ISSN: 0719-6571 - Universidad Mayor

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ISSN: 0719-6571
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DERECHO PENITENCIARIO julio - diciembre 2015
ÍNDICE
Editorial..................................................... 3
Artículo
Estado, violencia y cárcel....................... 4-7
Artículo
La violencia carcelaria: un fenómeno
acuciante en el sistema
de ejecución penal................................ 8-14
D
erecho
Penitenciario
REVISTA
Director:
Juan Ignacio Rosas Oliva
Coordinadora:
María Eugenia Hofer Denecken
Editor periodístico:
Andrés Chamorro Montenegro
Diseño y Diagramación:
Roberto Ortega Cabrera
Entrevista
Capellán Nacional Luis Roblero “Tenemos que
avanzar hacia distintos tipos de cárceles, con
distintos tipos de reclusión”..............................15-20
Artículo
¿Qué es el desempeño moral de una cárcel?
Una introducción al trabajo de A.Liebling y algunas
reflexiones para el caso chileno......................21-27
Artículo
Opinión sobre la violencia al interior de las
cárceles............................................................28-29
En Cifras.........................................................30-31
Fotografía:
Juan Vargas Torres
Gendarmería de Chile
Wikimedia Commons
Representante legal:
Rubén Covarrubias Giordano
Revista Derecho Penitenciario
es una publicación semestral del
Centro de Estudios Penales y
Penitenciarios de la Facultad de
Derecho de la Universidad Mayor.
Sus oficinas están ubicadas en
Av. Manuel Montt 367, piso 4,
Providencia.
Prohibida toda reproducción total o parcial del
contenido de esta revista sin la expresa autorización de su equipo editorial.
EDITORIAL
L
a violencia carcelaria toma distintas formas
y sin duda que la violencia entre internos
es una de ellas. Las cárceles poseen una
imagen negativa en relación con la violencia
y esta imagen está sustentada en hechos que
suceden dentro de sus espacios sobre los cuales
se construye la visión social de la situación
penitenciaria. Sin embargo, la violencia carcelaria
abarca más de lo que se percibe a partir de
sucesos violentos que acontecen en cárceles,
pues no sólo se sustenta en acciones de los
reclusos, sino que también viene compuesta,
y en proporciones considerables, por acciones
hostiles de parte de instituciones formales
que vulneran y menoscaban los derechos
de los internos/reclusos, de los operadores
penitenciarios, constituyendo de esta forma
una manera general de violencia carcelaria.
La violencia en sentido estricto, la única
violencia medible e incontestable es la violencia
física. Es el ataque directo, corporal contra las
personas. Ella reviste un triple carácter: brutal,
exterior y doloroso. Lo que la define es el uso
material de la fuerza, la rudeza, voluntariamente
cometida en detrimento de alguien. El más
pequeño denominador común a la medida global
de violencia a través del tiempo y del espacio
es la muerte violenta.
La violencia es un comportamiento adquirido,
no es inevitable ni instintiva, y se trata de un
fenómeno multidimensional, al que se agrega
la presencia y actuación de un conjunto de
actores dentro y fuera de la cárcel. Desde una
perspectiva organizacional, es un fenómeno
condicionado por las características de cada
cárcel.
Los enfoques que se han propuesto sobre
prisiones y la explicación de la violencia que en
éstas se gesta, por una parte se dirigen hacia
la exposición meramente descriptiva de cifras
de muertos y heridos y la evolución de estas
cifras a través de los años. Por otra, se intenta
explicar la violencia carcelaria relacionándola con
DERECHO PENITENCIARIO julio - diciembre 2015
las condiciones estructurales y administrativas
del sistema penitenciario, siendo las variables
más clásicas el hacinamiento carcelario, la
corrupción de los custodios, la ausencia de
clasificación de los internos, entre otras. Estas
explicaciones, complejas y muy útiles para la
identificación del problema, dejan de lado a
la sociedad carcelaria como tal, no entendida
ésta como organización administrativa, sino
vista como un cúmulo de personas organizadas
bajos parámetros normativos, morales, formales
e informales; que condicionan la interacción
dentro de la prisión.
Desde esta perspectiva, el empleo de la
violencia se presenta en dos esferas: por un
lado, como una conducta subcultural que debe
asumirse para conseguir en cierto grado la
subsistencia; por otro, como una herramienta para
el control social informal entre los reclusos. Esto
significa que todo interno/ recluso necesariamente
debe asumir como manera de comportarse
acciones concretas agresivas cargadas de
violencia, aunque sea en apariencia, que le
hagan adquirir cierta cuota de respeto frente
a los demás internos. Es absurdo pensar que
un hecho es consecuencia de una única causa,
por lo cual será en la multiplicidad de factores
donde trate de buscarse la explicación exacta
a un problema tan grave como es la violencia
en las prisiones.
Este problema ha iniciado un lento camino
hacia su prevención y control, gracias al uso
de enfoques como el desempeño moral en
la construcción de cárceles con un clima
relacional de respeto y el sentido de justicia.
Esta edición aborda la violencia carcelaria
entre reclusos y contiene algunas
reflexiones de la realidad carcelaria
escasamente estudiada e
invisible entre actores involucrados
directamente en la utilización
de la cárcel como sanción penal,
así como de la sociedad
en su conjunto.
3
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DERECHO PENITENCIARIO julio - diciembre 2015
ARTÍCULO
Estado, violencia y cárcel
H
Por Alejandra Ramm
Doctora en Sociología
por la Universidad de
Cambridge (Inglaterra) y
Magíster en Investigación
Social por Goldsmiths
College (Inglaterra).
Dirige el Observatorio
de Desigualdades de la
Universidad Diego Portales.
Estudia temas de cárcel y
control social.
oy en Chile la discusión
sobre violencia
se concentra casi
exclusivamente en torno a
la percepción de un aumento
de los crímenes violentos.
Es difícil saber con certeza si
esta percepción se condice
con un aumento real de
la violencia, debido a los
problemas metodológicos
que presentan las actuales
encuestas de victimización.
Pese a esto, no hay duda
respecto de la centralidad que
juega la seguridad ciudadana
como una de las principales
preocupaciones de la población
chilena, preocupación que
también está presente en casi
toda América Latina (Lagos &
Dammert, 2012).
Sin embargo, hay que
recordar que las víctimas de
delitos violentos no son las
únicas víctimas de violencia.
La violencia racial es parte del
tejido social latinoamericano.
Chile también presenta altos
niveles de violencia de género
y de maltrato infantil. De hecho,
según las últimas cifras de
Unicef, un 25% de los niños
y niñas del país reportan
haber sufrido violencia física
grave y esta cifra se mantiene
estable desde el año 2000 a la
fecha (UNICEF, 2015). En el
caso de las mujeres, un 16%
reporta haber sufrido violencia
física al menos una vez en su
vida (Ministerio del Interior
y Seguridad Pública, 2013).
A esto se suma la violencia
desplegada en diversas
protestas sociales, tanto por
quienes se manifiestan como
por las policías. La militarización
de ciertas regiones y
poblaciones del país es otro
ejemplo del despliegue de la
violencia que afecta a parte
importante de la ciudadanía.
Hay que recordar también
que los propios perpetradores
de delitos no sólo ejercen
violencia, sino que también
son víctimas de esta. Por
ejemplo, entre el año 2011 y
el 2014 hubo 192 muertes en
las cárceles de Chile, producto
de riñas entre presos. Solo en
el año 2014 hubo 61 muertes,
y de estas 22 se produjeron en
la ex Penitenciaría. Es decir,
la violencia no se limita a la
criminalidad violenta, sino que
empapa una gran variedad de
interacciones sociales entre
géneros, entre generaciones,
entre clases sociales y entre
etnias o razas.
Precisamente la violencia
entre presos de la ex
Penitenciaría es el foco de
1
atención del Observatorio
de Violencia y Cárcel2. Este
Observatorio, del cual participo,
busca estudiar la violencia
física, entendida como el uso
de fuerza física que causa daño
en otros con el fin de imponer
los propios deseos o voluntad,
al interior de las cárceles en
Chile3. El fin es estudiar la
violencia que se produce entre
presos, pues es un asunto que
suele pasar desapercibido. Tal
vez se considera que quienes
están encarcelados no son
parte, o no merecen la atención
del resto de la sociedad.
Una premisa central de este
Observatorio es considerar
que las diversas formas de
violencia están conectadas
(Auyero & Berti, 2013). La
violencia doméstica, las luchas
entre pandillas, los crímenes
violentos, y el actuar de
policías y gendarmes no son
compartimientos estancos.
A partir de lo anterior, en
este artículo reflexiono en
torno al papel del Estado en
relación a los altos niveles de
violencia entre convictos de la
ex Penitenciaría.
Para comenzar quiero
recordar que Chile comparte
con América Latina una larga
historia de violencias. De
DERECHO PENITENCIARIO julio - diciembre 2015
5
los individuos ya no pueden
recurrir al uso de la fuerza
física para zanjar sus disputas.
El uso legítimo de la fuerza y
de la violencia física pasa a
ser una prerrogativa exclusiva
del Estado.
Sin embargo, el caso
latinoamericano desafía
este postulado de la teoría
sociológica clásica. En gran
parte de América Latina
el Estado no ha logrado
monopolizar el uso de la fuerza
física, como lo atestiguan las
diversas guerrillas e incluso
guerras civiles.
hecho, la violencia suele ser
considerada una característica
distintiva de esta región.
En general, se argumenta
que la principal razón del
carácter típicamente violento
de Latinoamérica son sus
profundas desigualdades,
que no se limitan al ámbito
económico, sino que también
comprenden desigualdades
de género y raza. El origen de
estas desigualdades es ubicado
en la colonia, período durante
el cual los conquistadores y
colonizadores –hombres
blancos europeos- imponen
una jerarquía social de carácter
racial y sexual. En este orden
social jerárquico, los hombres
blancos concentran no sólo el
poder político y económico, sino
también el prestigio social y
diversas prerrogativas sexuales.
Para varios autores estas
desigualdades de origen se
han reproducido hasta hoy.
Para algunos, las luchas por la
independencia de los poderes
colonizadores nunca cuestionó
esta jerarquía social-racialsexual, y se materializó a
través de fuertes desigualdades
económicas, con claros
componentes raciales y de
género (Therborn, 2011). Para
otros, solo se ha cambiado
de dominación, pasando de
la dominación colonial a la
ejercida por el imperialismo
norteamericano (Bourgois,
2015). La intervención
norteamericana, con sus
compañías multinacionales,
apoyo a gobiernos dictatoriales
y, más recientemente, con su
“guerra contra las drogas”,
ha sido un mecanismo muy
efectivo para promover y
mantener la violencia en toda
la región. Las influencias del
colonialismo e imperialismo
constituyen el telón de fondo
sobre el cual se despliega la
violencia física presente hoy en
diversos ámbitos de la sociedad
chilena.
En un segundo nivel, es
necesario considerar el papel
del Estado. La sociología clásica
señala que con la Modernidad
emerge una nueva forma de
poder y de organización política,
cual es el Estado-nación. Uno
de los rasgos del Estado-nación
es que controla el monopolio del
uso de la fuerza física, a través
de la creación de ejércitos y
policías profesionales (Weber,
1997). De esta manera, con la
instalación del Estado moderno
En el caso de Chile,
reconocido su fuerte Estado,
éste tiene dificultades para
lograr el monopolio del uso de
la fuerza. Así lo atestigua no
solo la situación en la Región
de la Araucanía sino también la
percepción de una criminalidad
crecientemente violenta.
En realidad lo más probable
es que en el caso de Chile y
de América Latina, el propio
Estado sea un actor central
en promover y reproducir la
violencia4. Por un lado está
la constatación histórica de
diversos gobiernos autoritarios
que han asolado la región.
Por otro, y este es el punto
más interesante en mi opinión,
los estados en esta región
suelen ser corruptibles
y además despliegan la
violencia en forma selectiva.
De hecho Auyero y Berti (2013)
identifican precisamente esta
corruptibilidad y selectividad
como un elemento central
en explicar el aumento de la
DERECHO PENITENCIARIO julio - diciembre 2015
violencia en Argentina. Estos
autores señalan que en el caso
de Argentina es habitual que las
policías hagan allanamientos
violentos en poblaciones, con
gran cobertura medial, en busca
de droga y narcotraficantes. Sin
embargo, estos allanamientos
raramente son efectivos en
desmantelar redes importantes
de narcotráfico.
La situación descrita por
Auyero y Berti para Argentina,
parece tener ecos en Chile. De
hecho un libro reciente muestra
cómo la militarización de la
población La Legua Emergencia
se ha traducido en diversos
abusos y atropellos de las
policías hacia los habitantes
de ésta, y en escaso éxito en
cuanto a controlar el narcotráfico
(Álvarez Bravo, 2014).
Las experiencias de los
reos de la ex Penitenciaría
muestran una situación similar,
en tanto Gendarmería interviene
en forma esporádica y sin
haber claridad respecto de
los criterios usados para su
intervención. De esta manera,
frente a la debilidad y acción
intermitente de gendarmería
los presos ejercen un cierto
“autogobierno” al interior de
la ex Penitenciaría5. El uso de
la violencia aparece como un
elemento central de la forma
de autogobierno de los reos.
El punto aquí no es que los
convictos de la ex Penitenciaría
actúen a su libre arbitrio al
interior de este penal. Pero sí
que existen espacios físicos
y de interacción en los que
Gendarmería no interviene
“
No es que los convictos de la ex
Penitenciaría actúen a su libre arbitrio
al interior de este penal. Pero sí que
existen espacios físicos y de interacción
en los que Gendarmería no interviene
o sólo lo hace de manera selectiva, por
“
6
ejemplo, a través de allanamientos.
Específicamente las zonas de las
“galerías” y del “óvalo” aparecen como
lugares de mayor autogobierno de los
presos.
o sólo lo hace de manera
selectiva, por ejemplo, a
través de allanamientos.
