revista ilustrada. Año 42, n. 978 [ie 980] - Gobierno

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Pamplona 8 de enero de 1936
Año XLII
-
ÓRGANO'—
DE l.A 'BIBLIOTECA CATÓLICO PROPAGANDISTA,,
Núm. 978
ADMINISTRACIÓN, ESTAFETA, 31
DIRECCIÓN, NAVAS DE TOLOSA, 21, 2.° irq
deis regenerar al mundo con vuestras ocho páginas quincenales? ¿Presumís detener el torrente, o siquiera desviarlo
con vuestra humilde piedrecilla? ¡Ilusiones juveniles! No
tardará en desvanecerlas un doloroso desengaño.
o pienses, lector benignísimo, al leer este epíCallamos entonces los aludidos, y dejamos al tiempo y
grafe que vamos a darte un extracto de nuesa Dios el cuidado de darnos el desengaño o el parabién,
tros libros de cargo y data, y a exponerte
y hoy, hojeando con verdadero cariño de padres la exaquí, en cifras claras y redondas, la suma totensa colección de LA AVALANCHA, nos figuramos haber
tal de nuestras pérdidas o ganancias. Más fácil nos fuera
dirigido la palabra a muchos miles
hablarte de las primeras que de las
NAVARRA
de hijos del pueblo, pobres algusegundas, si quisiésemos entrar en
nos, medianos los más, ricos y potan divertida tarea. Dejémosla, emderosos muy pocos. Figurámonos
pero, para el administrador, que no
tenerlos allí <y de esta suerte escries rana en esta materia. Allá se
bimos nuestros artículos), figurálas componga él con sus sumas y
monos tenerlos allí, alrededor de
restas; mayor y más elevada es
nuestro pupitre de periodista rannuestra idea.
cio, solícitos, atentos, escuchando
Nuestro balance ha de ser de
nuestra humilde voz. y luego nos
más altos intereses. Importa exadecimos: «Si a estos miles de naminar en este día, en que cumple
varros los tuviese pendientes, cada
sus XLII años de edad nuestra
quince días, de sus labios, un oraquerida revista LA AVALANCHA, imdor ateo que les enseñase a reneporta, digo, detenerse un momento
gar de Dios, a embrutecer su alma
a considerar el trecho recorrido, y
y a levantarse contra la autoridad
alzando los ojos al cielo, alentarse
legítima, ¿no llamaríamos a eso una
a emprender con igual o mayor
gran calamidad? ¿No veríamos en
decisión el nuevo año que a la visestas palabras, con tanta profusión
ta se nos presenta.
esparcidas, la semilla de grandes
Cuando con ios nobles propósicatástrofes para el porvenir? Pues
tos que acaso pudiste leer en nuesbien, nuestra revista LA AVALANtro programa nos metimos, amado
CHA viene a ser cada quince días
lector, en la azarosa vida de perioese
orador callejero al cual escudistas, y lanzamos a la arena púchan
con regular, y por cierto, inblica nuestras primeras ocho pági=
merecida
benevolencia, innumerañas, uno de los muchos desconfiables hijos del pueblo. Sólo que ese
dos, que son aún en mayor númeorador callejero, por muy callejero
ro que los tontos, decíanos, con
y de plazuela que sea, no les encierta sonrisa como de compasión;
seña nunca a renegar de Dios, sino
— ¡Bah, una revista más en este
siempre a quererle de corazón;
siglo de revistas! y qué, ¿pretenLa Virgen'de la Peña, Compatrona de Fustiñana
BALANCE
;\
LA
2.
AVALANCHA
;
r'¿v nunca a odiar al prójimo, sino a amarle entrañablemente;
nunca a degradarse con viles pasiones, sino siempre a
ennoblecerse con santos pensamientos. Ese orador, por
vulgar y callejero que sea, recuerda cada quince días verdades sublimes que el pueblo debe siempre considerar como su más rico patrimonio; procura encender en su corazón la llama del entusiasmo por las glorias nacionales y
religiosas, y pone en su boca palabras fáciles y llanas con
que pueda contestar a cualquier hora a los argumentos de
la impiedad que por todas partes le rodea. Dígame ahora
el desconfiado de marras: si uno que emprendiese este oficio para el mal sería tan funesto a su patria, ¿por qué no
ha de serle altamente beneficioso uno que lo emprenda
para el bien? Si una arenga mala pronunciada cada quince
días ante tantos hijos del pueblo es una calamidad, ¿por
qué razón una arenga buena pronunciada cada quince
días ante el mismo respetable público no ha de ser un favor del cielo? Si lo primero es envenenar la atmósfera que
el pueblo respira, ¿por qué lo segundo no ha de ser purificarla? Si lo primero es una peste, ¿por qué lo segundo no
ha de ser un desinfectante?
Teníamos razón, pues, nosotros cuando, fiados en sólo
el auxilio de Dios, nos metimos de cabeza en la empresa
que hemos sostenido tantos años con tesón y proseguiremos con bríos. Tenemos razón, pues, en no arriar la bandera; nuestro carácter navarro y nuestra consigna de católicos no nos dictan más que una sola palabra: avanzar,
avanzar.
Avancemos, pues. Sólo deseamos que nos siga el público y que nos ayuden todos aquellos que puedan ayudarnos. ¿Hemos hecho algún bien? No lo sabemos. Nos
basta haberlo podido hacer y haber puesto para ello los
medios. Lo demás no es cuenta nuestra. Lo demás saldrá
en aquel otro balance general, en aquel arqueo supremo
en el cual Dios, libro en mano, sumará y restará las cuentas de todos los mortales. Con tal que el resultado que
arrojen las nuestras nos sea ventajoso, daremos por bien
, pagados y bien empleados, querido lector, estos y todos
los trabajos de nuestra vida. Procura tú poner corrientes
las tuyas, pues ya sabes aquello del refrán: A lo tuyo, tú.
S.
ooxxo
o
I
N aquel tiempo, los honradísimos esposos José
Mari y Mari Luisa, habitantes del caserío más
lejano de Errazquin, tenían tres hijos muy lucidos y guapos: José Antonio, de seis años, José
Miguel, de cinco, y (osé Luis, de cuatro.
El primero era además muy gordo y mofletudo, con las mejillas blancas y relucientes como dos bolas de billar, y por esta razón le llamaban "pocholo,,
nombre que se da a los tales en la Vasconia, como epíteto de cariñ.o y de amor.
Era el anochecer del día cinco de enero, y los tres niños comieron un buen número de castañas asadas, y las
rociaron después con riquísima leche, que un poco antes,
había traído el abuelo en el clásico kaikü.
Otras veces venía Morfeo por entonces, y los tumbaba por el suelo, sin que pudieran resistir su acometividad,
pero aquella no vino, o no puedo con los niños, porque
éstos no cesaban de correr y de saltar por la amplia cocina.
El abuelo, con su cigarro liado en hoja de maíz y
puesto en los labios, contempla gozoso las piruetas de
sus rollizos nietos, y a causa de ello se le apagaba un
sin número de veces. Entonces los nietecitos corrían en
busca de la tenaza para presentarle, prendida en ella,
una buena brasa del fogón; pero siempre vencía "pocholo., porque era el mayor y el más travieso de los tres.
¡Había que ver con qué fantasía se ponía ante el abuelo,
ofreciéndole fuego para reanimar su medio deshecho cigarro!
Después que lo encendió por centésima vez, "PochoIoB, con la tenaza en la mano, le preguntó—por supuesto
en euskera.
—Abuelo, ¿Cuándo han de pasar los Reyes por aquí?
—A las dos de la mañana, poco más o menos.
—Y a mí ¿qué me traerán?—Yo soy el mayor de ios
tres—añadió;—como quien dice: A mí me deben traer
más que a estos dos,
Cab'almente, aquella misma tarde el abuelo, desde un
escondite, había observado que "Pocholon, abusando de
su fuerza y de su mayor desarrollo, había quitado violentamente dos higos a su hermano José Antonio y un pedazo de piporropil a José Luis, dejándoles hechos una
Magdalena.
Por eso, cuando "PocholoB dijo:—A mí me deben
traer más cosas que a estos dos—respondió en seguida:
—Me parece que no, porque tú eres maio y tus hermanitos son buenos, de modo que a ellos les traerán cosas
más bonitas y más ricas que a ti.
"Pocholo, quedó triste y pensativo, mientras que José Antonio y José Luis sonreían como ángeles.
Y después de unos momentos le preguntó, con ansia,
al abuelo:
— Los Reyes Magos, ¿ya pegan a los chicos malos?
—Si quieren enmendarse, no; pero, si no quieren, sí.
En esto se oyó la aguda voz de la madre, que les decía:
—¡Hala! chicos, a la cama, que os van a encontrar los
Reyes en la cocina, y no os darán nada, porque no les
quieren a los chicos que están sin acostarse hasta media
noche.
Cuando quedaron solos el abuelo y la madre de los'
niños dijo aquél a su hija:
—Ese "Pechólo, es muy travieso, y hay que enderezarlo; y después de contarle lo que hizo a sus hermanitos y que ya lo sabe el lector, añadió:
—Hemos de poner en sus abarcas dos pedazos grandes de carbón, y en las de sus hermanitos, juguetes y golosinas,
II
El primero de los rapazuelos que se levantó al siguiente día fue, "Pocholo,,, el cual, corriendo a la ventana a ver lo que había en sus abarcas, quedó petrificado al desenvolver los dos paquetes, pues sabido es que
contenían grandes trozos de carbón.
Bajó a la cuadra, para esconderse en ella, y no hacía
más que llorar a lágrima viva, por el castigo tremendo de
los Reyes, En cambio, José Antonio y José Luis, que no
tardaron en levantarse, por haberles despertado con sus
¡das y venidas el hermano mayor, se presentaron en la
cocina más alegres que unas castañuelas. José Antonio
ostentaba en su diestra un piporropil, y una pelota de
cuero en su izquierda, mientras quejóse Luis enseñaba
en una mano una serie de rosquillas, y en la otra, una
pelota de goma.
