world”, Richard Whately (1767-1863), Arzobispo Anglicano de Dublin,
Tratadista y Profesor de Economía.
50 AÑOS,
Eric Voegelin publicó su lúcido ensayo sobre el gnosticismo
como teología civil de la sociedad occidental. El término
‘gnosticismo’ requeriría muchas aclaraciones y distin-
H
ACE CASI
ciones. El Diccionario de la
Real Academia Española lo
define como “doctrina filosófica y religiosa (...) que pretendía tener un conocimiento
intuitivo y misterioso de las
cosas divinas.” Las corrientes
gnósticas ofrecían la posibi-
* Ricardo F. Crespo es Profesor de Teorías Económico-Sociales en la Universidad Nacional de
Cuyo, Mendoza, Argentina.


RICARDO F. CRESPO
lidad de la salvación mediante
un conocimiento -la gnosisque brindaba una seguridad
mayor a la de la fe. En tiempos
recientes se ha aplicado el calificativo de gnósticas a corrientes de pensamiento que
prometen a esta sociedad la
salvación en la tierra mediante
el sometimiento a un proyecto
secular que va tomando diversas formas. De este modo
lo usa Voegelin. En este sentido el gnosticismo está emparentado con la ideología. Sin
embargo, debido a que el término ‘ideología’ también requeriría un análisis que excede
el objeto de esta comunicación, preferimos continuar con
el de gnosticismo, tal como lo
usa Voegelin.1 Transcribimos
uno de los pasajes de su libro:
“... por último, con el prodigioso avance de la ciencia a
partir del siglo XVII, el nuevo
instrumento de conocimiento
había de convertirse, nos inclinamos a decir que inevitablemente, en el vehículo simbólico de la verdad gnóstica (...)
El cientifi[ci]smo ha permanecido hasta hoy como uno de
los movimientos gnósticos
más pujantes dentro de la sociedad occidental y el orgullo
inmanentista de la ciencia es
tan fuerte que incluso las cien-
cias especializadas nos han dejado cada una un sedimento
específico en sus diversas versiones de la salvación por
medio de la Física, la Economía, la Sociología, la Biología y la Psicología.”2
Era lógico que esto sucediera, puesto que en la Edad
Moderna la ciencia deviene el
conocimiento racional por excelencia. Una ciencia concebida more mathematico o physico -y al estilo de la física moderna-, pretende ser la clave
definitiva de la teleología de lo
humano.3 Ahora bien, por la
adopción de esta ciencia como
forma de la gnosis, el gnosticismo no sólo desafía a la fe,
sino también a la razón, pues
extralimita el alcance de esa
ciencia extendiéndolo a campos en los que su aplicación
fuerza a esa misma racionalidad. En este trabajo trataremos de mostrar cómo, tras la
caída del que algunos han considerado como el movimiento
gnóstico más espectacular de
nuestro siglo, el comunismo, la
Economía -que venía ‘empujando’ hace varios siglos para
hacerlo- ha conseguido finalmente ocupar hegemónicamente su privilegiado lugar.4
Revista Empresa y Humanismo, Vol. II, Nº 2/00, pp. 371-387
DESDE LA ECONOMÍA COMO RELIGIÓN HASTA LA RELIGIÓN…
En realidad, el proceso habría sido más sutil. El comunismo se había convertido en
la religión materialista por excelencia, pero tenía, entre
otros, el inconveniente de
anular al individuo. Entonces,
se habría combinado el materialismo comunista con el individualismo. De cualquier
modo, independientemente de
esta hipótesis acerca de su
origen, la nueva religión resultante es el materialismo individualista.5 Su ‘dogma’ adquiere forma científica mediante la Economía.
Esta operación constituye
un falseamiento del verdadero
alcance de la ciencia económica y una amenaza tanto
para la fe como para la razón.
A pesar de que alguna otra de
las ciencias que menciona Voegelin -Física, Sociología, Biología, Psicología- podría haberse constituido en la gnosis
contemporánea, prevaleció la
Economía, según la vieja descripción de los hechos narrada
por Aristóteles:
“Así ha surgido la segunda
forma de la crematística, pues
al perseguir el placer en exceso, procuran también lo que
puede proporcionarles ese
placer excesivo, y si no pueden
procurárselo por medio de la
crematística, lo intentan por
otro medio, usando de todas
sus facultades de un modo antinatural; lo propio de la valentía no es producir dinero,
sino confianza, ni tampoco es
lo propio de la estrategia ni de
la medicina, cuyos fines respectivos son la victoria y la
salud. No obstante, algunos
convierten en crematísticas
todas las facultades, como si el
producir dinero fuese el fin de
todas ellas y todo tuviera que
encaminarse a ese fin.”6
En efecto, siendo hoy día el
dinero el valor principal y la
medida aplicable a toda realidad, el gnosticismo del dinero ha ido tiñendo todas las
actividades humanas, que son
explicadas, juzgadas y normadas por sus dogmas universales. La Economía se ha asociado ocasionalmente a aquellas otras ciencias en este proyecto. Este proceso tiene sus
antecedentes, su desarrollo, y
su estado actual. No nos atrevemos a hacer predicciones
respecto al futuro. Basta con
señalar sus efectos contemporáneos. La religión del dinero
termina constituyéndose en el
punto de vista de todas las realidades humanas, incluida la
religión misma. A lo largo de
Revista Empresa y Humanismo, Vol. II, Nº 2/00, pp. 371-387


RICARDO F. CRESPO
este trabajo intentaremos ilustrar esta tesis, que constituye
casi una evidencia, concentrándonos en presentar las
tentativas de desarrollo económico ‘científico’ de realidades
ajenas a la Economía. Es decir,
no abundaremos más que unas
palabras sobre lo que es más
obvio, el hecho de que la utilidad económica se ha convertido o se está convirtiendo en
el criterio último de cualquier
decisión humana.
La causa de este último proceso también ha sido diagnosticada por Aristóteles. La
misma es, sostiene el Estagirita, la ilimitación -apeirondel apetito en la búsqueda de
los medios.7 La insubordinación de la crematística respecto a la económica responde a
la del apetito respecto a la
razón. “La causa de esta actitud, dice en la Política, es el
afán de vivir, no de vivir bien,
pues siendo este apetito ilimitado, apetecen medios también
ilimitados.”8 Es la situación
del hombre que ha emprendido la vida de negocios, a la
que se refiere en la Ética Nicomaquea.9 Se confunde la búsqueda de la mayor felicidad,
con la de las mayores riquezas.
Pero lo material, advierte
Aristóteles, debe tener un lí-
mite, ya que “todas las cosas
son de tal índole que su exceso
perjudica necesariamente,”10
en tanto que no sean ese bien
máximamente apetecible, “y es
evidente que la riqueza no es
el bien que buscamos, pues
sólo es útil para otras cosas.”11
En suma, la consagración actual del dinero surge por la
caída de los valores propios de
una moral sublime como la
aristotélica.
No obstante, este proceso
no es sólo moral. O más bien,
el problema moral depende de
una crisis de fe religiosa y de la
distorsión de la imagen del
hombre. En la civilización occidental las concepciones morales y antropológicas han estado firmemente vinculadas a
la religión cristiana. El avance
gnóstico de la Economía ha
sido posible por el retroceso de
la fe cristiana.12 Por eso, el actual Pontífice insiste en la necesidad de una vuelta a la fe
para alcanzar la verdad antropológica y moral. Cristo, enfatiza el Papa parafraseando la
Constitución Pastoral Gaudium et Spes, enseña al hombre
la verdad sobre el hombre.13
No hace más que recordar al
‘hombre en busca de sentido’
(Frankl) que Él es el Camino,
la Verdad y la Vida.14 A su vez,
Revista Empresa y Humanismo, Vol. II, Nº 2/00, pp. 371-387
DESDE LA ECONOMÍA COMO RELIGIÓN HASTA LA RELIGIÓN…
el retroceso de la religión está
conectado con la secularización de sus contenidos. Buena
parte de la religión ha abandonado los misterios y se ha dedicado a divagaciones psicológicas, sociológicas, políticas y
económicas. La Economía dejará de ser religión el día que la
religión vuelva a ser religión.
Por otra parte, además del
retroceso de la religión, la
misma ciencia económica ha
tomado la iniciativa de su reemplazo. Caída la fe, el único
fin universal reconocido pasa a
ser el bienestar material, y la
Economía es la técnica para
alcanzarlo. El mismo clásico
manual introductorio de Paul
Samuelson, cuyo primera edición data de 1948, es esencialmente una fórmula para salvar
al mundo a través del progreso
económico. La escasez material es el pecado original, los
economistas son los nuevos sacerdotes y la Economía, el
saber de salvación, “una teología secular.”15 Esta misión
salvadora late inconscientemente en la mentalidad de los
economistas, especialmente de
la Universidad de Chicago, a
donde se ha desplazado recientemente -desde Cambridge, Massachusetts- el eje
de la ciencia económica norteamericana.
Despejada esta referencia a
la Economía como religión
comenzamos a adentramos en
el reino gnóstico del punto de
vista económico en otras ciencias. El término que se ha acuñado es el de ‘imperialimo’
económico. El primero en
usarlo fue el economista institucionalista Kenneth Boulding, quien afirma:
“Ciertamente, la teoría económica de la democracia, tal
como ha sido desarrollada por
Anthony Downs y otros, es
muy buen ejemplo de lo que
algunas veces he llamado ‘imperialismo económico,’ que es
un intento, por parte de la
economía, de invadir el resto
de las ciencias sociales.”16
No se piense, sin embargo,
que esta denominación de ‘imperialismo,’ que a nosotros nos
suena despectiva, frena de
algún modo a los economistas.
Al contrario, la mayoría de
ellos están firmemente convencidos y aún orgullosos de
que su ciencia sea la lógica
universal de las ciencias sociales. Este programa de investigación tiene su origen y su
mayor desarrollo en la Universidad de Chicago, pero se ha
Revista Empresa y Humanismo, Vol. II, Nº 2/00, pp. 371-387


RICARDO F. CRESPO
expandido a los restantes círculos académicos. Jack Hirshleifer, Profesor de la Universidad de California en Los
Angeles, llega a afirmar:
“Existe una sola ciencia social.
Lo que brinda a la economía
su poder imperialista invasor
es que nuestras categorías analíticas -escasez, costo, preferencias, oportunidades, etc.son verdaderamente universales en su aplicabilidad. (...)
Por eso la economía constituye
realmente la gramática universal de las ciencias sociales.”17
Hirshleifer no hace más que
definir la tarea concreta que
han encarado premios Nobel
de Economía como James Buchanan y Gary Becker, y otros
tantos economistas prestigiosos como Gordon Tullock,
Robert Tollison, Dennis Mueller, Richard Posner, etc.. Se
debe señalar que, a pesar de lo
descaminado del rumbo, la intencionalidad de estos autores
es sumamente laudable: superar la estrecha concepción
del homo oeconomicus mediante
la integración de nuevos aspectos en las explicaciones
económicas. El problema es
que su mentalidad económica
se les ha hecho carne y ter-
minan configurando toda la
realidad bajo la misma. Este
nuevo constructo ideológico
toma el lugar de la razón pensante.
¿Cuáles son los rasgos y herramientas de esta gramática
universal? La concepción del
hombre como auto-interesado
(self-interested) y provisto de
racionalidad económica (que
es racionalidad instrumental).18 Ante la realidad de conductas que no obedecen a
estos patrones, los economistas
han adoptado dos respuestas
alternativas. La primera es la
demostración de la reductibilidad de todo fin al auto-interés y de toda racionalidad a
la racionalidad instrumental.
Es el camino seguido, por
ejemplo, por Ludwig von
Mises.19 Esta es la postura que
posibilita de mejor modo la
consideración de la Economía
como lógica universal. Pero es
fácilmente criticable puesto
que se apoya y no expresa más
que una tautología: todo acto
intencional es intencional. De
este modo la Economía no
haría más que reemplazar a la
antropología filosófica con el
costo de dejar de ser Economía.
Revista Empresa y Humanismo, Vol. II, Nº 2/00, pp. 371-387
DESDE LA ECONOMÍA COMO RELIGIÓN HASTA LA RELIGIÓN…
El segundo camino ha sido
reconocer que hay fines que no
son económicos y un tipo de
racionalidad que tampoco es la
económica. Sin embargo,
afirman, aunque con sus limitaciones, que la lógica económica restringida explica la
mayor parte del comportamiento humano. Este programa es inicialmente exitoso.
Pero luego aparecen la benevolencia, el amor, la cooperación, el voluntariado, el regalo
como motivos de acciones
económicas. ¿Cuál es la solución? La más rápida es reducir
esos factores al auto-interés
como se hacía directamente en
la primera respuesta: por
medio de la auto-satisfacción,
del signo de status, del deseo
de una retribución futura. A su
vez, por medio de los hábitos,
las rutinas, o la racionalización
como concepto psicológico,
reducimos los comportamientos aparentemente irracionales a la racionalidad económica. Pero aún puede
quedar un saldo de bondad
desinteresada o de irracionalidad. Abandonar este saldo,
dice Hirshleifer, sería una
“evasión del desafío de la
ciencia.”20 Por eso debe seguir
trabajando para completar los
modelos. Éstos pueden servir
además para explicar otras actividades en las que incide el,
también en expresión de
Hirshleifer, “carácter contagioso de la benevolencia.”21
‘Interesante’ pretensión, la de
cuantificar el amor, el pecado
o la locura... La mejor respuesta que se me ocurre es la
de los versos del poeta norteamericano E. E. Cummings:
“While you and I have lips
and voice which
are for kissing and to sing
with
who cares if some oneeyed son
of a bitch
invents an instrument to measure Spring with?”22.
La concepción subyacente
del hombre y su comportamiento es materialista, un determinismo conductista o biológico.23 El Profesor de la Universidad de Bolonia Stefano
Zamagni conecta el proyecto
‘colonialista’ de Gary Becker
con el de la sociobiología.24 De
hecho su rama económica, la
bionomics, ha tenido un fabuloso desarrollo en los últimos
15 años, especialmente la corriente llamada Evolutionary
Economics. Manifestaciones de
la intensificación y ampliación
de estas líneas de pensamiento
Revista Empresa y Humanismo, Vol. II, Nº 2/00, pp. 371-387


RICARDO F. CRESPO
son la constitución de la Association for Evolutionary Economics en Estados Unidos, y la
publicación, desde 1991, del
Journal of Evolutionary Economics. Esta postura abandona la
visión típicamente auto-interesada de los viejos economistas. Una reseña de este
movimiento aparecida en The
Economist (primer número de
1994), titulada “Evo-economics” comienza precisamente
con la narración del dilema del
prisionero. En esta “nueva y
animante visión de la naturaleza humana”, se ha incorporado como una realidad el fracaso de la visión individualista
y se sostiene tanto a nivel biológico como económico una
nueva teoría del comportamiento: el tit-for-tat, o reciprocidad altruista, como conducta genética. Los individuos
dejan de ser egoístas y se
transforman en buscadores
oportunistas de cooperación.
Es decir, se ha cambiado el
criterio optimizador por otro
adaptativo. “La racionalidad
misma, sostiene Nozick, podría ser una adaptación evolutiva.”25 Pongamos un ejemplo
del modo en que razona esta
alianza gnóstica EconomíaBiología. Dicen John Tooby y
Leda Cosmides:
“la mano invisible de la selección natural creó la estructura de la mente humana
[“una computadora compleja,
un sistema que toma la información sensorial como input,
la transforma de varios modos,
la almacena, analiza, integra y
le aplica normas de decisión, y
luego traduce el output de esas
normas en las contracciones
musculares que denominamos
‘comportamiento’”], y la interacción de dichas mentes es lo
que genera la mano invisible
de la economía.”26
Hirshleifer concluye afirmando que,
“siguiendo sus respectivos
destinos imperialistas, la economía y la sociobiología han
llegado por caminos diversos
al patrón maestro de la teoría
social en el que han encajado
hasta cierto punto y terminarán finalmente encajando
completamente todos los fenómenos estudiados por las
diversas ciencias sociales.”27
Sin embargo, a pesar de esta
consideración de la cooperación, el Homo Beckerianus,
como lo denomina Zamagni,
continúa siendo profundamente solitario, pues su relación con los otros es meramente instrumental.28 En
Revista Empresa y Humanismo, Vol. II, Nº 2/00, pp. 371-387
DESDE LA ECONOMÍA COMO RELIGIÓN HASTA LA RELIGIÓN…
efecto, como hemos mostrado
en otra parte, la economía moderna adopta la racionalidad
instrumental y concibe su objeto como una relación entre
individuos y medios -en los
que pueden incluirse también
otros individuos-.29
¿Cuáles son los campos de
aplicación de la economía imperialista? Gary Becker hace
un rápido repaso de algunos de
los mismos en su Nobel Lecture
de 1992.30 Concretamente se
detiene en los siguientes: la
discrimación contra las minorías, el crimen, el denominado
‘capital humano’ (educación,
habilidades y conocimientos) y
la familia. A estos temas hay
que agregar tres importantes,
la política, el derecho y la religión. Son estos últimos cinco
los análisis que han tenido más
influencia.
La teoría del capital humano comienza con el supuesto de que la gente decide
sobre su educación, conocimiento, cuidados de salud, etc.
sopesando los costos y beneficios. Se han calculado las tasas
social y privada de retorno de
las inversiones en diversos niveles de educación de hombres, mujeres, negros y otros
grupos; se han hecho correla-
ciones entre años de escuela e
ingresos; se ha distinguido
entre educación general y específica y analizado el efecto
de una y otra en el rendimiento económico. Los estudios son innumerables y han
dado lugar a cambios en las
políticas educativas estatales y
privadas guiados por un objetivo optimizador cuantificable.
Aunque se debe reconocer que
muchas veces estas medidas
tienen fundamento y son saludables, también se debe señalar que llegan a puntos tales
que desnaturalizan la educación. Nosotros lo estamos sufriendo. El estudio fundador
es Human Capital de Gary
Becker.31Otros hitos importantes son los libros de Jacob
Mincer, Schooling, Experience,
and Earnings y de Theodore
Schultz, The Economic Value of
Education.32 La gente puede
pensar que mejora con la educación. En cambio, en opinión
de Robert Nelson, estos autores piensan que la esencia de
la educación es la producción
de un ítem del capital humano.33 Éste podrá ser un enfoque legítimo diverso al de la
gente, pero está claro que no
es esencial, ni el más explicativo. Sin embargo, ha de destacarse que estos economistas
Revista Empresa y Humanismo, Vol. II, Nº 2/00, pp. 371-387


RICARDO F. CRESPO
valoran al hombre y la educación en el proceso económico.
En cuanto a la economía de
la familia, también son claves
los trabajos de Gary Becker,
sintetizados en su libro A
Treatise on the Family.34 Según
el mismo Becker, este ha constituido el esfuerzo intelectual
sostenido más difícil que ha
encarado en su vida.35 Encuentra explicaciones económicas a la formación, disolución y estructura de las familias. También el punto de partida es el supuesto de que
cuando la gente decide casarse,
tener hijos o divorciarse, está
tratando de aumentar su bienestar por una comparación de
beneficios y costos. Cuando
alguien inicia un noviazgo, podría pensar que se está enamorando, pero en realidad está
comenzando una negociación
de intercambio de servicios sexuales, tareas domésticas, etc.
hasta acordar el contrato matrimonial.
Ya se mencionó, con Boulding, a Anthony Downs en relación al análisis económico de
la política. Downs se ha centrado sobre todo en una primera línea de investigación: la
aplicación de herramientas
económicas para explicar las
conductas de los políticos. En
An Economic Theory of Democracy aborda a los políticos
como agentes que tratan de
maximizar sus votos, de un
modo análogo al de los empresarios respecto a sus negocios.36 En su libro Inside Bureaucracy estudia a los burócratas que actúan por interés
propio.37 También se destaca
en esta línea Gordon Tullock
con The Politics of Bureaucracy.38
Una segunda línea más general es la consideración del
fenómeno político global
desde la conducta de los votantes. En relación a la misma
el personaje principal es el
premio Nobel de Economía de
1986, James M. Buchanan,
fundador de la Escuela de la
Elección Pública (Public
Choice School). Dennis Mueller, uno de los teóricos de la
Escuela ha definido su cometido simplemente como “la
aplicación de la ciencia económica a la ciencia política.”39
Buchanan ha trabajado junto a
Tullock en esta tarea. Han
construído, en expresión de
Buchanan, “una teoría económica de la constitución política.”40 Es clásico el libro de
ambos, El Cálculo del Consenso
de 1962, al que continuaron
varios más.41 “La elección pú-
Revista Empresa y Humanismo, Vol. II, Nº 2/00, pp. 371-387
DESDE LA ECONOMÍA COMO RELIGIÓN HASTA LA RELIGIÓN…
blica, dice Buchanan, es una
perspectiva acerca de la política que surge de la extensión y
aplicación de las herramientas
y métodos del economista a las
decisiones colectivas.”42 “La
perspectiva
constitucional,
afirma luego, emerge naturalmente del paradigma o programa de investigación de la
política como intercambio.”43
Le llama constitucional porque los resultados principales
del intercambio de conductas
individuales relacionadas con
decisiones públicas son reglas
y acuerdos constitucionales.
Esta conclusión supone un
marco de legitimación política
bien determinado.
“La economía política, dice
Buchanan, tal como ha sido
concebida por el paradigma
constitucional contractualista,
ofrece una estructura coherente para analizar las interacciones de las personas. Permite
la generalización y extensión
del modelo de interacción de
mercado a las instituciones
más comprehensivas de la política y el gobierno.”44
Douglass North ha sugerido
una ampliación del concepto
de racionalidad formal e individual supuesto en la propuesta de Buchanan. Como es
habitual en la mentalidad neo-
clásica, se trata de incluir factores tales como ideas, ideologías, mitos, dogmas y prejuicios en el modelo para que éste
sea más explicativo de la realidad política.45
Pasamos ahora brevemente
al análisis económico del derecho. Lo más interesante a mi
juicio es que la figura más destacada en este campo, Richard
Posner, es Juez en la Corte de
Apelaciones de Chicago, y que
ha influído con sus ideas en
varios jueces de la Corte Suprema de los Estados Unidos.
Con Posner la maximización
de la riqueza en la sociedad se
convierte en el criterio de justicia. “La ley común, dice
Posner, es comprendida mejor
(...) como un mecanismo de
precios diseñado para alcanzar
una distribución eficiente de
los recursos.” Conviene aclarar
que ésta y la próxima cita provienen de la Conferencia
Inaugural de la Reunión
Anual de la American Economic
Society, encargada a Posner en
1987. Lo que sucede, afirma
Posner, es que “la gente se
comporta como maximizadora
de sus propias satisfacciones
en sus decisiones fuera del
mercado, tales como casarse o
divorciarse, cometer o evitar
crímenes,...[etc.]”46 La ley im-
Revista Empresa y Humanismo, Vol. II, Nº 2/00, pp. 371-387


RICARDO F. CRESPO
pone precios a estas actividades. Por eso, para evitar que
la fijación de ‘reglas-precios’
no sea contraproducente, se
requiere una teoría económica
del derecho. Obviamente, esta
posición supone una postura
ética consecuencialista implícita. De aquí a la idea de los
sofistas más cínicos y valientes
acerca de la ley como arma de
los poderosos queda un trecho
muy corto.47
Estos análisis no sólo reflejan la realidad de la ‘economización’ de la política y el derecho, sino que también contribuyen a moldear esa realidad brindándole un marco
teórico legitimador: de este
modo la religión de la Economía se va difundiendo. En
efecto, la Economía se va
constituyendo en el punto de
vista universal, como lo es la
‘visión sobrenatural’ religiosa.
En este proceso nos queda reseñar el que, por una cuestión
de ‘simetría’, hemos considerado como su último paso: la
constitución de la misma religión en Economía.
Laurence R. Iannaccone,
Profesor de Santa Clara University, ha hecho recientemente una breve reseña de los
avances de esta rama de la
Economía relativamente jo-
ven: la economía de la religión.48 Después de un trabajo
‘fundador de Corry Azzi y Ronald Ehrenberg,49 (1975) se
han escrito cerca de 200 artículos y algunos libros sobre las
explicaciones económicas de
las creencias y conductas religiosas y de la naturaleza de sus
instituciones, y sobre el impacto económico de las
mismas. En la Reunión Anual
de la American Economic Association de 1996 hubo una sección dedicada a esta disciplina.
La idea es que, vistos los datos
estadísticos del crecimiento de
las religiones, no se puede seguir pensando que estamos
frente a un fenómeno irracional que supuestamente desaparecería con la difusión de
la cultura. Se ha de buscar una
lógica de la religión y el mejor
modo de encontrarla es acudiendo a la lógica universal de
la acción humana, la Economía. Surge el concepto de
‘utilidad post-mortem’. En el
esquema de Azzi y Ehrenberg
los individuos distribuyen su
tiempo y riqueza invirtiendo
en bienes seculares y religiosos
para maximizar las utilidades
de esta vida y la futura. Es evidente que este cálculo racional
no tiene nada que ver con el
verdadero espíritu religioso
Revista Empresa y Humanismo, Vol. II, Nº 2/00, pp. 371-387
DESDE LA ECONOMÍA COMO RELIGIÓN HASTA LA RELIGIÓN…
que comporta, por definición,
una generosidad opuesta a
todo cálculo. Otro concepto
que explica muchos fenómenos religiosos es el de ‘capital humano religioso’, un
stock de experiencia religiosa
acumulada que incide en las
conductas presentes y futuras.
También hay ‘mercados religiosos’: cuando hay diversos
credos en pugna aumentan la
piedad, la frecuencia de oración, la fe en Dios.50 Se llegan
a plantear las ventajas de una
desregulación. Las irregularidades que revelan algunos estudios empíricos empujan a un
perfeccionamiento de los modelos.
Pongamos finalmente el
ejemplo de un reciente libro de
varios economistas historiadores y expertos de la Escuela
de la Elección Pública, Sacred
Trust: The Medieval Church as
an Economic Firm.51 En un intento, como señalan en su prólogo, de extender al máximo el
paradigma del interés privado,
sostienen que la Iglesia medieval funcionaba como una
empresa multidivisional moderna. La Iglesia Católica medieval ‘fabrica’ y vende un producto con gran demanda: información y guía acerca de la
salvación eterna. Asegura su
monopolio asignnando características doctrinales dogmáticas al ‘producto’. Elimina la
posible competencia mediante
excomuniones y demás sanciones. Intercambia sacramentos por la colaboración de
sus prosélitos. Se organiza por
divisiones -parroquias, monasterios, diócesis-, tiene un
Board of Directors -Cardenalesy un CEO, el Papa...
Lo más interesante en esta
nueva visión de la religión es
que los nuevos herejes son las
personas realmente religiosas:
ésta, la religiosa, pasa a ser una
‘actitud sospechosa’ de constituir una máscara ideológica
superficial que cubre el trabajo
real de las fuerzas económicas
en juego, en opinión del ya citado Nelson. La nueva religión
es la Economía y la vieja religión se transforma en herejía.52
Aunque no haya una intencionalidad ni explícita ni implícita, la estrategia inconsciente
parece ser la siguiente: ya que
la secularización ha fracasado,
es decir, ya que no podemos
matar el fenómeno religioso,
socavémoslo desde dentro
cambiándole su sentido. Del
mismo modo que se ha transformado la política en un mercado y el derecho en un negocio, mutemos también el
Revista Empresa y Humanismo, Vol. II, Nº 2/00, pp. 371-387


RICARDO F. CRESPO
significado profundo de la religión y condenemos o marginemos a quienes pretendan
conservarlo.
No dudo de la bondad y de
la mejor de las intenciones de
estos economistas que incluso
quieren defender el fenómeno
religioso. Ellos están, sin saberlo, envueltos en el problema de la técnica. Son muchos los filósofos de nuestro
siglo que, salvando sus diferencias especulativas, coinciden en que la técnica constituye “el tema” y la amenaza de
la contemporaneidad. En este
sentido, la Economía es máximamente peligrosa, pues es la
técnica que permite la consagración y maximización universal de la utilidad. Por eso es
tan posible que al hombre se le
haya ido de las manos y se
haya vuelto contra él mismo.
Nosotros no queremos sostener que no haya ningún elemento económico en el fenómeno religioso. Más aún, lo
religioso requiere la asistencia
de lo económico. Sin embargo
lo genuinamente religioso no
tiene ni causas ni motivos ni
fines económicos, más allá de
la llamada, con un término
teológico técnico que hoy podría ser casi equívoco, ‘economía’ de la salvación. No
obstante, un resurgimiento de
la verdadera religiosidad puede
colaborar en la necesaria reubicación de la Economía.
Nosotros también abogamos
por una dilatación de su
campo. Pero lo hacemos en
otro sentido al del proyecto
imperialista. Pensamos que la
Economía es una ciencia prudencial que debe considerar
factores institucionales, culturales e incluso morales, pero
respetando su propia naturaleza, relativa a un ser libre y
social. Una aplicación universal del punto de vista económico para la explicación de
toda conducta humana, en
cambio, no responde a la naturaleza del hombre y, lamentablemente, conduce al triste rebajamiento de su noble condición.
Revista Empresa y Humanismo, Vol. II, Nº 2/00, pp. 371-387
DESDE LA ECONOMÍA COMO RELIGIÓN HASTA LA RELIGIÓN…
NOTAS
Agradezco las observaciones y comentarios que me hicieron a este trabajo los profesores E. Albizu, H. Padrón, J. Martínez Barrera y R.
Walton, con ocasión de su lectura en
las Jornadas de Filosofía de la Facultad de Filosofía y Letras (UNC), y
de su discusión con los profesores E.
García Alesanco, P. del Bosco, J.
García Sánchez, M. Paladino y A.
Willi en el IAE (Universidad Austral).
estudio de Hoevel, Carlos (1991),
“Sobre el modo de pensar económico
y sus ‘extensiones’”, Valores, 44, pp. 719.
1 Para una definición de la ideología,
cfr. Massini Correas, Carlos (1984),
El renacer de las ideologías, Idearium,
Mendoza, especialmente los capítulos
1, 2 y 4; y Albizu, Edgardo A. (1991),
“Elementos definidores del concepto
‘ideología’ ,” Anuario de Filosofía Jurídica y Social, noviembre, pp. 157-187
11 Cfr. I, 5, 1096a 5-6.
a
2 (1968), Nueva Ciencia de la Política,
Rialp, Madrid, p. 199. (The New
Science of Politics: an Introduction, The
University of Chicago Press, Chicago, 1952). La traducción que
consta en el texto es ‘cientifismo’.
3 Hayek en muchas de sus obras,
pero especialmente en (1952), The
Counter-Revolution of Science, The
Free Press, Glencoe, denuncia estos
excesos. El libro lleva el sugestivo
subtítulo de ‘Studies on the Abuse of
Reason’, y es una exposición de la
‘scintistic hubris’.
4 Sobre el comunismo como religión
secular o movimiento gnóstico, cfr.,
entre otros, Besançon, Alain (1981),
La Confusión de lenguas, Herder, Barcelona, pp. 92-93, 143.
5 Sobre la relación marxismo-liberalismo utilitarista, cfr. el interesante
6 Política, I, 9, 1258a 2-12.
7 Cfr. Política, I, 9, 1258 a 2 y ss.
8 Pol, I, 9, 1257b 40-1 a 1258a 1.
9 Cfr. I, 5, 1096a 5-6.
10 Pol IV, 1, 1323b 7-10.
12 Cfr. Marías, Julián (1979), Problemas del Cristianismo, BAC, Madrid, passim.
13 Desde el mismo Discurso Inaugural de su Pontificado (17-X-78),
pasando por la Encíclica Redemptor
Hominis, ha sido un estribillo habitual de Juan Pablo II. Cfr. “Constitución Pastoral del Concilio Vaticano
II”, Gaudium et Spes, nº 22.
14 Juan XIV, 6.
15 Cfr. el estudio de Nelson, Robert
H. (1998), “Economic Religion and
Christian Values”, Journal of Markets
& Morality, 1/2, pp. 142-157. Esta
expresión, ‘teología secular’, está en la
p. 154.
16 (1969), “Economics As a Moral
Science”, American Economic Review,
LIX/1, 1-12, p. 8.
17 (1985), “The Expanding Domain
of Economics”, The American Economic Review, LXXV, Dec., pp. 5368.
18 “La racionalidad es un concepto
instrumental”, afirma Hirshleifer, op.
cit., p. 59 (cursivas en el original).
Revista Empresa y Humanismo, Vol. II, Nº 2/00, pp. 371-387


RICARDO F. CRESPO
19 En mi “Controversy: Is Economics a Moral Science?” con Peter Boettke, he mostrado cómo Mises reduce toda racionalidad a racionalidad
instrumental: Journal of Markets &
Morality, 1/2, pp. 222-223.
20 Op. cit., p. 59.
21 Op. cit., p. 57.
22 Cummings, Edward E. (1969),
Selected Poems 1923-1958, Faber and
Faber, Londres-Boston, p. 23:
“Mientras tú y yo tengamos labios y
voces para besar y cantar, a quién le
importa si un tuerto hijo de perra inventa un instrumento para medir la
Primavera.”
23 No puedo resistir la tentación de
consignar la crítica de Roger Backhouse a un trabajo mío: “The starting
point [of your paper] is that economics must allow for an underlying
conception of humans as free acting
beings. Everything stems from this.
This may seem a surprising question,
but Why should we allow for this
conception of human beings? You are
taking it for granted that economics
should be based on an answer to
what is a difficult philosophical question.” (carta al autor, 1-VI-99).
24 “On the Role of the Religious Dimension in Economic Discourse: Relational vs. Individualistic Paradigm”,
trabajo leído en el “Simposium Internacional Economía y Religión”, Universidad de Navarra, 6-7/V/99.
25 (1994), “Invisible-Hand Explanations”, American Economic Review,
84, 2, p. 315.
26 Cosmides, L. y Tooby, J. (1994),
“Better than Rational: Evolutionary
Psychology and the Invisible Hand”,
American Economic Review, 84, 2, p.
328.
27 Op. cit., p. 66.
28 Op. cit.
29 Cfr., e. g., “Economía, libertad y
participación”, Seminario del Instituto Empresa y Humanismo, Universidad de Navarra, Pamplona, España,
27-IV-99.
30 (1993), “Nobel Lecture: The Economic Way of Looking at Behavior”,
Journal of Political Economy, 101/31,
pp. 385-409.
31 Columbia University Press, 1964.
32 Columbia University Press, 1974
y 1963, respectivamente.
33 Cfr. Robert H. Nelson, op. cit., p.
147.
34 Harvard University Press, 1981.
35 Cfr. op. cit., p. 395.
36 Harper and Bros, Nueva York,
1957.
37 Little, Brown, Boston, 1967.
38 Public Affairs Press, Washington,
1965.
39 (1989), Public Choice II, Cambridge University Press, Cambridge,
p. 1.
40 Buchanan, James M. (1979), What
Should Economists Do?, Liberty Press,
Indianapolis, p. 154.
41 University of Michigan Press,
Ann Arbor.
42 (1989), Essays on the Political Economy, University of Hawaii Press,
Honolulu, p. 13
43 Ibidem, p. 18.
Revista Empresa y Humanismo, Vol. II, Nº 2/00, pp. 371-387
DESDE LA ECONOMÍA COMO RELIGIÓN HASTA LA RELIGIÓN…
44 “Political Economy and Social
Philosophy”, en Koslowski, Peter
(ed.) (1985), Economics and Philosophy, J. C. B. Mohr (Paul Siebeck),
Tübingen, p. 32.
45 Cfr. (1994), “Qué queremos decir
cuando hablamos de racionalidad?”,
Estudios Públicos, 53, pp. 5-11 (traducción del artículo publicado en Public Choice, 77/1, 1993).
46 (1987), “The Law and Economics
Movement”, American Economic Review, 77/2, p. 5.
47 Cfr. Jaeger, Werner (1982), Alabanza de la Ley, Centro de Estudios
Constitucionales, Madrid, pp. 50 y ss.
Cfr. también Platón, Gorgias, 483b ss.
y República, 338d ss.
48 (1998), “Introduction to the Economics of Religion”, Journal of Economic Literature, XXXVI, September,
pp. 1465-1496.
49 (1975), “Household Allocation of
Time and Church Attendance”,
Journal of Political Economy, 83/1, pp.
27-56.
50 Cfr. Iannaccone, op. cit., p. 1486.
51 Ekelund, Robert B; Hèbert, Robert F; Tollison, Robert D; Anderson, Gary M. y Davidson, Audrey
B. (1986), Oxford University Press,
Nueva York.
52 Cfr. Robert H. Nelson, op. cit., p.
148.
Revista Empresa y Humanismo, Vol. II, Nº 2/00, pp. 371-387

EL ENIGMA DE LA
INNOVACIÓN
MIGUEL ALFONSO MARTÍNEZ-ECHEVARRÍA*
Sostiene este artículo que las razones del crecimiento y la innovación se escapan a las visiones positivistas de la acción humana, y que es conveniente
adoptar otras perspectivas. Para defender esta tesis se realiza una breve exposición de las dificultades que encontraron Marshall, Weber y Schumpeter a la
hora de explicar el origen de la innovación, y más en concreto la acción del
empresario. La tesis del autor es que sólo desde un enfoque humanista, que entiende al hombre como lo inesperado, es posible alcanzar un sentido más amplio de la racionalidad, que permite descubrir el verdadero sentido de la innovación, y el camino adecuado para fomentarla.
Palabras clave: desarrollo, innovación, racionalidad.
¿SE PUEDE PLANIFICAR
LA INNOVACIÓN?
sobre el desarrollo económico, que se presentan como “rigurosamente
científicas”, suelen describir el
fenómeno, pero mantienen un
obstinado silencio sobre sus
causas. En ese sentido son coherentes con los principios positivistas que las inspiran. Se
limitan a contemplar los sínto-
L
AS EXPLICACIONES
mas del desarrollo económico,
sin realizar ninguna hipótesis
sobre sus orígenes. Lo único
que pretenden es establecer relaciones funcionales, “objetivas”, entre una magnitud representativa del crecimiento
económico global, generalmente el producto interior
bruto (PIB), y otras magnitudes, que se supone influyen en
el crecimiento económico.
Posteriormente, mediante técnicas econométricas, tratan de
comprobar si esas relaciones
* Miguel Alfonso Martínez-Echevarría es Catedrático de Economía Aplicada y Profesor Ordinario de Historia del Pensamiento Económico en la Universidad de Navarra.


