ESCUELAS / MOVIMIENTOS EN FILOSOFÍA

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I.E.S. “PIRÁMIDE” – HUESCA - DEPARTAMENTO DE FILOSOFÍA
ESCUELAS / MOVIMIENTOS EN FILOSOFÍA
Referentes para las P.A.U.
3ª evaluación - Curso 2011-2012
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I.E.S. “PIRÁMIDE” – HUESCA - DEPARTAMENTO DE FILOSOFÍA
EXISTENCIALISMO
Integra un conjunto de tendencias filosóficas, que, pese a sus divergencias, coinciden
en entender por existencia no el simple hecho de existir, sino aquello que constituye la
esencia misma del hombre. El hombre, en esta perspectiva, no es la especie humana,
una esencia o una noción general, sino el individuo humano considerado en su absoluta
singularidad.
La mayoría de autores se remiten a Søren Kierkegaard (1813-1855), como punto de
referencia inicial del movimiento filosófico. Señala éste el momento de la rebelión
contra el idealismo de Hegel y su espíritu de sistema, frente al cual esgrime el valor del
pensamiento subjetivo y del «singular».
En el siglo XX, el existencialismo pasa a ser una corriente filosófica fundamental
como resultado de una situación social y cultural de crisis profunda, en el contexto
histórico de las guerras mundiales, los totalitarismos, desarrollo del capitalismo... Los
temas fundamentales que trata son el de la finitud de la vida humana, la importancia
determinante del tiempo y la angustia ante la libertad o la muerte, como elementos
esenciales de la existencia. El análisis pormenorizado de la existencia humana y la
búsqueda de su sentido se enmarcan dentro de una reacción contra la despersonalización
de ciertas corrientes del siglo XIX: el idealismo hegeliano y el materialismo mecanicista.
Ambas teorías, aparentemente contradictorias, mantenían, sin embargo, idénticos criterios
a la hora de considerar al hombre como un sujeto pasivo, inerte, carente de esencia propia.
Entre los autores fundamentadles del s. XX hay que destacar a Martin Heidegger,
Karl Jarspers, Miguel de Unamuno, Gabriel Marcel, Jean-Paul Sartre. Entre ellos,
adquiere especial relieve la figura de Sartre por la claridad y alcance de sus propuestas,
la suya es una filosofía de afirmación: ante el vértigo de la nada -la falta de esencia-, el
hombre experimenta con angustia su radical libertad. Desde ella erigirá su proyecto,
propio, personal, sometido siempre a revisión bajo su responsabilidad.
Entre las principales aportaciones del existencialismo se pueden citar:
a) Revitalización del papel del sujeto, de la subjetividad en la existencia del
hombre: Con los existencialistas se inicia un proceso de subjetivización del pensamiento,
es decir, se inicia una reflexión desde la perspectiva del actor, de cada hombre, no desde
fuera como pretende la visión cientificista. Lejos de la frialdad de la filosofía sistemática
de otros tiempos, se busca la filosofía impregnada de las propias condiciones de la
existencia, con sus problemas específicos y sus angustias. Todo brota de la experiencia
personal vivida. No es casualidad que el papel de la literatura, especialmente la novela y el
teatro, sea decisivo en este movimiento filosófico.
b) Prioridad de la existencia sobre la esencia: El hombre no tiene una esencia
prefijada; vive, existe, sin ser algo acabado, definido, completado. Todo lo contrario, lo
más característico del hombre es que libremente va constituyendo su propia esencia. Por
encima de aquellas notas naturales que tenemos todos los hombres se encuentra nuestra
irreductible individualidad, labrada gracias a la libertad, he aquí como el existencialismo
reivindica la subjetividad, el hombre individual, la propia e intrasferible existencia.
c) Prioridad de la vida sobre la razón: Frente al exceso de racionalismo que la
filosofía occidental hace gala, sobre todo desde Descartes hasta Hegel, el existencialismo
quiere llamar la atención también sobre la importancia de los sentimientos, de la capacidad
intuitiva del ser humano, en suma, conecta con otras corrientes vitalistas.
d) Irreductibilidad de la existencia a la razón: Una de las consecuencias de esa
valoración de la vida propia, de la existencia singular, es el cambio de valores: cada cual
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debe buscar su verdad subjetiva, personal y particular, no la verdad de las presuntuosas
definiciones objetivas, abstractas de la razón.
e) Existencialismo como alternativa a la Religión: La influencia del ateísmo de los
grandes filósofos del XIX se hizo notar en las primeras décadas del siglo XX, por lo que
era preciso revisar los grandes temas: finitud, libertad, muerte, ética...; ahora, a la luz de un
análisis filosófico de la existencia humana. Sobre todo, el existencialismo trata de evitar
esa sensación de absurdo que invadió a las conciencias europeas. De ahí, la llamada a la
vida auténtica, creativa, comprometida, responsable, digna.
