07 ISSN: 0719-6571 2 DERECHO PENITENCIARIO julio - diciembre 2015 ÍNDICE Editorial..................................................... 3 Artículo Estado, violencia y cárcel....................... 4-7 Artículo La violencia carcelaria: un fenómeno acuciante en el sistema de ejecución penal................................ 8-14 D erecho Penitenciario REVISTA Director: Juan Ignacio Rosas Oliva Coordinadora: María Eugenia Hofer Denecken Editor periodístico: Andrés Chamorro Montenegro Diseño y Diagramación: Roberto Ortega Cabrera Entrevista Capellán Nacional Luis Roblero “Tenemos que avanzar hacia distintos tipos de cárceles, con distintos tipos de reclusión”..............................15-20 Artículo ¿Qué es el desempeño moral de una cárcel? Una introducción al trabajo de A.Liebling y algunas reflexiones para el caso chileno......................21-27 Artículo Opinión sobre la violencia al interior de las cárceles............................................................28-29 En Cifras.........................................................30-31 Fotografía: Juan Vargas Torres Gendarmería de Chile Wikimedia Commons Representante legal: Rubén Covarrubias Giordano Revista Derecho Penitenciario es una publicación semestral del Centro de Estudios Penales y Penitenciarios de la Facultad de Derecho de la Universidad Mayor. Sus oficinas están ubicadas en Av. Manuel Montt 367, piso 4, Providencia. Prohibida toda reproducción total o parcial del contenido de esta revista sin la expresa autorización de su equipo editorial. EDITORIAL L a violencia carcelaria toma distintas formas y sin duda que la violencia entre internos es una de ellas. Las cárceles poseen una imagen negativa en relación con la violencia y esta imagen está sustentada en hechos que suceden dentro de sus espacios sobre los cuales se construye la visión social de la situación penitenciaria. Sin embargo, la violencia carcelaria abarca más de lo que se percibe a partir de sucesos violentos que acontecen en cárceles, pues no sólo se sustenta en acciones de los reclusos, sino que también viene compuesta, y en proporciones considerables, por acciones hostiles de parte de instituciones formales que vulneran y menoscaban los derechos de los internos/reclusos, de los operadores penitenciarios, constituyendo de esta forma una manera general de violencia carcelaria. La violencia en sentido estricto, la única violencia medible e incontestable es la violencia física. Es el ataque directo, corporal contra las personas. Ella reviste un triple carácter: brutal, exterior y doloroso. Lo que la define es el uso material de la fuerza, la rudeza, voluntariamente cometida en detrimento de alguien. El más pequeño denominador común a la medida global de violencia a través del tiempo y del espacio es la muerte violenta. La violencia es un comportamiento adquirido, no es inevitable ni instintiva, y se trata de un fenómeno multidimensional, al que se agrega la presencia y actuación de un conjunto de actores dentro y fuera de la cárcel. Desde una perspectiva organizacional, es un fenómeno condicionado por las características de cada cárcel. Los enfoques que se han propuesto sobre prisiones y la explicación de la violencia que en éstas se gesta, por una parte se dirigen hacia la exposición meramente descriptiva de cifras de muertos y heridos y la evolución de estas cifras a través de los años. Por otra, se intenta explicar la violencia carcelaria relacionándola con DERECHO PENITENCIARIO julio - diciembre 2015 las condiciones estructurales y administrativas del sistema penitenciario, siendo las variables más clásicas el hacinamiento carcelario, la corrupción de los custodios, la ausencia de clasificación de los internos, entre otras. Estas explicaciones, complejas y muy útiles para la identificación del problema, dejan de lado a la sociedad carcelaria como tal, no entendida ésta como organización administrativa, sino vista como un cúmulo de personas organizadas bajos parámetros normativos, morales, formales e informales; que condicionan la interacción dentro de la prisión. Desde esta perspectiva, el empleo de la violencia se presenta en dos esferas: por un lado, como una conducta subcultural que debe asumirse para conseguir en cierto grado la subsistencia; por otro, como una herramienta para el control social informal entre los reclusos. Esto significa que todo interno/ recluso necesariamente debe asumir como manera de comportarse acciones concretas agresivas cargadas de violencia, aunque sea en apariencia, que le hagan adquirir cierta cuota de respeto frente a los demás internos. Es absurdo pensar que un hecho es consecuencia de una única causa, por lo cual será en la multiplicidad de factores donde trate de buscarse la explicación exacta a un problema tan grave como es la violencia en las prisiones. Este problema ha iniciado un lento camino hacia su prevención y control, gracias al uso de enfoques como el desempeño moral en la construcción de cárceles con un clima relacional de respeto y el sentido de justicia. Esta edición aborda la violencia carcelaria entre reclusos y contiene algunas reflexiones de la realidad carcelaria escasamente estudiada e invisible entre actores involucrados directamente en la utilización de la cárcel como sanción penal, así como de la sociedad en su conjunto. 3 4 DERECHO PENITENCIARIO julio - diciembre 2015 ARTÍCULO Estado, violencia y cárcel H Por Alejandra Ramm Doctora en Sociología por la Universidad de Cambridge (Inglaterra) y Magíster en Investigación Social por Goldsmiths College (Inglaterra). Dirige el Observatorio de Desigualdades de la Universidad Diego Portales. Estudia temas de cárcel y control social. oy en Chile la discusión sobre violencia se concentra casi exclusivamente en torno a la percepción de un aumento de los crímenes violentos. Es difícil saber con certeza si esta percepción se condice con un aumento real de la violencia, debido a los problemas metodológicos que presentan las actuales encuestas de victimización. Pese a esto, no hay duda respecto de la centralidad que juega la seguridad ciudadana como una de las principales preocupaciones de la población chilena, preocupación que también está presente en casi toda América Latina (Lagos & Dammert, 2012). Sin embargo, hay que recordar que las víctimas de delitos violentos no son las únicas víctimas de violencia. La violencia racial es parte del tejido social latinoamericano. Chile también presenta altos niveles de violencia de género y de maltrato infantil. De hecho, según las últimas cifras de Unicef, un 25% de los niños y niñas del país reportan haber sufrido violencia física grave y esta cifra se mantiene estable desde el año 2000 a la fecha (UNICEF, 2015). En el caso de las mujeres, un 16% reporta haber sufrido violencia física al menos una vez en su vida (Ministerio del Interior y Seguridad Pública, 2013). A esto se suma la violencia desplegada en diversas protestas sociales, tanto por quienes se manifiestan como por las policías. La militarización de ciertas regiones y poblaciones del país es otro ejemplo del despliegue de la violencia que afecta a parte importante de la ciudadanía. Hay que recordar también que los propios perpetradores de delitos no sólo ejercen violencia, sino que también son víctimas de esta. Por ejemplo, entre el año 2011 y el 2014 hubo 192 muertes en las cárceles de Chile, producto de riñas entre presos. Solo en el año 2014 hubo 61 muertes, y de estas 22 se produjeron en la ex Penitenciaría. Es decir, la violencia no se limita a la criminalidad violenta, sino que empapa una gran variedad de interacciones sociales entre géneros, entre generaciones, entre clases sociales y entre etnias o razas. Precisamente la violencia entre presos de la ex Penitenciaría es el foco de 1 atención del Observatorio de Violencia y Cárcel2. Este Observatorio, del cual participo, busca estudiar la violencia física, entendida como el uso de fuerza física que causa daño en otros con el fin de imponer los propios deseos o voluntad, al interior de las cárceles en Chile3. El fin es estudiar la violencia que se produce entre presos, pues es un asunto que suele pasar desapercibido. Tal vez se considera que quienes están encarcelados no son parte, o no merecen la atención del resto de la sociedad. Una premisa central de este Observatorio es considerar que las diversas formas de violencia están conectadas (Auyero & Berti, 2013). La violencia doméstica, las luchas entre pandillas, los crímenes violentos, y el actuar de policías y gendarmes no son compartimientos estancos. A partir de lo anterior, en este artículo reflexiono en torno al papel del Estado en relación a los altos niveles de violencia entre convictos de la ex Penitenciaría. Para comenzar quiero recordar que Chile comparte con América Latina una larga historia de violencias. De DERECHO PENITENCIARIO julio - diciembre 2015 5 los individuos ya no pueden recurrir al uso de la fuerza física para zanjar sus disputas. El uso legítimo de la fuerza y de la violencia física pasa a ser una prerrogativa exclusiva del Estado. Sin embargo, el caso latinoamericano desafía este postulado de la teoría sociológica clásica. En gran parte de América Latina el Estado no ha logrado monopolizar el uso de la fuerza física, como lo atestiguan las diversas guerrillas e incluso guerras civiles. hecho, la violencia suele ser considerada una característica distintiva de esta región. En general, se argumenta que la principal razón del carácter típicamente violento de Latinoamérica son sus profundas desigualdades, que no se limitan al ámbito económico, sino que también comprenden desigualdades de género y raza. El origen de estas desigualdades es ubicado en la colonia, período durante el cual los conquistadores y colonizadores –hombres blancos europeos- imponen una jerarquía social de carácter racial y sexual. En este orden social jerárquico, los hombres blancos concentran no sólo el poder político y económico, sino también el prestigio social y diversas prerrogativas sexuales. Para varios autores estas desigualdades de origen se han reproducido hasta hoy. Para algunos, las luchas por la independencia de los poderes colonizadores nunca cuestionó esta jerarquía social-racialsexual, y se materializó a través de fuertes desigualdades económicas, con claros componentes raciales y de género (Therborn, 2011). Para otros, solo se ha cambiado de dominación, pasando de la dominación colonial a la ejercida por el imperialismo norteamericano (Bourgois, 2015). La intervención norteamericana, con sus compañías multinacionales, apoyo a gobiernos dictatoriales y, más recientemente, con su “guerra contra las drogas”, ha sido un mecanismo muy efectivo para promover y mantener la violencia en toda la región. Las influencias del colonialismo e imperialismo constituyen el telón de fondo sobre el cual se despliega la violencia física presente hoy en diversos ámbitos de la sociedad chilena. En un segundo nivel, es necesario considerar el papel del Estado. La sociología clásica señala que con la Modernidad emerge una nueva forma de poder y de organización política, cual es el Estado-nación. Uno de los rasgos del Estado-nación es que controla el monopolio del uso de la fuerza física, a través de la creación de ejércitos y policías profesionales (Weber, 1997). De esta manera, con la instalación del Estado moderno En el caso de Chile, reconocido su fuerte Estado, éste tiene dificultades para lograr el monopolio del uso de la fuerza. Así lo atestigua no solo la situación en la Región de la Araucanía sino también la percepción de una criminalidad crecientemente violenta. En realidad lo más probable es que en el caso de Chile y de América Latina, el propio Estado sea un actor central en promover y reproducir la violencia4. Por un lado está la constatación histórica de diversos gobiernos autoritarios que han asolado la región. Por otro, y este es el punto más interesante en mi opinión, los estados en esta región suelen ser corruptibles y además despliegan la violencia en forma selectiva. De hecho Auyero y Berti (2013) identifican precisamente esta corruptibilidad y selectividad como un elemento central en explicar el aumento de la DERECHO PENITENCIARIO julio - diciembre 2015 violencia en Argentina. Estos autores señalan que en el caso de Argentina es habitual que las policías hagan allanamientos violentos en poblaciones, con gran cobertura medial, en busca de droga y narcotraficantes. Sin embargo, estos allanamientos raramente son efectivos en desmantelar redes importantes de narcotráfico. La situación descrita por Auyero y Berti para Argentina, parece tener ecos en Chile. De hecho un libro reciente muestra cómo la militarización de la población La Legua Emergencia se ha traducido en diversos abusos y atropellos de las policías hacia los habitantes de ésta, y en escaso éxito en cuanto a controlar el narcotráfico (Álvarez Bravo, 2014). Las experiencias de los reos de la ex Penitenciaría muestran una situación similar, en tanto Gendarmería interviene en forma esporádica y sin haber claridad respecto de los criterios usados para su intervención. De esta manera, frente a la debilidad y acción intermitente de gendarmería los presos ejercen un cierto “autogobierno” al interior de la ex Penitenciaría5. El uso de la violencia aparece como un elemento central de la forma de autogobierno de los reos. El punto aquí no es que los convictos de la ex Penitenciaría actúen a su libre arbitrio al interior de este penal. Pero sí que existen espacios físicos y de interacción en los que Gendarmería no interviene “ No es que los convictos de la ex Penitenciaría actúen a su libre arbitrio al interior de este penal. Pero sí que existen espacios físicos y de interacción en los que Gendarmería no interviene o sólo lo hace de manera selectiva, por “ 6 ejemplo, a través de allanamientos. Específicamente las zonas de las “galerías” y del “óvalo” aparecen como lugares de mayor autogobierno de los presos. o sólo lo hace de manera selectiva, por ejemplo, a través de allanamientos. Específicamente las zonas de las “galerías” y del “óvalo” aparecen como lugares