La oración de San Egidio - Comunità di Sant`Egidio

Anuncio
La oración de San Egidio
08/05/2005 - 22/05/2005
http://www.santegidio.org/cast/preghiera
08/05/2005
Liturgia del domingo
Domingo de la Ascensión
Recuerdo de la virgen María, venerada como nuestra Señora de Luján en Argentina.
Primera Lectura
Hechos de los Apóstoles 1,1-11
El primer libro lo escribí, Teófilo, sobre todo lo que Jesús hizo y enseñó desde un
principio hasta el día en que, después de haber dado instrucciones por medio del
Espíritu Santo a los apóstoles que había elegido, fue llevado al cielo. A estos mismos,
después de su pasión, se les presentó dándoles muchas pruebas de que vivía,
apareciéndoseles durante cuarenta días y hablándoles acerca de lo referente al Reino
de Dios. Mientras estaba comiendo con ellos, les mandó que no se ausentasen de
Jerusalén, sino que aguardasen la Promesa del Padre, «que oísteis de mí: Que Juan
bautizó con agua, pero vosotros seréis bautizados en el Espíritu Santo dentro de pocos
días». Los que estaban reunidos le preguntaron: «Señor, ¿es en este momento cuando
vas a restablecer el Reino de Israel?» El les contestó: «A vosotros no os toca conocer
el tiempo y el momento que ha fijado el Padre con su autoridad, sino que recibiréis la
fuerza del Espíritu Santo, que vendrá sobre vosotros, y seréis mis testigos en
Jerusalén, en toda Judea y Samaria, y hasta los confines de la tierra.» Y dicho esto, fue
levantado en presencia de ellos, y una nube le ocultó a sus ojos. Estando ellos mirando
fijamente al cielo mientras se iba, se les aparecieron dos hombres vestidos de blanco
que les dijeron: «Galileos, ¿qué hacéis ahí mirando al cielo? Este que os ha sido
llevado, este mismo Jesús, vendrá así tal como le habéis visto subir al cielo.»
Salmo responsorial
Salmo 46 (47)
¡Pueblos todos, batid palmas,
aclamad a Dios con gritos de alegría!
Porque Yahveh, el Altísimo, es terrible,
Rey grande sobre la tierra toda.
El somete a nuestro yugo los pueblos,
y a las gentes bajo nuestros pies;
él nos escoge nuestra herencia,
orgullo de Jacob, su amado.
Sube Dios entre aclamaciones,
Yahveh al clangor de la trompeta:
¡salmodiad para nuestro Dios, salmodiad,
salmodiad para nuestro Rey, salmodiad!
Que de toda la tierra él es el rey:
¡salmodiad a Dios con destreza!
Reina Dios sobre las naciones,
Dios, sentado en su sagrado trono.
Los príncipes de los pueblos se reúnen
con el pueblo del Dios de Abraham.
1
Pues de Dios son los escudos de la tierra,
él, inmensamente excelso.
Segunda Lectura
Efesios 1,17-23
para que el Dios de nuestro Señor Jesucristo, el Padre de la gloria, os conceda espíritu
de sabiduría y de revelación para conocerle perfectamente; iluminando los ojos de
vuestro corazón para que conozcáis cuál es la esperanza a que habéis sido llamados
por él; cuál la riqueza de la gloria otorgada por él en herencia a los santos, y cuál la
soberana grandeza de su poder para con nosotros, los creyentes, conforme a la
eficacia de su fuerza poderosa, que desplegó en Cristo, resucitándole de entre los
muertos y sentándole a su diestra en los cielos, por encima de todo Principado,
Potestad, Virtud, Dominación y de todo cuanto tiene nombre no sólo en este mundo
sino también en el venidero. Bajo sus pies sometió todas la cosas y le constituyó
Cabeza suprema de la Iglesia, que es su Cuerpo, la Plenitud del que lo llena todo en
todo.
Lectura de la Palabra de Dios
Mateo 28,16-20
Por su parte, los once discípulos marcharon a Galilea, al monte que Jesús les había
indicado. Y al verle le adoraron; algunos sin embargo dudaron. Jesús se acercó a ellos
y les habló así: «Me ha sido dado todo poder en el cielo y en la tierra. Id, pues, y haced
discípulos a todas las gentes bautizándolas en el nombre del Padre y del Hijo y del
Espíritu Santo, y enseñándoles a guardar todo lo que yo os he mandado. Y he aquí que
yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo.»
Homilía
«Galileos, ¿qué hacéis ahí mirando al cielo?» La pregunta de los dos hombres vestidos
de blanco sorprende a los discípulos, que están oprimidos por un sentimiento de vacío,
flotando entre la nostalgia del pasado y el desánimo del presente. Están pensando en
ellos y no en Jesús. Su cielo está cerrado porque sólo se miran a ellos mismos. La voz
de Dios no proviene de aquel cielo, ni tampoco los ángeles suben y bajan de él. Y aun
así, insisten en fijar su mirada en este cielo. Pero la Palabra de Dios, verdadero ángel
del cielo, se presenta a nosotros para sacarnos de nuestro horizonte limitado. Y nos
invita a mirar al Señor. Aquel cielo, que ya no está cerrado ni vacío, se convierte en el
lugar del que se puede esperar algo, el retorno «un día» de Jesús «tal como le habéis
visto subir al cielo». Esperar eso significa creer que él fue «ocultado a sus ojos» y aún
está vivo. Si ya no está entre nosotros no es porque ha desaparecido; al contrario, su
presencia se ha difundido por todo el mundo. Por tanto, Jesús más que alejarse del
mundo, para el que se ha hecho inaprensible, se ha sustraído de estar de un modo
limitado entre los hombres. Se ha sustraído quizás a nuestra posesión, que es el
motivo por el que el cielo se nos muestra vacío y no logramos siquiera verle. Pero el
mensaje de la Ascensión es otro. Es la invitación a seguir a Jesús que se hace
presente en todo el mundo, sabiendo que él nos acompaña por todas partes. Hay
momentos en los que el cielo parece estar cerrado y vacío por nuestro pecado. Pero
hay muchos hombres y muchas mujeres para los que el cielo está realmente cerrado y
vacío por nuestro pecado. Son las muchedumbres a las que nunca se aparecen
hombres vestidos de blanco para anunciar que «Jesús vendrá». Nosotros no les
vemos, al igual que no vemos al Hijo del hombre que ha ascendido al cielo, pero ellos
están ahí. Son los que viven fuera de nuestro país, de nuestra ciudad, de nuestros
Estados. A veces hablan nuestra lengua, otras veces, su color de piel es distinto. Pero
2
Jesús subió al cielo también para ellos, para que pudieran formar parte de aquella
familia de discípulos que él había convocado.
*****
09/05/2005
Memoria de los pobres
Canto de los Salmos
Psaume 83 (84)
¡Qué amables tus moradas,
oh Yahveh Sebaot!
Anhela mi alma y languidece
tras de los atrios de Yahveh,
mi corazón y mi carne gritan de alegría
hacia el Dios vivo.
Hasta el pajarillo ha encontrado una casa,
y para sí la golondrina un nido
donde poner a sus polluelos:
¡Tus altares, oh Yahveh Sebaot,
rey mío y Dios mío! Pausa.
Dichosos los que moran en tu casa,
te alaban por siempre.
Dichosos los hombres cuya fuerza está en ti,
y las subidas en su corazón.
Al pasar por el valle del Bálsamo,
lo hacen un hontanar,
y la lluvia primera lo cubre de bendiciones.
De altura en altura marchan,
y Dios se les muestra en Sión.
¡Yahveh Dios Sebaot, escucha mi plegaria,
tiende tu oído, oh Dios de Jacob!
Oh Dios, escudo nuestro, mira,
pon tus ojos en el rostro de tu ungido. Pausa.
Vale más un día en tus atrios
que mil en mis mansiones,
estar en el umbral de la Casa de mi Dios
que habitar en las tiendas de impiedad.
Porque Yahveh Dios es almena y escudo,
él da gracia y gloria;
Yahveh no niega la ventura
a los que caminan en la perfección."
¡Oh Yahveh Sebaot,
dichoso el hombre que confía en ti!
