VE, REPARA MI CASA Queridos hermanos y hermanas, paz y bien! La invitación del Crucifijo dirigida a san Francisco en la pequeña iglesia de san Damián, Ve, repara mi casa!, ha resonado continuamente en nuestros oídos durante este Primer Congreso internacional para las Misiones y la Evangelización de la Orden de los Hermanos Menores. Y precisamente es este Ve!, que nosotros, participantes en el encuentro, deseamos ardientemente hacer nuestro, en esta hora particular de la historia, y compartirlo con ustedes, queridos hermanos y hermanas de la grande Familia franciscana. Nos hemos encontrado en El Carmelo de Sassone, Roma, del 18 al 28 de mayo de 2014, para asumir los desafíos actuales, reflexionar y profundizar la misión evangelizadora para nuestros tiempos, con el fin de relanzarla según nuestra identidad y la novedad que el Espíritu Santo anima en nosotros. En la oración y las celebraciones hemos reforzado nuestra fraternidad y compartido muchas experiencias gozando también de la presencia del Ministro general y los hermanos del Definitorio. Éramos cerca de 150 participantes entre Hermanos Menores, algunas hermanas franciscanas y algunos laicos, provenientes de 100 Entidades de la Orden y de 50 diferentes países de los cinco continentes, convocados por el Ministro general Fr. Michael Perry y recibidos por los hermanos del Secretariado general para las Misiones y la Evangelización, que han organizado el Congreso. Hemos iniciado el encuentro ante la presencia de Cristo Eucaristía para adorarlo, para agradecerle por el don de nuestra vocación y para pedirle su bendición y su presencia misericordiosa entre nosotros. Hemos estado orientados por el tema “identidad y novedad” de nuestra misión en la Iglesia y en la Orden, e invitados a hacer resucitar en nosotros el impulso misionero y evangelizador al que hemos sido llamados por nuestra vocación. Estamos conscientes de que nosotros hoy, somos el Francisco que el mundo espera, el mismo Francisco que el Crucifijo quiere enviar a reparar la domus de los hombres y mujeres de hoy, regresando a la fuente para recuperar la frescura del Evangelio, la única capaz de volvernos creativos, de inspirarnos nuevas formas de expresión, signos elocuentes y palabras adecuadas a nuestro mundo. Durante los días del Congreso, siempre nos ha acompañado el ejemplo de nuestro hermano Giacomo Bini, llamado recientemente por la hermana muerte a gozar de la buena noticia que él ha testimoniado y predicado con pasión. La relación que él había preparado para nosotros, se nos ha distribuido como su testamento de animación de la vida y de la misión de nuestra Fraternidad entera. Su presencia en la Comunión de los Santos nos ha regalado el sabor de la ternura y de la inspiración vivaz con que ha enriquecido nuestros encuentros. Su memoria sea una gran bendición en la vida que continúa… El Congreso se ha desarrollado en una viva dinámica de varias conferencias sobre diferentes aspectos de la misión evangelizadora, de talleres temáticos, de tablas redondas, de testimonios, de momentos cotidianos de oración, celebraciones y momentos para la fraternidad. El binomio identidad-novedad de nuestra misión evangelizadora, continuamente nos ha estimulado a buscar la identidad in via, propia de nuestro carisma, que consiste en vivir la perenne validez del Evangelio en todo lugar y en las cambiantes y diferentes situaciones de la historia. 1. Ve! 1.1.Ve! La apremiante invitación de Jesús, dirigida una vez a san Francisco, ahora se dirige a cada uno de nosotros. En el aquí y ahora de nuestra historia, donde nos ha puesto el Señor, esta dinámica de salida de nosotros mismos, es la obediencia que deseamos prestar al Señor con entusiasmo renovado. Nuestra tarea es la de superar las tentaciones que nos impiden mantener vivo en nosotros un corazón que escucha, y de ir hacia los horizontes que nos indica el Señor. Queremos ser un oído de escucha, un corazón que escucha cada día al Señor que nos habla. Solo escuchándolo podremos a nuestra vez, hablar. Solo estando con él, podremos después partir. Y partir con la alegría del Evangelio! 