GARCÍA BOUZAS La aplicación de los métodos de la historia

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Raquel García Bouzas
Ponencia para Jornadas de Historia Política. Facultad de Ciencias Sociales,
UdelaR.
Nuevas preguntas resultantes de la aplicación de los métodos de la historia
conceptual a la historia de las ideas.
RESUMEN: Esta ponencia se refiere a las reflexiones que, desde la investigación de la
historia conceptual sobre la historia de las ideas- tanto en la interpretación de los autores
clásicos del pensamiento político como en la búsqueda de los conceptos fundamentales
de nuestra historia regional y nacional- nos provocan los nuevos enfoques sobre ciertos
conceptos que, aún siendo tradicionales en nuestro vocabulario historiográfico y
político, cobran nuevos sentidos y plantean preguntas aún sin resolver.
Palabras clave: conceptos políticos, historia conceptual, historia de las ideas.
No es fácil el abordaje académico de nuestro lenguaje político desde la historia
conceptual, pero menos aún lo es respetando con rigor la propuesta teórica y
metodológica cuyo debate ha sobrepasado ampliamente al conocimiento histórico
producido. Muchos de los investigadores más mencionados en las redes académicas
internacionales han propuesto objetos de estudio en los que predominan miradas que
integran a la historia todos los cruzamientos interdisciplinarios imaginables, sobre todo
los filosófico-epistemológicos y lingúísticos. Podemos tomar por ejemplo una
publicación reciente editada por Javier Fernández Sebastián y Gonzalo Capellán de
Miguel, que con el título “Conceptos políticos, tiempo e historia”. Nuevos enfoques de
la historia conceptual, se propone abarcar todo el panorama actual de esta disciplina,
partiendo de una selección de tres puntos de vista, el de las disciplinas que convergen en
la historia conceptual, el de la semántica histórica y el de la temporalidad y
“nacionalidad” de los conceptos. Basta leer el índice para sorprenderse de la riqueza y
variedad de las presentaciones. La historia de la teoría como historia de los conceptos,
de la historia de las ideas a la teoría de la inconceptualidad, ideología e historia
conceptual, contingencia, teoría política e historia conceptual, aceleración histórica,
conceptos transnacionales, son temas que van más allá de los espacios que habíamos
transitado en esta corriente de la historiografía.
Comencemos por ahora con algunas afirmaciones: por un lado, seguimos sosteniendo
que antes de que llegara al Uruguay la llamada “nueva historia intelectual” -por algunos
autores latinoamericanos que como Elías Palti consideran que el giro lingüístico hacia la
historia conceptual se produjo tardíamente en América Latina- en la década de los
noventa del siglo pasado, la historia de las ideas no era tan tradicional ni seguía a la
escuela de Lovejoy, sino que ya producía historia conceptual en la década de los
sesenta, en el momento en que escribía Skinner sus primeras críticas de anacronismo y
se conocía, en alemán, Crítica y Crisis, de Koselleck. No existió en Uruguay ninguna
revolución historiográfica en los noventa, debida a la obra de Francois Xavier Guerra,
como tampoco se había producido en los finales de los sesenta, por la difusión de
Meaning and understanding in the History of ideas, de Skinner. Por eso, comenzamos
reinvindicando el carácter fundador de la historia de las ideas de Ardao, nacida como
historia conceptual, y por eso, también, mantenemos el nombre de la interdisciplina
historia de las ideas, aunque propiciemos la aplicación de la teoría y los métodos de la
historia conceptual. En el Uruguay hubo continuidad y no ruptura en la profundización
del posicionamiento vincular entre la historia y la filosofía. No fue consecuencia de la
difusión de la obra de Koselleck o la de Skinner y de los cambios reactivos que ellas
pudieran provocar, sino coincidencia temporal y teórica en muchos de los objetivos de
esta renovación impulsada por el cruzamiento de la política, el tiempo y la historia en
los objetos de estudio. Como sobre este asunto ya nos hemos empeñado en obras
anteriores, remitimos a ellas.1
Pasando a la segunda afirmación, sostenemos también la importancia del desafío que
hoy representa la Historia conceptual para los investigadores uruguayos. Se ha avanzado
mucho en los últimos años, se han hecho mucho más complejas las redes
interdisciplinarias y la producción crítica ha señalado cada rincón de la teoría desde
diversos puntos de vista, destruyendo y reconstruyendo continuamente los objetos y los
métodos de estudio. Ya no basta con seguir en el tiempo, en diacronía o en sincronía, un
término, palabra o “voz”, sin comprometernos en profundidad en el marco
metodológico que exige el descubrimiento de un “concepto fundamental”, un “momento
conceptual” una “red conceptual”, o un debate ideológico encubierto por los recursos de
la retórica. Todo esto se vuelve mucho más arduo cuando lo intentamos desde un
restringido espacio temporal en el que la diacronía es corta y la sincronía
ideológicamente confusa para permitir percibir de antemano dónde están los momentos
de cambio conceptual y a qué sujetos comprende y mucho menos qué significados
políticos intencionales se pueden identificar. La mayoría de las ideas que podemos
estudiar con este método histórico y analítico de los textos provienen del exterior y por
ello es importante buscar aquellas que tuvieron nuevos o cambiantes significados en la
región platense, la importancia en algunos casos de la traducción intencional, los
contraconceptos generados en la lucha política, la identificación de los lenguajes
propios de las corrientes ideológicas encubiertas en el ambiente académico por medio
de paradigmas corporativos, específicamente en el jurídico, etc.