de mayor autogobierno de los presos y, coincidentemente, de más despliegue de violencia física entre reos. La ex Penitenciaría cuenta con ocho galerías, que en general concentran a la población penal con mayor compromiso delictual, y son los únicos sectores que tienen acceso al patio del óvalo, al cual pueden ir durante las horas de desencierro. Aquí reproduzco una nota de campo de Amelia del Villar, quien es parte del equipo del Observatorio de Violencia y Cárcel, sobre cómo los reos que están en las galerías describen el óvalo: “Es un lugar muy exigente en términos de concentración, hay que saber lo que pasa, y es muy importante actuar sin dar señales. Con cualquier cosa que pase puedes arriesgar la vida. Un interno me decía que su rutina del día a día en la galería, era despertar y ver desde la galería lo que pasaba en el óvalo, y que en esos momentos él ve lo que pasa, ve las peleas, y las cosas feas que pasan en el óvalo, y que para él muchas veces ser un espectador del óvalo lo hacía sentir menos persona, ya que lo que él ve en el óvalo, es poco humano. Otro interno me decía que ya desde la escalera de la galería podía sentir la tensión, ya que en el momento en que se baja por la escalera, ya aumenta la incertidumbre sobre lo que te puede pasar: en ese espacio es donde no sabes si te pueden acuchillar, si te pueden pegar, y en el óvalo es más. Muchos internos caracterizan el óvalo como un lugar en donde solo hay agresión, en donde no se puede conversar para resolver problemas, donde todo lo que se hace puede terminar en pelea y que en cada pelea que se da, se arriesga la vida”. (Nota de Campo, “Versiones de una Muerte”: 25/03/15) El que el óvalo y las galerías destaquen como lugares especialmente violentos en términos de riñas entre presos, se relaciona con que ellos mismos se distribuyen en las distintas galerías según su comuna de origen. Aquí reproduzco el testimonio de un reo de la ex Penitenciaría: “Nosotros, [los de] La Legua, andábamos peleando con la siete, la galería nueve es una galería de ladrones, pa’ allá llegan todos, no somos comunistas, por ejemplo en la ocho vive Ñuñoa, no dejan entrar personas a no ser que sean de Ñuñoa, en la diez vive Lo Barnechea, también ellos no dejan que suban otras personas que no sean de Barnechea, DERECHO PENITENCIARIO julio - diciembre 2015 Las galerías también se caracterizan por el hacinamiento en que viven los presos. Así ellos reportan cómo muchas de las peleas en las galerías se dan por tener “baldosa”, es decir, por tener un espacio donde dormir y tener las pertenencias. Aquí no pretendo hacer una revisión exhaustiva de todas las experiencias de violencia entre reos que el Observatorio está constatando en la ex Penitenciaría. En mi opinión, este Observatorio está poniendo al descubierto la ausencia o la intervención “ La ausencia o la intervención selectiva de Gendarmería en ciertos espacios de “ en la ocho vive Pudahuel, las moscas que le dicen, Pudahuel, Lo Prado, aquí en la nueve vivimos La Legua, La Caro, Pudahuel, Peñalolén, Quilicura, hay de todos lados, y a veces La Legua pelea con la once, La Caro pelea con la ocho, los Quilicura pelean con la…, y a veces los hueones no saben de dónde soy tú, te ven bajar y dicen `ese hueón bajó de la nueve, pégale no más, es de la nueve`, es de la nueve y vamos a ganar nosotros porque le pegamos a un hueón de la nueve”. la ex Penitenciaría, facilita que los reos puedan reproducir el uso de la violencia como forma de resolver sus disputas. selectiva de Gendarmería en ciertos espacios de la ex Penitenciaría, hecho que facilita que los reos puedan reproducir el uso de la violencia como forma de resolver sus disputas. Entonces esta debilidad y selectividad del actuar de Gendarmería permite que los convictos reproduzcan al interior de la cárcel los mecanismos que también aplican fuera de esta para zanjar sus conflictos. Así, los hallazgos de este Observatorio creo que permiten demostrar la insuficiencia de interpretaciones culturalistas o esencialistas de la violencia entre convictos. Es evidente que el uso de la violencia se transforma en una necesidad y un mandato para quienes están cumpliendo su condena en las galerías. Pero esto es así por las condiciones en que cumplen condena, y no porque quienes están encarcelados sean “esencialmente” violentos. En definitiva, a mi parecer, la evidencia recolectada a través del Observatorio sugiere que la cárcel, lejos de servir para terminar con el uso de la violencia entre quienes infringen la ley, lo que hace es exacerbar y reforzar su uso. Al menos entre quienes tienen la experiencia de cumplir condena en las galerías de la ex Penitenciaría. 1- Este artículo representa exclusivamente el punto de vista de la autora, las cuales no son extensibles al Observatorio de Violencia y Cárcel. 2- Este Observatorio es realizado en conjunto por el Presidente de la Comisión Nacional de Pastoral Carcelaria de la Iglesia Católica de Chile y el Observatorio de Desigualdades de la Universidad Diego Portales, para mayor información ver: observatoriodesigualdades.icso.cl/ observatorio-violencia-y-carcel/ 3- La definición es de Keane (1996), citada por (Moser & McIlwaine, 2004). 4- Cabe destacar que el Estado también puede jugar un rol clave en reducir los niveles de violencia. Un ejemplo de esto en Chile es la legislación posdictadura sobre violencia intrafamiliar. 5- La literatura identifica el autogobierno por parte de los presos como una de las características distintivas de las cárceles en América Latina, por ejemplo ver: Carranza (2012). Referencias bibliográficas Álvarez Bravo, P. (2014). Legua Emergencia: una historia de dignidad y lucha. Santiago de Chile: Universidad Diego Portales. Auyero, J., y Berti, M. F. (2013). La violencia en los márgenes: una maestra y un sociólogo en el conurbano bonaerense. Madrid: Katz. Bourgois, P. (2015). Postface: Insecurity, the War on Drugs, and Crimes of the State: Symbolic Violence in the Americas. En J. Auyero, P. Bourgois & N. Scheper-Hughes (Eds.), Violence at the Urban Margins (pp. 305-321). Oxford: Oxford University Press. Lagos, M., y Dammert, L. (2012). La seguridad ciudadana: el problema principal de América Latina: Latinobarómetro. Ministerio del Interior y Seguridad Pública (2013). Encuesta Nacional de Victimización por Violencia Intrafamiliar y Delitos Sexuales 2012. Santiago de Chile: Ministerio del Interior. Moser, C. O. N., y McIlwaine, C. (2004). Encounters with Violence in Latin America: Urban poor perceptions from Colombia and Guatemala. New York: Routledge. Therborn, G. (2011). Inequalities and Latin America: From the Enlightenment to the 21st Century. desiguALdades.net Research Network on Interdependent Inequalities in Latin America. UNICEF (2015). Cuarto Estudio de Maltrato Infantil en Chile: Análisis Comparativo 1994- 2000- 2006- 2012. Santiago de Chile: UNICEF. Weber, M. (1997). Economía y sociedad: esbozo de una sociología comprensiva. Colombia: FCE. 7 8 DERECHO PENITENCIARIO julio - diciembre 2015 ARTÍCULO La violencia carcelaria: un fenómeno acuciante en el sistema de ejecución penal Por Alejandro Arévalo Sarce Administrador Público de la Universidad de Chile. Es Magíster en Seguridad y Defensa de la Academia Nacional de Estudios Políticos y Estratégicos (ANEPE). Cuenta con más de 14 años en Gendarmería de Chile y recientemente fue nombrado Jefe del Departamento de Reinserción Social del Sistema Cerrado. E l presente trabajo busca profundizar en las bases de un fenómeno largamente olvidado por las investigaciones del sistema penitenciario chileno, que reclama atención dada la envergadura de sus efectos en la vida de miles de personas que se encuentran afectos a privación de libertad en las cárceles nacionales. En este contexto la violencia carcelaria exige un espacio de análisis más profundo que la simple asunción de ser una realidad compleja, imputable a la “mala conducta” de los reclusos y externa a la administración, requiriendo por ello adentrarse en los elementos constitutivos del fenómeno, para de esa forma aprehenderlo con más propiedad e intentar soluciones desde su compresión. Para generar este debate informado es preciso traer a colación los diversos elementos que nos provee el estado actual de la investigación internacional, intentando desde allí una aproximación a nuevas formas de solución. Generalidades en torno a la violencia en contextos de encierro La mayoría de la literatura sobre violencia carcelaria se ha centrado en la violencia colectiva o grupal, cuyos resultados, señalan que los disturbios o motines son de una naturaleza distinta a las agresiones individuales que afectan a los privados de libertad. La violencia colectiva ha proporcionado una acumulación de evidencia sobre las causas, la prevención y el control de este tipo de violencia1, situación distinta a la violencia no colectiva, cuya dinámica justifican la teorización de preguntas y modelos para conocer sus particularidades e identificación. DERECHO PENITENCIARIO julio - diciembre 2015 Muchas de estas conductas, sino todas, contravienen las normas del régimen penitenciario2, pero sólo una parte de ellas son conocidas y se levantan a través de los distintos instrumentos de recolección disponibles, tales como; encuestas de victimización, encuestas de auto-reporte, y registros administrativos de las faltas y sanciones aplicadas. Las conductas así recogidas dan lugar a categorizarlas por los efectos que producen, ya sean éstos de naturaleza física (muertes por riñas, agresiones), psicológica (abusos o amenazas verbales), económica (robo, extorsión) o de otro orden en que la víctima no es identificable (vandalismo, disturbios, fugas, autolesiones o intento de suicidio, el suicidio y el consumo o posesión de drogas)3. Por lo general la “mala conducta” de los internos genera con mayor frecuencia una gran victimización psicológica de sujetos no identificables, que por su naturaleza no se registra en las bases de datos administrativas de los recintos penitenciarios4 y que conforman un problema permanente para los funcionarios encargados de las prisiones. Este fenómeno de ocurrencia permanente condiciona la vida de los internos introduciendo niveles de inseguridad personal que guardan relación con la frecuencia y gravedad de los actos violentos. Se activa de esta forma la necesidad para el recluso de contar con mecanismos institucionales de protección eficientes y ante una inexistencia o falta de eficacia desencadenan la generación de mecanismos propios de autoprotección, que pueden ir desde proveerse de armas por sí mismos, hasta el pago de dinero para que otros internos brinden la protección deseada. A mayor inseguridad, mayores son los mecanismos de autoprotección que asumen los reclusos, desencadenando a su vez una actitud más reactiva del personal para controlar el orden interno. La acción de control estatal se rigidiza y afecta la dinámica de las actividades intracarcelarias. Según Anthony Bottoms los actos de violencia interpersonal en las cárceles no solo están influenciados por las características de los internos, los aspectos del entorno carcelario sino también por las interacciones continuas entre internos, funcionarios penitenciarios, y el contexto físico y social en el que ambos actores se desenvuelven. Es así como algunas restricciones físicas pueden reducir los niveles de violencia debido a la limitación de oportunidades, pero también a veces pueden llevar a una pérdida de legitimidad, lo que termina escalando en violencia futura, por las restricciones en el uso de espacios comunes5. Hay otros aspectos pocos estudiados de la interacción social dentro de la cárcel que incluyen las rutinas y relaciones entre funcionarios e internos, los cuales son fundamentales para el mantenimiento del orden interior de un penal. Resultan 9 DERECHO PENITENCIARIO julio - diciembre 2015 particularmente importante entonces las habilidades del personal en el manejo de los puntos de fricción, por cuanto de su mayor o menor manejo pueden evitar o potenciar la generación de actos de violencia en los internos. La formación y capacitación del personal debe ser un aspecto central en el buen gobierno de la cárcel. Las agresiones entre internos es posiblemente la forma más común de violencia en las cárceles y la que cuenta con una mayor acumulación de investigaciones empíricas. Con el predominio del modelo de deprivación, desde la década del 50 del siglo pasado, gran parte de la investigación se ha centrado en las condiciones carcelarias como desencadenante de la violencia interna6. En Chile, existe una escasa literatura del fenómeno de la violencia en el sistema penitenciario, quedándose gran parte de los análisis y diagnósticos en describir cómo las precarias condiciones carcelarias y la deficiente capacitación del personal provocan frecuentes riñas entre los internos(as) y múltiples agresiones de los funcionarios7. Similar situación ocurre respecto de la aplicación del régimen sancionatorio8 y la eficacia que tiene para disminuir los actos violentos9. La violencia como expresión de comportamiento carcelario Dentro de la vida en comunidad, las personas “ lo que incidirá en sus actos y motivaciones incluidas aquellas que le hacen propenso a la reinserción o a la reincidencia12. Existen cuatro actores conectados con “ 10 la violencia en sistemas carcelarios, donde se cuentan los propios internos, los funcionarios, los encargados de establecer la política criminal, y la sociedad en general. tienen diferentes opciones para disminuir la sensación de miedo distintas de aquellas que se tienen en los entornos penitenciarios10. Por ejemplo, frente a la inseguridad las personas pueden protegerse en sus propios hogares o incluso trasladarse de barrio. En cambio, en la cárcel, las personas sólo cuentan con sus celdas y la disponibilidad de espacios es muy reducida, porque la regla general es que compartan permanentemente espacios comunes. Los tiempos de interacción con los otros están normados así como las horas de recreación, alimentación y descanso, resultando inevitable ciertas actividades. En cotidiano de la vida