VIDA EGA CAKMES COBEÑÁ bminrntc; arlri/. que i)<-(uitr<i ron su notable: coni|>añi<i (^n ni Teatro de Verano, durante las Perias de (Jimfad Keal. Mím. US 20 Oí c :Í SOBPBEIIDEliTE DimilKILLfl L a p o m a d a d e G e n a r o , PARA BIEN DE LA HUMANIDAD, ESTÁ LLAMADA Á PRODUCIR UNA VERDADERA REVOLUCIÓN EN EL CAMPO DE LA CIENCIA MÉDICA. L a p o m a d a d e G e n a r o , sin rival contra la fiebre, no I tiene acción nociva sobre los órganos; están comprobadas en todos los casos qne se emplee, con multitud de testimonios, entre ellos el del Jurado de la Exposición Internacional de París del año 1913, en la que se adjudicó al inventor, por su prodigioso descubrimiento,,Medalla de oro y Diploma de honor. L a p o m a d a d e G e n a r o , administrada según las indicaciones que acompañan á cada tarro, produce sus maravillosos resultados inmediatamente de ser utilizada. L a p o i n a d a d e G e n a r o , lleva el retrato de su autor en todos los tarros. DEPOSITARIOS Málaga, Oóinez Martínez; Badnjoz, Moreno; Sevilla, Borbolla; A^alencia, Arnau; Algeciras, Cumbre; Cádiz, rJ. Hohr; Alicante, Coloma; Cartagena, Alvarez Hermanos; Villaniiova de la Serena, Alvarez Delgado; Jerez de la Frontera, A. de Lu([ae; Ciudad-Real, ííafael Lamano; A^illar'robledo, Buendía; Manzanares, Cristóbal Calvo; Valdepeñas, Pedro Ruiz; Alcázar de San Juan, Leopoldo Nieto; Almagro, Hermanos Condes; Don Bonito, Bernardo Arias; Xerva, Manuel Herrera; Gijona, Ernesto Muyllor; Barcelona, Muñoz Gómez; Jíión, Rafael Vívoi'a; Carolina, Serafín de Martos; Linares, Rafael Cobo; Córdoba, Centro Técnico; Madrid, Ma^ídalena 8, Farmacia; Serrano 4:í, Farmacia; Arenal 15, Farmacia; Alfonso Menchén, Bnenavista 12; y remitiendo G pesetas en casa del autor se le mandará á correo seguido franco de porte. = GENARO GIMENE:Z = Plaza de la Constitución C MANZANARES-'CIUDAD-REAL: P ASIO IXI c i a r > A i J - í í K A i¡ Lunes 10 de Agosto de 19)4. TKbÉF. NÍIM. 2 0 N Ú M . 1]Q VIDH MflNCHEGH REVISTA REGIONAL ILUSTRADA DE NUESTRO TIEMPO h a g u e r r a V la paz, j ^ ^ i a obligado es este de la guerra y la paz. Acaso cuando VIDA MANCHCGA llegue á poder del lector, una hecatombe habrá extremecido al mundo. La teoría de la paz armada, que durante tanto tiempo tuvo sus partidarios, ha fracasado como necesariamente, obedeciendo á una ley fatal había de suceder. Todas las cosas tienen limite en su vida. Cuando es llegada la hora, lo que solemos llamar fatalidad pone término á las situaciones, creando circunstancias que las complican V renuevan totalmente. Asi la acumulación de elementos armados; era mucho enseñarse los dientes unos países á otros, como perros rabiosos, para que mutuamente se respetaran. La paz armada ha fracasado porque debía fracasar; lo contrario hubiese sido un absurdo, y lo absurdo no tiene consistencia, fenece apenas se hace la luz. Las guerras, hoy como ayer, son engendradas por la ambición ó por el odio. El delirio de grandezas, la rivalidad de razas y creencias religiosas, la competencia comercial, juegan papel principalísimo. Toda la habilidad de la diplomacia, todo el alarde militar, se mueven en torno de esos factores. La conquista de un nuevo mercado, la anexión de tierras explotables, son generalmente el objetivo de toda guerra. Se busca un pretexto, se ponen trabas á una negociación, se comete un atropello, y guerra en puerta. Esa es la gestación de todo conflicto entre dos pueblos. Suele ser el humilde, el débil, quien se lanza á desafiar los horrores de la guerra, en defensa del honor nacional, prefiriendo perder la existencia á perder el honor. Y rara vez un país fuerte se pone del lado del débil, objeto de agresión; recuérdese el caso del Transyaal, verdadero caso de rapacidad criminal. Cuando como ahora ocurre á Rusia, con respecto á Servia, una nación poderosa se lanza á la defensa de un pequeño Estado, oponiéndose á la codicia de otra potencia de primer orden, lo hace por su cuenta y razón, no por humanidad. Si Austria invade e! territorio de Servia y lo conquista, es á Rusia á quien más toca que perder, al ver truncados sus sueños de dominación; el paneslavismo. El equilibrio balcánico, procurado por Europa, quedada roto desde el punto y hora en que Austria se anexionara á Servia. He ahí el porqué, de la alianza alemana con Austria, frente á Rusia; el peligro eslavo, cada vez más acentuado, á medida que dicha raza tiende á su prepoiider a n cia; los futuros Estados Unidos, como ha poco ha dicho un escritor insigne. A Alemania le importa tanlo el q'.iebrantaniienlo de Rusia como ESCKITOKES NOVEbES FKANOISCO SERRANO BAKNA nulabnrador d e "Vida Müntiluiou., la derrota de Francia. Son sus dos enemigos mayores. Dos malos vecinos, si bien el ruso y el francés se diferencien fatalmente, en el objetivo de Alemania. SONETO Ai ¡ii!í¡t;iii- OiíiiiTai P- Früii<!¡si!0 (li- A;rii¡liír.T y Eirfn, lesUnmnin de ¡lilmiriiiíii'ni. Altivo, irtTiiirosd, brüvu, nofili;, ;iriiaiile do ¡nj patri.i y do hti Uonia y allS (iri medio (luí tint[;o de iii Knirra, IJLTtnniii'ci! tan firmo como ni roblo, Dt iiiiustra -(talrin ciiica' fs ijl cmbk'Tnn, liiavij );aii(fÍllo dfl L'jiírcitu Itiüimno, |i¡nÍmi(lL' di'i siiüio oa-iteilaíio y (icfi'ii-^or di- Kwiiaíia, usti- es su 'tiran. Caiittíni')^ S lii n'oi'ia d<;l jjiiorrtro, ol iiniioilid paisano en la alta esfera al h¡(laii;o maiiclu'íio un su cainlno. Al lino i'mpiiriaiido fl ñ\i> de s\i iicuro, ili'llendc (jn uiiei'po y alnm la bandera 1I13 iiueslrn madre E!!i)añn en su deuinn. .JOAiíUiN FERNANHKZ RlJSTOi^. Abordo >\v\ liullviT y Julio UiM. COItFLESPOSDÍfinil Oahallürop, 4 a u CÉNTIMOS El imperio germánico hace frente á Rusia porque le conviene el triunfo de Austria, para sus futuros planes de conquista y dominación aún para su tranquilidad; á Francia por su odio. Alguien ha dicho que Alemania no repara en sacrificios, con tal de clavar su garra en el corazón de París. El águila imperial quiere hartarse picoteando en el vientre francés, aunque estalle luego por la hartura. Ningún otro conflicto como este en toda la larga historia de la humanidad. I.)e gran hecatombe puede calificarse. Varios millones de hombres han empuñado las armas; escuadras poderosas se van buscando en los mares; tesoros inmensos se exponen á desaparecer sin ningún rendimiento. De un lado Austria contra Kusia y Servia; de otro Alemania frente á belgas y franceses; por si era poco Inglaterra dificultando los propósitos del imperio alemán, son motivos sobrados para suponer q ue ni un combate ni una batalla han de decidir la cuestión; el campo de la guerra es vastísimo, y las complicaciones del conflicto de unos limites que todavía no alcanzamos á ver. ¿No entrarán en jue-• go, no habrán entrado cuando estas líneas se publiquen, otros países, empujados por los beligerantes? Ahí está Italia, conminada á estas horas, tal