13 de Agosto cae 1 ssa„^ LA MUJER JUZGADA POR UNA MUJER

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1 3 de Agosto cae 1 s s a „ ^
„_„.-„.I Por suscrieioB, un año: España, « pesetas.—Países de la unión postal, t O pesetas, (se admite el paga en letra sebre Paris).
rnMiiu&ilPQf números sueltos.- España, l O cents, los de 8 págs. y » 0 los de 16.—Union postal, Ift céntimos los de 8 págs. y t C los d« 16 id.
El monstruo la rompió cual débil caña.
(De la novela.)
LA MUJER JUZGADA POR UNA MUJER
D,« CONCEPCIÓN GIMENO DE FLAQÜER.
Un tomo e s m e r a d a m e n t e i m p r e s o . V é n d e s e al
precio de dos pesetas en las l i b r e r í a s de V e r d n g u e r , P u i g , López, Felip y La M a r i n a .
TEXTO:
Reruerdos de Egipto, ñor/). M. Iba Ai/oro.—Los bostezos, por D.E.
de I.uslonó.—Variedades.— Nuestros grabados. —A la memoria del
malogrado poeta I). Joaquín M." Bartnna, en el segundo aniversario
fie su temprana muerte, poesía por Z). José María Lasarte.—^\ amada, poesía |)or D. Miguel Tejera.—Epigramas, por D. Cecilio Navarro.—E\ capitán Magon ó una exploración fenicia, por M. León Cahun,—Anuncios.
GRABADOS:
Grabado de la novela «El capitán Magon».—Una dama romana jugando
con sus biios.—Vista exterior de la exposición de Villanueva y Geltrú.
—Egipto. Inundaciones del Nilo.
LA ILUSTRACIÓN.
394
RECUERDOS DE EGIPTO.
INTRODUCCIÓN.
OY en ijuc la reina del Medilerváneo, lioy en
c[nc la bella Alejandría está desapareciendo
bajo el furor dé las llamas; lioy en (|ue las
miradas do cien potencias se lijan en ella
ansiosas de penetrar el resultado de la sangrienta lucha que so ha desen('adenado en
sus pla/as y callos, ludia que puede tomar
el desastroso cai'ácter de una guerra europea; hoy en que tanto y tan pi'eeioso monumento como atesora su suelo jiuoden (|uedar
reducidos á la nada, dejándose de oir para
siempre el eco sublimo (|uo por ellos llega
hasta nosotros, de cien misteriosas generaciones, que pasaron; permitidme recordar los dulces instantes, que se deslizaron para mi alma en
el gallardo barrio europeo ([ue se ostental)a con
justísimo orgullo; en los sucios y sinuosos barrios
árabes, inmundas cloacas, (|ue con lanío brío hablaban á la imaginación occidenlal; permitidme recordar la mágica vida que se deslizaba en el Jardin pastrc, en ([ue la fantasía oriental uniendo lumbas antiguas y rocas artiticialos, en cuyas cumbres
nacían bos(iuecillos do palmeras; en cuyas cavernas formaban singular contrasto las músicas árab(!s do sonidos especiales, de extrañas armonías, con los arroyos de agua
cristalina (|ue caían en seductoras cascadas; permitidme
traerá la memoria los obeliscos de Cleopatra, monolitos de
origen no conocido, de objeto tan obscuro como su origen,
que comprimen con su grandeza el ánimo del Europeo; permitidme dirigir una mirada de cariño á todos aquellos objetos,
en cuya contemplación tanto [¡lacer experimentó un día, por
si acaso han sucumbido ya bajo el voraz fuego de musulmanes y cristianos!
Ojalá que así no sea: ojalá que aquellos eternos suspiros de
la grandeza egipcia, símbolos gigantescos con que los Faraones sellaron su paso por el tiempo, vivan aun; ojalá í|iie
no hayan perecido víctimas de la enconada saña de las naciones.
Yo me propongo visitar desde mi gabinete Alejandría; r e correr sus calles, sus templos cristianos, sus mezquitas, sus
jardines, sus espesos bos([ues de palmeras y levas, sus teatros, su gran canal, y sol)re todo sus elocuentes ruinas; osos
venerandos escombros (|ue nuestro siglo no alcanza á comprender; esos restos sobre cuyas cenizas, en medio del sepulcral silencio aue las rodea, parecen extinguirse los últimos
ecos do aquellas generaciones de titanes (|ue los levantaron.
