El ciberfetichismo

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El ciberfetichismo
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Crítica a la exaltación acrítica de la tecnología
El ciberfetichismo
- solo en la web -
Fecha de publicación en línea: Viernes 29 de enero de 2016
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El determinismo tecnológico era un concepto hasta hace poco feo y hosco. Se asociaba a la industria pesada, a las
máquinas grandes, sucias y grises. De esta idea hemos pasado a la contraria: paz en la tierra y MAC en las alturas.
Aleluya: la post-política ha venido para salvarnos.
El colectivo Comité Invisible niega el debate entre tecnófilos y tecnófobos: ya que nacemos en un estado
"inacabado" nuestra adecuación al mundo no es "natural", sino "técnica", del griego tekhnicos, (relativo al que hace).
Siguiendo la tesis que exponen en A nuestros amigos (Comité Invisible, 2015: 133), uno no hace más que acumular
técnicas, de tal manera que nuestro mundo supone un conjunto de artificios que solo son visibles en caso de avería
o de invención. Y es que "la tradición cristiano-occidental concede al hombre un papel dominante sobre la técnica
creada por él mismo" (Romano, 1997: 262) Martín Heidegger señaló: "Más duramente estamos entregados a la
técnica cuando la consideramos como algoneutral; pues esta concepción, que tiene hoy día granaceptación, nos
vuelve completamente ciegos para la esenciade la técnica" (Heidegger, 1997: 113) .
La tecnología es, sin embargo, el "arte de la técnica", su discurso y su puesta en sistema. Como todo discurso, la
tecnología jerarquiza y toma partido. Esto quiere decir que no debemos entenderla como algo inevitable, en ninguna
de las direcciones semánticas o ideológicas del adjetivo.
Así, por ejemplo, para el economista canadiense Harold Adam Innis la mecanización supone el principio del dominio
y la monopolización del conocimiento (Romano, 1997: 264).
Para Marx un uso adecuado de las innovaciones tecnológicas conduciría a la consecución de relaciones mucho más
cordiales, pero este nuevo paradigma depende y está subordinado a decisiones y acciones políticas. De hecho, para
el autor alemán el capitalismo no es capaz de gestionar de manera positiva todo su desarrollo (Rendueles, 2013:44).
El determinismo tecnológico contemporáneo asume lo opuesto: la tecnología "supera" a la política. Ella misma
estaría solucionando (y preparándose para solucionar), de facto, los conflictos y problemas sociales del mundo. El
afán de superación de la política no es ni mucho menos nuevo. Se veía claramente en Platón y en citas como esta
de Fernando I: "Fiat iustitia et pereatmundus" (Que se haga justicia y desaparezca el mundo) (Arendt, 1967).
César Rendueles le pone un nombre a esta sobreestimación: ciberfetichismo (Rendueles, 2013:41). La RAE define
fetichismo como "idolatría, veneración excesiva" o "culto a los fetiches". Un fetiche es "un ídolo u objeto de culto al
que se atribuye poderes sobrenaturales". En el libro de la Sabiduría, de la Biblia, se puede leer: "Desgraciados, en
cambio, y con la esperanza puesta en seres sin vida, los que llamaron dioses a obras hechas por mano del hombre"
(SAB 13:10).
La Meca de esta ideología es Silicon Valley. Desde ese lugar de San Francisco proviene la articulación de un
pensamiento que el escritor Nicholas Carr describe así: "Es una filosofía quimérica que engloba una torpe
amalgama de creencias, entre ellas la fe neoliberal en el libre mercado, la confianza maoísta en el colectivismo, la
desconfianza libertaria en la sociedad y la creencia evangélica en un paraíso venidero. Ahora bien, lo que de verdad
motiva a Silicon Valley tiene muy poco que ver con la ideología y casi todo con la forma de pensar de un
adolescente" (Carr, 2015).
En su ya famoso ensayo La ideología californiana, Richard Barbrook y Andy Cameron escriben: "El irresistible
atractivo de estos ideólogos de la Costa Oeste no es simplemente el resultado de sucontagioso optimismo. Sobre
todo, son apasionados defensores de lo que parece ser una forma impecablemente libertaria de hacer política:
quieren que las tecnologías de la información se utilicen para crear una nueva ´democracia jeffersoniana' en la que
todos los individuos puedan expresarse libremente en el ciberespacio. Sin embargo, al abanderar este ideal
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aparentemente admirable, estos tecnófilos están reproduciendo, al mismo tiempo, algunas de las características
más atávicas de la sociedad norteamericana, especialmente las derivadas del amargo legado de la esclavitud. Su
visión utópica de California depende de una obstinada ceguera hacia las otras características mucho menos
positivas de la vida en la Costa Oeste: el racismo, la pobreza y la degradación ambiental. Irónicamente, en un
pasado no muy lejano, los intelectuales y artistas del Area de la Bahía se interesaron apasionadamente por estos
temas" (Barbook y Cameron, 1995:2).