3
Lectura de la Palabra de Dios
Génesis 45,1-15
Ya no pudo José contenerse delante de todos los que en pie le asistían y exclamó:
"Echad a todo el mundo de mi lado." Y no quedó nadie con él mientras se daba a
conocer José a sus hermanos. (Y se echó a llorar a gritos, y lo oyeron los egipcios, y lo
oyó hasta la casa de Faraón.) José dijo a sus hermanos: "Yo soy José. ¿Vive aún mi
padre?" Sus hermanos no podían contestarle, porque se habían quedado atónitos ante
él. José dijo a sus hermanos: "Vamos, acercaos a mí." Se acercaron, y él continuó: "Yo
soy vuestro hermano José, a quien vendisteis a los egipcios. Ahora bien, no os pese
mal, ni os dé enojo el haberme vendido acá, pues para salvar vidas me envió Dios
delante de vosotros. Porque con éste van dos años de hambre por la tierra, y aún
quedan cinco años en que no habrá arada ni siega. Dios me ha enviado delante de
vosotros para que podáis sobrevivir en la tierra y para salvaros la vida mediante una
feliz liberación. O sea, que no fuisteis vosotros los que me enviasteis acá, sino Dios, y
él me ha convertido en padre de Faraón, en dueño de toda su casa y amo de todo
Egipto. Subid de prisa a donde mi padre, y decidle: "Así, dice tu hijo José: Dios me ha
hecho dueño de todo Egipto; baja a mí sin demora. Vivirás en el país de Gosen, y
estarás cerca de mí, tú y tus hijos y nietos, tus ovejas y tus vacadas y todo cuanto
tienes. Yo te sustentaré allí, pues todavía faltan cinco años de hambre, no sea que
quedéis en la miseria tú y tu casa y todo lo tuyo." Con vuestros propios ojos estáis
viendo, y también mi hermano Benjamín con los suyos, que es mi boca la que os habla.
Notificad, pues, a mi padre toda mi autoridad en Egipto y todo lo que habéis visto, y en
seguida bajad a mi padre acá." Y echándose al cuello de su hermano Benjamín, lloró;
también Benjamín lloraba sobre el cuello de José. Luego besó a todos sus hermanos,
llorando sobre ellos; después de lo cual sus hermanos estuvieron conversando con él.
«Yo soy vuestro hermano José.» Es la afirmación de un hombre vendido y convertido
en esclavo que no ha hecho de la venganza y del odio el motivo de su vida. José ha
vivido para llegar a revelar a aquel pueblo la realidad más verdadera y más bella de la
vida: reconocerse corno hermanos. Su sueño ha seguido una historia que parecía estar
marcada para siempre por la enemistad hasta hacer posible y comprensible esta
afirmación. Los hermanos lo reconocieron como tal cuando comenzaron a «conversar
con él». La «palabra» es la fuerza y la expresión de la fraternidad. Así deberíamos
presentarnos a un mundo con frecuencia dividido por las diversidades y por los
conflictos. «Yo soy vuestro hermano José» es la palabra con la que ir al encuentro de
todos. El sueño de José, que es el sueño de Dios, se convierte entonces en el nuestro:
ser hombres y mujeres que saben atraer a todos hacia un espíritu de concordia y de
comunión.
*****
4
10/05/2005
Memoria de la Madre del Señor
Canto de los Salmos
Psaume 84 (85)
Propicio has sido, Yahveh, con tu tierra,
has hecho volver a los cautivos de Jacob;
has quitado la culpa de tu pueblo,
has cubierto todos sus pecados, Pausa.
has retirado todo tu furor,
has desistido del ardor de tu cólera.
¡Haznos volver, Dios de nuestra salvación,
cesa en tu irritación contra nosotros!
¿Vas a estar siempre airado con nosotros?
¿Prolongarás tu cólera de edad en edad?
¿No volverás a darnos vida
para que tu pueblo en ti se regocije?
¡Muéstranos tu amor, Yahveh,
y danos tu salvación!
Voy a escuchar de qué habla Dios.
Sí, Yahveh habla de paz
para su pueblo y para sus amigos,
con tal que a su torpeza no retornen.
Ya está cerca su salvación para quienes le temen,
y la Gloria morará en nuestra tierra.
Amor y Verdad se han dado cita,
Justicia y Paz se abrazan; "
la Verdad brotará de la tierra,
y de los cielos se asomará la Justicia.
El mismo Yahveh dará la dicha,
y nuestra tierra su cosecha dará;
La Justicia marchará delante de él,
y con sus pasos trazará un camino.
Lectura de la Palabra de Dios
Génesis 50,15-25
Vieron los hermanos de José que había muerto su padre y dijeron: "A ver si José nos
guarda rencor y nos devuelve todo el daño que le hicimos." Por eso mandaron a José
este recado: "Tu padre encargó antes de su muerte: Así diréis a José: Por favor,
perdona el crimen de tus hermanos y su pecado. Cierto que te hicieron daño, pero
ahora tú perdona el crimen de los siervos del Dios de tu padre." Y José lloró mientras le
hablaban. Fueron entonces sus hermanos personalmente y cayendo delante de él
dijeron: "Henos aquí, esclavos tuyos somos." Replicóles José: "No temáis, ¿estoy yo
acaso en vez de Dios? Aunque vosotros pensasteis hacerme daño, Dios lo pensó para
bien, para hacer sobrevivir, como hoy ocurre, a un pueblo numeroso. Así que no
temáis; yo os mantendré a vosotros y a vuestros pequeñuelos." Y les consoló y les
5
habló con afecto. José permaneció en Egipto junto con la familia de su padre, y alcanzó
José la edad de 110 años. José vio a los biznietos de Efraím; asimismo los hijos de
Makir, hijo de Manasés, nacieron sobre las rodillas de José. Por último, José dijo a sus
hermanos: "Yo muero, pero Dios se ocupará sin falta de vosotros y os hará subir de
este país al país que juró a Abraham, a Isaac y a Jacob." José hizo jurar a los hijos de
Israel, diciendo: "Dios os visitará sin falta, y entonces os llevaréis mis huesos de aquí."
No todas las sombras han desaparecido de aquel pueblo de hermanos. Quien vive en
el miedo y en el rencor tiene siempre motivos para temer a los demás, aunque reciba el
bien, aunque sea amado, como hizo José con sus hermanos. Eso es lo que les ocurrió
a aquellos hermanos que no se fían de José. Pero él les revela el secreto de aquella
historia difícil: Dios mismo ha guiado misteriosamente aquella historia para que
venciese el bien, no el mal. José tranquiliza a sus hermanos y les invita a tener
confianza en su futuro. La fraternidad de aquel pueblo, guiada por el Señor, no engaña,
es una realidad que hay que vivir con alegría y hay que comunicar sin temor a perderse
a uno mismo. En la fraternidad no se pierde nada de cuanto se tiene, más bien al
contrario, el don de cada uno se multiplica y va en beneficio de todos. Es lo que
contestará Jesús a Pedro cuando éste le preguntó qué recibirían ellos que habían
dejado todo para seguirle. Jesús les dijo que recibirían el ciento por uno de lo que
habían dejado. No hay motivo para tener miedo. Dios ha preparado para aquellos
hermanos y para cada uno de nosotros un futuro hermoso y gozoso; él proveerá
nuestra vida. A nosotros se nos pide tener fe.
*****
11/05/2005
Memoria de los santos y de los profetas
Lectura de la Palabra de Dios
Éxodo 1,8-22
Se alzó en Egipto un nuevo rey, que nada sabía de José; y que dijo a su pueblo:
"Mirad, los israelitas son un pueblo más numeroso y fuerte que nosotros. Tomemos
precauciones contra él para que no siga multiplicándose, no sea que en caso de guerra
se una también él a nuestros enemigos para luchar contra nosotros y salir del país."
