Perfil histórico de España en el siglo XX1 I. De la caída del Imperio a la Segunda República En 1898 España, como consecuencia de la derrota en la guerra con Estados Unidos, pierde las últimas colonias de su imperio (Cuba, Puerto Rico, Filipinas), nacido cinco siglos antes. Es para España un duro golpe político, que sin embargo no perjudica el mantenimiento del Ancien Régime de la Restauración por lo menos hasta 1923, año del golpe de Primo de Rivera. La nueva colonización en el norte de África no compensa la pérdida de las antiguas colonias, puesto que la anexión de parte del territorio de Marruecos conduce a resistencias y sublevaciones que suscitan una represión violenta, hasta llegar a un conflicto bélico. Los gobiernos que se suceden a lo largo del Reino de Alfonso XIII (1902-1931) revelan una escasa capacidad de enfrentarse a los problemas crescientes, como el agudizarse de las tensiones sociales, que en 1909, durante la ‘semana trágica’ de Barcelona alcanzó las dimensiones de una guerra civil. En general el poder del Estado no consigue reprimir las actividades de los sindicatos socialistas y anárquicos, que en 1916 organizan juntos la primera huelga general. Por otro lado, la unidad nacional se ve amenazada por los movimientos separatistas, que florecen sobre todo en Cataluña y en País Vasco, en donde una burguesía fuerte e interesada, sobre todo por razones económicas, en la modernización ya no se siente representada por la inercia del gobierno central. España consigue quedarse fuera del primer conflicto mundial, aunque el impacto de la guerra entre la pública opinión hace que se vaya formando una idea de Europa menos abstracta para los españoles. La neutralidad, desde luego, consiente a España unas actividades comerciales que refuerzan su economía, que además a partir de 1906 ya se iba beneficiando de crecientes inversiones extranjeras. Sin embargo, los beneficios económicos de esos procesos atañen a una minoría muy estrecha y sobre las enormes disparidades sociales pesa ahora la inflación. 1 Cfr. L'età contemporanea della letteratura spagnola: il Novecento, a cura di Maria Grazia Profeti, Firenze, La Nuova Italia, 2001) En ese cuadro, animado por la toma del poder en Italia por parte de Mussolini, en 1923 Miguel Primo de Rivera aprovecha del empeorar de la guerra con Marruecos para instaurar, a través de un golpe de Estado, una dictadura. El golpe de Primo de Rivera goza en realidad del favor del Rey y de la tolerancia de la oposición que ve en él un dictador ilustrado, animado por la misma impaciencia que compartían muchos intelectuales, que operaría en favor de la modernización y de una política de reformas. Sin embargo Primo de Rivera, suspende la Constitución, prohíbe los partidos políticos, anula el Estatuto especial de Cataluña e impone una censura reaccionaria. Por otro lado consigue terminar la guerra con Marruecos y favorecer la ocupación a través de un programa de obras públicas, a la vez que se dispone a poner manos a la reforma del ejército y de la agricultura. El dictador termina de todas formas ganándose la aversión de todas las partes sociales y políticas, provocando la protesta de intelectuales y estudiantes. La crisis económica mundial del 1930 acaba con su régimen. Durante el gobierno de su sucesor, la izquierda burgués y los socialistas se reúnen y firman el ‘pacto de San Sebastián’, en que se proponen la formación de una coalición de centroizquierda, la caída de la Monarquía y la instauración de una República democrática que cumpla con las esperanzas de modernización de España. El 14 de abril de 1931 fue proclamada la Segunda República2. Empieza en ese momento el exilio del Rey, que sin embargo no renunció a sus propios derechos, lo que consentirá más tarde la vuelta legal a la Monarquía y la conclusión de la dictadura de Franco. Con la Segunda República española empieza una temporada de reformas que dura hasta 1934. Efectivamente la Segunda República significó para España un cambio radical aunque no revolucionario. Se estableció la separación entre Iglesia y Estado, se anularon los privilegios del ejército, se puso en marcha la reforma agraria, se concedió el Estatuto de Autonomía a Cataluña (que se extendería más tarde a País Vasco, ya empezada la Guerra Civil), se estableció la paridad de género, se admitió el divorcio y se garantizó la libertad de prensa. Frente a esos cambios, la derecha se coliga, viéndose apoyada por la componente militar como por la Iglesia, despojada del papel hegemónico que había desarrolado en la instrucción. 