Traslos manuscritos deKafka

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Tras los
manuscritos
de Kafka
La pugna por los documentos del escritor,
encerrados en una caja fuerte de Zurich,
se ha convertido en un pulso rastrero
RAFAEL POCH
Berlín
Corresponsal
E
n 1939, hacía quince
años que Franz Kafka, un autor judío
alemán poco conocido de Praga, había
muerto de tuberculosis. Aquel
año, su gran amigo desde
el primer curso de universidad, Max Brod,
también
judío,
huía de Praga ante la llegada de
las tropas alemanas. Brod
admiraba
a
Kafka,
del
que había escrito, en 1937,
su primera
biografía. Era
muy consciente del talento
de su querido
amigo y había sabido leer correctamente la carta que
éste le había enviado
antes de morir: “Quema todo lo que dejo tras de
mí, manuscritos, diarios, cartas y
bocetos...”. Brod no hizo ni caso.
Al contrario, en el equipaje de su
precipitada huida desde Praga a
Palestina encontró lugar para todos aquellos papeles que su amigo quería que destruyese.
Publicista, autor y compositor,
Brod se estableció en Tel Aviv.
Su mujer, Elsa Taussig, murió al
poco tiempo. Los dos habían hecho amistad con Ester y Otto Hoffe, ambos procedentes de Praga,
con quienes coincidieron en un
curso de hebreo. Los Hoffe acogieron al enviudado Brod. Durante muchos años, Ester se convirtió en la secretaria de Brod, sin el
cual la obra de Kafka nos sería
hoy desconocida. Brod
quiso recompensar a
su buena y desinteresada amiga, legándole por escrito lo que
quedaba del
contenido de
aquella maleta con manuscritos y
correspondencia de
Kafka que
él se había
llevado de
Praga
en
1939. Setenta
años después,
esos papeles se
encuentran en una
caja fuerte bancaria
en Zurich, según reveló
en noviembre el semanario alemán Die Zeit, y son objeto de un
pleito entre Israel y Alemania.
Lo que para Brod, un sionista
de izquierdas completamente
desinteresado por el dinero, había sido un acto de amistad y coherencia con el valor literario de
un manuscrito de literatura moderna hasta la fecha. Lo compró
el Archivo Literario de Marbach,
en Alemania.
El grueso de los papeles de
Brod propiedad de Ester Hoffe,
incluido el manuscrito de la carta
de 45 folios que Kafka envió a su
padre en 1919 ajustándole las
cuentas, se encuentran en la caja
fuerte de Zurich. Su contenido se
lo disputan el Archivo de Marbach y el Estado de Israel, que los
reclama como “patrimonio nacional” para la Biblioteca Nacional
de Israel. Ester Hoffe murió el
2007, a los 101 años, y el pleito lo
han heredado sus dos hijas septuagenarias, Eva y Ruth Hoffe,
ciudadanas de Israel. Ambas es-
Para Israel,
los manuscritos
del autor de
‘El proceso’ son un
asunto de Estado
En Praga. Kafka, en
una calle de Praga. En
la foto ovalada, con dos
de sus tres hermanas
FOTOS: EFE Y ARCHIVO
Kafka, se ha convertido en un
asunto de dinero, más rastrero
que kafkiano.
Ester Hoffe, legítima propietaria de los papeles, se vio enseguida acosada por quienes querían
comprárselos. En 1974 tuvo que
defenderse judicialmente porque
en Israel cuestionaban su derecho a hacer con ellos lo que qui-
siera, tal como Brod dejó por escrito. En los sesenta, Brod había
cedido a la Universidad de Oxford los manuscritos de América
y El castillo. Ella vendió algunos
documentos, entre ellos el original de El proceso, por el que recibió 1,7 millones de euros en los
años ochenta, en una subasta de
Sotheby´s, la venta más cara de
tán decididas a vender los documentos de Kafka al Archivo de
Marbach.
Los alemanes no consideran seria la pretensión de que los documentos sean “patrimonio cultural de Israel”, cuando Kafka escribía en alemán, “nunca estuvo en
Palestina y murió 25 años antes
de la fundación del Estado de Israel”, explica Die Zeit. Por su parte, las ancianas hermanas Hoffe
denuncian ser víctimas de una
campaña de desprestigio y presión, a la que no sería ajeno el hecho de que el diario más beligerante en este caso, Haaretz, sea
propiedad de una familia que reclama haber comprado los derechos de autor de Kafka. Poco días
después de la publicación de un
artículo adverso en Haaretz, Eva
Hoffe, de 75 años, se encontró a
un tipo con guantes blancos hurgando en su casa.
Israel reclama la caja de Zurich, alegando que su contenido
fue sacado de Israel de forma ilegal. También quiere el manuscrito de El proceso. Las hermanas recuerdan que Max Brod nunca
fue querido en Israel y describen
la reclamación como “una manera burda de explotar la mala conciencia alemana por la guerra y el
holocausto”.c
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