Les impusieron pues, capataces para aplastarlos bajo el peso de duros trabajos; y así
edificaron para Faraón las ciudades de depósito: Pitom y Ramsés. Pero cuanto más les
oprimían, tanto más crecían y se multiplicaban, de modo que los egipcios llegaron a
temer a los israelitas. Y redujeron a cruel servidumbre a los israelitas, les amargaron la
vida con rudos trabajos de arcilla y ladrillos, con toda suerte de labores del campo y
toda clase de servidumbre que les imponían por crueldad. El rey de Egipto dio también
orden a las parteras de las hebreas, una de las cuales se llamaba Sifrá, y la otra Puá,
diciéndoles: "Cuando asistáis a las hebreas, observad bien las dos piedras: si es niño,
hacedle morir; si es niña dejadla con vida." Pero las parteras temían a Dios, y no
hicieron lo que les había mandado el rey de Egipto, sino que dejaban con vida a los
niños. Llamó el rey de Egipto a las parteras y les dijo: "¿ Por qué habéis hecho esto y
dejáis con vida a los niños?" Respondieron las parteras a Faraón: "Es que las hebreas
no son como las egipcias. Son más robustas, y antes que llegue la partera, ya han
6
dado a luz." Y Dios favoreció a las parteras. El pueblo se multiplicó y se hizo muy
poderoso. Y por haber temido las parteras a Dios, les concedió numerosa prole.
Entonces Faraón dio a todo su pueblo esta orden: "Todo niño que nazca lo echaréis al
Río; pero a las niñas las dejaréis con vida."
El faraón, rey de Egipto, ante el crecimiento numérico de los hijos de Israel tiene miedo.
Por eso idea un diseño de muerte contra aquel pueblo extranjero. Se trata de oprimir y
eliminar al pueblo de Israel, empezando por los niños, por los más débiles. Pero dos
mujeres, que tienen «temor de Dios», principio de la sabiduría tal como dicen a menudo
las Escrituras (Pr 1,7), son un instrumento de salvación para aquel pueblo. Incluso
nosotros, a pesar de ser débiles como aquellas dos mujeres, si nos dejamos guiar por
el temor del Señor, podemos ser principio de vida para los demás, signo de compasión
para aquel que es distinto y extranjero en un mundo al que molesta su presencia. Dios
bendice y hace fecunda la vida de aquellos que desde su temor sirven a los pobres y a
los débiles. La historia de salvación de Israel de la esclavitud de Egipto empieza por la
compasión de dos débiles mujeres que «temían a Dios» y no a los hombres. Y
precisamente gracias a dos mujeres, Dios pudo reiniciar la historia con aquel pueblo
cuyo destino parecía ya marcado por la muerte.
*****
12/05/2005
Memoria de la Iglesia
Recuerdo de san Pancracio, mártir a los 14 años por amor del Evangelio. Oración por las
jóvenes generaciones, para que encuentren el Evangelio y el Señor.
Canto de los Salmos
Psaume 85 (86)
Tiende tu oído, Yahveh, respóndeme,
que soy desventurado y pobre,
guarda mi alma, porque yo te amo,
salva a tu siervo que confía en ti.
Tú eres mi Dios,
tenme piedad, Señor,
pues a ti clamo todo el día;
recrea el alma de tu siervo,
cuando hacia ti, Señor, levanto mi alma.
Pues tú eres, Señor, bueno, indulgente,
rico en amor para todos los que te invocan;
Yahveh, presta oído a mi plegaria,
atiende a la voz de mis súplicas.
En el día de mi angustia yo te invoco,
pues tú me has de responder;
7
entre los dioses, ninguno como tú, Señor,
ni obras como las tuyas.
Vendrán todas las naciones a postrarse ante ti,
y a dar, Señor, gloria a tu nombre;
pues tú eres grande y obras maravillas,
tú, Dios, y sólo tú.
Enséñame tus caminos Yahveh,
para que yo camine en tu verdad,
concentra mi corazón en el temor de tu nombre.
Gracias te doy de todo corazón, Señor Dios mío,
daré gloria a tu nombre por siempre,
pues grande es tu amor para conmigo,
tú has librado mi alma del fondo del seol.
Oh Dios, los orgullosos se han alzado contra mí,
una turba de violentos anda buscando mi alma,
y no te tienen a ti delante de sus ojos.
Mas tú, Señor, Dios clemente y compasivo,
tardo a la cólera, lleno de amor y de verdad,
¡vuélvete a mí, tenme compasión!
Da tu fuerza a tu siervo,
salva al hijo de tu sierva.
Haz conmigo un signo de bondad:
Que los que me odian vean, avergonzados,
que tú, Yahveh, me ayudas y consuelas.
Lectura de la Palabra de Dios
Éxodo 2,1-10
Un hombre de la casa de Leví fue a tomar por mujer una hija de Leví. Concibió la mujer
y dio a luz un hijo; y viendo que era hermoso lo tuvo escondido durante tres meses.
Pero no pudiendo ocultarlo ya por más tiempo, tomó una cestilla de papiro, la calafateó
con betún y pez, metió en ella al niño, y la puso entre los juncos, a la orilla del Río. La
hermana del niño se apostó a lo lejos para ver lo que le pasaba. Bajó la hija de Faraón
a bañarse en el Río y, mientras sus doncellas se paseaban por la orilla del Río, divisó
la cestilla entre los juncos, y envió una criada suya para que la cogiera. Al abrirla, vio
que era un niño que lloraba. Se compadeció de él y exclamó: "Es uno de los niños
hebreos." Entonces dijo la hermana a la hija de Faraón: "¿Quieres que yo vaya y llame
una nodriza de entre las hebreas para que te críe este niño?" Vete, le contestó la hija
de Faraón. Fue, pues, la joven y llamó a la madre del niño. Y la hija de Faraón le dijo:
"Toma este niño y críamelo que yo te pagaré." Tomó la mujer al niño y lo crió. El niño
creció, y ella lo llevó entonces a la hija de Faraón, que lo tuvo por hijo, y le llamó
Moisés, diciendo: "De las aguas lo he sacado."
La narración del nacimiento de Moisés nos asombra. Moisés es de la tribu de Leví, que
precisamente en Gn 49, 5-7 había sido maldecida por su violencia. Además él tiene un
nombre egipcio y está totalmente integrado en la cultura egipcia. Crece en la casa del
8
faraón. Son elementos contradictorios que, sin embargo, no impiden a Dios elegir
precisamente a Moisés para liberar al pueblo de Israel. Moisés se presenta como el
«salvado de las aguas». Dios le ha salvado para indicar la tarea que confiará a Moisés
con respecto al pueblo de esclavos: liberar a Israel de la esclavitud haciéndole pasar a
través de las aguas del mar. De modo inesperado Dios se acerca a los hombres. La
historia de Israel parecía una historia de la que no se podía escapar. Pero Dios no
abandona a los hombres, no abandona a los pobres, a los esclavos, a los condenados.
Él suscita a muchos Moisés para que puedan trazar un camino de libertad para todos,
venciendo la resignación sobre la imposibilidad de la salvación. Realmente «todo es
posible a quien tiene fe».
*****
13/05/2005
Memoria de Jesús crucificado
Lectura de la Palabra de Dios
Éxodo 2,11-22
En aquellos días, cuando Moisés ya fue mayor, fue a visitar a sus hermanos, y
comprobó sus penosos trabajos; vio también cómo un egipcio golpeaba a un hebreo, a
uno de sus hermanos. Miró a uno y a otro lado, y no viendo a nadie, mató al egipcio y
lo escondió en la arena. Salió al día siguiente y vio a dos hebreos que reñían. Y dijo al
culpable: "¿Por qué pegas a tu compañero?" El respondió: "¿Quién te ha puesto de
jefe y juez sobre nosotros? ¿Acaso estás pensando en matarme como mataste al
egipcio?" Moisés, lleno de temor, se dijo: "La cosa ciertamente se sabe." Supo Faraón
lo sucedido y buscaba a Moisés para matarle; pero él huyó de la presencia de Faraón,
y se fue a vivir al país de Madián. Se sentó junto a un pozo. Tenía un sacerdote de
Madián siete hijas, que fueron a sacar agua y llenar los pilones para abrevar las ovejas
de su padre. Pero vinieron los pastores y las echaron. Entonces, levantándose Moisés,
salió en su defensa y les abrevó el rebaño. Al volver ellas a donde su padre Reuel, éste
les dijo: "Cómo es que venís hoy tan pronto?" Respondieron: "Un egipcio nos libró de
las manos de los pastores, y además sacó agua para nosotras y abrevó el rebaño."