Específicamente las zonas
de las “galerías” y del “óvalo”
aparecen como lugares de
mayor autogobierno de los
presos y, coincidentemente,
de más despliegue de
violencia física entre reos.
La ex Penitenciaría cuenta
con ocho galerías, que en
general concentran a la
población penal con mayor
compromiso delictual, y son
los únicos sectores que tienen
acceso al patio del óvalo, al cual
pueden ir durante las horas de
desencierro. Aquí reproduzco
una nota de campo de Amelia
del Villar, quien es parte del
equipo del Observatorio de
Violencia y Cárcel, sobre
cómo los reos que están en
las galerías describen el óvalo:
“Es un lugar muy exigente
en términos de concentración,
hay que saber lo que pasa, y
es muy importante actuar sin
dar señales. Con cualquier cosa
que pase puedes arriesgar
la vida. Un interno me decía
que su rutina del día a día en
la galería, era despertar y ver
desde la galería lo que pasaba
en el óvalo, y que en esos
momentos él ve lo que pasa,
ve las peleas, y las cosas feas
que pasan en el óvalo, y que
para él muchas veces ser un
espectador del óvalo lo hacía
sentir menos persona, ya que
lo que él ve en el óvalo, es
poco humano. Otro interno
me decía que ya desde la
escalera de la galería podía
sentir la tensión, ya que en el
momento en que se baja por
la escalera, ya aumenta la
incertidumbre sobre lo que te
puede pasar: en ese espacio
es donde no sabes si te pueden
acuchillar, si te pueden pegar,
y en el óvalo es más. Muchos
internos caracterizan el óvalo
como un lugar en donde solo
hay agresión, en donde no se
puede conversar para resolver
problemas, donde todo lo que
se hace puede terminar en
pelea y que en cada pelea que
se da, se arriesga la vida”. (Nota
de Campo, “Versiones de una
Muerte”: 25/03/15)
El que el óvalo y las galerías
destaquen como lugares
especialmente violentos en
términos de riñas entre presos,
se relaciona con que ellos
mismos se distribuyen en
las distintas galerías según
su comuna de origen. Aquí
reproduzco el testimonio de
un reo de la ex Penitenciaría:
“Nosotros, [los de] La Legua,
andábamos peleando con
la siete, la galería nueve es
una galería de ladrones, pa’
allá llegan todos, no somos
comunistas, por ejemplo en
la ocho vive Ñuñoa, no dejan
entrar personas a no ser que
sean de Ñuñoa, en la diez vive
Lo Barnechea, también ellos no
dejan que suban otras personas
que no sean de Barnechea,
DERECHO PENITENCIARIO julio - diciembre 2015
Las galerías también se
caracterizan por el hacinamiento
en que viven los presos. Así
ellos reportan cómo muchas
de las peleas en las galerías
se dan por tener “baldosa”,
es decir, por tener un espacio
donde dormir y tener las
pertenencias.
Aquí no pretendo hacer
una revisión exhaustiva de
todas las experiencias de
violencia entre reos que el
Observatorio está constatando
en la ex Penitenciaría. En mi
opinión, este Observatorio
está poniendo al descubierto
la ausencia o la intervención
“
La ausencia o la intervención selectiva
de Gendarmería en ciertos espacios de
“
en la ocho vive Pudahuel, las
moscas que le dicen, Pudahuel,
Lo Prado, aquí en la nueve
vivimos La Legua, La Caro,
Pudahuel, Peñalolén, Quilicura,
hay de todos lados, y a veces
La Legua pelea con la once,
La Caro pelea con la ocho, los
Quilicura pelean con la…, y a
veces los hueones no saben
de dónde soy tú, te ven bajar
y dicen `ese hueón bajó de la
nueve, pégale no más, es de
la nueve`, es de la nueve y
vamos a ganar nosotros porque
le pegamos a un hueón de la
nueve”.
la ex Penitenciaría, facilita que los reos
puedan reproducir el uso de la violencia
como forma de resolver sus disputas.
selectiva de Gendarmería
en ciertos espacios de la ex
Penitenciaría, hecho que facilita
que los reos puedan reproducir
el uso de la violencia como
forma de resolver sus disputas.
Entonces esta debilidad y
selectividad del actuar de
Gendarmería permite que los
convictos reproduzcan al interior
de la cárcel los mecanismos
que también aplican fuera de
esta para zanjar sus conflictos.
Así, los hallazgos de este
Observatorio creo que permiten
demostrar la insuficiencia de
interpretaciones culturalistas
o esencialistas de la violencia
entre convictos. Es evidente
que el uso de la violencia se
transforma en una necesidad
y un mandato para quienes
están cumpliendo su condena
en las galerías. Pero esto es
así por las condiciones en que
cumplen condena, y no porque
quienes están encarcelados
sean “esencialmente” violentos.
En definitiva, a mi parecer,
la evidencia recolectada a
través del Observatorio sugiere
que la cárcel, lejos de servir
para terminar con el uso de
la violencia entre quienes
infringen la ley, lo que hace
es exacerbar y reforzar su
uso. Al menos entre quienes
tienen la experiencia de cumplir
condena en las galerías de la
ex Penitenciaría.
1- Este artículo representa exclusivamente
el punto de vista de la autora, las cuales
no son extensibles al Observatorio de
Violencia y Cárcel.
2- Este Observatorio es realizado en
conjunto por el Presidente de la Comisión
Nacional de Pastoral Carcelaria de la
Iglesia Católica de Chile y el Observatorio
de Desigualdades de la Universidad
Diego Portales, para mayor información
ver: observatoriodesigualdades.icso.cl/
observatorio-violencia-y-carcel/
3- La definición es de Keane (1996), citada
por (Moser & McIlwaine, 2004).
4- Cabe destacar que el Estado también
puede jugar un rol clave en reducir los
niveles de violencia. Un ejemplo de esto
en Chile es la legislación posdictadura
sobre violencia intrafamiliar.
5- La literatura identifica el autogobierno
por parte de los presos como una de las
características distintivas de las cárceles
en América Latina, por ejemplo ver:
Carranza (2012).
Referencias bibliográficas
Álvarez Bravo, P. (2014). Legua Emergencia: una historia de dignidad y lucha. Santiago de Chile: Universidad Diego Portales.
Auyero, J., y Berti, M. F. (2013). La violencia en los márgenes: una maestra y un sociólogo en el conurbano bonaerense. Madrid: Katz.
Bourgois, P. (2015). Postface: Insecurity, the War on Drugs, and Crimes of the State: Symbolic Violence in the Americas. En J. Auyero, P. Bourgois & N. Scheper-Hughes (Eds.),
Violence at the Urban Margins (pp. 305-321). Oxford: Oxford University Press.
Lagos, M., y Dammert, L. (2012). La seguridad ciudadana: el problema principal de América Latina: Latinobarómetro.
Ministerio del Interior y Seguridad Pública (2013). Encuesta Nacional de Victimización por Violencia Intrafamiliar y Delitos Sexuales 2012. Santiago de Chile: Ministerio del Interior.
Moser, C. O. N., y McIlwaine, C. (2004). Encounters with Violence in Latin America: Urban poor perceptions from Colombia and Guatemala. New York: Routledge.
Therborn, G. (2011). Inequalities and Latin America: From the Enlightenment to the 21st Century. desiguALdades.net Research Network on Interdependent Inequalities in Latin America.
UNICEF (2015). Cuarto Estudio de Maltrato Infantil en Chile: Análisis Comparativo 1994- 2000- 2006- 2012. Santiago de Chile: UNICEF.
Weber, M. (1997). Economía y sociedad: esbozo de una sociología comprensiva. Colombia: FCE.
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DERECHO PENITENCIARIO julio - diciembre 2015
ARTÍCULO
La violencia carcelaria:
un fenómeno acuciante
en el sistema de
ejecución penal
Por Alejandro Arévalo Sarce
Administrador Público de
la Universidad de Chile.
Es Magíster en Seguridad
y Defensa de la Academia
Nacional de Estudios Políticos
y Estratégicos (ANEPE).
Cuenta con más de 14 años
en Gendarmería de Chile y
recientemente fue nombrado
Jefe del Departamento de
Reinserción Social del Sistema
Cerrado.
E
l presente trabajo busca
profundizar en las
bases de un fenómeno
largamente olvidado por las
investigaciones del sistema
penitenciario chileno, que
reclama atención dada la
envergadura de sus efectos
en la vida de miles de personas
que se encuentran afectos a
privación de libertad en las
cárceles nacionales.
En este contexto la violencia
carcelaria exige un espacio
de análisis más profundo
que la simple asunción de
ser una realidad compleja,
imputable a la “mala conducta”
de los reclusos y externa a la
administración, requiriendo
por ello adentrarse en los
elementos constitutivos del
fenómeno, para de esa
forma aprehenderlo con más
propiedad e intentar soluciones
desde su compresión.
Para generar este debate
informado es preciso traer a
colación los diversos elementos
que nos provee el estado
actual de la investigación
internacional, intentando desde
allí una aproximación a nuevas
formas de solución.
Generalidades en torno a
la violencia en contextos
de encierro
La mayoría de la literatura
sobre violencia carcelaria se
ha centrado en la violencia
colectiva o grupal, cuyos
resultados, señalan que los
disturbios o motines son de
una naturaleza distinta a
las agresiones individuales
que afectan a los privados
de libertad. La violencia
colectiva ha proporcionado
una acumulación de evidencia
sobre las causas, la prevención
y el control de este tipo de
violencia1, situación distinta
a la violencia no colectiva,
cuya dinámica justifican la
teorización de preguntas
y modelos para conocer
sus particularidades e
identificación.
DERECHO PENITENCIARIO julio - diciembre 2015
Muchas de estas conductas,
sino todas, contravienen
las normas del régimen
penitenciario2, pero sólo una
parte de ellas son conocidas y se
levantan a través de los distintos
instrumentos de recolección
disponibles, tales como;
encuestas de victimización,
encuestas de auto-reporte, y
registros administrativos de las
faltas y sanciones aplicadas.
Las conductas así recogidas
dan lugar a categorizarlas por
los efectos que producen, ya
sean éstos de naturaleza física
(muertes por riñas, agresiones),
psicológica (abusos o amenazas
verbales), económica (robo,
extorsión) o de otro orden en
que la víctima no es identificable
(vandalismo, disturbios, fugas,
autolesiones o intento de
suicidio, el suicidio y el consumo
o posesión de drogas)3. Por
lo general la “mala conducta”
de los internos genera con
mayor frecuencia una gran
victimización psicológica de
sujetos no identificables,
que por su naturaleza no se
registra en las bases de datos
administrativas de los recintos
penitenciarios4 y que conforman
un problema permanente para
los funcionarios encargados de
las prisiones.
Este fenómeno de ocurrencia
permanente condiciona la vida
de los internos introduciendo
niveles de inseguridad personal
que guardan relación con la
frecuencia y gravedad de los
actos violentos. Se activa
de esta forma la necesidad
para el recluso de contar con
mecanismos institucionales
de protección eficientes y
ante una inexistencia o falta
de eficacia desencadenan la
generación de mecanismos
propios de autoprotección, que
pueden ir desde proveerse de
armas por sí mismos, hasta el
pago de dinero para que otros
internos brinden la protección
deseada. A mayor inseguridad,
mayores son los mecanismos de
autoprotección que asumen los
reclusos, desencadenando a su
vez una actitud más reactiva del
personal para controlar el orden
interno. La acción de control
estatal se rigidiza y afecta la
dinámica de las actividades
intracarcelarias.
Según Anthony Bottoms
los actos de violencia
interpersonal en las cárceles
no solo están influenciados
por las características de
los internos, los aspectos
del entorno carcelario sino
también por las interacciones
continuas entre internos,
funcionarios penitenciarios,
y el contexto físico y social
en el que ambos actores se
desenvuelven. Es así como
algunas restricciones físicas
pueden reducir los niveles de
violencia debido a la limitación
de oportunidades, pero también
a veces pueden llevar a una
pérdida de legitimidad, lo que
termina escalando en violencia
futura, por las restricciones en
el uso de espacios comunes5.
Hay otros aspectos pocos
estudiados de la interacción
social dentro de la cárcel que
incluyen las rutinas y relaciones
entre funcionarios e internos,
los cuales son fundamentales
para el mantenimiento del orden
interior de un penal. Resultan
9
DERECHO PENITENCIARIO julio - diciembre 2015
particularmente importante
entonces las habilidades del
personal en el manejo de los
puntos de fricción, por cuanto
de su mayor o menor manejo
pueden evitar o potenciar la
generación de actos de violencia
en los internos. La formación
y capacitación del personal
debe ser un aspecto central en
el buen gobierno de la cárcel.
Las agresiones entre
internos es posiblemente
la forma más común de
violencia en las cárceles y la
que cuenta con una mayor
acumulación de investigaciones
empíricas. Con el predominio
del modelo de deprivación,
desde la década del 50 del
siglo pasado, gran parte de la
investigación se ha centrado
en las condiciones carcelarias
como desencadenante de la
violencia interna6. En Chile,
existe una escasa literatura
del fenómeno de la violencia
en el sistema penitenciario,
quedándose gran parte de
los análisis y diagnósticos en
describir cómo las precarias
condiciones carcelarias y la
deficiente capacitación del
personal provocan frecuentes
riñas entre los internos(as) y
múltiples agresiones de los
funcionarios7. Similar situación
ocurre respecto de la aplicación
del régimen sancionatorio8 y la
eficacia que tiene para disminuir
los actos violentos9.
La violencia como
expresión de
comportamiento carcelario
Dentro de la vida en
comunidad, las personas
“
lo que incidirá en sus actos y
motivaciones incluidas aquellas
que le hacen propenso a la
reinserción o a la reincidencia12.