Yo me propongo recorrer desde mi gabinete lodos aíjuellos
sitios, cuya atmósfera respiró un día; pero como una guerra
imponente comienza en aquel país; como fuerzas extranjeras
han ocupado ya la ciudad de Alejandro, como un bélico Genio se ha internado en ademan hostil, y el Cairo, y las aldeas,
y el Desierto se han inllamado á su potente mirada; en una
palabra, como en el momento en que escribimos, nadie puede
juzgar con acierlo de la marcha, proporciones, ni Hn (|ue
tendrá la cuestión que hoy preocupa al mundo civilizado,
creemos oportuno y esperamos ([ue nuestros lectores nos
agradecerán, tratar, antes de engolfarnos en la historia y descripción de la bella Alejandría, un cuadro sucinto pero dolaUaao, de la geografía del Egipto en sus tres manifestaciones
física, política y descriptiva; siendo indudable la ulilidad.
más, la necesidad de tales apuntes para seguir mentalmente
las operaciones de los cuerpos beligerantes, que en a(|uellas
fértiles campiñas discuten hoy principios y derechos con el
fuego del cañón.
GEOGRAFÍA.
«El Egipto, dice F^'rancisco Levernay, no es másqueun vas
to oasis en medio de un inmenso desierto; oasis creado por
el Nilo en un tiempo que se puede calcular aproximadamente
midiendo la profundidad de las capas de tierra vegetal, y suponiendo estas capas á razón de doce centímetros por siglo.»
Esta aglomeración ó superposición de ("ipas vegetales de (|ue
Lavernay habla ('on tanto acierto, deben sin duda ser más
delgadas á medida ijue son mayores las distancias que separan el terreno fecundizado, del álveo del Nilo; porque nostros hemos hecho detenidamente esta observación on las últimas regiones occidentales que sufren las inundaciones de
ese célebre rio, cuales son las faldas de Gizeh, en cuya cumbre se levantan las célebres pirámides, ó sea en el poético confindel valle y el Desierto, y liemos visto que la serie de capas
de tierra vejetal, 6 mejor que la capa tolal do limo depositado
allí no pasa de un metro, lo cual señalaría un número muy reducido de siglos, sino admitiésemos la suposición que hemos
hecho y (¡ue parece muy natural, de ([ue las ondas de inundación disminuyen en densidad á medida que se alejan de su
centro de producción y de impulsión, que es el Nilo.
Ya ((uo tanto se ha hablado por los geólogos acerca de la
formación del Egipto, indiquemos la hipótesis (|ue sobre eslc
particular debemos al célebre Dolomieu. miembro de la comisión científica (¡ue Napoleón envió á estudiar ai|uel jiaís,
Dice así:
«Una causa desconocida, el cho(|uc de un cometa con el
globo terrestre por ejemplo, produjeron en nui^stros mares
grandes oscilaciones, (juedando sepultada en ellos por algún
tiempo parte do los continentes; en este brusco y colosal movimiento las aguas del Mediterráneo se lanzaron sobre el
monto Líbano, mientras que las del Océano índico entraron
on el golfo Arábigo.
«Las devastadoras corrientes se reconcentraron en diversos
puntos; verilicósc un momento de e(|uilibrioy entonces dejaron caer las rocas (|ue habían arrobalado.
«Así se form(') el Istmo do Suez; así se formaron las capas
do conchas que lioy constiluyen colinas enteras; así se form()
el gran Desierto; así se esparció la sal sobre la suporticio de
todo ol Egipto, y así s(^ aglomeraron substancias heterogéneas
sobre lugares i|uo nunca han podido producirlas.»
Este es el origen (|ue las investigaciones científicas atribuyen al Egipto,
El lígipto propiamente dicho, ó sea la patria de los F'araoiios y Ptolomoos, os todo de aluvión hasta el Assouam, donde
aparecen los terrenos primitivos v las montañas de eso granito rojo llamado sienita, del nombre antiguo do Si/cnne, donde se encontraba, cambiado hoy por el de Assouam.
El Egipto propiamente dicho se encuentra limitado por las
montañas líbicas al Oeste y por las arábigas al Este, las cuales se extienden hasta más allá del Cairo, donde toman el
nombro de Mokalam.
De estas montañas de Mokatam. distantesocho ó nueve leguas del Cairo, según pudimos apreciar á la visla, y según
nos aseguraron dos beduinos que nos acompañaban, es de
donde se creo sacaron la piedra para construir las pirámides
de Gizeh: osos monumentos, que si siempre han anonadado
al hombre con su grandeza material, hoy, á medida (¡uo las
sabias investigaciones de algunos eminentes europeos van
quebrantando su seno de misterios, le fascinan con las riquezas ciontíticas que atesoran, no faltando ya en la república
do las letras, quien á la mayor de dichas pirámides designe
con el csprosivo nombre de monximcnto inspirado.
