Seducción en el aula - Sistema abierto de publicaciones seriadas

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Seducción en el aula
Carlos Hernando Dueñas M.*
Nos dicen que todo funciona con la producción,
¿Y si todo funcionara con la seducción?
Jean Baudrillard
[…] pero no olvidemos que se trata de seducir y
en toda seducción hay siempre un poco de trampa
y espejismo […] excusable cuando lo que se hace
amable y hasta necesario por esta vía es algo que
intrínsecamente merece la pena.
Fernando Savater
Resumen
Ante la frecuente desmotivación de los estudiantes frente a los procesos que se
llevan a cabo dentro del aula universitaria se plantea la necesidad de adoptar
la seducción como estrategia, acorde con las condiciones en que el estudiante
vive su cotidianidad extra académica. Si en la seducción siempre hay algo oculto, se debe aprovechar esa condición para desplazar el centro de atención del
estudiante hacia el conocimiento académico, en la medida que éste debe ser
siempre algo por descubrir. Para hacerlo, otras formas de seducción presentes en
el proceso educativo deben servir de medio para lograr llevar al sujeto hacia el
lugar secreto donde encontrará el saber.
*
Licenciado en Educación, con estudios en Pedagogía Musical, Universidad Pedagógica Nacional. Comunicador social-periodista, Universidad de Bogotá Jorge Tadeo Lozano. Especialista en Comunicación-Educación, Universidad Central. Docente de tiempo completo e
investigador, Programa de Comunicación Social de la Universidad de Bogotá Jorge Tadeo
Lozano. E-mail: [email protected]
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Carlos Hernando Dueñas M.
Una vez inmersos en la sociedad de consumo –de productos, de servicios, de información–, ya no podemos abstraernos al influjo de los medios
masivos que nos bombardean constantemente con promesas de convertirnos
en seres únicos: un cuerpo perfecto –body building–, soluciones tecnológicas para todas las tareas del hogar, moda al día –prêt-a-porter–, servicios
asistenciales en todos los campos –medicina, seguridad, bienestar–, todo
personalizado, a la medida y gusto del usuario; confort y opulencia: proceso
de seducción continua.
Estas estrategias del mercado y del consumo también están presentes hoy
en la educación. Las instituciones educativas, por lo menos en ciertos sectores
sociales, le apuestan cada vez más a la conquista de nuevos clientes mediante
la oferta de servicio de lujo: instalaciones físicas comparables con clubs o spas,
bienestar, hedonismo, espacio libre, aire puro y, si queda tiempo, academia. El
docente es proveedor de servicios y el estudiante el cliente, y el cliente siempre
tiene la razón.
Pero a pesar de todos los cambios en los modelos pedagógicos y metodológicos, y en las didácticas y los recursos de apoyo a los procesos educativos,
la fuerza de la tradición aún permanece en las concepciones de los maestros. El
esquema vertical de una sociedad de adultos letrados, con un saber enciclopédico, que pretenden educar a los jóvenes e incorporarlos a la vida profesional
productiva, se repite y perpetúa en nuestro contexto. De esta manera se genera
una contradicción entre la realidad cotidiana –seductora– del joven estudiante
y la realidad del aula.
Nuestra reflexión gira entorno a los procesos dentro del aula, entendidos
como un continuo proceso de seducción alrededor del conocimiento. Un juego
cuyo objetivo es descubrir lo oculto: el conocimiento. “¿Qué hay más seductor
que el secreto?”, dice Baudrillard.1
1. Por qué hablar de la seducción en el aula
De un tiempo para acá los maestros enfrentamos una situación aparentemente tonta, pero que se vuelve significativa cuando nos damos cuenta que
está afectando los procesos en el aula. Se trata de la motivación de los estudiantes.
1
74
Jean Baudrilard, El otro por sí mismo, Barcelona, Anagrama, 1997.
