C U A D E R N O VI. BOLETÍN D E L A REAL ACADEMIA DE LA

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Lxxr.
TOMO
Diciembre, 1917. -.-.
- C U A D E R N O VI.
BOLETÍN
DELA
REAL ACADEMIA DE LA HISTORIA
INFORMES
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EL DOCTOR THEBUSSEM
Recuerdos é intimidades.
AI recibir la Real Academia de la Historia atenta y cortés
invitación para que designara individuo de .su. seno que la r e p r e sentase en la Junta organizadora del proyectado homenaje nacional al Dr. Thebüssem, acogióla con honda y sentida complacencia, ya que se trataba de honrar, por modo tan excepcional y
señalado, la ilustre personalidad de uno de sus más preclaros,
beneméritos y antiguos compañeros: porque, en efecto, previa
propuesta reglamentaria presentada el 15 de Febrero de 1861 y
suscrita por los Académicos de número Sres. D. Pedro Sabau,
D. Pascual de Gayangos y D. Antonio Delgado, fué elegido
Correspondiente, en votación ordinaria y por unanimidad de sufragios, en la sesión del 22 de Marzo del mismo año; y por cierto
en excelente compañía, pues que en. idéntica fecha y en aquella
misma.sesión fué votado Correspondiente en Berlín el insigne
epigrafista é historiador de fama universal D. Emilio Hübner.
El Doctor remitió oficio de gracias por la honra que recibía
el 27 de. Marzo de 1861, figurando desde entonces, ¡cincuenta y
seis años ha!, en las nóminas y listas académicas.
Pocas veces ha concurrido Thebüssem á las tareas y labores
de nuestra Corporación, porque sólo en muy contadas ocasiones
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BOLETÍN DE LA REAL ACADEMIA DE LA HISTORIA
y por breves días ha visitado la Corte, gozando más con los
solícitos y amorosos cuidados que prodigaba á su anciano padre
y con las apacibles dulzuras de aquella deleitosa campiña de
Medina Sidonia que con el bullicio y la algazara madrileños que,
por ofrecer tantos y tan distintos placeres, rinden, en su opinión,
el espíritu y fatigan y quebrantan el cuerpo.
Mas si de presencia no fué dado á la pasada, ni menos á la
presente generación académica, disfrutar de los encantos de su
amenísimo trato, de su ingeniosa y chispeante conversación, de
la atrayente simpatía de su persona siempre afable, caballerosa y
de intachable pulcritud moral y material, con todos nosotros ha
convivido en esta casa de la calle del León, asistiendo en efigie
á las solemnidades y fiestas de nuestro instituto, sin que, á su
edad avanzada, pueda decirse que han impreso en su rostro visibles huellas los estragos del tiempo; aquí está sonriente, eternamente joven, de poco más de treinta años, en el bien pintado lienzo que trazara en i 8 6 0 al regresar de la guerra de Africa
á Medina Sidonia, donde permaneció largo tiempo, el pincel
del artista suizo Franz Buschen, regalándoselo á su casi compatriota el doctor alemán Thebussem, quien á su vez lo donó á
nuestra Academia por mediación de D. Aureliano Fernández
Guerra.
El Doctor, por su parte, no ha olvidado á su Academia, cuya
Biblioteca ha enriquecido no tan sólo con la ofrenda de su variada y fecundísima producción literaria, sino también con valiosos donativos de papeles y documentos de importancia, cuales
son los referentes á doña Leonor de Guzmân y á los Duques de
Medina Sidonia.
Si el honor de ostentar la representación de la Academia en
conmemoraciones y en actos oficiales es siempre distinción que
se apetece y honra que.halaga, puedo decir de mí que, el obtenerla en la ocasión presente, prodújome • -b r u l a r alegría, satisfacción sincera y muy legítima, avivando añejos y arraigados
afectos, evocando mal dormidos recuerdos de pasados y por ello
tal vez de más felices tiempos; porque en esta justa, bien ganada
y merecidísima apoteosis en vida, que múltiples é importantes
EL DOCTOR THEBUSSEM
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entidades y organismos de la Nación tributan al escritor ilustre é
incansable, al docto, erudito y castizo autor de tantos libros y
estudios, artículos y folletos que Je han valido envidiable celebridad y renombre notorio, experimentamos emoción intensa los
que á ella asistimos, no como simples y meros testigos presenciales, mas sí cual miembros de la propia familia, ligados, como
estoy yo, al festejado Doctor, por vínculos de antigua y cordialísima amistad, de compañerismo académico y de hermandad en
religión caballeresca.
