Raquel García Bouzas Ponencia para Jornadas de Historia Política. Facultad de Ciencias Sociales, UdelaR. Nuevas preguntas resultantes de la aplicación de los métodos de la historia conceptual a la historia de las ideas. RESUMEN: Esta ponencia se refiere a las reflexiones que, desde la investigación de la historia conceptual sobre la historia de las ideas- tanto en la interpretación de los autores clásicos del pensamiento político como en la búsqueda de los conceptos fundamentales de nuestra historia regional y nacional- nos provocan los nuevos enfoques sobre ciertos conceptos que, aún siendo tradicionales en nuestro vocabulario historiográfico y político, cobran nuevos sentidos y plantean preguntas aún sin resolver. Palabras clave: conceptos políticos, historia conceptual, historia de las ideas. No es fácil el abordaje académico de nuestro lenguaje político desde la historia conceptual, pero menos aún lo es respetando con rigor la propuesta teórica y metodológica cuyo debate ha sobrepasado ampliamente al conocimiento histórico producido. Muchos de los investigadores más mencionados en las redes académicas internacionales han propuesto objetos de estudio en los que predominan miradas que integran a la historia todos los cruzamientos interdisciplinarios imaginables, sobre todo los filosófico-epistemológicos y lingúísticos. Podemos tomar por ejemplo una publicación reciente editada por Javier Fernández Sebastián y Gonzalo Capellán de Miguel, que con el título “Conceptos políticos, tiempo e historia”. Nuevos enfoques de la historia conceptual, se propone abarcar todo el panorama actual de esta disciplina, partiendo de una selección de tres puntos de vista, el de las disciplinas que convergen en la historia conceptual, el de la semántica histórica y el de la temporalidad y “nacionalidad” de los conceptos. Basta leer el índice para sorprenderse de la riqueza y variedad de las presentaciones. La historia de la teoría como historia de los conceptos, de la historia de las ideas a la teoría de la inconceptualidad, ideología e historia conceptual, contingencia, teoría política e historia conceptual, aceleración histórica, conceptos transnacionales, son temas que van más allá de los espacios que habíamos transitado en esta corriente de la historiografía. Comencemos por ahora con algunas afirmaciones: por un lado, seguimos sosteniendo que antes de que llegara al Uruguay la llamada “nueva historia intelectual” -por algunos autores latinoamericanos que como Elías Palti consideran que el giro lingüístico hacia la historia conceptual se produjo tardíamente en América Latina- en la década de los noventa del siglo pasado, la historia de las ideas no era tan tradicional ni seguía a la escuela de Lovejoy, sino que ya producía historia conceptual en la década de los sesenta, en el momento en que escribía Skinner sus primeras críticas de anacronismo y se conocía, en alemán, Crítica y Crisis, de Koselleck. No existió en Uruguay ninguna revolución historiográfica en los noventa, debida a la obra de Francois Xavier Guerra, como tampoco se había producido en los finales de los sesenta, por la difusión de Meaning and understanding in the History of ideas, de Skinner. Por eso, comenzamos reinvindicando el carácter fundador de la historia de las ideas de Ardao, nacida como historia conceptual, y por eso, también, mantenemos el nombre de la interdisciplina historia de las ideas, aunque propiciemos la aplicación de la teoría y los métodos de la historia conceptual. En el Uruguay hubo continuidad y no ruptura en la profundización del posicionamiento vincular entre la historia y la filosofía. No fue consecuencia de la difusión de la obra de Koselleck o la de Skinner y de los cambios reactivos que ellas pudieran provocar, sino coincidencia temporal y teórica en muchos de los objetivos de esta renovación impulsada por el cruzamiento de la política, el tiempo y la historia en los objetos de estudio. Como sobre este asunto ya nos hemos empeñado en obras anteriores, remitimos a ellas.1 Pasando a la segunda afirmación, sostenemos también la importancia del desafío que hoy representa la Historia conceptual para los investigadores uruguayos. Se ha avanzado mucho en los últimos años, se han hecho mucho más complejas las redes interdisciplinarias y la producción crítica ha señalado cada rincón de la teoría desde diversos puntos de vista, destruyendo y reconstruyendo continuamente los objetos y los métodos de estudio. Ya no basta con seguir en el tiempo, en diacronía o en sincronía, un término, palabra o “voz”, sin comprometernos en profundidad en el marco metodológico que exige el descubrimiento de un “concepto fundamental”, un “momento conceptual” una “red conceptual”, o un debate ideológico encubierto por los recursos de la retórica. Todo esto se vuelve mucho más arduo cuando lo intentamos desde un restringido espacio temporal en el que la diacronía es corta y la sincronía ideológicamente confusa para permitir percibir de antemano dónde están los momentos de cambio conceptual y a qué sujetos comprende y mucho menos qué