Una vez hubo patria. Una vez hubo poetas

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«Una vez hubo patria. Una vez hubo poetas»
Escrito por ga=José-Luis-Perdomo-Orellana
—Entrevista a José Luis Perdomo—
Por
Daniela Camacho
¿Ves la literatura como una protesta, como un exorcismo, como una reafirmación de la vida, de
la muerte; es para ti un grito, un murmullo?
Como una protesta, cuando se trata de cualquier línea escrita debidamente hastalamadre por
el heroico escritor y combatiente irlandés Brendan Behan. Como un exorcismo, si se mira la
obra indómita del muy querido (y hoy ya bastante olvidado) Guillermo Cabrera Infante,
especialmente aquel librito suyo (librito por cariño y por breve, no por descalificación) titulado E
xorcismos de esti(l)
o
. Como una reafirmación de la vida, si se abre cualquier página de Elias Canetti quien las
usaba com
o talismán para que la Santa Muerte no se detuviera en sus huellas digitales. Como una
reafirmación de la muerte, si se escuchan los ecos metálicos de Thomas Bernhard. Como un
grito bastante onanista, cuando se trata de los actuales aporreadores de teclas (para nada
actualizados). Como un murmullo y una aglomeración de murmuraciones, si ponemos oídos
atentos o despistados a Lytton Strachey, ese monumento de biógrafo que no nos hubiese
aburrido ningún trago en el Salón Bar Casino, la Única Esquina que Aún Domina ahora que
como asidero no queda ya ni el pelo propio.
En todos estos años como lector y como escritor, ¿qué has buscado en la literatura? ¿Qué has
encontrado?
Busqué y encontré una caguama helada derritiéndose en una de las orillas del Quinto Infierno,
un vodka doble Absolut en ayunas, el descanso del guerrero. (Nótese que te he respondido
como lector... El autoproclamado sabio Salomón ya ponía en guardia a la degeneración
humana de su tiempo, en cuanto a que el número de tontos era infinito. En estos días que se
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meten zancadilla a sí mismos, apurándose para arrojarse al despeñadero final, es seguro que
Salomón hubiese sustituido tontos por escritores.) Ante tanta explosión demográfica, he
escurrido el bulto a tiempo: yo seré tonto... pero no escritor.
¿Qué te evocan los nombres de Miguel Ángel Asturias, Luis Cardoza y Aragón, Augusto
Monterroso y Carlos Solórzano, escritores de diversos géneros?
Miguel Ángel: cal y llanto, cal y llanto, como dicen las primeras rudas líneas de su Viernes de
Dolores
...
Los zigzagueos supremamente a pichinga por el Cerrito del Carmen, (des)entonando el
demencial y kilométrico himno nacional de Chapinlandia, que le vio y le oyó nuestro muy
querido Carlos Illescas. Don Luis: esa fotografía en la que, casi en posición fetal, se está
fumando incluso los bordes de la pipa, es como para volver a quererlo y terminar de olvidar el
jarabe passifloresco que emana de casi todas las páginas de Guatemala: las líneas de su mano
. Augusto Monterroso: siguen siendo ejemplares la gracia y la sabia ironía con las cuales irrigó
casi toda su obra. También, es ejemplar la cantidad de paciencia que tuvo que desplegar para
lidiar con tanto pinche paisano que llegaba a quitarle el tiempo a la casa de Bárbara Jacobs,
para tomarse una foto con él, bajarle un trago y hacerle babeantes preguntas estilo: Bueno,
maestro, y... por fin, el dinosaurio, ¿es una suegra, una goma o una amante a la que se le cayó
el maquillaje?
¿Qué distingue a la literatura guatemalteca de otras literaturas?
Los incendios verbales de Miguel Ángel. La mirada irrepetible de Carlos Illescas, en cuyos
libros hasta los puntos suspensivos son poéticos. La gracia suprema que Augusto Monterroso
distribuía en casi todos sus párrafos. Las catedrales que Monteforte Toledo diseñó. Y por
supuesto y como es natural, el hecho de que las nuevas generaciones, en general, escriben
cada vez más y peor, suspirando por ganar el Nobel o, ya de perdida, los Juegos Florales de
Chiantla.