No siendo el Egipto más que un valle formado por el Nilo,
nos parece convi-nicnte decir dos palabras do tan importante río.
Siempre ha sido un problema ([UO ha martirizado el ánimo
de los sabios investigadores ol origen ó nacimiento del Nilo:
antiguamente se creía que brotaba en la Abisinia, en unas
altas montañas que Ptolomoo llama montañas de la Luna, y
los árabes D(/chrl-el-Kamaf. (|ue (|uiere decir lo mismo; y
comienza pequeño río, nombrado liahhr-ci-Abyad
ó rio
blanco: las modernas invo.stigacionos aseguran i|UO parle de
un lago llamado Ni/an;a
Lo cierto es que atraviesa el Egipto, que es el único lio
que hay en ese país, que es uno de los pocos que marchan en
dirección perpendicular al Ecuador, y (¡uo desemboca on el
IMediterráneo.
El Nilo ofrece fenómenos bien extraños, que no debemos
pasar desapercibidos.
Muy inocente fuera creer lo que dice el padre Castillo en
su libro titulado El devoto perei/rino, cuando sienta que hubo un tiempo en que el Nilo nacía en otra parte de la que ahora nace; pero os lo cierto, al menos así está reconocido por
los sabios egiptólogos, que en épocas antiíjuísimas siguió un
curso diferente del que ahora sigue, yendo á desembocar en
el mediterráneo, pero en un lugar mucho más occidental (¡ue
en la actualidad.
Existe una pequeña región en la que el río que nos ocupa,
reducido á una estrechez considerable, pasa entre dos rocas,
cuyas caras presentan algún indicio, aun(|ue vago, de haber
sido cortadas á ¡lico. ¿Sería aquel el lugar desdo el cual torcieron los hombros ó la Naturaleza, la dirección del rio?
El Nilo so precipita (ín ol alto Egipto formando algunas cataratas, que han sido muy notables on la antigüedad, sin duda
por no conocerse entonces las del Niágara. Entre la segunda
y tercera catarata so levanta la Isla de Góndola, dotada de
una atmósfera tan perniciosa, que pocos son los(|ue allá conservan la vida más de cuarenta ó sesenta días.
Cuando yo visité el histórico país, objeto de este artículo.
Febrero de 1877, enviaron allí desterrado al ministro do Ha-
LA ILUSTRACIÓN.
ciend;», por un cuaiilioso desfalco que había parecido; las
graves y complejas circunsliincias de ^luc me onleraron altos
jiersonajes, ocurridas en este desfalco, me permitieron predecir en un articulo que so publico en Puerto Rico, c! destronamiento del Kbedive. y no me equivoqué: el Khedive fué
sustituido ul poco tiempo por su hijo.
La anchura del Nilo varia do mil á dos mil metros, y entre
orillas cubiertas de frondosos bosques de palmeras y levas,
llega á las importantes ruinas do Eliópolis. ó mejor ú sus inmediaciones, donde se divide en nueve ó diez brazos, entre
los que so distinguen tres, que van á desembocar, uno junto
á Alejandría, otro junto á Roseta y otro junto á Damieta.
El terreno comprendido entre estos brazos, recibo el nombre de Delta por la semejanza que tiene con una letra griega
llamada asi.
Por último, el Nilo sufre, como es bien sabido, ciertas
inundaciones periódicas que fecundizan los campos: y como
esas inundaciones son la causa de la mejor ó peor cosecha,
mucho importa á los egipcios conocer la altura á c|ue suben
a(|ue!las, ]iara apreciar la cosecha (¡ue van á tenor ai|uel año.
para lo cual han inventado unos .-iparatos llamados nilómcIros.
Las célebres inundaciones del Nilo comienzan á mitad de
Junio, ó sea cuando el sol se aproxima al signo Cáncer,
en <[ue comienza el verano: si bien so anuncian desde mitad
de abril con cierto levimlaniiento en las aguas del rio: cuál
sea la causa de esto desbordamiento periódico no se halla conocido, si bien contribuye á él, aunque de una manera muy
secundaria el viento norte, que soplando en ese tiempo, contiene su corriente.
Cuando en las inundaciones no suben las aguas ú 1(1 codos
ó pasan d(! 21, el año es malo; por lo tanto, para que sea bueno, esto es. para ([uo baya abundante cosecha, ha de encontrarse la subida de las aguas entre l(i y 2i- codos.
