copia tema 8 - Nuestra Sra del Pilar

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TEMA 8: ESPAÑA, DE LA RESTAURACIÓN A LA GUERRA CIVIL
(1875-1936)
1.INTRODUCCIÓN
El periodo que se inicia en 1875 está presidido por la restauración de la
monarquía, y más en concreto de la monarquía borbónica. Hasta 1902, año del
inicio del reinado de Alfonso XIII, transcurre una larga época presidida por la
Constitución de 1876 y su funcionamiento adulterado por la manipulación
electoral y el caciquismo, una etapa que se verá duramente alterada, en su
monótono discurrir, por la sacudida de la guerra de Cuba y el desastre del 98.
El régimen de la Restauración tuvo un marcado tinte conservador; tanto
en el terreno de la política como, sobre todo, en materia social y económica.
Los monárquicos alfonsinos, los hombres de negocios y los mandos militares
compartían unos intereses y una visión comunes: la defensa del orden social y
de la propiedad; la monarquía como garantía de estabilidad, la identificación de
la República con la anarquía y subversión, y la de la unidad de la patria con el
mantenimiento de las colonias.
A raíz de los agitados años del Sexenio, las clases dirigentes se unieron
en torno al partido alfonsino: la vieja nobleza, los terratenientes los financieros,
los propietarios de las plantaciones coloniales, la burguesía industrial y
comercial, los profesionales urbanos de prestigio, las altas jerarquías de la
Iglesia, del Ejército y de la Administración. Comprendían que no se podía
repetir el esquema isabelino, y que eran precisos cambios en las formas para
que en el fondo el sistema político siguiera garantizando el mantenimiento del
orden social. Esa visión de la política también era compartida en las ciudades y
en el campo por las clases medias, que identificaron los años del Sexenio con
la crisis económica, la anarquía y el miedo a las revueltas y a los movimientos
obreros.
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1. EL RETORNO DE LOS BORBONES
Tras el golpe del general Pavía y la disolución de las Cortes, en enero de 1874,
se estableció un régimen militar bajo la presidencia del general Serrano. Sin un
proyecto político claro, Serrano confundió su papel, en teoría el de jefe de un
Estado aún republicano, con el de una dictadura personal. Formó un gobierno
compuesto por demócratas radicales y militares, que concentró todo su
esfuerzo en sofocar los últimos focos cantonalistas, hacer frente a los carlistas
en el Norte y volver a establecer el orden y el control del país desde el poder
central. Se fueron eliminando los últimos reductos de oposición republicana,
mientras los grupos burgueses y las clases medias se iban incorporando
paulatinamente a la causa alfonsina, representada ya oficialmente por Antonio
Cánovas del Castillo. El gobierno de Serrano movilizó nuevos contingentes
para el ejército y aumentó los impuestos, con lo que pudo detener el avance de
los ejércitos carlistas. Pero a finales de año su posición era ya frágil. La
propaganda hábilmente dirigida por Cánovas a favor de la dinastía borbónica,
cuya cabeza era desde 1870 el hijo de Isabel II, Alfonso XII, a la son de 17
años de edad, había calado en el seno del Ejército y entre los sectores más
influyentes de la clase dirigente. Cánovas tomó la decisión de enviar al joven
príncipe a la academia militar de Sandhurst (Inglaterra), como una manera de
mostrar cual debería ser el modelo de monarquía a instaurar en España.
El 1 de diciembre, el futuro Alfonso XII firmaba el Manifiesto de
Sandhurts, en el que garantizaba una monarquía dialogante, constitucional y
una buena parte de los progresos políticos recogidos en el Sexenio. Cánovas
preparaba así la vuelta a la Monarquía de manera pacífica y sin intervención
militar. Pero los generales monárquicos Martínez Campos y Jovellar se le
adelantaron y se pronunciaron el 29 de diciembre en Sagunto. El gobierno no
opuso resistencia y, ante los hechos consumados, aunque disgustado por el
procedimiento, Cánovas formó un gabinete de regencia el día 31 y comunicó a
Alfonso XII, entonces en París, su proclamación como Rey.
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2. EL FIN DE LOS CONFLICTOS CARLISTA Y CUBANO
a) Fin del conflicto carlista
El camino hacia la pacificación militar se consolida en 1875 con el
aumento del esfuerzo militar en el Norte, que permite primero la caída de la
zona carlista catalana y, a lo largo de 1875, el estrechamiento del cerco del
núcleo navarro, hasta concluir con su rendición en marzo de 1876 (Manifiesto
de Somorrostro).
El carlismo había sido derrotado, pero los problemas que estaban a él
asociados no habían sido resueltos. En especial los relacionados con los
sentimientos regionalistas, sobre todo los de los vascos, cuyos Fueros
quedaban abolidos. Y tampoco desapareció el sentimiento religioso
ultraconservador y tradicionalista, que agrupaba sectores para los que el
régimen de la Restauración aún no había demostrado ser legítimo defensor de
la Religión Católica. De hecho, el carlismo siguió vivo, debatiéndose entre
quienes defendían alinearse definitivamente con la Corona, y quienes, en
nombre del catolicismo reaccionario, se mantuvieron en una oposición de
ultraderecha.
b) Cuba: una solución provisional
El final de la guerra carlista permitió enviar tropas a Cuba, donde la
pacificación se consiguió a lo largo de los dos años siguientes mediante la
combinación de la eficacia militar, bajo el mando de los generales Jovellar y
Martínez Campos, y de la negociación. Las promesas de tímidas reformas y de
un régimen de mayor autonomía contentaron a la burguesía cubana y al
gobierno estadounidense, defensor diplomático de los rebeldes. La Paz de
Zanjón puso fin a la guerra en febrero de 1798; incluía una amplia amnistía, la
libertad de los esclavos de origen asiático y promesas sobre una serie de
reformas legales cuyo incumplimiento posterior estará en el origen de la guerra
definitiva de 1895.
La pacificación ideológica se conseguirá a través del desarrollo de la
Constitución de 1876, el sufragio censitario y la práctica del caciquismo. Sin
embargo, el final de la guerra carlista supondrá la marginación del foralismo
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vasco y la paralización de las reformas administrativas en las provincias de
ultramar. Y aquí reside el origen de dos graves problemas que sacudirán
gravemente a la Restauración: la crisis de 1898 y el auge de los nacionalismos
periféricos, ya que en España se instaura lo que se denomina como
centralismo o nacionalismo constitucional.
3. LA TRASTIENDA DE LA RESTAURACIÓN: EL FUNCIONAMIENTO DEL
CACIQUISMO DE LA MAQUINARIA ELECTORAL.
A la altura de 1885 era ya evidente que el funcionamiento constitucional
experimentaba una clara adulteración. Los gobiernos no cambiaban porque
tuvieran o les faltara el apoyo de las Cámaras; cuando un partido
experimentaba el desgaste de su gestión, o sencillamente cuando los líderes
políticos consideraban necesario un relevo en el disfrute del poder, se sugería
a la Corona el nombramiento de un nuevo gobierno. El partido en el gobierno
fijaba los resultados electorales de forma pactada y negociada con los líderes
del otro partido,
siguiendo la estrategia turnista. El nuevo Presidente era
siempre el líder del partido hasta entonces en la oposición, y recibía junto con
su nombramiento el decreto de disolución de las Cortes y la convocatoria de
nuevas elecciones. Entonces actuaba su Ministro de Gobernación, que
fabricaba los resultados electorales desde el llamado encasillado del Ministerio,
adjudicando escaños a partidos a adversarios en función de los acuerdos que
se pactaban en la cúspide de los partidos. El encasillado consistía en la
elaboración de una lista con los nombres de cada uno de los diferentes distritos
electorales; posteriormente, se colocaba en cada casilla el nombre de
candidato, que tenía ganada la elección, por decisión gubernamental, ya que
era el más idóneo para sus intereses, antes de producirse las votaciones. Para
asegurar los resultados electorales deseados por el gobierno era
imprescindible la colaboración y la intervención de los llamados “caciques”.
Estos eran individuos poderosos y m uy influyentes en la vida local
(terratenientes, prestamistas, notarios, médicos…) cuya función consistía en
controlar las elecciones en los pueblos y municipios rurales para “fabricar” y
garantizar de modo fraudulento los resultados fijados en el “encasillado”. El
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cacique creaba su clientela proporcionando trabajo y favoreciendo económica y
socialmente a sus clientes. Los procedimientos que utilizaban para controlar las
elecciones en su localidad, con el apoyo de la Guardia Civil y de los jueces,
eran variados:
- violencia y amenazas sobre los votantes.
- Realizar trampas en el día de las elecciones.
- Cambiar votos por favores: prometiendo empleos, concediendo permisos para
edificar, librando del servicio militar mediante la simulación de inutilidad…
Este falseamiento electoral funcionó sin grandes problemas durante los
primeros 25 años de la Restauración, pero a partir de la década final del siglo
comenzó a resquebrajarse con el establecimiento del sufragio universal, la
difusión de la prensa y el surgimiento de partidos ajenos al turno de partido,
como se llamó a la monótona alternancia de conservadores y liberales.
4. LA REGENCIA DE MARÍA CRISTINA (1885-1902)
En noviembre de 1885 murió Alfonso XII. Quedó como regente su segunda
esposa, María Cristina, embarazada por tercera vez y con dos hijas menores
de edad. El que fuera una extranjera sin experiencia política sembraba serias
dudas sobre su actitud, y además estaba la incertidumbre su un posible
heredero (meses después nacería el futuro Alfonso XIII). Esta situación llevó a
los dos líderes de los partidos, Cánovas y Sagasta, a establecer un acuerdo:
apoyar a la regente, facilitar el relevo en el gobierno cuando éste perdiera
prestigio y apoyos en la opinión pública, y no echar abajo la legislación que
cada uno de ellos aprobara en el ejercicio del poder. Este acuerdo, que ha
pasado a la Historia como el Pacto del Pardo, fue decisivo para la estabilidad
del régimen bajo la larga regencia: ambos partidos lo cumplieron y facilitaron
una alternativa pacífica. Además, la regente, María Cristina de Habsburgo
demostró una gran prudencia política, al respetar escrupulosamente las
decisiones de los gobiernos en los 16 años en que desempeñó la regencia. En
cuanto a la política exterior, se encontró con el denominado “Desastre del 98”,
ya que en ese año España pierde los territorios de Cuba, Puerto Rico y
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Filipinas. El conflicto cubano arrastraba ya desde años atrás, iniciándose
porque los terratenientes cubanos querían libertad para vender sus productos
agrarios. Los Estados Unidos, en 1895, animaron a los criollos cubanos a
luchar por su independencia, con la intención de incluir la región del Caribe en
su zona de influencia. Para intervenir en el conflicto, EE.UU culpó a España del
hundimiento del Maine, un barco de su flota que se encontraba anclado en La
Habana. Tras una declaración de guerra, España no pudo hacer nada por
defender Cuba y las islas Filipinas, también ocupadas por los norteamericanos;
en 1898, en la Paz de París, aceptó la independencia de estos territorios y de
Puerto Rico, bajo la tutela de los EE.UU.
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5. REINADO DE ALFONSO XIII (1902-1931)
5.1. INTRODUCCIÓN
En los primeros años del reinado de Alfonso XIII, asistimos a un proceso lento,
pero inexorable, de descomposición política y social. Un proceso que culmina
en 1923 con el golpe de estado del general Miguel Primo de Rivera, cuya
dictadura puso fin al sistema político de la Restauración (1885-1923), y cuyo
mismo fracaso arrastró, en 1931, tanto al Rey como a la propia Monarquía.