La tercera afirmación se refiere a la potencialidad que la historia conceptual presenta
para su aplicación a la enseñanza en el aula. Este es un campo de análisis que como el
propio de la historia de las ideas ya ha producido formas de enseñanza aplicadas al
significado de los conceptos. La Historia conceptual puede ser útil para superar la pura
narración de los hechos y a la vez la pura interpretación ideológica, al remitir
continuamente a los protagonistas y a sus dichos, reconstruyendo el debate en el
1
García Bouzas, Raquel, Estudios de historia conceptual del pensamiento político, Biblioteca Plural CSIC.
2004, 11-15.
La República solidaria, 2011, Biblioteca Plural CSIC, 16-31.
contexto específico, y aclarando las jerarquías conceptuales desde las redes que las
presentan. La lectura de un discurso político, ya sea un documento artiguista o un
artículo de un diario partidario, provocaría tal variedad de lecturas que lograría aquello
que es tan difícil en la práctica, lograr simultáneamente incentivos de aprendizaje y
nuevos conocimientos, y no sólo los históricos, sino los lingüísticos, tan necesarios hoy.
Adelantadas estas intenciones del trabajo, nos queda presentar los problemas de la
investigación y de la enseñanza de conceptos históricos. Se trata, en primer lugar, de
ubicar en el fondo documental una instancia temporal puntual en que un concepto
cambia su semántica, al tiempo que se produce un debate en torno al significado del
término. La ruptura de la unicidad del significado inicial produce también una
aceleración del tiempo histórico, debida a la velocidad de los cambios. Lo que no
sucedió en cincuenta años puede suceder en cinco, permitiendo el surgimiento de un
vocablo nuevo o el sentido diferente y controvertido del mismo término. El estudio de
las fuentes nos permite también encontrar, por lo menos en períodos de media duración,
aunque preferentemente en los de largo alcance, los conceptos fundamentales que
centran el debate y que marcan una época. Con ellos aparecerán los protagonistas de los
hechos, y las intenciones de los agentes al actuar. Estas actividades del investigador
entran en las perspectivas temporales de la diacronía y la sincronía a la vez, ya que sólo
es posible detectar un nuevo concepto cuando se ha rastreado el pasado inmediato y el
lejano y se ha anclado en el momento en que aparece un nuevo sentido, un nuevo
concepto. Dominar la diacronía y la sincronía exige un conocimiento importante, que
eventualmente podría estar asegurado por la bibliografía historiográfica sin recurrir
exclusivamente a las fuentes, pero que de todas formas sería de una exigencia mayor
que la narración histórica clásica. Como el objeto de investigación es un término
transformado en concepto histórico, que se alimenta del contexto hablado o escrito,
tiene multiplicidad de significados, al aparecer tanto como indicador de los cambios que
como factor de los mismos. Esto eleva el nivel de abstracción, exigido por la
racionalidad necesaria para la argumentación y la toma de posición del que investiga.
La relación entre parole y langue se hace visible cuando un nuevo significado ha
vencido la fuerza de la inercia diacrónica transformando el acto de habla en un objeto de
estudio, cada vez más abstracto. La relación entre innovación conceptual e innovación
ideológica trae consigo la perspectiva performativa y la politización del lenguaje, ya que
hay palabras que sirven un propósito descriptivo y a la vez evaluativo, aunque sean
usadas aparentemente para describir acciones. Ese es uno de los roles de la retórica,
contenida en las fuentes y en el relato del historiador.
El lenguaje jurídico aparece en la historia conceptual como un especial objeto de
estudio, ya que corresponde a un paradigma que crea algunos términos técnicos que
luego se democratizan y politizan sin perder sus conexiones conceptuales internas. Los
conceptos de ley y en especial de constitución son los más atractivos para una
investigación histórico conceptual. La ley puede ser vista como factor de cambio o
como indicador de la innovación social y política. Cuando la ley cambia la realidad el
historiador necesita conocer las intencionalidades políticas inherentes al proceso.
En cambio, si la ley se toma sólo como indicador del cambio pasa a ser un elemento de
prueba, requiriendo la narración de cómo fue que pasó y no del por qué sucedió. Sólo en
las luchas políticas se hacen visibles los sentidos del concepto de ley, y un tipo de
escritura literaria ha hecho conocidos los diálogos entre filósofos y juristas, como los de
Suárez, Vitoria y Hobbes, tratando de descubrir las relaciones entre moral y política.