1.2.Ven! Ante la palabra del Señor que nos pide ir, nuestros oídos escuchan continuamente la invitación de la gente que dice a cada uno de nosotros: Ven! Para san Francisco fue el leproso, fueron los pobres, los que estaban alejados de Dios, o que todavía no lo conocían. Hoy el mundo nos pide, implora, nuestra presencia simple y pacífica, para que volvamos a los caminos donde la gente camina, a las periferias abandonadas, a los areópagos donde las multitudes, aún sin saberlo, tienen hambre de Dios. Queremos obedecer a este grito, sabiendo que también es el Señor quien nos llama desde su misteriosa presencia en los pobres de nuestro tiempo. Nos empeñamos a vencer esa auto referencialidad que nos hace totalmente sordos ante el grito del Señor que clama en el pobre. En un mundo donde el prójimo parece muerto, queremos recuperar esa cultura de la proximidad que significa estar en medio de la gente, para asimilar su lenguaje, sus angustias y sus aspiraciones más profundas. Queremos volver a estar inter gentes, como hermanos del pueblo y aprender de nuestros maestros que son los pobres. 1.3.Vayan! El santo Padre, verdadero gran evangelizador y misionero, con fuerza apasionada nos empuja a ir, superando las comodidades que aprisionan los pies del anuncio. Nos urge a la conversión pastoral que quiere poner el ir en el lugar del estar y del esperar. Como un nuevo san Francisco, él primeramente, nos da ejemplo, no solo por medio de palabras sino, y sobre todo, con gestos evangélicos que saben hablar al corazón de los hombres y de las mujeres de hoy. Gestos que son encíclicas leídas y comprendidas por todos! Cuanto entusiasmo provoca en todo el mundo la persona del Papa! Cuando habla de la Iglesia en salida, nosotros nos sentimos llamados a ser una Orden en salida, para ir por los caminos del mundo como hermanos y menores, con el corazón vuelto al Señor, abiertos y acogedores para con todos, en particular hacia aquellos que la globalización de la indiferencia arroja a los márgenes de la vida. Nuestro ir con simplicidad, confiados en la Providencia, es ya evangelizar, aún sin palabras. Vayan a evangelizar y, si es necesario, también con las palabras! No debemos tener miedo, porque somos Fraternidades de hermanos y hermanas, de religiosos y religiosas y de laicos: pertenecer a la misma grande Familia nos da fuerza y valor, nos hace vivir la riqueza de la pluralidad y complementariedad de dones, nos hace admirar con estupor la belleza de un carisma que es perennemente nuevo, cuando se vive con pasión y juntos. Nuestro ir juntos, como familia, podrá hacer nacer el espíritu de la fraternidad en medio de los hombres y mujeres de nuestro tiempo. El anuncio hecho en fraternidad y como fraternidad es un verdadero imán, capaz de atraer al Señor a todos sus hijos. 2. … Repara… 2.1.Dentro de ti En los días del Congreso, nos hemos dado cuenta de que la primera reparación comienza en el interior de nuestra vida personal y comunitaria. Por lo demás, sabemos bien que debemos ser evangelizados para poder evangelizar, y es por esto que nuestra vocación es la de ser siempre discípulos-misioneros. Estamos convencidos de que antes de cualquier palabra sobre Dios, debemos hablar con Dios: es él quien nos forma con su palabra, iluminándonos desde el interior, y es él quien nos convierte a través de los acontecimientos salvíficos que encontramos cada día. Advertimos fuertemente la necesidad de una buena formación intelectual para poder dar razón de nuestra esperanza frente a los desafíos, siempre más complejos, de nuestro tiempo. Entre más reparemos nuestro corazón, más podremos ser reparadores de nuestro mundo, empeñándonos por la justicia y la paz, por el cuidado de la creación, por todo lo que ha salido como cosa buena de las manos de Dios y que la soberbia y la avidez del mundo intenta arruinar. Queremos decirlo con fuerza: la nueva evangelización será posible solamente si nosotros somos nuevos evangelizadores, con el corazón abierto a esa formación permanente que es la conversión diaria capaz de hacernos nuevos. Solo así podremos observar el santo Evangelio de nuestro Señor Jesucristo, como y con san Francisco. 