MIGUEL ALFONSO MARTÍNEZ-ECHEVARRÍA
funcionan. Es decir, si las variables se mueven en el mismo,
o distinto sentido.
Un repaso a la gran variedad
de modelos de crecimiento
económico desarrollados en
los últimos años pone de manifiesto que ese esquema explicativo es común e invariable. Lo único que cambia de
unos modelos a otros es el
conjunto de magnitudes que
actúan como argumentos de la
función de producción. Entre
estas últimas se puede incluir
desde el capital físico o infraestructura productiva, la mano
de obra disponible, la tasa de
crecimiento de la población,
los gastos en investigación y
desarrollo, etc. Los factores no
cuantitativos, como por ejemplo la tecnología, la preparación cultural de los obreros, el
marco institucional, etc., se suponen quedan de algún modo
reflejados en la forma de la
función de producción. De este modo se logra que un problema tan extraordinariamente
complejo como es el crecimiento económico, quede
constreñido al lecho de Procusto
del enfoque neopositivista de
la teoría económica. Debido a
su carácter no cuantificable, y
por exigencias metodológicas,
todas las causas de naturaleza
cultural e histórica deben ser
ignoradas. Un modo de proceder que, como suelen decir los
anglosajones, le sucede lo mismo que al que después de lavar
al bebé, lo arroja junto con el
agua de la bañera. Cuantificar
es quedarse con lo pasado, dejando fuera la causa vital de lo
ocurrido.
Si se suponen inalterables
las condiciones culturales e
institucionales, la función de
producción puede entonces
considerarse lo suficientemente estable como para predecir
la tasa de crecimiento de la
economía, en términos del
PIB, a partir de la tasa de crecimiento de alguna de las
magnitudes determinantes.
Por ejemplo, considerando todo lo demás constante, a mayor tasa de acumulación de capital, mayor será la tasa de crecimiento del PIB.
Según esos modelos, ante
sucesivos aumentos de capital,
el PIB seguirá creciendo, pero
cada vez menos. Es decir, que
la productividad marginal del
capital decrece. Por ejemplo, si
no hay mejora en la tecnología, o en la organización, o en
la calidad del trabajo, etc., los
sucesivos aumentos de capital,
no sólo no impulsan cada vez
Revista Empresa y Humanismo, Vol. II, Nº 2/00, pp. 389-410
EL ENIGMA DE LA INNOVACIÓN
menos el crecimiento, sino que
pueden llegar a ser contraproducentes. En consecuencia, no
se puede asegurar que sea el
aumento de capital el factor
que explica el crecimiento económico. Este tipo de limitaciones explicativas, ha motivado que estos modelos hayan
sido calificados de exógenos,
en cuanto dejan fuera factores,
que como hemos señalado, podrían ser precisamente los que
determinan el crecimiento de
la economía. Estos modelos
son esencialmente estáticos, en
la medida en que no incluyen
la génesis del crecimiento, sino
que se limitan a determinar las
proporciones óptimas, el equilibrio entre magnitudes, para
unas condiciones de contorno
dadas.
¿Es posible mantener modelos racionalistas de crecimiento, que permiten una apariencia de predicción, y al mismo tiempo dar entrada a los
factores que se revelan como
verdaderas causas del desarrollo? En otras palabras, ¿es posible construir modelos endógenos de desarrollo? Las respuestas que hasta ahora se han
dado a esta pregunta han consistido en dar reflejo cuantitativo a los factores no cuantificables que influyen en el creci-
miento. Así, conscientes de
que la mejora en la tecnología
contrarresta el descenso de la
productividad marginal del capital, se ha tratado de establecer un índice que exprese el
progreso de la tecnología, por
ejemplo, midiendo el número
de patentes industriales registradas en un país durante un
periodo determinado, e incluyéndola entonces como variable explícita en la función de
producción. Suele suceder que
después de la adición de ese
nuevo argumento, la explicación del desarrollo no mejore
sustancialmente, pero los promotores de este tipo de modelos no se desaniman, sino que
insisten en que la falta de potencia predictiva es achacable a
que “todavía” hay factores determinantes del crecimiento
que no han podido cuantificarse e introducirse en el modelo.
Es evidente que, por ejemplo, la riqueza de un país y la
cantidad de recursos que dedica a la investigación caminan
en la misma dirección. Pero el
problema no consiste en detectar y medir esa covariación,
sino en explicar el sentido de
la causalidad. No se puede asegurar si es la riqueza la que
crea la investigación, o al re-
Revista Empresa y Humanismo, Vol. II, Nº 2/00, pp. 389-410


MIGUEL ALFONSO MARTÍNEZ-ECHEVARRÍA
vés. Tampoco está claro que
sean precisamente esas dos
magnitudes las que haya que
tener en cuenta a la hora de
estudiar el enriquecimiento de
las naciones. Desde la rigidez
de los esquemas positivistas
está vedado ir más allá de lo
simplemente descriptivo. Apenas se puede superar el estudio
comparativo de series estadísticas, donde se mide lo que dedican a Investigación y Desarrollo (I&D) los países ricos, y
lo que dedican los países pobres.
Estos modelos de desarrollo
económico no tendrían mucha
importancia si se quedaran en
el plano teórico, pero el problema es que sirven para elaborar políticas de desarrollo.
Muchos gobiernos, por no decir la mayoría, suelen inspirar
sus políticas de apoyo al desarrollo en estas visiones simplistas y macroeconómicas. Es
muy normal, por ejemplo, que
se diseñe la política de investigación de un país siguiendo
estos modelos: si nuestro país
tiene tal nivel de PIB, teniendo en cuenta las estadísticas
internacionales, nos correspondería tal nivel de inversión
en I&D, con lo que habría que
dedicar todos los esfuerzos
presupuestarios a alcanzar el
nivel de investigación que corresponde. Lo único importante es, dentro de un horizonte previsto, cumplir lo que
es de rigor según las estadísticas internacionales para ser
considerado un país rico con
todas las de la ley. Si hay que
dedicar un punto o punto y
medio del PIB para llegar al
nivel que corresponde, es cuestión de aumentar las respectivas partidas presupuestarias.
Podría dar la impresión de que
exagero, pero a los hechos me
atengo. Puede que ese modo
de proceder sea el acertado,
pero puede que no. En cualquier caso sería prudente proporcionar una explicación un
poco más convincente del fundamento de esas políticas. Hay
que salir de ese circulo vicioso
donde no se sabe si los países
ricos dedican una gran parte a
I&D porque son ricos, o son
ricos porque dedican muchos
recursos a potenciar la I&D.
Mientras no se pase de ese escalón, las políticas del desarrollo no dejarán de tener la apariencia del siguiente tipo de
argumento: los países más ricos son los que tienen mayor
número de teléfonos, y los que
tienen mayor número de teléfonos son los más ricos. Luego, un país que quiera ser rico
Revista Empresa y Humanismo, Vol. II, Nº 2/00, pp. 389-410
EL ENIGMA DE LA INNOVACIÓN
debe hacer un notable esfuerzo
por tener más teléfonos.
Afortunadamente, la realidad es más sensata que la teoría, y el desarrollo se produce
por factores que tienen su propia vitalidad, y en muchos casos están a salvo de las medidas de “apoyo” del gobierno.
En otros casos, las políticas
gubernamentales de fomento
de I&D suelen generar corrupción e ineficiencia, pues
gran parte de ese “chorro de
oro” que el gobierno destina a
que las universidades y centros
de investigación generen ideas
novedosas, es decir, productos
de mercado, no suelen acabar
en ganancias para empresarios,
sino en alimentar un pesado
aparato burocrático, cada vez
más ineficiente. No es difícil
oír a empresarios quejarse de
que a pesar de los crecientes
esfuerzos presupuestarios, a la
hora de la verdad, no surgen
muchas patentes, y son muy
pocas, una insignificancia, las
que finalmente se convierten
en productos de mercado. Lo
interesante de la postura de los
empresarios es que puede ayudar a descubrir el fondo del
problema: cómo se genera eso
que se llama innovación.
Por supuesto, no pretendo
que se retire la ayuda a la investigación y a la docencia, en
todo caso solicitaría que se aumentara, pero sí quisiera contribuir a un debate que aclare a
qué fines habría que destinar
ese dinero. Posiblemente se lograría que muchos más recursos fueran destinados a la investigación, y de un modo más
eficiente.
Lo que quiero mantener en
este artículo es que las razones
del crecimiento y la innovación se escapan de las visiones
positivistas de la acción humana, y que es conveniente adoptar otras perspectivas. Para defender esta tesis voy a realizar
una breve exposición de las dificultades que encontraron
Marshall, Weber y Schumpeter cuando trataron de explicar
la innovación, y más en concreto, la acción del empresario.
En mi opinión, sólo desde un
enfoque humanista, que entiende al hombre como lo
inesperado, es posible alcanzar
un sentido más amplio de la
racionalidad, que permita descubrir el verdadero sentido de
la innovación y el camino para
fomentarla.
Revista Empresa y Humanismo, Vol. II, Nº 2/00, pp. 389-410


MIGUEL ALFONSO MARTÍNEZ-ECHEVARRÍA
LA DUDA DE
MARSHALL ENTRE
EQUILIBRIO E
INNOVACIÓN
de su vida,
Alfred Marshall libró
una dura batalla metodológica por mantener la
economía en el seno de la historia. Sólo pasando por encima de las instituciones y de la
historia, eliminando la dimensión cultural, la economía podía quedar reducida, como había hecho Walras, a un puro
problema matemático. Su empeño era buscar un método
propio para la economía, que
no fuese ni pura matemática,
ni simple teoría política. Por
eso, y por la impresión que le
causaron las nuevas teorías del
evolucionismo biológico, consideraba que éste podía ser el
nuevo paradigma que ayudara
a construir ese tipo de ciencia
económica que buscaba. En su
opinión, había que abandonar
el viejo paradigma de la física
newtoniana, que obligaba a
prescindir de la dimensión
histórica, y buscar algo parecido a la biología evolucionista,
donde se tuviesen en cuenta
las fuerzas de la vitalidad y la
mortandad, del crecimiento y
del agotamiento.
A
LO LARGO
Su lema “natura non fecit
saltum”, la naturaleza no procede a saltos, pone de manifiesto tanto sus convicciones
evolucionistas, como su inclinación marginalista. Todo lo
vital procede por evolución
lenta y progresiva. Ni en la vida práctica, ni en las teorías
económicas existían novedades
radicales, sino modos más precisos y ajustados de resolver y
analizar los mismos problemas. La biología evolucionista
era la nueva ciencia que podría
compaginar predicción con innovación, lo más adecuado para elaborar una ciencia de la
acción humana.
La competencia no podía
entenderse como un estado de
equilibrio fuera del tiempo,
como pretendía Walras, sino
como un proceso dinámico
que se desarrolla en el tiempo,
donde caben la pugna, el conflicto y el pacto. Conlleva desigualdad de poder, e implica tener presente la dependencia
del camino recorrido. Ciertamente, al eliminar el poder, la
competencia perfecta facilitaba
el cálculo, pero mutilaba la acción humana al excluir la dimensión histórica.
El equilibrio en economía
no podía ser un concepto ab-
Revista Empresa y Humanismo, Vol. II, Nº 2/00, pp. 389-410
EL ENIGMA DE LA INNOVACIÓN
soluto, como sucede en la mecánica, sino que es función del
horizonte temporal desde el
que se defina. A largo plazo todo es variable, ya que el hombre no para de construir su
propio entorno. Sin embargo,
a corto plazo el entorno cultural
que actúa como telón de fondo, puede considerarse en
equilibrio estable. Mediante
esta distinción entre largo y
corto plazo pretendía Marshall
destacar la dinámica del proceso económico, sin prescindir
de la estabilidad y del equilibrio.
La sociedad entera se comporta como un proceso creativo en continuo cambio, donde
no todo se mueve al mismo
ritmo. Los cambios diarios actúan como pequeños desequilibrios, innovaciones, que introducen los agentes sobre un
trasfondo que parece no moverse, pero que, poco a poco,
por acumulación de esas innovaciones, y con el paso del
tiempo, también resulta modificado.
Las decisiones a corto plazo,
como suelen ser las de consumo, vienen influidas por el
marco cultural heredado y, a su
vez, influirán en la configuración del marco cultural de ma-
ñana. En la economía hay que
tener presente tanto la decisión de consumo, que afecta a
la demanda a corto plazo, como la decisión de inversión,
que afecta a la producción a
largo plazo. La conjunción de
ambos tipos de decisiones exige enlazar diversos horizontes
temporales, diversas estructuras sociales, y configura la idea
marshalliana de oferta y de demanda que, conjuntamente,
determinan el equilibrio dinámico de la economía.
Para Marshall, sólo en el seno de la empresa era posible la
conexión entre el corto y el
largo plazo, entre el proceso
competitivo y el proceso productivo, entre la demanda y la
oferta. La empresa no se limitaba a desempeñar una función pasiva, un instrumento al
servicio del equilibrio general,
como sucedía en el modelo de
Walras, sino que resolvía los
problemas que conectan las
necesidades presentes con las
soluciones futuras, lo cual exige unas especiales condiciones
por parte de los empresarios.
La economía era un sistema
compuesto de una multitud de
pequeñas empresas que competían para satisfacer la demanda de los consumidores.
Revista Empresa y Humanismo, Vol. II, Nº 2/00, pp. 389-410


MIGUEL ALFONSO MARTÍNEZ-ECHEVARRÍA
Cada una de ellas estaba dirigida por un hombre emprendedor e ingenioso que, a su
propio riesgo, experimentaba
continuamente las combinaciones de factores productivos
que en un horizonte temporal
le podían dar ventaja sobre sus
competidores. Sólo mediante
este modo de dividir la oferta
entre pequeñas empresas se
hacía posible mantener incentivos para la innovación y el
cambio, superando el aletargamiento y la pasiva adherencia
a los métodos rutinarios de
hacer. A Marshall no le interesaba tanto el equilibrio como
la marcha y el progreso de la
sociedad, algo que sólo puede
llevarse adelante mediante la
iniciativa y la creatividad humanas.
Tenía Marshall una viva
conciencia de la incompatibilidad existente entre competencia y eficiencia en la división
del trabajo. Las empresas, buscando mayores beneficios,
tienden a aumentar de tamaño
y a lograr cuotas crecientes de
mercado, poniendo en peligro
la igualdad de poder imprescindible para mantener la
competencia. Además, una vez
que se han apoderado del mercado, pierden incentivo para la
innovación y el cambio. Se
convierten en rígidas organizaciones burocráticas, que facilitan su toma de control por
parte del Estado, contribuyendo a la implantación del socialismo. Siguiendo la larga tradición liberal británica, defendía
Marshall la libre iniciativa de
empresa como garantía de la
libertad política.
Era necesario un diseño que
compatibilizara la libertad de
iniciativa personal con la eficiencia productiva. Inspirándose en Montesquieu, no trató
de eliminar el poder de las empresas, sino de establecer un
sistema de contrapesos que limitara unas a otras, que frenase el crecimiento del tamaño
de cada una de ellas, que pusiera límite a su productividad.
Empleando la metáfora biológica, que tanto gustaba a
Marshall, cada empresa se
comportaba de modo parecido
a como lo hace un individuo
perteneciente a una población
de una determinada especie.
El equilibrio global de una población no era incompatible
con la variación y el cambio en
los individuos. Si bien un bosque se compone de un número
grande pero más o menos estable de árboles, cada árbol
concreto nace y muere, si-
Revista Empresa y Humanismo, Vol. II, Nº 2/00, pp. 389-410
EL ENIGMA DE LA INNOVACIÓN
guiendo su propio ciclo biológico. Puede ser grande o pequeño, viejo o joven, etc. Todos compiten por los mismos
elementos nutrientes, y al mismo tiempo se favorecen mutuamente por procesos de simbiosis. Algo parecido sucedía
en las “industrias”: todas las
empresas pugnaban por una
misma demanda y, al mismo
tiempo, por el hecho de compartir un mismo mercado y
una misma tecnología, se apoyaban mutuamente. Esta simbiosis toma la forma de lo que
Marshall denominaba “economías de escala”, desarrolladas
en el interior de las industrias,
y que pueden afectar por igual
a todas las empresas, o de modo desigual a cada una de
ellas.
Como los árboles de un
bosque, una empresa puede
encontrase en distinta fase del
típico ciclo vital, teniendo además sus aspectos idiosincráticos, de tal modo que las economías de escala internas a la
industria pueden afectarle de
diferentes modos. La historia
de un hombre concreto no
puede confundirse con la historia de la humanidad, ni la
historia de una empresa puede
resumirse en la historia de toda la industria. Para Marshall
los precios vienen dados por el
equilibrio del mercado, pero
cada empresa, según la fase del
ciclo vital en el que se encuentre y de sus aspectos propios,
dispone de ventaja diferencial
competitiva. Una holgura respecto de los costes productivos
medios de la industria, propia
e inseparable de cada empresa.
El análisis estático resultaba
adecuado para el estudio de la
“industria” a largo plazo, pero
el estudio del comportamiento
dinámico de la empresa individual a corto plazo debía situarse en un plano similar al
de los organismos vivos, que
evolucionan continuamente en
un marco global de estabilidad. La idea era sugerente, pero el problema es que mientras
el desarrollo de instrumentos
para el análisis estático es relativamente sencillo, el desarrollo de instrumentos para el
análisis dinámico resultó ser
más complicado que lo que en
un principio había pensado
Marshall. Quizás, el recurso a
la vaguedad propia de las metáforas biológicas para describir los aspectos dinámicos de
su estudio de la empresa sea la
causa de que, mientras el aspecto estático de su análisis,
que él no consideraba el más
importante, tuvo continuidad,
Revista Empresa y Humanismo, Vol. II, Nº 2/00, pp. 389-410


MIGUEL ALFONSO MARTÍNEZ-ECHEVARRÍA
el análisis dinámico, que lo
juzgaba esencial, pronto quedó
en el olvido.
Siguiendo la tradición de
Hume, Smith, Burke y muchos otros, Marshall sostenía
que el funcionamiento de la
economía de mercado dependía del progreso moral, del aumento de civilización. La
competencia, entendida como
un uso equilibrado del poder,
era un medio excelente para la
formación de las virtudes y el
carácter, especialmente de los
empresarios. Para Marshall el
progreso consistía en que la
razón vaya dominando el modo de crear y satisfacer las necesidades. La evolución social,
historia del desarrollo de la libre empresa, consistía en la
emancipación de la comunidad tradicional mediante la
aplicación de la racionalidad
instrumental a la acción económica. Capitalismo y libre
empresa venían a ser una misma cosa: idea evolutiva y racionalista que no obstante le
llevó a insistir en la función
del empresario como protagonista de la economía.
El empresario, tal como lo
entiendía Marshall, desempeñaba una importante función
en la configuración dinámica
del orden social. La sociedad
comercial sólo sería viable si se
apoyaba en virtudes heredadas
de los ideales de la vieja caballería, en el prototipo de “gentleman” victoriano, con su manifiesto sentido de elitismo y
liderazgo social. Ser empresario era otro modo de desempeñar una función social y de adquirir un carácter.
El empresario era, para
Marshall, un determinado tipo
de carácter. Probidad, honradez, seriedad comercial, orden
y método en el trabajo. Está
obligado a ser racional por un
motivo ético utilitarista. El desarrollo progresivo de su carácter va unido a una economía
individualista de libre empresa
que se orienta al bienestar común. Debe consagrase al servicio de ese ideal de racionalidad progresiva.
La similitud entre biología y
economía tiene su raíz en la
estructura de la división del
trabajo que conlleva especialización y organización. La base
de todo el proceso de creación
de riqueza es la acumulación
de conocimiento, que da forma y organización a los procesos sociales, potenciando la
producción. Conocimiento y
organización son, para Marshall, los factores esenciales de
la producción y el desarrollo,
Revista Empresa y Humanismo, Vol. II, Nº 2/00, pp. 389-410
EL ENIGMA DE LA INNOVACIÓN
tanto de la economía, como
del hombre mismo.
Mediante el conocimiento y
la organización, la empresa se
adapta de manera dinámica a
las cambiantes condiciones del
mercado, dando lugar a la aparición de nuevos productos,
nuevos procesos o nuevas formas organizativas. Innovaciones y cambios que, según
Marshall, dependen de la actitud de la persona que realiza el
papel de líder en el seno de la
empresa. La esencia de la función empresarial consiste en
tomar ventaja de las oportunidades que se presentan al incrementar el beneficio. Requiere un tipo especial de personalidad que, con el ánimo de
mantener la continua marcha
de la empresa, es capaz de introducir novedad en un entorno estático. El éxito de una
empresa depende de una personalidad de ese tipo, capaz de
identificar la oportunidad en
medio de la diversidad y de diseñar una organización que
permita hacerla efectiva. Para
Marshall, de un modo muy característico a la mentalidad de
la época victoriana en la que le
tocó vivir, el éxito de la empresa es inseparable de una determinada y vigorosa personali-
dad, de alguien singular e irrepetible.
La importancia de la función empresarial llevó a Marshall a destacar el aspecto idiosincrático del ciclo vital de la
empresa. El éxito de una empresa depende no sólo de las
oportunidades que existen en
el mercado, sino, más importante todavía, de la realización
de la función empresarial. La
habilidad para competir, fijar
el tamaño de la empresa y la
diversidad de productos depende de la originalidad, versatilidad, poder de iniciativa,
perseverancia, tacto y buena
suerte de su creador e impulsor. Pero, como en todo lo biológico, siempre llega el momento en el que, como sucede
con los árboles en el bosque, la
función empresarial ligada a
una persona decae; desaparece
la fuerza vital que mantuvo el
impulso inicial.
Los discípulos de Marshall,
enfrentados con las ambigüedades que se ocultaban bajo las
confusas metáforas biológicas
del maestro, iniciaron un largo
debate sobre lo que había querido decir. Debate, que acabaría dando lugar a una posición
ecléctica, conocida como teoría neoclásica de la empresa,
habitual en la mayoría de los
Revista Empresa y Humanismo, Vol. II, Nº 2/00, pp. 389-410


MIGUEL ALFONSO MARTÍNEZ-ECHEVARRÍA
textos intermedios de microeconomía. Había que optar o
por el rigor de la matemática,
y construir la economía como
una ciencia dura, como la física, que permite la predicción y
el diseño, o mantenerse en la
ambigüedad de una supuesta
nueva ciencia, guiada por una
matemática que estaba por
descubrir. Deslumbrados por
el prestigio del positivismo, se
dedicaron a lo que Samuelson
ha llamado la tarea de “depurar
a Marshall”. Es decir, a suprimir lo más original y valioso,
pero más difícil de entender,
para dejar un modelo puramente matemático, fácil de
manejar, pero mucho menos
rico y sugerente.
WEBER O LA
RACIONALIDAD
FRENTE AL CARISMA
de Weber
sobre la progresiva racionalización de las
organizaciones expresa su postura sobre las limitaciones de
la explicación de la acción humana basada en modelos estáticos y cerrados. Ésta genera
estructuras sociales rígidas, incapaces de explicar las causas
del valor y de proponer nuevos
fines. Se trata de un mero ins-
L
A TEORÍA
trumento específico orientado
a la eficiencia en el logro de
unos fines fijados de forma
exógena. Esa primacía de la
eficiencia y del control es la razón última de que las burocracias, bien sea el Estado o una
empresa capitalista, sean incapaces de “dirigirse” a sí mismas, de descubrir nuevos fines
y oportunidades. Ni saben, ni
pueden separarse del fin para
el que fueron diseñadas.
La conclusión de Weber es
que sin la irracionalidad de
una pasión, que las impulse y
las dote de nuevos fines, las
burocracias están destinadas,
más pronto o más tarde, al colapso de su propia eficiencia.
Para que eso no suceda, necesitan del “carisma”, ese soplo
de vida llegado desde fuera,
que impulsa nuevos modos de
hacer. La tarea de crear valor,
de llevar adelante la innovación es, pues, la esencia de eso
que Weber llamaba “carisma”,
algo situado más allá de las
posibilidades de la racionalidad instrumental. En la medida en que una burocracia se
hace más racional, mayor es su
eficiencia en el logro de su fin
específico, o lo que es lo mismo, mayor es la tendencia a
seguir comportamientos rutinarios y sin imaginación. De
Revista Empresa y Humanismo, Vol. II, Nº 2/00, pp. 389-410
EL ENIGMA DE LA INNOVACIÓN
este modo, mayor es la necesidad de un nuevo carisma que
la dote de nuevos fines y nueva
vida. El problema es que la
progresiva racionalidad de la
burocracia la hace cada vez
más resistente a la acción renovadora del carisma.
Según este esquema, no corresponde a los gerentes, ni a
nadie en la empresa, plantear
preguntas radicales sobre la innovación y la posibilidad de fines alternativos. El conflicto
entre fines alternativos no
puede ser racionalmente resuelto. Los valores se suponen
creaciones humanas, y su justificación es puramente subjetiva. Cada conciencia humana
es irrefutable. De tal modo que
en el seno de las burocracias
sólo queda el poder, la imposición de relaciones sociales manipuladoras. Nadie puede librarse de servir al poder. La
autoridad burocrática no es
otra cosa que el poder triunfante. Weber sigue al pie de la
letra a Nietszche, y ambos
proporcionan la clave teórica
del orden social positivista.
Como dice Macintyre, el
gobernante weberiano se ve
obligado a condicionar los
móviles de los gobernados y
asegurarse que se comporten
según lo establecido. Debe
considerar los fines como algo
exógeno, como situados más
allá de su perspectiva. Su compromiso es sólo técnico, tiene
que ver exclusivamente con la
pura eficiencia. Ni puede ni
debe entrar en el debate moral, que es sobre el sentido de
los fines. Debe tener claro que
su acción se restringe a dominios en los que el acuerdo racional es posible, es decir, al
reino de la eficiencia, donde
sólo hay soluciones únicas.
Si la racionalización impulsa
el individualismo igualitario,
condición básica del principio
democrático, podría parecer
que la democracia sería la forma ideal para el gobierno de la
burocracia. Sin embargo, para
Weber, democracia y burocracia son incompatibles. La democracia no es más que la racionalización del proceso de
toma de decisión en el seno de
grandes colectivos. Un proceso
que no juzga sobre los fines
objeto de esas decisiones.
Mientras la burocracia se
orienta al logro de la eficiencia
del conjunto, y exige la implantación de normas y jerarquías, la democracia se orienta
al logro de la igualdad en la
toma de decisión, elimina toda
clase de jerarquía que impida a
los individuos el control de sus
Revista Empresa y Humanismo, Vol. II, Nº 2/00, pp. 389-410


MIGUEL ALFONSO MARTÍNEZ-ECHEVARRÍA
decisiones. Son instrumentos
al servicio de fines opuestos.
Ni en el Estado, ni en el seno
de la empresa capitalista, cabe
democracia. Weber se opuso
tanto al socialismo como a las
empresas capitalistas de gran
tamaño, ya que inexorablemente exigían la tiranía de
unas elites cada vez más reducidas.
En las grandes empresas,
enormes burocracias productivas, para que la producción a
gran escala sea cada vez más
eficiente, se hace necesaria
una creciente racionalización,
una fuerte individualización
de sus miembros y, en consecuencia, una pérdida del “espíritu” y de vitalidad creativa de
los inicios. Si buscando el espíritu de los orígenes se pretendiera dar mayor participación a los empleados, recurriendo a una toma de decisión democrática, ni tan siquiera se lograría mayor conciencia de participación, sino
posiblemente todo lo contrario.
Las burocracias parecen estar destinadas a ser gobernadas por la dictadura de una
minoría carismática, pero a su
vez estas últimas se enfrentan
con el problema del “despotismo burocrático”, o “dictadura
de los funcionarios”, que las
hacen cada vez más ingobernables. La creciente racionalización convierte la toma de
decisiones en un asunto “técnico”, algo que se rige por la
lógica del sistema, y que corresponde a los “expertos” o
“profesionales”. En el mundo
empresarial, el “despotismo del
sistema” se manifiesta en la
tendencia de los llamados “ejecutivos” a irse apoderando
progresivamente del gobierno
real de las empresas. La burocratización tiende a ser eficiente no sólo en la generación
de reglas y conductas, sino en
la misma generación de decisiones, que se convierten en
subproductos de esas reglas.
Es decir, la propia dinámica
burocrática genera una rutina
de decisiones, que lleva a un
crecimiento funcional, que
acaba en metástasis que colapsan y destruyen la eficiencia.
No deja de ser paradójico
que empresas progresivamente
más grandes y eficientes sientan cada vez mayor necesidad
de contar con empresarios carismáticos e innovadores, capaces de eliminar el “despotismo de las burocracias”, que es
el cáncer que las destruye.
Revista Empresa y Humanismo, Vol. II, Nº 2/00, pp. 389-410
EL ENIGMA DE LA INNOVACIÓN
SCHUMPETER O LA
INNOVACIÓN
DESTRUCTORA
declarado admirador del paradigma walrasiano, Schumpeter se había formado en la
rica tradición historicista alemana. Conocía y admiraba la
filosofía de Hegel, Marx y
Nietzsche, la economía de
Menger y la sociología de Weber. Esta multiplicidad de influencias puede explicar la tensión patente en su obra entre
lo estático y lo dinámico, entre
el equilibrio y el crecimiento,
entre el economista y el empresario. Su objetivo era lograr
una teoría económica que diera entrada a lo dinámico y a lo
innovador en el paradigma
walrasiano.
Para Schumpeter, la economía era un proceso evolutivo
tendente al equilibrio, un flujo
circular, no regular, pero estacionario. Si no hay innovación,
ese flujo circular permanecerá
estable, comportándose de
modo perfectamente previsible. Todo está determinado
por el contorno institucional
establecido. El único modo de
alterar esa tendencia al equilibrio es mediante la aparición
de la innovación. Esa es la ra-
A
UNQUE
zón de la existencia del empresario, alterar la estabilidad del
flujo, creando una ventaja momentánea, una oportunidad de
conseguir beneficio. La innovación, una vez introducida en
el seno del proceso circular,
provoca la aparición de fuerzas
de reacción que progresivamente van restaurando la estabilidad, y llevan a una nueva
situación de flujo circular, configurada por un nuevo entorno
institucional. La conducta gregaria de los que no son verdaderos empresarios, de los que
se limitan a imitar y difundir
la innovación, acabará por
convertir lo novedoso en rutina y modo habitual de hacer.
Existe, por tanto, en el seno de
la economía schumpeteriana
una tendencia a la imposición
de los modos más eficientes de
producir, que eliminaría las
oportunidades de beneficio y
llevaría al mínimo tipo de interés.
Según la visión de Schumpeter, el empresario se convierte en una especie de demiurgo
del capitalismo. Su misión es
agitar las aguas periódicamente, para mediante un proceso
de “destrucción creadora”, hacer surgir continuos motivos
para la inversión y el beneficio.
El capitalismo es por naturale-
Revista Empresa y Humanismo, Vol. II, Nº 2/00, pp. 389-410


MIGUEL ALFONSO MARTÍNEZ-ECHEVARRÍA
za una forma de cambio económico que nunca puede ser
estacionario. Por eso hace falta
un demiurgo encargado de
golpear el cuerno de la abundancia para que vuelque nueva
riqueza y progreso.
No se puede decir que el
empresario schumpeteriano se
ajuste a los requisitos del modo científico de obrar. No se
apoya en lo que conoce, sino
en lo que desconoce. Actúa
como un ser excepcional, un
artista o un mago, elegido de
los dioses, que no necesita mirar a lo consolidado y repetitivo, a la vida vulgar y cotidiana,
sino que se siente iluminado y
llamado a enfrentarse con lo
desconocido, apostando por
un futuro que sólo él parece
adivinar. Lo que cuenta es la
audacia y la voluntad de poder,
no el continuo análisis de los
datos en un entorno que se supone perfectamente conocido.
Desempeña un papel heroico
que le hace destacar sobre los
demás hombres. Lo suyo no es
la competencia, actitud gregaria del hombre masa, de los
que viven en la vulgaridad y
carecen de la capacidad de innovar. La verdadera fuente del
beneficio es para los elegidos
de los dioses, para los que ven
lo que todavía está oculto. Lo
que nadie puede todavía imitar. Una visión del empresario
esencialmente elitista, antagónica de la masa colectivista, del
mundo gris del mercado y los
consumidores. Mientras el
consumo tiende a la uniformidad, al aumento continuo de
entropía, a la anulación de
oportunidades, la producción,
convertida en innovación, es la
única que tiene capacidad para
disminuir la entropía, creando
singularidad y nuevas formas
de hacer.
Contra lo que pensaba Walras, este empresario ni se preocupa de coordinar la producción bajo los requerimientos
del equilibrio, ni de ajustarse a
las exigencias de la competencia perfecta, sino que actúa como antagonista de la competencia y del equilibrio. Constituye una barrera que impide
que las fuerzas del mercado
lleven el sistema al equilibrio,
donde sólo habría estancamiento. Ahora bien, al igual
que la figura del “subastador
walrasiano” carece de explicación racional, constituye un
“deus ex machina”. ¿De dónde
procede esa misteriosa capacidad de innovación?, ¿por qué
sólo se tiene en cuenta la innovación beneficiosa, la que lleva
a la mejora continua y no al
Revista Empresa y Humanismo, Vol. II, Nº 2/00, pp. 389-410
EL ENIGMA DE LA INNOVACIÓN
retroceso y al empobrecimiento?
Schumpeter no presta atención al verdadero trabajo humano, al realizado en común,
al que requiere sociabilidad y
da lugar a la organización y a
la empresa. Sólo parece interesado en el empresario como
individuo heroico, aislado y
excepcional. Ni siquiera
Schumpeter considera empresario a quien hace que la organización productiva funcione
día a día, al administrador. Sólo lo es propiamente el que innova, el que por su propia genialidad es capaz de superar la
rutina de su entorno. El administrador se limita a ganar su
sueldo, mientras que el empresario gana el beneficio. La experiencia y el saber mandar
nada tienen que ver con el beneficio. El empresario es tan
sobrehumano, tan alejado de la
rutina del directivo, que no
tiene que enfrentarse con la
pequeña incertidumbre de lo
cotidiano, ni tan siquiera con
el riesgo, ni mucho menos con
la responsabilidad de organizar
la producción, o de conseguir
los recursos financieros. Lo
suyo, lo que verdaderamente le
caracteriza, es su capacidad
para introducir la innovación
benéfica y revolucionaria. Se
trata de un ser excepcional que
sabe lo que hay que hacer y
que destaca sobre una masa de
consumidores que siguen una
conducta gregaria de adaptación al medio. Toda la complejidad de la empresa queda reducida a la inexplicada innovación, que parece venida desde
lo alto, sin apoyarse en la experiencia cotidiana. Schumpeter
no se preocupa de las razones
de existencia de la empresa. Ni
siquiera se detiene a comentar
lo peculiar de sus modos de
organización y funcionamiento. En este sentido sigue siendo un walrasiano, que considera la empresa poco más que
como una función de producción.
Detrás de este modelo de
empresario está el individualismo romántico alemán. Está
el modo de pensar de autores
como von Humboldt, Novalis,
Schlegel y Schleiermaier. El
culto al genio desarrollado por
Goëthe. Es patente la adoración a la originalidad, a la autorrealización e irrepetibilidad
de las grandes figuras que dirigen la marcha de la historia.
Un modo de entender el individuo que contrasta con lo que
Ernst Troelstch ha llamado individualismo “europeo occidental”, en el que prima la
Revista Empresa y Humanismo, Vol. II, Nº 2/00, pp. 389-410


MIGUEL ALFONSO MARTÍNEZ-ECHEVARRÍA
igualdad y lo vulgar. Un tipo
de individualismo que los románticos despreciaban en lo
más hondo de su corazón.
Frente al individualismo utilitarista británico, que explicaba
la sociedad como resultado no
previsto de la acción de una
multitud de individuos iguales
e indistinguibles, el romanticismo alemán levantaba la figura de “una mente históricamente creativa que se hace
presente en la tierra, a través
de sus sucesivas encarnaciones
en individualidades excepcionales”.
Schumpeter lleva al seno de
la teoría económica el individualismo elitista del romanticismo alemán, como un modo
de dar sentido y grandeza a ese
modelo de sociedad de masas
que se esconde en el diseño del
equilibrio walrasiano, donde lo
que importa es el individualismo democrático e igualitario.
En la figura del empresario de
Schumpeter se trasluce la rebelión y el desprecio de
Nietszche por la sociedad de
masas. El hombre es para
Nietszche un animal sin acabar, que sólo puede entenderse
como deseo de afirmación, como ambición de poder. Surgido del mundo animal, perdido
el control de sus instintos,
convertido en una especie tensísima de animal, necesita
continuamente probar, tentar y
fallar. Si se le reprime, se debilita y se convierte en animal
gregario y decadente, en un
hombre masa. Si por el contrario se afirma su voluntad de
poder, surgirá el superhombre,
el artista genial, la innovación
incesante, el verdadero hombre.
Frente al consumidor neoclásico, que representa la nimiedad del hombre masa, sometido a las exigencias de la
totalidad, se levanta la figura
del empresario innovador, el
“Führer” que emerge vigorosamente de la masa y rompe con
lo establecido. El ser excepcional que impone las nuevas
condiciones que ha de seguir
la totalidad. Una “personalidad
que tiene en sí misma las reglas de su acción”, dotada de
una especial resistencia interior y fortaleza psicológica,
puede “triunfar sobre el resto”.
Ante la pregunta por el origen de este ser tan excepcional, responde Schumpeter, influido por el positivismo de
Ernst Mach, que no es misión
de la economía explicar, ni intentar una hermeneútica de la
conducta de los agentes, sino
simplemente describir. El em-
Revista Empresa y Humanismo, Vol. II, Nº 2/00, pp. 389-410
EL ENIGMA DE LA INNOVACIÓN
presario debía considerarse como un fenómeno exógeno a la
economía. En cualquier caso,
no pueden evitarse serias dudas sobre la racionalidad de
este tipo de empresario: ¿qué
racionalidad es aquella que se
guía por motivos desconocidos
que van más allá de los límites
del conocimiento?
HUMANISMO E
INNOVACIÓN
STE LIGERO repaso de
las posturas de Marshall, Weber y Schumpeter, parece sugerir que la raíz
de las dificultades de los modelos neoclásicos de crecimiento reside efectivamente
en su incapacidad metodológica para afrontar la naturaleza
esencialmente cultural de las
causas del desarrollo económico. Sus mismos intentos de superación del problema ponen
de manifiesto que la solución
sólo puede proceder desde
fuera de los esquemas racionalistas. No es la riqueza la que
crea la cultura, sino exactamente al revés.
Ya desde los tiempos de Ricardo se conoce que lo que
crea valor es la singularidad y
la diferencia. Por tanto, las
fuentes de valor, por su propia
E
naturaleza, pertenecen a lo
singular y a lo idiosincrático, y
no a lo universal ni a lo abstracto. Esa es la causa de que
permanezcan invisibles a una
visión positivista que pretende,
en la pobreza de sus esquemas,
haber agotado la riqueza del
ser que se esconde en lo irrepetible de cada situación concreta.
Es un grave problema confundir la riqueza con su dimensión cuantitativa. Del
mismo modo que Smith había
acusado, injustamente, a los
mercantilistas de confundir las
riquezas con el “bullón”, cabría
acusar a los nuevos modelos de
desarrollo económico de no
distinguir entre la causa y el
efecto de las riquezas. Ya en el
siglo XIV los humanistas italianos habían dicho que para
que las repúblicas fuesen fuertes y permitiesen una vida verdaderamente humana y civil,
era imprescindible poner en
práctica políticas encaminadas
a la participación, al compromiso de todos con los objetivos comunes. Lo que perseguían no era primariamente
enriquecerse, sino lograr mejores ciudadanos y mejores personas. Es cierto que daban importancia a las riquezas de la
ciudad y a los modos de incre-
Revista Empresa y Humanismo, Vol. II, Nº 2/00, pp. 389-410


MIGUEL ALFONSO MARTÍNEZ-ECHEVARRÍA
mentarlas, pero sabían que esto era un efecto, no una causa.
No buscaban la riqueza por la
riqueza, sino que la consideraban una consecuencia natural
de una mejor cultura política
de los ciudadanos. Su objetivo
principal era lograr un ideal de
vida humana, gentes comprometidas con la tarea común de
vivir en libertad. Sólo entonces, como efectivamente sucedió, la riqueza sería lo propio
de la ciudad: una riqueza que
por su origen era solidaria,
surgida del servicio a un ideal
común, sin desigualdades destructoras. Eran las obras propias de la virtud las que hacían
posible la gloria y el bienestar
de la ciudad.
Los humanistas entendían
que el hombre no alcanza su
perfección en el cerramiento
de la reflexión racionalista, como diría Vico, en la “barbarie
de la reflexión”, sino en la continua y serena aceptación del
reto que plantea la inagotable
riqueza de la realidad. La
práctica de la prudencia, donde los hombres templan sus
espíritus, donde descubren la
riqueza de la singularidad y lo
concreto, donde es necesaria la
contemplación y el ingenio, es
la fuente de la verdadera inno-
vación, la manifestación del
hombre mismo.
Nada hay más alejado del
concepto de desarrollo e innovación que el intento de la derivación racionalista de todo lo
que existe a partir de un esquema rígido y prefijado. El
pensamiento racionalista se
muestra como una cadena de
razones que se engancha al
punto de partida, que pretende
haber agotado la verdad. Todo
se supone implícito en esa verdad inicial. Desde ese punto
de vista la misma novedad
vendría a ser sospechosa, en
cuanto pondría en duda la suficiencia del punto de partida.
El racionalismo se declara
enemigo de todo humanismo
que intente trascender el pensamiento formal, que quiera
prestar atención a lo singular y
a lo inesperado, a lo más propio del hombre. Para salvaguardar su carácter científico,
el discurso racionalista se ve
obligado a ser declaradamente
inhumano.
Se convierte en monólogo,
que ni siquiera admite la interrupción, pues como le sucede
a Casandra, el racionalismo ha
quedado incapacitado para entender las palabras comunes.
Su rigor exige que nada sorprendente pueda ocurrir. En-
Revista Empresa y Humanismo, Vol. II, Nº 2/00, pp. 389-410
EL ENIGMA DE LA INNOVACIÓN
frentado con el mundo de la
acción humana, como es el caso del crecimiento económico,
sólo puede captar lo más burdo: la acumulación.
Por contraste, para el humanismo la invención es previa a
toda demostración, el descubrimiento es anterior a la
prueba y la innovación al desarrollo. Innovar no puede ser
tarea de la deducción lógica,
sino que es lo propio del ingenio. Esa grandiosa facultad
humana capaz de descubrir la
similitud en lo diverso, de percibir la universalidad que se
esconde en la singularidad, de
poner al descubierto la riqueza
del ser que se oculta en las cosas más sencillas.
El ingenio se ahoga en el
cerramiento de la reflexión lógica, sólo aparece cuando se
sale al campo abierto de la plenitud de la acción humana,
cuando no queda más remedio
que buscar nuevas soluciones a
nuevos problemas. El ingenio
brota cuando se experimenta
en toda su hondura el misterio
de la alienación del hombre
respecto de la naturaleza,
cuando se vive la angustia de
no disponer de pautas fijadas
que señalen el modo de satisfacer unas necesidades siempre
cambiantes. Por eso el ingenio
es lo específicamente humano,
lo que surge del “misterio” de
la naturaleza, o lo que es lo
mismo, de su propio “misterio”. El acto radicalmente humano, la primera manifestación de ingenio, fue la decisión
consciente de modificar la naturaleza, de darle un nuevo
sentido. Sólo con su trabajo,
puede el hombre dotar de sentido a la naturaleza y acercarse
al misterio de su propia identidad.
En el ejercicio del ingenio
vive el hombre la experiencia
de un poder arrollador, de una
misteriosa capacidad de trastornar la serena paz de la naturaleza, de darle un nuevo e
inesperado sentido poniéndola
al servicio de sus intereses y
diseños. Con su trabajo, el
hombre crea nuevas relaciones,
un nuevo orden nunca perfecto y acabado, siempre diferente, siempre guiado por las luces que emanan de las cosas
concretas, que brotan en el
aquí y ahora. Un proceso que
no deja de ser abstracto, pero
que no es de naturaleza racional. Es dentro de la estructura
ingeniosa del trabajo, y no
dentro de la esfera del pensamiento racional, donde funciona originariamente el senti-
Revista Empresa y Humanismo, Vol. II, Nº 2/00, pp. 389-410


MIGUEL ALFONSO MARTÍNEZ-ECHEVARRÍA
do común, donde aparece la
innovación.
La vida del hombre es respuesta a la acuciante demanda
del ser que se esconde y se revela en las cosas cotidianas y
concretas. El mundo humano
y la historia surgen como expresión del intento original de
diálogo con el poder escondido del ser. Un poder siempre
esquivo, que no deja de irrumpir en la historicidad humana
con formas nuevas e inagotables, que el hombre originariamente sólo puede captar en la
palabra poética y fantástica.
El desarrollo y la innovación
no admiten explicación racionalista, sería como pretender la
cuadratura del círculo. A lo
más que se puede aspirar desde el enfoque del racionalismo
es a modelos históricos o estadísticos que describan a posteriori en qué ha consistido el
desarrollo y la innovación. Las
causas del desarrollo y la innovación pertenecen, por su propia naturaleza, al enfoque del
humanismo. Algo que tiene
que ver con el desarrollo de
una virtud que los griegos llamaron phronesis, y los romanos
prudentia, que permite elevarse
con facilidad desde lo particular y concreto a lo universal y
abstracto. Es necesario recuperar el sentido común y la prudencia, que señalan al hombre
lo que en cada momento necesita, y que son esenciales para
la acción, pues lo particular y
concreto nunca puede deducirse de premisas universales.
El sentido común tiene sus
raíces en la actividad ingeniosa
y fantástica, irradia espiritualidad humana, y es consecuencia
de la experiencia fundamental
de la ausencia de analogías o
modelos entre las necesidades
humanas y la naturaleza, y de
la inevitable necesidad de buscarlas. El trabajo es el ámbito
concreto y originario del sentido común. El mundo puramente racional naufraga, como
lo sintió Weber, por falta de
espiritualidad, o de lo que él
llamaba carisma.
Puede que la “muchacha
tracia” vuelva a sonreír una vez
más, y considere que todo esto
no es más que poesía e imaginación. No me queda más remedio que darle la razón, pero
su misma sonrisa me anima a
quedarme al lado del ingenio.
Revista Empresa y Humanismo, Vol. II, Nº 2/00, pp. 389-410
RACIONALIDAD ÉTICA
EN LAS DECISIONES
EMPRESARIALES
DOMÈNEC MELÉ*
Tomar una decisión en la empresa implica la voluntad de resolver un problema mediante una elección voluntaria y el compromiso de realizarla. En la
decisión concurren juicios de diversa índole, y entre ellos uno de carácter ético.
En este artículo se revisan críticamente algunos enfoques actuales en relación
con el papel de la ética en la decisión, incluyendo la insuficiencia de los sentimientos, la tesis de separación, que considera que hay decisiones puramente
económicas y otras sólo éticas, y la aplicación de éticas de “tercera persona” en
la toma de decisiones. Como alternativa se defiende la necesidad de la racionalidad ética en todas las decisiones y la validez de un enfoque neoclásico de la
racionalidad humana de raíces aristotélicas.
Palabras clave: racionalidad, toma de decisiones, ética empresarial, prudencia, teorías éticas.
INTRODUCCIÓN
N LAS EMPRESAS continuamente se toman
decisiones. Algunas
son complejas o de largo alcance como cerrar una planta,
salir a bolsa o una fusión de
empresas. Otras, en cambio,
son más sencillas y apenas necesitan reflexión, como cuando
un operario decide poner en
marcha una máquina siguiendo las instrucciones recibidas,
o un comercial decide vender
E
ante un cliente con garantías
de pago. Entre unas y otras
existe un amplio abanico de
decisiones intermedias, pero
todas tienen algo en común:
elegir una acción, o todo un
plan de acción, con vistas a un
determinado fin.
Una decisión empresarial es
algo más que expresar una preferencia sin mayores consecuencias, como ocurre al responder una encuesta y en otras
circunstancias. Tomar una de-
* Domènec Melé es profesor ordinario de Ética Empresarial en el IESE (Barcelona).