Paralelamente a la crisis política, se produce una evolución lenta pero profunda
en la economía y en la estructura social, que trasforma el modo de vida de las
gentes y que hace de la España de 1930 un país distinto del que vio iniciarse el
siglo.
En realidad, el inicio de la descomposición del Sistema se da a partir del
Desastre del 98 que enfrenta a un naciente imperialismo (EE.UU) con una
antigua potencia imperial en ese momento en el mayor de los declives
(España).
Como alternativa a la Restauración aparece el Regeneracionismo, que
tiene en Joaquín Costa a su principal promotor e ideólogo. Este movimiento
eclosiona durante la crisis del 98 rechazando una “España oficial” que se
considera ficticia, para buscar otra “España posible”. Hay que vincular el
Regeneracionismo a la crítica y revisión del sistema político de la Restauración,
de sus prácticas caciquiles y de la estructura socioeconómica que lo sustenta.
En el ámbito internacional, el reinado de Alfonso XIII coincide con la
carrera de armamentos, período crítico que desembocó en la I Guerra Mundial,
la cual tuvo repercusiones políticas y económicas en España. El
establecimiento de la dictadura de Primo de Rivera hay que ponerla en relación
con la aparición y desarrollo de los fascismos en la Europa de entreguerras.
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5.2. RASGOS GENERALES DEL PERIODO 1902-1923
•
La personalidad del propio rey: jugó un papel activo en la política: se
implicó en los cambios de gobierno, participó en la acción política y se
rodeó del sector más conservador. A pesar de su buena voluntad y de la
fe que tenía en el respaldo de su pueblo, su actuación demuestra que no
supo entender hacia dónde evolucionaba el país; una actuación que,
finalmente, sería decisiva para el descrédito final en que cayó la
Monarquía.
•
División de los partidos del turno: provocada por la desaparición de los
líderes históricos (Cánovas, Sagasta, Silvela) y las luchas entre los
nuevos jefes conservadores (Fernández Villaverde, Maura) y liberales
(Moret, Ríos, Canalejas, Romanones) por el control de sus grupos. Los
conflictos internos impidieron que surgieran liderazgos fuertes, capaces
de producir en el seno de ambos partidos un proceso de puesta al fía
que, tras la crisis del Desastre, resultaba imprescindible.
•
La progresiva pérdida de influencia del caciquismo restó eficacia a la
maquinaria electoral de los partidos: el mayor peso de las ciudades
impedía una manipulación tan descarada como la de las zonas agrarias,
y la crítica regeneracionista obligaba poco a poco a suavizar el fraude.
•
Al mismo proceso de fraccionamiento parlamentario contribuyó la
aparición y el crecimiento de partidos políticos ajenos al sistema de la
Restauración. Socialistas, radicales, republicanos y nacionalistas
incrementaron cada vez más su fuerza electoral. Desde 1917, ningún
partido era capaz de formar gobierno por sí solo, lo que llevó a recurrir a
los gobiernos de concentración.
•
El “problema constitucional”: los dos partidos de turno se van a mover
entre la necesidad de dar cabida a los nuevos partidos que vienen
surgiendo (para ello han de modificar una Constitución que estaba
pensada precisamente para dejarlos fuera a través del fraude y los
pucherazos) y su propio instinto de conservación (lo que les lleva a no
modificar la Constitución). El intento cada vez más serio de modificación
de la Constitución se realizará en 1917 y su fracaso acabó por significar
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el principio del fin del régimen, pues mostró claramente a todos los
partidos que no eran el Liberal y el Conservador que con aquella
Constitución no tenían ningún porvenir.
•
El aumento de las luchas sociales es otro hecho remarcable. En su
origen están la mayor conciencia de clase de obreros y campesinos, la
degradación de las condiciones de vida, la fuerza creciente de los
sindicatos socialistas y anarquistas y el éxito de las primeras grandes
huelgas, las posiciones cada vez más enfrentadas entre patronos y
trabajadores hicieron más agudos los conflictos, y trajeron como
consecuencia una polarización que desestabilizó permanentemente la
vida política. A esto hay que añadirle el efecto que la Revolución Rusa
(1917) va a tener sobre todas las organizaciones obreras en España.
•
Resurgimiento de los problemas clerical y militar: El clerical estuvo
presente durante todo su reinado. El partido liberal se dedicó a atizar un
anticlericalismo constante como bandera política. De otra parte, el
anticlericalismo era común tanto entre la pequeña burguesía
antidinástica como entre una buena parte de la clase obrera, sobre todo
en los círculos anarquistas. En cuanto al problema militar, tal vez las
cifras basten para explicarlo. Un ejército compuesto por 80.000 soldados
tenía 2400 oficiales y 500 generales, es decir, una locura macrocefálica
difícilmente sostenible en la que la mayor parte del presupuesto del
Ministerio de Guerra se iba en pagar sueldos. Si a esto se le suma que a
partir del 98 las críticas al ejército son unánimes se entenderá el
descontento de estos.
5.3. La difícil búsqueda de dos líderes
A. Los primeros intentos en el partido conservador: Silvela
La proclamación de la mayoría de edad de Alfonso XIII tuvo efecto en los
momentos en que estaba sobre el tapete el cambio de jefatura en los partidos
de turno. Cánovas había muerto, asesinado, en vísperas del desastre (1897).
Sagasta moriría en el mismo año de 1902. Intentarán gobernar Silvela, Maura,
y Canalejas. Desde el Partido Conservador los primeros intentos fueron
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dirigidos por Silvela, que en principio sólo había logrado el apoyo de la
aristocracia, pero luego, se convirtió en el representante dentro de su partido.
Su programa pretendía la reforma del partido y su proyección hacia el futuro
mediante una política anticaciquil. Con dicho programa Silvela consiguió la
jefatura del partido conservador.
Al final Maura acabará destituyéndolo en el cargo.
B. Canalejas: líder de los liberales
En el otro partido de turno, la muerte de Sagasta (1902) abrió una pugna entre
sus lugartenientes inmediatos: Moret y Montero Ríos. Ambos, ya ancianos,
fracasaron en sus intentos. En el horizonte ya se marcaba la figura de José
Canalejas.
5.4. GOBIERNO DE MAURA (1907-1909). La Semana Trágica de Barcelona
(1909)
a) Causas:
El líder conservador se propuso hacer una regeneración del país, creando
diversos organismos para el desarrolló económico y publicó una ley electoral
para acabar con el caciquismo.
En 1909 estalla en Barcelona una revuelta de dureza inusitada. Los
sucesos de la llamada Semana Trágica tuvieron su origen en la situación de
tensión y agitación que vivía la ciudad ya en años
anteriores: al éxito del
nacionalismo hay que sumar el crecimiento de la movilización obrera y del
republicanismo entre sectores de clases medias y populares. Y ello aunque el
desencadenante último del movimiento, no podemos obviarlo, es la protesta
contra la salida de tropas desde el puerto de Barcelona hacia Marruecos.
1.
Anticlericalismo: En Barcelona había crecido los sentimientos
anticlericales. Se asaltaron conventos y se exhumaron tumbas
situadas en los sótanos y patios de las casas religiosas. La
repatriación de frailes y monjas procedentes de las últimas colonias
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americanas y de Filipinas, y la entrada en España de eclesiásticos
fugitivos de la legislación dictada por la III República francesa, explican
aquél aumento de religiosos.
2.
Desarrollo del Movimiento Obrero: En Cataluña, el PSOE y la UGT
tenían una escasa implantación, ya que entre los obreros
predominaba la ideología anarquista. En 1907se creó Solidaridad
Obrera, una organización cuya finalidad era aunar a las diferentes
organizaciones de todas las tendencias.
3.
Antimilitarismo: El talante de muchos militares, en actitud defensiva,
contribuía a exacerbar los ánimos.
4.
Radicalismo republicano: Una parte de la culpa la tenía la aparición
de una fuerza nueva, el Partido Republicano Radical, dirigida por
Alejandro Lerroux, un
personaje de clase media, gran orador, de
planteamientos españolistas, anticlericales y aparentemente
revolucionarios, pero que en la práctica no proponía un cambio social
auténtico. Su constante actitud crítica hicieron que una buena parte de
las clases medias y de los trabajadores catalanes pasaran a apoyarle.
b) Desarrollo de los acontecimientos:
La chispa de la explosión popular vino de la crisis marroquí y de los errores del
gobierno: desde los últimos años del siglo XIX la presencia española en el
reino de Marruecos, había ido aumentando. Era uno de los últimos territorios
“libres” de África, tras el reparto colonial, y sobre él se concitaban las
ambiciones y tensiones de las grandes potencias. Tras el Desastre, la
posibilidad de un imperio colonial africano, que conectaba con el pasado
histórico del país, vino a sustituir las frustradas expectativas de los colonialistas
españoles. Tras un primer acuerdo franco-español (1904), que otorgaba a
España la administración del Rif, en julio de 1909, los miembros de algunas
cábilas (tribus de bereberes) próximas a Melilla atacaron a los trabajadores
españoles. El gobierno de Maura decidió trasladar soldados para proteger los
intereses españoles, pero en vez reenviar a las tropas situadas en Andalucía,
el ministro de Guerra cometió el error de aprovechar la ocasión para ensayar el
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plan de movilización de reservistas, y ordenó la incorporación de éstos en
Madrid y Barcelona. Las protestas generalizadas ante lo irracional de la
medida, especialmente en Cataluña, no fueron atendidas. El 18 de julio,
cuando las tropas embarcaban en el puerto de Barcelona, hubo incidentes
graves, cuando algunas damas de la alta sociedad intentaron entregar
medallas a los soldados. En Madrid, las mujeres y madres de los alistados
invadieron las vías para intentar detener los convoyes. La tensión fue en
aumento en los días posteriores, Solidaridad Obrera convocó una huelga
general que acabó un una insurrección de cinco días que desembocó en
quema de conventos y esuelas religiosas. Se declaró el estado de guerra,
mientras la huelga se extendía a las ciudades industriales vecinas. Al día
siguiente el Comité de Huelga perdió el dominio de la situación, que derivó en
el asalto y quema de conventos por parte de la población. Los enfrentamientos
entre huelguistas, policía y ejército se recrudecían. El jueves 29 de julio la
tensión comenzó a remitir, volviéndose a una cierta normalidad el sábado.
C.
Consecuencias posteriores. El fortalecimiento de la oposición
En el plano político el ya viejo sistema de la Restauración basado en el
turnismo seguía su declive y eso a pesar de que tras la “Semana
Trágica” el Partido Liberal, con Canalejas al frente (hasta su asesinato
en 1912), tomó una cierta relevancia por el carácter progresista de éste.
Sin embargo una de las repercusiones inmediatas de la Semana Trágica
fue la “conjunción” republicano-socialista, que se traducirá en una mayor
presencia de ambos en los ayuntamientos y en las Cortes.
En cuanto al Movimiento Obrero hay que destacar el nacimiento de la
CNT y el crecimiento numérico de la UGT. La transformación de
Solidaridad Obrera en la CNT (Confederación Nacional del Trabajo) tuvo
lugar en Barcelona en 1910. La nueva organización sindical aspiraba a
lograr la emancipación económica de la clase obrera mediante la
expropiación revolucionaria de la burguesía. Mientras tanto el PSOE
alcanzaba los 14.000 afiliados en 1914, y la UGT incrementaba
espectacularmente sus efectivos en todo el país.
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En el plano intelectual la antorcha del pensamiento crítico la encendió
José Ortega y Gasset. Le siguieron una extensa pléyade de intelectuales
que se planteaban opciones más radicalizadas. Destaca, cómo no, la
figura de Antonio Machado con su paralelismo de las dos Españas.
