RESUMEN La naturaleza cada vez más interdependiente de los temas que conforman la agenda, de los desafíos que plantea el entorno internacional, así como también de las respuestas que hacen falta para hacer frente a tales asuntos, pone de manifiesto la necesidad de una mayor coordinación y consenso a escala regional, para poder aspirar a un mejor posicionamiento de la región en su conjunto. Los Estados latinoamericanos no pueden implementar estrategias confiables de inserción en el mundo sin considerar a la región y, menos aún, contra la región. Este artículo busca abrir el debate al plantear que una política exterior eficaz difícilmente pueda eludir la necesidad de asumir los dilemas de la inserción internacional desde perspectivas de bloques regionales. La importancia de la integración regional en el diseño de la Política Exterior Por María Laura Cuniberti1 A través del siguiente análisis, procuro sentar un interrogante para la discusión: ¿puede la gestación de espacios regionales, como el MERCOSUR, conducir a una transformación en el contenido y la puesta en marcha de la Política Exterior, que sobrepase la dimensión estrictamente nacional?, lo que al mismo tiempo nos lleva a preguntarnos, ¿qué lugar le corresponde a la autonomía en el marco de la regionalización? Si nos remontamos un poco en el tiempo, nos encontramos con la aparición, tras la segunda posguerra, de reflexiones que apuntaban a una búsqueda de autonomía, de “márgenes de maniobra”, a la hora de diseñar las políticas exteriores sudamericanas. En ese contexto surge una suerte de “escuela doctrinaria sobre la 1 La autora es Licenciada en Ciencia Política, con orientación a Relaciones Internacionales (UBA). GRUPO DE ESTUDIOS INTERNACIONALES CONTEMPORÁNEOS 1 autonomía latinoamericana”, liderada por Juan Carlos Puig, nucleando alrededor suyo a gran cantidad de pensadores, quienes se dedicaron a analizar la situación latinoamericana en el sistema internacional, y a ponderar el contexto regional como parte de la estrategia que debían llevar adelante los Estados latinoamericanos. Puig definió a la autonomía como la “capacidad de una nación de optar, decidir y obrar por sí misma”; pero aclaró que, para que esto no se convirtiera en un simplificador, haría falta “partir de una adecuada comprensión de la estructura y funcionamiento del sistema internacional para poder desentrañar los reales condicionamientos que de él fluyen (Puig 1984: 42-43).” En general, las llamadas estrategias autonomizantes han procurado la potenciación y sumatoria de capacidades para lograr una mayor viabilidad y un status que les permita, a los más débiles, adquirir mejores niveles de negociación e influencia en el ámbito internacional, fundamentalmente en su relación con los más poderosos. De este modo, el contenido de dichas estrategias estaba siendo pensado en función del reforzamiento de las capacidades estatales para actuar en el medio internacional, y para disminuir las vulnerabilidades frente a las potencias hegemónicas. La integración y las diversas medidas de concertación aparecían como vías que podían contribuir en esa dirección. Es así como en los años setenta y, en menor medida, en los ochenta, podemos rastrear diversos ejemplos sobre las estrategias de concertación, de actuación en bloque a nivel multilateral, formación de bloques regionales, creación de organizaciones de productores, sólo para señalar algunos.2 En cambio, en los noventa, tras el fin de la Guerra Fría y, por ende, del orden bipolar vigente hasta ese entonces, el planteo autonómico perdió relevancia por ser considerado carente de valor frente a un nuevo mundo percibido como unipolar, lo que constituía un escenario que le restaba importancia a América Latina desde la óptica estratégica y económica. Hoy, la autonomía como confrontación y juego de suma cero no parece viable, como así tampoco las visiones acerca de la imposibilidad de generar alternativas de políticas o la adopción acrítica de líneas de acción que ya vienen determinadas en agendas cerradas. Es así, como ya ingresando en el nuevo milenio, la discusión en términos teóricos comienza a darse junto con una cierta recuperación del valor que los gobiernos latinoamericanos vuelven a otorgarle a cuestiones como la coordinación de 2 Podemos destacar el Movimiento de Países No Alineados, la IIIª Conferencia de Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar, la OPEP, así como otras Organizaciones Internacionales de Países Productores, entre otros. GRUPO DE ESTUDIOS INTERNACIONALES CONTEMPORÁNEOS 2 políticas y la adopción de posiciones comunes. En ese contexto surge, por ejemplo, el concepto de “autonomía relacional” elaborado por Roberto Russell y Juan Tokatlian. El mismo hace referencia a la capacidad y disposición de los Estados para tomar decisiones con otros de forma independiente y para controlar conjuntamente procesos que se producen dentro y más allá de sus