El poder de extorsión sindical Los gremios de artes y oficios durante

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El poder de extorsión sindical
Los gremios de artes y oficios durante la edad media, fueron, sin duda, un factor de
progreso para los que se concentraron en las ciudades, fuera del dominio de los señores
feudales que sometían duramente a los campesinos. Con el correr del tiempo, los gremios,
que ponían fuertes barreras al ingreso de miembros no pertenecientes a las familias que lo
integraban, fueron un obstáculo a la movilidad social y económica de actividades que
marcaron el inicio de la edad moderna y de la revolución industrial, por lo que fueron
perdiendo vigencia y hasta terminaron siendo prohibidos.
Eran un obstáculo para la revolución industrial, que una vez iniciada, avanzó arrollando
todo a su paso, incluso las relaciones familiares y comunitarias que formaban el tejido
social europeo. Pero ante los abusos y la explotación acarreados a principios del siglo XIX
por la industria, empezaron a renacer asociaciones que se convertirían en sindicatos, y en
un poderoso movimiento sindical de escala mundial. Los socialismos, los anarquismos, los
totalitarismos y el populismo actual, se disputaron el copamiento de los movimientos
sindicales y lo que lograron fue la división o la atomización del sindicalismo, antes que su
unidad.
A partir de la Encíclica Rerum Novarum, en 1890, la Iglesia alentó fuertemente la
organización de los trabajadores en sindicatos, aunque advirtiendo contra los extremismos.
La cumbre del sindicalismo de raíz católica fue el movimiento polaco Solidarnosc, que, de
la mano de Juan Pablo II, contribuyó a la caída del comunismo, y llegó a ejercer el poder en
la Polonia democrática.
Pero en el mundo occidental, después de haber llegado a su apogeo a mediados del siglo
XX, el sindicalismo está en caída libre. Después de haber congregado a casi la mitad de la
fuerza laboral, hoy, en EEUU, el sindicalismo no reúne a más del 15%, y la inmensa
mayoría en sindicatos estatales, que son su último reducto. Sólo que esos sindicatos, que
son fuente de privilegios irritantes para sus miembros, y de gastos desmesurados para los
gobiernos centrales, estatales y municipales, que contribuyen a los problemas económicos
que atraviesan las economías en América y Europa.
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Al igual que con los gremios medievales, los sindicatos, que fueron en principio factores de
progreso, se han convertido hoy en máquinas de impedir la innovación, no solamente
técnica sino también institucional. Una muestra de ello es la oposición sindical, en nuestro
país, a cuestiones como las alianzas público – privadas, que están siendo aplicadas con
éxito aun en países cuyos gobiernos se proclaman de izquierda como Brasil, Argentina,
Chile antes de Piñera, Nicaragua, El Salvador o Uruguay. La lucha por conservar
privilegios no repara de qué manera las empresas públicas pierden competitividad y se
convierten en una carga para el resto de los ciudadanos que las subsidian con sus
impuestos.
Con esto queda claro que la ideología ni siquiera es un motivo, sino una mera excusa, para
proteger los privilegios indebidos, como el nepotismo consagrado en contratos y
negociaciones colectivas. La principal función de los sindicatos hoy, en Paraguay y el
mundo, es el ejercicio de su poder de extorsión, a los gobiernos y a la ciudadanía, mediante
su capacidad de bloquear iniciativas de cambio o innovación. Salvo en casos excepcionales,
no se han preocupado en promover la capacitación de sus asociados y contribuir
activamente a la competitividad de las empresas. No han asumido que el desafío principal
no es repartir porciones de una torta de tamaño fijo, sino agrandarla para que todos puedan
beneficiarse de ella.
Jose Bergues
Past President ADEC
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