5 . 5 E L G O B I E R N O D E C A N A L E J A S Y E L Ú LT I M O I N T E N TO
REGENERACIONISTA
Tras un breve paréntesis de gobierno a cargo de Moret, Alfonso XIII encargó
formar gobierno a José Canalejas en febrero de 1910. Líder del ala izquierdista
del Partido Liberal, Canalejas era un hombre de prestigio que había ido
fraguando un programa regenerador más abierto que el de Maura, pero con el
idéntico fin de provocar la revolución desde arriba a través del ejercicio del
poder.
Su breve gobierno transcurre entre permanentes conflictos sociales,
originados en zonas agrarias e industriales y dirigidos por el movimiento
anarquista y republicano. Tuvo que enfrentarse a las cuestiones que Maura
había dejado pendientes: los problemas sociales, el problema religioso, la crisis
marroquí y la presión regionalista. Primero consiguió recuperar la disciplina en
su partido, base necesaria para restablecer el funcionamiento del turno. Luego
supo ganarse el respeto tanto del Rey, receloso por su izquierdismo, como de
la oposición, desde Maura hasta los republicanos, que aceptaron colaborar en
algunas de las medidas propuestas en las Cortes por su gobierno.
El anticlericalismo de Canalejas, un católico practicante que sólo
pretendía una separación de la Iglesia y el Estado, se suavizó al llegar al
gobierno, desde el que intentó conseguir un acuerdo con la Santa Sede.
Comenzó por permitir los signos externos de otras religiones en sus
respectivos templos, pero ello suscitó una dura campaña de propaganda contra
él, y llegó a casi una ruptura con el Vaticano. En diciembre las Cortes
aprobaron la llamada Ley del Candado, que prohibía la instalación en España
de nuevas órdenes religiosas en España en el plazo de dos años, hasta lograr
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una ley que regulara el problema. Pero fue imposible conseguir esa ley en el
plazo previsto.
La cuestión marroquí continuó agravándose. A la precariedad de la
posición española, vino a sumarse la crisis de 1911, cuando los franceses
iniciaron la ocupación de hecho del territorio que tenían asignado como
protectorado. El gobierno español advirtió primero, y emprendió después la
ocupación militar de su zona, desembarcando tropas en Arcila (Marruecos, en
la provincia de Tetuán) y en Larache (Marruecos, cerca de Tánger). En 1912 se
llegó a un acuerdo de reparto, pero la guerra se había generalizado.
ANEXO
Se denomina protectorado a la soberanía parcial que un Estado ejerce, especialmente en
lo referido a las relaciones exteriores, en un territorio que no ha sido incorporado
plenamente al de su nación y en el cual existen autoridades autóctonas propias.
A modo de ejemplo, podemos citar el protectorado que en su día ejercieron España y
Francia sobre Marruecos, donde la autoridad sobre la población nativa era ejercida por
el Sultán, existiendo fuerzas militares y policiales autóctonas, pero tuteladas por los
ejércitos de los países protectores.
Los gobiernos de estos países estaban representados, en el caso de la zona controlada
por España, por el Alto Comisario, normalmente un general, y en el de la zona francesa
por el Residente General.
En el protectorado se conservan las autoridades políticas y la metrópolis controla militar
y políticamente.
Por último, Canalejas continuó la línea abierta por Maura para otorgar al
catalanismo sus reivindicaciones. En 1912 el Congreso aprobó la Ley de
Mancomunidades, pero Canalejas no llegó a verla aprobada en el Senado,
como tampoco la firma sobre el Tratado de Marruecos: el 12 de noviembre de
1912, en un atentado inicialmente preparado contra el Rey, caía asesinado por
los disparos del anarquista Manuel Pardinas, mientras contemplaba el
escaparate de una librería en la Puerta del Sol. Con su asesinato terminaba el
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último intento de renovar el país desde la óptica del regeneracionismo, al
tiempo que la división volvía a estallar en el seno del Partido Liberal.
5.6. LA CRISIS DEL SISTEMA
Durante la I Guerra Mundial las tensiones se agudizaron. Aunque España
permaneció neutral, resultó afectada por el aumento general de los precios y,
en este contexto, un grupo de parlamentarios, entre ellos muchos catalanistas,
se reunión en Barcelona para acabar con el gobierno. Simultáneamente estalló
un levantamiento de las Juntas de Oficiales que exigían mejores sueldos, y una
huelga general convocada por la UGT. Esta grave crisis terminó porque el
Gobierno pudo atraerse a los militares y porque los parlamentarios y los
trabajadores fueron incapaces de colaborar. Pero la crispación social no
disminuyó, sobre todo en el enfrentamiento entre obreros y patronos, y
mientras el sindicato anarquista CNT se centró en la concentración de huelgas
revolucionarias, en el PSOE apareció una tendencia radical que se escindió
formando el PCE (1921), y que seguía el ejemplo de la Revolución Rusa.
A estos problemas se le unió la terrible derrota des ejército español en Annual
(Marruecos), en 1921. Para solucionar la crisis, Alfonso XIII llamó a gobernar
de nuevo a Maura y el régimen tomó la apariencia de una dictadura.
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6. LA DICTADURA DE MIGUEL PRIMO DE RIVERA (1933-1930)
6.1. LAS CAUSAS DEL GOLPE DE ESTADO
En el verano de 1923 los rumores sobre un golpe de Estado estaban a la
orden del día, y la prensa venía denunciando las actividades conspirativas. El
golpe de Estado del general Primo de Rivera el 13 de septiembre de 1923 no
fue una nueva versión de los pronunciamientos decimonónicos. Una vez
reconocido el golpe por el Rey, fue el Ejército como institución, no unos pocos
generales políticos, quien asumió el poder.
El cambio que se opera en 1923 es una modificación en la forma de
ejercicio del poder con el fin de reforzar el Estado en un momento de crisis
general de la sociedad: una solución autoritaria a los problemas y
contradicciones del régimen de la Restauración. Las circunstancias que
llevaron a la Dictadura son de diverso orden:
•
Las consecuencias de Annual: los 13.000 muertos y la humillación militar
recibida pesaban como una losa sobre los militares y la opinión pública.
La derrota provocó dos movimientos opuestos: en el Ejército, de
exigencia de un cambio de timón político, a través de presupuestos de
guerra y medios más cuantiosos que permitieran responder militarmente
y vengar la humillación sufrida; y en la opinión pública, de indignación y
oposición a la continuidad de la guerra, al tiempo que de exigencia de
responsabilidades a los culpables. Ante la negativa del gobierno a
aumentar los gastos para financiar un desembarco, varios jefes militares
se sumaron al golpe, entre ellos los africanistas, partidarios de llevar la
guerra hasta el final.
•
El auge del nacionalismo en Cataluña y País Vasco era visto con recelo
por los grupos más derechistas.
•
La división de partidos conservador y liberal y el ascenso de socialistas y
republicanos alarmaban a la oligarquía y a los militares conservadores.
Además, en 1921 había sido fundado el Partido Comunista de España
(PCE).
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•
La situación del orden público también asustaba a las clases dirigentes,
pese a que había mejorado algo en 1922 y 1923. Un gobierno autoritario
podía ser el freno definitivo a la protesta social y al auge del movimiento
obrero.
•
La opinión pública, desengañada del régimen y exasperada por la
corrupción política, al alza de precios y la cuestión marroquí, presionaba
en el mismo sentido. La prensa de izquierdas y de derechas coincidía en
una crítica permanente al Gobierno y a los partidos del turno. La
posibilidad de un “hombre de hierro” que pusiera “orden” y practicara
una “política quirúrgica” para acabar con las lacras de la Restauración,
comenzó a tener adeptos.
•
El apoyo del Rey: la mayor parte de los testimonios coinciden en que
Alfonso XIII valoró la posibilidad de un gobierno militar; llegó a
consultárselo a Maura, que lo desaconsejó. Lo que no está tan claro es
que alentara la conspiración. Pero sí es evidente que, al menos,
colaboró con el golpe al no oponerse al mismo y contribuir, con su lenta
reacción, a afianzar el pronunciamiento.
•
El contexto internacional: la violenta crisis económica, el trauma
generado por la Gran Guerra y, sobre todo el triunfo de la revolución y el
establecimiento del comunismo en Rusia (1917), alentaba, por miedo a
su extensión, los movimientos radicales y militaristas. En Italia se había
producido la Marcha sobre Roma y la instauración de un gobierno
fascista, mientras que en Centroeuropa predominaban los gobiernos
autoritarios y retrocedían las democracias. Resulta significativo que el
golpe de Primo de Rivera coincida en el tiempo con el ascenso de
Mussolini, la invasión francesa del Ruhr y el fracasado intento golpista
de Hitler de octubre de 1923. La instauración de la dictadura de Primo
de Rivera coincidió, además de los casos ya señalados, con la
proclamación de regímenes autoritarios en otros países europeos como
Hungría (1920), Bulgaria (1923), Turquía (1923), Albania (1925),
Portugal y Polonia (1926). Este proceso reinterpreta como una respuesta
a la crisis del sistema parlamentario liberal.
!17
•
6.2 EL GOLPE DE 1923 Y LA FORMACIÓN DEL DIRECTORIO
MILITAR
La conspiración se fue fraguando desde las elecciones de la primavera. En ella
confluirán dos movimientos distintos, pero con un objetivo común: derrocar al
gobierno liberal de 1923. Ambos movimientos no eran coincidentes en sus
pretensiones e ideología. El primer grupo conspirador se vinculaba a las Juntas
de Defensa, mientras que el segundo, el de Madrid, estaba formado por los
generales Saro, Daban, Cavalcanti, y Berenguer. Su objetivo era recoger las
aspiraciones del ejército africanista e instaurar un gobierno militar fuerte que
solucionara los problemas existentes.
El contacto entre Primo de Rivera y el grupo de Madrid debió producirse
a mediados de junio, cuando pidió al gobierno que se concediera plenos
derechos para luchar contra el terrorismo. Cuando. Primo era conocido en
Barcelona entre la burguesía y la patronal catalana por su talante duro contra
los anarquistas.
Desde finales de junio se forma el núcleo central de los conspiradores,
que van a buscar apoyos dentro y fuera del ejército. La trama golpista se fue
ampliando, atrayendo a López de Ochoa y a Sanjurjo, gobernador militar de
Zaragoza. A primeros de septiembre ya se decide que fuera Primo de Rivera,
Capitán General de Cataluña, quien dirigiera el golpe.
El detonante para el golpe fueron los incidentes producidos en Málaga el
23 de agosto entre las tropas que iban a ser embarcadas para Marruecos y la
crisis ministerial del 1 septiembre. Desde ese momento, Primo de Rivera
aceleró los preparativos para la acción, y superando muchas indecisiones, se
sublevó el 12 de septiembre contra el Gobierno, declarando el estado de
guerra en Cataluña e iniciando la sublevación que finalmente triunfó. A
Cataluña se fueron sumando las demás provincias.
Pese a la oposición y el intento, tibio, de reacción de éste, el golpe
triunfó gracias al silencio, primero, y al apoyo, más tarde, de Alfonso XIII, que
tras retrasar su regreso a Madrid desde San Sebastián, acabó, en la mañana
del día 14, por admitir la dimisión del gobierno y encargar al General la tarea de
!18
formar gobierno. Esta actuación del Rey parece que, según la documentación
existente, ya debía tener decidido con anterioridad.
El nuevo régimen militar se presentó al País, a través de un Manifiesto,
como un proyecto de regeneración, un “paréntesis de curación” de los males
del país. Se trataba de corregir los defectos del sistema político y de eliminar el
caciquismo, no de terminar con el sistema parlamentario. Sin embargo, las
primeras medidas adoptadas se orientaron a implantar una dictadura férrea en
la que el Ejército asumía un papel casi de monopolio de todos los resortes del
poder. Ya el mismo día 15 el Rey aceptó la propuesta de nombrar ministro
único al General Primo de Rivera, a quien asistiría, a título consultivo, un
Directorio Militar compuesto exclusivamente por ocho generales del Ejército.