en libertad, un individuo puede proteger su hogar mediante la instalación de alarmas o rejas en sus ventanas de modo de aislar el peligro y producir cierto espacio afectado por mayores garantías de seguridad. En el caso de los internos, por razones de uso común de los espacios, esta posibilidad está vedada, quedándoles sólo asumir tácticas o respuestas para disminuir la sensación de miedo que devienen del porte o tenencia de armas, la pertenencia a grupos que ofrezcan protección o elevar sus propios niveles de agresividad como una forma de autodefensa. Muchas de estas medidas contraviniendo por necesidad la normativa interna del penal. Todo lo anterior determina que la percepción de inseguridad en un entorno carcelario no es análoga a la percepción de inseguridad en el resto de la comunidad, en tanto afecta de forma más agravada la vida en todo su quehacer diario11. El recluso está más atento a su entorno y por lo tanto tiene una mayor percepción de su medio, Desde la perspectiva de la penología se señala que existen cuatro actores conectados con la violencia en sistemas carcelarios, donde se cuentan los propios internos, los funcionarios, los encargados de establecer la política criminal, y la sociedad en general. Cada uno de estos actores contribuye significativamente a la naturaleza del daño que impregna la cultura carcelaria y representan la base de la investigación en la filosofía del control social y la práctica penitenciaria13. La vinculación de estos cuatros actores se manifiesta en la violencias de los presos (por ejemplo, riñas, mercados informales), de los funcionarios (por ejemplo, golpizas, malos tratos), de los encargados de la política criminal restrictivos (por ejemplo, el aumento de las penas; limitación de beneficios), y del público en general, que impregnado del discurso de mano dura adhiere a soluciones propias del populismo penal. Modelo de la importación Este enfoque fue desarrollado por John Irwin y Donald Cressey (1962), quienes argumentaron que los reclusos no llegaron a la cárcel como pizarras en blanco para ser moldeados por las condiciones carcelarias. En su lugar, observaron que los reclusos mantienen los valores DERECHO PENITENCIARIO julio - diciembre 2015 encarcelado, sobre todo en sus conductas violentas16. Modelo de la deprivación y repertorios conductuales que se manifiestan antes de ingresar a la privación de libertad, lo que se denomina el modelo de la importación14. La mayor parte de la literatura sobre la violencia en las cárceles se ocupa de la caracterización de la población penal, basado en el modelo de importación, cuyos atributos de conducta se explican a partir de los valores y experiencias previos a la cárcel. Los factores que se correlacionan con la violencia son comunes a los descritos para la población en general, jóvenes, predominantemente masculina, bajo nivel socioeconómico, historias de abuso, bajo nivel educacional, desempleo, conflictos interpersonales, dependencia financiera, enfermedad mental y abuso de sustancias15. La principal premisa del modelo de importación es medir los factores y características propias de los internos antes de su encarcelamiento y su efecto en el comportamiento intracarcelario. Es decir, los “valores de los individuos” y sus experiencias de socialización entran junto con ellos a la cárcel. Dichos valores y experiencias de socialización pueden considerar, entre otros, un conjunto de comportamientos y creencias que les diferencia de la cultura dominante (subcultura), una privación socioeconómica durante toda su vida y de experiencias permanentes de discriminación. Son estas características y valores propios de los sujetos, los que podrían tener una influencia sustancial en la conducta de un sujeto Atendido lo señalado en el apartado anterior, el modelo de la importación resulta ser una explicación plausible de la mala conducta carcelaria, sin embargo, como en toda conducta humana, son necesarias más explicaciones, en el caso del modelo de la deprivación sugiere que es el entorno carcelario que propicia una conducta desviada dentro del marco institucional17. El modelo de la deprivación se refiere a los factores situacionales presentes dentro de un recinto penal, que pueden afectar los procesos de ajustes de un interno. Dentro de la literatura clásica que se referencia sobre la temática se encuentra el libro de GreshamSykes (1958) “La sociedad de los cautivos”, que fundamenta el modelo de la deprivación, cuya hipótesis plantea que el comportamiento del recluso, incluyendo la mala conducta, es una adaptación a las tensiones de la vida intrapenitenciaria. Esta explicación más bien estructural considera que el comportamiento del recluso es una respuesta a las estresantes y opresivas condiciones dentro de la propia cárcel 18 . Las condiciones tales como el hacinamiento, la participación en programas y acciones de reinserción y el cumplimiento de las normas, se relacionan con la violencia 11 carcelaria. Es importante tener en cuenta que estrategias de clasificación ineficaces y la falta de programas efectivos también están relacionados con la violencia en las cárceles. Otros de los referentes es el sociólogo Stanley Cohen, quien describió varias determinantes de la violencia carcelaria que están asociados con el proceso de prisionización. En particular, sugirió que las privaciones de la cárcel son también uno de los principales factores determinantes. De hecho, la subcultura del recluso es una respuesta a la privación de libertad. Los presos intentan obtener comodidades materiales, más allá de las que entrega el régimen establecido, tales como alimentos, alcohol, drogas, dinero y sexo con el fin de contrarrestar las privaciones de la prisión19. Las interrelaciones entre las condiciones carcelarias, las características propias de los internos y los funcionarios, tienen una influencia en el comportamiento actual y futuro de los privados de libertad20. El ciclo de la violencia se repite a menudo dentro de las cárceles en las interacciones entre los presos y funcionarios. En las cárceles, los más violentos se convierten en los más severamente castigados. Cuanto más se castigan a los reclusos, más violentos se comportan, lo que se traduce en una lucha de poder, transformándose en un círculo vicioso21. No DERECHO PENITENCIARIO julio - diciembre 2015 es ni deseable ni necesario usar métodos punitivos (violentos) para detener la violencia de los presos. Sin embargo, los funcionarios penitenciarios muchas veces no son capacitados en el uso de métodos no violentos para la prevención de la violencia, lo que persiste es el uso de métodos violentos y punitivos. Modelo situacional Desde la perspectiva del diseño arquitectónico, la cárcel ya parece ser el epítome de un entorno destinado a maximizar el control del comportamiento de quienes se encuentran dentro de sus muros. Desde la visión del panóptico de Bentham de hace más 200 años, los enfoques para el diseño y la gestión de las cárceles se han impulsado en gran medida por el fin de controlar y contener las actividades de los reclusos. Torres de vigilancia, muros, alambres concertinas, vigilancia electrónica, y así sucesivamente, son todos elementos situacionales, cuya finalidad es reducir las oportunidades para que los presos manifiesten una mala conducta22. Según Richard Wortley hay tres elementos situacionales básicos de la cárcel que pueden ser manejados en un esfuerzo para controlar el comportamiento de los presos, estos son el entorno físico de la cárcel, las características de la población carcelaria y las estrategias puestas en marcha para gestionar la población en ese entorno. El ambiente físico de la cárcel incluye el diseño y el estilo de construcción, material de construcción y tecno-vigilancia. Existe una opinión generalizada en la literatura que señala que la dimensión de las cárceles tiene un impacto en su seguridad, generalmente las recomendaciones son que todas las cárceles construidas cuya capacidad es mayor a 500 internos deben ser subdivididas en unidades más pequeñas. Las cárceles más pequeñas son más fáciles de controlar, basado en algunos supuestos. En primer lugar, parece lógico que a mayor número de presos, mayor será el nivel de anonimato y despersonalización. Lazos sociales débiles entre los presos, crean un clima donde existe un bajo costo psicológico unido a dañar a otros. Además, las grandes cárceles son más difíciles de supervisar con eficacia. Se sugiere, por ejemplo, que la seguridad proactiva en las cárceles a menudo depende de los presos, quienes perciben mejor su entorno y la posibilidad de conflictos inminentes, y que las líneas informales de comunicación entre los presos y los funcionarios se deterioran en la medida que los recintos se hacen más grandes. Modelo de control administrativo: Una opción a considerar Algunos autores han sostenido que los modelos “ Las cárceles dependen de una regulación normativa eficaz y de una gestión dinámica que permita frenar de forma inteligente la contravención a la norma, no solo mediante un entramado de sanciones posibles, sino utilizando el máximo de elementos “ 12 para construir una cultura de adhesión normativa, que logre motivar al recluso a conducirse dentro de los parámetros de comportamiento aceptados en el espacio interno. de la importación y deprivación han ignorado un elemento importante de la “mala conducta” y sostienen que el control administrativo debe ser incluido como un factor determinante. También sostienen que el control es un elemento esencial de la gestión de las cárceles; sin embargo, argumentan que la relación entre el control y la mala conducta es más compleja de establecer y que el “colapso administrativo” es la causa de la mala conducta23. La teoría de control administrativo se basa en el supuesto de que el control es un elemento necesario en la gestión penitenciaria, sin embargo, existe aún poco consenso respecto del modelo más adecuado de control. El objetivo principal de la gestión de las cárceles es hacer eficiente la ejecución penal con miras a lograr los objetivos de seguridad y prevención especial, mediante el trato y tratamiento penitenciario. El mantenimiento del correcto orden institucional y la seguridad tanto del personal como de los reclusos son requisitos previos para que una cárcel esté bien administrada, es decir, debe sortear con éxito DERECHO PENITENCIARIO julio - diciembre 2015 las alteraciones que atenten en contra del mantenimiento del control interno efectivo24. En este contexto de necesidad, las cárceles dependen de una regulación normativa eficaz y de una gestión dinámica que permita frenar de forma inteligente la contravención a la norma, no solo mediante un entramado de sanciones posibles, sino utilizando el máximo de elementos para construir una cultura de adhesión normativa, que logre motivar al recluso a conducirse dentro de los parámetros de comportamiento aceptados en el espacio interno. La mayor o menor adhesión normativa estará dada por la aceptación y percepción de justicia que se tiene de la reglamentación y su aplicación. La administración utiliza una mezcla de controles formales e informales, algunos más dinámicos que otros, que condicionan la capacidad institucional. Las variaciones en las características estructurales de las cárceles van a dar lugar a variaciones en la eficacia de los esfuerzos administrativos para usar los controles formales e informales. La teoría organizacional nos señala que las variables que más influyen en una organización son aquellas relacionales y dinámicas, y no las estáticas, definidas como variables estructurales. Por tanto, si la administración es capaz de generar un impacto positivo en el manejo de las variables relacionales y dinámicas se producirá indefectiblemente una mejora sustancial en los niveles de violencia que se presentan al interior de un penal25, esto con independencia de las características individuales o colectivas que se manifiestan en la cárcel. Dentro de las corrientes de pensamiento vinculadas a la administración penitenciaria, uno de los libros que ha tenido una mayor influencia en las últimas décadas es “Governing Prisons: A Comparative Study of Correctional Management” del profesor John J. DiIulio Jr., el cual propone una tipología de enfoques de gestión de las cárceles. La Tipología del profesor DiIulio define cómo los Jefes de Establecimientos Penitenciarios utilizan el uso de su autoridad para controlar a los reclusos, así como la forma en que fomentan la cooperación entre el personal penitenciario y los internos con el fin de mantener la seguridad, control y el orden dentro de un Establecimiento. DiIulio (1987) comparó los sistemas penitenciarios de los Estados de Texas, California, y Michigan, con el fin de determinar qué prácticas de gestión permiten prevenir una crisis al interior de las cárceles y mantener a los internos bajo control. De acuerdo al énfasis de ciertas variables que manifiestan una preeminencia por sobre otras, DiIulio caracterizó tres modelos de gestión penitenciaria: el primero lo denominó de control y lo asoció a los recintos penitenciarios del Estado de Texas; el segundo modelo presente en los recintos del Estado de California lo denominó consensual; y finalmente, al enfoque utilizado en recintos del Estado Michigan, lo denominó modelo de responsabilidad. La investigación empírica indica que los distintos enfoques de gestión caracterizados por DiIulio dan lugar a diferentes condiciones de trabajo para el personal. El estilo de gestión de los superiores puede ser un buen predictor de la satisfacción en el trabajo y el papel de los funcionarios en sus relaciones con los internos 26 . Sin embargo, no sólo el personal puede percibir los efectos del estilo de gestión de sus superiores sino lo más importante, los internos pueden también apreciar sus consecuencias, en tanto propicia ambientes más sanos y seguros. Conclusiones La violencia carcelaria es un fenómeno tan afianzado en la actual concepción que se tiene de la cárcel que parece consustancial a ella, como formando parte de una dinámica propia e ineludible para las personas