El amor en los tiempos del cólera

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“El amor en los tiempos del cólera"
Gabriel García Márquez
2º Bachillerato
Departamento de Lengua castellana y Literatura
IES Mariano Baquero Goyanes
El amor en los tiempos del cólera
I.- GABRIEL GARCÍA MÁRQUEZ
Colombiano, autodidacta, piedra de toque del boom latinoamericano, feligrés y sacerdote mayor del Realismo
Mágico, periodista, socialista, Nobel en 1982, sistemático e inspirado, sobrio y vertiginoso, parco y deslumbrante. Creador de
Macondo (y de su eterna lluvia); de los Buendía (y de su soledad); del Coronel (y de su esperanza); de Fermina y Florentino (y
de su amor). Creador en suma de territorios, mitos y leyendas.
Gabriel García Márquez nace el 6 de marzo de 1928, en Aracataca, un pueblo de la costa atlántica colombiana. "Gabo",
como se le conoce cariñosamente, fue el mayor de una familia numerosa de doce hermanos, que podríamos considerar de clase
media: Gabriel Eligio García, su padre, fue uno de los numerosos inmigrantes que, con la "fiebre del banano", llegaron a
Aracataca en el primer decenio del siglo XX. Su madre, Luisa Santiaga Márquez, pertenecía, en cambio, a una de las familias
eminentes del lugar: era hija del coronel Nicolás Márquez y de Tranquilina Iguarán, que no vieron con buenos ojos los amores
de su hija con uno de los "aventureros" de la "hojarasca" (como se llamaba despectivamente a los inmigrantes), que
desempeñaba el humilde oficio de telegrafista. Por eso, cuando tras vencer múltiples dificultades, Gabriel Eligio y Luisa
Santiaga consiguieron casarse, se alejaron de la familia y se instalaron en Riohacha. Sin embargo, cuando tenía que nacer su
primer nieto, sus padres convencieron a Luisa Santiaga de que diera a luz en Aracataca. Poco después Gabriel Eligio y Luisa
Santiaga regresaron a Riohacha, pero el niño se quedó con sus abuelos hasta que, cuando tenía ocho años, murió el abuelo, al
que García Márquez consideró siempre "la figura más importante de mi vida".
De esos primeros ocho años de "infancia prodigiosa" surge lo esencial del universo narrativo y mítico de García
Márquez, hasta el punto de que, con alguna exageración, ha llegado a decir: "Después todo me resultó bastante plano: crecer,
estudiar, viajar... nada de eso me llamó la atención. Desde entonces no me ha pasado nada interesante". Lo que sí es cierto es
que los recuerdos de su familia y de su infancia, el abuelo como prototipo del patriarca familiar, la abuela como modelo de las
"mamás grandes" civilizadoras, la vivacidad del lenguaje campesino, la natural convivencia con lo mágico... aparecerán,
transfigurados por la ficción, en muchas de sus obras (La hojarasca, Cien años de soledad, El amor en los tiempos del cólera
...) y el mundo caribeño, desmesurado y fantasmal de Aracataca se transformará en Macondo, que en realidad era el nombre de
una de las muchas fincas bananeras del lugar y que según unos alude " a un árbol que no sirve pa un carajo" y según otros "a
una milagrosa planta capaz de cicatrizar heridas". El paralelismo entre algunas circunstancias biográficas de García
Márquez con algunos elementos de Cien años de soledad resulta evidente.
En 1936 tras vivir un breve tiempo con sus padres en Sucre -donde Gabriel Eligio regentaba una farmacia- lo envían a
estudiar bachillerato a diferentes internados: primero en Barranquilla y, durante más tiempo, en Zipaquirá, lugar del que guarda
recuerdos sombríos y dolorosos y donde, paralizado por la nostalgia de Aracataca, nunca llegó a integrarse. Aunque estudia los
cinco cursos de Derecho -algunos en Bogotá y otros en Cartagena, donde se había trasladado su familia y donde se hace amigo
del poeta Alvaro Mutis- no llega a graduarse, porque, según confiesa, "me aburría a morir esa carrera. Pronto, García Márquez
abandona los estudios de Derecho: en un viaje a Barranquilia conoce a un grupo de periodistas que le fascinan y decide
instalarse allí y orientar totalmente su vida al periodismo, por lo que empieza a trabajar de columnista en "El Heraldo", y a la
literatura: se instala en un cuartucho ínfimo de un bloque de cuatro pisos llamado "el Rascacielos" y allí empieza a escribir su
primera novela, La hojarasca.
Gabo se integra en el llamado "Grupo de Barranquilla", que se reúne en el "Café Happy" y el "Café Colombia".
Miembros del "Grupo de Barranquilla" son: Germán Vargas, Álvaro Cepeda y Alfonso Fuenmayor, periodista de "El Heraldo"
de gran formación intelectual, al que García Márquez le debe el descubrimiento de los autores que más tarde se convertirán en
sus modelos literarios: Kafka, Joyce y, muy especialmente, Faulkner, Virginia Woolf, y Hemingway. En Barranquilla, García
Márquez conocerá a Mercedes Barcha, quien más tarde se convertirá en su compañera de toda la vida.
En 1954, convencido por Álvaro Mutis, García Márquez regresa a Bogotá. Allí, de nuevo para El Espectador, trabaja
como reportero y crítico de cine. Ese periodo de apasionada dedicación al periodismo, dejará posteriormente huella en su
literatura. Esta simbiosis de literatura y periodismo es clara en algunas sus obras narrativas publicadas, Relato de un náufrago
(1955), Crónica de una muerte anunciada (1981), Noticia de un secuestro (1997).
En 1955, García Márquez va por primera vez a Europa como corresponsal de El Espectador. El que tenía que ser un
breve viaje para alejarlo de las iras gubernamentales desencadenadas por la publicación de El relato de un náufrago, se
convierte en una estancia de más de cuatro años: Ginebra, Roma -donde, además de cubrir la información de la enfermedad de
Pío XII, se matricula en el "Centro Sperimentale de Cinematografía"- y finalmente París. Al poco de llegar a Francia, recibe la
noticia de que El Espectador había sido clausurado y un cheque para el pasaje de regreso. Pero García Márquez, que había
decidido seriamente ser escritor, decide quedarse en París. Afrontando grandes penalidades económicas (“Estuve viviendo
durante cuatro años de milagros cotidianos") y trabajando, como explica Vargas Llosa, "a diario, con verdadera furia, desde
que oscurecía hasta el amanecer", escribe La mala hora (1961) y paralelamente, a partir de un episodio que se le desprendió de
esa obra, una de sus mejores novelas: El coronel no tiene quien le escriba (1958).
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El amor en los tiempos del cólera
En 1958, tras una estancia de dos meses en Londres, decide regresar a América, entre otras cosas porque sentía que se
le "enfriaban los mitos". Primero se instala en Venezuela, donde su amigo Plinio Apuleyo Mendoza le había conseguido
trabajo de redactor en la revista Momentos. Al poco de llegar a Caracas, es testigo del bombardeo aéreo y del asalto al Palacio
presidencial, hechos que concluirán días después con el derrocamiento del dictador Pérez Jiménez.
En un viaje relámpago a Barranquilla, se casa con su novia Mercedes Barcha, con la que pronto tiene dos hijos,
Rodrigo (que nació en Bogotá en 1959) y Gonzalo (que nacería en México tres años más tarde).
Aunque su actividad periodística en Venezuela es muy intensa, García Márquez no abandona el quehacer literario:
escribiendo sólo los domingos, redacta casi todos los cuentos de Los funerales de la Mamá Grande (1961).
En 1960, tras el triunfo de la Revolución Cubana, vive seis meses en la Habana, trabajando para Prensa Latina,
agencia de noticias que dirige el periodista argentino, amigo del Che Guevara, Jorge Ricardo Massetti. Prensa Latina fue
creada por el gobierno cubano para contrarrestar la propaganda contra Cuba. Meses antes, García Márquez había creado la
sede de Prensa Latina en Bogotá. En 1961 se instala en Nueva York como corresponsal de Prensa Latina. García Márquez
decide establecerse en México, y probar suerte con la tercera de sus aficiones: el cine. Pero antes de abandonar Estados
Unidos, recorre el sur de su admirado Faulkner. Cuando descubre que es muy difícil abrirse camino en el mundo del cine, se
encarga, aunque sin escribir una sola línea, de la organización de dos revistas de gran tiraje: una revista de señoras, La Familia
y otra de crímenes sensacionalistas, Sucesos. Más tarde, trabaja en el mundo de la Publicidad.
A partir de 1963, García Márquez consigue por fin trabajar como guionista. Su primer guión, El gallo de oro, lo
escribe en colaboración con Carlos Fuentes a partir de un cuento de Juan Rulfo. Dos años después, García Márquez y Fuentes
volverán a trabajar juntos en la adaptación cinematográfica de Pedro Páramo, lo que demuestra la admiración que ambos
sienten por la escueta e intensísima obra del silencioso escritor mexicano.
Gabo empieza la más importante de sus obras: Cien años de soledad (1967), lo cual sólo fue posible cuando, casi
como en un "milagro ", sabe de repente con qué técnica y con qué procedimientos ha de escribir la historia de ese Macondo y
de ese universo mítico de su infancia que le obsesionan desde sus inicios como escritor. García Márquez decide encerrarse a
escribir su novela de Macondo y los Buendía. Logra reunir cinco mil dólares (los ahorros de la familia, las ayudas de sus
amigos, especialmente de Alvaro Mutis) y le dice a Mercedes que mientras tarde en escribir su novela se ocupe de todo y no lo
moleste bajo ningún concepto. Cuando después de 18 meses de duro trabajo concluye Cien años de soledad, Mercedes le
espera con una deuda doméstica que sobrepasa los 10.000 dólares. Para enviar el manuscrito de Cien años de soledad a Buenos
Aires, concretamente a la Editorial Sudamericana de Francisco Porrua, deben empeñar los tres últimos objetos de un cierto
valor que les quedan: una batidora, un secador de pelo y la estufa.
Cien años de soledad aparece en junio de 1967. El éxito es fulminante: en pocos días se agota la primera edición y en
tres años se venden más de medio millón de ejemplares. Según Vargas Llosa, "el éxito resonante deja a García Márquez
mareado y algo incrédulo", aunque feliz porque por fin puede dedicarse exclusivamente a escribir. Es la novela que marcó el
surgimiento del "boom" y supuso todo un fenómeno en las literaturas hispánicas (y tal vez en la literatura mundial). La obra es
a la vez una síntesis de la historia de un poblado fantástico, Macondo -íntimamente unida a la familia de los Buendía- , que
representa metafóricamente la historia de Venezuela, de América Latina, y de la Humanidad en general, con los riesgos que la
acosan: los más elementales problemas humanos, amorosos, incesto..., los problemas sociales, explotación, guerras... pero todo
ello aparece representado en la novela por elementos fantásticos, fuerzas naturales insólitas, y en resumidas cuentas elementos
maravillosos, que dan a la novela una textura peculiar entre el realismo y lo fantástico, acentuada por la mezcla de elementos
trágicos, cómicos y extrañamente grotescos.
En 1975 aparece por fin El otoño del patriarca, que, escrita según la técnica del monólogo múltiple (voces diferentes
que cuentan, desde perspectivas diferentes, la misma historia), es para García Márquez "mi libro más experimental y el que
más me interesa como aventura poética. También el que me ha hecho más feliz".
Entre Cien años de soledad (1967) y El otoño del patriarca (1975) escribe algunos cuentos y un guión de cine, a partir
de un episodio desgajado de Cien años de soledad, que finalmente se convierte en una novela breve: La increíble y triste
historia de la candida Eréndida y de su abuela desalmada (1972).
En 1981 escribe Crónica de una muerte anunciada, novelando unos hechos reales acaecidos en Sucre durante su
juventud y asumiendo por primera vez el papel de narrador. Crónica de una muerte anunciada es una magistral novela corta
que reproduce minuciosamente un crimen pasional del mundo rural de la infancia del autor, explorando minuciosamente los
hechos, sus motivaciones, el estilo de vida que da lugar a ellos, las pasiones humanas que lo desencadenan... pero a través de
una técnica rigurosísima de documentación, y luego de descomposición temporal y de análisis pormenorizado de los hechos,
que presta un peculiar "suspense" a unos hechos cuyo desenlace se conoce desde el principio. Al escribir Crónica de una
muerte anunciada, García Márquez contraria a su madre que le había pedido que no escribiera una historia en la que
intervenían tantos parientes, al menos mientras la madre del hombre que inspiró a Santiago Nasar siguiera viva
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El amor en los tiempos del cólera
En la ceremonia del Nobel, viste con una guayabera caribeña blanca y lleva en la mano un rosa amarilla, símbolo de
Colombia y su amuleto personal (Mercedes coloca cada día una en su mesa de trabajo). Elige como tema musical el
Intermezzo interroto de Bela Bartok. Su discurso de agradecimiento es un canto de amor a América Latina. Entre otras cosas
dijo:
"Me atrevo a pensar que es esta realidad descomunal, y no sólo su expresión literaria, la que este año ha merecido la
atención de la Academia Sueca de la Letras. Todas las criaturas de aquella realidad desaforada hemos tenido que pedirle muy
poco a la imaginación porque el desafío mayor para nosotros ha sido la insuficiencia de los recursos convencionales para hacer
creíbles nuestra vida. Este es el nudo de nuestra soledad".