—cDónde está "Pocholo,?— preguntó el abuelo, al
ver que no aparecía el muchacho.
Pero nadie daba respuesta adecuada. Al cabo de dos
horas, volviendo la madre de alimentar a las gallinas, se
presentó con "Pocholo,, a quien sorprendió llorando en
un rincón, y lo trajo consigo.
No podía ya el abuelo sufrir impasible tan prolongado
llanto, y, dando vueltas a su cabeza, le ocurrió una idea
singular.
—"PocholoB—le dijo cariñosamente,—de aquí a ocho
días pasarán de vuelta por aquí los Reyes Magos, y si tú
cambias de conducta y eres bueno, yo les diré a aquellos
••
..-ir,
,•.">•;
LA
AVALANCHA
señores, y seguramente que te dejarán algo de lo que les
ha sobrado.
"PocholoB abrió desmesuradamente sus hermosos
ojos al oír las palabras del abuelo, y le prometió repetidas veces que en lo sucesivo sería bueno.
En seguida comenzó a jugar con sus hermanitos, secándose las lágrimas con el revés de su delantal, y no
cometió en adelante la menor travesura.
Puso de nuevo sus abarcas en la ventana, para la octava de los Reyes, y su gozo fue inmenso cuando, a la siguiente mañana, encontró en cada una de ellas una hermosa pelota y un piporropil, y debajo de todo, una pala
pequeña, primorosamente hecha, y proporcionada a las
pelotas.
Y entre tanto, ¡con qué placer se reía el abuelo, autor
de toda la trama.
EL
PRIOR DE RONCESVALLES.
EN EL XX ANIVERSARIO
del fallecimiento del insigne
propagandista católico Dr. Sarda y Salvany
I
L jueves último, 2 de enero de 1936, hizo 20
años justos y cabales que al filo de la media noche, ai pie del cañón y confortado con
los últimos Sacramentos, entregó a Dios el
alma mi maestro amadísimo, mi venerable
amigo y director D. Félix Sarda y Salvany, alabanza, honor y gloria del sacerdocio español en el siglo XIX,
Y entregó a Dios el alma con los cinco talentos con
que había sido tan bizarramente enriquecida por Su Divina Majestad; con infinitos libros que Sarda compuso;
con aquellas santas obras en que perpetuamente se había ejercitado; con la angélica pureza de vida inmaculada que había guardado siempre desde niño; con otras
muchas fundaciones y obras de eficacísima propaganda
que había trazado o inspirado o dirigido o enderezado a
feliz suesso; con el perpeiuo y constante, fragantísimo y
esplendoroso buen ejemplo de que fue espejo clarísimo
durante su larga vida; con infinitos santos deseos de la
mayor gloria de Dios, que a los divinos ojos tanto valen
como las buenas obra>; con las riquezas y casa solariega
(herencia de sus mayores), riquezas que había gastado
en servicio de Dios, casa que había trocado en asilo de
ancianos pobres, reservándose él el derecho de vivir entre sus pobres y servirles como humilde capellán...
Sarda y Salvany fue (como hoy dirían en ese lenguaje
modernista que me revienta tanto), Sarda y Salvany fue
una revelación de la Revolución de septiembre; revolución la más desastrosa, por cierto, de todas las de España; más desastrosa todavía que la de ahora, que no es
ni más ni menos que retoño o hijuela natural de aquella.
Fue, digo, una revelación de aquella revolución de 1868,
porque al contemplar aquellas
llamas, dolores,, guerras
'
- -: ""•+:'_,;.:
muertes, asolamientos, fieros males,
que de aquella letal y satánica fuente se derivaban (hac
fonte derivata clades), se llenó de celo santo como el
valeroso Matatías; de amor a Dios, a su Patria y a su
Rey, y empuñó como aquel valentísimo Patriarca de ios
fuertes Macabeos, empuñó la acerina espada, quiero decir, la pluma para no darla paz hasta morir. Y primeramente en "La Convicción,, (y debajo del regocijado y
famosísimo alias de *Un oscurantista de buena fe») y
luego, y ya para siempre, con su verdadero nombre y
apellido en la nunca bien alabada "Revista Popular* *
comenzó sus inolvidadas campañas vencedoras, sin cejar
en ellas ni un solo mes, ni un solo día; y en las cuales,
con la santa tenacidad y fortaleza del varón .justo y tenaz en sus propósitos (como diría el viejo Horacio en
latín), del verdadero varón apostólico, como decimos en
cristiano y en castellano..., perseveró hasta el mismo día
de su santa muerte,
Sólo se interrumpieron estas campañas muy poco
tiempo en el año postrimero de su vida, cuando le salteó la enfermedad mortal. Herido quedó de muerte (aunque siguió escribiendo medio año), y entonces me escribió una carta en que me decía que "daba a Dios gracias
sin fin porque le había dado una juventud de setenta y tres
años, supuesto que hasta ahora he sido perpetuamente
joven. Hoy ya ha cesado mi juventud; hoy ya soy viejo
y estoy herido de muerte; razón de más para prepararme bien a ello,,.
En la convalecencia, aparente, de aquella enfermedad
mortal, fue a visitar a Sarda, con verdadero paternal cariño, el nuevo obispo de Barcelona D. Enrique Reig.
Solamente y únicamente para visitar a Sarda y Salvany se partió desde Barcelona a Sabadell aquel Obispo
que tanto le quería.
—Mi querido, mi amadísimo don Félix (le dijo el Prelado); dígame usted con qué cosa podría yo darle alguna
probanza o prenda del cariño que le tengo.
—Con una cosa, señor Obispo—respondió el enfermo.
—¿Con cuál, hijo mío?
—Con administrarme ahora la Sagrada Comunión.
E inmediatamente el Obispo salió del aposento, encaminó sus pasos al oratorio de la casa, se. revistió, abrió
el sagrario, sacó de él al Santísimo, y con tristeza alegre,
como dijo el Padre Campaña, administró la Sagrada
Comunión al santo enfermo.
[Oh, qué abrazo tan triste y tan alegre (pero más alegre que triste, porque la fe y la gracia vencen siempre a
la naturaleza), se dieron el Obispo y D. Félix aquel día!
A los pocos meses de esta escena tan propia de una
leyenda de oro...; pero en el número próximo, si Dios
quiere, os contaré cómo murió Sarda y Salvany.
CHAFAROTE.
1
Refiérese este juicio a la "Revista Popular,,, mientras la dirigió Sarda y Salvany.
PÁGINAS HISTÓRICAS DE LEIRE
Los monjes negros y los monjes blancos
o existe ninguna noticia sobre la
Regla que tenia el cenobio legerense en los comienzos de su organización conventual, a) sujetarse los eremitas anacoretas allí
retirados a una Orden determinada para su régimen de vida.
En el privilegio otorgado a Leire
por Sancho el Mayor, el año
1022,
dice: "Que confirma las
donaciones y señoríos que los
reyes, sus antecesores, habían
donado hasta entonces por sus
almas a San Salvador, a las Santas Vírgenes y a la Regla del bienaventurado San Benito, para que conserve en él el Orden monástico.,. Parece reconocer que en Leire regía la
Regla de San Benito en los reinados anteriores. Y dice el
mismo rey Sancho que desde antes de la pérdida de España, cuyas ruinas no tocaron a este monasterio, conservado por Dios, se cree establecido. Es de advertir, según
el P, Moret, que Sancho el Mayor, al traer de Cluni al
abad Paterno, restauró de sus profesiones y reglas los
monasterios de San Juan de la Peña, San Salvador de
Leire, Santa María de Irache, San Martín de Albelda, San
Millán de Berceo, San Salvador de Oña y San Pedro de
Cárdena, que estaban menoscabados. Habla, pues, de
LA
AVALANCHA-
restaurar y no de introducir de nuevo la Regla que frecuentemente llamó de San Benito.
Las continuas y ricas donaciones que recibió el monasterio, durante los siglos que lo poseyeron los monjes
negros o de Cluni, hicieron de él una de las residencias
más florecientes de Navarra. Con arreglo a las necesidades de la época, de-1 siglo nueve al trece, el cenobio que
fue residencia de monarcas y sabios prelados y monjes
llevó vida fastuosa, y a juzgar por la amplitud de sus
edificaciones, moró en él comunidad muy nutrida. En
esta abundancia vivieron los monjes de Cluni hasta que
el año 1236 fueron reemplazados por los blancos o del
Císter, o de San Bernardo.
Refiere la historia, que el exceso de bienes hizo decaer
la estricta observancia de las prácticas religiosas. El hecho puede ser cierto, mas opinamos que existieron otras
causas, mejor de orden político que religioso, las cuales
determinaron la exclaustración de los monjes de Cluni y
la sustitución con los del Císter. Efectivamente, la Casa
de Champaña tenía gran devoción a los monjes del Císter; el conde Teobaldo de Champaña, que poco há había
ocupado la corona de Navarra, mantenía correspondencia familiar con el bienaventurado San Bernardo, y dada
la influencia que el monasterio dé Leire ejercía en gran
parte de Navarra, era una razón política para que se interesara fuese ocupada esta residencia por monjes de su
devoción. El caso es que Teobaldo negoció la sustitución
con el pontífice Gregorio IX, por mediación de don Domingo de Mendavia, que fue el primer abad blanco o del
Císter de la comunidad legerense.
. La protesta consiguiente de los monjes negros fue ruidosa, y esperaron ocasión propicia para volver, aunque
temporalmeme, a sus dominios conventuales. Así ocurrió
el día 15 de julio del año 1268, cuando, ausente del Reino el rey Teobaldo II, se entregó nuevamente el convento al abad Raimundo, monje de San Benito. El hecho
adquirió resonancia en todo el país, y el pueblo se dividió en parcialidades, unos en favor ds los negros y otros
en pro de los blancos. Conocedor Teobaldo II de los sucesos acaecidos, volvió a expulsarlos al corto tiempo de
haberlo ocupado. Mas los de Cluni, que se hallaban a la
expectativa, habiendo sabido la muerte de Teobaldo, ocurrida en Trágana el día 4 de diciembre del año. 1270, al
regreso de la Cruzada, cuando ya ocupaba el trono el rey
don Enrique, valiéndose de personas que ejercían influencia cerca del nuevo monarca, y mediante promesas
dadivosas, dicen las crónicas que se apoderaron con violencia del monasterio de Leire, nombrando abad a don
Sancho, que era uno de los monjes de Cluni ames expulsados.
