desafíos de la globalización y del nuevo modelo económico” - UAM-I

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Trabajo Presentado en el
Cuarto Congreso Nacional de Estudios del trabajo
IV Congreso Nacional de Estudios del Trabajo: “Trabajo y sociedad en el siglo XXI: los
desafíos de la globalización y del nuevo modelo económico”
EL REPOSICIONAMIENTO DEL SINDICALISMO CORPORATIVO EN MÉXICO.
EN LOS AÑOS NOVENTA
Mtra. Judith Herrera Montelongo
Departamento Política y Cultura
DCSH-UAM-X
En México identificamos, en particular a partir de 1982, puntos evidentes de tensión, en torno a temas
político- laborales estructurales, entre el gobierno federal, los sindicatos y empresarios, estos
desacuerdos han provocado ya diversos conflictos.
Enumero algunos de los puntos en conflicto:
a) el quiebre en la relación entre el sindicalismo corporativo oficial y el gobierno;
b) la refuncionalización del sistema Neocorporativo donde conviven diferentes lógicas: ciudadana,
corporativa, clientelar;
c) las reformas a la Ley Federal del Trabajo (LFT);
d) flexibilización en la contratación (Incremento de la contratación temporal en detrimento de la
definitiva);
e) restricción salarial de acuerdo a la inflación;
f) desmantelamiento de la seguridad social;
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g) en la estructura de las jubilaciones especialmente las dinámicas que el gobierno ya no esta dispuesto
a pagar;
h) la democracia y la libertad sindical vs. obligatoriedad y sindicación única.
Para explicar estas tensiones, algunas de ellas impensables durante la mayor parte del siglo XX en
México, a continuación definiré algunos de los conceptos que me parecen fundamentales para ese
propósito. Posteriormente, presentaré una tipología del sindicalismo, de la forma en que considero se
agruparon los sindicatos en la coyuntura de los años noventa. Finalmente haré una breve exposición
del proceso histórico que llevó al reposicionamiento –neocorporativismo- de las organizaciones
sindicales corporativas.
HACIA UNA CONCEPTUALIZACIÓN DEL CORPORATIVISMO SINDICAL EN MÉXICO
El concepto de corporativismo sindical lo usaré en sentido histórico para referirme a los sindicatos
oficiales que en México se organizaron en los años treinta, se consolidaron a principios de los años
cincuenta y colaboraron con el régimen político de forma subordinada hasta los años setenta.
La lógica corporativa, construida funcionó como fuente de aspiraciones políticas en el régimen y al
mismo tiempo generaba identidad de grupo.
Esta identidad colectiva constituida con sentimientos, actitudes, principios y valores como la fidelidad
al partido y a los líderes, se arraigaron y fueron fuente de legitimidad en los sindicatos, – de alguna
manera lo sigue siendo-.
El grupo identitario primario otorgaba seguridad y sentido de pertenencia al gremio y al sector, los
trabajadores se reconocían como trabajadores petroleros, ferrocarrileros, mineros, electricista, como
sector obrero. Además las necesidades materiales y los derechos laborales ofrecieron mejor calidad de
vida y condiciones de trabajo con respecto a los no sindicalizados.
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El corporativismo sindical se puede caracterizar como un modelo en el cual la estrategia y acción
sindical se subordinaban a la política del gobierno federal. El vínculo sindical con el gobierno se
estableció en la estructura política, insertados en ella a través del partido hegemónico. Así los
miembros de los sindicatos oficiales aseguraban la obtención de empleo y hacían presencia en la vida
social y política a través del partido hegemónico.
La elite gobernante y los lideres sindicales se relacionaron entre ellos a través de pactos formales y
arreglos informales para lograr resultados convenientes para ambas partes. Entendiendo por pacto la
capacidad de los lideres políticos y sociales para establecer entre sí acuerdos con diversos propósitos:
construir estabilidad en el sistema político, utilizando para ello el reparto de posiciones de poder, para
abrir canales de consulta para la toma de decisiones y canales de información económica y política
privilegiados.
De esta manera el sindicato se convirtió en una institución rígida que construyó su cohesión en
comportamientos basados en sentimiento, actitudes, identidad, lealtad. fidelidad, servicios personales,
clientelismo, que terminaron en corrupción y confundiendo los derechos laborales con dádivas,
privilegios y prebendas.
Esta caracterización de corporativismo se correspondió con un diseño institucional que incluía rasgos
específicos de un régimen político autoritario. Con reglas del ejercicio del poder cerradas y un
andamiaje legal-institucional que privilegiaba los derechos colectivos sobre los derechos individuales y
la sindicación única inhibiendo la libertad sindical.
Los rasgos del modelo sindical corporativo mexicano han sido:
- La cláusula de exclusión por ingreso y separación, que dio lugar al monopolio en la propuesta para
contratación laboral y a la obligatoriedad y sindicación única;
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- La negociación colectiva tripartita, mediante la cual los lideres y dirigentes sindicales además
formaban –forman- parte de Comisiones nacionales para concertar las peticiones de sus agremiados,
siempre con el gobierno como juez y parte;
- En las comisiones nacionales tripartitas se llegaban a concertaciones acerca de variables económicas
tales como: incremento salarial; la política de empleo, seguridad social, etcétera. Las Centrales y
federaciones obreras oficiales influían
en la toma de decisiones
como parte integrante de las
comisiones nacionales, afectando a organizaciones sindicales independientes y a los ciudadanos;
- Liderazgo centralizado y sectorial ejercido en el ámbito nacional;
- La toma de nota y registro de sindicatos y asociaciones donde los requisitos y procedimientos se
hacían de manera discrecional a través de la Secretaría del Trabajo y Previsión Social.
Esta combinación de elementos crearon una entidad sindical vinculada al régimen político a través de
un partido político hegemónico, el Partido Revolucionario Institucional. De esta manera adquirieron
un atributo de carácter público por parte del Estado.
La elite sindical
participante
se convirtió en interlocutor del gobierno federal, en socio del pacto estatal y
en la formulación de políticas públicas. Durante décadas los grandes sindicatos de
industria nacional, vinculados al sector público; Petroleros, Ferrocarrileros, minero-metalúrgicos,
electricistas, entre otros, participaron en los procesos electorales siendo beneficiarios de cuotas,
otorgadas a través del PRI para ocupar curules y escaños en el Congreso de la Unión. Además de
obtener algunas presidencias municipales y diputaciones locales, en aquellas entidades federativas
donde líderes y dirigentes sindicales tenían influencia.
