1 Sobre la vigencia de la ley natural: Consideraciones a partir de

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Sobre la vigencia de la ley natural: Consideraciones a partir de Joseph
Ratzinger
Julián Gregorio Neira Gómez1
Resumen
El presente ensayo se propone abordar el concepto de ley natural desde un autor
representativo de dicha doctrina: el entonces Cardenal Joseph Ratzinger, hoy
Benedicto XVI. Aunque hoy en día existe una difundida concepción de ley natural
como fardo que hace más pesada la vida del hombre, y el contexto cultural
agnóstico y antimetafísico constituyen barreras para la comprensión de la misma,
nuestro autor sugiere con insistencia que la ley natural es la clave para comprender
la vida y el camino hacia la felicidad de todo ser humano, independientemente de su
raza, sexo, condición social, o sus creencias religiosas.
El concepto de ley natural parte de presupuestos morales básicos como que “es
necesario hacer el bien y evitar el mal” y “no hagas a los demás lo que no quieres
que te hagan a ti”. Pero no se limita a ello, pues al estar inscrito en el corazón del
hombre, orienta a la conquista de ideales nobles, que la persona plasma en su vida
en comunidad. De allí la pertinencia de indagar en dicho concepto y en su vigencia
como derrotero de una sociedad secularizada y pluralista.
Palabras clave: Comisión Teológica internacional (CTI), Ética universal, Joseph
Ratzinger, Ley natural, Persona, Relativismo.
Abstract
This article aims to explain the concept of natural law from a representative author of
that doctrine: the then Cardinal Joseph Ratzinger, now Benedict XVI. Although today
it exists a very diffused conception of natural law as a bale that makes heavier man’s
life, and in the agnostic and antimetaphysical cultural context its a barrier to it`s
understandig, our author strongly suggests that natural law is the key to understandig
life and the way to happiness of every human being, no matter his race, sex, social
status, or religious belief.
1
Universidad de La Sabana. Estudiante. Semestre V. Facultad de Derecho. [email protected]
Semillero de Teoría Política.
2
The concept of natural law is founded on basic moral assumptions such as “its
necessary to behave well and avoid evil” and “don’t do to the others what you don’t
wish done to yourself”. But that isn’t all, because such as it is nailed in the man’s
heart, leads to the achievemnet of nobles ideals, that the person translates to its
community life. Therefore the relevance of deepening into this concept and into its
validity as road map of a secularized and pluralist society.
Key words: International Theological Commission (ITC), Joseph Ratzinger, Natural
law, Person, Relativism, Univesal ethics.
Introducción.
Con ocasión del más reciente documento de la Comisión Teológica Internacional,
órgano consultivo de la Congregación para la Doctrina de la Fe, titulado “A la
búsqueda de una ética universal: nueva mirada sobre la ley natural”, se ha abierto
nuevamente la discusión sobre la posibilidad de fundamentar el deber ser del
comportamiento humano teniendo en cuenta unos parámetros objetivos e
invariables, es decir, no relativos o cambiantes.
Este documento está en sintonía con la preocupación de Benedicto XVI de poner
freno a la dictadura del relativismo, dado que en la visión política -que algunos
pretenden vender como la- moderna se entiende que toda posición definida –no
relativista- atenta contra la paz y la sana convivencia en el ordenamiento jurídico.
Asumir el relativismo como la única y preponderante consigna en la construcción de
una sociedad más justa, mina las bases de convivencia de los pueblos, pues lleva a
la pérdida de los valores arraigados en ellos, poniendo en riesgo su identidad
cultural.
Por esto, para que una sociedad pueda desarrollar sanamente el pluralismo sin
desvirtuar su esencia, debe estar construida sobre bases sólidas. Estas se pueden
encontrar en la condición misma del ser humano y en las garantías mínimas que su
naturaleza exige.
En la primera parte de este trabajo haré una breve reseña del documento “A la
búsqueda de una ética universal”. Aquí, se aclara la necesidad de reconocer la
3
existencia de valores objetivos capaces de unir a los hombres, partiendo de la
naturaleza humana como pilar de esta unión.