Durante las inundaciones ofrece el Egipto un aspecto bollisimo; los bosques de palmeras alzan sus gallardas copas
sobro una superficie diáfana y azul; los búfalos nadan sobre
aquel inmenso lago; sobre sus leves ondas flotan grandes
bandadas de pintadas aves, entre las que se distingue el sagrado Ibis, blanco como el ampo de la nieve; barcas ligeras
como la paloma, conducen los habitantes de un lugar á otro;
y este mar benéfico besa humildemente, cual limite trazado
por la Providencia, la arenosa altura de Giz<jh, donde comienza el árido desierto, y donde so levantan las célebres pirámides de Egipto.
En Egipto se crian losmismos animales que en Europa,pero
todos con algunas modificaciones, y además otros varios,
como por ejemplo el camello de color de ceniza, el búfalo, el
h'on, el elefante, la hiena, el reno, el chacal, la gacela, el gerbo y el cocodrilo.
tiernos dicho que entre los animales de una misma especie
que conocemos aqui y allí, existen diferencias; pues debemos
añadií' (|uo estas difei'encias son notables.
El gorrión es más blanco, más vivo, más erguido; el cuervo, que abunda tanto tiue se les ve á pares por los tejados
do las casas y por los jardines, es de color de plomo con listas negras; los perros, no muy grandes, son gallardos, enérgicos, parecidos á los lobos de España, con más expresión en
su mirada, viven reunidos en sociedad los do cada barrio,
duermon en la calle tendidos á lo largo, y se cuentan de su
instinto cosas que sorprenden al hombre menos pensador;
fiero el animal que llama la atención en aquel país do recuer-
dos y misloi'ios. es el noniíT. el horrien: más petiueño que los
de Europa, de oerfiles graciosos, de ademan travieso, do cabeza pequeña, "de mirada expresiva, de pies y manos delgados,
395
de piel de raso, resisto como el mulo larcas jornadas y galopa como el caballo.
Mientras (|ue en Palestina se ha perdido en gran parle la
patriarcal costumbre de los Jueces de Israel, de cabalgar
siempre en burros, en Egipto se conserva en toda su fuei'za:
es el animal do moda y con gran frecuencia se ve por el Cairo
y Alejandría ricos árabes y elegantes europeos, vestidos de
eti([ueta, montados en a(|uellos bonitos burros: demás csla
decir, que los enjaezan con brida, silla y estribos, si bien el
arzón delantero es muy abultado y en demasía feo.
Las cabras ofrecen una gran ])rotuberancia en el testuz, y
tienen unas orejas tan grandes, que les cuelgan hasta el hocico; las gallinas no son tan grandes como las eui'opeas, y ponen unos huevos tan pei|ueños como los de nuestras perdii'('s.
Yo traje algunos á Madrid, que escitaron la risa por su redu
cido tamaño.
L'na cosa análoga sucede con el reino vegetal: dosarrolh-id.is las plantas bajo aijuel esplendente sol. nutridas por las
fecundas brisas (leí Nilo. so ofrecen más galanas qu(^ en
nuestro país; las llores con colores más vivos, y un aroma l.m
intenso, ([ue cuando una ráfaga de airo besa el follage de un
jardín, arrastra fragantes corrientes, que embalsaman la atmósfera á inconcebibles distancias.
Las manzanas no son mayores (¡ue los albaricoques de Europa: enire los naranjos se distinguen por su belleza y por la
dulzura de su fruto, los mandarines, tan corpulentos como
nuestros nogales, pero que dan unas naranjas también del lamaño de los albarico(|ues.
Sintetizando: los frutos del Egipto son muy sabrosos y pei|ueños; los árboles ó plantas (¡ue los producen, muy corpulenlos.
En Port-Snid, en el pe(|ueño jardin del Agente consular ele
España, nacían varias matas de pimientos; atraído por su j ¡ gantesco tamaño, me acer(iué á una do ellas, (¡ue media una
cuarta más de alto que yo, y sin embargo, los pimientos que
daba no eran mayores (¡ue nueces.
Me han asegurado personas do gran reputación científica en
Egipto, (|uo un árbol loma en aquel país más desarrollo en
tres años, (jue en Europa en diez: y lo creo, porque adema.s
de la respetabilidad de las personas que me lo aseguraron,
cuando yo llegué á Europa regrosando de mi viaje, desembar(|ué en Rrindis, país fecundísimo por hallarse' al Sur de
Italia, como mis lectoi-es saben perfectamente; y sin embargo,
al asomarme al balcón de mi hotel, acostumbrado á la exuberante vejetacion de Oriente, me parecieron pálidas las Hiiros y ra(|uiticos los naranjales. |Y estaba en lo más feraz do
la feraz Italia!