Existen cuatro actores conectados con
“
10
la violencia en sistemas carcelarios,
donde se cuentan los propios internos,
los funcionarios, los encargados de
establecer la política criminal, y la
sociedad en general.
tienen diferentes opciones
para disminuir la sensación
de miedo distintas de aquellas
que se tienen en los entornos
penitenciarios10. Por ejemplo,
frente a la inseguridad las
personas pueden protegerse
en sus propios hogares o
incluso trasladarse de barrio.
En cambio, en la cárcel, las
personas sólo cuentan con
sus celdas y la disponibilidad
de espacios es muy reducida,
porque la regla general es que
compartan permanentemente
espacios comunes. Los tiempos
de interacción con los otros están
normados así como las horas
de recreación, alimentación y
descanso, resultando inevitable
ciertas actividades.
En cotidiano de la vida en
libertad, un individuo puede
proteger su hogar mediante la
instalación de alarmas o rejas
en sus ventanas de modo de
aislar el peligro y producir cierto
espacio afectado por mayores
garantías de seguridad. En
el caso de los internos, por
razones de uso común de
los espacios, esta posibilidad
está vedada, quedándoles sólo
asumir tácticas o respuestas
para disminuir la sensación
de miedo que devienen del
porte o tenencia de armas,
la pertenencia a grupos
que ofrezcan protección o
elevar sus propios niveles de
agresividad como una forma
de autodefensa. Muchas de
estas medidas contraviniendo
por necesidad la normativa
interna del penal.
Todo lo anterior determina
que la percepción de inseguridad
en un entorno carcelario no es
análoga a la percepción de
inseguridad en el resto de la
comunidad, en tanto afecta de
forma más agravada la vida en
todo su quehacer diario11. El
recluso está más atento a su
entorno y por lo tanto tiene una
mayor percepción de su medio,
Desde la perspectiva
de la penología se señala
que existen cuatro actores
conectados con la violencia
en sistemas carcelarios, donde
se cuentan los propios internos,
los funcionarios, los encargados
de establecer la política criminal,
y la sociedad en general.
Cada uno de estos actores
contribuye significativamente
a la naturaleza del daño que
impregna la cultura carcelaria
y representan la base de la
investigación en la filosofía
del control social y la práctica
penitenciaria13. La vinculación
de estos cuatros actores se
manifiesta en la violencias de
los presos (por ejemplo, riñas,
mercados informales), de los
funcionarios (por ejemplo,
golpizas, malos tratos), de
los encargados de la política
criminal restrictivos (por
ejemplo, el aumento de las
penas; limitación de beneficios),
y del público en general, que
impregnado del discurso de
mano dura adhiere a soluciones
propias del populismo penal.
Modelo de la importación
Este enfoque fue
desarrollado por John Irwin
y Donald Cressey (1962),
quienes argumentaron que
los reclusos no llegaron a la
cárcel como pizarras en blanco
para ser moldeados por las
condiciones carcelarias. En
su lugar, observaron que los
reclusos mantienen los valores
DERECHO PENITENCIARIO julio - diciembre 2015
encarcelado, sobre todo en sus
conductas violentas16.
Modelo de la deprivación
y repertorios conductuales que
se manifiestan antes de ingresar
a la privación de libertad, lo
que se denomina el modelo
de la importación14. La mayor
parte de la literatura sobre la
violencia en las cárceles se
ocupa de la caracterización
de la población penal, basado
en el modelo de importación,
cuyos atributos de conducta se
explican a partir de los valores
y experiencias previos a la
cárcel. Los factores que se
correlacionan con la violencia
son comunes a los descritos
para la población en general,
jóvenes, predominantemente
masculina, bajo nivel socioeconómico, historias de
abuso, bajo nivel educacional,
desempleo, conflictos
interpersonales, dependencia
financiera, enfermedad mental
y abuso de sustancias15.
La principal premisa del
modelo de importación es medir
los factores y características
propias de los internos antes
de su encarcelamiento y su
efecto en el comportamiento
intracarcelario. Es decir, los
“valores de los individuos” y sus
experiencias de socialización
entran junto con ellos a
la cárcel. Dichos valores y
experiencias de socialización
pueden considerar, entre
otros, un conjunto de
comportamientos y creencias
que les diferencia de la cultura
dominante (subcultura), una
privación socioeconómica
durante toda su vida y de
experiencias permanentes
de discriminación. Son estas
características y valores propios
de los sujetos, los que podrían
tener una influencia sustancial
en la conducta de un sujeto
Atendido lo señalado en el
apartado anterior, el modelo
de la importación resulta ser
una explicación plausible de
la mala conducta carcelaria,
sin embargo, como en toda
conducta humana, son
necesarias más explicaciones,
en el caso del modelo de la
deprivación sugiere que es el
entorno carcelario que propicia
una conducta desviada dentro
del marco institucional17. El
modelo de la deprivación
se refiere a los factores
situacionales presentes dentro
de un recinto penal, que pueden
afectar los procesos de ajustes
de un interno.
Dentro de la literatura
clásica que se referencia
sobre la temática se encuentra
el libro de GreshamSykes
(1958) “La sociedad de los
cautivos”, que fundamenta
el modelo de la deprivación,
cuya hipótesis plantea que el
comportamiento del recluso,
incluyendo la mala conducta, es
una adaptación a las tensiones
de la vida intrapenitenciaria.
Esta explicación más bien
estructural considera que
el comportamiento del
recluso es una respuesta a
las estresantes y opresivas
condiciones dentro de la propia
cárcel 18 . Las condiciones
tales como el hacinamiento,
la participación en programas
y acciones de reinserción y el
cumplimiento de las normas,
se relacionan con la violencia
11
carcelaria. Es importante tener
en cuenta que estrategias de
clasificación ineficaces y la
falta de programas efectivos
también están relacionados
con la violencia en las cárceles.
Otros de los referentes es el
sociólogo Stanley Cohen, quien
describió varias determinantes
de la violencia carcelaria que
están asociados con el proceso
de prisionización. En particular,
sugirió que las privaciones
de la cárcel son también uno
de los principales factores
determinantes. De hecho, la
subcultura del recluso es una
respuesta a la privación de
libertad. Los presos intentan
obtener comodidades
materiales, más allá de las que
entrega el régimen establecido,
tales como alimentos, alcohol,
drogas, dinero y sexo con el fin
de contrarrestar las privaciones
de la prisión19.
Las interrelaciones entre
las condiciones carcelarias,
las características propias de
los internos y los funcionarios,
tienen una influencia en el
comportamiento actual y futuro
de los privados de libertad20.
El ciclo de la violencia se
repite a menudo dentro de las
cárceles en las interacciones
entre los presos y funcionarios.
En las cárceles, los más
violentos se convierten en
los más severamente
castigados. Cuanto más se
castigan a los reclusos, más
violentos se comportan, lo
que se traduce en una lucha
de poder, transformándose
en un círculo vicioso21. No
DERECHO PENITENCIARIO julio - diciembre 2015
es ni deseable ni necesario
usar métodos punitivos
(violentos) para detener la
violencia de los presos. Sin
embargo, los funcionarios
penitenciarios muchas veces
no son capacitados en el uso
de métodos no violentos para
la prevención de la violencia,
lo que persiste es el uso de
métodos violentos y punitivos.
Modelo situacional
Desde la perspectiva del
diseño arquitectónico, la cárcel
ya parece ser el epítome de un
entorno destinado a maximizar
el control del comportamiento de
quienes se encuentran dentro
de sus muros. Desde la visión
del panóptico de Bentham
de hace más 200 años, los
enfoques para el diseño y
la gestión de las cárceles
se han impulsado en gran
medida por el fin de controlar
y contener las actividades de los
reclusos. Torres de vigilancia,
muros, alambres concertinas,
vigilancia electrónica, y así
sucesivamente, son todos
elementos situacionales,
cuya finalidad es reducir las
oportunidades para que los
presos manifiesten una mala
conducta22.
Según Richard Wortley hay
tres elementos situacionales
básicos de la cárcel que
pueden ser manejados en
un esfuerzo para controlar el
comportamiento de los presos,
estos son el entorno físico de
la cárcel, las características de
la población carcelaria y las
estrategias puestas en marcha
para gestionar la población en
ese entorno. El ambiente físico
de la cárcel incluye el diseño
y el estilo de construcción,
material de construcción y
tecno-vigilancia.
Existe una opinión
generalizada en la literatura
que señala que la dimensión de
las cárceles tiene un impacto
en su seguridad, generalmente
las recomendaciones son que
todas las cárceles construidas
cuya capacidad es mayor a
500 internos deben ser subdivididas en unidades más
pequeñas. Las cárceles más
pequeñas son más fáciles de
controlar, basado en algunos
supuestos. En primer lugar,
parece lógico que a mayor
número de presos, mayor
será el nivel de anonimato
y despersonalización. Lazos
sociales débiles entre los
presos, crean un clima
donde existe un bajo costo
psicológico unido a dañar a
otros. Además, las grandes
cárceles son más difíciles de
supervisar con eficacia. Se
sugiere, por ejemplo, que la
seguridad proactiva en las
cárceles a menudo depende
de los presos, quienes perciben
mejor su entorno y la posibilidad
de conflictos inminentes, y
que las líneas informales de
comunicación entre los presos
y los funcionarios se deterioran
en la medida que los recintos
se hacen más grandes.
Modelo de control
administrativo:
Una opción a considerar
Algunos autores han
sostenido que los modelos
“
Las cárceles dependen de una
regulación normativa eficaz y de una
gestión dinámica que permita frenar
de forma inteligente la contravención
a la norma, no solo mediante un
entramado de sanciones posibles, sino
utilizando el máximo de elementos
“
12
para construir una cultura de adhesión
normativa, que logre motivar al recluso
a conducirse dentro de los parámetros
de comportamiento aceptados en el
espacio interno.
de la importación y deprivación
han ignorado un elemento
importante de la “mala
conducta” y sostienen que
el control administrativo
debe ser incluido como un
factor determinante. También
sostienen que el control es
un elemento esencial de la
gestión de las cárceles; sin
embargo, argumentan que la
relación entre el control y la
mala conducta es más compleja
de establecer y que el “colapso
administrativo” es la causa de
la mala conducta23. La teoría de
control administrativo se basa
en el supuesto de que el control
es un elemento necesario en
la gestión penitenciaria, sin
embargo, existe aún poco
consenso respecto del modelo
más adecuado de control.
El objetivo principal de la
gestión de las cárceles es hacer
eficiente la ejecución penal con
miras a lograr los objetivos
de seguridad y prevención
especial, mediante el trato y
tratamiento penitenciario. El
mantenimiento del correcto
orden institucional y la seguridad
tanto del personal como de
los reclusos son requisitos
previos para que una cárcel
esté bien administrada, es
decir, debe sortear con éxito
DERECHO PENITENCIARIO julio - diciembre 2015
las alteraciones que atenten en
contra del mantenimiento del
control interno efectivo24. En
este contexto de necesidad,
las cárceles dependen de una
regulación normativa eficaz
y de una gestión dinámica
que permita frenar de forma
inteligente la contravención
a la norma, no solo mediante
un entramado de sanciones
posibles, sino utilizando el
máximo de elementos para
construir una cultura de
adhesión normativa, que logre
motivar al recluso a conducirse
dentro de los parámetros de
comportamiento aceptados en
el espacio interno. La mayor
o menor adhesión normativa
estará dada por la aceptación
y percepción de justicia que
se tiene de la reglamentación
y su aplicación.
La administración utiliza
una mezcla de controles
formales e informales, algunos
más dinámicos que otros,
que condicionan la capacidad
institucional. Las variaciones en
las características estructurales
de las cárceles van a dar lugar
a variaciones en la eficacia de
los esfuerzos administrativos
para usar los controles formales
e informales.
La teoría organizacional
nos señala que las variables
que más influyen en una
organización son aquellas
relacionales y dinámicas, y no
las estáticas, definidas como
variables estructurales. Por
tanto, si la administración es
capaz de generar un impacto
positivo en el manejo de
las variables relacionales
y dinámicas se producirá
indefectiblemente una mejora
sustancial en los niveles de
violencia que se presentan
al interior de un penal25, esto
con independencia de las
características individuales
o colectivas que se manifiestan
en la cárcel. Dentro de las
corrientes de pensamiento
vinculadas a la administración
penitenciaria, uno de los libros
que ha tenido una mayor
influencia en las últimas
décadas es “Governing
Prisons: A Comparative Study
of Correctional Management”
del profesor John J. DiIulio Jr.,
el cual propone una tipología
de enfoques de gestión de
las cárceles. La Tipología del
profesor DiIulio define cómo
los Jefes de Establecimientos
Penitenciarios utilizan el uso
de su autoridad para controlar
a los reclusos, así como la
forma en que fomentan la
cooperación entre el personal
penitenciario y los internos con
el fin de mantener la seguridad,
control y el orden dentro de
un Establecimiento. DiIulio
(1987) comparó los sistemas
penitenciarios de los Estados
de Texas, California, y Michigan,
con el fin de determinar qué
prácticas de gestión permiten
prevenir una crisis al interior
de las cárceles y mantener a
los internos bajo control. De
acuerdo al énfasis de ciertas
variables que manifiestan una
preeminencia por sobre otras,
DiIulio caracterizó tres modelos
de gestión penitenciaria: el
primero lo denominó de control
y lo asoció a los recintos
penitenciarios del Estado de
Texas; el segundo modelo
presente en los recintos
del Estado de California
lo denominó consensual;
y finalmente, al enfoque
utilizado en recintos del Estado
Michigan, lo denominó modelo
de responsabilidad.
La investigación empírica
indica que los distintos enfoques
de gestión caracterizados por
DiIulio dan lugar a diferentes
condiciones de trabajo para el
personal. El estilo de gestión
de los superiores puede
ser un buen predictor de la
satisfacción en el trabajo y
el papel de los funcionarios
en sus relaciones con los
internos 26 . Sin embargo,
no sólo el personal puede
percibir los efectos del estilo
de gestión de sus superiores
sino lo más importante, los
internos pueden también
apreciar sus consecuencias,
en tanto propicia ambientes
más sanos y seguros.