vez • por Alemania. Por de pronto [bélgica y Holanda que se habían propuesto mantenerse neutrales, ya están en danza obligadas por la necesidad; una y otra han sido invadidas; escenarios han de ser de los horroi'es de la guerra, y actores en la gran tragedia sus ejércitos. Algún periódico ha dicho á sus lectores que la actitud de Inglaterra, oponiéndose al paso de los alemanes por esos dos países, es altimente simpática. porque solo es guiada por un alto espíritu de equidad. No hay tal espíritu. In-' glaterra no interviene como factor ím-, portantísimo por proteger al débil ni tampoco por ayudar al amigo, no obs- • tante no obligarle á tanto sus compromisos; lo hace porque su rival como potencia marítima y mercantil es Alemania. Alemania disputa á Inglaterra su dominación en el mar, é Inglaterra no quiere que su enemiga salga de los mares del Norte. Eso es todo. Con lo cual queda demostrado lo que decíamos al comienzo; nadie toma parte en esta danza trágica, sin su cuenta y razón. Más cuenta que razón, dicho sea en honor de la verdad, desde nuestra posición de neutrales... AVICEO "íiJ V I D A M A N C H E G A ^ p - ¡A CASARSE TOCAM Sobre todo en Francia, y muy especialmente en París, se viene observando que, á medida que corren los años, el número de matrimonios y por lo tanto el de nacimientos, va disminuyendo considerablemente. La cosa no puede ser más lógica y natural; ¿quién es el guapo que se atreve á casarse en los tiempos que corremos? ¿Acaso los sueldos mezquinos por demás que paga el Estado son suficientes para cubrir las nu'iltiples necesidades que la familia acarrea? No, y dos mil,—no siempre han de ser mil,— veces no. Y esto que ahora sucede en Francia, dentro de muy poco (quizá antes de veinte siglos) ocurrirá en todos los países civilizados. Y si no... ¡al tiempo! Para remediar en lo posible este grandísimo inconveniente con lo quela Patria pierde infinidad de hijos que mañana la defiendan, y ya que ¡a situación porque ahora atraviesa lispaña no permite aumentar el sueldo de los empleados, voy á lanzar una idea digna de ser atendida y tomada en cuenta, ya que lo único que me propongo es servir á la Patria y contribuir al progreso de la Nación. Según mi modo de pensar, debe imponerse una multa á todo ciudadano, libre de quintas que permanezca célibe. Esta multa debe estaren relación directa con la edad dal individuo y el sueldo de que disfrute. Por ejemplo: hasta los treinta años, el 10 por 100 del sueldo; de los treinta á los cuarenta, el 15; y de los cuarenta en adelante, el 20 por 100. Si el individuo en cuestión fuera pro•pietario, pagaría el tanto por ciento correspondiente, según la edad, de sus rentas. Pero no pai'a aquí la cosa; ¿qué hacer con ese dinero que ingresa tan inopinadamante? ¿Darlo á los pobres? ¿Fundar Hospitales y Asilos para los menesterosos? ¿Aumentar el número de escuelas públicas? Nada de eso; sin negar que España está falta de Centros oficiales de enseñanza, y que debiera dedicarse una buena parte de lo recaudado á aumentar el número de escuelas públicas, el dinero que ÍEigresase como consecuencia de las nuiítas impuestas á los solteros, se repartiría equitativamente entre los que hubiesen de abrazar el nuevo estado, en partes proporcionales á la edad de cada uno, porque es evidente que á medida que pasan los años, la prole va haciéndose más numerosa, y por lo tanto, las necesidades van siendo cada vez mayores. ¿No merece el sacrificio de casarse el ser largamente recompensado? Aún esta repartición pudiera parecer injusta y desproporcionada, pues mientras hay mujeres estériles, hay otras que echan al mundo un crío cada nueve meses, y sí el reparto se hiciera como queda explicado, saldrían aquéllas beneficiosas y éstas perjudicadas. Para evitar esto, se pueden repartir los beneficios procedentes de las multas Impuestas á los célibes, en partes proporcionales al núinero de hijos que cada uno tuviere, con lo que cada hijo traería el pan debajo del brazo. hs indiidable que si así sucediese, e! númei'o de matrimonios se multiplica- n. ,n-\yi'íN SKOANO MA.IAN Capnlláii iiscoiirtido :'i ' " f i i i i i m l a n l o v Ipjisladiido í\ ISui'uo . l'ii'l'. c o n A. MA.IAV ría extraordinariamente, pues habría infinidad de solterones empedernidos que consentirían en abínidonai" el celibato con tal de no pagar el tributo que li^ibría de imponérseles, de cont¡nu;ir célibes, y üfros... que se c:isarí;in cnn el fin de aumentar sus escasos ingresos. Es seguro, en fin, qne cc!ebrar¡;nise tantos matrimonios, que los curas estarían á todas horas echando bendiciones y los novios ¡tendrían que guardnr cola! para desposarse, lo mismo que si se tratara de adquirir una localidad para la despedida de cualquier astro coletudo. No habría más ciue ím inconveniente, y es que... se casarían tantos, tantos, que no habría lugar á imponer ninguna multa..., aunque yo creo que algunos darían con gusto no ya el veinte, sino el cincuenta por ciento de su renta ó sueldo, con tal de no someterse al vugo conyugal y campar por sus respetos, pues como dice el adagio el buey suelto bien^se lame. Y nada más. FRANCISCO Mndrif!. SERRANO BAENA. REGIONAblSiUO INATURAb La estancia en este tranquilo rincón de la montaña guipuzcoana, sin otro ruido que el constante rumor del Urola, ofi'ece dilatado campo á la meditación, al estudio y á las comparaciones que acompañan siempre á todo poder reflexivo . No es posible que se dejen de ver diferencias entre las costumbres y el am-biente que rigen la vida de estas provincias, y el medio social en que debe de desenvolverse la actividad dentro de nuestras llanuras castellanas. Hasta la. mirada de estas bravas gentes tiene una dureza y un hermetismo que contrasta con las vagas melancolías de nuestros ojos un poco meridionales. Las vanidades administrativas que han consei'vado estos pobladores de España, y en las que se encierran actualmente las posiciones foristas son santas y deben de merecer el eterno respeto de los gobernantes. Pretendei- una ridicula unitormidad en abierta pugna con las realidades que se quieren reglar, soñar con las violencias de un artificioso acomodo á un mismo patrón en todas las provincias, aspirar al sacrificio de lo que hay como característico y propio en cada ima de las regiones, sería ima empresa de locos, un desatino lamentable, la causa de la peor de las anarquías colectivas que consiste en lo que ha llamado el ruso Nikolenko, el desorden organizado. No, no es posible rendir á la eslei-jlidad los pueblos que son capaces de iniciativas. El regionalismo se ha dicho en un mitin de Barcelona, será pronto un caso de museo; ¡crasísimo erroi"! El regionalismo será pronto una positiva afirmación en todas las provincias de España, y cuando lo sea, cuando podamos en nuestro solar hidalgo barrer la lepra de fuera y reconquistar lo