Esta idea es ampliada en la segunda parte del trabajo, al ser expuesta como una de
las tesis fundamentales del pensamiento del entonces Cardenal Joseph Ratzinger,
hoy Benedicto XVI, respecto a la ley natural. Ratzinger entiende que la necesidad de
descubrir (no crear) acuerdos comunes a toda la humanidad que no estén limitados
a determinadas culturas, obliga a los Estados a buscar respuestas fuera de sí
mismos. La democracia como forma de gobierno no legitima cualquier decisión ya
que “también las mayorías pueden ser ciegas e injustas”2, lo que demuestra que el
sólo consenso no es suficiente como fuente del derecho y la política.
Finalmente, en la tercera parte del trabajo se expone la propuesta de Ratzinger en
busca de una ética universal, entendiendo que el hombre es capaz de conocer la ley
natural presente en su interior y, a partir de ella, generar condiciones políticosociales que garanticen el respeto a la dignidad humana. Así pues, la persona debe
buscar respuestas a lo justo dentro de sí misma, antes de pretender construirlas
fuera de ella.
1. La ley natural como fuente de una ética universal.
La Comisión Teológica Internacional presentó el 12 de junio de 2009 un documento
como respuesta a la actual discusión sobre la posibilidad de establecer un acuerdo
sobre lo que se considera ético en el hombre. Es una propuesta para el diálogo
intercultural (e interreligioso) que responde a los intentos que, desde diversas
perspectivas se han venido proponiendo para formular una ética universal, algunos
de los cuales no son totalmente coherentes con una perspectiva metafísica de la
naturaleza humana y su ideal de excelencia.
Este documento constituye un importante esfuerzo por parte de la Iglesia Católica en
el ánimo de establecer parámetros básicos de convivencia para todas las personas,
2
Joseph RATZINGER, “Lo que cohesiona al mundo” en, Joseph RATZINGER y Jürgen HABERMAS,
Dialéctica de la secularización, México, Fondo de Cultura Económica, 2008, p. 39.
4
independientemente de su credo o ideología, en procura de unas relaciones
humanas más justas y dignas.
Si bien la Declaración Universal de Derechos Humanos es un acuerdo con tales
fines, posee un problema fundamental como es el dejar por fuera la concepción de
algunas culturas sobre temas fundamentales allí tratados. De esto se desprende
que, al no ser entendidos los preceptos de este acuerdo bajo la moral cristiana en la
que Europa hundió sus raíces, se puede caer la injusticia y en la búsqueda de
beneficios particulares, al interpretarlos tergiversadamente quien tenga poder para
hacerlo.
Sin embargo, el documento deja claro que, si bien la doctrina católica ha sido la
principal exponente del concepto de ley natural, no es una invención suya, sino una
realidad inherente a todos los seres humanos3.
La pregunta sobre el mejor modo de vivir está siempre presente en el hombre y, ante
la búsqueda inductiva basada en consensos mínimos que lleva a relativizar las
éticas fuertes de las diferentes religiones, el texto de la Comisión basa su propuesta
en un fundamento antropológico que rija las determinaciones tomadas en un
acuerdo sobre el tema. En efecto, no se trata de establecer un acuerdo por el
acuerdo como tal, sino un punto de mira común hacia el cual tender. Y qué mejor
para este fin que partir de lo constitutivo en el ser humano, del ideal de excelencia
inscrito en su interior, al que cada uno puede llegar a través de su razón natural.
A las críticas tradicionales hechas al concepto de ley natural, el documento de la
Comisión Teológica responde partiendo del precepto “es necesario hacer el bien y
evitar el mal”, demostrando su razonabilidad y posibilidad de adaptación a
situaciones de la vida diaria. El texto sale al paso a la concepción de ley natural que
le otorga un carácter rígido, abstracto o apriorístico, normativista y vertical,
demostrando su dimensión dinámica, existencial y razonable, aplicable a las
situaciones concretas bajo la guía de la prudencia4.
3
Cfr. Comisión Teológica Internacional, A la búsqueda de una ética universal. Una nueva mirada sobre la ley
natural, trad. de José Rodríguez Iturbe, 2009, n. 114.
4
Cfr.
Iván
GARZÓN,
“¿Es
posible
una
ética
universal?”,
2010,
en
http://ivangarzonvallejo.blogspot.com/search?q=ley+natural, fecha de consulta: 6 de septiembre de 2010.
5
Un gran paso en la búsqueda de una ética universal, es aceptar esta especie de
consenso tácito presente en los hombres a través de su naturaleza. Hay situaciones
que no necesitan de acuerdos para validarse y, prueba de ello es que
el ser
humano a través de su conciencia puede autodeterminarse y elegir libremente la
respuesta ante la llamada constitutiva de su naturaleza que lo urge a ser más.