ESTRUCTURALISMO
Más que una corriente unitaria de pensamiento, el estructuralismo es un término para
referirse a una serie de investigaciones llevadas a cabo en varios campos por diversos
pensadores del siglo XX: Ferdinand de Saussure, Claude Lévi-Strauss en
Antropología, Jacques Lacan en Psiquiatría (bajo inspiración psicoanalista), Louis
Althusser en Sociología y Política (bajo inspiración marxista), Michel Foucault en
Filosofía general y Teoría del Conocimiento en particular.
El Estructuralismo se define como una especie de método de pensamiento que
quiere resaltar el carácter de totalidad e interdependencia de los elementos que
constituyen una realidad. Para el estructuralismo, los elementos forman un todo en
virtud de sus relaciones mutuas, y de su conocimiento auténtico depende el acceso
consciente al sistema, a la estructura que determina y da significado a todo el fenómeno.
Bien se trate de las costumbres que fundamentan la vida de un pueblo, de los fenómenos
de la vida psíquica, de las bases que determinan los cambios sociales y económicos, de
los principios sobre los que se establecen las nociones de verdad o falsedad... cualquier
tema puede caer bajo el análisis del método estructuralista y seguirá el mismo modelo
teórico de investigación: más allá de las apariencias caóticas, azarosas, imprevisibles,
late una estructura susceptible de ser formulada (hay oculta una lógica interna), una
estructura que no es una realidad empírica observable, pero que funciona como
principio explicativo de un fenómeno determinado. Un ejemplo sencillo, que puede
servir como botón de muestra del estructuralismo, es el fenómeno de la lengua. Un
idioma es un conjunto de sonidos que sólo se vuelven significativos por su oposición, es
decir, por la percepción de sus diferencias, y que adquieren una potencialidad creativa
infinita bajo la regularidad de una serie de estructuras sintácticas; para todo lo cual, el
hablante no tiene porqué ser consciente del sistema bajo el que la lengua se ha
desarrollado, pero su conocimiento supone un grado de conciencia superior sobre su
naturaleza.
En la teoría lingüística de F. de Saussure aparece la noción de estructura -basada
en el estudio del lenguaje como sistema de signos-, es entendida como un todo que sólo
puede comprenderse a partir del análisis de sus componentes y de la función que
cumplen dentro del todo. Dichas estructuras tienen, pues, el carácter de una totalidad
en la cual cualquier modificación de alguna de sus relaciones afecta al conjunto, ya que
la estructura misma está definida por sus relaciones, su autorregulación y sus posibles
transformaciones. La semiología (nombre que propone Saussure para la ciencia de los
signos) podría concebir el conjunto del lenguaje como una estructura, cuyo estudio
debería efectuarse de modo que el lenguaje, aparecería como un sistema de relaciones,
en el cual el conocimiento del sistema, permitiría el reconocimiento de los elementos.
Para Lévi-Strauss, los fenómenos sociales tienen carácter de signos: los
sistemas de parentesco, las reglas del matrimonio, las formas de intercambio, etc. son
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como una especie de lenguaje que permite la comunicación (inconsciente) entre los
individuos y los grupos sociales. Por ello, Lévi-Strauss puede extender el método
estructuralista de la lingüística a la antropología.
Foucault aplicó el estructuralismo al estudio del saber. Pero, puesto que se
opone a toda forma de historicismo, no lo estudia desde la perspectiva de la historia,
sino desde una arqueología. Como consecuencia de su posición antihistoricista y de la
misma noción de estructura, el estructuralismo es una forma de antihumanismo
metodológico que proclama la "muerte del hombre". De hecho, los estructuralistas
sostienen que ni la lingüística, ni la etnología, ni el psicoanálisis hablan ya del hombre
mismo, sino de la lengua, las estructuras del parentesco y del inconsciente. El sujeto
(particular) ha sido expulsado de la ciencia, que trata de estructuras (universales). Por
ello, Lévi-Strauss proclamaba de forma provocadora que "el fin último de las ciencias
humanas no es constituir al hombre, sino disolverlo".
Desde un punto de vista histórico, el Estructuralismo sucede al Existencialismo.