Seducción en el aula
Permanentemente se escuchan voces de protesta: “el profesor no me motiva”,
“la clase no me motiva”. En otras palabras, cuando un estudiante pide ser motivado
–movido–, está connotando la ausencia de la facultad de moverse por sí mismo y por
lo tanto requiere de un motor externo para emprender su propio proceso. El problema se presenta cuando se asume que ese motor es el docente y que el estudiante no
tiene la responsabilidad de buscar esa motivación en sí mismo. Y es más preocupante cuando hoy día se piensa la educación como un proceso de auto construcción y
búsqueda del conocimiento, basado en el principio de autonomía.
Las causas de la aparente apatía de los estudiantes frente al proceso de formación académica se buscan en el proceso mismo y se concentra en la figura del
docente como único responsable del éxito o el fracaso. Sin embargo las causas
pueden estar fuera del aula y fuera de la academia, en el espacio seductor del consumo, el hedonismo y el narcisismo propios de la época.
Al contrario de la motivación, la seducción actúa, no como motor, sino como
conducción. La etimología de la palabra nos remite al prefijo se, que denota separación, y a ducere, conducir. Originalmente la seducción se entiende como una artimaña para apartar a alguien a un lugar solitario con el fin de obtener favores, generalmente de índole sexual, mediante el engaño. En una acepción contemporánea,
seducción también denota engañar, envolver mediante artificios. Estaríamos hablando de conducir sin que el otro oponga resistencia o sin que sea conciente de ser conducido, pero no necesariamente con fines perversos.
Así la motivación debe ser un motor interno del sujeto y la seducción un proceso
externo de conducción que aprovecha la motivación. Tanto la motivación como la
seducción deben apelar al deseo, aunque de distinta manera, para generar un efecto
en el sujeto. Pero, durante los años de mayor productividad física e intelectual el sujeto se enfrenta al tener que estudiar, y pocas veces se le incentiva el deseo, el querer.
En nuestro contexto, estudiar no es un acto volitivo, sino más bien un imperativo social. Mucho menos, salvo casos aislados –presentes sobre todo en los primeros
años de escolaridad–, tiene tintes de ser un proceso emotivo (lúdico-hedonista).2 En
la realidad cotidiana el estudio sigue siendo una obligación que se asume como parte
de la incorporación del individuo a la sociedad y a la dinámica de producción que,
supuestamente, garantiza, si no el ascenso, por lo menos la estabilidad social. El efecto del paso por una universidad se constituye como un imaginario colectivo que se
fundamenta en el querer ser alguien, cuando no en el poder.
2
Lo volitivo y lo emocional se entienden como dos niveles de la actividad psíquica del ser
humano. Lo volitivo se refiere a la manifestación de autocontrol, autorregulación, toma de
decisiones, lucha por alcanzar aspiraciones, motivaciones, etc. Lo emocional incluye el
gusto, el placer, la afectividad, la aversión, el temor, el disgusto, la ira, etc. El tercer nivel es
el cognoscitivo, al cual apunta normalmente la educación formal en los niveles superiores.
Guillermo Rojas T., Psicología social y nuevo líder, Bogotá, Magisterio, 1997, p. 16.
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Carlos Hernando Dueñas M.
Mario Carretero3 hace una interesante caracterización general de la educación en América Latina: en casi todos los sistemas educativos inspirados en
el modelo occidental, se logra despertar el interés de los alumnos en los primeros niveles mediante la presentación de actividades motivadoras. Esta situación
cambia en la medida que los niños crecen y van ascendiendo a niveles superiores. Poco a poco se pierde el potencial de aprendizaje intuitivo del niño y se
le sumerge en un universo académico en el que debe dar cuenta de diferentes
disciplinas (presentadas de manera inconexa) y de lenguajes especializados. Esta
situación se agudiza en la adolescencia; el alumno debe enfrentar una formación extremadamente académica que puede dar al traste con su capacidad de
comprensión.