DOMÈNEC MELÉ
cisión en la empresa implica la
voluntad de resolver un problema mediante una elección
voluntaria y el compromiso de
realizarla. En otras palabras, la
decisión empresarial es “un
compromiso específico para la
acción”1.
La elección, que constituye
el centro de la decisión, va precedida de una deliberación,
más o menos profunda según
los casos, en la que se analiza
la situación, se fijan objetivos y
se generan y evalúan alternativas para conocer cuál es la mejor de ellas. Una vez elegida la
mejor alternativa posible, se
procede a su implantación, que
incluye su puesta en marcha y
seguimiento, control de los resultados y, en su caso, reajustes
y resolución de los nuevos problemas que puedan surgir con
la implantación de la acción.
Afirmar que las decisiones
empresariales exigen racionalidad no parece exigir demasiadas justificaciones, pero al hablar de racionalidad pueden
significarse realidades muy diversas. Un modo de racionalidad en la decisión es la que
lleva a formular juicios morales, aunque hay también quienes afirman que los juicios
morales no son más que una
simple manifestación de sentimientos. Muchos otros, en
cambio, coinciden en afirmar
que las decisiones en la empresa exigen racionalidad ética,
aunque entendiendo la racionalidad de modos muy diversos y, a nuestro juicio, no todos
igualmente plausibles.
En este artículo nos proponemos discutir esas cuestiones
con especial énfasis en algunos
planteamientos actuales en relación con el papel de la ética
en la decisión, incluyendo la
insuficiencia de los sentimientos, la tesis de separación y las
éticas de “tercera persona”. Al
propio tiempo, defenderemos
la necesidad de la racionalidad
ética en las decisiones y la validez de un enfoque neoclásico
de la racionalidad humana de
raíces aristotélicas.
Aunque lo que se expone es
válido para cualquier decisión
humana, el lenguaje y los
ejemplos utilizados se centrarán en el ámbito empresarial.
INSUFICIENCIA DE LOS
SENTIMIENTOS
L
OS
SENTIMIENTOS
pueden ayudar a percibir contenidos éticos
que llevan a plantearse proble-
Revista Empresa y Humanismo, Vol. II, Nº 2/00, pp. 411-437
RACIONALIDAD ÉTICA EN LAS DECISIONES EMPRESARIALES
mas que requieren una decisión. También pueden ayudar
a sensibilizar de la bondad o
de los inconvenientes éticos de
una determinada alternativa
de acción antes de tomar una
decisión. Tal ocurre cuando se
siente compasión, simpatía,
benevolencia, solidaridad y
otras formas de sentimientos
altruistas. De hecho, no han
faltado filósofos como David
Hume y Adam Smith, entre
otros, que han tomado estos
sentimientos, o alguno de
ellos, como base de sus respectivas teorías éticas. De este
modo el juicio racional acerca
de la moralidad de la decisión
queda relegado a favor del
sentimiento: “la moralidad
—escribió Hume— es más
propiamente sentida que juzgada”2.
Estos autores suponen que
los actos son buenos en la medida en que son desinteresados. Es una concepción que
nace en el suelo cristiano del
amor al prójimo, pero poco
tiene que ver con la moral cristiana que lleva a amar no tanto
por sentimientos, sino por el
amor que merecen todas las
personas, por su dignidad y
por ser queridas por sí mismas
por el propio Dios. Difiere
también de la ética clásica de
la vida lograda y de los “bienes
honestos” captados por la razón a partir de las inclinaciones naturales.
Adam Smith, cuya influencia en el mundo económico y
empresarial es bien conocida,
considera como clave de los
sentimientos morales la simpatía. El motivo para el comportamiento moral es la satisfacción que se experimenta al
actuar con simpatía y el malestar que surge al ser antipático.
Sin embargo, para este autor,
la simpatía que lleva a compartir los sentimientos de
aquellos con los que nos relacionamos no tendría aplicación en las decisiones en el
ámbito económico, las cuales
han de tomarse buscando el
propio interés (self-interest). Se
establece así una dicotomía
entre el propio interés, que debería aplicarse a lo económico,
y el altruismo, basado en la experiencia de la simpatía, sobre
todo, para las demás relaciones
humanas.
Para saber dónde está el
bien, según Adam Smith, tenemos que escuchar la voz de
la simpatía, ya que el bien despierta simpatía y el mal antipatía. Al establecer una comunidad de sentimientos con el
Revista Empresa y Humanismo, Vol. II, Nº 2/00, pp. 411-437


DOMÈNEC MELÉ
prójimo se otorga un juicio totalmente imparcial y desinteresado. Este enfoque se complementa señalando que cada
uno ha de aplicarse a sí mismo
las reglas que aplicaría a otros;
para ello sugiere considerar
que los actos propios son juzgados por un “espectador imparcial”3.
Hoy, pocos aplican directamente y en su totalidad estas
ideas tan simples de Adam
Smith, pero el enfoque de fondo, que considera los juicios
morales como algo que no
pertenece a lo racional sino al
mundo emocional, sigue ejerciendo no poca influencia.
Desde mediados del siglo XX,
el principal sucesor de las éticas de los sentimientos es el
emotivismo, cuyos más destacados representantes son A. J.
Ayer y Ch. L. Stevenson. Según esta teoría, los juicios morales simplemente son la expresión de emociones personales -no un juicio racional sobre
el bien y el mal-, y un modo de
querer influir en los interlocutores para que adopten la propia actitud. Son, pues, juicios
sin contenidos cognoscitivos
(non-cognitive contents). La
simpatía y el altruismo han
dado paso a aquello que les
daba soporte: el estado emo-
cional de cada uno y, como
consecuencia, el más absoluto
subjetivismo y relativismo moral.
Los sentimientos, y los estados emocionales, no han de
despreciarse en ética ya que,
como señalábamos al principio, ayudan a percibir contenidos éticos. Pero los sentimientos y las emociones no pueden
ser lo definitivo para establecer
juicios morales. Hay situaciones que impresionan más que
otras y no por ello significa
que lo justo sea ocuparse de
ello despreciando otras cosas
más importantes en sí mismas,
pero que no causan tanta impresión. Tampoco es justo decidir por la simpatía que surge
espontáneamente hacia una
persona y en detrimento de alguien que cae menos simpático pero que tiene mayores derechos. Por otra parte, hay impresiones a las que uno se va
acostumbrando, con lo que
pierden su efectividad como
motivador ético.
En la empresa, a veces hay
que decidir asumiendo el dolor
que causan ciertas consecuencias inevitables pero justas y
necesarias. Por otra parte, si
bien la simpatía u algún otro
sentimiento altruista puede es-
Revista Empresa y Humanismo, Vol. II, Nº 2/00, pp. 411-437
RACIONALIDAD ÉTICA EN LAS DECISIONES EMPRESARIALES
tar presente en la decisión,
también hay otros sentimientos nada altruistas y, a menudo, muy fuertes, como el afán
de lucro o de éxito y la ambición de poder, que entran en
conflicto con los primeros. Sin
una referencia objetiva y racional al bien, la lucha de fuerzas
entre sentimientos encontrados puede dar lugar a cualquier decisión que esté ajustada no tanto al bien como a los
deseos del sujeto o al valor relativo que cada uno conceda a
los diversos sentimientos. Sentimientos que pueden variar,
además, según se trate de acciones en la empresa, en la familia, entre amigos o situaciones sociales más o menos próximas.
Adam Smith, al menos implícitamente, asume la necesidad de cumplir unas mínimas
exigencias éticas en los negocios (cumplimiento de contratos y leyes, evitar fraudes, etc.).
Sin embargo, junto con otros
filósofos de los “sentimientos
morales”, dejó preparado el terreno a hombres de empresa,
relativamente abundantes en el
siglo XIX y parte del XX, duros, severos y acaso injustos en
los negocios, pero que después, sus sentimientos altruistas les llevaban a hacer dona-
ciones a hospitales, universidades y otras instituciones con el
abundante dinero que habían
ganado en los negocios. La insuficiencia de los sentimientos
y, sobre todo, del emotivismo
ha sido severamente criticada
por MacIntyre4.
FALACIA DE LA “TESIS
DE SEPARACIÓN”
relacionado con la anterior está lo que suele
denominarse la “tesis de separación”. Según esta tesis, lo
económico y lo ético corresponden a decisiones separadas
e independientes. Algunas decisiones empresariales serían
exclusivamente económicas,
mientras que algunas otras sólo
serían éticas. Idéntica separación se aplica también a otros
campos, de modo que, según
la citada tesis, habría también
decisiones puramente políticas, sociales o técnicas.
En el origen de esta tesis,
sin duda, está la separación
cartesiana entre la res cogita (lo
pensado por un sujeto) y la res
extensa (lo material exterior al
sujeto). A partir de la tradición
cartesiana, el estudio del mundo material adquiere un gran
desarrollo: se somete a experi-
E
STRECHAMENTE
Revista Empresa y Humanismo, Vol. II, Nº 2/00, pp. 411-437


DOMÈNEC MELÉ
mentos y mediciones, se crea
una prestigiosa ciencia experimental, y se alcanzan notables
avances técnicos. En cambio,
la ética sufre un notable retroceso. Se supone que pertenece
exclusivamente al ámbito de lo
pensado y con esta hipótesis
aparecen nuevas teorías que
desvinculan la ética del bien
humano (aquello que conviene
al hombre para desarrollarse
como ser humano). Las nuevas
teorías son elaboraciones racionales que siguen dos líneas:
se presentan como imperativos
categóricos o reglas de conducta, cuyo seguimiento hace
que la acción sea correcta, o
bien abogan por una ética de
sentimientos y valores subjetivos, que el sujeto ha de aplicar
a su arbitrio.
Esta separación y desunión
entre el mundo fáctico y el
pensamiento encerrado en sí
mismo pasará a las ciencias sociales y, posteriormente, a la
dirección de empresas, sobre
todo, a través del positivismo,
con su radical separación entre
valores (pensados) y hechos
(constatados). Durante muchos años ha sido muy frecuente entender que hay una
ciencia de la dirección que debía basarse exclusivamente en
los hechos, considerados como
lo único digno de un estudio
serio y riguroso para la toma
de decisiones. En cambio, los
valores, por ser de carácter subjetivo y muy difíciles de manejar, muchas veces han quedado
marginados de teorías y modelos organizativos y, en definitiva, de la dirección de empresas5. En otros casos se han
considerado ciertos valores para la dirección, pero no tanto
como una exigencia de la realidad humana que es la empresa, sino por los resultados fácticos que la adopción de ciertos valores podían reportar.
A partir de estas premisas
no es de sorprender que hayan
surgido teorías económicas y
de la dirección que pretenden
quedar libres de valores (freevalues) y que llevan a conclusiones orientadas a la toma de
decisiones, en las que la ética
queda excluida. En el mejor de
los casos, las “valoraciones éticas” acuden a la mente del sujeto que decide, pudiendo dar
lugar al dilema de mantener la
decisión surgida de una “racionalidad de los hechos”, o de
tomar otra basada en exigencias éticas. De este modo, si el
sujeto tiene sensibilidad ética,
las exigencias éticas modificarán la decisión, aunque generalmente como limitación vo-
Revista Empresa y Humanismo, Vol. II, Nº 2/00, pp. 411-437
RACIONALIDAD ÉTICA EN LAS DECISIONES EMPRESARIALES
luntaria a la citada racionalidad de los hechos. Por el contrario, si falta esta sensibilidad
o existen presiones a favor de
lo económico, se prescindirá
de la valoración ética o, si se
hace, quedará subordinada al
juicio económico.
Un caso extremo, bien conocido, nos ayudará a comprender la aplicación práctica
de la tesis de separación. A finales de los años setenta, la
compañía Ford, presidida por
aquel entonces por Lee Iaccoca, decidió lanzar un coche
utilitario que pudiera competir con modelos europeos y japoneses de bajo consumo. El
resultado fue el modelo FordPinto que fue diseñado y construido en un tiempo récord.
Quizá por la premura de
tiempo, apareció pronto un
grave defecto debido a la ubicación y diseño del tanque de
gasolina y a otros elementos
que fácilmente ocasionaban
un incendio si se producía una
colisión en la parte trasera del
vehículo. Al advertirlo, se tomó la decisión inicial de no
incorporar un elemento de seguridad en el vehículo, que
hubiera podido evitar esos incendios y las consiguientes
quemaduras y muertes. Esta
decisión, al parecer, se tomó
basándose en un análisis coste-beneficio, que consideraba
el coste de la incorporación
del citado elemento de seguridad frente al beneficio de no
cambiar dicho elemento. Para
ello se asignó un valor económico a las indemnizaciones
estimadas por lesiones y defunciones6. El juicio económico fue determinante y todos
los demás aspectos fueron traducidos a valor económico, incluyendo las vidas humanas y
el dolor de las víctimas y familiares. Esta decisión, en realidad, ni siquiera fue muy inteligente, ya que supuso un notable desprestigio para la empresa, multitud de juicios y, finalmente, la retirada del modelo del mercado hasta hacerlo más seguro.
La tesis de separación, con
frecuencia asumida de modo
acrítico en la empresa y en
otros ámbitos, es atractiva por
su simplicidad, pero adolece
de un grave error: considerar
que la ética es algo separable e
independiente de las decisiones referidas a aspectos económicos. En consecuencia,
tampoco considera cuál es la
correcta relación de dependencia entre economía (u
otros aspectos) y ética.
Revista Empresa y Humanismo, Vol. II, Nº 2/00, pp. 411-437


DOMÈNEC MELÉ
Cada decisión incluye, en
efecto, contenidos de diversa
índole, que exigen juicios valorativos que se alcanzan mediante criterios apropiados.
En la empresa hay, al menos,
tres aspectos concurrentes a
considerar en cada decisión:
los resultados buscados (aspectos económicos o técnicos), las circunstancias sociales y las consecuencias previsibles que pueden afectar a la
aceptación de la decisión y a
la gobernabilidad de la organización (aspecto social y político) y la calidad moral de la
decisión (aspecto ético).
Estos tres aspectos aparecen con bastante claridad en
el citado caso Ford-Pinto o en
decisiones como despedir a
una parte del personal, instalar una planta contaminante o
vender un producto alimenticio adulterado. A poco que se
reflexione, se advierte que cada una de estas decisiones inciden en estos tres aspectos:
llevan a unos resultados económicos, tienen una componente ética (cómo afecta al
bien de las personas) y generarán reacciones sociales (desmotivaciones, quejas, litigios,
hostilidad, manifestaciones,
...). Parece claro que la tesis
de separación no es correcta,
al menos, en decisiones como
éstas. Pero tampoco lo es en
otras decisiones que, a primera vista, parecen sólo técnicas,
económicas, políticas o éticas.
Las tres dimensiones antes citadas están siempre presentes,
aunque no siempre se tengan
en cuenta.
Consideremos, por ejemplo, la decisión de bajar el
precio de un producto. Seguramente se bajan precios porque se estima que con ello se
venderá más y se obtendrán
mayores beneficios. Es muy
probable que la decisión se
haya tomado de acuerdo con
este juicio económico, o por
lo menos dándole mucho peso. Pero en esta decisión hay
otros juicios, quizá no explicitados, que también deberían
haberse considerado. La decisión necesita ser aceptada por
quienes tienen que llevarla a
cabo, de otro modo podría tener menos éxito del esperado
y, en casos extremos, incluso
ser un fracaso. ¿Cuál sería la
reacción de los vendedores
que trabajan a comisión sobre
el precio, si este aumento de
ventas les supone mucho mayor trabajo, o si no ven claro
que se venderá más con sólo
bajar el precio? Responder a
esta cuestión implica un juicio
Revista Empresa y Humanismo, Vol. II, Nº 2/00, pp. 411-437
RACIONALIDAD ÉTICA EN LAS DECISIONES EMPRESARIALES
sobre la aceptabilidad social.
La decisión de bajar el precio
conlleva también un juicio
moral, que seguramente será
positivo. Bajar el precio seguramente supone hacer el producto más asequible a un mayor número de personas y, si
este producto presta un verdadero servicio y no existen
otros argumentos en contra,
tal decisión sería éticamente
impecable. Pero bajar precios
también podría hacerse vendiendo a pérdidas para hundir
al principal competidor y adquirir así una situación de
monopolio que posteriormente permita elevar mucho más
los precios y obtener un beneficio mucho mayor. En este
último caso, el juicio moral ya
no podría ser tan positivo.
Algo parecido ocurre con
otras decisiones que tienden a
confundirse con un juicio técnico, aunque tampoco son decisiones puramente técnicas
porque incluyen intencionalidad. Así, por ejemplo, decidir
verificar las especificaciones
de un producto químico mediante técnicas analíticas implica una valoración técnica
(se considera útil), pero incluye también un aspecto ético.
Seguramente se trata de algo
bueno y será realizado por al-
guien que tiene la obligación
moral de hacerlo porque es
empleado de una empresa y
tiene ese encargo, o quizá es
otra persona o empresa que se
ha comprometido a hacerlo
mediante un contrato. Es un
juicio moral que ordinariamente no ofrecerá dificultad y
se dará por supuesto que es
positivo. Sin embargo, no
siempre es así. Tal es el caso
de una joven farmacéutica
empleada en el laboratorio
dónde, a finales de los años
80, se investigaba la píldora
abortiva RU-486. Al saber de
lo que se trataba tomó la decisión de no hacer los ensayos
que le encargaban alegando
objeción de conciencia.
En definitiva, podemos
concluir que cualquier decisión tiene un aspecto ético
que requiere un juicio moral,
al igual que incluye otros aspectos que deben ser también
tomados en consideración y
valorados. Pero queda el problema de la dependencia: ¿ha
de priorizarse el juicio ético
sobre el económico o, por el
contrario, ha de subordinarse
el aspecto ético al económico,
como en el caso Ford-Pinto?
De ello nos ocuparemos a
continuación.
Revista Empresa y Humanismo, Vol. II, Nº 2/00, pp. 411-437


DOMÈNEC MELÉ
RACIONALIDAD
INSTRUMENTAL Y
RACIONALIDAD
DIRECTIVA
L SER HUMANO posee
una única potencia o
facultad a la que solemos denominar inteligencia o
razón, pero que puede tener
distintos usos o formas de empleo. Uno de ellos está orientado a la transformación racional del mundo exterior. Es una
racionalidad “instrumental”,
adecuada para lograr resultados. La ciencia y la técnica se
apoyan ampliamente en ella.
Al hacerlo se formulan hipótesis, se analiza la realidad exterior, se cuantifican hechos y se
hacen cálculos para predecir
qué resultados se obtendrán si
se toma una determinada decisión. Este modo de racionalidad busca determinar qué es lo
más eficaz para alcanzar unos
determinados objetivos. Pero
esto no asegura que la decisión
sea la mejor. En el caso FordPinto, la decisión tomada fue
la más eficaz para maximizar
beneficios a corto plazo, pero
no puede afirmarse que fue la
mejor en un sentido global.
La racionalidad instrumental está pues ordenada a la eficacia, pero eso no es suficiente
E
para tomar una buena decisión. Se precisa otro modo de
racionalidad que guíe la racionalidad instrumental hacia lo
conveniente. En la empresa,
continuamente aparecen ambas racionalidades con sus respectivos cometidos. Un estudio técnico-económico de iluminación exterior, pongamos
por caso, nos dirá cuál es el sistema más adecuado para iluminar la carretera de acceso a
una fábrica, pero antes habrá
que considerar si es conveniente iluminar por alguna razón
(mejorar de la seguridad, una
exigencia legal, motivos estéticos, imagen corporativa,....).
Pero lo conveniente puede
serlo en cierto modo o de un
modo absoluto. Y lo conveniente en sentido absoluto, no
puede ser más que el bien humano. Hay fines que pueden
ser interesantes para algo, pero
sólo si son acordes con el bien
humano son verdaderamente
convenientes. A esa racionalidad que dirige la acción hacia
lo verdaderamente conveniente se puede denominar “racionalidad directiva”7.
La existencia y la diferenciación de las dos racionalidades
citadas fue ya advertida por
Aristóteles al considerar que
una cosa es la producción
Revista Empresa y Humanismo, Vol. II, Nº 2/00, pp. 411-437
RACIONALIDAD ÉTICA EN LAS DECISIONES EMPRESARIALES
(poiesis) y otra la acción
(praxis), observando a continuación que “la disposición racional apropiada para la acción
es cosa distinta de la disposición racional para la producción”8. Añade que la producción exige una disposición racional que denomina “técnica”
(en griego, techné, traducido
también a veces por “arte”).
Tener técnica o arte expresa la
capacidad de hacer o producir
objetos que respondan a una
cierta utilidad. “Toda técnica
-escribe- versa sobre el llegar a
ser, y sobre el idear y considerar cómo puede producirse o
llegar a ser algo de lo que es
susceptible tanto de ser como
de no ser y cuyo principio está
en el que produce y no en lo
producido”9. La acción es regida por otra disposición racional distinta de la técnica que
denomina prudencia (frónesis),
que la define del siguiente modo: “La prudencia es una disposición racional verdadera y
práctica respecto de lo que es
bueno para el hombre”10.
Quienes poseen técnica en
algo (los “expertos”, diríamos
hoy) discurren correctamente
acerca de lo que se debe hacer
para conseguir algún fin particular (fabricar un coche con
ciertas características, obtener
la máxima rentabilidad de
unos fondos de inversión, conseguir un nombramiento, etc.);
en cambio, quienes son prudentes “pueden ver lo que es
bueno para ellos y para los
hombres”11, porque discurren
correctamente acerca de lo que
es conveniente no para un fin
particular, sino para vivir bien
en general, discerniendo cómo
se debe actuar para orientar la
acción hacia el perfeccionamiento o desarrollo humano.
La relación entre la decisión
y desarrollo humano del sujeto
que decide raramente es considerada en los tratados sobre la
toma de decisiones, que suelen
basarlo todo en las preferencias del sujeto que decide12. Sin
embargo, es claro que al decidir no sólo se ocasionan resultados externos, sino que también afecta al que decide. Al
decidir no sólo elegimos qué
queremos hacer, sino también
qué clase de persona queremos
ser. En cierto sentido podría
decirse que somos lo que decidimos hacer. Si uno decide actuar con justicia se hace justo,
igual que si uno decide mentir
se hace mentiroso o si decide
robar se hace ladrón. Esta sencilla observación, conocida
desde antiguo13, relaciona la
toma de decisiones con el de-
Revista Empresa y Humanismo, Vol. II, Nº 2/00, pp. 411-437


DOMÈNEC MELÉ
sarrollo o deterioro humano
que se produce en el sujeto que
toma la decisión.
Ciertamente, las preferencias son importantes y, de hecho, indican lo que se quiere y,
por tanto, son ellas las que dirigen la racionalidad instrumental. Pero, si sólo hablamos
de preferencias nos olvidamos
de algo primordial: valorar si
tales preferencias son buenas
para quien toma la decisión y
para los demás. Muchos suponen que esto es una cuestión
subjetiva en la que nada puede
afirmarse ni negarse, o que debe eludirse por falta de acuerdo y para evitar polémicas. Sin
embargo, esta postura no parece muy rigurosa. Se apoya en
el “dogma” heredado de la modernidad que menosprecia o
elimina el concepto de “bien
humano” y en su lugar coloca
la noción de “correcto”, entendiendo por correcto aquello
que es conforme con algún
principio racionalista, propuesto por algún autor o escuela. De este modo, se reduce
la ética a unas normas extrínsecas desvinculadas del perfeccionamiento o desarrollo humano a través de la acción.
En realidad, el concepto
“preferencia” es bastante equívoco. Puede significar deseos o
apetencias, sin más, o puede
denotar elecciones a las que se
ha llegado tras una ponderada
deliberación racional. Esta deliberación racional puede, a su
vez, basarse en otras preferencias o ir al fondo, tratando de
averiguar si una determinada
acción es buena o es mala, es
decir, si nos mejorará como
personas o más bien nos va a
corromper en nuestra humanidad.
Seguir las preferencias espontáneas, sin más, es evidente
que no siempre es lo más adecuado para mejorar como seres
humanos. Todo dependerá de
la calidad de las preferencias.
Y eso es lo que ha de conocerse mediante la racionalidad directiva antes de tomar una decisión. La racionalidad directiva considera los sentimientos y
también los intereses existentes para realizar una acción.
Pero va más allá, ya que atiende al bien de la persona y analiza si los sentimientos y deseos
concurrentes son adecuados o
no para lograr un verdadero
desarrollo humano. Dicho de
otro modo, la racionalidad directiva orienta, ante todo, la
calidad ética de la acción.
A partir de la conveniencia
de la acción para el desarrollo
o plenitud humana, podrá
Revista Empresa y Humanismo, Vol. II, Nº 2/00, pp. 411-437
RACIONALIDAD ÉTICA EN LAS DECISIONES EMPRESARIALES
analizarse si otros fines son o
no realmente convenientes para la mejora de quien decide.
Ganar dinero, acceder al poder
o tener prestigio será conveniente si esto está ordenado a
la mejora personal. En muchas
ocasiones, se da por supuesto
que ganar dinero es conveniente, como lo es hacer carrera o cualquier otro interés particular. Pero esta “conveniencia” es conveniencia sólo en
sentido utilitario, y no en sentido absoluto. Muchas veces,
ganar dinero o tener poder será conveniente, pero otras no.
Hay casos extremos, que están
en la mente de todos, en los
que se hace patente un afán
desmedido de ganar dinero o
de adquirir poder, que ha llevado a algunos a embrutecerse
como personas, a destrozar la
propia familia, a quedarse sin
auténticos amigos y a alejarse
de Dios.
En definitiva, la racionalidad instrumental ha de subordinarse a la racionalidad directiva porque esta última es la
que responde a un fin absoluto. Como escribe Aristóteles,
“el fin de la producción es distinto de ella, pero la acción
(praxis) no puede serlo: la buena actuación misma es un
fin”14. La racionalidad directiva
no debe, sin embargo, invadir
lo que es propio de la racionalidad instrumental, sino que,
como señala el Aquinate “es
necesario que el arte (técnica)
sea rector del hacer y no de la
acción, de la cual la prudencia
es la rectora”15.
Sin embargo, tampoco puede afirmarse que los resultados
sean completamente independientes de la prudencia con
que se ha tomado una decisión. La prudencia no lleva directamente a la eficacia en los
resultados, ni mucho menos
excluye la técnica, pero indirectamente ejerce una beneficiosa influencia sobre ellos. En
primer lugar, la prudencia exige hacer las cosas bien, también en el aspecto técnico. Por
tanto, una persona prudente
procurará adquirir competencia técnica. Por otra parte, la
calidad ética de la actuación
influye en el entorno humano
que recibe sus efectos y, por
consiguiente, en la reacción
que se genera. Actuar buscando el bien humano tiende a
generar confianza, atracción y
cooperación, lo cual indudablemente incide en la eficacia
de próximas decisiones sobre
interacciones con ese entorno
e incluso con otros a los que
Revista Empresa y Humanismo, Vol. II, Nº 2/00, pp. 411-437


DOMÈNEC MELÉ
alcance la buena reputación
del agente.
FUNCIÓN DE LA
RACIONALIDAD
ESPECULATIVA
ANTO LA racionalidad
instrumental como la
directiva están directamente orientadas a la acción.
Son pues dos expresiones de
“racionalidad práctica”. Pero
hay otro uso de la razón, de tipo teórico, que también incide
en la racionalidad ética de la
decisión. En efecto, tradicionalmente se distingue entre
racionalidad teórica y práctica,
como dos usos de la razón que
persiguen respectivamente el
conocimiento racional de la
realidad y una actuación racional.
La razón teórica, llamada
también especulativa (de speculor, observar) porque surge
de la observación, tiene por fin
conocer la verdad de las cosas,
y versa por tanto sobre lo universal y necesario. En cambio,
la racionalidad práctica trata
de aplicar el conocimiento verdadero de la realidad a la acción; su fin es actuar en lo particular y contingente siguiendo
la “verdad práctica”, es decir
aquello que se adecua a lo efi-
T
caz (racionalidad instrumental) y al bien (racionalidad directiva).
Puede pues afirmarse que la
verdad práctica es causa y regla
de la acción, mientras que la
racionalidad especulativa actúa
al conocer los seres. Los seres
son de una determinada manera y la razón descubre su
modo de ser. La racionalidad
especulativa está orientada al
conocimiento verdadero de la
realidad, mientras que la racionalidad práctica busca trasformar esa realidad de acuerdo
con lo que es verdaderamente
eficaz y ético. La primera busca conocer por conocer, mientras que la segunda conoce cómo actuar en una determinada
situación.
Surge aquí la cuestión de si
la racionalidad ética es exclusivamente racionalidad directiva
o si tiene alguna relación con
la racionalidad especulativa.
En los últimos años, han surgido algunas corrientes que
pretenden fundamentar la ética exclusivamente en la razón
práctica. Una de ellas es la iniciada por G. Grisez, J. Finnis y
J. Boyle16, quienes se basan en
los bienes fundamentales del
hombre captados por la razón
práctica17. Sin embargo, tal
Revista Empresa y Humanismo, Vol. II, Nº 2/00, pp. 411-437
RACIONALIDAD ÉTICA EN LAS DECISIONES EMPRESARIALES
propuesta ha encontrado fuertes críticas18.
A nuestro juicio, la racionalidad ética exige, a la vez, las
racionalidades directiva y especulativa. La racionalidad directiva capta qué conviene al
sujeto en cada situación particular, lo cual presupone un conocimiento práctico de los
bienes fundamentales del
hombre, aunque uno no haya
pensado demasiado en por qué
esos bienes contribuyen al fin
del hombre. Quizá no se haya
planteado siquiera si el hombre tiene algún fin. Por tanto,
la racionalidad directiva no se
puede considerar una simple
deducción de la racionalidad
especulativa. Sin embargo,
tampoco puede afirmarse que
la racionalidad directiva sea
completamente independiente
de la racionalidad especulativa
ya que esta última, con su conocimiento del hombre y de lo
que conviene a la plenitud humana, justifica esos bienes y
ayuda a profundizar en su fundamentación y contenidos.
Un ejemplo puede aclararlo
un poco más. La razón práctica capta como un bien humano respetar a las personas y actuar con justicia. Al propio
tiempo, orienta la acción para
que ésta sea justa, pero sólo al
razonar sobre el hombre reconoce a la justicia como algo
necesario para la perfección
integral del hombre y a la cual
está llamado. Y esta reflexión
es propia de la razón especulativa.
Algo parecido cabe afirmar
acerca del conocimiento de la
naturaleza y finalidad de la sociedad, la empresa y demás
realidades humanas implícitas
en el proceso de toma de decisiones. La reflexión teórica sobre estos temas se hace especialmente necesaria para orientar los enfoques de algunas teorías relacionadas con la dirección. Consideremos, por ejemplo, la teoría de la dirección financiera. Esta teoría toma como premisa que el fin de la
empresa es maximizar el valor
de la acción, esto es, aumentar
la riqueza de los accionistas. Si
se acepta esta hipótesis, al
aplicar esta teoría se conoce
qué decisión será más adecuada para maximizar la riqueza
de los accionistas. Pero a partir
de ella no se puede concluir
que la mejor decisión es aquella que toma como criterio supremo maximizar la riqueza
de los accionistas.
La teoría de la dirección financiera utiliza la racionalidad
instrumental, pero contando
Revista Empresa y Humanismo, Vol. II, Nº 2/00, pp. 411-437


DOMÈNEC MELÉ
sólo con esta racionalidad no
puede afirmarse que el fin último de la empresa sea maximizar el valor de la acción (aunque, en rigor, tampoco puede
afirmarse lo contrario). Para
contestar a esta cuestión, ciertamente crucial, es necesario
captar qué bienes humanos están en juego en esta decisión,
pero se requiere además una
aproximación racional teórica
que ayude a entender cuál es la
misión de la empresa en la sociedad19.
La racionalidad ética en la
toma de decisiones requiere,
pues, la racionalidad especulativa y la directiva. La razón
práctica va más allá de la razón
especulativa o teórica, pero
presupone el conocimiento del
hombre y la sociedad proporcionado por esta última forma
de racionalidad.
SUPERAR LAS TEORÍAS
ÉTICAS DE “TERCERA
PERSONA”
TRO PROBLEMA que
aparece en la racionalidad ética en la decisión es la aceptación de teorías
denominadas de “tercera persona”. Esas teorías proporcionan unas normas de actuación
moral impersonales, con inde-
O
pendencia de quien decida.
Pretenden lograr juicios morales desprovistos de toda subjetividad, pero sólo consiguen
un peligroso reduccionismo
ético. Hace ya bastantes años,
Ambscombe20 hizo una certera
crítica a este planteamiento,
que olvida al agente en la formulación de juicios morales.
Posteriormente, MacIntyre denunció cómo estas teorías han
llevado al olvido de la virtud21.
Se ha dicho con acierto que
“hablar de ética sin mencionar
las virtudes morales es como
hablar de mecánica sin mencionar la gravitación”22. Y, por
sorprendente que parezca, esto
es lo que ha ocurrido durante
largo tiempo. Aunque en los
últimos años la consideración
de las virtudes en ética empresarial va en aumento, sin embargo, las teorías éticas de “tercera persona”, hijas de la racionalidad ilustrada, siguen teniendo mucha influencia práctica. Por ello, parece obligado
hacerles alguna referencia, por
breve que sea.
Entre esas teorías destacan
los consecuencialismos, los deontologismos formales y las
teorías procedimentales23. Como se sabe, y dicho de modo
muy conciso, el consecuencialismo propone valorar la mo-
Revista Empresa y Humanismo, Vol. II, Nº 2/00, pp. 411-437
RACIONALIDAD ÉTICA EN LAS DECISIONES EMPRESARIALES
ralidad de una acción por un
cálculo aplicado a las consecuencias externas de la acción.
En particular, el utilitarismo
—la teoría consecuencialista
más influyente— valora como
éticamente aceptable una acción cuyas consecuencias produzcan la mayor satisfacción
para la mayor parte de quienes
son afectados por ella. En el
fondo, el utilitarismo más que
una teoría ética es una regla
para balancear intereses en
juego. No busca tanto el bien
humano como la satisfacción
para la mayoría.
Los deontologismos formales proponen deberes universales que se imponen a priori a
la razón como regla moral.
Son enunciados formales (“imperativos categóricos”, en la
terminología kantiana), sin
contenidos específicos o materiales, que todo individuo
debería aplicar. Kant propugna actuar de tal modo que la
forma de conducta de cada
uno se pueda convertir en
norma universal.
Por último, están las teorías
procedimentales que presentan
procesos a seguir para actuar
con justicia en las distribuciones (Rawls) o para consensuar
normas éticas mediante un
proceso comunicativo o dialó-
gico (Habermas). Estos enfoques, más que buscar el bien y
la calidad moral de una acción,
se limitan a proponer un procedimiento para resolver conflictos de intereses o a consensuar acuerdos morales a partir
de posiciones diversas mediante un proceso comunicativo,
siguiendo las reglas del procedimiento. Tampoco esta propuesta garantiza la calidad humana -ética- de lo que resulta
del consenso.
No pretendemos analizar
aquí estas teorías, ni presentar
las críticas mutuas que se hacen los defensores de cada una
de ellas. No obstante, es de remarcar que en todos estos enfoques suele haber aportaciones interesantes que suponen
un reto para profundizar en la
reflexión ética. Sin embargo,
por lo general, estas teorías fallan en muchos puntos e incluso se quedan muy cortas ante
la realidad del mundo actual,
dentro y fuera de la empresa.
En las teorías de “tercera
persona”, el juicio moral se deja a cargo de “expertos” y no de
quien toma la decisión. Sin
embargo, la conciencia moral,
que aprueba o desaprueba determinadas acciones, es de común experiencia. La conciencia moral es siempre personal
Revista Empresa y Humanismo, Vol. II, Nº 2/00, pp. 411-437