Como ya sabían los monjes negros que la residencia
la ocupaban a precario, procuraron, en el breve plazo
que en ella estuvieron, enriquecerse enajenando a'gunos
bienes del monasterio, como se observa en la venta del
convento de Santa Engracia de Sumopuerto, en ¡a frontera francesa, con todas sus haciendas, realizada en diciembre del año 1271. Atropellados en sus derechos, los
del Císter recurrieron a Roma, y Gregorio X, enterado
de la justicia de sus súplicas, mandó a los arzobispos de
Toledo y Tarragona que restituyesen a los blancos en
sus dominios. En virtud del rescripto pontificio comisionó e! Arzobispo de Tarragona, como ejecutores, al Deán
de Tudela y al Arcipreste de Valdonsella, los cuales, con
el apoyo del rey don Enrique, marcharon a Leire, y leído
el rescripto apostólico, dieron posesión a los blancos, expulsando a los negros. Fue nombrado abad Raimundo de
Bearne, que antes había sido desposeído, realizándose
este acto el día 4 de marzo de 1273.
No cejaron en su propósito los de Cluni, pues observamos que entre el año 1277 y 78, cuando la minoría de
la reina doña Juana, en la época de la guerra de Pamplona que terminó con la destrucción de la Navarrería,
fueron apoyados por Castilla para su reintegración a
Leire, echando a los monjes blancos, los cuales fueron
restituidos nuevamente por el Arzobispo de Tarragona,
como delegado del Sumo Pontífice, el 23 de enero del
año 1278.
Obstinados los monjes negros, continuaron su pleito.
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Así vemos que, en carta del 15 de febrero de 1299, don
Lope Pérez yjimeno Ortiz, monjes de Cluni, reconocen
haber recibido del obispo don Migue! cien libras de sanchetes buenos, para la prosecución del pleito sobre ta
posesión del monasterio, y en garantía del préstamo depositan, en poder de don Beltrán Jiménez de Necuesa,
una imagen de plata y dos arquillas de plata, una y otra
de madera pincelada y cubiertas de plata, con varias reliquias de plata en su interior y documentos sobre privilegios y cartas; en calidad de que, si ganan el pleito, paguen al obispado en plazo de tres meses, y si pierden,
para San Miguel próximo. Prueba fehaciente de cómo se
extraviaron y enajenaron, en esta época de contiendas,
documentos interesantes y valiosos objetos de este monasterio.
Continuaron las disputas hasta que el año 1305 la
reina dona Juana envió a Navarra, como jueces reformadores, a Roberto, conde de Bolonia y de Alvernia; fray
Dragonet, prior; Guillen de Plaisano, caballero, y el maestro Gerardo de Cortona. Ante ellos comparecieron fray
Oger, abad de Scala Dei, y fray Bernardo, abad de San
Salvador de Leire, de la Orden del Císter, de una parte;
y fray Lope Sanz, prior de San Adrián, de la Orden de
Cluni, de la oirá. Demandaron los del Císter que, estando ¡a Orden en posesión del convento de Leire, fueron
expulsados de Ja residencia por Paulo de Bechavena,
merino de Sangüesa, y Pedro Sánchez, portero, en virtud de orden del Gobernador de Navarra, de cuyo acto
protestaron los monjes blancos, pues se les echaba sin
previo aviso y sin ser oídos, en manifiesto contrafuero;
dijeron además los abades del Císter que les quitaron, de
hecho, todas ias imágenes, cruces, cálices de plata, relicarios de piedras preciosas, vestiduras sagradas, camas,
libros, privilegios, provisiones de la casa, etc., y que habiendo elevado ¡os monjes blancos su queja al Rey, les
dio una carta para el Gobernador de Navarra, siendo
restituidos en el monasterio, pero que ninguno de los
objetos que les habían quitado habían sido devueltos, a
pesar de las súplicas que para ello habían hecho. En vista de la demanda citaron los jueces al Prior de Camón, a
fray Lope Sanz y Paulo de Bechavena, para que compareciesen al juicio en Estella el miércoles anterior a San
Gregorio. Comparecieron Paulo y Fr. Lope, alegando
éste que el Prior de Carrión era su prelado, al cual debían citar. Replicaron los abades que no 'era necesario,
pues ellos pedían la restitución de lo que por carta del
Rey y sentencia del Gobernador les estaba adjudicado, y
en virtud de estas declaraciones, mandaron ¡os cuatro
jueces que la sentencia del señor Gobernador sea ejecutada, y constreñidos en bienes y personas los que tuvieran el tesoro robado.
Celebrado este juicio en Estella, termináronse con él
los pleitos entre monjes negros y monjes blancos, permaneciendo en Leire la Orden del Císter, en tranquila
posesión del monasterio de Leire, hasta su exclaustración en los años de 1835 y 1836,—MIGUEL ANCIL.
La Virgen bella, celestial, sin mancha,
pura en el alma y en el cuerpo pura,
desde el Cielo bendice la lectura
de su amada revista LA AVALANCHA...
De su lector el corazón se ensancha,
y sueña en la seráfica ventura
de las glorias eternas de la altura,
sin que el demonio tome la revancha...
La Virgen, de poder en testimonio,
ha hollado la cabeza del demonio...
¡y el demonio, vencido, no rechista!...
La Virgen bella, celestial, sin mancha,
es Ángel tutelar de LA AVALANCHA
¡y es Madre del lector de esta revista!
.GEMASOU
•
LA
AVALANCHA
El "Arte de bien vivir", del P. Alvarado
s fatal que en la descripción de
obras raras se deslice algún error;
porque suele quedar como petrificado y con dificultad se corrige. Así ha sucedido con un libro
del P. Antonio Alvarado, bene
dictino, impreso en Irache. Estampó aquí este eximio asceta
una obra que inrituló "Arte de
Bien Vivir,. El señor don Constantino Garran, en la semblanza
que del sabio religioso traza en
la "Galería de riojanos ilustres,,,
asegura que el tal "Arte, fue el
primer trabajo que dio a luz. "Se
imprimió primero en Irache, año de 1607., Pero sufrió
aquí una ligera distracción el escritor insigne, En 1607
no imprimió el "Arte de Bien Vivir,, sino el de "Bien
Morir,, o sea, "Arte de Bien Morir o Guía del camino
de la muerte,. Irache, por Matías Mares, 1607. Volvióse
a estampar esta obra en el mismo lugar, en 1615, por Nicolás
Asiáin, como consta en el "índice prohibitivo y expurgatorio,
de Pérez de Prado, del
año 1747, que manda enmendar
alguna frase incorrecta de dicha
impresión. El bibliógrafo señor Arigita desconoció esta reedición.
de Asiain, impresor del reino de Navarra., Ambos tomos, el primero de 1608 y el segundo de 1616, integran
la obra y constituyen la primera edición acabada del "Arte de Bien Vivir».
Necesitan, por tanto, explicación estas palabras del señor Odriozoia: "Hay bibliógrafos que dicen erróneamente que esta obra está impresa en Irache en 1616, como
por ejemplo, L. Saiz de Baranda, en el "Apéndice al Diccionario biográfico-bibliográfíco de autores de la provincia de Burgos, de AñibarroB. Yerran si se refieren a la
obra entera; mas no0 si se concretan al segundo tomo. El
Sr. Altadill, en el rx 517 del "Catálogo de las obras impresas en Pamplona,,, afirma que al año 1815 se imprimió en dicha ciudad el "Arte de Bien Vivir y Guía de
los caminos del Cielo,, por
Fr. Antonio Alvarado, un
vol. en 4.°,, y añade: "2.4 edición; la 1.a se hizo en Irache el año I6O8.3 Aunque se entiendan estas frases del
primer volumen, no sería exacto
lo de la 2." edición. Como testifica el señor Garran, uel libro a que hago referencia ("Arte de Bien Vivir», impreso en 1711) se imprimió un siglo después de la muerte del autor, debido,
como se indica en el mencionado prólogo, a la buena1
acogida que había tenido y falta de ejemplares de la I.
edición.. De suerte que la impresión de 1815, supuesto
El "Arte de Bien Vivir, se
estampó el año 1608 con el siguiente título: "Arte de Bien
Vivir y Guía de los caminos
del Cielo,. Compuesta por el
Mtro. Fray Antonio de Alvarado, Prior mayor y Predicador
de San Benito el Real, de Valladoliu. Tomo primero. Dirigido a Jesucristo nuestro Señor.
Año de 1608. Con Privilegio.
En el insigne Colegio y Universidad de nuestra Señora la Real
de Hirache, por Matías Mares,
PAMPLONA.- Una irlsta de las antiguas murallas
impresor del Reino de NavaFoto. Alberto Mas.
rra., Pero el señor Arigita, que
no examinó este volumen, cayó, guiándose de Nicolás Antonio, en el error de atribuir
que se diera, sería, por lo menos, la 3.'
Y si prestamos
al "Arte, impreso en 1608, dos tomos; lo que equivalía
a
fe
al
señor
Cejador,
ni,
siquiera
la
3.
Este
historiador,
a considerar la obra perfecta constituida por la primera
que
ignora
las
impresiones
de
Irache
del
"Arte
de Bien
y segunda parte, o lo que es lo mismo, una primera ediVivir,,
y
que
no
discierne
entre
primera
y
segunda
parción completa del "Arte de Bien Vivir,.
te de la obra, menciona las siguientes ediciones deíVaílaPadecido este engaño, allanábase el camino para incudolid: 1603, 1608 y 1611. Pero, caso de existir,-, serían
rrir en un segundo. Vio el ilustre canónigo en Corella la
de ia primera parte, porque la segunda, como queda
segunda parte del "Arte de Bien Vivir, de 1616, y que
asentado, salió en 1616.
