Nombre Del Padre: Del Mito Al Nudo Borromeo

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"Nombre Del Padre: Del Mito Al Nudo Borromeo"
(*) La Palabra – Publicación De La Asociación De Profesionales Del Csm Nº 3 – Dr. A Ameghino - Año 1 – Nº 1 – Noviembre
1990
Eduardo Said
La construcción mítica resuelve, a su manera, el orden de causalidad que la búsqueda de
sentido impone al hablante en la reconstrucción de su historia.
El registro imaginario en que es situable la construcción mítica, es de manifestación,
atribución y fijación de sentido. El mito historiza, ficcionaliza, aquello que de la localización
estructural opera. La estructura, como tal, es transfenoménica. La antropología estructural
intenta develar la articulación simbolizante de los mitemas, más allá de la especificidad de sus
contenidos.
Freud rescata mitos e inventa otros. En el campo analítico, y en la cultura bajo sus efectos, el
mito edípico de Sófocles retorna con fuerza de manifestación de estructura que trasciende en
su subsistencia las variables socio-históri-cas en que se despliega. El mito del padre de la
horda primitiva, el padre muerto de Freud, resiste aún a los fundamentados cuestionamientos
antropológicos. Lacan re-curre al mito algo más ocasionalmente y en tanto le permite avanzar
en los contornos de una de-finición estructural. Tal vez su ejemplo mayor sea el de tematizar
la libido por el recurso al mito de la laminilla.(1)
De todas formas "el mito individual del neurótico" decide de las formas imaginarias y
singularísimas en que se juega para cualquier hablante su cuestión. Habitamos
sostenidamente en el fantasma y la impronta imaginaria dice del impacto que la construcción
mítica comporta.
La recurrencia de Lacan a las matemáticas, a la lógica y su subversión; a la topología y
teoría de los nudos, su puesta en campo analítico, permiten operar los fundamentos
estructurales y las derivaciones en cuanto a formaciones clínicas. En ello, un eje: la cuestión
del padre, o más precisamente la cuestión del Nombre del Padre.
Vale rescatar el carácter operatorio de la puesta lacaneana. No se trata de afirmar un
sentido, discernible en el mito, sino de sostenerse en el campo del Otro desde una articulación
escritu-ral, para el caso borromea y su función opera-toria y por ende de efectos
simbolizantes.
Si bien Lacan ubica al discurso filosófico en el registro imaginario, ello no implica
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descono-cer sus aportes en los recorridos de la pregunta por el ser, por lo uno, por el sujeto,
por el nombre. Otro tanto ocurre en relación al dis-curso teológico, al que lejos de abordar con
tono peyorativo, Lacan recurre develando en él las condiciones de articulación borromea.
Las formulamos: cadena de al menos tres nudos triviales en que el corte o
desnudamiento de uno, libera o desnuda a los otros. Dos unidos por un tercero.
San Agustín inicia en el Siglo IV un recorrido de 10 siglos que culmina en Santo Tomás de
Aquino, en que la teología responde con la trinidad, a los 3 que son a su vez 1. Hay dios
padre, hay dios hijo, hay espíritu santo, y a su vez dios es único.
Dios padre, dios de la ley, leído por Lacan como padre simbólico. Dios hijo, Cristo que
está entre los hombres, se-mejante-prójimo que está en el mundo. Dios encarnado. Padre
imaginario. El dios hijo es el modo en que la relación de un hablante define la posi-ción en el
límite imposible de descifrar del deseo del otro, del semejante. Valga el ejemplo de la elección
de pareja: lo "divino" en el semejante. Jugado el semejante Cristo en el sacrificio, redimidos
los pecados de los hombres aún por venir, queda la alternativa de lo divino y eterno en cada
sujeto: Espíritu Santo.
¿Y que es lo eterno en cada sujeto?: Freud responde el deseo inconsciente es eterno.
Hay algo en nosotros que se mueve y pregunta. Cuando Freud pone como eterna la
insistencia del deseo inconsciente no hay allí ninguna caracterización metafísica, ni teológica,
sino una aseveración del mayor rigor. Es lo eterno, lo inagotable del deseo inscripto en la
finitud de la vida de un hablante singular. Lo que no cesa en ese trayecto. Es en ese sentido
que se juega el aforismo: Dios es inconsciente.