2.2.Dentro de ustedes La reparación es también para la Familia franciscana en su conjunto. Una Fraternidad que vive bien su vocación es el primer gran anuncio evangélico. Nuestra misión evangelizadora tiene su corazón en nuestra vida fraterna, hecha de intensas y verdaderas relaciones, hecha eficaz por el misterio pascual que nos hace hermanos. No somos una federación de yos, somos unos llamados-convocados. Cuando vivimos nuestra vida como hermanos, en torno a nosotros se libera una luz de fraternidad, capaz de iluminar y de atraer. Es una luz que habla, que va directamente al corazón de nuestra gente. Entonces, reparar nuestra fraternidad, implica empeñarse sobre todo en nuestra propia casa, reconociendo humildemente nuestras culpas y pidiendo perdón a los hermanos y hermanas. Esta misma actitud quiere también dirigirse a todos esos pueblos que a lo largo de la historia, de alguna manera, hayamos ofendido o descuidado. Hemos de tener siempre presente que la primera salida misionera, de hecho, es aquella de la apertura de un hermano hacia el otro, de una hermana con la otra. Sin esta reparación ad intra, no seremos capaces de realizar ninguna reparación ad extra, no podremos sanar las divisiones, las desigualdades, los odios y las guerras que hay en el mundo. Pero también hay otra reparación a la que nuestra Orden ya de muchos años está poniendo una atención particular: es la reparación que se refiere a las estructuras, tanto mentales como materiales, que también deben convertirse cada día. Hoy más que nunca las estructuras hablan, son elocuentes e indicativas; precisamente por esto, necesitan ser convertidas a la transparencia pura del Evangelio. No podemos predicar una palabra que luego es desmentida por estructuras que hablan lo contrario. El reparar lo superfluo de estructuras que hablan contra la minoridad, que ofuscan la simplicidad evangélica o que hacen pesado el ligero caminar del anuncio, se hace necesario para nosotros, si queremos ser creíbles. Una opción valiente de pobreza abrirá mejor nuestra mente y nuestro corazón a obedecer a Dios y a los hermanos y hermanas, nos ayudará a recorrer caminos inéditos más consonantes con el actual clima cultural, nos dará ojos de simpatía para con todos, nos ayudará, como potencial crítico, a discernimientos más profundos y eficaces. Debemos continuar en la obra de “escombrar” (ablatio) señalada por Benedicto XVI y que consiste en la continua limpieza de todo lo que impide a Dios hablar y mostrarse; de todo aquello que esconde la fuerza del Crucifijo! No queremos hacernos ilusiones: todo podar exige sacrificios y sufrimientos; pero tampoco debemos afligirnos, porque el podar trae siempre nueva vitalidad y renuevos de resurrección. Bajar con Cristo hacia su anonadamiento significa volver a encontrarse unidos a él en su resurrección. 2.3.Dentro del mundo El mandato de reparar, confiado por el Crucifijo a san Francisco, se extiende a la casa del mundo, de todo el mundo, sin fronteras ni distinción de pueblos, razas, lenguas y religiones. Nuestro mundo resquebrajado pide de nosotros nuestro trabajo de reconstructores; donde haya odio, lleve yo la paz! Nos pide la capacidad de ser constructores de puentes, de ser pontífices: donde haya división que lleve yo la unidad! Nos llama a ungir con el bálsamo de la reconciliación: donde haya ofensa lleve yo el perdón! Con manos desarmadas y pobres, pero ricas del don de Dios, estamos llamados a construir la civilización del amor, donde todos los pueblos toman parte y donde la presencia de Dios se convierte en garantía de bien para cada uno. De ese modo imploraremos, con la Iglesia, casa y escuela de comunión, el advenimiento del Reino de Dios. Queremos llevar al mundo el Evangelio sine glossa, anunciando a Cristo, y este, muerto y resucitado, que ha querido morir por amor a nosotros y que ahora nos acompaña en el peregrinar terreno. Con el ejemplo de san Francisco ante los ojos, nos proponemos ser incansables sembradores del Evangelio de Jesús, anunciadores de una penitencia que se convierte en misericordia y de una buenaventura que se hace saludo de paz. Pretendemos de este modo suscitar una cultura fraterna del encuentro al interior de la multiculturalidad de nuestros tiempos y promover el diálogo con todos: como forma cortés de evangelización, donde el respeto y la esperanza hacia el otro, el reconocimiento de la presencia de Dios en él, la confianza en las posibilidades humanas y en el don de Dios, la búsqueda serena de la verdad, todo constituya una verdadera evangelización recíproca. 