Era, por tanto, una dictadura de índole claramente personalista.
Primo de Rivera declaró el estado de guerra en todo el territorio;
sustituyó a todos los gobernadores civiles por militares, que asumieron todo el
poder en las provincias; y cambió a la mayor parte de los altos cargos de la
Administración por mandos militares o por funcionarios adictos al golpe.
Además, decretó la suspensión de garantías constitucionales sobre tiempo de
detención, libertad de domicilio, asociación o libertad de expresión. Otro
decreto disolvió el Congreso y la parte electiva del Senado: el poder legislativo
quedaba eliminado. Por último se estableció una férrea censura de prensa para
suprimir cualquier alusión crítica a la Dictadura y filtrar cualquier información no
oficial sobre la guerra de Marruecos.
La acción política de ese Directorio Militar, que duró hasta 1925, se
encaminó a acabar con los viejos partidos de la Restauración y el régimen
parlamentario. Pretendió llevar a cabo lo que Joaquín Costa había llamado
“política quirúrgica”. Sin embargo, la dictadura no tocó la base real del sistema:
la oligarquía de terratenientes e industriales, que siguió dominando la vida
económica y social, y que se aprovechó del control que ejercía el dictador y de
la ola de prosperidad económica de los años veinte para aumentar su fortuna y
afianzar su poderío financiero.
Algunos progresos se lograron con esta dictadura que, a pesar de los
intentos, no logró terminar con el caciquismo: se realizaron inversiones en
!19
riegos, alcantarillado, obras públicas, dotaciones escolares y sanitarias. Logros
que fueron posibles, en mayor parte, por la prosperidad económica.
Eliminada la actuación de los partidos y suspendidas las Cortes, era
necesario crear un instrumento que sirviera a la vez para nutrir de cuadros
locales y nacionales a la dictadura, y para apoyar al nuevo régimen. Primo de
Rivera decidió en abril de 1924 unificar desde arriba las distintas Uniones
Patrióticas que habían surgido espontáneamente, después del golpe en los
círculos católicos y conservadores.
El nuevo partido, Unión Patriótica, fue oficializado en abril de 1924 y su
lema rezaba “Dios, Patria y Monarquía”.
El problema regionalista fue uno de los grandes fracasos de la dictadura.
Pese al apoyo recibido por la burguesía catalana en el momento del golpe, el
General demostró rápidamente que, en su ideología, regionalismo y
separatismo eran sinónimos. En las primeras semanas, Primo de Rivera
prohibió el uso de la bandera catalana y su himno, Els segadors; cambió el
nombre de numerosas calles y restringió el uso del catalán al ámbito privado;
se reprimieron las manifestaciones culturales y políticas del catalanismo,
cerrando incluso el FC Barcelona. Todo esto llevó a que esa burguesía que
inicialmente le apoyó se le volviera en su contra y apoyara la vuelta a la
República, bajo el liderazgo de Francesc Macià.
El orden público fue otra de las obsesiones de Primo de Rivera, para
quien el movimiento obrero, las acciones anarquistas y la delincuencia eran
una misma cosa. Frente al desorden y la inseguridad pública reinantes en los
últimos años del régimen parlamentario se hacía preciso instaurar una
campaña de propaganda y de acción eficaz que identificase tranquilidad y
pacificación con la dictadura. Para ello eran necesario una intensa represión
que recaería sobre los militares, salvo que se hiciese participar en ella a otros
sectores de la sociedad. Se creó por Real Decreto de septiembre de 1923 el
Somatén Nacional. Se dictaron instrucciones terminantes a los gobiernos
civiles para reprimir cualquier tipo de manifestación o protesta, al tiempo que se
establecía una rígida censura de prensa.
Sin duda el éxito de la dictadura fue el fin de la Guerra de Marruecos. Al
penetrar el jefe rifeño en la zona de protectorado de los franceses, éstos
!20
propusieron una operación conjunta. Rápidamente se acordó un desembarco
en la retaguardia marroquí, que tuvo lugar en la bahía de Alhucemas el 8 de
septiembre de 1925; la operación permitió romper en dos la zona controlada
por los marroquíes, cuyo frente se desmoronó. A mediados de 1926 Abd alKrim se entregó a los franceses. La guerra había terminado.
La victoria en Marruecos colocó a Primo de Rivera en la cumbre de su
prestigio: le reconcilió con los militares españoles (ya que antes del
desembarco pensaba retirar las tropas en Marruecos), elevó su popularidad y
le permitió renovar el apoyo de la oligarquía, que podía volver a invertir con
tranquilidad en el Protectorado.
6.3. EL DIRECTORIO CIVIL
En diciembre de 1925, cuando ya eran claros los resultados positivos del
Desembarco de Alhucemas, Primo de Rivera propuso al Rey la sustitución del
Directorio Militar por un Directorio Militar por un Gobierno civil. En el nuevo
Gobierno permanecía un militar. En el nuevo Gobierno permanecía un militar,
Martínez Ahido, en Gobernación. Y ocupaban las principales carteras Calvo
Sotelo, en Hacienda, el conde de Guadalhorce en Fomento, y Eduardo Aunós
en Trabajo. El Ejército retornaba a los cuarteles, aunque permanecían
suspendidas la Constitución y las libertades. La idea era crear un régimen
distinto que se reafirmaría por medio del plebiscito de 1926. El proceso de
institucionalización de la dictadura se realizó mediante la formación de una
Asamblea Nacional Consultiva, convocada en 1927, pese a las reticencias del
propio Rey. Constituida por 400 miembros elegidos mediante sufragio
restringido por municipios, provincias, Iglesia, Ejército, sectores de la cultura,
intereses económicos, etc., se le encargó la elaboración de una nueva
Constitución. Tras años de trabajos, en 1929 se presentó el proyecto, el cual no
satisfizo a nadie.
Respecto a la política económica de la dictadura, ésta se caracterizó por
un nacionalismo económico y un fuerte intervencionismo.
La dictadura emprendió una importante política de obras públicas para
estimular las fuerzas económicas y, sobre todo, impulsar el crecimiento
industrial que se concretó en tres factores:
!21
•
Política ferroviaria: los ferrocarriles recibieron nuevos impulsos. El
Estado invirtió unos 1.300 millones de Ptas en la renovación de material
e infraestructuras, electrificando buena parte de la red. Las compañías
ferroviarias obtuvieron enormes ganancias.
•
Construcción y renovación de carreteras: se crearon 9.455 Kms de
carreteras secundarias, además de mejorarse notablemente los firmes y
los trazados de las principales.
•
Política hidráulica: en 1926 se instituyeron las Confederaciones
Hidrográficas destinadas para la ordenación y el aprovechamiento de los
ríos y su aplicación al desarrollo energético y a riegos y el transporte de
las cuencas fluviales para triplicar en un breve plazo los riegos
existentes, mediante la construcción de embalses, encauzamientos,
saltos de agua, canales…
En conjunto, las medidas de política económica tuvieron efectos
positivos en la reactivación industrial. Aumentó la producción de bienes
de base (cemento, hulla), energía hidroeléctrica y bienes de equipo
(siderometalúrgica y química) mientras que los bienes de equipo
permanecieron estancados.
Las consecuencias negativas fueron:
-
La excesiva rigidez del intervencionismo del Estado se cebó en
las clases medias, comerciantes y tenderos.
-
El creciente déficit de la balanza comercial, pues las
importaciones crecieron por encima de las exportaciones.
Otro aspecto destacado de la acción de la dictadura fue la política social,
pero con un marcado carácter paternalista y tutelar, que encajaba muy
bien la concepción que tenía Primo de Rivera sobre cómo debían ser las
relaciones laborales. Por el Ministerio de Trabajo se aprobó una
legislación positiva que regulaba los contratos, los accidentes laborales,
los subsidios de familias numerosas, el seguro de maternidad y el apoyo
a los emigrantes. Las condiciones del proletariado mejoraron en cuanto
!22
a empleo, reconocimiento de derechos, disminución de la conflictividad,
etc.
En lo que respecta a la educación se aumentaron las escuelas,
con lo que descendió el analfabetismo; crecieron las escuelas para la
instrucción de los maestros y aumentó el salario de éstos. Se favoreció
la enseñanza privada y religiosa (sólo el 25 % de los centros de bachiller
pertenecían al Estado).
6.4. LA OPOSICIÓN A LA DICTADURA Y CAÍDA DE PRIMO DE
RIVERA
Desde 1927, el fracaso de la dictadura a la hora de renovarse, junto a la
irritación de los grupos de oposición por el inmovilismo y desgaste de la
monarquía, hicieron revivir las movilizaciones. La oposición al régimen
abarcó un amplio espectro político.
En primer lugar, parte de los políticos de los partidos del turno se negó a
colaborar con Primo de Rivera y exigió a Alfonso XIII el restablecimiento de
la Constitución y la convocatoria de elecciones. Poco a poco, ante la
negativa del Rey, se fueron alejando del monarca, practicando el
retraimiento de la actividad política. Algunos se pasaron al republicanismo;
otros, sin embargo, como Calvo Sotelo o Guadalhorce, apoyaron y
participaron en el gobierno de Primo de Rivera.
El movimiento republicano permaneció aletargado hasta 1926. En ese
año se fundó la Alianza Republicana, iniciando una movilización lenta pero
creciente en los años siguientes.
En cuanto a la oposición de los nacionalismos hay que señalar que
éstos habían sido reprimidos desde los inicios de la dictadura y la política
llevada a cabo fue la de prohibir cualquier expresión nacionalista. Esta
represión fue contestada con la configuración de un nacionalismo
insurreccional que no tuvo éxito debido al desarrollo económico de la dictadura
!23
y a la falta de recursos para llevar a cabo un movimiento insurreccional que
acabara con la dictadura.
También dentro del Ejército creció el descontento, pasada la euforia por
la victoria marroquí. Rivalidades personales, arbitrariedades de Primo de
Rivera en los ascensos, diversos incidentes, como la Sanjuanada de 1926, que
enfrentó al Arma de Artillería con el régimen; y la oposición de los sectores más
liberales del Ejército vino a agriar el ambiente en los cuartes. En 1929 se dio el
último conflicto entre dictadura y militares, el levantamiento de Ciudad Real,
que fracasó, provocando más descontento y que perduraría hasta el final del
régimen, haciendo que varios oficiales y fejes militares se pasaran al campo
republicano.
Igualmente creció la oposición entre los intelectuales. Aunque algunos
de ellos, como Ramiro Maeztu o Eugenio D´ors apoyaron la dictadura, la
mayoría se opuso, y algunos, como Unamuno, Marañón o Jiménez de Asúa, lo
hicieron de manera combativa. Ortega y Gasset, que al principio pensó que el
mensaje regeneracionista de Primo de Rivera era válido y posible, se definió
finalmente en contra. A esta oposición se le unió el enfrentamiento entre la
dictadura y los universitarios. Desde 1925 la oposición estudiantil fue en
aumento, creándose en 1927 la Federación Universitaria Escolar, que acogía a
las distintas asociaciones estudiantiles. Uno de los más duros enfrentamientos
entre la dictadura y los estudiantes se dio cuando ésta intentó llevar a cabo la
Reforma de la Universidad, restringiendo la libertad de cátedra (la libertad de
enseñar y debatir sin verse limitado por doctrinas instituidas) y equiparando los
títulos privados a los públicos. La Federación Universitaria promovió protestas,
llegando a paralizar la Universidad. En 1929 los enfrentamientos alcanzaron
una gran virulencia, apedreando los estudiantes la residencia del dictador y las
sedes de los periódicos ABC y El Debate. El Directorio cerró la Universidad,
provocando el apoyo de los profesores a los estudiantes y la radicalización del
conflicto. Las hostilidades continuaron hasta el final de la dictadura.