Razón natural o razón artificial, aplicadas a la defensa del principio ético de la equidad,
el concepto clave que va desde la igualdad ante la ley al de justicia y rectitud. Toda esta
red conceptual recorre y sostiene la creación del derecho. Es por eso que las ideas
jurídicas son discutibles, históricas, relativas, y las leyes fundan su validez en el
contexto social, ya sea invocando procedimientos justos o principios de justicia moral, o
ambos a la vez. El concepto moderno de Estado, uno nuevo, abstracto, el marco u orden
de una república, es un concepto jurídico. El derecho sirve como indicador del cambio
social, de la modernidad creciente, pero su uso, su aplicación, el reemplazo de la
costumbre por el código, y del código por la medida administrativa, son tanto
indicadores como factores del cambio social y se pueden usar entonces como uno de los
criterios posibles que pueden asumir los historiadores para conocer a una sociedad.
Las condiciones del trabajo, complejizadas por estos múltiples requerimientos teóricos
se hacen particularmente arduas cuando es necesario demostrar cuál es el lenguaje de
una época, recorriendo antes la producción lingüística en distintos niveles, desde el libro
clásico hasta las obras menores, los discursos políticos, la prensa, la acción legislativa,
el derecho, para mostrar los conceptos de primer o de segundo orden, de defensa de la
tradición o de la crítica, ciñéndose exclusivamente a ellos en la interpretación y la
narración histórica. Si hablamos de períodos de un siglo, sólo algunos investigadores
estarían en condiciones de dominar las posibles opciones, por haber dedicado muchos
años de su vida a determinado ámbito espacio temporal, siendo capaces entonces de
responder la pregunta de cómo fue que pudo suceder el cambio. Cada vez que se estudie
un texto del pasado, será un desafío reconstruir el pensamiento de otra persona a partir
de un vocabulario que pertenece al pasado, más aún si no hay otra manera de expresar
esta reconstrucción que usando el lenguaje actual.
Veamos ahora cuáles son las nuevas preguntas, aquellas que al inicio ya diferencian el
trabajo de un historiador conceptual. La primera es ¿qué concepto? ¿cuál puede
considerarse, en primera instancia, como fundamental en el período de tiempo a
estudiar? –Vayamos a algunos ejemplos de nuestra propia historia regional.
Los ordenaremos cronológicamente, partiendo del vocabulario político del artiguismo,
como primer ejemplo. En este caso tendríamos varios problemas a resolver en la
recepción de ideas provenientes de autores extranjeros, como podría ser el caso de
Locke, Paine, o Rousseau. En primer lugar, la comparación entre la versión original y la
del traductor, que en el caso de los textos políticos casi nunca puede ser inocente de
acciones intencionales al cambiar el sentido de las palabras. Es lo que pasa con Thomas
Paine, en un vocablo que en su texto pretende describir el resultado del primer acto
político de un pueblo fundando su constitución civil. La imagen de los hombres,
cobijados debajo de un gran árbol, creando las bases de su unión, cobra un significado
especial cuando se expresa en la palabra REGULATIONS, traducida por García de
Sena en 1811 como INSTRUCCIONES. En otros traductores posteriores aparece el
término Reglas o reglamentos, a veces con minúscula, pero el traductor venezolano
mantiene las mayúsculas, características de algunas palabras del texto original, y
profundizando en la politización del concepto, convierte a éstas en INSTRUCCIONES,
tal como aparece en el texto artiguista. Como no lo hace sólo con este vocablo, como ha
sido señalado por algunos comentaristas que consideran que su traducción está lejos de
ser literal, se trata entonces de una innovación ideológica, oculta bajo los textos
originales, que fueron recortados y seleccionados por el editor-traductor.
Si continuamos con estos ejemplos de los documentos artiguistas, se hace más visible el
texto como contexto, por ejemplo en el de la Oración Inaugural del Congreso de Abril,
comenzando con la adaptación contextual de un concepto roussoniano referido a la
relación autoridad-voluntad general, en el que Artigas presenta expresamente el debate
ideológico en el que sitúa sus recomendaciones para la acción política inmediata.
Luego, nos quedaría la posibilidad de entender a la palabra Instrucciones como mandato
a los diputados o como principio fundamental de la asociación civil original, o ambas
cosas a la vez. Es el contexto, en la interpretación de los especialistas en el período, el
que puede dar respuesta a la pregunta formulada. Obediencia o pacto, aquí aparecen
conceptos contrapuestos. Si no hay pacto, hay sumisión. Si hay pacto, la sumisión puede
ser condicionada y transformada en obediencia a la ley. La red conceptual abarca
sentidos que están presentes en varios autores contractualistas, sobre todo Locke, Paine
y Rousseau, además de las referencias posibles a la influencia de las tradiciones y los
autores españoles.