que permanecen en reclusión. Esta idea se ve fortalecida en Chile por la falta de investigaciones profundas que nos permitan aprehender este fenómeno y darle una explicación desde sus causas. En este estado de cosas, la violencia carcelaria es 13 imputada a una particular propensión del interno, que asociado a las condiciones propias del encierro generan el espacio idóneo para que se produzca. Se asume entonces como un fenómeno externo a la administración que puede ser enfrentado con un adecuado régimen de sanciones y en especial la de internamiento en celda solitaria. La justificación de ello deviene principalmente de la influencia que han generado los resultados de investigaciones de dos modelos: de deprivación y de importación. El primero bajo el postulado que el comportamiento que presentan los reclusos es producto del entorno que ofrece la cárcel y el segundo de ser las características propias del sujeto, las que influyen en la estructura social interna, que determina el grado de adaptación frente al régimen de internamiento. Se prescinde en el contexto actual de un tercer enfoque posible en la materia, en que, apartándose de los referidos modelos de deprivación e importación, se explica el fenómeno de la violencia carcelaria en la propia dinámica de la gestión penitenciaria, como un elemento determinante para su configuración y por ende para su control. Es esta una opción a considerar en nuestro sistema toda vez que existen las condiciones para intentar 14 DERECHO PENITENCIARIO julio - diciembre 2015 mejorar sustantivamente la gestión carcelaria, siendo necesario para ello abrirse a nuevas formas posibles de gestionar la cárcel, intervenir al penado y de elevar los estándares de trato bajo un fuerte componente de intersectorialidad en la provisión de las prestaciones intracarcelarias. Contar con cárceles pequeñas, con elevados Referencias Bibliográficas ALLARD, T. J., R. K. WORTLEY AND A. L. STEWART The Effect of CCTV on Prisoner Misbehavior. ThePrison Journal, 2008, 88(3), 404-422. ARÉVALO, A. Modelos de gestión Penitenciaria: Una Aproximación Teórica desde el Sistema de Ejecución Penal Chileno. Revista Diké, 2011, 3(2), 15-26. ARRIGO, B. A. AND D. MILOVANOVIC Revolution in penology: rethinking the society of captives. Edtion ed. Maryland: Rowman & Littlefield Publishers, 2009. ATLAS, R. Violence in prison: Architectural Determinism. Ph. D. Criminology The Florida State University, 1982. BLEVINS, K. R., S. JOHNSON LISTWAN, F. T. CULLEN AND C. LERO JONSON A General Strain Theory of Prison Violence and Misconduct: An Integrated Model of Inmate Behavior. Journal of Contemporary Criminal Justice, 2010, 26(2), 148-166. BOTTOMS, A. E. Interpersonal Violence and Social Order in Prisons. Crime and Justice, 2009, 26, 205-281. BUTLER, T. K., A Prison violence: Perspectives and epidemiology. NSW public health bulletin, 2006, 17, 17-20. BYRNE, J. M. AND D. HUMMER Myths and Realities of Prison Violence: A Review of the Evidence. Victims & Offenders, 2007, 2(1), 77-90. CDH-UDP. Informe anual sobre derechos humanos en Chile 2014. In. Chile: Universidad Diego Portales, 2014, vol. 2014. COHEN, S. AND L. TAYLOR Escape Attempts: The Theory and Practice of Resistance to Everyday Life. Edtion ed. London: Routledge, 1992. CONRAD, J. Violence in Prison. Annals of the American Academy of Political and Social Science, 1966, 364, 113-119. DAGGETT, D. M. AND S. D. CAMP Do Official Misconduct Data Tell the Same Story as the Individuals Who Live in Prison?. Criminal Justice Review, 2009, 34(3), 428-449. DORPAT, T. L. Crimes of punishment : America’s culture of violence. Edtion ed. New York: Algora Publishing, 2007. GRIFFIN, M. L. AND J. R. HEPBURN Inmate Misconduct and the Institutional Capacity for Control. Criminal Justice and Behavior, 2012, 40(3), 270-288. HUEBNER, B. M. Administrative determinants of inmate violence. Journal of Criminal Justice, 2003, 31(2), 107-117. INDH Estudio de las Condiciones Carcelarias en Chile: Diagnóstico del Cumplimiento de los Estándares Internacionales de Derechos Humanos. Edtion ed. Santiago: Maval, 2013. LATESSA, E. J., S. J. LISTWAN AND D. KOETZLE What Works (and Doesn’t) in Reducing Recidivism. Edtion ed. Waltham: Elsevier, 2014. MOLLEMAN, T. AND F. L. LEEUW The Influence of Prison Staff on Inmate Conditions: A Multilevel Approach to Staff and Inmate Surveys. European Journal on Criminal Policy and Research, 2011, 18(2), 217-233. NASH, C. Personas privadas de libertad y medidas disciplinarias en Chile: análisis y propuestas desde una perspectiva de derechos humanos. Edtion ed. Chile: Andros Impresores, 2013. O’DONNELL, I. AND K. EDGAR Fear In Prison. The Prison Journal, 1999, 79(1), 90-99. O’DONNELL, I. Prisoners, Solitude, and Time. Edtion ed. Oxford: Oxford University Press, 2014. SORENSEN, J. AND M. D. CUNNINGHAM Conviction Offense and Prison Violence: A Comparative Study of Murderers and Other Offenders. Crime & Delinquency, 2008, 56(1), 103-125. TEWKSBURY, R., D. P. CONNOR AND A. S. DENNEY Disciplinary Infractions Behind Bars: An Exploration of Importation and Deprivation Theories. Criminal Justice Review, 2014, 39(2), 201-218. WORTLEY, R. Situational Prison Control: Crime Prevention in Correctional Institutions. Edtion ed. Cambridge: Cambridge University Press 2004. estándares de prestaciones (provistos por los demás órganos institucionales) en educación, trabajo y salud entre otros, y cuya gestión esté asociada a una estricta planificación estratégica, permitirán desarrollar programas de tratamiento y atención adecuados que faciliten la reinserción del penado en ambientes más seguros y exentos de los niveles de violencia que hoy presenta la realidad. 1 ATLAS, R. Violence in prison: Architectural Determinism. Ph. D. Criminology The Florida State University, 1982. 2 De acuerdo al Art. 24° del DS 518 Que aprueba el Reglamento de Establecimientos Penitenciarios, define el régimen penitenciario como el conjunto de normas y medidas destinadas a mantener una convivencia pacífica y ordenada de las personas que, por resolución del tribunal competente, ingresen a los establecimientos penitenciarios. 3 ALLARD, T. J., R. K. WORTLEY AND A. L. STEWART The Effect of CCTV on Prisoner Misbehavior. The PrisonJournal, 2008, 88(3), 404-422. 4 Op. Cit. 5 BOTTOMS, A. E. Interpersonal Violence and Social Order in Prisons. Crime and Justice, 2009, 26, 205-281. 6 WORTLEY, R. Situational Prison Control: Crime Prevention in Correctional Institutions. Edtion ed. Cambridge: Cambridge University Press 2004. 7 INDH Estudio de las Condiciones Carcelarias en Chile: Diagnóstico del Cumplimiento de los Estándares Internacionales de Derechos Humanos. Edtion ed. Santiago: Maval, 2013. 8 El Título Cuarto del DS 518 Que aprueba el Reglamento de Establecimientos Penitenciarios, regula el régimen disciplinario, disponible en: http://www.leychile.cl/ Navegar?idNorma=123280 9 Del tipo de sanciones aplicadas durante los últimos años, ha cobrado especial relevancia la sanción de internación en celda solitaria y el debate en torno a su uso indiscriminado. 10 DAGGETT, D. M. AND S. D. CAMP Do Official Misconduct Data Tell the Same Story as the Individuals Who Live in Prison?. Criminal Justice Review, 2009, 34(3), 428-449. 11 O’DONNELL, I. AND K. EDGAR Fear In Prison. The Prison Journal, 1999, 79(1), 90-99. 12 LATESSA, E. J., S. J. LISTWAN AND D. KOETZLE What Works (and Doesn’t) in Reducing Recidivism. Edtion ed. Waltham: Elsevier, 2014. 13 ARRIGO, B. A. AND D. MILOVANOVIC Revolution in penology: rethinking the society of captives. Edtion ed. Maryland: Rowman & Littlefield Publishers, 2009. 14 BLEVINS, K. R., S. JOHNSON LISTWAN, F. T. CULLEN AND C. LERO JONSON A General Strain Theory of Prison Violence and Misconduct: An Integrated Model of Inmate Behavior. Journal of Contemporary Criminal Justice, 2010, 26(2), 148-166. 15 BUTLER, T. K., A Prison violence: Perspectives and epidemiology. NSW public health bulletin, 2006, 17, 17-20. 16 TEWKSBURY, R., D. P. CONNOR AND A. S. DENNEY Disciplinary Infractions Behind Bars: An Exploration of Importation and Deprivation Theories. Criminal Justice Review, 2014, 39(2), 201-218. 17 TEWKSBURY, R., Disciplinary Infractions Behind Bars, cit. 18 BUTLER, T. K., A Prison violence, cit. 19 COHEN, S. AND L. TAYLOR Escape Attempts: The Theory and Practice of Resistance to Everyday Life. Edtion ed. London: Routledge, 1992. 20 MOLLEMAN, T. AND F. L. LEEUW The Influence of Prison Staff on Inmate Conditions: A Multilevel Approach to Staff and Inmate Surveys. European Journal on Criminal Policy and Research, 2011, 18(2), 217-233. 21 DORPAT, T. L. Crimes of punishment : America’s culture of violence. Edtion ed. New York: Algora Publishing, 2007. 22 WORTLEY, R. Situational Prison Control: Crime Prevention in Correctional Institutions. Edtion ed. Cambridge: Cambridge University Press 2004. 23 HUEBNER, B. M. Administrative determinants of inmate violence. Journal of Criminal Justice, 2003, 31(2), 107-117. 24 GRIFFIN, M. L. AND J. R. HEPBURN Inmate Misconduct and the Institutional Capacity for Control. Criminal Justiceand Behavior, 2012, 40(3), 270-288. 25 ARÉVALO, A. Modelos de gestión Penitenciaria: Una Aproximación Teórica desde el Sistema de Ejecución Penal Chileno. Revista Diké, 2011, 3(2), 15-26. 26 MOLLEMAN, T. AND F. L. LEEUW The Influence of Prison Staff on Inmate Conditions: A Multilevel Approach to Staff and Inmate Surveys. European Journal on Criminal Policy and Research, 2011, 18(2), 217-233. ENTREVISTA DERECHO PENITENCIARIO julio - diciembre 2015 15 Capellán Nacional Luis Roblero “Tenemos que avanzar hacia distintos tipos de cárceles, con distintos tipos de reclusión” construir dicha sociedad hay que ir al fondo de los problemas. María Eugenia Hofer (MEH): Se dice que nuestros actos construyen la realidad y pueden cambiarla. Desde su perspectiva, ¿qué sociedad hemos construido? ¿Qué rasgos nos definen? ¿Qué cárceles hemos creado y perpetuado? L as comunidades religiosas al interior de las cárceles se han instalado como referentes de prácticas beneficiosas para los reclusos o, al menos, como espacios protectores ante la dramática realidad carcelaria. En esta ocasión acudimos a entrevistar a Luis Roblero, Capellán Nacional de la Iglesia Católica del sistema penitenciario chileno, para que nos entregara su visión y perspectiva de la violencia al interior de las cárceles en Chile. A continuación, compartimos sus principales análisis y reflexiones al respecto. Luis Roblero (LR): Te agradezco la entrevista María Eugenia y a la Universidad Mayor por la preocupación por un tema que es poco abordado. Al revisar los anteriores números de la revista Derecho Penitenciario uno puede darse cuenta que hay un esfuerzo por ir más allá, y eso se agradece porque cuando uno tiene una problemática y no va a la estructura de ella, a sus fundamentos, la problemática se mantiene en el tiempo. Podemos buscar soluciones parches, momentáneas, que responden más que nada a situaciones transitorias, pero si nosotros no curamos de fondo la enfermedad, ésta vuelve a aparecer y vuelve a aparecer… Yo creo que todos queremos una sociedad en paz y para LR: Me gustaría responder a partir de una experiencia muy bonita que tengo como sacerdote. Yo acompaño espiritualmente, como capellán, a un colegio con 40 niños y niñas que tienen síndrome de down, y esta es una experiencia que personalmente me llena profundamente y también que me levanta muchas preguntas, porque me toca estar con los niños pero básicamente me toca estar con sus padres en las reuniones, por ejemplo. Al escuchar a las madres uno no puede dejar de ver que detrás del relato de cada madre está la pregunta de fondo, ¿qué va a pasar cuando mi hijo crezca y tenga que integrarse en la sociedad? Es decir, cuando no tenga ese grupo familiar que lo contiene, lo protege, y lo 16 DERECHO PENITENCIARIO julio - diciembre 2015 sostiene mientras es niño, ¿qué vas a hacer con ese niño o niña cuando sea mayor? Esta es una pregunta que uno se hace en muchos ámbitos, que es si nosotros hemos creado una sociedad con la capacidad de integrar. La cárcel es quizás la versión más agudizada de esta sociedad excluyente, uno se asoma a una cárcel y en ella uno encuentra a los excluidos de los excluidos, son los excluidos malos, no es la señora del campamento, luchadora, trabajadora, que recibe a los voluntarios. Estos son los excluidos malos, y son los excluidos que cargan dentro de sí todas las inequidades de la patria, y esas inequidades que van tallando el corazón humano, que le van dando forma a ese corazón, que es capaz de amar pero también es un corazón -después de tanto daño- que es capaz de hacer daño a otros, esos son los que nosotros tenemos encerrados en las cárceles. Con esas personas te encuentras en las cárceles. Son los pobres de los pobres, son los pobres que no tuvieron educación ni salud, que no vivieron en una familia, que no tuvieron un padre, una madre, un abuelo, que no tuvieron su mascota, que no tuvo tiempo libre para salir a la plaza o al parque a jugar, que no tuvieron la posibilidad quizás de hacer un paseo de veraneo, que posiblemente fueron abusados, golpeados, hablo de situaciones que ocurren, que son reales y que dirigir esta pastoral, tomamos la historia de la pastoral carcelaria de los últimos cincuenta años, sacamos nuestros lineamientos de esa historia y de ahí salió nuestro plan estratégico. En ese plan los objetivos principales están relacionados con la vida, el respeto a la vida y a la dignidad humana, respeto a los Derechos Humanos, con la reinserción, en cómo nosotros como Iglesia Católica poníamos medios eficaces para que la gente pudiera -en el espacio carcelario- comenzar un camino de reparación de la vida humana, porque la gran pregunta es cómo transformo el espacio carcelario en un espacio de rehabilitación o de restauración, de reconstrucción. Otro objetivo se relaciona con la Mujer, con una administración transparente, la reflexión teológica, una serie de áreas que son fundamentales todas. tenemos documentado en un libro de historias de vida que realizamos con el observatorio de violencia de