!24
A partir de 1928 la descomposición de la dictadura se precipitó. La
propuesta de Constitución de la Asamblea Nacional no contó con el apoyo del
Rey y generó un rechazo total en el país. En febrero de 1929 un intento de
sublevación militar fracasado, demostró, además, lo extendido que estaba el
descontento en el Ejército. Primo de Rivera decidió disolver el Arma de
Artillería, generando aún mayor irritación. Desde Marzo se sucedieron las
manifestaciones y alborotos en la Universidad protagonizados por los
estudiantes de la Federación Universitaria Española (FUE). El gobierno
respondió cerrando la Universidad de Madrid y deteniendo al líder estudiantil
Sbert, lo que hizo aumentar una movilización a la que se sumaron intelectuales
como Ortega, Menéndez Pidal o Asúa, que abandonaron sus cátedras y
declararon su apoyo a la FUE.
En el otoño se desencadenó el desplome financiero internacional a raíz
del crack de Wall Street. A las manifestaciones estudiantiles se sumó una
oleada de huelgas provocada por el hundimiento de la peseta, la crisis
financiera y la inflación. Industriales y financieros criticaban irritados la política
gubernamental. Primo de Rivera, cansado, enfermo de diabetes, presionado
por el Ejército y una oligarquía descontenta, incapaz de dominar la calle,
intentó por última vez conseguir el apoyo de la Corona. Pero Alfonso XIII
aplazó su respuesta, consciente de que ya no podía respaldarle. El 27 de
enero de 1930 el dictador presentó su dimisión al Rey, cuando éste ya
realizaba gestiones para sustituirle. Tras despedirse del país con un Manifiesto,
se exilió en París donde murió pocas semanas más tarde, el 16 de Marzo. El
Rey pone al frente del gobierno al militar Berenguer.
!25
7. LOS PREPARATIVOS PARA LA II REPÚBLICA
•
AGOSTO 1930: el día 27 las fuerzas de oposición republicana y
socialistas firman el Pacto de San Sebastián. Se constituye un gobierno
provisional en la clandestinidad que ha de preparar la proclamación de
la República. La CNT decide llegar a acuerdos con la oposición
republicana para derribar a la Monarquía.
•
NOVIEMBRE: aumentan las críticas de los intelectuales contra la
inacción del gobierno de Berenguer. Ortega y Gasset publica un artículo
en el periódico El Sol en el que denuncia el error de la Monarquía de
querer volver al régimen canovista.
•
DICIEMBRE: el día 12, los capitanes republicanos Galán y García
Hernández, se sublevan en Jaca, aunque fracasan. A los pocos días son
fusilados ante el estupor de la opinión pública. Huelga general obrera en
varias ciudades. El día 15, Queipo de Llano, Ramón Franco y otros
oficiales se rebelan en el cuartel de Cuatro Vientos, sin éxito.
•
ENERO 1931: Numerosos políticos monárquicos manifiestan su
desacuerdo con el gobierno de Berenguer y exigen la convocatoria de
Cortes constituyentes.
•
FEBRERO: el Rey destituye a Berenguer el día 14 y nombra nuevo
gobierno presidido por el almirante Aznar. Algunos monárquicos
desatienden la invitación del Rey para colaborar en el Gobierno.
Prestigiosos intelectuales como Ortega, Marañón y Pérez de Ayala, a los
que se sumarán Machado y Unamuno, se asocian en la Agrupación al
Servicio de la República. El gobierno de Aznar promete convocar
elecciones municipales para el 12 de abril de 1931. Éstas se realizaron
sin incidentes. Nadie esperaba un cambio radical, sino que se veían
como un sondeo ante las generales posteriores. Pero todo el mundo
sabía lo que estaba en juego y la importancia que podía tener el
resultado. Cuando comenzaron a conocerse los resultados, ambos
bandos, monárquico y republicano, sacaron sus conclusiones. Aunque la
mayoría de los concejales elegidos eran monárquicos, los republicanos
habían ganado de manera contundente en prácticamente la totalidad de
!26
las capitales de provincia y en las ciudades importantes, donde el
sufragio era más abierto y limpio. La abstención, muy elevada, se había
producido en el campo, en las zonas monárquicas en las que el bando
republicano había decidido expresamente no participar. Como reconoció
el propio almirante Aznar el día 13 a los periodistas, el país “se había
acostado monárquico y se había levantado republicano”.
LA II REPÚBLICA (1931-1936)
1.INTRODUCCIÓN
La II República, 1931-1936, es un intento de solucionar los viejos problemas
de España, modernizándola y pretendiendo instalar un sistema democrático
puro. Inspirad también en el Regeneracionismo se va a caracterizar, al igual
que la I República, por la inestabilidad, la radicalización, las divisiones internas
y el desfavorable contexto internacional.
La II República hay que contextualizarla dentro de la crisis de la
Restauración, que comienza en 1898 y prosigue con las crisis de 1909, 1917,
1921 y la dictadura de Primo de Rivera. Esta dictadura había dejado sin
Constitución y sin sistema democrático a España; la II República iba a intentar
consolidar la democracia en España.
La historia de esta república se divide en cuatro fases:
•
Gobierno Provisional (1931). Hechos: redacción de la Constitución del
31 que será la base jurídica del nuevo régimen.
•
Bienio Reformador (1931-1933): gobierno de izquierdas con una clara
voluntad transformadora que se plasmó en varias reformas a nivel
político, militar, económico, social, cultural, etc.
•
Bienio Negro (1933-1936): gobierno de derechas que paralizó las
reformas del anterior gobierno izquierdista.
•
Gobierno del Frente Popular (1936)
!27
En cada fase hubo oposición y problemas, razón por la cual la República nunca
encontró la estabilidad necesaria. Antes al contrario, la radicalización político
social de la derecha e izquierda fue aumentando hasta llegar a la ruptura: un
grupo de militares derechistas, que no aceptaron el triunfo de la izquierda en
las elecciones de 1936, se levantaron contra la República y forzaron la Guerra
Civil de 1936-1939. Y con la guerra vino la derrota de los republicanos y el fin
del sueño de una España democrática, republicana y libre.
2. EL GOBIERNO PROVISIONAL
El primer paso fue la formación de un gobierno provisional que reflejaba los
acuerdos del Pacto de San Sebastián. Los hombres que formaron el Gobierno
Provisional representaban todas las fuerzas progresistas del país. Así, había
representantes de la derecha republicana (Alcalá Zamora y Miguel Maura), dos
de centro derecha (los radicales Lerroux y Martínez Barrio), dos radicales
socialistas (Álvaro de Albornoz y Marcelino Domingo) y uno de izquierda
republicana (Azaña). Además había tres representantes del PSOE (Prieto,
Largo Caballero y de los Ríos) y de los nacionalismos catalán, vasco y gallego
(d´Olwer y Casares Quiroga). No era un gobierno revolucionario, sino un
gobierno formado por hombres conscientes de la necesidad de modernizar el
país, pero partidarios de hacerlo por la via democrática y legal, y no de forma
violenta.
GRUPO
Antiguos monárquicos
CARACTERÍSTICAS
Estaban situados en
puestos clave para
garantizar a la derecha
moderada que el
régimen no sería radical
R e p u b l i c a n o s Recelaban de la
tradicionales moderados p r e s e n c i a d e l o s
socialistas en el
Gobierno. Se oponían a
hacer concesiones a los
nacionalistas de las
diferentes regiones.
REPRESENTANTES
Nieto Alcalá Zamora,
presidente del gobierno.
Miguel Maura, ministro
de Gobernación
Diego Martínez Barrio,
Ministro
de
Comunicaciones;
Alejandro Lerroux,
Ministro de Estado
(asuntos exteriores). Los
dos pertenecían al
Partido Radical.
!28
R e p u b l i c a n o s Partidarios de la
intelectuales
colaboración con los
socialistas y de la
descentralización del
poder estatal a favor de
las regiones.
Marcelino Domingo,
Manuel Azaña, Ministro
de Guerra (equivalente
al de Defensa)
R e g i o n a l i s t a s ó Eran partidarios de S a n t i a g o C a s a r e s
nacionalistas moderados conceder estatutos de Q u i r o g a , N i c o l á s d
a u t o n o m í a a l a s ´Olwer
regiones
para
descentralizar el país
Socialistas
Algunos representaban
al grupo de intelectuales
del PSOE y eran
partidarios colaborar con
los republicanos de
izquierda. Otros
pertenecían
al
movimiento obrero
socialista, es decir, a la
UGT
Indalecio Prieto, ministro
de Hacienda, y
Fernando de los Ríos,
ministro de Justicia, eran
del grupo intelectual;
Francisco Largo
Caballero, ministro de
Trabajo, era sindicalista.
Se creó una comisión que rápidamente presentó un proyecto a las Cortes el
cual tenía dos temas polémicos: la cuestión autonómica y la cuestión religiosa
(que supuso la dimisión del Presidente).
Además, la República se enfrentaba a una serie de problemas
acuciantes que no podían esperar al debate constitucional: estaba el problema
agrario, convertido desde el principio en cuestión clave. Había que iniciar la
reforma militar y atacar la hipertrofia de un Ejército inadecuado para las
necesidades del país y de nuevo habituado a intervenir en la vida política. La
reforma de la relación Iglesia-Estado y la satisfacción de las reivindicaciones
regionalistas eran también prioridades en el programa político del Gobierno
republicano.
!29
Entre las principales medidas adoptadas destacan la legislación agraria
y la legislación educativa.
En Cataluña y País Vasco se desarrolló un proceso para realizar un
proyecto de Estatuto de Autonomía. En Cataluña, la creación de Ezquerra
Republicana de Catalunya (Marzo, 1931) aglutinó a los grupos más radicales.
Su dirigente, Macià, proclamó, el 14 de abril de 1931, el Estado Catalán y
formo un gobierno de coalición que impulsaría la redacción del Estatuto. En un
primer momento, tal actitud fue descalificada por el Gobierno Provisional,
aunque las posturas se acercarían posteriormente. El 21 de abril el Gobierno
concede la legalidad al Consejo Provisional de la Generalitat, iniciándose un
proceso que debiera concluir con la aprobación del Estatuto. Fue Macià,
presidente de la Generalitat, quien impulsó el proyecto de Estatuto Provisional
que fue sometido a consulta popular el 2 de agosto y obtuvo el 90% de los
votos. Menos éxito tuvo el proyecto vasco que no llegó a aprobarse.
Otros problemas con los que se tuvo que enfrentar la II República fueron
los derivados de la cuestión militar y la cuestión religiosa.
3. LA REFORMA MILITAR. LOS DECRETOS DE AZAÑA (25 de Abril)
En 1931 el ejército español seguía adoleciendo de su tradicional
“macrocefalia”. Había en activo 195 generales, 116.926 jefes y oficiales para
un total de 105.000 hombres de tropa; había regimientos de artillería que,
en realidad, contaban sólo con 80 soldados, y regimientos de caballería que
no tenían caballos; y la aviación sólo disponía de un centenar de aparatos
de reconocimiento y de unos cuantos aviones de caza.