Resulta paradójico, o quizá no tanto, que uno de los focos más importantes de difusión de los valores de la llamada
Nueva Izquierda, protagonista en Mayo del 68 y aún fundamental, sea hoy día una de las niñas bonitas del
neoliberalismo. Uno de los causantes, quizá involuntario, fuera el polémico profesor Marshall McLuhan. El propio
McLuhan se ríe de las diversas interpretaciones que se han hecho de su obra en una aparición en Annie Hall, la
película de Woody Allen. Aquellos que ahora se jactan de vivir en una "aldea global" (concepto acuñado por el
canadiense) es posible que no sepan que en el libro de título homónimo, realizado junto a B.R.Powers, McLuhan
señala: "El determinismo de los medios de comunicación, la imposición de buen o mal grado de nuevos fondos
culturales por la acción de nuevas tecnologías, solo es posible cuando los usuarios están bien adaptados, es decir,
bien dormidos" (McLuhan y Powers, 1990: 28).
En todo caso, como dice Javier Estenou, su teoría no concreta, no se integra en la evolución histórica de la dinámica
del poder. Por ello debería ser siempre acompañada de "una teoría de la política, una teoría del Estado, una teoría
de la reproducción del capital y una teoría de la expansión transnacional en la modernidad" (Estenou, 1997).
Es paradójico, en todo caso, que los hippies inspirasen Apple. Para la consecución de su sueño, "ecotopía", una
California sin coches, de relaciones sexuales igualitarias, vida en comunidad y respeto al medio ambiente, algunos
pensaron que había que deshacerse del mantra del mito del progreso tecnificado. Otros pensaron que no, inspirados
por ideas, como ésta, también deMcLuhan: "Los medios electrónicos [...] eliminan la dimensión espacial [...] Gracias
a la electricidad, podemosreanudar en todas partes las relaciones persona-a-persona como se dan a escala de los
pueblosmás pequeños. Es una relación en profundidad y sin delegación de funciones o poderes [...] Eldiálogo
desbanca a la lectura" (McLuhan, 1964: pp263-264).
Cómo narran Barbrook y Cameron: "Los radicales de la Costa Oeste se implicaron en eldesarrollo de las nuevas
tecnologías de la información aplicándolas a la prensa alternativa, lasradios comunitarias, los clubs informáticos de
fabricación casera y los vídeos comunitarios. Estosactivistas de medios comunitarios creían que estaban en la
vanguardia de la lucha por construir unanueva América. La creación del ágora electrónico era el primer paso hacia la
implementación de la democracia directa dentro de las instituciones sociales." (Barbrook y Cameron, 1995: 4).
Hay que reconocer que McLuhan fue un visionario. Cuestión muy diferente es estar de acuerdo con sus
predicciones más optimistas. Antes de entrar a valorar en qué se han traducido las expectativas iniciales de estos
hippies californianos, conviene reflexionar acerca del concepto mismo de ágora electrónico. Para ello me remito al
filósofo y profesor de la universidad californiana de Berkeley, Hurbert Dreyfus: "La visión del ágora electrónico a
escala mundial pasa por alto, precisamente, lo que Kierkegaard hubiese tomado como determinante del ágora
ateniense, esto es, que estaba conformada por ciudadanos, miembros de una democracia directa, afectados en
carne y hueso por los asuntos que discutían, y más importante aún, dispuestos a asumir la responsabilidad y el
riesgo de hacer públicas sus posturas sobre los temas en debate. (...) El ágora ateniense fue justamente lo opuesto
de esta esfera de lo Público, poblada de mirones virtuales y anónimos de todas partes del mundo que, sin arriesgar
nada, proclamarían y defenderían sus opiniones de la nada." (Dreyfus, 2003: 115)
Para Dreyfus, esta noción conecta con la esfera estética de la existencia, un concepto kierkegaardiano que el propio
filósofo danés describe así: "La esfera estética es la esfera de la inmediatez (...)la inmediatez es precisamente la
indeterminación." (Binetti, 2010).
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¿La tecnología nos hace más democráticos?
César Rendueles, autor de Sociofobia. El cambio político en la era de la utopía digital, opina que "no hace falta ser
un apocalíptico para reconocer que algunas de las mentes más brillantes de nuestro tiempo están dedicando sus
capacidades a actividades asombrosamente pueriles" (Rendueles, 2013: 70). El tecnólogo Jaron Lanier apunta en la
misma dirección: "Uno se encuentra con salas llenas de ingenieros doctorados en el MIT que no se dedican a
buscar curas contra el cáncer o fuentes de agua potable seguras para el mundo subdesarrollado, sino a desarrollar
proyectos para enviar imágenes digitales de ositos de peluche y dragones entre miembros adultos de redes
sociales." (Lanier, 2012: 231).