En 1985 publica El amor en los tiempos del cólera, novela que narra la vida de tres personajes de principios del siglo
XX en una ciudad costera al sur de la comarca de Río Negro.
En 1989 escribe El general en su laberinto, una nueva novela histórica donde cuenta el camino hacia la muerte de
Simón Bolívar a los 47 años, por el río Magdalena de su infancia. El origen de esta novela es una frase de su manual escolar de
historia, que guardaba en su memoria: "Al cabo de un largo y penoso viaje por el río Magdalena, murió en Santa María
abandonado por sus amigos".
En 1992 escribe Doce cuentos peregrinos. Según el propio autor se trata de "una colección de cuentos cortos, basados
en hechos periodísticos, pero redimidos de su condición mortal por las astucias de la poesía". Muchos de ellos, antes de ser
finalmente cuentos, fueron historias escritas con otros fines: cinco fueron notas periodísticas; otros cinco, guiones de cine y
uno, un serial de televisión,
En 1994 publica su novela, Del amor y otros demonios, una novela ambientada en la Cartagena de Indias del siglo
XVIII, que cuenta los amores imposibles entre un cura de treinta años y una marquesita criolla de doce, a la que debía
exorcizar.
En 1996 publica Noticia de un secuestro, un reportaje novelado de un secuestro colectivo, de diez personas (ocho de
ellas periodistas), a manos de la banda de narcotraficantes de Pablo Escobar. García Márquez, que trabajó duramente en este
libro tres años, definió "esta tarea otoñal como la más difícil y triste de mi vida" y como "una experiencia humana desgarradora
e inolvidable". A finales de 1995, cuando acaba de concluir Noticia de un secuestro y el país vive pendiente de otro secuestro el de Juan Carlos Gaviria, hermano del ex presidente- lee un insólito comunicado en la prensa: los secuestradores ofrecen la
liberación de Juan Carlos Gaviria si García Márquez asume la presidencia del gobierno en lugar del actual mandatario, Ernesto
Samper. La respuesta de García Márquez es contundente: "Nadie puede esperar que asuma la irresponsabilidad de ser el peor
presidente de la República.”
Ha redactado sus memorias: Vivir para contarla (2002) es el título elegido y lo último que ha publicado es Yo no
vengo a decir un discurso (octubre 2010) que son 22 discursos y conferencias que arrancan con la titulada "Cómo empecé a
escribir" donde relata el origen de su primer cuento para llevarle la contraria a un periodista que afirmaba que los jóvenes
escritores colombianos no tenían nada que decir en literatura. Cuatro días después de la aparición de este volumen es pirateado
y el mercado se inunda de ejemplares a precio barato.
En 2004 publica la novela breve Memorias de mis putas tristes, que narra la historia de un anciano y su
enamoramiento de una adolescente. Esta novela ha causado cierta controversia en Irán tras publicarse 5000 ejemplares. En
Méjico una ONG amenazó con demandar al autor por hacer apología de la prostitución infantil.
Ahora trabaja en la novela En agosto nos vemos, donde uno de los personajes se le resiste.
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El amor en los tiempos del cólera
II.- GABRIEL GARCÍA MÁRQUEZ
HISPANOAMERICANA. [Tema PAU]
Y
EL
BOOM
DE
LA
NOVELA
El boom de la narrativa hispanoamericana surgió alrededor de los años 60 y 70 y dio paso a una narrativa
pura y renovada, lo que permitió llevar esta literatura por todo el mundo. No es un movimiento, ni una escuela, sino
el producto de una creación inesperada de jóvenes talentos que demostraron al mundo que Latinoamérica era capaz
de crear obras originales. Esta explosión de creatividad cultural y social llegó a Europa como un soplo de aire
nuevo, en un momento en que la novela europea daba claros signos de asfixia. El escenario mundial de los últimos
siglos siempre había sido protagonizado por escritores europeos, en su mayoría de países dominantes más
desarrollados.
Sistematizar la historia de la literatura hispanoamericana del siglo XX e incluir sus contenidos en unos
cuantos folios es tarea complicada, pues, aparte las dificultades derivadas de su extensión como las derivadas de la
propia complejidad de dichos contenidos, podemos asegurar que no hay ni un solo estudio que no haya sucumbido
a los efectos de una clasificación insuficiente e inexacta. Aún así, es absolutamente necesario intentar acometer el
trabajo.
Generalmente, los distintos tratados de las diferentes historias literarias suelen clasificar la novela
hispanoamericana en los siguientes periodos de creación:
1.- Narrativa de principios de siglo, hasta 1940.
2.- La nueva novela, 1940-1960.
3.- El boom de los 60.
1.- Narrativa de principios de siglo, hasta 1940 ( pervivencia del realismo, la naturaleza, los temas sociales
y la novela indigenista)
El realismo narrativo de los primeros decenios del siglo puede presentar, en ocasiones, pinceladas de tipo
naturalista y a la vez, es compatible con resabios de lenguaje romántico en el tono poemático de muchas páginas.
Se trata, pues, de un realismo bastante particular. Pero sus particularidades más notorias le vienen de los
ingredientes temáticos. En efecto, el denominador común de los contenidos argumentales sería la presentación de la
peculiaridad americana. De acuerdo con ello, hay que distinguir las áreas temáticas siguientes:
- La naturaleza. Una naturaleza de proporciones grandiosas y de gran diversidad, inexplorada en
buena parte y cuyas fuerzas telúricas encuadran o condicionan la aventura humana. Es la cordillera, la
pampa, el altiplano, la selva amazónica. La atención a las peculiaridades de cada zona hace que se hable
con frecuencia de una novela regionalista.
- Los problemas políticos. Resultan proverbiales la inestabilidad política de aquellos países, la
incesante sucesión de «revoluciones» (que, a menudo, son contrarrevoluciones), la frecuente presencia de
dictadores que emanan de la oligarquía dominante, etc. En estas tensiones halla la novela hispanoamericana
un importante filón.
- Los problemas sociales, subyacentes a las citadas tensiones políticas. La novela reflejará las
desigualdades de la pirámide social: en su cumbre, la oligarquía aliada a los intereses de las grandes
potencias extranjeras que explotan las inmensas riquezas naturales; en la base, las peonadas de las grandes
haciendas, los obreros de las omnipotentes compañías bananeras, etc., masas paupérrimas e ignorantes (indios, mestizos). La novela realista es, sobre todo, una protesta ante estas desigualdades. No pocos títulos se
proponen, más concretamente, denunciar la oprimida condición del indio: se habla, así, de una novela indigenista, a la que dedicaremos un párrafo en seguida.
2.- La nueva novela, 1940-1960 (La superación del realismo: El “realismo mágico” o “lo real maravilloso”.
A partir de 1940 --con algunos precedentes- se observa un cansancio de la novela realista. No es que
desaparezcan los temas cultivados hasta entonces, pero se pasará a tratarlos con procedimientos distintos. Y
aparecerán también nuevos temas. Precisemos algunos aspectos de esta renovación:
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El amor en los tiempos del cólera
- Entre los temas nuevos, está el interés por el mundo urbano (frente al predominio de lo rural en la
novela anterior); se dará cabida a los más variados problemas humanos o existenciales (ya no sólo los sociales,
que no desaparecen, sin embargo).
- Junto a las realidades inmediatas, irrumpen la imaginación, lo fantástico. Ya Borges se había
adelantado, hablando en los años 30 de «realismo fantástico». Pronto se hablará de “realismo mágico”
(expresión creada, al parecer, por el escritor italiano Massimo Bontempelli en 1938) o de “lo real maravilloso”.
Esta última denominación se debe a Alejo Carpentier, para quien el realismo puro es incapaz de recoger la
asombrosa e insólita realidad del mundo americano: «Lo real maravilloso -dice- se encuentra a cada paso en la
historia del Continente.» El hecho es que, a partir de este momento, realidad y fantasía se presentarán
íntimamente enlazadas en la novela: unas veces, por la presencia de lo mítico, de lo legendario, de lo mágico;
otras, por el tratamiento alegórico o poético de la acción, de los personajes o de los ambientes. Tal es la
tendencia que se ha designado con las expresiones citadas (realismo mágico, lo real maravilloso), sin que se
aprecien diferencias entre tales etiquetas.
- En el terreno de la estética, se notará un mayor cuidado constructivo y estilístico. Los autores atenderán a las innovaciones formales aportadas por los grandes novelistas europeos y norteamericanos (Kafka,
Joyce, Faulkner ... ). Por otra parte, se asimilan elementos irracionales y oníricos procedentes del Surrealismo,
que se adaptan perfectamente a la expresión de lo mágico o lo maravilloso.
Estos rasgos, iniciados en los años 40, se prolongarán durante los decenios siguientes en la obra de nuevos
novelistas. Pero debemos destacar ahora a cuatro figuras que, cada una a su modo, se yerguen como auténticos
pioneros en la renovación narrativa: nos referimos a Borges, a Miguel Ángel Asturias, a Alejo Carpentier y a Juan
Rulfo.
3.- “El boom” de los 60 de la novela hispanoamericana.
Desde 1962 se asiste tanto en España como en el resto de Europa al desarrollo sorprendente de la novela
hispanoamericana, hasta entonces marginada y desconocida, pese a su importancia y a su desarrollo. Se trataba en
realidad -al menos en parte- de un conocimiento repentino de una novelística que se había desarrollado en su propio
aislamiento americano durante años y que al aparecer repentinamente daba la sensación de un "boom", de un
surgimiento repentino. Se trata también, en buena medida, de un fenómeno editorial en que tienen responsabilidad
editores y editoriales como Barral y Seix-Barral en Barcelona; Gallimard, a través de la colección "Croix du Sud"
en París -desde donde la novela hispanoamericana se vuelca hacia el mundo de la vanguardia europea- y también
de editoriales americanas, como Sudamericana y Losada (Buenos Aires), Monte Avila (Caracas), Siglo XXI, Fondo
de Cultura Económica, Joaquín Mortiz y Era (México).
El “boom” no tiene carácter generacional. Lo llenan escritores de diversas edades y países, y
frecuentemente con escasa relación entre ellos. Aunque también sus estilos y preocupaciones son diversos puede
afirmarse que en general llenan el "boom" novelistas que siguen el proceso de renovación ya apuntado
anteriormente. Así, en lo temático se continúa el desarrollo de temas señalado por la generación anterior, sobre todo
el gusto por la novela de tema urbano, y por una nueva novela rural y sobre todo se consolida la integración de lo
fantástico y lo real.
Lo que caracteriza a los escritores que se ubican dentro del boom es que se trata de intelectuales exiliados
de sus países, que desde Europa tomaron parte de la causa latinoamericana y se hicieron eco de ella. Vargas Llosa
dijo: "había llegado a Europa siendo peruano y allí me descubrí latinoamericano". Esta necesidad de pertenencia a
una cultura que les era común, con diferencias regionales, terminó por conformar un grupo de lucha que acabó
reclamando las libertades, los derechos humanos y la revolución cubana y nicaragüense. Su trabajo, por tanto, es
experimental y, debido al clima de agitación política de la América Latina de las décadas de 1960 y 70, también
muy político. La revolución cubana en 1959 y los intentos frustrados de Estados Unidos de atravesar la Bahía de
Cochinos puede considerarse el inicio de este periodo. A lo largo de los años 60 y 70 regímenes militares
autoritarios gobernaron Argentina, Brasil, Chile, Paraguay, Perú y muchos otros países; por ejemplo, en septiembre
de 1973 en Chile el presidente democráticamente electo Salvador Allende fue derrocado y reemplazado por el
general Augusto Pinochet.
En cuanto a los contenidos se observa una ampliación temática. Se incrementa la preferencia por la
"novela urbana" Cortazar, Fuentes, etc.). Cuando aparezca el ambiente rural (por ejemplo, en García Márquez)
recibirá un tratamiento muy nuevo.
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Un tema muy tratado es el de la "crisis existencial del individuo", con protagonistas solitarios y que
presentan dificultades de comunicación (El túnel de Ernesto Sábato).
Rechazan la moral burguesa ciertos comportamientos relacionados con ella. Frecuentemente ligado a este
tema aparecen novelas de maduración de jóvenes o adolescentes enfrentados a sus modelos dominantes.
Adquiere mucha importancia lo histórico-social. Por ello es frecuente la exploración de la realidad próxima
y compleja. Por ejemplo, abundan las novelas donde se aborda el tema del "dictador", que tienen como antecedente
Tirano Banderas de Valle-Inclán, El otoño del patriarca de G. Márquez o El señor presidente de Miguel Ángel
Asturias.
Otras obras abordan el tema de la historia iberoamericana, la conquista, la colonización y la tiranía en
novelas como Las lanzas coloradas de Uslar Pietri y El siglo de las luces de Alejo Carpentier.
Insistencia en el derecho del autor a crear ficciones, por lo que con frecuencia se plantea la propia creación
literaria como tema, lo que se denomina la "metaficción" en novelas como Rayuela de Cortazar o Tres tristes tigres
de Cabrera Infante.