Esta tesis es sustentada de manera excepcional por Joseph Ratzinger, quien a
través de varios de sus escritos resalta el concepto de ley natural como base de una
ética universal, que brinde a la humanidad una convivencia más justa.
2. El Estado debe buscar respuestas fuera del Estado.
En su diálogo con Jürgen Habermas, Ratzinger apela a la naturaleza y a la razón
como presupuestos del derecho, en contraposición a la “acción comunicativa” como
único fundamento de éste. La búsqueda de argumentos profundos en Grecia para
replantear el porqué de una legislación que empezaba a enfrentarse a la
racionalidad, y el desarrollo de la idea del ius gentium en el descubrimiento de
América lo ponen en evidencia históricamente.
En la primera situación, es notable como desde aquella época ya se empezaba a
caer en la dictadura de los formalismos, llegando a opacar la materia, el objeto del
derecho, que es la justicia. “Así surgió la idea de que frente al derecho establecido,
que podía ser injusto, debía existir un derecho que procediese de la naturaleza, de la
esencia del hombre. Se tuvo que descubrir este derecho adecuado para corregir los
defectos del derecho positivo”5. Vale la pena destacar la época en que esta idea
empezó a gestarse, no sólo por la cultura que la desarrolla, también por su
antigüedad6.
5
Joseph RATZINGER, Lo que cohesiona al mundo, op. cit., p. 45. Es la conocida discusión entre dikaion nomos
y dikaion physei, claramente ejemplificada en Antígona.
6
Esto pone en entredicho la idea de Gian Enrico Rusconi según la cual la insistencia que se ha venido dando
sobre la importancia de la ley natural en los ordenamientos sociales, sería, por parte de la teología católica una
especie de “salvavidas respecto al debilitamiento de la solidez de los principios y de las certezas del pasado”.
Joseph RATZINGER y Paolo FLORES D’ARCAIS, ¿Dios Existe?, Editorial Espasa Calpe S.A, Colombia,
2009, p. 72.
6
La segunda situación ilustrada por Ratzinger es la que, en efecto, da lugar a la
noción actual de derecho natural. Ante el descubrimiento de nuevos pueblos, se
discutía si aquellos que no habían participado de las circunstancias que dieron
origen al orden jurídico establecido en Europa, debían considerarse parte de este
acuerdo o, por el contrario, carentes de derecho. Francisco de Vitoria desarrolló la
ya existente idea del ius gentium, una concepción del derecho como algo anterior al
Cristianismo mismo, encargado de regular la convivencia justa entre los diferentes
pueblos7 con base en la idea de que todos los seres humanos son personas
Hoy en día, gracias a los aportes de los juristas de la Escuela de Salamanca –
Vitoria, entre ellos– y, posteriormente, de Hugo Grocio y Samuel von Pufendorf,
entre otros, tenemos la noción de derecho natural como aquel que se basa no ya en
la mera voluntad del legislador, sino que tiene como fundamento la naturaleza,
específicamente, en la razón humana.
El Cardenal alemán manifiesta que unos mandatos provenientes de la naturaleza
garantizan en mayor medida una convivencia pacífica y justa, por cuanto no son
disponibles por la voluntad humana. Por otro lado, aquellos que provengan del
consenso no generan tanta seguridad ya que así como se crean se pueden destruir8.
De ahí la necesidad para los Estados de buscar respuestas al porqué de sus
ordenamientos fuera de sí mismos.
En el entendido de la democracia como la forma más justa de ordenamiento político
por cuanto implica representación y acuerdo de mayorías, Ratzinger recuerda que el
solo consenso no es sinónimo de justicia: “también las mayorías pueden ser ciegas
e injustas”9, “nosotros los alemanes hemos conocido un ejemplo muy fuerte”10. Se
refiere, por supuesto, al acenso de Adolf Hitler al poder en 1933.
7
Cfr. Joseph RATZINGER, Lo que cohesiona al mundo, op. cit., p. 46.
Cfr. Joseph RATZINGER y Paolo FLORES D’ARCAIS, ¿Dios Existe?, op. cit., p. 80; Benedicto XVI,
Discurso al Congreso Internacional sobre la Ley Moral Natural 12-II-07 organizado por la Pontificia
Universidad Lateranense; Discurso en Westminster Hall 17-IX-10.
