Mím. US 20 Oí - Hemeroteca Digital

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VIDA
EGA
CAKMES COBEÑÁ
bminrntc; arlri/. que i)<-(uitr<i ron su notable: coni|>añi<i (^n ni
Teatro de Verano, durante las Perias de (Jimfad Keal.
Mím. US
20 Oí
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SOBPBEIIDEliTE DimilKILLfl
L a p o m a d a d e G e n a r o , PARA BIEN DE LA HUMANIDAD, ESTÁ LLAMADA Á PRODUCIR UNA VERDADERA REVOLUCIÓN EN EL CAMPO DE LA CIENCIA MÉDICA.
L a p o m a d a d e G e n a r o , sin rival contra la fiebre, no
I
tiene acción nociva sobre los órganos; están comprobadas en todos los
casos qne se emplee,
con multitud de testimonios, entre ellos el del
Jurado de la Exposición
Internacional de París
del año 1913, en la que
se adjudicó al inventor,
por su prodigioso descubrimiento,,Medalla de
oro y Diploma de honor.
L a p o m a d a d e G e n a r o , administrada según las indicaciones que acompañan á cada tarro, produce sus maravillosos resultados
inmediatamente de ser utilizada.
L a p o i n a d a d e G e n a r o , lleva el retrato de su autor en todos los tarros.
DEPOSITARIOS
Málaga, Oóinez Martínez; Badnjoz, Moreno; Sevilla, Borbolla; A^alencia,
Arnau; Algeciras, Cumbre; Cádiz, rJ. Hohr; Alicante, Coloma; Cartagena,
Alvarez Hermanos; Villaniiova de la Serena, Alvarez Delgado; Jerez de la
Frontera, A. de Lu([ae; Ciudad-Real, ííafael Lamano; A^illar'robledo, Buendía; Manzanares, Cristóbal Calvo; Valdepeñas, Pedro Ruiz; Alcázar de San
Juan, Leopoldo Nieto; Almagro, Hermanos Condes; Don Bonito, Bernardo Arias; Xerva, Manuel Herrera; Gijona, Ernesto Muyllor; Barcelona, Muñoz Gómez; Jíión, Rafael Vívoi'a; Carolina, Serafín de Martos; Linares, Rafael Cobo; Córdoba, Centro Técnico; Madrid, Ma^ídalena 8, Farmacia; Serrano 4:í, Farmacia; Arenal 15, Farmacia; Alfonso Menchén, Bnenavista 12; y
remitiendo G pesetas en casa del autor se le mandará á correo seguido
franco de porte.
= GENARO
GIMENE:Z
=
Plaza de la Constitución
C
MANZANARES-'CIUDAD-REAL:
P
ASIO
IXI
c i a r > A i J - í í K A i¡
Lunes 10
de Agosto de 19)4.
TKbÉF. NÍIM. 2 0
N Ú M . 1]Q
VIDH MflNCHEGH
REVISTA REGIONAL ILUSTRADA
DE NUESTRO TIEMPO
h a g u e r r a V la paz, j ^ ^ i a obligado
es este de la guerra y la paz. Acaso
cuando VIDA MANCHCGA llegue á poder
del lector, una hecatombe habrá extremecido al mundo. La teoría de la paz
armada, que durante tanto tiempo tuvo
sus partidarios, ha fracasado como necesariamente, obedeciendo á una ley fatal había de suceder. Todas las cosas
tienen limite en su vida. Cuando es llegada la hora, lo que solemos llamar fatalidad pone término á las situaciones,
creando circunstancias que las complican V renuevan totalmente. Asi la acumulación de elementos armados; era
mucho enseñarse los dientes unos países á otros, como perros rabiosos, para
que mutuamente se respetaran. La paz
armada ha fracasado porque debía fracasar; lo contrario hubiese sido un absurdo, y lo absurdo no tiene consistencia, fenece apenas se hace la luz.
Las guerras, hoy como ayer, son engendradas por la ambición ó por el
odio. El delirio de grandezas, la rivalidad de razas y creencias religiosas, la
competencia comercial, juegan papel
principalísimo. Toda la habilidad de la
diplomacia, todo el alarde militar, se
mueven en torno de esos factores. La
conquista de un nuevo mercado, la anexión de tierras explotables, son generalmente el objetivo de toda guerra. Se
busca un pretexto, se ponen trabas á
una negociación, se comete un atropello, y guerra en puerta. Esa es la gestación de todo conflicto entre dos pueblos. Suele ser el humilde, el débil, quien
se lanza á desafiar los horrores de la
guerra, en defensa del honor nacional,
prefiriendo perder la existencia á perder el honor. Y rara vez un país fuerte
se pone del lado del débil, objeto de
agresión; recuérdese el caso del Transyaal, verdadero caso de rapacidad criminal. Cuando como ahora ocurre á
Rusia, con respecto á Servia, una nación poderosa se lanza á la defensa de
un pequeño Estado, oponiéndose á la
codicia de otra potencia de primer orden, lo hace por su cuenta y razón, no
por humanidad. Si Austria invade e! territorio de Servia y lo conquista, es á
Rusia á quien más toca que perder, al
ver truncados sus sueños de dominación; el paneslavismo. El equilibrio balcánico, procurado por Europa, quedada roto desde el punto y hora en que
Austria se anexionara á Servia.
He ahí el porqué, de la alianza alemana con Austria, frente á Rusia; el peligro eslavo, cada vez más acentuado,
á medida que dicha raza tiende á su
prepoiider a n cia; los futuros Estados
Unidos, como ha poco ha dicho un
escritor insigne. A Alemania le importa
tanlo el q'.iebrantaniienlo de Rusia como
ESCKITOKES NOVEbES
FKANOISCO SERRANO BAKNA
nulabnrador d e "Vida Müntiluiou.,
la derrota de Francia. Son sus dos enemigos mayores. Dos malos vecinos, si
bien el ruso y el francés se diferencien
fatalmente, en el objetivo de Alemania.
SONETO
Ai ¡ii!í¡t;iii- OiíiiiTai P- Früii<!¡si!0 (li- A;rii¡liír.T y Eirfn,
lesUnmnin de ¡lilmiriiiíii'ni.
Altivo, irtTiiirosd, brüvu, nofili;,
;iriiaiile do ¡nj patri.i y do hti Uonia
y allS (iri medio (luí tint[;o de iii Knirra,
IJLTtnniii'ci! tan firmo como ni roblo,
Dt iiiiustra -(talrin ciiica' fs ijl cmbk'Tnn,
liiavij );aii(fÍllo dfl L'jiírcitu Itiüimno,
|i¡nÍmi(lL' di'i siiüio oa-iteilaíio
y (icfi'ii-^or di- Kwiiaíia, usti- es su 'tiran.
Caiittíni')^ S lii n'oi'ia d<;l jjiiorrtro,
ol iiniioilid paisano en la alta esfera
al h¡(laii;o maiiclu'íio un su cainlno.
Al lino i'mpiiriaiido fl ñ\i> de s\i iicuro,
ili'llendc (jn uiiei'po y alnm la bandera
1I13 iiueslrn madre E!!i)añn en su deuinn.
.JOAiíUiN FERNANHKZ RlJSTOi^.
Abordo >\v\ liullviT y Julio UiM.
COItFLESPOSDÍfinil
Oahallürop, 4
a u CÉNTIMOS
El imperio germánico hace frente á Rusia porque le conviene el triunfo de Austria, para sus futuros planes de conquista
y dominación aún para su tranquilidad;
á Francia por su odio. Alguien ha dicho
que Alemania no repara en sacrificios,
con tal de clavar su garra en el corazón
de París. El águila imperial quiere hartarse picoteando en el vientre francés,
aunque estalle luego por la hartura.