[…] por un lado, el alumno posee mayor capacidad cognitiva
que en edades anteriores, y ha adquirido también mayor cantidad
de información sobre numerosas cuestiones. Sin embargo, en términos generales su rendimiento global y su interés por la escuela
suele ser mucho menor que en los primeros cursos. En definitiva, es
como si el sistema educativo estuviera desaprovechando la mejora
que se ha producido en la mente de los alumnos y en vez de obtener un mejor partido, estableciera las condiciones para producir lo
contrario.4
Esa mayor cantidad de información a la que hoy está expuesto el estudiante es, en gran medida, producto del consumo de medios de comunicación y del acceso a las redes de información a través de las nuevas
tecnologías. En este sentido la universidad (y en general la escuela) está
compitiendo en inferioridad de condiciones contra otras fuentes de información5 que circulan en el espacio-tiempo de lo cotidiano y que acaparan más
la atención de los jóvenes, que los motivan, que los seducen. Esta información pocas veces permea el espacio académico –que en la práctica parece
abstraerse de la cotidianidad– en el que el discurso de corte academicista,
repetitivo, poco interesante y algunas veces caduco de los maestros ya no
convence.
3
4
5
76
Mario Carretero, Constructivismo y educación., Buenos Aires, Aique, 1993.
Ibidem, pp. 17-18. El subrayado es nuestro.
En la llamada sociedad de la información la distinción entre conocimiento e información no
es muy clara. Además, el saber “legitimado” por la cultura y la sociedad a través de la historia, comienza a ser poco significativo para las nuevas generaciones. Lo inmediato, práctico y
productivo, cuando no lo superfluo, volátil y efímero es lo que adquiere sentido.
Seducción en el aula
El estudiante que está en permanente consumo de contenidos mediáticos
está sujeto a las estrategias de persuasión y seducción de los medios masivos, que
deben vender sus productos a una audiencia ávida de nueva información. Las
llamadas Industrias Culturales le ganaron hace bastante tiempo la delantera a la
academia, que, en términos generales, se ha resistido a aceptar esta realidad.
Según Juan Carlos Tedesco,6 cuando el niño accede a la educación formal
–proceso de socialización secundaria– viene con un bagaje muy grande de información adquirida a través de los medios masivos. Esta información se anticipa
a la secuencialidad y gradualidad de la educación tradicional. Si bien hoy se
habla de flexibilidad en los currículos de educación superior, la información
obtenida extra académicamente aún sigue siendo mayor y más diversa –y en
muchos casos no tomada en cuenta dentro de los procesos formales– que la
obtenida en la academia.
Surge entonces un interrogante: ¿cómo lograr cambios de actitud por parte
de los estudiantes frente al proceso de educación formal? En otras palabras, ¿qué
mecanismos o estrategias se deben adoptar para aprovechar ese potencial cognoscitivo y productivo del alumno? Y en fin, ¿cómo competir con esos universos
de información que absorben, consumen y en algunos casos desechan los jóvenes desde los medios?
2. La seducción en el aula
En la llamada posmodernidad, la imagen (como percepción y como representación) se ha constituido como el canal de acceso a la dinámica de consumo
de objetos, de mercancías, de información, de cultura. Pero no es una imagen
cualquiera: es una imagen seductora, que despierta el interés y el deseo por la
posesión del objeto o de su representación simbólica. Esa posesión se da en el
plano de lo concreto o de lo abstracto: el tener efectivamente el objeto o el aprehender sus formas de representación (a través del lenguaje, del deseo mismo, de
la percepción y la sensación, etc.).
La seducción apela a lo lúdico en cuanto en ella, como dice Savater, existe
un poco de trampa y espejismo,7 no es la imagen real, es otra imagen, es la
apariencia. En la seducción siempre hay algo no revelado (no necesariamente
es el juego de la mentira, pero si del engaño y el artificio). Quien seduce no se
muestra totalmente; igual, el objeto seductor guarda mucha información que se
revela a posteriori.
6
7
Juan Carlos Tedesco, El nuevo pacto educativo: educación, competitividad y ciudadanía
en la sociedad moderna, Madrid, Anaya, 1995.