Y es que no por mucho madrugar amanece más temprano. El extendido pensamiento de que la proliferación de
medios hoy o la liberalización del mercado comunicacional ayer, generan -o generaron- mayor conciencia crítica y
procesos de profundización democrática es simplemente falso. Evgeny Morozov, bielorruso, autor de The Net
Delusion o el reciente La locura del solucionismo tecnológico, aporta un ejemplo significativo: las ciudades de la
RDA que tenían acceso a canales occidentales estaban más satisfechas con el régimen comunista que en aquellas
en las que no llegaba la señal (Morozov, 2011: 51).
"¡La revolución será tuiteada!" proclamaba el periodista Andrew Sullivan en 2009. (Hax, 2011) "Hay que bombardear
Irán con banda ancha" pedía un editorial de The Guardian en 2010. Se está demostrando y reconociendo, ahora y
tarde, lo contrario. En fenómenos como la Primavera Árabe o el 15-M las redes sociales no jugaron un papel, ni
mucho menos, primordial. Tampoco esa lógica comunicativa fue decisiva en el fin de la guerra fría. En palabras de
César Rendueles: "El papel que desempeñó la sociedad civil, por no hablar de Radio Free Europe, en la caída de
los regímenes soviéticos ha sido sistemáticamente sobrevalorado. Sin embargo, ese mito se ha convertido en un
dogma cuya principal consecuencia es que el único ámbito donde Occidente sigue ideológicamente comprometido
con la defensa de la democracia es el ciberespacio." Desde luego, y a la vista de los hechos, no parece absurdo
recuperar la tesis de Kierkegaard de que la saturación de información lleva a posponer las decisiones cruciales, y de
que la abundancia de opciones limita el compromiso. (Rendueles, 2012). Lo que si afirmo, y a pesar de las
evidencias sigue sonando a sacrilegio, es que no lo fomenta.
¿La tecnología propicia mejores relaciones sociales y comunicacionales?
Podría parecer que hoy en día nos encontramos ante el paraíso de la comunicación. Es normal. Estamos en su era.
Todo parece posible, sin límites ni cortapisas. Los optimistas dirían que JürgenHabermars hablaba de esto cuando
se refería a su ideal comunicativo: "Llamo ideal a una situación de habla en que las comunicaciones no solamente
no vienen impedidas por flujos contingentes, sino tampoco por las coacciones que se siguen de la propia estructura
de la comunicación. La situación ideal de habla excluye las distorsiones sistemáticas de la comunicación."(González
García y Quesada Castro, 1992: 126).
Sin embargo, el sociólogo Zygmunt Bauman opina esto de las redes sociales: "La cuestión de la identidad ha sido
transformada de algo que viene dado a una tarea: tu tienes que crear tu propia comunidad. Pero no se puede crear
una comunidad, la tienes o no; lo que las redes sociales pueden crear es un sustituto. La diferencia entre red y
comunidad es que tú perteneces a la comunidad pero la red te pertence a tí. Puedes añadir amigos y puedes
borrarlos, controlas a la gente con la que te relacionas. La gente se siente un poco mejor porque la soledad es la
gran amenaza en estos tiempos de individualización. Pero en las redes es tan fácil añadir amigos o borrarlos que no
necesitas habilidades sociales. Éstas las desarrollas cuando estás en la calle, o vas a tu centro de trabajo, y te
encuentras con gente con la que tienes que tener una interacción razonable. Ahí tienes que enfrentarte a las
dificultades, involucrarte en un diálogo. (...) Las redes sociales no enseñan a dialogar porque es tan fácil evitar la
controversia... Mucha gente utiliza las redes sociales no para unir, no para ampliar sus horizontes, sino al contrario,
para encerrarse en lo que llamo zonas de confort. (...) Las redes son muy útiles, dan servicios muy placenteros, pero
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son una trampa." (Bauman, 2016).
Así, según un estudio de la universidad de Ilmenau (Alemania), cuando estamos conectados se reducen
ampliamente nuestra responsabilidad, extroversión, amabilidad y nuestro grado de apertura a nuevas experiencias.
Para el psicólogo que ha elaborado el trabajo, Tim Blumer, esto se debe a la ausencia de lenguaje corporal.
Podemos sumar a sus conclusiones la tésis del profesor de psicología John Suler, de la universidad Rider, en Nueva
Jersey: "En Twitter, todo está reducido a 140 caracteres. Debido a su minimalismo, tiende a provocar que todos
suenen igual, ya que no tienen espacio para ser más creativos" (Saloz, 2016).