La integración de lo fantástico y lo real se consolida. El llamado "realismo mágico" es, en efecto, uno
de los rasgos principales de estos nuevos novelistas (el más claro ejemplo, Cien años de soledad de García
Márquez). Lo fantástico, lo irreal y extraño se muestra en la novela con la naturalidad que ocurren las cosas
cotidianas. No hay que olvidar el influjo de los movimientos de vanguardia de los años 20 y concretamente del
surrealismo sobre la literatura, y será este último uno de los más reveladores para la literatura hispanoamericana.
André Bretón publica en 1924 el Manifiesto surrealista, por el que se promueven las manifestaciones del
sueño y el subconsciente colectivo, ejemplificadas en los mitos, y en definitiva en el folklore popular. Esto nos
conduce a lo mágico y lo maravilloso buscado dentro de la vida real y en las contradicciones que ella ofrece. García
Márquez es uno de los escritores que evidencian este fenómeno hasta sus últimas consecuencias. Así lo afirma
también Mario Vargas Llosa cuando declara que la literatura hispanoamericana procede en gran parte de las
Crónicas de la conquista de América y que su manifestación más clara se refleja tanto en la obra de Carpentier
como en la de García Márquez «...porque en las Crónicas hay esa confusión de lo real y lo maravilloso, del mundo
objetivo y el mítico o legendario» La mixtura de tradición oral y mitos presentes en la civilización americana como
parte de su bagaje histórico y cultural contribuye a la creación de una literatura proclive a la abundancia de
elementos imaginativos insertos siempre en su realidad más cercana).
Formalmente se confirma la inutilidad del realismo como vehículo para la expresión del peculiar mundo
hispanoamericano, y en consecuencia se insiste en la renovación de técnicas novelescas a través de la incorporación
de técnicas de la novela experimental. Muy en general (y no es aplicable a todos los autores) lo más destacable de
estas innovaciones es:
1.- La estructura del relato es objeto de una profunda experimentación. Tendencia a unir diferentes
géneros literarios bajo la forma de la novela, lo que da lugar a una gran variedad de fórmulas narrativas. Es
frecuente la ruptura de la línea argumental y el descoyuntamiento de la narración lineal para constituir a veces
verdaderos rompecabezas temporales; mediante el uso de técnicas de contrapunto y caleidoscópicas; la
combinación o superposición de personas narrativas y puntos de vista; el empleo del monólogo interior,
combinación de las personas narrativas, estilo indirecto libre, monólogo interior. Esta preocupación por el
desarrollo de las estructuras narrativas exige un lector extraordinariamente activo, dispuesto a organizar una
materia narrativa que se le entrega de forma muy compleja.
2.- La experimentación de la novela afectará, de modo particular, al lenguaje mismo, con la
superposición de estilos o registros, con distorsiones sintácticas y léxicas, con una densa utilización del
lenguaje poético. Se da una alternancia entre la novela épica de gran aliento y por el contrario obras
extremadamente intimistas. Esta experimentación lingüística, viene motivada por diversas causas y pretende
determinados efectos. P. ej. Búsqueda de una identidad cultural en García Márquez, descripción
extremadamente precisa en Carpentier.
Por debajo de todo ello late el convencimiento de la insuficiencia práctica y estética del realismo. Pero esta
ruptura con la técnica realista no supone exactamente un alejamiento de la realidad, sino una voluntad de abordarla
desde ángulos más ricos, más reveladores y más válidos estéticamente. Esta evidente preocupación estética
tampoco supone que el escritor abdique de propósitos testimoniales o de denuncia, al contrario: novelistas como los
que citamos suelen proclamar ideas sociales y políticas muy avanzadas. Pero, como dijo Julio Cortázar, " el primer
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deber del escritor revolucionario es ser revolucionario como escritor"; es decir, romper con los moldes expresivos
heredados de otras épocas y proponer un arte nuevo, más acorde con las profundas mutaciones de su tiempo.
Estamos, en suma, ante un "arte nuevo" que ocupa un lugar preeminente en la novela mundial. Algunos de los
autores más representativos en los que nos podemos detener son los siguientes:
Gabriel García Márquez es el más influyente de los autores del "boom", especialmente desde que le fuera
concedido el Premio Nobel. Sus primeras novelas cortas tanteaban ya en la búsqueda de la unión de lo real y lo
fantástico y en la formación de un peculiar mundo imaginario, al modo de Faulkner. Así aparecen novelas cortas
como La hojarasca; El coronel no tiene quien le escriba; La mala hora; Los funerales de la Mama Grande ... Todos
ellos crean el mundo fantástico de Macondo, y suponen por tanto un aprendizaje para escribir Cien años de soledad,
la novela que marcó el surgimiento del "boom" y supuso todo un fenómeno en las literaturas hispánicas (y tal vez
en la literatura mundial).
De Cien años de soledad, digamos que es una novela a la que el mismísimo Vargas Llosa ha aludido como
el Amadís de Gaula de América. El escritor peruano ha llegado a afirmar que Cien años de soledad ha tenido tanta
repercusión en las letras hispanoamericanas como en su día la tuvo el Quijote.
Cien años de soledad es una obra mítica que, como suele ocurrir en tantas otras, nos cuenta la fundación de
una ciudad (Macondo), un jardín del Edén que se acabará convirtiendo en un infierno. En ese proceso de
degradación que sufre la ciudad se ha visto la ruina del virginal mundo americano, todo ello rodeado por un
ambiente mágico que paradójicamente consigue potenciar el realismo de la obra. Le llevó escribirla más de un año.
Tenía la historia pero no sabía cómo contarla; tras los primeros balbuceos, decidió contarla como lo haría su abuela.
Son muchos los problemas de fondo que encontraremos en esta historia: la integración del hombre en el
mundo y en la sociedad, el sentido de la existencia, el horizonte de la muerte bajo una construcción en la que se
funden la leyenda, lo cómico y lo trágico.
En Cien años de soledad lo real se muestra como maravilloso y lo maravilloso como cotidiano. Esta obra,
como no podía ser de otra manera, es la culminación de un largo período de aprendizaje, en el que la creación
literaria de Macondo fue elaborándose lentamente.
Además de García Márquez, que estudiamos detenidamente a lo largo de este tema destacaremos algunos
de los autores más sobresalientes.
Mario Vargas Llosa (peruano y con doble nacionalidad española desde 1995). Premio Nobel de Literatura en 2010, alcanzó fama
desde su primera novela La ciudad y los perros, crónica y crítica de la formación en una escuela militar al servicio de la burguesía limeña.
Novela muy compleja en lo formal superponiendo acciones, personajes y tiempos y empleando sistemáticamente el monólogo interior.
Igualmente compleja y con un mundo rural aún más violento, La Casa verde. Conversación en "La Catedral" es un larguísimo diálogo en que
se evoca el Perú de la juventud del autor para hacer una profunda crítica política. La complejidad técnica ha disminuido, pero la
superposición de diálogos diferentes hace la novela de difícil lectura. Más reciente es la explosiva Pantaleón y las visitadoras, hilarante
crónica de la adscripción al ejército peruano de un grupo de prostitutas. Destaca sobre todo por el uso de documentación y materiales
narrativos en estado bruto como oficios internos del ejército; el contraste entre su lenguaje y la realidad lleva al límite el absurdo y la
hipocresía. Más reciente aún, La Guerra del fin del mundo es una recreación alucinada de las guerras internas latinoamericanas. Casi
coincidiendo con la concesión del Nobel publica su última novela: El sueño del celta.
Ernesto Sábato (argentino) Primero científico y luego ensayista y escritor, ha cultivado una novela donde se interpolan
frecuentemente largos fragmentos que son verdaderos ensayos. De carácter fuertemente simbólico, sus novelas reflejan temas como la locura,
la incomunicación y el malestar existencial. El túnel, sobre la base de un crimen pasional muestra esos problemas de la angustia vital y su
dramática y destructiva combinación con el amor. La impresionante Sobre héroes y tumbas es una visión apocalíptica de nuestro propio
mundo, entregado a la violencia y a la destrucción. Su acción se dispersa en varios episodios, entre los que "Informe sobre ciegos" es una
auténtica parábola de las fuerzas oscuras que mueven el mundo de los hombres. Acusaciones semejantes, con una mezcla aún más alucinada
de realidad, pesadilla y ensayo aparecen en Abaddón el exterminador.
Julio Cortázar (argentino, pero nacionalizado francés poco antes de su muerte). Arranca en sus primeras obras de las
preocupaciones de Jorge Luis Borges. Pero en sus cuentos, el elemento fantástico surge con absoluta naturalidad y se mezcla impasiblemente
con la vida cotidiana. Se da así una imagen compleja de la realidad, que incluye tanto lo cotidiano como lo fantástico. A recordar relatos y
libros de cuentos como El perseguidor, Todos los fuegos, el fuego, Las armas Secretas, Octaedro... Sus cuentos, como los de Borges, tienen
una estructura perfecta y minuciosamente calculada, pero son muy diferentes en lenguaje y en significado, pues la aparición del mundo real
los aproxima a otras preocupaciones más inmediatas, además de las metafísicas de Borges, Cortázar fue un autor muy dado al
experimentalismo, y así cultivó el "libro objeto", una especie de "collage" con mezcla indisoluble de textos narrativos y poéticos) y
elementos pictóricos, fotografías y tipográficos para expresar una realidad compleja, como en Último Round y La vuelta al día en ochenta
mundos. La obra propiamente novelesca incluye varias obras muy experimentales, como Libro de Manuel o 62, modelo para armar. Pero su
máxima novela es Rayuela, una obra compleja que permite y propone al lector varios modos diferentes de seguir la lectura; posee una gran
complejidad estilística; incluye textos no novelescos, que van desde el ensayo hasta la crónica de sucesos; muestra personajes
desarrraigados a la búsqueda de una verdadera personalidad; la búsqueda se efectúa en lugares como París y Buenos Aires, representando
realidades diferentes y formas distintas de entender la vida; Hay un constante uso del humor.
Carlos Fuentes (mejicano). De sólida cultura muy influida por su formación norteamericana, es un crítico de la burguesía y del
sistema político de su país, a la vez que se propone un proceso de renovación del lenguaje narrativo. La región más transparente describe la
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El amor en los tiempos del cólera
vida urbana de México D.F. La muerte de Artemio Cruz reconstruye, con una técnica debida a Faulkner, la vida de un cacique rural
mexicano y su mundo de dominio y violencia. La breve novela Aura destaca por su uso riguroso del relato en segunda persona. Otras novelas
son Terra Nostra; Cantar de Ciegos; Cambio de Piel...
III.- ESTRUCTURA Y CONTENIDO NARRATIVO DE EATC. [Tema PAU]
La trama se desarrolla en Centroamérica a principios de siglo, época en la cual, según el narrador, los
signos del enamoramiento podían ser confundidos con los síntomas del cólera. Al igual que el caudaloso
Magdalena, a cuyas orillas se desarrolla, la historia serpentea y fluye, rítmica y pausada, y prosa abajo va narrando
a través de más de sesenta años la vida de los personajes principales, Fermina Daza, Florentino Ariza y el doctor
Juvenal Urbino de la Calle. Y poco a poco, este escenario y estos personajes, como una mezcla tropical de plantas y
arcillas que la mano del autor modela y fantasea, van desembocando en los terrenos del mito y la leyenda,
acercándose a un oscilante y tenue final feliz.
Sin duda, la temática es profunda, rica, realista y conmovedora. García Márquez hace hincapié en cuestiones
trascendentales en la vida del hombre, tales como la familia, la amistad, el amor en las diferentes etapas de la vida,
la fidelidad, la convivencia conyugal, y la muerte, apelando para ello a un recurso ampliamente descriptivo.
Mediante un lenguaje lleno de riqueza y versatilidad, el escritor colombiano narra el esquema complejo,
verosímil y esperanzado de un mundo que se asemeja, más de lo que nosotros pensamos, al mundo en que vivimos.
De esta manera nos demuestra una vez más que la vida no es otra cosa que el trabajo interminable para el que los
seres humanos fuimos creados.
El título del libro nos puede ayudar a entender los aspectos más significativos de su contenido y estructura:
III.1. El contenido.
Cuenta una historia de amor triangular entre los personajes fundamentales: Fermina Daza, Juvenal Urbino
(esposo de Fermina) y Florentino Ariza (eternamente enamorado de Fermina a lo largo de 53 años, 7 meses y 11
días, comprendidos entre finales del siglo XIX y principios del XX.) A los 13 años, Fermina conoce a Florentino y,
tras una intensa relación epistolar de cuatro años, aquella rechaza a éste; más tarde, a los 21 años, se casa con
Juvenal, con quien convive durante 51 años. Cuando Juvenal muere, Fermina y Florentino retoman su amor, a
pesar de sus edades (72 y 76 años). La historia transcurre a lo largo de seis secuencias de parecida extensión en las
que todo gira en torno a esos dos elementos del título:
El amor.