Conclusiones
La violencia carcelaria es
un fenómeno tan afianzado
en la actual concepción que
se tiene de la cárcel que
parece consustancial a ella,
como formando parte de una
dinámica propia e ineludible
para las personas que
permanecen en reclusión. Esta
idea se ve fortalecida en Chile
por la falta de investigaciones
profundas que nos permitan
aprehender este fenómeno y
darle una explicación desde
sus causas.
En este estado de cosas,
la violencia carcelaria es
13
imputada a una particular
propensión del interno, que
asociado a las condiciones
propias del encierro generan
el espacio idóneo para que se
produzca. Se asume entonces
como un fenómeno externo a la
administración que puede ser
enfrentado con un adecuado
régimen de sanciones y en
especial la de internamiento
en celda solitaria.
La justificación de ello
deviene principalmente de la
influencia que han generado los
resultados de investigaciones
de dos modelos: de deprivación
y de importación. El primero
bajo el postulado que el
comportamiento que presentan
los reclusos es producto del
entorno que ofrece la cárcel
y el segundo de ser las
características propias del
sujeto, las que influyen en
la estructura social interna,
que determina el grado de
adaptación frente al régimen
de internamiento.
Se prescinde en el
contexto actual de un tercer
enfoque posible en la materia,
en que, apartándose de
los referidos modelos de
deprivación e importación,
se explica el fenómeno de
la violencia carcelaria en
la propia dinámica de la
gestión penitenciaria, como
un elemento determinante
para su configuración y por
ende para su control.
Es esta una opción a
considerar en nuestro sistema
toda vez que existen las
condiciones para intentar
14
DERECHO PENITENCIARIO julio - diciembre 2015
mejorar sustantivamente
la gestión carcelaria, siendo
necesario para ello abrirse a
nuevas formas posibles de
gestionar la cárcel, intervenir
al penado y de elevar los
estándares de trato bajo
un fuerte componente de
intersectorialidad en la
provisión de las prestaciones
intracarcelarias.
Contar con cárceles
pequeñas, con elevados
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estándares de prestaciones
(provistos por los demás órganos
institucionales) en educación,
trabajo y salud entre otros, y
cuya gestión esté asociada a una
estricta planificación estratégica,
permitirán desarrollar programas
de tratamiento y atención
adecuados que faciliten la
reinserción del penado en
ambientes más seguros y
exentos de los niveles de
violencia que hoy presenta la
realidad.
1 ATLAS, R. Violence in prison: Architectural Determinism. Ph. D. Criminology The
Florida State University, 1982.
2 De acuerdo al Art. 24° del DS 518 Que aprueba el Reglamento de Establecimientos
Penitenciarios, define el régimen penitenciario como el conjunto de normas y medidas
destinadas a mantener una convivencia pacífica y ordenada de las personas que, por
resolución del tribunal competente, ingresen a los establecimientos penitenciarios.
3 ALLARD, T. J., R. K. WORTLEY AND A. L. STEWART The Effect of CCTV on Prisoner
Misbehavior. The PrisonJournal, 2008, 88(3), 404-422.
4 Op. Cit.
5 BOTTOMS, A. E. Interpersonal Violence and Social Order in Prisons. Crime and
Justice, 2009, 26, 205-281.
6 WORTLEY, R. Situational Prison Control: Crime Prevention in Correctional Institutions.
Edtion ed. Cambridge: Cambridge University Press 2004.
7 INDH Estudio de las Condiciones Carcelarias en Chile: Diagnóstico del Cumplimiento
de los Estándares Internacionales de Derechos Humanos. Edtion ed. Santiago:
Maval, 2013.
8 El Título Cuarto del DS 518 Que aprueba el Reglamento de Establecimientos
Penitenciarios, regula el régimen disciplinario, disponible en: http://www.leychile.cl/
Navegar?idNorma=123280
9 Del tipo de sanciones aplicadas durante los últimos años, ha cobrado especial
relevancia la sanción de internación en celda solitaria y el debate en torno a su uso
indiscriminado.
10 DAGGETT, D. M. AND S. D. CAMP Do Official Misconduct Data Tell the Same Story as
the Individuals Who Live in Prison?. Criminal Justice Review, 2009, 34(3), 428-449.
11 O’DONNELL, I. AND K. EDGAR Fear In Prison. The Prison Journal,
1999, 79(1), 90-99.
12 LATESSA, E. J., S. J. LISTWAN AND D. KOETZLE What Works (and Doesn’t) in
Reducing Recidivism. Edtion ed. Waltham: Elsevier, 2014.
13 ARRIGO, B. A. AND D. MILOVANOVIC Revolution in penology: rethinking the society
of captives. Edtion ed. Maryland: Rowman & Littlefield Publishers, 2009.
14 BLEVINS, K. R., S. JOHNSON LISTWAN, F. T. CULLEN AND C. LERO JONSON A
General Strain Theory of Prison Violence and Misconduct: An Integrated Model of Inmate
Behavior. Journal of Contemporary Criminal Justice, 2010, 26(2), 148-166.
15 BUTLER, T. K., A Prison violence: Perspectives and epidemiology. NSW public health
bulletin, 2006, 17, 17-20.
16 TEWKSBURY, R., D. P. CONNOR AND A. S. DENNEY Disciplinary Infractions Behind
Bars: An Exploration of Importation and Deprivation Theories. Criminal Justice Review,
2014, 39(2), 201-218.
17 TEWKSBURY, R., Disciplinary Infractions Behind Bars, cit.
18 BUTLER, T. K., A Prison violence, cit.
19 COHEN, S. AND L. TAYLOR Escape Attempts: The Theory and Practice of Resistance
to Everyday Life. Edtion ed. London: Routledge, 1992.
20 MOLLEMAN, T. AND F. L. LEEUW The Influence of Prison Staff on Inmate Conditions:
A Multilevel Approach to Staff and Inmate Surveys.
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21 DORPAT, T. L. Crimes of punishment : America’s culture of violence. Edtion ed. New
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22 WORTLEY, R. Situational Prison Control: Crime Prevention in Correctional Institutions.
Edtion ed. Cambridge: Cambridge University Press 2004.
23 HUEBNER, B. M. Administrative determinants of inmate violence. Journal of Criminal
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24 GRIFFIN, M. L. AND J. R. HEPBURN Inmate Misconduct and the Institutional Capacity
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25 ARÉVALO, A. Modelos de gestión Penitenciaria: Una Aproximación Teórica desde el
Sistema de Ejecución Penal Chileno. Revista Diké, 2011, 3(2), 15-26.
26 MOLLEMAN, T. AND F. L. LEEUW The Influence of Prison Staff on Inmate Conditions:
A Multilevel Approach to Staff and Inmate Surveys. European Journal on Criminal Policy
and Research, 2011, 18(2), 217-233.
ENTREVISTA
DERECHO PENITENCIARIO julio - diciembre 2015
15
Capellán Nacional Luis Roblero
“Tenemos que avanzar hacia
distintos tipos de cárceles, con
distintos tipos de reclusión”
construir dicha sociedad hay
que ir al fondo de los problemas.
María Eugenia Hofer
(MEH): Se dice que nuestros
actos construyen la realidad
y pueden cambiarla. Desde su
perspectiva, ¿qué sociedad
hemos construido? ¿Qué
rasgos nos definen? ¿Qué
cárceles hemos creado y
perpetuado?
L
as comunidades religiosas
al interior de las cárceles
se han instalado como
referentes de prácticas
beneficiosas para los reclusos
o, al menos, como espacios
protectores ante la dramática
realidad carcelaria. En esta
ocasión acudimos a entrevistar a
Luis Roblero, Capellán Nacional
de la Iglesia Católica del sistema
penitenciario chileno, para
que nos entregara su visión y
perspectiva de la violencia al
interior de las cárceles en Chile.
A continuación, compartimos sus
principales análisis y reflexiones
al respecto.
Luis Roblero (LR): Te
agradezco la entrevista María
Eugenia y a la Universidad Mayor
por la preocupación por un tema
que es poco abordado. Al revisar
los anteriores números de la
revista Derecho Penitenciario
uno puede darse cuenta que
hay un esfuerzo por ir más allá, y
eso se agradece porque cuando
uno tiene una problemática y no
va a la estructura de ella, a sus
fundamentos, la problemática
se mantiene en el tiempo.
Podemos buscar soluciones
parches, momentáneas, que
responden más que nada a
situaciones transitorias, pero si
nosotros no curamos de fondo
la enfermedad, ésta vuelve a
aparecer y vuelve a aparecer…
Yo creo que todos queremos
una sociedad en paz y para
LR: Me gustaría responder
a partir de una experiencia
muy bonita que tengo como
sacerdote. Yo acompaño
espiritualmente, como capellán,
a un colegio con 40 niños y
niñas que tienen síndrome de
down, y esta es una experiencia
que personalmente me llena
profundamente y también que
me levanta muchas preguntas,
porque me toca estar con los
niños pero básicamente me
toca estar con sus padres en
las reuniones, por ejemplo. Al
escuchar a las madres uno no
puede dejar de ver que detrás
del relato de cada madre está
la pregunta de fondo, ¿qué va
a pasar cuando mi hijo crezca
y tenga que integrarse en la
sociedad? Es decir, cuando
no tenga ese grupo familiar
que lo contiene, lo protege, y lo
16
DERECHO PENITENCIARIO julio - diciembre 2015
sostiene mientras es niño, ¿qué
vas a hacer con ese niño o niña
cuando sea mayor?
Esta es una pregunta
que uno se hace en muchos
ámbitos, que es si nosotros
hemos creado una sociedad
con la capacidad de integrar. La
cárcel es quizás la versión más
agudizada de esta sociedad
excluyente, uno se asoma
a una cárcel y en ella uno
encuentra a los excluidos de
los excluidos, son los excluidos
malos, no es la señora del
campamento, luchadora,
trabajadora, que recibe a los
voluntarios. Estos son los
excluidos malos, y son los
excluidos que cargan dentro
de sí todas las inequidades de
la patria, y esas inequidades
que van tallando el corazón
humano, que le van dando
forma a ese corazón, que es
capaz de amar pero también es
un corazón -después de tanto
daño- que es capaz de hacer
daño a otros, esos son los que
nosotros tenemos encerrados
en las cárceles.
Con esas personas te
encuentras en las cárceles.
Son los pobres de los pobres,
son los pobres que no tuvieron
educación ni salud, que no
vivieron en una familia, que
no tuvieron un padre, una
madre, un abuelo, que no
tuvieron su mascota, que no
tuvo tiempo libre para salir a
la plaza o al parque a jugar,
que no tuvieron la posibilidad
quizás de hacer un paseo de
veraneo, que posiblemente
fueron abusados, golpeados,
hablo de situaciones que
ocurren, que son reales y que
dirigir esta pastoral, tomamos la
historia de la pastoral carcelaria
de los últimos cincuenta años,
sacamos nuestros lineamientos
de esa historia y de ahí salió
nuestro plan estratégico.
En ese plan los objetivos
principales están relacionados
con la vida, el respeto a la vida
y a la dignidad humana, respeto
a los Derechos Humanos, con la
reinserción, en cómo nosotros
como Iglesia Católica poníamos
medios eficaces para que la
gente pudiera -en el espacio
carcelario- comenzar un camino
de reparación de la vida humana,
porque la gran pregunta es
cómo transformo el espacio
carcelario en un espacio de
rehabilitación o de restauración,
de reconstrucción. Otro objetivo
se relaciona con la Mujer, con
una administración transparente,
la reflexión teológica, una serie
de áreas que son fundamentales
todas.
tenemos documentado en un
libro de historias de vida que
realizamos con el observatorio
de violencia de la UDP.
El tipo de sociedad que
estamos formando es una
sociedad que daña a ricos y
pobres, de una u otra manera
todos somos víctimas de este
modelo de sociedad, no es una
sociedad solo encarnizada con
un grupo social, aquí hay mucha
gente víctima de este modelo
que todos hemos comprado,
que todos hemos validado,
sacralizado, incluso la Iglesia
católica, y que hoy día nos
estamos dando cuenta que
genera otra muerte, otro dolor.
MEH: Su campo de acción
ha estado exclusivamente
orientado a abordar la
violencia carcelaria, ¿qué
lo motiva a trabajar en este
problema?
LR: Yo llegué a trabajar
como capellán nacional hace
casi tres años y como jesuita
tengo a la fe y a la justicia como
valores muy fuertes, forma
parte de la identidad y carisma
de los jesuitas, la promoción
de la fe y la promoción de la
justicia, en otras palabras “no
puedo amar a Dios si no amo
a mi hermano, si no amo a mi
prójimo”. Cuando llegamos a
Fuimos a la población penal,
la población de las galerías del
óvalo de la Penitenciaría, el barrio
bajo del Centro Penitenciario
Femenino, los módulos donde
están los más violentos de
los complejos de Valparaíso,
de Rancagua, de Valdivia, de
Puerto Montt. Fuimos en busca
de ese sujeto, ese sujeto que
normalmente está detrás de
las tasas de victimización, es el
multireincidente, el que golpea
a los niños, que le roba el auto a
la señora y va la guagua arriba,
ese sujeto que tienen conciencia
del delito y que debajo de esa
conciencia -o inconciencia- hay
un daño interno profundo. A ese
sujeto fuimos a buscar.
DERECHO PENITENCIARIO julio - diciembre 2015
MEH: Usted ha creado e
instalado el Espacio Mandela,
¿podría describir en qué
consiste este espacio?
LR: El espacio Mandela es
una intervención en capacitación
en lo psicosocial y laboral que
la Capellanía Nacional de
Gendarmería pone a disposición
de algunas unidades penales
para población dura. El único
requisito para ingresar es que
se trata de un espacio de cero
discriminación, nosotros no
preguntamos qué delito hay,
qué orientación sexual hay,
qué religión se profesa, si se
tiene buena o mala conducta,
lo único que pedimos es que
entren sin armas, punto final.