que la desidia nuestra entregij tan fácilmente, cuando pasen á la historia los políticos cuneros y los mangoneadores extraños, cuando los destinos de la Mancha salgan de los despachos madrileños donde están como en una cárcel, y sean entregados á la administración directa de stis hijos, entonces con qué noble orgullo podrán pasear por la calle nuestros nobles paisanos, y con qué bella independencia sonará el firme paso de sus pies y el recio aldabonazo de sus viejas portadas. Entonces nos habremos manumitido... pero antes hay que educar al pueblo. Gi:NERoso MARTÍN-TOLEDANO. Ceslüiia T do Julio du 11)14. blBKOS ANTIGUOS y modernos, manuscritos y ejecutorias se compran. Avisen á D. Máximo Selas. Margallo, 11. Ciudad-Real. . „ . . . » . ^ ^ V I D A MANCHE,GA |>— CRÍTICA FKAGlb No sé si ha sido por medio de las ondas aéreas, etéreas ó hertzianas ó si es que he sorprendido algún despacho radiotelegráfico desde mi estudio ó no sé cómo demonios me he enterado del rnm riim que hay á mi alrededor con motivo de un articulo, cuento ó no sé que cosa que he publicado, donde según critica he empleado, indebido ó equivocadamente, una metáfora, tropo, ó como esos señores lo quieran llamar. Lo (gracioso es que no razonan e! porque está mal y sin embargo lo dicen que está; no sé si estos señores se referirán á un cuento mío, publicado en un estimado colega, donde decía «Margarita era un ensueño, era divina, una figurilla delicíid;i,/ríi^í7 como el diamante...» donde lus lectores, dado su buen juicio, verán que no he dicho ninguna barbaridad, si como supongo conocen la Física ó la Mineralogía ó tienen ligerísimas nociones de ellas. Tampoco sé si se-referírán á un artículo publicado •por el mismo periódico en el número 6.494, correspondiente a! IS de Mayo de este año, que decía: -Es un diamante frágil, (la mujer) delicado, que hay que pulirlo para que podamos admirar su valor y lo regular de sus facetas, que desconciertan al hombre con las luces extrañas que reflejan...» sin duda alguna por lo que hasta mí ha llegado, según esos señores lo que está mal empleado es la írase frágil cnmo el diamante ó es un diamante frágil; las razones del porqué está mal ó equivocadamente empleada no !a razonan. Según han dicho el diamante no es frágil y el que diga lo contrario dice una solemne barbaridad, según ellos. En fin hay que reírse, esos señores, esos pseudo literatos, que bien pudiéramos llamarlos, que se meten á enmendarnos la plana á los escritores noveles, demuestran no conocer ni la Mineralogía ni la Física y no saben lo que se traen entre manos, ni tampoco lo que ciitican. Empezaré por decirles que 'tenacidad'- y «dureza» no es lo mismo y que no deben de confundirlo, y que el diamante es frágil, fragilísimo, aunque opinen y crean todo lo contrario v además les demostraré que con decir frágil como el diamante, no he dicho, ni digo ninguna barbaridad. La Academia, en su diccionario dice: - Dureza: Propiedad en virtud de la cual ofrecen los cuerpos más ó menos resistencia á ser labrados ó comprimidos, no cediendo á la presión á veces, sino rompiéndose >. • Frágil: Quebradizo >. «Quebradizo: E;q3uesto á romperse con facilidad; débil, delicado...*: La Física dice: «Tenacidad: Es la resistencia que ofrecen los cuerpos á ser rolos por tracción ó por el martillo^!. «Dureza: Ls la resistencia que ofrecen los cuerpos á ser rayados». «Fragilidad: Es la facilidad q u e ofrecen algunos cuerpos de ser reducidos á pplvo por el choque ó percusión. El vidrio, el acero y el diamante son frágiles á pesar de ser duros». No me propongo darles una lección de Física á esos señores, pues inteligencias tan claras y fecundas, talentos tan despejados... no necesitarán de mis hu- cho cuidadito para ño incurrir en 'una nueva metídiira de pata. Escribió hace años un festivo escritor poniendo en solfa á los que critican á la tijera. — «A (lus viiíjerüti i)iii- iban jiur VaUIrorraB <^1 vienti' li?s Ik'Vú UiB cuiílro ^urras. —¿Ciiatru ¡íiirras im más á seis viajeros':' --t'uatro fíurras iio más y düa soilibreros. Para hacer objeciones es preciso tener... muchas razones.' En efecto razones es lo que más falta hace y generalmente menos abunda en los jvncios que más que críticas son murmuraciones y que algunos pretenciosos literatos emiten con sobrada ligeieza. Hace ya tiempo que dejó de tener razón de ser el magister dixit y hoy toda crítica que no va apoyada en sólidas razones nadie la concederá autoridad, ¡y esa si que resulta crítica frágil! j . DE ECHALECU Y CANINO. SEÑORAS Y NIÑAS Pueden estai' de enhorabuena porque las horquillas y peinetas de moda las venden "ácomo quiei'en pagarlas> en la Gran Perfumería de la Viuda de Cenaro. KETO POK UNA DONCEbLA 1 riimpíiñiii. i'Sii'i linr.ii'iirtii ti.iii lii!rm;!!í:i camiiaüii por lii Kcíiirtn. rii], ]•<>!{ it. sixini:ií. mildes lecciones más; porque tampoco me turnaría la molestia de dárselas, porque tiempo han tenido de estudiarlo y de saberlo; no es culpa mía el que no lo hayan aprendido. Como podrán deducir de Lis anteriores definiciones, el diamante es el cuerpo más dui'o pues ocupa el número diez en la escala de dureza de Mohs; pero á pesar de ello es uno de los más frágiles; nunca pude imaginarme que esos señores oa'ticos ignorasen de una manera tan supina la fragilidad del diamante y tampoco me pude figurar que sin estar ciertos de una cosa, se metan á criticarla de una numera tan gratuita; más les valdría antes de tirarse otra planchita, que estudien el asunto bien á fondo y cuando estén completamente seguros de lo que van á decir y conozcan perfectamente de lo que se trata, entonces podrán hacer la critica, pero con mu- F.ii niia lüu'n'ra lüi'a Vdv tras ili' tu jiivfiilii'l. y lio Si' si i-iiamlo tuca Inu'U 1L' siHMiii mi hiúil. •• Kl vieiilo ti.' Ilcvii acasii ^ mis raneioiitííi amoruHíis ¡jui' Uis ¡)\i|iilas •]<• raso, |iur las 1r('ii/a> aljuiHloria.-i de tus caln'lliis i'astarujs, hübruH ib' \[r/. •'m'aiitada, imr tiiii jiivciiih's afms : [tur tu lii.'llc>;a •{'• luida. V<i adnruan'' >h- ventura las (luiíiK-'ras de tus sueños y fe diré cmi ternura uña eanlart's Iialanüoiios. En una rorto elesjaiite BoráK reina en la belleza y i'ii la seda de tu i^uaute, [lur lili y tu didieiideza. im beso estaiiiiiaudo fuertt' diré luiscaudii qui'iella, qiiii'u iil'i'uda a esta doncolla llalla seiiteiieia de iimerto. .)v..\s .1. ("lON'ZAl.K/, CUAIHíAOO. ' ' i ; - en i\UiLlrKÍ esta Iíe\-isia en los s i g u i e n t e s Ceiitr.is. Kiosco Plaz:i del Progreso de Manuela Delgado, Amah:i Mnrcjón, Ancha, Esquina á Reyes, Mmisteruj de <jrLicia y justicia. Kios':o de periódicos de Viuda de M. .