Revista Stilus, número 7 - Asociación cultural Hispania Romana

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ISSN 1989-9750
Aestas 10
VII
Verano 10
LA REVISTA DE LA ASOCIACIÓN CULTURAL HISPANIA ROMANA
¡Crisis!
Tiempos de cambios
y turbulencias
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CARTA DEL DIRECTOR
El mito de la quietud
H
ay conceptos que parecen
llamados a la gloria y la
fanfarria. Palabras cuya
mención concita sugerentes visiones de grandeza y prosperidad. Para
muchos, la antigua Roma podría entrar dentro de este grupo, quizá por
sus estrechos lazos con el Imperio
(otro término, por cierto, que pide a
gritos relucientes letras de bronce).
Sin embargo, si dejamos de lado
lecturas simplistas, la Historia se
muestra turbia y rica en matices. Por
debajo del oropel, la conquista del
mundo conocido deja de ser el destino inmanente de un pueblo elegido,
como algunos autores clásicos se
empeñaron en demostrar. Los éxitos militares, paradójicamente, son
el origen de mayores desigualdades
sociales y conflictos internos.
Hoy en día, cuando la persistente
melancolía económica nos recuerda
que ningún sistema es imperecedero, quizá sea un buen momento
para estudiar cómo salieron nuestros
antepasados de los apuros. En ese
sentido, Roma es un buen banco de
pruebas, dado que durante cientos de
años la ciudad se enfrentó a situaciones extraordinarias.
De este vasto muestrario de desastres, el presente número de Stilus
ha seleccionado algunos ejemplos y
las reacciones que suscitaron entre
los contemporáneos. Las experiencias del pasado no son directamente transferibles al presente pero enseñan que el pavor al cambio suele
conducir a respuestas fallidas. En
tiempos remotos encontramos los
mismos miedos e inercias que en la
actualidad siguen impidiendo enfocar los problemas desde perspecti-
la viñeta
Por El Kuko.
vas novedosas. Negación, pasividad,
irreflexión o la contumaz aplicación
de fórmulas obsoletas son recursos
con los que el ser humano ha creído
poder dar esquinazo al cambio, como
si este fuese un acreedor despistado.
Por encima del inmovilismo de
ciertas gentes, el dinamismo de la
Historia siempre acaba desplazando
a los inadaptados. La misma Roma
se sobrepuso a miopías circunstanciales para reinventarse durante siglos. Más allá del abstracto término
de “los romanos”, las enormes diferencias entre un patricio de la época
monárquica, un lusitano recién romanizado o un liberto del siglo III
constituyen el mejor ejemplo del vitalismo de una civilización vigorosa.
[email protected]
Portada: Fotomontaje con moneda
del siglo III. De fondo “La invasión
de los bárbaros”, de Ulpiano Checa.
es una publicación de
Dirección: Roberto Pastrana.
Consejo Editorial: Alejandro
Carneiro, Francesc Sánchez y
Enrique Santamaría.
Corrector: Paco Gómez.
Maquetación: Roberto Pastrana.
Colaboran en este número Marco
Almansa, Rosario Cebrián, Alberto
Fuentevilla, Francisco José García
Valadés, Fernando Jimeno, Óscar
Madrid, Juan Antonio Martín Ruiz,
Salvador Pacheco, Inés Sastre,
David P. Sandoval, y Enrique
Santamaría.
Correo: [email protected]
rostra
Sit tibi terra levis
E
PACO GÓMEZ
Corrector de Stilus
l pasado 17 de febrero, cerca de cumplir los
90, nos dijo adiós Hans Henning Ørberg. El
maestro danés dedicó su vida a la enseñanza de idiomas. Padre de la renovación didáctica de
la lengua latina, se ganó la admiración y cariño de
profesores y estudiantes de latín en todo el mundo.
Se licenció en inglés, francés y latín. Ejerció la
docencia en varios centros daneses. Pero fue en el
Instituto para la Enseñanza de las Lenguas según
el Método Natural, en Copenhague, donde cumplió
su sueño de elaborar un nuevo Curso de Latín. Su
método latino –posteriormente revisado y mejorado– y su entusiasmo por la docencia son el generoso legado del profesor a los herederos de la cultura
romana y latina.
“Lingua latina per se illustrata” es, posiblemente, el mejor curso moderno de enseñanza del latín.
Enteramente en lengua latina, el curso está basado
en el método de aprendizaje inductivo-contextual.
Esto permite al estudiante comprender los textos
latinos, tanto el vocabulario como la gramática,
de una forma natural, intuitiva y gradual. El propio contexto y las ilustraciones permiten aprender
la lengua sin necesidad de un diccionario, ni de la
tediosa memorización sistemática que aburrió a los
estudiantes de varias generaciones.
Desde las primeras lecciones, el alumno es acogido por una familia romana con la que comparte
las travesuras de sus chicos en el colegio y la vida
tal como era en el siglo segundo. Con el paso de
los capítulos, el estudiante vive una inmersión en
la cultura romana que le permite comprender los
textos latinos, sin necesidad de traducirlos (!), y
de aprender la morfología y la gramática como la
aprende un niño, por el propio contexto de la historia. Quienes hemos disfrutado de esta experiencia,
estaremos eternamente agradecidos.
El maestro dedicó sus últimos años a la difusión
de su método impartiendo conferencias por el mundo, también en España. Y continuó trabajando de
manera infatigable hasta publicar la última de sus
ediciones didácticas, el “Ars Amatoria” de Ovidio,
poco antes de fallecer. Fue su último esfuerzo por
acercarnos la literatura latina de forma auténtica, en
sus textos originales.
El catedrático José Manuel Roldán afirma que
el mayor legado que hizo Roma a nuestro país es el
idioma. Hans Ørberg pone ese tesoro incomparable
a nuestro alcance. Gracias, maestro. Que la tierra te
sea ligera. Sit tibi terra levis.
en este número
tema del número
las crónicas dicen...
4
mi aliado, mi enemigo. Por
Fernando Jimeno.
las crónicas dicen...
10
estalla la burbuja inmobiliaria. Por Enrique Santamaría.
la huella de las legiones
18
la república, en jirones.
Por Francisco J. García Valadés.
arte y cultura
22
los gustos del periodo
sombrío. Por Marco Almansa.
las crónicas dicen...
26
el dinero pierde su
valor. Por Juan Antonio Martín.
arqueología
30
carreras sobre las
lápidas. Por Rosario Cebrián.
el rincón de esculapio
34
¡dónde hay un médico!
Por Salvador Pacheco.
entrevista
38
maría cruz cardete. Por Roberto Pastrana.
firma invitada
42
¿Son rentables los
esclavos? Por Inés Sastre.
asentamientos hispanos
44
valentia. Por Gabriel Castelló.
arte y cultura
48
siglos de conocimiento se
desvanecen. Por Juan Antonio Martín
arqueología
52
un embalse disfrazado en
consabura. Por Roberto Pastrana.
entrevista
56
Lindsey davis. Por A. Carneiro.
noticias hr
58
breviarium
64
ludoteca
68
república de roma. R. Pastrana.
Para saber más sobre este método, se puede visitar la página de
la Asociación Cultura Clásica, en la siguiente dirección:
www.culturaclasica.com/lingualatina/index.htm
Roma victor. Por Alberto Fuentevilla.
la cinemateca de clío
gladiator. Por David P. Sandoval.
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LASCRÓNICASDICEN...
LA GUERRA SOCIAL
Mi aliado, mi enemigo
A principios del siglo I a. C. Roma era ya el imperio más extenso del Mediterráneo. Sin embargo, la República seguía anclada en los planteamientos de una ciudad-estado en la que las decisiones emanadas de la metrópoli debían ser acatadas sin dilación en todos sus territorios. Los
aliados no tenían ningún papel en los órganos decisorios. La frustración de las ciudades itálicas,
acumulada durante siglos de dominación, estalló en 90 a. C.
Por Fernando Jimeno.
Algo fallaba en la relación entre las
ciudades itálicas y Roma. Algunas
de las primeras comunidades en entrar en contacto con su fuerza emergente ­—y las más romanizadas—
sentían una honda desafección por la
metrópoli. Este sentimiento se podía
detectar incluso en algunas que mostraron su adhesión inicialmente. Ya
a finales del III a. C. Aníbal puso en
evidencia esta falta de sintonía cuando, después de atravesar los Alpes,
logró importantes apoyos en suelo
itálico. El episodio cartaginés se resolvió con muchísimo esfuerzo pero
no sirvió para acometer reformas
Encaramado en un risco de los Apeninos, Corfino fue
elegida como capital del levantamiento itálico.
políticas que suavizasen las relaciones de Roma con su entorno. Tiberio
Graco en el 133 a. C., y posteriormente su hermano Cayo, pretendieron solucionar las tensiones, pero
sus respectivos intentos no sólo no
fructificaron sino que acabaron con
el asesinato de ambos.
La muerte de los Graco zanjó
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cualquier posibilidad de reforma.
Roma seguiría rigiéndose por un sistema político que se había mostrado
adecuado para dirigir una potencia
regional, pero que daba muestras de
ineficacia a la hora de canalizar las
aspiraciones locales de un imperio
que se extendía por gran parte de las
penínsulas ibérica e itálica, Grecia,
parte de Asia Menor, Oriente Próximo y el norte de África. El hecho de
que las clases nobles romanas se hiciesen con la explotación de grandes
latifundios en los nuevos dominios,
soliviantaba el ánimo de sus gentes y
tensaba las relaciones.
En la primera década del siglo I a.
C., hizo su aparición un personaje fundamental en el desarrollo de los acontecimientos. Su nombre, Marco Livio
Druso. Procedente de una familia
aristócrata (ya su padre había llegado
a cónsul), el joven Druso fue elegido
tribuno de la plebe en el 92 a. C. con
el apoyo de diversos nobles, entre los
que se encontraba el ilustre senador M.
Emilio Escauro. Esta facción aspiraba
a devolver al Senado su preeminencia
de antaño, sirviéndose de la demagogia
y entusiasmo del tribuno para atraerse
a las clases más desfavorecidas.
Druso realizó una política muy
Los principales
líderes populares de
finales del siglo II
y principios del I a.
C. sucumbieron en
desórdenes callejeros
provocados por sus
adversarios. Grabado
de M. Burghers sobre
la muerte de Tiberio
Graco.
la clase dirigente, o no quería ver, o
miraba a otro lado.
M. Livio Druso
abanderó la extensión
de la ciudadanía pero
su postura le llevó a
la muerte en 91 a. C.
favorable para la plebe, repartiendo trigo a precios casi simbólicos y
tierras para los más desfavorecidos.
También propuso la creación de nuevas colonias. Tal vez respondiera a
una vieja aspiración de su padre, ya
fallecido. Por otra parte, Druso se
atrevió a lanzar proclamas en favor
de la concesión de la ciudadanía a los
itálicos, una aspiración largamente
ansiada entre unas comunidades en
las que la romanización era un hecho
desde siglos atrás. Por fin, y después
de tanto tiempo, las reivindicaciones
de los aliados peninsulares parecían
encontrar respuesta. Sin embargo, la
inclusión de la cuestión itálica en el
programa de Druso no se veía con
buenos ojos en la metrópoli. Era un
asunto que no admitía demoras, pero
Las posturas se radicalizan
En el año 91 a. C., un sector itálico intentó acabar con la vida de los cónsules de ese año, Lucio Marcio Filipo y
Sexto Julio César. La amenaza que se
cernía sobre ambos fue conjurada por
el propio Druso al poner sobre aviso
a Marcio Filipo. Asimismo, abortó
la marcha de un ejército marso compuesto por diez mil efectivos, al mando de Popedio Silón, amigo de Druso.
Pese a que Druso desactivó las
amenazas más inmediatas para la República, las grandes fortunas romanas
con intereses económicos en toda Italia empezaron a ver con preocupación
los encendidos discursos del tribuno,
en los que creían adivinar a un nuevo Graco que amenazaba su posición.
Con la concesión de la ciudadanía a
los aliados, sus privilegios se verían
amenazados por las grandes familias
itálicas, con las que mantenían fuertes
fricciones. Hasta ahora estas disputas
acababan en un tribunal que fallaba
invariablemente a favor de la nobleza romana. Las facciones senatoriales
rivales aparcaron sus diferencias y se
alinearon para hacer frente a la política de Druso.
En la vertiente política, las reformas de Druso tenían que vencer numerosas resistencias. Para las grandes
familias senatoriales que podían acceder a una magistratura, el elevado
número de votantes representaría un
gran montante para sobornos en las
elecciones. En esta situación, el control de los resortes políticos se volvía
más dificultoso para las élites. A pesar
de incrementar la relevancia política
del pueblo, el descontento también
llegó a la plebe romana, que no quería
compartir sus privilegios por miedo a
que se vieran disminuidos.
Aquella situación no podía durar.
Amenazaba la estabilidad del sistema.
Muchos creyeron que la propia Roma
estaba en peligro. Algo tenían que hacer con rapidez, si querían que el Estado siguiera como hasta entonces.
Corría el año 91 a. C. cuando Druso fue asesinado a la entrada de su
casa. No era la primera vez, ni sería
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Territorio y colonias romanas
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La rebelión se generaliza
Las medidas punitivas del Senado
hicieron que la revuelta prendiese
a lo largo de la Península. Toda la
bahía de Nápoles se alzó en armas
contra Roma: Sorrentum (Sorrento),
Pompeia (Pompeya), Herculaneum
(Herculano). Antiguas ciudades de
Italia en el 100 a. C.
Pi
la última, que las facciones tomaban
las calles y se desataba la violencia.
Muerto Druso, los senadores contrarios a sus propuestas pensaron que
todo su programa quedaría olvidado.
Más allá de olvidarse, despertaron
un creciente odio hacia todo lo romano entre las gentes itálicas. Tras
la desaparición del tribuno, no existía ningún vínculo con Roma. Sólo
era cuestión de tiempo que estallara
la guerra.
Un trágico episodio aceleró los
acontecimientos. Un emisario enviado por el Senado, el pretor Quinto Servilio, llegó a Asculum (Áscoli). Las palabras del pretor, llenas de
prepotencia, pidiendo la sumisión,
soliviantaron a los nobles locales.
Quinto Servilio fue asesinado. El
pueblo llano de la capital picena se
lanzó a las calles asesinando a todo
aquél que simpatizara o fuera romano. Las noticias de este funesto
hecho llegaron a Roma. Las gentes
pasaron del horror inicial a la indignación, solicitando algún tipo de
satisfacción, al tiempo que hacían
responsable de los acontecimientos
a todos los aliados. La marcha hacia
la guerra era imparable.
Sin interés por rebajar la tensión política, el Senado endureció
su postura. La política del desaparecido Druso fue tomada como una
sedición en contra del Estado. Se
aprobó la Lex Varia, por la que los
seguidores del tribuno fueron perseguidos con ferocidad por traidores.
Las denuncias comenzaron a llover
en Roma. Nadie que hubiera tenido
simpatía por Druso estaba a salvo
de ser denunciado. Sin embargo, la
nueva ley, para decepción de la clase
dirigente, no cosechó los frutos esperados puesto que muchos sectores,
disconformes con este proceder, se
apartaron de dichas prácticas.
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Nola
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Pompeia
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la Campania, Capua y Nola, tradicionalmente aliadas de Roma, no
dudaron un instante en coger la espada para alinearse con sus hermanos
itálicos. Los viejos agravios, nunca
resueltos, estallaron a las puertas
de la ciudad eterna. Toda Italia central ardía en la hoguera de la guerra.
Otros pueblos ansiosos de deshacerse del yugo romano se unieron a estos. En las zonas septentrionales se
levantaron los marsos, vestinos, picenos, marrucinos y pelignos. Samnitas, campanos, lucanos, en la parte
meridional de la Península. Umbros
y etruscos se unieron a la revuelta,
pero fue sofocada con rapidez. A todos estos pueblos, se sumaron los ga-
O
los de la Traspadania. La conciencia
nacional arraigó en el pensamiento
colectivo itálico. En el transcurso de
la guerra, las distintas zonas rebeldes
se organizaron en un estado federal
con el nombre de Italia, con capital
en Corfinium (Corfino).
El ejército romano se enfrentaría a
otro de sus mismas características. Los
itálicos habían aprendido a combatir
junto a los romanos. El equipamiento de un soldado romano e itálico era
prácticamente el mismo. Los mandos
militares itálicos seguirían las tácticas
romanas para intentar vencer a Roma.
Muchos historiadores discuten si este
conflicto es una guerra civil, por la similitud de los ejércitos en liza.
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Al mismo tiempo, en Asia otra
amenaza se alzaba contra Roma. Mitridates, rey del Ponto veía con simpatía la revuelta que sacudía a su más
enconado enemigo. Los rebeldes le
pedieron ayuda, puesto que los comerciantes itálicos disponían de sólidos
lazos comerciales con Asia. El Senado, conocedor de estas negociaciones,
vio en ellas una excusa perfecta para
acabar por fin con Mitridates y, por
ende, restablecer la preeminencia en
aquella parte del mundo. Pero antes
de acometer la conquista del Ponto, la
tarea primordial pasaba por acabar de
una vez por todas con la guerra que
arrasaba sus territorios.
La Península Itálica estaba partida en dos frentes. Los cónsules del
año 90 a. C. se desplazaron al teatro
de operaciones de inmediato. Rutilio
Lupo marchó al frente marso. Popidio Silón comandaba a las fuerzas
rebeldes. Entre los legados que Lupo
tenía bajo sus órdenes se encontraban tanto Pompeyo Estrabón, padre
de Pompeyo Magno, como el propio
Mario y Servilio Cepión, enemigo
irreconciliable de Livio Druso. Estrabón, gran latifundista del Piceno, fue enviado a esta región para
someterla. Por su parte, el cónsul
Lucio Julio César, marchó al sur, a
territorio samnita. Contaba entre sus
legados con Lucio Cornelio Sila,
el futuro dictador. Ambos ejércitos
consulares tenían como objetivo aislar a los alzados en los dos frentes
abiertos y que no tomaran contacto.
En caso contrario, la supervivencia
de Roma estaría en grave peligro.
La muerte en combate de Rutilio
Lupo en el 90 a. C. dejó a su colega
Lucio Julio César como único cónsul y por tanto, comandante en jefe
de todos los ejércitos. No obstante,
el mando en la zona norte recaía en
los legados Mario y Servilio Cepión.
Este último moriría en batalla, dejando el mando supremo a Mario, quien
a pesar de ser romano, era observado desde las posiciones itálicas con
simpatía. Con él al mando, podía vislumbrarse una solución pactada, algo
imposible con Cepión.
El frente sur era una auténtica pesadilla, ya que el cónsul Lucio César
Soldados en marcha. Detalle del Paisaje del Nilo, mosaico de principios del siglo I a. C.
era incapaz de frenar las acometidas de
los rebeldes que comandaba un samnita, Papio Mutilo. Una tras otra, las
ciudades sureñas cayeron en sus manos. Tras la toma de Aesernia (Isernia)
por los itálicos, el tan temido contacto
entre el frente norte y sur tuvo lugar.
El camino entre una zona y otra estaba
expedito y Roma parecía desahuciada
a merced de la diosa Fortuna.
La solución política gana adeptos
Tras un año de guerra, el balance
para la ciudad el Tíber era desolador. Las derrotas se sucedían y el
esfuerzo bélico parecía inútil. El
cansancio de ambas partes y las
enormes bajas sufridas por ambos
ejércitos hacían urgente una solución al conflicto que satisfaciera a
todas las partes implicadas. En este
sentido, Lucio César sólo veía una
salida a la situación, y no era la guerra; sino política. La Lex Julia otorgó la ciudadanía a todas las comunidades que no se habían levantado en
armas contra Roma.
La avalancha de solicitudes de
ciudadanía desbordó a la administración romana. La ley había asestado
El auge de las ciudades
Una de las repercusiones de la
Guerra Social fue la extensión a
toda la Península Itálica de las
instituciones políticas de Roma. A
raíz del reconocimiento de las ciudades latinas e itálicas como municipia civium romanorum estas
instauraron organismos similares
a los de la metrópoli para desarrollar sus derechos recientemente
adquiridos. Se dotaron de magistraturas locales (los quatuorviri,
esto es, dos duumviri y dos duumviri aediles), un senado o curia
municipal y una asamblea popular
(ver Stilus 3). Estas instituciones asumieron ciertos poderes y
funciones jurisdiccionales antes
reservados a la propia Roma. El
proceso fue complejo y los cambios que acarreó no se produjeron
de inmediato ni se podrán considerar concluidos hasta que César
abra en el 49 a. C. las puertas del
Senado a un importante número
de senadores provinciales.
La
municipalización
tendrá
grandes repercusiones políticas y
sociales. La ciudad se configurará
como el marco imprescindible para
ejercer los derechos propios del
nuevo estatus de ciudadano. Asimismo, la Urbe será el escenario
de la vida social y económica, en
contraposición con el campo, relegado a su condición productiva y,
en caso de las élites, de lugar de
descanso y ocio.
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un duro golpe a los sublevados, que
desde la distancia, veían con envidia
como sus hermanos latinos conseguían de forma pacífica algo por lo
que ellos morían.
Fue el primer paso para desintegrar la unidad de los itálicos. La paz
estaba cerca, pero Roma quería dictarla desde una posición fuerte, incontestable. Para ello el Senado promulgó una nueva ley. La Lex Plautia
Papiria permitía a los propios par-
ticulares, con independencia de la
zona de residencia o de su postura
en la guerra, acceder a la ciudadanía
sólo con presentarse al pretor urbano encargado. Se buscaba dividir
a los rebeldes que continuaban con
la guerra. Para muchos itálicos esto
representó el final de la lucha. Sus
aspiraciones estaban satisfechas. La
guerra ya no tenía sentido.
A pesar de todo, la lucha continuaba en diversos sectores por el temor
a la venganza de los romanos por los
acontecimientos de Asculum. En el
sur, los samnitas continuaban con las
hostilidades. Su sociedad, muy atrasada en comparación con otras zonas
itálicas, y la poca penetración de la
cultura romana hicieron que su lucha
fuera más desesperada.
Los cónsules del año 89 a. C.,
Pompeyo Estrabón y Lucio Porcio
Catón, promulgaron una nueva ley
que otorgaba el derecho latino a to-
Pequeñas historias tras la caída de Áscoli
La Guerra Social supuso un paso
más en la configuración del ejército
como herramienta política. Superado por las vicisitudes bélicas que
amenazaban la ciudad, el Senado
se vio obligado a dar un gran margen de maniobra a sus generales.
Algunos de ellos no tuvieron reparos en utilizar sus amplios poderes
para ejecutar órdenes que forzaban el marco legal. Sabemos, por
ejemplo, que Cayo Mario, “hombre
nuevo” (es decir, que no procedía
de las grandes familias nobiliarias)
y romano de tercera o cuarta generación, no tenía reparos en conceder la ciudadanía a las tropas
auxiliares itálicas o de cualquier
procedencia que se distinguieran
en el combate. Pompeyo Estrabón,
junto a su consejo en el que se encontraban su propio hijo Pompeyo, Cicerón y Catilina, tampoco le
iban a la zaga. El llamado Bronce
de Áscoli, un documento legal inscrito sobre metal, atestigua que el
cónsul concedió la ciudadanía a un
contingente de caballería de la Península Ibérica. Proveniente quizás
de la Hispania Citerior este destacamento se distinguió por su valor
y determinación en la toma de la
ciudad de Asculum.
La caída de la capital del Piceno, en el 89 a. C., fue un hecho de
armas decisivo a la hora de cerrar
el frente norte de la guerra. La victoria sobre los rebeldes supuso la
concesión a Pompeyo Estrabón del
derecho a celebrar el triunfo en
Roma. Entre los cautivos que desfilaron por las principales calles de la
Urbe se encontraba un niño picentino llamado Publio Ventidio Baso
que, aunque vencido, obtuvo su recompensa: la ciudadanía romana.
Años después Ventidio reaparece en las crónicas como protegido
de Julio César. Como tal, recibe los
dardos de Cicerón, que le tilda de
mulero de las legiones. Más que
un mozo encargado de las mulas,
algunos historiadores creen que el
cautivo picentino se había convertido en un contratista que suministraba animales de carga al ejército.
Sea cual sea la versión correcta, el
mote de mulero persiguió a Ventidio durante todo su ascenso social.
Legado de Julio César en la Galia
y el más grande general con que
contó el triunviro Marco Antonio en
su aventura oriental, Publio Ventidio Baso personifica el caso del
joven que se repone de un revés
para cumplir su sueño: comandar
legiones.
Bronce en el que aparece
mencionada la turma salluitana,
los jinetes hispanos que se
destacaron en la toma de Áscoli.
9
verano·2010
das las comunidades traspadanas.
La ley llevaría el nombre de su valedor: la Lex Pompeia.
Las leyes promulgadas redujeron
la resistencia a las áreas en torno
a las ciudades de Nola y Aesernia.
Para entonces, los dos líderes militares rebeldes, Papio Mutilo y Popedio Silón, habían muerto. Descabezados sus ejércitos, la lucha se
reducía a una desesperada supervivencia.
En el norte, Pompeyo Estrabón
avanzó hacia el principal núcleo de
resistencia, Asculum, cuya caída y
posterior expolio disolvió el movimiento rebelde septentrional. En el
sur, Cornelio Sila llevaba a cabo una
represión sangrienta contra los samnitas. Tal vez su actitud respondiera
a la venganza, que por fin Roma se
tomaba, por la vieja afrenta nunca
olvidada de las Horcas Caudinas.
Roma podría perdonar, ser generosa,
pero nunca olvidaba.
El problema se cierra en falso
A finales del consulado del año 89
a. C. el problema bélico estaba prácticamente resuelto. Las concesiones
políticas desmontaron la lucha armada. Excepto el foco rebelde de
Nola, que tardaría casi diez años
en caer, los demás enclaves itálicos
pasaban página y se aprestaban a
dotarse de instituciones similares a
las de Roma, con el objeto de encuadrarse en el esquema organizativo de la metrópoli. Sin embargo,
las élites senatoriales no estaban
dispuestas a que la ampliación del
censo (algunos historiadores calculan que el número de ciudadanos se
duplicó hasta llegar a los 900.000)
revolucionase el entramado que sostenía su preeminencia.
Con un golpe de mano legal, el
Senado decretó que los nuevos ciudadanos itálicos fuesen encuadrados
en diez nuevas tribus que se añadirían a las 35 existentes. Esta medida
suponía que las personas a las que se
les acababa de reconocer su ciudadanía, por muy numerosas que fueran,
nunca podrían cambiar el reparto de
poder preestablecido. En los comicia
tributa, la asamblea popular en la
El rey Mitridates fue
durante 25 años una
amenaza para los intereses de Roma en Asia
Menor. Las tensiones
por el control de la
campaña de castigo
contra él derivaron en
una cruenta guerra
civil. A la derecha,
busto de Mitridates,
caracterizado como
Hércules. Museo del
Louvre (París).
que cada tribu tenía un voto, seguía
dominada por la oligarquía senatorial, que sólo tenía que votar en un
sentido para lograr que sus decisiones saliesen aprobadas.
De esta forma, las prerrogativas
políticas hechas en el fragor de la
batalla quedaban virtualmente invalidadas. Las ciudades itálicas, visto
el escaso papel político que les reservaba el nuevo sistema, acabaron
reducidas a meros clientes que apoyaban a su respectivo protector romano. Por su parte, sus ciudadanos
se desentendieron de los problemas
de la República para atender a los
beneficios económicos y sociales
que les brindaba su nueva condición
jurídica.
Las astutas maniobras políticas
lograron, a la postre, salvar temporalmente los privilegios de la nobleza senatorial, aunque fuese a costa de
agravar la crisis institucional. Con el
peligro presuntamente conjurado, las
facciones senatoriales rompieron su
tregua para luchar por las principales
magistraturas del 88 a. C. El objeti-
Foto: Eric Gaba
vo era hacerse con el control de una
lucrativa guerra contra el rey Mitridates VI del Ponto, ansiada por las
principales fortunas de Roma para
resarcirse de un año de conflicto armado en suelo patrio. Pocos advirtieron que la propia República, herida
de muerte, caminaba hacia el colapso. En unos pocos meses, las intrigas
en el Senado espolearon una nueva
guerra, esta vez no social sino civil,
que asolaría el Imperio durante décadas, cobrándose decenas de miles de
vidas. El propio sistema republicano
se contará entre las víctimas de un
conflicto que sus responsables políticos no supieron evitar.
◙
PARA SABER MÁS:
• ROLDÁN J. M. (2007): Historia
de Roma i, Editorial Cátedra.
• HOLLAND, T. (2005): Rubicón,
auge y caída de la República
romana, Círculo de lectores.
10
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LASCRÓNICASDICEN...
RECESIÓN ECONÓMICA
Estalla la
burbuja inmobiliaria
«Una cosa vale lo que alguien está dispuesto a pagar por ella».
Publio Siro
Siglo I a. C.
El año 33 un vertiginoso efecto dominó sembró el terror en los
mercados financieros de Roma. Los compradores eran incapaces de encontrar interesados en sus productos, cuyo precio
empezó a caer en picado. Tras décadas de crecimiento el mundo se enfrentaba a una de sus primeras depresiones globales.
Por Enrique Santamaría.
El año 33 es, según la tradición cristiana, el año de la muerte de Jesucristo. Si así fue realmente, no es de
extrañar que su trágico final pasara
completamente desapercibido fuera
del estrecho círculo de sus fieles seguidores. El mundo se encontraba inmerso en la primera crisis económica
global conocida de la Historia.
Esta crisis no estuvo motivada,
como hasta entonces, por guerras u
otras catástrofes, sino que se produjo
en medio de un prolongado periodo
de paz, seguridad y prosperidad. Sus
causas fueron endógenas, motivadas
por las propias deficiencias del sistema
económico, y sus consecuencias globales afectaron al todo el Imperio.
Un crecimiento sin precedentes
Para comprender el origen de la depresión económica es necesario volver la vista unas décadas atrás. En el
30 a. C. Augusto ha eliminado a sus
rivales por el poder, Sexto Pompeyo
y Marco Antonio, e inicia una nueva
etapa. El Principado se caracterizará
en lo político por la estabilidad y la
renuncia a ciertas libertades en favor
del poder imperial. En lo económico
vendrá marcado por un desarrollo sin
precedentes.
Tras las interminables guerras civiles, conquistas sangrientas y rapacidades republicanas, el régimen de
Augusto trae paz, prosperidad y orden.
La República, que había convertido a
Roma en dueña de mundo, es rápidamente arrojada a los libros de Historia.
Incluso los que afirman desear la vuelta al régimen anterior lo hacen desde
una postura puramente estética. Si alguno va más allá, la discreta pero implacable actuación de los agentes del
imperator pone fin al problema antes
de que nadie aparente enterarse.
Si esto es así en Roma, en las provincias el entusiasmo por el nuevo régimen
es total, tras haber sufrido una conquista brutal y la expoliación republicana.
Augusto, nombrando gobernadores eficaces y moderados, supuso tal cambio
que no es extraño que algunos decidieran adorarlo como a un dios.
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elementos de la crisis
Un tejido económico lastrado
La economía tradicional romana,
la del pequeño agricultor que cultivaba sus tierras y vendía el producto en el mercado local hacía
mucho que casi había desaparecido. Sobrevivía en determinadas
zonas básicamente para atender la
demanda de productos frescos de
las ciudades, pero su rentabilidad
no era muy alta y las deudas ahogaban a los propietarios.
Persistían los grandes latifundios
cultivados por esclavos, la fuente
de la riqueza de la oligarquía tradicional, pero ya no eran la base del
poder económico. Las importaciones desde todo el Imperio, con regiones especializadas en productos
determinado (trigo egipcio, aceite
de la Bética...) estaban mermando
su rentabilidad. Para mantener su
tren de vida los terratenientes no
dudaban en recurrir al crédito, hipotecando sus posesiones.
En cuanto a la industria, Roma
estaba llena de pequeños talleres
artesanales que formaban uno de
los pilares de la economía de la
Urbe. Estos negocios adquirían
materias primás para elaborarlas,
por lo que solían adelantar cantidades importantes de dinero que
esperaban recuperar con las ventas futuras. La crisis se hará notar
aquí con más rapidez, ya que la
disminución de las ventas obligará a sus propietarios a endeudarse
al máximo.
También existían grandes industrias esclavistas que tenían
serias dificultades para competir
con importaciones como las de
la cerámica de la Galia, los salazones de Hispania, los encurtidos
del norte, la ferrería de la Galia
Transalpina… Sólo las industrias
relacionadas con los tejidos (hilaturas, telares, batanes, confección)
siguieron, por lo que sabemos,
prosperando.
En lo que respecta al comercio,
esta actividad parecía haberse convertido en la principal dedicación
de los romanos, llegando a contaminar incluso a la clase política.