En el corporativismo sindical la acción colectiva se convirtió en una acción colectivizada donde
tomaban decisiones las elites y las aplicaban y hacía cumplir en los sindicatos sin considerar cuantos
miembros o afiliados participaban de ellas, no importaba quienes tomaban las decisiones si no el
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alcance de las mismas, es decir se aplicaban a todos los miembros, se sancionaba con presiones de
todo tipo si algún trabajador no las acataba, así el sindicato se convirtió en un sujeto homogéneo donde
los individuos, grupos y corrientes se subordinaban a las decisiones del dirigente desdibujando la
pluralidad y heterogeneidad de individuos que lo integraban. En su relación con el régimen político
confundían el derecho de ciudadanía con el derecho laboral.
En los últimos años (sobretodo de 1988 en adelante) dentro de las organizaciones sindicales coexisten
diversas lógicas de estrategia y acción social y política que orienta la acción sindical por otras
direcciones.
El monopolio del poder priista se fue resquebrajando poco a poco dando lugar a la alternancia del
poder en algunos municipios, diputaciones locales, luego diputaciones federales, hasta llegar al 2 de
julio del 2000 con la alternancia en la presidencia de la República.
Sin embargo, todo esto no elimina el corporativismo como entidad de intermediación de intereses, por
el contrario se
reanima, y en ocasiones busca renovarse, cambia de discurso, de siglas, se
refuncionaliza para adaptarse a nuevos requerimientos.
El debilitamiento del sindicalismo llevó a pensar en el fin del corporativismo sindical, pero en los
años noventa la refuncionalización da lugar al modelo Neocorporativo, me refiero con esta modalidad
al reposicionamiento del sindicalismo oficial. Aquí la dimensión importante es la lógica ciudadana, la
que en las organizaciones empieza a emerger para impulsar cambios económicos y políticos.
El ejercicio ciudadano de los trabajadores no se traduce en un comportamiento sistemático, pero
tampoco es producto del azar, son procesos complejos en los que coexisten tradiciones, costumbres y el
aprendizaje cívico, la ubicación en un espacio público compartido con otros actores, pluralismo
político, aceptación de la competencia electoral en el sistema de partidos, lo que se enfrentan a viejas
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prácticas corporativas tales como voto cautivo, clientelismo. Toda esta combinación de elementos
explica la refuncionalización a la que esta sometido el corporativismo desde los años ochenta.
En 1996 la Constitución y el Código Federal de Instituciones y Procedimientos Electorales (Cofipe),
prohibieron en definitiva las afiliaciones colectivas. –Los artículos 35 y 41 constitucionales señalan que
“los ciudadanos podrán afiliarse libre e individualmente a los partidos políticos”; y el Cofipe en sus
artículos 27 y 38 obliga a que los procedimientos estatutarios de afiliación tengan lugar de manera
individual, libre y pacífica, y obliga a los partidos a abstenerse de realizar afiliaciones colectivas de
ciudadanos. Estos cambios en la ley electoral convierten a los sindicatos en organismos privados
ubicados en la sociedad civil.
Así los sindicatos, de ser una institución rígida, transitan a una readaptación que los reposiciona como
actor social todavía con fuerza política y los convierte en protagónicos en el proceso de consolidación
democrática la cual están definiendo y
orientando hacia nuevas direcciones, una de ellas el
Neocorporativismo.
Esta nueva orientación neocorporativa les otorga un carácter de organismos privados ubicados en la
sociedad civil y como actores que oscilan entre el movimiento social y la institucionalización (el caso
de la UNT). Esta oscilación se debe a que son todavía eficaces las estructuras corporatistas y se
vinculan a partidos políticos sacando ventaja política y a la par negocian con el gobierno logrando
resultados favorables sin estar integrados al régimen político.
Esta reorganización de los sindicatos y las centrales de trabajadores les permite reposicionarse en la
arena política nacional, y participar una vez más en la formulación de políticas públicas y contribuir a
controlar el conflicto económico y político. Entendiendo por esto - revincular lo existente- readaptar en
términos biológicos o refuncionalizar en términos sociológicos la relación sindicalismo-gobierno
continuando la lógica corporativa, es decir refrendar el pacto estatal-trabajadores con el gobierno de
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Carlos Salinas de Gortari y continuar la colaboración en las reformas económicas y políticas, y con
ello mantener la legitimidad de la acción sindical en las cuotas de poder político negociadas y
asignadas en el partido oficial.
Es decir la elite sindical se reposicionaba aceptando las exigencias del modelo económico neoliberal a
cambio de permanecer en el escenario político nacional.
A partir de este nuevo contexto presento una tipología de las corrientes sindicales en la transición y
consolidación de la democracia en México.
EL REACOMODO SINDICAL
En buena medida las transformaciones del régimen político y el cambio de modelo económico
explican el nuevo papel de las organizaciones sindicales en la transición mexicana. El largo proceso
de la alternancia política tiene un peso determinante en el nuevo corporativismo.
En el plano electoral la vida sindical se ha visto fuertemente modificada, pasando de la afiliación
corporativa a un partido político a la prohibición de esta práctica común en el viejo sistema político
mexicano. Así, las reformas electorales de 1996 obligaron a los partidos políticos, lo que afectó
especialmente al PRI, a respetar la naturaleza individual de la adhesión al partido, del cual son
miembros los particulares, aisladamente considerados, y no como parte de otras organizaciones.
Por ejemplo el líder del sindicato de telefonistas, anunció públicamente su desafiliación al PRI, y
sostuvo que el sindicato que dirige no obliga a sus agremiados a afiliarse a partido alguno. Con esto,
además de ventilar públicamente sus diferencias con la actual Secretaria general del PRI, antes su
aliada, actualiza su discurso y parece acercarse a la idea de sindicatos más próximos a las
organizaciones sociales que a las políticas, restringiendo por lo tanto el alcance de las decisiones
corporativas.
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Esta mezcla de la acción sindical y la función política llevó, a que los líderes sindicales privilegiaran
los intereses del partido al que pertenecían, sobre los intereses del sindicato que representaban.
Seguramente al respecto veremos muchas redefiniciones en los próximos años, así como nuevas
alianzas entre organizaciones sindicales y ruptura de las tradicionales o al menos su refuncionalización.
TENDENCIAS Y REPOSICIONAMIENTO DEL SINDICALISMO MEXICANO.