Nicolás Antonio se refería a la primera parte del mismo
La obra del P. Alvarado merece el calificativo de ¡exaño de 1616, y pensó que en esa fecha se había estamcelente. "Eifinque he pretendido, avisa, en escribirla,
pado toda la obra, o se había hecho una segunda edición
es la gloria de Dios y el aprovechamiento de las almas
de la misma. Pero no se procedió de esa manera, según
que comienzan de nuevo a servirle y a seguir e! camino
se colige de la mencionada semblanza del P. Alvarado.
de la vida espiritual.» Quiere difundir el "Exercitario del
Se advierte en ésta que la primera parte la escribió esP. Fr. García de Cisneros, y declarar más ampliamente
tando en Valladolid, y que, electo Abad de Irache, "im"lo que él dejó sumado y abreviado,. El primer voprimió allí la segunda parte del "Arte de Bien Vivir,,
lumen comprende cuatro libros, en que se declaran
muy hermana de la primera,. El volumen salido durante
los bienes y provechos de la vida espiritual, y se explisu abadiato se rotulaba así: "Segundo tomo del "Arte de
can las tres vías purgativa, iluminativa y unitiva, "que
Bien Vivir y Guía de los caminos del Cielo,, que conson !os tres caminos del Cielo,,. El segundo encierra tres
tiene las meditaciones de la vida y pasión de Cristo
partes, en que se explana lo que es meditación, propone
nuestro Señor, y el modo como se han de meditar. Com38 meditaciones y concluye con las concernientes a la
puesto por el Maestro Fr. Antonio de Alvarado, monje
pasión, muerte, resurrección y ascensión de Cristo y veprofeso de San Benito el Real, de Valladolid, y Abad innida del Espíritu Santo. A juicio del jesuíta Matute, prodigno de la Universidad de Irache. Dirigido a Jesucristo
fesor en el Colegio de la Anunciada de Pamplona, "ennuestro Señor. Año (imagen de Cristo crucificado, a
seña este libro la práctica de la vida espiritual con admiquien ofrece San Benito las Reglas. En el exedro: Dico
rable espíritu, brevedad y discreción,.
Ego Opera Mea Regí) 1616. Con licencia. Por Nicolás
Adivínase que el autor era un hombre de oración, ver-
LA
AVALANCHA
sado en \a vida del espíritu y curtido en las prácticas del
ascetismo.
Nació en Belórado (Burgos), de padres nobles, en enero de 1561. A los 20 años de edad tenía concluidos con
aplauso en Valladolid los cursos de Teología. Vistió la
cogulla negra benedictina en la ciudad del Pisuerga, en
1.° de febrero de 1581. Dos Generales de la Orden se
sirvieron de él en el oficio de Camarero. Estudiaba !a
Filosofía en el Colegio de San Esteban de Ribas del Stt,
y repasada la Teología en San Vicente de Salamanca, se
ie nombró pasante de este Colegio, y en el 1592, del de
San Esteban, y luego, lector del mismo. Obtuvo los cargos de secretario del General, abad de San Pedro de
Arlanza (1609) de la Casa de Zamora, prior mayor del
monasterio de Valladolid y abad de Irache. Falleció en
su patria, Belorado, en 1617, yendo de paso al Capítulo
General benedictino que ese año se celebraba en Valladolid. Tuvo fama de varón virtuoso y eminente asceta.
Es lástima que a un tan egregio religioso y escritor eximio no dedique la Enciclopedia Espasa sino unas pocas
líneas, en las que equivoca el año de su defunción, que
fue el 1617 y noel 1613.
.ANTONIO PÉREZ GOYENA,
NO
SUF&AS
Me apena ver tu rostro tan sombrío,
Reflejo del dolor que tú padeces;
t-Por qué, dime, te abates y entristeces?
¿Porque pasó el estío?
¡Ayl sí, ya se apagaron los encantos
De la hermosa estación de luz vestida;
De los campos huyó el hada florida,
No se oyen ya sus cantos.
Su pompa y su color barrió el otoño,
Y a su luz mortecina y cenicienta,
Marchito a vuestros ojos se presenta
El último retoño.
Días vienen, ya sé, en que tú divises
En la tierra los campos desolados,
Y en los cielos plomizos y nublados
Tan solo nubes grises.
En vano buscarán ya tus pupilas
Azules horizontes luminosos,
Prolongados crepúsculos hermosos,
Luces claras, tranquilas.
Ni del disco solar verás los rayos
Que la espiga tostaron con su fuego
Y ansioso el labrador segaba luego
jadeante, sin desmayos.
¿Dónde están, que la vista recreaban,
Aquellas encendidas amapolas,
Destacando, inflamadas, ellas solas,
Que a lo lejos brillaban?
¿Dónde el limpio caudal de tas corrientes
Que las flores del próximo ribazo
Retrataban, guardando en su regazo
Imágenes rientes?
Apagó ya el estío sus ardores;
Ya no canta en el soto la cigarra,
Ni se ven los racimos en la parra,
Ni pájaros ni flores.
S.J.
Pero esto pasará, y el frío manto
Que extienden las neblinas otoñales
Rasgarán nuevas luces a raudales
Y ahuyentarán su espanto.
La ceniza que oculta el ascua ardiente,
La oculta, sí, pero la llama vive,
Y aunque el ojo su brillo no percibe,
Su fuego está latente.
Y así, no te entristezcas, que no ha muerto
El germen propulsor de tanta vida.
Su pujanza tan solo está dormida,
Dormida sólo, es cierto. ^
Después despertará con nuevos bríos,
Y al calor de otro sol claro y riente
Brotarán hermosuras nuevamente
De los campos sombríos.
La pompa que el Otoño ha marchitado
Volverá a resurgir, y los colores
De las pintadas y gentiles flores
Esmaltarán el prado.
Y verás, picoteando el brote nuevo,
Al pájaro cantor, que, en su alegría,
Esparce en el ambiente la armonía
Y busca en él su cebo.
Doradas y purpúreas mariposas
Surgirán entre nardos y violetas,
Agitando sus alas siempre inquietas,
Brillantes, vaporosas.
Será todo alegría, luz, colores,
Perfume y esplendor; y en plazo breve,
Ni el cielo tendrá horror ni el campo nieve:
Vendrán días mejores.
No sufras si ha pasado ya el estío,
Que la ruda estación sólo es descanso;
El agua prisionera en el remanso,
Después tiene más brío.
Tras la muerte otoñal, sólo aparente,
Más bella surgirá después la vida,
Porque aquélla no es real, sólo es fingida.
¡Serénese tu frente!
DANIEL CIGA Y MAYO.
RASGOS DE LA PATRIA
EÍ gran dolor de España
S, por desgracia, completamente indudable que
en los últimos tiempos se han hecho en España
muchas cosas feas, repugnantes y aun catastróficas. ¿No recordáis? Con el engaño de que España había dejado de ser católica, pretendióse aniquilar la fe y
envenenar las almas, expulsando a Dios de la sociedad.
Con la excusa de regular la propiedad y de amparar
a los pobres se persiguió a los ricos; sin beneficio, antes
con mucho daño de los proletarios, y se llevó al campo
y a la ciudad el desbarajuste, el caos y la ruina.
Con el pretexto de servir a la democracia, de contentar a las masas y de defender la libertad, socavóse el
principio de autoridad, sembróse el libertinaje, levantándose, sobre el pavés, con los honores máximos, la anarquía y el despotismo ácrata.
LA AVALANCHA
Y como huellas de su paso por España dejó la fiera
revolucionaria horribles profanaciones en !os templos,
llamas gigantescas en los asilos del Arte, focos inmensos
de podredumbre y abundantes montones de escombros
en todas partes; es decir, un cuadro horripilante de desolación, ejecutado por manos atrozmente criminales,
pero con todo descaro y en la mayor impunidad.
Pero el mayor dolor de España no consistió sólo en
contemplar angustiada tan horrible cuadro; el mayor dolor de España era ver cómo una parte del pueblo contemplaba, al parecer con impasibilidad, el paso de A'tila
asolando la tierra patria; sin el menor gesto de heroísmo,
sino más bien con actitud de indiferencia; sobre todo, en
presencia de los centros del saber y de la virtud, que ardían sin que nadie acudiera a apagar el incendio, según
apareció en fotografías que en la prensa se publicaron
Oportunamente,
De ninguna manera quiero decir que entonces no había
en España cristianos valientes dispuestos a dar su vida
en cumplimiento de sus deberes religiosos. Únicamente
deseo recordar que la indefensión y la persecución de
que fueron objeto ¡os buenos creyentes impidió la reorganización de los -mismos para que acudieran (como acudieron en otras partes) a la defensa de la Religión ultrajada, con la eficacia debida; favoreciendo las circunstancias d los enemigos de la Iglesia para perpetrar sus desmanes y sacrilegios.
La prueba de ¡o que vengo exponiendo la dio Navarra cuando, al iniciarse los referidos actos vandálicos,
permaneció unida para amparar la santa causa de la Religión; ysi bien es cierto que después ocurrieron algunos salvajismos, fueron casos aislados, seguramente cometidos por forasteros o locos, como así lo creyó la mayor parte de los españoles. Recuérdese que España entera tuvo fija la mirada entonces en los navarros, preguntando con insistencia: ¿qué va a hacer Navarra? Veían
en ellos a los sucesores de aquel Saturnino Basterra, de
Artajona, valeroso capitán que peleó en Tierra Santa ai
lado del gran Godofredo de Bouillon;.de los soldados
que a las órdenes de D. Guillermo, obispo de Pamplona,
asaltaron las murallas de Zaragoza, y derrotando a los
moros, penetraron en la ciudad; de los cruzados que, bajo las banderas de los Teobaldos de Navarra, vencieron
a los infieles en Antioquía y en Túnez; de los intrépidos
adalides de la Fe que, acaudillados por el insigne roncales Pedro Navarro, derrotaron a los enemigos de Cristo
en Trípoli, Argelia y Marruecos. Y los navarros contestaron al resto de los españoles, no con palabras, sino con
hechos elocuentes, o sea llevando a las Cortes Constituyentes gran mayoría, y a las de 1933, la totalidad de diputados derechistas. Actitud navarra que tal vez ejerció
gran influencia para !a reacción operada en España y para la victoria de los católicos en las últimas elecciones.