«En Roma todo está en venta», se
El desprestigio del trabajo
“Acerca de los negocios y profesiones que pueden considerarse honorables y las que
pueden reputarse viles, reinan
en general las siguientes apreciaciones. Son reprobadas, en
primer lugar, aquellas profesiones que traen sobre sí el odio
de la gente, como las de publicano y prestamista. Así mismo
es indecoroso y vil el oficio de
jornalero, a quien se paga por
el trabajo de su cuerpo y no por
el de su espíritu, pues es como
si por este salario se vendiera
en esclavitud. Son también vi-
les los ropavejeros [...].
Los artesanos ejercen todos
ellos oficios viles, pues nadie
puede ser caballero en un taller [...]. Hay que añadir también los tratantes de perfumes,
los maestros de danza y todo el
gremio de saltimbanquis.
En cambio, aquellas profesiones que requieren una elevada
cultura y reportan crecidas ganancias, como son la medicina,
la arquitectura o la enseñanza
de materias decorosas, son honorables para aquellos cuya posición está acorde con ellas.
burlaba Yugurta al abandonar la
capital. Si esto era así durante los
últimos tiempos de la República,
con el Principado la política había
derivado en una pantomima que
a nadie interesaba. Los romanos
dedicaban el día a buscar oportunidades y regatear. El sobrio Foro
republicano era ahora un lujoso
centro comercial rodeado de despachos de abogados, oficinas bancarias y agencias comerciales.
El pequeño comercio, que apenas en nada se diferenciaba del
pequeño artesanado, convivía con
grandes sociedades mercantiles
que poseían intereses y representantes por todo el Imperio. Dichas
organizaciones se financiaban gracias a un próspero mercado de participaciones. Este sistema permitía
a los capitalistas asegurarse el beneficio diversificando los riesgos.
También facilitaba inversiones
bajo cuerda por parte de senadores
y otros cargos públicos y administrativos. La fusión de negocios y
política fomentaba una peligrosa
tendencia a la creación de cárteles
y monopolios que perjudicaban a
todo el sistema económico.
El comercio, si es al pormenor es un oficio vil. Claro está
que el gran comerciante que
importa multitud de mercancías
de gran número de países [...]
no es, precisamente, digno de
reprobación; más aún, si harto
de ganancias (o mejor dicho,
satisfecho con ellas) pasa del
mar al puerto y del puerto a la
propiedad de la tierra, es digno de alabarle. Pero de todas
las profesiones, ninguna mejor,
más fecunda, más placentera,
más digna del hombre libre que
la de propietario de la tierra”.
Marco Tulio Cicerón
“Sobre los Oficios”
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Los rutas comerciales ahora son
seguras. Los caminos han sido despejados de bandidos y los mares, de
piratas. Por todas partes circulan mercancías. El flujo es especialmente intenso hacia Roma, a donde también
converge el dinero recaudado con los
impuestos. Desde alimentos de primera necesidad hasta sedas y porcelanas
de oriente, una misma caravana pueden transportar perlas y esclavos.
El afán constructivo de Augusto
El emperador se ha apropiado de las
rentas públicas, sin una distinción clara entre su patrimonio y el del Estado (el riquísimo reino de Egipto, por
ejemplo, era un dominio personal de el
César). La nueva Administración del
Imperio recauda con eficacia unos impuestos que entran sin cesar en sus arcas. Los ingresos estimados en un año
normal eran de unos 400 millones de
denarios y los gastos fijos, de unos 290
millones. La diferencia, 110 millones,
era el superávit medio del que el príncipe podía disponer a su antojo. Augusto lo usó para afianzar su régimen.
Actuó en varios frentes, por una
parte se convirtió en la cúspide del sistema clientelar, entregando regalos y
La política expansiva
de Augusto recalentó
la economía con la
afluencia de grandes
riquezas a Roma
premios a políticos y prohombres de
la Administración, financiando carreras y ayudando a los nobles en apuros.
También entregó donativos a la plebe
y financió programas de asistencia,
dejando siempre claro que era el generoso y magnánimo el César el que
empleaba su fortuna en auxiliar a su
pueblo. Financió infinidad de espectáculos y juegos sin reparar en gastos y
mantuvo una platilla de intelectuales,
un verdadero ministerio de propaganda, dispuestos a ensalzar al nuevo amo,
calumniar a sus enemigos y rescribir la
Historia a su gusto.
Pero, sobre todo, se lanzó a un impresionante programa de obras públicas —especialmente en Roma, pero
también en todo el Imperio— que
mostraran al mundo la gloria del nuevo régimen. Fue un éxito absoluto. El
mismo Augusto, en su “Res Gestae”
deja constancia de, al menos, 115
obras públicas, edificios, vías puentes,
acueductos. «Encontré una ciudad de
ladrillo —dijo— y la dejo de mármol».
En el 14 d. C. el primer emperador
muere tras 40 años de reinado. Le sucede su hijo adoptivo Tiberio. Hombre
sobrio, de carácter introvertido y hosco, rechaza todo el boato de la corte
de su antecesor y decide administrar
el Imperio de acuerdo a los parámetros de frugalidad y ahorro que los
antiguos conservadores republicanos
habían afirmado defender. Entre otras
medidas se despide a toda la pléyade
de propagandistas que tan bien habían
servido a Augusto y que, a partir de
entonces, dedicará su considerable talento a socavar su administración, denigrarle y a inventar en su contra las
más fantásticas barbaridades.
Veamos, precisamente, lo que de él
nos cuenta Suetonio: «Tacaño y avariento, jamás asignó un sueldo a sus
compañeros [...]. Una vez emperador
no realizó ninguna construcción de envergadura [...] ni dio ningún espectáculo [...]. Alivió la miseria de algunos
senadores, pero luego, para no tener
que prestar ayuda a más, declaró que
sólo socorrería a aquellos que hubieran justificado su necesidad ante el Senado. Con esta condición hizo que la
mayoría desistiera por modestia y por
pudor». Una política económica que
aún cuenta con la admiración de muchos historiadores.
Dinero fuera de circulación
La política de ahorro del nuevo
César, al no ir acompañadade una
reducción de impuestos, no dio la
oportunidad a la sociedad de remplazar el gasto y la inversión pública por
la privada. La economía se estancó.
La situación era especialmente mala
en Roma que, como capital del Imperio, dependía más que ninguna
otra del gasto del gobierno.
Tiberio, enfrentado permanentemente al Senado debido básicamente a su
incapacidad para comprender el papel
Augusto se enorgullecía de su ambicioso programa de embellecimiento de la
capital. Una de los proyectos que han llegado hasta nosotros es el Ara Pacis.
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elementos de la crisis
Una sociedad endeudada
Aunque prestar dinero con intereses estaba mal visto en Roma y
desde antiguo existían leyes que
pretendían limitar el ejercicio de
la usura, un sistema financiero totalmente libre asfixiaba a amplias
capas de la población. No había
normas sobre plazos, intereses u
otras condiciones, ni nada parecido a una garantía sobre los depósitos. Libre mercado en estado puro.
La forma más eficaz de evitar las
leyes sobre los intereses –y la que
probablemente fuese la más usada
en Roma– son los créditos efectuados al descuento. Este método
funciona así: si el interés legal
era, por ejemplo, del 4%, el deudor declaraba recibir del acreedor
100 denarios y se comprometía a
devolverle en el plazo acordado,
por ejemplo un año, 104 denarios.
La trampa era que no había forma
de controlar cúal era el monto real
del crédito. Si el verdadero interés acordado era por ejemplo, del
13%, se firmaría el mismo documento que antes, pero la cantidad
entregada sería de sólo 92 denarios, sin que hubiese forma de demostrar el fraude.
Este tipo de préstamos tienden a
ser, por naturaleza, a corto plazo ya
que los intereses se pagan al vencimiento y a los acreedores no les gusta
esperar mucho para cobrar por su dinero. Al finalizar el periodo se podía
renegociar la deuda en las mismas
condiciones o en otras nuevas. Estas
renovaciones continuas eran una es-
Libertos enriquecidos
La inmensa mayoría de los profesionales de la banca eran libertos, lo que ha llevado a algunos
autores a cantar la gloria de una
sociedad tan abierta que permitía
que sus antiguos esclavos alcanzaran la misma cumbre del poder
económico. La verdad es que los
libertos estaban ligados moral y
legalmente a sus antiguos amos,
miembros ilustres de la clase dirigente que los usaban como hombres de paja para ocultar su relación con todo tipo de negocios.
Pese a la subsistencia de ciertos lazos, la desahogada situación financiera que alcanzaban
los libertos ricos actuaba como
reclamo para las masas desheredadas. Cada día miles de provincianos arribaban a la capital
buscando su oportunidad. La demanda de trabajadores por parte
de la Administración y los nego-
cios se veía ampliamente satisfecha con estos recién llegados que
en su momento vinieron a ocupar
los huecos dejados por las purgas
de las guerras civiles.
Sin embargo, los que encontraban la estabilidad eran la excepción. La mayoría de la gente
malvivía con pequeños trabajos
mal pagados y trapicheando con
todo lo imaginable. El fin de las
grandes conquistas del siglo anterior disminuyó el brutal flujo de
esclavos y dio alguna oportunidad
a la población libre de conseguir
empleo. Aun así, el reparto de
grano a cuenta del Estado y el
El píleo era el tocado característico de los libertos, aunque
también aparecía asociado a
los Dioscuros, como en esta
escultura del Museo Arqueológico de Nápoles.
pada de Damocles que pendía permanentemente sobre los deudores, a los
que casi se les podía exigir el pago en
cualquier momento.
Los profesionales de la banca se
dividían en grupos según su especialidad. Los argentarii aceptaban
depósitos de los clientes pagando
por ello un interés, concedían préstamos, adelantaban pagos, efectuaban
transferencias de capital (bien como
simple envío de remesas o como
liquidación de operaciones comerciales) y, lógicamente, también cambiaban moneda. Con frecuencia los
argentarii tenían sucursales por todo
el Imperio y representantes o socios
fuera de él. Eran lo más parecido a
la banca actual. Más especializados,
los feneratori adelantaban dinero de
forma rápida a un plazo breve, y los
nummularii valoraban las monedas y
cambiaban divisas.
clientelismo (por el que el cliente
se comprometía a obedecer a su
patrón a cambio de una prestación, normalmente un poco de dinero) eran la base de la economía
de pueblo romano.
Lo poco que se ganaba se
destinaba sobre todo al pago del
alquiler. La vivienda absorbía la
mayoría de los ingresos de una
familia romana.
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de este organismo y el suyo propio en
el régimen diseñado por Augusto decidió tomar una medida que cuadraba
perfectamente con su mentalidad ultraaristocrática y que esperaba le congraciase con los nobles. Quitó al pueblo el
derecho a elegir los cargos públicos y
se lo dio a los senadores. Estos no se lo
agradecieron demasiado, mientras que
la plebe jamás le perdonó.
Las consecuencias de la reforma no
fueron tanto políticas como económicas y sociales. Aunque bajo el Principado las elecciones habían devenido
en un mero reparto de las escasas parcelas del poder nobiliario, el proceso
permitía a la plebe venderles su voto
y lograr así una parte del pastel, bien
directamente, bien a través del sistema
clientelar. Cuando les quitaron ese poder, perdieron la que para muchos de
los ciudadanos de Roma era su principal fuente de ingresos.
La relación patrón-cliente se vio
muy afectada. El emperador ya no actuaba como cúspide del sistema y no
aportaba fondos. El pueblo, sin capa-
cidad de voto, no tenía nada tangible
que ofrecer por lo que los donativos
pasaron a ser, en la práctica, una forma
de caridad. Juvenal lo explica de esta
forma: «Pero, cuando los más altos
cargos calculen [...] cuánto les renta la
espórtula, ¿qué harán los clientes que
de ella sacan la toga, de ella el calzado
y el pan y la leña del hogar?».
Sin gasto público, con el sistema
clientelar devaluado, sin poder, querer
o saber trabajar, la pobreza se extendió
rápidamente. El consumo bajó y los
precios de muchos productos empezaron a caer: los de los bienes de primera
necesidad, los de los alquileres... Incluso los artículos de lujo se abarataron al
disminuir la demanda de la Corte.
Por si fuera poco, el antiguo general resultó ser un gobernante pacifista.
No emprendió ninguna guerra de conquista y se limitó a mantener la seguridad de las fronteras, lo que implicó la
desaparición de uno de los principales
motores de la economía romana durante toda su Historia, especialmente
en la etapa final de la República: los
botines. Por ejemplo, Suetonio confirma que «Cuando –Augusto– transportó a Roma el tesoro real en su triunfo
de Alejandría provocó, para empezar,
tal abundancia de numerario, que el
interés del dinero disminuyó y aumentó muchísimo el valor de las
tierras».
A esto se unía otro factor aun
más fundamental. Tiberio había
reducido bruscamente el gasto,
pero no los impuestos. Cada año la
diferencia entre ingresos y gastos
se acumulaba en las arcas públicas.
La política del César retiraba continuamente millones de esas monedas
del mercado y las enterraba en los sótanos del palacio y de los templos que
guardaban el tesoro público. Lógicamente, las emisiones monetarias
Tiberio, que mantuvo siempre una
relación tensa con el Senado y con la
plebe de Roma, mostró su faceta más
expeditiva durante la crisis del año 33.
Busto del British Museum.
Sensació
reza
n de pob
in cuarto m
es caro u
a
m
a
o
id
R
m
n
«E
una co
..] es cara
a
n
u
en
serable, [.
s
todo
uí vivimos
frugal. Aq
pobreza».
pretenciosa
Juvenal
disminuyeron drásticamente respecto
a la etapa de Augusto.
Cuando un artículo escasea, vale
más. Si el dinero se revaloriza los artículos que se compran con él se deprecian. Si a esto unimos la caída del
consumo provocada por la crisis, se
explica que Roma entrara en una espiral deflacionista continua. El problema
empezó en la propia ciudad, pero la
globalización del mercado lo extendió
al Imperio.
La producción y el comercio se vieron muy afectados, pero la peor parte
se la llevó el sistema financiero. Confiando en una bonanza eterna se habían
dado créditos con gran facilidad, sobre
todo las hipotecas sobre bienes inmuebles «que no podían depreciarse».
Pero ahora el dinero era escaso y por
tanto más caro.
Los intereses, que en época de Augusto oscilaban entre el 4 % y el 6%,
subieron al 8%, al 10, al 15... La escalada era imparable. Se acumularon
los impagados y muchos depositantes, necesitados de efectivo, acudían
a retirar sus fondos. Para no quedarse
sin liquidez se restringió más el crédito, esto hizo caer aun más el consumo y agudizó la crisis pero, sobre
todo, afectó al valor de las fincas,
que muy poca gente podía comprar
sin endeudarse.
Los embargos se sucedían y con
ellos las subastas de propiedades que
no se conseguían vender. Primero fueron las granjas con unos precios en
caída libre: las explotaciones rurales
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elementos de la crisis
La burbuja inmobiliaria
Pese a los esfuerzos que requería
asegurarse una vivienda en la capital del Imperio, las moradas de la
mayoría de las personas dejaban
mucho que desear. Una especulación feroz atenazaba al sector de la
construcción. Una abundante legislación para frenar los abusos e imponer normas competía en eficacia
con la aprobada contra la usura.
La ciudad crecía hacia arriba
para aprovechar al máximo el caro
suelo urbano. Las casas se levantan tan pegadas unas a otras que los
incendios se extendían fácilmente.
No era raro que los derrumbamientos afectasen a las casas colindantes. Juvenal afirma: «Habitamos en
una ciudad sostenida en su mayor
parte por endebles puntales, pues
así es como el casero sale al paso
de los derrumbes […]. Nos invita a dormir tranquilos mientras la
ruina se precipita sobre nuestras
cabezas».
Los pleitos inmobiliarios eran,
junto con las herencias, la principal
fuente de ingresos de los abogados.
Los litigios iban desde puras estafas hasta conflictos entre vendedor
y comprador o las diputas propias
de una ciudad hacinada. Cicerón
narra en sus “Diálogos del Orador”
sendos casos de litigios por la venta
de inmuebles sin advertir de las servidumbres que conllevaban.
Los dueños de las insulae las
alquilaban completas a una arren-
La vivienda del pueblo
En la ciudad de Roma se hacinaban más de un millón de personas (cifra que no volvería a
alcanzar una urbe hasta el siglo
XVIII) en unas condiciones de
salubridad y de seguridad pésimás. Junto a las mansiones de
los ricos se amontonaban las insulae, casas de hasta seis plantas distribuidas en apartamentos
(cenacula) donde los vecinos vivían en alquiler.
Había muchos tipos de insulae,
desde las cómodas y espaciosas,
con agua corriente y desagües,
a las mugrientas, inseguras y
abarrotadas de los más pobres
donde se obtenía el agua de la
fuente pública y se arrojaban los
excrementos a la calle al eufemístico grito de “¡Agua va!”.
La distribución de estos edificios
era bastante similar. En la planta
baja se situaban las tiendas, con
una entreplanta que ocupaban
sus propietarios o servía de alma-
cén. En el primer piso se hallaban
las mejores y más amplias viviendas, que no era raro ocupara el
dueño del inmueble. Los niveles
superiores estaban divididos en
apartamentos cada vez más pequeños y baratos, hasta llegar
a la última planta, un altillo con
buhardillas bajo las aguas del tejado. La estima de las viviendas
era inversamente proporcional a
su altura, como ha venido ocurriendo hasta la reciente popularización del ascensor.
Al problema de la ascensión
por tortuosas escaleras se sumaba otra desventaja frente a
las plantas bajas: en caso de
derrumbamiento o incendio eran
más difíciles de desalojar. Este
peligro no era infrecuente, pues
las formas más habituales para
iluminarse y ahuyentar el frío
que se colaba por las ventanas
torpemente tapadas por postigos
eran las estufas, braseros, velas
dador profesional o a una empresa
especializada en alquileres. Estos,
a su vez, las subarrendaban a los
inquilinos, que si podían, subarrendaban alguna habitación. Así el precio se iba inflando y el coste de la
vivienda ahogaba a los ciudadanos.
El continuo incremento del valor
de los bienes inmuebles –fueran insulae, domus, fincas rústicas o villas
de recreo– los había convertido en
una inversión segura que además
daba prestigio y permitía el ascenso a las clases sociales superiores, e
incluso a la política. En esta carrera
participaban todos hasta el punto de
que la correspondencia privada de
Cicerón parece la de un agente inmobiliario que aprovechó sus ratos
libres para ejercer como abogado y
político. Compra ahora y venderás
luego más caro, sin freno, sin límite.
y lámparas. Dado que el material
básico para construir era la madera y la argamasa, los incendios
eran algo común.
Juvenal describe una escena muy verosímil: “[…]Ya está
echando humo el tercer piso debajo de ti. [...] Si la alarma empieza por los pisos bajos, el último
en arder será aquel al que solo las
tejas protegen de la lluvia”. También son bien conocidas las prácticas del equipo de bomberos de
Craso, que negociaba fríamente
con los dueños de los edificios en
llamas y no actuaban hasta que le
malvendían sus propiedades.
En “Bellum Alexandrinum“ podemos leer que «Alejandría es
una ciudad casi libre de incendios, ya que en la construcción
de los edificios no se usan vigas
de madera, sino que su estructura es de obra y a base de arcos,
y las cubiertas son de hormigón
y ladrillo», así pues no era la falta
de conocimientos lo que obligaba
a usar estos materiales, sino el
deseo de abaratar costes.
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no producían lo bastante para pagar
unos intereses en permanente incremento. Luego les llegó el turno a las
fincas de recreo, un lujo que ya muy
pocos podían permitirse. Por último,
hasta las villas y los bloques de apartamentos en la propia Roma se quedaban
sin comprador.
La crisis era muy grave, pero para
que se convirtiera en una cataclismo a
la ecuación le faltaba un elemento: que
los políticos que habían provocado tal
situación trataran de arreglarla.
Estalla la crisis
En el año 33 estallan violentos disturbios en Roma. Los granjeros arruinados se unen a los comerciantes y
artesanos en una gran protesta contra
los usureros. La misma población que
dos años antes asistió impasible a las
masacres que sucedieron a la caída de
Sejano, el hombre fuerte de Tiberio
—y que ayudaron a precipitar la crisis al confiscar y poner en venta gran
número de propiedades— ha tomado
ahora las calles. Tiberio, asustado, se
ve obligado a volver a salir de su retiro.
Decidió calmar la situación con una
medida que ya se había tomado con
anterioridad: ordenar una quita parcial
de las deudas y una prolongación de
los plazos. Además volvió a poner en
vigor las olvidadas leyes que limitaban
los tipos de interés y las que obligaban
a invertir en tierras de Italia, para hacer
así fluir el dinero y reactivar el mercado inmobiliario.
Sin embargo, la ligazón entre el poder económico y el político era muy
grande. El Senado, cuyos miembros
tenían intereses bajo mano en las sociedades financieras, convenció al César para que concediera una moratoria
de año y medio a los prestamistas para
adaptarse a las nuevas normas. Fue
un terrible error. Una vez conseguido
se lanzaron a una carrera desenfrenada para ejecutar hipotecas y cobrar
sus deudas antes de que la ley entrara en vigor. El sistema colapsó.
Tiberio fue severo
ante la escasez de
crédito: ejecutó a los
capitalistas que se
resistían a invertir
El precio de las propiedades se
hundió. Era imposible encontrar un
comprador para fincas que hace unos
meses habrían valido una fortuna. Las
financieras no conseguían recuperar
sus préstamos, mientras que sus depositantes retiraban unos fondos que
necesitaban con premura. Los bancos
cerraron. Los fondos que custodiaban
se esfumaron y el crédito desapareció.
El César pasa a la acción
Tiberio fue, que sepamos, el primer
gobernante en enfrentase a una crisis
financiera global y la afrontó con su
tradicional determinación. Furioso,
hizo detener y ejecutar a los capitalistas que se resistían a invertir su dinero. Sexto Mario, un propietario de
minas en Sierra Morena y el hombre
más rico de Hispania fue arrojado directamente desde la roca Tarpeya y sus
propiedades confiscadas. Le siguieron
otros muchos. Suetonio nos cuenta que
«confiscó sus bienes a personas princi-
El pánico inversor dejó sin compradores fincas que
hasta entonces habían sido atractivas. A la derecha,
reconstrucción de una insula de Ostia.
pales de las Galias, de las Hispanias,
de Grecia y de Siria bajo unas acusaciones de lo más fútil y desvergonzadas, llegando a imputarles como único
delito tener en metálico parte de su
patrimonio».
Por otro lado inyectó a los bancos
100 millones de sestercios para que
restablecieran el crédito, prestándolo
sin interés por un periodo de tres años
siempre que el deudor aportara con
sus propiedades un garantía del doble
de su valor (¿cómo se determinaba el
valor en esas circunstancias?). Aunque
sólo los ricos podían acceder al dinero
en esas circunstancias, al menos la medida sirvió para que se recuperase el
sistema bancario. Tácito corrobora que
«así se restableció el crédito y, poco a
poco, se fueron encontrando acreedores privados».
Aun así, la economía no conseguía
recuperase. Pese a que las elites, aterrorizadas, invertían su capital en tierras, «al principio, como casi siempre
ocurre en tales casos, hubo rigor, pero
luego se convirtió en descuido», dice
Tácito. Pese a que el César, por fin,
aportaba fondos todos retenían cada
moneda cuanto les era posible, en
la confianza de que lo que pensaban
comprar valdría menos mañana que
hoy. El dinero no circulaba.
El emperador se resistía a seguir vaciando las arcas que tan morosamente
había llenado y, para evitar la sangría,
decidió emitir monedas con un menor
contenido de oro y plata, es decir, devaluó el valor intrínseco de las nuevas
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monedas. Al hacerlo también hizo caer
su valor como elemento de cambio. La
gente no tardó en detectar este dinero
“malo” y , naturalmente, quiso deshacerse de él. Con todo, la devaluación
contribuyó a que el dinero volviera a
moverse. Fuera de nuevo o viejo cuño
–su valor legal era el mismo– la gente,
poco a poco, dejó de retenerlo.
Los precios empezaron a repuntar,
el capital salió de sus escondites para
comprar antes de que subieran más y
esto disparó el valor de todo tipo de
bienes. La crisis fue pasando, aunque
la recuperación completa no llegaría
hasta la muerte de Tiberio y el relanzamiento del gasto estatal, que liberó los
millones de monedas retenidas.
La puntilla para los republicanos
Aquellos con recursos para resistir la
tormenta resultaron muy favorecidos.
Los grandes capitalistas que fueron
obligados a comprar en el peor momento, cuando los precios estaban más
bajos, vieron como su inversión se
centuplicaba y se hacían aún más inmensamente ricos.
Las clases medias, la base sobre la
que se asentó la República, el motor de
todo cambio democrático, habían ido
languideciendo con la creación del Imperio militar y las guerras civiles, pero
esta crisis las aniquiló. Los pequeños
propietarios no volverían a tener relevancia política. Apostaron por los populares y luego por el Principado para
que les defendiese de la oligarquía, y
perdieron.
La plebe, reducida a una masa sin
poder que pululaba a la espera del reparto de grano o de la limosna de los
ricos, sólo se movilizaba en los juegos
circenses para apoyar a sus respectivos
El impacto en la moneda
A la hora de aproximarnos a la
crisis que sacudió el Imperio en
tiempos de Tiberio es recomendable conocer el sistema monetario
que entonces operaba. El asunto
es complejo, ya que es imposible
encontrar dos estudios que coincidan en el valor de la moneda de
esta época. Algunas fuentes establecen sus cálculos sobre el peso
de las piezas. Otras, sin embargo,
introducen otros factores como la
pureza del metal. A falta de consenso podemos hacer un intento
de aproximación aritmética de
los valores. De acuerdo con esta
premisa, se puede concluir que
el sistema monetario establecido
por Julio César —todavía vigente
durante la crisis del 33— establecía que 1 gramo de oro equivalía a 12,25 gramos de plata.
La unidad contable mayor era
el talento, que no era una moneda realmente, sino un peso: 32,4
kilos. Este peso podía ser de oro
o de plata. El áureo era la moneda de más valor. Tenía 9,3 gramos
de oro y equivalía a 25 denarios
de plata. Por su parte, un denario tenía 4,55 gramos de plata,
el mismo valor que 4 sestercios,
que a su vez equivalían a 4 ases.
Con la devaluación de Tiberio
el áureo pasó a tener 7,8 gramos de oro y el denario, 3,8 de
plata, un 16,2% menos. El resto
de las monedas sufrieron, lógicamente, una merma proporcional.
La pérdida de valor continuó
con los sucesores de Tiberio. Con
Nerón, el áureo sólo tenía 7,4
gramos de oro, un 20,5% menos que en época de Augusto.
equipos.
Sin embargo, la peor parte se la
llevaron las grandes familias de
la era republicana, propietarias de
enormes explotaciones agrícolas y
endeudadas permanentemente. Mermadas por las purgas del final de la
República y por la represión de los
césares –como sucedió con las proscripciones que se produjeron tras la
caída de Sejano–, la crisis económica supuso la puntilla. El hundimiento
del precio de las tierras, la ejecución
de garantías y la desaparición del
crédito acabó con lo que quedaba de
ellas. Basta con ver las listas de magistrados para apreciar que, a partir
de la etapa final del reinado de Tiberio, los viejos apellidos son cada vez
más escasos. Una nueva clase de especuladores, comerciantes y funcionarios imperiales surgió triunfante y
se constituyó en la base socioeconómica del sistema imperial.
Tiberio murió cuatro años después
sin comprender por qué los ricos a los
que había masacrado y extorsionado
y los pobres a los que había despojado coincidían en odiarle. Juvenal le
describe «encaramado en su roca de
Capri, rodeado de astrólogos». Dejó
en el tesoro 2.700 millones de sestercios, lo que entusiasmó a su sucesor,
Calígula. ◙
PARA SABER MÁS:
• DUARTE, A: Los orígenes de
Roma.
Disponible en http://knol.google.com/k/laeconomia-romana-en-tiempos-de-augusto#
• FUNDACIÓN LA CAIXA: El
dinero en la Historia.
Disponible en http://www.denarios.org/
anexes/origen.html
• KOVALIOV, S. I. (2007): Historia de Roma, Editorial Akal.
• MARTINO, F. (2006): Historia
económica de Roma, Editorial
Akal.
• MOMMSEN, T: El mundo de
los Césares. Editorial Fondo de
Cultura Económica.
• OLESTI, O. (2006): “El crack
del 33 (d. C.)”, en Clío, n.º 43.
18
aestas·mmdcclxiii·auc
lashuellasdelaslegiones
La República, en jirones
Un aterrazamiento a
escasos kilómetros de
Zaragoza esconde una
huella más de las luchas
internas que desgarraron
la República durante el
siglo I a. C. Una colonia
de grandes dimensiones desapareció en la
vorágine de las Guerras
Sertorianas, arrasada a
Foto: Google Earth
sangre y fuego. Algunos
UBICACIÓN
autores sostienen que se
La Cabañeta, El Burgo del Ebro (Zaragoza).
trata del Castra Aelia, un
importante baluarte de la
COORDENADAS
insurrección.
41º 33’ 53” N; 0º 42’ 45” O.
Texto: F. J. García Valadés.
DESCRIPCIÓN
La Cabañeta se sitúa en la localidad
de El Burgo de Ebro, sobre una terraza en la margen derecha del río Ebro.
El yacimiento ya era conocido desde
el siglo XVIII pero fue en 1994 cuando se inició su prospección exhaustiva
bajo la responsabilidad de los arqueólogos Antonio Ferreruela y José Antonio
Mínguez. Estas campañas arqueológicas han permitido obtener información
sobre su urbanismo y su datación.
Es un asentamiento rectangular con
planimetría ortogonal, ubicado sobre
llano. Su superficie abarca 21,4 hectáreas. El lado enfrentado al Ebro se encuentra defendido por el talud natural
de la primera terraza fluvial. Los otros
tres lados se encuentran limitados por
un gran foso con posible disposición
Se trata de un importante asentamiento urbano anexo a un campamento legionario.
DATACIÓN
Entre el siglo II a. C. y la primera mitad del I a. C., siendo probablemente destruido durante las Guerras Sertorianas.
en W. Se pueden contemplar materiales arqueológicos y restos de muros
más allá del foso que flanquea el lado
orientado al este. A falta de permisos
de excavación los arqueólogos creen
localizar en estos restos exteriores un
segundo asentamiento anexo al primero por su parte oriental. La superficie
de este segundo recinto sería de unas
10 hectáreas.
Las campañas de excavación se han
llevado a cabo sobre el recinto mayor
y han sacado a la luz un gran complejo termal ubicado sobre el límite de la
terraza fluvial. Constaba de un circuito doble diferenciado para hombres y
mujeres, cisternas, almacenes, letrinas
y una gran palestra de unos 400 metros cuadrados, que denota una fuerte
influencia griega. Las salas nobles del
19
verano·2010
complejo tenían pavimentos de opus
signinum decorados con teselas blancas
esparcidas o con motivos en retícula de
rombos. Este descubrimiento es de gran
importancia dentro de la arqueología
romana en España, dada la escasez de
recintos termales localizados del período republicano. Por su complejidad y
dimensiones se lo puede comparar con
los ejemplos de Fregellae en el Lacio o
Musarna en Etruria.
Se ha identificado en una zona próxima al corte del foso con la terraza fluvial, un área de servicios, de pequeñas
estancias cuadrangulares, con muros
de tapial enlucidos con estuco blanco y
suelos de cal, tierra apisonada o cantos
rodados. También se localizó un complejo de transformación de alimentos,
posiblemente de molienda de trigo y
de decantación de líquidos. Todos estos
restos estaban cubiertos por una capa de
cenizas y carbones que evidencian una
destrucción violenta del yacimiento.
El abundante material cerámico y
metálico localizado ha permitido datar
el conjunto entre el siglo II a. C. y las
Guerras Sertorianas.
Se localizó una inscripción latina
sobre un suelo de opus signinum dentro de uno de los posibles horrea, que
puso de manifiesto la presencia en el
Una capa de cenizas y
carbones señala la destrucción violenta del
asentamiento durante
las Guerras Sertorianas
yacimiento de población itálica. Se trata
de una inscripción de carácter público
elaborada con teselas blancas en la que
se menciona a unos libertos que se identifican como magistreis, que colocaron
un ara y adecuaron la estancia destinada
a albergarla, especificando su cuidado a
la hora de pavimentarla y de revestirla
de estuco. Los arqueólogos creen que
pudiera tratarse de la sede de una corporación gremial, algo con muy escasos
ejemplos constatados.
Otras de las singularidades encontradas son: un gran vaso cerámico empleado para la elaboración de cerveza, restos
de estucos rojos, una tabula lusoria o
restos de una mesa de mármol decorada con una cabeza de león. Igualmente
(en homenaje al nombre de esta publicación) se ha encontrado un ejemplar
de stilus elaborado en hueso. Todo ello
puede contemplarse en el centro de interpretación situado en el Burgo de Ebro.
Actualmente se tienen registrados
en torno al medio centenar de grafitos
sobre cerámica, la mayoría en lengua
latina y otros en ibérica. A ello hay que
añadir la aparición de numerosos materiales de igual origen itálico, como
abundante cerámica campaniense. Todo
esto ha llevado a pensar que se trataba
de una colonia poblada con contingentes procedentes de la Península Itálica.