Ningún otro conflicto como este en
toda la larga historia de la humanidad.
I.)e gran hecatombe puede calificarse.
Varios millones de hombres han empuñado las armas; escuadras poderosas se
van buscando en los mares; tesoros inmensos se exponen á desaparecer sin
ningún rendimiento. De un lado Austria contra Kusia y Servia; de otro Alemania frente á belgas y franceses; por
si era poco Inglaterra dificultando los
propósitos del imperio alemán, son motivos sobrados para suponer q ue ni
un combate ni una batalla han de decidir la cuestión; el campo de la guerra
es vastísimo, y las complicaciones del
conflicto de unos limites que todavía no
alcanzamos á ver. ¿No entrarán en jue-•
go, no habrán entrado cuando estas líneas se publiquen, otros países, empujados por los beligerantes? Ahí está
Italia, conminada á estas horas, tal vez •
por Alemania. Por de pronto [bélgica y
Holanda que se habían propuesto mantenerse neutrales, ya están en danza
obligadas por la necesidad; una y otra
han sido invadidas; escenarios han de
ser de los horroi'es de la guerra, y actores en la gran tragedia sus ejércitos.
Algún periódico ha dicho á sus lectores que la actitud de Inglaterra, oponiéndose al paso de los alemanes por
esos dos países, es altimente simpática.
porque solo es guiada por un alto espíritu de equidad. No hay tal espíritu. In-'
glaterra no interviene como factor ím-,
portantísimo por proteger al débil ni
tampoco por ayudar al amigo, no obs- •
tante no obligarle á tanto sus compromisos; lo hace porque su rival como
potencia marítima y mercantil es Alemania. Alemania disputa á Inglaterra su
dominación en el mar, é Inglaterra no
quiere que su enemiga salga de los mares del Norte. Eso es todo. Con lo cual
queda demostrado lo que decíamos al
comienzo; nadie toma parte en esta danza trágica, sin su cuenta y razón. Más
cuenta que razón, dicho sea en honor
de la verdad, desde nuestra posición de
neutrales...
AVICEO
"íiJ V I D A M A N C H E G A ^ p -
¡A CASARSE
TOCAM
Sobre todo en Francia, y muy especialmente en París, se viene observando
que, á medida que corren los años, el
número de matrimonios y por lo tanto
el de nacimientos, va disminuyendo considerablemente. La cosa no puede ser
más lógica y natural; ¿quién es el guapo
que se atreve á casarse en los tiempos
que corremos? ¿Acaso los sueldos mezquinos por demás que paga el Estado
son suficientes para cubrir las nu'iltiples
necesidades que la familia acarrea? No,
y dos mil,—no siempre han de ser mil,—
veces no. Y esto que ahora sucede en
Francia, dentro de muy poco (quizá
antes de veinte siglos) ocurrirá en todos
los países civilizados. Y si no... ¡al
tiempo!
Para remediar en lo posible este grandísimo inconveniente con lo quela Patria
pierde infinidad de hijos que mañana la
defiendan, y ya que ¡a situación porque
ahora atraviesa lispaña no permite aumentar el sueldo de los empleados, voy
á lanzar una idea digna de ser atendida
y tomada en cuenta, ya que lo único
que me propongo es servir á la Patria y
contribuir al progreso de la Nación.
Según mi modo de pensar, debe imponerse una multa á todo ciudadano,
libre de quintas que permanezca célibe.
Esta multa debe estaren relación directa
con la edad dal individuo y el sueldo de
que disfrute. Por ejemplo: hasta los
treinta años, el 10 por 100 del sueldo;
de los treinta á los cuarenta, el 15; y de
los cuarenta en adelante, el 20 por 100.
Si el individuo en cuestión fuera pro•pietario, pagaría el tanto por ciento correspondiente, según la edad, de sus
rentas.
Pero no pai'a aquí la cosa; ¿qué hacer
con ese dinero que ingresa tan inopinadamante? ¿Darlo á los pobres? ¿Fundar
Hospitales y Asilos para los menesterosos? ¿Aumentar el número de escuelas
públicas?
Nada de eso; sin negar que España
está falta de Centros oficiales de enseñanza, y que debiera dedicarse una buena parte de lo recaudado á aumentar el
número de escuelas públicas, el dinero
que ÍEigresase como consecuencia de
las nuiítas impuestas á los solteros, se
repartiría equitativamente entre los que
hubiesen de abrazar el nuevo estado, en
partes proporcionales á la edad de cada
uno, porque es evidente que á medida
que pasan los años, la prole va haciéndose más numerosa, y por lo tanto, las
necesidades van siendo cada vez mayores. ¿No merece el sacrificio de casarse
el ser largamente recompensado?
Aún esta repartición pudiera parecer
injusta y desproporcionada, pues mientras hay mujeres estériles, hay otras que
echan al mundo un crío cada nueve meses, y sí el reparto se hiciera como queda explicado, saldrían aquéllas beneficiosas y éstas perjudicadas.
Para evitar esto, se pueden repartir los
beneficios procedentes de las multas Impuestas á los célibes, en partes proporcionales al núinero de hijos que cada
uno tuviere, con lo que cada hijo traería el pan debajo del brazo.
hs indiidable que si así sucediese, e!
númei'o de matrimonios se multiplica-
n. ,n-\yi'íN SKOANO MA.IAN
Capnlláii iiscoiirtido :'i ' " f i i i i i m l a n l o v Ipjisladiido í\ ISui'uo .
l'ii'l'. c o n A. MA.IAV
ría extraordinariamente, pues habría infinidad de solterones empedernidos que
consentirían en abínidonai" el celibato
con tal de no pagar el tributo que li^ibría de imponérseles, de cont¡nu;ir célibes, y üfros... que se c:isarí;in cnn el fin
de aumentar sus escasos ingresos.
Es seguro, en fin, qne cc!ebrar¡;nise
tantos matrimonios, que los curas estarían á todas horas echando bendiciones
y los novios ¡tendrían que guardnr cola!
para desposarse, lo mismo que si se tratara de adquirir una localidad para la
despedida de cualquier astro coletudo.
No habría más ciue ím inconveniente,
y es que... se casarían tantos, tantos, que
no habría lugar á imponer ninguna multa..., aunque yo creo que algunos darían
con gusto no ya el veinte, sino el cincuenta por ciento de su renta ó sueldo,
con tal de no someterse al vugo conyugal y campar por sus respetos, pues como dice el adagio el buey suelto bien^se
lame.
Y nada más.
FRANCISCO
Mndrif!.
SERRANO BAENA.
REGIONAblSiUO
INATURAb
La estancia en este tranquilo rincón
de la montaña guipuzcoana, sin otro
ruido que el constante rumor del Urola,
ofi'ece dilatado campo á la meditación,
al estudio y á las comparaciones que
acompañan siempre á todo poder reflexivo .
No es posible que se dejen de ver diferencias entre las costumbres y el am-biente que rigen la vida de estas provincias, y el medio social en que debe
de desenvolverse la actividad dentro de
nuestras llanuras castellanas. Hasta la.
mirada de estas bravas gentes tiene una
dureza y un hermetismo que contrasta
con las vagas melancolías de nuestros
ojos un poco meridionales.
Las vanidades administrativas que han
consei'vado estos pobladores de España,
y en las que se encierran actualmente las posiciones foristas son santas y
deben de merecer el eterno respeto de
los gobernantes. Pretendei- una ridicula
unitormidad en abierta pugna con las
realidades que se quieren reglar, soñar
con las violencias de un artificioso acomodo á un mismo patrón en todas las
provincias, aspirar al sacrificio de lo que
hay como característico y propio en cada ima de las regiones, sería ima empresa de locos, un desatino lamentable, la
causa de la peor de las anarquías colectivas que consiste en lo que ha llamado
el ruso Nikolenko, el desorden organizado. No, no es posible rendir á la eslei-jlidad los pueblos que son capaces
de iniciativas.