En el caso del Reglamento de 1815, un historiador conceptual extranjero a nuestras
tradiciones históricas tendría menos preguntas que hacer. El título del documento ya es
suficientemente explícito. Se trata del arreglo de los campos y de la seguridad de los
hacendados, es decir, seguridad de las personas y de las propiedades. Desde nuestro
contexto actual y pasado, abarcando unos dos siglos, no es lo mismo. Tomando en
cuenta las obras de tantos historiadores que se preguntaron desde su presente las causas
del latifundio colonial y su progresión hacia formas de dependencia personal y
caudillismo y la necesidad del poblamiento y la defensa ante la penetración portuguesa
la pregunta ideológica cambia, siendo ahora ¿de quiénes? ¿para quiénes? Y puede tener
cuantas respuestas se puedan formular desde la ideología del intérprete, sin dejar de
reproducir fielmente el texto. Como afirma Pocock, un texto es un actor en su propia
historia, y un texto polivalente afecta a una multitud de historias recurrentes. La
respuesta a las preguntas planteadas va desde un concepto de justicia social, una
precursora reforma agraria, basada en el principio de la tierra para el que la trabaja,
hasta un código moral que da prioridad a la compensación por injusticias históricas del
pasado. La red conceptual abarca también al contraconcepto en el lado opuesto, la
seguridad, que vendría con una propuesta de mayor vigilancia y poblamiento de los
grandes espacios desiertos y de las fronteras tan vulnerables. El debate político como
contexto, está claramente presente en la letra del documento, sin permitir separación
alguna entre ambas miradas. Pero no se trata sólo del contexto como necesidad de situar
sincrónicamente el objeto de estudio, lo que sigue siendo fundamental, sino del contexto
definido por las intencionalidades y las convenciones lingüísticas presentes en el texto,
ya que los contextos son constructos de los participantes en el debate, son el vínculo
faltante entre discurso y sociedad, entre lo social y lo personal.
Como el lector seguramente ha adelantado, esta forma de trabajar los textos políticos
artiguistas no agregará seguramente mucho de nuevo conocimiento fáctico a lo que ya
sabemos gracias al trabajo de los grandes historiadores nacionales que en mayor o
menor grado también fueron descubridores de la innovación conceptual en muchas
obras. En estos temas mi opinión es que la búsqueda de las redes de significados
políticos deja sí un amplio terreno de exploración en la enseñanza de la historia, siempre
que seamos capaces de abrir las puertas al debate dentro del aula, tratando, en lo
posible, de hacer lo que Skinner recomendaba, buscar los diversos lenguajes en debate,
más que los aportes individuales de cada escritor.
Nos vamos a referir ahora a otro período en que en nuestro caso aplicamos el método
desde las fuentes documentales, tomando como objeto de estudio la comunidad de
juristas rioplatenses y su influencia en el lenguaje político que mostraba el momento
conceptual en que se evidenció el cambio en el uso de nuevos conceptos o de nuevos
sentidos de los que ya venían del pasado. Nuestro rastreo comenzó en la primera etapa
con las preguntas de la teoría de la justicia y la búsqueda de las llamadas “fórmulas de
la justicia”, término presente en los textos de Vaz Ferreira y muy reiterado en la
bibliografía de la filosofía política. La pregunta concreta fue ¿cuáles eran las fórmulas
de la justicia que estaban en el debate político? Había que identificarlas buscando los
protagonistas de los discursos en la confrontación ideológica. La segunda pregunta fue
¿qué grado de responsabilidad tuvieron los catedráticos de derecho en la construcción
de nuevos criterios de justicia? Con estas dos preguntas se procedió a ordenar la
información proveniente de la bibliografía histórica, en la cual había antecedentes
importantes en la obra de Blanca Paris, referentes sobre todo a la relación de los
universitarios con la teoría liberal. El conjunto de las fuentes provenientes de cursos,
revistas y libros que produjeron las cátedras de derecho de nuestra Facultad hizo
evidente la existencia de una comunidad de juristas rioplatenses en la que estaban
directamente integrados los montevideanos, extendiendo el objeto de estudio a los más
notorios catedráticos de Buenos Aires, La Plata y Córdoba. Adaptando el método, que
fue contextualista y a su vez comparativo, el debate académico se hizo visible como un
momento conceptual en el que los juristas se enfrentaron como conservadores o
reformistas, tomando la terminología de las ciencias sociales de la época, sobre todo del
organicismo sociológico, pasando así del lenguaje del liberalismo al del positivismo.