DOMÈNEC MELÉ
y por ello la responsabilidad en
la toma de decisiones recae, en
último término, en el sujeto
que decide. En otras palabras,
las éticas de “tercera persona”
prescinden de la singularidad y
subjetividad de quienes formulan juicios morales y toman
decisiones.
Nótese que hablamos de
subjetividad y no de subjetivismo. El subjetivismo ético niega que existan principios y
normas éticas universales. Con
este enfoque se olvida que “tenemos libertad para decidir lo
que vamos a hacer. Pero no somos libres para hacer que cualquier cosa que elijamos sea
buena”24. Si todo dependiera
de la “creación” subjetiva del
bien y el mal, habría muy pocas garantías de que el juicio
moral fuera correcto. La persona prudente no inventa qué
es lo bueno, sino que reflexiona para descubrir en qué consiste ser bueno. Como señala
Aristóteles, “parece propio del
hombre prudente el poder discurrir bien sobre lo que es
bueno y conveniente para él
mismo, no en un sentido parcial, por ejemplo para la salud
o la fuerza, sino para vivir bien
en general”25. La función de la
prudencia es, pues, ayudar a
descubrir en cada momento lo
que se debe hacer para crecer
como persona.
Por lo demás, muchas de las
teorías éticas de “tercera persona” no pasan de ser “éticas de
mínimos” que, básicamente, se
ocupan de acciones prohibidas. En ética hay acciones
prohibidas, pero esto no significa que la ética se reduzca a
prohibiciones. Más bien ocurre todo lo contrario. La ética
busca, ante todo, la excelencia
humana. Por ello, la racionalidad directiva no se limita a
evitar lo inconveniente, sino
que busca lo más conveniente
en cada situación. Hay que
evitar lo que está mal, pero,
ante todo, hay que hacer el
bien26.
Incluso Kant, que tiene formulaciones muy razonables,
no pasa de presentar una ética
más enfocada a acciones
prohibidas que a orientar la
acción humana hacia el bien.
Además, al afirmar que todos
han de actuar con una norma
que pueda ser universal, no
tiene en cuenta que las personas tienen distintas capacidades, ni tampoco que las circunstancias pueden condicionar algunas decisiones. No
puede pues erigirse en norma
universal el modo de conducta
de cada uno. La racionalidad
Revista Empresa y Humanismo, Vol. II, Nº 2/00, pp. 411-437
RACIONALIDAD ÉTICA EN LAS DECISIONES EMPRESARIALES
directiva, apoyada en la prudencia, tiene en cuenta unos
mínimos universales, pero
también, y sobre todo, considera la condición del sujeto y
las circunstancias de cada situación, buscando lo mejor.
Es importante remarcar que
el énfasis en la subjetividad no
ha de llevar a rechazar la existencia de principios universales y de acciones que son malas
en cualquier circunstancia. Por
el contrario, las personas prudentes descubren principios y
normas éticas universales, como la “regla de oro”, así como
acciones moralmente ilícitas,
sean cuales sean los intereses
que se persigan porque son
contrarias a la dignidad y bien
del hombre y, por tanto, degradan a quien las realiza en su
humanidad. Maltratar a otras
personas, esclavizarlas o utilizarlas como simples instrumentos para los propios intereses son acciones ilícitas en
cualquier situación. Estas y
otras acciones son “absolutos
morales” que nunca deben realizarse. Son acciones denominadas “intrínsecamente malas”.
Todo lo anterior hace pensar en la necesidad de una ética de “primera persona”, en la
que los juicios morales los rea-
liza quien decide con ayuda de
la prudencia. Tiene en cuenta
los bienes humanos y los deberes que éstos implican, pero
también las particularidades
de cada situación, que son evaluadas con sabiduría práctica.
LAS DISPOSICIONES
PERSONALES EN LA
TOMA DE DECISIONES
A IMPORTANCIA de las
disposiciones personales en la toma de decisiones es confirmada por la
práctica directiva. Cada decisión, de alguna manera es única y personal. Trataremos de
explicarlo, empezando por distinguir tres tipos de decisiones.
En la empresa y en otras organizaciones suelen distinguirse tres grandes tipos de decisiones empresariales: estratégicas, tácticas o administrativas
y operativas. Las decisiones estratégicas se refieren a objetivos y planes de gran alcance.
Las tácticas o administrativas
tratan de concretar las anteriores mediante decisiones que
afectan a la asignación de recursos y personas para llevarlas
a cabo, a la organización del
trabajo y al modo de seguir o
controlar su ejecución. Por úl-
L
Revista Empresa y Humanismo, Vol. II, Nº 2/00, pp. 411-437


DOMÈNEC MELÉ
timo, las decisiones operativas
proporcionan reglas, métodos
y procedimientos a seguir.
Hace más de treinta años,
Ansoff27 asignaba las decisiones estratégicas a la alta dirección, las administrativas a los
directivos intermedios y las
operativas a los directivos inferiores. Estas últimas serían
programas o rutinas que los
operarios deberían seguir sin
apenas ninguna capacidad de
decisión. Sin embargo, la realidad no es tan rígida, al menos
en muchas empresas actuales.
Los procedimientos y normas
dejan ciertos márgenes de libertad para actuar de uno u
otro modo. Además, como señala Mintzberg28, sobre la base
de una investigación empírica,
bastantes decisiones estratégicas surgen como resultado de
muchas decisiones tomadas en
niveles organizativos bajos. En
realidad, el trabajo de todos,
directivos y operarios, incluye
una dimensión directiva y otra
operativa29. A medida que las
organizaciones pierden burocracia y se da mayor poder de
decisión a los empleados (empowerment), esta dimensión
directiva adquiere una mayor
importancia.
Con todo, es evidente que
no todas las decisiones exigen
igual grado de deliberación.
Desde esta perspectiva, es interesante seguir una antigua
distinción entre dos grandes
tipos de decisiones. Peter
Drucker30 las denomina “genéricas” y “únicas”, mientras que
otros autores, en términos muy
parecidos, se refieren a problemas de decisión programados
y no programados31, o estructurados y no estructurados32.
Las primeras son repetitivas y
rutinarias, con procedimientos
claros, canales de información
determinados, criterios de decisión bien definidos y relaciones causa-efecto predecibles.
Se conoce una secuencia de
operaciones que resuelve el
problema. Es lo que ocurre al
fabricar automóviles, al efectuar cálculos técnicos para diseños normalizados o al manejar una máquina. En cambio,
en el segundo tipo de decisiones no se puede predeterminar
qué hacer, por no disponer de
ningún método para resolver
un problema -que ni siquiera
está bien definido- y tomar
una decisión. Se parte de unos
síntomas que pueden responder a diversas causas y que, ante todo, exigen un correcto
diagnóstico. Son decisiones, en
cierto modo, únicas, generalmente complejas, caracteriza-
Revista Empresa y Humanismo, Vol. II, Nº 2/00, pp. 411-437
RACIONALIDAD ÉTICA EN LAS DECISIONES EMPRESARIALES
das por su incertidumbre y con
información incompleta.
En las decisiones genéricas,
teniendo en cuenta su determinación en el modo de tomar la decisión, la calidad
moral del decisor se manifiesta en aceptarla o rechazarla o
en sugerir cambios, y poco
más. En la decisiones únicas,
en cambio, las cualidades personales del decisor tienen una
importancia primordial. Estas
últimas, requieren unas cualidades personales en quien toma la decisión, que se relacionan con la virtud de la prudencia33. Entre otras, pericia,
apertura de mente, perspicacia, creatividad e imaginación
y sensatez34.
Al tomar decisiones de forma reflexiva se desarrolla un
aprendizaje en el modo de
proceder que proporciona cierta habilidad para tomar otras
decisiones parecidas. Este
aprendizaje es el que convierte
a uno en experto. La pericia
del experto no surge por la repetición mecánica de operaciones, sino por la reflexión
sobre lo que se hace y el intento de hacerlo cada vez mejor.
No viene de la antigüedad en
el cargo, ni de la repetición rutinaria, sino de la resolución
reflexiva de problemas singulares.
La apertura de mente ayuda a
aprender del pasado, cambiar
perspectivas y escuchar y valorar opiniones, sugerencias,
comportamiento y comentarios de otros. La perspicacia lleva a observar la realidad descubriendo necesidades, problemas o nuevas oportunidades.
Otras cualidades que hace
falta tener desarrolladas para
tomar decisiones únicas son la
creatividad, para generar soluciones, y la imaginación, que
hace ver lo que todavía no
existe pero podría existir y ser
eficaz para solucionar un determinado problema.
Especial importancia reviste
la sensatez para descubrir qué
es lo más conveniente en cada
situación. La sensatez ayuda a
emitir juicios valorativos apropiados, de modo que se distinga lo relevante de lo irrelevante, lo importante de lo accesorio, lo justo de lo injusto, lo
bueno de lo malo y para buscar
la mayor excelencia posible en
cada momento. Sensatez es
firmeza y equilibrio de juicio,
sin dejarse llevar del estado de
ánimo ni de la última impresión. Estrechamente unida a la
sensatez está la sabiduría prác-
Revista Empresa y Humanismo, Vol. II, Nº 2/00, pp. 411-437


DOMÈNEC MELÉ
tica, que ayuda a discernir lo
bueno de lo malo en su sentido más profundo.
Todo esto, al confirmar la
singularidad y carácter personal de las decisiones, reafirma
la importancia de la ética de
primera persona.
APORTACIONES
AJENAS EN LA TOMA
DE DECISIONES
de las
éticas de “tercera persona” no significa
prescindir del parecer ajeno.
Por el contrario, una correcta
deliberación lleva a buscar informaciones relevantes, conocimientos técnicos y sabiduría
práctica de otras personas. En
dirección de empresas es manifiesta la imposibilidad del
directivo de verificar por sí
mismo toda la información
que le llega y la necesidad de
aconsejarse en asuntos que
desconoce, o de los que duda.
Se hace necesario entonces conocer quién es la persona más
idónea para consultar y saber
si lo que le recomiendan es lo
mejor. Es necesario juzgar si
alguien es o no creíble para
aceptar sus apreciaciones, recomendaciones, consejos o
mandatos. Eso tiene también
L
A SUPERACIÓN
que ver con la racionalidad directiva.
Para llevar a cabo este juicio
hay que comprobar que quien
aconseja es competente en la
materia objeto de consulta o
que la información recibida es
verdadera. Pero, eso no basta.
Hay que cerciorarse también
de la rectitud de intención de
la persona que aconseja. Hay
que saber si su consejo busca
sólo sus intereses particulares
o si recomienda lo que entiende que es mejor para quien lo
recibe.
Del conocimiento y trato
con las personas surge la confianza o la desconfianza en
ellas. Se llega al convencimiento de que dicen la verdad
y sus actuaciones buscan favorecernos, o quizá todo lo contrario. Hay una confianza calculada o funcional, como la
que se considera en la teoría de
juegos, que es propia de la racionalidad instrumental, pero
hay otra confianza que surge
del conocimiento de las personas y de su modo de actuar a
lo largo del tiempo. Es una
confianza que descubre la racionalidad prudencial valorando la competencia en la materia y la intención de quien presenta la información o a quien
se acude en busca de consejo.
Revista Empresa y Humanismo, Vol. II, Nº 2/00, pp. 411-437
RACIONALIDAD ÉTICA EN LAS DECISIONES EMPRESARIALES
Hay, pues, un conocimiento
por creencia que surge de la
confianza o crédito que alguien nos merece. Estos conocimientos no siempre son evidentes en sí mismos (en realidad, pocas cosas hay que lo
sean), pero tampoco pueden
ser algo absurdo u opuesto a la
razón. De otro modo, obviamente, ya no estaríamos ante
algo racional, sino ante una actitud crédula, desprovista de
fundamento racional de credibilidad.
La fe y la teología moral entran en la toma de decisiones a
través del conocimiento por
creencia35. Coinciden con la
razón y la sabiduría práctica al
confirmar la necesidad de lograr un verdadero desarrollo
humano. Además, amplían los
horizontes con la llamada a seguir, imitar e identificarse con
Cristo36. En otras palabras, la
moral cristiana viene a enriquecer la racionalidad para
orientar correctamente la acción.
Aparte del consejo que se
pueda pedir, en la empresa, como en otros ámbitos, con frecuencia las decisiones implican
el concurso de otros para su
aprobación o ejecución. Por
ello es necesario saber escuchar y valorar qué aportan los
demás, ya sea para refutarlo o
para confirmarlo. No sería
prudente encerrarse en uno
mismo sin escuchar el parecer
de los demás, especialmente
cuando por sus conocimientos
y situación están en condiciones de tomar parte en una
buena decisión.
Atendiendo a la ejecución,
las decisiones han de poderse
argumentar de un modo convincente y transmitirlas con
claridad y persuasión, aunque
sin subordinar la verdad a la
persuasión. En este sentido,
como ya advertían los clásicos,
el ejercicio retórico debe ser
veraz pero, al mismo tiempo,
ha de considerar la personalidad del oyente y el modo de
expresarse, sin limitarse a una
mera transmisión de información.
A MODO DE
CONCLUSIÓN
A TOMA DE decisiones
es uno de los puntos
cruciales de la actividad empresarial. A veces se olvida que en toda decisión empresarial, y en general en toda
decisión humana, hay un aspecto ético primordial. No
considerarlo sería ignorar la
realidad en aquello que más
L
Revista Empresa y Humanismo, Vol. II, Nº 2/00, pp. 411-437


DOMÈNEC MELÉ
atañe a las personas y a su desarrollo humano y también al
propio funcionamiento de la
empresa.
En buena lógica, una decisión ha de tomarse después de
una adecuada deliberación que
incluya juicios morales, técnicos, económicos y políticos.
Una recta ordenación exige,
además, que lo instrumental se
someta a lo conveniente -y no
al revés- y lo conveniente lo
sea respecto al bien humano,
ya que sólo eso es lo verdaderamente conveniente.
Los juicios morales han de
ser racionales, y no sentimentales. Los sentimientos pueden
dar una primera pauta, pero no
han de ser el único ni el más
importante criterio para evaluar la calidad moral de una
acción.
Por otra parte, la racionalidad que emplean las teorías
éticas de “tercera persona”, cuyos juicios son impersonales y
no consideran la prudencia o
sabiduría práctica de quien decide, o la singularidad de cada
situación. Ciertamente hay
principios universales y acciones intrínsecamente malas,
que llevan a toda persona sensata a excluir alternativas de
acción por ser moralmente ilícitas, pero para decidir bien
hay que tratar de determinar
qué es lo mejor atendiendo
tanto a los principios universales como a las condiciones particulares de cada decisión.
Revista Empresa y Humanismo, Vol. II, Nº 2/00, pp. 411-437
RACIONALIDAD ÉTICA EN LAS DECISIONES EMPRESARIALES
NOTAS
1 Mintzberg, Henry; Rasinghani,
Duru y Théarêt, André (1976), “The
structure of unstructureddecision
processes”, Administrative Science
Quarterly, vol. 21, p. 246.
2 Hume, David (1738), Treatise on
the Human Nature, III, 1, 2.
3 Smith, Adam (1941), Teoría de los
sentimientos morales, El Colegio de
México, México.
4 MacIntyre, Alasdair (1987), Tras la
virtud, Editorial Crítica, Barcelona,
pp. 19ss.
5 Guillén, Manuel (2000), “El lugar
de la ética en la dirección de empresas. Los retos de la racionalidad”,
Empresa y Humanismo, vol II, nº 1,
pp. 75-108.
6 Cf. Matthews, John B., et al.
(1985), Policies and Persons. A Casebook in Business Ethics, McGraw-Hill,
Nueva York, pp. 301 ss. y Woffman,
W. Michael (1995), “The Ford Pinto”, en W. M. Woffman y R. F. Federick, Business Ethics. Readings and Cases in Corporate Morality, 3ª ed., McGraw-Hill, Nueva York, pp. 552 ss.
7 En otras palabras, lo verdaderamente conveniente no siempre coincide con aquello por lo que se siente
interés. Si lo que rige la racionalidad
instrumental es un interés contrario
al bien humano, entonces la racionalidad directiva ya no dirigirá bien: será una “directividad distorsionada” y,
en consecuencia, dejará de ser una
verdadera racionalidad directiva.
8 (1994), Ética a Nicómaco, 6ª ed.,
Centro de Estudios Constitucionales,
Madrid, lib. II, art. 1, 1103a-b. Trad.
M. Araujo y J. Marías.
9 Ibidem.
10 Ética a Nicómaco, op. cit., VI, 5,
1140b.
11 Ibidem.
12 Así se observa, por ejemplo, en un
libro reciente publicado por profesores de la Harvard Business School
(Hammond, John S., Keeney, Ralph
L. y Raiffa, Howard (1999), Smart
Choices (1999), A practical Guide to
Making Better Decisions, Harvard Business School Press, Boston) que recoge lo mejor de los últimos cien
años en la enseñanza y los escritos sobre la toma de decisiones. Es un libro
elogiable por su claridad, rigor y sencillez, pero en el que nada dice acerca
de la calidad moral de la decisión.
Sólo se dan recomendaciones para
ayudar a decidir lo más conveniente
según las preferencias que tenga
quien decide.
13 Aristóteles ya observaba que “lo
que hay que hacer después de haberlo
aprendido, lo aprendemos haciéndolo; por ejemplo, nos hacemos constructores construyendo casas y citaristas tocando la cítara. Así también,
practicando la justicia nos hacemos
justos, practicando la templanza,
templados, y practicando la fortaleza,
fuertes” (Ética a Nicómaco, op. cit., II,
1, 1103a-b).
14 Ética a Nicómaco, op. cit., VI, 5,
1140a.
15 Tomás de Aquino (1983), Comentario a la Ética a Nicómaco, Ediciones
CIAFIC, Buenos Aires, VI, III, n.
Revista Empresa y Humanismo, Vol. II, Nº 2/00, pp. 411-437


DOMÈNEC MELÉ
1158. Traducción y nota preliminar
Ana Maria Mallea.
Etica en la actividad financiera, Eunsa,
Pamplona.
16 Ver, Grisez, Germain (1965),
“The First Principle of Practical Reason: A Commentary on the Summa
Theologiae, 1-2, Question 94, Article
2”, Natural Law Forum, vol. 10, pp.
168-20; Finnis, John (1980), Natural
Law and Natural Rights, Clarendon
Press, Oxford, pp. 19, 33-48; Grisez,
German (1983), The Way of the Lord
Jesus. Vol. One: Christian Moral Principles, Franciscan Herald Press, Chicago, pp. 104-106; Grisez, Germain y
Shaw, Russell (1993), Ser persona.
Curso de ética, Rialp, Madrid, pp. 7989.
20 Anscombe, G. Elisabeth M.
(1958), “Modern Moral Philosophy”,
Philosophy, vol. 33, reproducido en
Crisp, Roger y Slote, Michael (eds.)
(1997), Virtue Ethics, Oxford University Press, Oxford.
17 Para ello emplean una original interpretación de un artículo de la Suma Teológica de Santo Tomás de
Aquino (I-II, q. 94, a.2) en el que,
entre otras cosas, afirma que “el bien
es lo primero que se alcanza por la
aprehención de la razón práctica”
(cuerpo de dicho artículo).
18 Veatch, Henry (1980-1981), “Natural Law and the ‘Is’-‘Ought’ Question”, Catholic Lawyer, vol. 26, pp.
251-265; Bourke, Vernon (1981),
“Review of “Natural Law and Natural Rights” by John Finnis”, The American Journal of Jurisprudence, pp. 247259; Hittinger, Russell (1987), A Critique of the New Natural Law Theory,
University of Notre Dame Press, Notre Dame; MacIntyre, Alasdair
(1990), Three Rival Versions of Moral
Enquiry, Notre Dame Press University, Notre Dame, pp. 133-135.
19 Para una discusión más detallada
de este punto, ver Melé, Domènec y
Fernández, Pablo (1998), “Teoría de
la dirección financiera y misión de la
empresa”, en Melé, Domènec (ed.),
21 MacIntyre, Alasdair (1987), Tras
la virtud, Editorial Crítica, Barcelona.
22 Pérez López, Juan A. (1993),
Fundamentos de la dirección de empresas, Rialp, Madrid, p. 179.
23 Para una presentación más detallada y asequible a no especialistas en
ética puede verse Fontrodona, Juan,
Guillén, Manuel y Rodríguez, Alfredo (1998), La ética que necesita la empresa, Unión Editorial, Madrid.
24 Grisez, Germain y Shaw, Russell
(1993), Ser persona. Curso de ética,
Rialp, Madrid, p. 70. Una discusión
de la posición contraria puede verse
en esta misma obra, en las páginas siguientes a la cita presentada en el
texto.
25 Ética a Nicómaco, op. cit., VI, 5,
1140a.
26 A nuestro juicio, como ya hemos
señalado en otras ocasiones, la ética
empresarial es, ante todo, excelencia
moral en la empresa. Lo más característico de los principios morales no
consiste en constituir una barrera para los negocios: más que evitar algunos males se orientan a conseguir los
mejores resultados posibles (Melé,
Domènec (1991), “Ética y empresa”,
Información Comercial Española, vol.
691, pp. 122-134; Melé, Domènec
(1995) “Dimensión ética de la estra-
Revista Empresa y Humanismo, Vol. II, Nº 2/00, pp. 411-437
RACIONALIDAD ÉTICA EN LAS DECISIONES EMPRESARIALES
tegia empresarial”, Boletín AECA,
35). En esta misma línea se sitúa Solomon (Solomon, Robert C. (1992),
Ethics and Excellence. Cooperation and
Integrity in Business, Oxford University Press, Nueva York), aunque con
un enfoque con el que no coincidimos plenamente. La primacía de la
acción positiva queda bien reflejada
en las siguientes palabras del filósofo
Leonardo Polo: “Por los primeros
principios el hombre conoce su puesto en la realidad y desde allí se da
cuenta, ante todo de que debe tener
iniciativa. A veces se dice que el principio que se conoce como la sindéreris es ‘haz el bien y evita el mal’. Prefiero formular este principio simplemente así: ‘Haz el bien, actúa’; actúa
todo lo que puedas y mejora tu actuación. El mal, ya se sabe, está prohibido. Evitar el mal es un no, pero la negación no es lo primero en moral.”
(Polo, Leonardo (1996), Ética: Hacia
una versión moderna de los temas clásicos, Unión Editorial, Madrid, p. 163).
27 Ansoff, H. Igor (1969), Business
Strategy, Penguin, Harmondsworth.
28 Mintzberg, Henry (1987), “Crafting Satrategy”, Harvard Business Review, July/Aug., pp. 66-75.
29 Llano, Carlos, “El trabajo directivo y el trabajo operativo en la empresa”, en Llano, C. et al. (1990), La vertiente humana del trabajo en el empresa,
Rialp, Madrid.
30 Drucker, Peter (1967), The Effective Executive, Harper & Row, Nueva
York.
31 Cf. Simon, Herbert (1960), The
New Science of Management, Harper
& Row, Nueva York, p. 6.
32 Cf. Mintzberg, Henry, Rasinghani, Duru y Théarêt, André (1976),
“The Structure of Unstructured Decision Processes”, Administrative
Science Quarterly, vol. 21, pp. 246275.
33 Sobre esta virtud, ver Sellés, Juan
F. (1999), La virtud de la prudencia según Santo Tomás de Aquino, Cuadernos de Anuario Filosófico, Pamplona.
34 En la siguiente descripción sigo,
en parte, a Carlos Llano (1998), La
enseñanza de la dirección y el método del
caso, Ipade, México, pp. 8 ss).
35 Las verdades de la fe y de la moral
se aceptan por la confianza que merece su origen. La fe y la moral cristiana
tienen su origen en la Revelación
contendida en la Sagrada Escritura y
la Tradición e interpretada auténticamente por el Magisterio de la Iglesia
(Cf. Concilio Vaticano II, Const. Dei
Verbum, (18 Nov. 1963), nº 10, 34º
ed., BAC, Madrid, 1979). Quienes
tienen la fe cristiana aceptan seguir a
Cristo, que es “el fundamento esencial y original de la moral cristiana”,
adhiriéndose a la persona misma de
Jesús ( Juan Pablo II (1993), Veritatis
Splendor (6 agosto 1993), nº 19. Palabra, Madrid), quien “pide que le sigan
y le imiten en el camino del amor, de
un amor que se da totalmente a los
hermanos por el amor de Dios” (Ibidem, nº 20), hasta hacerse conforme
a Él, lo cual es fruto del Espíritu Santo (Ibidem, nº 21).
36 Sobre la armonía entre fe y razón
puede verse, Juan Pablo II (1998), Fides et Ratio (14 septiembre 1998), Palabra, Madrid.
Revista Empresa y Humanismo, Vol. II, Nº 2/00, pp. 411-437

HUMANIZAR EL
MERCADO: PROPUESTAS
PARA LA SOCIEDAD
POSTINDUSTRIAL
STEFANO ZAMAGNI*
Este ensayo se propone dar una contestación a un doble interrogante. Por
un lado, qué significa hoy en día humanizar la economía, es decir, ¿es posible
concebir una sociedad de mercado en la que los individuos de la sociedad civil,
portadores de cultura, puedan perseguir objetivos libremente elegidos? Y por
otro, ¿qué vía seguir para que este objetivo se pueda conseguir?
Palabras clave: mercado, sociedad civil, economía civil, humanización.
¿
ES POSIBLE humanizar
la economía? Y si así
fuese, ¿qué camino habría que recorrer para hacer
creíble un eventual proceso de
transición? En las condiciones
históricas del momento, el
único modelo de economía
existente es el del mercado, ya
que ni la economía planificada, ni la celebre economía
mixta constituyen alternativas
dignas de tenerse en cuenta.
El interrogante planteado
puede formularse también en
los siguientes términos: ¿es
posible humanizar el mercado? Dicho de otra forma, ¿tiene sentido esforzarse en configurar un modelo de mercado,
entendido como institución
social y no como mero mecanismo económico, capaz de
incluir, por lo menos de modo
tendencial, a todos los hombres
y de valorar (en el sentido de
dar valor) a todo hombre, con
sus múltiples dimensiones?
* Stefano Zamagni es profesor de Economía Política en la Universidad de Bolonia, Adjunct Professor en la John Hopkins University y profesor visitante en la Universidad L. Bocconi de Milán.


STEFANO ZAMAGNI
Las apremiantes invitaciones de Juan Pablo II parecen
dar una contestación afirmativa a esta pregunta. El Pontífice
escribe en la Bula de Indicción
del Año Santo 2000, Incarnationis Mysterium: “una de las
finalidades del Jubileo es contribuir a crear un modelo de economía al servicio de la persona” (nº 12, cursiva propia). Este texto tiene algo verdaderamente excepcional: no había
ocurrido nunca, en su larga
historia, que un Pontífice hubiese planteado como finalidad de un jubileo –y no como
su consecuencia indirecta– una
función similar. De manera
aún más explícita, en el mensaje papal de 1 de Enero de
2000, titulado Paz en la tierra
a los hombres que ama el Señor,
puede leerse: “En esta perspectiva es preciso interrogarse
también sobre el creciente disgusto que, hoy en día, muchos
estudiosos y expertos en Economía sienten cuando reflexionan sobre el papel del mercado, sobre su invasora dimensión monetario-financiera, sobre el distanciamiento entre lo
económico y lo social. Tal vez
ha llegado el momento de hacer una nueva y exhaustiva reflexión sobre el sentido de la
economía y sus fines. Quisiera
invitar a los estudiosos de la
economía, a los trabajadores
del sector, así como a los responsables políticos, a que tomen conciencia de que es urgente que la praxis económica
y las medidas políticas aspiren
al bienestar de cada hombre y
de toda la humanidad” (nos. 15
y 16). La novedad sorprendente de este texto se encuentra
en la invitación que hace el
Papa a discutir el problema en
el ámbito de sus fundamentos
teóricos, o mejor, de sus presupuestos culturales. En otras
muchas ocasiones, al tratar
cuestiones socio–económicas,
el actual Pontífice había denunciado fallos, injusticias y
carencias de la economía de
mercado, aunque siempre quedándose en el interior, por decirlo de algún modo, del “universo cultural”. Esta vez, el
mensaje, dirigido de modo
significativo y explícito a los
estudiosos y expertos de la
ciencia económica, anima a
una “nueva y exhaustiva reflexión sobre el sentido de la economía y de sus fines”.
Es en este sentido como deben leerse las páginas que siguen, que tienen un doble propósito. Por un lado, hacer una
crítica –aunque sea sintética–
de las dos concepciones de
Revista Empresa y Humanismo, Vol. II, Nº 2/00, pp. 439-467
HUMANIZAR EL MERCADO. PROPUESTAS PARA LA SOCIEDAD POSTINDUSTRIAL
mercado dominantes hoy en
día: la del mercado como un
mal necesario y la del mercado
como un instrumento para solucionar el problema político.
Por otro, aportar argumentos a
favor de la tesis de que es posible acordar que la economía
civil es la vía más idónea para
humanizar el mercado. El carácter expositivo de este texto,
intenta, por una parte, conjurar el peligro de caer en la tentación de ir más allá de la realidad y convertirse en utopía, y,
por otro, de quedarse en mero
pesimismo y resignación.
DOS CONCEPTOS
ALTERNATIVOS DE
MERCADO
OMO SE HA anticipado en la introducción,
una vez constatada la
inviabilidad de reeditar el antiguo modelo de economía mixta, aunque se ponga al día, son
dos las concepciones de mercado que hoy pugnan por la
victoria en los ámbitos cultural
y político1. La primera se refiere al concepto de mercado como “mal necesario”, o sea, como institución de la que no se
puede prescindir porque es garantía de progreso y de éxito
económico, aunque en sí mis-
C
ma es un “mal” del que hay
que protegerse y al que, por
tanto, hay que tener bajo control poniéndole límites. Esta
es la posición adoptada por los
teóricos de la “tercera vía”, para quienes es necesario separar
la esfera de la economía del
resto de la sociedad, y utilizar
la primera como instrumento
de la segunda. En esta línea se
encuentra la proposición central del documento suscrito
por T. Blair y G. Schröeder en
el mes de junio de 1999, Europe, the Third Way: “Apoyamos
la economía de mercado, pero
no la sociedad de mercado”.
La segunda concepción del
mercado alude a éste como
medio de resolver los problemas políticos (el concepto de
mercado entendido únicamente como economía privada). Se
trata de una visión en sintonía
con el espíritu –aunque casi
nunca con la praxis– del liberalismo clásico, que puede entenderse como la solución al
problema político a través de
los medios económicos.
El reto actual consiste en
superar estas dos visiones antagónicas del mercado, ambas
reductoras y limitantes, aunque por razones distintas. Se
trata, por tanto, de inventar
–según la acepción latina del
Revista Empresa y Humanismo, Vol. II, Nº 2/00, pp. 439-467


STEFANO ZAMAGNI
término– un modelo de mercado que funcione como estructura civilizadora de la sociedad, que sirva para humanizar la economía. Por humana
entiendo una economía capaz
tanto de incluir a toda la humanidad como de valorar al
hombre en sus múltiples dimensiones. Significa que hay
que concebir el mercado no
solamente como un mecanismo, sino también como un
mundo vital que ha de cumplir
tres funciones interrelacionadas. En primer lugar, ser una
institución capaz de producir
riqueza de manera eficiente y
de redistribuirla de acuerdo
con los cánones de equidad fijados en el ámbito político. En
segundo término, ser un lugar
en el que puedan operar también, de manera autónoma e
independiente, aquellos sujetos económicos que, aunque
no tengan como fin el beneficio, estén igualmente en posición de generar valor, o sea, riqueza. La tercera función concibe el mercado como espacio
en el que el consumidor es ciudadano, es decir, portador de
derechos respecto al producto
de la actividad económica
–bien o servicio– y al proceso
que conduce a dicho producto.
Es un hecho que hoy en día, a
igual calidad, el precio no es el
único factor determinante para
los consumidores. De ello da
prueba el llamado consumo
crítico, que afecta a las empresas que en sus procesos de producción pisotean los derechos
fundamentales del hombre.
(Piénsese en recientes campañas de boicot a ciertas compañías).
Antes de continuar, es necesario explicitar las razones por
las que los dos conceptos de
mercado arriba indicados me
parecen inaceptables. En primer lugar, ¿por qué resulta peligroso separar la economía de
mercado de la sociedad de
mercado? Como observa Dahrendorf, en un mundo como el
actual, en el que conviven distintos modelos de capitalismo
–recuérdese la famosa tipología de M. Albert– así como
diferentes formas de socialdemocracia, resulta conceptualmente impropio e irresponsable hablar de tercera vía. No es
suficiente afirmar, como Giddens2, que la tercera vía contiene seis áreas de realización:
una nueva política relacionada
directamente con la ciudadanía; una política económica de
inversiones sociales centrada
en la oferta; nuevas relaciones
entre estado, mercado y socie-
Revista Empresa y Humanismo, Vol. II, Nº 2/00, pp. 439-467
HUMANIZAR EL MERCADO. PROPUESTAS PARA LA SOCIEDAD POSTINDUSTRIAL
dad civil; un nuevo bienestar
basado en el equilibrio entre
riesgo y seguridad; una modernización ecológica más intensa, y en último lugar, fuertes iniciativas transnacionales.
De hecho, la primera o la segunda vía podrían tener esos
mismos objetivos, en caso de
que se especificase el modelo
más apropiado para llevarlos a
cabo. Prueba de ello es que, sin
conocer la fuente, un lector difícilmente podría notar las diferencias entre los programas
políticos de Aznar en España
y los de Blair en el Reino Unido.
En segundo lugar, una afirmación como “el estado no debe remar, pero sí estar al timón”, recogida en el documento de Blair y Schröeder
anteriormente citado, constituye una toma de posición decisiva en contra del concepto
de Estado–emprendedor, es
decir, del Estado asistencial
más allá de las intenciones y,
por otro lado, oculta el riesgo
de dirigismo. (En la época de
la globalización, los riesgos de
autoritarismo, innatos al diseño de toda transformación
tecnológica guiada por sistemas autorregulados, son ya un
hecho: piénsese en el modo en
que instituciones como el
Consejo de la OTAN, el Fondo Monetario Internacional, el
Consejo de Ministros de la
UE, etc. toman sus decisiones,
sin que haya un verdadero
control democrático). Es obvio
que quien está al timón traza
las rutas, una tarea que corresponde –según la perspectiva
personalista– a la sociedad civil.
Pero hay más. El argumento
principal que sostiene la tesis
“sí a la economía de mercado,
no a la sociedad de mercado”
es la lucha contra las desigualdades: solamente un fuerte intervencionismo redistributivo
por parte del Estado puede reducir el abismo entre los individuos y los grupos sociales.
Sin embargo, las cosas no son
así. Las desigualdades económicas en los países avanzados,
que se habían reducido a partir
de 1945, han vuelto a crecer
escandalosamente durante los
últimos veinte años y no hay
ningún signo de inversión en
esta tendencia. Entre otras,
hay que buscar las causas en
las nuevas tecnologías, en la
competencia exacerbada en los
mercados globales o en la
fuerte terciarización de la economía actual. Pero la cuestión
no es ésta; se trata más bien de
saber por qué hoy en día las
Revista Empresa y Humanismo, Vol. II, Nº 2/00, pp. 439-467


STEFANO ZAMAGNI
desigualdades siguen creciendo, a pesar de las intervenciones estatales en la economía.
(En el caso de Italia, el Estado
es intermediario de aproximadamente el 50% de la riqueza
generada en el país, y es sabido
que la presión fiscal ha alcanzado niveles máximos, un 44%
aproximadamente).
Una reciente investigación
de Richard Posner, que ha
analizado la correlación entre
las medidas de estabilidad política y las de reducción de las
desigualdades en Estados Unidos, perfila una posible respuesta en este sentido. Para
Posner, la estabilidad política
es un objetivo que no se alcanza con la redistribución sino
con el crecimiento económico.
La permanencia de un gobierno viene determinada mucho
más por su capacidad de acrecentar el nivel de riqueza, que
por su habilidad para redistribuirla de modo ecuánime entre los ciudadanos. Tristemente, la realidad demuestra que
los pobres –los marginados, los
discriminados– no votan, no
tienen voz que les represente.
Mientras no se defrauden las
expectativas de los ciudadanos
respecto al crecimiento del
PIB, y hasta que su número no
supere un cierto umbral críti-
co, las desigualdades sociales,
aunque sean fuertes, no pondrán en peligro la estabilidad
política. El estancamiento es
hoy en día el verdadero peligro
para la estabilidad de los gobiernos. Esto explica por qué,
por ejemplo, una sociedad como la americana tolera más de
35 millones de pobres en sentido absoluto (aproximadamente el 15% de la población)
–que son aquellos cuyo nivel
de ingresos no sobrepasa la línea de la pobreza– y aproximadamente 45 millones de
ciudadanos sin ningún tipo de
cobertura ni seguro sanitario.
Mutatis mutandis, la situación
italiana y la europea en general
son también preocupantes. Por
ese motivo no tiene sentido
contraponer la sociedad de
mercado a la economía de
mercado, si con ello se quiere
expresar que “el mercado produce riqueza, pero no genera
ni solidaridad, ni valores, ni
objetivos, ni significados. El
capitalismo es una fuerza que
se mueve, pero que no se sabe
a dónde va”, como afirmó L.
Jospin en un seminario que tuvo lugar en Florencia en noviembre de 1999. Si nos obstinamos en pensar que la redistribución tiene que ser una tarea exclusiva del Estado, reali-
Revista Empresa y Humanismo, Vol. II, Nº 2/00, pp. 439-467
HUMANIZAR EL MERCADO. PROPUESTAS PARA LA SOCIEDAD POSTINDUSTRIAL
zada solamente a través de la
imposición fiscal, asistiremos
inertes y tal vez hipócritamente desconsolados al aumento
de las desigualdades y de las
injusticias. Esta es la razón por
la que es necesario intervenir
también en la producción de la
riqueza y no solamente en su
redistribución; si no será demasiado tarde.
Esta última consideración
da pie a una tercera crítica a la
idea del mercado como un mal
necesario, como un lugar en el
que los individuos sólo se
mueven por el interés privado,
y por él están dispuestos a todo, tal como sucedía en la selva de la que hablaba Hobbes:
mors tua, vita mea. Esta teoría
niega que en el mercado pueda
haber sitio para comportamientos de otro tipo, inspirados en valores diferentes a los
del propio interés. De este
modo, el altruismo no sería
otra cosa que un egoísmo enmascarado o, como máximo,
un egoísmo iluminado, en ningún caso mezquino –tal y como había afirmado lapidaria y
cínicamente Nietzsche: “Vuestro vecino alaba la ausencia de
egoísmo porque de ella obtiene un beneficio”. Según esta
visión, quien está dentro del
mercado debe, obligatoria-
mente, buscar el embeleco, el
engaño, la explotación y otros
vicios. (Nótese que aquí no se
discute si en contextos especiales o en periodos históricos
determinados, el mercado ha
funcionado o no de manera
morbosa o perversa; sino si la
institución del mercado, para
funcionar, debe incorporar necesariamente la norma hobbesiana).
Este modo de pensar ha
conducido a una doble consecuencia negativa. Si la sola
motivación que induce a los
individuos a actuar en el mercado es la búsqueda del interés
privado, está claro que el único
juicio de valor al que éste puede someterse es el de la eficiencia, o sea, si admite o no la
máxima realización posible de
los intereses de aquellos que
toman parte en él. No es posible atribuir al mercado otros
fines, como la justicia económica. Pero es evidente que
cuanto más se difunde esta
idea entre los individuos, más
se les induce a actuar según ese
canon: un efecto de contagio
descrito por sociólogos y antropólogos. La otra consecuencia negativa es la atribución al Estado de la tarea de
reordenar la realidad según el
principio de moralidad. Si el
Revista Empresa y Humanismo, Vol. II, Nº 2/00, pp. 439-467


STEFANO ZAMAGNI
mercado por naturaleza es injusto, no satisface las auténticas necesidades humanas y
tiende inexorablemente a mercantilizar toda relación humana, la moralidad corresponde
solamente a la sociedad política, que debe dar órdenes sobre
lo que hay que hacer y sujetar
fuertemente “el timón”. De
ello resulta que, en vez de sostener que el Estado y el mercado son dos instituciones capaces de perseguir, con distintos métodos, los fines morales
que la sociedad necesita, y en
vez de favorecer la simbiosis
de los elementos positivos de
ambas, se acaba afirmando la
primacía moral de una sobre la
otra: el mercado como mal necesario.
La crítica al concepto liberal–individualista del mercado,
difundido y teorizado por el
pensamiento único del one best
way es, en cierto sentido, similar a la anterior. Como ya he
aclarado3, sus defensores entienden el mercado como una
institución contextualizada
que se basa en un substrato
normativo bien definido. Evidentemente, las normas legales
vigentes no son suficientes para regular la interacción económica. La cultura y la competencia –“los dos agentes de-
terminantes del mercado”, según la expresión de J. S. Mill–
actúan de acuerdo con las necesidades y dentro del cuadro
normativo existente. Está claro
que el peso específico de estos
dos agentes no ha sido el mismo durante los distintos momentos históricos: en las sociedades tradicionales (en buena parte, las pre-capitalistas),
el agente con más pujanza es
la cultura (entendida como
conjunto de normas sociales y
convenciones); mientras que
en las sociedades modernas,
las fuerzas que prevalecen son
las competitivas, en la medida
en que éstas acaban por erosionar de manera progresiva la
actividad económica basada en
convenciones y normas sociales. Esta teoría prevé, por tanto, que conforme pasa el tiempo, la competencia regulará las
relaciones económicas casi integralmente. Podría decirse
que la modernidad, entendida
como una etapa en el proceso
de evolución cultural, tiende
de modo inexorable a sustituir
las relaciones interpersonales
por las leyes anónimas e impersonales del mercado.
Naturalmente, los partidarios de la one best way tienen
también que admitir que esa
sustitución nunca será com-
Revista Empresa y Humanismo, Vol. II, Nº 2/00, pp. 439-467
HUMANIZAR EL MERCADO. PROPUESTAS PARA LA SOCIEDAD POSTINDUSTRIAL
pleta. La “competencia” jamás
podrá reemplazar por completo a la “cultura”, pues siempre
existirán ámbitos de actividad
económica en los que no funcionará el principio de intercambio que regula las transacciones de mercado, tal y como
se describe en los manuales.
Siempre quedará en pie, incluso en la más moderna sociedad de mercado, una esfera
de relaciones económicas regulada por las convenciones y
normas sociales, con independencia de que se hagan o no a
través del mercado. Se trata de
la esfera de actividad propia
del sector no lucrativo. De todas maneras, será una esfera
de relaciones con carácter residual, de escasa importancia
cuantitativa y que no cuestionará la lógica de funcionamiento de la competencia.
Tanto es así que, cuando las
organizaciones sin ánimo de
lucro sobrepasan un determinado umbral y salen de su
propio nicho, comienzan a tener dificultades: sus beneficios
fiscales y su actividad se reducen, y se les pone bajo tutela
política o mercantil.
Existen algunos valores –tal
y como reconocen los partidarios de la línea de pensamiento
individualista– que el mercado
debe tener en cuenta y que son
necesarios tanto para su existencia como para su correcto
funcionamiento. Piénsese en
valores como la libertad, la honestidad y la confianza. Ciertamente, sin libertad para la
iniciativa empresarial y sin libertad de intercambio, el mercado no podría existir. Del
mismo modo, si los agentes
económicos no respetasen los
compromisos adquiridos ni las
normas legales vigentes y, sobre todo, si no se estableciera
entre ellos una tupida red de
relaciones de confianza, el
mercado no podría prosperar.
Además, estos presupuestos
deben existir antes de que el
mercado empiece a actuar, y
constituyen un patrimonio indestructible al paso del tiempo.
La one best way no ha surgido de la duda sobre si el proceso de mercado podría terminar erosionando los valores en
los que se basa y sin los que
ninguna economía de mercado
podría permanecer. Por ejemplo, si los resultados del mercado conculcan los más elementales criterios de justicia
distributiva, ¿podría pensarse
que la honestidad y la confianza siguen constituyendo el soporte del mercado? San Agus-
Revista Empresa y Humanismo, Vol. II, Nº 2/00, pp. 439-467