M.
(Se
IBO ALFARO.
continoará.)
LOS BOSTEZOS.
Si alguna vez, lector mío, y por castigo de tus pecados ^qu('
no serán pocos, de seguro), has sentido esta cruel enfermedad
((ue ahora me aqueja, habrás observado quizás que, como
síntoma precursor de ella, tu boca se ha abierto á menudo
con elasticidad prodigiosa y hasta hacerte crugir las mandibulas.
Asi se anuncia siempre el fastidio.
A los ()()4 bostezos se entra en el tercer periodo del mal.
Ahí estoy yo.
Cuando se llega á donde yo estoy...me rio de los alientos
del guapo Francisco Esteban y del empaque de un portero
suizo. Lo poco que se ve. se ve negro, y hasta parece que las
gentes andan al revés ó de coronilla. Nada hay que sonría.
Si el tiempo es bueno, ¡malo! si el tiempo es malo ¡peor!
Si alguien me preguntara en este momento «¿qué es el fastidio?» le contestaría resueltamente «lo que yo tengo;» y creería de buena fó haberlo dicho todo.
- El fastidio es indefinible. Llamadle inquietud, mal estar, angustia, mal humor, rabia, calentura, pena; lodo eso á la vez.
y cada una de esas cosas separadamente.
Yo creo ([ue el spleen inglés es niño de teta al lado del fastidio español.
Nada hay más insufrible que el fastidio... excepto el tabaco
que se vende en los estancos de España.
El fastidio es la llave (jue abre la puerta de las estravagancias, y aun de las faltas.
Perdodad á los fastidiados que os ofenden, porque, como
los judíos al ofender al Salvador, no saben lo que dicen ni lo
que hacen.
Yo perdoné de todo corazón á mi criado, (un andaluz de la
serranía de Ronda) el dia que. estando sirvii'ndome á la mesa, en vez de un |)anecillo francés, me presentó en un pialo
un zapato de mi cocinera. Mi primera palabra y mi primera
Sgé
LA ÍLUSTRACION.
UNA DAMA ROMANA JUGANDO CON SUS HIJOS.
LA I L U S T ' R A C I O N .
VISTA EXTERIOR DE LA EXPOSICIÓN DE V I L L A M E V A Y GELTHÜ.
EGIPTO.—INUNDACIONES DKL N I L O .
3.97
LA ILUStRAClON,
SgS
rniradü fueron Ircmeridas; y ya iba á pasar á vías de hecho,
cuando le oigo oxclumar cnlrc compungido y arrebatado:
— ¡Es que el fastidio me come, señorito!...
No lo dejé decir más. Aquella frase me desarmó, y lo mandé á pasco.
Cuando uno se fastidia, no sabe ni piensa más que en fastidiarse. Y lo singular, por no decir lo tremendo de esta agonía, es que las más veces el fastidio se apodera de nosotros
sin que sepamos el porqué.
Es como el dolor de muelas rabioso, que hace poner el grito en el cielo al infeliz que un momento antes roía á carcajadas y no sentía ni la más leve indicación del mal.
El fastidio os peor que la pobreza. Yo veo diariamente muchos pobres que saltan y rien, y muchos ricos r[ue se fastidian
soberanamente.
No conozco medicina contra el fastidio; pero sé que el medio
mejor para fastidiarse es leer La Correspondencia di: España.
Él fastidio es campanilla de lágrimas; y si las mujeres lloran con tanta frecuencia, es porque se fastidian á menudo.
El hombro que cree haber enternecido á una mujer, no ha
hecho las más veces sino fastidiai'la.
Una mujer fastidiada pierde el 75 por 100 de sus atractivos.
Pero aun así y todo, la preüoro á una mujer fastidiosa, porque esta hace'perder la paciencia á un santo.
Un hombre fastidiado, se tiraría á la calle desde la ya destruida torre de Santa Cruz, con la misma serenidad que si se
tratara de bajar las escaleras de su casa. Lo sensible aijuí es
el golpe, y por eso nada más, hay pocos que se tiren.
Y yo tiro mi pluma, fatigado de esta larguísima jornada de
cuatro cuartillas.
Soy víctima del más estupendo fastidio que agobio á ser viviente desde el principio de los siglos; y como el mal es contagioso, no quiero que me acuses, lector mío, de haberte fastidiado.
¡Amen!
E . DE LUSTONÓ.
"V-A.I^IED^IDES.