Los conceptos de igualdad jurídica -como límite a la igualdad- y de libre contrato como
garantía de la seguridad jurídica fueron introduciéndose en el discurso político del
bando conservador, mientras que en el otro, el propio vocablo “reformista” contiene la
historia del nuevo concepto, creado para distinguirlo tanto del de liberalismo anticlerical
como del de socialismo. El concepto de reformismo aparece entre los juristas como la
necesidad de la reforma del Estado por medio del cambio del derecho civil, y en la
bibliografía sociológica como reforma social. Ambas vertientes de sentido atienden al
problema de la cuestión social y sus tiempos son de velocidad desigual y según el
contexto político no responden cabalmente a la calificación de república conservadora o
reformista. En el caso argentino, durante la república conservadora anterior al gobierno
de Irigoyen las ideas reformistas –regenerativas- se extendieron a las cátedras jurídicas,
y en el caso uruguayo avanzaron más allá del cambio electoral de 1917. El concepto de
reformismo despliega los siguientes contenidos: el utilitarismo expresado en la
insistencia del uso del término “interés público”, en menor grado que el de “bien
común”, el interés personal implícito en el colectivo y la idea de armonía, vinculada a la
impronta krausista a la que se agrega hacia los años 20 la influencia de la escuela de
Hobhouse.2 El historiador argentino Eduardo Zimmerman caracteriza el reformismo de
su país de una forma totalmente extensible al concepto aplicable al Uruguay, como un
movimiento integrado por profesionales vinculados al mundo académico y al político a
la vez, con firmes convicciones progresistas, frecuentemente anticlericales, legalistas,
cientificistas e internacionalistas.3 El concepto de reformismo se conecta con el de
progresismo, tanto desde el sentido de avance hacia un futuro mejor como desde el de
evolución en contraposición al de revolución. El progresismo estadounidense influyó,
por medio de las obras de Lester Ward introducidas por Adolfo Posada, en la recepción
de la idea de que el Estado debe asumir el rol de conductor de la reforma social.
El concepto de justicia social, el de igualdad de oportunidades y específicamente el de
justicia intergeneracional forman parte de la red conceptual que aparece en el discurso
reformista. El último merecería una atención especial. La relación entre los vivos y los
muertos se presenta con frecuencia en el debate sobre el vínculo individuo-sociedad.
Entre los juristas fue el libro de L.Bourgeois de 1897 “Solidarité”, el que por primera
vez difundió en el Rio de la Plata este nuevo concepto de justicia social. Todo hombre
es lo que es gracias al trabajo de miles de individuos que le han precedido en la vida; él
es el manifiesto deudor de estos acreedores, ya que usa los bienes de la civilización que
han sido su obra; su deuda, entonces, debe ser pagada a los representantes de ellos, a sus
descendientes presentes y futuros. El individuo aislado no existe, y por lo tanto, toda
propiedad y toda actividad tiene un origen social histórico, sostiene Bougeois. Este
concepto de justicia intergeneracional también estaba presente en la obra de Henry
George y fue tomada de ellos por Vaz Ferreira. En el ambiente del derecho la idea se
desplegó en dos sentidos ideológicos: por un lado, desde un origen utilitarista, una
especie de rendición de cuentas entre el individuo y la sociedad, con un juego de
intereses que finalmente beneficiarían al individuo, y por otro, una idea de donación,
una convención de reciprocidad esperada pero incierta, sin contrato, más cercana al
socialismo.
Finalmente, y con el agregado de otros conceptos como el de conciencia colectiva o
conciencia nacional, muy mencionados en los textos desde los de Carlos M.de Pena en
la Facultad de Derecho hasta los de Arturo Ardao en la segunda parte del siglo XX, pero
2
Hobhouse, 1927, Liberalismo. 101-106 “La existencia de millonarios por una parte y de menesterosos
por otra, deb e tener por causa la existencia de un sistema económico que funciona al margen del
verdadero bien público: el del menesteroso y del millonario juntos.”
3
Zimmermann, 1995, Los liberales reformistas. La cuestión social en la Argentina 1890-1916, 15.
de difícil resolución en cuanto a sus sentidos posibles, se puede acceder a la red
conceptual que expondría las relaciones entre el lenguaje político y el cambio histórico.