Preguntó entonces a sus hijas: "¿Y dónde está? ¿Cómo así habéis dejado a ese
hombre? Llamadle para que coma." Aceptó Moisés morar con aquel hombre, que dio a
Moisés su hija Séfora. Esta dio a luz un hijo y llamóle Guersom, pues dijo: "Forastero
soy en tierra extraña."
Moisés ve la esclavitud del pueblo de Israel y siente compasión, o mejor dicho,
experimenta la indignación ante aquella profunda injusticia. Pero la respuesta violenta
que da matando a un egipcio no soluciona el problema de la esclavitud. Debe alejarse
de la mentalidad violenta que en cierto modo lo ponía en el mismo plano que el
opresor. Huye hacia Madián buscando un refugio para su vida que está en peligro.
Moisés, aun así, no pierde la conciencia de su vínculo con aquel pueblo de esclavos a
los que había reconocido como hermanos suyos. Se siente un emigrante y sabe que no
puede vivir por mucho tiempo en la tranquilidad mientras sus hermanos sufren.
También hoy en día algunos emprenden el camino de la violencia y muchos se alejan
del sufrimiento del mundo, resignados a la impotencia y viviendo una vida saciada y
9
tranquila. Los pobres y los que sufren son nuestros parientes, nuestros hermanos,
parte de nuestra familia. No podemos desentendernos de ellos buscando una vida
tranquila para nosotros. El Señor nos hace formar parte de su esperanza para lograr la
salvación de todos, empezando por los más pobres.
*****
14/05/2005
Memoria de los apóstoles
Recuerdo de san Matías apóstol
Canto de los Salmos
Psaume 86 (87)
Su fundación sobre los santos montes
ama Yahveh:
las puertas de Sión
más que todas las moradas de Jacob.
Glorias se dicen de ti,
ciudad de Dios: Pausa.
Yo cuento a Ráhab y Babel
entre los que me conocen.
Tiro, Filistea y Etiopía,
fulano nació allí.
Pero de Sión se ha de decir:
"Todos han nacido en ella",
y quien la funda es el propio Altísimo.
Yahveh a los pueblos inscribe en el registro:
"Fulano nació allí", Pausa.
y los príncipes, lo mismo que los hijos,
todos ponen su mansión en ti.
Lectura de la Palabra de Dios
Hechos de los Apóstoles 1,21-26
«Conviene, pues, que de entre los hombres que anduvieron con nosotros todo el
tiempo que el Señor Jesús convivió con nosotros, a partir del bautismo de Juan hasta
el día en que nos fue llevado, uno de ellos sea constituido testigo con nosotros de su
resurrección.» Presentaron a dos: a José, llamado Barsabás, por sobrenombre Justo, y
a Matías. Entonces oraron así: «Tú, Señor, que conoces los corazones de todos,
muéstranos a cuál de estos dos has elegido, para ocupar en el ministerio del
apostolado el puesto del que Judas desertó para irse adonde le correspondía.»
Echaron suertes y la suerte cayó sobre Matías, que fue agregado al número de los
doce apóstoles.
10
Matías es elegido para recomponer el número de los doce, correspondiente a las doce
tribus de Israel, es decir, el pueblo entero. Había en aquel número un ansia de
totalidad, de universalidad que no podía ni atenuarse ni suprimirse. Era así entonces, y
es así todavía hoy. Para Jesús, todos deben recibir el anuncio de la salvación. Por eso
los apóstoles debían elegir al duodécimo apóstol porque ningún pueblo, ninguna
nación, ninguna persona es extraña al Evangelio. El espíritu universal de Jesús es
parte integrante de la misión de la comunidad cristiana. No había que elegir a uno
cualquiera. El criterio se establece inmediatamente: el elegido tenía que haber vivido
con Jesús, tenía que haberle escuchado, visto, tocado, seguido. En definitiva, tenía que
ser un verdadero testigo. En cierto modo, eso es cierto también hoy. Quien está
encargado del anuncio del Evangelio debe vivirlo él mismo, en primera persona. La
elección del duodécimo indica que cada uno de nosotros puede y debe ser un testigo
fiel de Jesús entre los hombres.
*****
15/05/2005
Liturgia del domingo
Domingo de Pentecostés
Primera Lectura
Hechos de los Apóstoles 2,1-11
Al llegar el día de Pentecostés, estaban todos reunidos en un mismo lugar. De repente
vino del cielo un ruido como el de una ráfaga de viento impetuoso, que llenó toda la
casa en la que se encontraban. Se les aparecieron unas lenguas como de fuego que
se repartieron y se posaron sobre cada uno de ellos; quedaron todos llenos del Espíritu
Santo y se pusieron a hablar en otras lenguas, según el Espíritu les concedía
expresarse. Había en Jerusalén hombres piadosos, que allí residían, venidos de todas
las naciones que hay bajo el cielo. Al producirse aquel ruido la gente se congregó y se
llenó de estupor al oírles hablar cada uno en su propia lengua. Estupefactos y
admirados decían: «¿Es que no son galileos todos estos que están hablando? Pues
¿cómo cada uno de nosotros les oímos en nuestra propia lengua nativa? Partos,
medos y elamitas; habitantes de Mesopotamia, Judea, Capadocia, el Ponto, Asia,
Frigia, Panfilia, Egipto, la parte de Libia fronteriza con Cirene, forasteros romanos,
judíos y prosélitos, cretenses y árabes, todos les oímos hablar en nuestra lengua las
maravillas de Dios.»
Salmo responsorial
Psaume 103 (104)
¡Alma mía, bendice a Yahveh!
¡Yahveh, Dios mío, qué grande eres!
Vestido de esplendor y majestad,
arropado de luz como de un manto,
tú despliegas los cielos lo mismo que una tienda,
11
levantas sobre las aguas tus altas moradas;
haciendo de las nubes carro tuyo,
sobre las alas del viento te deslizas;
tomas por mensajeros a los vientos,
a las llamas del fuego por ministros.
Sobre sus bases asentaste la tierra,
inconmovible para siempre jamás.
Del océano, cual vestido, la cubriste,
sobre los montes persistían las aguas;
al increparlas tú, emprenden la huida,
se precipitan al oír tu trueno,
y saltan por los montes, descienden por los valles,
hasta el lugar que tú les asignaste;
un término les pones que no crucen,
por que no vuelvan a cubrir la tierra.
Haces manar las fuentes en los valles,
entre los montes se deslizan;
a todas las bestias de los campos abrevan,
en ellas su sed apagan los onagros;
sobre ellas habitan las aves de los cielos,
dejan oír su voz entre la fronda.
De tus altas moradas abrevas las montañas,
del fruto de tus obras se satura la tierra;
la hierba haces brotar para el ganado,
y las plantas para el uso del hombre,
para que saque de la tierra el pan,
y el vino que recrea el corazón del hombre,
para que lustre su rostro con aceite
y el pan conforte el corazón del hombre.
Se empapan bien los árboles de Yahveh,
los cedros del Líbano que él plantó;
allí ponen los pájaros su nido,
su casa en su copa la cigüeña;
los altos montes, para los rebecos,
para los damanes, el cobijo de las rocas.
Hizo la luna para marcar los tiempos,
conoce el sol su ocaso;
mandas tú las tinieblas, y es la noche,
en ella rebullen todos los animales de la selva,
los leoncillos rugen por la presa,
y su alimento a Dios reclaman.
Cuando el sol sale, se recogen,
y van a echarse a sus guaridas;
12
el hombre sale a su trabajo,
para hacer su faena hasta la tarde.
¡Cuán numerosas tus obras, Yahveh!
Todas las has hecho con sabiduría,
de tus criaturas está llena la tierra.
Ahí está el mar, grande y de amplios brazos,
y en él el hervidero innumerable
de animales, grandes y pequeños;
por allí circulan los navíos,
y Leviatán que tú formaste para jugar con él.
Todos ellos de ti están esperando
que les des a su tiempo su alimento;
tú se lo das y ellos lo toman,
abres tu mano y se sacian de bienes.
Escondes tu rostro y se anonadan,
les retiras su soplo, y expiran
y a su polvo retornan.