El título de la novela es lo suficientemente descriptivo como para entender inmediatamente cuál es su
contenido. Así, pues, sabemos que lo que se cuenta en ella es una historia de amor. El amor, pues, sustenta todo el
entramado de la historia y justifica cada una de sus páginas. Aparece en todas sus formas posibles con variada
intensidad:
- Por una parte hablamos del amor idealizado, platónico que comparten en su juventud Florentino
y Fermina. Se trata de un amor agrandado por la clandestinidad que propicia la oposición del padre de
Fermina. Es el amor de cintura para arriba, como lo define uno de los personajes.
-Por otro lado, podemos describir la segunda manifestación emocional como amor de cintura
para abajo. Es el que se manifiesta de manera concupiscente, claramente sexual. Es esa clase de amor que
llena el vacío de la vida de Florentino mientras “espera” a Fermina. Esa espera es “amenizada” por las más
de seiscientas mujeres con las que Florentino mantiene relaciones. De dichas mujeres, éste muestra
significativamente su preferencia por las viudas. Son amores que comparten con aquel otro juvenil –aunque
por razones distintas- la discreción, el secretismo y clandestinidad. Las historias de amor se multiplican en la
novela, aunque todas deriven de la primera. Algunas de esas historias contienen ingredientes folletinescos.
Así, algunas terminan en asesinato, como la que narra el final de Olimpia Zuleta, o incluso en suicidio, como
ocurre en la historia de América Vicuña, el último y el más incomprensible amor de Florentino Ariza.
Ese amor de cintura para abajo también arrastrará al recto y ejemplar doctor Urbino hacia
Lucrecia, mujer que provoca el único episodio de infidelidad del médico; al menos, del único acto de
infidelidad conocido por Fermina, la esposa en ese matrimonio propiciado más por un amor caprichoso que
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El amor en los tiempos del cólera
por un amor sentido y profundo. No obstante, lo que fue capricho y convencionalismo se convertirá, con el
paso del tiempo, en cariño sincero, necesidad recíproca y dependencia mutua.
El amor profesado por Florentino y Fermina queda reflejado en las intensas y cálidas cartas de amor que
intercambian durante su juventud. Muchos años más tarde, ya en la más rotunda madurez, Florentino recuperará la
necesidad de manifestar sus sentimientos de forma epistolar. Vuelve a prender la llama del amor en una pareja de
octogenarios y en el marco de una naturaleza también caduca y casi agónica. Vuelve, por tanto, aquel amor idílico
de juventud. También el amor sexual o carnal, el amor caprichoso conducido por la curiosidad y el vértigo, el amor
en forma de necesidad de supervivencia ante el abismo de la soledad y la muerte, el amor sin prisas, el que se vive
de manera absoluta, como meta, como principio y fin. Por el amor de los ancianos se convertirá en un amor eterno.
El cólera.
Todo lo enunciado en las palabras anteriores se vive “en los tiempos del cólera”, segunda parte del título.
En la novela se cuenta cómo las epidemias de peste asolaban la zona, mientras los días y las horas transcurrían
imperturbables para Fermina y Florentino, quienes entregados al amor, recíproco o ajeno, consumían el tiempo sin
enterarse del acontecer diario. Pero la región se desangraba sin remedio:
- “Su padre había muerto en la epidemia de cólera asiático que asoló la población seis años antes”.
- “Dos niños habían muerto de cólera en distintos lugares de la ciudad”.
- “La visión de los muertos que se hinchaban al sol por todas partes, desde la estación de tren hasta el
cementerio. El jefe civil y militar de la plaza les dijo: “es el cólera”.
Son muchas las alusiones que podríamos recoger de esa enfermedad que llega a convertirse en el decorado
de fondo de estos amores. Es más, se llegan a confundir significativamente los síntomas de la enfermedad con los
del amor: “los síntomas del amor son los mismos que los del cólera”. Así, el amor y el cólera aparecen como una
patología idéntica. Tránsito Ariza solía insistir en que la única enfermedad que había padecido su hijo era el cólera.
Solía decir: “De lo único que mi hijo ha estado enfermo es del cólera. Confundía el cólera con el amor, por
supuesto, desde mucho antes de que se le embrollara la memoria. Pero de todos modos se equivocaba, porque el
hijo había tenido en secreto seis blenorragias, si bien el médico decía que no eran seis sino la misma y única que
volvía a aparecer después de cada batalla perdida”. No debemos olvidar, además, que la enfermedad provoca
narrativamente dos hechos fundamentales:
- El encuentro de Fermina, a la que creían enferma de cólera, y Juvenal.
- El viaje sin fin por el río (el viaje de Florentino y Fermina), amparados por la bandera que indicaba que
los que en ella navegaban habían contraído esta enfermedad.
Incluso el narrador, en un momento determinado, juega con la doble significación del vocablo “cólera”,
según sea el género con el que designa dicho concepto; ‘el cólera’ y ‘la cólera’ son homónimos (tienen idénticos
significantes), pero funcionan como portadores de conceptos distintos. Dos veces, concretamente, aparece el
término ‘cólera’ referido a ‘ira’ o ‘enojo’. El resto, se refiere a la enfermedad epidémica. Estas que transcribimos a
continuación son las dos ocasiones aludidas:
LA CÓLERA (ira, enojo, enfado). El amor de Fermina y Florentino sobrevive a la amenaza no de
la enfermedad, sino de la ira de Lorenzo Daza, quien, en un momento determinado , “irrumpió en el
dormitorio con los bigotes sucios por la cólera revuelta con el tabaco masticado, y le ordenó que hiciera el
equipaje. Ella le preguntó para dónde iban, y él contestó: “Para la muerte”.
LA CÓLERA (ira, enojo, enfado). Cuando el cadáver del doctor Urbino yace ante la mirada de los
visitantes, Fermina “tuvo que rendirse ante la intransigencia de la muerte. Su dolor se descompuso en una
cólera ciega contra el mundo, y aun contra ella misma, y eso le infundió el dominio y el valor para
enfrentarse sola a su soledad”.
En definitiva, hemos observado cómo desde el título de la novela podemos comentar y analizar el
contenido de la novela, el cual se ajusta perfectamente al desarrollo de la misma.
III.2.- Estructura
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El amor en los tiempos del cólera
La novela presenta una construcción horizontal en el contenido, ya que cada capítulo es una ampliación (o
complementación) del anterior. Así se va enriqueciendo el conjunto. Sin embargo, la estructura es circular en la
forma: el primer capítulo se continúa en el sexto, cerrando así la novela. El contenido de la obra aparece distribuido
en seis secuencias narrativas, en las que la concepción del tiempo, así como la focalización sobre los personajes
sirven de criterio estructural:
1.- La primera secuencia narrativa plantea una ordenación lineal de los hechos, o así nos lo
parece en principio, puesto que nos cuenta el último día de vida de Juvenal Urbino. Sin embargo, justo
hacia el final del capítulo, con la aparición sorprendente de Florentino Ariza en el velatorio, descubrimos
que se trata de un comienzo “in media res”.
2.- Las cuatro secuencias narrativas centrales son una retrospección, una mirada hacia el
pasado que nos hará entender el contenido de las últimas páginas del primer capítulo. Tienen un tiempo
claramente marcado:
* La segunda secuencia comienza la historia: los primeros encuentros de Fermina
y Florentino y sus amores secretos (amores secretos, hasta que dejan de serlo,
claro). La atención narrativa se centra principalmente en Florentino.
* La tercera secuencia nos cuenta los amores de Juvenal y Fermina, y cómo llegan
al matrimonio.
* La cuarta y quinta secuencia seguirán el hilo de la vida de los tres vértices de
esta historia de amor, el camino de sus destinos, que une a Fermina y Juvenal y
aleja a Florentino.
3.- Finalmente, la sexta secuencia narrativa retoma la historia donde la dejamos en el primer
capítulo (llamémosle también así, capítulo).
Globalmente, la trama narrativa no respeta la linealidad temporal, ya que la novela no presenta la historia
secuenciada con unos hechos que transcurren siguiendo el esquema convencional de: “En un principio….
Después…… Finalmente”. No: el tiempo no fluye por la ruta del fluir natural. Ese encadenamiento lineal sucede
sólo en las secuencias interiores (2, 3, 4 y 5). Dichas secuencias centrales responden a un flash back, una
retrospección marcada por el alcance de los hechos, de mayor a menor, encuadrados por un día concreto, punto de
partida de una historia de amor que vuelve a comenzar en las últimas páginas del primer capítulo y que se hace
realidad en el último.
El Tiempo.
En el uso del tiempo como elemento estructural debemos de distinguir:
- El tiempo interno de los hechos, determinado por la ruptura de la linealidad a la que aludíamos.
En realidad, el hecho de que llegue a interrumpirse con una visión retrospectiva, unido al hecho de que
aparezca –como ocurre- un narrador heterodiegético, permite que en algunos momentos se realicen
anticipaciones o leves prospecciones como un guiño al lector: así en el mismo capítulo primero se nos
adelanta que el loro será la causa de la muerte del doctor, aunque en ese momento no lo entendamos.
- El tiempo externo respondería a cuándo ocurren los hechos narrados. Abarca unos cien años: más
de 70 que viven los protagonistas, más algunas regresiones para dar datos de sus padres y algún
antepasado. Los hechos siguen el curso lógico del tiempo.
Hay numerosas alusiones a la época en la que se desarrollan. Leemos, por ejemplo, al comenzar el
capítulo.5: “Con ocasión de las festividades del nuevo siglo…” Se trata en toda la novela de un “tempo
marcado”, porque así le interesa al autor: hay alusiones a la guerra colombiana de los mil días, asistimos a
la remembranza del primer buque fluvial (se inauguró en 1824): “el comodoro Juan Bernardo Elbers,
fundador de la navegación fluvial, había abanderado el primer buque de vapor que surcó el río de La
Magdalena, un trasto primitivo de cuarenta caballos de fuerza que se llamaba Fidelidad”. También
asistimos a un nuevo bautizo un siglo después: “Más de un siglo después, un 7 de julio a las seis de la tarde,
el doctor Urbino Daza y su esposa acompañaron a Fermina Daza a tomar el buque que había de llevarla en
su primer viaje por el río. Era el primero construido en los astilleros locales, que Florentino Ariza había
bautizado en memoria de su antecesor glorioso: Nueva Fidelidad. Fermina Daza no pudo creer nunca que
aquel nombre tan significativo para ellos fuera de veras una casualidad histórica, y no una gracia más del
romanticismo crónico de Florentino Ariza”.
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El amor en los tiempos del cólera
Se suceden unos acontecimientos históricos (el cine, el globo, las guerras entre conservadores y
liberales, el cólera….) que anclan la ficción en la realidad. Por otra parte, muchos aspectos de la ficción
están basados en la biografía del autor, Vivir para contarla: su abuelo materno tampoco quería que su
madre se casara con su padre (telegrafista, mujeriego, hijo de madre soltera) y para que se olvidara de él, la
mandó fuera de la ciudad (en la novela hay un trasunto de este episodio en el viaje de Fermina, propiciado
para que ésta se olvidara de Florentino).
- El tiempo como tema: hay una forma de concebir el tiempo, similar en su tratamiento (en algunos
aspectos concretos, como en el procedimiento de los frecuentes saltos temporales) a la que encontramos en
otras novelas del escritor, tales como en Cien años de soledad o en El otoño del patriarca. En El amor en
los tiempos del cólera el tiempo se convierte en un recurso metafórico de la liberación (no es un artefacto
opresor, sino portador de esperanza); en cierto modo, se convierte en eterno al presentarse como algo
abierto, algo que se nos antoja una reivindicación de la libertad, vivida a través del amor.
El espacio.
El espacio recibe un tratamiento similar al del tiempo; incluso se configurará también como un elemento
estructural, aunque no tan relevante como el anterior. Podemos preguntarnos que dónde ocurren los hechos. He
aquí una de las respuestas del narrador: “Pues la vida propia de la ciudad colonial, que el joven Juvenal Urbino
solía idealizar en sus melancolías de París, era entonces una ilusión de la memoria. Su comercio había sido el más
próspero del Caribe en el siglo XVIII, sobre todo por el privilegio ingrato de ser el más grande mercado de esclavos
africanos en las Américas. Fue además la residencia habitual de los virreyes del Nuevo Reino de Granada, que
preferían gobernar desde aquí, frente al océano del mundo, y no en la capital distante y helada cuya llovizna de
siglos les trastornaba el sentido de la realidad. Varias veces al año se concentraban en la bahía las flotas de
galeones cargados con los caudales de Potosí, de Quito, de Veracruz, y la ciudad vivía entonces los que fueron sus
años de gloria. El viernes 8 de junio de 1708 a las cuatro de la tarde, el galeón San José que acababa de zarpar para
Cádiz con un cargamento de piedras y metales preciosos por medio millón de millones de pesos de la época, fue
hundido por una escuadra inglesa frente a la entrada del puerto, y dos siglos largos después no había sido aún
rescatado”.
No podemos ponerle nombre concreto a la ciudad, pero sí a aquellos lugares que se recorren en los distintos
viajes que hacen los personajes:
- Se adentraron en Sierra Nevada; tras varios días se asentaron en Valledupar y tras tres meses se
fueron a Riohacha, donde permaneció año y medio. Se trata del viaje disuasorio de Fermina, el que
le obligaron hacer para alejarle de Florentino, aunque la distancia será salvada por el milagro del
telégrafo.