Al principio miraban y hoy día
está repleto, y los internos -en
el caso de la Penitenciaría-
“
La justicia restaurativa tiene la virtud
“
Me interesa él porque es el
más dañado, es el más pobre, y
la historia de vida de ellos y ellas
se repite, son muy similares, con
hogares muy disfuncionales,
normalmente ausencias fuertes
de padres y madres, progenitores
encarcelados por determinados
periodos de tiempo, espacios
habitacionales de mucha
precariedad, con alta presencia
de droga y alcohol, abandono
de hogar en muchos casos a
temprana edad, experiencias
de vida en pequeñas caletas,
sectores marginales, riberas
del río Mapocho y similares,
consumo fuerte de drogas de
quinta calidad, alto consumo
de alcohol y una valoración
de la vida humana muy pobre,
encarcelados que concientes de
su situación dicen “nuestra vida
es así, la cana es así”.
que restaura no sólo el vínculo entre
la víctima y el victimario, sino que
pareciera que para que se produzca
ese puente primero tiene que existir el
vínculo con sí mismo.
bajan de las galerías, se realiza
un proceso de selección que
no tiene que ver con la buena
conducta, naturalmente elegimos
los que tienen peor conducta.
Al bajar de la galería entran a
estudiar cuatro meses en el
Infocap dentro de la calle 11,
donde aprenden mueblería.
Posteriormente pasan otros
cuatro meses en los cuales se
les capacita en emprendimiento
interpenitenciario, cómo deben
manejar un negocio, se les
interviene psicosocialmente
con una dinámica comunitaria
anclada en la justicia restaurativa,
en una especie de comunidad de
alcohólicos anónimos, es decir,
es un grupo de autoayuda. Esta
escuela busca que el sujeto
tome conciencia de sí, de su
historia, de los fundamentos de
su historia, del mal causado y de
la necesidad de la reconcialiación
con aquel que dañó para que
así pueda dar el paso a la
reconcialiación consigo mismo.
Esta experiencia la hemos
realizado con mucho éxito en
mujeres y con viejos caneros,
con resultados a veces
inesperados, con reclusos que
logran comprender e interiorizar
que sus actos les provocaban
daños directos a ellos mismos o
a sus seres queridos. La justicia
restaurativa tiene la virtud que
restaura no sólo el vínculo entre
la víctima y el victimario, sino
que pareciera que para que se
produzca ese puente primero
tiene que existir el vínculo con
sí mismo.
En esta segunda etapa
del Mandela los reclusos
son capacitados en emprendimiento y son intervenidos
psicosocialmente, de manera
grupal. Entonces empiezan
a valorar la comunidad y en
17
algunos casos dan inicio a
una primera valoración de su
vida humana, y los encuentros
son bien impactantes. En
los últimos cuatro meses
se realiza todo el trabajo
interpenitenciario, contando
con líneas de producción de
muebles, pasamos del típico
marco canero a que aprendieran
con buenas herramientas y
llegaran al diseño Mandela, el
cual fue creado por productores
de muebles y diseñadores para
contribuir a que esta producción
creciera y fuera bien recibida por
el mercado exterior. Actualmente
se elaboran muebles de diversos
tipos, desde mesas de centro,
mesas de arrimo, hasta
veladores y racks, así como
muebles en serie para edificios
encargados por inmobiliarias.
En esto ya llevamos un año
y nuestro objetivo es crear una
cooperativa con todos quienes
participan, de manera de no
perder el vínculo cuando ellos
vayan saliendo en libertad,
y de manera de hoy poder
vincular el que está dentro con
el que está afuera. Si nosotros
no abordamos la familia es
muy difícil generar el proceso
de reinserción. Si logramos
vincular al hombre que está
trabajando haciendo los muebles
Mandela, con la mujer que está
afuera también trabajando
en algo similar, y logramos
una buena comercialización,
podríamos hablar de una buena
experiencia que está resultando
efectivamente como esperamos.
Eso es Mandela, porque Nelson
Mandela construyó su libertad
desde la cárcel así como la de
su pueblo.
18
DERECHO PENITENCIARIO julio - diciembre 2015
MEH: ¿Podría también
describir el contenido y el
alcance del Observatorio de
Cárcel y Violencia?
LR: La intervención de
terreno tiene que pasar por
el cedazo de la academia o
si no se transforma en algo
muy volátil. La experiencia de
terreno te tiene que llevar a la
academia para que en ella esto
se reflexione, se sistematice y
se entronque en tradiciones de
pensamiento. De otra manera
uno tiene experiencias que
terminan cuando se termina la
plata o finalizan cuando termina
el entusiasmo. Aquí se trata de
generar procesos que queden
capitalizados en la institución
y para eso los fundamentos
teóricos tienen que ser fuertes.
Yo no puedo decir ámense los
unos a los otros y amén. Yo tengo
que demostrar con argumentos
el porqué del amor de los seres
humanos tiene consecuencias
positivas para todos. Lo otro es
una aventura muy personal,
que podrá ser muy linda, pero
lamentablemente muy temporal.
Si nosotros queremos que la
sociedad se vaya estructurando
de una determinada manera
tiene que pasar necesariamente
por la academia.
Ahora bien, la academia no
solo por la academia tampoco,
la academia también tiene que
ir al terreno y su dato tiene
que provenir del terreno, de los
levantamientos de información
en terreno, mirando, observando,
anotando, por horas, a la antigua.
Este observatorio tiene
por finalidad monitorear las
dinámicas de violencia que
se dan entre los internos, que
son atroces. Por el origen o la
historia cercana que tenemos
estamos mucho más atentos a
la violencia del Estado contra
el ciudadano, la época de la
Dictadura deja en la gente mayor
una preocupación muy fuerte,
que no vayamos a repetir lo
que ya ocurrió. Sin embargo,
cuando uno está en la cárcel
se cuestiona si la violencia que
el gendarme o el funcionario de
Gendarmería ejerce contra un
interno es doblemente grave
porque es un funcionario del
Estado, lo cual es más grave.
Pero cuando empieza a contar
el número de casos se da
cuenta que se trata del 10%
de la violencia existente, el otro
90% se debe a la violencia
generada entre los internos, y
son violencias que tienen que
ver con el sometimiento, con
el abuso sexual, con golpes
fuertes, con muchas muertes -el
año pasado murieron cerca de
80 internos en las cáceles-, tiene
que ver con luchas territoriales,
quién domina cuál galería,
con luchas de quién maneja el
negocio de la droga dentro de
la cárcel, con rencillas con la
teoría de la importación.
Entonces estamos frente a
una violencia bien discriminada,
que tiene que ver mucho con
espacios, que se estructura en
base a pequeñas tribus que
se agrupan, que tienen algún
vínculo común de familia o de
barrio, o de club de fútbol o
algo que no necesariamente
es algo tan relevante, factores
identitarios muy frágiles pero
donde algo se comparte. Las
dinámicas de violencia son
fuertes, las dinámicas de
sometimiento son muy fuertes,
incluyendo a los perkins y los
perros que cumplen diversas
funciones, las desigualdades y
las inequidades están presentes
siempre, en una galería puedes
tener el reflejo exacto de la
sociedad chilena.
MEH: ¿Cuál es el rol, a
su juicio, que desempeña
actualmente la administración penitenciaria en relación
a la violencia física entre
internos?
LR: Yo creo que Gendarmería
está en un proceso de renovación
bien fuerte. Si nosotros tenemos
invisibilizada la cárcel, con muros
altos que no dejan ver nada,
ahí no sólo caen los privados
de libertad, también están los
gendarmes, los funcionarios,
todos ellos invisibilizados. Y eso
significa que los espejos que
tienes para poder mirar tu vida son
espejos muy pobres, por lo tanto
cuando un gendarme se mira al
espejo y no ve necesariamente
dignidad, plenitud, orgullo, sino
que muchas veces ve desprecio,
discriminación, todo lo que se
ve en el delincuente lo ve en
él. Hay gendarmes corruptos,
por supuesto que sí. Que
son muchísimos más los no
corruptos, también. Hay curas
pedófilos, sí. Hay muchos más
que no lo son, por supuesto.
Pero como todo en la vida, lo
malo pareciera ser que pesa
más que lo bueno.
Entonces, Gendarmería es
una institución que está muy
invisibilizada porque forma parte
del circuito de invisibilización
social y que busca contener
esta violencia, con los pocos
medios que tiene yo creo que
logra contener el orden de las
cárceles. En otros países de
la región el control está en el
interno, aquí en Chile el control
lo tiene el gendarme.
Ahora bien, sin duda que
se podría controlar de otra
manera más humana, pero
para ello requerimos de mayor
especialización, de mejor
acompañamiento psicológico
de nuestros funcionarios,
con una mejor prevención de
drogas, con mejores sistemas de
fiscalización para evitar vínculos
delictuales entre gendarmes y
privados de libertad. Lo positivo
es que ese camino tiendo a
creer que ya desencadenó, los
últimos directores han declarado
fuertemente que Gendarmería
tiene por misión la seguridad,
es decir el resguardo de las
cárceles, la reinserción social
con un apego irrestricto a los
derechos humanos. El relato
va construyendo realidad, hay
una conciencia de que frente a
ellos hay una vida humana que
el Estado les confía para que sea
custiodada. Falta mucho, sí, pero
que el proceso se desencadenó
o se está desencadenando, yo
diría que sí.
Yo creo que si bien hay cosas
que siguen ocurriendo y que no
deberían ocurrir, golpizas atroces
como en el recinto de Rancagua,
algunos casos de torturas,
corrupciones y corruptelas, yo
tiendo a creer que cada vez la
escala es menor y cada vez hay
mayor conciencia.
DERECHO PENITENCIARIO julio - diciembre 2015
MEH: ¿Qué manifestaciones de violencia,
en base su experiencia
y visión, son las más frecuentes? ¿Cómo se produce la violencia al interior
de los establecimientos
penales? ¿Qué dinámicas
tienen? ¿Qué caracteriza
a la violencia física?
LR: Lo conflictos en la cárcel
se solucionan a través de la
violencia. Una resolución distinta
de conflicto, como el diálogo
o el consenso o el perdón no
es común. Los conflictos se
resuelven cara a cara, y eso
significa que uno de los dos
muere, así se resuelven los
conflictos, y muchas veces
cuando una galería está “en
guerra” con otra galería sube
el único que puede hacerlo,
que es el jefe de dicha galería.
Y ese jefe va a enfrentarse con
el jefe de la galería enemiga
y nadie se puede meter, hay
ciertos códigos de honor.
Los conflictos se resuelven
de manera violenta y es por
eso que cuando se realizan
intervenciones a partir de la
justicia restaurativa, hay internos
que se dan cuenta que los
conflictos se pueden resolver
de otra manera y es algo nuevo
para ellos, para su vida, es un
aprendizaje no adquirido en
la infancia que irrumpe en la
vida, es decir, pueden perdonar,
pueden dialogar. El origen tiene
que ver con eso, con vivir en
una sociedad que te trató de
manera violenta, y además ves
en televisión que a otro se le dio
10 en vez que a ti que sólo te
dieron 1. Es un modo de vida,
19
¿cuál debiera ser el rol
de la administración
penitenciaria para
prevenir?
LR: Lo primero que debiera
hacerse es institucionalizar
Gendarmería de Chile, que
sea un servicio hace que
quede muy fragilizada a los
vaivenes políticos, hay ciertas
políticas estatales que tienen
que trascender gobiernos y que
tienen que tener permanencia
en el tiempo. Además, con los
cuatro años del periodo y el
presidencialismo extremo del
país hace que la situación sea
peor, porque legítimamente se
esperan resultados en el corto
plazo.
es un modo de sociedad, es un
modelo violento de relaciones
violentas, que ellos vivieron en
primera persona. Ese modo
de vida, ese estilo de vida los
acompaña a lo largo de toda
su trayectoria, entran y salen
de la cárcel, y vuelven a entrar.
La violencia podríamos decir
que es un modo adquirido, es un
modo que se trae de la calle a
la cárcel y de la cárcel a la calle,
y así sucesivamente. Muchos
de los privados de libertad
de la población penal tienen
historias de vida marcadas por
la violencia, abusos sexuales,
golpizas, y como todo modo
de vida se internaliza, se
convierte en un modo relacional,
y finalmente la vemos expresada
en una violencia violenta, en una
violencia que no perdona. Si tú
eres perro y quieres dejar de
ser perro tienes a toda la cárcel
amenazándote porque no puede
haber un perro arrepentido, en la
cana -como dicen los antiguoslos delitos no prescriben. Si te
amenazaron de muerte porque
mataste a alguien, veinte años
después te pillan y van a aplicar
justicia. Entonces, estamos
frente a una violencia que frente
a los ojos de una persona que
ha estudiado, que ha tenido lo
mínimo de vida, de familia, de
bienestar, es una violencia que
ciertamente es muy irracional,
y uno dice que es de locos,
piensa de qué galaxia viene,
pero el problema es que esa
galaxia está muy cerca nuestra
y no la queremos ver.
MEH: La evidencia
empírica internacional
señala
que
las
condiciones carcelarias
dignas están asociadas a
ausencia de reincidencia,
Lo segundo es que el espacio
carcelario como espacio de
rehabilitación humana es
fundamental, y eso te define
también el ethos interno de la
institución. Esta institución no es
de armas, no es una institución
armada, no tiene que ver con
el Ministerio de Defensa, esta
es una institución que tiene por
misión la rehabilitación de un
victimario, y dicha rehabilitación
no va de la mano de más castigo
sobre ese victimario sino que
va con la curación de aquellas
causas estructurantes que
generaron el delito finalmente.