9
Joseph RATZINGER, Lo que cohesiona al mundo, op. cit., p. 39.
10
Joseph RATZINGER y Paolo FLORES D’ARCAIS, ¿Dios Existe?, op. cit., p. 68; Joseph RATZINGER:
Benedicto XVI, En busca de la paz en Europa. Raíces, identidad y misión, Editorial Ciudad Nueva, Madrid,
2005, p. 85. Para una reflexión en la misma línea, aunque no tan directa, vid. Joseph RATZINGER, Verdad,
Valores, Poder, Rialp, Madrid, 1993, pp. 91-92 y vid. Joseph RATZINGER, El elogio de la conciencia,
Ediciones Palabra S.A., Madrid, 2010, pp. 64-65.
8
7
Y es que tanto vale el arbitrio de uno como el arbitrio de muchos en la toma de
decisiones, si estas no se basan en principios coherentes, objetivos: “hay que
desenmascarar un mito que es el único que nos pone ante la cuestión decisiva de
una política razonable: la decisión por mayoría es en muchos casos, quizá la mayor
parte de los casos, la vía “más razonable” para llegar a soluciones comunes. Pero la
mayoría no puede ser el principio último (…) También aquí se trata en última
instancia de defender la razón: la razón, la razón moral, es superior a la mayoría”11.
Joseph Ratzinger examina las tesis de los algunos de los representantes del
contractualismo contemporáneo, como Richard Rorty y Hans Kelsen, éste último,
exponente de la posición relativista radical. Concretamente, analiza el comentario
del jurista austríaco sobre el proceso de Pilato a Jesús, cuando explica la necesidad
de que el político sea escéptico: al formular la pregunta: “¿Qué es la verdad?”, el
juez romano manifiesta su idea de imposibilidad del ser humano de alcanzar la
verdad al tiempo que da la espalda al acusado, sin esperar una respuesta, y se
dirige a la multitud.
Kelsen alaba la decisión de Pilato de someter el asunto en disputa al voto popular,
como una figura emblemática de la democracia que no se apoya en valores ni en la
verdad, sino en la corrección procedimental, dejando que sea la mayoría quien
determina lo justo, negando la existencia de una verdad superior al consenso,
divinizando a las mayorías. No es descuido del autor de la Teoría Pura del Derecho
obviar que el fruto de esa alabada decisión democrática sea la condena de un
inocente, pues para él habría que imponer la certeza relativista con sangre y
lágrimas si fuera preciso12.
Tal es la propuesta de la doctrina jurídica moderna referente a las cuestiones
trascendentales que involucran la dignidad de la persona. Cuando no hay razones
fuertes para justificar los hechos o sostener las convicciones, lo “justo”, lo más
conveniente para conservar el orden público es ceder ante el veredicto de las
11
Joseph RATZINGER: Benedicto XVI, Visiones políticas y praxis de la política en Europa. Raíces, identidad y
misión., Editorial Ciudad Nueva, Madrid, 2005, p. 64. Cursivas fuera de texto.
12
Cfr. Joseph RATZINGER, Verdad, Valores, Poder, Rialp, Madrid, 1995, p. 87-88.
8
mayorías. El escepticismo, el ambiente de pesimismo en la búsqueda de la verdad y
del bien común deriva en injusticia.
Pero el relativismo mismo también implica dogmatismo ya que el derecho mismo
puede ser pisoteado cuando el más fuerte quiera imponer su opinión13,
convenciendo a las mayorías.
Vale la pena indagar por razones más profundas pues de lo contrario como bien lo
indica el Cardenal bávaro, se puede pasar fácilmente del aforismo hobbesiano
auctoritas, non veritas, facit legem (la autoridad, no la verdad, es la que hace la ley)
al utilitas, non veritas, facit pacem (la utilidad, no la verdad, es la que hace la paz)14.
Se muestra, así, la necesidad de devolver a la verdad su papel fundamental en el
ordenamiento jurídico, pues “la paz interna y externa solo son posibles cuando se
aseguran los derechos esenciales del hombre y de la comunidad…”15. En otras
palabras, cuando se es coherente con la verdad.