El regionalismo se ha dicho en un
mitin de Barcelona, será pronto un caso
de museo; ¡crasísimo erroi"! El regionalismo será pronto una positiva afirmación en todas las provincias de España,
y cuando lo sea, cuando podamos en
nuestro solar hidalgo barrer la lepra de
fuera y reconquistar lo que la desidia
nuestra entregij tan fácilmente, cuando
pasen á la historia los políticos cuneros
y los mangoneadores extraños, cuando
los destinos de la Mancha salgan de los
despachos madrileños donde están como en una cárcel, y sean entregados á
la administración directa de stis hijos,
entonces con qué noble orgullo podrán
pasear por la calle nuestros nobles paisanos, y con qué bella independencia
sonará el firme paso de sus pies y el
recio aldabonazo de sus viejas portadas.
Entonces nos habremos manumitido...
pero antes hay que educar al pueblo.
Gi:NERoso MARTÍN-TOLEDANO.
Ceslüiia T do Julio du 11)14.
blBKOS ANTIGUOS
y modernos, manuscritos y ejecutorias
se compran. Avisen á D. Máximo Selas.
Margallo, 11. Ciudad-Real.
. „ . . . » . ^ ^ V I D A MANCHE,GA |>—
CRÍTICA
FKAGlb
No sé si ha sido por medio de las ondas aéreas, etéreas ó hertzianas ó si es
que he sorprendido algún despacho radiotelegráfico desde mi estudio ó no sé
cómo demonios me he enterado del
rnm riim que hay á mi alrededor con
motivo de un articulo, cuento ó no sé
que cosa que he publicado, donde según critica he empleado, indebido ó
equivocadamente, una metáfora, tropo,
ó como esos señores lo quieran llamar.
Lo (gracioso es que no razonan e! porque está mal y sin embargo lo dicen
que está; no sé si estos señores se referirán á un cuento mío, publicado en un
estimado colega, donde decía «Margarita era un ensueño, era divina, una figurilla delicíid;i,/ríi^í7 como el diamante...» donde lus lectores, dado su buen
juicio, verán que no he dicho ninguna
barbaridad, si como supongo conocen
la Física ó la Mineralogía ó tienen ligerísimas nociones de ellas. Tampoco sé
si se-referírán á un artículo publicado
•por el mismo periódico en el número 6.494, correspondiente a! IS de Mayo de este año, que decía: -Es un diamante frágil, (la mujer) delicado, que
hay que pulirlo para que podamos admirar su valor y lo regular de sus facetas, que desconciertan al hombre con
las luces extrañas que reflejan...» sin duda alguna por lo que hasta mí ha llegado, según esos señores lo que está mal
empleado es la írase frágil cnmo el diamante ó es un diamante frágil; las razones del porqué está mal ó equivocadamente empleada no !a razonan.
Según han dicho el diamante no es
frágil y el que diga lo contrario dice
una solemne barbaridad, según ellos.
En fin hay que reírse, esos señores, esos
pseudo literatos, que bien pudiéramos
llamarlos, que se meten á enmendarnos
la plana á los escritores noveles, demuestran no conocer ni la Mineralogía
ni la Física y no saben lo que se traen
entre manos, ni tampoco lo que ciitican.
Empezaré por decirles que 'tenacidad'- y «dureza» no es lo mismo y que
no deben de confundirlo, y que el diamante es frágil, fragilísimo, aunque opinen y crean todo lo contrario v además
les demostraré que con decir frágil como el diamante, no he dicho, ni digo
ninguna barbaridad.
La Academia, en su diccionario dice:
- Dureza: Propiedad en virtud de la cual
ofrecen los cuerpos más ó menos resistencia á ser labrados ó comprimidos,
no cediendo á la presión á veces, sino
rompiéndose >. • Frágil: Quebradizo >.
«Quebradizo: E;q3uesto á romperse con
facilidad; débil, delicado...*: La Física
dice: «Tenacidad: Es la resistencia que
ofrecen los cuerpos á ser rolos por
tracción ó por el martillo^!. «Dureza: Ls
la resistencia que ofrecen los cuerpos á
ser rayados». «Fragilidad: Es la facilidad q u e ofrecen algunos cuerpos de
ser reducidos á pplvo por el choque ó
percusión. El vidrio, el acero y el diamante son frágiles á pesar de ser duros».
No me propongo darles una lección
de Física á esos señores, pues inteligencias tan claras y fecundas, talentos tan
despejados... no necesitarán de mis hu-
cho cuidadito para ño incurrir en 'una
nueva metídiira de pata.
Escribió hace años un festivo escritor
poniendo en solfa á los que critican á la
tijera.
— «A (lus viiíjerüti i)iii- iban jiur VaUIrorraB
<^1 vienti' li?s Ik'Vú UiB cuiílro ^urras.
—¿Ciiatru ¡íiirras im más á seis viajeros':'
--t'uatro fíurras iio más y düa soilibreros.
Para hacer objeciones es preciso tener... muchas razones.'
En efecto razones es lo que más falta
hace y generalmente menos abunda en
los jvncios que más que críticas son murmuraciones y que algunos pretenciosos
literatos emiten con sobrada ligeieza.
Hace ya tiempo que dejó de tener razón de ser el magister dixit y hoy toda
crítica que no va apoyada en sólidas razones nadie la concederá autoridad, ¡y
esa si que resulta crítica frágil!
j . DE ECHALECU Y CANINO.
SEÑORAS Y NIÑAS
Pueden estai' de enhorabuena porque
las horquillas y peinetas de moda las
venden "ácomo quiei'en pagarlas> en la
Gran Perfumería de la Viuda de Cenaro.
KETO POK UNA DONCEbLA
1
riimpíiñiii. i'Sii'i linr.ii'iirtii ti.iii lii!rm;!!í:i camiiaüii por lii Kcíiirtn.
rii], ]•<>!{ it. sixini:ií.
mildes lecciones más; porque tampoco
me turnaría la molestia de dárselas, porque tiempo han tenido de estudiarlo y
de saberlo; no es culpa mía el que no
lo hayan aprendido.
Como podrán deducir de Lis anteriores definiciones, el diamante es el cuerpo más dui'o pues ocupa el número diez
en la escala de dureza de Mohs; pero
á pesar de ello es uno de los más frágiles; nunca pude imaginarme que esos
señores oa'ticos ignorasen de una manera tan supina la fragilidad del diamante y tampoco me pude figurar que sin
estar ciertos de una cosa, se metan á criticarla de una numera tan gratuita; más
les valdría antes de tirarse otra planchita, que estudien el asunto bien á fondo
y cuando estén completamente seguros
de lo que van á decir y conozcan perfectamente de lo que se trata, entonces
podrán hacer la critica, pero con mu-
F.ii niia lüu'n'ra lüi'a
Vdv tras ili' tu jiivfiilii'l.
y lio Si' si i-iiamlo tuca
Inu'U 1L' siHMiii mi hiúil.
••
Kl vieiilo ti.' Ilcvii acasii
^
mis raneioiitííi amoruHíis
¡jui' Uis ¡)\i|iilas •]<• raso,
|iur las 1r('ii/a> aljuiHloria.-i
de tus caln'lliis i'astarujs,
hübruH ib' \[r/. •'m'aiitada,
imr tiiii jiivciiih's afms
:
[tur tu lii.'llc>;a •{'• luida.
V<i adnruan'' >h- ventura
las (luiíiK-'ras de tus sueños
y fe diré cmi ternura
uña eanlart's Iialanüoiios.