Y dada la natural intensidad del sentimiento, que por vivo y
apasionado carece de aquel ecuánime y necesario reposo indispensable para ejercer dignamente funciones de crítico sereno é
imparcial, me abstengo de hablaros y, menos aún de actuar como
juez de toda la vasta y prolija obra literaria de Thebussem; de
encarecer su sólida y variada cultura, su erudición seria y extensa, de esa que sólo se adquiere con el estudio y se pulimenta
con la continua lectura; de encomiar su ingenio fresco, jugoso,
lleno de lozanas amenidades, su típica modalidad literaria en que,
burla burlando, sin pedantería ni enfáticas disertaciones ni amazacotados discursos, deleita y enseña muchas cosas útiles, agradables, entretenidas y nuevas finamente observadas. Cierto que
no ha escrito, ni nunca se lo propuso, tratados de filosofía escolástica, y por ello, tal vez, ha sido tan crecido el número de sus
lectores, como grande es el de sus apologistas y admiradores.
No os he de recordar sus Epístolas Droapianas, en las que
Di'oap (Pardo) se ocupaba de Cervantes, demostrando conocerle
bien á fondo en su Don Qttijote, qué es para tan culto comentarista el Evangelio del día; ni habréis olvidado cuanto escribió,
propuso y enseñó de Correos, valiéndole sus afanes y prácticas
enseñanzas el título, que él ha tenido siempre en mucho más que
un título de Castilla, de «Cartero honorario de España», con
franquicia postal y sello propio y con uso de uniforme, cuyas
prendas le fueron regaladas por este benemérito Cuerpo en suscripción abierta para tal efecto; como recordaréis también, sus
donosísimas polémicas con «Un cocinero de S. M.» (Castro y
Serrano), seguidas atentamente por el malogrado Rey Alfon-
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so XII, quien desde entonces, ordenó que los menús de la Real
Casa se redactasen'siempre en castellano; por cierto que los cocineros de Palacio ofrecieron á ambos polemistas opíparo almuerzo en las cocinas mismas del Alcázar y en la propia vajilla
que usaba aquel monarca, que autorizó al doctor á llevarse un
plato con el regio monograma, costumbre inveterada en el invitado en cuantos banquetes asistía. Y o he visto en su casa de
Medina esta abigarrada colección de loza y porcelana de todas
clases y marcas procedente de todas las capas sociales: desde
la que usaba el Soberano, hasta la de los más modestos anfitriones.
También se ocupó de filatelia; escribió de re taurina en diferentes opúsculos, tales como Un triste capeo, Don Pedro Juste
de la Torre y otros, siendo colaborador de La Lidia y de varios
periódicos profesionales.
De sociología humorística, de asuntos históricos y de múltiples y heterogéneas materias ha dado muchos volúmenes el
fértil y agudo ingenio del escritor medinense; y sé bien el espacio que ocupa su producción literaria, porque poseo, gracias á
su bizarra generosidad para conmigo, creo que la más completa
biblioteca thebussiana que se conoce, desde los papeles y plieguecillos sueltos, piezas fugaces que daba á la estampa (Tinta
fina y negra de escribir, Fiat justitia, Ajilimójili, ¿Triunfará la
mayoría}, Obliteration marks ó matasellos, El Progi'ama de las
fiestas de Cervantes, etc., etc.), hasta los cinco abultados volúmenes en cuarto mayor que constituyen la Ración de artículos.