La tipología del yacimiento y los
restos localizados han llevado a los arqueólogos a considerar su posible origen
militar. Posteriormente desarrollaría una
trama urbana propia de una ciudad colonial que es la que las campañas arqueológicas están descubriendo.
El origen militar del recinto mayor
se ve avalado por la extensión y forma
del yacimiento. Se correspondería con
las características habitualmente encontradas en campamentos para una legión
junto con su caballería de auxilia. Sorprende, eso sí, la enorme amplitud del
foso de unos 30 metros de ancho y con
forma de W. Esto le otorgaba un inusual
poder defensivo comparándolo con otros
La última esperanza de los populares
Quinto Sertorio representó la resistencia en Hispania del partido
de Cayo Mario frente al conservadurismo de la oligarquía senatorial. Encarnó la última esperanza
de los denominados populares
contra la dictadura que Sila había
impuesto por las armas tras ser el
vencedor de la guerra civil contra
Mario y sus partidarios. La República, el sistema que había garantizado la convivencia ciudadana durante más de cuatrocientos
años, estaba agonizando.
Sertorio se había fraguado una
buena reputación militar a las órdenes de Mario en la Guerra de
Yugurta y en la posterior de los
cimbrios. Su primer contacto con
Hispania fue en el 97 a. C., año en
el que fue elegido tribuno militar
y destinado a la Ulterior. Allí logró
uno de los mayores méritos militares romanos, la corona gramínea,
al someter en Castulo (Linares) un
motín. Se trató prácticamente de
una acción personal en la que consiguió rehacer un contingente con
huidos y atacar a los sublevados.
En aquella campaña pudo conocer
la península, la idiosincrasia de
sus tribus y la peculiar orografía;
conocimientos que más tarde pondría en práctica con maestría.
Su carrera política continuó
como cuestor en la Galia Cisalpi-
na. Fue legado durante la Guerra
Social (ver pág. 8 de este número). Tras el estallido de la guerra
civil entre Mario y Sila tomó partido por su preceptor y tío, Cayo
Mario. Fue elegido pretor en la
Hispania Citerior durante el consulado de los populares Cinna y
Carbón. Pero su cursus honorum
finalizaría ahí. Fueron tiempos
convulsos en los que tal vez se
desaprovecharon las capacidades
políticas de hombres como Quinto Sertorio. Abandonó Roma ante
la inminente llegada de Sila y la
implantación de su dictadura. Su
historia se vería definitivamente
avocada a las armas.
20
aestas·mmdcclxiii·auc
campamentos romanos coetáneos como
el de Castra Caecilia (ver Stilus 2), también asociado a las Guerras Sertorianas.
El hecho de encontrar asociados dos
recintos militares permite abrir la hipótesis de que se tratase del oppidum de Castra Aelia referido por Tito Livio en el libro
XCI de su obra “Historia de Roma desde
su fundación” menciona «secundum oppidum quod Castra Aelia vocatur» para
referirse a los campamentos de invierno
que las tropas sertorianas ocuparon tras
tomar Contrebia Leukede y su posterior
regreso al Ebro. Es decir, que fueron
acantonadas al lado de Castra Aelia.
El oppidum de Castra Aelia, por su
denominación, denota un origen militar
de por sí. Por lo que se podría corresponder con el recinto de mayor extensión
localizado en La Cabañeta, en el que ha
quedado atestiguado su origen militar y
su posterior uso colonial. El recinto menor anexo, sería el campamento referido
por Tito Livio, en el que Sertorio acuarteló sus tropas en el invierno del 77–76
a. C. Queda así la hipótesis reforzada por
la cita histórica y los restos encontrados.
A pesar de la argumentación coherente, la dificultad de excavar por debajo de
la ocupación urbana y el estado inicial
La rebelión arraiga en Hispania
La proclamación de la dictadura de
Sila, en 82 a. C., supuso la toma del
poder por parte los conservadores.
Una de las decisiones que tomaron
los nuevos dueños de la República fue
elegir un nuevo pretor para la provincia Citerior, que sustituyese al elegido
por los populares. La elección recayó
sobre Lucio Valerio Flaco. Sertorio,
que ostentaría desde ese momento
su cargo en rebeldía, no se plegó a
los dictados del Senado sino que hizo
uso de la diplomacia y la reducción de
tributos para granjearse el apoyo de
las tribus autóctonas.
La primera amenaza que tuvo que
conjurar el gobernador rebelde fue la
invasión de las tropas silanas comandadas por Valerio Flaco y Cayo Annio.
Sertorio dispuso para la defensa de la
península dos líneas. La primera, bajo
su lugarteniente Livio Salinator, en
los pasos pirenaicos, que fortificó. La
segunda, en el Ebro, comandada por
él mismo. Pero la defensa fue desarticulada con el asesinato de Salinator.
El ejército silano pudo entrar en
Hispania sin que Sertorio tuviese
fuerzas suficientes para hacerle frente, por lo que se replegó a Cartago
Nova y desde allí pasó a Mauritania,
en donde el partido anticonservador
de los populares contaba con apoyos aún. Las operaciones en África
se orientaron a desestabilizar el área
con hostigamientos navales y tomas
de ciudades como Tingis, pero sobre
todo a reclutar un ejército afín compuesto por tropas romanas leales y
mauritanas.
Regresó a Hispania en el 80 a. C
con sus nuevas fuerzas, derrotando
consecutivamente a dos propretores
enviados por Sila para detener su
avance dentro de la península. Consiguió cruzar el Guadalquivir y tomar
contacto con las tribus lusitanas que
en adelante serían fundamentales en
su ejército. Se hizo entonces acompañar por una cierva blanca a la que
atribuía poderes premonitorios para
cautivar aún más la devotio tribal.
Sila preocupado por la inestabilidad en Hispania decidió acabar con la
rebeldía definitivamente. Destinó a la
Ulterior a Cecilio Metelo en calidad de
procónsul con dos legiones que ascenderían contra la Lusitania por una línea de penetración que coincide con la
actual Vía de La Plata. Castra Caecilia
(ver Stilus 2) estaría adscrita a estas
operaciones. Además se desplazaría
hacia la Ulterior, bajando por el Tajo,
el pretor de la Citerior y además, en
auxilio, el procónsul de la Galia Narbonense. Sertorio debía impedir que se
unieran las fuerzas silanas.
Mandó a su lugarteniente Lucio
Hirtuleyo al encuentro del pretor Domicio Calvino derrotándolo en Consabura (Consuegra) y cruzando el
Ebro derrotó a continuación a las del
procónsul Lucio Manlio. Por su parte,
Sertorio pudo detener el avance de
Cecilio Metelo en la Lusitania restringiéndolo al Guadiana. La rebelión estaba en su apogeo y cobraban fuerza
sus opciones.
Sertorio dominaba la práctica totalidad de la Citerior y buena parte
de la Ulterior. El valle del Ebro era su
centro de operaciones, que controlaba con apoyo de las tribus íberas en
su curso final y de las celtíberas en
el alto. El apoyo celtíbero condicionó
la defección de los vascones al verse perjudicados en su control del alto
Ebro, por lo que tomaron partido por
el bando silano.
En una de las operaciones de
control del alto Ebro, Tito Livio nos
cuenta que Sertorio asedió durante
cuarenta y cuatro días la ciudad de
Contrebia Leukede. La tomó con el
apoyo de una torre de asalto y minas que lograron el derrumbe de sus
muros y el incendio de la ciudad. La
población pidió la rendición y Sertorio
se mostró indulgente. Las pérdidas
fueron numerosas y optó por finalizar
la campaña del 77 a. C. acampando
junto a Castra Aelia, uno de sus bastiones en el curso medio del Ebro.
En Castra Aelia recibió la noticia de
la llegada de refuerzos de la Península
Itálica traídos por Marco Perpenna. Y
allí pasaron el invierno en un reducto
de su civilización, plenamente itálico,
dotado de comodidades impensables
más allá de sus muros. Probablemente fuera allí donde organizó un
senado rebelde con los exiliados itálicos. Mientras la aristocracia tribal
aportaba sus primogénitos para ser
formados en Osca (Huesca), en una
modalidad sutil de toma de rehenes.
Las tropas indígenas eran formadas
en táctica romana. Sila, el viejo rival,
ya había muerto y la aventura parecía
dejar de ser un sueño.
21
verano·2010
aún de las investigaciones obligan a la
prudencia en tal interpretación. Otros autores postulan distintos emplazamientos
para Castra Aelia, como los restos estudiados por Serafín Olcoz Yanguas, que
la situaría entre Fitero y Cintruénigo.
Otra hipótesis, mantenida por J. A. Pérez
Casas y F. Pina, considera que se ubicaría en Valdeviñas-El Castellar (Torres de
Berrellén). Lo que es indudable es que
se localizaron numerosos campamentos
legionarios en el valle del Ebro durante
este período de la República.
El yacimiento de La Cabañeta es,
en todo caso, un ejemplo de un asentamiento de origen militar que se convirtió en una colonia pujante. Una auténtica isla de civilización en medio de la
barbarie y del colapso de un régimen.
Por ello, su vida fue muy corta y tuvo
un trágico final, quedando su destino ligado al del mismo Sertorio.
◙
PARA SABER MÁS:
• FERRERUELA, A. y MÍNGUEZ,
J. A. (2001):”El Burgo de Ebro
recupera su pasado. El yacimiento arqueológico de La Cabañeta”,
Rolde 94-95, 26-35.
Cabañeta (El Burgo de Ebro, Zaragoza): años 1997-2003)”. Revista
de la Escuela Taller de Restauración
de Pintura Mural de Aragón II, 1,
Zaragoza, 25-31.
• FERRERUELA, A. y MÍNGUEZ, J.
A. (2004):”Intervenciones arqueológicas en el yacimiento de La
• LIVIO, T. (1990): Historia de
Roma desde su fundación. Editorial
Gredos. Madrid.
El final de la aventura
En el año 78 a. C., Sila, el principal
baluarte del Senado romano, fallecía
sin haber podido resolver el problema
hispano. Sertorio llevaba años cuestionando el poderío de la Roma de los
conservadores sin que estos pudiesen
batirle definitivamente. Pese a la desaparición del dictador uno de los generales que se había educado a su sombra, Cneo Pompeyo, pedía paso.
El Senado envió al joven general
con un enorme ejército de 50.000 infantes y 1.000 jinetes para aplastar la
sublevación en Hispania. Entró por los
Pirineos orientales y descendió hasta
Lauro (Liria) donde pretendía levantar
el cerco con el que la tenía sometida
Sertorio. Fracasó en el intento de forma estrepitosa y con graves pérdidas
(ver pág. 49 de este número).
En el 75 a. C. los hechos se precipitaron. Metelo y Pompeyo coordinaron sus esfuerzos. Cecilio Metelo derrotó en dos ocasiones al lugarteniente
sertoriano Hirtuleyo, que murió finalmente en combate junto al río Genil.
Posteriormente sumaría sus tropas a
las de Pompeyo, que a su vez había
conseguido tomar la antigua Valencia,
desencadenándose unas batallas de
resultado incierto. Finalizó la campaña
retirándose Pompeyo a tierra de vascones y fundando Pompaelo (Pamplona).
Durante el año siguiente los procónsules hostigaron los apoyos tribales
de Sertorio avanzando Pompeyo por el
valle del Duero y Metelo por el valle del
Jalón. Ambos se encontraron en Calagurris (Calahorra), en donde lograron
cercar al propio Sertorio, que pudo
mantener la plaza. En el 73 a. C. Cneo
Pompeyo, ya sin el apoyo de Metelo,
consiguió dominar la Celtiberia y cayeron también importantes ciudades del
bajo Ebro como Tarraco (Tarragona). Sertorio se hizo fuerte en Ilerda
(Lérida), Calagurris y Osca.
El final ya estaba escrito. Las
largas campañas habían debilitado
las tropas y los apoyos sertorianos.
Las dudas caían ahora sobre el mismo líder. Marco Perpenna acaudilló la
traición que acabó con el asesinato de
Sertorio en Osca. La aventura había
acabado. Marco Perpenna lideró la resistencia por poco tiempo. Fue derrota-
Cneo Pompeyo.
Glosario
• Campaniense: Nombre que
recibe la cerámica procedente de la
región italiana de Campania.
• Castra: Nombre genérico de
los acuartelamientos legionarios
romanos.
• Contrebia Leukede: Ciudad celtibérica ubicada en el actual término
municipal de Aguilar del Río Alhama
que fue asediada por Sertorio.
• Horrea: Edificaciones para almacén de los cereales.
• Oppidum: Núcleo destacado de
población dentro de un territorio
generalmente fortificado.
• Opus signinum: Técnica para
la elaboración de pavimentos y paramentos con mortero de cal, arena y
fragmentos cerámicos compactados
que se caracterizaba por su gran
impermeabilidad.
• Tabula lusoria: Juego de mesa
romano.
• Stilus: Utensilio de hueso o metal
con el que se realizaban incisiones
escritas.
do por Pompeyo y ejecutado. Tiermes,
Uxama (Osma), Clunia y Calagurris
resistieron por su independencia hasta extremos insospechados. Los restos
del desdichado ejército sertoriano huyeron a Mauritania. La rebelión pereció
con su instigador, porque desde siempre fue fruto de las firmes convicciones y capacidades de un solo hombre:
Sertorio.
22
aestas·mmdcclxiii·auc
CULTURAYARTES
Los gustos
del periodo sombrío
LAS ARTES DE LOS TIEMPOS DUROS
Foto: R. Pastrana
Inflación galopante, luchas internas, la amenaza de los pueblos
bárbaros... El siglo III no invitaba
a la alegría en el Imperio Romano.
La acumulación de problemas dejó
una marca indeleble en la sociedad
y en sus manifestaciones artísticas.
Comenzaba una época de cambios
que anuncian el mundo medieval.
Por Marco Almansa.
El periodo de cincuenta años que
transcurre entre el final de la dinastía
de los Severos (235) y Diocleciano
(285) es el más turbulento y caótico
de toda la historia romana. Las provincias, los ejércitos, las guarniciones, los estamentos nombraban, derribaban, desacataban a emperadores.
En un momento dado, hubo hasta
30 monarcas, que eran llamados los
“treinta tiranos”. Aun así, el Imperio
recuperó la zona de Mesopotamia, en
detrimento de la defensa del limes renano-danubiano, por el cual entraron
los bárbaros hasta Hispania y el norte
de África.
En medio de tantas convulsiones,
Galieno (254-268) supo llevar la paz
a Roma. Bajo su mandato las artes
experimentaron un renacimiento bien
perceptible en las distintas disciplinas. Incluso la filosofía reverdeció
sus glorias con el neoplatonismo del
griego Plotino.
Detalle de un retrato masculino (c. 240 d. C.). Gliptoteca de Munich.
Galieno no fue el único en asentar nuevas bases artísticas. También
contribuyó a ello Aureliano (270275), excelente general de origen
ilirio, al que cupo la gloria de terminar con el reino de Palmira, que
la desidia de sus antecesores había
dejado nacer y crecer. Por otro lado,
en previsión de que las tribus germanas llegasen hasta la misma capital del Imperio, este emperador
reforzó las defensas de Roma con la
conocida como Muralla Aureliana.
La falta de verdaderos historiógrafos y de monumentos bien fechados hacen de este periodo uno de los
más difíciles de conocer y estudiar.
La época transcurrida entre la muerte de Severo Alejandro y la subida
al trono de Diocleciano es una de las
más oscuras en la historia del Imperio Romano.
El arte de esta etapa de inestabilidad es especialmente austero,
propio de una época agobiada por
las fluctuaciones monetarias y po-
líticas. Tantas convulsiones dejaron
su marca en la sociedad y en sus manifestaciones. El arte no es capaz de
sustraerse al militarismo de la época. Las armas deciden cuestiones
tan importantes como quién ocupa
el solio imperial. Esta impronta queda reflejada en la escultura. Sin embargo, el resto de las artes también
experimentarán profundos cambios.
Así, el cristianismo marca una nueva tendencia en la pintura, mientras
que arquitectura, que nada tiene que
envidiar a etapas anteriores, intenta compatibilizar la búsqueda de
efectos estéticos en un momento en
que la inestabilidad política obliga a
construir con urgencia, ya sea monumentos o infraestructuras defensivas. Veamos con más profundidad
cómo influyó el signo de los tiempos en el arte.
Avances arquitectónicos
El siglo III tiene verdadera predilección por las construcciones de orga-
23
verano·2010
nización radial. Su origen nada tiene
que ver con los templos circulares
romanos o los tholoi griegos, pero
dependen de las exigencias derivadas
de la bóveda hemiesférica. La novedad respecto a anteriores siglos es una
mayor utilización de exedras, nichos,
hemiciclos u hornacinas. El uso de la
planta ortogonal, combinada con coronamientos triangulares esféricos,
solucionó muchos de los problemas
arquitectónicos tradicionales. Eso explica que en muchos de los edificios
de esta época apreciemos salas con
numerosas exedras, que ayudan a soportar el peso de la cúpula en distintas
direcciones.
Las plantas radiales ortogonales
simulan una planta circular gracias
a una cúpula radial. A diferencia del
Panteón de Agripa, en Roma, que poseía una cúpula que engloba todo el
conjunto, los edificios que ahora se
hagan se caracterizarán por la multiplicación de exedras, cada una de las
cuales poseerá una cúpula hemiesférica propia. La suma de todas ellas da la
sensación de una mayor.
Un ejemplo de la arquitectura de
tiempos de la anarquía es el ninfeo de
los Horti Liciniani. El edificio, surgido en el Esquilino, se ha interpretado
como unas termas, pero los estudios
recientes apuntan a que constituía un
ninfeo de una familia adinerada que
vivió en la zona entre los años 253 y
268. Es un edificio de planta decagonal, de unos 24 metros de anchura, en
cuyas paredes se abren grandes nichos semicirculares. A la planta original se le debió añadir posteriormente
un vestíbulo de entrada y dos grandes
exedras, muy amplias, a ambos lados
del eje transversal. También se añadieron los contrafuertes.
La cúpula es una semiesfera de 33
metros de altura, en la que se aplica
una doble capa horizontal de hormigón. El resultado es una bóveda reticulada y alveolar, en la que las fajas
horizontales de ladrillos bipedales y
las costillas meridianas forman el esqueleto y el relleno de los alvéolos.
No era la primera vez que se usaban los contrafuertes externos –se
sabe que los contrafuertes en forma
de arco del Panteón están ocultos–
El ninfeo de los Horti Liciniani anticipa la arquitectura
medieval con el uso de sus
potentes contrafuertes que
sostienen la cúpula.
El agotamiento de las
arcas públicas impulsó
el uso de materiales
baratos como el
ladrillo y el hormigón
pero el ninfeo presenta por vez primera una combinación de nichos y contrafuertes externos que, aun siguiendo
un concepto clásico, ya preludia la
arquitectura medieval.
Otro claro ejemplo de la arquitectura de esta época son los Muros Aurelianos. Conservamos casi íntegro
el recinto de estas murallas. Con la
amenaza de los bárbaros sobre los Alpes en el 270, Aureliano se vio obligado a levantar tal barrera. La obra
fue iniciada ese mismo año, pero era
un proyecto demasiado grande para
el poco tiempo que duró su mandato
(270-275). No se acabó hasta el 279.
El enorme recinto abarca un espacio
de unos 19 kilómetros de longitud y
ocupa una superficie de unas 1.386
hectáreas. Fueron remodeladas en el
siglo V, doblando la altura –hasta 16
metros–, por orden del general Flavio
Estilicón, hombre fuerte del Imperio
en época de Honorio. Toda esta obra
es de hormigón revestido de ladrillo.
Técnica que, por otra parte, vamos
a encontrar en numerosos edificios,
tales como acueductos y demás construcciones tanto militares como civiles, y que nos dará debida cuenta de
que en este periodo contaba más la
practicidad que la estética.
La Muralla Aureliana cuenta con
numerosas torres cuadradas de unos
casi 30 metros de alto (100 pies romanos). Las puertas de ingreso ofrecen
24
aestas·mmdcclxiii·auc
gran variedad de formas y plantas,
por ser también de diferentes épocas
y haber sufrido varias restauraciones.
Sin embargo, todas iban flanqueadas por torreones semicirculares, tal
como se puede observar en la actual
Porta de San Sebastiano.
La prisa por levantar este recinto
y la consecuente tendencia a ahorrar
tiempo y trabajo, hizo que se incorporasen algunos edificios periféricos
que por su tamaño y volumen daban consistencia a las defensas de la
ciudad. Así sucedió con los Castra
Praetoria de Tiberio y el Mausoleo
de Adriano, que fueron usados para
reforzar las murallas.
La vuelta al realismo
Con el retrato de la época severiana
se da fin al periodo clasicista que databa desde la época adrianea. Se va a
volver a los retratos fisiognómicos,
escuetos y recios similares a los de
la etapa republicana y trajanea. Se
volverán a marcar los rasgos faciales,
sin ocultación de ninguno de ellos; se
vuelve a un realismo que desde época
de Augusto se había olvidado intencionadamente en favor de una idealización en la figura.
Respecto a la moda reflejada, ahora se llevará el corte de pelo rapado,
al más puro estilo militar, preocupado
por la comodidad y la higiene. También prospera la barba de unos pocos
días. El escultor ha de dar paso a un
El pelo corto, propio del
peinado militar, y la mirada
grave a un punto indefinido del
horizonte marcan los retratos
masculinos desde mediados del
siglo III. A la derecha,
busto de Gordiano III.
tipo de busto de aire marcial,
ejecutado de forma rápida
y escueta, con golpes cortos y rápidos de cincel. Un
ejemplo de ello es el busto
de Gordiano III, en bronce,
o los de Filipo el Árabe y
Treboniano Galo.
Una particularidad que
tiene la escultura de esta
época, sobre todo la tocante a la imperial, es la mirada dirigida hacia el cielo
con ojos que, ya marcado
el iris, muestran el gran
sentido religioso del emperador (religiosissimus augustus).
El cristianismo, aun no estando permitido oficialmente, ya se vislumbraba como un movimiento en auge que
marcaba tendencias estéticas en la
época de la anarquía militar.
Cristianismo pintado
Por estas mismas fechas, la pintura imperante es de temática pagana –aunque
ya existen los primeros testimonios de
pintura cristiana–, que continúa el modelo clásico a la hora de explicar las
Porta de San Sebastiano, en las Murallas Aurelianas de Roma.
Foto: Allie Caufield
Foto: Marie-Lan
Nguyen
composiciones. Los modelos a seguir
siguen siendo los mismos que en el
comienzo del Imperio: cuerpos desnudos o con pocos complementos en su
vestimenta —aunque algunos aparecen vestidos— muestran una estética
apolínea.
El más importante de los monumentos pictóricos conocidos para el
periodo inicial del s. III (época de los
Severos) está situado al pie del Palatino, cerca del Circo Máximo. Se trata
de una escena de banquete que podría
haber formado parte de la fachada del
palacio imperial. En la escena, de composición sencilla pero proporciones
monumentales (cuatro metros de alto),
aparecen varios servidores imperiales.
En cuanto a la pintura cristiana,
sus muestras se encuentran principalmente en las catacumbas. No existen
muchos antecedentes, ya que antes
del siglo III la doctrina fundada en el
Antiguo Testamento renegaba de la
imagen de la divinidad. Sin embargo,
a lo largo de este siglo las manifestaciones artísticas empiezan a florecer de forma similar en lugares muy
lejanos. Esta homogeneidad se debió
a una unificación de criterios, surgida
de la petición de la propia feligresía
de que aquello que se les revelaba
pudiese reflejarse en imágenes. Mu-
25
verano·2010
chos de estos miembros eran romanos
cristianos que estaban acostumbrados
a que se representaran las escenas referidas al paganismo.
Algunas de las primeras pinturas
cristianas aparecen en las catacumbas de Lucina, datadas sobre el año
220. En ellas, dibujados en el centro
de una gran bóveda, aparecen dos círculos concéntricos rodeados de otros
círculos de menor entidad que albergan figuras aisladas de tema religioso:
Daniel entre los leones, la Orante, el
Buen Pastor...
No menos famoso es el Hipogeo
de los Aurelios, descubierto en la Viale Manzoni, a pocos metros de la Porta Maggiore y dentro del área cerrada
por los Muros Aurelianos (hecho que
da al hipogeo una fecha anterior al
270, pues nunca se permitieron sepelios dentro de la ciudad). Consta
de dos cámaras decoradas con una
pintura lineal característica del momento. La temática es muy variada.
Se representa a los doce apóstoles
en tamaño real (puede reconocerse
a Pablo, Pedro, Juan y Mateo); un
pastor lector con su rebaño; un triunfador con gente de una ciudad que le
sale al encuentro.
Es muy conocida la escena de banquete en la que doce personajes se
disponen en torno a una mesa. Junto
a ellos, otro en pie, apoya la mano sobre el que está sentado en el centro.
Otros llevan a la mesa un gran pan, un
pez y un vaso de vino. Es una pintura
ciertamente rápida, sumaria podríamos decir, aunque correcta.
De la primera pintura cristiana
del área oriental del mundo romano
no conocemos virtualmente nada en
comparación con lo mucho que debió
de haber. Puede servir de testigo lo
encontrado en Doura-Eúropos, junto
al río Éufrates, en Siria. En esta ciudad se ha encontrado una sinagoga
judía en la que aparece, en una gran
sala de unos ocho metros de altura,
una gran composición pictórica inspirada en los libros sagrados judíos. Se
representa la salvación del niño Moisés en presencia del faraón. El estilo
narrativo de la pintura es algo inusual
en el mundo romano, aunque no tanto
para el ámbito oriental.
Arriba, episodio bíblico de la
sinagoga de Doura. A la izquierda, baptisterio de esa misma
ciudad. Sobre estas líneas, el
Buen Pastror de las catacumbas
de Calixto, en Roma.
En la misma ciudad de Doura también encontramos ejemplos para la pintura cristiana que se realizaba en aquella
zona del Imperio. En una casa privada,
utilizada como iglesia, aparecen pinturas parietales en una de sus salas
que bien pudo haberse utilizado como
baptisterio. Es una habitación pequeña
y alargada, con una pila de inmersión
situada frente a un arcosolio adornado
con dos columnas dóricas pegadas a la
pared. En dicho arcosolio aparece una
pintura mural representando al Buen
Pastor. A su lado, en menor tamaño, figuran Adán y Eva en el Paraíso.
En las paredes del baptisterio, mal
conservadas, se pueden apreciar también las tres Marías ante el sepulcro;
Cristo curando a un paralítico; Cristo y San Pedro caminando sobre las
aguas y finalmente la samaritana junto
al pozo. Todos son temas del Nuevo
Testamento, mientras que del Antiguo,
aparte de los ya citados Adán y Eva,
aparece David vencedor de Goliat.
La influencia judía en la pintura
cristiana es muy notable. No sólo sucede en la pequeña iglesia de Doura,
situada cerca de la sinagoga local, sino
que este fenómeno se puede extrapolar
al resto del arte cristiano. En este sentido, la tradición israelita, firmemente
arraigada, enseñará en los años venideros mucho al arte cristiano.
◙
PARA SABER MÁS:
• BENDALA GALÁN, M. (1998): El
arte romano. Ed. Anaya.
• GARCÍA Y BELLIDO, A. (2005):
Arte romano. CSIC.
• PIJOÁN, J. (1960): “El arte
romano: hasta la muerte de
Diocleciano. Arte etrusco y arte
helenístico después de la toma de
Corinto” para Summa Artis. Ed.
Espasa-Calpe.
26
aestas·mmdcclxiii·auc
LASCRÓNICASDICEN...
Depósito de antoninianos de finales del siglo III d. C.
Fotos: Martín/García
SISTEMA MONETARIO
El dinero pierde su valor
El siglo III d. C. fue una
centuria convulsa que
marcó también el ámbito
monetario. Los cambios
que experimentó la economía representaron un
punto de inflexión del que
el Imperio nunca podrá
recuperarse, a pesar de
los denodados esfuerzos
que se hicieron en este
sentido. El estudio de las
acuñaciones de los muy
abundantes emperadores
de estas décadas es un
fiel reflejo de las vicisitudes que atravesaron tanto
Roma como sus provincias.
J. A. Martín Ruiz y J. R. García Carretero.
Las monedas acuñadas durante el
siglo III son elocuentes testigos de
las dificultades económicas y políticas por las que pasaba el Imperio en
aquellas fechas. De hecho, su emisión
está en relación con los sucesos políticos de la época, como son la dinastía de los Severos (193-235), la Anarquía Militar (235-284) y la Tetrarquía
(284-305). Las vicisitudes políticas
incidirán en las soluciones dadas al
problema que podía suponer un eventual desabastecimiento monetario,
algo fatal para el desarrollo de toda la
actividad económica.
Monedas con una larga vida útil
Un aspecto muy importante a tener
en cuenta es que desde esta centuria
Hispania dejó de ser abastecida por
las cecas oficiales imperiales, algo
que se ha explicado por tratarse de
un territorio en el que la presencia
militar era muy escasa, de manera
que el abastecimiento debía producirse a través de centros foráneos o
mediante talleres provinciales. En
realidad, este desabastecimiento no
afectó a todas las zonas por igual,
sino que su incidencia fue más acusada en el ámbito rural sin que tuviera la misma repercusión en las
ciudades.
La aparición contextualizada de
algunos tesorillos ha permitido comprobar cómo la circulación de muchas de estas monedas se extendió en
el tiempo hasta bien entrado el siglo
IV e incluso a veces hasta comienzos
de la siguiente centuria. Así pues, la
existencia de este proceso de amortización ofrece importantes implicaciones metodológicas, pues si tradicionalmente las monedas han sido
27
verano·2010
utilizadas como fósil guía cronológico, de manera que su aparición databa
el lugar o fase en la que había sido
encontrada, ahora contamos con suficientes ejemplos que nos muestran lo
equivocado de esa suposición.
La moneda de oro fue en este período escasa y con poca circulación
como se observa en los ocultamientos
y tesorillos recuperados. Aunque a fines de siglo surja el “aureliano”, que
llegó a contener hasta un 5% de pla-
ta, fue acuñada en muy poca cantidad
por lo que siguieron circulando las
piezas emitidas en siglos precedentes.
En cuanto a la moneda acuñada
en plata, se pasa del denario al antoniniano, pero a partir del año 256 la
calidad de estas monedas disminuyó
drásticamente, de manera que el antoniniano terminará convirtiéndose
en una moneda de cobre o bronce
cubierta de plata hasta que termine
siendo sólo de bronce.
Finalmente, la moneda de bronce
–la más extendida sin duda– será la
que domine este período, así como
la de vellón, como la denominan
algunos autores, que resulta ser un
cobre aleado con muy escasa proporción de plata.
Un aspecto de gran interés es la
existencia de amonedaciones póstumas, entre las que merecen destacarse los llamados Divos Claudios por
estar realizadas tras el fallecimiento
¿Falsificaciones, imitaciones o monedas de necesidad?
La existencia de las imitaciones es
tan antigua como la propia moneda,
aunque su proliferación va unida a
ciertas circunstancias económicas y
geopolíticas. Algunos ejemplos de
la Roma altoimperial podrían ser
los surgidos durante los reinados de
Augusto, Calígula o Claudio, si bien
su generalización tiene lugar en
época bajoimperial.
El término más ampliamente utilizado para denominar a las copias
acuñadas en la Antigüedad es el de
“imitaciones” y se alude a las “falsificaciones” para designar las realizadas en épocas más modernas, a
pesar de su presencia en todas las
épocas. Las falsificaciones, siempre
con ánimo de lucro, pretendían engañar al usuario, como por ejemplo
los denarios que conteniendo un
núcleo de bronce eran forrados de
plata. Las imitaciones, sin embargo,
respondían a un vacío en el abastecimiento de numerario preciso para
las pequeñas transacciones que
las emisiones oficiales no atendían
y que por tanto eran comúnmente aceptadas para tal fin. En estos
casos se denominan “emisiones de
necesidad”.
Encontramos un perfecto ejemplo
de este fenómeno en las abundantísimas acuñaciones imitativas de antoninianos de la segunda mitad del
siglo III d. C. documentadas en Hispania, Galia y Britania. Estas reproducen, con mayor o menor acierto,
prototipos de Galieno, Claudio II y
de los usurpadores galos: Póstumo,
Victorino, Tétrico I y Tétrico II. Los
tipos más populares dentro de estas
imitaciones fueron, sin que sepamos
muy bien por qué, las acuñaciones
de los Tétricos y la serie de numismas de consagración de Claudio
II el Gótico, conocidos como Divo
Claudio, con un altar en su reverso.
También llamados radiados bárbaros en la bibliografía anglosajona,
o genéricamente emisiones irregulares o extraoficiales, se acuñaron
en bronce sin contenido alguno de
plata y llegaron a circular, pese a la
prohibición promulgada por Aureliano tras su reforma monetaria, hasta
bien entrado el siglo IV d. C. como
demuestra su habitual presencia en
depósitos y yacimientos de dicha
centuria. La calidad técnica y artística de estos numismas dejaba por lo
general mucho que desear, a pesar
de que podemos encontrar desde
copias aceptables hasta los extendidos “minimi”, llamados así por su
reducidísimo módulo, con iconografías y epigrafías muy degeneradas y
prácticamente irreconocibles.