3. …mi casa. 3.1. Casa de simpatía Nuestra mirada sobre el mundo, como franciscanos, es una mirada de simpatía. Estamos convencidos de que Dios está presente en sus hijos a pesar de que su rostro esté marcado por las limitaciones y por el pecado. Nuestra simpatía es el fruto de la conciencia de que Cristo el Señor resucitado vive y actúa en los caminos del mundo, se pone al lado de cada hombre y nos acompaña con su presencia victoriosa y segura. Es la simpatía que sabe reconocer toda la creación como un ostensorio en cuyo centro está la belleza y la bondad de Dios; que sabe mirar a la madre tierra como un inmenso sacramento del poder creador que obra maravillas a nuestro alrededor. En esta casa que es el mundo entero, queremos ser un canto de restitución al Señor por todos los dones concedidos, invitando a todos a la alabanza y la acción de gracias al Señor único Bien. Exhortamos a todos los hermanos a redescubrir la vía pulcritudinis como un eficaz medio de evangelización: toda nuestra historia es una maravillosas sinfonía de genialidades artísticas puestas al servicio del Evangelio para el bien de los hermanos y hermanas que se encuentran en los lugares más dispares del mundo. Quienes con la música, quienes con el canto, la poesía y el teatro,quienes con el arte de la escultura y de la arquitectura, quienes con la fantasía y creatividad pastoral de las formas populares de devoción, generaciones enteras de hermanos han exhortado al pueblo de Dios y a la gente de toda cultura a la alabanza de la belleza de Dios, han repetido cuanto san Francisco cantaba al Señor en el monte de la Verna: Tú, oh Dios, eres Belleza! 3.2. Casa de misericordia La simpatía franciscana se dirige particularmente al hombre y a la mujer, reconociéndolos como imagen de Dios, siempre, aún cuando esa imagen sea desfigurada por el mal. San Francisco nos recuerda que el hacer penitencia es hacer misericordia, ayudándonos a ver el misterio de Dios escondido en todo ser viviente. Hoy, sobre todo en nuestro mundo tan inclinado al juicio fácil, a la marginación y a la condena, queremos llevar misericordia a las conciencias heridas, a las familias divididas, a las sociedades fracturadas, a los desastres económicos, a los desequilibrios ecológicos, a los países en guerra. Debemos recordar siempre que toda nuestra evangelización es fruto y consecuencia necesaria del seguimiento de Cristo: son nuestros pasos sobre las huellas de Cristo que lo hacen presente, que nos permiten hablar de él, es en la conformidad con el Señor que podremos ayudar a los hermanos y a las hermanas a formarse con su Evangelio. Queremos volver nuestras casas abiertas a la acogida, a la medida del abrazo del Crucifijo: en las parroquias, en las escuelas, en los santuarios; en la acogida a los pobres y a los desesperados, en el mundo juvenil. Empujados por Francisco, alter Christus, todos queremos predicar humildemente con las obras, antes que con las palabras! 1.1.Casa de profecía El Señor nos invita a ir por el mundo entero para dar testimonio de su voz, para decir con la vida y con las palabras, que no hay otro Señor sino solamente él, vivo y resucitado en medio de nosotros, hasta el final de los tiempos. Podremos ayudar al mundo a transformarse en la casa de Dios, solo a través de la práctica del amor. Solo el amor, de hecho, hace presente a Dios en medio de nosotros. Por esta razón, invocamos al Espíritu del Señor para que nos conceda siempre su santa operación. De poco servirían nuestras estrategias pastorales, las múltiples actividades apostólicas y todas las diferentes formas de predicación, sin el Espíritu que nos hace tabernáculo de amor, donde Dios mismo vive y actúa, llama y convierte, nos llena de sí mismo. Para poder entrar en medio a la gente de nuestro mundo, deberíamos superar ese cristianismo sociológico que ha venido a menos casi en todas partes, deberíamos acostumbrarnos a una Iglesias sin una particular visibilidad y sin preeminencia, deberíamos superar aquel sentido