Es, en términos generales, a lo que se refiere el filósofo italiano Franco Berardi cuando reflexiona: "La abstracción
digital es el efecto de la aplicación de las tecnologías de virtualización a la comunicación entre los seres humanos y
su operatividad se manifiesta como intercambio lingüístico sin cuerpo, como escisión entre palabra, cuerpo y
afectividad". Para este pensador, "la parálisis ética, la incapacidad de gobernar éticamente la vida individual y
colectiva, proviene de una perturbación de la estesia, es decir, de la percepción de continuidad sensible del propio
cuerpo en el cuerpo del otro. (...) La virtualización del contacto produce un efecto de desensibilización emotiva, de
soledad racional, de fragilidad psicológica". "Bifo" diferencia en su libro La sublevación (Editorial Artefackte) entre la
lógica de la conjunción y la lógica de la conexión: "La conjunción es un intercambio en el cual los cuerpos se ponen
en relación recíproca de manera tal que cada comunicación se manifiesta como singular, irrepetible. La simpatía, es
decir, el sentir compartido (sym-pathos) es la dimensión general del intercambio conjuntivo" (Berardi, 2014).
¿Dónde estamos ahora?
No es mi intención daros la bienvenida al desierto de lo real. Tampoco vivimos en 1984, aunque no gracias a Apple,
que se anunciaba como salvador: "Para que 1984 no sea 1984".
Es evidente que muchas de esas utopías se han desmoronado. Ni Estados Unidos ni California están más cerca de
ecotopía por su traducción actual: Amazon, Facebook, Google, etc. Es pronto quizá para decirlo, pero la realidad se
parece mucho más a Lisa Simpson repartiendo panfletos de Apple proclamando "¡piensa diferente!"como diciendo
"¡compro oro!", que a una sociedad en la que la tecnología nos ha liberado, hecho más felices y devuelto la
capacidad de comunicarnos. La negación de esos supuestos no supone pensar que nos encontramos más tristes,
prisioneros o peor comunicados. Whatsapp o Instagram tienen por supuesto muchas virtudes. Pero no creo que los
hippies de California estuvieran muy contentos al vernos caminar todo el día con la cabeza gacha, refrescando
nuestro perfil en una búsqueda desesperada de "likes".
La tecnofilia, el ciberfetichismo y los proyectos filosóficos como el transhumanismo (del cual, por cierto, se habla
muy poco en nuestro país) forman una parte necesaria del reverso ideológico del capitalismo neoliberal. Se puede
entrar a cuestionar si son una cobertura estética, un relato imprescindible para reafirmar un sistema cada vez más
desigual y criminal o afirmar, como el colectivo Tiqqun en La hipótesis cibernética (Tiqqun, 2015) que Internet, su
logística y sus usos, incluídas muchas prácticas y demandas políticas que parecerían proceder del mundo
"antisistema", son en realidad herramientas perfectas de control. Para ellos, la hipótesis liberal ya no es capaz de
responder a sus propósitos iniciales, es decir, evitar la guerra, los desastres económicos mundiales y los
antagonismos desastrosos. Nos encontraríamos por consiguiente bajo el imperio de la hipótesis cibernética, que se
basaría en tres claves, según el análisis del libro realizado por Amador Fernández: 1) El órden exige control y la
clave del gobierno es la información. 2) El control es, de hecho, un problema de comunicación, y se consigue
optimizando su intercambio. 3)El nuevo entorno social sería un sistema red de nodos transparentes, organizado en
torno a la gestión óptima de la información. (Fernández Savater, 2015)
Tengo que confesar, para concluir, que Google sabe muchas cosas de mí. Probablemente muchas más que la
mayoría de mis allegados cercanos. No sé si la tecnología nos conduce a la pesadilla de un mundo en red, a una
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distopía espantosa o a la superación de los robots por la raza humana. Más bien creo que no. Pero tampoco se van
a solucionar los problemas del mundo con una aplicación del App Store, ni la post-política de Mac va a erradicar la
pobreza conectandome el brazo al cerebro por bluetooth. Mis amigos, por Skype, siguen estando lejos. No
endiosemos la tecnología.
29/01/2015
Miguel Gómez es estudiante de Periodismo y pertenece al Grupo de Estudiantes Anticapitalistas de Madrid.
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"Berardi,F. (2014) Entrevista con Franco Berardi en
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"González, J.M y Quesada, F. (1992)Teorías de la democracia Barcelona: Antropos
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"Lanier, J. (2012) Contra el rebaño digital, Barcelona: Debate.
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http://www.playgroundmag.net/noticias/actualidad/acabamos-misma-personalidad-Internet_0_1681631826.html
"Tiqqun (2015) La hipótesis cibernética Madrid: Acuarela libros
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