Conforme indicamos en uno de nuestros últimos números,
ha visto ya la luz y está con justicia llamando la atención del
público inteligente, el libro (¡uo con el título La mujer jusijuda por una mujer acaba de esci'ibir la discreta, elegante y
castiza escritora doña Concepción Gimeno de Flaquor, y cuyo
libro hasta por si á crear una reputación, no sólo por su estilo fácil, correcto y á trozos enérgico y elevado, si que también por su fondo altamente moralizador.
Felicitamos cordialmente á la joven autora de La mujer
juagada por una mujer por su nuevo y legítimo triunfo, que
esperamos no será el último (|uo obtenga en su ya brillante
carrera, y recomendamos muy de veras, porcjue lo merece,
la adquisición de dicho libro á nuestras amables suscritoras
de España y Ultramar, en la seguridad de que él formará una
de las más valiosas joyas de su biblioteca.
Según el doctor Otio Krummet, de Gotinga. la superficie
de los maros del globo es como sigue: Océano Atlántico,
79.721,274 kilómetros cuadrados; Océano índico, 72.;!25,872, y
mares del Sur, 1()1.125,()7I5. Total para los tres grandes océanos: :114.172,819 kilómetros cuadrados.
Océano glacial del Norte, 15.292,411 kilómetros cuadrados;
Mediterráneo del Asia austral, 8.2i5,954; Mediterráneo latino, 2.885,522; mar Báltico, 415,480; mar Rojo, 449,010. y golfo
Pérsico, 230,845; ó sea, para los diversos Mediterráneos una
superficie de 32.111,388 kilómetros cuadrados.
En los 15.292,411 kilómetros cuadrados del Océano glacial
del Norte, la bahía do Hudson figura por 1.069,578. Mares litorales; el mar Blanco, 547,(123; el de la Gran Bretaña,
203,090; el de la China, 1.228,440; el del Japón, 1.043,824; el
de Okhotsk, 1.507,009; el do Bering, 2.323,127, y el de California, 167,224: lo (|ue da, para los mares litorales, una superficie de 7.295.907 ¡ulómetros cuadi'ados.
Añadiendo á estos diez y ocho mares el Océano Antartico,
para el cual se calculan 20.477,800 kilómetros cuadrados, r e sultan para el conjunto de los mares 374.057,312 y por la s u perficie do las tierras 130.055,371, ó sea un total, para la superflcio del globo, de 510.112,083, de los ((ue España, sin
contar sus posesiones de Ultramar, ocupa la milésima parte
aproximadamente.
El conjunto coral que loma parle en el desempeño de la última ópera do Wagner, «Parsival», lo componen: 21 sopranos, 12 tiples, 17 tenores y 31 bajos, y como solistas las señoras André, Bolee, Galfy, Horson, Meta y Carrio Pringle. y
los señores Vogel, que desempeña el papel de Parsival, Gu-
dohus, Jager y Wiikohnann. La on|U( .~la consta de 103 músicos, distribuidos en la siguiente forma: 31 violinos. 12 violines bajos, 12 violoncelos, 8 contrabajos, 4 flautas, 4 oboes, 2
cuernos ingleses, 4 clarinetes, 1 clarinete bajo, 4 fagots, 1
contrafagot, 7 cuernos, 3 trompetas, 4 trombones, 1 corneta
bajo, 2 bombos y 4 arpas.
Según un periódico inglés, la fortuna que ha dejado Darwin
se calcula en 3.500,000 poseías.
La fuerza total de las máquinas de vapor y locomotoras que
funcionan en todo el globo se calculo en 80.t)00,000 de caballos; y suponiendo i|ue cada uno de estos e(|uivale al trabajo
de diez hombres, resulta que aciuellos 0(|uivalen al trabajo
diario de 8U0.000.000 de hombres. Calculándose la población
de la tierra en 1.500.000,000 y aceptando que los hombi'cs entre 15 y 05 años de edad constituyen un tercio de los habitantes del globo, resultará de ahí (lüo sólo hay unos 500.000,0()()
aptos para el trabajo, de los cuales bien pueden rebajarse
U)0.00(1.000 que ocupan la categoría de zánganos de la colmona. Dado pues el caso de que las máquinas de vapor verifican el trabajo diario de 800.000.000 do hombres, resulla que
á partir de los descubrimientos de Gaus, Watt y Stephenson
la industria ha duplicado.
NUESTROS GRABADOS.
UNA DAMA BOMANA JUGANDO CON SL'S HIJOS.