2 La Primera República española fue de muy breve duración: del 1873 a 1874 cuando la Restauración Borbónica acabó con ella. Por consiguiente, empieza en 1933 una marcada polarización política, que reduce el espíritu liberal que hasta ese momento había sido prevalente. Por un lado, los anarcosindicalistas asumen una actitud cada vez más crítica hacia el Gobierno, por otro lado nacen dos movimientos de carácter fascista: las Juntas de Ofensiva NacionalSindicalista (JONS) y la Falange, fundada por José Antonio Primo de Rivera, hijo del dictador. En 1934 los anárquicos y otras fuerzas maximalistas boicotean las votaciones y favorecen la victoria electoral de la derecha: el nuevo gobierno, controlado por la derecha radical y por un partido católico conservador, interrumpe o anula las reformas anteriores. Las manifestaciones de protesta de la izquierda fueron reprimidas duramente y la huelga de las minas asturianas termina de forma cruenta con el empleo de las tropas coloniales. En 1936 empieza la última fase de la República. Se forma un frente popular de izquierda al que participan también los comunistas que consigue ganar las elecciones, pero el partido socialista, que ya se encuentra en posiciones extremas, no apoya el gobierno de Manuel Azaña, la figura política más significativa de esos años. El gobierno Azaña no consigue controlar el nivel creciente del conflicto político ni evitar los atentados organizados por ambas facciones. En julio de ese mismo año el asesinato del deputado monárquico Calvo Sotelo ofrece el pretexto definitivo para un golpe militar. Es este el comienzo de la Guerra Civil que durará casi tres años. El espacio controlado por el Gobierno de Madrid se reduce progresivamente, mientras que la internacionalización del conflicto, con el empeño de las Potencias del Eje, contribuye a la derrota del bando republicano, que cae definitivamente tras perder Barcelona el 1 de abril de 1939. Una emigración masiva priva entonces el País de gran parte de su élite intelectual. La dictadura de Franco se mantuvo durante treinta y nueve años e implicó el restablecimiento de las condiciones anteriores a la Segunda República. La eliminación física, el encarcelamiento, el aislamiento y la intimidación de los adversarios, actuados de forma intensiva en las represalias de la posguerra, continúan hasta la muerte del dictador con modalidades quizás menos manifiestas, pero de forma no menos sistemática. A pesar del apoyo recibido por las Potencias del Eje en los momentos clave de la Guerra Civil, Franco evita a España comprometerse en la Segunda Guerra Mundial (con exclusión de una limitada participación en el frente ruso). Gracias a la neutralidad en el segundo conflicto mundial España gozará en los años Cincuenta de la progresiva disminución de las sanciones y por consiguiente del aislamiento internacional. En los años Sesenta la emigración y el crecimiento del turismo extranjero no sólo favorecieron la economía (que se beneficia de las remesas de los emigrantes) sino que contribuyeron a romper el aislamiento cultural de España creado por el régimen y reactivaron la oposición organizada. Tras el Concilio Vaticano II, terminado en 1965, la Iglesia española deja de estar de forma integral al lado del régimen, que mientras tanto iba actuando una cauta abertura hacia una liberalización por lo menos económica. En 1970 la condena a muerte de dieciséis militantes bascos suscita no sólo protestas en España (en donde, entre otras cosas, la Iglesia se aleja todavía más del Caudillo), sino también una fuerte indignación a nivel internacional. En los años Setenta Franco se retira progresivamente de la política activa, pero no se quiere reconocer oficialmente la transición ya operante, todo lo contrario, en 1973 el gobierno adquiere una postura más rigida, delegando el poder al almirante Luís Carrero Blanco, que termina, en diciembre del mismo año, asesinado en un clamoroso atentado organizado por ETA. El pluralismo político ya es una exigencia difundida, pero hay que esperar la muerte de Franco para que empiece realmente y oficialmente la Transición. A la muerte del Caudillo vuelve el Rey Juan Carlos de Borbón y nombra un gobierno de transición que actúe las reformas necesarias para que España vuelva a la democracia. En 1977 se convocan las primeras elecciones democráticas tras cuarenta años y en 1978 se aprueba la Constitución actual de España.