Conste de todos modos que en 1931 y 1932 demostraron en España pocas o muchas gentes, con las excepciones honrosas, alguna indiferencia o pasividad ante el
salvajismo revolucionario; indiferencia o pasividad que
favoreció al envalentonamiento de la Revolución y a sus
jactancias y locas fantasías, que principiaron a tener contestación adecuada con los plebiscitos de las colgaduras
en honor del Sagrado Corazón y de-Ios llamados burgos
podridos, con los cuales empezó a mejorar notablemente la situación de la España católica.
Mas aun queda en las leyes, en las costumbres y en
toda la. vida ciudadana, mucho, muchísimo que corregir,
pero pronto, con la mayor urgencia; porque el enemigo,
procaz y retador, está buscando sin cesar el momento
que le sea más favorable para ofender y aniquilar, si
puede, a las derechas y subir a las cumbres del poder,
con el fin de repetir sus proezas más azañescas, con mayor ferocidad que nunca.
Parece mentira, pero es cierto que después de ser
vencida con las armas la Revolución más infame que
presenció España, en octubre de 1934, aun gritan y amenazan los rebeldes, derrotados primero en las urnas y
abatidos después en el campo de batalla por la fuerza
pública y por el buen pueblo hispano. Como si esos rebeldes fueran los vencedores. Como si ya manejaran las
riendas del gobierno. Como-si ya gustaran el salvaje placer de la venganza. ¿No veis, no oís, no observáis su
iracundia, su fanfarronería, sus provocaciones, sus gritos
de fiereza y esterminio?
, Marcelino Domingo, en discursos políticos pronunciados en Alagón hace muy pocos meses, se jactó de que
el Crucifijo continuaba alejado de las escuelas; de que la
Revolución española había consolidado antes ;que Francia la política sectaria, y de que ni se han modificado ni
se modificarán sustancialmente. las leyes laicas. Así
habló.
Azaña, el funesto Azaña, insulta descaradamente a la
España católica y caballeresca, en libros y discursos repulsivos que sus mesnadas frenéticas aplauden con loco
entusiasmo.
Un republicano más templado, Pérez Madrigal, en reciente discurso pronunciado en las Cortes lamentó la
flojedad que se observaba frente a la Revolución, y dijo
que, después de perdonar la vida a los caudillos revolucionarios, resultaba que Farras sobrevive con su obra;
afirmando, bajo su responsabilidad, que las Cortes antirrevolucionarias han fracasado por sü debilidad con la
revuelta; así como que los rebeldes ocupan sus posiciones en las calles y en todas partes, mientras otros políticos se meten en los ministerios a dedicarse a la encrucijada. Y conste que esto no lo digo yo, sino Pérez Madrigal, al parecer muy enterado de estas y otras cosas de la
política republicana.
Así ha hablado en el Parlamento Pérez Madrigal, ante
multitud de diputados que le aplaudieron y felicitaron,
y con asombro de muchos. Aunque no comprendo ese
asombro, puesto que muchos periódicos hace tiempo que
vienen advirtiendo el peligro de la Revolución, descubriendo sus maniobras y sus avances, siquiera no las expongan con tanta crudeza como Pérez Madrigal.
La Revolución sigue, pues, altiva y amenazadora.
Felizmente, el pueblo sano reacciona favorablemente,
como reaccionó en la lucha electoral de 1933. Así lo esperamos.
Para justificar esa esperanza voy a recordar un suceso menudo ocurrido recientemente, y del cual se ocupó
la prensa.
En las últimas fiestas de Zaragoza presenciaban el paso de la procesión del Pilar varios grupos de lugareños,
al parecer apáticos o indiferentes a todo lo que veían en,
la calle. Pero, excitado por los aplausos de la multitud,
un baturro descastado y con pretensiones de flamenco
dijo, colérico, dirigiéndose a los del grupo cercano, creyéndolos, sin duda, correligionarios suyos: "Dejarlos, dejarlos. Que pronto vendrá Azaña,,.
Mas el baturro flamenco y descastado fue desagradablemente sorprendido cuando vio que uno de ios del grupo, que calzaba alpargatas y cubría su C3beza con una
boina, y que, si no era, parecía ser navarro de la Ribera,"
contestó al chulo mala sombra: "¿Azaña? Maldita la falta
que haceB. Y como observara que el baturro sectario y
majetón hacía gestos despreciativos, le contestó con energía: "¿Qué es eso? U te arrodillas ahura mismo al paso
de la Virgen, u te estezólo., (Histórico).
Como este hombre hay muchos españoles, los cuales,
juntamente con otros menos rudos y más inteligentes,
son la mejor esperanza de regeneración y encumbramiento de la patria; porque bien unidos y disciplinados
pueden levantar España hasta la cúspide de la mayor
grandeza, después de haber curado sus heridas y de haber evitado que, en el porvenir, el pueblo sano actual
siga confundido o engañado, las rutas de perdición que
por desgracia emprendieron ya los imitadores del baturro descastado que acabamos de recordar; imitadores
que, gracias a Dios, están muy lejos de ser mayoría. No
desconfiemos y seamos optimistas.
JUAN P. ESTEBAN Y CHAVARRIA.
El Rey pacífico que nace en oscuro establo es más glorioso en este lugar vil y despreciable en que ha querido venir al mundo, que
todos los monarcas que nacen en sus soberbios palacios, los que no
les sacan de su misera condición de hombres. La pobreza del pesebre no le quita la condición de Dios al Salvador del mundo.
LA
AVAtANCHA
Oro y Escorias
Noval* d« costumbres, orJfinal d*
ÁNGEL RUIZ PABLO
(Continuación)
Distraído en la consideración de cuanto acababa de
ver y oír, me entretenía en revolver con la cucharilla el
negro líquido de mi taza: me daba pena y asco ver la
sociedad encallada en el fango de todos los vicios. ¡Qué
corrupción, Dios mío, cuánta miseria! Y lo que más me
apenaba era el considerar que Miralta, el mismo que descubría ante mis ojos llagas tan hondas y nauseabundas,
no era mejor. Verdad que aquel pobre amigo mío tenía
un corazón de oro y el carácter franco y abierto; mas,
¿no era él sentina de vicios, que daba a su cuerpo todos
—¿Te asombras, eh?—exclamó. — Pues sepa usted»
caballerito, que tengo yo también mi cachito de filosofía,
y te digo y te repito que nos hace falla: o la Inquisición
que nos meta en un puño, o el petróleo y la quilamitra
de Cascote, que nos haga volar a todos.
Y como yo me quedase mirándole en silencio, distraído, me preguntó:
—Y tú, ¿qué dices a esto?
—Que tiene usted razón—contesté;—sólo que como
yo creo que el dique es lo mejor, opto desde luego por
el dique, no por el desbordamiento.
—Ya andan por ahí dentro—exclamó Miralta, riendo
y señalándome la frente,—el P. Valverde y Sor Dolores.
Luego añadió muy serio:
—Yo haría lo mismo si pudiera; pero no puedo. Tres
veces he estado a la puerta del confesonario, y cada vez
me he vuelto atrás... Hay entre la Religión y yo un abismo sin fondo: mis vicios, mi vida entera, entregada a lo
más torpe e inmundo... Un jesuíta estuvo a punto de re-
NAVARRA
El F"u.ente d.e Aoiz
los gustos y satisfacía todos sus apetitos?J;No podía recordar sin compasión y repugnancia la noche en que le
vi¡en la taberna, vencido por la embriaguez, babeando,
cerrados los ojos y sin fuerzas para sostener erguida la
enorme cabeza...
—Ya has visto lo que has visto—me decía él, tomando pequeños sorbos de su copa de coñac,—y no lo has
visto todo, ni con mucho. Te falta conocer de qué mañas
se valen los que sin ír a América, como Cubas, se enriquecen aquí por malas artes. Hay mucha sangre judía
por ahí... Y ¿sabes tú, Píndaro amigo, qué significa todo esto? Pues confusión y perversión de ideas, que nuestra generación va por mal camino, que se ha salido de
madre. Las nuevas ideas y los flamantes principios nos
han traído costumbres nuevas, en consonancia con esos
principios y reñidas con la sencillez y la moral: nos falta un dique para ideas y costumbres: venga ese dique,
llámese Inquisición, llámese lo que se quiera, y todo se
arreglará.
Me quedé estupefacto. ¡Miralta deseando la Inquisición, Miralta tronando contra los nuevos principios y las
modernas costumbres!
Foto. Maño Citveti
ducirme: desde et pulpito me sedujo, me convenció; me
llevó a su casa, y le prometí que al otro día iría a confesarme, pero no fui; no fui porque no pude, porque está
demasiado encallada en el fango esta carne perra.
Hablaba entonces Miralta con vehemencia, como solía
hablar cuando el corazón le impulsaba, olvidado de todo,
atento sólo a la voz de su conciencia, para pronunciar
con los labios cuanto ella le dictara.
—Cuando aquel hombre no me hizo entrar en vereda
—prosiguió con amargura,—ya no lo conseguirá nadie;
pero tú, Montes, con ese corazón tuyo y esa vida inmaculada, lo raro es que no estés en donde te toca estar.
—Es que yo, decididamente, voy a donde usted dice—
exclamé con viveza.