Hemos sostenido que en el 900 el concepto político central en debate es el de república
solidaria, al cual refiere tanto el término solidaridad como el de interdependencia o
fraternidad, según la vertiente ideológica del discurso que analicemos. Es el concepto
que caracteriza al lenguaje progresista y que rechazan los conservadores y
tradicionalistas.4
Continuando con el estudio de los conceptos políticos históricos hemos intentado
también la aplicación de una categoría metodológica característica de los nuevos
enfoques, la de momento conceptual, por medio de la cual se intenta ver cómo se
relacionan en la historia política dos de sus dimensiones esenciales, la semántica y la
temporal, buscando, como lo hizo en nuestro país Ardao, en los sesenta, y luego
Rosanvallon o Pocock, o Capellán de Miguel más recientemente, una instancia temporal
puntual en que un concepto cambia su semántica. Se produce entonces una aceleración
del tiempo histórico que deriva en una disputa con respecto al significado de dicho
concepto.5 Rosanvallon usa el término “nudo histórico”, y su trabajo de historiador es
identificarlos como los problemas en torno a los cuales se organizan nuevas
racionalidades políticas y sociales y se modifican las representaciones de lo político en
relación con la transformación de las instituciones, las técnicas de gestión y las formas
de relación social. En nuestro caso, nos colocamos en el año 1925 para rastrear los
cambios del vocabulario político presentes en dos documentos partidarios: la
Convención del Partido Colorado y el Discurso de Lorenzo Carnelli en la Carta
Orgánica del radicalismo blanco. Si bien la red conceptual que se encuentra con
facilidad en el discurso político de los dos ejemplos progresistas está constituída, como
en el período anterior, del 900, con los términos solidaridad, progresismo,
progresividad, reformismo, valor trabajo, aparece con más fuerza el concepto de
igualdad de oportunidades y las voces obrerismo y avancismo. En el caso de Carnelli,
además de la recuperación que hace del concepto de derechos económicos y del cambio
agregado al concepto de reformismo, el reformismo legal, el uso de los conceptos de
avancismo y obrerismo es central en su lenguaje político. El obrerismo se refiere a la
defensa de los obreros y a los empresarios, al trabajo y al capital, el avancismo en ir más
allá, marcando la expectativa de nuevas fronteras partidarias, contra las mayorías
conservadoras del partido.6 Carnelli se ubica como progresista, al defender el impuesto
a la herencia, a las “ganancias no ganadas” y propiciar con la política fiscal la
reparación ética, la justicia social y la regulación económica. En cuanto al
republicanismo característico de la época, no figura como fundamental en su texto, cuya
crítica es exclusivamente socioeconómica, ni refleja influencia de la república francesa.
4
El concepto de conciencia colectiva llegó a formularse como socialización de las conciencias bajo la
influencia de las obras de Durkheim.
5
Capellán de Miguel,2011,114.
6
Carnelli, 1925, 72, “Pero llegó la hora de avanzar, de difundir ideas…Nada buscamos nosotros al
declararnos radicales. Si le ofreciéramos al Directorio la renuncia de nuestro obrerismo, tendríamos
asegurada la paz. Pero no lo hacemos porque opinamos que entre el oficialismo conservador y la clase
proletaria, debemos estar con ésta, aunque ello nos cueste nuestras buenas luchas y sinsabores.”
El concepto de solidaridad tampoco está presente en el Discurso, su utopía no es la de la
república solidaria, sino el gobierno de los trabajadores para alcanzar una sociedad con
menos injusticia. El obrerismo de Carnelli aparece como aspiración a la ampliación del
rol político institucional de los gremios, partiendo del obrerismo de Antón Menger, el
autor al que cita con más insistencia. El obrerismo de Carnelli es jurídico, y propone
una nueva organización del trabajo con la reforma del código civil. El obrerismo
pretende también el equilibrio entre tres polos, los patrones, el Estado y los obreros. “El
“derecho nuevo” sostiene, es “el epílogo feliz de la revolución social”, expresándose en
el lenguaje positivista y progresista de la época.
El texto de la Convención del Partido Colorado no refleja las mismas fuentes
doctrinarias que nutren el discurso de Carnelli. Se trata en general de las ideas de Henry
George criticadas y divulgadas por Vaz Ferreira. Mientras el texto de Carnelli puede ser
el fruto de la reflexión sobre la bibliografía de cátedra, sobre todo la de Menger y
Cosentini, en la Convención la posiciones de los universitarios, representados por
Acevedo Alvarez, no reciben apoyo y no aparecen en los textos y declaraciones
aprobadas, por ser replicadas como “opiniones de la Universidad”, carentes del realismo
político necesario, al no escuchar al pueblo. El concepto de “avanzar” aparece en la
propuesta de la Comisión de Programa: … “Deben figurar en el programa del Partido
todas aquellas aspiraciones que están llamadas a encontrar resistencia y requieren lucha
para imponerlas, y no aquellos principios que todos comparten”. El concepto de
“obrerismo” muy cercano al de Carnelli, incluye también a los empresarios cuya
utilidad a la sociedad el Estado debe considerar en un sistema fiscal. Durante el
transcurso de la Convención fue muy reiterado el concepto de “igualdad de
oportunidades”, con todos los significados propios del lenguaje de Vaz Ferreira. 7
Este concepto compitió y terminó suplantando al de “solidaridad”, aunque Batlle y
Ordóñez en dos de sus intervenciones argumenta en su defensa tanto con la idea de la
deuda de cada individuo con la sociedad como con el de la gran familia en que todos
están obligados a la ayuda solidaria.
