Multiculturalismo en la España del siglo XIII: Gonzalo de Berceo y la poesía del siglo XIII; la cultura popular; la reforma cultural de Alfonso X el Sabio El siglo XII fue una centuria sombría para los cristianos de la Península Hispánica: las dos sucesivas oleadas de almorávides y almohades fortalecieron a los musulmanes de este territorio, llevando a la toma de Toledo (1085) y de Valencia (1094). El avance cristiano hacia el sur se detuvo e incluso los cristianos sufrieron derrotas notables, entre las cuales se destaca la catastrófica derrota de Alarcos (1195) ante los almorávides. El siglo XIII se abre bajo mejores auspicios: los cristianos salen vencedores de la batalla de las Navas de Tolosa, Fernando III el Santo (1217-1252) une Castilla y León, toma de los árabes importantes fortalezas como Córdoba (1236), Sevilla (1248) y Cádiz (1250), el Islam hispánico concentrándose entonces en Granada, que caerá apenas en 1492. La poesía El siglo XIII está dominado por el arte intelectual de los poetas del mester de clerecía, por los poemas en que se mezclan los rasgos juglarescos y clericales, los poemas hagiográficos y, no en último lugar, el género del debate en el que se da un enfrentamiento entre dos puntos de vista opuestos (Disputa del alma y del cuerpo, Razón de amor con los denuestos del agua y el vino, Elena y María). El primer grupo de poetas con un programa literario común aparece en el siglo XIII, y está relacionado con las reformas religiosas de la misma centuria. El Concilio de Letrán hacía hincapié en el papel de las lenguas vernáculas para adoctrinar a las masas 1 . Los poetas de este grupo practican el mester de clerecía, que conciben como un intento de superar el arte de los juglares, aunque toman de ellos, no obstante, bastantes elementos. Escriben en “cuaderna vía” o tetrástrofo monorrimo – forma métrica (14 sílabas con cesura tras la séptima). El exordio de El libro de Alexandre impone este nombre, mester de clerecía, y subraya el carácter culto de un género ejercitado por los clérigos: “Mester traigo hermoso: non es de joglaría, / mester es sen pecado, ca es de clerecía / fablar curso rimado por la cuaderna vía / a síllavas cuntadas, ca es grant maestría”. Si tomamos en cuenta que mester deriva del lat. ministerium (oficio, profesión) y clerecía no se refiere sólo a los clérigos, sino a los intelectuales en general, se entiende que se trata de la actividad propia de intelectuales de la época. Es muy probable que el tetrástrofo monorrimo sea una adaptación del alejandrino francés, aunque hay críticos que observan que tanto España como Francia se nutren de la misma herencia poética latina y que es posible, por tanto, que este tipo de verso sea una creación española a partir del mismo modelo que el alejandrino francés. Además, si éste 1 Este Concilio tuvo lugar en 1215 y representa el ápice de la reforma iniciada por el papa Gregorio VII en el siglo XI. Sus objetivos principales eran el refuerzo de la autoridad papal, la cruzada y la reforma moral del clero. Los progresos de esta reforma parecen aminorarse hacia 1200, cuando se da la victoria de los musulmanes en Hattin Y Alarcos, se consolida el poder real (el rey tenía mayor autoridad que el papa en Inglaterra, España y otros países), brotan ciertos fenómenos anticlericales y aparecen en el seno de la Iglesia las amenazas de los cátaros, del materialismo y de las doctrinas apocalípticas. Sin embargo este estancamiento relativo se transforma en impulso más fuerte en el siglo XIII, dominado por las grandes figuras de San Francisco y Santo Domingo, se crean escuelas y universidades para formar un clero más culto y eficaz y se forman órdenes religiosas más estrictas. Es el papa Inocencio III quien trata de sistematizar estas tendencias en el concilio mentado. Aquí participaron obispos españoles que al volver pusieron en práctica los decretos lateranos. es trocaico, el verso de la cuaderna vía española es polirrítmico. En todo caso, que se trate de préstamo de Francia