Jon Bilbao publica "Estrómboli"

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B i l b ao
Jon Bilbao publica ‘Estrómboli’ (Impedimenta), su nuevo libro de relatos
El hijo pródigo
“En los viajes, la mirada se
vuelve más hacia el interior”
Mi ceguera
E
n un pasaje poco menos
que desapercibido de El
Quijote, ese libro, el caballero andante pregunta a un
personaje, “¿qué dicen de
mí?”.
Me ha pasado lo contrario.
Algunas personas se han interesado por mi vista. Diré que
es una parte del vivir mismo.
Ese vivir personal lo he plasmado en forma de relato (lo
pueden titular, si lo desean,
“El simpático estúpido”). Ahí
está: “Puedo ser el tipo más
simpático del mundo y, al mismo tiempo, el más estúpido”,
me confesaba un amigo de la
infancia. Por su pérdida de visión saludaba a desconocidos
y dejaba de saludar a quienes
conocía.
Siguió profundizando sobre
su atribulada enfermedad. “Es
un error pensar que los ojos
nos los ponen al nacer para
siempre. Una degeneración
macular en uno de los ojos y
una catarata en el otro, están
ahí para refutarlo. La visión se
distorsiona, y uno de los ojos
ve los objetos torcidos, ondulantes, deformados, e incluso
a veces, en un papel corrido
por el viento, ves una paloma
en movimiento”. A partir de
esa circunstancia anómala, su
vida cambió para él. “Te acomodas a estar la mayor parte
del tiempo con los ojos cerrados. Los ojos son reacios a la
lectura, porque supone un esfuerzo de atención. Lo oscuro
atrae y relaja. Cuando sales de
tu casa, te das cuenta que así
como el viento antes era algo
que pasaba por ahí, ahora el
viento se queda en tu rostro, y
es tuyo, como antes no lo era.
Tras la vuelta de los paseos,
procuras descansar. Cierras
los ojos y escuchas el sonido de
los objetos cotidianos. Oyes
música, en su mayor parte
Bach (de quien dijo Cioran:
“Dios, sin Bach, sería un tipo
de tercer orden”). Concluye:
“Llegas a familiarizarte con lo
oscuro. Lo tomas como una
eternidad mundana”...
Para dotar al relato de una
mayor dosis de pulso literario,
el de los ojos rotos transcribió
un telegrama de James Joyce:
“Me encuentro en un parque
de París stop Veo un parapléjico stop Me apiado de él stop
Envidio sus ojos”.
José Luis Merino
T
ras adentrarse en la novela con Shakespeare y la ballena blanca y Padres, hijos y
primates, el escritor Jon Bilbao
(Ribadesella, 1972) regresa al
cuento, género que le ha reportado, entre otros, el Premio Euskadi y Tigre Juan por Bajo el influjo del cometa, o el Premio Ojo
Crítico por Como una historia de
terror. En Estrómboli nos seduce
con ocho relatos seleccionados
“entre los que he venido escribiendo en los últimos años”.
Una selección realizada por el
propio autor –“dejé en el disco
duro algunos que aún necesitan
madurarse”– pero también por
el editor “que vio un par de relatos bastante breves que dejaban
el libro un tanto descompensado. Una buena decisión porque
el conjunto queda más redondo
ahora”.
–Muchos de los relatos plantean relaciones de pareja,
de amistad, y situaciones a partir de un hecho fortuito. ¿Es
éste el nexo común de los textos?
–La corriente subterránea
que los une soy yo mismo y quizás un aliento no autobiográfico pero sí de inspiración personal, de lugares que he visitado o
de personas que he conocido. A
riesgo de simplificar demasiado, podríamos decir que la guía
es tomar a personas normales y
ponerlas en situaciones muy
anormales. De ese modo manifiestan facetas de su personalidad que en el día a día permanecen latentes.
–Gran parte de los relatos
transcurren en el extranjero:
Estados Unidos, la isla de Estrómboli, Nueva Zelanda…
–Me gustan los libros cosmopolitas y también viajar; suelo
escribir sobre los sitios a los que
viajo porque es una forma de revisitarlos, de afianzar los recuer-
“
“Mis relatos
son cada
vez más
largos y mis
novelas
más cortas”
“Suelo escribir sobre los sitios
a los que viajo porque es una
forma de revisitarlos, de afianzar
los recuerdos y sacarles partido”
dos y sacarles partido. Pero es
que viajar, estar en un contexto
alejado del cotidiano fomenta
el desarrollo de ese tipo de facetas de las que hablaba. Sin embargo, aunque estén lejos, rara
vez los personajes están solos; al
contrario, les acompaña alguien cercano que puede actuar como espejo para que sean
conscientes de sus comportamientos ajenos a lo habitual.
Además, en esos lugares lejanos, a pesar de que el entorno
pueda ser espectacular o llamativo, la mirada se vuelve más hacia el interior que hacia el paisa-
je, hacia cierto autoconocimiento al que no prestamos
atención a diario.
–El título remite al último de
los relatos. ¿A qué se debe?
–Es muy sonoro, muy evocador tanto por la isla como por la
película de Rosellini; y me apetecía que fuera de una sola palabra. Es también el relato más extenso del libro, el más representativo.
–Todos se mueven entre las
treinta o cuarenta páginas. ¿Te
sientes cómodo en esa extensión?
–Sin duda. De hecho, mis re-
latos son cada vez más largos y
mis novelas más cortas, van a
acabar juntándose en un género híbrido, una especie de nouvelle de alrededor de ochenta
páginas. Creo que los relatos deberían parecerse más a las novelas y viceversa, no me gustan
esos relatos muy fabricados que
responden a fórmulas donde
absolutamente todo tiene una
función, porque actúan al final
como un corsé y se vuelven predecibles para el lector mínimamente instruido. Me gusta que
los relatos respiren, y la forma
de hacerlo es acercándose a las
novelas. Pero es que tampoco
me gustan esas novelas en las
que por el hecho de serlo el autor escribe por escribir, sin detenerse a pensar si responde a una
función dentro de la trama. La
extensión entre treinta o cuarenta páginas me permite elaborar más las tramas y dotarlas
de una impresión mayor de verosimilitud. Empezar a contar
cuando la acción ya está iniciada y salir de manera más natural
posible. Hay un cambio en los
personajes o en su mundo narrativo pero quedan cabos intencionadamente sueltos que el
lector tendrá que terminar de
atar.
Álex Oviedo
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