la UDP. El tipo de sociedad que estamos formando es una sociedad que daña a ricos y pobres, de una u otra manera todos somos víctimas de este modelo de sociedad, no es una sociedad solo encarnizada con un grupo social, aquí hay mucha gente víctima de este modelo que todos hemos comprado, que todos hemos validado, sacralizado, incluso la Iglesia católica, y que hoy día nos estamos dando cuenta que genera otra muerte, otro dolor. MEH: Su campo de acción ha estado exclusivamente orientado a abordar la violencia carcelaria, ¿qué lo motiva a trabajar en este problema? LR: Yo llegué a trabajar como capellán nacional hace casi tres años y como jesuita tengo a la fe y a la justicia como valores muy fuertes, forma parte de la identidad y carisma de los jesuitas, la promoción de la fe y la promoción de la justicia, en otras palabras “no puedo amar a Dios si no amo a mi hermano, si no amo a mi prójimo”. Cuando llegamos a Fuimos a la población penal, la población de las galerías del óvalo de la Penitenciaría, el barrio bajo del Centro Penitenciario Femenino, los módulos donde están los más violentos de los complejos de Valparaíso, de Rancagua, de Valdivia, de Puerto Montt. Fuimos en busca de ese sujeto, ese sujeto que normalmente está detrás de las tasas de victimización, es el multireincidente, el que golpea a los niños, que le roba el auto a la señora y va la guagua arriba, ese sujeto que tienen conciencia del delito y que debajo de esa conciencia -o inconciencia- hay un daño interno profundo. A ese sujeto fuimos a buscar. DERECHO PENITENCIARIO julio - diciembre 2015 MEH: Usted ha creado e instalado el Espacio Mandela, ¿podría describir en qué consiste este espacio? LR: El espacio Mandela es una intervención en capacitación en lo psicosocial y laboral que la Capellanía Nacional de Gendarmería pone a disposición de algunas unidades penales para población dura. El único requisito para ingresar es que se trata de un espacio de cero discriminación, nosotros no preguntamos qué delito hay, qué orientación sexual hay, qué religión se profesa, si se tiene buena o mala conducta, lo único que pedimos es que entren sin armas, punto final. Al principio miraban y hoy día está repleto, y los internos -en el caso de la Penitenciaría- “ La justicia restaurativa tiene la virtud “ Me interesa él porque es el más dañado, es el más pobre, y la historia de vida de ellos y ellas se repite, son muy similares, con hogares muy disfuncionales, normalmente ausencias fuertes de padres y madres, progenitores encarcelados por determinados periodos de tiempo, espacios habitacionales de mucha precariedad, con alta presencia de droga y alcohol, abandono de hogar en muchos casos a temprana edad, experiencias de vida en pequeñas caletas, sectores marginales, riberas del río Mapocho y similares, consumo fuerte de drogas de quinta calidad, alto consumo de alcohol y una valoración de la vida humana muy pobre, encarcelados que concientes de su situación dicen “nuestra vida es así, la cana es así”. que restaura no sólo el vínculo entre la víctima y el victimario, sino que pareciera que para que se produzca ese puente primero tiene que existir el vínculo con sí mismo. bajan de las galerías, se realiza un proceso de selección que no tiene que ver con la buena conducta, naturalmente elegimos los que tienen peor conducta. Al bajar de la galería entran a estudiar cuatro meses en el Infocap dentro de la calle 11, donde aprenden mueblería. Posteriormente pasan otros cuatro meses en los cuales se les capacita en emprendimiento interpenitenciario, cómo deben manejar un negocio, se les interviene psicosocialmente con una dinámica comunitaria anclada en la justicia restaurativa, en una especie de comunidad de alcohólicos anónimos, es decir, es un grupo de autoayuda. Esta escuela busca que el sujeto tome conciencia de sí, de su historia, de los fundamentos de su historia, del mal causado y de la necesidad de la reconcialiación con aquel que dañó para que así pueda dar el paso a la reconcialiación consigo mismo. Esta experiencia la hemos realizado con mucho éxito en mujeres y con viejos caneros, con resultados a veces inesperados, con reclusos que logran comprender e interiorizar que sus actos les provocaban daños directos a ellos mismos o a sus seres queridos. La justicia restaurativa tiene la virtud que restaura no sólo el vínculo entre la víctima y el victimario, sino que pareciera que para que se produzca ese puente primero tiene que existir el vínculo con sí mismo. En esta segunda etapa del Mandela los reclusos son capacitados en emprendimiento y son intervenidos psicosocialmente, de manera grupal. Entonces empiezan a valorar la comunidad y en 17 algunos casos dan inicio a una primera valoración de su vida humana, y los encuentros son bien impactantes. En los últimos cuatro meses se realiza todo el trabajo interpenitenciario, contando con líneas de producción de muebles, pasamos del típico marco canero a que aprendieran con buenas herramientas y llegaran al diseño Mandela, el cual fue creado por productores de muebles y diseñadores para contribuir a que esta producción creciera y fuera bien recibida por el mercado exterior. Actualmente se elaboran muebles de diversos tipos, desde mesas de centro, mesas de arrimo, hasta veladores y racks, así como muebles en serie para edificios encargados por inmobiliarias. En esto ya llevamos un año y nuestro objetivo es crear una cooperativa con todos quienes participan, de manera de no perder el vínculo cuando ellos vayan saliendo en libertad, y de manera de hoy poder vincular el que está dentro con el que está afuera. Si nosotros no abordamos la familia es muy difícil generar el proceso de reinserción. Si logramos vincular al hombre que está trabajando haciendo los muebles Mandela, con la mujer que está afuera también trabajando en algo similar, y logramos una buena comercialización, podríamos hablar de una buena experiencia que está resultando efectivamente como esperamos. Eso es Mandela, porque Nelson Mandela construyó su libertad desde la cárcel así como la de su pueblo. 18 DERECHO PENITENCIARIO julio - diciembre 2015 MEH: ¿Podría también describir el contenido y el alcance del Observatorio de Cárcel y Violencia? LR: La intervención de terreno tiene que pasar por el cedazo de la academia o si no se transforma en algo muy volátil. La experiencia de terreno te tiene que llevar a la academia para que en ella esto se reflexione, se sistematice y se entronque en tradiciones de pensamiento. De otra manera uno tiene experiencias que terminan cuando se termina la plata o finalizan cuando termina el entusiasmo. Aquí se trata de generar procesos que queden capitalizados en la institución y para eso los fundamentos teóricos tienen que ser fuertes. Yo no puedo decir ámense los unos a los otros y amén. Yo tengo que demostrar con argumentos el porqué del amor de los seres humanos tiene consecuencias positivas para todos. Lo otro es una aventura muy personal, que podrá ser muy linda, pero lamentablemente muy temporal. Si nosotros queremos que la sociedad se vaya estructurando de una determinada manera tiene que pasar necesariamente por la academia. Ahora bien, la academia no solo por la academia tampoco, la academia también tiene que ir al terreno y su dato tiene que provenir del terreno, de los levantamientos de información en terreno, mirando, observando, anotando, por horas, a la antigua. Este observatorio tiene por finalidad monitorear las dinámicas de violencia que se dan entre los internos, que son atroces. Por el origen o la historia cercana que tenemos estamos mucho más atentos a la violencia del Estado contra el ciudadano, la época de la Dictadura deja en la gente mayor una preocupación muy fuerte, que no vayamos a repetir lo que ya ocurrió. Sin embargo, cuando uno está en la cárcel se cuestiona si la violencia que el gendarme o el funcionario de Gendarmería ejerce contra un interno es doblemente grave porque es un funcionario del Estado, lo cual es más grave. Pero cuando empieza a contar el número de casos se da cuenta que se trata del 10% de la violencia existente, el otro 90% se debe a la violencia generada entre los internos, y son violencias que tienen que ver con el sometimiento, con el abuso sexual, con golpes fuertes, con muchas muertes -el año pasado murieron cerca de 80 internos en las cáceles-, tiene que ver con luchas territoriales, quién domina cuál galería, con luchas de quién maneja el negocio de la droga dentro de la cárcel, con rencillas con la teoría de la importación. Entonces estamos frente a una violencia bien discriminada, que tiene que ver mucho con espacios, que se estructura en base a pequeñas tribus que se agrupan, que tienen algún vínculo común de familia o de barrio, o de club de fútbol o algo que no necesariamente es algo tan relevante, factores identitarios muy frágiles pero donde algo se comparte. Las dinámicas de violencia son fuertes, las dinámicas de sometimiento son muy fuertes, incluyendo a los perkins y los perros que cumplen diversas funciones, las desigualdades y las inequidades están presentes siempre, en una galería puedes tener el reflejo exacto de la sociedad chilena. MEH: ¿Cuál es el rol, a su juicio, que desempeña actualmente la administración penitenciaria en relación a la violencia física entre internos? LR: Yo creo que Gendarmería está en un proceso de renovación bien fuerte. Si nosotros tenemos invisibilizada la cárcel, con muros altos que no dejan ver nada, ahí no sólo caen los privados de libertad, también están los gendarmes, los funcionarios, todos ellos invisibilizados. Y eso significa que los espejos que tienes para poder mirar tu vida son espejos muy pobres, por lo tanto cuando un gendarme se mira al espejo y no ve necesariamente dignidad, plenitud, orgullo, sino que muchas veces ve desprecio, discriminación, todo lo que se ve en el delincuente lo ve en él. Hay gendarmes corruptos, por supuesto que sí. Que son muchísimos más los no corruptos, también. Hay curas pedófilos, sí. Hay muchos más que no lo son, por supuesto. Pero como todo en la vida, lo malo pareciera ser que pesa más que lo bueno. Entonces, Gendarmería es una institución que está muy invisibilizada porque forma parte del circuito de invisibilización social y que busca contener esta violencia, con los pocos medios que tiene yo creo que logra contener el orden de las cárceles. En otros países de la región el control está en el interno, aquí en Chile el control lo tiene el gendarme. Ahora bien, sin duda que se podría controlar de otra manera más humana, pero para ello requerimos de mayor especialización, de mejor acompañamiento psicológico de nuestros funcionarios, con una mejor prevención de drogas, con mejores sistemas de fiscalización para evitar vínculos delictuales entre gendarmes y privados de libertad. Lo positivo es que ese camino tiendo a creer que ya desencadenó, los últimos directores han declarado fuertemente que Gendarmería tiene por misión la seguridad, es decir el resguardo de las cárceles, la reinserción social con un apego irrestricto a los derechos humanos. El relato va construyendo realidad, hay una conciencia de que frente a ellos hay una vida humana que el Estado les confía para que sea custiodada. Falta mucho, sí, pero que el proceso se desencadenó o se está desencadenando, yo diría que sí. Yo creo que si bien hay cosas que siguen ocurriendo y que no deberían ocurrir, golpizas atroces como en el recinto de Rancagua, algunos casos de torturas, corrupciones y corruptelas, yo tiendo a creer que cada vez la escala es menor y cada vez hay mayor conciencia. DERECHO PENITENCIARIO julio - diciembre 2015 MEH: ¿Qué manifestaciones de violencia, en base su experiencia y visión, son las más frecuentes? ¿Cómo se produce la violencia al interior de los establecimientos penales? ¿Qué dinámicas tienen? ¿Qué caracteriza a la violencia física? LR: Lo conflictos en la cárcel se solucionan a través de la violencia. Una resolución distinta de conflicto, como el diálogo o el consenso o el perdón no es común. Los conflictos se resuelven cara a cara, y eso significa que uno de los dos muere, así se resuelven los conflictos, y muchas veces cuando una galería está “en guerra” con otra galería sube el único que puede hacerlo, que es el jefe de dicha galería. Y ese jefe va a enfrentarse con el jefe de la galería enemiga y nadie se puede meter, hay ciertos códigos de honor. Los conflictos se resuelven de manera violenta y es por eso que cuando se realizan intervenciones a partir de la justicia restaurativa, hay internos que se dan cuenta que los conflictos se pueden resolver de otra manera y es algo nuevo para ellos, para su vida, es un aprendizaje no adquirido en la infancia que irrumpe en la vida, es decir, pueden perdonar, pueden dialogar. El origen tiene que ver con eso, con vivir en una sociedad que te trató de manera violenta, y además ves en televisión que a otro se le dio 10 en vez que a ti que sólo te dieron 1. Es un modo de vida, 19 ¿cuál debiera ser el rol de la administración penitenciaria para prevenir? LR: Lo primero que debiera hacerse es institucionalizar Gendarmería de Chile, que sea un servicio hace que quede muy fragilizada a los vaivenes políticos, hay ciertas políticas estatales que tienen que trascender gobiernos y que tienen que tener permanencia en el tiempo. Además, con los cuatro años del periodo y el presidencialismo extremo del país hace que la situación sea peor, porque legítimamente se esperan resultados en el corto plazo. es un modo de sociedad, es un modelo violento de relaciones violentas, que ellos vivieron en primera persona. Ese modo de vida, ese estilo de vida los acompaña a lo largo de toda su trayectoria, entran y salen de la cárcel, y vuelven a entrar. La violencia podríamos decir que es un modo adquirido, es un modo que se trae de la calle a la cárcel y de la cárcel a la calle, y así sucesivamente. Muchos de los privados de libertad de la población penal tienen historias de vida marcadas por la violencia, abusos sexuales, golpizas, y como todo modo de vida se internaliza, se convierte en un modo relacional, y finalmente la