o de creación a partir de la misma fuente, la vinculación con el país vecino es claro: los intercambios entre los intelectuales de la época son certeros, con mucha seguridad se leían entre ellos, y había un diálogo notable entre los pocos letrados de la época. De hecho, en la primera universidad española, la de Palencia, enseñaban profesores de allende de los Pirineos. Los practicantes del mester de clerecía insisten mucho en el hecho de que su arte es superior al de los juglares, los cuales no respetan un metro fijo, improvisan y abusan de licencia; también enfatizan que sus fuentes son los textos escritos (Biblia, textos religiosos, fuentes latinas medievales y francesas, algunas fuentes en romance castellano), lo escrito teniendo un enorme prestigio en una época en que pocos saben leer. Con todo eso, no se debe creer que los poetas de la cuaderna vía escribían sobre temas más cultos que los juglares, o que nunca recurrían a las licencias, aunque se debe reconocer que su lengua y su estilo son más cuidados, la búsqueda de un estilo personal más evidente y el empleo de recursos poéticos como símiles, metáforas etc. más frecuente. Gonzalo de Berceo es el máximo representante de esta corriente. Es el hispanista británico Brian Dutton quien “redescubre” e investiga a fondo la vida y obra de Gonzalo de Berceo. Nuestro poeta nace en el pequeño pueblo de Berceo hacia 1196 y fue educado en San Millán (cerca de su pueblo natal). En 1221 ya tenía cargo de diácono, para cuya obtención era preciso tener 25 años. Posteriormente lo encontramos sacerdote en Berceo, notario del abad Juan Sánchez. Con mucha probabilidad, sostiene Dutton, se educó en Palencia, según lo deja adivinar su amplia su cultura literaria, entre 1221 y 1228. Muere antes de 1264. El orden cronológico de sus obras, establecido por los investigadores: 1. Vida de San Millán 2. Vida de Santo Domingo de Silos 3. Sacrificio de la Misa 4. Duelo que fizo la Virgen María 5. Himnos 6. Loores a Nuestra Señora 7. Signos que apareçerán ante del Juicio 8. Milagros de Nuestra Señora 9. Vida de Santa Oria 10. Martirio de San Lorenzo Se destacan tres grupos: Vidas de santos (1,2,9,10); Obras litúrgicas-doctrinales (3, 5,7); Obras marianas (4,6,8). Los Milagros de Nuestra Señora siguen el modelo de Miracula Virginis Mariae, el culto a María alcanzando una difusión importante en los siglos XI (Miracles de Notre Dame de Gautier de Coincy) y XII (Cantigas de Santa María de Alfonso X y las obras marianas de Berceo). En el siglo XIII este culto se mantiene y se desarrolla (Miracle de Théophile de Rutbeuf, aprox. 1260; Miracles de Notre Dame de Chartres; Miracles de Notre Dame de Rocamadour). La figura de la Virgen no era tan destacada en los Evangilios, y apenas en el siglo II San Justiniano y San Ireneo muestran su papel esencial en el plan de redención cristiana, poniendo de manifiesto su actuación como nueva Eva, redentora así como la primera mujer había sido causa de la caída. En 431 en Éfeso ya se declara a Maria Theotokos, madre divina, y a partir del siglo V su presencia va cobrando más importancia en la liturgia. En España, San Idelfonso de Toledo (606667), protagonista del primer milagro de Berceo, es autor de un tratado sobre la virginidad de María. En el siglo XII se ponen las bases de una teología clara acerca de la Virgen: San Bernando de Clarivaux (m. 1153), autor de sermones muy influyentes, llaman la atención sobre la afectividad y humanidad de María (el famoso sermón El aquaeducto: María está vista como la mediación universal, es el acueducto por el cual llega el agua de vida que es Cristo – Berceo utiliza esta imagen; la naturaleza humana de la Virgen es un factor decisivo para considerarla en intercesor más adecuado entre la humanidad y Dios). Los Milagros de Berceo están relacionados con la atmósfera cristiana orientada hacia el culto mariano entre los siglos XI y XIII, pero también están vinculados con necesidades más prácticas: atraer a los peregrinos del Camino de Santiago