La biobibliografía de Thebussem, detenida, completa, acabada
y comentada como su valer y nombradía se merecen, está por
hacer; no existen más que intentos, si felices, incompletos, que
escribieron las bien tajadas péñolas de Castro y Serrano, Peña y
Goñi, D. Andrés Ruiz Cobos, el Dr. d'AIaer, D. Manuel de Foronda, D. José de Balenchana y alguno más,, que imprimieron
sus trabajos en sendos folletos, que he tenido cuidado de agregar
á la colección, sin contar los artículos periodísticos consagrados
a l a crítica de nuestro compañero y que, cual flores de un día,
con el día se marchitan y desaparecen.
• .- EL DOCTOR •THE·BÜSSEM;
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- Ya vendrá quien llene este cometido, y, sea quien fuere, podrá
siempre contar, para consultarla, con esta colección mía, muchos
de cuyos ejemplares son únicos tirados en gran papel y otros tienen acotaciones., de puño y letra de Thebussem, entre ellos, los
que el afecto suyo me dirigió en dedicatorias impresas al frente
de Cosas y, casas de hidalgos, El' Rey Felipe IVy
et Duque de
Medina-Sidonia y en las Notas Genealógicas para vestir el hábito
de Santiago, agasajo, éste último, con que me obsequió cuando
se cruzó en esta Orden.
Buscando alivio á dolencias nacientes, fui, muchos años hace,
á tomar las salutíferas aguas de Marmolejo; allí conocí al doctor,
asiduo concurrente al risueño y pintoresco pueblecillo y á su
afamado manantial. El carácter franco, expansivo y jovial del
hidalgo medinense le conquistaba bien pronto las simpatías de
todos;, y allí nació, no obstante la diferencia grande en nuestras
edades respectivas, la amistad que el tiempo consolidó é hizo
íntima y estrecha nuestro continuo, trato epistolar y las épocas
que juntos pasamos en Sevilla, en Madrid y en el mismo Marmolejo en sucesivas temporadas y más tarde en Medina-Sidonia.
No pensaba yo.por aquel entpnces q u e j a enjuta complexión
y la aparentemente débil naturaleza del buen Thebussem, dispéptico, empedernido, comiendo menos que un pajarillo y abasando del bicarbonato, alcanzara la longevidad á que ha llegado y á la que llegará, mediante Dios, si escucha las peticiones y
votos de esta nutrida falange de sus amigos y panegiristas.
No abrigo la menor duda que la vida morigerada y reglamentada, su sobriedad en el comer, el ser abstemio y el continuo
respirar las puras y sanas brisas de su ciudad nativa, han sido
otras tantas poderosas causas de su largo vivir, á la par que las
virtudes medicinales del agua de Marmolejo, de cuya clásica y
casi histórica Fonda de los Leones era huésped obligado. Las
loanzas curativas de sus aguas y las vicisitudes del agüista se
preconizan en una humorada, quizás un tanto shoking, titulada
Vida del aguanoso en Marmolejo, que compuso la musa festiva y
retozona del Doctor, de D. francisco Silvela y D. Santiago Liniers (aunque no lo dice la portada y lo calla el folletito, satu-
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rada de gracia y de humorismo; dióse á la estampa en escaso número de ejemplares en 1893, reimprimiéndose en 1904, ambas
tiradas en la Imprenta
Litínica.
Mediaba el año de gracia de 1888 cuando recibí yo carta del
Doctor en que, mutatis mutandi, rae decía: «Paco querido: por
motivos y razones que sabrás á nuestra vista, deseo ingresar en
la Orden de Santiago; y como nadie cual tú ha dé hacer nuestras probanzas (Paula y Rafael quieren también entrar en ella),
ni con tanto cariño, ni con más actividad, ni con mayor pericia,
ahí te envío esos papeles, el itinerario de tus futuros viajes y
estancias, y la gratitud anticipada, con un abrazo de tu Dr. Th.»
Coincidente su explícito y terminante deseo con mi firme y
halagada voluntad en complacerle, previo el trámite indispensable de la profesión en mi Orden de Calatrava para ser nombrado
Informante en el proceso de pruebas que habían de practicarse
para averiguar si concurrían las calidades que los Establecimientos y Regla de Santiago piden, para que fuese armado Caballero D. Mariano Pardo de Figueroa y de la Serna, Manso de
A n d r a d e y Pareja y sus hermanos D. Francisco de Paula y Don
Rafael, uníme en Córdoba á mi compañero de actuación el noble
veterano santiaguista D. Rafael Fernández dé Padilla, y juntos
nos encaminamos á Sevilla para dar comienzo al expediente ó
proceso de probanzas.