En una rorto elesjaiite
BoráK reina en la belleza
y i'ii la seda de tu i^uaute,
[lur lili y tu didieiideza.
im beso estaiiiiiaudo fuertt'
diré luiscaudii qui'iella,
qiiii'u iil'i'uda a esta doncolla
llalla seiiteiieia de iimerto.
.)v..\s .1. ("lON'ZAl.K/, CUAIHíAOO.
'
'
i
;
-
en i\UiLlrKÍ esta Iíe\-isia en los s i g u i e n t e s
Ceiitr.is.
Kiosco Plaz:i del Progreso de Manuela Delgado, Amah:i Mnrcjón, Ancha, Esquina á Reyes, Mmisteruj de <jrLicia y
justicia. Kios':o de periódicos de Viuda
de M. .\lvaiez, (iloriela de BiHxio, trente al Cafe Comercial. Kiosco de Patricio
Lu)án, Alcalá, trente á Fornos. Tienda de
José Lerm, Abada, 22. Kiosco de -El
Debate., calle Alcalá, frente á las Calatravas. Kiosco de .Antonio Fernández,
Mayor, (i. Kiosco de Vicente Burras, Atocha, Irente al 102.
:.. •'
4
¿DEBEN VOTAR
LAS MUJERES?
'•'f
ba ¡alta d e ilustración.
•
IV
Un semillero de dudas se presenta al
tratar de inquirir la causa de estar excluidas las uuijeres de las elecciones.
Llama la atención, desde luego, el gran
número de argumentos q\ie se aducen
para rechazar de los comicios á la mujer; cada escritor saca los suyos, y ninguno se conforma con uno solo, lo que
prueba que no existe una razón concluyente, cuando tanto se afanan por amontonar argumentos. Y es lo cierto que
examinadas detenidamente sus razones,
y eliminadas palabras inútiles é ideas
que nada justifican, sólo queda, como
resultado de la operación que se persigue, el convencimiento d e q u e carece de
voto la mujer, no por causa justa, sino
por una preocupación; la preocupación
sexual.
'
Para proceder con orden, en materia
tan vasta, siguiendo el plan que nos hemos propuesto, vamos á demostrar que
la falta de ilustración, que de ordinario
se alega para negar el voto al sexo femenino, es un razonamiento que á ninguna
persona imparcial puede satisfacer.
Por lü pronto debemos notar que el
desarrollo intelectual del sexo femenino
se anticipa al del hombre, lo que hace
más;.pí^ente la injusticia que se comete
con la-niujer, al no permitirla examinarse enJas Escuelas Normales, hasta cumplir tos catorce años, en tanto que los
niños; de diez años de edad, son admitidos á examen en los Institutos Generales y Técnicos.
Por otra parte, la historia, de todos
los tiempos y naciones, acredita, con
innumerables testimonios, la aptitud de
la mujer para la ciencia, las artes y las
letras.
En los primeros tiempos de los romanos las mujeres fueron admitidas al ejercicio de la abogacía, profesando esa carrera, con gran lucimiento, Amasia y
Hortensia. Después, la vehemencia de
Afrania (') Calíurnia, fué el pretexto para
prohibir á las mujeres abogar como no
fuese para si mismas, doctrina que adoptaron los legisladores españoles, en las
Partidas, prohibiendo á las mujeres abogar en juicio por otro, porque -cuando
pierden la vergüenza, es fuerte cosa de
oirías el contender con ellas.* (Part. 3.''
Ley ll.Tit. IV.)
Lo de ejercer las mujeres la carrera
de medicina no es novedad de nuestra
época; en la Grecia antigua ya se dio el
caso. En Atenas la ley prohibía á las
mujeres la profesión de médico. Refiérese que cierto dfa un jovencito se presentó al famoso médico Hyeropluito, solicitando ser admitido entre los discipulos á quienes enseñaba la ciencia de Esculapio. Fué aceptado, hizo grandes pro-
VIDA
>CANCTI1É:OA
gresos y solo se dedicaba á curar mujeres; todas le llamaban y se lo disputaban. Celosos los demás médicos le acusaron de seducir á sus enfermas, de cuyo cargo se defendió admirablemente,
diciendo al Tribunal: ¡Mal podía seducir á las mujeres puesto que él mismo
era mujer! Los jueces, de acuerdo con
la ley, dictaron la sentencia de muerte,
sentencia que no se ejecutó; las mujeres
de Atenas se unieron para salvar ¡i la
acusada, y no solo consiguieron su salvación sino algo más; la abolición de la
ley que les prohibía ejercer la medicina.
En España, con menos razón que en
otro pais, puede hablarse de la falta de
ilustración de la mujer, por haber figurado siempre á la cabeza de las naciones que más mujeres ilusti'es han producido; si bien los españules no han tributado al sexo femenino el homenaje
que otros pueblos. París ha erigido estatuas á Santa Clotilde, Ana de Bretaña,
Margarita D'Aijjnn, Ana d e líeaujeu,
Luisa de Orleans, Margarita de Valois,
Juana D'Albert, María Stnart, Blanca de
C!!ast¡lla, Juana de Arco, Santa Genoveva y María de Mediéis, en tanto que la
capital de España solo cuenta con la estatua de Isabel !a Católica.
El estudio, en la mujer española, data
de la antigüedad, llegando á un alto grado de esplendor en el reinado de los
Reyes Católicos; distinguiéndose la reina Isabel, por su cultura nada común; la
princesa D.-'Juana, que podía improvisar discursos eii latín; su hermana doña
CataÜEía, de elevadísimo ingenio, calificada de egregianle docta por Erasmo;
D.' Beatriz Gahndo, llamada La Latina,
que fué, según expresión del Sr. Silvela,
el ndnistro de Instrucción pública en el
reinado de Isabel la Católica; Cecilia Marello, versada en filosofía é idiomas; Luisa Sigea, llamada La Minei'va por su
portentosa erudición; Alvara de Alba,
autora de un tratado de matemáticas; la
insigne poetisa Florencia Pinar; Isabel
Vergara, consumada helemita; y otras
muchas como la Marquesa de Montiagudo y I^.'' María Paclieco.
¿Qué importa que la notable poetisa
sueca Seinia Lagerloef, acabe de ser elegida miembro de la Academia de Suecía, si en España, hace dos siglos, la
marquesa de Guadalcázar obtuvo el título de académica honoraria, y en nuestros días, las damas españolas y la intelectualidad mundial, solicitan un sillón
en la Real Academia Española, para la
eminente escritora Condesa de Pardo
Bazán? Y si una joven rumana, la señorita Elisa Leónida, ha obtenido recientemente el título de Ingeniero en la
Universidad de Charlottemhurgo, en la
Universidad de Madrid se ha doctorado
en Farmacia la señorita Bonald, y en
Medicina y Cirujía las señoritas doña
Martina Castells y D.'' Dolores Alen.
La afición de las españolas, al estudio,
va aumentado desde que la legislación
de Instrucción pública no hace distinci()n por razón de sexos. Por Rea! orden,
de IQIO, la mujer es admitida á los estudios dependientes del ministerio de
Instrucción Pública, autorizándose las
matrículas, de enseñanza oficial ó no
oficial, solicitadas por las mujeres, siempre que se ajusten á las condiciones y
reglas establecidas para cada clase y.
grupo de estudios.
Floy la mujer no se confirma con las
únicas salidas del matrimonio y el claustro, y aspira á algo mas elevado que el
espejo, los perifollos y la chismografía;
hoy preocupa más la ilustración de la
nuijer por eso asiste á las Normales, á
las Escuelas de Comercio, á los Institutos y á las Universidades; hoy no llama
la atención ver una señorita estudiando
en la Universidad, desempeñando una
farmacia, despachando billetes en luia
estación, transinitiendo íelegi'amas, anotando operaciones de banca, contando
billetes en el Banco de España ó desempeñando la sección mecanográfica.