STEFANO ZAMAGNI
tín aporta en este sentido una
respuesta convincente y con
extraordinaria frescura: “¿Qué
es una comunidad de ciudadanos sino una multitud de personas unidas entre sí por el
vínculo de la concordia? En el
estado, lo que los músicos llaman armonía, es la concordia:
la concordia civil no puede
existir sin la justicia” (Civ. Dei,
2,21). De hecho, ¿por qué los
agentes económicos confían
unos en otros y respetan los
compromisos contractualmente adquiridos, si tienen conciencia de que el juego de
mercado es manifiestamente
injusto? ¿Qué les sucede a los
que, por una razón u otra, no
consiguen tomar parte en el
juego del mercado o quedan
fuera de él por haber perdido o
por estar demasiado lejos de
los vencedores?
La solución que se propone
está en el conocido modelo dicotómico de orden social, según el cual el Estado se identifica con el lugar común de los
intereses públicos (o sea de la
solidaridad) y el mercado con
lo privado (o sea, con la persecución de los objetivos individuales). En la esfera pública, el
Estado es quien debe ocuparse
de la solidaridad en favor de
los que no consiguen seguir el
ritmo de los vencedores: para
ello se necesita el welfare, que
tiene que ser selectivo y no
universalista. En el ámbito
privado, el mercado debe ocuparse de la eficiencia, de la
producción de riqueza en condiciones óptimas o, como mucho, de la filantropía o de la
“caridad”.
¿Qué es lo que no se mantiene en pie en esta representación, aparentemente persuasiva, de las sociedades de mercado? En primer lugar, no es
cierto que cuanto mayor sea la
extensión del mercado mayor
será el bienestar de todos. Es
decir, no es verídica la metáfora que afirma que “cuando la
marea sube, levanta todos los
barcos”. Ésta es la imagen preferida por los principales exponentes de la más reciente
elaboración liberal–individualista. Ellos piensan que al ser
el bienestar de los ciudadanos
una función de la prosperidad
económica, y al estar esta última ligada a la extensión de las
relaciones de mercado, la verdadera prioridad de la acción
política consistirá en asegurar
unas condiciones fiscales favorables y una adjudicación óptima de los derechos de propiedad que garanticen el florecimiento de los mercados. Des-
Revista Empresa y Humanismo, Vol. II, Nº 2/00, pp. 439-467
HUMANIZAR EL MERCADO. PROPUESTAS PARA LA SOCIEDAD POSTINDUSTRIAL
de este punto de vista, en el
momento en que el estado social redistribuye la riqueza,
quedándose fuera de los mecanismos de su producción,
cuanto más voraz sea (generando graves efectos distorsionadores en el mercado), y
cuanto más se utilicen sus instrumentos con fines políticos
(alterando de este modo la
normal dialéctica democrática), mejor actuará como factor
de crecimiento económico. De
aquí la sugerencia de que el
sistema de welfare se ocupe solamente de aquellas personas a
las que la competencia del
mercado deja de lado. El resto,
es decir, quienes consiguen
quedarse dentro del círculo
virtuoso del crecimiento económico, deberán velar por sí
mismos por medio de seguros
privados.
¿Por qué semejante línea argumental es débil? Por la sencilla razón de que la igualdad
de oportunidades para todos
es una condición que debe
prevalecer durante toda la vida
de los individuos y no solamente una tantum, en el momento en que entran en el juego económico. Dicho de otra
forma, no es suficiente asegurar la igualdad de oportunidades al principio de la competi-
ción para garantizar a todos
los ciudadanos el disfrute de
idénticas condiciones de libertad. De hecho, la competencia
en el mercado es muy diferente a la deportiva. En esta última, gana el más dotado, el más
hábil, si bien ello no le da derecho a partir de una posición
ventajosa en la siguiente competición: todos salen de idénticas situaciones en cada fase del
juego. No ocurre lo mismo en
la competencia de mercado, en
la que el vencedor de la primera vuelta puede modificar a su
favor las reglas del juego. En
este sentido, la historia económica es generosa en ejemplos:
piénsese en cómo se han formado muchos monopolios y
oligopolios a lo largo del tiempo. La cuestión es que, tal y
como Adam Smith4 había advertido, el emprendedor privado siente aversión por la libre
competencia, pues como individuo sólo puede salir perdiendo de ella. De hecho, la teoría
económica enseña que en los
mercados perfectamente competitivos los beneficios tienden
a desvanecerse a largo plazo. Si
esto no se produce, como de
hecho sucede, es porque los
vencedores momentáneos consiguen modificar las reglas del
juego, creando posiciones fa-
Revista Empresa y Humanismo, Vol. II, Nº 2/00, pp. 439-467


STEFANO ZAMAGNI
vorables a sí mismos tanto en
los aspectos legales, como en
los financieros y tecnológicos.
Es decir, los animal spirits de
la economía capitalista abundan en la fase inicial del juego
de mercado, aunque tienden a
apoltronarse en etapas posteriores. En este sentido, lo mejor que el Estado podría hacer
es crear las condiciones más
adecuadas para garantizar una
competencia efectiva entre los
agentes económicos, en vez de
ejercer él mismo como empresario con la ilusión de actuar
como contrapeso. Como se sabe, lo que ha pasado es justamente lo contrario: la colisión,
a menudo tácita y de vez en
cuando patente, entre la economía pública y la privada.
Una vez más, la experiencia
italiana resulta muy elocuente
en este aspecto.
La novedad más preocupante de la era de la new economy
–la economía del conocimiento y de las redes– es la emergencia de una nueva forma de
competencia, la posicional. Su
principal característica es que
“quien gana, lo gana todo, y
quien pierde, lo pierde todo”:
se trata del llamado “efecto superstar”, como lo ha definido
el economista americano
Shermin Rose. No se requiere
mucho esfuerzo para comprender que la igualdad inicial
de oportunidades sirve de muy
poco cuando se está frente a
fenómenos de competencia
posicional. De hecho, los resultados están a la vista de todos: nunca como en estos últimos veinte años se había producido –como ya he mencionado– una explosión similar
de desigualdades sociales horizontales (las que existen entre
un grupo social y otro) y verticales (entre un individuo y
otro), mientras que la riqueza
en el ámbito mundial ha ido
aumentando con unas tasas
nunca vistas hasta ahora. Ésta
es la gran aporía del actual
modelo de desarrollo que el
concepto liberal–individualista
no consigue resolver: el extraordinario crecimiento económico (sostenido aumento de la
riqueza) y el progreso civil (dilatación de los espacios de libertad de las personas) no
consiguen caminar de la mano.
En estas condiciones, el aumento del bienestar (welfare)
no va acompañado por el aumento de la felicidad (well
being). Reducir, o incluso anular, la capacidad de participar
en el juego económico de
quien, por una razón u otra,
queda fuera del mercado, pro-
Revista Empresa y Humanismo, Vol. II, Nº 2/00, pp. 439-467
HUMANIZAR EL MERCADO. PROPUESTAS PARA LA SOCIEDAD POSTINDUSTRIAL
duce un racionamiento de la
libertad que resulta siempre
nocivo para la felicidad de todos.
LA ECONOMÍA CIVIL
COMO ESTRUCTURA
DE HUMANIZACIÓN
DEL MERCADO
¿
QUÉ HACER para que el
mercado vuelva a ser –como lo era en sus principios, en el Renacimiento- un
medio para consolidar el vínculo social, a través de la promoción de políticas de distribución de la riqueza, y de la
creación de un espacio económico en el que los ciudadanos
puedan regenerar aquellos valores (confianza, solidaridad,
simpatía) sin los que el mercado no podría ni existir, ni funcionar bien?5. Buscar respuesta
a esta pregunta significa reconocer, por lo menos implícitamente, que existe una pluralidad de modelos de sociedad de
mercado, cada uno compatible
con una cultura particular, o
sea, con un sistema de valores
compartidos por los individuos. También significa reconocer que la elección del modelo es para la sociedad civil
una cuestión prioritaria y, seguramente, no menos noble
que tratar de adaptar un modelo determinado, heredado
del pasado o importado del
extranjero.
La condición que hay que
satisfacer para contestar positivamente a la pregunta planteada anteriormente es que
pueda establecerse dentro del
mercado –y no fuera o al lado
de él– un espacio económico
formado por individuos cuyo
comportamiento tiene razón
de ser con referencia a un sistema de valores preciso, o sea,
a una cultura bien definida.
Las actividades desarrolladas
en este espacio no pueden separarse del vínculo que las ha
motivado; además, encajan
dentro del comportamiento
económico de la reciprocidad,
entendida en toda la rotundidad de su significado. Esta
aclaración es importante porque, lamentablemente, en mi
país el principio de reciprocidad sigue confundiéndose con
el de intercambio, hasta el
punto de contraponerlo a la
gratuidad o a la donación. Ello
se debe al hecho de que nuestra cultura está tan impregnada de economicismo que cada
vez que se habla de una relación entre dos o más individuos, se piensa inmediatamente en el intercambio: te doy al-
Revista Empresa y Humanismo, Vol. II, Nº 2/00, pp. 439-467


STEFANO ZAMAGNI
go o te hago un servicio y tu
me das el contravalor en dinero o en especie. Solamente de
este modo podemos explicarnos afirmaciones como ésta: “si
el paradigma de la vida fuese
solamente el intercambio, la
perfecta reciprocidad o la onerosidad de toda relación humana, no se podría fundar una
comunidad, sino como mucho
un mercado. La absoluta inadecuación de la vida humana,
de los valores que crean una
comunidad, a cualquier forma
de transacción en cierto sentido económica, coloca la gratuidad y la donación en una
posición central”. Pero el intercambio no puede confundirse con la reciprocidad, cuyo
aspecto esencial es que las
transferencias que genera son
indisociables de las relaciones
humanas: los objetos de las
transacciones son inseparables
de los individuos que las crean;
es decir, en el ámbito de la reciprocidad el intercambio deja
de ser anónimo e impersonal.
En otros textos6, me he detenido a ilustrar las considerables diferencias analíticas que
existen entre el principio de
intercambio, en el que se basa
la esfera de la economía privada, y el principio de reciprocidad, que es la base de la eco-
nomía civil. (La expresión
“economía civil” apareció por
primera vez en el léxico político–económico en 1753, año en
que la Universidad de Nápoles
instituyó la primera cátedra de
Economía del mundo, nombrando como titular a Antonio
Genovesi, cuya obra fundamental se titula Lezioni di economia civile). Aquí me limito a
recordar que la relación de reciprocidad viene dada por un
conjunto de transferencias bidireccionales, cada una de ellas
voluntaria de forma independiente, aunque todas unidas
entre sí. Esa independencia
implica que cada una de las
transferencias es libre en la
medida en que ninguna de
ellas es condición para que se
dé la otra, pues no hay ninguna obligación externa por parte del individuo transferente.
Por el contrario, las transferencias generadas por el intercambio sí son condición unas
de otras, hasta el punto de que
la fuerza de la ley siempre
puede intervenir para exigir
que se lleven a cabo las obligaciones contractuales. En este
sentido, hay más libertad en la
relación de reciprocidad que
en la de intercambio, porque
en este último la transferencia
en una dirección viene obliga-
Revista Empresa y Humanismo, Vol. II, Nº 2/00, pp. 439-467
HUMANIZAR EL MERCADO. PROPUESTAS PARA LA SOCIEDAD POSTINDUSTRIAL
da por la opuesta. La otra característica de la reciprocidad
–la unión de las transferencias– es lo que la distingue de
la filantropía (o puro altruismo), que consiste en una serie
de transferencias unidireccionales y aisladas.
La reciprocidad postula, por
tanto, un cierto equilibrio entre lo que se da y lo que se espera obtener a cambio (pero
que no se exige), un equilibrio
que no se manifiesta en un
contravalor, sino en formas y
modos que dependen de los
parámetros culturales y de las
normas sociales imperantes en
cada sociedad. Es precisamente esta característica la que nos
permite comprender cómo se
genera esa correlación y, en
consecuencia, cómo surge una
nueva sociabilidad. En el altruismo puro, sin embargo,
siempre se esconde la dependencia: si quien recibe no está
en condición de corresponder,
acabará por sentirse humillado
y, con el tiempo, por odiar a su
benefactor, como recuerda Séneca en la Carta X a Lucilio:
“La locura humana ha llegado
al punto de que hacer grandes
favores a alguien puede resultar peligroso: puesto que quien
los recibe considera vergonzoso no corresponder y quiere
quitar del medio a su acreedor.
No hay odio más amargo que
el que nace de la vergüenza de
haber traicionado a un benefactor”.
Para evitar posibles errores,
quisiera precisar que no comparto la tesis de que el comportamiento humano se guíe
tan sólo por motivaciones intrínsecas (aquellas que tienen
su origen en la constitución
moral de los agentes), sino que
éstas simplemente contribuyen
a explicar las actuaciones del
hombre y son parte integrante
de la definición de sus normas
de racionalidad. Es más, no
pretendo de ningún modo sostener que sea posible gobernar
una economía moderna solamente con el principio de reciprocidad como alternativa al
de intercambio: más bien deseo afirmar que una sociedad
de mercado que sepa estimular, en lugar de mortificar, los
comportamientos pro–sociales, tenderá a actuar de manera
más eficiente, reduciendo sustancialmente los costes de
transacción relacionados con
su actividad, y a funcionar de
forma más satisfactoria para
todos.
En resumen, la idea central
de mi exposición es que el
hombre no es en sí mismo, só-
Revista Empresa y Humanismo, Vol. II, Nº 2/00, pp. 439-467


STEFANO ZAMAGNI
lo o fundamentalmente individualista, como afirma el individualismo axiológico, ni solamente “socializador” como
sostiene el comunitarismo, tan
en boga hoy en día en los Estados Unidos, sino que tiende
a desarrollar las inclinaciones
más incentivadas en el contexto social en el que actúa. La
tesis según la cual la pro–socialidad y la reciprocidad son
“excepciones” que deben explicarse a la luz de la “primacía
natural e histórica” del propio
interés, parece tan extrema como la contraria. En su extraordinaria complejidad de comportamiento, el hombre puede
guiarse por una gran variedad
de motivaciones. La eficiencia
y la justicia de una sociedad de
mercado compleja dependen
de su capacidad de estimular
las mejores motivaciones individuales, dejando libertad a los
agentes económicos para que
busquen al mismo tiempo el
mayor bienestar para sí mismos y para los demás, a través
de una “razonable” mediación
entre las dos instancias. Mediación que nace de la práctica
recurrente de la interacción
personal como valor en sí mismo. Es esta continua capacidad de mediación, que también acepta el “self–interest
ilustrado”, aunque no la desarrolla, la que permite mantener las indispensables redes de
confianza y de ayuda recíproca
que “sostienen” las actividades
de producción y de intercambio.
La importancia del reto de
tener en cuenta la categoría de
la reciprocidad puede captarse
reflexionando sobre los siguientes interrogantes. Por comodidad, supongamos que en
el mercado actúan solamente
dos tipos de individuos, los
motivados por el interés propio y los que practican la reciprocidad: ¿cómo interaccionan
entre ellos? Por ejemplo, en el
caso del suministro privado de
bienes de uso colectivo, ¿la interacción de los dos tipos de
individuos lleva al free–riding
generalizado, o es cierto que la
existencia de agentes que actúan
recíprocamente puede inducir
a los autointeresados a portarse
como si no fuesen tales, aunque sea por razones egocéntricas?
En segundo término, ¿en
qué circunstancias las actuaciones de los individuos que
funcionan recíprocamente influyen en el resultado final del
sistema económico –que los
economistas llaman equilibrio
agregado– y en qué otras lo
Revista Empresa y Humanismo, Vol. II, Nº 2/00, pp. 439-467
HUMANIZAR EL MERCADO. PROPUESTAS PARA LA SOCIEDAD POSTINDUSTRIAL
hacen las de los autointeresados? Por ejemplo, sabemos que
si los contratos fuesen siempre
completos, el resultado final
sería igual al de una economía
caracterizada por la única presencia de agentes autointeresados. Y viceversa, cuando los
contratos no están completos
–como ocurre en la mayoría de
nuestras economías– el comportamiento recíproco de los
agentes es el que produce resultados eficientes (first best).
En tercer lugar, cuando en el
mercado actúan distintos tipos
de agentes, ¿cuál es el papel de
las instituciones económicas?
Como se sabe, las instituciones
definen las reglas de interacción entre los individuos.
Piénsese en las que regulan el
funcionamiento del mercado
de trabajo, de crédito, o de las
empresas, entre otros. Si los
individuos autointeresados y los
que actúan recíprocamente intervienen en estos mercados, y
puesto que las reglas del juego
económico nunca son neutrales por naturaleza, es decir, indiferentes a la motivación que
empuja a los individuos a la
acción, está claro que se plantea un problema de diseño en
el orden económico institucional. ¿Debe éste privilegiar o
favorecer la labor económica
de uno u otro tipo de individuos? Puesto que no existe
ningún criterio indiscutible
para establecer que la tesis antropológica del homo oeconomicus merezca más atención y
más dignidad científica que la
del homo reciprocans, es evidente que la dinámica evolutiva de
nuestras sociedades dependerá
de cómo se realice la coexistencia entre ambas formas de
acción económica en el proyecto institucional. Por decirlo
de otra manera, puesto que las
motivaciones en que se basa la
economía civil son (por lo menos) tan legítimas como las
autointeresadas, en el momento
en que una sociedad verdaderamente liberal va a forjar un
cierto orden institucional, no
puede impedir a priori el crecimiento y la difusión de las
primeras sobre las segundas,
como hoy en día está sucediendo de manera estúpida.
¿Es común la práctica de la
reciprocidad en la realidad actual? A diferencia de lo que
podría parecer, se trata de un
fenómeno relativamente difundido en las sociedades
avanzadas. La reciprocidad no
actúa solamente bajo distintas
formas y grados -en la familia,
en pequeños grupos informales, en las asociaciones de vo-
Revista Empresa y Humanismo, Vol. II, Nº 2/00, pp. 439-467


STEFANO ZAMAGNI
luntariado-, sino que está presente en todas las modalidades
empresariales: desde la cooperativa, en la que la reciprocidad asume la estructura particular de la mutualidad, hasta
las organizaciones sin ánimo
de lucro y las no gubernamentales, en las que la reciprocidad
llega a ser pura gratuidad, pasando por las más de setecientas empresas que apoyan el
proyecto de economía de comunión. La evidencia empírica de los resultados económicos alcanzados hasta ahora por
la economía civil y por sus
modalidades concretas es amplia y muy exacta7. No es cuestión, por tanto, de ocupar aquí
más espacio con este asunto.
Basta recordar que, como muchos de los estudios sobre el
desarrollo económico italiano
han subrayado, el así llamado
modelo de “nueva competencia” presupone, por su operatividad, tanto la disposición a
cooperar por parte de los
agentes, como una densa red
de transacciones relacionales
cuya estructura es muy similar
a la que caracteriza las relaciones de reciprocidad. Es exactamente ahí donde se encuentra
el secreto del éxito de nuestros
distritos industriales, que no
cesan de recibir atención por
parte de estudiosos y empresarios extranjeros, y al mismo
tiempo causan frustración por
su dificultad de aplicación en
otros lugares, sobre todo en el
sur de Italia. Un hecho ampliamente documentado es la
consolidación del modelo de
nueva competencia en mi país,
que ha prosperado en aquellas
regiones que, en siglos pasados, desarrollaron fuertes estructuras de reciprocidad. En
este sentido, hablar de mera
correlación o de simple coincidencia histórica resultaría demasiado superficial y reductivo.
Por esta razón no sirve de
nada plantear la elección entre
el principio de reciprocidad y
el de intercambio. Puede que,
además, resulte dañino porque
una economía moderna necesita que ambos principios encuentren una realización concreta. A largo plazo, el mercado no puede basarse solamente
en el principio del beneficio,
como ya habían argumentado
claramente Bernardino de Siena (¡en 1427!), Antonino de
Florencia, Leonardo Bruni y
Antonio Genovesi. La idea de
basar todo tipo de transacción
en la cultura del intercambio, y
además con éxito, es muy ingenua. Si esta cultura llegase a
Revista Empresa y Humanismo, Vol. II, Nº 2/00, pp. 439-467
HUMANIZAR EL MERCADO. PROPUESTAS PARA LA SOCIEDAD POSTINDUSTRIAL
ser hegemónica, la responsabilidad individual coincidiría
con lo pactado contractualmente. Cada uno actuaría
siempre sólo según aquello
que es de “su competencia”,
con unas consecuencias fácilmente intuibles. Si la cultura
del intercambio no se integra
con la de la reciprocidad, se resentirá la capacidad de progreso. Por poner un ejemplo, la
esfera privada de la economía
no puede apreciar dos segmentos específicos de la población, como los minusválidos y las personas mayores, estas últimas cada vez más numerosas en nuestra sociedad,
sin humillarlos. Sin embargo,
y como es obvio, estas personas pueden producir valor, pero no dentro de empresas cuyo
objetivo sea maximizar el beneficio. Por otro lado, un partidario del personalismo nunca
podría aceptar que el asistencialismo estatal mantuviera a
estos individuos, porque ello
les quitaría parte de su dignidad y les haría sentirse insignificantes económicamente, algo
que está pasando en Italia con
los “trabajos socialmente útiles”. De ahí la urgencia de poner en marcha la esfera de la
economía civil. La libre e igual
competencia entre la econo-
mía privada y la civil determinará qué bienes o servicios se
abastecerán según la modalidad del intercambio y cuáles
según la de la reciprocidad, tal
y como estimen más conveniente o eficaz los propios ciudadanos. Todo ello sin ninguna clase de paternalismo.
Sustancialmente, la posición
que estoy defendiendo es que
el pluralismo es necesario no
solamente en lo político –cosa
obvia– sino también en lo económico. Es plural y, por tanto,
democrática la economía en la
que caben varios principios de
organización económica –el
intercambio, la reciprocidad, la
redistribución– sin que el orden institucional existente favorezca a ninguno de ellos. En
una sociedad verdaderamente
liberal, la efectiva (y no solamente virtual) competencia de
oferta de muchos tipos de bienes (desde los privados a los
públicos, los meritorios y los
relacionales) entre distintos
sujetos, establece qué modelo
de abastecimiento prefieren
los ciudadanos. En definitiva,
la verdadera revolución copernicana es demostrar con los
hechos que es posible estar
dentro del mercado y en el
mercado, guiando las acciones
Revista Empresa y Humanismo, Vol. II, Nº 2/00, pp. 439-467


STEFANO ZAMAGNI
económicas con una lógica
distinta a la del beneficio.
SENTIDO DEL
TRABAJO Y PLENA
OCUPACIÓN
hasta
ahora desarrollado encuentra una aplicación
interesante en el ámbito del
trabajo. La doctrina social de
la Iglesia -a partir de la Rerum
Novarum (RN)– se ha interesado por el tema del trabajo y
su relación con la persona, con
intervenciones en distintos
ámbitos: desde el pontificio, al
de las iglesias locales, pasando
por el de los obispos. Sin embargo, es posible captar una
interesante novedad: el cambio
dado por el pontificado de
Juan Pablo II en la más reciente doctrina social de la Iglesia.
El enfoque se ha desplazado
–por decirlo de algún modo–
desde las problemáticas tradicionales (la explotación del
trabajador y los criterios de
determinación del salario justo; las relaciones entre el trabajador y el empresario; las
cuestiones sindicales; la participación de los trabajadores en
la gestión o en los beneficios
de la empresa) a la gran cuestión del empleo y del “trabajo
E
L ARGUMENTO
para todos”. En realidad, ya en
la Laborem Exercens (LE) se
habla del carácter distintivo
del trabajo, que le permite jugar un papel especial en la sociedad porque une a las personas y crea la comunidad (LE,
20). Es decir, el trabajo es el
creador de la sociedad humana
y, por tanto, es necesario edificar una “cultura del trabajo”
capaz de sintetizar sus distintas dimensiones: la familiar, la
personal, la económica y la comunitaria. Recuérdese la rotunda afirmación de Juan Pablo II en la LE: “El trabajo es
para el hombre y no el hombre
para el trabajo”. De ahí, la invitación a pensar en términos
de una “ecología social del trabajo” (Centesimus Annus, 38),
para cuya realización, Juan Pablo II alude a la “subjetividad
de la sociedad civil” (CA, 49).
Este no es el lugar apropiado para profundizar en las razones del mencionado cambio.
Me limito a indicar que, aunque no constituya un fenómeno nuevo en el mundo occidental, el hecho de que la Iglesia tenga en cuenta que el problema del empleo ha adoptado
hoy formas y caracteres diferentes, no es ajeno a esta reorientación.
Revista Empresa y Humanismo, Vol. II, Nº 2/00, pp. 439-467
HUMANIZAR EL MERCADO. PROPUESTAS PARA LA SOCIEDAD POSTINDUSTRIAL
Hace cincuenta años, J. M.
Keynes pensaba que el desempleo masivo en una sociedad
rica era algo absurdo y vergonzoso, algo perfectamente eliminable. Hoy en día, nuestras
economías son tres veces más
ricas que las de antes. Keynes
tendría razón al considerar el
desempleo actual tres veces
más absurdo y peligroso, porque en una sociedad tres veces
más rica, la desigualdad y la
exclusión social provocadas
por él son, por lo menos, tres
veces más disgregadoras. No
debe olvidarse, además, que en
los años treinta se sufrían los
efectos de la crisis más grave
experimentada por el capitalismo industrial, que redujo a la
mitad el sector en Alemania y
Estados Unidos. Hoy en día,
sin embargo, parece que el desempleo es un instrumento
para conseguir la prosperidad
económica: no hace despidos
la empresa que está en crisis
sino la que está sana, porque
quiere ampliar su margen de
competitividad. Justamente
eso es lo que crea el problema:
el desempleo no es tanto un
efecto o un síntoma de crisis,
como una estrategia para competir con éxito en la época de
la globalización. La doctrina
social de la Iglesia, “que cami-
na con la humanidad”, advierte que un orden social que incorpora ese uso estratégico del
desempleo entre sus mecanismos de funcionamiento no es
moralmente aceptable, y yo
añadiría, no es económicamente sostenible. Debemos
preguntarnos, entonces, si en
lugar de discutir la cuestión
poco a poco, proponiendo sugerencias y medidas válidas,
pero por debajo de las necesidades, no sería más importante reflexionar sobre las características fundamentales del actual modelo de crecimiento,
para conseguir con ello líneas
de intervención menos resignadas e inciertas.
La tesis que voy a exponer,
sin llegar a argumentarla plenamente, es que hoy en día el
desempleo es consecuencia de
una organización social que es
incapaz de articularse en el
modo más adecuado para valorar los recursos humanos de
que dispone. Es un hecho que
las nuevas tecnologías de la
Tercera Revolución Industrial
liberan del proceso productivo
un tiempo social que el actual
orden institucional de nuestras
sociedades transforma en desempleo. Por otro lado, el aumento de la disponibilidad de
tiempo en el sistema producti-
Revista Empresa y Humanismo, Vol. II, Nº 2/00, pp. 439-467


STEFANO ZAMAGNI
vo –utilizable para una gran
cantidad de usos diferentes–
sigue empleándose para producir mercancías (o servicios
para la producción de mercancías) de las que podríamos
prescindir, mientras que, por
contraste, no se producen ni
los productos ni los servicios
que quisiéramos consumir.
Ello demuestra que se malgastan demasiados esfuerzos en
ideas y proyectos ilusorios, que
sólo crean trabajo efímero o
interino, en lugar de emplearlos en rediseñar la vida de la
sociedad post–industrial. Sociedad que, afortunadamente,
puede encargar las tareas más
repetitivas a las “nuevas máquinas”, para que se pueda utilizar el tiempo libre en empleos
que aumenten los espacios de
libertad de los ciudadanos.
Hoy en día sabemos que la
competitividad es el horizonte
más idóneo para proponer la
creación de nuevos puestos de
trabajo. Sólo las empresas
competitivas pueden nacer y
crecer y, por ello, crear empleo:
los puestos de trabajo aumentan con los márgenes de competitividad de las empresas.
Ésta es la nueva regla de oro
del empleo, que supone una
gran novedad respecto al pasado más reciente, cuando podía
asegurarse (casi) el pleno empleo con el mantenimiento de
las “ramas secas” de la economía.
Sin embargo, ésa es una regla muy difícil de seguir en la
práctica. En primer lugar, porque las nuevas tecnologías aumentan la productividad media del sistema por encima de
la producción de bienes y servicios. Se ha constatado que la
productividad media en los
países de la OCDE aumenta
un 3% al año. Por el contrario,
es evidente que resulta prácticamente imposible incrementar la demanda media anual de
bienes en un 3%. Piénsese en
lo que ocurrió primero en el
sector agrícola y más tarde en
el de la industria de base (siderurgia, cemento, química): el
aumento de la productividad
fue acompañado de un incremento menor de la producción
y, por tanto, de una drástica reducción del empleo. De hecho,
si una sociedad que registra
aumentos constantes y elevados de la productividad media,
quiere mantener invariable su
nivel de empleo –no estoy diciendo de ocupación– tendrá
que aumentar su consumo en
la misma medida en que ha
acrecentado la productividad.
Y, puesto que, el consumo de
Revista Empresa y Humanismo, Vol. II, Nº 2/00, pp. 439-467
HUMANIZAR EL MERCADO. PROPUESTAS PARA LA SOCIEDAD POSTINDUSTRIAL
bienes y sobre todo de servicios necesita tiempo, hay que
consumir aún más frenéticamente para conservar invariable el nivel de empleo. Ya Linder, en un célebre ensayo de
19708, había indicado que el
aumento de la intensidad del
consumo llevaba a un resultado paradójico: el consumo cada vez mayor de bienes en una
misma unidad de tiempo, disminuye, en lugar de aumentar,
la utilidad de los individuos,
algo que precisamente los
agentes racionales tendrían
que intentar maximizar. De
hecho, aunque el incremento
de la intensidad del consumo
resulta útil en las primeras fases de desarrollo industrial, en
las que aparece la producción
en masa, tiende a producir una
disminución de la utilidad
conforme el proceso se va
completando.
Una segunda e importante
razón por la que es prácticamente imposible respetar la
nueva regla de oro del empleo,
es que acabaría por desencadenar en nuestras sociedades una
nueva forma de competencia,
la que Hirsch9 llamó competencia posicional. El aspecto verdaderamente inquietante de la
competencia posicional radica en
lo que supone de competencia
destructiva: agrava el bienestar
tanto individual como social
porque, si por un lado genera
desperdicio de opulencia, por
otro daña el tejido social. Como Tocqueville había anticipado brillantemente, la competencia posicional “nace de la igualdad como presupuesto y acaba
por superarla: la igualdad de
principio pone en movimiento
la búsqueda de la desigualdad
de hecho”10. A diferencia de lo
que ocurre en las competiciones deportivas y en el mercado, donde sí hay vencedores y
perdedores, pero es posible retomar el juego en fases sucesivas, aunque sea en condiciones
distintas, en la competencia posicional el perdedor lo es para
siempre11.
En definitiva y para concluir. Hoy en día, no es el desconocimiento de posibles remedios ni la falta de instrumentos operativos lo que dificulta la solución al problema
del empleo. La consecución
del objetivo que identifica plena ocupación con pleno empleo choca frontalmente con la
de otros fines igualmente lícitos e importantes: un crecimiento ecológicamente sostenible; un modelo de consumo
que no aliene, distorsionando
las preferencias individuales;
Revista Empresa y Humanismo, Vol. II, Nº 2/00, pp. 439-467


STEFANO ZAMAGNI
una sociedad no estratificada y
tendencialmente “incluyente”.
Por decirlo de otro modo, el límite insuperable de todas las
propuestas destinadas a aliviar
la plaga del desempleo, incluso
de las más sutiles, es generar
en nuestras sociedades peligrosos trade–offs: para distribuir el trabajo se impone un
modelo de consumo neo–consumista. O bien se legitiman
nuevas formas de pobreza (las
llamadas nuevas pobrezas), o
bien se reducen los espacios de
libertad de los ciudadanos. Todo ello es inaceptable desde el
punto de vista de la ética. Soy
de la opinión de que cuando se
alcanzan tales niveles, hay que
atreverse a explorar vías nuevas.
Sintetizando, es necesario
intervenir en la frontera que
hasta ahora ha mantenido separada la esfera del trabajo, como puesto de trabajo, de las
demás actividades laborales, en
el sentido de favorecer la ampliación de la segunda respecto
a la primera. De hecho, la industria seguirá aumentando su
producción y sobre todo su
productividad. Pero estos aumentos no podrán constituir el
motor del crecimiento. En
particular, la industria no podrá acoger a todos los trabaja-
dores obligados a marcarse
otros objetivos por los continuos incrementos de productividad. Como se puede comprender, el exceso de trabajadores puede utilizarse de dos
formas: degradando el trabajo
sobrante en desempleo y/o en
sub–remuneración, o bien redistribuyendo el trabajo necesario entre todos los individuos, mediante unas medidas
de reducción del horario de
trabajo. La primera vía es inaceptable; la segunda insuficiente. La cuestión es que quedarse tan sólo en el ámbito del
mercado de los bienes privados –en el sector privado de la
economía– hace impensable
dar trabajo a todos los “liberados” por los aumentos de productividad, sin que ello desencadene problemas de sostenibilidad y compatibilización, de
los que ya se ha hablado en el
párrafo anterior.
Lo que propongo es favorecer con políticas adecuadas la
transferencia del trabajo liberado del sector privado de la
economía al civil. El producto
de la economía civil posee dos
características. La primera es
que los bienes producidos por
el sector civil de la economía,
con clara ventaja comparativa
respecto a los demás, pertene-
Revista Empresa y Humanismo, Vol. II, Nº 2/00, pp. 439-467
HUMANIZAR EL MERCADO. PROPUESTAS PARA LA SOCIEDAD POSTINDUSTRIAL
cen a la categoría de los bienes
relacionales (servicios para las
personas; bienes meritorios;
algunos tipos de bienes públicos), o sea, aquéllos que sólo se
producen y se disfrutan de
manera óptima cuando se hace
conjuntamente entre productores y consumidores, a través
de las relaciones que los
unen12. La segunda característica es que el trabajo que se
desarrolla en las organizaciones que forman el variado
mundo de la economía civil
presenta unas propiedades distintas a las del trabajo asalariado, al que antes he llamado
empleo.
Sustancialmente, si es cierto
–como parece– que la calidad
de vida se mide por la libertad,
entendida como posibilidad de
autorrealización (mientras que
el aumento de la renta per–cápita indica simplemente una
mayor capacidad de gasto),
entonces, todo lo que favorece
el surgimiento de bienes relacionales en los ámbitos legislativo, administrativo y financiero, permite una ampliación de
los espacios de libertad del
ciudadano. En este sentido
puntual, una estrategia auténticamente liberal es todo lo
contrario de una estrategia “liberista”, dado que deja a los
individuos de la sociedad civil,
portadores de cultura, que determinen qué bienes y servicios desean que se produzcan y
distribuyan según la regla del
mercado privado (la regla del
beneficio) y cuáles, por el contrario, se oferten según la regla
del mercado civil (la regla y el
principio de reciprocidad).
EN LUGAR DE UNA
CONCLUSIÓN
L SENTIDO ÚLTIMO de
esta exposición es que
la actuación de la democracia en una sociedad
avanzada lleva consigo una demanda de relacionalidad, que
debe interpretarse y satisfacerse con atención si se quieren
evitar efectos perversos de
gran importancia. La cuestión
central de la transición hacia el
post–fordismo radica en saber
cómo actuar para que sean los
ciudadanos quienes decidan
con libertad qué modalidades
de oferta de bienes demandan.
Lo que está en juego no es
tanto la libertad de decidir qué
bienes se van a producir (privados, públicos, meritorios o
relacionales), como la libertad
de decidir sus modos de abastecimiento. Ésta es la razón
por la cual no se puede invocar
E
Revista Empresa y Humanismo, Vol. II, Nº 2/00, pp. 439-467


STEFANO ZAMAGNI
al principio de eficiencia para
decidir qué producir y cómo hacerlo.
Los admiradores acríticos
del mercado como institución
social olvidan que es justamente la expansión hegemónica de las relaciones a las que he
llamado economía privada, la
que destruye, lenta pero inexorablemente, las normas y convenciones sociales que están en
la base de la economía civil y,
de este modo, preparan el camino para la afirmación de
nuevas formas de estatalismo.
Hoy en día, es urgente tener
en cuenta que el crecimiento
hipertrófico del Estado y del
mercado privado no es algo secundario en la explicación de
los numerosos problemas que
preocupan a nuestras sociedades. Si así fuese, el remedio no
se encontraría en la radicalización de la alternativa entre
economía pública y privada, o
sea, entre neo–estatalismo y
neo–liberalismo, sino en el vigoroso “florecimiento” de las
formas de organización que
caracterizan a toda economía
civil moderna. Lo que se pretende es que se actúe rápidamente para superar el concepto de economía de mercado,
que una determinada divulgación de la tradición del pensa-
miento liberal y marxista nos
ha transmitido desde mediados del siglo XIX, un concepto
según el cual el mercado existe
únicamente en la esfera de las
empresas privadas, o sea, de las
organizaciones que actúan por
el beneficio. El efecto más nocivo del concepto restringido
(y obsoleto) del mercado es
hacernos creer que un comportamiento que se inspire en
valores diferentes de los del interés propio lleva inexorablemente al desastre económico.
Animándonos a esperar lo peor
de los demás, este concepto
acaba por hacer aflorar lo peor
de nosotros mismos. Y no sólo
eso; acaba también por limitar
enormemente el recurso a capacidades como la fantasía, la
benevolencia, la reciprocidad,
puesto que las considera meramente intrínsecas al carácter
humano y no unidas al proceso
de civilización de la sociedad.
Voy a concluir con la referencia a un pensamiento antiguo y por eso mismo actual.
Ambrosio veía en la auténtica
cultura dos movimientos: nova
semper quaerere (“buscar siempre lo nuevo”) y parta custodire
(“conservar lo que se ha conseguido”). Un proyecto cultural
debilita su función si se limita
a conservar y no se preocupa
Revista Empresa y Humanismo, Vol. II, Nº 2/00, pp. 439-467
HUMANIZAR EL MERCADO. PROPUESTAS PARA LA SOCIEDAD POSTINDUSTRIAL
de buscar lo nuevo, de explorar
las res novae. Pero también va a
menos cuando por perseguir lo
“nuevo” pierde el contacto, o
incluso corta la unión, con sus
raíces. Por tanto, hay que buscar la vía para unir las alas con
las raíces. Es cierto que las raíces sin alas se convierten en un
freno, en un obstáculo para el
desarrollo, pero no es menos
cierto que las alas sin raíces, es
decir, sin la capacidad de
orientación que de ellas proce-
de, corren el peligro de transformar al hombre en la ingenua paloma de la que hablaba
Kant en su Crítica de la razón
pura: “La ligera paloma, mientras hiende el aire que le ofrece
resistencia durante el vuelo libre, podría imaginar que volaría mucho mejor en un espacio
sin aire”. Pero moverse en un
“espacio sin aire” lleva sólo a la
utopía, o sea, literalmente, a
“ninguna parte”.
Revista Empresa y Humanismo, Vol. II, Nº 2/00, pp. 439-467