3. La persona debe buscar respuestas dentro de sí misma.
La naturaleza misma del ser humano le marca un deber ser de las cosas. De esa
experiencia todos somos partícipes. Se trata de una suerte de recuerdo, llamado por
Ratzinger anamnesis, de sentimiento interior que nos muestra la bondad o maldad
de nuestros actos16 frente al que podemos obedecer en un acto de dignificación de
la especie o, simplemente, ignorarlo momentáneamente.
De esta manera quedaría claro que, quien actúa en consecuencia con los
dictámenes de su conciencia, estaría actuando bien sin importar lo que las demás
personas puedan pensar de sus actos. Sin embargo esto no es tan simple ya que
una conciencia deformada no es garantía de actos “buenos”, justificables por su
motivación. No es lo mismo la conciencia subjetiva de los actos propios que la
conciencia que lleva a la verdad, pues la falta de remordimiento como consecuencia
13
Cfr. Joseph RATZINGER, El elogio de la conciencia, Ediciones Palabra, Madrid, 2010, p. 65.
Cfr. Joseph RATZINGER, Una mirada a Europa, Rialp, Madrid, 1993, pp. 74-78.
15
Joseph RATZINGER: Benedicto XVI, Europa. Raíces, identidad y misión, op. cit., p. 58.
16
Cfr. Joseph RATZINGER, El elogio de la conciencia, op. cit., pp. 26-31.
14
9
de una decisión firme y sin escrúpulos frente a un acto, no hace de éste algo
materialmente bueno.
Y es que el no atender al llamado constitutivo de la naturaleza humana a ser más, el
no querer ver la verdad, no libra al sujeto de la consecuencia de sus actos; mas aún
cuando es la verdad la que une los extremos de la controversia entre autoridad y
subjetividad, entre la proveniencia externa o interna del deber ser en el hombre.
La synderesis, trabajada por Ratzinger como el concepto platónico de anámnesis o
momento ontológico de la conciencia (anterior a la conscientia como tal o concreción
del primer momento mediante el juicio y la decisión), lejos de verse atrofiada por las
disposiciones externas, es beneficiada por la función mayéutica cumplida por estas
para abrirse a la verdad. Así pues, “la conciencia implica más bien la presencia
perceptible e imperiosa de la voz de la verdad dentro del sujeto mismo”17 y, hacer
caso omiso a ella implica no sólo un desorden, sino una injusticia con los demás
hombres.
Es por esto que la verdad debe primar sobre la bondad para poder alcanzar la
objetividad. Cuando los gustos y las ventajas intervienen en las decisiones, como es
común en el consenso, se cae en la mera “acomodación grupal”18 y, la verdad, como
punto de referencia en la discusión, se pierde de vista, y es sustituida por la
conveniencia.
Hace falta un retorno a la concepción humanista y personalista de la política en la
que las formas no sustituyan su fin como es el bienestar de la comunidad, el cual es
imposible lograr si no se busca antes el bienestar del individuo.
En este marco, se comprende mejor la célebre frase de John Henry Newman:
“Ciertamente si yo tuviera que traer a la religión a un brindis de sobremesa –algo
que no me parece muy indicado-, brindaría por el Papa. Pero en primer lugar por la
conciencia y después por el Papa”19, pues si bien hay que obedecer a la autoridad,
17
Ibídem, p. 21.
Ibídem, p. 22.
19
Letter to the Duque of Norfolk, p. 261 en Ibídem, p. 20.
18
10
esta obediencia sólo es comprensible en la línea de la verdad, en la cual se
encuentra la legítima autoridad.
Conclusiones.
Al apelar a la recta ratio en la búsqueda de la justicia, necesariamente se debe
acudir a la naturaleza del hombre, de la que se desprende el ideal de excelencia al
que debe tender y sobre el cual nos debemos poner de acuerdo a la hora de
reconocer una ética universal, que lleve, por lo demás, a una convivencia más justa
y fraterna.
La ley natural, imperativa e ínsita en el hombre, no varía con el paso del tiempo y de
las culturas. A pesar de que algunas tribus indígenas aprobaran el canibalismo o de
que todo un pueblo aprobara las atrocidades de sus líderes, esto “no prueba nada
contra la ley natural, del mismo modo que un error en una suma no prueba nada
contra la aritmética o que los errores de los primitivos, para quienes las estrellas
eran agujeros en la tienda que recubría el mundo, no prueban nada contra la
astronomía”20. De aquí se deduce la incapacidad del consenso para ser base de una
ética universal, en contraposición con la seguridad ofrecida por la ley natural.