Fernando Savater, Diccionario filosófico, Bogotá, Planeta, 1995, p. 349.
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Carlos Hernando Dueñas M.
Si la publicidad, y en general las industrias culturales, recurren a la seducción
como una estrategia de regulación del consumo.8 ¿Por qué no utilizarla también
como una estrategia dentro del ámbito educativo? ¿Por qué no jugar con las mismas
reglas con se juega en el mundo real, fuera del espacio-tiempo de la escuela?
Nosotros los maestros siempre queremos tener la atención, el respeto, la
credibilidad y el reconocimiento por parte de los estudiantes; siempre queremos
que nuestra materia sea la más importante, siempre queremos los mejores resultados y, sobre todo, que los alumnos aprendan (aprehendan) algo de nosotros
(de cierta manera siempre buscamos la autosatisfacción en el juego de la seducción). Pero ese no es el fin de la educación, más bien, a través de la seducción
debemos permitir que se despierte en los estudiantes el deseo y el interés por la
construcción y la posesión de conocimientos, no por la imitación y la repetición
del contenido exacto o del gesto del maestro.
La seducción, como se mencionó atrás, ya ha trascendido los terrenos de
la educación, según la plantea Lipovetsky la dinámica social del consumo ha
transformado el ámbito mismo de lo social, ha transformado los lenguajes y, a
través del uso de objetos (aparatos, medios), ha transformado las dinámicas de
producción, reproducción y transmisión del saber. “La educación, antes autoritaria, se ha vuelto enormemente permisiva, atenta a los deseos de los niños
y adolescentes mientras que, por todas partes, la ola hedonista desculpabiliza
el tiempo libre, anima a realizarse sin obstáculos y a aumentar el ocio”.9 Pero,
tercamente, muchos maestros aún se aferran a la disciplina coercitiva, al autoritarismo, a defender los propios deseos y a determinar “lo que es mejor para los
alumnos”; además, pretenden ocupar su tiempo libre con tareas que no dejan
espacio al gozo en el hacer y el aprender.
En el ámbito del consumo se seduce mediante la generación de procesos
de personalización, es decir la sobre multiplicación de elecciones que permite
al individuo construir su yo (constituirse como sujeto) a partir del consumo personalizado que consiste en “[…] multiplicar y diversificar la oferta, en proponer
más para que uno decida más, en sustituir la sujeción uniforme por la libre
elección, la homogeneidad por la pluralidad, la austeridad por la realización de
los deseos”.10
8
9
10
78
“Lejos de circunscribirse a las relaciones interpersonales, la seducción se ha convertido en
el proceso general que tiende a regular el consumo, las organizaciones, la información, la
educación, las costumbres. La vida de las sociedades contemporáneas está dirigida desde
ahora por una nueva estrategia que desbanca la primacía de las relaciones de producción
en beneficio de una apoteosis de las relaciones de seducción”. Gilles Lipovetsky, La era del
vacío, Barcelona, Anagrama, 1986.
Ibidem, p. 20.
Ibidem, p. 19.
Seducción en el aula
Este proceso de personalización también ha llegado a la escuela desde hace
algún tiempo (la educación personalizada) como una estrategia metodológica.
Según Lipovetsky el proceso de personalización en la enseñanza se manifiesta en “trabajo independiente, sistemas opcionales, programas individuales de
trabajo y apoyo por microordenador, tarde o temprano diálogo con el teclado,
autoevaluación, manipulación personal de la información”,11 y añadimos, currículos flexibles, distribución y organización personal del tiempo…
Poco a poco la escuela ha asumido estos procesos desde lo pedagógico,
pero no se ha planteado la posibilidad de repensar los procesos educativos como
procesos comunicativos intencionales en los que la estrategia y los mecanismos
de seducción pueden jugar un papel importante. De hecho, dentro de la dinámica de consumo se privilegia hoy día la comunicación frente a la coerción (y a
la persuasión), y la educación no debe ser ajena a esta dinámica. La seducción
entonces no se puede pensar sólo como una estrategia pedagógica, sino también
(y sobre todo) como una estrategia comunicativa dentro del aula.