Conservo fresco el recuerdo de las muchas peripecias padecidas en nuestro viaje de información á traves de archivos parroquiales, de protocolos de notarios y de libros de actas capitulares; peripecias comentadas y reídas en las deliciosas veladas
medinenses en los inolvidables días que permanecí agasajado por
aquella simpática é hidalga familia con la que, si me ligaban ya
vínculos de cariño y amistad, se estrecharon con tal motivo estos lazos hasta hacerlos verdaderamente de uña cordial fraternidad.
¡Cuánto se jaleó en aquella tertulia íntima nuestra accidentada excursión á Bollullos del Condado, donde asaltados por impetuosa avalancha de amas de cría (especialidad del pueblo) que
nos ofrecían á porfía sus nutritivos servicios; detenidos más tar-
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de por formidable cencerrada con que el vecindario en masa
festejaba a dos viudos y al cura que los casara; y recluidos finalmente por tronada estruendosa con que hasta los elementos se
asociaron á tan inarmónica sinfonía, convirtiendo las calles en
torrentes que impidieron nuestra actuación informativa, hubimos
de refugiarnos en una posada ó parador, fiel trasunto de las que
Cervantes describiera en sus libros inmortales, y que no nos
atrevemos á tenerla precisamente por precursora del Ritz ni de
Palace Hotel difundidos por España!
¡Con qué donaire y salero ponderaba Thebussem mis felices
disposiciones tauromáquicas cuando me vi acometido, al salir de
misa solemne en honor de la Patrona de Arcos de la Frontera,
por un toro, enmaromado con que los amables arcobricenses
obsequiaron al calatravo forastero! Parece que recorrí por lo
menos tres kilómetros sin tomar siquiera aliento, según escribieron al Doctor orgullosos de su hazaña y de mi veloz carrera.
No es mucho, pues, que, tras estas penalidades sufridas y
otras molestias que callo, tomásemos la carretera que conduce
desde San F e m a d o á Medina-Sidonia, como los peregrinos el
camino de la Meca, término feliz de sus malandanzas y fatigas.
¡Con qué impaciencia y afán, diré más, con qué religiosa unción,
escudriñaba el horizonte en demanda de la almenada silueta y
de las cuadradas torres de la Huerta de Cigarra, célebre ya en
nuestra patria, y conocida por el grabado con que timbraba sus
cartas el castellano Doctor!
, Entre dos luces paró el carruaje que nbs conducía, y no fué
ciertamente ante los recios muros del castillo feudal con que soñá-
Siguiente
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BOLETÍN DE LÀ REAL ACADEMIA DE LA HISTORIA
b a m o s , n i ante las embalsamadas frondas de su pintoresca h ü e r ta, pero sí ante e l a n c h o portalón de amplia y señoril morada,
situada en la calle de Tapia, en donde nos acogieron con afecto y
efusión los brazos de los tres hermanos Pardo, conduciéndonos á
nuestras habitaciones respectivas, confortables y elegantes.
—Dime, Mariano —hube de preguntarle al vernos solos^—:
¿Dista .mucho de la ciudad vuestro hermoso castillo de Cigarra?
-—Te. diré -—me contestó-—: á la huerta iremos cualquier día
de paseo, porque está bastante próxima y, aunque pequeña, no
faltan en ella sabrosos frutos, flores vistosas y rosas del país muy
fragantes y olorosas; en cuanto al castillo... eso ya es otro cantar:
está inhabitable.
—¿Tal vez ruinoso? — a r g ü í — . A u n q u e nadie lo diría á juzgar
por el aspecto del grabado.
•.•••'••
•—Nada de eso —contestó—; está intacto, como le has visto en
mis timbradas epístolas á que aludes; pero esa gótica mole es tan
solo el proyecto, el dibujo, el sueño, si tu quieres, del castillo que
habría de levantar si tuviese el propósito de hacerlo y dinero para
edificarlo.