Y después de lo que precede ¿Hay
derecho á privar del voto á la mujer^ por
su falla de ilustración, existiendo miles
y miles de mujeres con títulos académicos, pues solo de las Normales salen
anualmente más oe mil, estando, como
En la imposibilidad de enumerar ni está, despejado el camino del sufragio
aun las más ilustres españolas, puede hasta para los analfabelí)s?
verse el inmenso número de escritoras
Eusr.iiio VASCO.
que ha dado España, en la obra de don
Manuel Serrano, pi'enúada por la Biblioteca Nacional é impresa á expensas del
(Jaiiijjys vi.'niius y ili;sii.'rt,iipi;
Estado; son dos tomos, de 700 páginas,
raii!]io;í ijiio ¡h: tlui'iis Ciii-stüiM un cili-n:
á dos columnas.
campos úriitüs y yiirtds
fin la época moderna no ha decaído
'•oiiiD yerto está mi i-iirii/."ii liiiriljií'n.
la cultura de la mujer española. Tenellampuí' rasos v lialiiiiis;
mos, entre muchas que pudiéramos cii'iiuipüs (¡m; al^iín ih"!i. i'iibriora >•] vfnlnr-,
tar, á las poetisas O.'' Rosalía de Castro
i';impi>3 ijiic, ln'liiruii los fríos.
y D.' Gertrudis Gómez de Avellaneda;
,so¡M i:omo (.-tías ahilas. i|Ui; seca A •lolur.
la eminente cultivadora de los estudios
penitenciarios D.'' Concepción Arenal;
dairipus solos <M\ barbiíclio,
las predilectas hijas de Apolo D.'' Carocaiii|ins i\\\ii oli'as flores vi'intrán á i'iibriv.
lina Coronado y D.'' Patrocinio de Biedi'aiujios... ¿Queriñs ser di Icrho
ma; las insignes novelistas D.'' María del
iloiiilt^ el suiíño literno yo Vüiijía á ilnriiiir":*
Pilar Sinués y D.'' Emilia Pardo Bazán.
DoLoKUS ONI>.\UO !)K CASTIiO.
VAGUEDADES
Año
Núm.
III
114
C i u d n d K a a l l O d o A j í o s t o U;- 1*Í14
NUESTROS R E P R E S E N T A N T E S EN CORTES
•
•
E^XCMO. S R . D . J U A N P É R E Z S E O A N í : R O C A DEL T O G O B . E S
Conde de Ruidons, Senador del Reino por Albacete.
PARA
LA FIESTA CICLISTA DE CIUDAD REAL. VIDA VERANIEGA,
= EL CULTO RELIGIOSO EN MORAL DE CALATRAVA
= : = ^
^^^^mK.
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B^^BHBE^^iroJgJT^.^^wpBII
Eíoualo do IH <'iisu fVIur, itt; ('luduri-Ko»!
K4>UBI»<IO \a Vda. dtiSun Komúii.dtt KiirlUilwna.
-t3L^
Kenut» dt') 1>. ( ' r K p i n Anu*;!!» y liópcz.
dn Madrid.
^.(m|icoiulo gvoviiici.il £^cíí!-t.i í''^i£['iiií''íí» ^ M I
^í; '^:, -' y
jc yT^yy^ouoiwriü .Tf^-i.i tifvu.ii e<in>>
tbjiurbilU.
t' :• p.ii-.> luOo:' nn;'fitii'i- un lioiuir,
/
•
•
rf lu'mtiri'
• ' " '" CuiS.ií'-lftf.ií.de:^*''.. O." 19(4
'.,^^f¿v'
'•f'0^:^
Bandera dn la Atirupuf-lóii Clcllül t.
1
Tílulo lU!rl:ii i>ar I). JLISC* Mur.
I'nj-.;, l'nii. y ui IIIH.
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I
y
( i r u p o s d« huñtslas en his M«r Idt-ros de V i l l a r dm I'O/.H.
I < i l . I'IMI H U n
Altar ri» la Vlrot^n d(il Carmnn. di^.orad»
por til iKilahlti 4v-r.iitl»r O. iliis^' ('iiriliiii.
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V A R I A S
N O T A S
G R Á F I C A S
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mijatiááuii^^sa
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[);iiiiiÍL'l: 1. l'n iiiinifrosi) i,'ri!po lie [lifKKiU'l
(^(lU'ijio lie Las Pasturas t|iic han hfclin rc(-•¡L'riiLMiieiUt.' su priiiK'ia
ciiimiiiión. 2, l'l nifiu
Jiiaquill Maiiiii laipr/
gi
\'\ Scniiiiarin (Conciliar
de (aiidad-Ri-al, desifi\\() eii el ani) de ]^)0'J
[lara Jiaeei" psliidios en
líuina ;'i I). l*lorenci(i
I'enuindez ile \'e]ies y
c u m p l i d a su niisiíHi
eoii notable aprü\echaniienli), ha celelirathi
en Dainiiel sn primera
misa. -I y í, I.a procesión tie ías Kiores, que
celebra Inl'anles, tiene
la simpática TI o la de
a^islir nn i^nipo ile señoritas y niñas acomp a ñ a n d o la preciosa
ima¡ren del Amor 1 lernioso.
tk' I'? afi'is IÍL' CLÍÜII, ha
o t u e i i i d d LMi el Ri'a!
í ^iiiscrv,llorín lie Música 1 a caliíic iciiui de
sobresaliente en lus tres
an )S de solfcD y piann
d t Ljue se ha exaininadn, sieiulu ¡írepaiiul)
piir su padre D. Valei*¡!)
AUü'liii, p laifesiH- 1.1 e
n)ú-;ic I en O.iiiiiie'. i,
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NOTA
PINTORE^SCA
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•i} V I D A M A I Í C H K - G A f^—
CORAZÓN DE POETA
El calor dejábase sentir despiadadamente. Los redactores de ^ La Antorchaapenas si tenían ganas de trabajar. Stis
nervios, faltos de energías suficientes,
no acertaban á ponerse en tensión y sus
-cerebros, atrofiados ó adormecidos por
el bochorno del medio ambiente atmosférico, declarábanse casi impotentes á
la concepción de ideas y pensamientos
que quedaran grabados en las impolutas
cuartillas exigidas por el regente de la
imprenta... D. Augusto, en su mesa de
redactor-jefe, hojeaba un periódico,
montados los lentes de oro—regalo que
obtuvo por bombear á un señor amigo
de exhibirse en la prensa—sobre su nariz roma, sin duda alguna gemela á las
descriptas por Quevedo magistralmente
en sus versos intencionados, y de vez
en vez levantaba sus ojillos para dirigir
la mirada á una ú otra mesa, donde los
redactores hacían que plumeaban.
Pérez, 'cI repórter bohemio-, mesábase las largas melenas de su cráneo,
como si de ellas tuviesen que brotar las
palabras y las ideas conformadoras de
las noticias adquiridas, sin que llevara
dos renglones escritos. Ansúrez, el atildado y pulcro Ansúrez, intentaba hinchar unos telegramas recibidos del extranjero en aquellos instantes, mientras
que su compañero de la derecha, Paquito, el soñador, como al casto José llamaban sus hermanos, echaba las tijeras
á un periódico de provincias... Enrique,
el poeta fecundo de estro fácil que había
conseguido una sólida y merecida reputación en el campo literai'io, terminaba—él era el único que encontrábase
insensible á los efectos del calor--felÍ7.mente sus «Pastillas de menta- que tanto gustaban al público...