Yo diría que son claves
la institucionalización, la
reinserción, el cómo nosotros
pensamos la cárcel como
lugar de rehabilitación del ser
humano, el espacio carcelario
como espacio digno, y por
supuesto todo lo relacionado
a los derechos humanos, los
20
DERECHO PENITENCIARIO julio - diciembre 2015
cuales son fundamentales
en toda esta historia. Como
dijo el Papa Francisco, “estar
privado de libertad no significa
estar privado de dignidad” o
“la reclusión no es sinónimo
de exclusión”. Al abordar estos
derechos hay que tener claro que
estamos frente a un delincuente,
es una persona que hizo daño
al otro, pero es un ser humano,
y a ese ser humano yo no le
puedo reventar un palo en la
cabeza para frenar su ataque
contra otro interno, tenemos
que inventar otras modalidades.
La autoridad debe existir, pero
la autoridad tiene que tener
herramientas para aplicar con
dignidad la autoridad.
MEH: A partir de su
experiencia, ¿usted cree
que para los internos sería
muy importante habitar
una cárcel con menor
violencia? Si el espacio
Mandela se replicara con
esta visión distinta que
ustedes están tratando
de posicionar, ¿podría
pensarse que los internos
en algún minuto lleguen
a valorar una cárcel más
tranquila?
LR: Por supuesto que sí. Los
internos valoran mucho Colina 1,
que es un lugar donde hay mucho
trabajo, entonces quienes están
allí hacen muchos esfuerzos
para no ser trasladados de
dicho recinto. Hay privados de
libertad que valoran mucho los
espacios de no violencia y de
oportunidades laborales, así
como oportunidades de otro tipo.
Nosotros tenemos que
avanzar hacia distintos tipos
de cárceles, con distintos tipos
de reclusión. No debiéramos
combinar a aquellos que viven
en la dinámica de la violencia y
el sometimiento con otros que
no tienen esas posibilidades
de dominación, porque esa
inequidad debemos quebrarla,
es un círculo vicioso en el que
el jefe de galería siempre va a
dominar y el perkin cumple su
rol y continúa en su condición
de dominado.
Entonces, lo que
necesitamos un mejor nivel
de segregación de la población
penal y tenemos que aislar a
quienes no quieren cambiar
el modelo actual, o aparte o
con medidas disciplinarias
más claras. También está la
experiencia de las cárceles
pequeñas, como es el caso de
Curicó, donde casi la totalidad
de los viejos internos trabajan
y se da una suerte de empresa
que beneficia el ambiente
carcelario. O el caso de la Cárcel
de Mujeres de San Joaquín,
donde las mujeres gendarmes
han desarrollado una cultura
relacional muy distinta a las
culturas relacionales de otros
penales, y el ambiente es muy
distinto a lo que se vive en otros
recintos.
MEH: ¿Cree que existe
voluntad para diseñar y
ejecutar en el corto plazo
una estrategia tendiente
a mejorar la calidad de
vida en las cárceles del
país?
LR: Yo creo que ya se instaló
un discurso que va por esa línea.
Ahora bien, ese discurso tiene
que construir realidad, tiene que
ir permeando las capas, debe
ir acompañado de una mejor
formación de nuestra gente y de
un sistema de justicia interna, es
decir, que los delitos al interior se
sancionen, es un todo que debe
producirse. Creo que se han ido
produciendo esos cambios y
se están produciendo ya. Hoy
día tenemos mayor conciencia
de respeto a los derechos
humanos, mayor capacidad
de sancionar a aquellos que
son más maltratadores, hemos
tenido casos de funcionarios
sancionados, se va avanzando
en esa línea.
Es cierto que estamos aún a
años luz de sistemas alternativos
de privación de libertad. La
única manera de sancionar un
acto delictivo no puede ser la
privación de libertad. Hay otros
sistemas de ejecución de la
justicia que no necesariamente
pasan por privar la libertad. El
daño social de una madre presa
es gigantesco. Yo creo que sería
interesantísimo que el estado
de Chile se cuestionara el mejor
modo de hacer justicia frente a
una madre que cometió un delito
relacionado con drogas. Tiene
que hacer justicia, sí, pero qué
es más justo para la víctima,
¿tener a esa madre presa o
tenerla con sus hijos con un
sistema de acompañamiento
o de tutores?
Hay un estudio de la
Fundación de San Carlos del
Maipo que señala que el 40%
de los privados de libertad ha
tenido a su madre presa. No
puede ser la privación de la
libertad por la privación de la
libertad. Yo no sostengo que no
se deba ejecutar la justicia, eso
sería una locura, pero ¿cuál es
la justicia que hace más justicia
con las víctimas?
MEH: ¿Qué otr os
actores debieran
par ticipar en este
concepto de una cárcel
más humana, más
saludable?
LR: Por supuesto
Gendarmería de Chile,
el Ministerio de Justicia,
fundaciones, instituciones,
la sociedad civil. Quiénes no
debieran participar, aquellos
que utilizan el populismo desde
la política. La agenda corta anti
delincuencia es una agenda
represiva, que uno puede decir
que es necesaria, pero así no
se resuelve el tema.
Todo lo que sea ahondar en
esta temática no sólo ayuda a
adentrarse en el estudio de la
delincuencia sino que por sobre
todo nos ayuda a mirar lo que
no queremos mirar, que es esta
sociedad con tanta inequidad,
y que hay gente que salta por
los aires cuando uno habla de
esto, pero el que salta por los
aires es el que tuvo la suerte
como yo de nacer en la cuna de
oro. Tenemos que ser capaces
de entender que la riqueza
nos pertenece a todos, que
el país nos pertenece a todos
y que a todos tenemos que
ofrecerles un mínimo. Pero estos
altos niveles de concentración
que tenemos evidentemente
que genera sociedades
violentas.
ARTÍCULO
DERECHO PENITENCIARIO julio - diciembre 2015
21
¿Qué es el desempeño
moral de una cárcel?
Una introducción al trabajo de
A.Liebling y algunas reflexiones
para el caso chileno
Guillermo Sanhueza Olivares
Trabajador social UC. Obtuvo
su PhD en Trabajo Social y
Sociología de la Universidad
de Michigan en 2014 y
un master en Sociología
en la misma universidad.
Ha realizado docencia e
investigación en temáticas
criminológicas y penitenciarias.
Paula Sagredo Aylwin
Licenciada en Trabajo Social
de la Pontificia Universidad
Católica de Chile. El año 2014
fue una de las estudiantes
más destacadas en el curso
“Crimen, cárcel y reinserción
social” dictado por el profesor
Guillermo Sanhueza en la
carrera de Trabajo Social.
Por Guillermo Sanhueza Olivares y Paula Sagredo Aylwin
A
lo largo de todo Chile es
posible encontrar cerca
de 85 cárceles a cargo
de Gendarmería de Chile.
Aunque comparten ciertas
características comunes, todas
ellas difieren en una serie de
características, incluyendo su
tamaño, nivel de seguridad,
si son concesionadas o
tradicionales, las características
de sus internos y custodios;
asimismo, ellas difieren de
acuerdo a ciertas características
menos observables como
son las relaciones y trato
interpersonales, el sentido de
justicia, las dinámicas cotidianas
y los arreglos formales e
informales que existen entre
internos y funcionarios.
En este artículo, y
basándonos en el libro de
Alison Liebling “Prisons and
their moral performance, a
Study of Values, Quality, and
PrisonLife”, buscamos relevar
la importancia de los aspectos
inmateriales de la vida al
interior de la cárcel –como el
trato interpersonal, el respeto
y el sentido de justicia— a
la hora de hablar de calidad
de vida en prisión. Con esto
no pretendemos desconocer
la importancia de aspectos
materiales en la vida de los
reclusos y funcionarios, pero
nuestro argumento central es
que la calidad de vida en prisión
tiene directa relación a los
aspectos morales y éticos de
ésta: “la manera en que los
prisioneros (y el personal) se
sienten moralmente tratados
dentro de la prisión y por la
misma” (Liebling, 2004, p.473).
Para ello, se introducirá al
lector en los principales aspectos
del concepto de ‘desempeño
moral’ de Alison Liebling(2004),
detallando parte de su trabajo
conceptual y metodológico;
luego, se relacionará el
‘desempeño moral’ con otros
conceptos cercanos como
el de ‘legitimidad’(Sparks y
Bottoms,1995) y con el de
‘cárcel saludable’ (Inspectoría
de Prisiones [HMIP], 2012),
analizándose algunas
similitudes y diferencias
entre los distintos términos.
Finalmente, se discuten algunas
posibilidades y limitaciones
del desempeño moral para el
caso del sistema penitenciario
chileno.
Revisión de Literatura
¿De dónde viene la idea de
“desempeño moral”?
Alison Liebling, en su
libro “Prisons and their moral
performance, a Study of Values,
Quality, and PrisonLife”, da a
conocer los resultados de una
investigación realizada junto
a su equipo donde acuña el
concepto de desempeño moral,
el cual intenta reflejar la calidad
de vida de una prisión en
relación a los aspectos morales
y éticos de ésta, dejando de
lado una noción centrada
netamente en lo material
(infraestructura). Prisons and
Their Moral Performance es una
obra voluminosa (547 páginas),
dividida en cuatro capítulos
que tratan acerca “aquellos
aspectos del tratamiento, sobre
todo interpersonal y material
22
DERECHO PENITENCIARIO julio - diciembre 2015
de un prisionero que hacen
que una pena de prisión sea
más o menos deshumanizante
y/o dolorosa” (Liebling, 2004,
p.473), vale decir, como “la
manera en que los internos
(y funcionarios) se sienten
moralmente tratados dentro
de la prisión y por la misma”
(Liebling, 2004:473) en cuanto
a justicia, respeto, dignidad y
humanidad.
La autora acuña este
término con la intención
de poder reflejar en éste la
calidad de vida de una prisión,
buscando representar “lo que
realmente importa dentro”más
allá de aspectos netamente
materiales, y que permitan
distinguir una cárcel de otra
en relación a la complejidad
del ambiente dentro, al
mundo de los internos, de
los funcionarios y de quienes
dirigen las cárceles [managers]
(Liebling, 2004). El concepto
busca representar “aquello que
realmente importa dentro de una
prisión”, indagando en aquellos
aspectos de la experiencia
carcelaria cotidiana que
permiten distinguir una cárcel
de otra en relación a “aquellos
aspectos del tratamiento, sobre
todo interpersonal y material
de un prisionero que hacen
que una pena de prisión más
o menos deshumanizante y/o
dolorosa”. (p.473). En palabras
de Liebling, “algunas cárceles
son más sobrevivibles que
otras” (p.532).
Tal como lo reconoce Van
Zyl Smith (2005), este libro
utilizó técnicas e instrumentos
de ciencias sociales del más
alto estándar y empleó una
metodología mixta (cuantitativa
y cualitativa) para definir el
desempeño moral a partir de
un examen en profundidad de
cinco prisiones en el Reino
Unido. Su investigación se
realizó a través de un proceso
de dos fases: en la primera
parte se usó la técnica de
appreciative inquiry (indagación
apreciativa) en la cual -a
través de conversaciones,
trabajos en grupo y entrevistas
informales- se buscaba conocer
el funcionamiento de la cárcel,
qué funcionaba bien y qué
podría funcionar mejor. Estos
grupos estaban compuestos
por oficiales, senior and
principal officers, personal
administrativo, profesores del
penal, capellanes e instructores
de educación física. Luego,
se dividieron los grupos en
equipos más pequeños y se
realizó una primera actividad
con el objeto de conocer la
historia de la cárcel, sus altos y
bajos, recalcando los eventos y
transiciones importantes. Esto
permitió al grupo investigador
aprender sobre los logros y
decepciones, el clima relacional,
las idas y venidas de diferentes
gobernadores y su impacto en
la gestión penitenciaria, los
reconocimientos obtenidos,
las muertes en custodia e,
inclusive, el caso de suicidio de
un oficial; además, conocieron
los eventos a los cuales el
DERECHO PENITENCIARIO julio - diciembre 2015
“
Tanto internos como gendarmes
tienen el derecho y la necesidad de
ser tratados conforme a su dignidad
humana. El estigma social e individual
de las personas en algunos casos lleva
“
a olvidar que una persona que llega a la
situación de prisión aún es persona y
aún conserva su dignidad y derechos.
personal les daba importancia
y cómo éstos afectaban el todo
o ethos de la prisión.
Más tarde, se identificaron
los “headwinds” (aspectos
negativos, que “empujan
hacia atrás” la prisión) y se
encontraron con el estilo de
liderazgo, la amenaza de la
privatización, la necesidad
de una identidad clara para
su establecimiento, y algunos
cambios estructurales que eran
necesarios de llevar a cabo.
Luego, se conversó también
acerca de los “tailwinds”
(aspectos positivos, que
“empujan hacia adelante” la
prisión), encontrándose con el
compromiso de los funcionarios,
el trabajo en equipo, el buen
humor, la apreciación del trabajo
de los otros, las intervenciones
innovadoras con algunos
reclusos y el rapport que se
lograba con los prisioneros
eran factores positivos.
El siguiente fue un ejercicio
de imaginación: se les preguntó
cómo sería la prisión si se
removieran las cosas malas
(headwinds) y se fortalecieran
las buena (tailwinds) y lo
que emergió fue i) mejores
condiciones de trabajo, ii) una
sentencia más productiva, iii)
reducir la reincidencia, iv)
alinearse y moverse todos
en la misma dirección, v) la
generación de instancias de
crecimiento personal tanto para
funcionarios como internos, vi)
y un mayor asesoramiento en
programas de rehabilitación
efectivos (Liebling, 2004). Ahora
bien, lograr el mismo de nivel
de discusión obtenido con el
personal fue inevitablemente
más difícil con los internos,
por lo que sólo se realizó este
ejercicio en 4 de las 5 prisiones
participantes. Lo interesante,
sin embargo, fue que los cuatro
grupos de internos generaron
una lista bastante similar de
dimensiones en cada una de las
prisiones, e inclusive duplicaron
los temas puestos en relieve
por los funcionarios.