;
—Por lo visto —ó más bien por lo no visto— has hecho buena la frase de Castillos en el aire.
Tras breve rato al aseo dedicado, fuimos presentados mi compañero Padilla y yo, en él salón, principal dé la casa, á D . J o s é
Pardo de Figueroa, anciano nonagenario, padre de los pretendientes, quienes le llamaban familiar y cariñosamente el amo.
No olvido, ni jamás olvidaréj la impresión que me produjo la
figura venerable de aquel simpático caballero, todo dulzura y
bondad, de exquisita corrección y fino trato. Pequeño de cuerpo,
mas de complexión robusta y vigorosa; ~ sano el color, serena
y penetrante la mirada, con el acento netamente andaluz, era
el tipo perfecto y acabado del noble señor, del hidalgo de pro*
vincia.
En su compañía pasé gratos y fugaces días; no era posible encontrar mayor tolerancia que la suya para cosas y personas; no
le oí criticar nunca ni de nadaini de nadie; sin que el forzoso desorden de comidas á que nuestro trabajo informativo le condenar
;
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.
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ra, ni el constante ajetreo de gentes que invadían su tranquilamorada y agitaban su pacífico y metódico vivir le causaran la
más mínima impaciencia, ni atisbos, siquiera, de contrariedad en.
su ingénita bondad y en aquel natural suyo tan complaciente y
apacible. «Lo único que me causaría pena ^ n o s decía sin cesar—es que se preocupen ustedes de mí, que sólo aspiro á que estén
contentos y satisfechos, como yo estoy encantado de tenerlos en
mi casa». '[Excelente D. José! Adorado de los suyos, bendecido
de los pobres, y de todos querido y respetado,.era, por sus virtudes y sus años, el patriarca de Medina.
Sus hijos guardáronle el piadoso secreto de la causa del fallecimiento de su hijo primogénito, el bizarro teniente de Navio
D.José Emilio Pardo de Figueroa, á quien lloraba muerto de enfermedad natural en el pueblecillo de San Roque, á una milla escasa del Arsenal de Cavité, cuando, postrado en el lecho por grave
y cruel dolencia, fué vilmente asesinado por los indios en la re-1
volución de Manila del" 1872.
En memoria de su hermano y dedicado á sus padres, reunió
y publicó; Thebussem en un libro: Algunos escritos del Teniente
de Navio Don José Emilio Pardo de Figueroa, entre los que
figuran un extracto, muy interesante en verdad, de los cinco
volúmenes manuscritos del diario del viaje dando la vuelta al
Mundo de la famosa fragata Numancia.
. Terminada la comida, suculenta cual correspondía á la mesa
de.Thebussem, tan ducho en exquisiteces como perito en teorías
y primores culinarios, sorprendiónos á ambos huéspedes el acento, sonoro del antiguo mayordomo de la casa, quien, asomado al
torno abierto en.el testero del comedor, salmodiaba cual almuecín en su alminar: —¡Alabado sea Dios! Mañana, viernes, 16 de
Noviembre. San Rufino y compañeros mártires. Santos E d m u n do y Fidencio, Obispos. No es ayuno ni vigilia. ¡Buenas noches!
-—¡Buenas noches!—contestaban á coro los comensales.
Hubo el Doctor de explicarnos, ante nuestro mudo asombro,
ser lo que habíamos oído costumbre añeja en la casa. «Así sabemos el nuevo día en que entramos; luego la festividad que se
conmemora, evitándonos olvidos que pudieran molestar á deu-
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BOLETÍN DE LA REAL ACADEMIA DE LA HISTORIA
dos y amigos picajosos que celebran las fiestas de sus patronos
y, como cristianos que somos, sabemos si es abstinencia ó vigilia para cumplir con los preceptos de Dios y de la Iglesia.»
A las once se retiraba el amo á descansar; y era de ver la
amorosa solicitud y el diligente cuidado con que le acompañaban
sus tres hijos: Mariano le arropaba echando sobre sus hombros
la caliente pañosa apoyándole en su brazo; Paula alumbraba los
pasos del anciano llevando en la diestra la palmatoria de plata;
Rafael actuaba de heraldo ó de batidor por galerías y corredores que conducían al departamento de su padre, á cuya puerta
besaban respetuosamente su mano; y el noble viejecito, acariciando sus rostros, les decía: «Que ustedes descansen, hijos míos, y
hasta mañana, si Dios quiere que nos veamos sanos y buenos.»