Envías tu soplo y son creados,
y renuevas la faz de la tierra.
¡Sea por siempre la gloria de Yahveh,
en sus obras Yahveh se regocije!
El que mira a la tierra y ella tiembla,
toca los montes y echan humo.
A Yahveh mientras viva he de cantar,
mientras exista salmodiaré para mi Dios.
¡Oh, que mi poema le complazca!
Yo en Yahveh tengo mi gozo.
¡Que se acaben los pecadores en la tierra,
y ya no más existan los impíos!
¡Bendice a Yahveh, alma mía!
Segunda Lectura
Primera Corintios 12,3-7.12-13
Por eso os hago saber que nadie, hablando con el Espíritu de Dios, puede decir:
«¡Anatema es Jesús!»; y nadie puede decir: «¡Jesús es Señor!» sino con el Espíritu
Santo. Hay diversidad de carismas, pero el Espíritu es el mismo; diversidad de
ministerios, pero el Señor es el mismo; diversidad de operaciones, pero es el mismo
Dios que obra en todos. A cada cual se le otorga la manifestación del Espíritu para
provecho común, Pues del mismo modo que el cuerpo es uno, aunque tiene muchos
miembros, y todos los miembros del cuerpo, no obstante su pluralidad, no forman más
que un solo cuerpo, así también Cristo. Porque en un solo Espíritu hemos sido todos
bautizados, para no formar más que un cuerpo, judíos y griegos, esclavos y libres. Y
todos hemos bebido de un solo Espíritu.
13
Lectura de la Palabra de Dios
Juan 20,19-23
Al atardecer de aquel día, el primero de la semana, estando cerradas, por miedo a los
judíos, las puertas del lugar donde se encontraban los discípulos, se presentó Jesús
en medio de ellos y les dijo: «La paz con vosotros.» Dicho esto, les mostró las manos y
el costado. Los discípulos se alegraron de ver al Señor. Jesús les dijo otra vez: «La paz
con vosotros. Como el Padre me envió,
también yo os envío.» Dicho esto, sopló sobre ellos y les dijo: «Recibid el Espíritu
Santo. A quienes perdonéis los pecados,
les quedan perdonados;
a quienes se los retengáis,
les quedan retenidos.»
Homilía
«Al llegar el día de Pentecostés, estaban todos reunidos en un mismo lugar» (Hch 2,1).
Habían pasado cincuenta días desde la Pascua y ciento veinte seguidores de Jesús
(los doce con el grupo de los discípulos junto con María y las demás mujeres) se
encontraban juntos, como solían hacer, en el cenáculo. Tras la Pascua no habían
dejado de reunirse para rezar, escuchar las Escrituras y vivir en fraternidad. Esta
tradición apostólica no se ha interrumpido nunca hasta nuestros días. No sólo en
Jerusalén sino en muchas otras ciudades del mundo, los cristianos continúan
encontrándose «todos reunidos en un mismo lugar» para escuchar la Palabra de Dios,
para alimentarse del pan de la vida y para continuar viviendo juntos en la memoria del
Señor.
Aquel día de Pentecostés fue decisivo para los discípulos a causa de los
acontecimientos que tuvieron lugar tanto dentro como fuera del cenáculo. Narran los
Hechos de los Apóstoles que «de repente vino del cielo un ruido como el de una ráfaga
de viento impetuoso» sobre la casa en la que se encontraban los discípulos; fue una
especie de terremoto que se oyó en toda Jerusalén, hasta el punto que mucha gente
acudió ante aquella puerta para ver qué sucedía. Rápidamente se dieron cuenta de
que no se trataba de un terremoto normal. Se había apreciado una fuerte sacudida,
pero no se había derrumbado nada. Desde fuera no se veían los «derrumbamientos»
que se estaban produciendo en el interior. Dentro del cenáculo, efectivamente, los
discípulos experimentaron un auténtico terremoto que, a pesar de ser
fundamentalmente interior, les afectó visiblemente a todos ellos y al entorno. Vieron
«unas lenguas como de fuego que se repartieron y se posaron sobre cada uno de ellos;
quedaron todos llenos del Espíritu Santo y se pusieron a hablar en otras lenguas». Fue
para todos ellos –desde los apóstoles hasta los discípulos y las mujeres– una
experiencia que les cambió profundamente.
Pero aquel terremoto interior que cambió el corazón de los discípulos tuvo reflejos
también en el exterior. Aquella puerta cerrada se abrió y los discípulos empezaron a
hablar a la multitud congregada. La larga y detallada enumeración de pueblos indica la
presencia del mundo entero: estaban todos los pueblos. Y mientras los discípulos de
Jesús hablan, todos ellos les entienden en su propia lengua: «Todos les oímos hablar
en nuestra lengua las maravillas de Dios», afirman estupefactos. Desde aquel día el
Espíritu del Señor empezó a superar límites que parecían infranqueables.
Pentecostés ponía fin a Babel. El Espíritu Santo daba inicio a un tiempo nuevo, el
tiempo de la comunión y de la fraternidad. La Iglesia empieza en Jerusalén, entre el
cenáculo y la plaza: los discípulos, llenos del Espíritu Santo superan su miedo y
empiezan a predicar. Jesús les había dicho: «Cuando venga él, el Espíritu de la verdad,
14
os guiará hasta la verdad completa» (Jn 16,13). El Espíritu ha venido, y desde aquel
día continúa guiando a los discípulos por los caminos del mundo. La soledad, la
confusión, la incomprensión, la orfandad y la lucha fratricida ya no son ineludibles en la
vida de los hombres, porque el Espíritu ha venido para «renovar la faz de la tierra» (Sal
104,30). El apóstol Pablo, en la Epístola a los Gálatas, exhorta a los creyentes a
caminar «según el Espíritu» para no dar «satisfacción a las apetencias de la carne…
Las obras de la carne son conocidas: fornicación, impureza, libertinaje, idolatría,
hechicería, odios, discordia, celos, iras, rencillas, divisiones, disensiones, envidias,
embriagueces, orgías y cosas semejantes» (Ga 5,16-21). Y añade: «En cambio el fruto
del Espíritu es amor, alegría, paz, paciencia, afabilidad, bondad, fidelidad,
mansedumbre, dominio de sí» (Ga 5,22). El mundo necesita esos frutos. Pentecostés
es el inicio de la Iglesia. El Espíritu Santo se infunde también sobre nosotros para que
salgamos de nuestras avaricias y de nuestras cerrazones y testimoniemos así el amor
del Señor anunciando su Evangelio a todas las criaturas hasta los confines de la Tierra.
*****
16/05/2005
Memoria de los pobres
Canto de los Salmos
Psaume 87 (88)
Yahveh, Dios de mi salvación,
ante ti estoy clamando día y noche;
llegue hasta ti mi súplica,
presta oído a mi clamor.
Porque mi alma de males está ahíta,
y mi vida está al borde del seol;
contado entre los que bajan a la fosa,
soy como un hombre acabado:
relegado entre los muertos,
como los cadáveres que yacen en la tumba,
aquellos de los que no te acuerdas más,
que están arrancados de tu mano.
Me has echado en lo profundo de la fosa,
en las tinieblas, en los abismos;
sobre mí pesa tu furor,
con todas tus olas me hundes. Pausa.
Has alejado de mí a mis conocidos,
me has hecho para ellos un horror,
cerrado estoy y sin salida,
mi ojo se consume por la pena.
Yo te llamo, Yahveh, todo el día,
tiendo mis manos hacia ti. Pausa.
¿Acaso para los muertos haces maravillas,
o las sombras se alzan a alabarte?
15
¿Se habla en la tumba de tu amor,
de tu lealtad en el lugar de perdición?
¿Se conocen en las tinieblas tus maravillas,
o tu justicia en la tierra del olvido ?"""
Mas yo grito hacia ti, Yahveh,
de madrugada va a tu encuentro mi oración; "
¿por qué, Yahveh, mi alma rechazas,
lejos de mí tu rostro ocultas?
Desdichado y agónico estoy desde mi infancia,
he soportado tus terrores, y ya no puedo más; "
han pasado tus iras sobre mí,
tus espantos me han aniquilado.