significados políticos intencionales se pueden identificar. La mayoría de las ideas que podemos estudiar con este método histórico y analítico de los textos provienen del exterior y por ello es importante buscar aquellas que tuvieron nuevos o cambiantes significados en la región platense, la importancia en algunos casos de la traducción intencional, los contraconceptos generados en la lucha política, la identificación de los lenguajes propios de las corrientes ideológicas encubiertas en el ambiente académico por medio de paradigmas corporativos, específicamente en el jurídico, etc. La tercera afirmación se refiere a la potencialidad que la historia conceptual presenta para su aplicación a la enseñanza en el aula. Este es un campo de análisis que como el propio de la historia de las ideas ya ha producido formas de enseñanza aplicadas al significado de los conceptos. La Historia conceptual puede ser útil para superar la pura narración de los hechos y a la vez la pura interpretación ideológica, al remitir continuamente a los protagonistas y a sus dichos, reconstruyendo el debate en el 1 García Bouzas, Raquel, Estudios de historia conceptual del pensamiento político, Biblioteca Plural CSIC. 2004, 11-15. La República solidaria, 2011, Biblioteca Plural CSIC, 16-31. contexto específico, y aclarando las jerarquías conceptuales desde las redes que las presentan. La lectura de un discurso político, ya sea un documento artiguista o un artículo de un diario partidario, provocaría tal variedad de lecturas que lograría aquello que es tan difícil en la práctica, lograr simultáneamente incentivos de aprendizaje y nuevos conocimientos, y no sólo los históricos, sino los lingüísticos, tan necesarios hoy. Adelantadas estas intenciones del trabajo, nos queda presentar los problemas de la investigación y de la enseñanza de conceptos históricos. Se trata, en primer lugar, de ubicar en el fondo documental una instancia temporal puntual en que un concepto cambia su semántica, al tiempo que se produce un debate en torno al significado del término. La ruptura de la unicidad del significado inicial produce también una aceleración del tiempo histórico, debida a la velocidad de los cambios. Lo que no sucedió en cincuenta años puede suceder en cinco, permitiendo el surgimiento de un vocablo nuevo o el sentido diferente y controvertido del mismo término. El estudio de las fuentes nos permite también encontrar, por lo menos en períodos de media duración, aunque preferentemente en los de largo alcance, los conceptos fundamentales que centran el debate y que marcan una época. Con ellos aparecerán los protagonistas de los hechos, y las intenciones de los agentes al actuar. Estas actividades del investigador entran en las perspectivas temporales de la diacronía y la sincronía a la vez, ya que sólo es posible detectar un nuevo concepto cuando se ha rastreado el pasado inmediato y el lejano y se ha anclado en el momento en que aparece un nuevo sentido, un nuevo concepto. Dominar la diacronía y la sincronía exige un conocimiento importante, que eventualmente podría estar asegurado por la bibliografía historiográfica sin recurrir exclusivamente a las fuentes, pero que de todas formas sería de una exigencia mayor que la narración histórica clásica. Como el objeto de investigación es un término transformado en concepto histórico, que se alimenta del contexto hablado o escrito, tiene multiplicidad de significados, al aparecer tanto como indicador de los cambios que como factor de los mismos. Esto eleva el nivel de abstracción, exigido por la racionalidad necesaria para la argumentación y la toma de posición del que investiga. La relación entre parole y langue se hace visible cuando un nuevo significado ha vencido la fuerza de la inercia diacrónica transformando el acto de habla en un objeto de estudio, cada vez más abstracto. La relación entre innovación conceptual e innovación ideológica trae consigo la perspectiva performativa y la politización del lenguaje, ya que hay palabras que sirven un propósito descriptivo y a la vez evaluativo, aunque sean usadas aparentemente para describir acciones. Ese es uno de los roles de la retórica, contenida en las fuentes y en el relato del historiador. El lenguaje jurídico aparece en la historia conceptual como un especial objeto de estudio, ya que corresponde a un paradigma que crea algunos términos técnicos que luego se democratizan y politizan sin perder sus conexiones conceptuales internas. Los conceptos de ley y en especial de constitución son los más atractivos para una investigación histórico conceptual. La ley puede ser vista como factor de cambio o como indicador de la innovación social y política. Cuando la ley cambia la realidad el historiador necesita conocer las intencionalidades políticas inherentes al proceso. En cambio, si la ley se toma sólo como indicador del cambio pasa a ser un elemento de prueba, requiriendo la narración de cómo fue que pasó y no del por qué sucedió. Sólo en las luchas políticas se hacen visibles los sentidos del concepto de ley, y un tipo de escritura