STEFANO ZAMAGNI
NOTAS
1 Para un tratamiento más exhaustivo
del argumento desarrollado en este
párrafo, consultar mi libro (2000), Sui
rapporti tra società civile, societá di
mercato e società politica, Mimeo, Bolonia. Un enfoque de tipo antropológico y sociológico del tema en Donati, P. (1992), Teoria relazionale della
società, Laterza, Bari.
2 Giddens, A. (1999), La tercera vía,
Il Saggiatore, Milán.
3 Zamagni, S. (2000), “Economia civile e società globale: elementi per un
progetto sostenibile”, en Umanizzare
l’economia, Monti, Saronno. Véase
también Zamagni, S. (1999), “Social
paradoxes of growth and civil economy”, en Gandolfo, G. y Marzano,
F. (eds), Economic Theory and Social
Justice, Macmillan, Londres.
4 En su célebre obra La riqueza de las
naciones, de 1776, Smith está tan
preocupado por salvaguardar las razones de la libertad, que despotrica
contra el espíritu monopolizador de
comerciantes y manufactureros, quienes, en su opinión, no son ni deberían
ser jamás los gobernantes de la humanidad (p. 483).
5 He desarrollado el tema de este párrafo, aunque desde una perspectiva
distinta, en el ensayo (2000), Humanizing the Economy: on the Relationship Between Catholic Social Thinking
and Economic Discourse, Mimeo, Bolonia. Véase también Oakeshott, M.
(1993), Morality and Politics in Modern Europe, Yale University Press,
Nueva York. Una interesante historia
de los distintos conceptos de estado
en la época moderna en Toulmin, S.
(1990), Cosmopolis, Chicago Univer-
sity Press, Chicago. Toulmin distingue entre dos tipos de modernidad: el
humanismo escéptico del Renacimiento tardío, unido a los nombres
de Montaigne, Erasmus o Shakespeare, y el racionalismo de los últimos
años del siglo XVI, representado por
Descartes y, más tarde, por Newton.
Toulmin demuestra que el proyecto
racionalista encuentra un gran impulso en el desarrollo del estado-nación
después de la paz de Westfalia, y cómo llega a su fin en los años sesenta
del siglo XX, tras el asesinato de J. F.
Kennedy, acontecimiento a partir del
cual empezó el proceso de erosión de
la autoridad moral de los estados nacionales.
6 Zamagni, S. (1997), “Economia civile come forza di civilizzazione per
la società italiana”, en Donati, P., La
società civile in Italia, Mondadori,
Milán. Véase también Bauman, Z.
(1999), La sociedad de la incertidumbre, Il Mulino, Bolonia.
7 Una puesta al día, desde el punto de
vista conceptual, de los resultados alcanzados por el proyecto de la economía de comunión en Bruni, L.
(2000), Economia di comunione, Città
Nuova, Roma. Para la evidencia empírica de las realizaciones del principio de reciprocidad véase también
Fehr, E. y Gachter, S. (1998), “Reciprocity and economics: the economic
implications of homo reciprocans”,
European Economic Review, 42.
8 Linder, S. (1970), The Harried Leisure Class, Columbia University Press,
Nueva York.
Revista Empresa y Humanismo, Vol. II, Nº 2/00, pp. 439-467
HUMANIZAR EL MERCADO. PROPUESTAS PARA LA SOCIEDAD POSTINDUSTRIAL
9 Hirsch, F. (1976), The Social Limits
to Growth, Oxford University Press,
Oxford.
10 Citado en Orsini, P. (1976), “La
domanda posizionale e le risposte del
mercato”, Rivista Internazionale di
Scienze Sociali, sept.
11 En cierto modo es lo que S. Rose
llama “el efecto superstar”, según el
cual, en muchos ámbitos de la actividad económica quien gana, lo gana
todo y quien pierde lo pierde todo.
Ello explica el incremento progresivo
en los últimos veinticinco años de la
desigualdad que va unida al aumento
de la riqueza media, auténtica paradoja (y escándalo) de nuestra época
de desarrollo.
12 A diferencia de un bien privado,
del que se puede disfrutar a solas, y a
diferencia de un bien público, del que
pueden disfrutar conjuntamente varios individuos, un bien relacional
presenta una doble connotación. En
lo que a su producción se refiere, exige la coparticipación de todos los
miembros de la organización, sin que
sus términos sean negociables. Ello
implica que el incentivo que empuja a
unos individuos a tomar parte en la
producción del bien relacional, no se
extiende a la relación que los une: la
identidad del otro cuenta. (Piénsese
en lo que ocurre en una cooperativa
social o en una asociación de voluntariado). En cuanto al consumo, la función de un bien relacional no puede
perseguirse prescindiendo de la historia de los individuos, porque la relación con el otro es constitutiva del
momento del consumo y, por tanto,
determina su utilidad. Sobre la temática de los bienes relacionales véase
Gui, B. (1994), “Interpersonal relations: a disregarded theme in the debate on ethics and economics”, en
Wameryd, L., Ethics and Economic
Affairs, Routledge, Londres.
Revista Empresa y Humanismo, Vol. II, Nº 2/00, pp. 439-467

¿HA EXISTIDO UN
MALENTENDIDO HISTÓRICO
ENTRE LA IGLESIA Y LOS
LIBERALES?
UN DEBATE ENTRE CARLOS
RODRÍGUEZ BRAUN Y RAFAEL
TERMES
Va siendo largo el debate sobre la compatibilidad entre los principios
de la doctrina social de la Iglesia y los llamados principios liberales,
acerca de la condición humana y la organización social. Tengo que confesar que cuando Carlos Rodríguez Braun amablemente aceptó la invitación a colaborar con esta revista, me sorprendió al proponer tan
debatido y delicado tema. Después de leerlo, me pareció que precisamente por ser una cuestión debatida sobre un aspecto tan sensible, algunos lectores de la revista podrían pensar que no era justo dar cabida
a sólo una de las posibles posturas. Además, sin ese contraste, también
podría suceder que, aparte de los entendidos, el resto de los lectores no
tuvieran una perspectiva del núcleo de ese interesante debate. Comenté
esa posibilidad con el autor, que como corresponde a un buen liberal,
aceptó encantado. En su artículo Rodríguez Braun hace referencia a
Lucas Beltrán y a Rafael Termes, dos autores que se confiesan liberales,
pero que en ese tema mantienen posturas, si no discrepantes, al menos
distintas a la sostenida por el autor. Desgraciadamente ya no es posible
contar con la valiosa opinión del profesor Lucas Beltrán, pero sí con la
del profesor Termes. Con la amabilidad y juventud de espíritu que le
caracterizan, el profesor Termes, buen amigo de Rodríguez Braun,
aceptó el reto que le proponía. Espero que la lectura de estos dos artículos constituya una valiosa aportación a la clarificación de la cuestión
disputada.
Miguel Alfonso Martínez-Echevarría
Director de la Revista Empresa y Humanismo
TENSIÓN ECONÓMICA
EN LA CENTESIMUS
ANNUS a
CARLOS RODRÍGUEZ BRAUN*
Este artículo analiza el humanismo cristiano de la Doctrina Social de la
Iglesia explorando ampliamente la encíclica Centesimus Annus de Juan Pablo
II. Reflexiona sobre la contradicción fundamental que representa su respaldo a
la economía de mercado y simultáneamente a su limitación, y critica la equívoca equidistancia entre el Estado y el mercado.
Palabras clave: Doctrina Social de la Iglesia, economía de mercado, Estado.
L HUMANISMO cristiano se expresa de forma
articulada en la Doctrina Social de la Iglesia. Mi
tesis es que, a pesar de sus indiscutibles avances en el reconocimiento de la libertad de
mercado, dicha doctrina, tal
como aparece en su versión
más renovada en la Centesimus
Annus, comparte la tensa ambivalencia del intervencionis-
E
mo económico más o menos
moderado que ha prevalecido
durante el siglo XX, porque
defiende la libertad pero también justifica su limitación.
Este ensayo intentará probar
dicha ambigüedad recorriendo
con detalle la encíclica que a
propósito del centenario de la
Rerum Novarum publicó Juan
Pablo II en 1991.
* Carlos Rodríguez Braun es catedrático de Historia del Pensamiento Económico en la Universidad Complutense.


CARLOS RODRÍGUEZ BRAUN
INTERPRETACIONES
DE LA ENCÍCLICA
practicante,
pero me interesan
mucho los problemas religiosos y morales, habitualmente mal tratados por el
vano relativismo ético que caracteriza nuestro tiempo. He
sido y soy un defensor de Juan
Pablo II, que me parece un
pensador muy fino; no sólo
suele atinar en sus juicios morales y políticos sino que también emite en ocasiones mensajes económicos sumamente
acertados1. Conozco también,
por mi profesión, la tradición
del pensamiento económico
católico, que es larga y rica,
pero también tensa y contradictoria. Incluye indudables
elementos de reconocimiento
y respeto a la libertad, y en
particular a la libertad económica, pero también nociones
muy hostiles al mercado, desde
que el primer Concilio, el de
Nicea, condenó el turpe lucrum
ya en el año 325.
En estas condiciones y especialmente tras el colapso visible del comunismo en 1989
era natural que los liberales católicos saludaran a la Centesimus Annus como el comienzo
de una fértil jornada que iba a
N
O SOY
aproximar a los liberales y la
Iglesia Católica, tras siglos de
mutua incomprensión y recíproco recelo. Sus esfuerzos
pueden verse en un interesante
volumen (Pham 1998) publicado recientemente sobre la
encíclica pero que, a pesar de
estar editado por el Vaticano, y
de incluir a los más destacados
pensadores del catolicismo liberal, no deja de definir nítidamente la tensión entre ambos, reflejada en las opiniones
de las autoridades eclesiásticas.
En este volumen, donde se
nos recuerda el interés del Papa por conocer las doctrinas
económicas (Mejía 1998, pp.
43-44) y donde el reputado
católico liberal Michael Novak
compara la fecha de publicación de La riqueza de las naciones de Adam Smith y la Revolución Francesa, y nos asegura
que: “Mejor que ningún otro
papa anterior, Wojtyla percibe
que 1776 ofrece a la Iglesia un
sendero muy distinto del de
1789” (Novak 1998, p. 231), el
presidente del Consejo Pontificio para la Justicia y la Paz,
François-Xavier Nguyen van
Thuan, pone las cosas claras:
el Papa no es liberal, y lo que
aconseja es un “sistema tripartito donde la política democrática y una cultura moral di-
Revista Empresa y Humanismo, Vol. II, Nº 2/00, pp. 473-492
TENSIÓN ECONÓMICA EN LA CENTESIMUS ANNUS
námica disciplinan y templan
el mercado libre” (Thuan
1998a, p. x)2. Abordaré más
adelante la cuestión “tripartita”, pero cabe apuntar que el
pensamiento intervencionista
moderno parte de esa mezcla
de mercado y controles políticos, que ha dado lugar a los
graves problemas que conocemos de paro, impuestos, desincentivos de todo tipo y fomento de la irresponsabilidad individual.
Me detendré unos instantes
en este hombre, porque me
parece admirable, y es cualquier cosa menos un simpatizante de las ideologías anticapitalistas. Cuando los comunistas tomaron Vietnam del
Sur en 1975, Nguyen van
Thuan fue arrestado y encarcelado hasta 1988; de estos
trece años pasó nueve en una
celda aislado. Esta víctima del
comunismo no quiere aceptar
el capitalismo; algo parecido
parece sucederle al propio Papa, que también vio los horrores del socialismo “real”. Van
Thuan empleó la Doctrina
Social de la Iglesia para defenderse del comunismo, que la
atacaba; nos relata que durante
los interrogatorios, la polícía
criticaba esa doctrina. El desenlace es que este individuo
de extraordinaria dignidad
afirma seriamente que el problema de Vietnam es mantenerse al margen tanto del comunismo como del capitalismo: “Mi país estaba (y aún está) frente a un doble peligro: el
del comunismo que a pesar de
todo sigue bramando, y el del
capitalismo y consumismo de
Occidente, que amenaza con
ahogar a nuestro pueblo”
(Thuan 1998b, pp. 4, 7). Él,
que había visto al monstruo
del comunismo en sus propias
entrañas, ¿cómo pudo decir
eso, cómo pudo plantear una
equidistancia entre capitalismo
y comunismo, cómo pudo
pensar que se trataba de dos
males equivalentes?
Otros textos de este volumen recogen también los lugares comunes del intervencionismo, la alabanza de la economía intervenida europea, la
crítica al “liberalismo egoísta”,
los “abusos del mercado” y la
necesidad de limitarlo o el poder de la publicidad3. Pero nada resulta más impresionante
que el testimonio de este religioso encarcelado por el comunismo que una vez en libertad habla del “doble peligro” del comunismo y el capitalismo.
Revista Empresa y Humanismo, Vol. II, Nº 2/00, pp. 473-492


CARLOS RODRÍGUEZ BRAUN
Esta distorsión —no le cabe
otra definición— de monseñor
van Thuan prueba que persiste
la brecha que separa a católicos y liberales, aquello que Rafael Termes llama el “malentendido histórico” entre la
Doctrina Social de la Iglesia y
el espíritu del capitalismo, malentendido porque según Termes “no hay nada en la doctrina social católica que se oponga, desde el punto de vista
moral, al sistema capitalista”
(Termes 1997, pp. 102, 113).
La Iglesia, sin embargo, continúa viendo al liberalismo como hostil o en el mejor de los
casos ajeno a la moral, igual
que lo ha visto siempre el intervencionismo de izquierdas y
derechas. Me pregunto si no
sobrevive entre personas religiosas y liberales el dilema de
elegir entre la autoridad espiritual y la razón; ha escrito el
padre Sirico que esto es algo
que los escolásticos tardíos habrían visto como un grave
quebrantamiento de las enseñanzas de su maestro Santo
Tomás (Sirico 1998, pág. 259).
Pero vayamos ahora a lo que
Juan Pablo II tiene que decirnos “a todos los hombres de
buena voluntad”.
LA CENTESIMUS ANNUS
ESDE EL principio el
Papa sostiene que va a
recoger pero también
a actualizar la visión de la Iglesia sobre un problema que ha
sido objeto de numerosas actualizaciones: tras León XIII
celebraron también diversos
aniversarios de su encíclica Pío
XI, Pío XII, Juan XXIII y Pablo VI, es decir, virtualmente
todos los pontífices que le sucedieron.
En el capítulo 1, “Rasgos
característicos de la Rerum
Novarum”, se observan los
errores en los que cayó León
XIII, por su énfasis en los problemas del capitalismo, la pobreza, la explotación y la discriminación, precisamente en
el siglo que empezaba a dejarlos atrás. Por desgracia, la Iglesia se apuntó al carro de la demonización del siglo XIX,
fantasmagoría que impidió y
aún impide la comprensión de
la ruptura que significó esa
centuria, en términos no sólo
de libertades civiles y políticas
sino también de una prosperidad económica que por vez
primera en la historia alcanzó
a grandes masas de la población. En vez de ello, el Papa
parece repetir el dogma mar-
D
Revista Empresa y Humanismo, Vol. II, Nº 2/00, pp. 473-492
TENSIÓN ECONÓMICA EN LA CENTESIMUS ANNUS
xista con las propias palabras
de Marx, algo que resultaría
asombroso en un conocido anticomunista, cuando lamenta
que “el trabajo se convertía en
mercancía, que podía comprarse y venderse libremente
en el mercado” (1.4)4. También
sigue la prédica socialista al
hablar de “la pobreza de la inmensa mayoría” (1.5), que era
lo que había regido antes. Ataca la lucha de clases pero la
paz que propicia requiere una
justicia intervencionista; volveré sobre ello.
Juan Pablo II matiza con
acierto opiniones de su predecesor. Los condicionamientos
que la encíclica leoniana adjudica a la propiedad privada,
por ejemplo, son menos subrayados que su defensa de la
misma, que hay que reivindicar hoy “tanto frente a los
cambios de los que somos testigos, acaecidos en los sistemas
donde imperaba la propiedad
colectiva de los medios de producción, como frente a los crecientes fenómenos de pobreza
o, más exactamente, a los obstáculos a la propiedad privada,
que se dan en tantas partes del
mundo, incluidas aquellas
donde predominan los sistemas que consideran como
punto de apoyo la afirmación
del derecho a la propiedad privada”(1.6).
Es un texto notable, porque
efectivamente el problema de
la pobreza es de falta de propiedad privada, de falta de seguridad en la misma y de posibilidad de su libre aprovechamiento, utilización o intercambio, es decir, la pobreza se
debe al intervencionismo que
dificulta u obstaculiza la propiedad.
El pontífice expone otros
aspectos confusos de la Rerum
Novarum, como cuando habla
del “salario justo” y rechaza
que pueda ser el de mercado,
pero indica que ese salario es
el de subsistencia y sobre todo
que no es justo si ha sido fijado coactivamente; pero la coacción es incompatible con el
mercado. Recoge la apuesta de
León XIII por la “justicia distributiva”, una idea que transformada en “justicia social” ha
amparado la masiva invasión
por el poder político de la libertad y los bienes de los ciudadanos, y critica tanto al liberalismo como al socialismo.
Juan Pablo II observa que su
predecesor no dedica una sección especial a criticar al liberalismo y llama la atención que
se le reserven críticas “a la hora
Revista Empresa y Humanismo, Vol. II, Nº 2/00, pp. 473-492


CARLOS RODRÍGUEZ BRAUN
de afrontar los deberes del Estado”, que no debe limitarse a
favorecer a una parte de los
ciudadanos, los ricos, y descuidar a las mayorías; si lo hace,
“viola la justicia, que manda
dar a cada uno lo suyo”. Esta
no es, por supuesto, la justicia
distributiva sino la conmutativa, o genuina. Y es muy interesante, porque ¿cómo hace el
Estado para dar a cada uno lo
suyo? Lógicamente, debe dejar
a las personas en paz sin intervenir en sus tratos y contratos,
es decir, precisamente lo contrario de lo que hace hoy. Pero
el Papa, en lo que se convertirá
en la norma de la Centesimus
Annus, cambia de tercio y a
continuación afirma que los
pobres son los que “más necesitan el apoyo y el cuidado de
los demás, en particular la intervención de la autoridad pública” (1.10).
Tras esta invitación al intervencionismo, el Papa recupera
el liberalismo y termina el primer capítulo así: “Si León
XIII apela al Estado para poner un remedio justo a la condición de los pobres, lo hace
también porque reconoce
oportunamente que el Estado
tiene la incumbencia de velar
por el bien común y cuidar que
todas las esferas de la vida so-
cial, sin excluir la económica,
contribuyan a promoverlo, naturalmente dentro del respeto
debido a la justa autonomía
dentro de ellas. Esto, sin embargo, no autoriza a pensar
que según el Papa toda solución de la cuestión social deba
provenir del Estado. Al contrario, él insiste varias veces
sobre los necesarios límites de
la intervención del Estado y
sobre su carácter instrumental,
ya que el individuo, la familia y
la sociedad son anteriores a él
y el Estado mismo existe para
tutelar los derechos de aquél y
de éstas, y no para sofocarlos”
(1.11).
El capítulo 2 analiza las “cosas nuevas” de nuestro tiempo,
alude a la caída del Muro de
Berlín y rescata a León XIII
por haber criticado al socialismo y previsto “los males de
una solución que, bajo la apariencia de una inversión de posiciones entre pobres y ricos,
en realidad perjudicaba a quienes se proponía ayudar”. Es
muy buena su crítica al socialismo y a su error antropológico fundamental: “considera a
todo hombre como un simple
elemento y una molécula del
organismo social, de manera
que el bien del individuo se
subordina al funcionamiento
Revista Empresa y Humanismo, Vol. II, Nº 2/00, pp. 473-492
TENSIÓN ECONÓMICA EN LA CENTESIMUS ANNUS
del mecanismo económico-social”. Defiende la libertad y la
propiedad privada, y las organizaciones que montan las
personas libremente, la “subjetividad de la sociedad”, y se
opone al ateísmo pero también
al “racionalismo iluminista”
(2.13). No acepta los conflictos sociales que no estén limitados “por consideraciones de
carácter ético o jurídico”
(2.14).
Aspira a un equívoco equilibrio entre lo bueno del mercado y lo pretendidamente bueno del Estado, porque afirma
que al Estado le corresponde
determinar el marco institucional “y salvaguardar así las
condiciones fundamentales de
una economía libre, que presupone una cierta igualdad entre
las partes, no sea que una de
ellas supere talmente en poder
a la otra que la pueda reducir
prácticamente a esclavitud”
(2.14). Esta es una de las grandes equivocaciones con que ha
crecido el intervencionismo: la
idea de que el Estado debe recortar la libertad y los bienes
de los ciudadanos para lograr
igualarlos. El Papa apoya un
amplio abanico de tareas para
el poder político, como el seguro de paro y la formación
profesional para que el Estado
pueda “defender al trabajador
contra el íncubo del desempleo” (2.15). Este argumento
ignora las causas del paro, que
no es un fruto demoníaco sino
político, debido a mecanismos
que el Papa parece no comprender, puesto que ve al Estado como solución, no como
problema. De ahí que no le
parezca preocupante pedir en
aras del principio de la solidaridad “algunos límites a la autonomía de las partes que deciden las condiciones de trabajo”(2.15).
A este lenguaje impreciso le
sigue otra imprecisión fundamental que es la identificación
del mercado con el egoísmo:
“la libertad se transforma en
amor propio, con desprecio de
Dios y del prójimo; amor que
conduce al afianzamiento ilimitado del propio interés y
que no se deja limitar por ninguna obligación de justicia”
(2.17). Es importante destacar
que el intervencionismo ha sido fomentado a través de estas
argumentaciones de carácter
ético y paternalista: como los
hombres son egoístas y sólo se
fijan en su propio interés, es
mejor que las autoridades les
quiten su dinero y lo administren en bien de la sociedad.
Revista Empresa y Humanismo, Vol. II, Nº 2/00, pp. 473-492


CARLOS RODRÍGUEZ BRAUN
El paralelismo de las ideas
del Papa con el credo socialdemócrata reluce hacia el final
del capítulo: rechaza las dictaduras que se oponen al marxismo y que destruyen la libertad, una clara referencia a Iberoamérica al mencionar la
doctrina de la seguridad nacional, pero también la sociedad
de bienestar o de consumo,
que “tiende a derrotar al marxismo en el terreno del puro
materialismo” sin moral y sin
derecho y sin religión, y que
“coincide con el marxismo en
el reducir totalmente al hombre a la esfera de lo económico
y a la satisfacción de las necesidades materiales” (2.19).
Su apoyo al consenso democristiano-socialista-conservador que edificó el Welfare State
europeo no puede ser más claro: “una sociedad democrática
inspirada en la justicia social,
que priva al comunismo de su
potencial revolucionario, constituido por muchedumbres explotadas y oprimidas. Estas
iniciativas tratan, en general,
de mantener los mecanismos
de libre mercado, asegurando,
mediante la estabilidad monetaria y la seguridad de las relaciones sociales, las condiciones
para un crecimiento económico estable y sano, dentro del
cual los hombres, gracias a su
trabajo, puedan construirse un
futuro mejor para sí y para sus
hijos. Al mismo tiempo, tratan
de evitar que los mecanismos
de mercado sean el único punto de referencia de la vida social y tienden a someterlos a
un control público que haga
valer el principio del destino
común de los bienes de la tierra. Una cierta abundancia de
ofertas de trabajo, un sólido
sistema de seguridad social y
de capacitación profesional, la
libertad de asociación y la acción incisiva del sindicato, la
previsión social en caso de desempleo, los instrumentos de
participación democrática en
la vida social, dentro de este
contexto deberían preservar el
trabajo de la condición de
‘mercancía’ y garantizar la posibilidad de realizarlo dignamente” (2.19).
Es interesante apuntar que a
estas alturas el Papa no se haya
referido a algunas consecuencias problemáticas del intervencionismo en campos económicos, como la subida de los
impuestos, e incluso morales,
como la irresponsabilidad.
El capítulo 3 se titula “El
año 1989”. En su reivindicación del papel de la Iglesia en
Revista Empresa y Humanismo, Vol. II, Nº 2/00, pp. 473-492
TENSIÓN ECONÓMICA EN LA CENTESIMUS ANNUS
la caída del comunismo sin
violencia escribe el pontífice
unas líneas coherentemente liberales: “Donde la sociedad se
organiza reduciendo de manera arbitraria o incluso eliminando el ámbito en que se
ejercita legítimamente la libertad, el resultado es la desorganización y la decadencia progresiva de la vida social…donde el interés individual es suprimido violentamente, queda
sustituido por un oneroso y
opresivo sistema de control
burocrático que esteriliza toda
iniciativa y creatividad” (3.25).
Se aparta nítidamente de la
teología de la liberación censurando a los creyentes que
buscaron “un compromiso imposible entre marxismo y cristianismo. El tiempo presente,
a la vez que ha superado todo
lo que había de caduco en estos intentos, lleva a reafirmar
la positividad de una auténtica
teología de la liberación humana integral” (3.26), y reconoce la moral del mercado al
ponderar las “virtudes relacionadas con el sector de la economía, como la veracidad, la
fiabilidad, la laboriosidad”
(3.27). No obstante, solicita
ayudas para el desarrollo y
otras consignas caras al socialismo.
El extenso capítulo 4, “La
propiedad privada y el destino
universal de los bienes”, refleja
el eclecticismo de la Doctrina
Social de la Iglesia, que el Papa hace explícito al hablar de
una “doble afirmación: la necesidad y por tanto la licitud
de la propiedad privada, y así
como los límites que pesan sobre ella” (4.30). Con esta ambivalencia se difumina la cuestión central del Estado de derecho: los límites del poder.
Es muy interesante su reconocimiento de la división del
trabajo: “Hoy más que nunca
trabajar es trabajar con otros y
trabajar para otros: es hacer algo para alguien” (4.31). También alude al justo precio como al “establecido de común
acuerdo después de una libre
negociación” (4.32), lo que se
inscribe coherentemente en el
extenso debate que recoge la
historiografía del pensamiento
económico. Y vuelve a subrayar las “importantes virtudes”
económicas como la diligencia, la laboriosidad y la prudencia, y enlaza la economía
de empresa y la libertad de la
persona. Pero acto seguido
apunta “los riesgos y los problemas” relacionados con la
empresa y habla de los pobres
que “aunque no explotados
Revista Empresa y Humanismo, Vol. II, Nº 2/00, pp. 473-492


CARLOS RODRÍGUEZ BRAUN
propiamente, son marginados
ampliamente” (4.33). La presunta lucha contra la marginación y la exclusión es uno de
los pretextos utilizado por los
socialistas para la ampliación
del poder político a expensas
de las libertades ciudadanas.
Repite el error de hablar de
los momentos oscuros de la
industrialización (como si la
historia no industrial previa
hubiese sido brillante) y de la
“explotación inhumana”, cuando dice: “A pesar de los grandes cambios acaecidos en las
sociedades más avanzadas, las
carencias humanas del capitalismo, con el consiguiente dominio de las cosas sobre los
hombres, están lejos de haber
desaparecido; es más, para los
pobres, a la falta de bienes materiales se ha añadido la del
saber y de conocimientos,
que les impide salir del estado de humillante dependencia” (4.33). Estas son las ideas
que han justificado el crecimiento estatal.
El Papa respalda la integración de los mercados mundiales y rechaza el proteccionismo; habla del mercado libre
como instrumento “más eficaz” pero a continuación aclara: “Sin embargo, esto vale sólo
para aquellas necesidades que
son ‘solventables’, con poder
adquisitivo, y para aquellos recursos que son ‘vendibles’, esto
es, capaces de alcanzar un precio conveniente. Pero existen
numerosas necesidades humanas que no tienen salida en el
mercado. Es un estricto deber
de justicia y de verdad impedir
que queden sin satisfacer las
necesidades humanas fundamentales y que perezcan los
hombres oprimidos por ellas”
(4.34).
Aunque la excusa de que algunas cosas no se pueden
comprar y vender sólo ha servido para que sea el poder político el que las compre y las
venda, aquí cabría argumentar
que el pontífice se está refiriendo a la garantía de los mínimos de subsistencia; no es
así, porque alude específicamente a la seguridad social, los
salarios “suficientes”, y la “adecuada tutela”. No hay límite
para el Estado del Bienestar
que se puede construir con estos mimbres, como se vio en
Europa.
Se aparta del “predominio
absoluto del capital”, pero la
alternativa no es el socialismo
sino “una sociedad basada en el
trabajo libre, en la empresa y en
la participación”. ¿Apunta el
Papa a una sociedad liberal?
Revista Empresa y Humanismo, Vol. II, Nº 2/00, pp. 473-492
TENSIÓN ECONÓMICA EN LA CENTESIMUS ANNUS
Su objetivo parece ser la socialdemocracia, y ningún intervencionista podría resumirlo mejor que el propio Juan
Pablo II: “Esta sociedad tampoco se opone al mercado, sino que exige que éste sea controlado oportunamente por las
fuerzas sociales y por el Estado, de manera que se garantice
la satisfacción de las exigencias
fundamentales de toda la sociedad” (4.35).
Condena el Papa la deuda
exterior y el consumismo, y
pone como ejemplo la droga
(4.36), lo cual llevaría a pensar
que la Iglesia no entiende la
racionalidad del fenómeno del
consumo. Las doctrinas intervencionistas se apoyan en esa
misma idea: como la gente no
sabe elegir, alguien deberá elegir por ella. No podía faltar la
mención a la ecología y su relación con la torpeza de las
personas y su “consumo de
manera excesiva y desordenada” (4.37).
Más frases antiliberales: “La
economía es sólo un aspecto y
una dimensión de la compleja
actividad humana. Si es absolutizada, si la producción y el
consumo de las mercancías
ocupan el centro de la vida social y se convierten en el único
valor de la sociedad, no subor-
dinado a ningún otro, la causa
hay que buscarla no sólo y no
tanto en el sistema económico
mismo cuanto en el hecho de
que todo el sistema sociocultural, al ignorar la dimensión
ética y religiosa, se ha debilitado, limitándose únicamente a
la producción de bienes y servicios” (4.39).
En vez de pensar en cómo el
intervencionismo ha relativizado la moral, y en cómo el liberalismo la ha defendido
siempre, el pontífice se alinea
con el discurso intervencionista, que alega que como los ciudadanos se ofuscan por la economía, entonces la salida es
arrebatarles la libertad. El Papa carga de misiones al poder
político: “Es deber del Estado
proveer a la defensa y tutela de
los bienes colectivos como son
el ambiente natural y el ambiente humano, cuya salvaguardia no puede estar asegurada por los simples mecanismos de mercado. Así como en
tiempos del viejo capitalismo
el Estado tenía el deber de defender los derechos fundamentales del trabajo, así ahora
con el nuevo capitalismo el
Estado y la sociedad tienen el
deber de defender los bienes colectivos”. Y condena la “’idolatría’ del mercado, que ignora la
Revista Empresa y Humanismo, Vol. II, Nº 2/00, pp. 473-492


CARLOS RODRÍGUEZ BRAUN
existencia de bienes que, por
su naturaleza, no son ni pueden ser simples mercancías”
(4.40).
Todo este lenguaje es característico del intervencionismo,
incluso del más extremo. Pero
Juan Pablo II da un nuevo viraje al preguntarse si la caída
del comunismo comporta el
triunfo del capitalismo. Esta es
su notable contestación, que
ha alborozado con toda lógica
al catolicismo liberal: “La respuesta es obviamente compleja. Si por ‘capitalismo’ se entiende un sistema económico
que reconoce el papel fundamental y positivo de la empresa, del mercado, de la propiedad privada y de la consiguiente responsabilidad para
con los medios de producción,
de la libre creatividad humana
en el sector de la economía, la
respuesta ciertamente es positiva, aunque quizá sería más
apropiado hablar de ‘economía
de empresa’, ‘economía de
mercado’ o simplemente de
‘economía libre’. Pero si por
‘capitalismo’ se entiende un
sistema en el cual la libertad,
en el ámbito económico, no
está encuadrada en un sólido
contexto jurídico que la ponga
al servicio de la libertad humana integral y la considere como
una particular dimensión de la
misma, cuyo centro es ético y
religioso, entonces la respuesta
es absolutamente negativa”
(4.42).
Es una declaración liberal
impecable, aunque es menester
subrayar que no hay liberalismo que sea sólo económico y
que no esté encuadrado en un
contexto institucional al servicio de la libertad del hombre y
su moral. Pero el Papa parece
arrepentirse de esta concesión
y en el mismo apartado, aunque reitera que el marxismo ha
fracasado, vuelve a referirse a
que “ingentes muchedumbres
viven aún en condiciones de
gran miseria material y moral”
y a criticar “una ideología radical de tipo capitalista, que…
confía su solución al libre desarrollo de las fuerzas del mercado”.
Tras lo visto hasta aquí, lo
más asombroso de Centesimus
Annus es esta conclusión del
Papa: “La Iglesia no tiene modelos para proponer” (4.43).
Y lo afirma pocas líneas antes de defender el mercado y la
empresa pero añadiendo que
“éstos han de estar orientados
hacia el bien común”. Tal ha
sido la norma del intervencionismo, pero el liberalismo pos-
Revista Empresa y Humanismo, Vol. II, Nº 2/00, pp. 473-492
TENSIÓN ECONÓMICA EN LA CENTESIMUS ANNUS
tula que el mercado y la empresa en libertad ya están
orientados al bien común y no
necesitan ningún conductor
que los dirija a esa meta. Algunos pensadores católicos liberales, en la línea ya comentada
de monseñor van Thuan, siguen a Michael Novak y conciben un sistema tripartito:
económico-político-cultural.
De este modo, intentan presentar al liberalismo como un
esquema primordialmente
económico y material, capaz
de funcionar en entornos políticos y ético-culturales muy diferentes, y que requiere ser
complementado con libertades
políticas y criterios morales;
Rafael Termes aporta un buen
análisis en este sentido (Termes 1992, cap. VI, especialmente pp. 172-181). El padre
Sirico, al comentar la referencia del Papa al capitalismo “radical”, que acabamos de citar,
también cree que lo que está
haciendo Juan Pablo II es criticar a los que sostienen que el
mercado posee una ética (Sirico 1998, p. 258).
Comprendo que esta argumentación sea atractiva para
los católicos, porque parte de
negar al liberalismo la ética,
precisamente aquello en lo que
la religión ostenta evidentes
ventajas comparativas. Pero se
trata de una interpretación
quizá algo forzada, puesto que
el mercado no es un artefacto,
y es peligroso razonar como si
lo fuera. La idea de que para
casar las dos cosas, religión y
mercado, es necesario que el
mercado sea axiológicamente
neutral, con lo que basta con
inyectarle la religión para
completarlo, acarrea el riesgo
de ver al mercado sólo como
un instrumento, y este es el argumento intervencionista: como el mercado no lo es todo y
además es un instrumento, cabe desmontarlo y dirigirlo en
aras del interés general. Sin
negar que no es lo mismo el
mercado que la moral, los seres
humanos concurrimos a los
mercados con nuestra moral y
con ella lo influimos. Hay
mercados de biblias y mercados de asesinatos, pero sólo un
reduccionismo extremo sostendría que, como ambos son
mercados, como ambos comportan compromisos y transacciones, no median entre
ellos diferencias apreciables
porque apenas reflejan el funcionamiento de un mecanismo
puramente técnico.
El capítulo cuarto de la encíclica termina así: “La propiedad de los medios de produc-
Revista Empresa y Humanismo, Vol. II, Nº 2/00, pp. 473-492


CARLOS RODRÍGUEZ BRAUN
ción, tanto en el campo industrial como agrícola, es justa y
legítima cuando se emplea para un trabajo útil; pero resulta
ilegítima cuando no es valorada o sirve para impedir el trabajo de los demás u obtener
unas ganancias que no son fruto de la expansión global del
trabajo y de la riqueza social,
sino más bien de su compresión, de la explotación ilícita,
de la especulación y de la ruptura de la solidaridad en el
mundo laboral. Este tipo de
propiedad no tiene ninguna
justificación y constituye un
abuso ante Dios y los hombres. La obligación de ganar el
pan con el sudor de la frente
supone, al mismo tiempo, un
derecho. Una sociedad en la
que este derecho se niegue sistemáticamente y las medidas
de política económica no permitan a los trabajadores alcanzar niveles satisfactorios de
ocupación, no puede conseguir
su legitimación ética ni la justa
paz social. Así como la persona se realiza plenamente en la
libre donación de sí misma, así
también la propiedad se justifica moralmente cuando crea,
en los debidos modos y circunstancias, oportunidades de
trabajo y crecimiento humano
para todos” (4.43). El pontífice
aprovisiona a la vez a liberales
e intervencionistas.
El capítulo 5, “Estado y cultura”, empieza con la defensa
por León XIII de la división
de poderes, “lo cual constituía
entonces una novedad en las
enseñanzas de la Iglesia”, y del
Estado de derecho, donde
mandan las leyes y no los
hombres (5.44). Censura al totalitarismo y destaca el papel
de la Iglesia en el combate
contra él, una Iglesia que ampara al hombre y la familia y
“diversas organizaciones sociales y las naciones, realidades
todas que gozan de un propio
ámbito de autonomía y soberanía” (5.45). Apoya la democracia y la participación de los
ciudadanos pero no “la formación de grupos dirigentes restringidos que, por intereses
particulares o por motivos
ideológicos, usurpan el poder
del Estado” (5.46). Reivindica
la ética frente al relativismo:
“Una democracia sin valores se
convierte con facilidad en un
totalitarismo visible o encubierto, como demuestra la historia”. Se aparta del fundamentalismo, “la fe cristiana no
pretende encuadrar en un rígido esquema la cambiante realidad sociopolítica”, y repite
que la Iglesia “no posee título
Revista Empresa y Humanismo, Vol. II, Nº 2/00, pp. 473-492
TENSIÓN ECONÓMICA EN LA CENTESIMUS ANNUS
alguno para expresar preferencias por una u otra solución
institucional o constitucional”
(5.46).
Aquí aborda directamente el
papel del Estado en la economía. Asevera con razón que la
economía necesita un marco
institucional que garantice la
libertad, y la estabilidad monetaria y la seguridad.
En el apartado número 48
aparecen varias muestras de
eclecticismo. El Estado, asegura el pontífice, vigila los derechos humanos en el sector
económico, “pero en este campo la primera responsabilidad
no es del Estado sino de cada
persona y de los diversos grupos y asociaciones en que se
articula la sociedad. El Estado
no podría asegurar directamente el derecho a un puesto
de trabajo de todos los ciudadanos sin estructurar rígidamente toda la vida económica
y sofocar la libre iniciativa de
los individuos”.
De inmediato, el Papa cambia de rumbo: “lo cual, sin embargo, no significa que el Estado no tenga ninguna competencia en este ámbito, como
han afirmado quienes propugnan la ausencia de reglas en la
esfera económica”.
Esta caricatura del liberalismo es inaceptable, porque el
liberalismo no propugna la ausencia de reglas. El esfuerzo de
quienes han buscado incompatibilizar al Adam Smith
moralista y al Adam Smith
economista es fundamentalmente vano (Rodríguez Braun
1997, pp. 20-3; Termes 1992,
pp. 111-132). Es cierto que algunos liberales han sido antirreligiosos y han fomentado el
citado “malentendido” del que
habla Rafael Termes, pero la
alternativa a esa posición no
puede ser un retrato descontextualizado de un liberalismo
que en realidad ha defendido
simultáneamente el mercado,
la justicia y la moral desde
Smith hasta Hayek.
Asimismo, la imagen del liberalismo como anárquico ha
servido para apuntalar el intervencionismo, igual que otras
ideas que el Papa expone: “el
Estado tiene el deber de secundar la actividad de las empresas, creando condiciones
que aseguren oportunidades
de trabajo, estimulándola donde sea insuficiente o sosteniéndola en momentos de crisis”.
También recomienda intervenir para evitar el monopolio,
pero además “ejercer funciones
Revista Empresa y Humanismo, Vol. II, Nº 2/00, pp. 473-492


CARLOS RODRÍGUEZ BRAUN
de suplencia en situaciones excepcionales, cuando sectores
sociales o sistemas de empresas, demasiado débiles o en
vías de formación, sean inadecuados para su cometido”, intervenciones que “en la medida
de lo posible deben ser limitadas temporalmente…para no
ampliar excesivamente el ámbito de la intervención estatal”. Otra vez, una cosa y la
contraria.
Sólo en este punto admite el
Papa que ha habido “excesos y
abusos” en el Estado del bienestar, pero la solución es el
principio de subsidiariedad: “una
estructura social de orden superior no debe interferir en la
vida interna de un grupo social
de orden inferior, privándola
de sus competencias”, y a continuación un nuevo zigzag, “sino que más bien debe sostenerla en caso de necesidad y
ayudarla a coordinar su acción
con la de los demás componentes sociales, con miras al
bien común”. Esta segunda
mitad de la oración puede justificar una vasta intervención
política.
Más cambios. El Papa critica el intervencionismo: “Al intervenir directamente y quitar
responsabilidad a la sociedad,
el Estado asistencial provoca la
pérdida de energías humanas y
el aumento exagerado de los
aparatos públicos, dominados
por lógicas burocráticas más
que por la preocupación de
servir a los usuarios, con enorme crecimiento de los gastos”.
Esto es lo más cercano que
hay en la encíclica a una protesta por el incremento de los
impuestos, palabra que el Papa
no utiliza, y está por ello detrás de León XIII, que sí habló
de la “tributación excesiva” en
la Rerum Novarum5. Pero a
continuación pide más Estado:
“promover iniciativas políticas
no sólo a favor de la familia,
sino también políticas sociales
que tengan como objetivo
principal a la familia misma,
ayudándola mediante la asignación de recursos adecuados
e instrumentos eficaces de
ayuda, bien sea para la educación de los hijos, bien sea para
la atención de los ancianos”
(4.49).
Parece apuntarse el Papa, a
pesar de haberla negado en el
apartado número 41 de la Sollicitudo rei socialis, de 1987, a
la tercera vía: “El individuo
hoy día queda sofocado con
frecuencia entre los polos del
Estado y del mercado”. El
error, que se repite en varias
oportunidades, estriba en que
Revista Empresa y Humanismo, Vol. II, Nº 2/00, pp. 473-492
TENSIÓN ECONÓMICA EN LA CENTESIMUS ANNUS
no se trata de extremos igualmente nocivos, de los que haya
que mantenerse equidistante.
La idea de que lo mejor es un
equilibrio entre la libertad y la
coacción no sólo es errónea, sino que abre la puerta a una expansión del poder político de
difícil delimitación, sobre todo
cuando se juega con ideas reduccionistas como que el
hombre es sólo productor y
consumidor de mercancías, o
condenando el economicismo
que tantas justificaciones ha
prodigado para el intervencionismo. No falta una mención a
la cooperación para el desarrollo, otra excusa para la expansión estatal: “así como a nivel
interno es posible y obligado
construir una economía social
que oriente el funcionamiento
del mercado hacia el bien común, del mismo modo son necesarias también intervenciones adecuadas a nivel internacional” (4.52).
En el capítulo final, el sexto,
“El hombre es el camino de la
Iglesia”, sostiene Juan Pablo II
que el valor de las encíclicas
sociales deriva de que son documentos del magisterio, insertados en la misión evangelizadora de la Iglesia. ”Solamente bajo esta perspectiva” (6.54)
se ocupa la Iglesia de lo demás,
lo que es cómodo pero cuestionable. No se trata, por supuesto, de caer en lo que Gabriel
Zanotti llama “neosaduceísmo
de derechas…[que] pretende
que en lo temporal haya una
única y sola solución específica, derivada directamente de
los datos teológicos” (Zanotti
1988, p. 17). Es clara y correcta
la actitud de la Iglesia al reivindicar competencia específica
en lo religioso y no en lo temporal, pero eso no quita para
que sus mensajes temporales
tengan un contenido confuso
ni para que estén abiertos a la
crítica. No acierta, pues, Rafael
Termes, al subrayar como hemos visto que nada se opone
en el Magisterio de la Iglesia al
liberalimo económico. Son numerosas las opiniones de dicho
Magisterio que se oponen, matizan o condicionan la doctrina
liberal. El hecho de que estas
opiniones acompañen a otras
manifestaciones que propician
un nítido liberalismo no puede
ser sólo saludado como signo
de finura intelectual, sino también lamentado como muestra
de un pensamiento, en este
único aspecto, incoherente6.
Un ejemplo de esta tensa
contradicción, como espero
haber demostrado, es la propia
Centesimus Annus y lo que sos-
Revista Empresa y Humanismo, Vol. II, Nº 2/00, pp. 473-492