Estamos frente a una transición irreversible en el campo laboral, tanto por las nuevas tendencias en los
mercados internacionales, nuevas formas de organización de la producción y de valorización de las
mercancías; como por los cambios en la sociedad que llevan a la constitución de organizaciones sobre
principios distintos y con alcances más específicos.
Estas dos grandes tendencias convergen en nuestro país y envuelven a los sindicatos, los que para
sobrevivir, en mejores condiciones, tendrán que entender estos cambios y contemporanizar con ellos o
serán arrastrados por la realidad que les impondrá su lógica, ya sea a través de las demandas de sus
agremiados o de las reformas legales que procurarán regular una realidad que ya marcha
apresuradamente por la vía de los hechos.
Considero que los sindicatos no desaparecerán, en virtud de que la necesidad de la defensa de los
intereses y derechos de los trabajadores persistirá, cuestión que no tiene que ver estrictamente con
buenas voluntades y con el espacio exclusivamente individual. Sin embargo, en el nuevo contexto, para
que esta defensa justifique su permanencia en el ámbito de lo colectivo, tendrá que transformarse para
dejar el esquema meramente defensivo y contestatario por la eficiencia en la negociación y tendrá que
atender a lo particular sin subsumirlo en lo general.
A pesar de lo cambiante del terreno político en general y, dentro de él, del sindical -cuestión por cierto
que, desde mi punto de vista, continuará así al menos por unos años más, presentaré una tipología de
la forma en que considero están agrupados los sindicatos en la presente coyuntura, considerando sus
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estrategias y sus posiciones político-ideológicas frente al debate sobre los cambios en materia de
legislación laboral:
El
debate e intención de modernizar la legislación laboral lleva por lo menos quince años. El
presidente Carlos salinas de Gortari, la impulsó y la administración de Ernesto Zedillo trato de llevarla
a cabo sin conseguirlo. La oposición de las organizaciones sindicales oficiales y las de izquierda no han
tenido la disposición para sacar una nueva legislación laboral.
El presidente Vicente Fox ha revivido la instalación de mesas de negociación a través del secretario
del trabajo Carlos Abascal la comisión negociadora la integró con dos representantes del Congreso del
Trabajo (CTM) y dos de la UNT: La UNT tiene su propia propuesta de proyecto y en los últimos meses
ya no participó en las negociaciones.
Es posible que los acuerdos a que llegaron en la mesa negociadora y que formularon el proyecto
laboral pueda todavía ser modificado en el momento que pase para su aprobación en el Congreso de la
Unión. Sin ser un análisis exhaustivo de la legislación laboral indico en la tipología de manera general
algunos puntos laborales
que fundamentan el análisis político del reposicionamiento sindical
corporativo.
1. Corporativismo tradicional (antes oficial). Hasta el momento es la corriente mayoritaria, a
pesar de lo difícil que sea constatar el número real de sus integrantes. Tiene en el Congreso del
Trabajo (CT) su núcleo organizativo, es la organización más importante y grande del sindicalismo
mexicano lo integran centrales tradicionales como la Confederación de Trabajadores de México
(CTM), la Confederación Regional Obrero Mexicana (CROM), la Confederación General de
Trabajadores (CGT), COR, CRT, FAO y la Confederación Regional Obrero Campesina(CROC);
sindicatos de industria autónomos como el Sindicato de Trabajadores Petroleros de la República
Mexicana, (STPRM), este considerado el más importante por número y aportaciones económicas,
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SNTMMSRM y el SUTERM; Federaciones de empleados públicos como la Federación de
Sindicatos de Trabajadores al Servicio del Estado (FSTSE) y sindicatos tan poderosos como el
Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación (SNTE). Es importante mencionar que estas
dos últimas organizaciones han visto cuestionada su pertenecía al CT en virtud de que se trata de
trabajadores al servicio del Estado y por lo tanto sujetos al apartado B del 123 Constitucional. La
STPS y la SCJ no han resuelto este caso. El CT agrupa a un poco más de 2 238 287 trabajadores
Esta corriente tiene su origen en el seno del régimen priista y se trata de una organización de corte
corporativa, funcional al sistema de control sectorial. Su sustento ideológico está en el nacionalismo
revolucionario y vivió, al igual que muchos empresarios, al amparo del proteccionismo estatal.
Lo que ahora observamos es que en la actual coyuntura se distinguen al menos tres posiciones que bien
podrían conducir a la fragmentación de esta corriente:
1.1 Los conservadores, fieles a las filas del priismo, que siguen defendiendo las prácticas corporativas,
el nacionalismo revolucionario y esperan un retorno al proteccionismo estatal. Son fuertes opositores a
ciertas reformas en la LFT, modificaciones sustantivas en los CCT, así como a procesos de
privatización o de flexibilización laboral. Encontramos aquí, entre otros, a la FSTSE. Aceptan negociar
la reforma laboral rompiendo el esquema de subordinación al PRI. Aceptan revisar las reglas para
resolver los procedimientos y conflictos individuales laborales. No aceptan el cambio de la figura de
patrón por empleador
1.2 Los negociadores, autodenominados institucionales, quienes se caracterizan por su habilidad
negociadora y por su pragmatismo, lo mismo recurren a medidas de presión sobre la base de
movilizaciones y amagos de huelgas que a la negociación “en corto”. A esta posición se
adscriben personajes como Rodríguez Alcaine -actual presidente del CT y en buena medida
heredero político de Fidel Velázquez-, quienes sin renunciar al PRI, ni abandonar viejas
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prácticas corporativas, juegan su papel de representantes de los trabajadores frente al gobierno
y han respondido a las convocatorias de la STPS para preparar una iniciativa de reforma a la
LFT, y aceptaron que se introdujeran algunos cambios en la legislación laboral. Aceptan la
flexibilización de la contratación para capacitación y la contratación laboral. Aceptan como
causal de despido justificado el hostigamiento sexual y por malos tratos a clientes del
empleador. Rechazan el voto universal libre y secreto para elegir a los dirigentes sindicales. El
STPRM, en cuanto al rubro de condiciones de trabajo aceptó hace tiempo el pago a los
trabajadores pueda efectuarse a través de depósitos en cuentas bancarias, tarjetas de débito,
transferencias o cualquier otro medio electrónico con los cuales estuvieron de acuerdo los
trabajadores, sólo resta pasar de los hechos al derecho. Su actitud es de exclusión frente a
corrientes emergentes como la que representa la UNT.