Los procesos personalizados en el aula cambian las formas de relación entre alumnos y profesores: ellos –los estudiantes– ya no son la masa informe de
códigos o apellidos; hoy tienen nombres y son reconocidos en su individualidad como sujetos. Se tienden puentes de diálogo, se evalúa de acuerdo con las
capacidades de cada uno, se adoptan nuevos lenguajes (el lenguaje cotidiano
de la calle irrumpe en el aula con toda su riqueza), se humaniza el proceso de
enseñanza-aprendizaje. Los alumnos ya saben que el maestro no lo sabe todo. Y
todo esto hace parte del juego seductor, que puede ser transformado en estrategia pedagógica, metodológica y comunicativa.
En los juegos de seducción se logra además una dinámica interna de comunicación en la que no todo se dice, no todo se expresa y en la que se da campo
para la imaginación y la creatividad. La seducción como estrategia educomunicativa debe permitir que aquello que se aprende debe ser significativo no sólo
en sí mismo, sino en cualquiera de los niveles psíquicos del individuo: cognoscitivo, emocional y volitivo. Este es el fundamento del llamado aprendizaje
significativo y del constructivismo aplicado en la educación.
3. Juegos de seducción
Savater, al referirse a la seducción como estrategia para acercar a los estudiantes
hacia la filosofía, plantea, siendo consecuente con la importancia de la cultura
de lo escrito dentro del aula, la utilización de los libros como instrumentos efectivos, siempre y cuando éstos no sean:
11
Ibidem, p. 20.
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Carlos Hernando Dueñas M.
[…] manuales escolares, porque los manuales no son más que instrumentos de trabajo que centran la relación alumno-profesor, mientras que
la seducción llega a través de la lectura asilvestrada, sin intermediarios.
Y deben evitar (las obras) el tono intimidatorio del experto: nada de esa
voz que dice “no oses entrar si no sabes ya mucho”, sino otra que invite
“entra sin miedo, lo pasarás muy bien y quizá salgas sabiendo algo”.12
Pero el libro no es el único medio –objeto– seductor. Las estrategias de
seducción que emergen en el aula, tienen que ver con los dispositivos tecnológicos, con los lenguajes, con los procesos comunicacionales, los artificios, incluso
con la imagen del sujeto y con los espacios. Ninguna de estas estrategias es un
fin en sí mismo, pero siempre se corre el riesgo de quedarse en el juego seductor
y no desplazar la atención sobre el objeto que debe seducir y ser seducido en el
aula: el conocimiento.
Algunas formas bajo las cuales se presenta la seducción en el aula son:
La tecnoseducción, los adelantos tecnológicos en la informática y en los medios de apoyo a la docencia, permiten hoy en día la exploración de nuevas expresividades en el aula. La seducción a través del uso de aparatos implica trascender
su nivel instrumental y adentrarse en la búsqueda de la expresividad y en el manejo de lenguajes diversos. Las nuevas tecnologías no deben ser sólo el sustituto de
los recursos tradicionales (como el tablero o el libro) sino que deben constituirse
como parte de toda una estrategia seductora pensada desde la comunicación, la
metodología y la didáctica. La seducción juega con la sorpresa, con lo inesperado,
y los medios y las tecnologías en el aula producen estos efectos al cambiar continuamente las estrategias de comunicación, a la vez que apoyan el proceso enseñanza-aprendizaje. Los medios permiten mostrar fragmentos de la realidad desde
diferentes perspectivas: algo de esa realidad siempre queda oculto, no se muestra
todo, así queda espacio para la imaginación y la creatividad.