\lvaiez, (iloriela de BiHxio, trente al Cafe Comercial. Kiosco de Patricio Lu)án, Alcalá, trente á Fornos. Tienda de José Lerm, Abada, 22. Kiosco de -El Debate., calle Alcalá, frente á las Calatravas. Kiosco de .Antonio Fernández, Mayor, (i. Kiosco de Vicente Burras, Atocha, Irente al 102. :.. •' 4 ¿DEBEN VOTAR LAS MUJERES? '•'f ba ¡alta d e ilustración. • IV Un semillero de dudas se presenta al tratar de inquirir la causa de estar excluidas las uuijeres de las elecciones. Llama la atención, desde luego, el gran número de argumentos q\ie se aducen para rechazar de los comicios á la mujer; cada escritor saca los suyos, y ninguno se conforma con uno solo, lo que prueba que no existe una razón concluyente, cuando tanto se afanan por amontonar argumentos. Y es lo cierto que examinadas detenidamente sus razones, y eliminadas palabras inútiles é ideas que nada justifican, sólo queda, como resultado de la operación que se persigue, el convencimiento d e q u e carece de voto la mujer, no por causa justa, sino por una preocupación; la preocupación sexual. ' Para proceder con orden, en materia tan vasta, siguiendo el plan que nos hemos propuesto, vamos á demostrar que la falta de ilustración, que de ordinario se alega para negar el voto al sexo femenino, es un razonamiento que á ninguna persona imparcial puede satisfacer. Por lü pronto debemos notar que el desarrollo intelectual del sexo femenino se anticipa al del hombre, lo que hace más;.pí^ente la injusticia que se comete con la-niujer, al no permitirla examinarse enJas Escuelas Normales, hasta cumplir tos catorce años, en tanto que los niños; de diez años de edad, son admitidos á examen en los Institutos Generales y Técnicos. Por otra parte, la historia, de todos los tiempos y naciones, acredita, con innumerables testimonios, la aptitud de la mujer para la ciencia, las artes y las letras. En los primeros tiempos de los romanos las mujeres fueron admitidas al ejercicio de la abogacía, profesando esa carrera, con gran lucimiento, Amasia y Hortensia. Después, la vehemencia de Afrania (') Calíurnia, fué el pretexto para prohibir á las mujeres abogar como no fuese para si mismas, doctrina que adoptaron los legisladores españoles, en las Partidas, prohibiendo á las mujeres abogar en juicio por otro, porque -cuando pierden la vergüenza, es fuerte cosa de oirías el contender con ellas.* (Part. 3.'' Ley ll.Tit. IV.) Lo de ejercer las mujeres la carrera de medicina no es novedad de nuestra época; en la Grecia antigua ya se dio el caso. En Atenas la ley prohibía á las mujeres la profesión de médico. Refiérese que cierto dfa un jovencito se presentó al famoso médico Hyeropluito, solicitando ser admitido entre los discipulos á quienes enseñaba la ciencia de Esculapio. Fué aceptado, hizo grandes pro- VIDA >CANCTI1É:OA gresos y solo se dedicaba á curar mujeres; todas le llamaban y se lo disputaban. Celosos los demás médicos le acusaron de seducir á sus enfermas, de cuyo cargo se defendió admirablemente, diciendo al Tribunal: ¡Mal podía seducir á las mujeres puesto que él mismo era mujer! Los jueces, de acuerdo con la ley, dictaron la sentencia de muerte, sentencia que no se ejecutó; las mujeres de Atenas se unieron para salvar ¡i la acusada, y no solo consiguieron su salvación sino algo más; la abolición de la ley que les prohibía ejercer la medicina. En España, con menos razón que en otro pais, puede hablarse de la falta de ilustración de la mujer, por haber figurado siempre á la cabeza de las naciones que más mujeres ilusti'es han producido; si bien los españules no han tributado al sexo femenino el homenaje que otros pueblos. París ha erigido estatuas á Santa Clotilde, Ana de Bretaña, Margarita D'Aijjnn, Ana d e líeaujeu, Luisa de Orleans, Margarita de Valois, Juana D'Albert, María Stnart, Blanca de C!!ast¡lla, Juana de Arco, Santa Genoveva y María de Mediéis, en tanto que la capital de España solo cuenta con la estatua de Isabel !a Católica. El estudio, en la mujer española, data de la antigüedad, llegando á un alto grado de esplendor en el reinado de los Reyes Católicos; distinguiéndose la reina Isabel, por su cultura nada común; la princesa D.-'Juana, que podía improvisar discursos eii latín; su hermana doña CataÜEía, de elevadísimo ingenio, calificada de egregianle docta por Erasmo; D.' Beatriz Gahndo, llamada La Latina, que fué, según expresión del Sr. Silvela, el ndnistro de Instrucción pública en el reinado de Isabel la Católica; Cecilia Marello, versada en filosofía é idiomas; Luisa Sigea, llamada La Minei'va por su portentosa erudición; Alvara de Alba, autora de un tratado de matemáticas; la insigne poetisa Florencia Pinar; Isabel Vergara, consumada helemita; y otras muchas como la Marquesa de Montiagudo y I^.'' María Paclieco. ¿Qué importa que la notable poetisa sueca Seinia Lagerloef, acabe de ser elegida miembro de la Academia de Suecía, si en España, hace dos siglos, la marquesa de Guadalcázar obtuvo el título de académica honoraria, y en nuestros días, las damas españolas y la intelectualidad mundial, solicitan un sillón en la Real Academia Española, para la eminente escritora Condesa de Pardo Bazán? Y si una joven rumana, la señorita Elisa Leónida, ha obtenido recientemente el título de Ingeniero en la Universidad de Charlottemhurgo, en la Universidad de Madrid se ha doctorado en Farmacia la señorita Bonald, y en Medicina y Cirujía las señoritas doña Martina Castells y D.'' Dolores Alen. La afición de las españolas, al estudio, va aumentado desde que la legislación de Instrucción pública no hace distinci()n por razón de sexos. Por Rea! orden, de IQIO, la mujer es admitida á los estudios dependientes del ministerio de Instrucción Pública, autorizándose las matrículas, de enseñanza oficial ó no oficial, solicitadas por las mujeres, siempre que se ajusten á las condiciones y reglas establecidas para cada clase y. grupo de estudios. Floy la mujer no se confirma con las únicas salidas del matrimonio y el claustro, y aspira á algo mas elevado que el espejo, los perifollos y la chismografía; hoy preocupa más la ilustración de la nuijer por eso asiste á las Normales, á las Escuelas de Comercio, á los Institutos y á las Universidades; hoy no llama la atención ver una señorita estudiando en la Universidad, desempeñando una farmacia, despachando billetes en luia estación, transinitiendo íelegi'amas, anotando operaciones de banca, contando billetes en el Banco de España ó desempeñando la sección mecanográfica. Y después de lo que precede ¿Hay derecho á privar del voto á la mujer^ por su falla de ilustración, existiendo miles y miles de mujeres con títulos académicos, pues solo de las Normales salen anualmente más oe mil, estando, como En la imposibilidad de enumerar ni está, despejado el camino del sufragio aun las más ilustres españolas, puede hasta para los analfabelí)s? verse el inmenso número de escritoras Eusr.iiio VASCO. que ha dado España, en la obra de don Manuel Serrano, pi'enúada por la Biblioteca Nacional é impresa á expensas del (Jaiiijjys vi.'niius y ili;sii.'rt,iipi; Estado; son dos tomos, de 700 páginas, raii!]io;í ijiio ¡h: tlui'iis Ciii-stüiM un cili-n: á dos columnas. campos úriitüs y yiirtds fin la época moderna no ha decaído '•oiiiD yerto está mi i-iirii/."ii liiiriljií'n. la cultura de la mujer española. Tenellampuí' rasos v lialiiiiis; mos, entre muchas que pudiéramos cii'iiuipüs (¡m; al^iín ih"!i. i'iibriora >•] vfnlnr-, tar, á las poetisas O.'' Rosalía de Castro i';impi>3 ijiic, ln'liiruii los fríos. y D.' Gertrudis Gómez de Avellaneda; ,so¡M i:omo (.