El área de distribución de estas
piezas abarcaría gran parte de la
Península Ibérica, si bien la zona
costera mediterránea presenta un
volumen más intenso de hallazgos,
de igual modo reflejados en el norte
de África. Baste como ejemplo Baelo
Claudia (Cádiz) en la Bética, donde
Imitación de Tétrico II.
más de la mitad del circulante del
siglo III d. C. corresponde a estas
producciones. Conímbriga, ya al interior en la Lusitania, ofrece menor
proporción de ellas. En la Galia, se
han registrado evidencias de hasta
tres talleres locales en el yacimiento
de Châteaubleau (Seine-et-Marne)
donde se producían antoninianos,
bien acuñados o bien fundidos en
molde de arcilla, durante la segunda
mitad del siglo III d. C.
La interminable nómina de tesorillos formados por imitaciones
(barbarous radiates) desenterrados
en Britania debe su frecuente aparición al uso de detectores de metales,
amén de las excavaciones sistemáticas, y denota de nuevo la profusión
de producciones locales que caracteriza a estos tipos monetarios imitativos en toda su zona de influencia.
28
aestas·mmdcclxiii·auc
de Claudio II el Gótico. Hasta el momento se había propuesto que estas
monedas pudieron ser elaboradas en
el norte de África, si bien la aparición
de cientos de monedas de este tipo en
el ocultamiento de la villa de Acevedo
(Mijas, Málaga), hace que no quepa
descartar su posible acuñación en el
mediodía peninsular.
Por regla general estas emisiones
son menos cuidadas desde el punto de
vista artístico y técnico que las ante-
riores, sobre todo en los reversos que
se convierten ahora en un auténtico
programa de propaganda política imperial, con constantes alusiones a la
Victoria, la Fidelidad del Ejército o
las virtudes del Emperador.
Inestabilidad e inflación
Este siglo se caracteriza por la constante pérdida de valor de las monedas
y los esfuerzos que se hicieron para
evitarlo o al menos paliar sus efec-
tos, como reflejan las reformas que
emprendieron Caracalla, Valeriano o
Diocleciano. Aunque fueron varios
los motivos que llevaron a esta situación, quizás debamos mencionar dos
hechos como los más destacados.
De un lado cabe recordar la creciente tendencia inflacionista a la que
la administración imperial tuvo que
hacer frente, siendo notable la crisis
sufrida entre los años 258 y 260, lo
que provocó un gran incremento en
El progresivo declive de la moneda de Caracalla
No conocemos el nombre que recibió esta moneda en su tiempo,
así que se ha denominado antoniniano en honor a su creador en el
año 215 d. C., Marco Aurelio Antonino Caracalla. Se acepta que
equivalía a dos denarios aunque
sus 5,10 gramos no alcanzaban los
6,30 gramos de dos denarios. Tras
algunos altibajos en los momentos
iniciales de su acuñación, es en 238
cuando Gordiano III, quien elimina
prácticamente el denario de su sistema monetario, produce grandes
cantidades, aunque ya al 40% de
plata y con una reducción ponderal del 10%. Con Valeriano en 258
su contenido de plata baja al 20%
y se establece la técnica de cubrir
las piezas con un “baño” de plata,
técnica que lo acompañaría hasta
su desaparición. Ya en tiempos de
Galieno, en 268, el porcentaje argentífero desciende hasta el 4%.
El antoniniano de vellón había
pasado de contener originalmente un 50% de plata a un
5% a lo sumo, y finalmente
el resultado fue una pieza de
bronce con una fina cobertura de plata. Su valor frente al
áureo pasó de 1/25 a la libra a
1/600 ya que el oro no sufrió un
proceso inflacionario tan acusado
y se mantuvo en un estándar más
estable. El deterioro de esta moneda corrió paralelo en lo que respecta a sus características estéticas y
artísticas. Otra grave consecuencia
de la devaluación del antoniniano
fue la desaparición de las denominaciones altoimperiales en bronce:
el sestercio, el as y el dupondio.
La necesidad de afrontar el pago
de los gastos militares en campañas dentro y fuera del Imperio fue
minando la capacidad de respuesta
de la economía romana y haciendo
precisa una interminable serie de
reducciones ponderales y del porcentaje de plata del antoniniano.
Aureliano acometió en 271 y sobre todo con su reforma de 274 un
serio intento de atajar la maltrecha
situación del sistema monetario en
general y más concretamente, la
vertiginosa devaluación del antoniniano como denominación
en plata. El contenido argentífero de los numismas y los
aspectos burocráticos fueron dos
de sus objetivos a controlar y ello
le llevó a enfrentarse incluso a la
revuelta de los trabajadores de una
de las cecas imperiales. Su nuevo
sistema produjo de nuevo denarios, ases y dupondios en un desesperado intento de revitalizarlos y
elevó el peso del antoniniano aunque no su contenido argénteo que
se mantuvo en torno al 5%. El nuevo peso casi alcanzaba los cuatro
gramos por lo que se ha tomado en
ocasiones como una nueva denominación llamada “aureliano”.
Derecha, busto de Caracalla en el
Museo de Nápoles. Arriba, el antoniniano creado por él también
refleja sus rasgos fisionómicos.
Foto: Boris Doesborg
29
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el volumen de moneda circulante.
Por otra parte no podemos olvidar la
gran inestabilidad política provocada por la anarquía militar, que hizo
que a partir del 235 el descenso en
la calidad de los metales fuera muy
acusado. En este sentido podemos
recordar cómo a lo largo del siglo
desaparecerán los ases, dupondios
y sestercios que tanto abundaban en
los siglos anteriores, al ser mayor su
valor metálico que el facial.
La creciente necesidad de realizar
emisiones masivas hizo que se incrementara notablemente el número de
cecas y, dentro de estas, de oficinas,
las cuales se ubicaron sobre todo en
lugares donde había una alta presencia de tropas, algo que no sucedía en
Hispania. En consecuencia, durante
el gobierno de los emperadores galos el abastecimiento siguió siendo
básicamente el proveniente de la
Península Itálica y Oriente, siendo
más bien escasos los numismas provenientes de la Galia como vemos
en Baelo Claudia o Conímbriga. A
partir del año 270 serán los aportes
realizados por los talleres de imitación provinciales los que abastezcan
dicha demanda, junto con la prolongación en el período de amortización
de monedas acuñadas en fechas anteriores, sobre todo si estas eran de
oro o plata.
Aunque tradicionalmente se ha
considerado que este siglo supuso
una drástica decadencia en la vida
de las ciudades, lo cierto es que los
últimos estudios tienden a matizar
esta creencia, puesto que no todas
se vieron afectadas por igual por la
crisis del siglo III d. C., siendo cada
día más claro que el abastecimiento
monetario no cesó en las ciudades,
particularmente en las costeras.
Un sistema en quiebra
Como se puede ver, el siglo III supuso una verdadera quiebra del sistema
monetario que había sustentado la actividad económica durante todo el Alto
Imperio. Las monedas de oro y plata
experimentaron una gran restricción
en la circulación hasta el punto de que
quedaron relegadas prácticamente, y
no sólo en Hispania, para el pago de
Arriba, radiado posterior a la reforma de Aureliano. Abajo, el antoniniano
póstumo de Claudio II el Gótico muestra un altar con guirnaldas en su reverso.
tributos, dada la inexistencia de fuertes
contingentes militares cuyos salarios
hubiera que sufragar. Por su parte, el
bronce y el cobre son utilizados en los
intercambios comerciales.
La disminución de monetario llegado de cecas situadas fuera de la
Península Ibérica hizo que esta situación se mitigase en buena medida
con el incremento de las monedas
de imitación, lo que no deja de significar una cierta independencia ante
un poder central que no era capaz de
afrontar la situación. Este siglo marcará un punto de inflexión que separará dos amplias fases distintas en
la historia monetaria de la Hispania
imperial romana. ◙
PARA SABER MÁS:
• CARCEDO ROZADA, M.; GARCÍA
CARRETERO, J. R.; MARTÍN RUIZ,
J. A. (2007): Ocultamiento de monedas del siglo III d. C. procedente del Cortijo de Acevedo (Mijas,
Málaga), Mijas.
• MARTÍNEZ MIRRA, I., (19951997): “Tesorillos del siglo III d.
C. en la Península Ibérica”, en
Lucentum, XIV-XVI: 119-180.
• MARTÍNEZ MIRRA, I., (20002001): “Tesorillos del siglo III d.
C. en la Península Ibérica (II)”, en
Lucentum, XIX-XX: 5-46.
• MARTÍNEZ MIRRA, I., (20042005): “Tesorillos del siglo III d.
C. en la Península Ibérica (III)”, en
Lucentum, XXIII-XXIV: 207-236.
• MARTÍNEZ MIRRA, I., (2007):
“Tesorillos del siglo III d. C. en la
Península Ibérica (IV)”, en Lucentum, XXVI: 285-293.
• RIPOLLÉS, P. P., (2002): “La
moneda romana imperial y su
circulación en Hispania”, en Archivo Español de Arqueología, 75:
195-214.
• SAN EUSTAQUIO, L. S. (1988):
“Circulación monetaria de plata
en la Hispania del siglo III d. C.”,
en Espacio, Tiempo y Forma, I:
341-362.
30
aestas·mmdcclxiii·auc
arqueología
Carreras sobre
las lápidas
URBANISMO
obras públicas que mostrasen el poderío
R. Ceb
nos, en disposición de afrontar grandes
Fotos:
se encontraba, en tiempos de los Antoni-
rián
La ciudad más importante de la Celtiberia
económico y político de la urbe. Así surgieron el foro, la curia y la basílica. Sin embargo, a la hora de construir el circo una necrópolis se interponía en los planes. Rosario
Cebrián, directora del parque arqueológico,
cuenta cómo se afrontó el problema.
Por Rosario Cebrián.
En la segunda mitad del siglo II d. C.,
Segobriga decidió acometer una nueva obra pública: la construcción de
un circo, en la que, tal vez, participó
activamente el procurador minero, de
origen griego, y de nombre C. Julio
Silvano Melanio que tuvo casa en la
ciudad entre los años 198 y 211.
El proyecto de construcción de un
edificio para las carreras de carros
determinó la búsqueda de un espacio lo suficientemente amplio para
su emplazamiento. Las dimensiones
del nuevo edificio previsto para espectáculos necesitaban de una franja
de terreno de, al menos, 90 metros de
anchura en sentido norte-sur y de una
longitud cercana a los 400 metros.
Sólo la planicie que se extendía al
norte de la ciudad y más allá del an-
fiteatro presentaba las
condiciones requeridas
pero existía un problema:
estaba ocupada desde época de Augusto por una necrópolis de incineración, que
había ido creciendo en torno a
una vía funeraria principal que
discurría por una vaguada natural.
Por tanto, la ejecución de la obra obligaba a la expropiación y el desmontaje de una parte de la necrópolis y,
además, al acondicionamiento de los
terrenos mediante el terraplenado de
aquella vaguada.
¿Cómo la ciudad podía eliminar un
espacio sagrado destinado a albergar
eternamente los restos de los difuntos en sepulturas puestas bajo la protección directa de los dioses Manes,
garantes de su seguridad y su sagrada
inviolabilidad? El derecho sepulcral
Parte superior de la estela funeraria
de Jucunda, con representación de la
difunta sentada y tañendo una cítara.
Esta es una de las lápidas que desapareció bajo el circo de Segóbriga.
romano protegía los espacios funerarios como lugares sagrados. La tumba
era un locus religiosus y la condición
esencial de la creación de un lugar religioso era, según el derecho clásico,
la presencia segura de un cuerpo. Una
31
verano·2010
sepultura romana reunía todas las
condiciones legales establecidas por
la jurisprudencia. Cuando existía
presencia de un cuerpo, se poseía el
jus sepulcri y la propiedad del terreno que contenía la tumba. Era
entonces cuando se podía hablar
de locus religiosus reconocido por
el derecho.
Resquicio legal
Sin duda, las excavaciones arqueológicas realizadas entre los
años 2006 y 2008 en Segobriga
han evidenciado la destrucción
de más de un centenar de sepulturas de la necrópolis de incineración situada bajo el solar
del circo. Su desaparición sólo
responde a las obras realizadas
para conseguir regularizar la
arena circense. Entonces, qué
procedimientos se llevaron a
cabo en el municipio para poder demoler tumbas, volcar epitafios, utilizar estelas en la construcción del nuevo edificio y, en definitiva, enterrar
todo un sector funerario bajo potentes
vertidos de tierra y piedras.
Quedaba un resquicio legal que
distinguía claramente el sepulcro
donde yacían los restos del difunto
como locus religiosus frente al monumentum o construcción funeraria que
rodeaba la sepultura destinada a ase-
Fotos: R. Cebri
án
La vía funeraria desde el sur y restos
de estelas y materiales de construcción de los monumentos funerarios
volcados o desplazados sobre ella durante los trabajos de construcción del
circo. Al fondo de la foto se aprecia
la base del graderío, que corta la vía
funeraria primitiva.
Tras las huellas de Segobriga
Son escasas las noticias sobre Segobriga en la Antigüedad. A inicios
del siglo II a. C., la población debió de convertirse en un oppidum
y tras las guerras de Sertorio, en
torno al 70 a. C., pasó a controlar
un amplio territorio. Plinio la consideró caput Celtiberiae o inicio de
la Celtiberia. El desarrollo urbano
debió de comenzar a mediados del
siglo I a. C., coincidiendo con la primera emisión monetaria de la ceca
de Segobriga, que sustituye a la
vecina ceca indígena de Contrebia
Carbica. Además, una inscripción
de Roma (CIL VI, 1446a) nos infor-
ma de que entre los años 50 y 27
a. C., la ciudad envió una legación
a la Urbs para rendir homenaje a
L. Livio Ocella, el abuelo del futuro
emperador Galba, en su condición
de quaestor provinciae Hispaniae
citeriores y patrono de los segobrigenses.
En tiempos de Augusto, en torno al año 15 a. C., dejó de ser una
ciudad estipendiaria, que pagaba
tributo a Roma, y se convirtió en
municipium o población de ciudadanos romanos. Fue entonces cuando se produjo su auge económico
como centro minero de explotación
gurar la memoria del difunto, que podía comprarse y venderse y también
destruirse. En este sentido, en algunas
tumbas excavadas en la necrópolis de
Segobriga se localizó la fosa donde
se colocó el recipiente cerámico que
contuvo las cenizas del difunto. Sin
embargo, no estaba la urna cineraria
que, tal vez, fue trasladada por los
del lapis specularis, un yeso transparente que podía cortarse en finas láminas utilizado para cierre de
ventanas y decoración de suelos y
paredes, cuya explotación exclusiva
en Hispania se producía en un radio
de 100.000 pasos (casi 150 kilómetros), alrededor de Segobriga.
A partir de ese momento, se inicia
en la ciudad un ambicioso programa
urbanístico, que comienza con la
construcción del foro, formado por
una gran plaza enlosada rodeada de
pórticos y de los edificios administrativos más significativos como la curia y la basílica, y que finaliza hacia
el 80 d. C. con la conclusión de las
obras del teatro, el anfiteatro y las
termas monumentales.
32
aestas·mmdcclxiii·auc
familiares a nuevos sepulcros tras el
inicio del procedimiento público de
la ciudad en el que informaba de la
desaparición de la necrópolis para la
construcción del circo y que abría el
plazo para retirar del cementerio los
restos de los difuntos.
En contextos urbanos, el desarrollo urbanístico de las ciudades
romanas provocó el emplazamiento de nuevas construcciones sobre
áreas cementeriales. Por ejemplo, en
Aventicum una necrópolis de principios del siglo I d. C. fue abandonada
y trasladada cuando la ciudad inició
las obras de ampliación del área urbana sagrada, el pomerium, en el año
70 d. C. En la necrópolis de Mayence-Weisenau (Germania Superior) se
observa la destrucción de los monumentos funerarios más antiguos y su
reutilización en la construcción de
nuevas tumbas a partir del siglo II d.
C. Además, la vía que conformaban
las viejas sepulturas fue abandonada
y una nueva calzada ocupó su papel
con nuevas tumbas. Casos similares se observan en Corduba, donde
uno de los dos mausoleos circulares
de época de Tiberio fue desmontado
Las obras comenzaron
en época de lluvias.
Las estelas caídas imprimieron su negativo
en la tierra húmeda
para la construcción de una villa
suburbana o en Tarraco, donde la
construcción del anfiteatro destruyó
algunas incineraciones e inhumaciones anteriores.
Algo parecido debió de suceder en
Segobriga. Las obras del nuevo edificio para espectáculos con el que contaría la ciudad a partir de finales del
siglo II d. C. incluían el desmontaje
previo de un sector de la necrópolis,
que se limitó al derribo de aquellos
monumentos que superaban la cota
de nivelación requerida para la arena
del circo. Simultáneamente a la destrucción de la necrópolis, comenzó el
vertido de tierras sobre la vía funeraria a la vez que iban levantándose las
cimentaciones del graderío. Sabemos
que la construcción del circo de la
ciudad se inició en época de lluvias,
ya que todas las estelas que fueron
desplazadas de su posición original
cayeron sobre el terreno mojado, por
lo que dejaron el calco en negativo de
sus textos o de los elementos decorativos sobre el lugar de caída.
Entre los monumentos funerarios
que fueron desmantelados se encontraba la estela funeraria de la esclava Jucunda, muerta a los 16 años de
edad. El día 16 de agosto de 2006 se
localizaron los tres fragmentos en los
que se rompió la pieza tras su derribo durante los trabajos de construcción del circo. La parte superior de la
estela de cabecera semicircular con
acróteras, contiene la representación
escultórica en relieve de la difunta,
sentada y tañendo una cítara. La inscripción funeraria se sitúa en el interior de una cartela, limitada por molduras, en el que se encuentra un texto
métrico dedicado a la difunta. La estela se fecha en las primeras décadas
del siglo II d. C y, sin duda, sobresalió
en el paisaje funerario de la necrópolis de Segobriga, no sólo por el elabo-
Vista aérea de Segobriga desde el
oeste. A la derecha, la ciudad construida sobre el cerro de Cabeza de Griego.
A la izquierda se sitúa el circo (con los
carceres en primer término), excavado
entre los años 2004 y 2008.
Fotos: Parque Arqueológico de Segobriga
33
verano·2010
radísimo trabajo que realizó el lapidario en el soporte sino también por su
texto, que opone un antes infeliz de la
difunta debido a una enfermedad irreversible a un ahora apacible gracias a
la muerte.
Otras estelas fueron desplazadas
totalmente de su emplazamiento original y volcadas hacia la vaguada durante el proceso de rellenado. Algunas
fueron partidas intencionadamente
manteniendo sus zócalos in situ y el
resto de los fragmentos esparcidos
por sus cercanías, mientras que otras,
debido a su menor altura, se dejaron
en su posición original, sepultadas en
el interior de los rellenos de nivelación. Es el caso de las estelas funerarias de Caecilius Victor, hallada in
situ en la propia necrópolis bajo la
arena del circo en el año 2007, que
presenta en su parte inferior, en bajorrelieve, la figura de un león de perfil
derecho y con la cabeza afrontada al
espectador y la de Matira, dedicada
por aquel, según se puede ver en la
imagen de esta página.
Acabada la parte más difícil de la
construcción del circo, que había anulado la vía funeraria y destruido más
de cien sepulturas, las obras no continuaron y el edificio quedó inacabado.
Las campañas de excavación realizadas entre los años 2004 y 2008 han
documentado algo más de dos tercios
del circo, del que se conservan seis
carceres o cuadras de salida y grandes tramos de los graderíos laterales,
*
YACIMIENTO DE SEGÓBRIGA
Datos prácticos
Dirección física:
Ctra. Carrascosa de Campo a
Villamayor de Santiago, s/n
16340 - Saelices (Cuenca)
Dirección web:
www.segobrigavirtual.es
Contacto:
Teléfono: 629 75 22 57
Correo: [email protected]
Tarifas:
Entrada general: 4 euros.
Entrada reducida: 2 euros (carné
joven, carné de estudiante y grupos
de más de 15 personas con reserva
previa).
Entrada gratuita: jubilados y pensionistas, niños menores de 11 años y
desempleados.
Fotos: R. Cebrián
Estelas funerarias halladas in situ en el costado occidental de la vía funeraria.
incluyendo dos tribunas principales
realizadas en sillería situadas de forma canónica en ambos graderíos: la
tribuna de autoridades en el graderío
meridional y la tribuna de los jueces
en el septentrional. Sin embargo, falta
el hemiciclo de cabecera de cierre del
edificio por el Este y los estanques del
euripus o barrera central que delimitó
el recorrido de ida y vuelta de la pista
de carreras.
Que no se concluyera el edificio no
significa que no pudieran celebrarse
carreras. En el circo de la ciudad de
Segobriga pudieron tomar la salida simultánea seis carros para competir en
una pista de 400 metros de longitud y
74 metros de anchura Un amplio espacio abierto y una barrera central de
longitud suficiente fueron los únicos
elementos imprescindibles para realizar carreras de carros en la Antigüedad. El resto dependía de la capacidad
económica de las familias adineradas
responsables de su construcción y posteriores restauraciones.
◙
PARA SABER MÁS:
• ABASCAL, J. M., CEBRIÁN, R.
(2006): “Segobriga, un municipio augusteo en tierras de
Celtíberos”, en Rascón, S., y
Sánchez, A. L. (eds.), Civilización. Un viaje a las ciudades de
la España antigua, Alcalá de Henares, Ayuntamiento, 161-167.
• ABASCAL, J. M., ALMAGRO
GORBEA, M. y CEBRIÁN, R.
(2007): “Parque Arqueológico
de Segobriga. Últimos descubrimientos”, en Actas de las I
Jornadas (Cuenca 13-17 de diciembre de 2005). Cuenca. Págs.
385-397.
• ABASCAL, J. M., ALMAGRO GORBEA, M., y CEBRIÁN, R. (2007):
Segobriga. Ciudad celtibérica y
romana. Guía del Parque Arqueológico. Toledo.
• ABASCAL, J. M., ALMAGRO
GORBEA, M., HORTELANO, I., y
CEBRIÁN, R. (2009): Segobriga
2008. Resumen de las intervenciones arqueológicas. Cuenca.
• RUIZ DE ARBULO, J., CEBRIÁN,
R., y HORTELANO, I. (2009):
El circo romano de Segobriga
(Saelices, Cuenca). Arquitectura,
estratigrafía y función. Cuenca.
34
aestas·mmdcclxiii·auc
ELRINCÓNdeESCULAPIO
MEDICINA MILITAR
¡Dónde hay
un médico!
La profesión de las armas
depara un riesgo constante
sobre la vida y la salud. Sin
un sistema de asistencia
sanitaria, los legionarios
romanos –como otros guerreros de la Antigüedad–
recurrieron a la solidaridad
y también a las creencias
Foto: Nika Vee
mágicas para intentar
Menelao sostiene el cuerpo exánime de Patroclo, en Loggia dei Lanzi (Florencia). La asistencia entre compañeros era casi la única asistencia con que
contaban los combatientes de la Antigüedad.
Por Salvador Pacheco.
La medicina que se ejercía en la Antigua Roma no deja de ser una prolongación de la medicina helenística. Llena
de una admiración no exenta de recelo, la ciudad del Tíber acabó seducida
por el saber griego. Los conocimientos
médicos no fueron una excepción. La
mentalidad romana se aprovechó de
ellos para mejorar la eficacia de sus
ejércitos. La lenta penetración de estas
ideas transformó el oficio militar, pero
¿cómo se gestionaba la salud en las legiones antes de que se instituyera en
ellas un servicio sanitario?
Remontándose a los tiempos míticos, la primera referencia a la sanidad militar romana menciona a Japige, quien extrajo, ayudado por unas
sobrellevar los peligros
que tenían que afrontar de
forma cotidiana.
simples tenazas, la flecha que había
herido el muslo de Eneas (Virgilio,
“La Eneida”). Buscando fuentes más
fiables que las meramente literarias,
se constata la escasez de noticias en
época republicana. Su número es aun
menor, por no decir nulo, durante la
monarquía. El investigador se mueve por el resbaladizo campo de la
conjetura. Quizá podamos concluir
35
verano·2010
que las legiones continuaron la tradición helenística y no dispusieron de
una mínima organización sanitaria
hasta el final de la República, ya en
el siglo I a. C.
Asumiendo este punto de partida
es recomendable escudriñar en los
textos clásicos griegos para conocer
mejor la medicina castrense. Desde
un punto de vista médico, “La Ilíada” es un texto esencial para conocer
la asistencia sanitaria en tiempos de
guerra en el mundo griego antes del
800 a. C., especialmente en lo referente a la cirugía.
Presenta Homero una medicina
lejos de lo taúrgico y lo religioso. En
este carácter empírico-práctico debió
influir, independientemente de otras
cuestiones culturales, la familiaridad
con las lesiones traumáticas propias de
la guerra, no en vano describe más de
150 heridas de este tipo. En estos casos
la causa del mal es evidente, ajena a
cualquier origen sobrenatural, y la respuesta que pide es terapéutica, evidente y precisa.
Este carácter empírico que aleja lo
sacerdotal de lo quirúrgico también
está presente en otras culturas de la
más remota Antigüedad. Ahí está, por
ejemplo, el papiro de Edwin Smith,
fechado hacia el XVII-XVI a. C. y
que se trataría, a su vez, de la copia
incompleta un documento egipcio del
3000 a. C., al que no podemos más que
definir como un verdadero tratado qui-
Emilio y Bruto abandonaron a los heridos
y los enfermos para
retirarse rápidamente
del asedio de Palantia
rúrgico ajeno a la magia o la teúrgia.
La convivencia entre una medicina
mágico-religiosa y otra empírica debió
de aparecer muy temprano en el desarrollo humano.
En la actualidad la medicina empírica sigue diferenciándose incluso a
escala popular. Mientras el curandero
o sanador es un ser dotado de poderes
extraordinarios, supranaturales, muchas veces imbuidos por cierta proximidad a la divinidad, el “algebrista”
o componedor de huesos, por el contrario, es un individuo dotado de una
gran habilidad debida a su experiencia y al conocimiento de técnicas ancestrales transmitidas desde antiguo
por sus antepasados.
En cualquier caso, es interesante
ver como en “La Ilíada” no aparece
intención alguna, durante el acto quirúrgico, de invocar la ayuda de entes divinos. Se constata que son los
compañeros más cercanos al herido
los que ejercen las curas con mayor
o menor eficiencia, según su preparación. Patroclo, el amigo querido
de Aquiles, vendó sin tener ninguna
cualificación especial a su compañero
de armas Eurípilos. Aun aquellos que
tenían conocimientos profundos en la
materia, como era el caso de Macaón
y Podalirio, médicos e hijos del mismo Asclepio, no acudían a la guerra
más que como meros combatientes,
aunque en caso de necesidad se usara
de sus servicios y estos fueran especialmente valorados. Este aprecio se
constata al ver que se recurre a ellos
para atender a los mandos, sea el caso
de Macaón retirando la saeta que había herido a Menelao, o por su utilidad en general para la tropa, como
afirma Homero:
¡Oh Néstor, Nélida, gloria insigne de los aqueos! Ea, sube al
carro, póngase Macaón junto a ti
y dirige presto a la nave los piafantes corceles. Pues un médico
vale por muchos hombres, por
su pericia en arrancar flechas y
aplicar hierbas calmantes sobre
las heridas. (“La Ilíada”, XI)
Es posible que en el mundo romano, fuertemente influido por los
etruscos, ocurriera de modo análogo.
Ausente cualquier servicio sanitario,
serían los compañeros del herido, los
más próximos en el campo de batalla
Foto: R. Pastrana
“La Iliada” menciona 150 heridas de
guerra. A la derecha,
guerrero herido, del
friso del templo de
Afaia, (hoy en la Gliptoteca de Mucnich)
que narra la primera
Guerra de Troya.
36
aestas·mmdcclxiii·auc
o por amistad, los que ejercieran las
primeras curas en el propio campo de
batalla y en los campamentos. La tropa
debió de carecer de toda atención profesional, quedando limitada a la que
el propio legionario o sus compañeros
pudieran prestar.
Cuenta Livio que durante la Segunda Guerra Samnita, en la batalla
de Sutrium (309 a. C.), los heridos que
perecieron, faltos de atención medica,
fueron más que las bajas producidas
durante la propia batalla. Resultado que tampoco nos puede extrañar,
ante la baja cualificación de la posible
ayuda, pues volviendo a la Ilíada, se
comprueba que en la mayoría de los
casos descritos las heridas llevaron a
la muerte.
Una cuestión fundamental respecto
al auxilio al herido era el resultado de
la batalla. Si este era favorable cabría
esperar el auxilio de los compañeros.
Pero si la derrota era la consecuencia
del choque entre los ejércitos, las posibilidades de recibir algún cuidado debieron de ser mínimas, dada la costumbre frecuente de rematar al enemigo
herido. Así, tras la batalla de Cannas
(216 a. C.), durante la cruenta Segunda Guerra Púnica, los heridos romanos
hallaron la muerte a manos de los cartagineses, según T. Livio.
Incluso fuera del campo de batalla, si los avatares de la guerra no eran
propicios a un ejército, los heridos y
enfermos recogidos en el campamento podían ser abandonados como nos
narra Apiano durante las Guerras Numantinas:
Al prolongarse el asedio de Palantia, comenzaron a faltar los
alimentos a los romanos y el
hambre hizo presa en ellos, todos sus animales de carga perecieron y muchos hombres empezaron a morir de necesidad.
Los generales Emilio y Bruto resistieron con paciencia durante
mucho tiempo, pero, vencidos
por la mala situación, dieron la
orden de retirarse, de manera
repentina, una noche alrededor
de la última guardia. Los tribunos militares y los centuriones
corrían de un lado a otro apremiando a todos a hacer esto
antes del amanecer. Y ellos, en
medio del tumulto, lo abandonaron todo, incluso a los heridos
y enfermos que se abrazaban a
ellos y les suplicaban que no los
abandonasen.
Pero, ¿qué ocurría con los heridos
si la victoria había sido el resultado del
enfrentamiento? Es de suponer que los
propios legionarios, con el beneplácito de los mandos, intentaran rescatar
a sus compañeros. De esto tenemos
constancia, aunque sean tardías, en
los escritos de Julio César, Dionisio de
Halicarnaso, Polibio y Plutarco. Los
heridos leves curarían sus propias heridas, mientras los menos afortunados
serían atendidos por sus camaradas. Si
creemos a Livio, serían trasladados a
los campamentos, donde quedarían en
su propia tienda de campaña, según
Horacio. Pasado el tiempo, al menos
Pasa a la página siguiente
Unas píldoras
de medicina
empírica
Espinas y cosas semejantes
son extraídas del cuerpo con
excremento de gato, también
con el de cabra en vino y con
cualquier cuajo, pero sobre
todo con el de liebre, con polvo
muy fino de incienso y aceite,
con el mismo peso de muérdago y o con propóleos.
(Plinio, 28, 76, 245)
El excremento fresco de cerdo o la harina del que está en
conserva se aplica en linimento
en las heridas ocasionadas por
el hierro.
(Plinio, 28, 74, 241)
Para las luxaciones, excremento fresco de jabalí o de cerdo,
así como de ternera, espuma
fresca de verraco con vinagre,
excremento de cabra con miel,
carne de buey en cataplasma.
(Plinio, 28, 70, 234)
Las flechas, los proyectiles y
cualquier objeto que haya que
extraer del cuerpo contribuye
a sacarlos un ratón abierto en
canal y aplicado tópicamente,
incluso puede utilizarse sólo su
cabeza, machacada con sal.
(Plinio, 28, 52, 122)
Las inflamaciones oculares [se
previenen] con saliva, como
ungüento, todos los días por la
mañana.
(Plinio, 28, 7, 37)
El enemigo caído,
muerto o herido
era tratado sin
contemplación.
Grabado de Cannas, realizado por
Heinrich Leutemann a finales del
siglo XIX.
37
verano·2010
ya en el siglo I a. C., se fueron creando
tiendas especiales en el campamento
para atender a los heridos, afirma Cicerón.
Durante mucho tiempo esta sería la
única ayuda que el herido podría esperar, pues los primeros médicos de los
que tenemos constancia, ya en tiempos
tardíos, fue el personal al servicio exclusivo de los altos mandos del ejército y de sus allegados. Livio y Plutarco
mencionan a estas personas, agregadas
en cierto modo a la servidumbre del
estado mayor del ejército. Debieron
de ocupar una ínfima posición social,
lejos del reconocimiento del que disfrutaron en Grecia. Era habitual que
fueran esclavos (servi medici) o libertos (liberti medici), en palabras de Plutarco y Suetonio. Muchos eran extranjeros, especialmente tras las campañas
en Macedonia y Grecia que tuvieron
lugar en el siglo II a. C. y que permitieron “importar” este tipo de profesionales como botín de guerra.