—Mira, Montes—contestó, poniéndome una mano en
el pecho.—Tú ves que te aprecio, que te quiero de veras; pues te digo y te empujo a que vayas. ¡Ojalá te pudiera yo seguir! Te llamarán fanático, te llamarán hipócrita y vendido e inconsecuente, y se burlarán de ti... ¡No
les hagas caso, Felipe! Ríete de ellos. Ve a donde te llama la conciencia, a donde te arrastra el corazón.
Anochecía ya, y manifesté a Miralta mis deseos de re-
LA
AVALANCHA
gresar a Villarnuevo: le insté a que me acompañara hasta la carretera; accedió él, me dio el brazo, según su costumbre, y salimos. Los serenos corrían de una esquina a
otra, con sus escalerillas al hombro, encendiendo los faroles del alumbrado público; la gente desocupada regresaba de sus paseos, y las costureras y ¡os zapateros salían de sus talleres, llenando las calles, hablando y riendo y andando aprisa, con aquel gozo del que va al descanso, cumplido ya su deber.
—Yo acabaré mal—me decía Miralta con amargura:—
la vida que lleve no es buena; pero, ¿qué le voy a hacer?
Yo no tengo amor, ni esperanzas, ni ilusiones, ni nada
bueno... Soy árbol sin jugo, fuente sin agua... yo voy durando, no viviendo, y el mejor día, o me mato o me matan. Y no sería yo malo, no lo sería. A mí me ves siempre dando la cara por la verdad y la justicia, hasta a palos si es menester; pero no sé hacer cosa buena... Es que
estoy malo de aquí y de aquí—y se dio un golpe en In
frente y otro en el pecho.—Ese maldito* coñac me tiene
a mí hecho un perdido, y es que nadie me quiere de veras, nadie me ama... ¡ni yo mismo me amot... Desde que
murió mi madre y me plantó aquella picara, estoy yo así.
Tú tienes madre, tú tienes sano el corazón, tú amas a
una mujer que lo merece: tú puedes esperar; yo, no...
9
zar la fe: no hay más que abrir los ojos, ver la verdad y
abrazarse con ella... Dios sale al instante al encuentro del
que le busca, y le concede su gracia.
—Sí—me interrumpió con vehemencia.—Pero no basta ver la verdad, amarla y abrazarse con ella; es necesario después practicar. ¡Si de todo me habló el P. Valle!
Y este es mi escollo: amar el bien, así, platónicamente,
amar la virtud y la pureza, todo eso es fácil; pero, ¿y el
confesonario? ¡Cuando yo te lo digo!—añadió despidiéndose de mí.—Anda, Montes, anda; vete a Villarnuevo, y
pórtate como bueno... Tú servirás de algo en el mundo:
yo, ¿para qué sirvo?
Estreché con efusión su mano leal, y eché a andar camino de mi pueblo. Humedecidos los ojos por no sé qué
profunda tristeza, le vi internarse en las calles de Molineda, con su inseparable bastón pendiente del brazo izquierdo y el sombrero de palmas a la coronilla, jamás
olvidaré sus últimas palabras, aquel *yo, ¿para qué sir*
vo?B pronunciado con tanta amargura, con tan hondo
hastío de sí mismo, que me hizo estremecer.
(Continuará.)
No eres más santo porque te alaben, ni más vil porque te desprecien- Lo que eres, eso eres: ni puedes tener nombre mayor de lo
que Dios sabe que eres.
\
,
P A M P L O N A . - " V i s t a p a r c i a l d e l a d-u.da.ci y d e l r i o A r g a
Polo. Guilera
¡Pobre Miralta! ¡Cuántas veces he pensado en él, en
su gran corazón y el extravío de su entendimiento! Muchas veces be pensado si la causa de su extravío fue el
tener demasiado corazón, ser demasiado vehemente en
sus afectos. En aquel pobre amigo mío andaban desequilibrados la razón y el sentimiento, y con otra educación,
con otras amistades, con fe y creencias, de fija hubiera
hecho grandes cosas, porque tenía no común talento y
grande ingenio. Estaba enamorado del bien y la verdad;
pero equivocó el camino. Tuvo amistades, y le engañaron; amó, y le vendieron; miró en rededor suyo, y no
acertó a ver más que corrupción y miseria: creyó firmemente que no había otra cosa en el mundo; se corrompió también, y luego no supo esperar, no supo creer, no
supo volver atrás, espantado de sí mismo.
—Sin embargo, vea usted—le dije, hondamente conmovido:—es muy fácil, a mí me ha sido muy fácil alcan-
LETRAS FEMENINAS
IN
MEJWORIA/Vl
viernes 13 de diciembre último falleció en Madrid el Sr. D. Pedro Pablo de Alarcón, ingeniero
de Caminos.
En esta revista, que va a manos de personas piadosas, netamente católicas, de las que oran y comulgan, he
querido dedicar unas líneas a la memoria del que fue
modelo de hijos, de esposos, de padres... y modelo de
profundo, sólido, arraigado cristianismo, de! que dio constante ejemplo en el transcurso de su vida.
Y he querido dedicarle unas palabras, que no son sino
el resumen de las que han pronunciado al saber su
10
LA
AVALANCHA
muerte cuantas personas no solo le trataron y se honraron con su amistad, como me sucedía a mí, sino los que
lo conocieron menos íntimamente; porque estos ejemplos de hombres que no viven en un convento ni se han
consagrado a Dios en el sacerdocio, sino que viven en
plena lucha en el mundo y son jefes de un hogar y padres de familia, es conveniente que se conozcan para que
haya muchos que se sientan inclinados a imiíarles, para
que se comprenda por otros que no se ha de guardar la
perfección y la virtud para el claustro, sino queflorecey
puede florecer en cualquier estado y condición social en
que Dios nos coloque.
Unida, según he dicho, con lazos de verdadera y antigua amistad con la familia Alarcón, he sido testigo, y en
circunstancias distintas de lo que era Pedro Alarcón, de
su virtud de raigambre recia, estilo Santa Teresa; de su
catolicismo jamás empañado, jamás disimulado, siempre
dispuesto a manifestarse para gloria de Dios y bien de
las almas; de su actividad, celo y abnegación, que le llevó a "darse,, sin pensar en cansancios, ni en dificultades,
ni en ingratitudes, yendo delante con su persona y con
su dinero cuando había que combatir en lides sociales,
en empresas de acción católica; y no tenemos más que
recordar, todos los de su época, que llegaron las fiestas
constantinianas y él figuró en la vanguardia de la organización y esplendor de aquellas fiestas hermosas; y se
planearon las peregrinaciones al Pilar de Zaragoza, y él
figuró en primera fila, llevando no poco el peso de dichas peregrinaciones; y se fundó el Centro de Defensa
social, y fue el alma del Centro; y... ¿para qué decir más?
Con decir que no hubo acontecimiento, ni organización,
ni obra de acción católica y de acción social que no tuviera como impulsor, mantenedor y defensor de ellas a
Pedro Alarcón, está dicha toda la verdad de la actividad
y ¿elo que le caracterizaron.
De su caridad se podrían citar numerosísimos casos...
Daba, pero no solo la limosna del cuerpo, sino la del alma; su caridad era Mena de interés y de cariño; suavizaba los males y la miseria corporales y ponía paz y sonrisas de consuelo en las miserias del alma.
Cuando murió la única niña que tenía, supo aceptar la
prueba doiorosísima, y con él su mujer, con cristianísima resignación... Cuando, años más tarde, perdió a 'su
santa madre, junto al lecho donde acababa de expirar la
viuda del insigne escritor Pedro Antonio Alarcón, alrededor de la cual todos los hijos y nietos lloraban, la
voz serena, dentro de la pena que le embargaba, del hijo
mayor, del hijo que sólo consuelos había dado a su madre, empezó la recitación del himno del Magníficat...
Fue algo grandioso; fue un ejemplo para todos, de cómo
sienten y cómo aceptan las cruces las almas templadas en el yunque de la voluntad divina, los corazones
que repiten, aunque sangren, el fiat del Divino Maestro
en el Huerto.
Este fiat lo han repetido al perder ai esposo, ai padre,
al hermano, la viuda, los hijos y los hermanos de Alarcón... La pérdida es grande, el vacio sólo lo puede llenar
Aquel que les selló con su cruz,.. Pero el ejemplo de la
vida y de la muerte santa, que fue la suya, pondrá dulzuras de cielo en la herida recién abierta, y el sentimiento
y el recuerdo que ha dejado Pedro Alarcón a cuantos le
conocieron y trataron, ayudará a los suyos a mejor llevar su dolor.
Piadosamente pensando, habrá recibido ya el premio
que el Señor destina a los que le confesaron en la tierra
y supieron ejercer el bien, pero por si así hubiera de satisfacer alguna cosa a la justicia divina, rogamos a nuestros lectores una oración por el eterno descanso del alma del finado.
Y a los suyos, especialmente a su viuda, hermano .el
jesuíta P. Miguel Alarcón, e hijos, el testimonio de un
pésame muy sentido en una desgracia que hago muy mía.
MARÍA DE ECHARRJ.
/AESA REVUELTA
t
Nuestros amigos difuntos.—Hemos sabido con verdadero sentimiento la triste noticia del fallecimiento de
nuestro ilustre paisano el virtuoso Prelado navarro Reverendo P. Florentino Simón Garnga, religioso dei Inmaculado Corazón de María y Obispo del Brasil.
Era el finado hijo del catódico pueblo de Murchante,
donde estuvo últimamente, de regreso de Roma, en mayo de 1934, oficiando de pontifical en una solemnísima
función religiosa que se celebró en aquella parroquia el
día de la Ascensión.
Estaba adornado de bellísimas cualidades y le querían
cuantos tuvieron la suene de conocerle y tratarle. Se distinguió siempre por su celo apostólico.
Acompañamos a su apreciable familia y a los Padres
del Inmaculado Corazón de María en la pena que sienten
en estos momentos por tan sensible pérdida, y rogamos
a los lectores de L A AVALANCHA encomienden en sus
oraciones al insigne Prelado.