1.3 Los transicionistas, quienes se caracterizan también por su pragmatismo, consideran que el país
está en medio de un profundo cambio político y que no hay retorno a anteriores prácticas, por lo que los
mismos sindicatos deben participar en los procesos de transición, sin oponerse a ellos pero influyendo
en los mismos. Aislarse sería tan dañino para las organizaciones como para el país. Su posición
ideológico-política es ambigua, lo que los ha llevado a tener posiciones por coyuntura. Representante
clara de esta posición es la Secretaria general del PRI, Elba Esther Gordillo, quien busca a toda costa
proteger a su organización gremial, el SNTE y quien, en virtud de su público contacto con el presidente
Fox, enfrenta severas críticas de sus correligionarios, lo que eventualmente podría conducir a una
fractura.
2. Los modernizadores. La organización más representativa es la UNT La dirección es colegiada y
la sustentan el líder del sindicato de telefonistas Francisco Hernández Juárez, El dirigente del
Sindicato de Trabajadores de la Universidad Nacional Autónoma de México (STUNAM) y los
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dirigentes del Sindicato Nacional de Trabajadores del Seguro Social (STNSS). Sus esfuerzos
están dirigidos a actualizar a los sindicatos, de manera tal que estén en mejores condiciones
para enfrentar las negociaciones bilaterales. La actualización supone no sólo flexibilidad
política y en la negociación, sino además profundizar en el conocimiento de la empresa, sobre
las innovaciones tecnológicas y sus estados financieros. Es conocido que algunas de estas
organizaciones han contratado a especialistas como asesores y estudios a despachos privados
sobre la situación de la empresa con la que negocian y las condiciones del mercado y su futuro.
La negociación se vuelve más sofisticada y los sindicalizados rebasan en ocasiones el marco
tradicional de la demanda o bien, dicho de otra manera, sustentan mejor sus peticiones. Ejemplo
de lo anterior son los sindicatos de pilotos aviadores y el de telefonistas. Aceptan la creación del
Registro Público Nacional de Sindicatos.
Es importante señalar que esta corriente coincide con otras, sobretodo con las independientes (de
izquierda), en la necesidad de eliminar el apartado B, garantizar la libertad de sindicalización y ampliar
la protección social a los trabajadores, aunque su distintivo estaría fundamentalmente en su disposición
a negociar cambios estructurales en la organización y operación de los procesos de trabajo.
Independientemente de que algunos de sus líderes han transitado por distintas posiciones políticoideológicas1 su orientación parece estar dirigida a hacer de los sindicatos organizaciones más cercanas
a los movimientos sociales y no tanto a los partidos políticos, con lo que perfilan un sindicalismo
distinto al que conoció la sociedad mexicana, con más libertades políticas para sus miembros y un poco
más respetuosos frente a la diversidad. Con esto no queremos decir que abandonen las formas
corporativas de organización, sino más bien que parece estarse constituyendo un corporativismo
societal, “sociedad civil organizada”, menos imbricado con el sistema político, o tal vez estemos frente
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a organizaciones sociales que hacen política pero no desde los partidos. Como recientemente lo declaró
Hernández Juárez al desafiliarse al PRI “hay muchas formas de hacer política”.
La Federación de Sindicatos de Empresas de Bienes y Servicios (FESEBS) ubicada en esta corriente la
integran sindicatos como el Sindicato Mexicano de Electricistas (SME), el de telefonistas (STRM),
Asociación Mexicana de Pilotos Aviadores de México (AMPAM), y Sindicato de trabajadores de la
Industria Aeronáutica Similares y Conexos de la República Mexicana (STIASCRM) entre otros. Con
unos 120, 000 trabajadores aproximadamente.
Cuando nos referimos a un corporativismo societario estamos pensando en una versión actualizada del
corporativismo mexicano, es decir de organizaciones que sin dejar de ver el contexto, se preocupan por
ser más eficientes en aquellos aspectos que pueden afectarlos directamente –por ejemplo las reformas a
la LFT- y ven más al interior de sus propias organizaciones. Sin embargo, y aunque esto suene
paradójico pero habla de los claroscuros de la transición, siguen pensando en la política como forma de
presión, aspiran a constituir un frente nacional de sindicatos de gran envergadura, alternativo al CT, y
son cuidadosos de conservar la cohesión de sus organizaciones, manteniendo una fuerte disciplina al
interior de ellas, sobretodo cuando se trata de tomar decisiones cruciales para el gremio o de la
renovación o reelección de sus dirigentes.
3. El neocorporativismo de izquierda. Con la transición política en México, en particular a partir de
fines de la década de los años ochenta2, observamos la constitución de un polo de sindicatos cercanos,
o de clara filiación, al PRD. Algunos provienen de las filas del priismo y otros de corrientes
independientes. Se caracterizan por defender la LFT, en particular el espíritu de la misma, es decir su
carácter proteccionista, algunos lo han denominado paternalista, hacia los trabajadores. Si bien están
1
Ya sea Hernández Juárez que a lo largo de su trayectoria a pasado de posiciones independientes, al priismo y ahora a estar
fuera de este; o de los líderes del STUNAM que se han movido de la izquierda al centro.
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Es importante al respecto recordar las fracturas al interior del PRI y el surgimiento del Frente Democrático Nacional.
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conscientes de que tiene que haber modificaciones a la Ley, y han participado en algunos de los foros
convocados para ese efecto, sus propuestas han girado más bien entorno a eliminar el apartado B,
garantizar el derecho de huelga y la libertad de sindicalización, así como incrementar la seguridad
social a los trabajadores.
Sus estrategias son de presión, recurriendo con frecuencia a las movilizaciones y a la paralización de
actividades, en ocasiones pareciera incluso que la huelga no es el último recurso, sino uno de los
primeros, para lograr sus objetivos.
Le llamo neocorporativismo de izquierda, aun a sabiendas que no estuvieron ligados al sistema político
mexicano y a las centrales obreras cúpula del sindicalismo mexicano.
La estructura de sus organizaciones es corporativa y más vinculada a estrategias partidarias, las que en
algunas ocasiones pueden sobreponerse con respecto a las de cada agrupación en lo particular.
Pertenecen a esta corriente algunos sindicatos universitarios o corrientes dentro de ellos, así como
sindicatos de empresas medianas y algunas agrupaciones regionales tanto de obreros, como de
campesinos y prestadores de servicios, como taxistas, transportistas y vendedores ambulantes. Otros
sindicatos, como el de sobrecargos sí bien pertenece formalmente a la UNT, y FESEBS se acercan
coyunturalmente a esta corriente.3 De la misma manera, posiciones disidentes dentro de algunos
sindicatos, suelen coincidir con el PRD un caso muy evidente es el de la Coordinadora Nacional de
Trabajadores de la Educación (CNTE).
