Devoción Eucarística de Santa Clara

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FRANCISCANAS MISIONERAS DE LA MADRE DEL DIVINO PASTOR
PROVINCIA “NUESTRA SEÑORA DEL PILAR” / ARGENTINA - BOLIVIA
Devoción eucarística de santa Clara
Clara y la Eucaristía
FRANCISCANAS MISIONERAS DE LA MADRE DEL DIVINO PASTOR
PROVINCIA “NUESTRA SEÑORA DEL PILAR” / ARGENTINA - BOLIVIA
Fuente: Rinaldo Falsini, Eucaristía.
Dizionario Francescano, Edizioni Messaggero, Padova, 1983,538-541.
Traducción de Fr. Tomás Gálvez
Clara de Asís se revela también como una auténtica intérprete y
copia fiel del padre san Francisco. En sus escritos faltan enseñanzas
de especial importancia sobre el misterio eucarístico, pero su vida,
según los testimonios de los le estuvieron cerca, fue la lección
incomparable de su conciencia de la centralidad de la eucaristía, de
su fe luminosa y de su amor apasionado por el sacramento del altar:
las mismas características de Francisco.
En el proceso de canonización sus hijas compiten en recordar su
gran fe y conmoción mezclada de temor, cuando se acercaba a la
mesa eucarística. "Y dijo que dicha madonna Clara se confesaba
muchas veces, y recibía a menudo el santo sacramento del cuerpo de
nuestro Señor Jesucristo, mientras temblaba toda ella, cuando lo
recibía" (Proc 2, 11); "y, de manera especial, derramaba muchas
lágrimas cuando recibía el cuerpo de nuestro Señor Jesucristo" (Proc
3, 7).
Mientras en los escritos de san Francisco y en los distintos
testimonios se habla de cuerpo y de la sangre, a propósito de Clara
no se hace referencia a la sangre, confirmando tal vez la
desaparición de la comunión con el cáliz, debido al desarrollo de la
devoción a la hostia. La referencia a la confesión, motivada por el
deseo de purificación y por la conciencia de la propia indignidad,
está en línea con la recomendación de san Francisco y con el uso, en
vías de desarrollo, de la confesión frecuente (cf. LsCl 42; Proc 3, 24).
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En Clara reaparece con una nota de ternura típicamente femenina la
misma devoción de Francisco por la eucaristía, incluido el interés
por los objetos de culto: "Los hechos demuestran lo intenso que fue
el amor devoto de santa Clara hacia el sacramento del altar. Porque
en la grave enfermedad que la obligó a guardar cama se hacía
levantar y sujetar por detrás con apoyos; y, sentada, hilaba tejidos
delicadísimos. De ellos sacó más de cincuenta pares de corporales,
que enviaba, guardados en bolsas de seda o de púrpura, a varias
iglesias por la llanura y los montes de Asís. Y, cuando iba a recibir el
cuerpo del Señor, primero derramaba cálidas lágrimas y,
acercándose luego con temblor, al que se esconde en el sacramento,
no menos que al soberano del cielo y de la tierra" (Leyenda de santa
Clara 28).
En la Regla de santa Clara se establece la comunión siete veces al año
(RsC 3). La norma, aparentemente limitadora, es un notable paso
adelante, una amplia concesión, si se considera en el contexto de la
época.
A diferencia con san Francisco, cuya devoción eucarística, siempre
nítida y robusta, es inmune a cualquier elemento milagroso, a santa
Clara se le atribuyen dos prodigios, no diferentes de los ya conocidos
por los escritos de medidos del siglo XIII. El primero se refiere a la
visión de un niño sobre la cabeza de Clara, mientras comulgaba: "La
testigo vio sobre la cabeza de la citada madre santa Clara un
esplendor muy grande, y le pareció que el cuerpo del Señor fuese un
niño pequeño y muy hermoso" (Proc 89, 10).
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El otro, narrado en repetidas ocasiones, se refiere en cambio a la
oración de Clara delante del sacramento, para alejar a los
sarracenos del asedio al monasterio y a la ciudad de Asís, que
también se desarrolló luego en la tradición iconográfica, según la
cual ella habría mostrado la pixis con la hostia para bloquear a los
enemigos. Mientras algunas testigos hablan de la simple intercesión
de Clara (Proc 2, 20; 3, 18; 4, 24; 10, 9; 12, 8), una de ellas refiere, en
cambio, que la santa "se hizo poner delante una cajita donde estaba
el santo sacramento del cuerpo de Nuestro Señor Jesucristo. Y
echándose en oración, tendida en el suelo, oró con lágrimas..." (Proc
9, 2).
Si en ambos relatos se atribuye el prodigio a la intercesión de la
santa, en el segundo destaca la fe adoradora de Clara de un modo
(postración ante el sacramento) que indica el progreso y la difusión
del culto eucarístico en el mismo monasterio de San Damián. El
episodio revela probablemente una costumbre de la santa, que se
incluye con su gran fe en el movimiento devocional de la época.
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