Y e n verdad, era espectáculo tierno que conmovía y confortaba
el espíritu en estos modernos tiempos en que se tambalea, y no
sé si derrumba, la paterna autoridad por el lamentable olvido del
cuarto de los preceptos de la Santa Ley de Dios, el ver aquellos
hombres encanecidos, frisando ya en los sesenta años, en el apogeo de su bien ganada fama literaria el uno, en altos grados de
la marina real los otros dos, prodigando tesoros de ternura que
prolongaban, sembrándola de flores, la honrada y venerable senectud de aquel padre tan amado.
La matinal visita de Mariano me permitió exponerle mi deseo
de conocer su vivienda con honores de palacio, y juntos recorrimos sus numerosas estancias y departamentos varios, sus patios
á la manera andaluza y sus floridas terrazas y azoteas.
Entonces pude satisfacer mi curiosidad contemplando á mi
sabor la inscripción gótica, el morrión de Fermoselle y la pintura
de la Virgen de la Soledad que, á guisa de vínculo, conservan
en la familia, y que describe Thebussem, explicando su origen
y su historia, en el opúsculo titulado Tres antiguallas,.., que dio
á ia estampa en 1882, en limitadísima edición, como hacía casi
siempre.
La admirable, la estupenda biblioteca del Doctor, de cuya riqueza en incunables, en ejemplares únicos y en ediciones de p e regrina rareza, se hacían lenguas las gentes, provocaba de ante-
EL DOCTOR THEBUSSEM
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mano mi codicia cuando no soñaba siquiera en visitarla; así que,
al abrir la puerta del cuarto que encerraba tal tesoro, sancta
sanctorum del doctor, sentí el calofrío del bibliófilo. Y para que
todo tenga el sello original, típico, propio y exclusivo del genial
escritor medinense, he de decir con verdad que ni el número ni
la importancia de lo que contiene corresponden á la fama y r e nombre pregonados.
Cierto que posee raros y curiosos libros, adquiridos muchos,
otros regalados; pero, aparte los manuscritos é impresos que tratan y se contraen á su ciudad nativa, lo que llamó más mi atención es la serie de tomos de Vatios en donde reunía, sin orden,
método ni concierto, á medida que los adquiría y llegaban â sus
manos, libros de corta extensión, folletos y opúsculos que encuadernaba por tamaños; así que era frecuente encontrar en el mismo volumen tal cual gótica Relación de fiesta, batalla ó boda de
soberanos, junto á una lista de accionistas del Banco de España
ó un romance del siglo xvn al lado del prospecto de unas aguas
minerales. «No hay libro inútil» —suele decir el hidalgo Santiaguista— y todos los recoge y encuaderna.
Porque es de advertir, cosa que ha de sorprender á muchos,
que tiene un pequeño taller de encuademación donde él mismo
encuaderna estos volúmenes varios y aun libros de mayor fuste.
No creo que alcance ni merezca en este oficio los lauros y alabanzas debidas à un Grolier, á Trauz Beauzonnet, á Chambolle ó
á Lortic; pero no ofrece la menor duda que él los acopla, cose,
encartona y recubre; y como firmes y',sujetos lo están, no se van
á tres tirones, y quedan bien amarrados.
Conservo como oro en paño, por ser regalo de este hombre
generoso como un príncipe y por estar encuadernado porsu mano,
un rarísimo opúsculo de que es autor el insigne escritor antequerano Pedro de Espinosa y que se intitula Bosque de doña Ana
á la presencia de Felipo Quarto, católico, pío, felice, augusto, describiendo las fiestas espléndidas y suntuosa cacería en aquel famoso coto con que la magnificiencia del séptimo duque de Medina-Sidonia, undécimo conde de Niebla, D. Manuel Alonso
Pérez de Guzmán el Bueno, obsequió y regaló á su Soberano
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BOLETÍN DE LA REAL ACADÈMIA DE LA HISTORIA
en 1624, año: de. la-impresión de este relato, :quë vio la: luz eii
Sevilla.