Así frente a los principios básicos del existencialismo (importancia del sujeto, la radical
libertad del ser humano, el hombre como proyecto, el hombre que hace historia.,..), el
estructuralismo establece la primacía de las estructuras, de los sistemas: el sujeto y su
libertad es una ficción.
MARXISMO
Este concepto hace referencia a las características generales de la filosofía de Karl
Marx y a su influencia en la historia de la Filosofía. El marxismo se fundamenta en
tres teorías básicas: alienación económica, materialismo histórico y análisis del
capitalismo.
a) Marx utiliza el término de alienación como base de su descripción de la
situación en la que se encuentra el hombre bajo el desarrollo del sistema capitalista. El
hombre está alienado (fuera de sí, sin poder desarrollar su esencia...) desde un punto de
vista religioso, filosófico, político, social y económico. En síntesis, diremos que su
esencia material, su capacidad de transformar la naturaleza y desarrollar sus cualidades
creativas, se ha convertido en una mercancía sujeta a los cambios del mercado, que está
determinado por el imperativo de la acumulación del capital; esto es así, en una
sociedad rota en dos clases sociales (burguesía y proletariado; la diferencia entre estas
clases reside en la propiedad o no de los medios de producción). En esa sociedad, es la
clase dominante (burguesía) la que controla el poder político haciendo un uso interesado
de él, al mismo tiempo, que genera una justificación teórica de sus intereses y de toda la
jerarquía de dominio (ideología).
b) Tras este análisis, Marx establece una explicación materialista de la historia
como base teórica para la superación de las alineaciones. La historia sería la sucesión
de modos de producción que se definen por su base material (infraestructura o
estructura económica) que, a su vez, determina las formas de poder político, jurídico e
ideológico (superestructura). Cuando el desarrollo económico (fuerzas de producción)
entran en contradicción con el sistema establecido (relaciones de producción...) se
produce un cambio en el modo de producción.
Con estas consideraciones, Marx
observa que el sistema capitalista es uno más de los modos de producción históricos y
llevado de sus contradicciones (la proletarización creciente, las crisis de
superproducción etc...) conducirá a un nuevo modelo, el sistema comunista, en el que se
modifica el régimen de propiedad y se alumbrá una nueva era de la historia de la
humanidad.
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c) El análisis del capitalismo lo realiza Marx como crítica de la economía política
burguesa, un estudio de la ideología de la clase dominante, que se convierte en el
centro del pensamiento de Marx y es el eje de su obra fundamental: El Capital. En la
sociedad capitalista, en la que el trabajo es entendido como una relación entre cosas, la
fuerza de trabajo (energía física y psíquica gastada en la producción) se convierte en una
mercancía más, que se compra y vende en el mercado de trabajo. El obrero recibe sólo
el hipotético valor de la energía que ha consumido en el proceso del trabajo, pero en
éste ha incorporado su fuerza de trabajo a una mercancía que es apropiada por el
capitalista. De forma que del número total de horas trabajadas, el obrero recibe en
realidad sólo una parte en forma de salario, trabajando el resto directamente para el
capitalista. Esta diferencia es lo que Marx llama la plusvalía, que es el secreto
fundamental del sistema capitalista. Es decir, el empresario paga al asalariado, no el
valor producido por éste, sino sólo el costo de su fuerza de trabajo. El capital es
plusvalía acumulada, trabajo no consumido. Según Marx, eso explica que los
economistas burgueses consideren el capital como fuente de riqueza y consideren
«natural» que por el hecho de invertir un capital se deban obtener beneficios. Pero el
capital no es sino trabajo humano apropiado. Es el trabajo el que produce valor y el
excedente de valor, que sostiene todo el sistema, es el producto del plustrabajo realizado
por los obreros.
Todas estas reflexiones marxistas se desarrollan en el marco de una filosofía
materialista y atea que, con un estudio pormenorizado y novedoso, con espíritu
científico, de la sociología y de la economía, pretende superar otras explicaciones y
propuestas socialistas que, el propio Marx, considera utópicas y, por tanto, inútiles. El
pensamiento de Marx pretende aunar, por tanto, teoría y praxis, haciendo de la filosofía
no sólo un instrumento teórico de interpretación de la realidad, sino también un
principio de transformación de la sociedad.
La influencia de los planteamientos marxistas es enorme desde un punto de vista
teórico, en los análisis de la historia, de la economía, de numerosos pensadores.