Los mandos podían magnánimamente ceder sus médicos para atender las situaciones más graves entre
la tropa. Igualmente, si la gravedad lo
precisaba, los heridos eran replegados
hacia la retaguardia, bien a ciudades
amigas o, si la distancia lo permitía,
hacia la propia Roma, como aparece
en la obra de Dionisio de Halicarnaso
y Tito Livio. Por César sabemos que,
en tales casos, el propio mando se pre-
Conscientes del peligro que corría su
vida, los soldados
eran presa fácil para
las supersticiones
ocupaba de acomodarlos en casas particulares, cuyos habitantes eran recompensados por los esfuerzos y gastos
sufridos. La misma fuente nos informa
que cuando los heridos sanaban de sus
heridas volvían a sus unidades, pero si
estas habían desaparecido o estaban
inoperantes se integraban en un destacamento (vexilatio), donde el mando
considerase más oportuno.
Junto a la medicina de origen griego que poco a poco fue imponiéndose
en Roma, debieron de pervivir viejas
creencias mágico-religiosas y recetas
de la medicina empírico-doméstica
del mundo romano y etrusco, al que
se irían añadiendo las de otros pueblos
sometidos. Incluso personas sumamente cultas y respetables no dejaron
de estar influidas por estas creencias.
La “Historia Natural” de Plinio nos
permite saber que César, tras caer de
un vehículo procuraba evitar el peligro
recitando tres veces una formula mágica. Por su parte, el tres veces cónsul
Muciano, para librarse del mismo mal,
PARA SABER MÁS:
Protección sobrenatural
A los niños los cuida Fascino,
protector también de los generales, divinidad cuyo culto es
atendido por las vestales y que,
médico del mal de ojo, ampara
los carros de los triunfadores, colgado debajo de
estos.
(Plinio, 28, 7, 39)
llevaba una mosca viva en un pequeño
lienzo blanco. Igualmente, el cónsul
del año 35 d. C., M. Servilio Nonisno, por miedo a sufrir una inflamación
ocular portaba como amuleto, atado
con lino al cuello, un papiro con las
letras griegas p y a.
Si esto ocurría entre las clases más
privilegiadas no debe extrañarnos que
los legionarios recurrieran a creencias
y supersticiones para conservar o recuperar la salud. Cuenta Apiano que,
durante las Guerras Numantinas, Escipión Emiliano se vio forzado a prohibir
todo objeto superfluo a sus legionarios
incluyendo las víctimas sacrifícales
con propósitos adivinatorios. Asimismo expulsó de los campamentos a adivinos y sacrificadores. También Plinio
nos refiere creencias muy arraigadas
de forma que entre muchos enfermos
existía la «costumbre en cualquier tipo
de tratamiento de escupir repitiendo
un conjuro tres veces para así favorecer sus efectos». Análogamente, en el
caso de las heridas, se creía que «atar
las vendas de las heridas con el nudo
de Hércules suponía –cuenta admirado
el crédulo Plinio– una curación mas
rápida».
Todos los testimonios que recoge la
“Historia Natural” permiten suponer
que los legionarios, y no solo los de los
primeros tiempos, acudían a recetas
tradicionales, prácticas “curanderiles”
y amuletos para curar sus males. ◙
Un collar al cuello con representación fálica, en coral o ámbar, como protección contra el
mal de ojo, los encantamientos
y maleficios.
(Plinio, 28, 42, 150)
Dicen que los que llevan una
lengua de zorro
en un brazalete no
van a sufrir
inflamaciones
oculares.
(Plinio, 28, 47, 172)
• APIANO (1985): Historia romana. Editorial Gredos.
• CICERÓN (2005): Disputaciones tusculanas. Editorial Gredos.
• DIONISIO DE HALICARNASO
(1984): Historia antigua de
Roma. Editorial Gredos.
• HERODOTO (1999): Historia.
Colección de Letras Universales.
• PLUTARCO (2005): Vidas paralelas. Editorial Gredos.
• TITO LIVIO (1994): Historia
de Roma desde su fundación.
Editorial Gredos.
38
aestas·mmdcclxiii·auc
LAENTREVISTA
M.ª Cruz
Cardete
Lleva cinco años impartiendo clases en la
Universidad Complutense de Madrid y alguno
más en el estudio de los entramados ideológicos que sostenían las sociedades clásicas.
Ha coordinado un libro (“La Antigüedad y sus
mitos”, Editorial Siglo XXI) en el que repasa
cómo la visión particular de cada época ha
contribuido a modelar conceptos tan afianzados hoy en día como la feliz Arcadia, los ecos
misteriosos de Tartesos o la presunta modernidad de la democracia griega.
Por Roberto Pastrana.
— Al leer el libro de
“La Antigüedad y sus
mitos”, que usted coordina, me llamó la aten-
ciencia ha sido durante
mucho tiempo una disciplina muy tradicional al
servicio del poder y ha
dicho lo que se esperaba
que dijese. Acabar con esa
la carrera te decían que la
Historia era así y así te la
tenías que aprender. Nadie
te decía que el discurso es
así porque quizá se ha estudiado de cierta manera.
La Historia se construye y esa
construcción nunca es inocente
ción la frase inicial: «La
Historia es una ciencia
altamente subversiva».
—Yo creo firmemente
que la Historia nos debe
llevar a pensar de forma
crítica. Sin embargo, esta
trayectoria requiere muchos esfuerzos y aun hoy
continúa vigente un paradigma basado en datos
que parecen inamovibles.
Recuerdo que en el instituto y durante gran parte de
Y que, quizá, con otro método podría ser diferente.
O no diferente pero sí más
complejo. La educación
que recibimos a veces no
te hace plantearte las cosas bajo otro prisma.
—¿Es una convencida de las nuevas tendencias en la aproximación
histórica?
— Sí, por supuesto.
De hecho, me presento
así ante mis alumnos de
la universidad. Me parece una práctica correcta
advertirles de entrada que
yo pienso que la Historia
se construye y que esa
construcción no es inocente. Yo no soy de las
que piensan “la verdad es
ésta”, sino “esta verdad
se ha construido así”.
—Estos planteamientos están cobrando importancia en los últimos
años, pero siguen en-
39
verano·2010
contrando grandes resistencias por su carga
ideológica.
— Existe carga ideológica en todas las corrientes. Por eso es importante
diferenciar entre manipular e interpretar. Si fuerzas los datos, si haces que
los esquemas se adapten a
lo que deseas, si usas técnicas pocos rigurosas, entonces estás manipulando. Pero si usas métodos
contrastables para que
otros vean cómo estás investigando y por qué, estás interpretando. Luego
podrán estar más o menos
de acuerdo contigo, pero
no te podrán acusar de
manipulación.
No se puede usar la
Historia para justificar un
fin, pero tampoco podemos pretender estar fuera del mundo. Todos los
historiadores tenemos un
contexto que marca nuestro trabajo.
—Esta idea me suena.
En la introducción de su
libro afirma que los historiadores actuales no
son más objetivos que
sus antecesores pero, al
menos, deben intentar
ser más conscientes de
las influencias que pesan sobre ellos y su trabajo.
—Así es. El positivismo, que pasa por ser
la corriente más aséptica, tiene detrás una carga ideológica tan fuerte
como cualquier tendencia actual. Aún hoy, los
historiadores
rehúyen
posicionarse porque consideran que eso les resta
objetividad. A mí me parece que es al revés: lo
que te resta objetividad es
pensar que no tienes influencias y que estás aquí
para descubrir la verdad.
Desconfío de estos planteamientos, que al final
son los que llevan a las
grandes manipulaciones
de la Historia. Yo opino
lo contrario: dime cuáles
son tus principios de trabajo y empezamos a hablar, aunque no estemos
de acuerdo.
—Aunque estas nuevas
tendencias
han
inspirado ya algunos
estudios históricos, su
reconocimiento social es
bastante escaso.
—Sí, es necesario
hacer una extraordinaria labor de divulgación
en la educación y en los
medios de comunicación.
Pero esta difusión no hay
que acometerla en clave
de corrientes novedosas y
corrientes obsoletas. No
es necesario ser postmoderno ni post-nada para ir
más allá en Historia sino
simplemente asumir ciertos planteamientos de reciclaje personal.
—La renovación de
la enseñanza de Historia
es complicada, a tenor
del escaso apoyo que
tienen las Humanidades
en nuestro sistema educativo.
—Sí, el sistema tradicional basado en el conocimiento de datos está
sólidamente asentado, sobre todo en la enseñanza
media. Con esto no quiero decir que ciertos datos
no deban ser aprendidos,
pero deberían combinarse
con una forma diferente
de contar la Historia, que
promueva la forma crítica
de pensar, la reflexión y
el análisis. Sin embargo,
los profesores sólo tienen
unas pocas horas sema-
“La principal
causa de los
clichés
históricos es la
propia demanda
social, que es
también la que
los mantiene”
nales para evitar que los
alumnos sean unos analfabetos históricos. En
estas condiciones lo más
fácil es seguir con el método de toda la vida, sobre todo cuando este es el
método en el que ellos se
han educado. Sin embargo yo creo que las nuevas
líneas de investigación y
las nuevas preguntas se
irán haciendo un hueco
en los planes de estudio.
Al fin y al cabo ahora están más asentadas líneas
de investigación e instituciones de estudio que
hace 20 años no existían.
—Usted ha completado su formación en Grecia, Italia y Gran Bretaña. ¿Ha visto en esas
sociedades un conocimiento histórico mayor
que en España?
—No. En general hay
un desconocimiento profundo de la Historia como
construcción y como disciplina crítica. En Grecia
hay muchas referencias
a la Antigüedad porque
tienen muy interiorizado
que fueron grandes en
el pasado, pero parece
más un adoctrinamiento
que reciben en la escuela
que la conclusión de una
reflexión. En Italia pasa
lo mismo con el Imperio
Romano, sin detenerse
mucho en lo que ello implicaba.
En Inglaterra estuve
menos tiempo y me relacioné menos. Sí tuve la
oportunidad de comprobar que en reflexión académica estamos a años
luz de ellos, pero no me
atrevería a aventurar qué
conocimientos de Historia tiene el inglés medio.
Sólo sé que hay más gente buscando nuevos paradigmas y, aun así, todavía
pesa mucho la metodología educativa tradicional.
—La tarea de difundir las bondades de la
reflexión histórica parece ardua, sobre todo
cuando en los medios
de comunicación, y en
especial Internet, se impone lo inmediato y lo
breve.
—No resulta fácil,
pero es muy necesario.
La Historia está prácticamente desterrada de los
medios de comunicación.
En las páginas de ciencias aparecen noticias de
Biología,
Astronomía,
Zoología... Pocas veces
verás algo de Historia y,
cuando lo veas, será generalmente de Arqueología. ¿Qué otros cauces
hay para acercarse a la
sociedad? ¿Internet? Ahí
tiene a la Wikipedia, que
da la visión tradicional:
sólo una serie de datos y
datos. Y, a veces, mal hecha incluso. Tenemos que
llegar a la gente corriente
para explicarle que más
allá de los datos concre-
40
aestas·mmdcclxiii·auc
tos hay unos procesos,
unas implicaciones sociales.
—También existe la
divulgación científica a
través de la industria
editorial.
—Efectivamente. Y sin
embargo, la Fundación
Española para la Ciencia
y la Tecnología (FECYT)
recibe muchas peticiones
de ayudas para divulgar
proyectos de Ciencias Naturales y pocos para Humanidades. Es un hecho
para el que no encuentro
explicación. No sé si pensamos que está todo divulgado o que los libros
académicos que se editan
de vez en cuando se entienden perfectamente. El
caso es que no trabajamos
como otros investigadores
que son conscientes de
que sus trabajos y experimentos no son accesibles
al público en general.
—¿Usted cree que no
es de esta manera?
—No, la literatura
científica de Historia tiene una complejidad que
la hace sólo asequible
para los profesionales que
tienen cierta formación o
para gente muy interesada
en el asunto o ilustrada en
él. Algo tan aparentemente simple como el concepto de castro lleva aparejadas numerosas cuestiones
sociales que escapan al
lector medio.
Y luego están las interpretaciones erróneas
de la Historia, como un
simple relato de acontecimientos y reyes, pero
no es así. La Historia es
un conjunto de procesos
sociales que se extienden
durante siglos y alcanzan
el presente. Es una dis-
ciplina tan complicada
como el ser humano, que
es el sujeto de estudio.
Las grandes fórmulas de
las ciencias puras se quedan cortas para reflejar la
complejidad del ser humano. ¡Pero si incluso el
lenguaje parece quedarse
corto para describir ciertas realidades!
Sin embargo no hay
conciencia de esto. Parece que la Historia es muy
sencilla. Y quizá esta
idea proceda de los que
la han simplificado para
hacerla
comprensible.
Pero ese no es el camino.
No debemos simplificar
la Historia, sino hacerla
accesible. Desechar los
términos técnicos y los
conceptos de gran complejidad ha llevado a la
trivialización de la disciplina. También le ha dado
más presencia social y un
aura de cultura general,
pero a la larga eso se ha
vuelto contra la propia
Historia, porque al fin y
al cabo, si la Historia es
cultura general, ¿dónde
está la dificultad? Cualquiera puede hacerlo.
“Frente al temor
que la Antigüedad sentía ante
lo discordante,
en Occidente hemos aprendido a
valorar la heterogeneidad”
—¿Por eso decidió usted lanzarse a la divulgación?
—Esas son las ideas de
fondo que vertebran el libro de “La Antigüedad y
sus mitos”, aunque el objetivo más inmediato era
el estudio de ciertos conceptos, relacionados con
la Antigüedad, muy arraigados socialmente. Estos
conceptos conforman una
imagen del mundo que a
veces no tiene nada que
ver con la realidad.
—Me viene a la cabeza la mala fama de la
sociedad romana, a la
que muchos consideran
decadente porque creen
que se dedicaban a los
banquetes y el desenfreno. ¿Por qué nacen estos tópicos tan alejados
de la realidad? Y sobre
todo, ¿por qué arraigan
tan profundamente en la
opinión pública?
—La Historia Antigua,
por su lejanía en el tiempo, es un caldo de cultivo
muy aparente para los mitos, pero no cabe achacar
su origen a una voluntad
consciente ni a una conspiración. De hecho, los intentos dirigidos de influir
en la imagen de un elemento histórico son poco
representativos y suelen
acabar por disolverse rápidamente con el paso del
tiempo.
Creo que la principal
causante de los mitos es
la propia demanda social,
muchas veces manipulada,
por supuesto, que también
es la que los mantiene.
En muchos ámbitos es
frecuente comprobar una
gran divergencia entre lo
que se investiga y lo que
conoce la sociedad, que
sigue sosteniendo ideas
rechazadas tiempo atrás
por los estudiosos. Dejando aparte los refuerzos que
estos mitos obtienen de los
medios de comunicación,
yo creo que cada momento
histórico mantiene vigentes unas imágenes que le
resultan útiles.
—¿Cree que una forma más crítica de hacer
Historia acabará con estos clichés?
—Pensar de forma
crítica exige un esfuerzo intelectual por parte
del interesado. Es un reto
personal que escapa al
quehacer de los historiadores. Nosotros podemos
dedicarnos a la divulgación, pero si no hay cierto
interés en el receptor cualquier intento por hacer accesible la Historia va a ser
infructuoso. La sociedad
en su conjunto debe empezar a valorar en su medida
el esfuerzo personal que
implica todo proceso de
conocimiento. Esto lo he
visto en las universidades
de Oxford y Cambridge.
Allí los alumnos no van a
aprender datos sino a plantear cuestiones, a analizar
implicaciones y a desarrollar el análisis.
—Quizá algunos piensen que el esfuerzo no
merece la pena, que el
conocimiento adquirido
no tendrá ningún valor
en sus vidas. ¿Qué les
diría a esas personas?
¿Qué nos puede interesar hoy en día el alzamiento de los sículos en
el siglo V a. C., que usted
ha estudiado?
—Yo estudio mecanismos ideológicos que se
pueden detectar en muchos
sitios. Que el poder utilice
la religión para construir
41
verano·2010
un territorio determinado
y lo reivindique como propio no es algo que ocurra
sólo en el mundo antiguo.
De hecho enunciándolo
así podría ser el titular de
cualquier periódico actual.
El análisis de los fenómenos humanos te
mueve a la reflexión y te
permite entender mejor
el presente. Obviamente,
los mecanismos que rigen el funcionamiento de
las sociedades nunca son
iguales ni los contextos
podrían equipararse. Tampoco podemos extrapolar
lo que pasó en la Historia
a nuestro presente. Sin
embargo, el estudio del
pasado nos enseña cómo
se desarrollan determinadas situaciones y cómo
podrían hacerlo de otra
manera, ya que la Historia
educa sobre el valor de la
diferencia. Por otra parte,
muchos de los asuntos que
hoy nos preocupan vienen
de atrás. Por eso los historiadores volvemos nuestra
vista hacia lo que ha venido antes: intentamos descubrir los nexos entre el
pasado y el presente. Estudiamos el pasado por las
cuestiones presentes.
—Usted se mueve entre el presente, que es su
marco vital, y el Mundo
Antiguo occidental, que
es la rama en la que se ha
especializado. Desde su
perspectiva, ¿qué hemos
ganado en este periodo
de tiempo? ¿Cuál es el
aspecto que más valora
en nuestra evolución?
— Uf, es una pregunta
difícil de responder de forma sumaria. Digamos que
hemos adquirido conciencia de la diferencia. Occidente es la única sociedad
que concibe lo heterogé-
neo como un valor. Incluso se alienta la disidencia,
siempre que no comprometa la estabilidad del
sistema. Eso nos distancia
de la Antigüedad, cuyas
sociedades consideraban
peligroso lo discordante.
Es innegable que también hemos ganado en
calidad material de vida.
Los occidentales vivimos
mejor que hace unos siglos. Tener cubiertas nuestras necesidades básicas
también nos ha dado una
mayor capacidad de reflexión. Asegurados unos
niveles que permiten una
vida digna, mucha gente
puede empezar a pensar
en aspectos que van más
allá del día a día. Aunque,
claro, nosotros podemos
dedicarnos a la reflexión
porque hay millones de
personas que no pueden
hacerlo. Vivimos mejor porque gran parte del
mundo no vive mejor.
—Nuestra comodidad tiene un reverso
oscuro. Supongo que
lo mismo le pasará
a nuestros avances.
¿Qué hemos perdido
por el camino?
— La solidaridad se
ha resentido mucho.
Los lazos de solidaridad se han debilitado.
En el mundo griego la concepción de
grupo era más fuerte: la comunidad se
defendía a sí misma.
Eso no quiere decir
que no hubiese pobres y desamparados,
que había muchos, pero a
falta de una asistencia pública los vínculos sociales
eran más sólidos. El grupo
estaba más cohesionado,
aunque también había más
rechazo a lo que venía de
El conocimiento
del pasado se
ve entorpecido
a menudo por
la rigidez de
conceptos que
ya nos vienen
dados. ¿Quiénes
los construyeron? ¿Cómo?
¿Por qué? Diversos autores
analizan en este
libro unos cuantos ejemplos.
Stilus publica
en las páginas
siguiente un extracto del capítulo dedicado a
la esclavitud en
Roma
fuera. Hoy esos lazos sólidos se han reducido a la
familia nuclear. Para los
demás hemos delegado
la labor asistencial en el
Estado, que se encarga de
dar cobijo a los más necesitados, lo que nos permite
desentendernos en el plano personal de los que nos
rodean. Este individualismo se ve en las ciudades,
en las que apenas conocemos a nuestros vecinos ni
tenemos conciencia más
que de lo propio. Esto no
sucedía en la Antigüedad.
—Acostumbrada
a
mirar el discurrir histórico en perspectiva,
¿cómo ve la situación actual?
— Vivimos en un sistema capitalista basado en
unas relaciones internacionales de dependencia
que no son sostenibles. El
sistema acabará fallando
y desapareciendo, como
le ha pasado a todos los
sistemas anteriores.
Es un proceso natural que lleva siglos.
Uno no es consciente
cuando lo vive, pero al
estudiar la Historia ves
que tu época tendrá un
fin. Evidentemente yo
no sé cuándo será, pero
es inevitable que ocurra.
Se transformará en otra
cosa. ¿Mejor o peor?
Eso lo juzgará el que lo
vea.
—Puestos a elegir,
¿se subiría a la máquina del tiempo para irse
a vivir a la Antigüedad?
—¿Convertirme
en
una griega del siglo V a.
C.? No, creo que no. Prefiero el mundo actual con
sus libertades individuales. Y mucho más siendo
mujer.
◙
42
aestas·mmdcclxiii·auc
firmainvitada
Aunque los romanos consideraban servil toda dependencia — ya fuese económica, política o
militar —, los modernos estudios tienden a marcar diferencias entre las situaciones englobadas
bajo el amplio concepto de “esclavitud”. Estos análisis revelan las múltiples formas que la civilización romana adoptó en cada territorio conquistado. Inés Sastre, investigadora del CSIC, hace un
repaso al estado de la cuestión en “La Antigüedad y sus mitos”, del que publicamos un extracto
relativo a los trabajadores de las minas hispanas.
¿Son rentables
los esclavos?
Por Inés Sastre.
Foto: Mary Harrsch
Placa identificativa conservada
en el Museo Nacional de Roma.
Posiblemente la llevaba al cuello
un esclavo.
La guerra, tal y como era
concebida por el derecho
romano, abría amplias posibilidades de sumisión y dependencia capaces de generar beneficios muy variados. El derecho
de guerra establecía que el vencido
pasaba a ser propiedad del vencedor.
A partir de aquí había dos posibilidades: o convertirse definitivamente
en esclavos, o que se les devolviera la libertad a cambio de entrar en
dependencia directa del vencedor.
Aquí entra en juego la mentalidad
del intercambio desigual de favores
y servicios: el vencedor, el general y
el Estado romano se ven obligados a
respetar a las comunidades sometidas pero tienen el derecho de exigirles su apoyo en el futuro. Este apoyo
se materializa en recursos, dinero y
hombres para el ejército. Esto permitió construir sistemas de explotación
eficaces que no pasaban por la esclavización y sin los cuales el Imperio
no habría sido posible. Durante el
período republicano estas comunida-
des sometidas sufrieron los excesos
de una «economía de guerra» que
hizo posible el trasvase a Italia de
una cantidad ingente de recursos y
riquezas (Ñaco, 2003). El Principado
marcó una pauta algo diferente dado
que el control y explotación racionales del Imperio por parte de un poder autoritario y centralizado exigía
un orden y una sistematización en la
explotación. Se trataba de beneficiarse del Imperio sin esquilmarlo. Esto
favoreció la creación de un sistema
tributario regular, basado en un conocimiento real de los recursos y las
poblaciones que se obtuvo a través
de la elaboración de censos periódicos (Nicolet, 1988). De este modo
la explotación de las comunidades
campesinas quedó sancionada y racionalizada.
Este fenómeno afectó a todos los
recursos del Imperio disponibles, tanto agrarios como mineros. Merece la
pena destacar el caso de las minas de
oro. La minería es el escenario en el
que el público general sitúa de una
manera más clara y evidente a los esclavos, sobre todo si se trata de minas
43
verano·2010
relacionadas con oro, plata y piedras
preciosas (no tanto con materiales
menos prestigiosos como el hierro o
el cobre). La imagen del pobre esclavo trabajando hasta la muerte para extraer el vil metal destinado a adornar
la odiosa persona del romano rico es,
sin duda, cinematográfica y novelesca, romántica como pocas. En el caso
hispano, la imagen está ampliamente
difundida puesto que las provincias
hispanas son “territorios mineros” por
excelencia y, como todos sabemos
por los libros de texto, las grandes
civilizaciones del Mediterráneo (fenicios, griegos, cartagineses y romanos) vinieron a la Península en busca
de metales.
El tópico del esclavo en las minas ha ido creciendo en la actualidad
conforme crecía el interés general por
los restos arqueológicos de esa minería antigua, algo relativamente reciente. Las grandes explotaciones de
oro del noroeste peninsular son, para
muchos, impensables sin un número
considerable de esclavos trabajando
bajo el látigo. Sin embargo, los estudios recientes, sobre todo aquellos
arqueológicos con enfoques más actuales, como los de Arqueología del
Paisaje, han dado lugar a una visión
diferente del trabajo en las minas
(Sánchez-Palencia, 2000). Cada vez
está más claro que la extracción del
oro en minas como la de Las Médulas
en León (la más conocida) la realizaban trabajadores libres, indígenas,
que tributaban a Roma por medio de
jornadas de trabajo en minas que eran
propiedad del Estado.
Para entender esto hay que tener
en cuenta, por supuesto, la falta de
evidencias directas sobre esclavos,
pero hay hechos también muy importantes. Para empezar, la envergadura
de las explotaciones. En el caso de
Las Médulas se removieron más de
noventa millones de metros cúbicos
de tierra por medio de fuerza hidráulica, un material que fue convenientemente lavado para extraer el oro.
Para ello fue necesaria una red de
canales que llega a tener más de 100
kilómetros de longitud. Esto exigía un
control suprarregional del territorio
que sólo tenía el Estado gracias a la
Galería de la explotación minera de Las Médulas (León).
presencia de gobiernos locales leales
y eficaces. Se estima que el total de
oro obtenido durante los tres siglos de
explotación de esta mina no superó
las cincuenta toneladas. De las 190
toneladas de oro que pudo producir
el noroeste peninsular en doscientos
años de explotación, sólo unas 20,5
toneladas se obtendrían de yacimientos secundarios o placeres, como el
de Las Médulas (Sánchez-Palencia y
Mangas, 2000). ¿Hasta qué punto era
rentable esta explotación en general,
y la de los yacimientos secundarios en
particular?
Tengamos en cuenta que, a excepción de ciertos casos muy puntuales,
los yacimientos de oro hispanos no
han resultado rentables para los estándares modernos, sobre todo tras
ser puestas en explotación las minas
africanas y americanas. De ahí su excepcional conservación. Pero para los
emperadores romanos sí lo fueron,
por dos razones básicas. La primera
es que se trataba de una producción
“estratégica”, orientada no al consumo improductivo, sino fundamentalmente a la acuñación de monedas necesaria para la estabilidad monetaria
imperial. La segunda es que, una vez
puesto en marcha el sistema tributario, no era necesario realizar ningún
tipo de gasto en mano de obra: las
Foto: Senderismo Sermar
comunidades locales estaban obligadas a suministrar regularmente obreros a las explotaciones mineras, que
posiblemente trabajaban allí estacionalmente, siendo su principal ocupación, como la del resto de sus comunidades, la explotación agraria. Para
dejar tranquilos a algunos escépticos
tal vez conviene añadir que el trabajo
era igual de penoso que si lo hubieran
realizado esclavos, y no tenía nada
de “voluntario” y posiblemente poco
de “entusiasta”. Según describe Plinio (Historia Natural, 33, 66-78), los
obreros pasaban jornadas enteras excavando galerías sin ver la luz del sol
(es un tópico literario la imagen del
“pálido astur”), y tenían que descolgarse por riscos escarpados para poder trazar los canales. El historiador
Floro (II, 33, 60) dio plenamente en
el clavo al afirmar que las poblaciones indígenas se dieron cuenta de la
riqueza de su suelo cuando empezaron a extraerla para los romanos. Se
trata de trabajadores que debían trabajar para Roma en las minas, estaban obligados a ello como forma de
tributación, pero no eran esclavos. Y
esto es importante si queremos comprender bien cómo era la sociedad a
la que pertenecían estas personas, es
decir, la sociedad que surgió con el
dominio romano en la zona.
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asentamientoshispanos
Una colonia
asomada al Tyris
VALENTIA
Foto: G. Castelló
Baluarte de la romanización
en terrotorio edetano, Valentia pronto se convirtió en un
enclave esencial en el levante
hispano. El novelista Gabriel
Castelló repasa los primeros
siglos de vida de la capital del
Reconstrucción virtual de la ciudad
de Valencia durante la época republicana, poco antes de que estallasen las
guerras civiles.
Tyris (el río Turia). El recorrido no está exento de violencias y dolores.
Por Gabriel Castelló.
Valencia es hoy famosa por diversas
razones. Por sus tradiciones renombradas como las Fallas, unas festividades
de origen pagano que se pierden en la
noche de los tiempos; sus naranjas, la
horchata... Pero todo ello es relativamente reciente en el tiempo.
El espacio físico que hoy ocupa la
tercera ciudad de España ha estado habitado desde el Neolítico. La antigua
Edetania, territorio que comprendía
las tierras controladas por la legendaria ciudad de Edeta (Tossal de Sant
Miquel, Liria), se extendía desde las
riberas del Udiva (el río Mijars) por el
norte hasta las del Sucro (el río Júcar)
por el sur, teniendo como eje principal
el fértil valle del Tyris (el río Turia).
Ciudades antiguas e influyentes
como la mencionada Edeta, Kelin
(Caudete de las Fuentes), Kili (¿Torís?) o Arse/Saguntum (Sagunto) conformaban el territorio natural en el que
estaba a punto de nacer una nueva ciudad romana.
Corría el año 138 a. C. cuando Décimo Junio Bruto Galaico, cónsul de
Roma y hombre de arrojo y valentía
reconocida, acabó su consulado combatiendo a las tribus celtas más díscolas. No sabemos con certeza si el cónsul les concedió tierras en el Levante
hispano sólo a los veteranos de dichas
guerras o incluyó también en el lote a
tropas auxiliares, o incluso a los lusitanos que lucharon junto al fiero Viriato.
Los nombres de los primeros valentinos censados son itálicos del sur,
de Campania y Apulia. Los nomines
más antiguos de la ciudad son los de
los Coranios, Numios, Lucienos, Julios, Fabios o también los Antonios.
En cambio, según Tito Livio, el primer
historiador clásico en hablar de Valencia, parece que los destinatarios de estas tierras son los lusitanos:
Junio Bruto, cónsul en Hispania, concedió a los que lucharon
bajo Viriato campos y una ciudad llamada Valencia.
Fueran itálicos o lusitanos, o ambos, el caso es que el año 138 a. C. se
fecha la fundación de Valentia, la ciudad de los valientes, una nueva colonia
de veteranos ubicada entre ciudades
iberas de abolengo y presunta lealtad.
45
verano·2010
Quizá fue por casualidad, pero es más
lógico pensar que la administración
romana ubicase a sus tropas licenciadas, y con ellas una extensión del poder gestor y recaudatorio de la Urbe,
entre ciudades fieles pero indígenas.
De hecho, las iberas Saiti (Játiva),
Dianium (Denia), Edeta o Arse eran
mucho más influyentes en aquel siglo
II a. C. que la nueva ciudad del Turius.
Cruce de caminos
El lugar elegido por Junio Bruto, el
cónsul de la Ulterior, para erigir la
nueva colonia era estratégico. Valentia
se ubicó sobre una pequeña isla fluvial
en el penúltimo meandro del río Turia, muy cerca de su desembocadura.
Disfrutaba de un puerto fluvial, pero
estaba suficientemente alejada de la
por entonces insalubre costa levantina. Hoy vemos anchas playas de arena
y altos bloques de apartamentos, pero
en época romana espesos humedales
ocupaban toda la franja costera desde
Almenara a Cullera.
A pocas millas de la puerta sur se
extendía la Amoenum Stagnum, La
Albufera, que en aquellos tiempos era
inmensa, casi veinte veces más grande
de lo que es hoy, y que contaba con
salida directa al mar (por lo tanto, era
un fondeadero natural perfecto como
demostró el hallazgo de un Apolo de
La ciudad donde fue
martirizado San Vicente se erigió en lugar de
peregrinación hasta la
conquista árabe
bronce frente a las arenas de El Saler).
La isla fluvial del nuevo asentamiento constituía el mejor lugar para
vadear el irregular y traicionero río
Turius. Por ella ya pasaba el Camino
de Aníbal, conocido también entonces
como Vía Heraclea y que mudó su
nombre a Vía Augusta a principios de
nuestra Era, consolidándose como escala natural entre Saguntum y Sucrone
(Alzira).
Después de realizar los ritos fundacionales necesarios, el banquete
ceremonial y el posterior entierro de
la loza utilizada y sus restos en un
pozo ritual que aún puede visitarse
en el Museo de L’Almoina, los agrimensores licenciados de las legiones
establecieron con su groma el trazado
de las calles principales, el cardo y el
decumano máximo, aprovisionaron
de agua corriente el lugar, delimitaron
el foro y el perímetro del foso que ce-
rraría la futura muralla. En muy pocos
años aquel campamento de tiendas e
ilusiones se convertiría en una próspera ciudad de veteranos al más puro
estilo itálico colonial.
La ciudad republicana contaba con
su basílica (sus restos están hoy bajo
la catedral), su curia, el triple templo
de Júpiter, Juno y Minerva, un silo,
dos almacenes públicos, un mercado, tres termas, un acueducto que
suministraba agua potable desde los
manantiales de la serranía edetana y
un pequeño puerto fluvial utilizable
cuando el caudal del río así lo permitía. Desde principios del siglo I a. C.
la curia valentina acuñó cuadrantes y
denarios en su propia ceca, mostrando a la diosa Roma en el anverso y a
la cornucopia de Fortuna y el haz de
flechas, el símbolo de la ciudad, en su
reverso.