literaria ha hecho conocidos los diálogos entre filósofos y juristas, como los de Suárez, Vitoria y Hobbes, tratando de descubrir las relaciones entre moral y política. Razón natural o razón artificial, aplicadas a la defensa del principio ético de la equidad, el concepto clave que va desde la igualdad ante la ley al de justicia y rectitud. Toda esta red conceptual recorre y sostiene la creación del derecho. Es por eso que las ideas jurídicas son discutibles, históricas, relativas, y las leyes fundan su validez en el contexto social, ya sea invocando procedimientos justos o principios de justicia moral, o ambos a la vez. El concepto moderno de Estado, uno nuevo, abstracto, el marco u orden de una república, es un concepto jurídico. El derecho sirve como indicador del cambio social, de la modernidad creciente, pero su uso, su aplicación, el reemplazo de la costumbre por el código, y del código por la medida administrativa, son tanto indicadores como factores del cambio social y se pueden usar entonces como uno de los criterios posibles que pueden asumir los historiadores para conocer a una sociedad. Las condiciones del trabajo, complejizadas por estos múltiples requerimientos teóricos se hacen particularmente arduas cuando es necesario demostrar cuál es el lenguaje de una época, recorriendo antes la producción lingüística en distintos niveles, desde el libro clásico hasta las obras menores, los discursos políticos, la prensa, la acción legislativa, el derecho, para mostrar los conceptos de primer o de segundo orden, de defensa de la tradición o de la crítica, ciñéndose exclusivamente a ellos en la interpretación y la narración histórica. Si hablamos de períodos de un siglo, sólo algunos investigadores estarían en condiciones de dominar las posibles opciones, por haber dedicado muchos años de su vida a determinado ámbito espacio temporal, siendo capaces entonces de responder la pregunta de cómo fue que pudo suceder el cambio. Cada vez que se estudie un texto del pasado, será un desafío reconstruir el pensamiento de otra persona a partir de un vocabulario que pertenece al pasado, más aún si no hay otra manera de expresar esta reconstrucción que usando el lenguaje actual. Veamos ahora cuáles son las nuevas preguntas, aquellas que al inicio ya diferencian el trabajo de un historiador conceptual. La primera es ¿qué concepto? ¿cuál puede considerarse, en primera instancia, como fundamental en el período de tiempo a estudiar? –Vayamos a algunos ejemplos de nuestra propia historia regional. Los ordenaremos cronológicamente, partiendo del vocabulario político del artiguismo, como primer ejemplo. En este caso tendríamos varios problemas a resolver en la recepción de ideas provenientes de autores extranjeros, como podría ser el caso de Locke, Paine, o Rousseau. En primer lugar, la comparación entre la versión original y la del traductor, que en el caso de los textos políticos casi nunca puede ser inocente de acciones intencionales al cambiar el sentido de las palabras. Es lo que pasa con Thomas Paine, en un vocablo que en su texto pretende describir el resultado del primer acto político de un pueblo fundando su constitución civil. La imagen de los hombres, cobijados debajo de un gran árbol, creando las bases de su unión, cobra un significado especial cuando se expresa en la palabra REGULATIONS, traducida por García de Sena en 1811 como INSTRUCCIONES. En otros traductores posteriores aparece el término Reglas o reglamentos, a veces con minúscula, pero el traductor venezolano mantiene las mayúsculas, características de algunas palabras del texto original, y profundizando en la politización del concepto, convierte a éstas en INSTRUCCIONES, tal como aparece en el texto artiguista. Como no lo hace sólo con este vocablo, como ha sido señalado por algunos comentaristas que consideran que su traducción está lejos de ser literal, se trata entonces de una innovación ideológica, oculta bajo los textos originales, que fueron recortados y seleccionados por el editor-traductor. Si continuamos con estos ejemplos de los documentos artiguistas, se hace más visible el texto como contexto, por ejemplo en el de la Oración Inaugural del Congreso de Abril, comenzando con la adaptación contextual de un concepto roussoniano referido a la relación autoridad-voluntad general, en el que Artigas presenta expresamente el debate ideológico en el que sitúa sus recomendaciones para la acción política inmediata. Luego, nos quedaría la posibilidad de entender a la palabra Instrucciones como mandato a los diputados o como principio fundamental de la asociación civil original, o ambas cosas a la vez. Es el contexto, en la interpretación de los especialistas en el período, el que puede dar respuesta a la pregunta formulada. Obediencia o pacto, aquí aparecen conceptos contrapuestos. Si no hay pacto, hay sumisión. Si hay pacto, la sumisión puede ser condicionada y transformada en obediencia a la ley. La red conceptual abarca sentidos que están presentes en varios autores contractualistas, sobre todo Locke, Paine y Rousseau, además