Me envuelven como el agua todo el día,
se aprietan contra mí todos a una.
Has alejado de mí compañeros y amigos,
son mi compañía las tinieblas.
Lectura de la Palabra de Dios
Éxodo 2,23-25
Durante este largo período murió el rey de Egipto; los israelitas, gimiendo bajo la
servidumbre, clamaron, y su clamor, que brotaba del fondo de su esclavitud, subió a
Dios. Oyó Dios sus gemidos, y acordóse Dios de su alianza con Abraham, Isaac y
Jacob. Y miró Dios a los hijos de Israel y conoció...
Parece que todo ha terminado para aquel pueblo de esclavos. Moisés, el hombre que
había intentado ayudarles, está en Madián. ¿Quién oirá el gemido de los israelitas?
¿Quién escuchará su lamento? ¿Quién escucha el grito de muchos pobres de nuestro
mundo, el gemido que se eleva en lugares lejanos, el lamento de los ancianos, de los
niños asesinados o vendidos, de los condenados a muerte? El mundo se muestra a
menudo insensible, indiferente. Está prisionero de sus quehaceres, de sus intereses,
del miedo a perder lo que tiene. El grito de los pobres es un llamamiento de justicia y
de misericordia que llega hasta Dios. Él lo escucha, al igual que escuchó el grito de
Israel en Egipto. Cada creyente, cada comunidad cristiana debe acoger el lamento de
los pobres y presentarlo a Dios en la oración incesante. Es una tarea importante de la
que todo creyente debe responsabilizarse. La oración es el primer e indispensable
modo de ocuparse de los pobres. De ese modo imitamos la misericordia divina que es
la primera en darse cuenta de la esclavitud que vive su pueblo. Dios se percibe de su
situación, se preocupa de ellos y no les abandona. Y nos pide a nosotros que le
ayudemos en la obra de salvación.
*****
16
17/05/2005
Memoria de la Madre del Señor
Canto de los Salmos
Psaume 88 (89)
El amor de Yahveh por siempre cantaré,
de edad en edad anunciará mí boca tu lealtad.
Pues tú dijiste: "Cimentado está el amor por siempre,
asentada en los cielos mi lealtad.
Una alianza pacté con mi elegido,
un juramento hice a mi siervo David:
Para siempre jamás he fundado tu estirpe,
de edad en edad he erigido tu trono." Pausa.
Los cielos celebran, Yahveh, tus maravillas,
y tu lealtad en la asamblea de los santos.
Porque ¿quién en las nubes es comparable a Yahveh,
quién a Yahveh se iguala entre los hijos de los
dioses?
Dios temible en el consejo de los santos,
grande y terrible para toda su corte.
Yahveh, Dios Sebaot, ¿quién como tú?,
poderoso eres, Yahveh, tu lealtad te circunda.
Tú domeñas el orgullo del mar,
cuando sus olas se encrespan las reprimes; "
tú machacaste a Ráhab lo mismo que a un cadáver,
a tus enemigos dispersaste con tu potente brazo.
Tuyo es el cielo, tuya también la tierra,
el orbe y cuanto encierra tú fundaste; "
tú creaste el norte y el mediodía,
el Tabor y el Hermón exultan en tu nombre.
Tuyo es el brazo y su bravura,
poderosa tu mano, sublime tu derecha; "
Justicia y Derecho, la base de tu trono,
Amor y Verdad ante tu rostro marchan.
Dichoso el pueblo que la aclamación conoce,
a la luz de tu rostro caminan, oh Yahveh; "
en tu nombre se alegran todo el día,
en tu justicia se entusiasman.
Pues tú eres el esplendor de su potencia,
por tu favor exaltas nuestra frente; "
sí, de Yahveh nuestro escudo;
del Santo de Israel es nuestro rey."
Antaño hablaste tú en visión
a tus amigos, y dijiste:
17
""He prestado mi asistencia a un bravo,
he exaltado a un elegido de mi pueblo."
He encontrado a David mi servidor,
con mi óleo santo le he ungido; "
mi mano será firme para él,
y mi brazo le hará fuerte.
No le ha de sorprender el enemigo,
el hijo de iniquidad no le oprimirá; "
yo aplastaré a sus adversarios ante él,
heriré a los que le odian.
Mi lealtad y mi amor irán con él,
por mi nombre se exaltará su frente; "
pondré su mano sobre el mar,
sobre los ríos su derecha.
El me invocará: ¡Tú, mi Padre,
mi Dios y roca de mi salvación! "
Y yo haré de él el primogénito,
el Altísimo entre los reyes de la tierra.
Le guardaré mi amor por siempre,
y mi alianza será leal con él; "
estableceré su estirpe para siempre,
y su trono como los días de los cielos.
Si sus hijos abandonan mi ley,
y no siguen mis juicios, "
si profanan mis preceptos,
y mis mandamientos no observan,
castigaré su rebelión con vara,
y su culpa con azote, "
mas no retiraré de él mi amor,
en mi lealtad no fallaré.
No violaré mi alianza,
no cambiaré lo que sale de mis labios; "
una vez he jurado por mi santidad:
¡a David no he de mentir!
Su estirpe durará por siempre,
y su trono como el sol ante mí, "
por siempre se mantendrá como la luna,
testigo fiel en el cielo."" Pausa. "
Pero tú has rechazado y despreciado,
contra tu ungido te has enfurecido; "
has desechado la alianza con tu siervo,
has profanado por tierra su diadema.
Has hecho brecha en todos sus vallados,
sus plazas fuertes en ruina has convertido; "
18
le han saqueado todos los transeúntes,
se ha hecho el baldón de sus vecinos.
A sus adversarios la diestra has exaltado,
a todos sus enemigos has llenado de gozo; "
has embotado el filo de su espada,
y no le has sostenido en el combate.
Le has quitado su cetro de esplendor,
y su trono por tierra has derribado; "
has abreviado los días de su juventud,
le has cubierto de ignominia. Pausa.
¿Hasta cuándo te esconderás, Yahveh?
¿arderá tu furor por siempre como fuego?
Recuerda, Señor, qué es la existencia,
para qué poco creaste a los hijos de Adán.
¿Qué hombre podrá vivir sin ver la muerte,
quién librará su alma de la garra del seol? Pausa.
¿Dónde están tus primeros amores, Señor,
que juraste a David por tu lealtad?
Acuérdate, Señor, del ultraje de tus siervos:
cómo recibo en mi seno todos los dardos de los
pueblos; "
así ultrajan tus enemigos, Yahveh,
así ultrajan las huellas de tu ungido.
¡Bendito sea Yahveh por siempre!
¡Amén! ¡Amén!
Lectura de la Palabra de Dios
Éxodo 3,1-6
Moisés era pastor del rebaño de Jetró su suegro, sacerdote de Madián. Una vez llevó
las ovejas más allá del desierto; y llegó hasta Horeb, la montaña de Dios. El ángel de
Yahveh se le apareció en forma de llama de fuego, en medio de una zarza. Vio que la
zarza estaba ardiendo, pero que la zarza no se consumía. Dijo, pues, Moisés: "Voy a
acercarme para ver este extraño caso: por qué no se consume la zarza." Cuando vio
Yahveh que Moisés se acercaba para mirar, le llamó de en medio de la zarza, diciendo:
"¡Moisés, Moisés!" El respondió: "Heme aquí." Le dijo: "No te acerques aquí; quita las
sandalias de tus pies, porque el lugar en que estás es tierra sagrada." Y añadió: "Yo
soy el Dios de tu padre, el Dios de Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob."
Moisés se cubrió el rostro, porque temía ver a Dios.
Moisés ha dejado aparte su indignación ante la injusticia y lleva una vida tranquila en
su familia. Pero el Señor no se ha olvidado de la miseria de su pueblo. Como fuego
ardiente irrumpe en la vida de Moisés. Es el fuego del amor de Dios, el fuego de su
compasión que se le aparece de manera inesperada a un hombre olvidadizo y
resignado, que sólo pretende apacentar su rebaño. El Señor se acerca y llama por su
19
nombre a Moisés, que responde prontamente y con confianza. El Señor se acerca a
cada uno de nosotros desde la tierra santa de la comunidad cristiana, desde el lugar de
la oración cuando se abre el libro de las sagradas Escrituras y Dios nos habla. El fuego
de su palabra nos despierta de una vida atareada y distraída. Él es el Dios de la historia
de hombres y mujeres de fe, que antes de nosotros han respondido con confianza:
«Heme aquí». Por la fe de un solo hombre Dios salvó a un pueblo entero. No nos
echemos atrás ante la llamada de Dios. Como Moisés, como Samuel (1 S 3), como el
profeta Isaías (Is 6), como muchos otros profetas, respondamos con confianza: «Heme
aquí». El Señor nos hará profetas de su amor para salvar al mundo.