- También podemos localizar esos puertos del río Magdalena en los que atracan en el viaje final:
Magangué, Tamalameque, La Dorada…
Los lugares también adquieren una dimensión simbólica. Los viajes en barco supondrán para Fermina una
liberación. Esta liberación contrastaría con la idea de cotidianeidad rutinaria y convencional que significaría la
estancia en tierra:
- Los viajes a Europa (Roma, París, Londres) supondrán estímulos que acrecientan su verdadera
felicidad conyugal; es más, cuando sobreviene la primera crisis, los esposos la solucionan
embarcándose de nuevo.
- En cuanto a los viajes por el río Magdalena, diremos: el primero de ellos lo realiza Florentino
solo. Incapaz de alejarse de Fermina, regresará pronto a la ciudad. Repetirá el mismo viaje (con un
entorno y un paisaje totalmente desolados), en esta ocasión, acompañado por Fermina: las
vivencias, por tanto, serán muy distintas. Dos viajes idénticos, pero con elementos diferenciales y
contrastivos: la naturaleza exuberante del primero resultará extraña y ajena a Florentino, a causa de
su soledad. Igualmente le resultará ajena la naturaleza cuando la contempla con Fermina, solo que
en esta ocasión la causa será la destrucción a que la ha sometido el hombre. Sin embargo, el
segundo resultará una vivencia llena de regocijo, pues, más allá de los hedores, sudores e
incomodidades, disfrutará de la presencia de la amada.
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El amor en los tiempos del cólera
Narrador y punto de vista
Todo esto se plantea desde un discurso narrativo dominante, que apenas si deja expresarse a sus personajes.
Son muy pocos los diálogos que vamos a encontrar. El discurso del narrador es heterodiegético y claramente
omnisciente, como muestra en ocasiones al corroborar, enjuiciar o corregir las reflexiones de los personajes:
-“Le pareció una visión rara: la hija enseñando a leer a la madre. La apreciación era incorrecta sólo en
parte, porque la mujer era la tía y no la madre de la tía, aunque la había criado como si lo fuera”.
- “Fue, en efecto, el fruto de una equivocación clínica”, nos aclara a propósito de cómo surgió el amor
De Juvenal y Fermina.
En otros casos, a pesar de su omnisciencia, prefiere dejar el hecho narrativo “sin aclaración”, como sucede
cuando Florentino se pregunta, igual que hizo un día su confesor, si Fermina Daza habría cometido adulterio, o
cuando Fermina cree reconocer la cara del fantasma que agita el pañuelo desde la orilla.
El empleo del narrador omnisciente es un guiño a la novela del siglo XIX, pero con una salvedad, pues es
un narrador que se introduce en su función de cronista: la cultura y las costumbres de la época descrita. El narrador
se sabe partícipe de esa colectividad y se identifica con el autor; como cronista se convierte en narrador, él lo
controla todo desde fuera y también desde dentro, por lo que resulta un narrador originalísimo, por ejemplo en el
hecho de que convierta a Mercedes, su mujer, en personaje de la novela cuando desde el barco va comentando las
poblaciones por donde pasan, empleo de la técnica cervantina.
Encontramos diseminadas a lo largo de la novela varias incursiones del narrador-autor, a través de la
primera persona del plural:
- “La partida de bautismo fue durante muchos años nuestro único instrumento válido de
identificación, y la de Florentino Ariza, asentada en la parroquia de Santo Toribio, sólo decía que era hijo
natural de otra hija natural soltera que se llamaba Tránsito Ariza”.
- “No era para quejarse, sin embargo, si los mismos europeos estaban dando una vez más el
mal ejemplo de una guerra bárbara, cuando nosotros empezábamos a vivir en paz después de nueve guerras
civiles en medio siglo, que bien contadas podían ser una sola: siempre la misma”.
- “El Diario del Comercio, nuestro periódico tradicional,…”
El narrador alterna el estilo directo y el estilo indirecto, pero predomina el estilo indirecto. Cuando cierra una
escena le da la voz al personaje.
La perspectiva, lugar donde el narrador se sitúa para contar los hechos, la emplea también con gran maestría.
Utiliza básicamente tres perspectivas físicas, la de Urbino, la de Florentino y la de Fermina, que va cambiando, lo
que aporta a la novela mucha variedad, rompe la monotonía de la narración de los hechos, da la sensación de
frescura y riqueza y colabora en el ritmo de la novela. El procedimiento de los enlaces está basado en los
recordatorios, cada equis páginas el narrador hace un recordatorio y un sumario o espergesia (desarrollar algo que
ha sido apuntado antes); también desarrolla la técnica parentética, abre un paréntesis dentro de otro a modo de una
caja china. La temporalidad está íntimamente unida a la estructura. El relato de los hechos abarca 53 años:
empezamos en el presente, mediante la analepsis regresamos al pasado y volvemos al presente. Mediante la
prolepsis se nos adelantan acontecimientos como en Cien años de soledad.
IV.- EL AMOR Y LA MUERTE EN EATC. [Tema PAU]
La novela es todo un tratado sobre el paso del tiempo y sobre el amor, presentado éste con todas las
variantes posibles: amor luminoso, ilusionado, atormentado, oscuro, decepcionante, romántico, insatisfecho,
apasionado, resignado, exacerbado, sexual, hiperestésico… El relato es un perfecto tratado del tiempo, destructor
de vidas, pero desguarnecido y trémulo ante la fuerza de un amor tan terco como el que Florentino Ariza profesa a
Fermina Daza. Se trata de un amor intenso, un amor que sobrepasa los límites del tiempo y que podría quedarse
temblando incluso después de la muerte. También es –por qué negarlo- una peripecia de amor domesticado, como
el que se profesan los esposos Juvenal Urbino y la citada Fermina Daza: amor convencional que habita en la
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El amor en los tiempos del cólera
mansión de la costumbre. Queremos decir que el amor de Florentino Ariza era un amor lleno de lirismo y pasión, el
de los esposos citados es un amor práctico, y más o menos resignado.
El narrador sabe que el amor auténtico está asociado a la idea de la muerte, y que ésta es intransigente y
severa. Pero también que cualquier recuerdo, que cualquier turbulencia emocional se filtra por entre las rendijas del
tiempo y puede llegar a instalarse en alma del enamorado, sobrepasando los efectos devastadores de la muerte. El
amor, el gran protagonista de la novela, habita en el corazón de un personaje (Florentino Ariza) que se presenta
ante su eterna amada (Fermina Daza) el día del entierro de su marido, Juvenal Urbino. “Abrumada por la
pesadumbre, le rogó a Dios que le mandara la muerte esta noche durante el sueño, y con esa ilusión se acostó,
descalza pero vestida, y se durmió al instante. Durmió sin saberlo, pero sabiendo que continuaba viva en el
sueño, que le sobraba la mitad de la cama, y que yacía de costado en la orilla izquierda, como siempre, pero
que le hacía falta el contrapeso del otro cuerpo en la otra orilla. Pensando dormida pensó que nunca más podría
dormir así, y empezó a sollozar dormida, y durmió sollozando sin cambiar de posición en su orilla, hasta
mucho después de que acabaron de cantar los gallos y la despertó el sol indeseable de la mañana sin él.
Sólo entonces se dio cuenta de que había dormido mucho sin morir, sollozando en el sueño, y que mientras
dormía sollozando pensaba más en Florentino Ariza que en el esposo muerto” .
El temor de que la muerte pudiera dejar inconclusas las expectativas amorosas de Florentino (éste ve
tropezar a Fermina a la salida del cine), sobrecoge al enamorado y provoca “el relámpago pánico de que la puta
muerte iba a ganarle sin remedio su encarnizada guerra de amor”. No ocurre así; gana la partida el amor que siente
este telegrafista desmejorado y viejo, que, cincuenta años atrás, quedara embelesado ante la figura de aquella
muchacha a la que veneró desde entonces y para siempre: “Al pasar frente al cuarto de coser vio por la ventana a
una mujer mayor y a una niña, sentadas en dos sillas muy juntas, y ambas siguiendo la lectura en el mismo libro
que la mujer mantenía abierto en el regazo. Le pareció una visión rara: la hija enseñando a leer a la madre. La
apreciación era incorrecta sólo en parte, porque la mujer era la tía y no la madre de la niña, aunque la había criado
como si lo fuera. La lección no se interrumpió, pero la niña levantó la vista para ver quién pasaba por la ventana, y
esa mirada casual fue el origen de un cataclismo de amor que medio siglo después aún no había terminado” . Esa
visión fue la antesala de un amor rotundo y paradigmático que atravesará de principio a fin novela excepcional.
Así, pues, volviendo al recuerdo del poeta (Florentino Ariza) que llegó a identificar con maestría los
sentimientos que despiertan el amor y la muerte, llegamos a la conclusión de que tanto uno como otra se convierten
en los dos grandes temas en El amor en los tiempos del cólera. No hay amor sin muerte. Incluso podemos afirmar
que la muerte puede llegar a mitificar el amor que los personajes se profesan, aunque ese amor no fuera en vida
todo lo mitificable ni lo intenso que pudiera esperarse. Así, leemos a propósito de la muerte del Dr. Juvenal Urbino:
“El corazón le saltó en astillas cuando vio a su hombre tendido bocarriba en el lodo, ya muerto en vida, pero
resistiéndose todavía un último minuto al coletazo final de la muerte para que ella tuviera tiempo de llegar. Alcanzó
a reconocerla en el tumulto a través de las lágrimas del dolor irrepetible de morirse sin ella, y la miró por última
vez para siempre jamás con los ojos más luminosos, más tristes y más agradecidos que ella no le vio nunca en
medio siglo de vida en común, y alcanzó a decirle con el último aliento: “Sólo Dios sabe cuánto te quise”.
El amor en los tiempos del cólera puede describirse como una novela de amor, pero también de muerte.
Atendiendo a esta segunda consideración, vemos que es muy significativo el hecho de que el relato se abra con un
suicidio (el de Jeremiah de Saint-Amour) y se cierre, a 18 páginas del final, con la noticia de otro suicidio: el de
América Vicuña, la última de las amantes de Florentino Ariza.
La muerte de Jeremiah de Saint-Amour no es una muerte inesperada, sino que está programada de antemano
(suicidio), desde que el propio personaje comienza a vislumbrar los estragos de la vejez: “Muchos años atrás, en
una playa solitaria de Haití donde ambos yacían desnudos después del amor, Jeremiah de Saint-Amour había
suspirado de pronto: “Nunca seré viejo”. Se unen en este suceso en dramática conjunción el amor, el tiempo y la
muerte. Pues bien: en el mismo primer capítulo, y a muy pocas páginas de distancia, se nos presenta otra muerte (la
de Juvenal Urbino), en esta ocasión, absurda e inesperada: dos muertes, pues, abren una hermosa historia de amor.
He aquí el hermoso fragmento en que vuelven a conjuntarse la muerte y el amor en un todo indisoluble e
ineludible: “El corazón le saltó en astillas cuando vio a su hombre tendido bocarriba en el lodo, ya muerto en vida,
pero resistiéndose todavía un último minuto al coletazo final de la muerte para que ella tuviera tiempo de llegar.
Alcanzó a reconocerla en el tumulto a través de las lágrimas del dolor irrepetible de morirse sin ella, y la miró por
última vez para siempre jamás con los ojos más luminosos, más tristes y más agradecidos que ella no le vio nunca
en medio siglo de vida en común, y alcanzó a decirle con el último aliento:
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El amor en los tiempos del cólera
-Sólo Dios sabe cuánto te quise” .
Y tras la muerte, de nuevo el amor. Con la muerte de Juvenal Urbino, se cumple el deseo de Florentino
Ariza, que, retomando el hilo de su historia de amor antiguo, ve la oportunidad de conseguir sus aspiraciones
aplazadas. Esa muerte supone el reinicio de las estrategias amorosas de algo que quedó pendiente y, por lo tanto, de
algo que viene a ser el final de una prolongada espera. En definitiva, Florentino se pasó la vida demostrando que el
amor es más consistente que la idea de la muerte. Al final, muy al final de su vida (durante la vejez), consiguió su
propósito.
Si nos centramos en el aspecto del amor, Fermina vive en un primer momento un amor platónico con
Florentino, después experimenta el amor basado en la seguridad con Juvental, y finalmente disfruta del amor
sosegado que da la vejez con Florentino. Por otra parte, Juvenal vive un amor tranquilo con Fermina y un amor
apasionado con Bárbara Lynch. Y, finalmente, Florentino ama apasionadamente durante toda su vida a Fermina,
pero no por ello deja de amar a las numerosas amantes que tiene durante toda su vida sin Fermina.
IV.1.- El amor entre Fermina Daza y Florentino Ariza: un amor platónico.
No es sencillo analizar un amor que, a pesar de ser contrariado, se basa desde una de las partes en un
juramento de amor y fidelidad lo suficientemente fuerte como para conservarse intacto durante toda una vida. Tal
es el caso de Florentino Ariza.