Este grabado, reproducción de un cuadro de Amos Cassioli,
representa un gracioso idilio de la habitación de los niños de
las casas de la antigüedad romana. El cariño maternal y la
juguelonería infantil quedan los mismos en todos los tiempos,
aunque la vida social ^ufra cambios radicales.
Amos Cassioli nació en Siena en el año de 1838, fué discípulo de Luigi Mussini y cobró fama en 1868 por su cuadro
Lorenzo de Médicis enseña sus joyas á Ludooieo S/orja, ([ue
se distingue por la elegancia del dibujo, la exactitud arqueológica de los pormenores y la viveza del colorido, y obtuvo el
premio del Gobierno italiano. Sus cuadros más notables son:
La batalla de Lei/nano (conservado en la Galería do cuadros
modernos de Florencial, Proocniano Solvani recibe las dádioas para el rescate de un prisionero (conservado en el Palazzo público de Siena), Blanca Capella y El taller de Leonardo de Vinel. Cassioli es catedrático ció la Academia de
Artes de Florencia.
A L.\ MEMORIA DEL MALOGRADO POETA
D. JOAQUÍN M." BARTRINA,
KN KL SEGUNDO ANIVERSARIO DE SU TEMPRANA MUERTE
Aun siendo terrible ley
la que nos lleva á la muerte,
es justiciera do suerte
i|ue iguala el villano al rey.
Yo a([ui entre la humana grey
y en el oculto retiro
del mundo, así siento y miro
la vida, ese eterno canto
que comienza con un llanto
y acaba con un suspiro.
De la ciencia el noble alan
suele á algunos consumir
y estos son los (|ue al morir
más digno suspiro dan.
Unos vienen, otros van;
él asi nos dejó un día
y «todo lo sé» escribía,
ignorando la evidencia
del dolor que con su ausencia
nuestras almas llenaría.
Esta es la vida: luchar,
un ideal perseguir,
verle de cerca, y morir
sin conseguirlo alcanzar;
felicidad declaror
el bien ageno y no mío;
dar la posesión, hastío,
y en la libertad soñando
irnos siempre encadenando
con lamentable desvío.
.A ILUSTRACIÓN.
Que os la existencia fugaz
ppühasle al dcjuí- el mundo
por un cierno solaz...
Sea tu sueño profundo,
BarU-ina. ¡Descansa en paz!
JOSÉ MARÍA LAS
i Aj-'osto 18í<.'.
MI AMADA.
A MI UUKRIDO llHIiMAN'll F u L U M Í
Como marca siempre el polo
Trémula agu]a ¡manlada,
Asi mis ojos tan sólo
Sahen buscaí' tu mirada.
Quiere la plañía el roció
Busca luz la mai-iposa.
Y im lu mejilla de ros;\
Busca ;imor el Inliio mió.
De azai)aclie es lu caljello
Tu tallo do fresca palma,
Luce el marlil en tu cuello
Y de ángel tienes el alma.
Vergiien/.a al coral le diera
El cstai'junto á tu boca,
Que es lanío más hechicera
Cuanto aroma lo Í|UC loca.
Gran caudal do pedrería
Guarda el rico en urnas de oro.
Y en lu pocho, amada mia,
Guardado está mi tesoro.
Son t u s ojos dos estrellas
Que mis noches iluminan,
Alumbran mis pasos ollas
Y en el mundo me encaminan.
Cuando el placer se traduce
En lu labio peregrino.
Con lu risa al aire luce
De ]i(M'las collar divino.
Y si iG hieren abrojos
De la vida en cruel instante.
Licuadas caen de tus ojos
Bellas chispas do diamante.
Te alliges con el que llora
Y es luyo el ageno duelo;
Eres para el bien aurora
Y tu noche está en el cielo.
Por oso cual busca el polo
Trémula aguja imantada.
Mis ojos saben tan sólo
Ir en busca de mi amada.
MIGUEL TEJERA.
Rio de .laneiro.
E F Í O-K. A . M : - A . S .
—Aun no pudo saber nadie
adonde se lleva el alma.
—¡Bahl Pues yo conozco á muchos
que la llevan á la espalda.
—Pago y en paz, seor Quiros.
— Falta un duro, seor Quevedo.
—Tómelo en gracia do Dios.
iCon otro duro me quedo,
porque le faltaban dos)
-Arduas pregunlas reimo
para reprobarte, tuno.
Examen largo será.
¿Cuánios Dioses liay?—Ninguno.
y hemos acabado ya.
CECILIO NAVARRO.
359
EL CAPITÁN MAGON '*'
XJITA
ó
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F'HÜTIOIA
MIL A Ñ O S A N T E S D B LA ERA CRISTIANA
por LEÓN CAHÜN.