*****
18/05/2005
Memoria de los santos y de los profetas
Lectura de la Palabra de Dios
Éxodo 3,7-12
Dijo Yahveh: "Bien vista tengo la aflicción de mi pueblo en Egipto, y he escuchado su
clamor en presencia de sus opresores; pues ya conozco sus sufrimientos. He bajado
para librarle de la mano de los egipcios y para subirle de esta tierra a una tierra buena y
espaciosa; a una tierra que mana leche y miel, al país de los cananeos, de los hititas,
de los amorreos, de los perizitas, de los jivitas y de los jebuseos. Así pues, el clamor de
los israelitas ha llegado hasta mí y he visto además la opresión con que los egipcios los
oprimen. Ahora, pues, ve; yo te envío a Faraón, para que saques a mi pueblo, los
israelitas, de Egipto." Dijo Moisés a Dios: ¿Quién soy yo para ir a Faraón y sacar de
Egipto a los israelitas?" Respondió: "Yo estaré contigo y esta será para ti la señal de
que yo te envío: Cuando hayas sacado al pueblo de Egipto daréis culto a Dios en este
monte ."
Dios no está lejos de los hombres. Al contrario, se rebaja hasta tocar la miseria para
liberarles. En el Éxodo Dios dice: «Bien vista tengo la aflicción de mi pueblo en Egipto,
y he escuchado su clamor». El Señor no es impasible. El grito de su pueblo le
conmueve y decide bajar del cielo para liberarlo. Es el descendimiento de Dios que se
hará aún más visible en Jesús, siervo que sufre, que ha cargado con el dolor del pueblo
de Israel y del mundo entero. Dios no actúa solo, sino que involucra a Moisés y a cada
uno de nosotros en su preocupación por la salvación y nos envía a los que sufren y a
los pobres para que seamos signo concreto de su misericordia. La objeción de Moisés
es a menudo también la nuestra: ¿«Quién soy yo» para ir a liberar a aquel pueblo de
esclavos, para hacer frente a un hombre fuerte como el faraón? Es una objeción que
esconde en realidad nuestra pereza. El Señor estará al lado de cada uno de nosotros.
No estamos solos luchando contra el mal, no estamos solos cerca de los que sufren.
Dios es nuestra fuerza. Por eso le servimos en la montaña donde se ha aparecido y
nos ha hablado.
*****
20
19/05/2005
Memoria de la Iglesia
Canto de los Salmos
Salmo 89 (90)
Señor, tú has sido para nosotros
un refugio de edad en edad.
Antes que los montes fuesen engendrados,
antes que naciesen tierra y orbe,
desde siempre hasta siempre tú eres Dios.
"Tú al polvo reduces a los hombres,
diciendo: ""¡Tornad, hijos de Adán!"" "
Porque mil años a tus ojos
son como el ayer, que ya pasó,
como una vigilia de la noche.
Tú los sumerges en un sueño,
a la mañana serán como hierba que brota;
por la mañana brota y florece,
por la tarde se amustia y se seca.
Pues por tu cólera somos consumidos,
por tu furor anonadados.
Has puesto nuestras culpas ante ti,
a la luz de tu faz nuestras faltas secretas.
Bajo tu enojo declinan todos nuestros días,
como un suspiro consumimos nuestros años.
Los años de nuestra vida son unos setenta,
u ochenta, si hay vigor;
mas son la mayor parte trabajo y vanidad,
pues pasan presto y nosotros nos volamos.
¿Quién conoce la fuerza de tu cólera,
y, temiéndote, tu indignación?
¡Enséñanos a contar nuestros días,
para que entre la sabiduría en nuestro corazón!
¡Vuelve, Yahveh! ¿Hasta cuándo?
Ten piedad de tus siervos.
Sácianos de tu amor a la mañana,
que exultemos y cantemos toda nuestra vida.
Devuélvenos en gozo los días que nos humillaste,
los años en que desdicha conocimos.
¡Que se vea tu obra con tus siervos,
y tu esplendor sobre sus hijos!
¡La dulzura del Señor sea con nosotros!
¡Confirma tú la acción de nuestras manos!
21
Lectura de la Palabra de Dios
Éxodo 3,13-15
Contestó Moisés a Dios: "Si voy a los israelitas y les digo: "El Dios de vuestros padres
me ha enviado a vosotros"; cuando me pregunten: "¿Cuál es su nombre?", ¿qué les
responderé?" Dijo Dios a Moisés: "Yo soy el que soy." Y añadió: "Así dirás a los
israelitas: "Yo soy" me ha enviado a vosotros." Siguió Dios diciendo a Moisés: "Así
dirás a los israelitas: Yahveh, el Dios de vuestros padres, el Dios de Abraham, el Dios
de Isaac y el Dios de Jacob, me ha enviado a vosotros. Este es mi nombre para
siempre, por él seré invocado de generación en generación."
Moisés todavía titubea y duda ante el deber que se le ha confiado. Pone a prueba a
Dios pidiéndole su nombre. Dios no se niega a contestar, aunque su respuesta sea casi
enigmática. Moisés oye: «Dirás a los israelitas: ‘Yo soy’ me ha enviado a vosotros».
¿Cuál es el significado de este nombre? La respuesta de Dios no es evasiva ni difícil.
Tampoco es una definición abstracta o teórica. En un cierto sentido Dios no responde
o, mejor dicho, manifiesta su proximidad a su pueblo: yo soy aquel que está contigo,
que te acompañará a lo largo del camino de liberación, el que estará contigo en la tierra
prometida. El nombre de Dios está íntimamente unido a la historia, a la relación
personal con su pueblo. Se podría decir que Dios se revela mientras se pone en
relación con las historias de quienes lo acogen, mientras se acerca a nosotros,
hombres y mujeres del mundo. «El es el que es» mientras se acerca a nosotros. En
efecto, es el Dios de Abraham, de Isaac, de Jacob, un Dios que se ha revelado guiando
la vida de hombres que han tenido fe en él, que le han escuchado y seguido. Sólo
podemos conocer el nombre de Dios abandonándonos confiadamente en él en la
historia de cada día.
*****
20/05/2005
Memoria de Jesús crucificado
Lectura de la Palabra de Dios
Éxodo 4,1-9
Respondió Moisés y dijo: "No van a creerme, ni escucharán mi voz; pues dirán: "No se
te ha aparecido Yahveh."" Díjole Yahveh: "¿Qué tienes en tu mano?" "Un cayado",
respondió él. Yahveh le dijo: "Échalo a tierra." Lo echó a tierra y se convirtió en
serpiente; y Moisés huyó de ella. Dijo Yahveh a Moisés: "Extiende tu mano y agárrala
por la cola." Extendió la mano, la agarró, y volvió a ser cayado en su mano... Para que
crean que se te ha aparecido Yahveh, el Dios de sus padres, el Dios de Abraham, el
Dios de Isaac y el Dios de Jacob. Y añadió Yahveh: "Mete tu mano en el pecho." Metió
él la mano en su pecho y cuando la volvió a sacar estaba cubierta de lepra, blanca
como la nieve. Y le dijo: "Vuelve a meter la mano en tu pecho." La volvió a meter y,
cuando la sacó de nuevo, estaba ya como el resto de su carne. Así pues, si no te creen
ni escuchan la voz por la primera señal, creerán por la segunda. Y si no creen tampoco
por estas dos señales y no escuchan tu voz, tomarás agua del Río y la derramarás en
el suelo; y el agua que saques del Río se convertirá en sangre sobre el suelo."
