EL Ll DON DIEGO - Fundación Juan March

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Teatro
Por
JAIME
SILES
A
EL Ll
diferencia de quienes
pertenecen a su tiempo, y
sólo y exclusivamente a él, y
de quienes parecen una
anacrónica prolongación de lo
antenor o una adelantada silueta
del todavía oscuro perfil de lo
siguiente, z¡ustín Morato es un .
comediógra o snüaoo no en uno u
otro de dos tiempos sino en el
punto de confluencia de los dos.
el continuo dinamismo de la
tsa, y no otra, es su histórica y
acción. Moreto visualiza su teatro:
literaria cirCU'lStancia, y desde ella
sus escenas son ruadros; sus
es como se le debe interpretar. •B
personajes, figuras y algunas de
lindo don Diego• es una pieza
ellas, figurón. La óptica barroca
barroca, con temperatura rococó i¡ recibe un nuevo tratamíento aqul:
tendencias morales neoclásicas.
el mundo es doble porque es
Su clima prefigura las obsesiones
equivoco y lo propio del mismo es
propias del siglo XVIII: el concepto
el engaño, y el enredo es lo que lo
de humor a lo Moliére, la idea de
siml::ldiza mejor. Yeso es lo que,
educación de ~tfn y esa linea
con intención moral y pedagógica,
que, como las armas y divisas de
se tematiza y se foonaliza aqul.
un escudo, cruza los nombres de
Estamos en el Lrnbral del siglo
Marivaux, Goldoni y Beuamarchais. XVIII, pero visto desde una
Hay en Moreto una moral próxima
perspectiva propia de la mitad del
a la de Horacío y también, en la
siglo XVII: estamos no tanto en lo
intención, a la de Lucllío: una
ya sido corno en lo que está
paideia teatral que hunde sus
dejando ya de ser; en ese instante
raíces en Meandro y en Terencio y
en que lo vieíO que muere coincide
que, mezclada con la novela y con
con lo nuevo que apu~ta, sin que
la lírica, se caracteriza por la
lo pñmero se diluya del todo ni lo
psicología plástica de los
segundo inicie su natural fluir. •B
personajes y la correspondencia
lindo don Diego• es una vigilia
entre lenguaíe, persona y
cronológica y, por ello, un
situación. La de Moreto es una
rompeolas de estilos y de temas
comedia muy sabiamente
también.
construida, en la que la solidez de •
La cuidada versión del poeta
la estructua sustentada casi no se I'José Garcia Nieto da cuenta de
nota por lo ligero, rápido,
las sierpes de su esculpido metro
concatenado y aéreo del hilo
y de las circunvoluciones de su
ordenador de tanto movimiento y
envolvente ritmo, que es, como el
por la progresiva multiplicidad del
nuestro ahora, finisecular y que, tal
enredo, que es lo que profundiza
vez por ello, proyecta como una
solidaridad cómplice que nos
r9Slita íntima, nuestra, famil&'.
Francisco Portes, que -y no es
metáfora- ha nacido Sobre las
tablas de la escena y está hecho
de su materia misma, conoce,
como muy pocos, nuestro teatro
IJ
12
DON DIEGO
clásico y sabe qué y dónde y
cómo y cuándo es lo que del
amplio abanico de su repertorío
conviene reponer y cuáles son las
obras que, en cada momento,
conviene rescatar. Su puesta es
escena de •El lindo don Diego• de
Morato es insuperable, y su
interpretación del personaje y su
dirección también. Con un mínimo
de medíos, esta compañía logra
unas intensidades máxinas;
resuelve con elegante acierto la
intermitencia de las transiciones y
-lo que hoy es pero que muy rarosabe decir, y dice, en su exacto
sonar, el verso clásico; combina
gesto y palabra, pausa y fluencía,
silencio y voz. Portes -con Moreto
como escudo- expone que nada
es lo que parece sino que todo es
lo que cada uno cree.
Moreto escribe un drama
satírico: una moralización. Su
técnica es la ironla correctora, y su
estrategia, la del juego de espeíos,
la inversión de papeles, el auce
de los signos y la aparente,
supuesta y real permeabilidad de
todo ello en la confusión que es su
convivencia. Mosquito y Beatriz
son los criados que atraviesan en
toda su extensión el escenario y
que cumplen lo que enuncia
Ba~in: sólo ellos conocen las
cosas y la casa en todos sus
secretos y pueden informar de ello
al público y recorrer todos los
niveles a la vez. Adolfo Pastor
encama con éxito la gracia y
geografía mental y moral del
primero, y Carmen Robles
Interpreta un concéntrico y doble
papel de la segunda: el de criada y
el de falsa condesa, y se luce
tanto en la conversión de uno en
otro como en cada uno de los
dos. Su parodia de la lengua de la
clase alta, y pretenciosa, del
Selcientos es perfecta. Morato se
sirve de ella para fustigar
determinadas propiedades del
habla de los cultos y critica
explidtamente el discl.rso poético
de Góngora en una triple critica
que es lingülstica, literaria y social.
C'..onvierte a don Tello en narrador y
hace una víctima ridlcula del
enamoradísimo don Juan: señala
lo cómico ele su figura trágica, del
mismo modo que, en don Diego,
describe y descui:J(e lo trágíco que
hay en su figura cómica. Todo ello,
dentro de un coníunto ordenado y
medido, con las evoluciones de
los bailes que otorgan vistosidad y
animación al espectáculo, y con
un feminismo que empieza a
denunciar la injusta situación de la
mujer y a exigir respeto hacia la
libertad de su persona. Francisco
Portes es un actor puro. Salimos
del Bellas Mes con ese arcoiris de
emociones que es la palabra bien
dicha y bien hecha. Salimos
convencidos de que el teatro es la
experiencia de esta emc:x:ión.
Gracias, Portes, por esta
naturalísima vivencia de los
clásicos que nos aclaran, en su
espejo, la dualidad de nuestro
oscuro tiempo y la ridiculez de
nuestro móvil yo. •
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