El timbre del teléfono repicoteó fuertemente. Todos dieron un salto sobre
sus asientos, como si hubiesen sido sorprendidos en el mejor de los sueños, en
ios instantes.más plácidos de la existencia... Pérez se puso en el aparato.
—¿Con quién hablo?... ¡Ah, sí!... ¿Es
usted, Agapito?... ¡Bien!... ¿Qué ocurre?... ¿Un crimen?... Enterado... Se lo
diré á D. Augusto... Adiós.
Y Pérez penetró nuevamente en la
redacción, alegre y gozoso en grado superlativo; D. Augusto le preguntó:
—¿Qué era eso?
—¡Un crimen, D. Augusto, un crimen!...
— Un crimen. ¡Nuestra salvación!—
dijo entre sí D. Augusto, pensando en
que esto venia á suplir la falta de actualidad política, haciendo que la venta del
periódico, de quien era uno de los principales accionistas, no sufriese quebranto.—¿Y en donde lia sido?
—En la calle de Z'**
—¿Has dicho en la calle de Z'**?—
preguntó impacientemente Enrique.
^ N o , Mari-Rosa, no es eso: usted
tiene que ser mía ó de nadie; mía, porque la deseo, porque la necesito, porque
mi ser la reclama imperiosamente. Su
corazón tiene que olvidar al «otro», tiene que quererme á mí, y, entonces...
¿Verdad, cielo mío?...
Jorge poco á poco fuese acercando á
Tarde de triunfo había sido la del 8 Mari-Rosa. Sus ojos despedían fuego y
de Septiembre para Enrique. Aún la re- los músculos de su rostro, aguijoneados
cordaba como la más hermosa que por el deseo impúdico, se contraían sitranscurriese en su existencia. Leía con niestramente. Mari-Rosa vacilaba, no savoz grata, dulcemente, los versos de su bía qué contestar...
—¿No respondes? ¿quieres darme la
inmensa composición, premiada con la
callada por respuesta?—dijo Jorge tuFlor natural, y llegaba á lo que dice:
teándola desvergonzado;—pues ten prei A l(>8 ])irs til! til tnniu reina li.iriiii>Hii,
sente que hoy vengo dispuesto á oir de
liijy SR lle^'n mi musa cuntariiia
tus labios que me quieres, que olvidas
y ti; ofrenila au rima üjiiienciíjatt
al otro, estrechando, mientras, tu cuerL-mil |it!r!a ik- hormwnura ptiregriiiíi»...
cuando notó que una mujer, bella como po escultural entre mis brazos amorola concibiese en sus versos, no apartaba samente... ¡así!...
Mari-Rosa se levantó resuelta, llena
un solo instante la mirada de sus ojos
de él, aplaudiendo con sus manos de de dignidad para defender su honra, é
nieve cada vez que terminaba una estro- intentó huir...
—¡No, note irás sin decir que me
fa, aplausos que se confundían con los
que le prodigaba el público todo, entu- amas!—exclamó Jorge cogiéndola fuersiasmadamente, teniendo que suspender temente.
—¡No puedo, Jorge, no puedo!—dela lectura durante algunos segundos...
¡Y pensar que «ella», la que más tarde cía Mari-Rosa forcejeando—¡Suelte,
fué la inspiradora de los versos subli- Suélteme!...
— i Eso, nunca!...
mes de su libro «Poemas de Ensueño-,
•—¡Gritaré, pediré auxilio!...
comentados favorablemente por los crí—¡Tanto peor!
ticos de toda la prensa, se encontraba
Y los labios de Jorge quisieron manallí, inerte sobre la nivea blancura de su
cama virginal, herida por la mano co- cillar la pureza de Mari-Rosa; intentaron
barde de un hombre despechado que posarse en su rostro lindísimo y depoasediábala incesantemente con sus de- sitar en él la ponzoña venenosa de los
claraciones amorosas! Los ojos que tan- besos de un sátiro... Mari-Rosa se defentas veces enviasen sus destellos enibi-ia- dió heroicamente, pero las fuerzas y las
gantes hacia él, estaban cerrados, y las energías, ante el impulso varonil de su
palpitaciones de su seno casi eran insen- enemigo, decayeron y entonces... gritó,
pidió auxilio...
sibles...
—¡A mí!... ¡,A mí!... ¡Este hombre!...
Dos criados corrieron á su defensa;
Tarde de cielo azuloso. Calor asfixian- la hoja reluciente de un cuchillo biilló
te. *Elia», como siempre, hermosa, su- con aire de tragedia, y Mari-Rosa rodó
blime, estaba sentada en el jardín bajo por tierra manando sangre de dos hela sombra refrescante de un árbol fron- ridas... El rostro de Jorge estaba contraídoso leyendo un libro. «El» se acercó do salvajemente.
Todo esto lo reconstituía Enrique en
resuelto...
— Mari-Rosa, estamos solos—le dijo. su imaginación, sin poderlo alejar ni
—¡Solos!... ¿Qué quiere decir con eso un solo instante de sí: la escena de la
agresión le torturaba cruel...
Jorge?—respondió ella.
Los ojos de Mari-Rosa se abrieron y
—Que ahora podemos hablai" sincesus labios débilmente proniuiciaron una
ramente,
^ Y o muchas veces lo hice, y, sin em- sola palabra...
^¡Enrique!...
bargo, usted nunca quiso darse por en• K •
tendido.
—Es que la quiero con todas las enerTranscurrió el tiempo... y el poeta aún
gías de mi ser, es que mi amor con na- lloraba. Sus versos eran suspiros broda puede compararse.
tados del corazón. Todos los días sus
—Lo sé, Jorge, y lo agradezco mucho; ojos regaban las flores de la tumba de
le estoy sumamente reconocida y le con- la amada.
sidero como á uno de mis mejores amiLos coinpañeros se reían...
gos: no me pida más. Mi corazón per¡Son tan difícil de comprender los
tenece á otro... y merecería el desprecio grandes sentimientos de un corazón de
de usted si aceptara en tales condicio- poeta!
nes el cariño que me ofrece: ya vé si le
C, MARTÍNEZ PAGE.
hablo con sinceridad, con la misma sinceridad de siempre...
Madrid, KÍUO (iu lilU.
—Sí-
•
.
...
,
—¿En qué número?
- E n el 24.
Enrique no quiso oír más. Tomó el
sombrero y salió velozmente, sin despedirse de sus compañeros, sin dar explicaciones...
VIDA. MAMCJaCGA >
vidia de los hombres y el desdén de las
mujeres. Y no faltó alguna vieja chismosa que le dijera con el horrible gango(Historia verídica.)
sear de una boca desguarnecida:
1
/• .
— No fiárame yo mucho, de mozas tan
¿Por qué misteriosa razón escogió señoras, que el viento que la trajo se la
para su veraneo una familia tan distin- llevará... Mira, muchacho, hay amores
guida, aquel humilde rincón de provin- como el humo, que cuando no ahoga,
cia?
tizna.
• Enrique jamás lo supo. Pero com. ,
11 • .
, prendió que hasta la llegada de aquella
Todo llega en este mundo. Y con el
encantadora inadrileña, él no había sa- fin del veraneo llegó para Enrique la
bido lo que era una mujer hermosa. Y hora temida de la separación, de la rupcomo el amor y la hermosura caminan tura de aquel encanto fugitivo, que huía
juntos á los veinte años. Enrique se ena con la figura esbelta y elegante de Temoró. Y fué correspondido.
resa.