-tías ahilas. i|Ui; seca A •lolur. la eminente cultivadora de los estudios penitenciarios D.'' Concepción Arenal; dairipus solos <M\ barbiíclio, las predilectas hijas de Apolo D.'' Carocaiii|ins i\\\ii oli'as flores vi'intrán á i'iibriv. lina Coronado y D.'' Patrocinio de Biedi'aiujios... ¿Queriñs ser di Icrho ma; las insignes novelistas D.'' María del iloiiilt^ el suiíño literno yo Vüiijía á ilnriiiir":* Pilar Sinués y D.'' Emilia Pardo Bazán. DoLoKUS ONI>.\UO !)K CASTIiO. VAGUEDADES Año Núm. III 114 C i u d n d K a a l l O d o A j í o s t o U;- 1*Í14 NUESTROS R E P R E S E N T A N T E S EN CORTES • • E^XCMO. S R . D . J U A N P É R E Z S E O A N í : R O C A DEL T O G O B . E S Conde de Ruidons, Senador del Reino por Albacete. PARA LA FIESTA CICLISTA DE CIUDAD REAL. VIDA VERANIEGA, = EL CULTO RELIGIOSO EN MORAL DE CALATRAVA = : = ^ ^^^^mK. ^^Ko^'y^-^ "^ ^W ^^^KJ^^I *^^H i^H aRkJnfl H^H^^j^l ^^^^^^^^^^^^^1 B^^BHBE^^iroJgJT^.^^wpBII Eíoualo do IH <'iisu fVIur, itt; ('luduri-Ko»! K4>UBI»<IO \a Vda. dtiSun Komúii.dtt KiirlUilwna. -t3L^ Kenut» dt') 1>. ( ' r K p i n Anu*;!!» y liópcz. dn Madrid. ^.(m|icoiulo gvoviiici.il £^cíí!-t.i í''^i£['iiií''íí» ^ M I ^í; '^:, -' y jc yT^yy^ouoiwriü .Tf^-i.i tifvu.ii e<in>> tbjiurbilU. t' :• p.ii-.> luOo:' nn;'fitii'i- un lioiuir, / • • rf lu'mtiri' • ' " '" CuiS.ií'-lftf.ií.de:^*''.. O." 19(4 '.,^^f¿v' '•f'0^:^ Bandera dn la Atirupuf-lóii Clcllül t. 1 Tílulo lU!rl:ii i>ar I). JLISC* Mur. I'nj-.;, l'nii. y ui IIIH. \ \ j I y ( i r u p o s d« huñtslas en his M«r Idt-ros de V i l l a r dm I'O/.H. I < i l . I'IMI H U n Altar ri» la Vlrot^n d(il Carmnn. di^.orad» por til iKilahlti 4v-r.iitl»r O. iliis^' ('iiriliiii. ^ ^ V A R I A S N O T A S G R Á F I C A S ^ ^ mijatiááuii^^sa . t's ^"ii .oá> gm*U^ -^*^ -trv-->v' K . -)64! ^''' ^ ^ ^ tr^^^^B ^-^ •— . ^^'V*. ..^'r-*^ -c ^^^^^^BES^^^ pjK&g^^ Ifí .^:|:s¿^^- ^ ' ¿ ^ P B Í B ^9 I ••! - i'iiii it. s A s c i r K / . ® © 9 [);iiiiiÍL'l: 1. l'n iiiinifrosi) i,'ri!po lie [lifKKiU'l (^(lU'ijio lie Las Pasturas t|iic han hfclin rc(-•¡L'riiLMiieiUt.' su priiiK'ia ciiimiiiión. 2, l'l nifiu Jiiaquill Maiiiii laipr/ gi \'\ Scniiiiarin (Conciliar de (aiidad-Ri-al, desifi\\() eii el ani) de ]^)0'J [lara Jiaeei" psliidios en líuina ;'i I). l*lorenci(i I'enuindez ile \'e]ies y c u m p l i d a su niisiíHi eoii notable aprü\echaniienli), ha celelirathi en Dainiiel sn primera misa. -I y í, I.a procesión tie ías Kiores, que celebra Inl'anles, tiene la simpática TI o la de a^islir nn i^nipo ile señoritas y niñas acomp a ñ a n d o la preciosa ima¡ren del Amor 1 lernioso. tk' I'? afi'is IÍL' CLÍÜII, ha o t u e i i i d d LMi el Ri'a! í ^iiiscrv,llorín lie Música 1 a caliíic iciiui de sobresaliente en lus tres an )S de solfcD y piann d t Ljue se ha exaininadn, sieiulu ¡írepaiiul) piir su padre D. Valei*¡!) AUü'liii, p laifesiH- 1.1 e n)ú-;ic I en O.iiiiiie'. i, <5 ~a) S VlV\. I lili \ M \,' \ • I 'H -. T'N; I 1(1 |. ; . \ . ® NOTA PINTORE^SCA •'<• '"¡'¿ M r.iT. i i i K i ; v\.\'l.\ •i} V I D A M A I Í C H K - G A f^— CORAZÓN DE POETA El calor dejábase sentir despiadadamente. Los redactores de ^ La Antorchaapenas si tenían ganas de trabajar. Stis nervios, faltos de energías suficientes, no acertaban á ponerse en tensión y sus -cerebros, atrofiados ó adormecidos por el bochorno del medio ambiente atmosférico, declarábanse casi impotentes á la concepción de ideas y pensamientos que quedaran grabados en las impolutas cuartillas exigidas por el regente de la imprenta... D. Augusto, en su mesa de redactor-jefe, hojeaba un periódico, montados los lentes de oro—regalo que obtuvo por bombear á un señor amigo de exhibirse en la prensa—sobre su nariz roma, sin duda alguna gemela á las descriptas por Quevedo magistralmente en sus versos intencionados, y de vez en vez levantaba sus ojillos para dirigir la mirada á una ú otra mesa, donde los redactores hacían que plumeaban. Pérez, 'cI repórter bohemio-, mesábase las largas melenas de su cráneo, como si de ellas tuviesen que brotar las palabras y las ideas conformadoras de las noticias adquiridas, sin que llevara dos renglones escritos. Ansúrez, el atildado y pulcro Ansúrez, intentaba hinchar unos telegramas recibidos del extranjero en aquellos instantes, mientras que su compañero de la derecha, Paquito, el soñador, como al casto José llamaban sus hermanos, echaba las tijeras á un periódico de provincias... Enrique, el poeta fecundo de estro fácil que había conseguido una sólida y merecida reputación en el campo literai'io, terminaba—él era el único que encontrábase insensible á los efectos del calor--felÍ7.mente sus «Pastillas de menta- que tanto gustaban al público... El timbre del teléfono repicoteó fuertemente. Todos dieron un salto sobre sus asientos, como si hubiesen sido sorprendidos en el mejor de los sueños, en ios instantes.más plácidos de la existencia... Pérez se puso en el aparato. —¿Con quién hablo?... ¡Ah, sí!... ¿Es usted, Agapito?... ¡Bien!... ¿Qué ocurre?... ¿Un crimen?... Enterado... Se lo diré á D. Augusto... Adiós. Y Pérez penetró nuevamente en la redacción, alegre y gozoso en grado superlativo; D. Augusto le preguntó: —¿Qué era eso? —¡Un crimen, D. Augusto, un crimen!... — Un crimen. ¡Nuestra salvación!— dijo entre sí D. Augusto, pensando en que esto venia á suplir la falta de actualidad política, haciendo que la venta del periódico, de quien era uno de los principales accionistas, no sufriese quebranto.—¿Y en donde lia sido? —En la calle de Z'** —¿Has dicho en la calle de Z'**?— preguntó impacientemente Enrique. ^ N o , Mari-Rosa, no es eso: usted tiene que ser mía ó de nadie; mía, porque la deseo, porque la necesito, porque mi ser la reclama imperiosamente. Su corazón tiene que olvidar al «otro», tiene que quererme á mí, y, entonces... ¿Verdad, cielo mío?... Jorge poco á poco fuese acercando á Tarde de triunfo había sido la del 8 Mari-Rosa. Sus ojos despedían fuego y de Septiembre para Enrique. Aún la re- los músculos de su rostro, aguijoneados cordaba como la más hermosa que por el deseo impúdico, se contraían sitranscurriese en su existencia. Leía con niestramente. Mari-Rosa vacilaba, no savoz grata, dulcemente, los versos de su bía qué contestar... —¿No respondes? ¿quieres darme la inmensa composición, premiada con la callada por respuesta?