— Si nada extraordinario ha ocurrido arriba, repuso Hamilcon, es preciso que la tierra sea una bola y que nosotros
hayamos pasado al hemisferio opuesto al nuestro.
La retlcxion del piloto me llamo vivamente la atención, á
pesar de lo destituida de razón y de lo absurda que era.
— Después de lo que ha dicho Himilcon. dije, debo confesar
(|ue si fuese tal cual este ha manifestado, haijria que admitir
que el sol y los astros están lijos y (|ue la tierra es la que gira.
—¡Ab! exclamó el piloto, más vale creer en un prodijio que
en semejantes absurdos.
—¿Qué hacer pues? repuso Asdrubal.
—Escuchad, dije, vamos á continuar navegando hacia el
sur. Si la cosía se inclina á lo que me parece oeste, puesto
que aquí lodo anda revuelto, retrocederemos hacia las islas
Fortúnalas; pero si se vuelve al este, iremos costeando y r e gresaremos por el norte.
¡Y habremos dado la vuelta á la Libia! exclamaron á una
capitanes y pilotos. Llegaremos indudablemente al mar do
los Cañavei'ales y al Egipto. Ea, es cosa decidida.
Aníbal, Chamai y los otros nos escuchaban con ansiedad
tanto mayor cuanto que no comprendían joto.
—Y' bien, exclamó por tin Aníbal cuando hubimos terminado el consejo, ¿qué vamos á hacer?
—¿Qué? volvernos á Egipto por el camino más corto, le respondí.
El capitán me miró con ojos atontados.
—¿Pero no nos nlejamos del estrecho de Gades y del Mar
grande? me replicó.
—Precisamente por eso
—Vaya, que las cosas del mar son prodigiosas, murmuró
Aníbal.
Proseguimos navegando hacia el sur, hasta que empezando
á escasear ya los víveres á bordo resolví echar el ancla en la
boca de un río, por lo caudoloso comparable al Nilo de Egipto.
Inmensos bosques cubrían ambas orillas; hipopótamos y cocodrilos poblaban sus aguas; bandadas de pájaros hendían
el espacio lanzando agudos gritos; pero no se desculii-ían huellas humanas.
Durante cuatro días exploramos los bosques, donde hicimos gran cosecha de frutos silvestres, búfalos y antílopes, cuya carne salamos. Al quinto día Bicrí vino á ' m i encuentro
en la playa vivamente agitado y con él Dionisio, llorando, y
Jonás que se deshacía en gestos los más extraños.
—¿Qué ocurro? pregunté.
—Guebal ha desaparecido, exclamó Bicrí, arrebatado por
una manada de monos aliados de Bodmilcar.
En vano intenié calmar al arquero, que quería partir á todo trance en busca de su mono. Concedíselo y aun le di algunos hombres para su escolta; regresando por la noche sin que
hubiesen podido dar con Guebal. En desquite, empero, Bicrí
Irajo un ser extraño, un jigante negro, completamente velloso al que había matado á flechazos y á estocadas después do
una defensa desesperada. Hice desollar al monstruo, cuya piel
empajada, puede verse hoy en el templo de Astarlé en Sidon.
—Tenía seis flechas en el cuerpo, me dijo Bicrí refiriéndose á la fiera, y estaba tendido en el suelo cuando asi de una
pica para rematarlo; pero el monstruo la rompió cual débil
caña.
Por fin reanudamos nuestro viaje, y al doceavo día descubrimos un gaul h popa, desmantelado y á merced de las olas,
al que nos acercamos con toda clase de precauciones, y á cuyo bordo subimos. No había nadie en él,
--Ahora me acuerdo, dijo Giscon, que en las islas Piliusas
durante una tempestad abandamos nosotros nuestra nave, Y
sm duda los que montaban esta habrán hecho lo mismo por
Igual causa; pero ¿de dónde viene? ¿á donde se dirigía? ¿qué
comente les ha impulsado hacia estos parajes desconocidos
dónde el sol anda al revés?
—¿Qué importa eso? respondí Abandonado le encontramos
y por tanto es buena presa,
—jEslá cai'gado do granos y de vinos! exclamó Himilcon
(|ue había bajado á la bodega.
Ocho días después de tan feliz hallazgo, y siendo de noche,
el piloto se acercó á mi y asiéndome del brazo, me dijo con
animación extraordinaria:
—Mira al norte ¡los Cabires!
(Se continuará.)
'1! Véanse los números 54 y siguientes
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