CARLOS RODRÍGUEZ BRAUN
tiene el Pontífice a continuación. Alega que tras el derrumbe del comunismo “los
países occidentales corren el
peligro de ver en esa caída la
victoria universal del propio
sistema económico, y por ello
no se preocupen de introducir
en él los debidos cambios”
(6.56). No hay elementos suficientes en esta encíclica, y probablemente en ninguna otra,
para calibrar esos peligros ni
para ponderar esos cambios
“debidos”, menos aún cuando
repite el Papa que “cada día se
hace más grave” el problema
de la pobreza y el subdesarrollo, lo que es discutible.
El Papa pide un cambio de
valores a todos, sin percibir
hasta qué punto él puede haber contribuido a distorsionarlos, por ejemplo con declaraciones que vinculan la pobreza
mundial con el hecho de que
“se siente cada día más la necesidad de que a esta creciente
internacionalización de la economía correspondan adecuados órganos internacionales de
control” (6.58), que es lo que
piden los intervencionistas de
izquierda y derecha, que también coinciden en el rechazo al
liberalismo como si fuera un
extremo nocivo del que hay
que mantenerse apartado.
El Papa procura definir otra
vez una Iglesia no programática: “Para la Iglesia el mensaje
social del evangelio no debe
considerarse como una teoría,
sino por encima de todo, un
fundamento y un estímulo para la acción”. Pero no es razonable postular que la doctrina
de la Iglesia pretende impulsar
exclusivamente la acción y no
la intelección.
Quizá reconociendo las
contradicciones que afectan a
su texto y que he intentado
poner de relieve en estas páginas, Juan Pablo II termina
Centesimus Annus con esta reveladora declaración: “Hoy
más que nunca la Iglesia es
consciente de que su mensaje
social se hará creíble por el testimonio de las obras, antes que
por su coherencia y lógica interna” (6.57).
Y así es, en efecto. Ninguna
desconexión lógica, ninguna
tensión económica empañará
jamás la ejemplar, extraordinaria y abnegada labor de la Iglesia católica en pro de los desfavorecidos y de toda la humanidad. Pero ello no es óbice
para sostener, primero, que la
Iglesia está defendiendo (entre
otras) una teoría, y segundo,
que es una teoría equivocada.
Revista Empresa y Humanismo, Vol. II, Nº 2/00, pp. 473-492
TENSIÓN ECONÓMICA EN LA CENTESIMUS ANNUS
BIBLIOGRAFÍA
Beltrán, Lucas (1986), Cristianismo y economía de mercado,
Unión Editorial, Madrid.
Juan Pablo II (1991), Centesimus Annus. La problemática
social hoy, Ediciones Paulinas,
Madrid.
Matte Larraín, Eliodoro
(ed.) (1988), Cristianismo, sociedad libre y opción por los pobres, Centro de Estudios Públicos, Santiago de Chile.
Mejía, Jorge (1998), “Aspects of the preparation and
reception of Centesimus Annus”, en Pham, John-Peter,
Op. cit.
Novak, Michael (1998), “Six
years after Centesimus Annus:
what remains to be done?”, en
Pham, John-Peter, Op. cit.
Palladino, Giovanni (1998),
“Centesimus Annus: the reception in the industrial community”, en Pham, John-Peter,
Op. cit.
Pham, John-Peter (ed.)
(1998), Centesimus Annus. Assessment and Perspectives for the
Future of Catholic Social Doctrine, Librería Editrice Vaticana, Ciudad del Vaticano.
Rodríguez Braun, Carlos
(1997), “Estudio preliminar”,
en Smith, Adam, La teoría de
los sentimientos morales, Alianza Editorial, Madrid.
Rodríguez Braun, Carlos
(1999), A pesar del Gobierno,
Unión Editorial, Madrid.
Sirico, Robert A. (1998),
“Toward a new liberty”, en
Pham, John-Peter, Op. cit.
Termes, Rafael (1992), Antropología del capitalismo. Un
debate abierto, Plaza & Janés/Cambio 16, Barcelona.
Termes, Rafael (1997), Desde la libertad, Ediciones Eilea,
Madrid.
Thuan,
François-Xavier
Nguyen van (1998a), “Preface”, en Pham, John-Peter, Op.
cit.
Thuan,
François-Xavier
Nguyen van (1998b), “Historical and pastoral aspects of
the encyclical Centesimus Annus”, en Pham, John-Peter,
Op. cit.
Zanotti, Gabriel (1988), “La
temporalización de la fe. Un
estudio sobre el neosaduceísmo contemporáneo”, en Matte
Larraín, Eliodoro, Op. cit.
Revista Empresa y Humanismo, Vol. II, Nº 2/00, pp. 473-492


CARLOS RODRÍGUEZ BRAUN
NOTAS
a Agradezco la ayuda y los comentarios de Isabel Gómez-Acebo y Rafael
Termes, con quienes comparto siempre amistad pero no siempre ideas.
Por eso, los errores que contienen estas páginas no derivan de sus consejos
sino de mi contumacia.
1 Pueden verse las páginas que dedico al pontífice en Rodríguez Braun
(1999).
2 Thuan, François-Xavier Nguyen
van (1998ª), p. xi, también alude a las
“desigualdades sociales y económicas
intolerables”, habitual excusa del intervencionismo para recortar las libertades.
3 Véanse en Pham, John-Peter, Op.
cit., las pp. 15, 18, 38, 89, 91, 119,
126, que rezuman intervencionismo.
Son destacables, desde la otra perspectiva, los textos de Novak, D. Antiseri, J. Roback Morse y muy especialmente el de George Gilder.
4 Las cifras entre paréntesis corres-
ponden a los capítulos y números de
la encíclica, Juan Pablo II (1991).
5 Y lo hizo cuando sólo el 2 por ciento de la población pagaba impuestos
directos, Palladino (1998), p. 35.
6 En correspondencia privada, Rafael
Termes me recuerda una frase que
ambos escuchamos más de una vez en
boca de nuestro querido amigo común, Lucas Beltrán: “moriré católico
penitente y liberal impenitente”. Está
claro que el pensamiento de Lucas
apuntaba a convencer a los católicos
de que, precisamente como católicos,
deben preferir el modelo de economía de mercado, porque es el mejor
sistema para el bienestar y la libertad
de los hombres (véase, por ejemplo,
Beltrán 1986). Con todo, y arrimando el ascua a mi sardina intelectual y
a mi tesis de la “tensión”, no puedo
evitar subrayar una palabra notable en
esa frase de Lucas Beltrán, la palabra
“impenitente”, a saber: “que se obstina en el pecado”.
Revista Empresa y Humanismo, Vol. II, Nº 2/00, pp. 473-492
LA ECONOMÍA DE
MERCADO Y LA
DOCTRINA DE LA
IGLESIA CATÓLICA
RAFAEL TERMES*
Contrariamente a lo sostenido por el profesor Rodríguez Braun, Rafael Termes mantiene en su texto que el magisterio de la Iglesia no se opone a la defensa de los tres pilares fundamentales en los que se basa el capitalismo: la propiedad privada, la utilización del mecanismo de los precios como elemento óptimo para obtener una eficiente asignación de recursos, y la libertad de las personas.
Palabras clave: Doctrina de la Iglesia, mercado, liberalismo económico.
l profesor Carlos Rodríguez Braun ha elaborado un interesante
trabajo que, bajo el título Tensión económica en la Centesimus
Annus, publica este número de
Empresa y Humanismo y en el
que reiteradamente me cita.
Por eso, no es extraño que el
director de la Revista haya tenido la idea de acompañar el
artículo de Carlos con algunos
comentarios míos que, ama-
E
* Rafael Termes es Director del IESE de Madrid.
blemente, me ha invitado a redactar.
Conozco al profesor Rodríguez Braun desde hace tiempo
y con frecuencia hemos dialogado sobre el tema que en esta
ocasión aborda y, de hecho, así
ha sucedido con ocasión del
artículo en cuestión, diversos
borradores del cual he tenido
el privilegio de conocer y comentar con el autor. De aquí
que me sienta cómodo al redactar estas líneas, que no des-


RAFAEL TERMES
cubrirán nada nuevo a Carlos
pero que, tal vez, puedan servir
para que los lectores de Empresa y Humanismo perciban
una interpretación distinta de
la que él hace de la Centesimus
Annus y puedan así sacar sus
propias conclusiones al respecto.
Advierto, de entrada, que no
me propongo contestar, una a
una, las críticas de mi amigo a
la Centesimus Annus. Mi intención es, más bien, afirmar que,
por las razones que diré, estas
críticas no han logrado apartarme del convencimiento, que
profundamente abrigo, de la
compatibilidad entre la doctrina de la Iglesia y el liberalismo
económico; máxime tratándose, como es mi caso, del liberalismo iusnaturalista1.
Mi convencimiento sobre la
compatibilidad entre la Doctrina Social de la Iglesia y el
sistema de economía de libre
mercado que, sin duda con poca fortuna, llamamos capitalismo, ha sido sometido a intenso ataque tanto desde el lado
socialista como desde el lado
liberal. Los unos me dicen que
no puedo ser católico puesto
que soy liberal, los otros afirman que no puedo ser liberal
puesto que soy católico. Con
una interpretación forzada del
aforismo “in medio, virtus”,
podría decir que esta oposición
desde ambos extremos del
pensamiento económico me
garantiza la posesión de la verdad. Ya sé que no es así, pero,
en cierto sentido, me refuerza
en mi postura.
Viniendo al tema, recordaré
que cuando, hace ya nueve
años, en los cursos de verano
de la Universidad Complutense, pronuncié una conferencia
con el título “La Doctrina social y el espíritu del capitalismo: crónica de un malentendido”2, me apoyé en la Centesimus Annus de Juan Pablo II y
en la doctrina de los Papas que
le precedieron, para demostrar
que nada hay en el Magisterio
de la Iglesia que se oponga a la
defensa de los tres pilares básicos en que se asienta el capitalismo: la propiedad privada,
incluso de los bienes de producción; la utilización del mecanismo de los precios como
instrumento óptimo para la
eficiente asignación de recursos; y la libertad de las personas para que todas ellas, responsables de su futuro, puedan
decidir las actividades que deseen emprender, asumiendo el
riesgo del fracaso a cambio de
Revista Empresa y Humanismo, Vol. II, Nº 2/00, pp. 493-505
LA ECONOMÍA DE MERCADO Y LA DOCTRINA DE LA IGLESIA CATÓLICA
la expectativa de apropiarse el
beneficio si se produce.
Añadí entonces, y lo mantengo, que en el modelo capitalista, el Estado no debe interferir en la mecánica del
mercado, ni intervenir, salvo
para el ejercicio de un reducido papel subsidiario, en aquellas actividades de los ciudadanos que el propio mercado encauza. Lo cual no quiere decir
que se niegue el papel del Estado, sino más bien afirmar
que, al lado de sus primigenias
funciones como guardián del
orden y administrador de la
justicia, compete al Estado,
como servidor que debe ser de
la sociedad, velar por la pureza
del funcionamiento del mercado, creando y manteniendo un
marco legal para que la actividad económica encuentre sus
propios objetivos y solvente
por ella misma los conflictos
que puedan existir.
Mi tesis fue, y sigue siendo,
que, entendido el capitalismo
tal como, ni más ni menos, lo
he definido, este sistema produce, tanto desde el punto de
vista material como desde el
punto de vista moral, mejores
resultados que su contrario, el
sistema socialista o de economía centralizada y planificada.
Esta es una cuestión que la
Iglesia deja a la libre elección
de sus fieles, ya que, como reiteradamente ha afirmado el
Magisterio, no tiene competencia técnica para entrar en
ello. Entiendo que no estoy en
contra, ni en lo más mínimo,
de la doctrina social de la Iglesia, ya que ella me otorga plena
libertad para defender y propagar, como lo hago, el liberalismo económico, al tiempo
que insisto en que este sistema
dará mejores resultados cuando las personas que actúan en
el marco del mismo más se
comporten de acuerdo con los
valores morales congruentes
con la dignidad de la naturaleza humana.
Mi opinión en favor de la
solución liberal es compatible
con el respeto que me merecen
otros cristianos que piensan
que la fórmula intervencionista es mejor, aunque este respeto no me impide decir que, a
mi juicio, valdría la pena que
consideraran que su opinión,
tal vez válida técnicamente en
un modelo de economía cerrada, de suma cero, en el cual lo
que uno tiene lo ha quitado a
otro, puede dejar de serlo en
un sistema de economía abierta, de suma creciente, en el que
la distribución del producto se
Revista Empresa y Humanismo, Vol. II, Nº 2/00, pp. 493-505


RAFAEL TERMES
produce en forma aumentada
para todos.
Sin embargo, al final de
aquella conferencia del año
1991, terminé reconociendo
que mis reflexiones eran el resultado de la lectura de la Centesimus Annus que yo había hecho desde mi óptica liberal y
que, desde luego, admitía que
otros podrían extraer de la Encíclica conclusiones distintas
de las que yo me había permitido aportar. La verdad es que,
al decir esto, estaba pensando
en los que se llaman, a sí mismos, católicos para el socialismo, para los cuales todo cristiano, de acuerdo con el
Magisterio -interpretado por
ellos- no tiene más remedio
que ser socialista. La sorpresa
para mí es que la lectura discrepante ha venido de un liberal tan eximio como Carlos
Rodríguez Braun que, de esta
forma, se ha constituido en
una de las pocas excepciones
dentro de los pensadores liberales que, en su gran mayoría,
recibieron con gran regocijo la
Centesimus Annus. Juan Velarde Fuertes, en el trabajo con
que participó en el ciclo sobre
la Encíclica, organizado por la
Real Academia de Ciencias
Morales y Políticas3, termina
diciendo: En 1981, ante la Re-
rum novarum, el economista
Anatole Leroy-Beaulieu declaró
que esta Encíclica suponía “la
vuelta al mundo de uno de los
grandes actores de la historia, el
papado”. En 1991, es éste el que,
situándolo en sus adecuadas perspectivas, hace volver al seno de
un mundo importante siempre, el
de la Iglesia católica, a la economía de libre mercado o, si se prefiere, al capitalismo. Se ha dicho
que esta Encíclica (Centesimus
Annus) “quizá sea el documento
más sutil y mejor escrito de Juan
Pablo II hasta hoy”4. Por supuesto, pero también el más revolucionario, porque abre la puerta a
un capitalismo católico.
***
Entrando ya en el trabajo
que debo comentar, quiero, en
primer lugar, señalar el respeto, rayando en simpatía, que
Carlos Rodríguez Braun siente por Juan Pablo II, puesto de
manifiesto no sólo en el artículo que nos ocupa, sino en
muchas otras ocasiones. También merecen anotarse las frases de elogio que el autor dedica a la “ejemplar, extraordinaria y abnegada labor de la Iglesia católica”. Lo cual quiere
decir que el profesor Rodríguez Braun critica la doctrina
Revista Empresa y Humanismo, Vol. II, Nº 2/00, pp. 493-505
LA ECONOMÍA DE MERCADO Y LA DOCTRINA DE LA IGLESIA CATÓLICA
de la Iglesia por razones que
no tienen nada que ver con los
espurios motivos que inducen
a los mal llamados progresistas
a pronunciarse, casi siempre
desde la ignorancia, en contra
de la Iglesia católica. Su discrepancia es fruto de un trabajo serio, que merece todos mis
respetos, aunque el resultado
del mismo a mí me parezca
erróneo.
Desde este respeto, intentaré indagar las causas que explican la crítica que Carlos Rodríguez Braun, desde su pensamiento liberal, dedica a la
Centesimus Annus. A mi juicio,
estas causas son por lo menos
tres. La primera es que Rodríguez Braun, en vez de enjuiciar la Encíclica por su tenor
global, realiza un despiece de
la misma, poniendo de relieve
las frases, incluidas en algunos
párrafos, de las que parece que
pueda deducirse una condena
moral del liberalismo o una
defensa de la necesidad del intervencionismo estatal. No
niego que sea así. Pero ello es
debido a que el Papa no habla
como economista, sino como
pastor de almas, y, a veces, esta
preocupación por los fallos
morales que se observan en las
sociedades contemporáneas
-que él mismo afirma que no
son atribuibles al sistema económico, sino al sistema éticocultural- le lleva a proponer
soluciones que, técnicamente
hablando, no son correctas, lo
cual no tiene nada de extraño,
puesto que, en repetidas ocasiones, el Magisterio ha afirmado que la Iglesia carece de
competencia en el aspecto técnico.
El propio Juan Pablo II en
la Encíclica Sollicitudo rei socialis, anterior a la Centesimus
Annus, afirma que la Iglesia no
propone sistemas o programas
económicos y políticos, ni manifiesta preferencias por unos o por
otros, con tal de que la dignidad
del hombre sea debidamente respetada y promovida. Ya sé que
Rodríguez Braun dice que esto
es lo que afirma la Iglesia, pero, en realidad, sí propone un
sistema, al oponerse -según élal libre mercado. No es así. Lo
que pasa es que -como sigue
diciendo Juan Pablo II- la
Iglesia es experta en humanidad,
y esto le mueve a extender necesariamente su misión religiosa a
los diversos campos en que los
hombres y mujeres desarrollan
sus actividades (...). Por esto la
Iglesia tiene una palabra que decir (...) y a este fin utiliza como
instrumento su doctrina social.
Revista Empresa y Humanismo, Vol. II, Nº 2/00, pp. 493-505


RAFAEL TERMES
La doctrina social de la Iglesia
-concluye el Pontífice- no es,
pues, una tercera vía entre el capitalismo liberal y el colectivismo
marxista, y ni siquiera una posible alternativa a otras soluciones
menos contrapuestas radicalmente, sino que tiene una categoría
propia. No es tampoco una ideología, sino la cuidadosa formulación del resultado de una atenta
reflexión sobre las complejas realidades de la vida del hombre en
la sociedad y en el contexto internacional, a la luz de la fe y de la
tradición eclesial. Su objetivo
principal es interpretar esas realidades, examinando su conformidad o diferencia con lo que el
Evangelio enseña acerca del
hombre y su vocación terrena y, a
la vez, trascendente, para orientar en consecuencia la conducta
cristiana. Por tanto, no pertenece
-la doctrina social- al ámbito de
la ideología, sino al de la teología, y especialmente de la teología
moral5.
No parece, pues, adecuado
esperar que todas y cada una
de las frases de la Centesimus
Annus resistan el examen crítico, desde el punto de vista del
pensamiento económico liberal, para que pueda afirmarse
que esta Encíclica, que sintetiza y pone al día la centenaria
doctrina social de la Iglesia, no
se opone a que los católicos se
adhieran al sistema capitalista
de organización social, si estiman que éste es, como yo
pienso, el que mejor y más rápidamente logra el bienestar
de los pueblos. Basta, a mi entender, que el Documento lo
diga, aunque en algunos párrafos, por defectos de expresión,
parezca contradecirlo. Que esta postura es correcta, puede
ayudar a verlo el razonamiento
aportado, a contrario sensu, por
Gabriel Zanotti, bien conocido del profesor Rodríguez
Braun, cuando, para defender
a Mises y Hayek, cuya “sola
mención causa hoy, en ambientes
eclesiales, más recelo que el anticristo”, dice: “no les pidamos que
compartan una cosmovisión cristiana en la cual, y no por mala
voluntad, nunca estuvieron. Pidámosle, sí, sus aportes técnicos al
análisis de la economía de mercado, y descubriremos (...) que el
mercado es un proceso que, bajo
determinadas condiciones institucionales -libre acceso; ausencia
de privilegios y prebendas a los
emprendimientos privados- conduce los recursos escasos hacia las
necesidades de la demanda, conduciendo ello a la función social
de la propiedad, la subsidiariedad del Estado y la primacía del
bien común6, bien común que,
Revista Empresa y Humanismo, Vol. II, Nº 2/00, pp. 493-505
LA ECONOMÍA DE MERCADO Y LA DOCTRINA DE LA IGLESIA CATÓLICA
añado yo, es precisamente el
objetivo que dicen buscar los
citados ambientes eclesiásticos
hostiles. No pidamos tampoco
al Papa que no cometa ningún
error en economía; basta que
nos diga que la economía de
mercado, ajena al error antropológico -desaparición del concepto de persona como sujeto autónomo de decisión moral- que el
Papa achaca al socialismo7, si
la empleamos bien, es una vía
que conduce al verdadero progreso económico y civil8.
***
Otra de las razones que, a
mi juicio, explican la crítica
negativa, desde la óptica liberal, que el profesor Rodríguez
Braun dedica a la doctrina de
la Iglesia católica es que se
apoya en declaraciones de personajes eclesiásticos que, por
prestigiosos que sean, no representan el magisterio Universal de la Iglesia que compete, en exclusiva, al Papa y al
Concilio Ecuménico convocado y presidido por Él. Que
el arzobispo François-Xavier
Nguyen van Thuan, admirable
víctima del comunismo vietnamita, hable del doble peligro
del comunismo y el capitalismo, equiparando ambos “ma-
les”, es un error a él sólo imputable, pero no compromete la
doctrina de la Iglesia. Cuando
monseñor Van Thuan, según
nos relata Rodríguez Braun,
afirma que el Papa no es liberal, dice, sin duda, una verdad,
desde el punto de vista político-económico, porque el Papa,
como Vicario de Cristo y Cabeza de Su Iglesia, no es, no
puede ser, ni liberal ni socialista, ni socialdemócrata, ni partidario de la tercera vía, ni de
ninguna otra forma de organización político-social. Su papel, como sucesor de Pedro, es
“confirmar en la verdad”, señalando a los fieles de la Iglesia y
a todos los hombres de buena
voluntad, aquello que en estos
sistemas es o no conforme a la
dignidad de la persona y que,
en consecuencia, les acerca o
aleja de su último fin.
Lo que importa, al objeto
que nos ocupa, es que del Magisterio del actual Papa, en
concordancia con el de sus
predecesores, se deduce claramente el derecho que asiste a
todos los católicos a optar por
el sistema capitalista, sin traicionar por ello la doctrina de
la Iglesia. Lo que importa es la
compatibilidad entre catolicismo y capitalismo, que, sobre
todo, en la Centesimus Annus,
Revista Empresa y Humanismo, Vol. II, Nº 2/00, pp. 493-505


RAFAEL TERMES
en mi opinión, está claramente
declarada, siempre que el capitalismo se entienda en la forma que el Papa lo describe9 y
que coincide con la definición
que di al principio y tal como,
a mi juicio, se practica al día de
hoy.
Por otra parte, puestos a citar testimonios sobre el pensamiento económico de Juan Pablo II, podemos buscar otros
autores y, entre ellos, el padre
Robert Sirico, sacerdote católico norteamericano. En el III
Simposium Internacional sobre
Economía y Religión, organizado, en mayo de 1999 por la
Facultad de Ciencias Económicas y Empresariales de la
Universidad de Navarra, y en
el que tanto el profesor Rodríguez Braun como yo participamos, el profesor Sirico desarrolló una ponencia bajo el título: “La economía en el pensamiento de Juan Pablo II”,
que él mismo resumió diciendo que había resaltado la importancia del librecambio, de la
libertad de asociación, de la empresa, de la propiedad privada,
del sistema de precios y beneficios,
de la caridad voluntaria y de la
provisión del bienestar; así como
del papel limitado del Estado,
tanto según el pensamiento del
Papa como según la tradición de
la teoría económica en el ámbito
general10. Como se ve, esto suena en forma muy distinta de lo
que, citando a monseñor Van
Thuan, nos aporta Rodríguez
Braun.
Para no hacerme prolijo, diré simplemente que, en el capítulo de testimonios, difícilmente podemos obviar al de
todos conocido profesor Michael Novak quien, en sus muy
numerosas publicaciones, desde
The Spirit of Democratic Capitalism (1982)11 hasta The Catholic Ethic and the Spirit of Capitalism (1993)12, no ha cesado
de demostrar la verdad de la
misma tesis que yo sostengo,
es decir, la compatibilidad y
hasta coincidencia entre capitalismo y catolicismo. Coincidencia digo, porque de su conjunción salen los mejores resultados, tanto en términos
económicos como en términos
morales. Novak es el autor de
lo que Rodríguez Braun, en el
artículo que estoy comentando, llama la “cuestión tripartita”. Y esta “cuestión” me lleva a
la tercera explicación, y última
que quiero comentar, de la crítica del profesor Rodríguez
Braun a la Iglesia que, según
él, continua viendo al liberalismo como hostil o en el mejor de
los casos ajeno a la moral, igual
Revista Empresa y Humanismo, Vol. II, Nº 2/00, pp. 493-505
LA ECONOMÍA DE MERCADO Y LA DOCTRINA DE LA IGLESIA CATÓLICA
que lo ha visto siempre el intervencionismo de izquierdas y derechas.
***
Y esta tercera explicación es
que Carlos Rodríguez Braun, a
pesar de citar el sistema tripartito, económico-político-cultural, no profundiza en el sentido que atribuye Novak a lo
que, desde 1982, llama “capitalismo democrático”. Las características de este modelo, que
su autor califica de uno y trino,
vienen dadas por la conjunción
de un sistema económico de
libre mercado; un sistema político respetuoso con los derechos individuales a la vida, a la
libertad y a la búsqueda de la
felicidad; y un sistema moral
cultural pluralista y, en el más
correcto sentido de la palabra,
liberal. La razón última de esta
configuración radica en que el
capitalismo es un sistema económico que tiene sus leyes
propias e invariantes, aunque
esto no quiera decir que sea
amoral, ya que el sistema, en sí
mismo, no presupone ninguna
necesaria vinculación con concepciones filosóficas rechazables desde una antropología
correcta. Es más, el mercado,
propio del sistema capitalista
tiene su moral, como resultado
del propósito de descubrir y
atender las necesidades de los
demás, lo cual, en ausencia de
violencia, fraude o dolo, y sin
merma de la búsqueda del legítimo interés propio, es una
manifestación del espíritu de
servicio inherente al capitalismo.
Pero el capitalismo no se
desarrolla en el vacío; vive en
el entorno constituido por un
determinado sistema éticocultural y un concreto sistema
político-jurisdiccional que,
respectivamente, motiva y enmarca la actuación de los
agentes del sistema económico. Por ello, distintas axiologías
y distintas organizaciones político-jurídicas producirán resultados económicos y morales
distintos, por la mera operación de las mismas leyes económicas generales. Entendidas
las cosas de esta forma, me parece que resulta sencillo concluir que, sin intentar interferir
en el núcleo invariante de las
leyes económicas, es decir, renunciando a la intervención
gubernamental de los mercados, podemos y debemos intentar mejorar, desde el punto
de vista ético, los resultados
del proceso económico de
asignación de recursos, perfec-
Revista Empresa y Humanismo, Vol. II, Nº 2/00, pp. 493-505


RAFAEL TERMES
cionando el sistema de valores
y el sistema institucional.
Y esto es precisamente lo
que quiere Juan Pablo II, y a lo
que se dirigen sus advertencias
para que el capitalismo merezca la respuesta positiva que le
otorga en el tan citado punto
42 de su Centesimus Annus. El
Papa, hablando del capitalismo o, como él prefiere, de la
economía libre o de mercado,
no dice que sea necesario cambiar el sistema económico que
constituye la primera “pata” del
sistema tripartito. El Papa,
simplemente apunta a la mejora de las otras dos “patas” del
modelo y, refiriéndose a una de
ellas, el sistema institucional,
propugna un sistema en el cual
la libertad, en el ámbito económico esté encuadrada en un sólido contexto jurídico que la ponga
al servicio de la libertad humana
integral13, afirmando que la actividad económica, en particular
la economía de mercado, no puede desenvolverse en medio de un
vacío institucional, jurídico y político14. Y, por lo que respecta a
la tercera “pata”, el Papa, después de censurar numerosos
rasgos de comportamiento degradado que se observan en las
sociedades occidentales, dominadas por la cultura del poseer
y gozar, en vez de orientarse
por la del ser y valer, aclara que
estas críticas van dirigidas no
tanto contra un sistema económico, cuanto contra un sistema ético-cultural15.
Por lo tanto, si queremos
que nuestro sistema capitalista
sea el capitalismo bien entendido al que se refiere el Papa,
no es necesario precisamente
cambiar el sistema económico
liberal que lo sustenta, sino,
visto el deterioro de los sistemas cultural e institucional
que lo enmarcan, intentar regenerarlos. En esta necesaria
regeneración moral de nuestras sociedades y sus instituciones, el principal recurso del
hombre, dice Juan Pablo II, es el
hombre mismo. El hombre, con
sus creencias y con su comportamiento. Es su inteligencia la que
descubre las potencialidades productivas de la tierra y las múltiples modalidades con que se pueden satisfacer las necesidades humanas. Es su trabajo disciplinado, en solidaria colaboración, el
que permite la creación de comunidades de trabajo cada vez más
amplias y seguras para llevar a
cabo la transformación del ambiente natural y la del mismo
ambiente humano. En este proceso están comprometidas importantes virtudes, como son la diligencia, la laboriosidad, la pru-
Revista Empresa y Humanismo, Vol. II, Nº 2/00, pp. 493-505
LA ECONOMÍA DE MERCADO Y LA DOCTRINA DE LA IGLESIA CATÓLICA
dencia en asumir los riesgos razonables, la fiabilidad y la lealtad en las relaciones interpersonales, la resolución del ánimo en
la ejecución de decisiones difíciles
y dolorosas, pero necesarias para
el trabajo común de la empresa y
para hacer frente a los eventuales
reveses de la fortuna16.
Siguiendo a Michael Novak,
diré que creatividad y cooperación son los términos en que
cabría sintetizar las virtudes
enumeradas por el Papa. Pero
creatividad y cooperación son,
precisamente, las virtudes propias del capitalismo. La profunda justificación moral del
sistema capitalista no radica
tan sólo en que -imperfecto
como es- sirva a la libertad
mejor que cualquier otro conocido; ni siquiera en que sea
la manera práctica de realizar
la opción por los pobres, ya
que eleva sus niveles de vida
más que ningún otro sistema;
ni en que mejore el estado de
salud de los seres humanos y
mantenga el balance entre los
hombres y su entorno mejor
que en las socialistas o tradicionales sociedades del tercer
mundo. Todo esto es cierto,
pero la verdadera fuerza moral
del capitalismo -que es descubrimiento, innovación e inversión- radica en su capacidad
para promover la creatividad
humana mediante la cooperación.
***
Siendo todo esto así, concluiré diciendo que la relectura
de la Centesimus Annus de la
mano crítica de Carlos Rodríguez Braun, no me ha descubierto en la Encíclica nada que
me suponga la tensión que él
acusa y, mucho menos, que me
obligue a abdicar de mi liberalismo. No creo que la doctrina
social de la Iglesia, reactualizada por el Pontífice, sea hostil al
liberalismo económico. Respetando su postura, mi más ferviente deseo es que Carlos llegara a verlo también así. En
cuanto a mí, siguiendo el dictado de nuestro común amigo
Lucas Beltrán, me mantendré
liberal impenitente, luchando,
dentro de mis flaquezas, por
comportarme como un buen
católico. Precisamente esta
condición es la que me hace
pensar que el cristianismo tiene un papel decisivo en las
economías de mercado. Ciertamente que el cristianismo no
es un simple código de conducta. El cristianismo es esencialmente, y ante todo, la adhesión personal a Jesucristo,
confesado como Dios y Hom-
Revista Empresa y Humanismo, Vol. II, Nº 2/00, pp. 493-505


RAFAEL TERMES
bre verdadero. Pero la fe entraña un compromiso de comportamiento, de seguimiento
por un camino basado en las
enseñanzas y las obras de Cristo. Los primeros cristianos,
provenientes tanto del pueblo
judío como de la gentilidad,
dice también Juan Pablo II en
su posterior Encíclica Veritatis
Splendor, se diferenciaban de los
paganos no sólo por su fe y su liturgia, sino también por el testimonio de su conducta moral, inspirada en la Ley Nueva. En
efecto, la Iglesia es a la vez comunión de fe y de vida. Ninguna
laceración debe atentar contra la
armonía entre la fe y la vida: la
unidad de la Iglesia es herida no
sólo por los cristianos que rechazan o falsean la verdad de la fe,
sino también por aquellos que
desconocen las obligaciones morales a las que los llama el Evangelio. Los Apóstoles rechazaron con
decisión toda disociación entre el
compromiso del corazón y las acciones que lo expresan y demuestran17.
Por lo tanto, si los cristianos
que operan en el sistema capitalista, cualquiera que sea el
lugar que en él ocupen, viven,
en el ejercicio de su respectiva
actividad, las virtudes cristianas; si los no cristianos viven
las virtudes morales de acuerdo con la ley natural, que a todos obliga y a todos los que
con sinceridad la buscan les es
dado conocer, en forma que no
podrá diferir de la auténtica
interpretación del Magisterio;
entonces el tripartito sistema
que hemos estado contemplando funcionará satisfactoriamente y producirá los mejores resultados, tanto económicos como morales, que cabe
esperar en esta tierra.
Revista Empresa y Humanismo, Vol. II, Nº 2/00, pp. 493-505
LA ECONOMÍA DE MERCADO Y LA DOCTRINA DE LA IGLESIA CATÓLICA
NOTAS
1 En nota a pie de página, Rodríguez
Braun se refiere a la frase de Lucas
Beltrán -”moriré católico penitente y
liberal impenitente”- que yo le recordaba para definir mi propia posición.
A pesar de la ingeniosa pirueta interpretativa de Carlos, es evidente que
Lucas quería decir que, si bien, como
católico, se arrepentía de sus pecados,
no se arrepentía de ser liberal, precisamente porque no lo consideraba
pecado.
2 Los problemas sociales cien años después de la Rerum Novarum, Cursos de
verano de la Universidad Complutense, 31 de julio de 1991.
3 VV. AA. (1991), Acerca de Centesimus Annus, Espasa-Calpe, Madrid.
4 La frase es de Richard N. Ostling
en “Mopping up after Marx”, Time,
13 de mayo, 1991.
5 Juan Pablo II, Sollicitudo rei socialis,
nº 41.
6 Zanotti, Gabriel J. (1999), Doctrina Social de la Iglesia y Liberalismo:
¿Antagonismo o malentendido?, Uni-
versidad Francisco Marroquín, Guatemala.
7 Juan Pablo II (1993), Centesimus
Annus, nº 13.
8 Ibidem, nº 42.
9 Cfr. Juan Pablo II (1993), Centesimus Annus, nº 42.
10 Ravina, Luis (ed.) (2000), Economía
y Religión, Eunsa, Pamplona, p. 246.
11 Novak, Michael (1984), El espíritu
del capitalismo democrático, Ediciones
Tres Tiempos, Buenos Aires.
12 Novak, Michael (1983), The Catholic Ethic and the Spirit of Capitalism,
The Free Press, Nueva York.
13 Juan Pablo II (1993), Centesimus
Annus, nº 42.
14 Ibidem, nº 48.
15 Ibidem, nº 39.
16 Juan Pablo II (1993), Centesimus
Annus, nº 32.
17 Juan Pablo II (1993), Veritatis
splendor, nº 26.
Revista Empresa y Humanismo, Vol. II, Nº 2/00, pp. 493-505

RECENSIONES
Dirigir los envíos de libros a la Secretaría del
Instituto Empresa y Humanismo.
COMPETING ON INTERNET TIME. LESSONS
FROM NETSCAPE AND ITS BATTLE WITH
MICROSOFT
D. YOFFIE Y M. CUSUMANO, THE FREE PRESS, NUEVA YORK, 1998
Los profesores Yoffie, de la
Harvard Business School, y Cusumano, de la Sloan Management School del MIT, han escrito un libro que se ha convertido desde su aparición en
la referencia más sólida hasta
el momento acerca de las estrategias empresariales en la
era de Internet. El mercado
está inundado por volúmenes
que versan sobre la nueva economía (¿hay otra? Como dice
Howard Frank, creador de Internet, es la única que hay y
ha venido para quedarse), la
era digital, el e-marketing, o
las organizaciones virtuales,
por citar algunos ejemplos.
Sin embargo, a mi juicio, la
obra que nos ocupa merece
una mención singular, pues
afronta con calidad académica
y desde una perspectiva práctica las cuestiones que preocupan a los directivos y empresarios que se asoman a las
vueltas y revueltas de la red:
¿qué ha cambiado en el
mundo de la empresa desde
hace un par de años?, ¿cuáles
son los modos más eficaces de
responder a esos cambios?,
¿cómo estar a la altura del
presente?, ¿es necesario un
nuevo pensamiento estratégico?, ¿cómo competir?
En un lapso de tiempo fugaz se han producido cambios
radicales en las tecnologías y
en los mercados; se han desencadenado innumerables
carreras por adquirir cuotas de
mercado dirigidas por los
efectos de la red (el fin de los
portales electrónicos no es
otro que captar el mayor tráfico posible); los sectores se
mueven con rapidez hacia una
convergencia desconocida en
la historia económica; y por si
esto no fuera bastante, el nivel
de competitividad se ha disparado: todos compiten contra todos por el mismo botín,
gigantes corporativos y startups comparten idénticos objetivos.
Detrás está la aparición de
algo que no es más que un


RECENSIONES
medio, pero un medio colosal:
Internet. “Una red de redes,
levantada sobre un conjunto
de tecnologías de software que
permite que el hardware envíe, reciba y localice paquetes
de información que viajan a la
velocidad de la luz por una
autopista electrónica mundial”. Y lo que es todavía mas
sorprendente, barato y fácil de
usar.
Uno de los efectos de Internet es que ha comprimido el
tiempo. Ahora bien, competir
en la red exige, de modo inexorable, ser flexible de forma
estratégica, estructural y operativa, así como aprovechar
todos los puntos para multiplicar las ventajas competitivas, consiguiendo la fidelidad
de los clientes o sacando partido de las debilidades del
competidor. Estar atentos a
las oportunidades y moverse
velozmente es un requisito
esencial; llegar tarde en este
mundo significa no llegar. En
definitiva, lo que hace Internet es acelerar permanentemente el flujo de nueva información, nuevos productos y
servicios a lo largo y ancho del
planeta. Como consecuencia
de ello, de los directivos se espera que dispongan sus organizaciones y las capacidades
de sus miembros para cambiar
con agilidad continuamente.
Yoffie y Cusumano analizan
en este libro la batalla competitiva que se desató entre Netscape, un recién nacido, y Microsoft, el monopolio gigante del
sector, con motivo de sus navegadores por la red. Aunque se
trata de una obra con una gran
cantidad de contenidos técnicos, su lectura permite adentrarse en cómo evolucionan las
estrategias en la Era Digital y
reflexionar sobre las políticas
que funcionan y las que desembocan en un callejón sin
salida. Competir siempre ha
sido difícil y competir con rivales fuertes y agresivos, más;
sin embargo, ahora se añade
que hay que hacerlo con la velocidad que marca el medio.
Esto abre ventanas de oportunidad interesantes para los pequeños, si las saben distinguir
y aprovechar.
Las nuevas empresas pueden
aprender de Netscape a:
- Crear una visión ilusionante y viva de productos, tecnologías y mercados, estrechamente ligada a la acción.
- Contratar y adquirir experiencia de gestión que se sume
a los conocimientos técnicos.
Revista Empresa y Humanismo, Vol. II, Nº 2/00, pp. 509-512
RECENSIONES
- Construir los recursos internos propios de una gran
empresa organizándose como
las pequeñas.
- Construir relaciones externas que compensen la limitación de los recursos internos
Yoffie acuña en estas páginas una expresión que probablemente le haga merecedor
de una estrella en el firmamento de los gurús: la estrategia de judo (judo strategy), que
combina rapidez (en el tránsito de la visión a la acción,
llevando al contrincante al
propio terreno y evitando la
confrontación directa), flexibilidad (al compatibilizar la planificación estratégica con los
constantes ajustes tácticos) y
“apalancamiento” (leverage), en
la búsqueda de las valiosas
economías de escala y de red
(tráfico), así como en la lealtad
a una marca por la satisfacción
de los clientes. Planificar en
tiempos de Internet no supone
acortar el horizonte de la planificación, sino incluir la disponibilidad para realizar ajustes con rapidez; en definitiva,
se trata de comprimir el
tiempo para llegar antes.
Las sendas que conducen a
la deseada flexibilidad se caracterizan por evitar la buro-
cracia, bajar la responsabilidad
al nivel más operativo, crear
equipos pequeños y variados
(gente con y sin experiencia),
invertir en arquitecturas modulares, tanto en el diseño
como en la fabricación del
producto, así como conseguir
adaptarse al ritmo de aparición
de novedades tecnológicas y
de deseos imprevistos de los
clientes.
Por último, el “apalancamiento”. La estrategia de judo
estriba en transformar la fortaleza del contrincante en debilidad: “usa el tamaño de tu
competidor, su base instalada y
su flujo de ingresos como el
terreno sobre el que emprender tus acciones, de modo que
le sea gravoso el contrarrestarlas. Usado eficazmente, el apalancamiento inmoviliza al
contrincante por temor a socavar su propio éxito. Mientras
que la rapidez y la flexibilidad
son mecanismos estratégicos
para evitar la confrontación
con competidores más grandes
y poderosos, el apalancamiento ofrece una oportunidad de ganar”.
Seguramente, Internet no es
un medio que vaya a durar
para siempre; no obstante, sólo
lo sabremos con certeza dentro
Revista Empresa y Humanismo, Vol. II, Nº 2/00, pp. 509-512


RECENSIONES
de unos años. Hoy parece que
hay que jugar su juego. El viejo
sentido común, tan apreciado
en los negocios, y la ilusión
por aprender, tan rejuvenecedora, pueden servir de acompañantes.
Guido Stein
Revista Empresa y Humanismo, Vol. II, Nº 2/00, pp. 509-512
FILOSOFÍA DE LA VIDA COTIDIANA
RAFAEL ALVIRA, RIALP, MADRID, 1999
Este libro intenta llevar a
cabo una tarea metodológicamente difícil: ser breve y
claro, procurando, a la vez,
tener la deseable profundidad filosófica. No pretende
ser, pues, un libro de divulgación, sino un acercamiento
en lenguaje filosóficamente
sencillo a una temática peculiar: la vida cotidiana.
En relación con el tema, el
libro parte de la idea de que
toda realidad está llena de
transcendencia y profundidad, y que, en concreto, los
aspectos más aparentemente
simples de la vida cotidiana
esconden riquezas dignas del
mejor estudio. Lo cotidiano,
lejos de ser el mero pasar de
los días, es la sustancia de
nuestra vida, el lugar en el
que forjamos nuestra existencia, donde nos humanizamos.
Lo que se recoge en sus
páginas no es una teoría general de la vida cotidiana,
aunque dicha teoría se pre-
supone –y el autor remite a
una obra suya anterior que la
trata, La razón de ser hombre-,
sino un conjunto de figuras
de dicha vida. Y así, en abanico, aparecen desplegados el
habitar, la invitación, el
juego y el deporte, el aburrimiento, la finura de espíritu,
la felicidad y el corazón.
Según una vieja tradición
que en el mundo hispánico
tiene su representante señero
en Séneca, el autor quiere
hacer filosofía práctico-práctica. Es decir, que aunque la
obra implica “subliminalmente” un diálogo y hasta
una discusión con muchas
posiciones teóricas de la actualidad filosófica, busca, sin
embargo, como fin principal,
hacer eficaz la filosofía, sacándola del puro criticismo y
del fárrago en los que, no infrecuentemente, se expresa
hoy.