al cenobio de San Millán, ubicado a unos pocos kilómetros de la ruta principal, dado que los monasterios competían entre sí por la riqueza y la preeminencia. “Obra de devoción y de propaganda, los Milagros de Berceo sirvieron para atraer, instruir y entretener la masa devota que pasaba por el Camino de Santiago” (Michael Gerli). Los 25 milagros – de premio o castigo, de perdón, de conversión o crisis espiritual –, cuya fuente es una obra en latín que comprendía 28 milagros, no se destacan por la originalidad en el nivel de la temática, sino en el de la lengua. Jorge Guillén alaba la soltura de Gonzalo de Berceo, que muy ingenuamente, intenta escribir para ser comprendido por todos, empleando un lenguaje capaz de reflejar su propia visión: “Llamar prosaica la lengua de Berceo adolece de impropiedad anacrónica, a no ser que «prosaísmo» pierda sus connotaciones negativas, y «prosa» abarque la unidad esencial de expresión que corresponde a la unidad esencial de concepción. A esta luz se ve la continua realidad total a través de un lenguaje continuo, y por eso, llano: el lenguaje de todos dirigido a todos, es decir, a los oyentes que en aquellos lugares de La Rioja se paran a seguir la recitación del clérigo, juglar también”. Son muy citados los versos de Antonio Machado que así elogiaba al poeta del siglo XIII: “Su verso es dulce y grave; monótonas hileras / de chopos invernales en donde nada brilla; renglones como surcos en pardas sementeras”. La crítica ha observado que si la unidad de la obra es menos observable, los milagros siguiendo un orden aleatorio, con todo esto existe una unidad de conjunto, relacionada con la visión propia del autor, visión que se apoya en la cristiana. La introducción, que describe el locus amoenus donde el autor descansa es una prefiguración de los elementos que van a aparecer en la profundidad de la obra. El prado, imagen paradisíaca, es también imagen de María: tal como a través de la alegoría de la naturaleza se perciben los elementos del drama de la caída y de la redención, de la misma forma en los milagros se ilustrará este agon en casos particulares. Lo que destaca la obra de Gonzalo de Berceo es su amenidad, el lenguaje coloquial (se expresa en “román paladino / en el cual suele el pueblo fablar con so vezino”), el tono afectivo y bienhumorado, la frecuencia del diminutivo y de los símiles y metáforas tomados de la vida cotidiana. Vínculo: http://www.vallenajerilla.com/berceo/americo.htm Otros poemas de clerecía: Libro de Apolonio, una típica novela bizantina protagonizada por Apolonio de Tiro que llega, tras muchos reveses de la fortuna, a reencontrar a su hija, Tarsiana, y a su mujer, Luciana, que creía haber perdido para siempre. El valor consiste menos en el tema, absolutamente inverosímil, como en la atención dada a los pequeños detalles, al talento narrativo y al estilo que está a medio camino entre lo culto y lo vulgar. El anónimo Libro de Alexandre narra las aventuras en parte reales y en mayor parte imaginadas de Alejandro Magno. Es interesante observar que si la mayoría de las creaciones de este tipo son traducciones y recreaciones de materiales latinos, Libro de Alexandre es, al contrario, una obra escrita directamente en romance. No se puede pasar por alto el carácter fundamentalmente retórico de la escritura, y una cultura amplia que pone de relieve la familiaridad con procedimientos de la Antigüedad. El texto básico que le sirve al autor anónimo de modelo para entramar las sucesivas peripecias de la historia es el Alexandreis de Gautier de Châtillon. Sigue esta obra en lo que constituye la línea argumental del poema, aunque –como su finalidad es deleitar y enseñar, según afirma el poeta al comienzo del libro– lo amplifica con extractos tomados de otras obras como la Historia de Proeliis, sobre todo, el Roman d´Alexandre, la Ilias latina, las Etimologías de San Isidoro de Sevilla, las Antigüedades judaicas de Flavio Josefa, el Physiologus, los Disticha Catonis, las Metamorfosis de