—dijo Jorge tuFlor natural, y llegaba á lo que dice: teándola desvergonzado;—pues ten prei A l(>8 ])irs til! til tnniu reina li.iriiii>Hii, sente que hoy vengo dispuesto á oir de liijy SR lle^'n mi musa cuntariiia tus labios que me quieres, que olvidas y ti; ofrenila au rima üjiiienciíjatt al otro, estrechando, mientras, tu cuerL-mil |it!r!a ik- hormwnura ptiregriiiíi»... cuando notó que una mujer, bella como po escultural entre mis brazos amorola concibiese en sus versos, no apartaba samente... ¡así!... Mari-Rosa se levantó resuelta, llena un solo instante la mirada de sus ojos de él, aplaudiendo con sus manos de de dignidad para defender su honra, é nieve cada vez que terminaba una estro- intentó huir... —¡No, note irás sin decir que me fa, aplausos que se confundían con los que le prodigaba el público todo, entu- amas!—exclamó Jorge cogiéndola fuersiasmadamente, teniendo que suspender temente. —¡No puedo, Jorge, no puedo!—dela lectura durante algunos segundos... ¡Y pensar que «ella», la que más tarde cía Mari-Rosa forcejeando—¡Suelte, fué la inspiradora de los versos subli- Suélteme!... — i Eso, nunca!... mes de su libro «Poemas de Ensueño-, •—¡Gritaré, pediré auxilio!... comentados favorablemente por los crí—¡Tanto peor! ticos de toda la prensa, se encontraba Y los labios de Jorge quisieron manallí, inerte sobre la nivea blancura de su cama virginal, herida por la mano co- cillar la pureza de Mari-Rosa; intentaron barde de un hombre despechado que posarse en su rostro lindísimo y depoasediábala incesantemente con sus de- sitar en él la ponzoña venenosa de los claraciones amorosas! Los ojos que tan- besos de un sátiro... Mari-Rosa se defentas veces enviasen sus destellos enibi-ia- dió heroicamente, pero las fuerzas y las gantes hacia él, estaban cerrados, y las energías, ante el impulso varonil de su palpitaciones de su seno casi eran insen- enemigo, decayeron y entonces... gritó, pidió auxilio... sibles... —¡A mí!... ¡,A mí!... ¡Este hombre!... Dos criados corrieron á su defensa; Tarde de cielo azuloso. Calor asfixian- la hoja reluciente de un cuchillo biilló te. *Elia», como siempre, hermosa, su- con aire de tragedia, y Mari-Rosa rodó blime, estaba sentada en el jardín bajo por tierra manando sangre de dos hela sombra refrescante de un árbol fron- ridas... El rostro de Jorge estaba contraídoso leyendo un libro. «El» se acercó do salvajemente. Todo esto lo reconstituía Enrique en resuelto... — Mari-Rosa, estamos solos—le dijo. su imaginación, sin poderlo alejar ni —¡Solos!... ¿Qué quiere decir con eso un solo instante de sí: la escena de la agresión le torturaba cruel... Jorge?—respondió ella. Los ojos de Mari-Rosa se abrieron y —Que ahora podemos hablai" sincesus labios débilmente proniuiciaron una ramente, ^ Y o muchas veces lo hice, y, sin em- sola palabra... ^¡Enrique!... bargo, usted nunca quiso darse por en• K • tendido. —Es que la quiero con todas las enerTranscurrió el tiempo... y el poeta aún gías de mi ser, es que mi amor con na- lloraba. Sus versos eran suspiros broda puede compararse. tados del corazón. Todos los días sus —Lo sé, Jorge, y lo agradezco mucho; ojos regaban las flores de la tumba de le estoy sumamente reconocida y le con- la amada. sidero como á uno de mis mejores amiLos coinpañeros se reían... gos: no me pida más. Mi corazón per¡Son tan difícil de comprender los tenece á otro... y merecería el desprecio grandes sentimientos de un corazón de de usted si aceptara en tales condicio- poeta! nes el cariño que me ofrece: ya vé si le C, MARTÍNEZ PAGE. hablo con sinceridad, con la misma sinceridad de siempre... Madrid, KÍUO (iu lilU. —Sí- • . ... , —¿En qué número? - E n el 24. Enrique no quiso oír más. Tomó el sombrero y salió velozmente, sin despedirse de sus compañeros, sin dar explicaciones... VIDA. MAMCJaCGA > vidia de los hombres y el desdén de las mujeres. Y no faltó alguna vieja chismosa que le dijera con el horrible gango(Historia verídica.) sear de una boca desguarnecida: 1 /• . — No fiárame yo mucho, de mozas tan ¿Por qué misteriosa razón escogió señoras, que el viento que la trajo se la para su veraneo una familia tan distin- llevará... Mira, muchacho, hay amores guida, aquel humilde rincón de provin- como el humo, que cuando no ahoga, cia? tizna. • Enrique jamás lo supo. Pero com. , 11 • . , prendió que hasta la llegada de aquella Todo llega en este mundo. Y con el encantadora inadrileña, él no había sa- fin del veraneo llegó para Enrique la bido lo que era una mujer hermosa. Y hora temida de la separación, de la rupcomo el amor y la hermosura caminan tura de aquel encanto fugitivo, que huía juntos á los veinte años. Enrique se ena con la figura esbelta y elegante de Temoró. Y fué correspondido. resa. Cuando Teresa, la visión inesperada, Cuando el tren desapareció llevándola chiquilla ligera y desenvuelta como se á su amor, Enrique sintió un impeuna mariposa, fué deferente á su amor, rioso deseo de correr tras de su sueño el joven creyó que el mundo se había que se le escapaba. hecho para él, y que lodo en la naturaY en el ocaso de una felicidad vislumleza se armonizaba para cantar su pa- brada, se encerró día tras día en el cassión. tillo desús recuerdos, mientras su miraPorque el discreto Idilio que se pro- da visionaria apercibía por encima de longó durante todo el verano, fué para la inmensa planicie u n punto lejano Enrique la anunciación de un mundo donde una figura menuda é inquieta, nuevo que se le aparecía en la figura de brillaba como un ángel y mandaba coaquella joven tan diferente de sus reca- mo una reina. tadas provincianas. Al conversar con la Cierto día el cartero trajo una carta elegante Teresa se sentía envuelto en que á Enrique se le antojó perfumada una ráfaga de ilusiones que nunca había con la esencia de aquel divino cuerpo sentido y parecía aspirar la savia intensa de mujer. Leyó. Teresa le hablaba del de una vida enérvame y fascinadora. viaje v de su amor. Pero al terminar de Ante la evocación que brotaba de aque- leer, Enrique se sintiíí dominar, á pesar llos labios coralinos, con seducciones suyo, por la desilusión. La carta era dede sirena, Enrique se sentía lejos de su masiado correcta y pulidas en demasía eran sus tiernas frases, para que fuesen pueblo tan huniilde, tan callado. Pero para que su dicha no fuese com- dictadas por el ímpetu vago é inquieto pleta, el amor de Teresa, le atujo la en- de una pasión. No eran ecos de un co- HUMO LA AGRICUliTUKA MODERNA •JO;-' lia (rlUa en la Granja Aorlcola de Cludad-Koal. FOT. l'Oli F. UA.SZANAHKK. razón amoroso, esas bellas cosas quede tan galana manera le decía. Y sin saber por qué se acordó, entonces, de aquella inmunda vieja que en el derrumbamiento de sus años, le habló de un amor que es humo. Pero la raigambre de aquel amor estaba demasiado honda para que pudiera ser arrancada por el menor soplo de duda. Pasó un mes y otro mes sin que su incertidumbre le quitara la fé en la vaporosa madrileña. Las cartas escasearon y cesaron por completo. Sintió su esperanza vacilar, y acorralado por la duda y la malicia, se encogía estoicamente de hombros y solo tenía una palabra: Mañana. Al comienzo del verano siguiente, no habiendo tenido ninguna nueva noticia de Teresa, Enrique decidió marchar á Madrid. Y mientras volaba á través de los campos, soñaba todavía con su idilio roto, aferrándose á su ilusión con el ansia del naufrago que siente agotadas susfuerzas. 