Tiene también el ejemplar la singularidad de contener el pri-.
mitivo ex libris de Thebussem, que, impreso, en sencillo papel
fileteado,
dice:
. Del Doctor Don
Mariano Pardo de Figmroa
Medina^ Sidonia
año de 186c.
y, añadido luego de su letra en el mismo ex libris ¡ «pase á la Biblioteca Uhagoniana, que allí estará mejor, acompañado, que en
la del Dr. Th.»
Más abajo hay otra cartela, de forma y tamaño idénticos al
anterior, aunque con más adornado filete, donde se lee en caracteres de imprenta:
Libros, Papeles y Apuntes
relativos á la ciudad de Medina-Sidonia
' "" Volumen número3
de la colección formada por el Doctor Don Mariano Pardo de Pigiieroa.
En la guarda final del libro va escrita una extensa nota bibliográfica del folleto éri cuestión, que le fué regalado por el ilus-.
trado capitán delngenieros D. Eduardo de Mariátegüi, nota es?
crita y firmada por Mariano Pardo de Figueroa.
,
.,: Como se ve, desprendióse el Doctor, en mi obsequio, de uno
de l o s m á s interesantes números de su predilecta colección dé
papeles de Mediciria-Sidoniaque pacientemente fué adquiriendo,
muchos de ellos en los puestos y tugurios de los chamarileros gaditanos, uno de los.cuales me refirió, en vísperas de mi excursión
á Medina, que, sospechando el Doctor le pedían doble precio que
á los demás compradores, sabiendo era rico y soltero, y adquír
riendo, como solía decir, «á costa de mis herederos», ideó!la
estratagema de acudir á tales sitios entre dos luces, calado un
viejo chambergo, con enormes gafas negras y embozado en raída capa parda.
i
EL DOCTOR THEBUSSEM
4è t
Urí día en que, extasiado, revolvía informe montón de libros,
orgulloso de su invención y no descubierto incógnito —«Vea
usted esa otra pila, Sr. Thebussem» —le dijo socarronamente el avispado marchante, sin que á la presente fecha me haya
sido dado comprobar si el librero era poeta ó fué broma del
doctor.
Acabada la visita que, por mi curiosidad, llamaremos de inspección, al trasponer el zaguán para salir á la calle, vi á mi señor D. Mariano acercarse al lienzo de la derecha, adonde estaba
adosada una urna coquetona de cristal, y, abriendo la portezuela, sacó un tarugo de madera, terso, limpio y pulido, colocándole en la cubierta superior de la dicha urna.
—Sabes, Paco querido, como este caserón es tan extenso y
muchos los bondadosos amigos que vienen á visitarme, no es
cosa de que corran y se fatiguen los domésticos en mi busca y
captura por la casa y sus anexos: al abrir el portalón, miran la
caja; estando el tarugo fuera, es señal de que he salido; ¿que el
zoquete.se halla dentro?, pues es que ya he regresado.
—¡Bravo! —le contesté—. No me atrevo á aconsejarte que
pidas privilegio de invención; pero concedo que es práctico el
sistema del tarugo, sin otro riesgo posible que el de que se atarugtie algún criado.
Concluida nuestra labor en los protocolos notariales, al instalarnos en la sacristía de la Iglesia Mayor de la ciudad para la necesaria compulsa de los libros parroquiales, que han de hacer los
caballeros informantes á presencia del párroco ó del teniente,
requiriónos el Doctor en esta forma con natural seriedad:
—¿Es cierto, señores míos, que las actuaciones que hacen son
reservadísimas y secretos sus informes y los acuerdos del Cons
sejo de las Ordenes; que, una vez visto el proceso, lo enfunda,
lacra y guarda en sus archivos?
-—Así es —replicamos Padilla y yo.