Ovidio y, naturalmente, la Biblia, especialmente, el Génesis y el Éxodo. El papel predominante lo tiene, naturalmente, el emperador de la Antigüedad, que ha sido desde siempre considerado un ejemplo de personaje muy complejo, encarnación de vicios y virtudes, de humana debilidad y calidades guerreras y estratégicas fuera de lo común. El libro narra el nacimiento y la educación del joven príncipe, discípulo de Aristóteles y dotado de una portentosa inteligencia. El joven se irrita al enterarse de que los reyes de Grecia pagan tributo al emperador persa Darío y decide empezar la guerra. Tras la muerte de su padre Filipo, sube al trono, unifica todas las ciudades de Grecia, conquistando Atenas, Tebas y Corinto, y luego se dirige hacia su principal enemigo, Darío, a quien le arrebata Babilonia, Susa, Usión, Persépolis. Darío, que se había huido ante la marcha arrolladora de su rival, está envenenado por unos traidores; Alejandro celebra en su honor solemnes honras fúnebres y castiga a los asesino; sigue la conquista de India, el último país que no le pertenecía en el mundo. Alejandro ha conquistado el mundo, pero anhela ahora por el dominio del agua y del aire; su gloria se esfuma cuando sobreviene la muerte por la mano de un criado traidosr, Jobas; las últimas estrofas tienen un tono moralizador y didáctico, llamando la atención del lector / auditorio sobre la vanidad de la gloria mundana. Poema de Fernán González es una reelaboración en mester de clerecía del cantar de gesta que narraba las hazañas del conde castellano epónimo y que se perdió irremisiblemente. Es interesante observar, a través de esta reelaboración, que si el Cantar ponía de manifiesto la rebeldía del conde contra el rey leonés, en cambio el Poema atenúa este aspecto y, al contrario, enfatiza la piedad y la casi santidad del guerrero; en el Cantar el joven recibe una educación militar notable de parte de un anciano diestro en las armas; en el Poema el niño es misteriosamente robado por un carbonero que lo cría en la montaña, destacándose así el contraste entre el origen humilde y la grandeza futura del héroe. Esta combinación de materia heroica y estilo y mentalidad clerical es asombrosa y Menéndez Pidal considera que “el poeta quiere hermanar la vieja materia heroica, no sólo con los sentimientos y la milagrería monacales, sino con los recuerdos de la antigüedad clásica, imitando mezcladamente el estilo narrativo y el espíritu guerrero de las gestas, por una parte, y por otra la devota inspiración de las vidas de los santos y la erudita amenidad del Libro de Alexandre”. La prosa El siglo XIII fue dominado por la figura del rey Alfonso X el Sabio, que representa al máximo exponente del rey cristiano victorioso en la batalla de las armas y letras. La prosa empieza relativamente tarde, después de la épica y la lírica difundidas de forma oral. Las obras en prosa más antiguas datan de finales del siglo XII y son breves anales o relaciones históricas no dispuestas en una secuencia narrativa, sino a modo de listas cronológicas. En el primer tercio del siglo XIII hacen su aparición obras más extensas y mejor organizadas. Esto se debe a cambios políticos y culturales – la derrota de los almohades por Fernando III, la expansión castellana por Andalucía, la fundación de la primera universidad española en Palencia y los decretos del IV Concilio de Letrán, con su énfasis en la educación de los laicos. El impulso de la reforma religiosa se desarrolló durante los reinados de Fernando III y Alfonso X, aunque sólo hacia 1290 parece dar frutos más considerables (avance de los cristianos hacia el sur, mengua de la influencia real en las cuestiones eclesiásticas, concilios y sínodos más frecuentes). Esta reforma tuvo como consecuencia en el plano literario una mayor demanda de literatura para ser empleada en los sermones (pronunciados siempre en lengua vulgar, pero siempre traducidos al latín si se ponían por escrito). Al principió se acudió a los Evangelios, los libros piadosos y a las