Este trabajo comparativo entre el discurso de los radicales blancos y el de los batllistas,
en el período en que ambas colectividades partidarias eran minoría demuestra algunos
cambios conceptuales que resumimos, finalmente, en estos tres: Igualdad de
oportunidades, como centro de la red conceptual, y obrerismo y avanzar como
conceptos políticos fundamentales. Predomina en ambos campos de conceptualización
política el pensamiento de Vaz Ferreira en la difusión del concepto de igualdad de
oportunidades. En Carnelli hasta la explicación en forma de círculos concéntricos es
repetida, aún cuando con algunas diferencias. En la Convención batllista, algún
expositor comenta las conversaciones que en esos días tuvo con el filósofo. La idea de
justicia intergeneracional, presentada por Stuart Mill y Henry George, es modificada por
Vaz Ferreira, quien la presenta como un conflicto entre individuos vivos que han
recibido su herencia de algunos muertos, con otros que no han recibido nada,
finalmente, un conflicto entre individuos. Este cambio de sentido de la idea de justicia
7
En algunos tramos de la Convención, Vaz parecía estar hablando por la voz de algunos convencionales.
intergeneracional y el silencio en cuanto al concepto de solidaridad o al de interés
común en sus Conferencias prueba la intención que tuvo en desarmar el debate que
antes había usado las teorías del solidarismo jurídico, Sin aludir a la necesidad de la
solidaridad también elude el término liberal, que sustituye en el vocabulario teórico por
el de individualismo. El campo semántico queda por él centrado en el término igualdad
de oportunidades, un concepto mucho más concreto y político que el de solidaridad, y
que exigía también una acción preventiva del desorden social motivado por la injusticia
extrema proveniente de la desigualdad. Su aplicación en la legislación es por la vía de la
justicia compensatoria, reaccionando así contra la teoría sociológica y la presentación
organicista de la cuestión social, que señalaba responsabilidades, y dedicándose en
cambio a su resolución por la vía de la reducción del mal.
En otros textos políticos, el de los llamados clásicos, la interpretación conceptual ha
sido particularmente impactante en el campo teórico metodológico, dando lugar a
polémicas para nada neutrales desde la crítica ideológica, pero sumamente
enriquecedoras para el debate académico. El problema del fenómeno de la traducción
diacrónica, nos pone por delante el por qué leemos estos libros. Podemos hacerlo
porque nos proponemos un análisis histórico-conceptual pero también otro, analítico
textual, conjuntamente. Seguimos entonces la pista de cómo se infiltra la politización de
la producción historiográfica en estas nuevas lecturas, ya que en algunos casos la
interpretación pretende sustituir la letra del propio autor, amparada en lo que podría ser
su intención inconsciente, la simbología oculta o la ideología proyectada en defensa de
sus intereses personales. La perspectiva presentista del lector aparece entonces sin
ningún ocultamiento. Esta afirmación podría confundir a un lector prejuicioso, muy
interesado en la polémica en torno a la interpretación desde el presente.
Pero una cosa es decir que la historia busca ante todo contestar la pregunta de qué dijo
el autor mientras que desde otras disciplinas importa más qué nos dice ahora, y otra,
muy diferente, suponer que los historiadores siguen defendiendo la idea de que los
textos sólo responden a preguntas que hay que recuperar en el contexto fáctico del
pasado. La anacronía de la que nos advierte Skinner se refiere al diálogo del autor con
sus contemporáneos, el único que realmente tuvo lugar desde su propio discurso, pero
de ningún modo al que cualquier lector del presente entabla con el autor de un texto
clásico. Éste es imaginario, por fuera del tiempo y el espacio, no es asunto de
historiadores, la anacronía no puede aplicarse a él, salvo que se quiera usar dentro de la
argumentación qué fue lo que dijo el autor a sus contemporáneos, en qué debate se
metió, de qué parte estaba en la lucha política, etc, todo lo cual queda dentro de los
límites propios del conocimiento científico del historiador quien es el que debe
reconstruir el debate en su coyuntura, reconociendo aún así que todo tipo de preguntas
que se plantee sobre los textos estudiados proviene de su interés desde el presente.
La ubicación del texto en las coordenadas espacio temporales muestra también otra
confusión derivada de tomar a la historicidad como un simple fluir del tiempo
cronológico en lugar de asentarla en el cambio ideológico. La innovación deriva de la
oposición a la tradición, y señala distintas velocidades de esos cambios en tiempos
discontinuos. El aceleramiento temporal ya está en la letra de la obra, que nunca aparece
como totalmente contemporánea, ni como integralmente innovadora, porque arrastra en
ella sensibilidades, conceptos y convenciones lingüísticas del tiempo en que fue escrita.
La historia conceptual, del mismo modo que ha superado la prioridad del corte
lingüístico está superando el tradicional tratamiento del tiempo y el espacio. El tiempo
es discontinuo y el espacio tan difícil de determinar como el saber hasta dónde y cuándo
llegó la influencia de una obra.