de las referencias posibles a la influencia de las tradiciones y los autores españoles. En el caso del Reglamento de 1815, un historiador conceptual extranjero a nuestras tradiciones históricas tendría menos preguntas que hacer. El título del documento ya es suficientemente explícito. Se trata del arreglo de los campos y de la seguridad de los hacendados, es decir, seguridad de las personas y de las propiedades. Desde nuestro contexto actual y pasado, abarcando unos dos siglos, no es lo mismo. Tomando en cuenta las obras de tantos historiadores que se preguntaron desde su presente las causas del latifundio colonial y su progresión hacia formas de dependencia personal y caudillismo y la necesidad del poblamiento y la defensa ante la penetración portuguesa la pregunta ideológica cambia, siendo ahora ¿de quiénes? ¿para quiénes? Y puede tener cuantas respuestas se puedan formular desde la ideología del intérprete, sin dejar de reproducir fielmente el texto. Como afirma Pocock, un texto es un actor en su propia historia, y un texto polivalente afecta a una multitud de historias recurrentes. La respuesta a las preguntas planteadas va desde un concepto de justicia social, una precursora reforma agraria, basada en el principio de la tierra para el que la trabaja, hasta un código moral que da prioridad a la compensación por injusticias históricas del pasado. La red conceptual abarca también al contraconcepto en el lado opuesto, la seguridad, que vendría con una propuesta de mayor vigilancia y poblamiento de los grandes espacios desiertos y de las fronteras tan vulnerables. El debate político como contexto, está claramente presente en la letra del documento, sin permitir separación alguna entre ambas miradas. Pero no se trata sólo del contexto como necesidad de situar sincrónicamente el objeto de estudio, lo que sigue siendo fundamental, sino del contexto definido por las intencionalidades y las convenciones lingüísticas presentes en el texto, ya que los contextos son constructos de los participantes en el debate, son el vínculo faltante entre discurso y sociedad, entre lo social y lo personal. Como el lector seguramente ha adelantado, esta forma de trabajar los textos políticos artiguistas no agregará seguramente mucho de nuevo conocimiento fáctico a lo que ya sabemos gracias al trabajo de los grandes historiadores nacionales que en mayor o menor grado también fueron descubridores de la innovación conceptual en muchas obras. En estos temas mi opinión es que la búsqueda de las redes de significados políticos deja sí un amplio terreno de exploración en la enseñanza de la historia, siempre que seamos capaces de abrir las puertas al debate dentro del aula, tratando, en lo posible, de hacer lo que Skinner recomendaba, buscar los diversos lenguajes en debate, más que los aportes individuales de cada escritor. Nos vamos a referir ahora a otro período en que en nuestro caso aplicamos el método desde las fuentes documentales, tomando como objeto de estudio la comunidad de juristas rioplatenses y su influencia en el lenguaje político que mostraba el momento conceptual en que se evidenció el cambio en el uso de nuevos conceptos o de nuevos sentidos de los que ya venían del pasado. Nuestro rastreo comenzó en la primera etapa con las preguntas de la teoría de la justicia y la búsqueda de las llamadas “fórmulas de la justicia”, término presente en los textos de Vaz Ferreira y muy reiterado en la bibliografía de la filosofía política. La pregunta concreta fue ¿cuáles eran las fórmulas de la justicia que estaban en el debate político? Había que identificarlas buscando los protagonistas de los discursos en la confrontación ideológica. La segunda pregunta fue ¿qué grado de responsabilidad tuvieron los catedráticos de derecho en la construcción de nuevos criterios de justicia? Con estas dos preguntas se procedió a ordenar la información proveniente de la bibliografía histórica, en la cual había antecedentes importantes en la obra de Blanca Paris, referentes sobre todo a la relación de los universitarios con la teoría liberal. El conjunto de las fuentes provenientes de cursos, revistas y libros que produjeron las cátedras de derecho de nuestra Facultad hizo evidente la existencia de una comunidad de juristas rioplatenses en la que estaban directamente integrados los montevideanos, extendiendo el objeto de estudio a los más notorios catedráticos de Buenos Aires, La Plata y Córdoba. Adaptando el método, que fue contextualista y a su vez comparativo, el debate académico se hizo visible como un momento conceptual en el que los juristas se enfrentaron como conservadores o reformistas, tomando la terminología de las ciencias sociales de la época, sobre todo del organicismo sociológico, pasando así del lenguaje del liberalismo al del positivismo. Los conceptos de igualdad jurídica -como límite a la igualdad- y de libre contrato como garantía de la seguridad jurídica fueron introduciéndose en el discurso político del bando conservador, mientras que en el otro, el propio vocablo “reformista” contiene la historia