vidas de santos, pero no tardaron a incorporarse la antigüedad pagana y, desde comienzos del siglo XII, historias traducidas del árabe. Hay libros adaptados de textos latinos – La fazienda de Ultramar (tema bíblico y guía para los peregrinos a Tierra Santa), Semejança del mundo (tratado geográfico), crónicas más largas que los anales (Liber regum). Hacia el final del reinado de Fernando III o en los inicios del de Alfonso X hallamos los primeros ejemplos vernáculos de dos de los géneros principales de la prosa española de este período: colección de exempla – Libro de los engaños, Calila e Digna – y muestras de literatura sapiencial Libro de los doze sabios. Estas obras parecen haber sido empresas individuales; durante el reinado de Alfonso X (1252-1284) hay un esfuerzo individual para producir un corpus organizado de prosa romance en el terreno de la de la historia, el derecho y las ciencias. El reinado de Alfonso X, conocido principalmente por los grandes éxitos culturales alcanzados en este período, tiene una contraparte trágica. Cuando Alfonso sube al trono en 1252, el mundo cristiano había logrado cierta estabilidad: su abuelo, Alfonso X fue el gran vencedor de la batalla de Las Navas de Tolosa (1212) y su padre, Fernando III el Santo conquistó Córdoba, Sevilla, Murcia y Jaén. Alfonso siguió la misma política expansionista de sus antecesores, pero se forjó además un sueño todavía más ambicioso, el de ser emperador del Sacro Imperio Romano. Su pretensión se fundaba en su ascendencia materna, hija de Felipe duque de Suabia, que había sido emperador a principios del siglo XIII. Este sueño, que acarició durante casi veinte años, de 1256 a 1275, se vino abajo debido a la hostilidad de los papas, especialmente Gregorio X, que se declaró tajantemente contra esta aspiración. Además, este sueño de Alfonso X costaba bastante, porque el rey necesitaba incrementar los impuestos de los nobles para poder pagar o sobornar, directa o indirectamente, a los que podían favorecer su elección. En el plano personal, Alfonso X conoció también la desgracia de ver muerto a su hijo predilecto, el primogénito Fernando, y de sufrir la oposición de su otro hijo, don Sancho, que se había aliado con la nobleza descontenta por su rey. Las razones de este descontento eran de varia índole: el rey había limitado, por la codificación y promulgación de varias leyes orgánicas, el poder de la nobleza; las incursiones a las tierras árabes se atemperaron bajo el reino de Alfonso X, lo que refrendaba las energías guerreras bastante fuertes; la moneda se había devaluado y había crecido la inflación. El conflicto más grave surge en la vida de Alfonso X cuando su hijo Sancho se opone a la ley creada por su padre en las Partidas, según la cual, muerto el primogénito, el derecho de sucesión al trono no lo ganaban el hermano mayor, sino los sucesores de aquél. Don Sancho, aliado con la nobleza, llega a juntar las Cortes de Valladolid y a deponer a su padre en 1282. El rey, traicionado por sus amigos y parientes, muere en 1284 y su hijo Sancho le sucede en el trono. El magnífico florecimiento cultural de su reinado está al polo opuesto de ese cuadro sombrío. Alfonso continuó una labor muy útil y fértil, que se había iniciado ya en Toledo gracias al arzobispo don Raimundo Jiménez de Rada, que supo aprovechar la coyuntura que hacía convivir en armonía a cristianos, musulmanes y judíos en la recién conquistada Toledo (1085). Rodrigo Jiménez de Rada, el autor de la primera historia de España, auspicia diferentes proyectos de traducción, asumiendo así un destacado papel de mediador cultural, porque estas traducciones circulaban por todas las cortes de la Europa cristiana. Alfonso X alentó el centro traductor que existía en Toledo desde la época de Rodrigo Jiménez de Rada, pero diversificó las obras traducidas, debido a su interés por la astronomía y las leyes. Por otra parte, fundará en Sevilla unos Studii o Escuelas generales de latín y de arábigo que nacen ya con una vinculación