4. Sindicalismo radical o conservadurismo de izquierda. Se trata más que de una corriente, de una
gran variedad de organizaciones que han intentado asociarse en reiteradas ocasiones, como ya vimos,
pero que su sectarismo los lleva a la dispersión, a la segregación. Manejan por lo general estrategias de
confrontación y la “movilización” suele ser no un método sino un principio articulador en sí mismo. Se
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oponen a la modificación de la LFT y todo lo que está en los CCT son “conquistas de los trabajadores”
por lo que no se pueden modificar y sólo buscan engrosar los contratos sobre la misma lógica, por lo
que son extremadamente reacios a modificaciones de fondo. Paradójicamente a esta corriente la
podríamos calificar como conservadora de izquierda.
Sus objetivos están concentrados en la transformación del sistema capitalista, por lo que suelen
subordinar las luchas específicas a esas grandes metas, haciendo que sus posiciones sean muy rígidas
frente a la negociación. Ideológicamente se acercan al anarquismo, ya que suelen ser antiestatistas y
cuestionan con frecuencia las propuestas de los partidos políticos.
A esta corriente pertenecen algunos sindicatos universitarios como el de la Universidad Autónoma
Metropolitana (SITUAM) y los de la Universidad Autónoma de Chapingo, así como pequeñas
asociaciones de trabajadores informales y de pequeñas empresas. Suelen coincidir con movilizaciones
de grupos radicales como las recientes de los opositores a construir el aeropuerto en Texcoco, o bien las
asociadas al CGH en la Universidad Nacional o antes a las convocadas por el FZLN.
5. Sindicalismo blanco. Por su origen vinculada al sector empresarial y sustento ideológico de llevar
relaciones laborales “cordiales” en “armonía” no había participado activamente en las discusiones
laborales fuera de su ámbito y se concentraba en los centros de trabajo con los que tiene pactados
relaciones bilaterales, siendo propensa a aceptar reformas laborales. Sin embargo, esta situación parece
empezar a cambiar, ya que, aunque discretamente, han participado en los foros convocados por la
STPS. No sería extraño que se incrementara su presencia, sobretodo si tomamos en cuenta que su
relación con el actual Secretario del Trabajo puede ser de mayor coincidencia que con sus
predecesores.
3
Alejandra Barrales siendo Secretaria general de ese sindicato era, al mismo tiempo, diputada federal por el PRD,
representación a la que solicitó licencia para ocupar una secretaría en el gobierno perredista en Michoacán.
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6. Sindicalismo de protección, extorsión. Ya diferentes investigadores se han referido a que un alto
porcentaje de los CCT registrados ante las autoridades laborales no tienen sustento en negociaciones
bilaterales reales4 y por lo tanto, no son producto de vida sindical alguna, se han reportado incluso
casos en los que los trabajadores ni siquiera están enterados que pertenecen a un sindicato, ni cuentan
con un CCT. La enorme mayoría de estos documentos de simulación, reconocidos incluso en esos
términos por el actual Secretario del Trabajo, Carlos Abascal, son promovidos y convenidos con los
empresarios por grupos que venden protección, o si se quiere ver de otra manera, que extorsionan tanto
a empleadores como a trabajadores. Sin metáforas se trata de grupos gansteriles.
En ocasiones estas agrupaciones que “venden” estos servicios son buscadas por los propios
empresarios para evitar que sus trabajadores se organicen de manera autónoma, aunque por algunas
crónicas se puede saber que, por lo general, este tipo de componendas suelen representar altos costos
para los propios empresarios, no solo en términos económicos sino además en deterioro de los
ambientes de trabajo.
Aunque será difícil erradicarlos, presumiblemente se combatirán, en esto pareciera haber acuerdo entre
prácticamente todas las corrientes y la STPS.
7. Finalmente, como hipótesis sostengo que es altamente probable, ya existen algunos indicios al
respecto, que surjan nuevas formas de organización entre los trabajadores, más cercanas, o como
consecuencia de las nuevas formas de administración del trabajo, ya que muchas de estas técnicas
implican que el trabajador se involucre más intensa y ampliamente en el proceso de producción, e
incluso más allá de lo que es su responsabilidad directa. La opinión del trabajador es pieza clave en el
4
Luján, Berta, Arturo Alcalde y Graciela Bensunsán se han referido al tema. Es difícil hacer una contabilidad precisa, pues
eso implicaría un censo a través del cual constatar fehacientemente qué sindicatos tienen vida real, manifiesta en actividades
frecuentes para la toma de decisiones de los agremiados, y qué CCT se han estado renovando regularmente y además como
producto de verdaderas negociaciones bilaterales. A pesar de todo, hay quien sostiene que más del 50% de los CCT
registrados son meros formalismos que no corresponden con una actividad sindical real.
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proceso de mejora continua, de la misma manera que su sentido de pertenencia es fundamental para
solidarizarse con el empleador en momentos en que la competencia amenaza al centro de trabajo.
El trabajo en equipo, los círculos de calidad, la administración del conocimiento y otras tantas
estrategias novedosas, sin duda, tendrán –están teniendo- implicaciones sobre las formas tradicionales
de representación de los trabajadores. Finalmente, estas nuevas técnicas, al involucrar al empleado,
abren el tema de cómo producir más y de mejor calidad, lo que implica referirse también a condiciones
de trabajo y remuneración, discusión que ya no es necesariamente ocasional y entre trabajadores en
primera instancia, cuasi conspirativa, sino que pasan a ser ingredientes de la reflexión regular, abierta,
incluso con el empleador.
Esto se aplica tanto en los buenos como en los malos tiempos, es decir, tanto para atender aumentos en
la producción, como para hacer frente a caídas en la misma, producto de la disminución de la demanda
o por la obsolescencia del proceso frente a innovaciones de los competidores.
Estos fenómenos traerán como consecuencia cambios en los sindicatos –yo no creo que su
desaparición, como algunos sostienen- sobretodo en aquellos centros productivos de vanguardia
tecnológica y en aquellos altamente especializados, aunque estas prácticas irán permeando al resto. Las
organizaciones a las que nos referimos previamente no parecen estar preparadas para hacer frente a
estos cambios y muchas de ellas los ignoran y por lo mismo no se están preparando, pensando en que
las formas tradicionales de la negociación persistirán.