En cambio, para Fermina Daza, el amor nació de la simple curiosidad. Florentino no era el tipo de hombre
que hubiera escogido, y a pesar de ello, suscitó en ella una curiosidad difícil de resistir; ella nunca imaginó que
fuera otra de las tantas celadas del amor. Así terminó pensando en Florentino como nunca se hubiera imaginado
que se podía pensar en alguien, presintiéndolo donde no estaba, deseándolo donde no podía estar, despertando de
pronto con la sensación física de que él la contemplaba en la oscuridad mientras ella dormía. Ni el uno ni el otro
tenían vida para nada distinto de pensar en el otro, para soñar con el otro, para esperar cartas con tanta ansiedad
como las contestaban.
No obstante, desde que se vieron por primera vez hasta que él le reiteró su determinación medio siglo más
tarde, no tuvieron nunca una oportunidad de verse a solas ni de hablar de su amor. Es por ello que no se puede
afirmar que el de Fermina y Florentino haya sido un noviazgo en el sentido que comúnmente se le otorga a la
palabra, ya que la relación no se basaba en el trato personal. Cuando aparece este factor en la relación, más
precisamente en el día del reencuentro luego del viaje del olvido, Fermina cae en el abismo del desencanto y se da
cuenta de que su amor platónico se transforma repentinamente en una ilusión, una quimera, un espejismo que se
desvanece.
Con el paso del tiempo, Florentino repasa sus amores de ocasión, los incontables escollos que tiene que
sortear para alcanzar un puesto de mando, los incidentes sin cuento que le causa su determinación encarnizada de
que Fermina Daza sea suya, y él de ella por encima de todo y contra todo, y cae en la cuenta de que la vida
comienza a escurrírsele entre los dedos.
Seleccionamos algunas de las reacciones que provoca el desmedido amor de Florentino Ariza:
- Idealización de la amada y baja autoestima del personaje despechado: “Sin embargo, lo que más lo
impresionó fue que ella y su marido formaban una pareja admirable, y ambos manejaban el mundo con tanta
fluidez que parecían flotar por encima de los escollos de la realidad. Florentino Ariza no sintió celos ni rabia, sino
un gran desprecio de sí mismo. Se sintió pobre, feo, inferior, y no sólo indigno de ella sino de cualquier otra mujer
sobre la tierra” .
- Nunca deja de pensar en la amada. Su poder de convicción es tan grande, que sigue convencido de
que la conseguirá. Tanto es así, que pide reformar su casa para cuando tenga que compartirla con ella.
- Quijotismo. Los desvaríos de Florentino y la enajenación que exhibe a través de las cartas que manda
a Fermina convierten a aquel en una especie de Quijote del amor: “…cuando siguió recibiendo otras cartas con
pormenores todavía más fantásticos, y escritos con tanta seriedad como sus promesas de amor, tuvo que confesarle
a Hildebranda su temor de que el novio alucinado hubiera perdido el juicio” . Y como un Quijote desilusionado, se
retira a un refugio de amor, una especie de Sierra Morena caribeña: “Lo único que le quedó de aquel descalabro a
Florentino Ariza, fue el refugio de amor del faro”. He aquí a este personaje embrujado por el amor, haciendo lo que
hacía don Quijote por Dulcinea: “Se había ido a errar por las escolleras, y estuvo recitando versos de amor contra el
viento, llorando de júbilo, hasta que acabó de amanecer”.
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El amor en los tiempos del cólera
- El Florentino poeta también es músico. Y a través de la música, expresa sus mensajes amorosos y
confidenciales: “Se puso a la media noche su traje de domingo, y tocó a solas bajo el balcón de Fermina Daza el
valse de amor que había compuesto para ella, que sólo ellos dos conocían, y que fue durante tres años el emblema
de su complicidad contrariada”.
IV.2.- El amor entre Fermina Daza y Juvenal Urbino: amor convencional marido - mujer
Juvenal Urbino, más que enamorado de ella, queda deslumbrado por los encantos de Fermina Daza y, tras
una relación en la que emergían frecuentes sombras de duda, la pide en matrimonio. Comienza así una vida
matrimonial escasa de emociones y vacía de profundos sentimientos líricos. La relación de Juvenal y Fermina es,
en principio, el reverso de lo que podría haber sido la de Florentino y Fermina. Al doctor Urbino “le gustaba decir
que aquel amor había sido el fruto de una equivocación clínica”. El soltero más apetecido, que todavía andaba
respirando los aromas de París y que presentaba ya un discurrir profesional prestigioso, elige a una mujer a la que
lo único que había ocurrido en su vida fue conocer a un personaje extravagante y raro, a Florentino Ariza.
Ambos esposos viven un amor domesticado, rutinario, salpicado de crisis, pero, en cierto modo, aderezado
con conjeturas de felicidad resignada y cómoda. De hecho, Fermina llega a afirmar que, de tener que volver a elegir
a un hombre para vivir con él, volvería a elegir a su marido entre todos los hombre del mundo. Por otra parte
(también es un dato muy revelador), el doctor Juvenal Urbino le declara a su mujer, segundos antes de su muerte:
“Sólo Dios sabe cuánto te quise”. Claro que esta es una declaración emitida en una situación extrema; la realidad de
lo cotidiano es distinta, como distinto es lo que se dice de lo que se piensa o se siente.
En realidad, Fermina elige a Juvenal como esposo, aunque no llega a entender el porqué de esa elección
frente al amor incondicional de Florentino Ariza. Elige al médico presuntuoso y triunfador, porque con esa elección
opta por la seguridad, el equilibrio, el sosiego, es decir, por algo que podía parecerse a la felicidad. Y cuando
decide casarse, cierra todas las puertas a todo lo que no sea el precepto tradicional del “hasta que la muerte nos
separe”. Se casa en la catedral y no tiene ningún pensamiento “de caridad para Florentino Ariza, que a esa hora
deliraba de fiebre, muriéndose por ella…” A Juvenal le atrajo la altivez, la seriedad y la fuerza de Fermina. Pese a
todas los embrollos que presidían estas relaciones, siempre aparecieron en público como un matrimonio ejemplar,
armónico y feliz: “En el curso de los años ambos llegaron por distintos caminos a la conclusión sabia de que no era
posible vivir juntos de otro modo, ni amarse de otro modo: nada en este mundo era más difícil que el amor”.
IV.3. El amor sin amor o amor de paso.
Florentino Ariza llega a instruirse en lo que el propio narrador denomina “amor sin amor”. Al llegar a la
conclusión de que nada puede hacer contra la firme e inesperada decisión de Fermina (“No, por favor -le dijo-.
Olvídelo”), comienza una serie de aventuras amorosas que servirán de bálsamo contra los estragos del desaire. La
fórmula consistirá en suplantar el amor lírico por un amor de cama. Así entran en la vida del poeta unas mujeres a
las que ama sin amor o, al menos, sin ese amor lleno de sentimientos y emociones que surgen del corazón. Es tan
evidente este remedio intencionado, que el mismo personaje se pregunta por las dos maneras de amar: “En la
plenitud de sus relaciones, Florentino Ariza se había preguntado cuál de los dos estados sería el amor, el de la cama
turbulenta o el de las tardes apacibles de los domingos, y Sara Noriega lo tranquilizó con el argumento sencillo de
que todo lo que hicieran desnudos era amor. Dijo: “Amor del alma de la cintura para arriba y amor del cuerpo de la
cintura para abajo”. Los remedios atenuantes del dolor causado por los desdenes de Fermina y, más aún, la boda de
ésta con el doctor Juvenal Urbino, derivarán en una sucesión de aventuras secretas. De esa manera, Florentino
sustituirá el amor de un sueño imposible por un amor buscado en unas cuantas aventuras paliativas. Los nombres
de las amantes son los siguientes:
- Rosalba (amante desconocida y de nombre incierto, incluso para el narrador), Viuda de Nazaret,
Ausencia Santander, una “pajarita desamparada cuyo nombre no conoció y con la que apenas alcanzó a vivir
media noche frenética…”, Leona Cassiani, con la que no hizo el amor, pese a ser “la mujer de su vida”, Sara
Noriega, Olimpia Zuleta, Brígida Zuleta.
- También son amantes algunas viudas: la citada viuda de Nazaret, Prudencia Pitre, Prudencia viuda de Arellano- y Josefa -viuda de Zúñiga-.
- Otras amantes: Ángeles Alfaro, Andrea Varón y América Vicuña.
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El amor en los tiempos del cólera
Nuestro personaje busca el alivio a los desdenes de Fermina en otras mujeres a las que convierte en
amantes ocasionales y objetos de una pasión efímera. Así, las anteriores queridas cumplen la función de aliviar las
penalidades de un amor no correspondido mediante el ejercicio de un amor sin amor. Asistimos a una serie de
episodios en los que el amor aparece como amor sexual, amor callejero, amor-trampa, amor desaforado, amor de
ocasión o amor de alivio para un necesitado de amor.
A veces, también habita la ternura en el corazón del amante ocasional. El narrador cuenta cómo Florentino
Ariza, sostenido en la soledad por tantos amores instantáneos y frenéticos, quedó tocado por los efectos de un amor
que iba más allá de la cama. Este sentimiento se lo inspira Olimpia Zuleta: “Estaba desconocido: el amante que
nunca dio la cara, el más ávido de amor pero también el más mezquino, el que no daba nada y todo lo quería, el que
no permitió que nadie le dejara en el corazón una huella de su paso, el cazador agazapado se echó por la calle de en
medio en un arrebato de cartas firmadas, de regalos galantes, de rondas imprudentes a la casa de la palomera, aun
en dos ocasiones en que el marido no andaba de viaje ni estaba en el mercado. Fue la única vez, desde sus primeros
tiempos, en que se sintió atravesado por una lanza de amor”. Ocurre esto no tanto por el amor que pudiera sentir,
cuanto por la necesidad que tenía de ser amado: “[Se está hablando de Prudencia Pitre] Aunque nunca lo insinuó
siquiera, ella le habría vendido el alma al diablo por casarse con él en segundas nupcias. Sabía que no era fácil
someterse a su mezquindad, a sus necedades de viejo prematuro, a su orden maniático, a su ansiedad de pedirlo
todo sin dar nada de nada, pero a cambio de eso no había un hombre que se dejara acompañar mejor que él, porque
no podía haber otro en el mundo tan necesitado de amor. Pero tampoco había otro tan resbaladizo, de modo que el
amor no pasó de donde siempre llegaba con él: hasta donde no interfiriera su determinación de conservarse libre
para Fermina Daza”.
Digamos finalmente que el doctor Juvenal Urbino también llega a mantener relaciones fuera del
matrimonio, concretamente con Bárbara Lynch, “una mulata alta, elegante, de huesos grandes, con la piel del
mismo color y la misma naturaleza tierna de la melaza, vestida aquella mañana con un traje rojo de lunares blancos
y un sombrero del mismo género con unas alas muy amplias que le daban sombra hasta los párpados. Parecía de un
sexo más definido que el del resto de los humanos” . Esta infidelidad dañó las relaciones de los esposos, que, a
partir de entonces suscitó celos, sospechas, desconfianza y sentimiento de culpa.
IV.5.- La muerte
Mientras ocurren los hechos, Florentino Ariza espera que llegue la oportunidad de reconquistar el corazón
de su amada. Durante la espera, ha muerto su rival amoroso, pero también ha ocurrido algo mucho más sutil e
imperceptible: el tiempo ha jugado su macabro juego de destrucción y los protagonistas se han convertido en unos
viejos irreparables. Sin embargo, es Florentino quien menos miedo tiene a la vejez y a la muerte, porque su
propósito y su convencimiento pasaban por el hecho de poder conseguir su amor aplazado. Había una especie de
certeza, admitida desde el fondo de sus propósitos: quien tanto estaba amando no podía morir. Por otra parte,
cuando está a punto de sufrir un accidente fatal, Florentino Ariza pensó con una lógica curiosa que las casualidades
no se repiten: “… se dobló el tobillo izquierdo, cayó de espaldas, y no se mató de milagro. En el momento en que
caía tuvo bastante lucidez para pensar que no iba a morir de aquel tropiezo, porque no era posible en la lógica de la
vida que dos hombres que habían amado tanto durante tantos años a la misma mujer, pudieran morir del mismo
modo con sólo un año de diferencia. Tuvo razón” . El narrador da alguna que otra razón por la que Florentino es un
temerario y un imprudente frente a la vejez. En este caso, el asunto no deja de tener su gracia ni de suscitar una
sonrisa llena de ternura: “Florentino Ariza, en cambio, se enfrentó a las insidias de la vejez con una temeridad
encarnizada, aun a sabiendas de que tenía la extraña suerte de parecer viejo desde muy niño”.
La muerte adquiere una importancia capital en El amor en los tiempos del cólera, porque, al margen de
cuanto dejamos dicho el principio de nuestro trabajo, supone el acontecimiento narrativo que modifica el rumbo de
los hechos. Muere Juvenal Urbino, e inmediatamente Florentino Ariza, el eterno aspirante, comienza a poner en
práctica sus estrategias de acercamiento a la viuda. Así, pues, la novela puede dividirse, desde el punto de vista de
su desarrollo argumental, en dos partes perfectamente delimitadas por la frontera de la viudedad de Fermina Daza.