En el estudio de las obras clásicas se nota fácilmente que el campo de la Historia
conceptual ha nacido como interdisciplinar. No sólo porque pertenecen a esta corriente
historiográfica autores provenientes de diversas disciplinas, sino porque el objeto de
estudio también excede el campo específico de las tradicionales. El Leviatán es una obra
de teoría política, pero es mucho más, requiere un profundo análisis de la retórica del
autor, también de su teoría de la libertad humana, y de la del nuevo constitucionalismo
jurídico. Siendo el concepto de libertad el fundamental en el conjunto de la obra de
Hobbes, es el centro de su red conceptual, formada también por los conceptos de libre
albedrío, derecho, obligaciones, equidad, libertad de conciencia, coherencia entre temor
y libertad. Estos conceptos históricos requieren del análisis de la filosofía, la lingüística,
la antropología, la sociología, y los significados atribuídos a cada concepto pueden
variar con el enfoque disciplinar. Por eso, del carácter interdisciplinar de la historia
conceptual deriva también la controversia y el debate, muchas veces mezclado con
oposiciones ideológicas más o menos encubiertas, y, en mayor grado, las
incomprensiones provenientes de la crítica al mismo texto. Así Locke puede aparecer
como innovador, restaurador o conservador, (siendo todo al mismo tiempo) sin que se
invalide por ello cualquiera de las lecturas interpretativas realizadas. La historia
conceptual no busca la verdad, sino la relatividad, desde un perspectivismo lingüístico
tan amplio como el que puede resultar de la búsqueda de preconceptos o metáforas.8
Sobre la obra de Maquiavelo los historiadores conceptuales han coincidido en la
relevancia de dos conceptos clave de su pensamiento político: virtud y fortuna. Así lo
hace Pocock, vinculando permanentemente esos conceptos al de república. Claude
Lefort los relaciona a una red que comprende también a libertad, república, nuovi
ordine, prudenzia, necessitá. Las conclusiones de su trabajo se presentan como
contradicción entre los conceptos de dominación y resistencia a la opresión y como
valoración del concepto de igualdad como concepto esencialmente político. La relación
entre libertad y república remite a ellos continuamente. Quentin Skinner se dedica a
interpretar el concepto de libertad en Maquiavelo, a la que considera una teoría de
libertad negativa desarrollada sin tener en cuenta el concepto de derechos individuales.
En la obra de Locke la discusión se ubica en la interpretación del concepto de
propiedad y prácticamente sus apologistas o sus detractores se dedican a esa tarea y en
un segundo lugar a la relación entre bien común e individualismo. El enfoque sobre los
8
Véase E.Palti, Ideas, conceptos, metáforas, en Conceptos políticos, tiempo e Historia, Universidad de
Cantabria, 2013.
conceptos fundamentales de la obra política de Locke cambió a partir de la obra de
Macpherson y sus afirmaciones sobre su individualismo posesivo. Anteriormente, los
conceptos de preservación de la vida, construcción del Estado, obediencia y libertad
eran los que se usaban por los comentaristas. Los historiadores de Cambridge se atienen
a un concepto de propiedad que consideran de uso político y no económico, y que
traducen por “ser dueño de sí mismo”, al poder gobernarse éticamente y ejercer alguna
forma de jurisdicción fuera del alcance de los demás. Las discrepancias existentes en la
selección del significado conceptual muestran también el potencial del método aplicado,
provocando una atención más precisa a la letra de los textos por medio de un estudio
analítico y otro contextual externo e interno. Si bien consideramos que esta corriente
historiográfica no es la fundadora de una nueva historia intelectual, reconocemos que en
el campo de la investigación del pensamiento político y jurídico (lo jurídico como
político) ha propiciado una renovación importante y ha planteado preguntas y
problemas que antes no se habían mostrado con tal claridad.
Bibliografía mencionada.
Batlle y Ordóñez, José. 1989. Documento para el estudio de su vida y su obra.
Convención nacional del Partido Colorado. Actas 1920-1929.T.ll.Montevideo.
Carnelli,Lorenzo.1925 Folleto “Conferencia” y “Prólogo” en El radicalismo blanco. Su
obra. Su programa. Su organización.1921-1925.Montevideo.
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herramienta para el estudio de la semántica histórica. Santiago de Chile.
Cosentini, Francesco.1921. La reforma de la legislación civil y el proletariado. Madrid.
Dunn, John.1996 The political thought of John Locke. Cambridge.
Koselleck, Reinhart. 2012. Historias de conceptos. Estudios sobre semántica y
pragmática del lenguaje público y social. Madrid.
Lefort, Claude. 2010. Maquiavelo. Lecturas de lo político. Madrid.
Menger,Antón. 1886. El derecho al producto íntegro del trabajo. Madrid. 1898 El
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Rosanvallon Pierre, 2003. Para una historia conceptual de lo político. Buenos Aires.
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Spitz, Jean. 1995. La liberté politique. Essai de genéalogie conceptuelle. Paris.
Vaz Ferreira, Carlos. 1957 Sobre los problemas sociales. Montevideo.
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