Concretamente, la Escuela de Frankfurt recibirá su herencia intelectual en la elaboración
de su Teoría Crítica. Por otro lado, desde un punto de vista práctico, la revolución
soviética liderada por Lenin, reivindica su inspiración en la filosofía marxista, por más
que este punto de vista es muy discutible.
NIHILISMO
En un sentido amplio, el nihilismo (del latín nihil=nada) hace referencia a una
concepción filosófica en la que se niega la existencia de una realidad sustancial, dotada
de entidad metafísica. Según esta posición, todo se reduciría a fenómenos, simples
apariencias. Esta postura se podría concretar en expresiones de carácter gnoseológico
(de conocimiento) o moral. Así, según el nihilismo gnoseológico no podría conocerse
nada con rigor, siendo esta posición semejante al escepticismo radical. Según el
nihilismo moral, no habría principios morales válidos desde un punto de vista absoluto.
No obstante, el concepto de nihilismo se ha reservado, con más frecuencia, para la
formulación inicial, de índole metafísica, acerca de la ausencia de realidad sustancial y
de un cierto pesimismo trágico (la vida no tiene sentido ni significado) ligada a ella.
Si prescindimos de referencias menores y literarias, el concepto de nihilismo lo
podemos encontrar con gran relevancia en la filosofía de Nietzsche. Así distingue dos
tipos de nihilismo:
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1) Por una parte, en sentido negativo, designa el largo proceso de decadencia de la
cultura occidental que se inició con el socratismo y se prolongó con el platonismo y,
especialmente, con la religión judeo-cristiana. Esta decadencia es fruto de una plena
inversión de valores pues, desde Sócrates, se ha puesto la vida en función de la razón en
lugar de poner la razón en función de la vida. Este conceptualismo socrático-platónico
se acentuó con el cristianismo, cuyos valores de sometimiento, de resignación y de
culpabilidad, son el fruto del resentimiento contra todo lo vital. El fruto de todo ello ha
sido la pérdida de sentido del devenir, la formación de una moral de esclavos y de una
metafísica de verdugos, que tiene en los sacerdotes a sus oficiantes. En este sentido, el
nihilismo es el cumplimiento de la esencia de la metafísica occidental decadente, y
coincide con el movimiento histórico propio de la cultura occidental.
2) Pero, por otra parte, el nihilismo tiene un sentido positivo encarnado en el
método genealógico nietzscheano que desenmascara los falsos valores y proclama que
«Dios ha muerto», lo que significa que no hay propiamente un sentido, y que aquellos
que habían sido considerados los valores supremos se desvaloran. Esto, no obstante,
tiene un valor plenamente positivo, ya que entonces el nihilismo, entendido como la
destrucción de los valores tradicionales, aparece como el estado de los espíritus
fuertes que niegan activamente estos falsos valores, y prepara el camino para el
advenimiento del superhombre.
En la época contemporánea, Heidegger, interpretando a Nietzsche, considera
que el proceso del nihilismo surge de la separación entre el ser y el ente y del
consiguiente olvido del ser, que la metafísica, la ciencia y la técnica sustituyen por el
problema de la dominación del ente. Y concluye que, incluso el aspecto que Nietzsche
considera positivo del nihilismo (la transvaloración de los valores) es todavía negativo,
pues planteando el problema en términos de valores constituye el último eslabón de la
metafísica nihilista occidental. Nietzsche, según Heidegger, sigue anclado en la esencia
del nihilismo (negativo) que, olvidado del ser, pretende solamente dominar al ente, ya
que, como el conjunto del pensamiento occidental, no piensa el ser de las cosas, sino su
valor: su ser en cuanto valor.
POSITIVISMO LÓGICO
Es una corriente filosófica del siglo XX, heredera de las posiciones antifilosóficas,
antimetafísicas, del positivismo clásico, pero que busca distinguirse de éste, con un
nuevo enfoque que profundiza en el análisis del conocimiento bajo un punto de vista
lingüístico (con una gran presencia en sus estudios de la lógica y la matemática. La
expresión “positivismo lógico” coincide con los ideales expuestos por el llamado
Círculo de Viena que reúne a pensadores –que, en realidad, eran científicos- como Otto
Neurath, Rudolf Carnap y Moritz Schlick, entre otros, que encuentran inspiración en
filósofos como Bertrand Rusell o Ludwig Wittgenstein (sobre todo en los primeros
escritos de éste último, en su obra Tractatus logicus-philosophicus).
A todos los positivistas lógicos les une una crítica profunda hacia la filosofía
tradicional, que consideran excesivamente abstracta, especulativa, sin rigor ni método.