R. 1. P.
Muerte de don Ramón del Valle Inclán.—En un sanatorio de Santiago de Compostela ha muerto el escritor
don Ramón del Valle Inclán, cuyos escritos, en su mayor
parte, caen de lleno bajo las más graves prohibiciones canónicas y cuya actuación y significación en los últimos
años de su vida coincidían totalmente con los enemigos
del Catolicismo, de España y de la Monarquía.
Dios le haya perdonado.
"Desarrollo de Pamplona durante los últimos cien
años", por el Dr. D. Serafín Húder.— El Ayuntamiento de nuestra ciudad ha editado la conferencia que en el
••oooanooLiijDDOCioooOOOCMJODoaDOCODDDoaaODQaDanaDCiQDOaDaoooaoQOOoaoDOODnonaODOaac
88
Da
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Caja de Ahorros Municipal
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Q5E
Lleva SESENTA y CUATRO años recibiendo y administrando ahorros del país
y tiene la garantía total y comprobada del Excmo. Ayuntamiento de Pamplona
INTERESES QUE ABONA A LOS IMPONENTES
Libretas ordinarias a la vista
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88
§§
Imposiciones anuales.
Imposiciones semestrales
Cuentas corrientes a la vista
3'50 „ „
3*00 „ „
. 1 '25 „ „
OFICINAS
Paseo de Sarasate, núm. 5
ÜÜCCQÍücccacooaoocooaOOÜOUDQOCDonaanac
LA
-AVALANCHA
Ateneo Navarro dio el Dr. D. Serafín Húderel 24 de
abril del año último pasado.
Es una conferencia interesante acerca de la transformación, bajo el punto de vista demográfico, ocurrida en
nuestra capital desde el ano 1835 al 1935.
Agradecemos mucho los ejemplares recibidos.
Participación de matrimonio.—Una socia de la Juventud Católica Femenina, al casarse, envió la siguiente
participación nupcial que recomendamos, no solo por su
originalidad, sino por la acendrada piedad que demuestra:
"Muría L... y Luis C..., alimentados con el Pan de Vida en la misa nupcial, participan a V. su enlace matrimonio y su propósito de formar una familia sólidamente
cristiana, para lo cual piden a V. el concurso de sus valiosas oraciones.„ (Firmas.)
La Virgen de la Peña, Compatrona de Fustiñana.—
Sabido es que la villa de Fustiñana tiene una devoción
verdaderamente extraordinaria a su Reina y Compatrona la Virgen de la Peña, desde muy remotos tiempos;
constando que tuvo su cofradía con bienes propios, antes del siglo XVI, y que siempre sus devotos se distinguieron por el amor y ¡os cultos brillantes que dedicaron
a Nuestra Señora.
Se conserva en 13 iglesia parroquial una imagen de la
Virgen de la Peña, tallada en 1597 por el escultor Bernal de Gabadi; la cual está retirada, recibiendo culto, desde principios del actual siglo, la hermosa imagen cuya
fotografía publicamos hoy.
LOS
ATEOS
CUADRO PRIMERO
NTERIOR de una taberna establecida en la calle del Peñón, a dos
pasos del Campillo de Mundo
Nuevo.
Es de noche. El aire de la tasca, enrarecido por el humo de
los cigarros, amengua la luz de
las débiles bombillas, dando aspecio siniestro a aquellas gentes
famélicas y desamparadas que
llenan las mesas.
Se huele a vino, a tabaco, a
guisos fuertes.
En el velador de un rincón
acaban de comerse unosí/Wa/ios
y de apurar unos quinces, previamente jugados al mas, Baldomero el Bizco, Nicomedes el Soga, el Sr. Eulalio y el Sr. Floro.
Pepe el Malagua, dueño del local, les hace los honores, osequiándoles con unas limpias de Monóvar!
Se habla a voces de la última cogida de un fenómeno.
De pronto, un poco confuso, suena a lo lejos, en el silencio de la calle, espaciado y solemne, el repiqueteo de
la campanilla del Viático. Le. sigue, como ruido complementario, el lento rodar de un coche,
En el interior de la taberna se hace un breve silencio.
Todos atienden.
El señor Eulalio, un poco indeciso, levanta la mano
con disimulo y toca levemente la visera de su gorra.
Una ruidosa carcajada, que se deshace en aspavientos,
en muecas de burla y en soeces interjecciones, es el comentario que pone la reunión a la inofensiva reverencia
del pobre anciano.
Sr. Floro. (Muerto de risa.)—¡Ja, ja, ja!... ¡Pos no se
iba a quitar la gorral ¡Ja, ja, ja!
Sr. Eulalio. (Un poco avergonzado.) — Hombre, yo..,
Baldomero.—¡Amos, quite usté d'ahí, so beata!
11
Sr. Eulalio.—Pero, señores, el que un hombre haga
una cosa porque tenga ciertos principios, no creo yo...
Nicomedes.—¡Te conocíamos como peón de mano, pero como santurrona!... ¡Ja, ja, ja!
Pepe el Malagua.—¡Medio siglo haciéndonos creer que
se desayunaba con acólitos en pepitoria, y de pronto nos
resulta un cofrade!
Sr. Eulalio.—¡Hombre, hacer el favor de no insultar!
Sr. Floro. — Eulalio, vas camino del jaimismo,
Sr. EUIJIÍO. (Ya amoscado.)—¡Voy camino de la Venta
de la... Rubia! ¡Señor, mía tú qué tendrán que ver las
narices con el buen tiempo!
Sr. Floro. (Dando un enérgico puñetazo sobre la mesa.)—Entonces, ¿por qué saludas ante las patrañas eclesiásticas?
Sr. Eulalio.—Saludo porque no creo que haga falta la
desageración en cosa ninguna. Porque yo no es que pise
una iglesia, que eso, Dios me libre; pero tampoco soy
como tú, que porque un día estornudastes en la calle, y
te dijeron ¡Jesús!, tuviste un juicio de faltas. N¡ soy como ése, que no pasa un cura por su lao que no le profiera una ofensa, bien oral, bien mímica. Yo no me persigno ni creo en esas pamplinas de santos ni novenas;
pero, señor, una meaja de fe en algo, hay que tenerla.
Sr. Floro.—¡Fe en el progreso humano! (Todo el conconcurso queda pendiente de la discusión.) ¡Mu bien!
Sr. Eulalio.—Estoy en ello; pero yo lo que te digo,
Floro, es que tie que haber un Ser superior, llámese
Dios u llámese como se llámese, que haiga formao este
Universo que nos cobija.
Sr. Floro.—Aquí no hay más Dios ni más ser que la
Naturaleza madre y su produzto, que es el hombre, animal soberano y libre; y too lo demás que te digan, zanahorias condimentadas.
Sr. Eulalio.—¿De forma que tú crees que el mundo
se ha hecho solo?
Sr. Floro.—De un modo automóvil, sí señor.
Sr. Eulalio.—¿Y de dónde ha surgido?
Sr. Floro.—Del caos.
Sr. Eulalio. (Dudando).—¡Qué caos ni qué cacaos!
Sr. Floro.—Ni más ni menos. ¡Del caos!
Sr. Eulalio.—¿Y qué es el caos, vamos a ver?
Sr. Floro.—La nada flotante.
Nicomedes. (Admirado).—¡No le coge en una!
Sr. Floro.—Y pa que te enteres de lo que no sabes, te
diré que este globo terraquio que habitamos no es más
ni menos que una corteza desprendida de otro planeta
que se ha enfriao.
Un oyente.—Iría de verano.
Sr. Floro. (Muy molesto.)—Al que se chufle, cojo una
botella y le hago una alusión personal en las narices.
Varios.—Callarse, hombre. (Silencio profundo.)
Sr. Eulalio.—Entonces, dime a mí, ¿qué soy yo, vamos a ver?
Sr. Floro.—Un mísero gusano dedicao a la albañilería
y nacido de la putrefacción terraquia.
Sr. Eulaiio.—¡Arrea! ¿Yo gusano?... Hombre, Floro,
dices unas cosas,..
Sr. Floro.—Chist... Aquí todo se prueba, como en las
sastrerías. Ejemplo práztico de tu gusanez: Coges un
peazo de queso, lo tiras a ese rincón, vuelves a los quince días y lo encuentras fermentao.
Sr. Eulalio.—Eso será si no hay ratas, porque sí hay
ratas no lo encuentras.
Sr. Floro.—Aquí tienen gato. Por eso he puesto e!
ejemplo. Pues de la misma forma que el queso fermenta
y salen gusanos u seres móviles y vividores, lo mismo
de la cascara mundial salieron seres u gusanos, que somos tú y yo, éste y ése, la Inacia, la Tadea y personas
que nos acompañan.
Todos.—¡Muy bien!
Un oyente.—Eso no es posible, señor Floro.
Sr. Floro.—¿Quién ha graznao esa negativa?
Un oyente.—Servidor; porque sí yo creyera que un
chico tan simpático como su nene Pacorro, o como la
chávala de ahí, del Facundo, eran produzto de un pedazo de queso, yo tiraba una bola. (El auditorio ríe.)
Sr. Floro. (Amoscado.)—Tiss una cabeza, mi amigo,
LA
12
AVALANCHA
que la incluyes en un puesto de melones y no desmereces. Estoy filosofeando, y por lo tanto, hablo en sentido
hipotecario, ¿estamos?
Un oyente.—Ah, bueno, usté disimule.
Sr. Floro.—No hay de queque. Orejita es lo que hace
falta pa saber oír. Y voy a rematar. Por lo tanto, Eulalio,
ni hay ser superior, ni cielo, ni purgatorio, ni andróminas de esas. En este mundo no hay nada más que este
mundo, donde está todo, lo bueno, lo malo y lo entreverao. Y el día que te mueras, vuelves at seno de la tierra
materna, y te haces polvo, fósforo, gaseosa... nada. ¡He
dicho!
Delirantes aplausos y risas soeces acogen las últimas
frases del ateo. El Sr. Eulalio, reducido al silencio por la
explosiva dialéctica de su rival, calla en un rincón.