Qué hizo Azaña? En primer lugar, partió del siguiente supuesto: “la
Revolución de abril extingue el juramento de obediencia y fidelidad que las
fuerzas armadas de la Nación habían prestado a las instituciones
hoy
desaparecidas”. Hizo una proposición de caballeros para aquellos que, en
!30
conciencia, no estuviesen dispuestos a servir a la República: los que
quisiesen continuar en el Ejército firmarían la siguiente promesa: prometo
por honor servir bien y fielmente a la República, obedecer sus leyes y
defenderla con las armas. Los que no la firmasen se darían de baja en el
Ejército, pero seguirían percibiendo la totalidad de sus haberes
correspondientes al grado que tenían en el día del cese. Salieron del
Cuerpo cerca de 10.000 oficiales.
Otra de las medidas adoptadas en la reforma militar de Azaña
consistió en suprimir los grados de capitán general y de teniente general,
las Capitanías Generales de las regiones, y la Academia General Militar
dirigida por el general Franco.
Sin embargo, las reformas de Azaña hirieron a la mayoría de los
militares que las consideraron como una agresión contra sus derechos. Los
políticos de derecha que se habían quedado sin empleo, no necesitaron
demasiados esfuerzos para convencer a numerosos militares de que todo
aquello era una conjura contra la patria y que sólo podía ser salvada por la
fuerza de la espada.
4. PROBLEMAS INICIALES CON LA IGLESIA
Durante siglos la Iglesia había obtenido de su estrecha relación con el
Estado una serie de privilegios; la vinculación de la mayoría del clero con
las clases oligárquicas fueron acumulando una carga de hostilidad durante
numerosos decenios por los republicanos e incluso por los monárquicos
liberales que creían que la Iglesia debía desarrollarse al margen de la vida
política y centrarse en su misión apostólica y espiritual. No se trataba de
prohibir la religión sino de ubicarla en su verdadero espacio.
En España había, en 1931, más de 80.000 religiosos (entre sacerdotes,
frailes y monjas) con casi 3.000 conventos y más de 700 monasterios. La
riqueza material, a pesar de las desamortizaciones del siglo anterior, era
elevada.
5. LA CONSTITUCIÓN DE 1931
!31
Las elecciones a Cortes Constituyentes del mes de Mayo daban una clara y
abrumadora victoria a la conjunción republicano-socialista. Tras la aprobación
de la Constitución el 10 de diciembre de 1931, fue elegido Alcalá Zamora como
primer Presidente de la República.
Características de la Constitución:
•
Definición del Estado como “República democrática de trabajadores de
toda clase”, subrayando el carácter popular de la soberanía.
•
Marcado carácter pacifista al “renunciar a la guerra como instrumento de
política internacional”.
•
Estado autonómico: la dicotomía entre estado federal y centralista se
resolvió con la posibilidad de establecer autonomías y estatutos.
•
Estado integral: fue uno de los más debatidos. Estado integral es una
modalidad intermedia entre el estado centralista y el estado federal,
permitiendo la formación de comunidades autónomas por parte de varias
provincias de mutuo acuerdo. Así, tanto los nacionalistas como los más
tradicionales conservadores están contentos y no aparece en la
Constitución el concepto de nacionalidades, sino de regiones. Se
proclama el castellano idioma oficial del estado, si bien también se
contempla la variedad lingüística de las provincias y regiones. Nuestra
Constitución, la del 78, ha copiado en muchos aspectos la organización
territorial del 31; pero ni una ni otra consiguieron solventar el viejo
problema de la estructura de España. Así, en la II República, los
catalanes pronto obtendrían la autonomía y el estatuto, pero los vasco
no lo obtuvieron hasta 1936, ya que el carácter laico del gobierno hizo al
católico PNV retirarse de las negociaciones. En 1934 se vuelve a
declarar el estado catalán y Franco enarboló la posible desmembración
de España como una de las casas del golpe de Estado.
•
Carácter progresista: con la introducción de elementos como el
matrimonio civil o el divorcio, no sin una gran polémica o la fuerza del
poder legislativo frente a los otros poderes. Recoge derechos colectivos
!32
como el trabajo, la educación, la sanidad o la vivienda. Introduce el
sufragio universal (hombres y mujeres) a los mayores de 23 años.
•
Carácter novedoso: crea una serie de órganos de gran importancia
posterior, como el Tribunal de Garantías Constitucionales (similar al
actual Tribunal Constitucional).
•
En definitiva: se trata de una constitución de izquierdas, de talante
claramente progresista, realizada por la coalición republicano-socialista.
Sin embargo fue atacada por la Iglesia y el sector de la derecha.
Estamos ante la Constitución más progresista de la Historia de España,
incluyendo a la actual. En cuanto a sus aspectos negativos hay que
señalar que fue una Constitución para la izquierda, marginando a un
sector muy importante de la sociedad. Las diferentes discrepancias,
sobre todo en el ámbito religioso, hizo que empezara a quebrarse el
júbilo inicial en torno a la República.
•
El debate estrella de la Constitución fue el de los artículos 26 y 27, en
los que se abordaba la cuestión religiosa. En ese aspecto se centraron
los más encendidos discursos. Pese a la cerrada oposición de la
derecha, se impuso, finalmente, un texto muy cercano al original. Los
artículos en cuestión establecen la disolución de las Congregaciones
religiosas de “obediencia a autoridad distinta de la legítima del
Estado” (en el fondo se trataba de expulsar a los jesuitas cuya
obediencia era directa al Papa). Desaparece el presupuesto del culto y
clero; se prohíbe a las Congregaciones religiosas el ejercicio de la
enseñanza, la industria y el comercio, al tiempo que quedan sometidas a
una ley especial. Se proclama la libertad de cultos y conciencia.
3. EL BIENIO PROGRESISTA. 1931-1933
El bienio progresista se caracteriza por el intento del Gobierno de
izquierdas de profundizar en las reformas ya iniciadas durante el Gobierno
Provisional. Es un clima de constante tensión política propiciada desde la
izquierda a través de huelgas y levantamientos obreros y campesinos, y
desde la derecha mediante el boicot, la resistencia ante las reformas y la
provocación al Gobierno. Azaña será el Jefe de Gobierno de este periodo.
!33
La Reforma Educativa continuó su desarrollo según la Constitución, la
cual dictaba que la educación era un derecho de toda la población que
debía ser garantizado por Estado. El Gobierno adoptó un modelo basado en
la escuela única, pública, obligatoria y gratuita; estableció la enseñanza
mixta, y continuó el ambicioso programa de construcción de escuelas y de
creación de plazas de maestro. Pero las medidas más llamativas fueron la
eliminación de la religión católica como asignatura y la prohibición del
ejercicio de la enseñanza a las Congregaciones Religiosas. Ambas
decisiones provocaron el rechazo frontal de la derecha y de la Iglesia, que
se negó a cerrar sus colegios y prohibió a los católicos que matricularan a
sus hijos en las escuelas públicas. La enseñanza se convirtió en uno de los
contenciosos más graves entre la derecha y el Gobierno.
Azaña continuó su Reforma Militar. Además de ratificar las medidas
provisionales de 1931, se recortó drásticamente el presupuesto de Defensa
y se redujeron las plantillas. Intentó reorganizar el sistema de acceso para
dar primacía a los estudios y exigir la formación en el ascenso, lo que
provocó un conflicto entre los oficiales. Su reforma fracasó.
Pero la pieza clave de la modernización era, sin duda, la Reforma
Agraria. Tanto la izquierda republicana como los socialistas sabían que sólo
una profunda reforma que modificara la situación del campo podía acabar
definitivamente con el atraso histórico del país. En consecuencia, ya en
mayo de 1931 se había creado la primera comisión para elaborar el
proyecto. Se trataba de asentar a los campesinos en las tierras del latifundio
que, por no estar cultivadas o constituir propiedades demasiado grandes, se
consideraban causa principal de la miseria campesina. Entre la oligarquía,
desde luego, la oposición a cualquier tipo de reforma agraria era absoluta.
En medio de la presión campesina, organizada por la CNT y el PCE en
tierras andaluzas y extremeñas, y de una derecha organizada se
presentaron varios proyectos hasta que se aprobó uno que declaraba la
expropiación de tierras de origen jurisdiccional, las deficientemente
cultivadas, etc. Se creó el IRA (Instituto de Reforma Agraria) encargado de
!34
hacer el Registro de la Propiedad Expropiable. Esta reforma no llegó a buen
puerto por sus medidas revolucionarias.
La derecha se reestructurará, al iniciarse 1932, en torno a Acción
Popular. Dirigida por José María Gil Robles, se configuró como el gran
partido de la derecha, en el que predominaban los católicos y un gran
número de monárquicos. Apareció uno de los primeros movimientos de
corte fascista, las Juntas de Ofensiva Nacional Sindicalista (JONS) de
Ramiro Ledesma y Enésimo Redondo, que actuaba en la Universidad sin
titubear en el empleo de la violencia.
La izquierda, la CNT, optó por una línea dura y revolucionaria. El PCE
aumentó su militancia, especialmente en Andalucía. El clima político se
enturbió aún más con la expulsión de la Compañía de Jesús, y la discusión
en las Cortes de la reforma agraria y el Estatuto de Autonomía para
Cataluña. La identificación del Estatuto con la disgregación del país hizo
mella en una parte del Ejército, algunos de cuyos jefes, como Poded, Varela
o Sanjurjo, comenzaron a conspirar contra la República.
En esa situación, el verano transcurrió con una fuerte tensión política,
que alcanzará su punto álgido el 10 de Agosto, con el intento de golpe d e
Estado del general Sanjurjo. Preparado precipitadamente y sin garantías de
apoyos, la aventura de de Sanjurjo, que pretendía un gobierno republicano
de derechas, fracasó. Fue capturado cuando intentaba huir a Portugal; fue
juzgado y condenado a muerte pero su pena fue conmutada.
El gobierno no aprendió de este intento de golpe. El año de 1933
comenzó catastróficamente: con un paro que crecía alarmantemente; se
produjo el 12 de enero el lamentablemente suceso de Casas Viejas. En
medio de una oleada de levantamientos campesinos organizada por la CNT,
en el pueblo gaditano citado, miembros de la Guardia Civil realizaron una
auténtica masacre frente a un grupo de anarquistas que se habían hecho
!35
fuertes en una casa del pueblo. A los seis muertos provocados por el
incendio de la casa se añadieron otros 12 vecinos ejecutados por los
guardias civiles.
Cuando las noticias de la masacre aparecieran en la prensa, el
escándalo fue mayúsculo. Azaña, dio explicaciones en las Cortes de
manera insatisfactoria. Dimitió el Director General de Seguridad y el capitán
Rojas, que mandaba el retén de guardias civiles y que fue encarcelado. El
gobierno de Azaña daba ya los últimos coletazos.
5. EL BIENIO DERECHISTA (1933-1935)
El bienio comienza con la dimisión de Azaña en septiembre del 33 y con la
convocatoria de elecciones en noviembre. El bienio puede dividirse en dos
etapas:
1. Los primeros nueves meses y medio y hasta octubre de 1934,
con un gobierno radical.
2. Hasta febrero del 36, con un gobierno radical-cedista.
En las elecciones de noviembre fueron derrotadas las izquierdas y formó
Gobierno Lerroux, jefe del Partido Radical (ideología centrista) que tuvo que
pactar con la CEDA, el grupo más votado. Pero este gobierno de centroderecha carecía de un proyecto definido, y se limitó a deshacer las reformas de
la izquierda. El socialista Largo Caballero llamaba a la revolución desde los
medios de comunicación. Gil Robles, líder de la CEDA, se declaraba
públicamente antimarxista. Los dos grupos inspirados en el fascismo, Falange
Española y JONS se unieron bajo la dirección de José Antonio Primo de Rivera
provocando enfrentamientos callejeros con los grupos izquierdistas. La tensión
culminó con la revolución de 1934.