Las nuevas tecnologías han planteado un nuevo reto para los maestros. El
juego de la seducción tiene una nueva mediación: el computador, pero, ¿es el ordenador el que seduce? ¿Hasta qué punto el alumno intenta seducir al aparato? La
dimensión comunicacional en el aula ha sufrido grandes transformaciones: “My
computer likes me”: no nos engañemos, la seducción videomática no se debe
únicamente a la magia de las nuevas tecnologías, sino que está profundamente
arraigada en esa ganancia de autonomía individual, en su posibilidad para cada
cual de ser un agente libre de su tiempo, menos sujeto a las normas de las organizaciones rígidas. La seducción en curso es privática, sostiene Lipovetsky.13
12
13
80
Savater, op. cit., p. 349.
Lipovetsky, op. cit., p. 21.
Seducción en el aula
Seducción simbólica: es la seducción ejercida a través de los contenidos
discursivos del maestro. Es la seducción del lenguaje. En esta forma de seducción hay dos modalidades importantes: la ironía y la paradoja. Ambas tienden a
desestabilizar el piso teórico (o el mundo de creencias e imaginarios) del alumno, desde donde parte su proceso de aprendizaje. Se juega con discurso paralelos, aparentemente contradictorios, pero siempre se deja un espacio vacío que
debe ser llenado por el estudiante. El juego de seducción a través del lenguaje es
más complejo, pero más provocador.
El encantamiento de serpientes o el artificio como arma seductora: la experiencia del maestro le enseña que algunas veces debe recurrir al truco, al
juego de habilidad, a lo histriónico, para lograr seducir a sus interlocutores. El
contenido discursivo pasa a un segundo plano ya que lo importante es la forma
como se construye el ambiente de aprendizaje. El maestro se convierte en el encantador de serpientes que no deja ver el truco: de hecho a las serpientes poco
les importa saberlo y el público sorprendido pone a funcionar su imaginación
para descubrirlo.
La imagen lo es todo: cercana a la seducción por el artificio está la seducción por
la imagen, por la apariencia del sujeto. El maestro tiene la capacidad de construir una
imagen que lo vuelve popular, esto parece suficiente para seducir a los estudiantes.
No es sólo la imagen física, es también el juego de representaciones del sujeto (lo
histriónico), es el mito que se crea alrededor de una persona.
El juego de la ilusión del saber, o también el saber por el saber: esta forma
de seducción juega con la ilusión de saber mucho aunque no se sepa nada,
sobre todo en un medio educativo que evalúa al sujeto por competencias, casi
siempre entendidas como el saber hacer. Hay maestros que privilegian el saber
acumulativo no aplicado, en campos que requieren el hacer, pero convencen
al estudiante que ese saber es suficiente para desempeñarse laboralmente. Pero
también se da el caso del enseñar a hacer sin reflexionar y sin sentido crítico. Se
seduce mediante el engaño y la promesa de enseñar lo que “realmente sirve”: y
sólo se lo voy revelar a usted.
Víctor Amar cita a Roberto Rosellini, quien define mejor esta situación al
referirse a la sociedad de la información que produce “un estado de semicultura
que provoca cierta zozobra intelectual, llevada por la avalancha y saturación de
información […]: ‘la semicultura es peor que la ignorancia, porque nos engaña.
Su engaño hace posible tenernos atados de pies y manos, subyugados por quimeras. La semicultura, en efecto, es la ilusión de saber’”.14
14
Víctor Amar, “Sociedad en tiempo presente y educación: a propósito de las nuevas tecnologías y los medios de comunicación”. Artículo contenido en www.dewey.uab.es/pmarques/
evte/victoramar.doc.
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Carlos Hernando Dueñas M.
La promesa de éxito: el proceso formativo adopta una modalidad seductora
cuando –como una forma oculta del currículo– aparece la promesa de éxito en
el mundo laboral y social. La ilusión del sujeto exitoso no sólo la forman los
medios masivos; también la educación le apuesta a la competitividad del sujeto
y al éxito en un mundo laboral cada vez más cerrado y saturado.