Cuando Teresa, la visión inesperada,
Cuando el tren desapareció llevándola chiquilla ligera y desenvuelta como se á su amor, Enrique sintió un impeuna mariposa, fué deferente á su amor, rioso deseo de correr tras de su sueño
el joven creyó que el mundo se había que se le escapaba.
hecho para él, y que lodo en la naturaY en el ocaso de una felicidad vislumleza se armonizaba para cantar su pa- brada,
se encerró día tras día en el cassión.
tillo desús recuerdos, mientras su miraPorque el discreto Idilio que se pro- da visionaria apercibía por encima de
longó durante todo el verano, fué para la inmensa planicie u n punto lejano
Enrique la anunciación de un mundo donde una figura menuda é inquieta,
nuevo que se le aparecía en la figura de brillaba como un ángel y mandaba coaquella joven tan diferente de sus reca- mo una reina.
tadas provincianas. Al conversar con la
Cierto día el cartero trajo una carta
elegante Teresa se sentía envuelto en que á Enrique se le antojó perfumada
una ráfaga de ilusiones que nunca había con la esencia de aquel divino cuerpo
sentido y parecía aspirar la savia intensa de mujer. Leyó. Teresa le hablaba del
de una vida enérvame y fascinadora. viaje v de su amor. Pero al terminar de
Ante la evocación que brotaba de aque- leer, Enrique se sintiíí dominar, á pesar
llos labios coralinos, con seducciones suyo, por la desilusión. La carta era dede sirena, Enrique se sentía lejos de su masiado correcta y pulidas en demasía
eran sus tiernas frases, para que fuesen
pueblo tan huniilde, tan callado.
Pero para que su dicha no fuese com- dictadas por el ímpetu vago é inquieto
pleta, el amor de Teresa, le atujo la en- de una pasión. No eran ecos de un co-
HUMO
LA AGRICUliTUKA MODERNA
•JO;-'
lia (rlUa en la Granja Aorlcola de Cludad-Koal.
FOT. l'Oli F. UA.SZANAHKK.
razón amoroso, esas bellas cosas quede
tan galana manera le decía. Y sin saber
por qué se acordó, entonces, de aquella
inmunda vieja que en el derrumbamiento de sus años, le habló de un amor
que es humo.
Pero la raigambre de aquel amor estaba demasiado honda para que pudiera
ser arrancada por el menor soplo de
duda. Pasó un mes y otro mes sin que
su incertidumbre le quitara la fé en la
vaporosa madrileña. Las cartas escasearon y cesaron por completo. Sintió su
esperanza vacilar, y acorralado por la
duda y la malicia, se encogía estoicamente de hombros y solo tenía una palabra: Mañana.
Al comienzo del verano siguiente, no
habiendo tenido ninguna nueva noticia
de Teresa, Enrique decidió marchar á
Madrid.
Y mientras volaba á través de los campos, soñaba todavía con su idilio roto,
aferrándose á su ilusión con el ansia del
naufrago que siente agotadas susfuerzas.
111
Enrique llegó á Madrid en uno de
esos días en que la naturaleza se complace en des[)!egar todo el esplendor de
su belleza. En uno de esos días en que
el aire viene cargado de perfumes, y ei
sol es más ardiente, y el cielo es más
azul, en que el goce de vivir nos hace
ver á las flores más ideales y á las mujeres Jilas bonitas.
No le fué cosa fácil al enamorado encontrar á su amada. Un día la apercibió
entre un torbellino de coches, muellemente recostada en su auto. En mediode las violentas palpitaciones de su corazón, Enrique halló fuerzas para saludar. Ella contestó con una sonrisa y un
ademán y desapareció en la revuelta del
paseo.
Entonces se decidió Enrique á recordarle las horas pasadas. Cuatro veces
escribió y rompiíi la carta que debía ser
mensajera de su última esperanza...
Por eso cuando al día-siguiente encontró una carta encima de su mesa, y
reconoció la letra, tuvo miedo de abrirla. Su instinto le decía una vez más lo
que su amor no quería escuchar. Y leyó.
• Nunca pude creer—decía Teresa—
que lomara usted en serio loque solo
fué un pasatiempo de verano. Cuando
comenzamos nuestro idilio, yo tenía el
convencimiento de que su término no
sería muy remoto y le vi á ustad tan
identificado conmigo que jamás pude
suponer en usted actitudes melodramáticas. Reflexione usted, Enrique, y se
convencerá de que no soy tan cruel como usted cree. No me haga usted la injusticia de suponerme sujeta á desaires
y desprecios que negarían nuestra buena amistad...*
Y asi toda la carta, fluida, discreta,
con ese estilo suave y elegante que adula hasta cuando zahiere.
VIDA. MJU0CHE.GA >
Aunque lío quería confesarlo Enrique
esperaba el golpe, por' eso, po se ?sombró de su resignación.
Por su mente como por un diorama
pasó todo el desarrollo de aquél amor,
lodo el idilio con aquella mujer, que
•después de haberle hecho entrever' un
amor, acababa ofreciéndole una ami'stad.
Bajó á la calle. Necesitaba poner orden en sus. ideas.
Subió á un tranvía que pasaba. '
—¿Adonde?—preguntó el cobrador.
Enrique entregó una moneda sin contestar y ni siquiera'miró el billete que le
devolvieron, ¿á donde? ¡á cualquier parte! ¿que impi^rtaba el sitio? el caso era
huir de aquel ambiente de frivolidad
•que así jugaba con sus sentimientos,
huir de aquel tumulto cortesano que le
martilleaba el cerebro y que parecía
reírse de é!. Hubo nn momento en que
Enrique se avergonzó de sí mismo.
IV
Una brusca parada del tranvía le atrajo á la realidad. Bajó. Estaba en la Florida. Un gentío abigarrado y bullanguero, llenaba las sinuosas alamedas,
profanadas poi" antiestéticas baiTacas y
pintarrajeados tenderetes. Del seno de
aquella multitud brotaba un tumultuoso
vocerío sirviendo de acompañamiento á
los chillones organillos, quienes compelían en estridencia con las murgas ambulantes y los órganos de los tíos-vivos.
Enrique se metió en aquella barahun•da observando á la multitud que se solazaba. ¿Se divierte, en realidad esta
gente?—se decía. A juzgar por la vista
había que creerlo así. Y sin embargo
nada más molesto que aquella aglomeración sofocante, nada más antipático
que aquel confuso montón de maderas
viejas y percaiinas descoloridas y por
encima de todo esto el acre olor del
aceite, el polvillo seco que ahoga. ¿Y
había gente dispuesta á arrostrar aquella atmosfera infecta, cuando el silbido
•de una locomotora anuncia que ]5ocos
metros más allá existe un campo silencioso y exuberante de primavera, que
• sujeta entra sus brazos la corriente mansa de un río callado, que promete á !a
luna madrigales de amor?
Una triple carcajada coreó estas filosofías de Enrique. Sin notarlo iba hablando solo y tres modistas juncales y
atrevidas que le seguían, habían escuchado casualmente su soliloquio.
En otra ocasión Enrique las hubiera
despreciativamente dejado pasar. Pero
•entonces sus nervios estaban demasiado
•excitados para contemporizar, necesitaba un pretexto para dar salida al despecho que le rebosaba del alma y se sintió agresivo, inconveniente, mordaz.
Y resultó todo lo contrario de lo que
•él esperaba. Aquellas alegres muchachas
•que creyeron en los desaires de un po-
llo tímido, trocaron la burla por la sim- se recordadola existencia de otro amor
patía. ¿Como pudó ser? ¡Misterio!
menos altanero.,
Pero cuando al anochecer subían la
—En que piensas-insistió la modistilla.
Cuesta de San Vicente, Enrique sabía ya
— Estaba pensando en lo que me dijo
las confidencias de una rubia de ojos cierto dia una vieja de mi pueblo.
traviesos y labios tentadores, que con
—¿Pues qué te dijo?
jael parloteo'de su charla pintoresca, de—Que el amor es humo y que las
ba entrever que en el fondo de su pecho mujeres son muy falsas.
había un rinconcito destinado al amor.