Las dos muertes más contundentes de la novela suceden de forma muy distinta: la de Jeremiah de SaintAmour (ya lo dijimos) es una muerte planificada desde que el misterioso fotógrafo planta cara al paso del tiempo y
decide no sucumbir a los efectos de la vejez. La del doctor Urbino, por otra parte, tiene mucho de grotesca y poco
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El amor en los tiempos del cólera
épica. Contrasta el sentimiento dramático que la muerte inspira en el médico, frente a la forma de morir del mismo.
Es curioso, pero, en ocasiones, la grandeza de unos pensamientos de unas convicciones quedan desautorizadas por
el azaroso capricho de una realidad miserable y burlesca:
“No era el miedo de la muerte. No: el miedo estaba dentro de él desde hacía muchos años,
convivía con él, era otra sombra sobre su sombra, desde una noche en que despertó turbado por un mal sueño
y tomó conciencia de que la muerte no era sólo una probabilidad permanente, como lo había sentido siempre,
sino una realidad inmediata. En cambio, lo que había visto aquel día era la presencia física de algo que hasta
entonces no había pasado de ser una certidumbre de la imaginación” .
“El doctor Urbino agarró el loro por el cuello con un suspiro de triunfo: ça y est. Pero lo soltó de
inmediato, porque la escalera resbaló bajo sus pies y él se quedó un instante suspendido en el aire, y entonces
alcanzó a darse cuenta de que se había muerto sin comunión, sin tiempo para arrepentirse de nada ni
despedirse de nadie, a las cuatro y siete minutos de la tarde del domingo de Pentecostés”.
También hacíamos alusión a la muerte de América Vicuña. Con ella se cierra, prácticamente, este tratado
del tiempo que es El amor en los tiempos del cólera. Desde el punto de vista de la estructura narrativa, este
acontecimiento, contado de manera telegráfica como noticia, cierra el círculo estructural del relato: la muerte al
principio, y la muerte al final de la novela. Y desde el punto de vista argumental, hay que considerar que la
muchacha –como hiciera Jeremiah de Saint-Amour- también se suicida: parece como si la consecución del amor
definitivo (durante tantos años soñado por Florentino Ariza) tuviera que ser presentada como un logro de la
exclusividad. No puede haber amores compartidos (Fermina Daza y América Vicuña), toda vez que se ha
conseguido el más deseado de todos, el gran amor.
Hay tres ejemplos en los que observamos cómo el narrador trata el asunto de la muerte con fino sentido del
humor. En estos casos, el relato tiende a relajar la tensión, a poner algo de sordina a tanta introspección dramática.
Aunque la novela contiene bastantes de estos chispazos cómicos, nosotros elegimos éstos en los que la gravedad
del tema de la muerte contrasta con la ligereza y la aparente “frivolidad” con que es tratado dicho tema.
[episodio de los Juegos Florales] “Los promotores de la conjura, si la hubo, se pudrieron en sus
sepulcros con el secreto […] Por su parte, el chino premiado se murió sin confesión a una edad oriental, y fue
enterrado con la Orquídea de Oro dentro del ataúd, pero con la amargura de no haber logrado en vida lo
único que anhelaba, que era su crédito de poeta. Con motivo de la muerte se evocó en la prensa el incidente
olvidado de los Juegos Florales, se reprodujo el soneto con una viñeta modernista de doncellas turgentes con
cornucopias de oro, y los dioses custodios de la poesía se valieron de la ocasión para poner las cosas en su
puesto: el soneto le pareció tan malo a la nueva generación, que ya nadie puso en duda que en realidad fuera
escrito por el chino muerto”.
“El ingeniero del globo, que iba observando el mundo con un catalejo, dijo: “Parecen muertos”
[…] -Pues debe ser una modalidad muy especial del cólera -dijo-, porque cada muerto tiene su tiro de
gracia en la nuca.
“La sacaba de quicio que él no pudiera oír dentro del cajón los improperios que quería gritarle: se
peleó con el muerto”.
V.- LOS PERSONAJES EN EATC. [Tema PAU]
El amor en los tiempos del cólera está claramente protagonizada por un triángulo amoroso compuesto por
Florentino Ariza, Fermina Daza y Juvenal Urbino, y la trama de la novela se construye sobre la base de las
relaciones entre los tres vértices de este triángulo, pero se distingue de muchas o de todas las historias, por el
carácter extraordinario del triángulo. Durante la mayor parte de la historia el triángulo es solo imaginado; es decir,
no existe para los tres protagonistas, o siquiera para dos de ellos, a la vez. El único para quien el triángulo será algo
presente y vivo es Florentino, "feo y triste, pero todo amor", como dice Hildebranda. El doctor Juvenal Urbino, por
su parte, casi ni sabe de la existencia de Florentino, y cuando Hildebranda le cuenta algo sobre las relaciones que
habían existido entre Florentino y Fermina, el doctor o no entiende o ignora las noticias. Y Fermina se olvida, o
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El amor en los tiempos del cólera
parece olvidarse, de Florentino por unos cincuenta años. Mientras vive el esposo, Florentino es para ella una mera
sombra, algo sin cuerpo, sin sustancia. Al morirse el esposo, este se convierte en espectro, en presencia imaginaria,
mientras que Florentino, por primera vez en unos cincuenta años, cobra peso, se "incorpora" a la mente de Fermina.
De una u otra forma, la existencia de este triángulo, imaginario o real, controla la totalidad de la novela; está
presente durante todo el tiempo de la narración.
García Márquez muestra una gran maestría a la hora de definir sus retratos, con trazos rotundos e intensos,
bien individualizados, tanto en su prosopografía como en su etopeya. La búsqueda de los nombres de los personajes
quizá proceda de uno de los maestros de GGM, Juan Rulfo, quien visitaba los cementerios en busca de nombres
curiosos para sus personajes.
V.1. Personajes principales.
- Florentino Ariza - Hijo natural de un naviero que muere cuando Florentino tenía diez años de edad, sin haberlo
reconocido. Su madre, una soltera laboriosa y seria pero marcada sin remedio por el estigma de un único extravío
juvenil, va a dedicar su vida a educarlo y protegerlo con sabiduría y generosidad. Su vestimenta, muy sombría y
arcaica, le hacia parecer más viejo de lo que era, usaba lentes porque padecía de miopía, sufría de estreñimiento
crónico
Florentino se enamora perdidamente de Fermina Daza desde el momento en que la ve. Después de un breve
romance, durante el cual ve a Fermina sólo de pasada, no puede aceptar que ella lo rechace y dedica toda su vida a
recuperar su amor. Durante cincuenta y un años, nueve meses, y cuatro días espera con impaciencia la muerte del
marido de Fermina, el doctor Juvenal Urbino.
Su mal de amores por Fermina es a menudo equiparado al cólera, ya que es literalmente contagiado por su
pasión por ella. Él está loco de amor y obsesivamente actúa al límite de un comportamiento criminal; sigue a
Fermina y vigila su casa. Está obsesionado con su pasión por ella, y no puedo pensar en otra cosa.
En última instancia, él está decidido a ganar los afectos de Fermina y no se detendrá ante nada para
lograrlo. A la vez, es antagonista de la novela y el protagonista, porque puede ser loco de amor o simplemente loco.
Se nutre de su padecimiento amoroso y se recrea en su propio sufrimiento, se siente mártir cuando da
serenatas con su violín a Fermina. Cuando Lorenzo Daza le amenaza con pegarle un tiro, le reta, diciendo que es
más noble que morir por amor. Se complace en el dolor del amor no correspondido y dedica su vida a ganar
suficiente dinero y estatus para ser digno de Fermina.
Es contratado por su tío, don León XII Loayza para trabajar en la Compañía Fluvial del Caribe, de la que
finalmente se convierte en el Presidente. En el trabajo, él es incapaz de escribir una carta de negocios, sólo puede
escribir en prosa poética, como escribe en sus cartas de amor para ella. Además escribe cartas de amor para los
transeúntes en el Portal de los Escribanos, el mercado de la ciudad.
Durante el medio siglo que pasa, obsesivo y apasionado, tiene innumerables relaciones sexuales con otras
mujeres, a pesar de su insistencia en que él sigue siendo virgen para Fermina, pues mantiene que nunca puede amar
a otra mujer como ama a Fermina. Llega a anotar en un diario cifrado el nombre y detalles de 622 amantes, sin
contar a algunas muy pasajeras o circunstanciales que no merecieron el honor de la anotación. Florentino usa el
sexo como un adicto un narcótico, es el único medio que le hace olvidar su dolor y su deseo de Fermina, la mujer
que es la fuente de todas sus angustias.
- Fermina Daza – Hija de Lorenzo Daza, adinerado pero sin posición social, que había venido de San Juan de la
Ciénaga, con la hija única y la hermana soltera, poco después de la peste del cólera. Fermina, debido a que su
madre muere cuando ella tiene diez años de edad, es criada por su padre y su tía Escolástica. Obligada a asistir al
colegio de la Presentación de la Santísima Virgen, escuela católica, cara y elitista, para niñas bien, de origen noble
o con dinero, de la que es finalmente expulsada al ser descubierta su correspondencia con Florentino, experiencia
de la que saldrá desilusionada y le hará alberga un rencor permanente contra la Religión y la Iglesia. Sólo muestra
debilidad por las flores, los animales y los cigarrillos.
Persona independiente y testaruda, sofisticada y capaz, Fermina se enorgullece de su inquebrantable y
altiva compostura. Ella sabe lo que quiere y no se detendrá hasta que se logra con éxito. Cuando su esposo no le
permite mantener ningún tipo de criatura que no hable, ella encuentra una, un loro, que puede hablar. Cuando se
niega rotundamente a perdonar a su marido hasta que admita su propia culpa, no lo hará hasta que bastante tiempo
después se rinda a sus condiciones.
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El amor en los tiempos del cólera
Sin embargo, debajo de su fachada orgullosa y firme, muestra un carácter humanitario y tierno. Cuida y
mima a su marido, cuando envejece como a un bebé indefenso.
El rechazo firme de Fermina hacia Florentino se funda en los numerosos cambios que sufre durante su
larga ausencia. Sale de la ciudad como una chica joven, impresionable, pero regresa como una mujer sofisticada y
lista. La emoción de su romance prohibido con Florentino se pierde, con la aparición de la condición de mujer,
porque ya no es escandaloso o peligroso como lo era cuando ella era una chica joven, incapaz de desobedecer a su
padre dominante. En su madurez, se da cuenta que su amor por Florentino no había sido nada más que la adoración
de dos necios: una mera ilusión, una fantasía de un hombre idealizado y un romance idealizado. Tras la admisión
de su error, se siente obligada a seguir adelante en su edad adulta sin que se sostengan los caprichos tontos de su
juventud.
Pasada su juventud se transforma en una persona muy estimada que provoca respeto. Al casarse con el
doctor Urbino, se introduce en el estamento superior de aquella sociedad campesina y defiende con la mayor
firmeza su posición de dama distinguida de la sociedad.
Su marido es abiertamente religioso, comportamiento que la perturba, porque siente que a la religión y a la
Iglesia les falta la virtud que predican a sus seguidores. Cuando el médico le sugiere, como lo hace en numerosas
ocasiones, la participación del arzobispo en su matrimonio vacilante, ella firmemente, con orgullo se niega, y
mantiene su postura, como lo hace siempre.
- Juvenal Urbino del Calle - Es un hombre aristocrático, culto, rico, anhelado por todas las jóvenes que lo conocían,
relativamente carente de emoción, poco comunicativo, que le gusta el ajedrez y leer libros extranjeros.
Tradicionalista, todavía hace visitas a domicilio a sus pacientes en coche de caballos, pero trata de modernizar y
limpiar de supercherías la medicina tradicional de su ciudad, intentando imponer las nuevas tecnologías médicas
aprendidas con interés en Europa. Se deleita con la regularidad de sus hábitos. Su matrimonio con Fermina Daza
dura más de cincuenta años, a pesar de que lo empaña con una breve aventura tras la que está profundamente
arrepentido.
Se casa con Fermina porque respeta y le atrae su manera de ser altiva y arrogante. Es un hombre honesto,
impulsado por su fe inmensa en Dios, y siente angustia cuando no pueden resistir la tentación de Barbara Lynch,
con quien engaña a su esposa. Da las gracias cuando Fermina descubre que él la engaña, y la culpa inmensa que
siente le impide incluso disfrutar del placer que pudo tener.
A pesar de su prestigiosa y eminente imagen pública, en su casa es un hombre débil y cobarde. Cuando
Fermina le pide a defender a su madre tiene miedo de hacerlo. Es respetable y digno de lástima, especialmente
cuando está debilitado por la vejez.
Muere de un modo absurdo al caer de un árbol de mango cuando se trata de atrapar un loro que se había
escapado.
V.2. Personajes secundarios
- Tránsito Ariza - Madre soltera, muy protectora de Florentino. Con una pequeña mercería, el préstamo de dinero
bastante usurario y empeño de joyas de señoras bien en apuros, consigue una situación económica desahogada,
aunque esconde sus ahorros. Es la única persona a la que Florentino confía su secreta pasión por Fermina y se
esfuerza por prepararle para el matrimonio con ella. Aún joven se demencia y muere.