Otra vez vuelve a oírse la campana del Viático, que
regresa. Se va acercando, acercando... Al fin, pasa, y cada vez más lejana, se pierde en el silencio de la calle desierta, seguida del lento rodar del coche.
Aquella pobre gente, a pesar de todo, deja de reír.
(Mutación)
CUADRO SEGUNDO
Interior de una alcoba humilde en una casa pobre.
Son las dos de la madrugada.
En la oscuridad suena el tictac vigilante de un reloj.
Tendidos en una modesta cama, duermen el implacable ateo Sr. Floro y la seña Felipa, su consocia.
De pronto, el pobre hombre despierta, da un grito
agudo y se lleva la mano al lado izquierdo del pecho, incorporándose, lívido y tembloroso.
Sr. Floro.—¡Ay, madre!... ¡Ay, Felipa!...
Seña Felipa. (Despertando aterrada.)—¿Qué te pasa,
Floro? (Enciende la luz.) ,
Sr. Floro.—¡Ay, Felipa, qué dolor! ¡Ay, que me muero!
Seña Felipa.—Pero, ¿qué t'ha dao?
Sr. Floro.—¡Ay, que no lo sé!... ¡Ay, que tengo aquí
un puñal!
Seña Felipa. (Echándose de la cama.)—Pero, ¿dónde?
Sr. Floro.—¡Ay, en esta parte...! ¡Ay, que llamen a un
médico, que yo no puedo respirar! ¡Ay, Felipa, que es
un dolor de costao!... ¡Ay, que yo no sé qué tengo!
Seña Felipa.—¡Por Dios, hombre, no le apures!
Atacado de una aguda neuralgia intercostal, el Sr. Floro sigue quejándose con amargos lamentos; mientras, la
seña Felipa se echa una falda y corre a llamar a los vecinos.
A poco, el cuarto se llena de gente a medio vestir, que
anda de un lado a otro, perpleja y estuporizada.
Vecina primera.—Pero, ¿qué ha sido?
Vecino primero.—Pero, ¿qué tienes, Floro?
Vecina segunda.—Debe ser algo que le ha hecho daño.
Vecino segundo.—¿Que cenaste anoche?
Sr. Floro.—¡Ay, que no lo sé!... ¡Ay, que yo me muero!... ¡Salvarme, por lo que más queráis!
Uno.—¡Eso ha sido la mojama!
Una—¡Pue que sea flato!
Otra.—Hacerle tila.
Otro.—Darle aceite.
Vecino primero.—Ponte boca abajo.
Vecina segunda.—Calienta una franela.
Seña Felipa.—Matías, por Dios, vete a la Casa de Socorro y que venga un médico.
Matías.—Voy en un vuelo. (Sale disparado.)
Dan al enfermo aguas cocidas, unturas; le aplican bayetas, ladrillos calientes; todo inútil. La violencia del mal
no cede. El señor Floro, en el paroxismo del dolor, da
gritos desesperados y espantosos, revolcándose en la
cama.
Sr. Floro.—¡Ay, que me muero!.., ¡Ay, que no puedo
más!... ¡Ay, Virgen de! Carmen, quítame este sufrir por
lo que más quieras!... ¡Ay, Dios mío de mi corazón!...
La seña Escolástica, una vieja motejada de beata por
la vecindad, se acerca al lecho.
Seña Escola.— Hombre, señor Floro, como tie usté
esas ideas, yo no me he atrevido a decirle a usté una
cosa... Pero ahora que le oiga a usté mentar a Dios y a
la Virgen Santísima, si usté quiere, yo le daré un remedio que se le quita ese dolor en dos segundos.
Sr, Floro. (Incorporándose. La mira con ojos ávidos.)
—¿En dos segundos?... (Abrazándose a ella.) ¡Ay, seña
Escola de mi vida, dígamelo usté, por su madre, sea lo
que sea, antes que me muera!
Seña Escola.—Pues que yo tengo unos sellitos de la
Virgen de la Paloma, ¿sabe usté?... que se rebuñan un
poco, se hacen como una bolita, se tragan en un sorbito
de agua, se reza con fe un "Dios te salve, María,, y al
menuto, curao.
Sr. Floro. (Mirándola con angustia.) ¡Ay, seña Estíola!...
¡Ay, que yo no puedo hacer eso!
Seña Escola.—Pero, ¿por qué?
Sr. Floro.—Mis ideas, que no me dejan.
Seña Escola.—¡Pero no ve usté que si se muere ya no
va usté a tener ninguna idea!...
Sr. Floro.—¡Ay, seña Escola, no me haga ajurar de mi
credo, que es no creer en naa...!
Seña Escola.—¡Pues vaya un credo!
Seña Felipa.—¡Amos, Floro, tómate el sello, que dicen
que se han visto casos milagrosos!
Sr. Floro.—¡Ay, que no puedo! ¡Todo, menos eso!
Seña Escola.—Pero, ¿qué le ha hecho a usté la Virgen de la Paloma?
Sr. Floro.—Si no es la Virgen; es que me pondrían
como un trapo si lo supieran.
Vecino primero.—¿Y quién se lo va a decir?
Seña Escola.—Hale... traer agua... Aquí tie usté el sello bendito... A tomárselo.
Sr. Floro.—¿Pero, yo?... ¡Una cosa eclesiástica!
Seña Felipa.—Tómalo con fe, Floro de mi alma.
Sr. Floro.—¡Ay, bueno; lo tomaré, porque no puedo
más de dolor; pero, por Dios, no se lo digáis a Gumersindo, porque ya no me saludaiía!
Seña Escola.—Adentro.
Sr. Floro. (Después de tomarse el sello.)—¡Ay, ya está!... ¡Ay, Virgen Santa, dispénsame en lo que te haiga
faitao; pero quítame estas punzadas que me atraviesan, y
en cuanto me levante te llevo un albañil de cera.
Da un gran suspiro. Los quejidos son cada vez más
débiles. A poco, se duerme. Las mujeres rezan en voz
baja.
(Mutación)
CUADRO TERCERO
En la calle de la Ventosa se hallan departiendo animadamente el Sr. Eulalio, insultado la noche antes por el
clerical en la taberna de la calle del Peñón, y el Sr. Dimas el Churrero.
El Sr. Euialio refiere a su amigo el incidente del Viático, y éste, a su vez, le pone en autos de la conversión
del Sr. Floro, su vecino, con el detalle del selüto y demás pormenores.
Se despiden. El Sr. Eulalio sube calle arriba. Al torcer
por la de la Paloma se detiene, estupefacto, viendo venir
al Sr. Floro, ojeroso y vacilante, camino de la iglesia.
Trae un cirio en la mano, cubierto hasta la mitad con un
pedazo de papel de periódico.
Sr. Eulalio. (Atajándole.)—¡Eh, Floro, adiós!
Sr. Floro. (Aterrado.)—¡¡Eulalio!! (No sabe dónde meterse el cirio.)
Sr. fculalio. (Sonriendo.)—¿Qué llevas en la manita?
Sr. Floro.—Na; que de paso que voy a la obra, unas
vecinas me han dao el encargo de que traiga esta tontería ahí, a esa estupidez de iglesia que hay ahí, en la...
Sr. Eulalio. (Acentuando su sonrisa.) — No te molestes... ¡lo sé todo!
Sr. Floro.—¿Te han contao lo de mi dolor de anoche?
Sr. Bulalio.— Y lo del sellito.
Sr. Floro. (Bajando la cabeza avergonzado.) — Chico,
Eulalio, la verdad, me hicieron hocicar; pero es que me
vi negro. Creí que la diñaba... ¡Y cuando le ve uno los
zancajos a la muerte...!
Sr. Eulogio.—¡Qué me vas a decir, Floro!... ¡Yo era
peor que tú! Yo te podía dar veinticinco pa cincuenta en
custión de ateísmo. ¡Pero, amigo, un día—tú sabes ¡a pa-^
-•7
LA
AVALANCHA
sión que tengo yo por mi nieta, que no quiero más en el
mundo,—pues fue el angelito y me pilló eso que le dicen la dizteria, que creí que se me moría! Chiquillo...
de pensar yo que me iba a quedar sin aquel pispajo que
se me agarra a las rodillas toas las tardes cuando vuelvo
de la obra, y que es mi único consuelo... amos, que me
dio una angustia interior, por dentro, que me dije: "¡Dios
mío, si me la salvas, me pongo hábito aunque sea!n ¡Y
me la salvó! Por eso anoche, en la taberna, cuando pasaba el Viático, me quité la gorra. Hay que ser agradecido.
Sr. Floro.—Ties razón, Eulaiio; dispensa las gansás
que te dije.
Sr. Eulalio.—Quita, primo; si uno lo comprende too.
Cuando el hombre está bueno y sano y se encuentra en
la taberna rodeao de cuatro necios que le ríen ¡as gracias,
el hombre es un valiente que se atreve con to to humano y con lo divino; pero cuando cambia el viento, y viene la negra, y el dolor te mete, acobardao y solo, en el
rincón de tu casa, será uno lo blasfemo que sea, pero yo
te digo que no hay quien no levante los ojos pa lo alto y
pida misericordia.
Sr. Floro.—Esa es la chipén.
Sr. Eulalio.—En fin, con decirte que yo ya hasta me
persigno por las noches...
Sr. Floro. (Asombrado.)—¿Y te acuerdas?
Sr. Eulalio.—Hombre, como es lo primero que le enseña a uno la madre... Y hago más.
Sr. Floro.—¿Qué haces?
Sr. Eulalio.—Pues que cuando paso por delante de una
iglesia, pa saludar y que no'me se burlen los compañeros, me quito la boina y me la sacudo de yeso.
Sr. Floro.—A mí me se había ocurrido levantarme la
visera de la gorra y rascarme, que también es disimulao.
Sr. Eulalio.—Sí, pero eso no tie novedaz.
Sr. Floro.—¿Tú crees?
Sr. Eulalio.—Se lo he visto hacer a la mar de ateos.
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