—¡Muy falsas! —respondió Julieta con
—¿Hasta mañana?—insinuó Enrique cómica seriedad.
al separarse'.'La joven fingió pensarlo y
y sus ojillos, entornados por la risa
después con un guiño picaresco:
miraron á Enrique con tan severa picar—¡Hasta mañana!—musitó.
día, que éste la arrastró de allí embriaEnrique la miró alejarse. Por su men- gado á pesar suyo, por el encanto y
te cruzó el recuerdo de Teresa. Con un la voluptuosa fragancia que despedían
gesto rápido sacó la carta dispuesto á aquellos deliciosos veinte años.
romperla, pero se contuvo.
JUAN L. ROMERO.
— Quizas tenga razón — m u r m u r ó no tomemos actitudes melodramáticas. PUEBbOS DE FAZ
Cuenca.
V
Vedlo
en
la
ancha
Castilla
Si á Enrique le hubieran dicho que
de hidalgos pendencieros,
en el espacio de veinticuatro horas, iba
soñador en efluvios
á cambiar radicalmente, el concepto
del silencio.
que tenía del amor, lo hubiera consideEl Jucar te adormece
rado como una locura. Y sin embargo
con sones'romanceros,
así fué, por obra y gracia de una modisy con olor de mielgas
ta gentil.
los barbechos.
Y en el rincón de su provincia corrie¡Que lindo ¡íanorama...
ron extraños rumores y se comentó su
parece un nacimiento,
larga permanencia en Madrid. ¿Que no
casitas, muchas cuestas,
hubieran pensado sus paisanos si le humnclios cerros!
bieren visto, esperar á la puerta de un
De
tu
castillo moro
taller, la salida de una rubia, ligera y
derruido y roquero,
;,
audaz, como los gorriones de nuestros
jcuán
de
leyendas
narran
parques?
los inviernos!
Enrique había descendido desde la
Fuiste cuna de santos,
aristocrática Teresa á la plebeya Julieta.
poetas y guerreros...
Había aprovechad o bien la lección ¿á
profesiones que hoy día
que abrigar pasiones y celos que puevan á menos.
den malograr una buena amistad?
Caminos, carreteras
Amaba á aquella chiquilla de! pueblo,
besan tus pies de ensueño...
pero la amaba sin inquietudes, sin des¡Qué no te habrán contado
confianzas, como se amarían dos pajalos arrieros!
rillos que la tempestad reúne en un
En tus calles estrechas
mismo árbol y que mañana partirán
de caserones viejos,
cada uno hacia el ¡"iniibo que la vida les
como hermanos comparten
señala
dos abuelos,
Una noche cruzaban la Carrera de
al
sol.
Anibos platican
San Gerónimo cogidos del brazo, mien un clásico dejo,
rando el desfile de lujosos carruajes.
sus
cuitas
y
jornadas
De pronto Enrique se encontró delante
de mancebos.
de Teresa, reclinada en su coche, como
¡Qué bellas las mujeres!
una diosa en su trono v deslumbrante
¡qué esbeltez en sus cuerpos!
de lujo y hermosura. Ella le vio, pero
...¡Sois náyades del Jucar...
sus ojos resbalaron sobre él y se fijaron
mi tormento!
en Julieta. Debió haber una lucha interLos días se suceden
na porque su mirada brilló fogosa, y
tranquilos, mudos, quietos,
cuando desapareció con nn gesto de
bajo el paisaje manso
desprecio, sus ojos no se atrevieron á
y montañesco.
fijarse en Enrique que la contemplaba
Aguas
tienen los valles,
sonriendo.
flores tienen los huertos,
; ;
—¿Tengo algo en la cara?—dijo bury
pan
para
sus
hijos
lonamente Julieta que vio todo aquello
los terrenos.
sin comprenderlo.
Ni
es
tristón, ni riente,
'>
Enrique no contestó. Había visto á
ni grande, ni pequeño;
Teresa alejarse lastimada en su orgullo
nada le falta, tiene
de mujer y hubiera sentido remordiCementerio.
miento, si la voz fresca y alegre de aquella joven que con tan ingenua confianza
JULIÁN V E L A S C O DE TOLEDO.
se había entregado á él, no le hubie- CuBiii;» ¡j-Ü 'iH
< V I D A MANCHKCA. >
CHISMES Y CUENTOS
Don Ramón ve á su criado entrar cu
la taberna.
Luego, en su casa, le dice:
—Me asombra verte con ese vicio. Yo
que te creía tan sobrio. ¡Entrar en la taberna!
—}Ay, señorito!—exclamó el doméstico.—Más asombrado quedaría usted al
verme salir.
Un marido y su esposa disputaban
Llegó en aquel acto un amigo de viacaloradamente, y la mujer que es muy sita y dijo que el enfermo había muerto.
fea, exclama:
- ¡No puede ser!—exclamó el médico.
—¿Y aún te atreves á mirarme cara á
—Si acabo de verle ahora...
cara?
—Pues bien: ha muerto curado.
El marido fiiosóficamentc:
—Sí, señora. Uno se acostumbra á
—¿Qué número has sacado en el sortodo.
teo de la quinta?
—El uno.
—¿Y tu primo?
Decía en una tertulia cierto médico,
^ M i primo ha sacado el otro.
que acababa de curar á un enfermo.
OGBDEPIIil 6[|IEB{1L DE ENSEfÍQliZ»
CIXJDAD-KEAL
Director: Licenciado D. MIGUEL PÉREZ MOLINA
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Interpsa A las familias foiioeiM" IÜ nrgiiniznfión de este Cuntro que en diez y TIUHVO curso-s lia logrado éxito
erocientB desde su fiinilairión.
Pídasi* el Hnl-.tin M\ IIUHIIH eon-lü su de.scfipeión, disposiciones reglamentrti-iiip, resultado li^l pi'p^onte curso,
resumen de los anteriores y Pr^ fesorHcin.
Referencias en totia la prov.ncin y sus limítrofes, de
numoroans fiímilias.
Fu de visitarse pai-a apreciar su insl hición y oondicionijs higiénicas.
So admito matrícula en todns las secciones do línsoüanza que comprende p a r a la Escuelii militar particular.
Las solicitudes para id internado y consultas so dirigirán á !H Secretaría.
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Este Centro de enseñanza, el primero de los de su clase en Madrid, admite alumnos internos y externos
para la carrera de aboi^ado y para las prcparat-innf-;; t?specia!es de carácter iurídico. Se halla instalado en el
sitio más céntrico de Madrid á luda co'wodidad y cuenta con escogido profesorado que al llevar sus aluiiums
á los exámenes, ha logrado br¡li:iiiies L\itos, basados en el trabajo y en lo acertado de los planes pedagógicos. Resultados en 1913.
I^latrículas de honor, 4; Sobresalientes, 10;
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= ¡Notables, 23; Hprobados, 39; Suspensos, 2.
En la organización actual de las Univcr^id des es unposihie que, dada la numerosa matricula, y con la actual indisciplma entre los alumnos, pueda I i^rarse el fin de 11 instrucción y un títuKi académico, sin que los
p'idres exp;)ngan, con grave nesgo, el tiempo, el dinero y la innralidad de sus hijos abandonados á su propi;i libertiü. La A c a d e m i a Kooerio-Cam;izón suple estas deficiencias con un internado paterna!, con
un estudio asidu •, sin huelgas estudiantiles y reglaiKCiitando siempre su vida sóbrelos íundamentis de la
moral cristiana.
Cuantos se interesín por sus hijos y pretendan que éstis cursen la carrera con aprovechamiento, deben
escribir pidiendo detalles y rcülament is al Director, |aco:netrezo, 66. Madrid.
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