del nuevo concepto, creado para distinguirlo tanto del de liberalismo anticlerical como del de socialismo. El concepto de reformismo aparece entre los juristas como la necesidad de la reforma del Estado por medio del cambio del derecho civil, y en la bibliografía sociológica como reforma social. Ambas vertientes de sentido atienden al problema de la cuestión social y sus tiempos son de velocidad desigual y según el contexto político no responden cabalmente a la calificación de república conservadora o reformista. En el caso argentino, durante la república conservadora anterior al gobierno de Irigoyen las ideas reformistas –regenerativas- se extendieron a las cátedras jurídicas, y en el caso uruguayo avanzaron más allá del cambio electoral de 1917. El concepto de reformismo despliega los siguientes contenidos: el utilitarismo expresado en la insistencia del uso del término “interés público”, en menor grado que el de “bien común”, el interés personal implícito en el colectivo y la idea de armonía, vinculada a la impronta krausista a la que se agrega hacia los años 20 la influencia de la escuela de Hobhouse.2 El historiador argentino Eduardo Zimmerman caracteriza el reformismo de su país de una forma totalmente extensible al concepto aplicable al Uruguay, como un movimiento integrado por profesionales vinculados al mundo académico y al político a la vez, con firmes convicciones progresistas, frecuentemente anticlericales, legalistas, cientificistas e internacionalistas.3 El concepto de reformismo se conecta con el de progresismo, tanto desde el sentido de avance hacia un futuro mejor como desde el de evolución en contraposición al de revolución. El progresismo estadounidense influyó, por medio de las obras de Lester Ward introducidas por Adolfo Posada, en la recepción de la idea de que el Estado debe asumir el rol de conductor de la reforma social. El concepto de justicia social, el de igualdad de oportunidades y específicamente el de justicia intergeneracional forman parte de la red conceptual que aparece en el discurso reformista. El último merecería una atención especial. La relación entre los vivos y los muertos se presenta con frecuencia en el debate sobre el vínculo individuo-sociedad. Entre los juristas fue el libro de L.Bourgeois de 1897 “Solidarité”, el que por primera vez difundió en el Rio de la Plata este nuevo concepto de justicia social. Todo hombre es lo que es gracias al trabajo de miles de individuos que le han precedido en la vida; él es el manifiesto deudor de estos acreedores, ya que usa los bienes de la civilización que han sido su obra; su deuda, entonces, debe ser pagada a los representantes de ellos, a sus descendientes presentes y futuros. El individuo aislado no existe, y por lo tanto, toda propiedad y toda actividad tiene un origen social histórico, sostiene Bougeois. Este concepto de justicia intergeneracional también estaba presente en la obra de Henry George y fue tomada de ellos por Vaz Ferreira. En el ambiente del derecho la idea se desplegó en dos sentidos ideológicos: por un lado, desde un origen utilitarista, una especie de rendición de cuentas entre el individuo y la sociedad, con un juego de intereses que finalmente beneficiarían al individuo, y por otro, una idea de donación, una convención de reciprocidad esperada pero incierta, sin contrato, más cercana al socialismo. Finalmente, y con el agregado de otros conceptos como el de conciencia colectiva o conciencia nacional, muy mencionados en los textos desde los de Carlos M.de Pena en la Facultad de Derecho hasta los de Arturo Ardao en la segunda parte del siglo XX, pero 2 Hobhouse, 1927, Liberalismo. 101-106 “La existencia de millonarios por una parte y de menesterosos por otra, deb e tener por causa la existencia de un sistema económico que funciona al margen del verdadero bien público: el del menesteroso y del millonario juntos.” 3 Zimmermann, 1995, Los liberales reformistas. La cuestión social en la Argentina 1890-1916, 15. de difícil resolución en cuanto a sus sentidos posibles, se puede acceder a la red conceptual que expondría las relaciones entre el lenguaje político y el cambio histórico. Hemos sostenido que en el 900 el concepto político central en debate es el de república solidaria, al cual refiere tanto el término solidaridad como el de interdependencia o fraternidad, según la vertiente ideológica del discurso que analicemos. Es el concepto que caracteriza al lenguaje progresista y que rechazan los conservadores y tradicionalistas.4 Continuando con el estudio de los conceptos políticos históricos hemos intentado también la aplicación de una categoría metodológica característica de los nuevos enfoques, la de momento conceptual, por medio de la cual se intenta ver cómo se relacionan en la historia política dos de sus dimensiones esenciales, la semántica y la temporal, buscando, como lo hizo en nuestro país Ardao, en los sesenta, y luego Rosanvallon o Pocock, o Capellán de Miguel más recientemente, una instancia temporal puntual en que un concepto cambia su semántica. Se produce entonces