El zarpazo de Pompeyo
Valentia prosperó en sus primeros
sesenta años de vida, consolidándose
como el centro administrativo local en
detrimento de las ciudades indígenas
vecinas. Esta prosperidad se vio truncada durante las Guerras Sertorianas.
La campiña valentina quedó seriamente damnificada en la acción de
apoyo a Edeta (también llamada Lauro en algunos textos) llevada a cabo
La belleza de La Albufera impresionó a los primeros moradores romanos, que la
llamaron Amoenum
Stagnum (laguna
agradable).
Foto: Rafael Gil
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por Pompeyo el Grande y fechada el
76 a. C. Durante la revuelta de Quinto
Sertorio, la vieja ciudad ibera cambió
de lealtades y se decantó por la facción
senatorial. El general rebelde no podía
permitirse que una ciudad influyente y
muy bien posicionada se saliese con la
suya y complicase sus suministros y
alianzas. Le puso sitio.
Pompeyo el Grande acudió en su
ayuda, pero el tuerto Sertorio fue mucho más listo que él y le tendió una
trampa que le costó al nuevo talento de
la República cerca de 10.000 legionarios y su primera y mayor humillación
al tener que presenciar cómo el astuto
Sertorio prendía fuego a Edeta ante
sus propias narices.
Este pulso entre Quinto Sertorio y
su nuevo rival, el impetuoso pupilo de
Sila, sacudió bien fuerte el delicado
equilibrio local. La afrenta de Edeta
supuso un agravio de tal envergadura
para Pompeyo que justo un año después, en el 75 a. C., entró de nuevo en
tierras edetanas y volvió a desafiar a
sus adversarios, esta vez frente a la ciudad de Valentia, afiliada desde el inicio de la contienda a la causa rebelde.
Sertorio se encontraba lejos, en tierras
carpetanas, y la defensa de la ciudad
quedó en manos de dos de sus lugartenientes, Cayo Herennio, hombre de
honor y militar cualificado, y Marco
Perpenna, un auténtico inepto cuya
única acción exitosa en toda su carrera
fue urdir el asesinato de Sertorio en su
villa de Osca tres años después.
La batalla fue un completo desastre
para los insurrectos. Más de una legión
fue masacrada entre Mellaria (un lugar
indeterminado de Horta Nord) y el cauce del Turia. Herennio fue abatido fren-
El hallazgo de varios
cuerpos con signos
evidentes de tortura da
cuenta de los estragos de
las Guerras Sertorianas
en la capital del Turia.
Foto: G. Castelló
te a los muros de Valentia y Perpenna
huyó de la confrontación. La muerte del
primero y la fuga del segundo dejaron
campo abierto a Pompeyo el Grande
para asaltar la ciudad indefensa sin la
más mínima contemplación.
Las tropas pompeyanas arrasaron la
colonia y su territorio colindante, como
la mansio de Catarroja. El joven imperator decidió realizar un escarmiento
entre los cabecillas disidentes para disuadir a los supervivientes de futuras
revueltas. Once cuerpos torturados salvajemente fueron encontrados en las
excavaciones del solar de La Almoina,
muy cerca del lugar que presuponemos
ocupó la primitiva curia republicana.
En uno de ellos, sin pies, apareció un
pilum, una lanza, incrustada allí donde
la espalda pierde su nombre.
Cerca de cincuenta años de oscuridad cubren el tiempo que pasó entre
las Guerras Sertorianas y la refundación datada en tiempos de Augusto.
Fotos: A. Pérez Vilariño
Bajo la antigua Plaza de la Almoina un
centro arqueológico
muestra los restos
de unas termas.
Probablemente, la reconstrucción de
la calzada y la restauración del tráfico
y el comercio conllevó la repoblación
de la antigua colonia. Todo apunta a
que Valentia no quedó completamente
abandonada durante este tiempo.
Dos senados para la época dorada
El que fuera cónsul y legado de Pompeyo en Hispania, Lucio Afranio,
pudo ser el impulsor de su temprana
reconstrucción a tenor de una lápida
encontrada en su ciudad natal, Cupra
Marittima, en el Piceno, y donada por
el doble senado valentino. Sí, un doble senado. Es un caso original pero
no único en la administración provincial de la antigua Roma. La nueva
Valentia, restaurada entre el 5 a. C. y
el 5 d. C., contaba con dos cámaras
legislativas, los veteres (los antiguos)
y los veterani (los veteranos), clara
alusión a los pobladores originales y
los nuevos colonos.
La ciudad cambió su fisonomía durante la época dorada de la dominación
romana. Desde los Julio-Claudios a los
Antoninos la región afianzó su sólida
economía, exportando lino setabense,
vino y aceite por todo el Imperio como
atestiguan los fragmentos de ánforas
saguntinas encontrados desde Siria a
Dinamarca. Ante la ausencia de agresiones externas e internas, la muralla
no se reconstruyó completamente y un
hermoso ninfeo dedicado a las divinidades acuáticas se levantó a espaldas
del foro, empedrado con losas de gra-
47
verano·2010
Reverso de un semis con una
cornucopia sobre un haz de
flechas. En la parte inferior
izquierda de la pieza, el
monograma VAL ubica la ceca en Valentia.
...Tito despertó súbita
mente del forzoso
letargo producido
por
de sus fuerzas, exigua el casi total abandono
s
pasado muchos días y agotadas. Ya habían
–pensó incluso, que
posiblemente algun
as semanas, pues la
cuenta
del tiempo en determ
inadas ocasiones carece
de la más mínima
importancia– desde
aquel
fatídico día en que
su vida y la de mucho
de sus familiares,
amigos y conciudadan s
os se
había trastocado drásti
Morfeo le liberó con camente. Cuando
brusquedad de su
curativo
abrazo, descubrió
que
incómodo puesto, con seguía allí, en su
el viejo y rasposo
pilum de su abuelo
cubierto de robín en
la
diestra, y la barbil
la, entumecida y dolori
apoyada en el borde
da,
mellado del cóncavo
escudo reglamentari
o.
almena, firme, incólu Seguía allí, en su
me, con más hamb
re
que las fieras del Collos
eum
en
vísper
a de
juegos y notando la
presión de una de
las
láminas de su loriga
abollada y deteriorada
que se le clavaba en
los muslos. Una de
las
cinchas del abdom
en había traspasado
la andrajosa túnica
de lino que hacía las
funciones de quitón
militar y se le había
marcado en la pierna
.
de aquella improvisadaPero, a pesar
y embarazosa
impedimenta, seguía
totalmente decidido
a no cejar en su empeñ
o de defender con
su última gota de sangre
aquel romo,
deteriorado y vetust
o lienzo de muralla
que
el incombustible Calvis
oficiales licenciados io, uno de los pocos
de las legiones que
habían sobrevivido
a las masacres, le
había
encomendado proteg
er
probable nueva incurs de alguna más que
ión bárbara...
Valentia es, entre otras
muchas cosas, una
la primera guerra
crónica de
civil –precursora
de tantas otras– en
hispano. La novel
suelo
a está ambientada
en dos épocas muy
diferentes dentro
de un período ideali
zado que para el
lector profano es
idéntico: una de roman
os. Estoy seguro de
que, después de
haber leído este
humilde homenaje
Valencia natal, el
a mi
lector descubrirá
las grandes difere
entre dos épocas
ncias
antagónicas. En este
viaje al pasado
muestro cómo camb
iaron las cosas desde
los tiempos de
ambición y conqu
ista de la República
a principios del siglo
a.C. hasta los años
I
de la decadencia
imperial a finales
siglo III d.C.
del
VALENTIA /Gabriel Castelló
Editorial Akrón, 2009 - 668 págs.
editorial akrón
www.editorialakron
.es
info@editorialakro
n.es
El narrador de esta
historia, Caio Anton
io Naso el Joven,
un personaje fictici
o pero verosímil inmer
so en una situación
totalmente real, nos
muestra en prime
ra persona a través
su ojo crítico su entor
de
no, sus pasiones y
temores además
de la personalida
d, vida y miseria de
uno de los personajes
menos explotados
por la literatura clásica
, pero no por ello
menos interesante:
el rebelde román
tico Quinto Sertor
La Historia siemp
io.
re la escribe el que
gana, quizá por ello
día de hoy nos prese
a
ntan a César como
a un héroe y a
Sertorio como un
bandido cuando lo
lógico sería al revés.
La epopeya de la
familia Antonia –apell
ido no elegido
al azar pues Antoni
o es el nomen más
común en las
inscripciones roman
as valencianas–, consti
tuye el hilo
conductor de la novel
a, mezclada y enlaza
da con una
recreación novelesca
de los sucesos reales
que conmovieron
el oriente hispano
durante el turbulento
siglo I a.C.
El hallazgo de varios esqueletos
mutilados bajo la Plaza de la Almoina fueron un revulsivo poderoso
para la imaginación de Gabriel Castelló, que se decidió a novelar los
trágicos episodios que pasó la ciudad del Turia durante los años en
los que Hispania se convirtió en el
NOVELA HISTÓR
ICA
AKRÓN
campo de batalla entre
Sertorio
y
Pompeyo.
La novela, que cuenta las vivencias de Cayo Antonio Naso, descendiente de una de las primeras familias
itálicas en instalarse en la colonia,
se desarrolla en dos épocas muy
diferentes dentro del periodo romano. La trama avanza y describe las
grandes diferencias que separan dos
Gabriel Castelló
Alonso
Llegan los bárbaros
Esta situación de bienestar cambió
drásticamente con el deterioro general
de la estabilidad política en la segunda
mitad del siglo III, teniendo su momento más dramático el año 260 d. C.
GABRIEL CASTELL
Ó
ALONSO
PARA SABER MÁS:
GABRIEL CAST
ELLÓ ALONSO
(Valencia, 1972)
• MOROTE BARBERA, G. (2002):
La Vía Augusta y otras calzadas
en la Comunidad Valenciana.
Real Academia de Cultura Valenciana.
Gabriel Castelló Alonso
ha mantenido desde
infancia una tremen
su
da afición a su Medit
natal y las culturas
erráneo
que
Esa es la base, junto por él se han propagado.
a muchos años de
investigación
visitando vestigios
y museos por todo
el Mare
Nostrum, que cimien
ta su primer trabajo
ambientado en las
literario
tierras levantinas
en los turbulentos
tiempos de la guerra
civil durante los último
de la república de
s años
Roma.
VALENTIA
nito azul de las canteras de Alcublas y
embellecido con coloridas estatuas talladas por Viria Acte, una afamada escultora local. En el lado este del recito
urbano se erigió el circo, con capacidad para cinco mil localidades.
La primera incursión bárbara en
la Tarraconense
provocó una profunda conmoción
en tierras valencianas. Los viñedos
y trigales fueron arrasados, las grandes villas
residenciales que rodeaban
Valentia como la de Cecilio
Rufo en El Puig, la de Sulio en
Sollana, o las fincas rústicas de Paterna, Torrent o Cheste, fueron saqueadas
a conciencia, al igual que la propia
ciudad.
Sólo hay una aparente recuperación
del orden imperial después del mandato de Aureliano, allá por el 275 d. C.
También se encontró en La Almoina
un podio sufragado por los magistrados valentinos que diviniza a este belicoso emperador. Seguramente fue él,
o alguno de sus legados, quien expulsó
definitivamente a los temidos francos
de Hispania.
Durante el Bajo Imperio no hubo
más situaciones críticas dignas de
mención exceptuando el martirio de
San Vicente, actual patrón de la ciudad. Tras el edicto de persecución de
Diocleciano, Publio Daciano, praeses
perfectissimus de la provincia Tarraconense, mandó arrestar a Valerio, obispo cristiano de Caesaraugusta, y a su
diácono Vicente.
Fueron trasladados a Valentia, primera ciudad de la nueva provincia
Carthaginensis, donde fueron juzgados por divulgar sus ideas subversivas y contrarias al culto oficial del
estado. Valerio, envejecido y con un
grave defecto de dicción, sólo fue
desterrado a las Galias, pero el joven
Vicente encolerizó con sus alegatos
de tal modo al gobernador durante su
proceso en la basílica que fue condenado a martirio. Este hecho hizo que
pocos años después, tras la libertad
de culto promovida por el decreto
del emperador Constantino, Valentia
se convirtiese en el primer destino
de peregrinaje cristiano de la antigua
Hispania, reconvirtiendo los sótanos
de la curia donde el diácono padeció martirio en una pequeña capilla
frecuentada por peregrinos y devotos de todo el Imperio de Occidente.
Este lugar siguió siendo frecuentado
por penitentes hasta bien entrados los
tiempos del califato.
◙
El autor combina
su pasión por la Arque
Historia con la vida
ología y la
familiar junto a su
esposa
y su dedicación profes
ional, en nada relacio e hijos
con el mundo clásico
nada
, pues gestiona el
canal
distribución en una
de las grandes multin de
de las telecomunic
acionales
aciones.
• PEREZ VILATELA, L. (2003):
La Valencia Antigua. Historia
General del Reino de Valencia,
Tomo II. Real Academia de Cultura Valenciana.
LAS MEMORIAS
DE CAIVS ANT
ONIVS NASVS
AKRÓN
NOVELA HISTÓR
ICA
AKRÓN
épocas
antagónicas: los tiempos de
ambición y conquista de la República a principios del siglo I a. C. y
los años de la decadencia imperial a
finales del siglo III d. C.
Diseño de la cubierta:
Carmen Borrego
Muñoz
[email protected]
om
• PLUTARCO (2002): Vidas
Paralelas. Sertorio y Pompeyo
(Comentarios de Luciano Pérez
Vilatela) Editorial Akal Clásica.
• SHULTEN, A. (2004): Hispania.
Geografía, Etnología e Historia.
Editorial Renacimiento.
48
aestas·mmdcclxiii·auc
CULTURAYARTES
LAS GUERRAS PÚNICAS
La desaparición de
siglos de conocimiento
Por Juan Antonio Martín.
El choque cultural que hace más de
dos mil años enfrentó a Roma con
Cartago a lo largo de varias contiendas tuvo, entre otras dramáticas
consecuencias, la destrucción como
colofón a la última de estas guerras
en la primavera del año 146 a. C. de
las bibliotecas existentes en la ciudad
fundada por Dido y la pérdida de casi
todos los libros que allí se custodiaban. Aunque ciertamente nunca alcanzaron la fama e importancia
que tuvieron en la Antigüedad
las bibliotecas fundadas en
Alejandría, Cartago tuvo
antes de su destrucción por las legiones de Escipión
el Africano
Mucho antes de que los Ptolomeos reuniesen una espléndida
colección de volúmenes en Alejandría, Cartago ya contaba con
bibliotecas de gran riqueza. La conquista de la ciudad por parte de Emiliano Escipión, a mediados del siglo II a. C., supuso
la desaparición de este tesoro documental, diezmado por la
destrucción y el expolio. Sólo unos pocos restos arqueológicos
nos permiten acercarnos a aquellos templos del saber.
una biblioteca, o mejor deberíamos
decir varias bibliotecas pues parece
que fueron varios los emplazamientos donde se depositaron estos textos,
mucho antes de que los Ptolomeos
crearan la suya en el delta del Nilo.
Una vez finalizada la cruenta toma
a que fue sometida Cartago, una parte de estos libros fueron enterrados
y más tarde sacados a hurtadillas de
la ciudad tal vez por sacerdotes dado
su contenido religioso. En tanto otra
pudo ser confiscada por Escipión para
engrosar con ella los nutridos fondos
de su biblioteca familiar, y una última, muy posiblemente la mayor,
quedó por donación expresa
Los documentos
púnicos desaparecidos lucían un
lacrado parecido a los
encontrados en la isla
egipcia de Elefantina, del siglo V d. C.
(izquierda).
del Senado romano en manos de los
reyes númidas y mauritanos aliados
en aquella guerra.
Grandes incendios
Las excavaciones llevadas a cabo
a lo largo de los últimos años en la
ciudad norteafricana han puesto al
descubierto pruebas claras de esta
destrucción. Lo ponen de manifiesto
los restos exhumados de un templo
dedicado conjuntamente a los dioses
Baal y Tanit en los que se percibían
signos evidentes de haber sufrido un
fuerte incendio, cuya cronología se
remonta cuando menos hasta las últimas décadas del siglo VI a. C. Esto
lo convierte en uno de las más antiguos de todo el Mediterráneo. Aquí se
encontraron los restos de una antigua
biblioteca que fue arrasada en el incendio a que fue sometida la ciudad
tras su conquista. Como ha podido
comprobarse este archivo responde
a un modelo bien conocido tanto en
Oriente Próximo como en Egipto, es
decir, un espacio rectangular, por re-
49
verano·2010
gla general de reducidas dimensiones
y que puede mostrar oquedades en sus
lados, y en cuyos estantes de madera
se depositaban los rollos de papiro, tal
vez dentro de cajas o arcones que podrían llevar algún texto indicativo de
su contenido, rollos que eran sellados
con bullae de arcilla que también han
aparecido en la colina de Santa Mónica, alcanzado entre ambos hallazgos
una cifra total que supera los 5100
ejemplares.
Estos papiros eran enrollados hasta
conformar un tubo de forma longitudinal que era aplanado y envuelto con
un hilo. Acto seguido se le añadía un
sello de arcilla en el que se imprimía
la imagen deseada, aun cuando en
esta ocasión eran dos los sellos usados, puesto que se trata de contratos
privados. Estos muestran una iconografía en la que se entremezclan motivos egipcios y griegos entre los que
vemos rostros humanos, Górgonas,
cuadrigas, atletas, diversos tipos de
Cerca del templo de
Baal y Tanit se han
hallado restos de un
archivo similar a otros
de Oriente Próximo
recipientes como ánforas y cántaros,
grifos, caballos, leones, etc., lo que
no excluye que algunas carezcan por
completo de imágenes. Tras este proceso se volvía a rodear con otro hilo
para fijar el sello, cuya impronta se ha
detectado a veces sobre la arcilla, y
eran doblados para que ocupasen menos espacio. De todas formas hemos
de indicar que este sistema de doble
sellado se empleaba, según parece, en
documentos de carácter mercantil sin
que sepamos bien cuántos sellos se
empleaban en aquellos de naturaleza
más literaria.
Estos hallazgos nos hablan acerca
de la posible existencia de distintas
bibliotecas públicas, pues hasta el
momento carecemos por completo de
datos sobre otras privadas aun cuando
lo más probable es que también existieran. Por lo que sabemos, estaban
asociadas a templos como afirman
Plutarco y Elio Arístides cuando comentan la existencia de libros sagrados conservados en estos templos, ya
que en esta sociedad existía una fuerte
vinculación entre la religión y el estado. En estos edificios, además, los
generales cartagineses tenían la costumbre de depositar una copia de sus
hazañas en un material mucho más resistente al paso del tiempo como era
el bronce. De esta forma, se grababan
las victorias en tablas o columnas hechas con este metal, sin que tampoco quepa descartar que, junto con el
papiro, usaran los pergaminos y, en
publi media page:Maquetación 1 01/07/2010 8:34 Página 2
REVISTA DE HISTORIA MILITAR Y POLÍTICA DE LA ANTIGÜEDAD Y EL MEDIEVO
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mucha menor medida, pieles curtidas de animales y tablas de madera,
dado que estos dos últimos soportes
no son muy adecuados para una biblioteca. Se descarta por completo la
utilización de tabletas de arcilla como
vemos en los archivos orientales más
antiguos.
Además de contratos entre particulares o entre estos y los templos,
parece bastante probable que existieran otras obras de temática literaria
mucho más variada como serían las
dedicadas a historia, biografía, geografía, navegación, agricultura o religión, siendo también aquí donde se
custodiaban los documentos oficiales,
tales como decretos y leyes, así como
los tratados internacionales firmados
por Cartago con otras potencias mediterráneas de su tiempo.
Ciertamente no sabemos si estas
bibliotecas prestaban sus obras a los
lectores interesados como más tarde
harán en el mundo romano, aunque
lo más probable es que, al menos
La dispersión del saber
Una vez que Cartago fue conquistada, saqueada durante seis días
con sus noches y destruidas sus
bibliotecas, los libros que en ellas
se guardaban se dispersaron. Tal
como nos informa Plutarco, algunos, tal vez los menos, fueron escondidos bajo tierra y más tarde
sacados de la ciudad ocultos. Otros
pasaron, según comenta Plinio el
Viejo, a manos de los reyes númidas aliados de Roma, muy posiblemente de Gulusa, puesto que fue el
único rey númida que acompañó a
Escipión el Africano en su campaña
contra los cartagineses. Aun así, no
debemos descartar que una parte
de los libros pasaran a engrosar los
fondos de las bibliotecas privadas
del general victorioso como hicieron
un elevado número de generales
romanos con las ciudades que conquistaron al ser una norma habitual
en aquellos tiempos.
Tras la muerte de Gulusa estas
obras pasarían a manos de Micipsa,
quien gobernó entre los años 140 y
118 a. C., y más tarde a las de Yugurta I hasta su muerte el 105 a. C. para
formar parte de los fondos atesorados por Gauda hasta el 88 a. C. Tras
la posterior división de su reino en
dos fue, como nos apunta de nuevo
Salustio, Hiempsal II (88 a 60 a. C.)
el que se hizo con ellos, algo que resultó muy útil para el romano ya que
al ser gobernador de esta provincia y,
por tanto, disfrutar de un fluido acceso a la corte, pudo consultarlos para
redactar más tarde su Guerra de Yugurta entre los años 41 y 40 a. C.
A este le siguió Juba I que vivió
hasta el año 46 a. C., siendo tras su
fracasado enfrentamiento con Roma
cuando el reino mauritano volvió a
dividirse en dos, una parte para Boco
II y otra para Bogud. Tras una encarnizada lucha entre ambos, el primero
de ellos terminó por anexionar ambos territorios para en su testamento cederlos a los romanos. Fue de
esta manera como Augusto otorgó el
poder a Juba II, uno de los últimos
personajes que con certeza sabemos
conservó algunos de estos libros según nos sugieren Amiano Marcelino
y Ateneo.
A partir de entonces el más absoluto silencio se cierne sobre estas
producciones escritas, aun cuando
varios siglos más tarde, ya en las
postrimerías del Imperio, San Agustín hace una alusión a algunos libros
púnicos y Rufo Festo Avieno nos hable de unos viejos anales en los que
pudo consultar el periplo cartaginés
de Himilcón que tan útil le resultó
para elaborar su “Ora Maritima”. Con
el fin del mundo romano jamás volveremos a tener ninguna alusión, por
vaga y confusa que esta pueda resultar, acerca de qué fue de estos libros.
hasta el período helenístico, esto no
fuera así y su acceso estuviese restringido a ciertos grupos. En cuanto
a la lengua empleada en estas obras
podemos decir que, como es lógico, fue mayoritariamente el fenicio.
A este respecto debemos recordar
que, a pesar de haber sido los inventores del alfabeto, hasta la fecha no
se conoce ninguna obra escrita en
fenicio, si bien no hemos de olvidar
que a partir de los siglos anteriores
al cambio de Era comenzó a ponerse
de moda el uso del griego, sin que
en modo algunos debamos minusvalorar en este sentido el hecho de que
algunos autores, como pueden ser
los historiadores que acompañaron
a Aníbal, fuesen de origen heleno,
siendo así que inclusive uno de ellos,
Sosilos, fue su profesor de griego.
Con posterioridad algunas de ellas,
como acontece con la magna obra
de Magón referente a la agricultura,
fueron traducidas al latín y al griego.
Estas instalaciones contaban con
un personal especializado encargado
de su correcta custodia y la preservación de los textos, así como de su
funcionamiento y organización internos, como son los sacerdotes y, sobre
todo, los escribas, quienes son bien
conocidos en Oriente desde milenios
antes de la fundación de la ciudad
norteafricana. Era este un oficio de
gran prestigio social que podía hacerse hereditario al ser transmitido
de padres a hijos, lo que no es obstáculo para que también conozcamos
ejemplos de maestros que enseñan a
sus discípulos ejerciendo de forma
privada, pudiendo en cualquier caso
constituir collegia profesionales
como pone de manifiesto la epigrafía
exhumada.
Ya varios siglos después de estos
sucesos, en concreto a lo largo del
siglo II d. C. cuando estaba ya plenamente integrada en la estructura social y política romana, Cartago disfrutó de nuevo de bibliotecas como
podemos deducir de lo escrito por
Apuleyo y el poeta Luxorio, donde
se alude a una de ellas cuya localización exacta aún sigue siendo objeto
de discusión entre los investigadores, aun cuando se piensa que debió
51
verano·2010
¿Qué libros había en Cartago?
Gracias a los estudios realizados
en las últimas décadas podemos
hacernos una idea, siquiera aproximada, del contenido general de las
obras custodiadas en las bibliotecas
púnicas. Debieron de tocar numerosos asuntos, si bien son muy pocos
los títulos concretos que podemos
intuir estaban depositados en estos
templos, sin que tampoco quepa
descartar otros edificios públicos
estatales. En términos generales,
y además de contratos de carácter privado que se custodiaban en
ellos, sabemos que existían tratados agrícolas, filosóficos, históricos,
religiosos y legislativos, así como
los tratados internacionales firmados entre Cartago y otros estados,
y libros vinculados con la navegación (periplos) y la geografía.
Entre los escritos agrícolas destaca sobre todo la obra de Magón,
de cuyos 28 libros originales se conservan tan sólo 66 fragmentos. Este
tratado tuvo gran influencia sobre
estar emplazada junto al foro, si bien
nada sabemos sobre sus contenidos.
Tan sólo cabe especular acerca de si
alguno de los antiguos escritos de los
que hemos hecho mención pudo volver a consultarse en la misma ciudad
en la que antaño se había custodiado.
Esperando un hallazgo afortunado
Como conclusión, podemos afirmar
con toda seguridad que antes de su
destrucción en el año 146 a. C. la ciudad de Cartago contaba con importantes bibliotecas herederas de una
amplia tradición oriental en las que,
junto a registros contractuales entre
particulares y/o instituciones, se guardarían obras de temática muy variada
que abarcaban distintas disciplinas.
Estas obras fueron redactadas tanto
en fenicio como en griego puesto que
ningún indicio, por débil que este sea,
apunta a la posible existencia de obras
en númida u otra lengua.
la agricultura romana y fue traducida al latín por orden expresa del
Senado romano para lo que se designó una comisión encabezada por
Décimo Junio Pisón. En esta obra se
trataban aspectos que abarcaban
desde la viticultura, la apicultura y la
arboristería hasta la veterinaria y la
gestión de las propiedades.
Entre las obras púnicas también
podemos citar las obras desgraciadamente desaparecidas de un
tal Amílcar. Por su parte, entre los
periplos náuticos y la geografía se
encontraban los célebres viajes de
Hannón e Himilcón, así como un
tratado sobre las fuentes del Nilo.
Entre las históricas habría alguna
biografía de Aníbal redactada por
Sosilos y Silenos de Caleacte, quienes incluso llegaron a acompañarle
en su aventura italiana. Asimismo,
en las bibliotecas púnicas se podían
encontrar un volumen sobre Gadir
y su santuario del dios Melqart, así
como otro referente al origen del
A tenor de los datos de que disponemos, parece que estas instalaciones
estaban asociadas a templos y, muy
posiblemente, tenían un carácter estatal, aunque es probable que existieran otras privadas. Sea como fuere, lo
cierto es que, a pesar de no conocerse
aún la fecha precisa de su origen, ofrecen una elevada antigüedad puesto
que, cuando menos, se remontan hasta finales del siglo VI a. C. La llegada
de las legiones romanas supuso –al
igual que aconteció algo más tarde en
Alejandría– su total destrucción y la
irremisible pérdida de un número indeterminado, pero que sin duda hubo
de ser elevado, de obras que posiblemente nunca conozcamos. A no ser
que la diosa Fortuna nos ofrezca en el
futuro algún sensacional e inesperado
hallazgo como sería el descubrimiento
de algún papiro en el que podamos leer
al menos un breve fragmento de una
de estas obras.
◙
poblamiento humano en el norte del
continente africano.
Hablando de los tratados internacionales podemos suponer que debieron custodiarse los firmados con
Roma, entre los que estaría el famoso tratado del Ebro, tal y como sabemos que hizo la ciudad del Lacio en
sus propios archivos, como nos recuerda Polibio. También podríamos
consultar el que suscribió Aníbal con
Filipo V de Macedonia o, quizá, la
Constitución recogida por Aristóteles
también estuviese guardada en uno
de estos emplazamientos.
Aunque ninguna de las obras
conservadas en estas bibliotecas
cartaginesas ha llegado íntegra
hasta nuestros días, sí se han preservado algunos fragmentos o retazos en un buen número de autores griegos o romanos, tal y como
acontece con Polibio, Plinio el Viejo,
Columela, Salustio, Casio Dioniso
de Útica, Polión de Tralles, Plutarco
o Diófanes de Bitinia.
PARA SABER MÁS:
• BELMONTE, J. A. (2003):
“Escribas y archivos en el mundo
fenicio-púnico”, en De la Tablilla a
la Inteligencia Artificial, Zaragoza,
págs. 341-364.
• BERGES, D. (1998): “Los sellos
de arcilla del archivo del templo
cartaginés”, en Cartago feniciopúnica. Las excavaciones alemanas en Cartago, 1975-1997,
Barcelona, págs. 111-132.
• MARTÍN RUIZ, J. A. (2007):
“Los libros púnicos de Cartago: a
la búsqueda de un saber perdido”, Byrsa. Rivista di Studi Punici,
I-II, Roma, págs. 73-90.
• MORSTEIN-MARX, R. (2001):
“The myth of numidian origins
of Sallustio african excursus
(Iugurtha, 17.7-18.12)”, en
American Journal of Philology,
122, págs. 179-200.
52
aestas·mmdcclxiii·auc
arqueología
Un embalse disfrazado
en Consabura
La presa rota deja ver al fondo el Cerro Calderico, a cuya sombra creció la Consabura romana a la que abastecía.
Hace 40 años España recuperaba uno de sus tesoros olvidados. Los estudios de Francisco
Giles devolvían a Consuegra
(Toledo) una monumental presa
romana que durante siglos pasó
por puente “de tiempo de los
moros”. Las mediciones situaron
a la presa como la más larga
del Imperio Romano. Pese a sus
excepcionales características, la
construcción sigue esperando
un estudio en profundidad y la
protección efectiva de las autoridades, ya que los trabajos agrícolas han hecho desaparecer en
las últimas décadas el talud que
ayudó a aguantar el empuje del
río desde la Antigüedad.
Por Roberto Pastrana.
El Amarguillo es un modesto río que
nace cerca de uno de los picos más
altos de la Sierra de la Calderina, en
Toledo, y va a desembocar al Gigüela, afluente del Guadiana. Al poco de
nacer en un paraje llamado La Mirla, el río cruza el municipio de Urda
y entra en un valle suave, la Vega de
la Magdalena, donde un obstáculo le
hace describir un violento meandro al
norte. Se trata de la presa romana más
larga de Europa y el Norte de África. Las aguas lamen la base del muro
hasta encontrar una amplia abertura
acondicionada recientemente por la
que rebasan el antiguo embalse, que
todavía mide cerca de 700 metros de
longitud. Con 4 metros de alto y 1,60
de ancho, la construcción pasa por ser
la obra hidráulica de carácter público
más grande del Imperio Romano.
La presa se construyó con el objetivo de abastecer de agua al cercano
núcleo de Consuegra (Consabura),
Fotos: R. Pastrana
cuyas gentes parece que se mostraron afines a Roma desde los primeros
contactos, a juzgar por las escasas
menciones de esta comunidad en las
crónicas bélicas del momento. Encastillados en el Cerro Calderico, a más
de 800 metros de altitud, los consaburenses se mantuvieron del lado de
la ciudad del Tíber a lo largo de los
convulsos siglos II y I a. C. Desde su
atalaya privilegiada vigilaron el paso
del Tajo hacia la llanura manchega.
En recompensa a su fidelidad,
Roma respetó el estatus de una ciudad
que, además, le permitía consolidar
su dominio sobre una zona de importantes recursos agropecuarios y mineros. No obstante, el emplazamiento se
modificó. No se sabe si por consejo de
los nuevos dueños de Hispania o por
iniciativa propia, el núcleo originario
abandonó su ubicación primigenia
para instalarse en el llano. La nueva
Consabura, erigida en la falda sur del
cerro, se encontraba a la orilla de la
vía que comunicaba Toletum (Toledo)
53
verano·2010
con Laminium, zona de paso de comerciantes y pastores.
Quizá la cercanía a la ruta comercial explique en parte el abandono de
la escarpada situación anterior, que
ya no era una ventaja en un ámbito
pacificado por las legiones romanas.
La creación de una ciudad ex novo
permitió la aplicación de soluciones
urbanísticas típicamente romanas,
que incluían la construcción de servicios municipales básicos. Todas estas obras, entre las que se encontraba
la captación de agua desde los ríos
próximos, se ejecutaron al parecer entre los siglos I y II d. C.