vemos expresada en una violencia violenta, en una violencia que no perdona. Si tú eres perro y quieres dejar de ser perro tienes a toda la cárcel amenazándote porque no puede haber un perro arrepentido, en la cana -como dicen los antiguoslos delitos no prescriben. Si te amenazaron de muerte porque mataste a alguien, veinte años después te pillan y van a aplicar justicia. Entonces, estamos frente a una violencia que frente a los ojos de una persona que ha estudiado, que ha tenido lo mínimo de vida, de familia, de bienestar, es una violencia que ciertamente es muy irracional, y uno dice que es de locos, piensa de qué galaxia viene, pero el problema es que esa galaxia está muy cerca nuestra y no la queremos ver. MEH: La evidencia empírica internacional señala que las condiciones carcelarias dignas están asociadas a ausencia de reincidencia, Lo segundo es que el espacio carcelario como espacio de rehabilitación humana es fundamental, y eso te define también el ethos interno de la institución. Esta institución no es de armas, no es una institución armada, no tiene que ver con el Ministerio de Defensa, esta es una institución que tiene por misión la rehabilitación de un victimario, y dicha rehabilitación no va de la mano de más castigo sobre ese victimario sino que va con la curación de aquellas causas estructurantes que generaron el delito finalmente. Yo diría que son claves la institucionalización, la reinserción, el cómo nosotros pensamos la cárcel como lugar de rehabilitación del ser humano, el espacio carcelario como espacio digno, y por supuesto todo lo relacionado a los derechos humanos, los 20 DERECHO PENITENCIARIO julio - diciembre 2015 cuales son fundamentales en toda esta historia. Como dijo el Papa Francisco, “estar privado de libertad no significa estar privado de dignidad” o “la reclusión no es sinónimo de exclusión”. Al abordar estos derechos hay que tener claro que estamos frente a un delincuente, es una persona que hizo daño al otro, pero es un ser humano, y a ese ser humano yo no le puedo reventar un palo en la cabeza para frenar su ataque contra otro interno, tenemos que inventar otras modalidades. La autoridad debe existir, pero la autoridad tiene que tener herramientas para aplicar con dignidad la autoridad. MEH: A partir de su experiencia, ¿usted cree que para los internos sería muy importante habitar una cárcel con menor violencia? Si el espacio Mandela se replicara con esta visión distinta que ustedes están tratando de posicionar, ¿podría pensarse que los internos en algún minuto lleguen a valorar una cárcel más tranquila? LR: Por supuesto que sí. Los internos valoran mucho Colina 1, que es un lugar donde hay mucho trabajo, entonces quienes están allí hacen muchos esfuerzos para no ser trasladados de dicho recinto. Hay privados de libertad que valoran mucho los espacios de no violencia y de oportunidades laborales, así como oportunidades de otro tipo. Nosotros tenemos que avanzar hacia distintos tipos de cárceles, con distintos tipos de reclusión. No debiéramos combinar a aquellos que viven en la dinámica de la violencia y el sometimiento con otros que no tienen esas posibilidades de dominación, porque esa inequidad debemos quebrarla, es un círculo vicioso en el que el jefe de galería siempre va a dominar y el perkin cumple su rol y continúa en su condición de dominado. Entonces, lo que necesitamos un mejor nivel de segregación de la población penal y tenemos que aislar a quienes no quieren cambiar el modelo actual, o aparte o con medidas disciplinarias más claras. También está la experiencia de las cárceles pequeñas, como es el caso de Curicó, donde casi la totalidad de los viejos internos trabajan y se da una suerte de empresa que beneficia el ambiente carcelario. O el caso de la Cárcel de Mujeres de San Joaquín, donde las mujeres gendarmes han desarrollado una cultura relacional muy distinta a las culturas relacionales de otros penales, y el ambiente es muy distinto a lo que se vive en otros recintos. MEH: ¿Cree que existe voluntad para diseñar y ejecutar en el corto plazo una estrategia tendiente a mejorar la calidad de vida en las cárceles del país? LR: Yo creo que ya se instaló un discurso que va por esa línea. Ahora bien, ese discurso tiene que construir realidad, tiene que ir permeando las capas, debe ir acompañado de una mejor formación de nuestra gente y de un sistema de justicia interna, es decir, que los delitos al interior se sancionen, es un todo que debe producirse. Creo que se han ido produciendo esos cambios y se están produciendo ya. Hoy día tenemos mayor conciencia de respeto a los derechos humanos, mayor capacidad de sancionar a aquellos que son más maltratadores, hemos tenido casos de funcionarios sancionados, se va avanzando en esa línea. Es cierto que estamos aún a años luz de sistemas alternativos de privación de libertad. La única manera de sancionar un acto delictivo no puede ser la privación de libertad. Hay otros sistemas de ejecución de la justicia que no necesariamente pasan por privar la libertad. El daño social de una madre presa es gigantesco. Yo creo que sería interesantísimo que el estado de Chile se cuestionara el mejor modo de hacer justicia frente a una madre que cometió un delito relacionado con drogas. Tiene que hacer justicia, sí, pero qué es más justo para la víctima, ¿tener a esa madre presa o tenerla con sus hijos con un sistema de acompañamiento o de tutores? Hay un estudio de la Fundación de San Carlos del Maipo que señala que el 40% de los privados de libertad ha tenido a su madre presa. No puede ser la privación de la libertad por la privación de la libertad. Yo no sostengo que no se deba ejecutar la justicia, eso sería una locura, pero ¿cuál es la justicia que hace más justicia con las víctimas? MEH: ¿Qué otr os actores debieran par ticipar en este concepto de una cárcel más humana, más saludable? LR: Por supuesto Gendarmería de Chile, el Ministerio de Justicia, fundaciones, instituciones, la sociedad civil. Quiénes no debieran participar, aquellos que utilizan el populismo desde la política. La agenda corta anti delincuencia es una agenda represiva, que uno puede decir que es necesaria, pero así no se resuelve el tema. Todo lo que sea ahondar en esta temática no sólo ayuda a adentrarse en el estudio de la delincuencia sino que por sobre todo nos ayuda a mirar lo que no queremos mirar, que es esta sociedad con tanta inequidad, y que hay gente que salta por los aires cuando uno habla de esto, pero el que salta por los aires es el que tuvo la suerte como yo de nacer en la cuna de oro. Tenemos que ser capaces de entender que la riqueza nos pertenece a todos, que el país nos pertenece a todos y que a todos tenemos que ofrecerles un mínimo. Pero estos altos niveles de concentración que tenemos evidentemente que genera sociedades violentas. ARTÍCULO DERECHO PENITENCIARIO julio - diciembre 2015 21 ¿Qué es el desempeño moral de una cárcel? Una introducción al trabajo de A.Liebling y algunas reflexiones para el caso chileno Guillermo Sanhueza Olivares Trabajador social UC. Obtuvo su PhD en Trabajo Social y Sociología de la Universidad de Michigan en 2014 y un master en Sociología en la misma universidad. Ha realizado docencia e investigación en temáticas criminológicas y penitenciarias. Paula Sagredo Aylwin Licenciada en Trabajo Social de la Pontificia Universidad Católica de Chile. El año 2014 fue una de las estudiantes más destacadas en el curso “Crimen, cárcel y reinserción social” dictado por el profesor Guillermo Sanhueza en la carrera de Trabajo Social. Por Guillermo Sanhueza Olivares y Paula Sagredo Aylwin A lo largo de todo Chile es posible encontrar cerca de 85 cárceles a cargo de Gendarmería de Chile. Aunque comparten ciertas características comunes, todas ellas difieren en una serie de características, incluyendo su tamaño, nivel de seguridad, si son concesionadas o tradicionales, las características de sus internos y custodios; asimismo, ellas difieren de acuerdo a ciertas características menos observables como son las relaciones y trato interpersonales, el sentido de justicia, las dinámicas cotidianas y los arreglos formales e informales que existen entre internos y funcionarios. En este artículo, y basándonos en el libro de Alison Liebling “Prisons and their moral performance, a Study of Values, Quality, and PrisonLife”, buscamos relevar la importancia de los aspectos inmateriales de la vida al interior de la cárcel –como el trato interpersonal, el respeto y el sentido de justicia— a la hora de hablar de calidad de vida en prisión. Con esto no pretendemos desconocer la importancia de aspectos materiales en la vida de los reclusos y funcionarios, pero nuestro argumento central es que la calidad de vida en prisión tiene directa relación a los aspectos morales y éticos de ésta: “la manera en que los prisioneros (y el personal) se sienten moralmente tratados dentro de la prisión y por la misma” (Liebling, 2004, p.473). Para ello, se introducirá al lector en los principales aspectos del concepto de ‘desempeño moral’ de Alison Liebling(2004), detallando parte de su trabajo conceptual y metodológico; luego, se relacionará el ‘desempeño moral’ con otros conceptos cercanos como el de ‘legitimidad’(Sparks y Bottoms,1995) y con el de ‘cárcel saludable’ (Inspectoría de Prisiones [HMIP], 2012), analizándose algunas similitudes y diferencias entre los distintos términos. Finalmente, se discuten algunas posibilidades y limitaciones del desempeño moral para el caso del sistema penitenciario chileno. Revisión de Literatura ¿De dónde viene la idea de “desempeño moral”? Alison Liebling, en su libro “Prisons and their moral performance, a Study of Values, Quality, and PrisonLife”, da a conocer los resultados de una investigación realizada junto a su equipo donde acuña el concepto de desempeño moral, el cual intenta reflejar la calidad de vida de una prisión en relación a los aspectos morales y éticos de ésta, dejando de lado una noción centrada netamente en lo material (infraestructura). Prisons and Their Moral Performance es una obra voluminosa (547 páginas), dividida en cuatro capítulos que tratan acerca “aquellos aspectos del tratamiento, sobre todo interpersonal y material 22 DERECHO PENITENCIARIO julio - diciembre 2015 de un prisionero que hacen que una pena de prisión sea más o menos deshumanizante y/o dolorosa” (Liebling, 2004, p.473), vale decir, como “la manera en que los internos (y funcionarios) se sienten moralmente tratados dentro de la prisión y por la misma” (Liebling, 2004:473) en cuanto a justicia, respeto, dignidad y humanidad. La autora acuña este término con la intención de poder reflejar en éste la calidad de vida de una prisión, buscando representar “lo que realmente importa dentro”más allá de aspectos netamente materiales, y que permitan distinguir una cárcel de otra en relación a la complejidad del ambiente dentro, al mundo de los internos, de los funcionarios y de quienes dirigen las cárceles [managers] (Liebling, 2004). El concepto busca representar “aquello que realmente importa dentro de una prisión”, indagando en aquellos aspectos de la experiencia carcelaria cotidiana que permiten distinguir una cárcel de otra en relación a “aquellos aspectos del tratamiento, sobre todo interpersonal y material de un prisionero que hacen que una pena de prisión más o menos deshumanizante y/o dolorosa”. (p.473). En palabras de Liebling, “algunas cárceles son más sobrevivibles que otras” (p.532). Tal como lo reconoce Van Zyl Smith (2005), este libro utilizó técnicas e instrumentos de ciencias sociales del más alto estándar y empleó una metodología mixta (cuantitativa y cualitativa) para definir el desempeño moral a partir de un examen en profundidad de cinco prisiones en el Reino Unido. Su investigación se realizó a través de un proceso de dos fases: en la primera parte se usó la técnica de appreciative inquiry (indagación apreciativa) en la cual -a través de conversaciones, trabajos en grupo y entrevistas informales- se buscaba conocer el funcionamiento de la cárcel, qué funcionaba bien y qué podría funcionar mejor. Estos grupos estaban compuestos por oficiales, senior and principal officers, personal administrativo, profesores del penal, capellanes e instructores de educación física. Luego, se dividieron los grupos en equipos más pequeños y se realizó una primera actividad con el objeto de conocer la historia de la cárcel, sus altos y bajos, recalcando los eventos y transiciones importantes. Esto permitió al grupo investigador aprender sobre los logros y decepciones, el clima relacional, las idas y venidas de diferentes gobernadores y su impacto en la gestión penitenciaria, los reconocimientos obtenidos, las muertes en custodia e, inclusive, el caso de suicidio de un oficial; además, conocieron los eventos a los cuales el DERECHO PENITENCIARIO julio - diciembre 2015 “ Tanto internos como gendarmes tienen el derecho y la necesidad de ser tratados conforme a su dignidad humana. El estigma social e individual de las personas en algunos casos lleva “ a olvidar que una persona que llega a la situación de prisión aún es persona y aún conserva su dignidad y derechos. personal les daba importancia y cómo éstos afectaban el todo o ethos de la prisión. Más tarde, se identificaron los “headwinds” (aspectos negativos, que “empujan hacia atrás” la prisión) y se encontraron con el estilo de liderazgo, la amenaza de la privatización, la necesidad de una identidad clara para su establecimiento, y algunos cambios estructurales que eran necesarios de llevar a cabo. Luego, se conversó también acerca de los “tailwinds” (aspectos positivos, que “empujan hacia adelante” la prisión), encontrándose con el compromiso de los funcionarios, el trabajo en equipo, el buen humor, la apreciación del trabajo de los otros, las intervenciones innovadoras con algunos reclusos y el rapport que se lograba con los prisioneros eran factores positivos. El siguiente fue un ejercicio de imaginación: se les preguntó cómo sería la prisión si se removieran las cosas malas (headwinds) y se fortalecieran las buena (tailwinds) y lo