una aceleración del tiempo histórico que deriva en una disputa con respecto al significado de dicho concepto.5 Rosanvallon usa el término “nudo histórico”, y su trabajo de historiador es identificarlos como los problemas en torno a los cuales se organizan nuevas racionalidades políticas y sociales y se modifican las representaciones de lo político en relación con la transformación de las instituciones, las técnicas de gestión y las formas de relación social. En nuestro caso, nos colocamos en el año 1925 para rastrear los cambios del vocabulario político presentes en dos documentos partidarios: la Convención del Partido Colorado y el Discurso de Lorenzo Carnelli en la Carta Orgánica del radicalismo blanco. Si bien la red conceptual que se encuentra con facilidad en el discurso político de los dos ejemplos progresistas está constituída, como en el período anterior, del 900, con los términos solidaridad, progresismo, progresividad, reformismo, valor trabajo, aparece con más fuerza el concepto de igualdad de oportunidades y las voces obrerismo y avancismo. En el caso de Carnelli, además de la recuperación que hace del concepto de derechos económicos y del cambio agregado al concepto de reformismo, el reformismo legal, el uso de los conceptos de avancismo y obrerismo es central en su lenguaje político. El obrerismo se refiere a la defensa de los obreros y a los empresarios, al trabajo y al capital, el avancismo en ir más allá, marcando la expectativa de nuevas fronteras partidarias, contra las mayorías conservadoras del partido.6 Carnelli se ubica como progresista, al defender el impuesto a la herencia, a las “ganancias no ganadas” y propiciar con la política fiscal la reparación ética, la justicia social y la regulación económica. En cuanto al republicanismo característico de la época, no figura como fundamental en su texto, cuya crítica es exclusivamente socioeconómica, ni refleja influencia de la república francesa. 4 El concepto de conciencia colectiva llegó a formularse como socialización de las conciencias bajo la influencia de las obras de Durkheim. 5 Capellán de Miguel,2011,114. 6 Carnelli, 1925, 72, “Pero llegó la hora de avanzar, de difundir ideas…Nada buscamos nosotros al declararnos radicales. Si le ofreciéramos al Directorio la renuncia de nuestro obrerismo, tendríamos asegurada la paz. Pero no lo hacemos porque opinamos que entre el oficialismo conservador y la clase proletaria, debemos estar con ésta, aunque ello nos cueste nuestras buenas luchas y sinsabores.” El concepto de solidaridad tampoco está presente en el Discurso, su utopía no es la de la república solidaria, sino el gobierno de los trabajadores para alcanzar una sociedad con menos injusticia. El obrerismo de Carnelli aparece como aspiración a la ampliación del rol político institucional de los gremios, partiendo del obrerismo de Antón Menger, el autor al que cita con más insistencia. El obrerismo de Carnelli es jurídico, y propone una nueva organización del trabajo con la reforma del código civil. El obrerismo pretende también el equilibrio entre tres polos, los patrones, el Estado y los obreros. “El “derecho nuevo” sostiene, es “el epílogo feliz de la revolución social”, expresándose en el lenguaje positivista y progresista de la época. El texto de la Convención del Partido Colorado no refleja las mismas fuentes doctrinarias que nutren el discurso de Carnelli. Se trata en general de las ideas de Henry George criticadas y divulgadas por Vaz Ferreira. Mientras el texto de Carnelli puede ser el fruto de la reflexión sobre la bibliografía de cátedra, sobre todo la de Menger y Cosentini, en la Convención la posiciones de los universitarios, representados por Acevedo Alvarez, no reciben apoyo y no aparecen en los textos y declaraciones aprobadas, por ser replicadas como “opiniones de la Universidad”, carentes del realismo político necesario, al no escuchar al pueblo. El concepto de “avanzar” aparece en la propuesta de la Comisión de Programa: … “Deben figurar en el programa del Partido todas aquellas aspiraciones que están llamadas a encontrar resistencia y requieren lucha para imponerlas, y no aquellos principios que todos comparten”. El concepto de “obrerismo” muy cercano al de Carnelli, incluye también a los empresarios cuya utilidad a la sociedad el Estado debe considerar en un sistema fiscal. Durante el transcurso de la Convención fue muy reiterado el concepto de “igualdad de oportunidades”, con todos los significados propios del lenguaje de Vaz Ferreira. 