de poder y arrogancia del cargo, que cierta cultura religiosa había hecho crecer y desarrollar. Deberíamos alejar de nosotros todo arrebato de mundanidad espiritual, considerándolo como verdadero paganismo y solapada idolatría. No podremos volvernos atrás, no queremos convertirnos en estatuas de sal! Antes bien, queremos escuchar el fuerte llamado de nuestro santo Padre el Papa que nos desea consagrados=profetas, en modo de despertar al mundo del sueño de los ídolos, prontos a encarnar la categoría evangélica de la levadura y de la sal. Debemos considerarnos siempre más como la humilde alma cristiana que vive en el cuerpo del mundo, y descubrir los valores humanos de la ternura y de la amistad, como puertas de entrada para todos. Como Fraternidad universal, acostumbrada a hablar muchas lenguas, deseamos saber dialogar con cada pueblo y cultura, aprendiendo con respeto el lenguaje de nuestro mundo, en modo de habitarlo con el Evangelio que hemos recibido. Al lado de nuestros hermanos y hermanas que viven con frecuencia el drama de una secularización inhumana y de una exclusión institucionalizada, queremos vivir la esperanza cristiana con formas de solidaridad y de caridad con fantasía creativa, denunciando la economía inicua que pone de rodillas al mundo y margina países enteros, obligando a millones de ersonas a emigrar de una parte a otra del planeta. Debemos ser voz de Dios en medio del mundo, hablando su palabra, gritándola con el testimonio de la vida y la fuerza de la fraternidad: una voz que se dirige a toda forma de injusticia, de poder inicuo, de males sociales que dañan la dignidad de las personas y amenzan la vida del planeta. A la casa de Dios, que es nuestro mundo tan maravilloso, si bien, complejo y contradictorio, pretendemos ofrecer la gracia del Espíritu que está en nosotros, la alegría que a la vez hemos recibido, junto con la ejemplaridad de una vida sobria y gozosa, apartada de la idolatría del dinero. Es esta gratuidad infundida en nosotros y por nosotros celebrada, que queremos regalar a esta casa. Queremos decir a todos y cada uno: Jesucristo te ama, ha dado su vida para salvarte, ahora está vivo y camina junto a tí, para sostenerte, iluminarte y guiarte! Tal anuncio, pretendemos hacerlo juntos, como Familia franciscana y con todos los que han recibido la gracia de ser cristianos; pretendemos, en particular, valernos de la preciosa y complementaria colaboración de los laicos y empeñarnos a valorar el genio femenino, frecuentemente dejado en la penumbra en el pasado. Juntos podremos presentar al Cristo total que ha querido ser reconocido precisamente en la comunión del amor. Conclusión: Queridos hermanos y hermanas, al terminar nuestro Congreso, hemos descubierto que la identidad es exactamente la novedad de nuestra misión evangelizadora. Nuestra identidad más profunda es la verdadera novedad que el mundo espera y las novedades que haremos florecer están en la identidad de nuestro carisma que continuamente debe resucitar a través de nuestra conversión personal y fraterna, la celebración gloriosa del Señor y el testimonio delante de todos. Los nuevos santos papas Juan XIII y Juan Pablo II, grandes evangelizadores de nuestro tiempo nos trazan un camino seguro para nuestra vida y misión y nos sugieren: miren al mundo con amistad y anuncien con entusiasmo a todos que abran las puertas de su casa a Cristo, verdadera riqueza y sentido último de toda existencia. El Papa Francisco, cuyo iluminador ejemplo ha estado siempre presente en nuestro Congreso, nos empuja con fuerza: Vayan, déjense atraer por los menores: de otro modo, ¿quién se ocupará de ellos? Ustedes son los hermanos menores para los menores de nuestro tiempo. Con la fuerza del Evangelio díganles que a los ojos de Dios son muy importantes y preciosos! San Francisco, vuelto todo lengua de evangelización porque todo en él hablaba del Señor, al que había fijado en su corazón, nos exhorta: Custodiemos su presencia como morada permanente en nosotros. Solo si al centro de nuestra casa está él, entonces será una casa de vitalidad misionera, abierta a todos! Queridos hermanos y hermanas de la gran Familia Franciscana: Vayamos juntos a reparar la casa del Señor!