Tal vez sólo algunos sindicatos de la UNT, algunas agrupaciones blancas y pocos sectores de lo que
denominamos el corporativismo tradicional estén en condiciones de participar propositivamente en
algún debate al respecto, parecería que el resto tomará los datos de la realidad.
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Un tema adicional al que tendrán que enfrentarse los sindicatos es el de su relación con la sociedad, en
particular la forma en que son percibidos, la posición que guardan en el espectro de valoraciones
sociales.
Esto no es sólo un problema de “curiosidad sociológica”, desde mi punto de vista tiene que ver las
condiciones de reproducción y sobrevivencia de las propias organizaciones, ya que al debilitarse su
imagen pública con ello se debilita el reclutamiento de sus futuros agremiados, más aún en un mundo,
previsible por cierto en un corto plazo, en el que los sindicatos irán perdiendo el monopolio de la
contratación y tendrán que competir, con servicios eficientes, por sus socios.
En los últimos años, lamentablemente, el concepto sindicato está asociado a todo menos a prestigio
social y recordemos que la historia del siglo XX mexicano, en este terreno, fue la de un sindicalismo
arraigado socialmente, con esto no quiere decir que aplaudido por todos los sectores, pero si construido
sobre bases sociales reales, como lo he referido en otras partes de esta tesis.
El tema del reposicionamiento de los sindicatos es crucial para el futuro de los mismos y más en el
contexto de una sociedad en transición.
Por último, una hipótesis adicional, de la misma manera en que he sostenido que todos estos cambios
en el mundo del trabajo no significan ni el fin del mismo, ni la desaparición de los sindicatos, también
sostengo que el corporativismo no desaparecerá tan fácilmente, más bien lo que veremos es el
surgimiento de un neocorporativismo, algunos de cuyos rasgos hemos ya descrito.
BREVE RECUENTO HISTÓRICO DEL TRÁNSITO AL NEOCORPORATIVISMO
Las circunstancias históricas, factores culturales y la dinámica social de los años treinta dieron lugar al
establecimiento de un régimen político autoritario en un Estado moderno que nacía débil. Un fin de las
normas de trabajo se ha centrado en el equilibrio de los factores de la producción. Los conflictos y
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desacuerdos entre trabajadores y empresarios en México se solucionaron en buena medida por la
implantación del corporativismo sindical.
Las relaciones laborales se traslaparon con los objetivos del partido político en el poder. De suerte que
el equilibrio entre los factores de la producción no sólo tuvo un arreglo económico sino también
político, las diferencias se arreglaban privilegiando el campo de la política, a través de otorgar cuotas
de poder al sindicalismo oficial.
A los empresarios se les otorgaba subsidios para garantizar la operación de sus fábricas, empresas y
talleres.
La participación de los sindicatos en la política se permitió en 1940, cuando la Cámara de Diputados
aprobó la modificación de la Fracción I del Artículo 249 de la LFT permitiendo a los sindicatos
participar en la política. En la LFT vigente este artículo corresponde al 378.
El entramado jurídico-legal se desarrolló al amparo de la Ley Federal del Trabajo promulgada y
aprobada en 1931. En esta Ley se sustentaba la sindicación obligatoria única y al mismo tiempo la
libertad de asociación. La cláusula de exclusión por ingreso se encontraba en el Artículo 49 y la
cláusula de exclusión por separación en el artículo 236, estos artículos permitieron a los lideres
sindicales imponer disciplina y lealtad a sus agremiados. Así consiguieron la consolidación de los
sindicatos y el monopolio de la contratación laboral. La afiliación a un sindicato se convirtió en
obligatoria para conseguir empleo.
En 1970 hubo un cambio a la LFT, los artículos de la cláusula de exclusión por ingreso y separación
en lugar de aparecer en dos artículos separados se concentran en el artículo 395. Pero, al mismo tiempo
se mantienen los artículos 357 y 358, en el primero se consigna el derecho de constituir sindicatos sin
necesidad de autorización previa y el segundo el derecho a la libre asociación, es decir se respeta la
voluntad individual de sindicación.
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Esta trayectoria laboral ambigua se correspondía con un régimen autoritario que funcionó controlando
al movimiento sindical.
En los años ochenta condiciones endógenas y exógenas cambiaron la relación Estado-sindicatos y la
organización del proceso de trabajo.
Existe consenso entre economistas y politólogos para señalar que en el gobierno de Miguel de la
Madrid Hurtado (1982-1988) se impulsa un nuevo modelo económico y se observa el interés del
gobierno federal por cambiar la relación con el sindicalismo oficial.
Los puntos sobre los cuales el gobierno federal impulsó una nueva relación se centraron en puntos
estratégicos tales como:
-
limitar la acción del Estado como árbitro de los conflictos entre capital y trabajo, y
disminuir de manera importante su papel de patrón al vender, liquidar o privatizar las
empresas del Estado,
-
reformar la LFT,
-
impulsar el Nuevo Sindicalismo.
“El Año de 1983 el primero de la administración de Miguel de la Madrid se convirtió
en uno de los peores en materia de desempeño económico con una caída de 4.2% en
el crecimiento –el peor en décadas- y una inflación que terminó el año en 80%, la
más grave registrada en la estadística moderna... en 1987 se desplomó la bolsa y la
inflación ese año cerró en 150%. Ante esas circunstancias, los equipos económicos
del gobierno en funciones y del candidato del PRI trabajaron en conjunto para
instrumentar un programa de ajuste heterodoxo que congeló los precios, los salarios,
la paridad, al mismo tiempo que introducía un ajuste fiscal. El llamado pacto se
convirtió de facto en la primera medida de un gobierno cuyo candidato apenas estaba
en campaña, el de Salinas de Gortari”5.
5
Quintana, Enrique, (2001), “La economía durante la transición electoral en México”, en México 2000. Alternancia y
transición a la democracia. Ed. Cal y Arena, México. pp. 142, 143.
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Para revertir las acciones del gobierno, durante el sexenio de Miguel de la Madrid Hurtado (19821988), que afectaban las demandas económicas de los sindicatos, los dirigentes sindicales aceptaron la
firma de pactos económicos, que, por otro lado, poco beneficiaban los salarios de los trabajadores pero
contribuían a controlar el proceso inflacionario.