7 Este concepto compitió y terminó suplantando al de “solidaridad”, aunque Batlle y Ordóñez en dos de sus intervenciones argumenta en su defensa tanto con la idea de la deuda de cada individuo con la sociedad como con el de la gran familia en que todos están obligados a la ayuda solidaria. Este trabajo comparativo entre el discurso de los radicales blancos y el de los batllistas, en el período en que ambas colectividades partidarias eran minoría demuestra algunos cambios conceptuales que resumimos, finalmente, en estos tres: Igualdad de oportunidades, como centro de la red conceptual, y obrerismo y avanzar como conceptos políticos fundamentales. Predomina en ambos campos de conceptualización política el pensamiento de Vaz Ferreira en la difusión del concepto de igualdad de oportunidades. En Carnelli hasta la explicación en forma de círculos concéntricos es repetida, aún cuando con algunas diferencias. En la Convención batllista, algún expositor comenta las conversaciones que en esos días tuvo con el filósofo. La idea de justicia intergeneracional, presentada por Stuart Mill y Henry George, es modificada por Vaz Ferreira, quien la presenta como un conflicto entre individuos vivos que han recibido su herencia de algunos muertos, con otros que no han recibido nada, finalmente, un conflicto entre individuos. Este cambio de sentido de la idea de justicia 7 En algunos tramos de la Convención, Vaz parecía estar hablando por la voz de algunos convencionales. intergeneracional y el silencio en cuanto al concepto de solidaridad o al de interés común en sus Conferencias prueba la intención que tuvo en desarmar el debate que antes había usado las teorías del solidarismo jurídico, Sin aludir a la necesidad de la solidaridad también elude el término liberal, que sustituye en el vocabulario teórico por el de individualismo. El campo semántico queda por él centrado en el término igualdad de oportunidades, un concepto mucho más concreto y político que el de solidaridad, y que exigía también una acción preventiva del desorden social motivado por la injusticia extrema proveniente de la desigualdad. Su aplicación en la legislación es por la vía de la justicia compensatoria, reaccionando así contra la teoría sociológica y la presentación organicista de la cuestión social, que señalaba responsabilidades, y dedicándose en cambio a su resolución por la vía de la reducción del mal. En otros textos políticos, el de los llamados clásicos, la interpretación conceptual ha sido particularmente impactante en el campo teórico metodológico, dando lugar a polémicas para nada neutrales desde la crítica ideológica, pero sumamente enriquecedoras para el debate académico. El problema del fenómeno de la traducción diacrónica, nos pone por delante el por qué leemos estos libros. Podemos hacerlo porque nos proponemos un análisis histórico-conceptual pero también otro, analítico textual, conjuntamente. Seguimos entonces la pista de cómo se infiltra la politización de la producción historiográfica en estas nuevas lecturas, ya que en algunos casos la interpretación pretende sustituir la letra del propio autor, amparada en lo que podría ser su intención inconsciente, la simbología oculta o la ideología proyectada en defensa de sus intereses personales. La perspectiva presentista del lector aparece entonces sin ningún ocultamiento. Esta afirmación podría confundir a un lector prejuicioso, muy interesado en la polémica en torno a la interpretación desde el presente. Pero una cosa es decir que la historia busca ante todo contestar la pregunta de qué dijo el autor mientras que desde otras disciplinas importa más qué nos dice ahora, y otra, muy diferente, suponer que los historiadores siguen defendiendo la idea de que los textos sólo responden a preguntas que hay que recuperar en el contexto fáctico del pasado. La anacronía de la que nos advierte Skinner se refiere al diálogo del autor con sus contemporáneos, el único que realmente tuvo lugar desde su propio discurso, pero de ningún modo al que cualquier lector del presente entabla con el autor de un texto clásico. Éste es imaginario, por fuera del tiempo y el espacio, no es asunto de historiadores, la anacronía no puede aplicarse a él, salvo que se quiera usar dentro de la argumentación qué fue lo que dijo el autor a sus contemporáneos, en qué debate se metió, de qué parte estaba en la lucha política, etc, todo lo cual queda dentro de los límites propios del conocimiento científico del historiador quien es el que debe reconstruir el debate en su coyuntura, reconociendo aún así que todo tipo de preguntas que se plantee sobre los textos estudiados proviene de su interés desde el presente. La ubicación del texto en las coordenadas espacio temporales muestra también otra confusión derivada de tomar a la historicidad como un simple fluir del tiempo cronológico en lugar de asentarla en el cambio ideológico. La innovación deriva de la oposición a la tradición, y señala distintas velocidades de esos cambios en tiempos discontinuos. El aceleramiento temporal ya está en la letra de la obra, que nunca aparece como totalmente contemporánea, ni como integralmente innovadora, porque arrastra en ella sensibilidades, conceptos y convenciones lingüísticas del tiempo en que fue escrita. La historia conceptual, del mismo modo que ha superado la prioridad del corte lingüístico está superando el tradicional tratamiento del tiempo y el espacio. El tiempo es discontinuo y el espacio tan difícil de determinar como el saber hasta dónde y cuándo llegó la influencia de una obra. En el estudio de las obras clásicas se nota fácilmente que el campo de la