- Jeremiah de Saint-Amour – Posee un peso específico importante en la novela. Su nombre está cuidadosamente
escogido y alude al profeta bíblico Jeremías: es refugiado como el profeta, ambos comparten la antropofagia y las
profecías de vaticinar la ruina de Judea y la de las ciudades latinoamericanas mediante las guerras y el cólera. Tras
un pasado oscuro llega a la ciudad y se instala como fotógrafo de niños. Amigo y único digno competidor del Dr.
Urbino al ajedrez. La novela comienza con su suicidio, pues se quita la vida porque se niega a envejecer. Su
solución al enigma de la vejez y de la muerte no es el mismo que el de Juvenal y Florentino, mientras él muere para
no envejecer, los otros envejecen para no morir.
- Lorenzo Daza - Padre de Fermina, autoritario, de un origen y pasado oscuro como traficante y con fama popular
de ladrón y estafador. Cuando acumuló suficiente dinero abandona San Juan de la Ciénaga y se instala en la ciudad,
en un caserón colonial que restaura, con su hermana y su hija, en busca de una boda de fortuna que le diera lustre a
la familia. Cuando encuentra el paquete de cartas de amor que escondía su hija, por cómplice destierra
inflexiblemente a su hermana, la tía Escolástica, que depende económicamente de él, y embarca a Fermina en un
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El amor en los tiempos del cólera
viaje de dos años de duración para que se le borren todos los recuerdos de Florentino. Propicia la boda de su hija
con el doctor Urbino, ávido de la riqueza y el prestigio del doctor. Cuando se descubre que él es un estafador que
pasa moneda falsificada, logra huir de la ciudad con la ayuda de su yerno.
- Escolástica - Escolástica ayuda a educar a Fermina, su sobrina, cuando la madre de la niña muere. Ella es más una
amiga que una tía, y decididamente ayuda a Fermina a comunicarse en secreto con Florentino. Cuando Lorenzo
Daza, su hermano, descubre que ha estado ayudando a Fermina en su relación, él la echa de su casa, aunque ella no
tiene medios de subsistencia. Cuando años más tarde Fermina intenta comunicarse con ella, se entera de que ya
está muerta.
- Hildebranda Sánchez - Prima de Fermina y su mejor amiga, también sufre de un amor atormentado. Hildebranda
siente más simpatía que su prima por la situación de Florentino. Ayuda a Florentino y Fermina comunicarse a
través de telegramas secretos mientras Fermina está lejos en su viaje de dos años de duración. Fermina se refugia
en su rancho cuando necesita alejarse de su marido, tras el episodio de infidelidad.
- Lisímaco Sánchez – Cuñado de Lorenzo Daza, que lidera una parentela numerosa, importante y parrandera,
residentes en Valledupar y poblaciones limítrofes, que reciben y hospedan a Fermina y su padre durante el largo
viaje del olvido.
- Lotario Thugut – Es el operador de telégrafo alemán que actúa como una figura paternal para Florentino. Le
emplea, le protege y le da clases de violín. Después de salir de la oficina de telégrafos disfruta de una vida rápida,
bebiendo y tocando el acordeón en las tabernas de marinero y durmiendo con las “pájaras” (prostitutas) que viven
en el “hotel de paso” del que consigue ser dueño. Intenta, sin éxito, facilitar, la iniciación sexual de Florentino, al
que proporciona una habitación permanente en el hotel.
- Doña Blanca - Madre de doctor Juvenal Urbino. Fuerza Fermina, su hija-en-ley, a tomar clases de arpa y comer
berenjenas, alimento que Fermina detesta. Muere mientras el doctor Urbino y Fermina se encuentran en Europa.
- Don León XII Loayza - Tío paterno de Florentino y Presidente de la Compañía Fluvial del Caribe, adquiere el
hábito de cantar en los funerales, y le preocupa el no poder cantar en el suyo. A petición de Tránsito, le encuentra a
Florentino un trabajo en una ciudad lejana para ayudarle a borrar de su memoria Fermina. Cuando Florentino
vuelve, le concede un nuevo trabajo en la Compañía Fluvial. Se empeña en casar a Florentino con Leona Cassiani y
cuando está demasiado enfermo para continuar dirigiendo la Compañía Fluvial, la deja en herencia a Florentino.
- Leona Cassiani - Una mujer, negra, inteligente, “que fue la verdadera mujer de su vida, aunque ni él ni ella lo
supieran nunca, ni nunca hicieran el amor”. Sólo, por caridad, le pide un empleo a Florentino y este se lo consigue
en la empresa fluvial, pero en la categoría más baja. Muestra tan extraordinaria capacidad para resolver los
problemas y mejorar que impresiona a León XII, el Presidente de la Compañía, con sus ideas, y la promueve al
empleo de su asistente personal. Por cortesía, no aceptará un cargo superior al de Florentino. Ella es sin duda el
verdadero amor de Florentino, porque propicia su carrera, como una madre, y se preocupa por él en su vejez.
- Rosalba - La joven que viaja a bordo del buque a Villa de Leyva con otras dos mujeres, presumiblemente su
madre y hermana, y lleva a su bebé en una jaula de pájaros. Florentino está convencido de que es ella quien, una
noche, se apodera de él, lo arrastra en su cabina, y le priva de su virginidad. Ese encuentro de Florentino con ella,
propicia su promiscuidad sexual y su creencia de que puede aliviar su deseo de Fermina al tener sexo con muchas
mujeres.
- Viuda Nazaret - La mujer con la que Florentino mantiene su segunda relación sexual. Le quedará eternamente
agradecida por "hacer de ella una prostituta." Su relación la despierta e inclina a una vida promiscua en la que
triunfa, a pesar de exhibir más voluntad que maestría.
- Ausencia Santander – Viuda, ya mayor, amante del capitán Rosendo de la Rosa, quien le presenta a Florentino,
con quien mantiene una fogosa relación de siete años. Los regalos que le traía el capitán, al regreso de sus viajes,
convierten la casa de Ausencia en un abigarrado bazar, que es saqueado totalmente un día mientras está en la cama
con Florentino.
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El amor en los tiempos del cólera
- Sara Noriega - Una poetisa, mayor que Florentino y muy opulenta, que conoce en un festival de poesía.
Mantienen una relación clandestina y apasionada. Es la única mujer, además de Fermina, que acaba rechazando a
Florentino.
- Olimpia Zuleta - Otra de las conquistas de Florentino, mantienen contactos con palomas mensajeras y después de
meses de resistir los requerimientos de Florentino, acaba sucumbiendo. Tras la primera y única vez que ella y
Florentino mantienen relaciones sexuales, su marido la mata, tras descubrir el mensaje que Florentino había escrito
en su vientre y que ella olvidó borrar.
- Barbara Lynch - La mujer que tiene una aventura de cuatro meses con el Dr. Juvenal Urbino. Es la hija de un
reverendo, y nunca permitirá que el doctor la desnude por completo.
- Prudencia Pitre, La Viuda de Dos - Dos veces viuda, es otra de los amantes ocasionales de Florentino.
- América Vicuña - Niña de catorce años que es encomendada a Florentino por sus padres, y a la que seduce a pesar
de su vejez. Mantienen una tierna e intensa relación. En el mismo momento en que Florentino se entera de la
muerte del marido de Fermina, sin darle ninguna explicación, corta de manera abrupta la relación y ella se suicida.
- Fermina Sánchez - Madre Fermina. Se casa con Lorenzo Daza contra los deseos de toda su familia. Muere cuando
Fermina tiene seis años de edad.
- Euclides – Buceador de doce años de edad, sabio y astuto, al que Florentino contrata para bucear en busca del
tesoro del galeón. Intenta timar a Florentino en la recuperación del tesoro, aunque Tránsito Ariza lo descubre.
- El doctor Urbino Daza – Médico, hijo de Fermina Daza y el doctor Juvenal Urbino.
- Ofelia Urbino - La hija intransigente de Fermina Daza y el doctor Juvenal Urbino. Fermina le expulsa de su casa
cuando ella protesta por el noviazgo de su madre con Florentino y declara que el amor entre las personas mayores
es "desagradable".
- Lucrecia del Real del Obispo - Amiga desde la infancia del doctor Urbino. La prensa sensacionalista, para
perjudicar a su marido, fabrica una historia sobre una aventura entre ella y el doctor Juvenal Urbino. Aunque es
falso Lucrecia se avergüenza tanto que no vuelve a hablar con Fermina, actitud que esta interpreta como símbolo de
culpabilidad.
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El amor en los tiempos del cólera
NOTA: Este tema es el resultado de la fusión de textos de diferentes fuentes, que se han ido mezclando y transformando. Sería prolijo y
difícil citar la procedencia de cada una de las partes utilizadas.
ANEXO.
Síntesis argumental
La historia transcurre en un pueblo caribeño, que vive sumido entre continuas guerras civiles y la amenaza constante del
cólera.
Fermina Daza junto a su padre, Lorenzo Daza, y su tía, Escolástica, se traslada desde San Juan de la Ciénaga en busca
de un futuro más alentador. Una vez allí, aparece Florentino Ariza que se enamora perdidamente de Fermina, a la cual
comienza a asediar con extensas cartas de amor a las que, más tarde, Fermina corresponde. Pero, un día, Lorenzo Daza,
avisado del carteo por una monja, descubre la relación y decide realizar un viaje por el interior, contra la voluntad de Fermina,
con el fin de apartarla de su enamorado, puesto que él quería otro tipo de marido para su hija. Así pues, marcharon a San Juan
de la Ciénaga donde Fermina, compinchada con su prima Hildebranda Sánchez, sigue manteniendo correspondencia con
Florentino.
Tras dos años de ausencia, la familia Daza vuelve a la población y un día, en el que Fermina va al mercado, se
encuentra con Florentino, dándose cuenta, al instante, de que no está enamorada de él, y así se lo comunica. Florentino queda
destrozado, pero se jura a sí mismo que tarde o temprano conseguirá el amor de Fermina.
Un día en el que Fermina cae enferma, acude a hacerle una visita el médico del pueblo, Juvenal Urbino de la Calle.
Éste, al ver la altanería y el orgullo de Fermina, se siente atraído por ella y hace todo lo posible para que ella acepte casarse con
él. Tras el asedio a que la somete con el apoyo del padre, Fermina cede y se casan, causando gran pena de Florentino. Aunque
relativamente feliz, Fermina Daza no tardará en darse cuenta de su equivocación; ha rechazado al hombre que creía querer y,
llevada por un extraño destino, se ha entregado al que no quiere.
Florentino, ante la desesperación de la pérdida súbita de Fermina, "decide" que Juvenal Urbino morirá antes que
Fermina, y por tanto, al quedar ésta sola, él aparecerá para vivir ese amor que le había sido prohibido. Mientras esto llega, el
cólera hace estragos y se suceden las guerras entre liberales y conservadores, sin que por ello se resienta demasiado la vida de
la ciudad caribeña. Florentino Ariza, a pesar de seguir queriendo a Fermina, va pasando de mujer en mujer, de aventura en
aventura, al tiempo que escala puestos en la compañía familiar de navegación fluvial, de la cual acabará siendo presidente.
Más de 50 años después, cuando la vejez ya se había asentado en los personajes, Juvenal, al intentar rescatar a su loro
que estaba atrapado en un árbol, muere al caer desde una escalera. Ese mismo día, en el velatorio por el afamado doctor,
aparece Florentino aprovecha para recordarle a Fermina la promesa de que iba a esperarla por siempre, hecha en su juventud.
Fermina, ofendida, puesto que lo toma como una osadía intolerable, reacciona echándolo de su casa.
Muerto Urbino, y de nuevo rechazado por Fermina, Florentino Ariza volverá, como ya hizo en la adolescencia, a
escribirle, a conquistar poco a poco con su verbo apasionado a la mujer. Al celebrar un año de la muerte de Juvenal, Florentino
acude a la misa y Fermina le saluda con cordialidad, hecho que Florentino toma como una esperanza. Así pues, pasados unos
días, se presenta en casa de Fermina, hecho que se va a convertir en costumbre y que Fermina va a agradecer.
Transcurrido cierto tiempo, Fermina acepta hacer un viaje, preparado por Florentino, en uno de los barcos de la
compañía por el río Magdalena. El viaje, que en principio sólo lo iba a hacer Fermina, que no supo hasta el último momento
que Florentino la iba a acompañar, resulta que se convierte en una especie de luna de miel entre ambos en la que, finalmente,
descubren que el amor puede aparecer a cualquier edad.
Será en el río Magdalena donde estos viejos, que ya pasan de los setenta, se entregarán a su amor, con tanto
apasionamiento que, para librarse de testigos y permanecer a solas en el barco, Florentino hará que en el viaje de vuelta se
enarbole la bandera amarilla del cólera y, una vez llegados a la desembocadura, y por lo tanto a la ciudad, vuelva a remontar el
río. Es el triunfo del amor, puesto que el amor es amor "en cualquier tiempo y en cualquier parte, pero tanto más denso cuanto
más se acerca a la muerte".
Con visiones de muerte, que no consiguen sobreponerse al amor, acaba esta novela por la
que cruzan muchos personajes que en ningún momento arrebatan su protagonismo a la pareja de amantes, que sólo con Urbino
comparten.
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