La vida de este enclave está envuelta en sombras durante los primeros siglos de la Era. No hay fuentes
documentales que se refieran con amplitud a Consabura. Tampoco existen
estudios arqueológicos modernos que
se ocupen con profundidad de este
periodo. Los datos recopilados hace
cerca de medio siglo por Francisco
Giles parecen indicar que durante los
primeros tiempos en el llano, la comunidad se abasteció directamente de
los manantiales que afloran en las estribaciones de los Montes de Toledo.
El agua llegaba a la ciudad a través
de un acueducto que alcanzaba los
siete metros de altura en los tramos
de más desnivel. Sus restos aún eran
bien visibles en el siglo XVIII, como
atestigua la crónica de Domingo de
Aguirre. Esta dotación se vio completada con un embalse que garantizaba
el suministro de agua en los periodos
secos.
Un millón de metros cúbicos
La ejecución de la presa debió de suponer todo un alarde de ingenio. No
en vano, los estudios interdisciplinares coordinados por José García-Diego a principios de los 80 calculaban
que la balsa concentraba los recursos
hídricos de una cuenca de 66 kilómetros cuadrados, una superficie mayor
que los 50 kilómetros cuadrados de
vertido directo que abastecían a Toletum. La capacidad del embalse se calculó en aproximadamente un millón
de metros cúbicos.
La presión que ejercía una enorme
balsa de agua requirió refuerzos espe-
La tierra de las presas
La Península ibérica es una de las
zonas donde el Imperio romano
dejó más presas. Dejando de lado
22 casos cuyo estado de conservación no permite hacer una datación
precisa, existen 51 construcciones
de este tipo datadas con seguridad. La mayor parte de las presas
son obras de importancia erigidas a
principios de nuestra Era y se ubican en zonas con una regulación
fluvial baja o muy baja, insuficiente para las poblaciones del entorno.
Un estudio de la situación ha
permitido identificar tres núcleos
en los que abundan estas construcciones: el valle del Ebro, en
el entorno de Zaragoza, especialmente en la margen derecha del
río principal; el valle del Guadiana,
con centro en Mérida; y la margen
izquierda del Tajo, con una concentración llamativa en la provincia de Toledo.
A pesar de que estas zonas
enfrentaban problemas de abastecimiento similares, es llamativo
que las soluciones constructivas
adoptadas fuesen tradicionalmente muy dispares en el Ebro y en la
zona del centro-oeste peninsular.
Las diferencias entre las presas de
estas áreas son tan notables y tan
persistentes en el tiempo que los
arqueólogos intuyen la existencia
ciales para el tramo más expuesto a
los embates del río y las crecidas. En
total, se construyeron 16 contrafuertes
que apuntalaron un tramo de 86 metros
de longitud. También se consolidó este
segmento con una base de hormigón
de 2,5 metros de ancho. Con todo,
estas medidas son insuficientes para
resistir el empuje del embalse, que se
apuntaló con un talud de tierra, cuyos
rastros han sucumbido probablemente
con la introducción de los tractores en
las explotaciones agrícolas que se extienden a la sombra del muro.
de sendas escuelas que parecen
haberse desarrollado y consolidado entre los siglos I y II d. C.
Las presas de la cuenca del
Ebro, con las de Almonacid y Muel
a la cabeza, son obras de fábrica, ya fuese con mampostería o
sillería. Se trata de pantallas de
planta recta que se solían construir en cauces de cierta entidad.
El lugar elegido para realizar el
proyecto –habitualmente tramos
medios del río– tampoco ha dejado de sorprender a los estudiosos
ya que se seleccionaron emplazamientos que implicaban notables
dificultades para la construcción y
mantenimiento.
Por el contrario, los constructores de Mérida y Toledo parecen
haberse decantado por las pantallas apoyadas en taludes de tierra.
Esta solución se aplicó parcialmente en la presa de Consuegra
para fortalecer la parte más expuesta a la acción del río. Por otra
parte, quizá buscando la pureza
de las aguas, las obras en la zona
centro-occidental se situaron en
las zonas altas de los cauces y en
ríos menores. Para aumentar las
aportaciones de estos embalses se
recurrió a trasvases desde cuencas adyacentes mediante azudes y
canales de alimentación.
El material utilizado para la construcción de la presa procede de las
proximidades de la obra. Se trata de
piedras angulosas de pequeño tamaño
que conforman los paramentos exteriores. En el interior se puede apreciar
un núcleo impermeable realizado con
mortero de arena y cal (opus caementicum). Pese a su factura un tanto
ruda, la técnica concuerda con otros
ejemplos de presas del entorno.
Hacia la mitad de la presa se halla una cámara adosada al muro, de la
que parte una galería cubierta con una
54
aestas·mmdcclxiii·auc
bóveda. Se supone que esta construcción fue una toma de agua, aunque ha
sufrido tantas transformaciones a lo
largo de los siglos que es difícil saber
cómo funcionaba. Debajo de la bóveda cegada por la acumulación de sedimentos se cree que debe haber más
restos. Durante los trabajos de Francisco Giles, en 1965, los más viejos
del lugar afirmaron que existe otro canal soterrado, que el estudioso, a falta
de estudios arqueológicos, atribuyó a
una conducción anterior al embalse.
Cerca de esta toma de agua existe un hueco de metro y medio en el
muro, cuya finalidad se desconoce.
Se da la particularidad de que en este
punto, los paramentos de ambos lados de la abertura no coinciden en
el mismo plano. El ingeniero José
García-Diego propuso en su día que
aquí pudo haber un portillo, aunque
no supo explicar la razón de este retranqueo.
Los ingenieros romanos realizaron
proezas que seguramente causaron
estupor a sus contemporáneos. Sin
embargo, tal admiración que seguramente despertaron no evitó que parte
de su saber cayese en el olvido, hasta
el punto de que la Humanidad hubo de
esperar más de un milenio para volver
a ver obras de regulación de una envergadura similar a las romanas.
Durante siglos la presa sirvió de pasarela para cruzar el río Amarguillo.
Un oscuro fin
No existen estudios sobre cuánto
tiempo estuvo en uso una infraestructura tan notable como la presa de
Consuegra. Probablemente el declive
edilicio del siglo III pusiese a prueba
la solidez de la obra, que finalmente
acabó por sucumbir.
Los estudios geológicos sostienen
que la rotura de la presa se produjo
al ceder la base sobre la que se había construido. Una tercera parte del
muro de contención se asienta sobre
El puente desvela su verdadera identidad
Francisco Giles llegó a Consuegra a
mediados de los 60 del pasado siglo
para visitar a un amigo. Por aquel entonces, el joven historiador educado
a la sombra de Martín Almagro Basch
era un recién licenciado ansioso por
aplicar todo lo que había aprendido.
La oportunidad surgió al subir al castillo, desde el que se divisaban diver-
sos restos arqueológicos: los lienzos
de la muralla ibérica, restos de la
ciudad romana y de su acueducto...
La idea apareció de repente: ¿por
qué no hallar el trazado de la antigua
conducción de agua?
Los primeros estudios fueron seguidos con prevención por la Guardia Civil, que no tenía muy claro que
hacía ese forastero merodeando por
los cultivos. Sin embargo, los recelos desaparecieron cuando convenció
a Francisco Gómez Tendero, cronista oficial, y a un notable del pueblo
para que dieran soporte logístico a
la iniciativa, aunque este apoyo se
redujese a lo imprescindible: manutención y alojamiento en un viejo
molino.
Siguiendo los tramos aún visibles del acueducto, Giles y
el fotógrafo Eugenio Rodríguez fueron remontando
Francisco Giles.
el curso del Amarguillo, en busca de
su origen. Los lugareños les dirigen
a Urda a través del puente viejo. Al
llegar al puente, el arqueólogo repara en la factura típicamente romana
de la construcción. También percibe
que el puente es demasiado largo y
angosto. La forma no encaja con los
puentes romanos, sino con otra infraestructura hidráulica.
Las sospechas del arqueólogo se
estrellan contra el mutismo de las
fuentes escritas. La ciudad de Consabura tenía grandes edificios públicos, pero no se menciona nada relativo a la idea que le viene rondando.
Sin embargo, los estudios de campo
son claros: el puente no es puente,
sino una presa. Y una presa de proporciones asombrosas, según publicó, para conocimiento público, en el
año 1971. Como confirmaron otros
investigadores poco después, Francisco Giles acababa de toparse con la
presa romana más grande de todo el
Occidente romano.
55
verano·2010
depósitos blandos. Probablemente las
crecidas anuales y las riadas esporádicas aceleraron el deslizamiento de
la grava sobre un sustrato inferior de
pizarras y cuarcitas. El resultado es
que la parte que se apoyaba en una de
las laderas acabó por desmoronarse
en algún momento entre el Bajo Imperio y la Alta Edad Media. Dentro de
la oscuridad de un periodo tan amplio
y mal conocido, los historiadores se
inclinan a pensar que la inestabilidad
de la ocupación árabe y la posterior
reconquista marcó el punto definitivo
en el que la presa fue abandonada a
su suerte. Tras la consolidación del
dominio cristiano en la zona, a partir
del siglo XII, el muro de Consuegra
emerge en las crónicas convertido
en un viejo puente que franquea las
aguas del Amarguillo: no sólo ha perdido su uso primigenio sino también
la conciencia de lo que fue.
Los habitantes de la Consuegra
medieval desecharon el Amarguillo para abastecerse, sin advertir lo
económico que hubiera sido reparar
el sistema romano. Influidos por las
prácticas árabes que revolucionaron
los sistemas de regadío, tendieron a la
utilización de pozos y norias, típicas
todavía hoy en este paisaje. Probablemente por aquel entonces la presa ya
presentaba un aspecto muy similar al
que Francisco Giles encontró en su
campaña de excavaciones, a mediados de los 60: el muro hacía de linde
entre tierras de cultivo y, a la altura
del segmento desmoronado, permitía
al camino que va a Urda salvar la corriente a través de una estructura más
o menos sólida de madera.
Sospechosa de una catástrofe
A pesar de su estado de ruina, la presa romana se vio envuelta en un último acontecimiento histórico. El 11
de septiembre de 1891 se desató una
gran tormenta que desbordó el cauce
del Amarguillo y arruinó muchas casas
de Consuegra. A pesar de que la lluvia
continuaba cayendo con fuerza, al caer
la tarde la crecida pareció remitir y las
gentes bajaron de las zonas altas para
comprobar los daños. Fue entonces,
empezando la noche, cuando se produjo la catástrofe.
La presa (al fondo
de la foto) poseía
una toma de agua
que asoma hoy
entre viñedos,
inutilizada por la
acumulación de los
arrastres del río.
Las crónicas cuentan que un ruido
formidable anticipó el embate de una
gran ola que se llevaba todo a su paso.
El río Amarguillo cayó sobre Consuegra. El cauce llegó en un instante hasta
casi los seis metros de altura, a su paso
por la localidad, sumergiendo en lodo
las viviendas bajas. La mayor parte del
caserío quedó destruido y murieron 359
personas. El suceso alcanzó gran notoriedad mediática en su momento y por
toda España se organizaron campañas
de asistencia para ayudar a los supervivientes.
La presa de Consuegra estuvo en el
punto de mira de los geólogos que investigaron las causas de la ola devastadora. Más de un siglo después, en 1996,
científicos privados y públicos estudiaron el muro milenario para ver si su
capacidad de embalse pudo multiplicar
el efecto devastador de la crecida. Los
análisis de los sedimentos del antiguo
embalse y del perfil del segmento roto
concluyeron que la inutilización de la
presa fue fruto de un lento y progresivo
abandono más que por una rotura catastrófica. Las sospechas se trasladaron
hacia el arroyo Valdepuercos, que se incopora al Amarguillo poco después de
la presa, y a las construcciones contemporáneas que se habían ubicado en su
cauce. Sin embargo, los estudiosos acabaron por afirmar que la causa principal
de la mortal avenida fueron las tormentas que se sucedieron rápidamente en
el marco de una época inusualmente
húmeda que afectó a toda la Península
entre 1885 y 1893. De hecho, las mismas precipitaciones que sembraron el
caos en Consuegra produjeron de forma
simultánea riadas –menos destructivas,
eso sí– en Toledo, Valencia y Almería.
Pese a la exoneración científica, siguió
en pie la idea de que una acumulación
de arrastres en la grieta de la presa pudo
originar la tromba que arrasó el municipio. Hoy, la canalización del río en esta
zona pretende evitar que se repita el accidente de aquella noche.
◙
PARA SABER MÁS:
• ARANDA, F. et álii (2009): “El
abastecimiento de agua a las ciudades en Hispania”, en el coloquio
La transmisión del saber entre la
Antiguedad y la Edad Media: el
agua.
• ARENILLAS, M. (2002): Obras
hidráulicas romanas en España.
• GILES PACHECO, F. (2009):
“Captación y traída de agua de
la ciudad hispano-romana de
Consabura”, para el Congreso
internacional de captación, uso
y administración del agua en las
ciudades de la Bética y el Occidente romano.
• CASADO, F. (1961): Las presas
romanas en España, en la Revista
de Obras Públicas. Madrid.
• GONZÁLEZ TASCÓN (2000): “La
ingeniería romana”, en Historia
de las técnicas constructivas en
España. Madrid.
• GARCÍA YAGÜE, M. y BLANC, L.
(1983): Estudio Conjunto de la
Presa Romana de Consuegra.
• GONZÁLEZ TASCÓN (2002):
Artifex. Ingeniería romana en
España.
56
aestas·mmdcclxiii·auc
LAENTREVISTA
Lindsey
Davis
El detective más famoso de la Antigua
Roma, Marco Didio Falco, lleva 20 años
deleitando a los aficionados a la novela
policiaca con un punto de humor socarrón (como marcan los cánones clásicos).
A pesar de que la autora de la serie no
tiene planes a largo plazo, anda atareada
en nuevas entregas en papel. Respecto al
celuloide, afirma que ningún director podrá
plasmar al Didio que su imaginación ha
desarrollado a lo largo de los años.
Por Alejandro Carneiro.
—¿Cuándo decide que
quiere ser escritora?
—Siempre me gustó la
idea, pero realmente me
puse manos a la obra cuan-
tomé todo el asunto muy en
serio hasta que finalmente
me publicaron.
—¿Qué escritores han
influido en su carrera?
—No me gusta responder a esta pregunta porque
siempre como yo misma.
— Sus libros son muy
apreciados en España.
¿Podemos esperar ver
más aventuras de Falco
en Hispania? ¿Va a visitar
Nunca he querido seguir la estela de
nadie, llevo mi propio camino
do tenía 35 años, después de
abandonar mi anterior carrera profesional “normal”
como funcionaria. Entonces lo hice correctamente:
me convertí en autónoma
de mi “pequeño negocio” y
la gente puede pensar que
tuve como modelos a otros
escritores, mientras que yo
siempre he llevado mi propio camino. Nunca quise
ser considerada como la
continuadora de nadie, sino
de nuevo nuestro país?
— En este momento, mi
futura obra es bastante incierta. Mi próximo trabajo
podría ser sobre cualquier
cosa, y ni siquiera puedo
decir con seguirdad que
vaya a seguir escribiendo
historias de Falco. Ahora he
pasado el hito del vigésimo
libro de la serie (aún no publicado) que puede ser un
poco diferente. Decido cada
nuevo libro en el momento
en que me siento a teclearlo, de modo que tendremos
que ver.
—Cuando empezó a
escribir sobre Falco, ¿tenía usted un plan para él?
¿Sabía cómo Falco iba a
crecer como personaje o
se ha desarrollado por sí
mismo?
—Cuando empecé no
podía ni siquiera estar segura de que el primer libro se
publicará por lo que nunca
tuve un plan definido. No
me gusta pensar demasia-
57
verano·2010
Mordaz, mujeriego y
corto de crédito, Marco
Didio Falco pertenece
a una casta de investigadores privados
bien conocida por los
amantes de la novela
Foto: Sonia Martínez
negra. La habilidad de
este personaje para
moverse entre los baL. Davis conversa con algunos de sus personajes durante la presentación de su última novela, en la Feria del Libro de Madrid.
jos fondos y la buena
do en el futuro. Me parece
muy restrictivo. El carácter
de Falco se ha desarrollado
a partir de lo que le sucede.
¡Como en la vida real!
memorables descrip-
—¿Por qué escogió la
época flavia para Falco?
—Antes de comenzar la
serie de Falco, había escrito
ya “La Carrera del Honor”
que trataba sobre Vespasiano y su amante Caenis.
Estaba familiarizada con
un periodo para el que, además, ha sobrevivido buena
literatura latina de la época
y hay buenos estudios arqueológicos. Por otra parte,
me gustaba ubicar mis historias bajo un “buen emperador” que me permitiese
retratar cómo es el buen
gobierno.
—¿Existe algún proyecto para hacer una película sobre las aventuras
de Falco? ¿Le gustaría
ver a Falco en la gran
pantalla?
—Tengo suficiente experiencia para saber que
ningún director de cine podrá producir una versión de
Falco que plasme mi obra
de forma adecuada para mí
y para mis verdaderos lectores. Al igual que las versiones radiofónicas que se han
realizado, todo se reduciría
a la acción. Por otra parte,
los productores de cine son
muy arrogantes a la hora
de aceptar cambios. Tengo
sentimientos encontrados.
sociedad proporciona
ciones de ambiente.
En la última entrega,
Falco nos acerca al
Egipto romano
— ¿Cuál es la novela
de la que se siente más
orgullosa?
—Me debato entre
“La Plata de Britania”,
que fue mi primera obra
publicada, y mis libros
más serios: “La Carrera
del Honor” y “Rebels
and Traitors”, aún no
traducido en España.
—“Rebels
and
traitors” es muy diferente de las novelas de Falco. ¿Por
qué el cambio?
—Siempre quise
escribir sobre la Guerra Civil Inglesa del siglo XVII.
Los romanos llegaron por
accidente.
—¿Está previsto lanzar “Rebels and traitors”
fuera del Reino Unido?
—Sí, en Estados Unidos
y, eventualmente, en España.
Aunque me han dicho que la
traducción puede tardar mucho tiempo: el libro es largo.
—¿Va a escribir más
novelas históricas que no
tengan nada que ver con
la época romana?
—Espero que sí, aunque
no hay planes firmes en este
momento.
—¿Alguna vez pensó
en escribir novelas que no
fuesen históricas?
—Puedo hacerlo aunque, como decía antes, no
tengo planes firmes en la
actualidad.
—Como
escritora,
¿qué piensa usted de los
libros electrónicos?
—No tengo una mala
disposición hacia esta
nueva fórmula de negocio
siempre y cuando la situación del escritor no se vea
deteriorada. El mismo esfuerzo y talento se necesita
para escribir, sea cual sea
el formato.
Como usuaria mi experiencia con los libros electrónicos no fue buena, pues
probé un modelo en el que
sólo se podía visualizar el
texto de párrafo en párrafo.
Esto puede decir algo acerca de mis hábitos como
lectora.
—Más allá de su carrera de escritora se ha
posicionado
como
una europeísta convencida. ¿Quiere una
Unión Europea más
fuerte?
— Sí, y me gustaría
que Gran Bretaña tuviese un papel más importante en el proyecto.
— Ha viajado a España en varias ocasiones. ¿Tiene algún lugar
preferido para visitar?
—Me gustan todos los
lugares en los que he estado, aunque me veo obligada a tener predilección por
Barcelona porque mi editor
español tiene su sede aquí.
Tener amigos en un lugar
siempre cuenta.
—Una última pregunta que nos tiene un poco
preocupados. ¿Falco podrá sobrevivir al reinado
de Domiciano?
—Nunca he entendido
por qué este tema preocupa tanto. Falco es un héroe.
¡Por supuesto que va a estar
bien!
◙
58
aestas·mmdcclxiii·auc
NOTICIASHR
DIVULGACIÓN
La generación tuenti
viaja al pasado
Las charlas en los centros
educativos son un pilar
central de la estrategia
de la Asociación Hispania
Romana, ya que el conocimiento de la cultura clásica
es un requisito imprescindible para asegurar la
conservación de su legado.
HR viajó hasta el Colegio
Apóstol Santiago de Aranjuez (Madrid) para hablar
a los alumnos acerca de la
vida de los jóvenes hace
dos milenios. ¿Qué se les
pasa por la cabeza durante la charla? ¿Qué queda
después de la conferencia?
Ellos lo cuentan, a través
de cuatro episodios comunes en la vida de los adolescentes romanos.
Por Roberto Pastrana.
Jueves 6 de mayo. Después de disfrutar del recreo en una mañana soleada,
los estudiantes de 3.º de la ESO del
Colegio Apóstol Santiago vuelven al
aula con cierta expectación: en vez de
clase, hoy asistirán a una charla sobre la civilización romana. Aunque el
asunto no les desagrada, lo que más
les atrae del plan es salir de la rutina y,
sobre todo, la posibilidad de disfrutar
de una clase ligera. La profesora les
conoce bien. Pretende que la conferencia afiance los temas que han visto
a lo largo del curso y, para que no se
distraigan, les avisa: la información
que van a recibir podría entrar en el
examen. Las perspectivas se ensombrecen un poco y algunos chavales
empiezan a sospechar que la mañana
se va a hacer muy larga.
Tras este primer traspiés, llega la
sorpresa: en el aula ya les espera un
hombre ataviado con una túnica desgastada y unas caligas. Es Lucio Papirio Cursor, ingeniero de la Legión
VIIII Hispana. Procedente de la Antigüedad, les habla de su vida y de
cómo su educación le encaminó hacia
su profesión. La presencia de Cursor
impone pero, tras el choque inicial, la
vestimenta y sus palabras van creando
un clima propicio para dar un salto en
el tiempo y conocer cómo vivían los
jóvenes en tiempos de Augusto.
59
verano·2010
Los primeros
momentos del día
La vida comenzaba pronto en la Antigua Roma. Tan pronto que Francisco
Javier echa de menos la ayuda del despertador. El alba marcaba el inicio del
día y de las actividades para procurarse el sustento. Antes de salir de casa,
toman un desayuno frugal en el que
Bárbara añora su zumo, las galletas y
las tostadas.
La educación obligatoria ha modificado las rutinas diarias de los
jóvenes, cuya obligación pasa hoy
por asistir a clase. A María le llama
la atención que sólo las familias pudientes estuviesen en situación de
garantizar la asistencia a clase de sus
jóvenes. No es la única que reflexiona sobre este hecho. En España, este
derecho se fue consiguiendo de forma progresiva y dificultosa. A lo largo del siglo XX, la edad de escolarización obligatoria se fue ampliando
desde los 12 años a los 16 que establece la LOGSE en 1990. Este avan-
La escuela
El sistema educativo romano depara
unas cuantas sorpresas a los estudiantes
modernos. ¿Aulas sin mobiliario específico y en locales alquilados? «¡Vaya
cuchitriles!», dice para sí David, mientras Rebeca no cree poder dar clase
El día de los jóvenes romanos comenzaba antes de que saliese el sol.
Ellos, como el resto de trabajadores, tenían que aprovechar al máximo
las horas de luz. Los que procedían de familias humildes y no se podían
permitir asistir a la escuela ayudaban a sostener la economía desde su
infancia, ayudando en el negocio familiar o bien realizando pequeños trabajos, encargos o cualquier otra actividad que reportase algo de dinero.
En las familias que podían pagar la educación de los jóvenes, los muchachos también se despertaban al alba. Después de lavarse la cara y las
manos en una palangana, tomaban un ligero desayuno a base de pan y
queso. Los más golosos preferían comprar por unas monedas dulces recién hechos en los puestos callejeros, de camino a la escuela.
La calle bulle de gente, a pesar de la hora temprana. La actividad
comercial ya ha comenzado y, por las calles, muchas personas se apresuran a bajar al foro o se dirigen a las casas de sus patronos para recibir
instrucciones. El joven va acompañado de un esclavo que le protege y le
lleva el material de escritura. El joven permanecerá en clase hasta la hora
del almuerzo.
ce no es del agrado de Álvaro: “Preferiría aprender el oficio de mi padre
en vez de ir a la escuela”. Aunque la
escuela a veces reporta momentos
ingratos, Rubén valora el derecho a
recibir una educación básica gratuita. «Si fuera de clase baja y no pudiese permitirme ir a la escuela me
sentiría frustrado», declara.
Uno de los detalles que más llama
la atención a los jóvenes actuales es el
esclavo que acompañaba al infante y
llevaba sus útiles de estudio. Bárbara
se alegra de que la esclavitud haya desaparecido. Jorge no puede evitar lanzar
una mirada a la mochila en la que trae
los libros a clase. «Yo tengo que hacer
halterofilia todos los días», manifiesta.
en esas condiciones. La precariedad
de medios lleva a Fernando a valorar
más lo que hay a su alcance: «Tenemos
todo lo que necesitamos en el colegio».
Acostumbrados a tener cuadernos y
bolígrafos, el material escolar llama la
atención de los estudiantes actuales.
Les atrae su rusticidad y su simplicidad.
«Las tablas enceradas son muy buena
idea pero no permiten tomar apuntes»,
concluye Jorge.
Aunque la convivencia en un mismo
aula de chavales de varias edades y diferente nivel educativo es un hecho que
se daba en España hasta bien avanzado el siglo XX, a la juventud actual les
parece algo exótico. Hoy en casi todos
los centros educativos del país todos los
alumnos de una clase tienen la misma
edad. «Excepto los repetidores», puntualiza Álvaro.
Las materias que se imparten en las
escuelas romanas tienen un aspecto muy
básico comparadas con la especificidad
de las asignaturas actuales. «Nosotros
tenemos que estudiar muchísimas más
cosas”, afirma Jorge. Con todo, parece
que la forma de enfrentarse a ellas no ha
cambiado con el tiempo. «Antes y ahora
se estudia memorizando», dice Fernando. Tampoco han cambiado los sofocos
que experimentan los profesores cuando
los alumnos no se esfuerzan. Afortunadamente, recapacita Celia, «ahora no
pegan; sólo nos regañan».
La escuela está en un pequeño local alquilado de una calle secundaria. Antes el maestro tenía la escuela en un altillo de una tintorería, pero frecuentemente debía interrumpir las explicaciones por las voces de los clientes y el
ruido de los trabajadores. Además, el olor de la tintorería era nauseabundo.
En el nuevo local, algo alejado de la zona comercial, el ambiente es
más tranquilo y, por si fuera poco, disponen de una mesa desvencijada
que dejó abandonada allí el anterior arrendatario. Gracias a esta donación inesperada los alumnos ya no tienen que traer de casa una tabla
que ponían sobre sus rodillas, a modo de pupitre.
La clase está compuesta por unos pocos jóvenes de edades diferentes. Los mayores aventajan en conocimiento a los recién llegados. En
la clase de Historia el profesor pierde los nervios con un alumno que se
ha vuelto a olvidar del nombre de los compañeros de viaje de Eneas,
antecesor de Rómulo y Remo. Manda a uno de los estudiantes veteranos
que recite de memoria el pasaje de la Eneida que trata este episodio.
Luego obliga al estudiante olvidadizo a que lo repita una y otra vez hasta
asegurarse de que lo ha aprendido.
60
aestas·mmdcclxiii·auc
Momentos de ocio
Acaban las obligaciones y llega, por
fin, el momento del tiempo libre.
Aunque los estudiosos no acaban de
ponerse de acuerdo respecto al horario escolar de la antigua Roma, los
muchachos disponían de paréntesis
para el entretenimiento y los juegos.
Los adolescentes actuales sienten una
adhesión inmediata hacia los jóvenes de la Antigüedad al ver en ellos
las misma predisposición a la risa y
a la jovialidad. La competitividad de
los chicos ya no tiene como marco
el Campo de Marte, sino los polideportivos en los que juegan al fútbol
y al baloncesto. Sin conocer la gran
variedad de juegos que practicaban
en Roma, los jóvenes de hoy echan
en falta sus deportes favoritos y, en
cambio, sienten cierta prevención hacia las actividades más agresivas. «Si
ellos se peleaban nosotros hacemos lo
El fin de la
adolescencia
Sólo unos pocos alumnos del auditorio
están cerca de la mayoría de edad. Aún
les quedan tres o cuatro años para que
se abra ante ellos un amplio campo de
derechos y obligaciones. Sin embargo,
muchos no quieren esperar para ganar
en independencia. Reclaman más autonomía en diversas facetas de su vida, sin
esperar a su 18.º cumpleaños, que parece
un aniversario un poco más especial que
los anteriores. Quizá esta desmitificación
de la llegada a la mayoría de edad afecta
a su forma de ver la ceremonia romana
en la que se abandonaban las vestimentas propias de la juventud. A falta de una
fiesta semejante, a algunos les viene a
la cabeza la graduación en el instituto,
por más que ambos eventos sean muy
diferentes. La trascendencia de la celebración romana no deja de sorprender a
unos chicos poco acostumbrados a solemnidades. «Deshacerse de los juguetes es muy drástico. Nosotros los vamos
sustituyendo por cosas más sofisticadas
y acordes con nuestra edad», dice Jorge.
Un aspecto que llama poderosamente
la atención de los jóvenes estriba en las
Al acabar las clases de la tarde los estudiantes dejan de lado sus obligaciones
y se entretienen con sus amigos. Los más jóvenes pasan el tiempo con sus
juguetes, inventándose historias con muñecos y figuritas de madera o barro.
Otros prefieren actividades más movidas y juegan al escondite, se persiguen
a la carrera por las calles o libran batallas a caballito. Los mayores suelen
bajar al Campo de Marte, una gran explanada a la orilla del Tíber, para probar
su resistencia física. Allí echan carreras, desafían la corriente del río o luchan
entre sí para ver quién se proclama “rey”. El más fuerte podrá dar órdenes a
los demás, mientras que el perdedor, el “asno”, recibirá las burlas de todos.
Había jóvenes a los que no les gustaba el ejercicio físico y preferían simplemente quedar con los amigos para dar un paseo o reunirse para jugar a juegos de mesa. Los juegos de azar estaban mal vistos,
porque se pensaba que podían llevar a la ruina, pero no había nada censurable en juegos de estrategia parecidos al tres en raya o las damas.
mismo, pero en la PlayStation”, dice
Álvaro. En muchos casos, las nuevas
tecnologías reemplazan el contacto
humano. «Normalmente no quedamos por las tardes con los amigos
porque tenemos que hacer deberes.
Hablamos con ellos a través del ordenador», apunta Sergio. Los juegos de
mesa les sorprenden por su variedad y
por su similitud con muchos que aún
se siguen practicando. Los propios
chicos disputan alguna partida de tabas y de ludus latrunculorum. «Son
muy divertidos», afirma Jorge, «pero
no los cambiaría por mi consola». La
electrónica gana la mano.
diferencias sociales derivadas del sexo.
Fernando se extraña de que la mujer adquiriese obligaciones y pocos derechos,
al llegar a la juventud. «No compensa»,
concluye. Las chicas son especialmente sensibles a las múltiples limitaciones
impuestas a la condición femenina. «No
me gustaría ser una mujer en la sociedad
romana», opina Eva. La juventud con la
que contraían matrimonio y, sobre todo,
el papel secundario de la muchacha de
familia acomodada en la decisión de su
marido son pesadas cargas desde la perspectiva actual.
La adolescencia en Roma acaba con una celebración que tenía lugar entre los
14 y 16 años, dependiendo de la capacidad económica familiar y su importancia social. Era costumbre entre las familias pudientes celebrar una fiesta para
marcar el paso de la infancia a la juventud, un nuevo periodo vital marcado por
la independencia respecto a la autoridad paterna.
Para los varones, sobre todo los de clase alta, la celebración se realizaba
de forma muy ostentosa. Después de una breve ceremonia privada, en la que
ofrecían su amuleto infantil a los dioses domésticos, se despojaban de sus vestiduras infantiles y se ponían la toga propia de los adultos. Con este atuendo
visitaban el foro y mostraban a todo el mundo su nuevo papel social: a partir
de este momento, podían disponer libremente de su patrimonio, casarse, entablar pleitos, hacer testamento o enrolarse en el ejército.
Las mujeres pasaban por una ceremonia privada con los familiares más
allegados. Ellas también se deshacían de sus símbolos infantiles (ropas y juguetes), dejándolos en ofrenda a los dioses del hogar, y vestían la toga recta,
propia de la edad adulta. Muchas veces, esta ceremonia se realizaba el día
antes de la boda, en la cual las jóvenes pasaban de la autoridad paterna a la
autoridad del esposo.