claramente cortesana. Igualmente, fundará en 1269 la Escuela de Murcia, dirigida por el matemático Al-Ricotí. Es así, pues, que no cabe hablar de una Escuela de traductores propiamente dicha, y ni siquiera exclusivamente en Toledo, sino de varias y en distintos lugares. La tarea de todas estas escuelas fue continua y nutrida por los proyectos de iniciativa regia que las mantuvieron activas al menos entre 1250 y la muerte del monarca en 1284, aunque la actividad de traducción no se redujera exclusivamente a este período. Alfonso X supo rodearse de los más sabios cristianos, moros y judíos y crear un vehículo cultural inestimable. En la labor de descubrimiento y traducción de los manuscritos antiguos colaboraban las tres razas peninsulares, pero los cristianos no eran sólo españoles. Ingleses, italianos, alemanes trabajaban codo con codo con los mozárabes y judíos como traductores y amanuenses, continuando así un estilo de trabajo que se había impuesto desde los inicios de la escuela toledana, con Domingo Gundisalvo, que traducía al latín desde la versión en lengua vulgar del judío converso sevillano Juan Hispalense. Los modernos, haciendo una analogía a su alcance, creen que el trabajo de Alfonso X era más bien como el del “redactor de libro”, que corrige y enmienda el texto, o que su actividad se parecía más a la del director de una editorial, que escoge los títulos de las obras por traducir, elige a sus consejeros y traductores, puede decidir que una traducción es defectuosa y pide que se rehaga. En las traducciones del árabe, la escuela alfonsina seguía el surco abierto por la escuela toledana, pero ahora el árabe no se vertía solamente al latín, sino también y aún únicamente al castellano. Alfonso inició varios proyectos – algunos sin terminar: Estoria de España, General estoria – que se concretaron en el corpus más grande hasta la subida al trono del Rey Sabio y además aportaron un gran desarrollo al castellano, listo ya para ser empleado para trabajos intelectuales. Crónica general es el desarrollo de las crónicas latinas que tenían un estilo muy escueto y pobre; al traducir se añaden detalles y el estilo se vuelve más agradable. Los detalles alegados son a veces reales (el Tudense escribe occiit, la crónica escribe “adoleció y murió”), otras veces el compilador añade pormenores arbitrarios (al emperador Cómodo le gustaba luchar con las fieras en el circo y el compilador "traduce": “salie en ell amphiteatro a las bestias fieras et a los toros a lidiar con ellos et a matarlos, como otro montero qualquiere, que son fechos que no convienen a emperador ni a rey ni a otro princep ni a ningun omne bueno”). Lo que es también importante subrayar es que General Estoria abandona por primera vez la visión providencialista de la historia humana: la historia no la hace Dios, sino los propios hombres. Vínculo: Herminia Provencio Garrigós y José Joaquín Martínez Egido, "La época alfonsí y los inicios de la prosa castellana". Alicante : Biblioteca Virtual Cervantes, 2006 El sucesor de Alfonso, Sancho VI no tenía los mismos intereses culturales como su progenitor y el equipo de sabios, traductores, escribas se dispersó pronto. Aparecieron no obstante obras castellanas – literatura ejemplar y sapiencial – durante su reinado: Barlaam y Josafat, Lucidario, Castigos y documentos del rey don Sancho, Bocados de oro, Historia de la donzella Teodor entre otras. A principios del siglo XIV apareció Dichos de Santos Padres de Pedro López de Baeza que utiliza el esquema tradicional para introducir materiales cristianos. Aparecen también "novelas" independientes que siguen el camino abierto por Alfonso X que había introducido en su General estoria narraciones "novelescas" sobre Troya, Tebas, Alejandro Magno etc. En la primera mitad del siglo XIV la historiografía se enriqueció por la composición de una obra árabe fundamental, Crónica del moro Rasis y la composición de la Crónica general de España de 1344 (en portugués y traducida más tarde al español).