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Escrito por ga=José-Luis-Perdomo-Orellana
¿Qué olores de Guatemala encuentras en la literatura de tu país?
El olor de si te vi, no me acuerdo. El olor azul de la Sierra de las Minas. El olor de Porfirio
Barba Jacob mascullando: «Lo mejor de Guatemala es el camino que lo saca a uno de aquí y
lo lleva rumbo a la chingada». El olor rojo del yaje. El olor del flato y del desarraigo. (Precisión a
tiempo: los únicos que, con toda propiedad, pueden hablar en términos de mi país, son los poli
ticoides, los finqueros, los futbolistas especializados en el autogol, sus asistentes y pala
franeros. La gente decente sólo tiene deudas y la guillotina que resplandece cuando está por
vencerse la renta del nicho donde sobrevive.)
En un país como Guatemala, donde la injusticia siempre está presente, ¿crees que los
escritores contemporáneos asumen un compromiso social y político o que privilegian el aspecto
estético en sus obras?
Una vez hubo patria. Una vez hubo poetas. Al poeta Otto René Castillo lo quemaron vivo por a
sumir ese compromiso social y político. El creador todoterreno Carlos Humberto López Barrios,
un genuino autor de ligas mayores, cuyo único delito es h
aber nacido en Guatemala, asumió el mismo compromiso y fue o
rillado al destierro. Hoy, sin patria y sin poesía, los escritores contemporáneos, en general, están por ahí... cuidando meticulosamente los respectivos turnos que desembocarán en la
procesión del besamanos más efectivo... o van por ahí, queriendo quedar requetebién con esa
sección del mundo que, según ellos, puede proyectarlos a la agregad
uría cultural, al premio de la flor más bella del ejido, el descanso reparador de la oenegé o las
becas, de preferencia nada flacas, no por llevarle la contraria a Tom Sharpe, pues jamás han
visto ni la portada de uno solo de sus libros. Queselevacer.
Juan Villoro respondió en una entrevista que «escribir cuento es la prueba de fuego para todo
escritor»; a ti, ¿qué tan habitable te resulta el mundo del cuento?
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A quienes más habitable les resulta el mundo del cuento es a esos diputransas o diputíteres,
para decirlo mexicanamente, que acaban de birlarse del hache congreso de la república de
Guatemala alrededor de 83 millones de quetzales, sin siquiera haberse despeinado los
peluquines, sin siquiera haberse abollado la oclusión perfecta de sus infectas dentaduras
postizas, ni, mucho meno
s, otear allá al fondo de ese desagüe que es el presente y el futuro guatemaltecos algo que
pudiese sonar a justicia terrenal, mucho menos divina, traducidas así fuese en una corta
temporada de tambo.
¿Cuál es, en tu opinión, el paisaje que espera a los jóvenes cuentistas guatemaltecos y de toda
América Latina? ¿Crees que deben anticipar la derrota? ¿Abrazar el abandono?
La purificación por medio del fuego en cámara lenta o por el exceso de aguaceros, ahora que
el mundo termine de fundirse o de inundarse, gracias a los aquelarres desatados por los
mercaderes mayores, tan civilizaditos, desarrollados e hipertrofiados todos ellos. O, lo que para
muchos de ellos sería mucho peor, habida cuenta de su vocación por la pasarela y por sus
respectivos ombligos: la ineditez, que ni mandada a hacer por el supermercado librero que
sigue prefiriendo imprimir, ominosa e insondablemente, puras novelas de variada catadura,
incluidas las bagres tomaduras de pelo de maromeros como David Foster Wallace, con perdón
del Maromero Páez, aquel heroico boxeador nacido en Tijuana. No creo que los jóvenes
cuentistas, tengan el gentilicio que tengan, deban anticipar la derrota o abrazar el abandono.
Tanto el abandono como la derrota, hace mucho tiempo que nos anticiparon a todos, incluidos
los que aún no nacen de un mal polvo, la demolición de su abrazo, aunque jamás hayamos
sido ni jóvenes ni cuentistas. 4/4
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