•
La Revolución de Octubre de 1934: En este contexto se produjo la
revolución de 1934, sin duda el momento más crítico de la historia de la
II República, salvo, lógicamente, el estallido de la guerra civil. El clima de
enfrentamiento en las Cortes, los conflictos continuos en el campo, los
incidentes en la Universidad entre la FUE y los falangistas y la tensión
!36
política existente entre el Gobierno y los nacionalistas, además de la
radicalización de la opinión pública, generaron una situación explosiva
que llevó a la izquierda obrera a plantear una insurrección armada.
La posible entrada de la CEDA en el Gobierno se identificaba desde la
izquierda como el triunfo del fascismo; hacía un año y medio del
ascenso al poder de Hitler en Alemania, y la CEDA no ocultaba su
admiración por el nazismo alemán; utilizaba una simbología similar en
sus manifestaciones públicas y se declaraba abiertamente
antidemócrata. El temor se confirmó cuando, tras acordarlo los
dirigentes cedistas en un borrascoso septiembre, el 1 de octubre se
produjo la crisis ministerial y el día 4 formó Gobierno con tres dirigentes
cedistas. Esa misma tarde los dirigentes socialistas dieron la orden de
huelga.
El día 5 de octubre el paro fue general en todas las ciudades del
país; se presentaba como un medio para restablecer la legitimidad
democrática vulnerada por el ingreso en el Gobierno de la CEDA.
Pero en Asturias la movilización se convirtió en una insurrección
armada revolucionaria. Todos los obreros asturianos se alzaron en
armas, perfectamente organizados y preparados. En dos días
controlaron toda la provincia, destituyeron a las autoridades y
conquistaron la propia capital en duros combates contra el Ejército y las
fuerzas del orden público. Se trataba de abiertamente de una revolución
socialista en la que los revolucionarios tomaban todo el poder en sus
manos.
Pero el movimiento fracasó en Madrid. El Gobierno reaccionó
rápidamente y en la noche del día 4 las tropas actuaron y evitaron que
no se pudieran hacer con los centros de poder previstos. Los principales
dirigentes socialistas y comunistas fueron detenidos el día 8, mientras se
sucedían combates callejeros. En Cataluña, la revolución triunfó dos
días: el general Botet, tras hacer bombardear la Generalitat, consiguió
recuperar el mando y obtuvo la rendición del gobierno catalán.
En el resto del país, el paro fue total en los primeros días, y en
muchos lugares se produjeron conatos de insurrección, sobre todo
!37
donde los obreros de filiación socialista eran la mayoría. Pero no
llegaron a cuajar al estar aislados entre sí y al no contar con apoyo
campesino.
Tampoco la CNT quiso unirse a la sublevación. Por eso
hacia el día 12 la insurrección había sido sofocada en todas partes,
salvo en Asturias.
Para combatir la revolución asturiana, el Gobierno entregó plenos
poderes militares al general Franco, que hizo traer tropas de la Legión y
colocó al frente de las operaciones al general López Ochoa. El día 10 los
legionarios desembarcaron en Asturias y comenzaron a reconquistar
casa por casa la ciudad de Oviedo, frente a una resistencia obrera feroz.
La misma resistencia se produjo en toda la cuenca minera, hasta que,
finalmente, el día 19 se pactó una rendición. 400 guardias civiles se
encargarían en los días siguientes de la “limpieza” y represión
posteriores.
El balance de octubre de 1934 fue durísimo: 1.051 muertos y el
doble de heridos entre los insurrectos; 284 muertos y 900 heridos entre
las fuerzas del orden y el Ejército. A ellos hay que añadir miles de
heridos no cuantificados y algunos fusilamientos sin juicio en los
primeros momentos de la represión, salpicada de torturas y atrocidades.
Además, 30.000 detenidos, incluido Companys, Azaña (que no había
participado en la revolución) y los principales dirigentes socialistas.
Todo el periodo posterior quedará marcado por los sucesos de octubre. A lo
largo de 1935 se fueron gestando las dos grandes coaliciones que se
enfrentarían en las elecciones del año siguiente. La derecha antirrepublicana
se unió en el llamado BLOQUE NACIONAL, formado por sectores
monárquicos encabezados por Calvo Sotelo, Goicoechea y Alba. El bloque
defendía un Estado unitario similar al fascista; era, por tanto, plenamente
antidemocrático. Era la única alternativa a la CEDA en la derecha, porque la
Falange no tenía respaldo popular. Comienzan a tantear la posibilidad de hacer
un golpe de Estado. El gobierno radical-cedista decretó la suspensión del
Estatuto de Cataluña, en represalia por la participación en la revolución de
!38
octubre del gobierno de Companys, condenado a 30 años de reclusión. Se
aprobó una nueva reforma agraria que era opuesta a la de Azaña.
La crisis definitiva del Gobierno la desencadenó el escándalo del
estraperlo: se trataba de una autorización hecha por algunos de los principales
altos cargos del Gobierno, a cambio de sobornos, a un fabricante holandés,
Strauss, para introducir en los casinos españoles una máquina de juego. El
escándalo trajo como consecuencia el hundimiento de Lerroux y de los líderes
radicales. Nuevos escándalos acabaron en una crisis continua. Finalmente,
acabando 1935, se disolvieron las Cortes y se convocaron elecciones.
6. LAS ELECCIONES DE 1936 Y EL FRENTE POPULAR
Todo el país era consciente de lo que estaba en juego. El centro, anteriormente
representado por radicales o por la derecha republicana, había desaparecido.
Dos grandes bloques electorales se perfilaban, las izquierdas y las derechas,
enfrentados sin posibilidad de entendimiento. El Frente Popular estaba formado
por los partidos siguientes: PCE, PSOE, ER (Esquerra Republicana de
Catalunya), IR (Izquierda Republicana, con Azaña), UR (Unión Republicana,
con Martínez Barrio), y PNV. Por el Bloque Nacional, T (tradicionalistas.
Carlistas), BN (Bloque Nacional. Monárquicos alfonsinos), CEDA
(Confederación Española de Derechas Autónomas), Liga Regionalista de
Catalunya, y PR (Partido Radical. Lerroux; sin embargo no consigue escaño).
La victoria electoral fue para el Frente Popular (263 escaños por los 210 del
bloque nacional). El impacto fue fulminante, los grupos de izquierdas abrieron
las cárceles y comenzaron a salir todos los detenidos desde octubre de 1934.
El gobierno comenzó a reponer en sus puestos a los funcionarios expulsados
tras octubre del 34. Se restableció el Estatuto Catalán, y Azaña decidió enviar a
los generales más sospechosos de conspiración a puestos alejados de Madrid
y distantes entre sí: Franco a Canarias, Goded a Baleares, Mola a Pamplona.
El Presidente de la República, Alcalá Zamora, fue destituido por un
acuerdo entre Azaña y Prieto para asumir respectivamente la presidencia la
jefatura del Gobierno. Pero Prieto, no logró su objetivo al no tener el apoyo de
su partido (PSOE).
!39
Pero lo más trágico, a nivel social, llegó en primavera de ese 1936. La
característica de ese periodo fue el enfrentamiento entre grupos radicales de
los dos bloques. Las luchas callejeras se recrudecieron desde mayo a julio ante
un gobierno incapaz de controlar el orden público: asesinatos, atentados
fallidos, bombas, ajustes de cuentas, más de 170 iglesias quemadas, más de
130 huelgas totales y más de 200 parciales en cuatro meses…
Por parte de los políticos del Bloque Nacional, la idea del golpe de
Estado ya se estaba gestando y acrecentando. Éste se adelantó ya que el 12
de julio fue asesinado un oficial de la Guardia de Asalto, el teniente Castillo (fiel
a la República), que fue respondido de madrugada por sus compañeros
radicales con el secuestro y asesinato del líder del Bloque Nacional, José
Calvo Sotelo. Este hecho acabó por decidir a Franco, hasta entonces
dubitativo, a participar en la sublevación liderada por el general Mola. Cuando
el 17 de julio por la tarde se produjo la rebelión en Marruecos, el Gobierno
permaneció inoperante, creyendo durante muchas horas que se trataba de un
intento condenado al fracaso. Dos días después la guerra civil ya era un hecho.
LA GUERRA CIVIL ESPAÑOLA (1936-1939)
1. INTRODUCCIÓN
La Guerra Civil Española constituye, sin duda, el acontecimiento más
dramático de nuestra historia reciente. Puso un trágico fin a un proceso de
apertura y modernización que, con todos los problemas y conflictos
inherentes a un cambio que tenía mucho de revolucionario, quería poner al
país en situación equiparable a la de las democracias occidentales. Supone
también el colofón a un proceso de agudización de la lucha de clases
!40
iniciado veinte años atrás, en la crisis de 1917 y que se resolverá
violentamente con el estallido de la revolución social en la retaguardia del
bando republicano. La victoria del llamado Bando Nacional en 1939
truncará el proceso democrático abierto en 1931, y se resolverá con l
implantación de una dictadura personal que durará cuatro décadas
La Guerra no es sólo un hito en la historia interna de nuestro país. Fue
también un acontecimiento mundial en torno al cual, y el apoyo de cada uno
de los bandos, se polarizó la opinión pública mundial y la actitud de las
potencias. En un contexto de consolidación de las dictaduras escitas en
Alemania e Italia, así como del régimen estalinista en la URSS, la guerra de
España se convirtió en un pulso internacional entre los dos grandes
modelos que estaban en juego; el democrático y el autoritario. Si bien el
alineamiento tuvo, como veremos, peculiaridades contradictorias. Durante
tres años el mudo entero vivió pendiente de la dramática guerra española,
consciente de que allí se estaba jugando algo más que una lucha civil
interna.
2. LA SUBLEVACIÓN
En la tarde del 17 de Julio de 1936 se inicia la sublevación en la guarnición
de Melilla. Los oficiales rebeldes (los contrarios a la República) se hicieron
con la ciudad sin excesivas dificultades, situación que se repitió esa misma
tarde en Ceuta y Tetuán. Todos los que intentaron oponerse al golpe fueron
reducidos, y la mayoría fusilados en los días inmediatos. Esa noche, Franco
emprendía vuelo desde Canarias a borde de un avión Dragon Rapid
contratado expresamente para ello en Londres días atrás. Tras hacer escala
!41
en Casablanca, el día 19 llegaba a Tetuán para ponerse al frente del
Ejército de África.
El Jefe de Gobierno, Casares Quiroga, no comprendió la importancia de
la rebelión, y perdió unas horas decisivas en las que no tomó ninguna
medida concreta ni dio instrucciones a las autoridades provinciales;
tampoco hizo caso de las peticiones de los sindicatos y partidos obreros de
que les entregara armas. En la mañana del día 18, Queipo de Llano se
incorporó al golpe en Sevilla, y con la ayuda de un centenar de oficiales y
soldados y un puñado de falangistas, consiguió dominar todos los centros
neurálgicos de la ciudad. Cuando los sindicatos quisieron reaccionar, era ya
tarde: iniciaron la resistencia en los barrios populares, pero acabaron siendo
vencidos por las tropas rebeldes.
El golpe triunfó en casi todas las capitales de Castilla, en algunas
ciudades gallegas, y en Andalucía occidental y Extremadura. También
Baleares y Canarias estaban en sus manos. En la tarde del día 18, Casares
Quiroga, abrumado, dimitió. Azaña hizo un último intento de conciliación:
encargó a Martínez Barrio formar gobierno y abordar una negociación
directa con el general Mola para pactar un gobierno de concentración, con
el compromiso de que no se tomarían represalias contra los sublevados.
Pero Mola rehusó, convencido como estaba de que el golpe era necesario y
de que iba a triunfar. Desde ese momento, el enfrentamiento era imparable.
Esa misma noche, PSOE y PCE convocaban la movilización de toda su
militancia.