que emergió fue i) mejores condiciones de trabajo, ii) una sentencia más productiva, iii) reducir la reincidencia, iv) alinearse y moverse todos en la misma dirección, v) la generación de instancias de crecimiento personal tanto para funcionarios como internos, vi) y un mayor asesoramiento en programas de rehabilitación efectivos (Liebling, 2004). Ahora bien, lograr el mismo de nivel de discusión obtenido con el personal fue inevitablemente más difícil con los internos, por lo que sólo se realizó este ejercicio en 4 de las 5 prisiones participantes. Lo interesante, sin embargo, fue que los cuatro grupos de internos generaron una lista bastante similar de dimensiones en cada una de las prisiones, e inclusive duplicaron los temas puestos en relieve por los funcionarios. Tras unos días de trabajo colectivo, Liebling y sus colegas identificaron que las dimensiones claves para el marco de medición de la calidad de la prisión y “lo que realmente importa” fueron principalmente valores relacionados al trato y relaciones interpersonalesentre el personal, y entre el personal y los internos, los cuales estaban en el corazón de aquello que más importaba para definir el desempeño moral de una prisión: respeto, humanidad, justicia, orden, seguridad, y las relaciones funcionario-interno. Así, se llegó a un consenso grupal entre funcionarios y prisioneros, lográndose identificar 16 conceptos a partir de los cuales se desarrollaron 14 dimensiones: dimensiones relacionales (respeto, humanidad, relaciones, 23 confianza, apoyo), dimensiones del régimen interno (justicia, orden, seguridad, bienestar, desarrollo personal, contacto familiar, decencia), dimensiones de la estructura social (poder, vida social) y 2 ítems individuales (significado de la vida, calidad de vida) (Liebling, 2004). En otras palabras, lo que debiese ser medido -según la opinión tanto del staff como de los propios prisioneros- era la atmósfera general de la cárcel, las relaciones intra-staff, las relaciones staff-prisioneros, las relaciones entre-prisioneros, las relaciones entre staff uniformado y las autoridades superiores (lo que equivaldría en nuestro contexto, más o menos, al Ministerio de Justicia), los sentimientos de valoración del personal por parte de los oficiales y la ciudadanía, el trato justo hacia los internos por parte del personal; el aprecio y respeto mutuo; la satisfacción laboral y las oportunidades de desarrollo tanto para el personal penitenciario como para los internos; las contribuciones a la comunidad; la asesoría y participación en programas de reinserción; el apoyo de los line managers, conciencia de los roles de los otros; y la habilidad de trabajar de manera mutidisciplinaria (Liebling, 2004). De este modo, en la noción de desempeño moral, un aspecto clave que surge es el uso de la autoridad y cómo se desenvuelven los gendarmes en relación a los internos; así, por ejemplo, el trato que los primeros brindan a los últimos tiene gran influencia en la 24 DERECHO PENITENCIARIO julio - diciembre 2015 percepción de la autoridad, y por lo tanto del sistema que tienen los prisioneros, lo que también repercute en la calidad de vida de éstos dentro de prisión. En otras palabras, tanto internos como gendarmes tienen el derecho y la necesidad de ser tratados conforme a su dignidad humana. El estigma social e individual de las personas en algunos casos lleva a olvidar que una persona que llega a la situación de prisión aún es persona y aún conserva su dignidad y derechos. Conceptos cercanos: la noción de ‘legitimidad’ y de ‘cárcel saludable’ Liebling comienza su libro refiriéndose a las revueltas que marcaron la década de los 80 en el sistema penitenciario británico y a los cambios en la política penitenciaria a partir de dichas situaciones. Se refiere también al rol de Lord Woolf en esclarecer las causas profundas de los disturbios y problemas experimentados por el sistema penitenciario inglés de la época. El llamado Woolf Report (1991) concluyó señalando que la situación del sistema penitenciario inglés sólo se podía atribuir a una extensa y compartida sensación de injusticia y que las revueltas y motines eran una respuesta de los internos a cómo eran tratados por el sistema penitenciario. Sumado a esto, Woolf argumentó en contra de la visión de que los bienes y servicios para los prisioneros deban ser “privilegios”, considerando que para hablar de justicia en prisión, los reclusos deben al menos tener un régimen humano que incluya comida, aseo y ejercicio, además de una explicación razonable por las decisiones que los afecten individualmente así como procedimientos justos, condiciones que son fundamentales para la estabilidad del sistema. En esta misma línea, Sparks y Bottoms(1995) plantean que el ejercicio de la responsabilidad y el respeto al interior de las cárceles es lo que asegurará el orden interno y la seguridad; es decir, si en una prisión las condiciones de vida y el trato interpersonal están basado en un sentido de justicia, el descontento de los prisioneros se verá disminuido y, por tanto, los desórdenes y disturbios también disminuirán, generándose un mayor orden, control y seguridad dentro de la prisión. Es en relación a la humanidad, la transparencia en la toma de decisiones, el respeto, la justicia, la dignidad y los buenos tratos, que se va generando la confianza en la autoridad y la legitimación de ésta. Legitimidad se entenderá como “la percepción generalizada de que las actividades de una entidad son deseables, correctas o apropiadas dentro de algún sistema socialmente construido de normas, valores, creencias y definiciones” (Suchman, 1995). Por otro lado, legitimidad es la “creencia generalizada entre miembros de lo público (y los prisioneros) de que la policía, las cortes, las prisiones y el sistema legal son autoridades aptas para tomar decisiones en materias de justicia criminal” (Tyler, 2006). Así, a grandes rasgos se puede decir que la legitimidad es la aceptación y validez que se le da a una acción previamente justificada. Es el acto en que una persona con más poder que otra toma una decisión que tiene una justificación detrás, la cual es aceptada por el otro, dándole una validez a quien tomó la decisión. La justificación de las acciones y la legitimidad de éstas se encuentran en la similitud de las creencias, en la idea de que el otro lo está haciendo en beneficio DERECHO PENITENCIARIO julio - diciembre 2015 del bienestar, considerando que es lo correcto y que hay expectativas comunes más un criterio común de justicia (Tyler, 2006). mantención del orden dentro de la prisión. No es complacer a los prisioneros, es una cuestión moral (Sparks y Bottoms, 1995, p. 59). Es importante destacar que dentro de una cárcel, la relación entre prisioneros y el staff o autoridades son la base del sistema, el clima y la calidad de vida. Es por esto que la legitimidad de la autoridad es clave, pues sólo así los prisioneros van a aceptar a quienes ordenan y dictan un comportamiento adecuado. Para esto, lo más importante es que la tónica de las relaciones esté basada en la justicia (Tyler, 2006): los internos no pueden ser manejados por la coerción, pues ellos dependen de un personal firme pero humano que les permita tener un contacto cercano con los prisioneros sin confrontaciones ni violencia (Bottoms& Light, 1987). En otras palabras, la autoridad debe estar permanentemente controlando, pero no necesariamente mediante la coerción, puesto que cuando se abusa de la fuerza y/o se impone la autoridad se generan crisis de legitimidad que luego se ven reflejadas en desórdenes y disturbios generalizados. Por contraparte, cuando los procesosson correctos, justos y respetuosos, los prisioneros legitiman la autoridad y la aceptan como tal de manera voluntaria (Tyler, 2006). Así, la legitimidad nace de las relaciones interpersonales, dentro de las cuales la autoridad y los actos justificados se ganan la legitimidad, permitiendo la La legitimidad del sistema penitenciario requiere que la autoridad tenga legitimidad legal, que los oficiales y funcionarios actúen de manera justa y que ellos justifiquen sus acciones ante quienes se ven afectados por sus decisiones. Asimismo, la legitimidad incluye la naturaleza y el estatus de las reglas formales, la existencia de creencias compartidas que den soporte a dichas reglas y la manera en que se trate a las personas (Sparks y Bottoms, 1995,p.471). Así, mientras la legitimidad se basa en la percepción y confianza en la autoridad, y en sentir que la justicia y el respeto existen en el trato recibido, y que el staff actúa pensando en el bienestar de los reclusos y una mejor calidad de vida, Liebling señala que el concepto de desempeño moral va más allá de la legitimidad -de suyo un concepto complejo- de manera tal que las cárceles son más que meras relaciones de poder y pueden llegar a ser, bajo ciertas condiciones, también comunidades morales (2004, p.474). Así, lo que hace a una prisión diferente de otra es la manera en que los prisioneros son tratados por los funcionarios, cuán seguros se sienten al interior de la prisión y cómo la confianza y el poder fluyen a través de la institución. En este sentido, el bienestar de los prisioneros termina siendo una consecuencia del trato percibido (Liebling, 2004: 534) en “las relaciones funcionariointerno –o la forma en que los funcionarios de la prisión hace uso de la autoridad- lo que contribuye enormemente a la evaluación de los prisioneros sobre la justicia y el trato” (Liebling, 2004: 533). Otro concepto que es importante relevar es aquel desarrollado por la Inspectoría de Prisiones e Inglaterra y Gales (HerMajestyInspectorate of Prisons [MHIP]) en base al monitoreo que realizan sistemáticamente de las condiciones de vida y de las dinámicas al interior de las cárceles, además de supervisar el tratamiento penitenciario que reciben. Se trata del concepto de “cárcel saludable”, referido a los estándares que debiese cumplir una cárcel, basados en estándares internacionales de derechos humanos. De acuerdo al libro “Expectativas” (Expectations, en inglés) de la Inspectoría, una cárcel saludable debe cumplir con 4 dimensiones básicas: a) Seguridad: los prisioneros, particularmente los más vulnerables, se mantienen seguros. b) Respeto: los prisioneros son tratados con respeto por su dignidad humana. c) Actividades con propósito: los internos tienen la capacidad (posibilidad), y se espera de ellos, que realicen una actividad 25 que los beneficie a ellos mismos. d) Reinserción: Los prisioneros son preparados para su regreso a la comunidad y ayudados efectivamente a reducir la reincidencia. La premisa central de la “cárcel saludable” es que los derechos de los internos deben ser permanentemente protegidos. Los prisioneros deben sentirse seguros dentro de la prisión, insertos en un ambiente en el cual se reduzcan los riesgos de suicidio y de daños tanto auto provocado como provocado por otros. El staff debe estar atento a asuntos de vulnerabilidad para dar soporte en caso de necesidad (HMIP, 2012). Por otro lado, la seguridad y orden son mantenidos mediante relaciones internos-personal positivas. Lo que una cárcel saludable espera es que los internos validen y confíen en la autoridad, teniendo claro que las decisiones tomadas son aplicadas de manera justa y con buenas razones, no simplemente como castigo o maltrato sin explicación: “los internos entienden la justificación del actuar y hasta pueden apelar por la sanción que les dieron” (MHIP, 2012). Asimismo, en una cárcel saludable el staff no puede olvidad que los internos son sujetos de derecho y dignidad humana, por lo que durante toda su estadía deben tratarlos con humanidad, justicia y respeto, velando permanentemente por el bienestar físico y psicológico DERECHO PENITENCIARIO julio - diciembre 2015 de los mismos, lo que es beneficioso para el trabajo de reinserción y disminución de la reincidencia futura. Por eso mismo, la Inspectoría exige que dentro de las prisiones no exista discriminación, y en cambio haya respeto y compasión con los prisioneros. Para nadie es fácil estar en prisión, por lo mismo las buenas relaciones y el buen trato facilitarán la situación en todos los casos. Sumado a esto, las prisiones deben asegurar a los internos un tiempo adecuado fuera de la celda, brindar actividades para desarrollar habilidades nuevas y aprender labores, disponer de tiempo para educación física y asegurar una vida saludable. Por último, debe existir un manejo de estrategias para la reinserción del prisionero una vez terminada la condena, planificar su regreso al hogar y su reintegración a la comunidad (HMIP, 2012). Así, el concepto de cárcel saludable está en sintonía con el de desempeño moral desarrollado por Liebling, ya que ambos comparten las premisas de respeto, humanidad y dignidad como valores transversales y básicos para la convivencia de internos y funcionarios. Las relaciones positivas son las que van a permitir la buena convivencia, manteniendo el orden y seguridad, asegurando el bienestar de todos en prisión. El staff es quien debe estar en permanente preocupación por los internos, asegurándose de resguardar su seguridad en “ Algunas posibilidades y límites del concepto “desempeño moral” En una cárcel saludable, al igual que un buen desempeño moral, es primordial el respeto a los derechos humanos y a la dignidad del hombre, por lo que “ 26 cualquier acción que los pase a llevar no va a ser validada ni aprobada por los internos generando la posibilidad de desórdenes y motín en protesta por lo sucedido. todo momento, y para esto mantener relaciones positivas es clave. Además, en una cárcel saludable, al igual que un buen desempeño moral, es primordial el respeto a los derechos humanos y a la dignidad del hombre, por lo que cualquier acción que los pase a llevar no va a ser validada ni aprobada por los internos generando la posibilidad de desórdenes y motín en protesta por lo sucedido. Liebling considera que la calidad de vida moral en prisión es promulgada e incorporada en actitudes y conductas de los oficiales de la prisión (p.485) ya que el trabajo