111 Enrique llegó á Madrid en uno de esos días en que la naturaleza se complace en des[)!egar todo el esplendor de su belleza. En uno de esos días en que el aire viene cargado de perfumes, y ei sol es más ardiente, y el cielo es más azul, en que el goce de vivir nos hace ver á las flores más ideales y á las mujeres Jilas bonitas. No le fué cosa fácil al enamorado encontrar á su amada. Un día la apercibió entre un torbellino de coches, muellemente recostada en su auto. En mediode las violentas palpitaciones de su corazón, Enrique halló fuerzas para saludar. Ella contestó con una sonrisa y un ademán y desapareció en la revuelta del paseo. Entonces se decidió Enrique á recordarle las horas pasadas. Cuatro veces escribió y rompiíi la carta que debía ser mensajera de su última esperanza... Por eso cuando al día-siguiente encontró una carta encima de su mesa, y reconoció la letra, tuvo miedo de abrirla. Su instinto le decía una vez más lo que su amor no quería escuchar. Y leyó. • Nunca pude creer—decía Teresa— que lomara usted en serio loque solo fué un pasatiempo de verano. Cuando comenzamos nuestro idilio, yo tenía el convencimiento de que su término no sería muy remoto y le vi á ustad tan identificado conmigo que jamás pude suponer en usted actitudes melodramáticas. Reflexione usted, Enrique, y se convencerá de que no soy tan cruel como usted cree. No me haga usted la injusticia de suponerme sujeta á desaires y desprecios que negarían nuestra buena amistad...* Y asi toda la carta, fluida, discreta, con ese estilo suave y elegante que adula hasta cuando zahiere. VIDA. MJU0CHE.GA > Aunque lío quería confesarlo Enrique esperaba el golpe, por' eso, po se ?sombró de su resignación. Por su mente como por un diorama pasó todo el desarrollo de aquél amor, lodo el idilio con aquella mujer, que •después de haberle hecho entrever' un amor, acababa ofreciéndole una ami'stad. Bajó á la calle. Necesitaba poner orden en sus. ideas. Subió á un tranvía que pasaba. ' —¿Adonde?—preguntó el cobrador. Enrique entregó una moneda sin contestar y ni siquiera'miró el billete que le devolvieron, ¿á donde? ¡á cualquier parte! ¿que impi^rtaba el sitio? el caso era huir de aquel ambiente de frivolidad •que así jugaba con sus sentimientos, huir de aquel tumulto cortesano que le martilleaba el cerebro y que parecía reírse de é!. Hubo nn momento en que Enrique se avergonzó de sí mismo. IV Una brusca parada del tranvía le atrajo á la realidad. Bajó. Estaba en la Florida. Un gentío abigarrado y bullanguero, llenaba las sinuosas alamedas, profanadas poi" antiestéticas baiTacas y pintarrajeados tenderetes. Del seno de aquella multitud brotaba un tumultuoso vocerío sirviendo de acompañamiento á los chillones organillos, quienes compelían en estridencia con las murgas ambulantes y los órganos de los tíos-vivos. Enrique se metió en aquella barahun•da observando á la multitud que se solazaba. ¿Se divierte, en realidad esta gente?—se decía. A juzgar por la vista había que creerlo así. Y sin embargo nada más molesto que aquella aglomeración sofocante, nada más antipático que aquel confuso montón de maderas viejas y percaiinas descoloridas y por encima de todo esto el acre olor del aceite, el polvillo seco que ahoga. ¿Y había gente dispuesta á arrostrar aquella atmosfera infecta, cuando el silbido •de una locomotora anuncia que ]5ocos metros más allá existe un campo silencioso y exuberante de primavera, que • sujeta entra sus brazos la corriente mansa de un río callado, que promete á !a luna madrigales de amor? Una triple carcajada coreó estas filosofías de Enrique. Sin notarlo iba hablando solo y tres modistas juncales y atrevidas que le seguían, habían escuchado casualmente su soliloquio. En otra ocasión Enrique las hubiera despreciativamente dejado pasar. Pero •entonces sus nervios estaban demasiado •excitados para contemporizar, necesitaba un pretexto para dar salida al despecho que le rebosaba del alma y se sintió agresivo, inconveniente, mordaz. Y resultó todo lo contrario de lo que •él esperaba. Aquellas alegres muchachas •que creyeron en los desaires de un po- llo tímido, trocaron la burla por la sim- se recordadola existencia de otro amor patía. ¿Como pudó ser? ¡Misterio! menos altanero., Pero cuando al anochecer subían la —En que piensas-insistió la modistilla. Cuesta de San Vicente, Enrique sabía ya — Estaba pensando en lo que me dijo las confidencias de una rubia de ojos cierto dia una vieja de mi pueblo. traviesos y labios tentadores, que con —¿Pues qué te dijo? jael parloteo'de su charla pintoresca, de—Que el amor es humo y que las ba entrever que en el fondo de su pecho mujeres son muy falsas. había un rinconcito destinado al amor. —¡Muy falsas! —respondió Julieta con —¿Hasta mañana?—insinuó Enrique cómica seriedad. al separarse'.'La joven fingió pensarlo y y sus ojillos, entornados por la risa después con un guiño picaresco: miraron á Enrique con tan severa picar—¡Hasta mañana!—musitó. día, que éste la arrastró de allí embriaEnrique la miró alejarse. Por su men- gado á pesar suyo, por el encanto y te cruzó el recuerdo de Teresa. Con un la voluptuosa fragancia que despedían gesto rápido sacó la carta dispuesto á aquellos deliciosos veinte años. romperla, pero se contuvo. JUAN L. ROMERO. — Quizas tenga razón — m u r m u r ó no tomemos actitudes melodramáticas. PUEBbOS DE FAZ Cuenca. V Vedlo en la ancha Castilla Si á Enrique le hubieran dicho que de hidalgos pendencieros, en el espacio de veinticuatro horas, iba soñador en efluvios á cambiar radicalmente, el concepto del silencio. que tenía del amor, lo hubiera consideEl Jucar te adormece rado como una locura. Y sin embargo con sones'romanceros, así fué, por obra y gracia de una modisy con olor de mielgas ta gentil. los barbechos. Y en el rincón de su provincia corrie¡Que lindo ¡íanorama... ron extraños rumores y se comentó su parece un nacimiento, larga permanencia en Madrid. ¿Que no casitas, muchas cuestas, hubieran pensado sus paisanos si le humnclios cerros! bieren visto, esperar á la puerta de un De tu castillo moro taller, la salida de una rubia, ligera y derruido y roquero, ;, audaz, como los gorriones de nuestros jcuán de leyendas narran parques? los inviernos! Enrique