Tras unos días de trabajo
colectivo, Liebling y sus
colegas identificaron que las
dimensiones claves para el
marco de medición de la calidad
de la prisión y “lo que realmente
importa” fueron principalmente
valores relacionados al trato y
relaciones interpersonalesentre
el personal, y entre el personal y
los internos, los cuales estaban
en el corazón de aquello que
más importaba para definir
el desempeño moral de una
prisión: respeto, humanidad,
justicia, orden, seguridad, y las
relaciones funcionario-interno.
Así, se llegó a un consenso
grupal entre funcionarios
y prisioneros, lográndose
identificar 16 conceptos
a partir de los cuales se
desarrollaron 14 dimensiones:
dimensiones relacionales
(respeto, humanidad, relaciones,
23
confianza, apoyo), dimensiones
del régimen interno (justicia,
orden, seguridad, bienestar,
desarrollo personal, contacto
familiar, decencia), dimensiones
de la estructura social (poder,
vida social) y 2 ítems individuales
(significado de la vida, calidad
de vida) (Liebling, 2004).
En otras palabras, lo que
debiese ser medido -según la
opinión tanto del staff como de
los propios prisioneros- era la
atmósfera general de la cárcel,
las relaciones intra-staff, las
relaciones staff-prisioneros, las
relaciones entre-prisioneros,
las relaciones entre staff
uniformado y las autoridades
superiores (lo que equivaldría
en nuestro contexto, más o
menos, al Ministerio de Justicia),
los sentimientos de valoración
del personal por parte de los
oficiales y la ciudadanía, el
trato justo hacia los internos por
parte del personal; el aprecio y
respeto mutuo; la satisfacción
laboral y las oportunidades de
desarrollo tanto para el personal
penitenciario como para los
internos; las contribuciones a
la comunidad; la asesoría y
participación en programas de
reinserción; el apoyo de los line
managers, conciencia de los
roles de los otros; y la habilidad
de trabajar de manera mutidisciplinaria (Liebling, 2004).
De este modo, en la noción
de desempeño moral, un
aspecto clave que surge es
el uso de la autoridad y cómo
se desenvuelven los gendarmes
en relación a los internos; así,
por ejemplo, el trato que los
primeros brindan a los últimos
tiene gran influencia en la
24
DERECHO PENITENCIARIO julio - diciembre 2015
percepción de la autoridad, y por
lo tanto del sistema que tienen
los prisioneros, lo que también
repercute en la calidad de vida
de éstos dentro de prisión. En
otras palabras, tanto internos
como gendarmes tienen el
derecho y la necesidad de ser
tratados conforme a su dignidad
humana. El estigma social e
individual de las personas en
algunos casos lleva a olvidar
que una persona que llega a
la situación de prisión aún es
persona y aún conserva su
dignidad y derechos.
Conceptos cercanos: la
noción de ‘legitimidad’ y
de ‘cárcel saludable’
Liebling comienza su libro
refiriéndose a las revueltas
que marcaron la década de los
80 en el sistema penitenciario
británico y a los cambios en la
política penitenciaria a partir
de dichas situaciones. Se
refiere también al rol de Lord
Woolf en esclarecer las causas
profundas de los disturbios y
problemas experimentados
por el sistema penitenciario
inglés de la época. El llamado
Woolf Report (1991) concluyó
señalando que la situación
del sistema penitenciario
inglés sólo se podía atribuir
a una extensa y compartida
sensación de injusticia y que
las revueltas y motines eran
una respuesta de los internos
a cómo eran tratados por el
sistema penitenciario. Sumado
a esto, Woolf argumentó en
contra de la visión de que
los bienes y servicios para
los prisioneros deban ser
“privilegios”, considerando que
para hablar de justicia en prisión,
los reclusos deben al menos
tener un régimen humano que
incluya comida, aseo y ejercicio,
además de una explicación
razonable por las decisiones
que los afecten individualmente
así como procedimientos
justos, condiciones que
son fundamentales para la
estabilidad del sistema.
En esta misma línea,
Sparks y Bottoms(1995)
plantean que el ejercicio de
la responsabilidad y el respeto
al interior de las cárceles es lo
que asegurará el orden interno
y la seguridad; es decir, si en
una prisión las condiciones
de vida y el trato interpersonal
están basado en un sentido de
justicia, el descontento de los
prisioneros se verá disminuido
y, por tanto, los desórdenes y
disturbios también disminuirán,
generándose un mayor orden,
control y seguridad dentro de
la prisión.
Es en relación a la
humanidad, la transparencia
en la toma de decisiones, el
respeto, la justicia, la dignidad
y los buenos tratos, que se va
generando la confianza en
la autoridad y la legitimación
de ésta. Legitimidad se
entenderá como “la percepción
generalizada de que las
actividades de una entidad
son deseables, correctas o
apropiadas dentro de algún
sistema socialmente construido
de normas, valores, creencias y
definiciones” (Suchman, 1995).
Por otro lado, legitimidad es la
“creencia generalizada entre
miembros de lo público (y los
prisioneros) de que la policía,
las cortes, las prisiones y el
sistema legal son autoridades
aptas para tomar decisiones en
materias de justicia criminal”
(Tyler, 2006).
Así, a grandes rasgos se
puede decir que la legitimidad
es la aceptación y validez
que se le da a una acción
previamente justificada. Es
el acto en que una persona
con más poder que otra toma
una decisión que tiene una
justificación detrás, la cual es
aceptada por el otro, dándole
una validez a quien tomó la
decisión. La justificación de
las acciones y la legitimidad
de éstas se encuentran en
la similitud de las creencias,
en la idea de que el otro lo
está haciendo en beneficio
DERECHO PENITENCIARIO julio - diciembre 2015
del bienestar, considerando
que es lo correcto y que hay
expectativas comunes más
un criterio común de justicia
(Tyler, 2006).
mantención del orden dentro de
la prisión. No es complacer a
los prisioneros, es una cuestión
moral (Sparks y Bottoms, 1995,
p. 59).
Es importante destacar que
dentro de una cárcel, la relación
entre prisioneros y el staff o
autoridades son la base del
sistema, el clima y la calidad
de vida. Es por esto que la
legitimidad de la autoridad
es clave, pues sólo así los
prisioneros van a aceptar a
quienes ordenan y dictan un
comportamiento adecuado.
Para esto, lo más importante es
que la tónica de las relaciones
esté basada en la justicia (Tyler,
2006): los internos no pueden
ser manejados por la coerción,
pues ellos dependen de un
personal firme pero humano que
les permita tener un contacto
cercano con los prisioneros sin
confrontaciones ni violencia
(Bottoms& Light, 1987). En
otras palabras, la autoridad
debe estar permanentemente
controlando, pero no
necesariamente mediante la
coerción, puesto que cuando
se abusa de la fuerza y/o se
impone la autoridad se generan
crisis de legitimidad que luego
se ven reflejadas en desórdenes
y disturbios generalizados.
Por contraparte, cuando los
procesosson correctos, justos
y respetuosos, los prisioneros
legitiman la autoridad y la
aceptan como tal de manera
voluntaria (Tyler, 2006). Así,
la legitimidad nace de las
relaciones interpersonales,
dentro de las cuales la autoridad
y los actos justificados se ganan
la legitimidad, permitiendo la
La legitimidad del sistema
penitenciario requiere que la
autoridad tenga legitimidad
legal, que los oficiales y
funcionarios actúen de manera
justa y que ellos justifiquen sus
acciones ante quienes se ven
afectados por sus decisiones.
Asimismo, la legitimidad incluye
la naturaleza y el estatus de las
reglas formales, la existencia
de creencias compartidas que
den soporte a dichas reglas y
la manera en que se trate a las
personas (Sparks y Bottoms,
1995,p.471).
Así, mientras la legitimidad
se basa en la percepción y
confianza en la autoridad, y
en sentir que la justicia y el
respeto existen en el trato
recibido, y que el staff actúa
pensando en el bienestar de
los reclusos y una mejor calidad
de vida, Liebling señala que el
concepto de desempeño moral
va más allá de la legitimidad -de
suyo un concepto complejo- de
manera tal que las cárceles
son más que meras relaciones
de poder y pueden llegar a
ser, bajo ciertas condiciones,
también comunidades morales
(2004, p.474). Así, lo que hace
a una prisión diferente de
otra es la manera en que los
prisioneros son tratados por los
funcionarios, cuán seguros se
sienten al interior de la prisión
y cómo la confianza y el poder
fluyen a través de la institución.
En este sentido, el bienestar de
los prisioneros termina siendo
una consecuencia del trato
percibido (Liebling, 2004: 534)
en “las relaciones funcionariointerno –o la forma en que los
funcionarios de la prisión hace
uso de la autoridad- lo que
contribuye enormemente a la
evaluación de los prisioneros
sobre la justicia y el trato”
(Liebling, 2004: 533).
Otro concepto que es
importante relevar es aquel
desarrollado por la Inspectoría
de Prisiones e Inglaterra y
Gales (HerMajestyInspectorate
of Prisons [MHIP]) en base
al monitoreo que realizan
sistemáticamente de las
condiciones de vida y de las
dinámicas al interior de las
cárceles, además de supervisar
el tratamiento penitenciario que
reciben. Se trata del concepto
de “cárcel saludable”, referido
a los estándares que debiese
cumplir una cárcel, basados
en estándares internacionales
de derechos humanos. De
acuerdo al libro “Expectativas”
(Expectations, en inglés) de la
Inspectoría, una cárcel saludable
debe cumplir con 4 dimensiones
básicas:
a) Seguridad: los prisioneros,
particularmente los más
vulnerables, se mantienen
seguros.
b) Respeto: los prisioneros
son tratados con respeto por su
dignidad humana.
c) Actividades con propósito:
los internos tienen la capacidad
(posibilidad), y se espera de
ellos, que realicen una actividad
25
que los beneficie a ellos mismos.
d) Reinserción: Los
prisioneros son preparados
para su regreso a la comunidad
y ayudados efectivamente a
reducir la reincidencia.
La premisa central de la
“cárcel saludable” es que
los derechos de los internos
deben ser permanentemente
protegidos. Los prisioneros
deben sentirse seguros dentro
de la prisión, insertos en un
ambiente en el cual se reduzcan
los riesgos de suicidio y de
daños tanto auto provocado
como provocado por otros.
El staff debe estar atento a
asuntos de vulnerabilidad
para dar soporte en caso de
necesidad (HMIP, 2012).
Por otro lado, la seguridad y
orden son mantenidos mediante
relaciones internos-personal
positivas. Lo que una cárcel
saludable espera es que los
internos validen y confíen en
la autoridad, teniendo claro
que las decisiones tomadas
son aplicadas de manera
justa y con buenas razones,
no simplemente como castigo
o maltrato sin explicación:
“los internos entienden la
justificación del actuar y hasta
pueden apelar por la sanción
que les dieron” (MHIP, 2012).
Asimismo, en una cárcel
saludable el staff no puede
olvidad que los internos son
sujetos de derecho y dignidad
humana, por lo que durante toda
su estadía deben tratarlos con
humanidad, justicia y respeto,
velando permanentemente por
el bienestar físico y psicológico
DERECHO PENITENCIARIO julio - diciembre 2015
de los mismos, lo que es
beneficioso para el trabajo
de reinserción y disminución de
la reincidencia futura. Por eso
mismo, la Inspectoría exige que
dentro de las prisiones no exista
discriminación, y en cambio
haya respeto y compasión con
los prisioneros. Para nadie es
fácil estar en prisión, por lo
mismo las buenas relaciones
y el buen trato facilitarán la
situación en todos los casos.
Sumado a esto, las prisiones
deben asegurar a los internos
un tiempo adecuado fuera de la
celda, brindar actividades para
desarrollar habilidades nuevas
y aprender labores, disponer de
tiempo para educación física y
asegurar una vida saludable.
Por último, debe existir un
manejo de estrategias para
la reinserción del prisionero
una vez terminada la condena,
planificar su regreso al hogar y
su reintegración a la comunidad
(HMIP, 2012).
Así, el concepto de cárcel
saludable está en sintonía
con el de desempeño moral
desarrollado por Liebling, ya
que ambos comparten las
premisas de respeto, humanidad
y dignidad como valores
transversales y básicos para
la convivencia de internos y
funcionarios. Las relaciones
positivas son las que van a
permitir la buena convivencia,
manteniendo el orden y
seguridad, asegurando el
bienestar de todos en prisión.
El staff es quien debe estar en
permanente preocupación por
los internos, asegurándose de
resguardar su seguridad en
“
Algunas posibilidades y
límites del concepto
“desempeño moral”
En una cárcel saludable, al igual que un
buen desempeño moral, es primordial
el respeto a los derechos humanos y
a la dignidad del hombre, por lo que
“
26
cualquier acción que los pase a llevar
no va a ser validada ni aprobada por los
internos generando la posibilidad de
desórdenes y motín en protesta por lo
sucedido.
todo momento, y para esto
mantener relaciones positivas
es clave. Además, en una
cárcel saludable, al igual que
un buen desempeño moral,
es primordial el respeto a
los derechos humanos y a la
dignidad del hombre, por lo que
cualquier acción que los pase
a llevar no va a ser validada
ni aprobada por los internos
generando la posibilidad de
desórdenes y motín en protesta
por lo sucedido.
Liebling considera que la
calidad de vida moral en prisión
es promulgada e incorporada
en actitudes y conductas de los
oficiales de la prisión (p.485) ya
que el trabajo en una prisión
es todo acerca del uso del
poder y la autoridad, los cuales
son desplegados a través de
las relaciones humanas. Por
esta razón es que la forma en
cómo el staff se relaciona con
los prisioneros es primordial a
la hora de hablar del trato y el
desempeño moral de éstos.
En suma, el concepto de
desempeño moral se relaciona
a la búsqueda de legitimidad
interior por parte del sistema
penitenciario, así como también
a la idea de prisiones ‘saludables’
o ‘decentes’. Sin embargo, el
núcleo del concepto tiene que
ver más con la calidad de las
relaciones interpersonales.