Montserrat Herrero
HUMANISMO CÍVICO
ALEJANDRO LLANO, ARIEL, BARCELONA, 1999
En el mundo de la economía y de los negocios ha
irrumpido con una fuerza inusitada la ola de Internet. Las
nuevas tecnologías marcan su
impronta virtual en una época
que se ha dado en llamar la
Era Digital. El e-business es
una realidad que agiganta su
importancia con tanta rapidez
que los participantes en la vida
económica corren el riesgo
constante de sentirse fuera de
juego; incluso los competidores más grandes y poderosos se
ven desbordados por “startups” que ayer no eran nada.
Nunca antes se había cambiado tanto y tan rápido: el
año cibernético dura noventa
días y los planes de negocio se
rehacen radicalmente cada pocos meses; si no, carecerían de
valor.
La vida empresarial se incardina en un ámbito de actuación más amplio: la sociedad a la que sirve y de la que
se nutre, también económicamente, aunque no sólo. Igno-
rar la retroalimentación empresa-sociedad denotaría falta
de visión y talento directivo;
además, entrañaría un riesgo
elevado de gestión: en definitiva, la sociedad la forman los
clientes, los accionistas, los
proveedores, los empleados, y,
también, los directivos.
Cualquier responsable empresarial necesita orientarse en
la maraña de relaciones y datos
virtuales, es decir, reales, que
configuran su día a día. Esas
pistas de sentido no se suelen
encontrar en los manuales de
dirección y gestión al uso, que
están pensados para otro fin.
Sin embargo, los ejecutivos
hispanohablantes tienen una
oportunidad feliz: leer el último libro del filósofo y escritor Alejandro Llano, conocedor de las corrientes de pensamiento que tejen la textura de
la sociedad del conocimiento y
de la información de nuestros
días, a lo que se añade el interés del autor por interpretar el


RECENSIONES
papel que desempeña la acción
directiva en el mundo social.
Las 218 páginas de esta
obra se dividen en cuatro capítulos y una conclusión: ¿Qué
es el humanismo cívico?; La razón pública; Democracia y ciudadanía; Imagen humanista del
hombre y del ciudadano; y El
valor de la verdad como perfección del hombre.
“El humanismo cívico no
es, ciertamente, una fórmula
política... es un nuevo modo
de pensar que cuadra con las
exigencias de la sociedad del
conocimiento y con las percepciones de la sociedad postmoderna mucho mejor que el
rancio y agotado esquema del
estado nacional. La idea netamente cívica de comunidad
política posee la apertura y
versatilidad suficientes como
para revitalizar las fronteras y
universalizar las culturas, sin
dejarse fascinar por la brillante
vaciedad de un cosmopolitismo que aplana las diferencias culturales y arrincona más
aún a los ya marginados... El
antídoto contra esta paradójica enfermedad que podría
llamarse “democracia totalitaria” no viene dado, ciertamente, por un proceso de privatizaciones de empresas y
servicios públicos, ni por la
aplicación de esa metáfora
cuantitativa que es la “disminución del tamaño del estado”. Como dijo Hannah
Arendt, “el aislamiento individualista es pretotalitario” (p.
21).
El inmenso y blando poder
tutelar del estado conduce al
desánimo del individuo y a la
anorexia espiritual y política.
Tampoco los simulacros del
mercado sacian los anhelos
personales: “Nos ha costado
sudor y sangre aprender que el
yo humano no se puede
amueblar como se decora el
apartamento de un nuevo rico.
Tampoco es muy sabio hacer
con él experimentos psicológicos que acaban desembocando
-como poco- en la cultura del
prozac. El yo humano no es un
recinto cerrado y agobiante: es
un vector de proyección y de
entrega. En cierto modo es un
vacío que clama por su plenificación” (p. 87).
Un hilo del que tirar para
desenredar la madeja que
constriñe a la persona en su
desarrollo ciudadano es el que
enlaza, más que separa, la vida
pública y la vida privada; si es
que tiene algún sentido esta
dicotomía. Al fin, la vida sólo
es susceptible cabalmente de
ser vivida; cualquier fragmen-
Revista Empresa y Humanismo, Vol. II, Nº 2/00, pp. 515-517
RECENSIONES
tación es artificial. “Desde un
punto de vista antropológico,
la presunta separación entre lo
público y lo privado difícilmente se sostiene. Porque a la
propia condición de la persona
humana le corresponde la vocación ciudadana, y el ciudadano, a su vez, sigue en todo
momento siendo una persona
privada, dotada de derechos
individuales y cívicos igualmente inalienables”(p. 94).
Cabe preguntarse si la complejidad y globalización de la
sociedad del conocimiento admiten vicios privados frente a
las virtudes públicas.
Llano también ofrece al lector unas páginas muy suculentas acerca del sentido del trabajo, toda vez que en la sociedad digital no importa tanto
el “hombre del trabajo”, cuanto
el “trabajo del hombre”. “La
superación del economicismo
se halla en la línea de la interpretación antropológica del
trabajo. El valor añadido de
cualquier labor es, ante todo,
la ganancia en perfección humana que en ella se obtiene,
más allá de su posible -y conveniente no pocas veces- determinación económica... El
valor fundamental del trabajo
es el perfeccionamiento antropológico, el incremento inte-
lectual y ético que en él se
gana y con él se expande. Porque la esencia del trabajo consiste en la realización de una
aportación personal.
Si este aspecto subjetivo del
trabajo se margina sistemáticamente, se produce una ausencia de tensión teórica, de
entusiasmo ético, de coraje cívico y de afán de emprender.
Disminuye la creatividad y
aumenta el conformismo:
todo tiende entonces a
pararse. Acontece una suerte
de equilibrio inercial entre
nuestras crecientes apetencias
de bienestar y nuestra estancada productividad cualitativa.
Tal es hoy la patología más
notoria en las sociedades de
consumo” (pp. 138-139).
Humanismo cívico ofrece
una síntesis certera y fecunda
de aquello que nutre una ciudadanía con vocación de libertad y aversión a entregar a los
“tecnosistemas” polítizados y
economicistas lo que pertenece al núcleo más específico
de la persona. Un libro actual
que invita al lector a plantearse un modo renovado de pensar la sociedad y, por consiguiente, a reflexionar sobre sí
mismo.
Guido Stein
Revista Empresa y Humanismo, Vol. II, Nº 2/00, pp. 515-517

EL ARTE DE GOBERNAR SEGÚN PETER
DRUCKER. LAS IDEAS CLAVES QUE ESTÁN
TRANSFORMANDO EL MUNDO Y LA ACTUACIÓN DE LOS DIRECTIVOS
GUIDO STEIN, EDITORIAL GESTIÓN 2000, BARCELONA, 1999
“Para poder someter las
ideas a prueba hay que verlas
actuar sobre la cuerda floja”:
con la alusión al aforismo de
Oscar Wilde el autor apunta
ya desde el principio a una de
las características más llamativas de la obra de Drucker. La
amplitud de su horizonte hace
pensar, en efecto, en un equilibrista. Con un enorme bagaje
humanístico adquirido en los
tiempos de esplendor de la escuela media y superior austroalemana antes de Hitler, Drucker se ha convertido ya hace
tiempo, primero en los
EE.UU. y después en el
mundo entero, en un clásico
del management; un clásico que
es además el pionero indiscutible de esa disciplina.
No es que sus ideas fueran
aceptadas sin más por las partes interesadas. Stein pone de
relieve no sólo los asombrosos
éxitos de su autor sino también
sus esfuerzos a veces fallidos:
empezando porque, por poner
el ejemplo más notable, tanto
el presidente de la General Motors como los sindicatos americanos en general, se opusieron,
cada cual a su modo, al informe que esa misma compañía le había pedido. El primero, ignorando no sólo sus
propuestas de rebajar en lo posible la pirámide de la organización de la empresa, y los sindicatos en el fondo por eso
mismo: porque veían en la propuesta específica de formar
obreros imbuidos en el espíritu
de responsabilidad e iniciativa
(lo que después Drucker llamaría “obreros de conocimiento”) un atentado a su propia influencia. Lo cual no impidió que aquel informe, transformado después en libro, sentara las bases para la asombrosa
carrera del ignorado.
Drucker previó en muchos
casos, efectivamente, el futuro.
No porque fuera también un
precursor de la entre tanto
abortada supuesta ciencia de la


RECENSIONES
futurología; más bien por el
modo que siempre ha tenido
de mirar al presente: atendiendo a los fines que, sobre
todo dirigentes de empresas,
tendrían que perseguir más
que a las causas supuestamente
determinantes de sus acciones
y de la acción humana en general. En esto aflora la raíz
quizá más filosófica de los
planteamientos de Drucker.
Como éste expone en su libro
de más vasto horizonte intelectual (The New Realities: In
Government and Politics, in
Economics and Business, in Society and World View, de 1989),
el modelo mecanicista cartesiano de la res cogitans y la res
extensa, que llevó a tantos logros sobre todo en las ciencias
naturales, ya ha pasado. Ahora,
lo que se impone como modelo general es, en todo caso, el
modelo de los sistemas diseñados originariamente para la investigación de organismos vivos -una investigación que difícilmente puede prescindir del
concepto de fin-.
A propósito de una obra anterior considerada por él más
sólida que Las nuevas realidades
(Landmarks of Tomorrow),
Stein enumera las cuatro realidades que han generado los
nuevos retos, tareas y oportu-
nidades ante los que nos encontramos hoy día: “la sociedad educada (educated society),
el desarrollo económico, la decadencia de la nación-estado y
la occidentalización de oriente.” (pág. 57). Esto da ya una
idea del amplio marco en el
que se integran los detallados
análisis particulares de Drucker. Una breve reseña no puede
sustituir la lectura del libro de
Stein, como tampoco éste,
claro está, hace superflua la de
los de Drucker. Yo me voy a limitar aquí a unos pocos aspectos críticos: en especial a uno
que se refiere más bien al libro
de Stein y a otro que se refiere
más bien a los libros de Drucker.
La escrupulosa exposición
de los logros de Drucker no
impide a Stein criticarle
cuando lo cree oportuno -sobre todo, por la superficialidad
de algunos de sus planteamientos filosóficos-. No le
falta razón. Qué duda cabe que
las brillantes síntesis conseguidas por Drucker (entre innovación y tradición, individualidad
y corporatividad, humanismo y
especialización, descentralización y control, por citar sólo
unas pocas), sin una más profunda reflexión, pueden llegar
a veces a dar más la impresión
Revista Empresa y Humanismo, Vol. II, Nº 2/00, pp. 519-524
RECENSIONES
de brillantes equilibrismos que
de verdaderas síntesis. Pero,
por otra parte, el mismo Stein
no nos hace olvidar que se
trata en todos los casos de un
equilibrio inestable en el que,
además, Drucker hace inclinar
la balanza una y otra vez por
uno de los miembros de esas
alternativas; en especial, por
cada uno de los que tienen que
ver con la discontinuidad
(riesgo, incertidumbre, flexibilidad, etc.) a expensas, si es
preciso, de la continuidad.
Sintomática a este respecto
es la frecuencia con que Drucker hace intervenir el prefijo
“post” -hasta el punto de haber
sido él el primero en hablar de
“post-modernidad”, precisamente en relación con el fin
del modelo mecanicista para
dar lugar a lo que Drucker
llama también “post-cartesianismo”-. Es lógico que un autor como Stein, que además de
directivo ejecutivo es filósofo
de profesión, hubiera deseado
análisis más profundos a este
respecto. Un ejemplo. Stein
alude al concepto de “divisorias
topográficas” sobre el que reproduce dos textos significativos de Drucker. El primero
dice: “La historia conoce este
tipo de divisorias. Tienden (...)
a no ser espectaculares y rara-
mente constituyen noticia importante en su época. Pero, una
vez cruzadas, cambia el panorama social y político.”; y el segundo: “Cincuenta años más
tarde hay un nuevo mundo y
quienes nacen entonces no
pueden siquiera imaginar el
mundo en el que vivieron sus
abuelos y en el que nacieron
sus padres.”
Pues bien: cuando Drucker
escribió esas líneas (en 1998 y
en 1993), muchos de los fenómenos que hoy día están revolucionando visiblemente el
mundo, y entre los que la revolución que está introduciendo
Internet en los negocios tanto
como en nuestras propias vidas
es sólo el más llamativo, apenas
estaban entonces en ciernes. Y,
sin embargo, bajo el mismo título de la “postmodernidad”,
filósofos, sobre todo franceses,
ya habían analizado bajo el
psicoanalítico título de “bucle
temporal” la estructura fundamental de tales fenómenos.
Stein aplica a Drucker el dicho
orteguiano de que pensar es
exagerar. Dicho también aquí
simplificadamente: el “bucle
temporal” consiste en que el
futuro puede llegar a crear el
pasado. La paradoja encerrada
en esta simplificación concuerda con la primacía que
Revista Empresa y Humanismo, Vol. II, Nº 2/00, pp. 519-524


RECENSIONES
Drucker otorga a los fines
frente a las causas. En esa
misma línea, filósofos postmodernos no dudan en rectificar
el dicho de Hegel según el cual
lo esencial es lo que ha sido (en
pretérito perfecto); para ellos,
lo esencial es más bien lo que
va a haber sido (en pretérito
anterior). También esto concuerda con la primacía que da
Drucker a las contigencias de
la finalidad frente a la predeterminación a que llevaría una
férrea causalidad mecánica. Es
muchas veces sólo a posteriori
como las cosas adquieren su
sentido y su necesidad.
En una palabra, en un
mundo de incertidumbre como
el nuestro, es más realista el
que apuesta por cien pájaros
volando que el que se conforma con el que tiene ya en
mano. El futuro le dará la razón -si se la da-. Pero desde
luego no al otro. El primer aspecto crítico de los dos que
anuncié (el dirigido a Stein),
podría ahora rezar así: ¿no se
extralimita el filósofo Stein al
echar de menos en Drucker
análisis menos someros de
cuestiones tan básicas como la
del “bucle temporal”, detectado por teóricos filosóficos de
la postmodernidad? (del ejemplo, por cierto, no es él el res-
ponsable) ¿No es pedir peras al
olmo?¿No hay en ese punto de
malestar por parte de Stein
algo de deformación profesional? Paso a una posible crítica
dirigida esta vez a Drucker.
La extraordinariamente sugestiva y polifacética imagen
que de la obra de Drucker resulta del libro que comentamos, se podría resumir precisamente con ayuda del giro que
la postmodernidad propiamente filosófica da al dicho de
Hegel para explicar el paradójico efecto retroactivo del prefijo “post”. Sin embargo, después de leer el libro, uno se
pregunta si el profeta Drucker
no se equivocó por lo menos
en uno de sus vaticinios. La segunda de las citas suyas que dimos más arriba procede de su
libro Post-capitalist Society.
Ahora bien, ¿no es la sociedad
en que estamos empezando a
vivir -precisamente debido a
las muchas revoluciones detectadas en sus inicios por Drucker como, por ejemplo, la caída
del imperio soviético- una sociedad capitalista elevada al
cubo? Por poner otra vez sólo
un ejemplo: ¿qué se ha hecho
del manager, de cuyo papel rector en las empresas, y a través
de ellas en la sociedad, todos
nos dimos cuenta, aunque con
Revista Empresa y Humanismo, Vol. II, Nº 2/00, pp. 519-524
RECENSIONES
bastante retraso con respecto a
Drucker? Y para concretar un
poco más este otro ejemplo:
¿qué mejor manager que Klaus
Esser? Todavía sigue en su
puesto después de que su incomparablemente bien llevada
gigantesca empresa Mannesmann fuera comprada por Vadofone; pero algunos no le dan
mucho tiempo en el puesto.
¿Por “culpa” de quién? ¿Del
manager Chris Gent, ante el
que al final tuvo que rendir sus
armas? No tanto por su culpa
como por la de la mayoría de
los accionistas del mismo
Mannesmann: capitalismo más
puro y más duro es apenas
imaginable. En estas condiciones ¿qué queda también de la
insistencia druckeriana en el
primado de la cualidad o de la
calidad, representada en este
caso por los managers, sobre la
cantidad, representada en este
y tantos otros casos por el querer más y más, por la pleonexía,
de los accionistas?
Por otra parte y para seguir
con el mismo ejemplo, Mannesmann contaba con una larga
tradición de más de un siglo
mientras que sus pocos años de
vida hacen de Vadofone todavía
un imberbe. Y eso habla a favor de muchas de las descripciones que, avant la lettre, hizo
entonces Drucker del precario
mundo de la potmodernidad.
Por no hablar de que siempre
estuvo convencido de que el
miembro, sí, el miembro más
importante de una empresa es
siempre el cliente. Y ¿quién es
en ese capitalismo puro y duro
el principal cliente de la empresa sino el accionista? ¿Y
quién, si no Drucker, se dio
cuenta a tiempo de la inmensa
influencia que iban cobrando
hace tiempo los fondos de
pensiones y los managers que
los administran? Por no hablar
de todo esto y por no hablar
tampoco de que el concepto de
management no se limita en
Drucker a las empresas de lucro, sino que abarca toda la
amplia gama de organizaciones
desde las comunidades religiosas o caritativas hasta -para tocar el campo específico de las
actividades de Stein- las universidades. Aunque en eso del
postcapitalismo se hubiera
equivocado, quedaría aún mucho en pie del profeta Drucker.
Además, ¿se equivocó en eso
realmente?
Se dice que el modelo renano de la economía social de
mercado ha muerto a manos
del neoliberalismo. Pero el
mismo desasosiego que provoca la descarnada realidad de-
Revista Empresa y Humanismo, Vol. II, Nº 2/00, pp. 519-524


RECENSIONES
trás de este ambiguo término,
no excluye que también aquí se
impongan con el tiempo correcciones dirigidas a nuevos
equilibrios inestables con una
inclinación u otra de la balanza: uno más de los muchos
equilibrios descritos por el
equilibrista Drucker. La razón
principal de ese desasosiego
(una economía globalizada sin
el marco institucional de una
verdadera sociedad mundial)
tiene que ser poco menos que
una pesadilla para él. Una de
las constantes en la larga carrera de este autor es precisamente la integración de la economía en un adecuado marco
institucional y hasta constitucional. Como Stein señala, si la
planeada trilogía sobre tres
pensadores alemanes del siglo
XIX preocupados por ese tipo
de problemas quedó en torso,
eso no se debió sólo a los azares de la política que llevaron
al joven Drucker a la emigración; se debió también a que
una vez en los EE.UU., éste se
dio cuenta de que el marco general de un estado de derecho
que un Friedrich Julius Stahl,
un Wilhelm v. Humboldt o un
Joseph v. Radowitz buscaban,
ya se había plasmado antes a
escala nacional en la mudable
constitución de su nuevo país.
Afortunadamente, su obra
da mucho que pensar no sólo a
filósofos ni sólo a hombres de
negocios. El inconveniente es
que ni los unos ni los otros, ni
tampoco los demás, tienen
siempre tiempo para leer tantas páginas. Si hubiera que recomendar una sola de entre sus
muchas obras, yo me inclinaría
por la ya citada Nuevas realidades, de la que Stein dice que es
una de las dos más conocidas
en España, pero también,
como ya indiqué, que no es
precisamente una de sus mejores obras. Como sugestiva y
sólida introducción a todas
ellas, yo no me podría imaginar nada mejor que el libro de
Stein mismo.
Publicado con una carta de
Drucker, recomendado por
eminentes personalidades de la
política y de la empresa y prologado por Pedro Nueno, el libro -aparte de una introducción, unas breves conclusiones
y una extensa bibliografía de y
sobre Drucker- consta de cuatro partes: I. Aproximación a
Peter F. Drucker; II. Teoría de
la sociedad; III. Teoría de la
corporación; IV. Teoría del
Management.
Fernando Inciarte
Revista Empresa y Humanismo, Vol. II, Nº 2/00, pp. 519-524
EL PODER POLÍTICO
SHAKESPEARE
EN LOS DRAMAS DE
FEDERICO TRILLO-FIGUEROA, ESPASA CALPE, MADRID, 1999
¿Por qué las obras de Shakespeare siguen teniendo tanto
interés para los lectores, espectadores e internautas del siglo
XXI? ¿Cuál es la razón de que
sigan provocando investigaciones más o menos profundas,
películas muy galardonadas,
nuevas versiones teatrales o innumerables páginas web con
contenidos de lo más variopinto? Sus obras se emplean
incluso para adiestrar a futuros
managers: en la Columbia Business School se imparte un
curso que lleva por título
“Shakespeare and Leadership”. En él, el profesor John
Whitney utiliza el ejemplo de
Ricardo II para mostrar cómo
ciertas motivaciones distraen
del trabajo, pregunta a sus
alumnos si Falstaff debiera haber sido despedido, describe
cómo las lecciones de Enrique
IV le ayudaron a sanear Pathmark, una cadena de supermercados que estaba en bancarrota o, en fin, muestra al
desventurado Kent, del Rey
Lear, como si fuera uno de los
despidos más brutales en la
historia de la dirección de personal. Tenía razón Pope
cuando decía que el autor de
Stratford-upon-Avon era al
tiempo maestro de lo trágico y
lo cómico que hay en la naturaleza humana, del más profundo sentimiento de ternura
y de las más vanas flaquezas;
de nuestras más intensas emociones y de nuestras sensaciones más frívolas. Su capacidad
de describir las constantes de
la naturaleza humana, sus motivaciones y sus acciones es
asombrosa.
En cuanto al autor, no es extraño que a Federico Trillo le
interese el tema del poder: su
biografía le ha llevado a tenerlo en su mano desde hace
tiempo. Por eso no es sorprendente que se haya interesado
por él como objeto de estudio
(aunque no sea tan común que
los políticos se preocupen de
investigar, ni siquiera de pensar, en realidades que les tocan


RECENSIONES
tan de cerca día a día). El propósito de su libro es desentrañar el significado profundo del
poder político en el conjunto
de las obras dramáticas de
Shakespeare, estudiar si responden a un pensamiento político unitario de su autor y
conseguir, a través de él y de
ellas un poco más de luz sobre
ese fenómeno tan apasionante,
misterioso y terrible.
La obra de Trillo es una tesis doctoral rigurosamente trabajada, con un aparato crítico
muy completo, escrita de
forma clara y amena. Aborda
el tema del poder político
desde numerosos campos de
investigación: la antropología,
la sociología, el derecho, la crítica literaria. En todos ellos alcanza sus objetivos hasta las
últimas consecuencias. Demuestra una gran capacidad
para hacer llegar al lector tanto
la explicación de los diversos
conceptos que van surgiendo
al hilo de la exposición, ya
sean jurídicos, metafísicos, o
de psicopatología; como la recreación histórica, lo cual resulta aún más meritorio, porque es fácil “ambientar” con
los medios de Hollywood,
pero no tanto con 434 páginas,
una detrás de otra, en las que
se reflexiona sobre la legitimi-
dad de origen, la legitimidad
de ejercicio, el deber de obediencia, el derecho de resistencia.... Cada tema que aborda el
libro queda “liquidado”. Equilibrio, sentido común, medida
a la hora de juzgar, son rasgos
que resaltan en la forma que el
autor tiene de enfrentarse a
asuntos que resultan un bocado suculento para las fantasías y las tesis arriesgadas: si
William Shakespeare existió o
no, el papel de las brujas y, en
general, de lo misterioso en relación con el poder, el papel
secundario de la mujer en las
obras del autor inglés, la locura
del gobernante, la figura del
tirano….
El poder político en los dramas
de Shakespeare se divide en
cuatro capítulos. El primero
encuadra el tema y se ocupa
del planteamiento, el objeto y
la metodología que Trillo va a
utilizar en su investigación. El
capítulo segundo trata sobre el
contexto histórico y político.
El tercero se dedica al poder y
el derecho en los dramas históricos. En el cuarto se acomete la tarea de esclarecer la
antropología del poder en las
tragedias. Las conclusiones a
las que llega el autor permiten
captar hasta sus más profundos matices el fenómeno del
Revista Empresa y Humanismo, Vol. II, Nº 2/00, pp. 525-527
RECENSIONES
poder como pasión, como
fuerza, como afán, como tensión y como conflicto humano.
Si el mundo es un gran teatro en el que, por alguna razón
misteriosa, unos pocos mandan y otros muchos obedecen,
nada mejor que una obra de
teatro para mostrar con personajes inolvidables las distintas
formas que el hombre tiene de
comportarse ante el poder.
Shakespeare escribió muchas:
tanto Julio César, Macbeth,
Otelo, Hamlet o el Rey Lear,
como las dos Tetralogías, Ricardo II, Ricardo III, Enrique
IV, Enrique V, Enrique VI, son
un ejemplo de cómo se puede
enseñar y aprender sobre política a partir de la buena literatura.
Marina Martínez
Revista Empresa y Humanismo, Vol. II, Nº 2/00, pp. 525-527

PUBLICACIONES
DEL INSTITUTO
EMPRESA Y
HUMANISMO
1. LIBROS
Nº1
FILOSOFÍA DEL DINERO
Vittorio Mathieu
Nº2
LA VERTIENTE HUMANA DEL TRABAJO EN LA
EMPRESA
George Gilder, Carlos Llano, Juan Antonio Pérez López
y Leonardo Polo
Nº3
ETICA EMPRESARIAL: TEORÍA Y CASOS
Rafael Gómez Pérez
Nº4
LAS CLAVES DE LA EFICACIA EMPRESARIAL
Tomás Melendo
Nº5
LA UNIVERSIDAD COMO EMPRESA: UNA
REVOLUCIÓN PENDIENTE
Tomás Calleja
Nº6
TEORÍA DE LA ACCIÓN HUMANA EN LAS
ORGANIZACIONES
Juan Antonio Pérez López
Nº7
EL HUMANISMO EMPRESARIAL
Alejandro Llano, Rafael Alvira, Miquel Bastons, Tomás
Calleja, Cruz Martínez Esteruelas, Ignacio Miralbell
Nº 8
ESTRATEGIA EMPRESARIAL ANTE EL CAOS
Felipe Gómez Pallete Ed.


Nº 9
ECONOMÍA SOCIAL DE MERCADO. SU VALOR
PERMANENTE
Ludwig Erhard
Nº 10 LA CULTURA DEL TRABAJO EN LAS
ORGANIZACIONES
Leticia Bañares
Nº 11 CULTURA EMPRESARIAL EN ESPAÑA Y SU
POTENCIAL ESTRATÉGICO
María Teresa del Val
Nº 12 CABALLEROS Y EMPRESARIOS. EL HOMBRE DE
NEGOCIOS VICTORIANO
Jesús Mª Zaratiegui
Nº 13 ETICA DEL CAPITALISMO
Peter Koslowski
Nº 14 CIENCIA Y PRÁCTICA EN LA ACCIÓN DIRECTIVA
Joan Fontrodona
Nº 15 LIBERALISMO ECONÓMICO Y LIBERTAD.
ORTODOXOS Y HETERODOXOS EN LAS TEORÍAS
ECONÓMICAS ACTUALES
Ricardo F. Crespo
2. CUADERNOS
Nº 1
ASPECTO FINANCIERO Y ASPECTO HUMANO DE
LA EMPRESA
Vittorio Mathieu
Nº 2
LA INTERPRETACIÓN SOCIALISTA DEL TRABAJO
Y EL FUTURO DE LA EMPRESA
Leonardo Polo
Nº 3
LA RESPONSABILIDAD SOCIAL DEL
EMPRESARIO
Enrique de Sendagorta
Nº 4
EL SENTIDO DE LOS CONFLICTOS ÉTICOS
ORIGINADOS POR EL ENTORNO EN EL QUE
OPERA LA EMPRESA
Juan Antonio Pérez López
Nº 5
EMPRESA Y CULTURA
Fernando Fernández
Nº 6
HUMANISMO Y EMPRESA
Cruz Martínez Esteruelas
Nº 7
MORALIDAD Y EFICIENCIA: LÍNEAS
FUNDAMENTALES DE LA ÉTICA ECONÓMICA
Peter Koslowski
Nº 8
LA ESTRATEGIA SOCIAL DE LA EMPRESA
Manuel Herrán Romero-Girón
Nº 9
EL TRABAJO DIRECTIVO Y EL TRABAJO
OPERATIVO EN LA EMPRESA
Carlos Llano
Nº 10 EL ALTRUÍSMO EN LA EMPRESA
George Gilder
Nº 11 RICOS Y POBRES. IGUALDAD Y DESIGUALDAD
Leonardo Polo
Nº 12 EL UTILITARISMO EN LA ÉTICA EMPRESARIAL
Joan Fontrodona
Nº 13 LA EMPRESA EN LA HISTORIA
Agustín González Enciso
Nº 14 LA EMPRESA ENTRE LA ECONOMÍA Y EL
DERECHO
José Antonio Doral
Nº 15 LA EMPRESA ANTE LA NUEVA COMPLEJIDAD
Alejandro Llano
Nº 16 EMPRESA Y LIBERTAD
Jesús Arellano


Nº 17 ¿QUÉ ES EL HUMANISMO EMPRESARIAL?
Rafael Alvira
Nº 18 EL RENDIMIENTO SOCIAL DE LA EMPRESA
Jose M. Basagoiti
Nº 19 ELEMENTOS CONFIGURADORES DE LA ACTUAL
VALORACIÓN DEL TRABAJO
Tomás Melendo
Nº 20 DIRECCIÓN Y SISTEMAS DE MANDO
Manuel López Merino
Nº 21 LA ÍNDOLE PERSONAL DEL TRABAJO HUMANO
Tomás Melendo
Nº 22 LA REVOLUCIÓN SOCIAL DEL MANAGEMENT
Tomás Calleja
Nº 23 INDICADORES DE LA MADUREZ DE LA
PERSONALIDAD
Enrique Rojas
Nº 24 EMPRESA Y SISTEMAS DE COOPERACIÓN SOCIAL
Ignacio Miralbell
Nº 25 HUMANISMO PARA LA DIRECCIÓN
Miguel Bastons
Nº 26 ACTUALIDAD DEL HUMANISMO EMPRESARIAL
Alejandro Llano
Nº 27 NOTAS SOBRE LA CULTURA EMPRESARIAL
Rafael Gómez Pérez
Nº 28 LA IMPORTANCIA DE LA DINÁMICA POLÍTICA
PARA EL DIRECTIVO
Manuel Alcaide Castro
Nº 29 EL PODER...¿PARA QUÉ?
Juan Antonio Pérez López
Nº 30 LA EMPRESA Y EL AMBIENTE SOCIO -POLÍTICO
EN EL UMBRAL DEL NUEVO SIGLO
Daniel Bell
Nº 31 LA GESTIÓN DEL CAMBIO EN LA EMPRESA
Juan A. Díaz Alvarez
Nº 32 HACIA UN MUNDO MÁS HUMANO
Leonardo Polo
Nº 33 ESTUDIO HISTÓRICO SISTEMÁTICO DEL
HUMANISMO
Higinio Marín
Nº 34 HUMANISMO ESTAMENTAL
Higinio Marín
Nº 35 CONSIDERACIONES SOBRE EL ACTIVO HUMANO
DE LA EMPRESA
Tomás Calleja
Nº 36 SER EL MEJOR. HACER QUE OTROS TAMBIÉN LO
SEAN (SÓLO PARA EMPRESARIOS)
José María Ortiz
Nº 37 LA ETICA DE LA SOCIEDAD DE CONSUMO
Antonio Argandoña
Nº 38 HACIA UNA ECONOMÍA POLÍTICA HUMANISTA
Ludwig Erhard
Nº 39 LAS REFERENCIAS SOCIALES DE LA EMPRESA
Tomás Calleja
Nº 40 MÁXIMO BENEFICIO Y MÁXIMA RACIONALIDAD
José María Ortiz
Nº 41 LA INSERCIÓN DE LA PERSONA EN LA EMPRESA
Armando Segura
Nº 42 HUMANISMO PERICIAL
Higinio Marín
Nº 43 DIMENSIÓN HUMANISTA DE LA ENERGÍA
Tomás Calleja
Nº 44 LA EMPRESA ENTRE LO PRIVADO Y LO PÚBLICO
Miguel Alfonso Martínez-Echevarría


Nº 45 COMPETITIVIDAD Y COOPERACIÓN COMO
VALORES INSTITUCIONALES DE LA EMPRESA
Santiago García Echevarría
Nº 46 FILOSOFÍA DE LA ECONOMÍA I- METODOLOGÍA
DE LA CIENCIA ECONÓMICA
Alejo J. Sison
Nº 47 LA LÓGICA DEL DIRECTIVO: EL CONTROL
NECESARIO Y LA CONFIANZA IMPOSIBLE
Pablo García Ruiz
Nº 48 LA 'REVOLUCIÓN' INSTITUCIONAL DE LA
EMPRESA. EL RETO AL DIRECTIVO Y A LOS
RECURSOS HUMANOS
Santiago García Echevarría
Nº 49 FILOSOFÍA DE LA ECONOMÍA II- EL ÁMBITO
AUSTROGERMÁNICO
Alejo J. Sison
Nº 50 VALORES ÉTICOS DE LA EMPRESA
Juan Cruz
Nº 51 LA EMPRESA VIRTUOSA
José María Ortiz
Nº 52 LAS DECISIONES EN LA EMPRESA: CÁLCULO Y
CREATIVIDAD
Miguel Bastons
Nº 53 FILOSOFÍA DE LA ECONOMÍA III. LOS
FUNDAMENTOS ANTROPOLÓGICOS DE LA
ACTIVIDAD ECONÓMICA
Alejo J. Sison
Nº 54 LA FAMILIA: UN IMPERATIVO PARA LA EMPRESA
Ramón Ibarra
Nº 55 VARIACIONES SOBRE UNA CRISIS
Tomás Calleja
Nº 56 POBREZA, PRODUCTIVIDAD Y PRECIOS
Paolo Savona
Nº 57 LO COMÚN Y LO ESPECÍFICO DE LA CRISIS
MORAL ACTUAL
Rafael Alvira
Nº 58 LA ÉTICA EMPRESARIAL: UNA APROXIMACIÓN
AL FENÓMENO
Manuel Guillén
Nº 59 LA DIMENSIÓN POLÍTICA DE LA ECONOMÍA
Miguel Alfonso Martínez-Echevarría
Nº 60 SOBRE LA COOPERACIÓN COMPETITIVA
Ana Fernández y Carmelo Lacaci
Nº 61 ORGANIZACIONES INTELIGENTES EN LA
SOCIEDAD DEL CONOCIMIENTO
Alejandro Llano
Nº 62 LA ECONOMÍA SOCIAL DE MERCADO DE
LUDWIG EDHARD Y EL FUTURO DEL ESTADO
DE BIENESTAR
Ana Fernández y Carmelo Lacaci
Nº 63 LA PERSONA HUMANA EN LA EMPRESA DE FIN
DE SIGLO
Carlos Llano
Nº 64 ESTADO, SOCIEDAD CIVIL Y EMPRESA
Tomás Calleja
Nº 65 SOBRE LA CONFIANZA
Richard Brisebois
Nº 66 EL PROTAGONISMO SOCIAL DE LA EMPRESA
Tomás Calleja
Nº 67 DIMENSIONES ESTÉTICAS DE LA EMPRESA
Rafael Alvira
Nº 68 LA EMPRESA COMO REALIDAD ESTÉTICA
Ana Fernández
Nº 69 DE LA ESTÉTICA A LA ÉTICA DE LA
COMUNICACIÓN INTERNA
Iñaki Vélaz


Nº 70 LA RESPUESTA EMPRESARIAL A UNA NUEVA
DINÁMICA DEL EMPLEO: ¿EFICIENCIA
ECONÓMICA VERSUS EFICIENCIA SOCIAL EN
CLAVE ÉTICA?
Santiago García Echevarría
Nº 71 LA PROFESIÓN: ENCLAVE ÉTICO DE LA
MODERNA SOCIEDAD DIFERENCIADA
Fernando Múgica
Nº 72 EL EMPRESARIO SERVIDOR-LÍDER
Enrique de Sendagorta
Nº 73 PETER DRUCKER (I): HACIA UNA BIOGRAFÍA
INTELECTUAL
Guido Stein
Nº 74 PETER DRUCKER (II): SOBRE EMPRESA Y
SOCIEDAD
Guido Stein
Nº 75 LA NARRATIVA ANGLO-AMERICANA DE LA
PROPIEDAD
Alejo Sison
Nº 76 LA EMPRESA COMO SUJETO DE LAS
RELACIONES INTERNACIONALES
Javier Herrero
Nº 77 CLIMA Y CULTURA EMPRESARIAL
Iñaki Vélaz
Nº 78 VALORES BURGUESES Y VALORES
ARISTOCRÁTICOS EN EL CAPITALISMO
MODERNO: UNA REFLEXIÓN HISTÓRICA
Agustín González Enciso
SERIE EN INGLÉS
Nº9
MANAGERIAL WORK AND OPERATIVE WORK
WITHIN ENTERPRISE
Carlos Llano
Nº10 THE ALTRUISM OF ENTERPRISE
George Gilder
Nº15 BUSINESS AND THE NEW COMPLEXITY
Alejandro Llano
Nº17 ENTERPRISE AND HUMANISM
Rafael Alvira
Nº22 THE SOCIAL REVOLUTION OF MANAGEMENT
Tomás Calleja
Nº30 THE SOCIO-POLITICAL ENVIRONMENT THAT
ENTERPRISE MAY FACE
Daniel Bell
3. NUEVAS TENDENCIAS
Nuevas Tendencias es una Newsletter cuatrimestral que recoge
las nuevas tendencias que tienen lugar en el ámbito empresarial y
académico. Hasta la fecha se han publicado 40 números.

Descargar