El gobierno federal insistía en cambiar la relación con el sindicalismo oficial, agudizando la decadencia
de la CTM y minando el liderazgo de Fidel Velázquez, quien en 1987 apoyó la pre-candidatura de
Alfredo del Mazo a la Presidencia de la República contra la de Carlos Salinas de Gortari.
El contexto nacional había cambiado al iniciar el sexenio salinista (1988-1994), aspectos económicos y
políticos fundamentales lo enmarcaban. En lo económico la agudización de la crisis manifiesta en la
caída de la bolsa en 1987; el régimen fiscal de PEMEX en conflicto con la secretaría de Hacienda; la
apertura comercial manifestada en la firma y la incorporación de México al GATT hoy OMC
(Organización que quiso dirigir Salinas al termino de su gobierno) y al final del sexenio, la firma del
Tratado de Libre Comercio (TLCAN).
Por otro lado la cúpula sindical continuó con las negociaciones políticas típicas del sector obrero, en las
filas del PRI, es decir, negociando, cuotas de poder para recuperar posiciones en el Congreso de la
Unión. Esto tenía que ver con la pérdida de diputaciones del sector obrero en las elecciones federales
de 1988. En julio de ese año el electorado había echado por tierra el voto corporativo, ocasionando que
algunos diputados obreros perdieran sus curules. Se habían otorgado al sector obrero 101 candidaturas
para obtener diputaciones, y alcanzaron sólo 54. En 1988 los obreros lograron obtener 15 senadores,
en realidad más que en las elecciones de 1982 que sólo tuvieron 9.
Fidel Velázquez atribuía las derrotas de los candidatos obreros a la mala selección que había hecho la
dirigencia del PRI de los candidatos, justificaba además la acción ciudadana argumentando que era un
voto de castigo por la crisis económica y a los cambios que promovía Salinas en el PRI.
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El proyecto modernizador diseñado por el gobierno salinista empezaría a operar con una serie de pasos
inmediatos, una revisión del modelo sindical, en el cual se planteaba la eliminación del corporativismo
sindical o bien, su refuncionalización. Algunos sindicatos como el de los Telefonistas y el del Seguro
Social, desde el inicio de la transición, lograron posicionarse para discutir el nuevo papel de los
sindicatos y la reforma económica.
Los golpes espectaculares contra los líderes del sindicalismo oficial. Joaquín Hernández Galicia es
llevado a prisión en 1989 y en el mismo año, Carlos Jongitud, líder de los maestros, es destituido y
obligado a salir del país unos meses; se le conmina a Venus Rey a abandonar la dirección del sindicato
de músicos y ponen fin al líderazgo corrupto de Carlos Riva Palacios en la FSTSE.
Estos golpes contra líderes sindicales, permite suponer que en la agenda presidencial el tema sindical
era punto prioritario. Se trataba de eliminar el sindicalismo corporativo, fin que no pudo cumplirse. La
oposición de Fidel Velázquez y la lucha por el poder terminaron por reasignarle nuevamente su función
al sindicalismo oficial.
El proyecto modernizador incluía reestructurar el partido oficial eliminando el peso de los sectores. La
intención de los tecnócratas estaba dirigida a impulsar entre los militantes priistas el trabajo en un
territorio específico, no en el sector corporativo. Para llevar a cabo esta propuesta diseñaron el
Programa Solidaridad, pensando en un contacto más directo entre los coordinadores del partido con
sus bases, vinculados a través de la vida cotidiana. Uno de los acuerdos de la XIV asamblea priísta fue
la promoción de la afiliación individual y no colectiva.
La elite gubernamental empezó por impulsar la reorganización del sindicalismo a través de líderes
modernizadores, la Federación de Sindicatos de Empresas de Bienes y Servicios (FESEBS), se
establece como punta de lanza del nuevo sindicalismo. Y el sindicato que emergió como modelo-tipo
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de sindicalismo modernizador, lo representó el sindicato de Telefonistas de la República Mexicana
(STRM).
El STRM adoptó posturas de mayor comprensión y aceptación de las tendencias del nuevo proyecto
económico y de las implicaciones para el sindicalismo, tal vez entendió que algunas tendencias eran
irreversibles y que oponerse a ellas podría significar una amenaza contra la propia organización de los
trabajadores, además de que la flexibilidad en sus posiciones le permitió lograr negociaciones
bilaterales muy exitosas.
Casos como el de los telefonistas permitió la generación de un novedoso polo en la relación entre el
movimiento obrero y el Estado, al mismo tiempo el sindicato se convirtió en el puente de tránsito
gradualista para presionar a una nueva concertación al sindicalismo corporativo. Logrado el
posicionamiento del nuevo sindicalismo como interlocutor del gobierno federal y los empresarios, poco
a poco pensaron los tecnócratas podía eliminarse al corporativismo oficial.
Fidel Velázquez se opuso a que creciera al interior del CT una corriente como la FESEBS - ligada al
Presidente-, menos disciplinada ante la corporación tradicional y sus liderazgos y con mayor habilidad
para negociar en condiciones de modernización. En este clima los sindicatos y centrales obreras
tradicionales, buscaron negociar con el gobierno salinista, pero no dieron el paso para independizarse
del PRI.
Un ejemplo que ilustra las tensiones entre Salinas de Gortari y la elite sindical es el referido a un
cambio en la impartición de justicia laboral.
La Junta Federal de Conciliación y Arbitraje resolvía
los conflictos laborales pero de manera
discrecional y además inmersa en la corrupción por inspectores deshonestos que hicieron de su trabajo
un “modus vivendi”. Al principio de los años noventa crecía la exigencia de reformar la Junta Federal
de Conciliación y Arbitraje; sindicatos independientes, partidos políticos, empresarios lo solicitaban.
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Salinas de Gortari intentó llevar a cabo la reforma a las mismas. Comentó este interés con Arsenio
Farell Cubillas, Secretario del Trabajo en su gobierno,
“para mi profunda sorpresa se opuso totalmente a ella... Don Fidel se sumó a la resistencia... Don Fidel
me pidió, en virtud de que el PRI postularía pronto a su candidato a la presidencia, dejáramos la
propuesta para después. Así ellos podrían analizarla con más tiempo. No tuve más remedio que
acceder: tenía que cerrar mi flanco interno antes de intentar vencer la oposición que anticipaba entre los
legisladores obreros del PRI. Sabía que con unidad interna y con el apoyo de Colosio como candidato
del partido podría promoverse la reforma, no contaba con los acontecimientos que se precipitaron a
partir del 1 de enero de 1994. Ahí naufragó esta reforma crucial para las luchas sociales y la justicia del
país. El día que ganamos la batalla del TLC, perdimos esta”6.