En Pamplona, Mola esperó a la mañana del 19 para pronunciarse.
Durante ese día, otras ciudades fueron quedando bajo dominio del bando
sublevado: en el Norte, la Coruña se añadió al resto de Galicia, y en Oviedo
el coronel Aranda se hizo con el control de la ciudad. En Andalucía, los
sublevados consiguieron desembarcar algunas unidades del ejército de
África, que iniciaron una marcha hacia el Norte con el objetivo de enlazar
las dos zonas en que había triunfado el golpe. Éste triunfó también en
Granada y Zaragoza, donde el general Cabanellas se hizo rápidamente con
la ciudad. Lo mismo ocurrió en Huesca y Teruel.
!42
El pronunciamiento fracasó, sin embargo, en otros puntos importantes;
la mayor parte de Aragón, Asturias, toda Cantabria, Cataluña, Levante y
buena parte de Andalucía oriental permanecieron fieles a la República. Pero
el fracaso más grave se produjo en Madrid y Barcelona. En la capital
catalana, la CNT lanzó a los obreros a las calles y se hizo con armas para
enfrentarse a las tropas golpistas. Cuando en la mañana del 19 los militares
intentan tomar las calles, los militares anarquistas sitiaron a los insurrectos y
acabaron rindiéndose.
En Madrid, en la mañana del 19 los golpistas, dirigidos por el general
Fanjul, se atrincheraron en el Cuartel de la Montaña. Los obreros, ayudando
a los oficiales republicanos, asediaron el cuartel iniciando su asalto la
mañana del día 20. Los sublevados acabaron siendo vencidos.
En general, el golpe triunfó en función de dos condiciones
fundamentales: la rapidez y coordinación de sus protagonistas, y la
capacidad de reacción de las fuerzas populares. En las primeras horas, sin
reacción gubernamental, sólo la indecisión de muchos golpistas les llevó al
fracaso, pese a que la sublevación no tuvo apenas respaldo popular
mayoritario, si exceptuamos Pamplona o Burgos. Desde el día 19, sin
embargo, la clave estuvo en las dudas de muchos gobernantes y alcaldes,
que rehusaron la orden de entregar armas a la población, temerosos de su
uso posterior. La entrega fue decisiva para sofocar la intentona en Madrid y
Barcelona, mientras que la negativa fue fatal en otras ciudades. También
fue fundamental la actitud, leal o rebelde, que tuvieron las unidades de la
Guardia Civil, que en varias ciudades iniciaron la decisión de tomar partido
por uno u otro bando.
3. LAS PRIMERAS SEMANAS DE GUERRA
En la mañana del día 21 el golpe había triunfado en 29 capitales de
provincia, mientras que en 21 permanecían leales al Gobierno. La zona bajo
control de los militares sublevados ocupaba dos amplias regiones, al sur y
al norte de la Península, además del control total del Norte de África,
Canarias y Baleares. También a zona republicana estaba partida en dos, si
!43
bien el núcleo principal permanecía mucho más aglutinado que el territorio
rebelde. EL bando nacional, como pronto fue conocido, controlaba buena
parte de la frontera portuguesa, mientras que la zona del Pirineo, mejor
comunicada con Francia, permanecía leal a la República. Ésta dominaba,
además la costa mediterránea y buena parte de la atlántica.
La relación de fuerzas era bastante equilibrada, en términos generales.
La República superaba a la zona rebelde en el dominio de las regiones
industriales: toda la siderurgia, la industria mecánica, la textil, buena parte
del hierro y del carbón, estaban en sus manos. Además contaba con
reservas de trigo en La Mancha y de cultivos como el arroz o los cítricos
levantino. El bando nacional, por su parte, tenía las reservas de cereal y
ganado
de la Meseta Norte y Galicia, además del carbón leonés y las
minas de Ríotinto.
La superioridad del bando republicano se resquebraja si atendemos a
los efectivos militares. Teóricamente, la mitad de las unidades del ejército de
tierra permanecía bajo el control del Gobierno republicano. Pero la gran
mayoría de oficiales se había sublevado, y las unidades estaban
prácticamente desarticuladas, lo que obligó al gobierno a empezar casi
desde cero para recomponer un Ejército sobre la base.
Los primeros días de la guerra sirvieron para consolidar los frentes. En
la sierra madrileña, las columnas nacionales, cuyo objetivo inmediato era
tomar la capital, fueron contenidas por las milicias obreras en Somosierra,
Navacerrada y Guadarrama. Los milicianos conseguían también recuperar
Guadalajara y Alcalá de Henares. En Andalucía, Queipo de Llano se
adueñaba de las regiones vecinas y conseguía enlazar con Córdoba y
Granada, abriendo una cuña en la Andalucía republicana. En Aragón, las
columnas dirigidas por líderes anarquistas, comunistas y socialistas
consiguieron recuperar terreno, pero no pudieron conquistar ninguna de las
tres capitales. Todos estos frentes permanecerían bastante estables durante
el resto de la guerra.
El 5 de agosto, gracias a la ayuda alemana, se inició el traslado masivo
del ejército de África a la Península. Con el objetivo inicial de marchar sin
dilación hacia Madrid, las tropas de legionarios y regulares dirigidas por
!44
Yagüe se desviaron para atacar Badajoz. Tras una breve resistencia,
lograron tomar la ciudad el 14 de agosto, iniciando una durísima represión
que provocó un escándalo internacional; se calcula que entre 2.000 y 4.000
personas fueron ejecutadas. La toma de Badajoz permitió enlazar las dos
zonas del bando nacional y el suministro de ayudas al ejército de Mola, que
el día 16 tuvo su primera entrevista con Franco.
4. LA ORGANIZACIÓN DE LOS DOS ESTADOS
La sublevación tuvo una consecuencia paradójicamente similar en ambos
bandos: la ausenta de un poder organizado, si bien con caracteres muy
distintos. Un accidente fortuito costó la vida, el día 20, al general Sanjurjo,
cuando despegaba desde Lisboa para hacerse con la dirección del
alzamiento. El territorio sublevado quedó en manos de un puñado de
generales, sin clara jefatura entre ellos. El poder se organizó a través de
bandos que, siguiendo instrucciones de Mola, establecieron un régimen
militarizado y totalmente restrictivo de las libertades civiles.
En el lado republicano, la situación fue aún más caótica. La red de
gobernadores civiles y militares estaba completamente deshecha y el
Gobierno no tenía la capacidad de ejercer su función ejecutiva.
Las primeras semanas después del golpe fueron de una violencia
inusitada en ambos bandos. Los ajustes de cuentas, los paseos, los juicios
o las ejecuciones y asesinatos sin juicio proliferaron. Es imposible calcular
cuántos miles de personas fueron ajusticiadas de forma más o menos
irregular en aquellos días. En el bando sublevado, los fusilamientos fueron
la respuesta habitual a la resistencia, por mínima que hubiera sido, al golpe;
entre los ejecutados, destacan varios generales y, cómo no, intelectuales
como Federico García Lorca (ejecutado en su Granada natal). En general,
puede decirse que la represión, concentrada sobre todo en los dirigentes
obreros y en cuantos se habían manifestado a favor del Frente Popular, fue
bastante organizada y dirigida que en el bando contrario, pese a que en
ocasiones los pistoleros de la Falange y de otros grupos afines actuaban
por su cuenta.
!45
En la zona republicana, por el contrario, la represión fue espontánea y
desigual. Fue una respuesta visceral al golpe militar, llevada a cabo por
grupos radicales y casi siempre incontrolados por sus propias
organizaciones, y se ensañó especialmente en miembros del clero,
dirigentes de partidos de derecha, empresarios y terratenientes, así como
en personajes de conocida tendencia conservadora. En las primeras
semanas del golpe fueron juzgadas por tribunales militares y ejecutados los
generales Goded y Fanjul, así como varios jefes más de los que
participaron en el golpe. En noviembre fue también ejecutado José Antonio
Primo de Rivera, que estaba preso en la cárcel de Alicante desde la
primavera. Tras los primeros meses, sin embargo, la represión republicana
se atenuó mucho, y las autoridades pasaron a controlar más la situación.
Desde el estallido del conflicto, ambas partes se apresuraron a solicitar
ayuda extranjera. Tanto Franco como Mola acudieron de inmediato a sus
contactos con Italia y Alemania para solicitar fondos, armas, y sobre todo,
barcos; la clave del sostenimiento militar pasaba por conseguir
desembarcar en la Penínsulas las tropas africanas. Franco consiguió el
envío de varios barcos mercantes a través de una sociedad creada al efecto
por las autoridades alemanas, y su éxito fue una de las claves de su
encumbramiento posterior. Pronto, las armas, los asesores militares y las
primeras unidades alemanas e italianas comenzaron a llegar.
El gobierno republicano tuvo menos fortuna. De entrada, sus peticiones
de auxilio chocaban con un cuerpo diplomático que masivamente apoyaba
a los sublevados. Inglaterra no quería provocar una conflagración mundial
en torno a la crisis española, y promovió la creación (en agosto) del Comité
Internacional de No Intervención, en el que se integraron 27 países, entre
ellos Inglaterra, Francia, Alemania e Italia. El acuerdo fue un fraude:
mientras las democracias francesas e inglesa lo cumplieron, Italia y
Alemania continuaron enviando material, hombres y dinero al bando
nacional. Mientras, Stalin se planteaba la posibilidad de intervenir en ayuda
de la República española.
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En el campo, la ocupación masiva de fincas se generalizó. En las zonas
de predominio socialista o comunista, el proceso llevó a la socialización de
la tierra y de la producción, mientras que en las regiones de arraigo
anarquista surgieron colectivizaciones y comunas. También fueron
incautadas las propiedades de la Iglesia.
En conjunto, la España republicana asistía en el verano de 1936 a una
auténtica revolución social, un proceso espontáneo en el que se reflejaron
desde los inicios dos tendencias muy marcadas: por un lado, comunistas,
socialistas moderados y republicanos, partidarios de encauzar la revolución,
controlarla y encaminarla hacia una economía de guerra que permitiera
vencer a los sublevados; por otro lado, anarquistas, trotskistas y socialistas
radicales, convencidos de la necesidad de abordar de inmediato las
colectivizaciones y de llevar la revolución a sus máximas consecuencias.
Las tensiones internas de la República tuvieron como consecuencia el
debilitamiento de su capacidad de reacción.
En el bando nacional, los generales sublevados formaron en Burgos, el
24 de julio, la Junta de Defensa Nacional, como órgano provisional del
Estado. Se prohibieron las reuniones, se estableció una rígida censura de
prensa, se disolvieron todos los partidos y sindicatos del Frente Popular y
se incautaron sus bienes. Desde los primeros días de la guerra, el aparato
de propaganda para transformar la rebelión en un alzamiento nacional, en
un movimiento supuestamente popular y de masas contra la República
marxista. Se presentó a la República como un caos, detrás de la cual
estaba Moscú para extender y establecer el comunismo en España. La
Iglesia se posicionó al lado del bando nacional y presentó la lucha como
una cruzada para salvar a España del ateismo. Pronto las imágenes
religiosas acompañaron a las ceremonias políticas y militares.
El apoyo militar del Führer, era un modo de que éste probara sus armas y
de que obtuviera una posición sólida en el Mediterráneo, y sobre todo,
poder adquirir en compensación materias primas españolas. La
consecución de este apoyo, el peso del ejército de África y las primeras
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operaciones en Extremadura, convirtieron a Franco en el más influyente de
los generales sublevados. Pronto se planteó la necesidad de establecer un
mando único, y tras varias discusiones entre los generales, se decidió
otorgar la jefatura a Franco. El 1 de octubre tomaba posesión en Burgos
como “jefe del gobierno del Estado español”.
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