fronteras (Russell, Tokatlian 2001: 86-91). Los autores parten del supuesto de que el aumento del nivel de autonomía de los países no puede ser el resultado de políticas nacionales o sub-regionales de aislamiento, autosuficiencia u oposición, sino que supone el trabajo coordinado, la negociación en regímenes internacionales y la dimensión regional, siendo el primer círculo para su ejercicio la propia región latinoamericana. La autonomía se procura así por medio de estrategias de internacionalización y regionalización, lo que se ve facilitado por la consolidación democrática en la región y por el avance del proceso de integración regional. Un claro ejemplo de esta nueva tendencia lo encontramos en el contenido del “Comunicado de Brasilia”, en el cual se plasman dos ejes que contribuyen al diseño de la autonomía para la región: uno de ellos está referido al compromiso con la integración como meta de la política externa incorporada a la propia identidad nacional de los países del área: “Los Jefes de Estado reafirmaron el compromiso con la integración en América Latina y el Caribe, meta de política externa que está incorporada a la propia identidad nacional de los países de la región. Manifestaron la convicción de que el refuerzo de la concertación suramericana en temas específicos de interés común constituirá un aporte constructivo al compromiso con los ideales y principios que han orientado su proceso de integración” (Comunicado de Brasilia 2000); el otro, contiene una finalidad estratégica vinculada con la posibilidad de encarar los desafíos de la globalización, mediante la profundización de la integración, y actuando coordinada y solidariamente en el tratamiento de los grandes temas de la agenda económica y social internacional: “Los desafíos comunes de la globalización – sus efectos desiguales para diferentes grupos de países y, dentro de los países, para sus habitantes –, podrán ser mejor enfrentados en la medida en que la región profundice su integración y continúe, de forma cada vez más eficaz, actuando coordinada y solidariamente en el tratamiento de los grandes temas de la agenda económica y social internacional.” (Comunicado de Brasilia 2000). En este marco, la labor de concertación política entre los Estados de la región, de conciliación de sus intereses y aspiraciones viene a jugar un rol de relevancia. Debemos reconocer la naturaleza cada vez más interdependiente de la mayor parte de los temas que conforman la agenda, de los desafíos que hoy por hoy plantea GRUPO DE ESTUDIOS INTERNACIONALES CONTEMPORÁNEOS 3 el entorno internacional, así como también de las respuestas que hacen falta para hacer frente a semejante diversidad de asuntos, lo cual pone de manifiesto la necesidad de una mayor coordinación y consenso a escala regional, para poder aspirar así a un mejor posicionamiento de la región en su conjunto. Implica avanzar en la construcción de una identidad común, que surja de la coordinación en el diseño de políticas para la región, para disminuir de esta forma las vulnerabilidades de la misma en el marco de un escenario internacional que cada vez deja menos margen a las acciones individuales de los Estados más débiles. Una política exterior eficaz difícilmente pueda eludir la necesidad de asumir los dilemas de la inserción internacional desde perspectivas de bloques regionales, que refuercen la auténtica soberanía nacional sin recurrir a nacionalismos aislacionistas. La inserción plena en un mundo de bloques y la efectivización de los escenarios multipolares sólo podrán construirse desde un afianzamiento real de los procesos de integración. Los Estados latinoamericanos no pueden implementar estrategias confiables de inserción en el mundo sin considerar a la región y, menos aún, contra la región. Sin embargo, una mirada atenta sobre los actuales procesos demuestra la necesidad imperiosa de aprendizajes y exigencias. La integración no puede presentarse como una consecuencia natural de la coyuntura, de la proximidad geográfica o de la historia compartida. El diseño de una política exterior, así como las prácticas y estrategias de integración regional y de inserción internacional, requieren definiciones políticas consistentes, visiones estratégicas de desarrollo y competitividad. Esa es la vía más adecuada para los Estados sudamericanos a la hora de encontrar un lugar dinámico en un mundo cada vez más complejo e incierto. GRUPO DE ESTUDIOS INTERNACIONALES CONTEMPORÁNEOS 4 BIBLIOGRAFÍA Puig, Juan Carlos (comp.) (1984), América Latina: Políticas Exteriores Comparadas. Buenos Aires: G.E.L. Russell Roberto, Tokatlian Juan Gabriel (2001), “De la autonomía antagónica a la autonomía relacional: una mirada teórica desde el Cono Sur”, Postdata, Nº 7, pp. 86-91. Comunicado de Brasilia, Brasilia 1º de Septiembre de 2000, en http://www.comunidadandina.org/documentos/dec_int/di1-9-00.htm GRUPO DE ESTUDIOS INTERNACIONALES CONTEMPORÁNEOS 5