Al respecto, en su visita a Inglaterra, Benedicto XVI expresó: “Si los principios éticos
que sostienen el proceso democrático no se rigen por nada más sólido que el mero
consenso social, entonces este proceso se presenta evidentemente frágil. Aquí
reside el verdadero desafío para la democracia”21. Y es que la sociedad actual debe
reconocer el innegable papel público de la religión pues, de lo contrario sus
principios éticos se quedan sin piso.
El Estado no puede producir la verdad. Debido a que su estructura no le permite
profundizar en la condición de la persona (pues está diseñado para proferir
disposiciones generales impersonales, y abstractas y servir de marco de legitimación
del derecho y la política), el Estado está obligado a acoger las disposiciones que le
20
21
Jacques MARITAIN, Los derechos del hombre, Madrid, Ediciones Palabra S.A., 2001, pp. 56-57
Discurso en Westminster Hall 17-IX-10.
11
vienen de fuera, de las organizaciones pensadas para ahondar en el conocimiento
del bien y de la verdad22.
Así las cosas, en la ley natural: “se expresan normas inderogables y obligatorias,
que no dependen de la voluntad del legislador y tampoco del consenso que los
Estados pueden darles, pues son normas anteriores a cualquier ley humana y, como
tales, no admiten intervenciones de nadie para derogarlas”23. En este orden de
ideas, son los Estados los que, en pro de su legitimidad deben adecuarse a las
indicaciones de la ley natural, y no al revés.
El conocimiento de esta ley inscrita en el corazón del hombre aumenta con el
crecimiento de la conciencia moral”24 y su renovada disposición a escuchar la voz de
Dios que clama en su interior. La fe ofrece razones a las intuiciones morales25,
hecho reflejado en el consenso de fondo existente entre las diferentes religiones, lo
cual constituye una clara muestra de la existencia de una racionalidad común entre
los seres humanos sobre la que es posible desarrollar una ética universal.
No hay que ser creyente para coincidir con estos planteamientos. Al fin y al cabo, la
ley natural sostiene que “las normas objetivas para una acción justa de gobierno
son accesibles a la razón, prescindiendo del contenido de la revelación”26.
Bibliografía o Referencias
BENEDICTO XVI, Discurso al Congreso Internacional sobre la Ley Moral Natural 12II-07 organizado por la Pontificia Universidad Lateranense.
BENEDICTO XVI, Discurso en Westminster Hall 17-IX-10.
22
Cfr. Joseph RATZINGER, El elogio de la conciencia, op.cit., p. 72.
Benedicto XVI. Discurso al Congreso Internacional sobre la Ley Moral Natural 12-II-07 organizado por la
Pontificia Universidad Lateranense.
24
Ibídem.
25
Cfr. Joseph RATZINGER, El elogio de la conciencia, op. cit., p.73.
26
Discurso en Westminster Hall 17-IX-10.
23
12
COMISIÓN TEOLÓGICA INTERNACIONAL. A la búsqueda de una ética universal.
Una nueva mirada sobre la ley natural, trad. de José Rodríguez Iturbe, 2009.
MARITAIN, Jacques. Los derechos del hombre, Madrid, Ediciones Palabra S.A.,
2001.
GARZÓN,
Iván.
“¿Es
posible
una
ética
universal?”,
2010,
en
http://ivangarzonvallejo.blogspot.com/search?q=ley+natural, fecha de consulta: 6 de
septiembre de 2010.
RATZINGER, Joseph. “Lo que cohesiona al mundo” en Joseph RATZINGER y
Jürgen HABERMAS, Dialéctica de la secularización, México, Fondo de Cultura
Económica, 2008, pp. 35-54.
RATZINGER, Joseph y FLORES, Paolo, ¿Dios Existe?, Editorial Espasa Calpe S.A,
Colombia, 2009.
RATZINGER, Joseph. Verdad, Valores, Poder, Rialp, Madrid, 1993.
RATZINGER, Joseph. El elogio de la conciencia, Ediciones Palabra S.A., Madrid,
2010.
RATZINGER, Joseph. Visiones políticas y praxis de la política en Europa. Raíces,
identidad y misión, Editorial Ciudad Nueva, Madrid, 2005.
RATZINGER, Joseph. Una mirada a Europa, Rialp, Madrid, 1993.
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