en una prisión es todo acerca del uso del poder y la autoridad, los cuales son desplegados a través de las relaciones humanas. Por esta razón es que la forma en cómo el staff se relaciona con los prisioneros es primordial a la hora de hablar del trato y el desempeño moral de éstos. En suma, el concepto de desempeño moral se relaciona a la búsqueda de legitimidad interior por parte del sistema penitenciario, así como también a la idea de prisiones ‘saludables’ o ‘decentes’. Sin embargo, el núcleo del concepto tiene que ver más con la calidad de las relaciones interpersonales. Una de las posibilidades que ofrece el vasto marco conceptual ofrecido por Liebling en torno a la idea de desempeño moral -que se presenta bastante resumido en este artículo- es su coincidencia con un cuerpo argumentativo y teórico que ve en la institucionalidad un aspecto influyente en la vida de los individuos. En este sentido, el proponer este concepto a la comunidad académica y penitenciaria nacional constituye un aporte a la discusión y al debate en torno al encarcelamiento, el cual ciertamente se suma a otras contribuciones y aportes que ya están realizando centros de estudio, académicos y muchos funcionarios desde la propia Gendarmería de Chile. Asimismo, otra de las posibilidades que otorga este concepto es que permite remirar la importancia de la percepción de las propias personas privadas de libertad respecto a su situación, yendo más allá de indicadores “objetivos” actualmente en uso (como el nivel de hacinamiento o la cobertura de programas, por ejemplo) con el fin de enriquecer las formas de mensuración actualmente existentes a través del desarrollo y uso de metodologías que midan mejor la cárcel como lugares morales especiales, donde el sentido de autoridad, de justicia y de orden es experimentado de manera peculiar (Sykes, 1958; Goffman, DERECHO PENITENCIARIO julio - diciembre 2015 1961; Liebling, 2004). Esto no significa que otros indicadores clásicos más objetivos deban reemplazarse sino más bien que las dimensiones e indicadores objetivos comúnmente utilizados son condición necesaria -pero no suficiente- para comprender mejor la cárcel y su influencia en los comportamientos individuales. En este sentido, futuros estudios podrían combinar distintas fuentes de datos (administrativos, encuestas y entrevistas, por ejemplo) para dar cuenta de manera más completa de la vida en prisión y sus posibles efectos en los individuos y la sociedad. En este sentido, el concepto de desempeño moral ha sido introducido como tal hace poco en nuestro país y sólo ha sido testeado empíricamente a nivel piloto en la cárcel de Colina II, en un estudio transversal realizado en 2015 (Sanhueza, Ortúzar y Valenzuela, en prensa) y aún faltan estudios longitudinales y en otros penales que permitan llegar a conclusiones más definitivas en este sentido. En otras palabras, en el estado actual de cosas, el concepto de desempeño moral es una hipótesis de trabajo plausible -pero hipótesis, al fin y al caboque necesita respaldarse con mayor evidencia empírica. Quizás uno de los principales límites del contexto de desempeño moral en nuestro contexto chileno tenga que ver con el hecho de que no existe evidencia empírica concluyente que respalde la relación entre el desempeño moral de una prisión y el impacto de éste en ciertos resultados (futuros) a nivel individual, como la disminución de la reincidencia, por ejemplo. Otro de los desafíos que encuentra el concepto de desempeño moral (moral performance) en nuestro país es de orden práctico: cómo este concepto encontraría cabida en un contexto cultural muy distinto al Reino Unido. En efecto, en nuestro país existen indicios de una cultura organizacional y laboral reacia a la evaluación, con una infraestructura penitenciaria precaria, con la ausencia de una historia de monitoreo de las cárceles (que sí la tiene Reino Unido desde muchos años atrás) y con una infraestructura (física y de recursos humanos) de menor envergadura y sofisticación en términos metodológicos. Ciertamente éstos no constituyen obstáculos insalvables, pero se requerirían ciertas precondiciones para “bajar” este concepto a la realidad de las prisiones y organizaciones locales. Finalmente, es preciso reconocer que el término ‘desempeño moral’ no deja de ser un concepto algo escurridizo y carente de una definición sintética (Van Zyl Smith, 2005), por cuanto trata de la evaluación de aquellos aspectos del trato interpersonal que hacen referencia, por un lado, al núcleo de la vida de la cárcel y, al mismo tiempo, a sus aspectos más comúnmente pasados por alto en investigaciones sociales y reportes oficiales. Aquí radica su principal límite pero a la vez 27 su singular atractivo: “Prisons and their Moral Performance” es un texto que busca reformar el sistema penitenciario (Van Zyl Smith, 2005) y aminorar los dolores del encarcelamiento (Sykes, 1958) que padecen las personas privadas de libertad, dentro de un espíritu tanto humanista como pragmático. En suma, este trabajo ha tratado de resumir los principales argumentos del concepto de desempeño moral de Liebling, junto con revisar parte de su historia y de la metodología seguida por la autora para convertirlo en un indicador empírico. Asimismo, se ha examinado su relación con otros conceptos próximos como el de legitimidad y el de cárcel saludable, revisando algunas coincidencias y diferencias entre ellos. Finalmente, se ha reflexionado en torno a algunas de las posibilidades y limitaciones de este concepto para la realidad chilena, con la expectativa de contribuir al debate en materias criminológicas y penitenciarias en el país. Bibliografía Bottoms &Light, 1987 Goffman, E. (1961). Asylums: Essays on the Social Situation of Mental Patients and Other Inmates. Anchor Books. HMIP, 2012.Expectations. Liebling, A. (2004). Prisons and their moral performance, a Study of Values, Quality, and Prison Life. Oxford: Oxford University Press. Sanhueza, G., Ortúzar, C. y Valenzuela, E. (en preparación). El desempeño moral de las cárceles chilenas: un estudio piloto en Colina II. En: Propuestas para Chile 2015. Centro de Políticas Públicas Pontificia Universidad Católica de Chile. Sparks, J.& Bottoms, A. (1995). Legitimacy and Order in Prisons. The British Journal of Sociology, 46,(1), 45-62. Suchman, M. (1995). Managing legitimacy: strategic and institutional approaches. Academy of Management Review, 20(3), 571-610. Sykes, G. (1958). The Society of Captives, study of a maximum security prison. Princeton: Princeton University Press. Tyler, T. (2006). Legitimacy and Legitimation.Annual Review of Psychology, 57, 375– 400. Van Zyl Smith, D. (2005). Prisons and their Moral Performance by Alison Liebling; Helen Arnold. British Journal of Criminology, 45(5), 765-767 Woolf Report (1991), ‘Prison Disturbances April 1990: Report of an Inquiry by the Right Honourable Lord Tustice Woolf (Parts I and II) and his Honour Stephen Tumim (Part II)’(HMSO 1991). 28 DERECHO PENITENCIARIO julio - diciembre 2015 ARTÍCULO Opinión sobre la violencia al interior de las cárceles Por Mauricio Sánchez y Diego Piñol, investigadores del Centro de Estudios en Seguridad Ciudadana del Instituto de Asuntos Públicos de la Universidad de Chile. E l estudio “Condiciones de vida en los centros de privación de libertad” (Sánchez y Piñol, 2015), si bien no tiene como objetivo central el análisis de la violencia sufrida o ejercida por las personas privadas de libertad en nuestro país, revela una serie de datos preocupantes referidos a la situación de los derechos humanos en las cárceles nacionales, a partir de la propia opinión de la población reclusa. Entendiendo la responsabilidad que atañe al Estado en dicha materia, en tanto garante de todos aquellos derechos de los penados que no han sido afectados por la sanción que se les ha impuesto (privación de la libertad y del libre desplazamiento), es posible constatar cómo las inadecuadas condiciones de encarcelamiento constituyen una clara expresión de incumplimiento de dicho rol, ya sea por omisión o acción directa en contra de la población penal. Sólo a modo de ejemplo, dado que la información entregada por esa investigación permite el desarrollo de diversos focos de análisis, es posible identificartres elementos relevantes que dan cuenta de la situación antes enunciada: A nivel de contexto, la ocupación carcelaria reportada para Chile (122,2%) si bien no constituye una cifra muy elevada en relación a los otros países participantes del estudio (México, El Salvador, Perú, Brasil y Argentina), establece un nivel de hacinamiento que en sí mismo supone un trato degradante e inhumano en contra de las personas que se encuentran encarceladas. Tal situación no sólo revela la incapacidad del Estado a la hora de brindar condiciones básicas de habitabilidad, sino también el agravio permanente que se produce al exponer a la población reclusa (y también al personal penitenciario) a los efectos de dicho hacinamiento, tales como la mayor dificultad para ejercer una gestión penitenciaria eficiente y respetuosa de los derechos de las personas, la existencia de mayores niveles de violencia, etc. victimario al cual se atribuyen dichas agresiones es el propio personal penitenciario. Esta cifra pareciera baja en comparación con otros estudios realizados en el país (INDH, 2013, y GENCHI, 2014), no obstante, es la cifra más alta de los seis países participantes de la presenteinvestigación. Esta situación permite visualizar cómo el Estado (encarnado en los funcionarios penitenciarios de trato directo con la población recluida) no está siendo capaz de velar por la seguridad al interior de las cárceles, sino que también podría estar tolerando y/o utilizando el castigo físico (y el temor asociado a éste) para el ejercicio de su gestión institucional, con lo cual se estaría vulnerando gravemente la integridad de las personas encarceladas y el propio fin del sistema penal, entendido como la reinserción social del individuo. Por otra parte, el estudio también muestra hallazgos preocupantes referidos al ejercicio de la violencia física al interior de las cárceles nacionales. En este sentido, se indica que un 25,6% de los internos(as) declara haber sido golpeado. A ello se debe agregar que el principal Vinculado a lo anterior, otra cifra igualmente preocupante es el elevado uso de la prohibición de visitas como medida disciplinaria, castigo que la ONU (2010) ha señalado expresamente contraviene los derechos de las personas privadas de libertad. Al respecto, este estudio revela DERECHO PENITENCIARIO julio - diciembre 2015 29 de las personas a mantener contacto con sus familias y seres queridos, denota una vez más las falencias existentes en la gestión y control del quehacer penitenciario, lo que promueve además un ambiente de hostilidad al interior de los recintos penales. que un 38,3% de los internos encuestados declaró haber recibido este tipo de acción disciplinaria, mientras que en el caso específico de las mujeres tal cifra llega al 56,3%, quedando en evidencia que la prohibición de visitas no es un castigo aplicado de manera aislada o esporádica, sino más bien extendida y sistemática. Limitar de esta forma el derecho PARA VER INFORME “CONDICIONES DE VIDA EN LOS CENTROS DE PRIVACIÓN DE LIBERTAD EN CHILE”, ELABORADO POR CESC HAZ CLICK AQUÍ Diversos estudios e investigaciones, tanto a nivel nacional como internacional, concluyen que el trato dado a las personas privadas de libertad, no sólo puede aumentar o disminuir sus posibilidades de integración y reinserción social, sino que también constituye un indicador claro y contundente de la capacidad que tiene un Estado de garantizar y promover los derechos de las personas y, al mismo tiempo, de proveer condiciones de mayor seguridad para la población. Por lo tanto, cualquier forma de vulneración o violencia (directa o indirecta, física, psíquica o moral) ejercida por el Estado en el contexto penitenciario, es una condición que repercute más allá de las murallas de nuestras cárceles, perpetuando el comportamiento desviado o abiertamente delictivo a lo largo de toda la sociedad, lesionando el bienestar de toda la ciudadanía. 30 DERECHO PENITENCIARIO julio - diciembre 2015 EN CIFRAS Nivel Internacional E sta sección presenta una selección de cuadros extraídos de dos informes: 1) Estudio comparativo de población carcelaria PNUD (2013) el que consideró a seis países de Latinoamérica que incluye Chile. 2) Informe de resultados del estudio “Condiciones de Vida en los Centros de Privación de Libertad en Chile” realizado por el Centro de Estudios en seguridad Ciudadana (CESC), del Instituto de Asuntos Públicos de la Universidad de Chile. DERECHO PENITENCIARIO julio - diciembre 2015 31 En Chile A nivel nacional, presentamos aquí estadísticas extraídas del Informe realizado por el Centro de Políticas UC. PARA VER EL ESTUDIO COMPLETO UC HAZ CLICK AQUÍ 35,1% De las muertes ocurridas al interior de las cárceles se debe a situaciones de violencia entre internos. PARA VER EL ESTUDIO DE GENDARMERÍA DE CHILE HAZ CLICK AQUÍ D erecho Penitenciario REVISTA El Centro de Estudios Penales y Penitenciarios (CEPP) de la Facultad de Derecho de la Universidad Mayor, identifica los desafíos y oportunidades para impulsar reformas en el ámbito penitenciario, efectuando propuestas, promoviendo la discusión y el estudio comparado de los sistemas que funcionan con efectividad. A través de estudios, seminarios, conferencias, publicaciones y otras actividades, el CEPP se conforma como un espacio especializado de análisis, proposición y fomento de las transformaciones conducentes a perfeccionar el sistema penitenciario, generando interacción entre los diferentes actores del ámbito público y privado. La Revista de Derecho Penitenciario busca generar y divulgar información empírica sobre problemas relevantes, impulsar medidas de mejoramiento (transición) conjuntamente con una reforma al sistema penitenciario en Chile y contribuir a la búsqueda de convergencia estratégica de todos los actores involucrados que la hagan viable económica, social y políticamente.