Las nuevas responsabilidades se veían equilibradas, en el caso de los chicos, con la adquisición de más libertad. Muchos de ellos aprovechaban su
independencia para visitar lugares antes vedados. Asimismo, ingresaban en
asociaciones deportivas, religiosas, políticas…
61
verano·2010
El horario escolar apremia en Aranjuez. La clase de Cultura Clásica
está a punto de finalizar. El viaje
a la Antigüedad tiene que acabar
y los alumnos retornan a la soleada mañana de primavera de 2010
con la sensación de que la charla
ha pasado rápido. Las explicaciones, la presentación del proyector
y, sobre todo, la posibilidad de ver
y tocar objetos cotidianos como los
empleados en la antigua Roma les
ha permitido saltar hacia el pasado. «Me he imaginado vestido con
una túnica ceñida con un cinturón,
siempre con ganas de jugar con mis
Dibujos: Teresa Pla
El diario de una
joven romana
Las impresiones de los estudiantes
que asistieron a la charla proceden de
una serie de trabajos en clase, realizados a posteriori. Entre los trabajos
tutelados por la profesora Charo Ruiz
destaca el de una estudiante que no
se limitó a contestar las cuestiones
planteadas para la evaluación de la
iniciativa. Bárbara Basurto amplió
sus conocimientos por cuenta propia
y redactó una composición en la que
se mete en la piel de una joven romana de buena familia. La publicación de este trabajo no sólo reconoce
el esfuerzo de esta estudiante, sino
que permite apreciar por un juego de
contrastes las diferencias culturales y
de opinión entre los jóvenes actuales
y los romanos.
amigos e intentando pasar lo menos
posible por casa para estudiar la
lección del grammaticus», reconoce
Jorge. Muchos se sorprenden de las
similitudes con gente que vivió hace
miles de años y por encima de las
diferencias surge la empatía hacia
aquellas personas.
La faceta lúdica de la charla es
muy apreciada por los alumnos,
pero en paralelo al discurso verbal
los jóvenes han podido experimentar de forma más personal un pedazo de la vida cotidiana de hace dos
mil años. «En un momento en el que
se imponen las nuevas tecnologías
todavía se puede comprobar que la
comunicación personal y directa es
esencial en el proceso educativo”,
reflexiona una de las profesoras de
Cultura Clásica del colegio, Charo Ruiz. «Recrear un instante de la
Historia ha operado un cambio en la
actitud de los alumnos», reflexiona
la docente. Algunos de ellos investigaron por su cuenta para profundizar en el conocimiento de la época.
«No es una asignatura más; es algo
tangible que les ha ayudado a conocer un poco más su pasado y a valorar este legado, tanto en los aspectos
que permanecen como en aquellos
que han cambiado», afirma. Tras
conocer las condiciones de vida en
la antigua Roma, a Teresa le resulta fácil ponerse en el papel de una
adolescente de aquella época y opina que a aquellos jóvenes «les resultaría extraño ver que tanto tiempo
después estudiamos sus costumbres,
su modo de vida, su ropa...». ◙
«Obedeciendo
las decisiones
del paterfamilia
frentada a mi de
s me encuentro
stino. Mi padre
ahora enestá concertand
veniencia para
o un matrimon
mí. He cumplido
io de conlos catorce años
en una carrera
. Conocía a mi pr
de cuadrigas. Al
ometido
lí nos saludamos
tados por una am
después de ser
iga común.
presen-
Ahora, pensativa
, paseo cerca de
l templo de Vesta
hacer voto de ca
, en el Foro. Pie
stidad como las
nso en
sacerdotisas. Si
condenarme a
no lo cumpliera,
ser enterrada viv
podrían
a.
Todos los prepar
ativos están dis
puestos. Estam
de junio, aproxim
os en la segund
ándonos al día
a quincena
del enlace. Mi pr
un espléndido an
ometido me ha
illo y mi padre
regalado
le ha correspon
dido con mucha
s tierras.
Pienso en la no
che que vestiré
la tunica recta
amanecer la pe
y me echaré a
luquera me peina
dormir. Al
rá y rizará el pe
locará una diade
lo con trenzas.
ma, el velo (flam
Me comeum) y me aj
gulum). Con po
ustará el cinturó
lvo de tiza me m
n (cinaquillaré. Me pin
con posos de vin
taré las mejillas
o. Las cejas y las
y labios
pestañas me en
belladona en los
negraceré y me
ojos para dilatar
pondré
mis pupilas y as
í resaltar mi be
lleza.
Tras el sacrificio,
la ceremonia y
el banquete co
cómo me sentiré
n música y baile
en mi nueva vid
no sé
a y en mi nuev
esto pasará al
o hogar. Pienso
olvido y que en
que todo
el
futuro ninguna
tendrá que som
patricia joven co
eterse a estas sit
mo yo
uaciones».
62
aestas·mmdcclxiii·auc
NOTICIASHR
Despliegue de soldados en
la villa de La Olmeda
Una nutrida concurrencia legionaria de Hispania Romana
(HR) se concentró a finales de junio en
la villa de La Olmeda (Palencia) para
impartir diversas charlas sobre las legiones romanas. Los visitantes del yacimiento conocieron de cerca cómo era
la vida campamental y apreciaron en
vivo varios episodios relacionados con
la vida de un soldado romano.
Una de las novedades que se presentaron en las charlas dramatizadas fueron
los ritos religiosos destinados a Marte.
Un sacerdote, el flamen martialis, realizó los auspicios para conocer la predisposición del dios de la guerra antes de la
complicada campaña que les esperaba a
los hombres de la Legio VIIII. Vistos
los buenos augurios, los soldados de
Hispania Romana afrontaron a pie firme
las embestidas de un valeroso ejército
26/06/2010.-
Los jóvenes reclutas se preparan para embestir al enemigo.
compuesto por diversos niños, equipados con piezas a su escala, que demostraron haber asimilado las charlas sobre
organización y combate en las legiones,
atacando con fiereza a los aguerridos
componentes de la Legio VIIII Hispana.
La Asociación Hispania Romana
Foto: Marco Almansa
volverá a estar presente en los eventos
culturales veraniegos organizados en
La Olmeda. La Diputación de Palencia
desarrollará nuevas charlas, esta vez de
temática civil, a principios de septiembre (ver la sección de la agenda cultural,
en la pág. 67).
Actividades campamentales en tierras lusitanas
05/06/2010.- Distinto escenario
pero similar reto. Este año la Legio
VIIII Hispana trasladó el campamento de Numancia a Mérida pero
mantuvo las actividades anuales de
recreación. El calor estival no aredró a los miembros del grupo de recreación militar de Hispania Romana, que se aventuraron a una larga
marcha desde la Quinta del Triario,
en Don Álvaro, hasta el Anas (el río
Guadiana), cuyas aguas vadearon los
más arrojados.
Tras el recorrido, los legionarios
volvieron al campamento a descansar en las tiendas de la asociación.
Para completar la inmersión histórica, se organizaron turnos de guardia
nocturna.
Los legionarios dispuestos a una marcha de varios kilómetros.
Foto: Manuela López
63
verano·2010
Estudio y recreación de mobiliario romano
14/08/2010.- Salvador Pacheco, colaborador habitual de Stilus en el área de
medicina antigua, ha realizado una concienzuda labor de estudio para recrear
con todo lujo de detalles numerosas
piezas de mobiliario y objetos con los
que crear un ambiente sugerente para
las charlas divulgativas de Hispania Romana. Fruto de estas investigaciones y
de su destreza manual, recientemente ha
presentado diversas piezas entre las que
sobresale un lecho. Construido de madera y bronce, la pieza se inspira en restos
encontrados en yacimientos arqueológicos de todo el Mediterráneo. El lecho
se completa con un respaldo (fulcrum)
adornado con apliques de bronce.
Otras creaciones recientes son un
lucernario y una mesita de madera que
ambientarán las charlas sobre
vida cotidiana y hábitos
domésticos.
Foto: Salvador Pacheco
Cuestiones sobre
equipación militar
En los últimos meses el
foro de Hispania Romana ha albergado
interesantes debates sobre equipación
militar, en los que varios miembros interesados en el tema han intercambiado
sus puntos de vista y conocimientos. Así
por ejemplo, en febrero se abría un hilo
referente al pilum, la lanza que llevaban las legiones. ¿Qué medidas tenían?
¿Cómo se utilizaban? ¿Qué efectividad
real tenían? Los interesados en este
asunto pueden seguir las conversaciones
en la siguiente dirección:
03/03/2010.-
http://legioviiii.foros.ws/
t1656/pilum/
Aspecto final del
lecho reconstruido por
Salvador Pacheco. A la
izquierda, detalle del
respaldo adornado con
un erote y un rostro
femenino.
Almedinilla recuerda su pasado romano e íbero
La localidad cordobesa
de Almedinilla celebró la tercera edición
de Festum, las jornadas culturales que
pretenden poner en valor su rico patrimonio histórico. El programa de las jornadas
contó con varias charlas, algunas de las
cuales estuvieron a cargo de la Asociación Hispania Romana. Otras conferencias fueron las de “Ritual funerario de los
guerreros en la antigüedad”, a cargo de
Javier Moralejo, y la de “La destrucción
del poblado íbero Cerro de la Cruz y la
romanización de la bastetania”, a cargo
de Eduardo Kavanagh (U.A.M).
Por su parte, el lado festivo contó con
la celebración de un mercadillo de arte-
14/08/2010.-
sanía, cenas romanas celebradas en un
anfiteatro de nueva construcción, pasacalles y espectáculos. Asimismo, el grupo
Sennsa Teatro puso en escena una innovadora versión de “Antigona”, el clásico
de Sófocles.
Almedinilla cuenta con importantes
restos arqueológicos que van desde la
Antigüedad hasta la Guerra Civil. Destaca un poblado íbero, cuyas últimos e
impresionantes descubrimientos parecen
señalar que fue destruido por Roma en
el contexto del levantamiento de Viriato.
Asimismo, existe una villa tardorromana en la que se encontró un excepcional
bronce del dios Hipnos.
Por otra parte, la publicación en 2009 del
libro “Arms and Armour of the Imperial
Roman Soldier: From Marius to Commodus”, de Graham Sumner y Raffaele
D’Amato ha despertado muchas preguntas entre los miembros de la Legio VIIII.
Los autores de este libro sostienen tesis
polémicas acerca de la existencia de cotas
de cuero, hueso, bronce y otros materiales poco ortodoxos. Apoyados en imágenes recientes, estudios de esculturas de
época clásica y trabajos de revisión de
restos ya estudiados, Sumner y D’Amato
prometen al menos suscitar nuevos debates sobre equipación militar romana. Más
información en la siguiente dirección:
http://legioviiii.foros.ws/
t1469/nuevo-libro-de-sumnery-nuevasviejas-polemicas
y más...
Si quieres ver más fotos de los
eventos citados en esta sección
puedes asomarte a la sección
“Galería” de nuestra página en
Internet.
http://hispaniaromana.es
También puedes acceder a los
vídeos grabados en nuestras actividades en el canal que la Asociación
tiene en Youtube:
http://es.youtube.com/
user/HispaniaRomana
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punto de lectura

¿Quién era...
¿
breviarium
Flavio Estilicón
HÉROES DE GRECIA Y
ROMA EN LA PANTALLA
Fernando Lillo
Ed. Evohé, 2010 - 336 págs.
Libro ilustrado que estudia la
transformación de los personajes
míticos e históricos de Grecia y
Roma en su paso a los medios audiovisuales actuales. La obra repasa un amplio recorrido que va
desde los peplums clásicos hasta
producciones actuales como “Espartaco” y “Ulises”, “Gladiator”,
“300” o “Furia de Titanes”. El libro incluye un índice onomástico
de películas y series. Las ilustraciones de los carteles originales
son de Sandra Delgado.
(359-408 d. C.)
H
ijo de un comandante de caballería vándalo,
Flavio Estilicón protagonizó una meteórica
carrera militar al servicio de Roma que queda refrendada con su matrimonio con Serena (385), la
sobrina de Teodosio, de quien llegó a ser lugarteniente.
A la muerte del emperador, el militar asumió el
cargo de tutor de Honorio, llamado a ser el heredero
de la parte occidental del Imperio. Como responsable
del ejército, Estilicón obtuvo en 402 y 405 vibrantes
victorias sobre los ostrogodos y los visigodos comandados por Alarico. Pese a sus éxitos, la instransigencia antibárbara fue socavando su posición en la corte,
amparándose en las creencias arrianas del vándalo y
su política de acercamiento a los visigodos. Fue acusado de conspiración
y ejecutado en 408, junto a miles de aliados bárbaros. Los supervivientes
se unieron a Alarico, que dos años después saquearía Roma.
ANÍBAL /Pedro Barceló
EN LA MESA DEL CÉSAR /Isabel Lugo
La esfera de los libros, 2010 - 336 págs.
Viena Ediciones, 2009 - 168 págs.
Aníbal (247-183 a. C.) es una
de las figuras más fascinantes de la Antigüedad. Aunque
su paso por la Historia es, en
realidad, la crónica de una
derrota frente a su rival Escipión, la audacia, la pasión y la
grandeza desplegadas por el
cartaginés siguen provocando
admiración. Sus acciones —la
marcha hacia Italia cruzando
Hispania y atravesando los Alpes con elefantes y en
duras condiciones— fueron tan inusuales y llamativas
que no han caído en el olvido más de dos mil años después. Su carácter irreductible y su decisión al desafiar
a Roma, han mantenido despierto el interés por el gran
estratega a través de los siglos.
El historiador Pedro Barceló dibuja el recorrido vital de un personaje en extremo complejo y recrea al
mismo tiempo las relaciones romano-cartaginesas en
su lucha por el dominio del Mediterráneo. La derrota
de Cartago y la victoria de Roma son dos hitos que
dieron lugar al mundo que conocemos hoy.
Las recetas más destacadas de
nuestro pasado culinario listas
para ponerlas en práctica en
las cocinas de hoy. “En la mesa
del César” es un libro para los
amantes de la buena mesa que
quieran descubrir cuáles son los
orígenes de la tradición gastronómica de la llamada alimentación mediterránea. En él hallarán desde las primeras recetas de cocina procedentes de las
ciudades sumerias hasta los sofisticados recetarios de la Roma
imperial, pasando por los secretos culinarios de los faraones
egipcios o los platos cotidianos de los atletas y los filósofos griegos… En su recorrido por la Historia de la gastronomía alrededor
del Mare Nostrum, Isabel Lugo nos invita a descubrir no sólo
qué comían, sino también cómo cocinaban los habitantes de la
Antigüedad. Y, a su vez, nos da pautas para poder interpretar las
distintas recetas que se han conservado y para ponerlas en práctica en la actualidad. Obra recomendable para los amantes de la
buena gastronomía, para todos los que disfrutan con el arte de los
fogones y para aquellos que saben paladear una buena ración de
la vertiente más doméstica de las grandes historias.
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¡
¿SABÍAS
¿SABÍAS QUE...?
QUE...?
¿Cuántas veces hemos visto ese sinuoso símbolo tan usado en el mundo anglosajón para sustituir a la conjunción
copulativa “y”? Varias generaciones lo
conocieron gracias a las películas del
Oeste, en el que el misterioso garabato se interponía entre los creadores del
servicio de diligencias Wells&Fargo.
Muchas personas lo ven a diario y sin
embargo pocos saben que se encuentran ante un fósil de la escritura cuyo
nacimiento se achaca a un liberto de Cicerón llamado Marco Tulio Tirón.
Acostumbrado a seguir como una
sombra al gran orador, tenía entre sus
funciones la de escribir las notas rápidas que Cicerón necesitaba en su
atareado día a día. La labor de poner
por escrito todas las ideas y recados
de su amo debía de ser ardua, porque
el buen Tiro ideó un sistema de abrebiaturas que ayudaba a que el estilo
no quedase rezagado a la lengua del
que dictaba.
Una de las creaciones del liberto fue
un rápido trazo que unía indisolublemente las letras de “et” (y). La ligadura
hizo fortuna y, al tiempo que se estili-
zaba, fue penetrando en varios idiomas.
En ninguno encontró tan buena acogida
como en el inglés, en la que recibió el
calificativo de “and per se and” (y por
sí misma), que fue derivando en el actual “ampersand”. Su adopción en los
lenguajes de programación supuso el
lanzamiento estratosférico del atajo
ingenioso de descendiente de esclavos.
Por Roberto Pastrana.
escenas romanas
Por Óscar Madrid
Pero, doctor, ¿cómo sabe que han sido varias
puñaladas las causantes de la muerte de mi amo?
No sé... A mí me parece elemental.
EN CONSTRUCCIÓN
¿Te gusta la Historia? ¿Disfrutas escribiendo?
¿Se te da bien el dibujo?
Seguro que puedes echarnos una mano para hacer
una revista mejor.
Colabora en su realización.
e s c ri b e
as
a
a h o o .e s
y
r@
h
o c ia c io n
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¿Qué son...
Phalerae
C
ondecoración que reconocía el valor en la batalla. Tenemos muchas
representaciones de phalerae
en monedas, relieves o lápidas
funerarias, y hasta algún juego
completo. Siempre son representadas en juegos de ocho a doce
unidades, unidas por medio de un
entramado de cintas que suponemos de cuero, en forma de arnés.
En ningún caso se han representado conjuntos de pocas phalerae por lo que se supone que se
entregaban de una vez. No se iban
ganando de una en una o quizás se
guardaban hasta tener el número
suficiente como para poder colgarlas del arnés. En las representaciones de lápidas de centuriones suelen aparecer dos torques colocados
en la parte superior del arnés.
Las phalerae que se han encontrado son por lo general de
metal, normalmente aleación de
cobre, aunque se han encontrado
algunos ejemplares de plata y e
incluso de vidrio. Las de metal
están trabajadas en algunos casos
con una maestría sorprendente.
Los motivos representados en
ellas, a veces muy realistas, suelen ser mitológicos, pero a juzgar
por las que aparecen en relieves
y lápidas, también podían lucir
motivos geométricos, florales o
decorativos.
El mejor conjunto de encontrados es el de Lauersfort en Alemania, conservadas en el museo
de Maguncia. Está formado por
diez discos de bronce cubiertos
por una fina plancha de plata cincelada. Todos ellos tienen varios
ganchos en la parte trasera para
poder fijarlos al arnés de cuero.
Algunos autores consideran
que las phalerae eran concedidas a los legionarios hasta el
rango de centurión, reservándose otro tipo de premios y honores para tribunos, prefectos y
legados.
Otros piensan que los arneses de phalerae eran más bien
honores concedidos a una centuria, y que el centurión las usaba
como representante de esta. Y
que existían phalerae de mayor
tamaño, que podían incluso colgarse de los estandartes (signa)
de la centuria. Eso explicaría que
cerca del conjunto de Lauersfort
se encontrase un fragmento de
una phalera mucho mayor que
encontraría difícil encaje en el
arnés de las otras menores.
Por Jorge Mambrilla.
PASIÓN POR ROMA
•
•
•
•
pollo numídico ?
¿Cómo se maneja un gladio ?
¿Qué dicen las inscripciones ?
¿Cómo se pone una toga ?
¿A qué sabe el
Si quieres saber la
respuesta a estas
preguntas y charlar con
personas interesadas
en la Historia y las
costumbres romanas:
HISPANIA ROMANA
www.hispaniaromana.es
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P R O P U E S TA S
V Congreso de las obras públicas romanas/Córdoba
Tel.: 91 451 69 20
Entre el 7 y el 9 de octubre, la Fundación de la Ingeniería Técnica de
Obras Públicas organiza una nueva
edición de los congresos técnicos
que lleva celebrando desde 2002.
En el transcurso de este evento se
impartirán diversas conferencias
sobre el tratamiento arqueológico y
otros aspectos especializados de los
acueductos y las vías que han lle-
gado hasta nuestros días. De forma
paralela a las charlas se podrá visitar
del 4 al 8 de octubre una exposición
fotográfica sobre topografía y maquinaria hidráulica romana. El congreso
se cerrará con una vista a Torreparedones (Baena), para apreciar in situ
el urbanismo de este enclave. Más
información en http://www.citop.es/
vcongreso/presentacion.htm.
Retratos de Roma/Museo de Évora (Portugal)
C/ Largo Conde de Vila Flor - Tel.: 266 702 604
El museo de Évora expone hasta el 3
de octubre “Retratos de Roma”, una
exposición de esculturas originales
de personajes públicos y privados de
la Hispania Romana procedentes del
Museo Arqueológico Nacional. La
muestra permite apreciar la importancia del retrato como elemento esencial de la cultura romana, tanto para
mostrar la imagen del poder, como
para transmitir el modo de vida y costumbres de las clases adineradas.
Cultura “a la romana”
Villa de La Olmeda
Pedrosa de la Vega (Palencia)
Tel.: 979 11 99 97
Entre los meses de octubre y diciembre la Diputación de Palencia organiza en la villa romana de La Olmeda una completa oferta cultural que
incluye charlas, representaciones,
talleres y proyección de películas relacionadas con la Antigüedad.
Los primeros en abrir la programación serán los miembros de la
Asociación Hispania Romana, que
el 4 de septiembre representarán
diversas escenas de la vida cotidiana en la antigua Roma: ceremonias religiosas, matrimonio, la manumisión de un esclavo y más. El
espectáculo, gratuito, tendrá lugar
en la propia villa.
Más información del resto de
la programación cultural en la web
www.villaromanalaolmeda.com.
Oro y plata, lujo y
distinción en la
Antigüedad hispana
Caja Granada
C/ Acera del Casino
Tel.: 958 22 00 43
Los objetos de oro y plata fueron
siempre entendidos como materiales
prestigiosos que, en el seno de las sociedades que los crearon, estuvieron
al alcance de muy pocos. Las joyas
han sido símbolo de privilegio, de
respeto y poder, en cualquier cultura. En las vitrinas de esta exposición
veremos piezas de todas las que tuvieron carta de identidad en nuestro
suelo: la orfebrería prehistórica, la de
origen orientalizante; piezas fenicias
y púnicas, ibéricas, vacceas y castreñas, para finalizar con otras pertenecientes ya a la dominación romana.
Los relatos de la Antigüedad están llenos de referencias a maravillosos tesoros que han espoleado la
Selección de piezas del tesoro prehistórico de Villena.
imaginación de todos los que se han
acercado a su estudio y han sido, en
buena medida, uno de los primeros
acicates de la arqueología y uno de
los principales objetivos en la creación de los museos.
Estas colecciones han salido del
Museo Arqueológico en raras oca-
Foto: Museo Arqueológico Nacional
siones y, desde luego, nunca en su
conjunto. Ahora, en el contexto de
esta exposición itinerante, podrán
verse en otros escenarios, mostrándose a través de un discurso más
amplio. La muestra se podrá visitar
en Granada desde el 7 de octubre al
8 de enero de 2011.
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LUDOTECA
Peligros en la hostil Caledonia
ROMA VICTOR
Sistema: Windows XP con Service
Pack 2 o superior.
Procesador a más de 2 GHz.
Memoria: 1 GB de RAM.
Tarjeta gráfica 3D con Shader
Model 2.0 o superior.
Conexión: 56 Kbit/s o superior.
Por Alberto Fuentevilla.
Marco Aurelio ha muerto y el nuevo emperador es su hijo, Cómodo.
Las noticias llegan amortiguadas a
uno de los lugares más conflictivos
de Britania, el Muro de Adriano, en
donde caledonios y romanos chocan
frecuentemente en escaramuzas y
emboscadas. Y en medio del conflicto estamos nosotros. Podremos elegir
ser parte del Imperio Romano y servir
como legionario, auxiliar o artesano
de muy variada procedencia (la cantidad de etnias es impresionante: hispanos, griegos, egipcios, germanos...), o
bien podemos ser un bárbaro caledonio que habita en una rústica aldea.
Si somos romanos empezaremos
como un pobre esclavo que ahorra
para comprar su libertad, mientras
que como caledonio seremos un hombre libre desde el principio, pero del
escalafón más bajo del clan.
“Roma Victor” en un juego de rol
on line en el que interactuaremos
con otros jugadores. Tendremos que
comer y beber para mantenernos
saludables, vestirnos para no pasar
frío, y aprender a orientarnos para no
perdernos en sus inmensos bosques.
Si viajamos, deberemos armarnos y
vigilar para evitar el ataque de bandidos o lobos, o si disponemos de dinero, podemos pagar una escolta de
soldados.
Las habilidades que podemos manejar son numerosas y muchas veces
exigirán que las combinemos para
determinadas acciones y para crear
objetos o construcciones. El sistema
de las habilidades permite personalizar nuestro personaje, al tiempo abre
una amplia gama de profesiones. Entre los jugadores habituales de Roma
Victor es común ver legionarios que
completan su capacidad guerrera con
habilidades artesanas (costurero,
pesca-
Los oscuros bosques del exterior del
Muro de Adriano esconden desagradables sorpresas para el viajero.
dor, constructor...) que ayudan al resto de su comunidad.
Uno de los puntos más importantes
del título que nos ocupa es el apartado
de creación. La idea de los diseñadores
es que podamos hacer cualquier cosa,
desde una túnica hasta un edificio público. Todos los objetos del juego pueden ser creados por sus jugadores, lo
único que variará será la calidad de los
mismos, que dependerá de la habilidad
de su creador y del desgaste del uso.
La posibilidad de crear casi cualquier cosa posibilita que creemos comunidades desde cero. En un territorio vacío puede asentarse un grupo de
jugadores y crear su propio pueblo,
levantando sus casas, sus edificios
tanto lúdicos como públicos, estableciendo campos de cultivo... Viajar
por el mundo y encontrarte con un
campamento legionario, una aldea de
mineros o un mercado es uno de los
mayores atractivos.
Con un poco de tesón
iremos progresando y reuniendo dinero, que nos
dará prestigio, seguidores, facilidades y acceso
a altos cargos. Un caledonio podrá aspirar a
convertirse en jefe de
su tribu. Un romano
podrá llegar a magistrado.
Aunque Roma Victor lleva dos años
en el mercado, sus
continuas mejoras
lo han convertido en una
buena alternativa a los juegos de
rol online que pueblan el mercado.
Tendremos que elegir bien nuestras
habilidades, practicarlas para llegar
a ser diestros y relacionarnos con
otros jugadores.
Los inconvenientes de este título
son sus gráficos anticuados y su reducida comunidad, unos pocos cientos de jugadores en todo el mundo.
Esta última razón ha llevado a los
responsables a anunciar el cierre del
juego para 2011, aunque se proponen lanzar un “Roma Victor 2” en
fecha aún no determinada. Ojalá se
pueda recuperar esta buena idea y el
público responda a la segunda oportunidad. ◙
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ludoteca
Un nido de intrigantes
REPÚBLICA DE ROMA
Edita: Edge Entertainment.
Jugadores: de 1 a 6.
Edad recomendada: a partir de
14 años.
Tiempo de juego: de 3 horas a
varios días.
Por Roberto Pastrana.
Los foros de Internet especializados
en juegos de mesa están que arden.
La noticia de que la española Edge
Entertaiment lanza la versión en
castellano del “Republic of Rome”
ha encendido los ánimos de una legión de ávidos seguidores, que durante 20 años tuvieron que recurrir
a sus conocimientos de inglés para
sumergirse en un juego tan complejo como fascinante.
Abrimos la caja, desplegamos el tablero y nos trasladamos a mediados
del siglo III a. C. Cada jugador encarna al líder de una facción del Senado romano. Los próceres debaten
cómo aumentar el poder de la Urbe
y quiénes serán los encargados de
llevar a cabo los planes. Cada turno
las magistraturas van cambiando de
manos en función de los pactos electorales entre los jugadores. El reparto
del poder forja y destruye alianzas, a
medida que determinadas facciones
consiguen para sus senadores cargos
que aumentan su prestigio. ¡Cuidado!, todo rival esconde un tirano que
aspira a hacerse tan popular que pueda imponer sus designios al resto de
facciones senatoriales.
Una de las principales virtudes del
“República de Roma” radica en la
combinación entre competitividad y
colaboración, ya que los asuntos de
gobierno obligarán a los jugadores
a superar sus reticencias y a trabajar
unidos por la supervivencia de la República. Las amenazas extranjeras,
las sequías y tormentas catastróficas,
los malos augurios y otras desdichas
circunstanciales se irán acumulando
en el transcurso del tiempo, soliviantando los ánimos de la plebe.
Las partidas del “República de
Roma” están trufadas de disyuntivas en las que el Senado tendrá
que elegir entre aproximarse un
poco más al abismo o conjurar los
peligros eligiendo al senador mejor
dotado para cada contingencia, pese
a los réditos políticos que el éxito
pueda reportar al candidato y a su
facción. Sin embargo, ¿serán capaces los jugadores de aparcar sus diferencias para, por ejemplo, enviar
al senador con mejores dotes militares a acabar con la amenaza púnica?
Y sobre todo, ¿podemos esperar que
el victorioso general licencie a sus
tropas de vuelta de la guerra o prevemos que se puede convertir en un
nuevo enemigo para Roma?
Cada turno está dividido en fases
que marcan la evolución de aspectos
tan diversos como la situación exterior, el clima político de la Urbe o
incluso la muerte natural de senadores. Las tiradas de dados se cotejan
con los mercadores del tablero para
saber qué regalos u obstáculos depara la suerte a los padres conscriptos.
Pese a estas notas de azar, el planteamiento del juego minimiza la importancia de los dados en favor del
factor humano. La interacción entre
los propios jugadores resultará esencial para neutralizar las aspiraciones
de los contrincantes y, al mismo tiempo, alcanzar un poder omnímodo, ya
sea mediante la elección como dictador perpetuo o tomando la propia
Roma al mando de legiones rebeldes.
El dominio de los mecanismos de
juego requiere de cierto entrenamiento. Será necesario que leamos con
atención el reglamento (en cuya revisión han participado habituales colaboradores de Stilus: Paco Gómez,
David P. Sandoval y el que firma esta
reseña). Así lograremos familiarizarnos con el entramado político del
juego y trenzar estrategias de gran
profundidad para encumbrarnos en
futuras partidas de varios jugadores.
Dispondremos de infinidad de
fórmulas para obstaculizar los planes de los rivales, desde el uso de
tribunos de la plebe que vetan iniciativas políticas, hasta la compra
de voluntades, la intriga o incluso el
asesinato. Todos los caminos están
abiertos, si estás dispuesto a asumir
las consecuencias... Los creadores
del juego advierten que a menudo
las estrategias más efectivas son las
menos evidentes. Puro maquiavelismo; la política de la República, al
fin y al cabo. ◙
p re se n ta .. .
de
a
c
e
t
a
La cinem
Clío
Efectos especiales en la arena
GLADIATOR
Gladiator (2000)
Director: Ridley Scott.
Productor: David Franzoni.
Actores: Russell Crowe, Joaquim
Phoenix, Connie Nielsen, Richard
Harris, Oliver Reed.
Por David P. Sandoval.
Si en el pasado número de Stilus hablábamos de “La caída del Imperio Romano”, no abandonaremos esa época histórica, aunque ahora la abordemos desde
una perspectiva diferente. En “Gladiator” no estamos ante un Marco Aurelio
reflexivo y estoico, sino ante un padre
cansado, un político avejentado y un
hombre harto de muchas cosas.
La primera imagen de la película, el
ya famoso primer plano de la mano que
acaricia las espigas de trigo, dice mucho
de la mentalidad del filme. El protagonista es el campesino ciudadano que
quiere regresar a su campo, tras luchar durante años por Roma, una
ciudad que ni siquiera conoce.
Pero antes de volver tendrá
que combatir una última
vez, en un asalto que cae
en los fallos de siem-
pre: una fila ordenada de legionarios
romanos, enfrentada a una turba de germanos, acaba en un choque desordenado
y caótico.
El largometraje parte de un planteamiento histórico incorrecto, ya Roma
no estaba a una batalla de doblegar a los
germanos. Tampoco Marco Aurelio tenía intención de retornar al viejo orden
republicano, asumido como ficción de
gobierno desde el Principado de Augusto. Con todo, el vibrante incio sirve de
base a una clásica historia de aventuras:
un hombre, en este caso un poderoso general (cuyo nombre, digámoslo de paso,
ignora las reglas clásicas), se ve injustamente acusado, defenestrado y condena-
do a morir. Pese a lo apurado de la situación, su motivación le permite sobrevivir
a un encuentro con la guardia pretoriana
(¡de malévolas armaduras negras!) y,
en un alarde elíptico, cruzar media Europa para regresar a Emerita Augusta
(Trujillo, en la versión original). Allí se
encuentra con su familia asesinada, sus
campos arrasados y su vida destrozada.
A partir de este punto, hasta llegar a un
final previsible, el protagonista sólo vivirá para la venganza.
La historia adolece de numerosos
fallos, tanto históricos como de guión,
que compensa con una puesta en escena espectacular, recuperando en gran
medida las colosales producciones
de los años 50 y 60 del siglo pasado.
Repitiendo el esquema que parece
que toda película de romanos debe
desarrollar, nos encontramos con una
intriga palaciega que, esta vez, se desarrolla especialmente en la arena del
Coliseo. También hallamos personajes
estereotipados como los senadores hipócritas o la heroína pasiva, buena y
maternal; hazañas sin igual –la lucha
en el circo representando un remedo
de Zama–; y por supuesto, decorados
magníficos e impresionantes, aunque
se note en muchas ocasiones el exceso
de tecnología digital.
Aunque distorsione y desfigure
los hechos históricos que conocemos,
“Gladiator” sigue siendo una historia
interesante. Permite disfrutar de una
imaginería visual conectada con los clásicos de antaño, y juega con pensamientos, ideas y percepciones de un mundo
que, aunque lejos en el tiempo, no han
cambiado tanto. Eso sí, los amantes del
peplum clásico tendrán que ser indulgentes con esta película, que, a pesar de
tener pocos años y muchos medios, no
supera en calidad artística o histórica a
gran parte de las anteriores. ◙
Descargar