Por ello, defienden el conocimiento científico, basado en hechos, frente al pensamiento
puramente filosófico.
Hasta aquí vemos como coincide con el positivismo clásico,
pero como hemos dicho, intenta distinguirse de él, cuando profundiza en la manera que
tiene la ciencia de expresar sus resultados, mediante proposiciones (a través del
lenguaje).
El positivismo lógico se caracteriza por su análisis riguroso de las
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proposiciones para establecer los criterios mediante los cuales distinguir aquellas
proposiciones auténticamente científicas y con significado. Así se establece el llamado
criterio de verificación que establece como científica aquella proposición que podemos
verificar mediante la observación experimental, donde se confirma o niega su validez.
Como conclusión de este criterio, sólo las proposiciones empíricas son verificables y,
por tanto, tienen significado. Con semejante principio reduccionista, las proposiciones
filosóficas, metafísicas, que no describen hechos susceptibles de verificación
experimental, carecen de sentido, no tienen significado, es decir, ya no tiene sentido
hablar de ellas como verdaderas o falsas, simplemente se niega su posibilidad de
expresar algo con significado, son simples expresiones emotivas de los seres humanos.
TEORÍA CRÍTICA
Se llama Teoría Crítica a una de las principales propuestas teóricas de la llamada
Escuela de Frankfurt. Unidos por unos mismos objetivos e intereses, un grupo de
pensadores alemanes tales como M. Horkheimer, Th. Adorno y H. Marcuse
fundaron, en los años treinta del siglo XX, un Instituto de Investigación Filosófica y
Social en la ciudad de Frankfurt (en una segunda generación se les unirá uno de los
principales filósofos de la actualidad, J. Habermas). Estos pensadores intentaron
realizar una cierta revisión del marxismo con el fin de adecuarlo, como instrumento de
análisis y reflexión, a los nuevos fenómenos sociales que se desarrollaban en el siglo
XX: sistemas políticos totalitarios (fascismo, comunismo); sociedad de consumo;
medios de comunicación de masas, etc. Como consecuencia de sus debates y
reflexiones acuñaron el término “Teoría Crítica” para referirse a las características
fundamentales de su teoría del conocimiento.
Los representantes de la Escuela de Frankfurt se oponen al modelo tradicional de
conocimiento objetivo representado en el concepto de ciencia, como saber puro,
objetivo, neutral, capaz de ofrecer una versión fidedigna de la realidad. A juicio de los
frankfurtianos, tal saber no sólo es imposible, sino que esconde subterráneamente todo
un conjunto de intereses y prejuicios; de tal modo que funciona como una cierta
ideología (en el sentido marxista del término), que sirve a los intereses del sistema de
dominación reinante en un estado. Por ejemplo, ese modelo ha resultado nefasto en el
conocimiento de la naturaleza, ya que únicamente le ha interesado su dominación, su
control, con los consiguientes problemas ecológicos que, derivados de una ciencia y
técnica enloquecidas, estamos sufriendo.
Frente a este modelo, la “Teoría Crítica” defiende estos planteamientos:
1) No pretende alcanzar verdades absolutas, en forma de sistema completo y
cerrado, sino que es siempre consciente de sus posibles errores, y está siembre abierta a
revisión, a discusión.
2) Prescinde del modelo esquemático de sujeto-objeto, intentado descubrir los
motivos que acompañan a cualquier proceso de conocimiento y que influyen en todo
acercamiento a la realidad analizada.
3) No distingue radicalmente entre teoría y praxis, ya que ambas están siempre
interrelacionadas. La teoría es un momento más de la praxis, es el momento de la toma
de conciencia, no sólo de los hechos, sino también de las posibilidades que pueden
realizarse.
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De todo ello se sigue que este modelo de conocimiento nunca podrá convertirse
en un producto del sistema social, al que pudiera servir como justificación, sino que más
bien se erigirá en constante tensión crítica con cualquier tipo de sociedad. En suma,
este proceso de crítica permanente muestra la necesidad de hacer de la filosofía un
instrumento al servicio del hombre, de su progresiva liberación, de su constante lucha
por construir un mundo mejor y más humano. Los filósofos de la Escuela de Frankfurt,
partiendo de estos principios, inauguraron una nueva forma de hacer filosofía; una
filosofía que, analizando los fenómenos culturales de nuestra sociedad (economía,
política, sociedad, arte, cine, literatura...), se presentaba como una Crítica de la Cultura.
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