22
No es fácil para el Señor convencer a Moisés. Lo había atraído hasta él, en la montaña,
le había revelado su nombre, pero Moisés desconfía de los demás, pensaba que no le
iban a escuchar. Aún no había comprendido que su fuerza estaba sólo en el Señor. Se
encontraba ante un país fuerte y poderoso. Egipto era una de las grandes potencias de
la época. ¿El pueblo de Israel accedería a abandonar un país seguro –aunque
opresor– para emprender un camino desconocido? ¿Emprendería aquel camino
basándose sólo en la palabra de uno que, además, había huido? Dios muestra a
Moisés los prodigios que puede hacer quien confía en su palabra. El Dios de Abraham,
de Isaac y de Jacob no es menos fuerte que el faraón de Egipto. Hace que los que
confían en él cumplan prodigios. Su palabra hace prodigios si se comunica con
franqueza y sin temor. «Mirad, os he dado el poder de pisar sobre serpientes y
escorpiones y sobre todo poder del enemigo; y nada os podrá hacer daño», dirá Jesús
a los discípulos que se alegraban de la fuerza de la palabra que habían comunicado.
*****
21/05/2005
Vigilia del domingo
Lectura de la Palabra de Dios
Éxodo 4,10-17
Dijo Moisés a Yahveh: "¡Por favor, Señor! Yo no he sido nunca hombre de palabra fácil,
ni aun después de haber hablado tú con tu siervo; sino que soy torpe de boca y de
lengua." Le respondió Yahveh: "¿Quién ha dado al hombre la boca? ¿? Quién hace al
mudo y al sordo, al que ve y al ciego? ¿No soy yo, Yahveh? Así pues, vete, que yo
estaré en tu boca y te enseñaré lo que debes decir." El replicó: "Por favor, envía a
quien quieras." Entonces se encendió la ira de Yahveh contra Moisés, y le dijo: "¿No
tienes a tu hermano Aarón el levita? Sé que él habla bien; he aquí que justamente
ahora sale a tu encuentro, y al verte se alegrará su corazón. Tu le hablarás y pondrás
las palabras en su boca; yo estaré en tu boca y en la suya, y os enseñaré lo que habéis
de hacer. El hablará por ti al pueblo, él será tu boca y tú serás su dios. Toma también
en tu mano este cayado, porque con él has de hacer las señales."
Tampoco para Moisés la respuesta es inmediata. Moisés se siente inadecuado: nunca
ha sabido hablar a los demás. ¿Cómo podrá ir a aquel pueblo del que había huido para
hablarle de Dios? ¿Cómo comunicarle el Evangelio del éxodo, la buena noticia de una
liberación que a todos les parecía imposible, y quizás no deseada? ¿Cómo podrá
convencer a un hombre poderoso como el faraón? Moisés busca motivos para echarse
atrás ante el deber que Dios le ha confiado. Su corazón aún titubea porque no cree en
la compañía y en la fuerza del Señor. Pero cuando Dios llama, nunca deja de prestar la
ayuda necesaria. La respuesta divina es doble: «Yo estaré contigo»; «Tienes a tu
hermano Aarón». Dios está con nosotros, habla con nosotros y nos sostiene. Él no
abandona a los discípulos en el mundo, especialmente les sostiene en las dificultades.
Además nos ha enviado hermanos para ayudarnos a comunicar la palabra que nos ha
23
confiado. Todos nosotros hemos recibido el don de los hermanos –del mismo modo
que Moisés tuvo a Aarón– que nos ayudan a comunicar la alegría del Evangelio. No
hay nada que temer. El Señor no nos deja solos; y vemos que la compañía de los
hermanos y de las hermanas que hemos recibido como don es dulce y fuerte.
*****
22/05/2005
Liturgia del domingo
Fiesta de la Trinidad
Primera Lectura
Éxodo 34,4-6.8-9
Labró Moisés dos tablas de piedra como las primeras y, levantándose de mañana,
subió al monte Sinaí como le había mandado Yahveh, llevando en su mano las dos
tablas de piedra. Descendió Yahveh en forma de nube y se puso allí junto a él. Moisés
invocó el nombre de Yahveh. Yahveh pasó por delante de él y exclamó: "Yahveh,
Yahveh, Dios misericordioso y clemente, tardo a la cólera y rico en amor y fidelidad, Al
instante, Moisés cayó en tierra de rodillas y se postró, diciendo: "Si en verdad he
hallado gracia a tus ojos, oh Señor, dígnese mi Señor venir en medio de nosotros,
aunque sea un pueblo de dura cerviz; perdona nuestra iniquidad y nuestro pecado, y
recíbenos por herencia tuya."
Salmo responsorial
Daniel 3, 52-56
Bendito eres, Señor, Dios de nuestros padres:
a ti gloria y alabanza por los siglos.
Bendito tu nombre, santo y glorioso:
a él gloria y alabanza por los siglos.
Bendito eres en el templo de tu santa gloria:
a ti gloria y alabanza por los siglos.
Bendito eres sobre el trono de tu reino:
a ti gloria y alabanza por los siglos.
Bendito eres tú, que sentado sobre querubines sondeas los abismos:
a ti gloria y alabanza por los siglos.
Segunda Lectura
Segunda Corintios 13,11-13
Por lo demás, hermanos, alegraos; sed perfectos; animaos; tened un mismo sentir;
vivid en paz, y el Dios de la caridad y de la paz estará con vosotros. Saludaos
mutuamente con el beso santo. Todos los santos os saludan. La gracia del Señor
Jesucristo, el amor de Dios y la comunión del Espíritu Santo sean con todos vosotros.
Lectura de la Palabra de Dios
Juan 3,16-18
Porque tanto amó Dios al mundo
que dio a su Hijo único,
para que todo el que crea en él no perezca,
24
sino que tenga vida eterna. Porque Dios no ha enviado a su Hijo al mundo
para juzgar al mundo,
sino para que el mundo se salve por él. El que cree en él, no es juzgado;
pero el que no cree, ya está juzgado,
porque no ha creído
en el Nombre del Hijo único de Dios.
Homilía
Con la fiesta de la Trinidad se abre el tiempo litúrgico denominado «ordinario», porque
no contiene ningún recuerdo especial de la vida de Jesús. Aun así, no es un tiempo
menos significativo que el anterior. Es más, podríamos decir que la fiesta de la
Santísima Trinidad proyecta su luz sobre toda la historia humana. De hecho, la acción
del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo está presente desde la creación: «la Palabra
estaba con Dios» y «todo se hizo por ella y sin ella no se hizo nada de cuanto existe»,
tal como escribe Juan en el prólogo de su Evangelio. Eso significa que ya el momento
de la creación está radicalmente marcado por la comunión entre el Padre y el Hijo
hasta el punto de poder afirmar que toda realidad humana está hecha de comunión y
por la comunión. Dios, después de haber creado al hombre, dijo: «No es bueno que el
hombre esté solo». Tampoco Dios está solo. El Dios de Jesús no es un ser solitario
sino una «familia» de tres personas. Se podría decir que se aman tanto que son una
sola cosa. Y no se han guardado su alegría sino que la han derramado sobre los
hombres. Escribe Juan: «Dios ha amado tanto al mundo que ha dado su hijo unigénito,
para quien crea en él no muera, sino que tenga la vida eterna» (Jn 3,16). Enviar al hijo
no nace de una obligación jurídica, sino de una superabundancia de amor. La Trinidad
no es otra cosa que este misterio superabundante de amor, que desde el cielo se ha
derramado sobre la Tierra superando fronteras, límites y creencias. Es como una
energía irrefrenable para quien la acoge. El Espíritu Santo empuja, arrastra hacia Dios.
La Trinidad, esta increíble «familia», ha optado por entrar en la historia de los hombres
para llamarlos a todos a formar parte de ella. Este es el horizonte final que el misterio
de la Trinidad nos abre hoy. Y este horizonte es, sin duda, el desafío más grande
lanzado a todas las Iglesias cristianas, a todas las religiones, a todos los hombres. Es
el desafío a vivir en el amor, justo cuando parece fortalecerse el camino de los
particularismos y del individualismo. La Trinidad nos empuja a superar los límites, y
siempre los relativiza hasta destruirlos. Donde hay amor, allí está Dios.
25
Descargar