Stand up comedy: en la sociedad del placer, del goce y el hedonismo, el entretenimiento es un ingrediente fundamental de los medios masivos y del mundo
del espectáculo. Una de las formas de entretenimiento es el humor. A través de él
se puede transgredir la institucionalidad, sin soportar el rechazo del espectador.
Además “soslaya la coherencia del discurso, burla la racionalidad de la argumentación e impide la réplica”.15 Cuantas veces el estudiante aprueba con su
risa el histrionismo de los profesores y aseguran sí ser motivados. Al final es sólo
un juego de seducción que oculta la ligereza del discurso y enmascara la falta de
argumentación. Sin embargo también el profesor debe luchar para conjurar una
de las patologías contemporáneas: el tedio.
La necesidad de la risa y la diversión en nuestra sociedad ha sido justamente
criticada por Muñoz Molina, asegura José Luis Sánchez Noriega:
Los libros, las clases de literatura, las exposiciones, los museos,
los programas de televisión, incluso los sermones dominicales, supongo, han de ser, ante todo, divertidos, no sea que el alumno se
aburra, que el espectador se marche de la sala, que el visitante del
museo lo encuentre opresivamente serio, que el espectador deserte
hacia otra cadena o el devoto hacia otra religión […]. La vida acaba teniendo una banda sonora de risas preparadas, un audímetro
que controla la intensidad de las carcajadas y aplausos y determina segundo a segundo los índices de audiencia: ya no hay que ser
sublimes sin interrupción, sino chistosos sin descanso, y perder la
popularidad es más imperdonable que perder la vergüenza.16
La seducción del conocimiento: todas las anteriores formas de seducción,
como se dijo, no deben ser un fin en sí mismo. Todas deben contribuir a lograr
ese desplazamiento hacia el objeto que debe ser seductor y ser seducido: el
conocimiento. Un conocimiento en función de la construcción del sujeto. Allí
reside el fundamento de la autonomía: en un sujeto artífice de la búsqueda del
conocimiento de sí mismo y de la realidad.
15
16
82
José Luis Sánchez Noriega, Crítica de la seducción mediática, Madrid, Tecnos, 1997, p.329.
Ibidem.
Seducción en el aula
El conocimiento es seductor en cuanto es esquivo y siempre hay algo oculto
en él que debe ser descubierto. El juego del conocer debe ser tan placentero,
o más, que una tarde de ocio dominical frente al televisor, o que el placer de
consumir sin límites, hasta el paroxismo.
La seducción por y del conocimiento debe ser la seducción continua en el
aula, entendida ésta, ya no como un espacio hermético, en el sentido originario
de la palabra, sino como un espacio abierto para el descubrimiento del conocimiento.
La seducción no es el único recurso y probablemente no sea el más efectivo
para enfrentar los nuevos retos de la educación. Sin embargo es algo que está
presente en todas las esferas de lo social, en esta era postindustrial, y puede ser
pensada desde la educación y la comunicación como una estrategia para competir desde la escuela contra otras fuentes de información más seductoras que
los discursos repetitivos de la academia.
Pero no hay que olvidar que el otro, el estudiante, también está jugando
también su juego y su estrategia puede ser engañosa, secreta y oculta como en
toda seducción.
Bibliografía
Amar, Víctor. “Sociedad en tiempo presente y educación: a propósito de las
nuevas tecnologías y los medios de comunicación”. Artículo contenido en
www.dewey.uab.es/pmarques/evte/victoramar.doc.
Baudrillard, Jean. El otro por sí mismo. Barcelona, Anagrama, 1997.
Carretero, Mario. Constructivismo y educación. Buenos Aires, Aique, 1993.
Lipovetsky, Gilles. La era del vacío. Barcelona, Anagrama, 1986.
Sánchez Noriega, José Luis. Crítica de la seducción mediática. Madrid, Tecnos,
1997.
Savater, Fernando. Diccionario filosófico. Bogotá., Planeta, 1995.
Tedesco, Juan Carlos. El nuevo pacto educativo: educación, competitividad y
ciudadanía en la sociedad moderna. Madrid, Anaya, 1995.
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