Una de las posibilidades
que ofrece el vasto marco
conceptual ofrecido por Liebling
en torno a la idea de desempeño
moral -que se presenta bastante
resumido en este artículo- es
su coincidencia con un cuerpo
argumentativo y teórico que
ve en la institucionalidad un
aspecto influyente en la vida
de los individuos. En este
sentido, el proponer este
concepto a la comunidad
académica y penitenciaria
nacional constituye un aporte
a la discusión y al debate en
torno al encarcelamiento, el cual
ciertamente se suma a otras
contribuciones y aportes que
ya están realizando centros de
estudio, académicos y muchos
funcionarios desde la propia
Gendarmería de Chile.
Asimismo, otra de las
posibilidades que otorga este
concepto es que permite remirar la importancia de la
percepción de las propias
personas privadas de libertad
respecto a su situación, yendo
más allá de indicadores
“objetivos” actualmente en uso
(como el nivel de hacinamiento
o la cobertura de programas, por
ejemplo) con el fin de enriquecer
las formas de mensuración
actualmente existentes a
través del desarrollo y uso de
metodologías que midan mejor
la cárcel como lugares morales
especiales, donde el sentido de
autoridad, de justicia y de orden
es experimentado de manera
peculiar (Sykes, 1958; Goffman,
DERECHO PENITENCIARIO julio - diciembre 2015
1961; Liebling, 2004). Esto no
significa que otros indicadores
clásicos más objetivos deban
reemplazarse sino más bien que
las dimensiones e indicadores
objetivos comúnmente utilizados
son condición necesaria -pero
no suficiente- para comprender
mejor la cárcel y su influencia
en los comportamientos
individuales. En este sentido,
futuros estudios podrían
combinar distintas fuentes
de datos (administrativos,
encuestas y entrevistas, por
ejemplo) para dar cuenta de
manera más completa de la
vida en prisión y sus posibles
efectos en los individuos y la
sociedad.
En este sentido, el concepto
de desempeño moral ha sido
introducido como tal hace poco
en nuestro país y sólo ha sido
testeado empíricamente a nivel
piloto en la cárcel de Colina II, en
un estudio transversal realizado
en 2015 (Sanhueza, Ortúzar y
Valenzuela, en prensa) y aún
faltan estudios longitudinales y
en otros penales que permitan
llegar a conclusiones más
definitivas en este sentido. En
otras palabras, en el estado
actual de cosas, el concepto
de desempeño moral es una
hipótesis de trabajo plausible
-pero hipótesis, al fin y al caboque necesita respaldarse con
mayor evidencia empírica.
Quizás uno de los principales
límites del contexto de
desempeño moral en nuestro
contexto chileno tenga que ver
con el hecho de que no existe
evidencia empírica concluyente
que respalde la relación entre el
desempeño moral de una prisión
y el impacto de éste en ciertos
resultados (futuros) a nivel
individual, como la disminución
de la reincidencia, por ejemplo.
Otro de los desafíos que
encuentra el concepto de
desempeño moral (moral
performance) en nuestro país
es de orden práctico: cómo
este concepto encontraría
cabida en un contexto cultural
muy distinto al Reino Unido.
En efecto, en nuestro país
existen indicios de una cultura
organizacional y laboral reacia
a la evaluación, con una
infraestructura penitenciaria
precaria, con la ausencia de
una historia de monitoreo de las
cárceles (que sí la tiene Reino
Unido desde muchos años
atrás) y con una infraestructura
(física y de recursos humanos)
de menor envergadura y
sofisticación en términos
metodológicos. Ciertamente
éstos no constituyen obstáculos
insalvables, pero se requerirían
ciertas precondiciones para
“bajar” este concepto a la
realidad de las prisiones y
organizaciones locales.
Finalmente, es preciso
reconocer que el término
‘desempeño moral’ no deja de
ser un concepto algo escurridizo
y carente de una definición
sintética (Van Zyl Smith, 2005),
por cuanto trata de la evaluación
de aquellos aspectos del trato
interpersonal que hacen
referencia, por un lado, al núcleo
de la vida de la cárcel y, al
mismo tiempo, a sus aspectos
más comúnmente pasados por
alto en investigaciones sociales
y reportes oficiales. Aquí radica
su principal límite pero a la vez
27
su singular atractivo: “Prisons
and their Moral Performance”
es un texto que busca reformar
el sistema penitenciario (Van
Zyl Smith, 2005) y aminorar los
dolores del encarcelamiento
(Sykes, 1958) que padecen las
personas privadas de libertad,
dentro de un espíritu tanto
humanista como pragmático.
En suma, este trabajo ha
tratado de resumir los principales
argumentos del concepto de
desempeño moral de Liebling,
junto con revisar parte de su
historia y de la metodología
seguida por la autora para
convertirlo en un indicador
empírico. Asimismo, se ha
examinado su relación con
otros conceptos próximos como
el de legitimidad y el de cárcel
saludable, revisando algunas
coincidencias y diferencias
entre ellos. Finalmente, se ha
reflexionado en torno a algunas
de las posibilidades y limitaciones
de este concepto para la realidad
chilena, con la expectativa de
contribuir al debate en materias
criminológicas y penitenciarias
en el país.
Bibliografía
Bottoms &Light, 1987
Goffman, E. (1961). Asylums: Essays on the Social Situation of Mental Patients and Other Inmates. Anchor Books.
HMIP, 2012.Expectations.
Liebling, A. (2004). Prisons and their moral performance, a Study of Values, Quality, and
Prison Life. Oxford: Oxford University Press.
Sanhueza, G., Ortúzar, C. y Valenzuela, E. (en preparación). El desempeño moral de las cárceles chilenas: un estudio piloto en Colina II. En: Propuestas para Chile 2015.
Centro de Políticas Públicas Pontificia Universidad Católica de Chile.
Sparks, J.& Bottoms, A. (1995). Legitimacy and Order in Prisons. The British Journal of Sociology, 46,(1), 45-62.
Suchman, M. (1995). Managing legitimacy: strategic and institutional approaches.
Academy of Management Review, 20(3), 571-610.
Sykes, G. (1958). The Society of Captives, study of a maximum security prison. Princeton: Princeton University Press.
Tyler, T. (2006). Legitimacy and Legitimation.Annual Review of Psychology, 57, 375– 400.
Van Zyl Smith, D. (2005). Prisons and their Moral Performance by Alison Liebling; Helen Arnold. British Journal of Criminology, 45(5), 765-767
Woolf Report (1991), ‘Prison Disturbances April 1990: Report of an Inquiry by the Right Honourable Lord Tustice Woolf (Parts I and II) and his Honour Stephen Tumim (Part II)’(HMSO 1991).
28
DERECHO PENITENCIARIO julio - diciembre 2015
ARTÍCULO
Opinión sobre la violencia
al interior de las cárceles
Por Mauricio Sánchez y Diego Piñol, investigadores del Centro de Estudios en Seguridad Ciudadana del Instituto
de Asuntos Públicos de la Universidad de Chile.
E
l estudio “Condiciones
de vida en los centros
de privación de libertad”
(Sánchez y Piñol, 2015), si
bien no tiene como objetivo
central el análisis de la violencia
sufrida o ejercida por las
personas privadas de libertad
en nuestro país, revela una
serie de datos preocupantes
referidos a la situación de los
derechos humanos en las
cárceles nacionales, a partir
de la propia opinión de la
población reclusa. Entendiendo
la responsabilidad que atañe
al Estado en dicha materia, en
tanto garante de todos aquellos
derechos de los penados que
no han sido afectados por la
sanción que se les ha impuesto
(privación de la libertad y del
libre desplazamiento), es posible
constatar cómo las inadecuadas
condiciones de encarcelamiento
constituyen una clara expresión
de incumplimiento de dicho rol,
ya sea por omisión o acción
directa en contra de la población
penal.
Sólo a modo de ejemplo,
dado que la información
entregada por esa investigación
permite el desarrollo de diversos
focos de análisis, es posible
identificartres elementos
relevantes que dan cuenta de
la situación antes enunciada:
A nivel de contexto, la
ocupación carcelaria reportada
para Chile (122,2%) si bien
no constituye una cifra muy
elevada en relación a los otros
países participantes del estudio
(México, El Salvador, Perú,
Brasil y Argentina), establece
un nivel de hacinamiento que
en sí mismo supone un trato
degradante e inhumano en
contra de las personas que
se encuentran encarceladas.
Tal situación no sólo revela la
incapacidad del Estado a la hora
de brindar condiciones básicas
de habitabilidad, sino también
el agravio permanente que se
produce al exponer a la población
reclusa (y también al personal
penitenciario) a los efectos
de dicho hacinamiento, tales
como la mayor dificultad para
ejercer una gestión penitenciaria
eficiente y respetuosa de los
derechos de las personas, la
existencia de mayores niveles
de violencia, etc.
victimario al cual se atribuyen
dichas agresiones es el propio
personal penitenciario. Esta cifra
pareciera baja en comparación
con otros estudios realizados
en el país (INDH, 2013, y
GENCHI, 2014), no obstante,
es la cifra más alta de los seis
países participantes de la
presenteinvestigación. Esta
situación permite visualizar
cómo el Estado (encarnado en
los funcionarios penitenciarios
de trato directo con la población
recluida) no está siendo capaz
de velar por la seguridad al
interior de las cárceles, sino que
también podría estar tolerando
y/o utilizando el castigo físico
(y el temor asociado a éste)
para el ejercicio de su gestión
institucional, con lo cual se
estaría vulnerando gravemente
la integridad de las personas
encarceladas y el propio fin
del sistema penal, entendido
como la reinserción social del
individuo.
Por otra parte, el estudio
también muestra hallazgos
preocupantes referidos al
ejercicio de la violencia física
al interior de las cárceles
nacionales. En este sentido,
se indica que un 25,6% de
los internos(as) declara haber
sido golpeado. A ello se
debe agregar que el principal
Vinculado a lo anterior, otra
cifra igualmente preocupante
es el elevado uso de la
prohibición de visitas como
medida disciplinaria, castigo
que la ONU (2010) ha señalado
expresamente contraviene
los derechos de las personas
privadas de libertad. Al
respecto, este estudio revela
DERECHO PENITENCIARIO julio - diciembre 2015
29
de las personas a mantener
contacto con sus familias y
seres queridos, denota una vez
más las falencias existentes
en la gestión y control del
quehacer penitenciario, lo que
promueve además un ambiente
de hostilidad al interior de los
recintos penales.
que un 38,3% de los internos
encuestados declaró haber
recibido este tipo de acción
disciplinaria, mientras que
en el caso específico de las
mujeres tal cifra llega al 56,3%,
quedando en evidencia que la
prohibición de visitas no es un
castigo aplicado de manera
aislada o esporádica, sino más
bien extendida y sistemática.
Limitar de esta forma el derecho
PARA VER INFORME “CONDICIONES DE VIDA EN LOS CENTROS DE PRIVACIÓN
DE LIBERTAD EN CHILE”, ELABORADO POR CESC
HAZ CLICK AQUÍ
Diversos estudios e
investigaciones, tanto a nivel
nacional como internacional,
concluyen que el trato dado a las
personas privadas de libertad,
no sólo puede aumentar o
disminuir sus posibilidades de
integración y reinserción social,
sino que también constituye un
indicador claro y contundente
de la capacidad que tiene
un Estado de garantizar y
promover los derechos de las
personas y, al mismo tiempo, de
proveer condiciones de mayor
seguridad para la población.
Por lo tanto, cualquier forma de
vulneración o violencia (directa
o indirecta, física, psíquica o
moral) ejercida por el Estado
en el contexto penitenciario, es
una condición que repercute
más allá de las murallas de
nuestras cárceles, perpetuando
el comportamiento desviado
o abiertamente delictivo a lo
largo de toda la sociedad,
lesionando el bienestar de
toda la ciudadanía.
30
DERECHO PENITENCIARIO julio - diciembre 2015
EN CIFRAS
Nivel Internacional
E
sta sección presenta una
selección de cuadros extraídos de dos informes:
1) Estudio comparativo de
población carcelaria PNUD (2013)
el que consideró a seis países de
Latinoamérica que incluye Chile.
2) Informe de resultados del
estudio “Condiciones de Vida
en los Centros de Privación de
Libertad en Chile” realizado
por el Centro de Estudios en
seguridad Ciudadana (CESC),
del Instituto de Asuntos Públicos
de la Universidad de Chile.
DERECHO PENITENCIARIO julio - diciembre 2015
31
En Chile
A nivel nacional, presentamos aquí estadísticas extraídas del Informe realizado por el Centro de Políticas UC.
PARA VER EL ESTUDIO
COMPLETO UC
HAZ CLICK AQUÍ
35,1%
De las muertes ocurridas al
interior de las cárceles se debe
a situaciones de violencia entre
internos.
PARA VER EL ESTUDIO DE
GENDARMERÍA DE CHILE
HAZ CLICK AQUÍ
D
erecho
Penitenciario
REVISTA
El Centro de Estudios Penales y Penitenciarios (CEPP) de la Facultad de
Derecho de la Universidad Mayor, identifica los desafíos y oportunidades
para impulsar reformas en el ámbito penitenciario, efectuando propuestas,
promoviendo la discusión y el estudio comparado de los sistemas que
funcionan con efectividad.
A través de estudios, seminarios, conferencias, publicaciones y otras
actividades, el CEPP se conforma como un espacio especializado de análisis,
proposición y fomento de las transformaciones conducentes a perfeccionar
el sistema penitenciario, generando interacción entre los diferentes actores
del ámbito público y privado.
La Revista de Derecho Penitenciario busca generar y divulgar información
empírica sobre problemas relevantes, impulsar medidas de mejoramiento
(transición) conjuntamente con una reforma al sistema penitenciario en Chile
y contribuir a la búsqueda de convergencia estratégica de todos los actores
involucrados que la hagan viable económica, social y políticamente.
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