había descendido desde la Fuiste cuna de santos, aristocrática Teresa á la plebeya Julieta. poetas y guerreros... Había aprovechad o bien la lección ¿á profesiones que hoy día que abrigar pasiones y celos que puevan á menos. den malograr una buena amistad? Caminos, carreteras Amaba á aquella chiquilla de! pueblo, besan tus pies de ensueño... pero la amaba sin inquietudes, sin des¡Qué no te habrán contado confianzas, como se amarían dos pajalos arrieros! rillos que la tempestad reúne en un En tus calles estrechas mismo árbol y que mañana partirán de caserones viejos, cada uno hacia el ¡"iniibo que la vida les como hermanos comparten señala dos abuelos, Una noche cruzaban la Carrera de al sol. Anibos platican San Gerónimo cogidos del brazo, mien un clásico dejo, rando el desfile de lujosos carruajes. sus cuitas y jornadas De pronto Enrique se encontró delante de mancebos. de Teresa, reclinada en su coche, como ¡Qué bellas las mujeres! una diosa en su trono v deslumbrante ¡qué esbeltez en sus cuerpos! de lujo y hermosura. Ella le vio, pero ...¡Sois náyades del Jucar... sus ojos resbalaron sobre él y se fijaron mi tormento! en Julieta. Debió haber una lucha interLos días se suceden na porque su mirada brilló fogosa, y tranquilos, mudos, quietos, cuando desapareció con nn gesto de bajo el paisaje manso desprecio, sus ojos no se atrevieron á y montañesco. fijarse en Enrique que la contemplaba Aguas tienen los valles, sonriendo. flores tienen los huertos, ; ; —¿Tengo algo en la cara?—dijo bury pan para sus hijos lonamente Julieta que vio todo aquello los terrenos. sin comprenderlo. Ni es tristón, ni riente, '> Enrique no contestó. Había visto á ni grande, ni pequeño; Teresa alejarse lastimada en su orgullo nada le falta, tiene de mujer y hubiera sentido remordiCementerio. miento, si la voz fresca y alegre de aquella joven que con tan ingenua confianza JULIÁN V E L A S C O DE TOLEDO. se había entregado á él, no le hubie- CuBiii;» ¡j-Ü 'iH < V I D A MANCHKCA. > CHISMES Y CUENTOS Don Ramón ve á su criado entrar cu la taberna. Luego, en su casa, le dice: —Me asombra verte con ese vicio. Yo que te creía tan sobrio. ¡Entrar en la taberna! —}Ay, señorito!—exclamó el doméstico.—Más asombrado quedaría usted al verme salir. Un marido y su esposa disputaban Llegó en aquel acto un amigo de viacaloradamente, y la mujer que es muy sita y dijo que el enfermo había muerto. fea, exclama: - ¡No puede ser!—exclamó el médico. —¿Y aún te atreves á mirarme cara á —Si acabo de verle ahora... cara? —Pues bien: ha muerto curado. El marido fiiosóficamentc: —Sí, señora. Uno se acostumbra á —¿Qué número has sacado en el sortodo. teo de la quinta? —El uno. —¿Y tu primo? Decía en una tertulia cierto médico, ^ M i primo ha sacado el otro. que acababa de curar á un enfermo. OGBDEPIIil 6[|IEB{1L DE ENSEfÍQliZ» CIXJDAD-KEAL Director: Licenciado D. MIGUEL PÉREZ MOLINA •:v--.^-v/^. :^,>í Interpsa A las familias foiioeiM" IÜ nrgiiniznfión de este Cuntro que en diez y TIUHVO curso-s lia logrado éxito erocientB desde su fiinilairión. Pídasi* el Hnl-.tin M\ IIUHIIH eon-lü su de.scfipeión, disposiciones reglamentrti-iiip, resultado li^l pi'p^onte curso, resumen de los anteriores y Pr^ fesorHcin. Referencias en totia la prov.ncin y sus limítrofes, de numoroans fiímilias. Fu de visitarse pai-a apreciar su insl hición y oondicionijs higiénicas. So admito matrícula en todns las secciones do línsoüanza que comprende p a r a la Escuelii militar particular. Las solicitudes para id internado y consultas so dirigirán á !H Secretaría. C í O D A D REAL es: -1 CASTELAR-2 lAMTCS PAl.QjiAA( 2 - ^ ^ G H < : 19C ABONOS ESPECIALES PARA PATATAS Y DEMÁS CULTIVOS DE HUERTA Usad el NITRATO DE SOSA en primavera ba Ganadera EspaooJa Compañía Anónima de Soíiuros Vo íiayABONOCONPLETDsíjinírroQerio. fi TODO RIESGO DE LOS G.r'.nnOS CAt5AbbAK, MUUAK. A S N i l . Y BOVINO SOLICITA AGENTES VETEMiNAR OS tu las cabezas de partido y pueblos ímportantee de las provincias de Hlb.\cctc, Ciudad Real, ^ ^ ^ ^ Cuenca y Colcdo. ^ ^ ^ ^ Y HAS BARATA DEL MERCADO. r/tfynse fo/Zetos ^M&résaemp/eoi/a ...DELEGACIÓN ESPAÑOLA DEL SülPlWTfíif/imMMCílHMITTff:: CorrespondencíQ al Dlrcclor-Gcrento de lo Eomporila Moratín, l . ^ O I i E N S E NOTA. InulU soMcKar la Afluncla si no s« acrcdlln tnmelorables condiciones do moralldud y solvoncio. -'•h_ WLÉKeíA-fi^tjivo.^ '- r Tejidos \ HoDedades del Reino ? Extraniero = 1 eONFECeiOHES PflRfi SESORflS V HIÑ05 - EQUIPOS DE N0V1H5 ^ ^ ESTABLÍICIMIí^NTO GÉNEROS DE PUNTO MUY FAVORECIDO PAQUI ;TI.RÍA V BISU- POR SU NU.W'ik'OSA TERiA CLIENTELA. POR El EXTENSO DO Y VARIA- SURTIDO EN (JI-.N/J^OS DE SEDA + PASAMAN:-- RÍA + CORBATAS + SOMBRILLAS " PARAÜUAS ^ BAST NES f HILO, LANA Y AL- ABANICOS Y PERFU- + + + ÜODÓN + + -f + + + MLR i A + -í- + ESPECIALIDAD EN CAMISAS A LA MEDIDA dOSÉ LÓPEZ CALERO V. Cruz, 2. - C I U D A D K E A l i - Mercado Nuevo, 4. i JEMlfl ROfiERlO-eHMHZON ESPEClAb DE DERECHO Y PIbOSOFÍA Y bETKAS J A C O M E T R E Z O . 6 6 - P L i A Z A D E b GALiüAO.-MADRID ««r Este Centro de enseñanza, el primero de los de su clase en Madrid, admite alumnos internos y externos para la carrera de aboi^ado y para las prcparat-innf-;; t?specia!es de carácter iurídico. Se halla instalado en el sitio más céntrico de Madrid á luda co'wodidad y cuenta con escogido profesorado que al llevar sus aluiiums á los exámenes, ha logrado br¡li:iiiies L\itos, basados en el trabajo y en lo acertado de los planes pedagógicos. Resultados en 1913. I^latrículas de honor, 4; Sobresalientes, 10; = -•^ = ¡Notables, 23; Hprobados, 39; Suspensos, 2. En la organización actual de las Univcr^id des es unposihie que, dada la numerosa matricula, y con la actual indisciplma entre los alumnos, pueda I i^rarse el fin de 11 instrucción y un títuKi académico, sin que los p'idres exp;)ngan, con grave nesgo, el tiempo, el dinero y la innralidad de sus hijos abandonados á su propi;i libertiü. La A c a d e m i a Kooerio-Cam;izón suple estas deficiencias con un internado paterna!, con un estudio asidu •, sin huelgas estudiantiles y reglaiKCiitando siempre su vida sóbrelos íundamentis de la moral cristiana. Cuantos se interesín por sus hijos y pretendan que éstis cursen la carrera con aprovechamiento, deben escribir pidiendo detalles y rcülament is al Director, |aco:netrezo, 66. Madrid. ¡flGRieULTORESI NO COMPRAR BONOS= SIN SObICíTAR PRECIOS - DE LA — S o c i e d a d Minera DE PEÑAKKOYA FálJríca de Superíosíaíos y HBonos apropiados para toda clase de culíiuos ¿Queréis obtener las mavores cosechas con el menor íjasío? Pedid el Abono = SUPERFOSPJÍTO AZOADO PEÑflRROVfl = DIRECCIÓN EH PEÑflRROP (Provincia de Córdoba) p a e n n t i D i LA RRPBODBOCION DK TBXTO, nntíIJfW Y FOTOtíKAFlAS IMPRRNTA Y FOTÜ<:RAÍ(AI)0 UE .VIUA MANCHKÍIA( : A 1 1 A I . I , I Í R ( « *,-t;iUIIAlt-KKAL