Historia conceptual ha nacido como interdisciplinar. No sólo porque pertenecen a esta corriente historiográfica autores provenientes de diversas disciplinas, sino porque el objeto de estudio también excede el campo específico de las tradicionales. El Leviatán es una obra de teoría política, pero es mucho más, requiere un profundo análisis de la retórica del autor, también de su teoría de la libertad humana, y de la del nuevo constitucionalismo jurídico. Siendo el concepto de libertad el fundamental en el conjunto de la obra de Hobbes, es el centro de su red conceptual, formada también por los conceptos de libre albedrío, derecho, obligaciones, equidad, libertad de conciencia, coherencia entre temor y libertad. Estos conceptos históricos requieren del análisis de la filosofía, la lingüística, la antropología, la sociología, y los significados atribuídos a cada concepto pueden variar con el enfoque disciplinar. Por eso, del carácter interdisciplinar de la historia conceptual deriva también la controversia y el debate, muchas veces mezclado con oposiciones ideológicas más o menos encubiertas, y, en mayor grado, las incomprensiones provenientes de la crítica al mismo texto. Así Locke puede aparecer como innovador, restaurador o conservador, (siendo todo al mismo tiempo) sin que se invalide por ello cualquiera de las lecturas interpretativas realizadas. La historia conceptual no busca la verdad, sino la relatividad, desde un perspectivismo lingüístico tan amplio como el que puede resultar de la búsqueda de preconceptos o metáforas.8 Sobre la obra de Maquiavelo los historiadores conceptuales han coincidido en la relevancia de dos conceptos clave de su pensamiento político: virtud y fortuna. Así lo hace Pocock, vinculando permanentemente esos conceptos al de república. Claude Lefort los relaciona a una red que comprende también a libertad, república, nuovi ordine, prudenzia, necessitá. Las conclusiones de su trabajo se presentan como contradicción entre los conceptos de dominación y resistencia a la opresión y como valoración del concepto de igualdad como concepto esencialmente político. La relación entre libertad y república remite a ellos continuamente. Quentin Skinner se dedica a interpretar el concepto de libertad en Maquiavelo, a la que considera una teoría de libertad negativa desarrollada sin tener en cuenta el concepto de derechos individuales. En la obra de Locke la discusión se ubica en la interpretación del concepto de propiedad y prácticamente sus apologistas o sus detractores se dedican a esa tarea y en un segundo lugar a la relación entre bien común e individualismo. El enfoque sobre los 8 Véase E.Palti, Ideas, conceptos, metáforas, en Conceptos políticos, tiempo e Historia, Universidad de Cantabria, 2013. conceptos fundamentales de la obra política de Locke cambió a partir de la obra de Macpherson y sus afirmaciones sobre su individualismo posesivo. Anteriormente, los conceptos de preservación de la vida, construcción del Estado, obediencia y libertad eran los que se usaban por los comentaristas. Los historiadores de Cambridge se atienen a un concepto de propiedad que consideran de uso político y no económico, y que traducen por “ser dueño de sí mismo”, al poder gobernarse éticamente y ejercer alguna forma de jurisdicción fuera del alcance de los demás. Las discrepancias existentes en la selección del significado conceptual muestran también el potencial del método aplicado, provocando una atención más precisa a la letra de los textos por medio de un estudio analítico y otro contextual externo e interno. Si bien consideramos que esta corriente historiográfica no es la fundadora de una nueva historia intelectual, reconocemos que en el campo de la investigación del pensamiento político y jurídico (lo jurídico como político) ha propiciado una renovación importante y ha planteado preguntas y problemas que antes no se habían mostrado con tal claridad. Bibliografía mencionada. Batlle y Ordóñez, José. 1989. Documento para el estudio de su vida y su obra. Convención nacional del Partido Colorado. Actas 1920-1929.T.ll.Montevideo. Carnelli,Lorenzo.1925 Folleto “Conferencia” y “Prólogo” en El radicalismo blanco. Su obra. Su programa. Su organización.1921-1925.Montevideo. Capellán de Miguel.Gonzalo.2011. Los momentos conceptuales. Una nueva herramienta para el estudio de la semántica histórica. Santiago de Chile. Cosentini, Francesco.1921. La reforma de la legislación civil y el proletariado. Madrid. Dunn, John.1996 The political thought of John Locke. Cambridge. Koselleck, Reinhart. 2012. Historias de conceptos. Estudios sobre semántica y pragmática del lenguaje público y social. Madrid. Lefort, Claude. 2010. Maquiavelo. Lecturas de lo político. Madrid. Menger,Antón. 1886. El derecho al producto íntegro del trabajo. Madrid. 1898 El derecho civil y los pobres. Madrid. Mill, John Stuart 1896. El utilitarismo. Pocock, John 2003. The machiavellian moment. Princeton. Rosanvallon Pierre, 2003. Para una historia conceptual de lo político. 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