Entonces espíritu santo, forma en que en cada sujeto se inscribe la relación del padre
y del hijo; o en campo analítico: posición incon-ciente, como condición necesaria para ligar lo
“divino” de la ley con lo “divino” en el semejante. Padre real que por exclusión define la
posición del padre y del hijo; Real que anuda Simbólico e Imaginario.
San Agustín se pregunta: ¿Qué vincula, que relaciona al padre y al hijo?: el espíritu
santo. ¿Al hijo y al espíritu santo?: el padre. ¿Al padre y al espíritu santo?: el hijo. Respuesta
esta última que generó la más violentas dife-rencias en el seno de la iglesia. Sin detenemos
en contenidos de un campo ajeno, son siempre dos dimensiones, dos registros, dos nombres
del padre -en plural- que se anudan solo por un tercero que se excluye. Lacan define así el
carácter borromeo de la pregunta teológica.
Ahora en campo analítico: ¿Hay tres nombres del padre y un solo Nombre del Padre?
Dos nombres del padre, o dos registros se anudan solo por un tercer registro que se excluye.
La repetición de la operación define la locali-zación de un cuarto nudo. Cuarto nudo del vacío
radical, ubicable por una exclusión que es corte y nudo.
Lacan pone allí en principio al objeto a, que luego leído desde el Gran Otro es Nombre
del Padre, ahora vaciado de todo contenido. Entonces Nombres del Padre en plural, espíritu
santo, dios padre, dios hijo; RSI; Real, Simbólico, Imaginario y Nombre del Padre, cuarto
nudo, vacío central, que articula en su exclu-sión los fundamentos de la estructura.
Nombre del Padre como anonadamiento de la función simbólica del padre. Lo que
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queda como puro nombre. Reelabora el padre muerto de Freud. Nombre del Padre en Lacan
es nombre del cero. Cero que del lado matemático tiene la propiedad de ser reductible al
conjunto vacío, un con-junto que no tiene ningún elemento; y que del lado de la lógica, pone
negación no en el discurso, sino en lo Real. Como significante de inexistencia. Solo vale para
el acto humano, no hay vacío absoluto en el mundo físico. El cero marca la alternativa de
anonadamiento simbólico y emer-gencia de lo indecidible de lo Real del deseo.
Nombre del Padre es el agujero que se produce y reproduce en lo Imaginario, en lo
Simbólico, en lo Real, cuando hay acto de sexuación.
Agujero Imaginario bordes de zonas eró-genas, orificios de la superficie corporal
inves-tida, fuente de la pulsión parcial. Agujero Simbólico: instancia en el proceso de la
función simbólica del padre, en que no es representada más por alguien; ha cesado ese
alguien en la función de representante de la ley, anonadamiento de la función de represen-tar
la ley, neantisación dice Lacan. Nadificación. Agujero Real, que hace a la condición
funda-mental de la preeminencia de lo real de la represión originaria, del trauma-agujero
“origina-rio”, solo situables en fin de análisis como la cifra indescifrable, indecible.
En la elección de objeto, ahora en términos freudianos; se despliegan en acto los efectos
de estructura. No se elige solo por delegación, por mandato, por tradición, por representación,
por mensaje recibido. Es en acto que se decide, quedando suspendida la función del padre
como representante de la ley. El deseo in-consciente se juega en acto/s que sostienen la ley,
no que dicen lo que la ley es. Ley que se debe transgredir bajo pena de muerte, sino el
marasmo, el hospitalismo.
Winnicott, plantea el imprescindible paso por el "asesinato del padre" en el pasaje de
latencia a la adolescencia, como momento crucial en la diacronía de constitución, articulando
asesi-nato del padre y elección de objeto sexual. Más allá de las escenas en que se juega
para cada sujeto la dramática edípica, la resolución del asesinato, más allá de las rivalidades
imagi-narias que ilustran el curso de cada singulari-dad; es en la puesta en acto que se
consuma la posición del sujeto singular respecto a la fun-ción castración.
Función ahora como matema, que decide de su posición en el seno del lenguaje y en las
operaciones que configuran las estructuraciones clínicas. Asesinato del padre como caída del
padre de la función de representante de la ley. Sentido en que el mito freudiano del padre de
la horda primitiva, figura el asesinato, la devoración y la obediencia retrospectiva.
Operación legible, a veces, en el decir analizante como: “son cosas del viejo".
NOTA:
(1) Jacques Lacan – Posición del Inconsciente – Escritos 2 – Siglo XXI
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