—Pues entonces, fiado en esa reserva, no me importa el que
ustedes se aperciban, al leer mi fe de bautismo, que hace ya tiempo me vengo suprimiendo unos añitos; porque, entre los que uiio
se quita y los que le añaden de propina los amigos generosos,
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BOLETÍN DE LA REAL ACADEMIA DE LA HISTORIA
resulta un promedio aproximado, aunque siempre en perjuicio
del que oculta.
Y así fué, pues, en esto de los anos, hizo honor por entonces á
su célebre anagrama de Thebussem, que quiere decir em-bus-Thes.
Terminó nuestra misión oficial: dimos fin á las diligencias y
autos, compulsas y declaraciones conducentes á saber y confirmar, informando al Consejo de las Ordenes si podían ostentar
la roja cruz del Apóstol, armándoles Caballeros, aquellos que lo
eran ya por sangre y por nacimiento, por su conducta, y sus
hechos, por méritos y servicios que prestaron á su patria y á
su Rey.
Con sentida pesadumbre hubimos de despedirnos de aquella
familia encantadora que nos había dispensado noble, franca y
espléndida hospitalidad.
—Estoy tentado de cruzarme yo también tan sólo por el gusto de volver á tenerles en mi casa —me decía D, José dándome
un estrecho abrazo.
Ya no volví á verle más; muy pocos meses después, en F e brero del 89, durmió tranquilo en su lecho y se despertó en el
cielo. Allí fueron á buscarle sus hijos Paula y Rafael, fieles á su
piadosa costumbre de no abandonarle nunca.
Sunt lacrimae
rerum.
Tan sólo queda el Doctor, último varón de su linaje, quien
cierra con llave de oro la sucesión masculina de los Pardo de
Figueroa, cuyos gloriosos timbres ha sabido elevar hasta las
altas cimas de la celebridad intelectual cual polígrafo eminente, por notable historiador, como escritor castizo y erudito que,
con las galas y lozanías de su ingenio peregrino, con su p r o fundo saber, amplio y variado, con los primores y donaires de
su estilo y amenísimos decires, con lar-: ; ^es genialidades de su
personalidad, de su fisonomía peculiar
pica, exclusivamente
suya, ha realizado y difundido, sin fatigas ni desmayos, obra de
inmensa cultura, colocando su ilustre y preclaro nombre entre
los que más enaltecen, por los prestigios logrados, la patria literatura.
LAS ORDENANZAS DE ÁVILA
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—Cuando lleguen á tu retiro, tranquilo y solitario, los ecos
clamorosos con que los admiradores de tus talentos, que son legión, celebran este Homenaje nacional en honor tuyo; cuando
las más valiosas Corporaciones é Institutos del país, los más
conspicuos y brillantes escritores te dirijan mensajes de felicitación, cantos de gloria, si pasas la mirada por las columnas de este
artículo, si mal escrito bien y hondamente sentido, tú sabrás
hallar en él una grata evocación, un imborrable recuerdo de tiempos ya lejanos pasados en esa casa á tu lado y con los tuyos: son
estas líneas auras cariñosas que te envía la sincera admiración,
la amistad inquebrantable y el afecto efusivo que te guarda
E L MARQUÉS DE LAURENCÍN.
Madrid, i de Noviembre de 1917.
II
LAS ORDENANZAS DE ÁVILA
(Con titulación.)
Lei sesenta e tres, en qué pena caen los que juegan dados e
naypes. = Otro si, hordenamos e mandamos que ninguna ni algunas personas de qualquier ley estado condición preeminencia o
dignidad que sean xpianos moros nin judios, non sean osados en
público ni en secreto en ninguna parte de auila e sus arrauales
con lo a ellos anexo e junto, de jugar dados ni naypes dyneros
seco, directe nin indirecte, por si nin por otro. E quien lo contrario hisiere que por el mesmo caso yrtcurra en pena cada vno
de tresientos marauedis. E que se partan en esta quyssa: la quarta
parte para la justicia que lo jusgare e esecutare. E las otras tres
quartos partes para nos el dicho concejo e nuestros arrendadores. E si alguno lo consyntiere en su casa que caya en pena de
quinientos marauedis, los ciento para la justicia que lo jusgare e
esecutare, e los quatrocientos para nos el dicho concejo e nuestros arrendadores.
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