Mientras se debilitaba la histórica central oficialista CTM, surgía de la misma matriz sindical la
disidencia,
una
nueva corriente sindical encabezada por Francisco Hernández Juárez líder del
sindicato de telefonistas, Elba Esther Gordillo líder del Sindicato de Nacional de Trabajadores de la
Educación
(SNTE) y otros dirigentes sindicales que a mediados de los noventa plantearon la
refuncionalización del corporativismo sindical.
Por un lado la reestructuración del sindicalismo obedecía a la preocupación de los dirigentes por
buscar una salida a la crisis de la gestión sindical. Intentaban reivindicar la acción sindical y al
sindicato como instrumento de defensa de los menguados derechos laborales y de las condiciones
económicas adversas para los agremiados.
Sin embargo, los trabajadores reaccionaban en contra de las medidas económicas impuestas, restando
legitimidad a la representación sindical. El disgusto de los trabajadores obligaba a la elite sindical a
modificar las estrategias de la acción sindical.
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Largas y difíciles negociaciones se hicieron en el sexenio de Salinas de Gortari, sin embargo, el
sindicalismo corporativo sobrevivió y logró reposicionarse en la arena política nacional. Fidel
Velázquez negociaba el reposicionamiento, entendiendo por esto - revincular lo existente- readaptar en
términos biológicos o refuncionalizar en términos sociológicos la relación sindicalismo
con el
gobierno de Carlos Salinas de Gortari y continuar la colaboración en las reformas económicas y
políticas, y con ello mantener la legitimidad de la acción sindical en las cuotas de poder político
negociadas y asignadas en el partido oficial. Es decir la elite sindical se reposicionaba aceptando las
exigencias del modelo económico neoliberal a cambio de permanecer en el escenario político nacional.
Durante el sexenio de Ernesto Zedillo las tendencias que apuntaban al debilitamiento de las
organizaciones corporativas clásicas se acentúan, así
“los líderes de tres sindicatos integrantes del CT: Elba Esther Gordillo del SNTE, Joel
López Mayrén, de la Confederación Obrera Revolucionaria, (COR) y Pedro B.
Castillo Medellín del Sindicato Mexicano de Electricistas(SME) organizaron el 22 y
23 de febrero de 1995 el Foro El Sindicalismo Frente a la Crisis y ante la Nación.
Para fijar las bases de un nuevo pacto social, y un nuevo acuerdo nacional. Los
foristas concluyeron que era necesario la renovación del CT para revitalizar la
capacidad de interlocución del movimiento sindical ante el gobierno”7.
Este foro evidenciaba la división dentro del CT, sin embargo, los foristas argumentaban que el
Congreso podía renovarse desde dentro y la unidad sindical debía prevalecer.
Otros acontecimientos aceleraron la ruptura: Ernesto Zedillo, presidente de la República enviaba al
Congreso de la Unión una iniciativa de ley para transformar el Instituto Mexicano del Seguro Social,
(IMSS).
6
Salinas de Gortari, Carlos, (2000) “La reforma laboral que faltó para las luchas sindicales libres y directas”. En México
un paso difícil a la modernidad, Plaza y Janés, México. pp. 1393.
7
Azpeitia, Hugo y Rogelio Morales, (2001), “La Unión Nacional de Trabajadores: por un nuevo pacto social”, en Revista
Nueva Antropología, Vol. XVIII, Núm. 59, Abril, 2001. p.129.
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Las tensiones dentro de los foristas afloraron cuando Elba Esther Gordillo en ese momento dirigía el
Instituto de Estudios Sindicales de América (IESA)se opuso a la formación de una nueva central de
trabajadores.
Finalmente en noviembre de 1997 se constituye la Unión Nacional de Trabajadores (UNT)
integrándola entre otras las siguientes organizaciones sindicales: Sindicato de Trabajadores de la
Universidad Nacional Autónoma de México (STUNAM), el Sindicato Nacional de Trabajadores del
Seguro Social (SNTSS), la Federación de Sindicatos de Empresas de Bienes y Servicios (FSEBS);
Sindicato de Telefonistas de la República Mexicana (STRM).
Entre las modalidades con las que surgió la Unión se encuentran: una dirección colegiada, otra que
tiene que ver con la negociación colectiva, las organizaciones integrantes pueden llevar a cabo las
negociaciones contractuales y salariales de forma independiente, es decir no tienen que negociar en
bloque, con esto se pretendía romper la homogeneización contractual y salarial, para impulsar la
diferenciación salarial y contractual. Además de plantear la democracia y libertad sindical.
Esta corriente sindical surgida del seno mismo del corporativismo sindical representa el intento de
establecer un nuevo sindicalismo: Entre sus objetivos esta Reformar la Ley Federal del Trabajo,
negociar y participar en la
reestructuración productiva, además de participar activamente en la
Transición Democrática.
La UNT al parecer –las cifras no son claras- cuenta actualmente con 150 agrupaciones, 214 sindicatos
y probablemente un poco más de 300, 000 trabajadores.
El reconocimiento a la UNT
como intermediaria entre los sindicatos reformistas y el gobierno
cambiaba el panorama sindical en México se rompía la interlocución tradicional y aparecía en escena
un nuevo interlocutor rompiendo el monopolio de la representación laboral en la arena política
nacional. Introducía además la competencia entre las centrales de trabajadores para definir estrategias
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reales y con tendencia a la democratización sindical. Situación que entre lo ideal y real todavía está en
proceso de lograse una competitividad sindical que mejore las condiciones laborales y de vida de los
trabajadores mexicanos.
La importancia de esta nueva corriente sindical se inscribe en la transición del sindicalismo mexicano,
los cambios en la organización del trabajo, la movilidad del trabajador y del capital, el impulso a
formar un trabajador polivalente, y el resquebrajamiento del voto corporativo, convierten la transición
sindical en irreversible, y observamos que la reconfiguración del panorama sindical, es más plural y
diferenciada que en años anteriores. El proceso de consolidación de un “nuevo sindicalismo “ y un
sindicalismo refuncionalizado está en marcha y su estructura de llegada esta por definirse.
Una tendencia se marca, los actores sindicales tradicionales y nuevos, parecen desplazar a los partidos
políticos como protagonistas de la representación política y hacen aparecer al Estado como un actor
más en la toma de las decisiones políticas.
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