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Nación, Estado y Nacionalismo Violentista
Nación, Estado y
nacionalismo violentista
Javier Tantaleán Arbulú
“Una nación es una grande solidaridad constituida por el sentimiento
de los sacrificios que hacen aquellos que han dispuesto de hacerlo. Ella
supone un pasado, ella se resume en el presente por un hecho tangible:
el consentimiento, el deseo claramente expresado de continuar la vida
común. La existencia de la nación es un plebiscito de todos los días”.
Ernest Renán
Qu’est-ce que une nation?, París, Calmann-Lévy, 1882
El nacionalismo como ideología
Un tema que fascina a los historiadores es lo relativo a la génesis y el desarrollo de la
nación y su relación con el Estado y el nacionalismo.
Brian Barry define a este último término como una ideología: “Si una ideología es
un modo general de pensar sobre el mundo que tiene consecuencias prescriptivas para
la política, entonces el nacionalismo es una ideología y, con mucho, la ideología más
poderosa del mundo. Como modo de pensar el mundo, acentúa la importancia de las
naciones en su explicación del desarrollo histórico y su análisis contemporáneo de la
política, y proclama de un modo característico que el ‘carácter nacional’ es un factor
determinante en la diferenciación de los seres humanos” (Subrayado nuestro).1
1
Barry, Brian, Nacionalismo, Enciclopedia del pensamiento político, dirigida por David Miller, Madrid, Alianza
Editorial, 1989, p. 419).
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Sobre la Violencia
Pensamos que Barry tiene razón en hacer mención al concepto ideología como
focus de su definición, y situar en su contexto epistémico al nacionalismo.2
El primero en acuñar el término ideología fue uno de los philosophes franceses, seguramente no de los más destacados y conocidos: Antoine-Louis-Claude Destutt de Tracy,
como designación de la “ciencia de las ideas”. En su obra Eléments d’Ideologíe (Elementos
de ideología), que comprendía Ideologíe (1801), consideraba a la ideología como el examen
de las facultades, como instrumento para dilucidar el origen y formación de las ideas, y
por lo tanto como “propedéutica” para la aplicación de los resultados del análisis a los
demás ámbitos del conocimiento. La ideología que tiene por finalidad el estudio de las
ideas, en sentido general, los hechos de la conciencia, sus leyes y su relación con los signos que la representan; el estudio de la expresión de las ideas.
La nación y el nacionalismo
Un problema metodológico que encontramos para el estudio de la nación, el Estado
y el nacionalismo es la cantidad de definiciones y significados, algunos de los cuales
se superponen, en ciertos casos parcialmente. Por eso, para guardar rigurosidad en el
tratamiento de la temática se intentará seguir determinado ordenamiento.
El término nación se deriva de natio ––palabra latina, natus––, que etimológicamente viene de nascere, y designaba en la Edad Media a un grupo humano, grupo social, tribu o etnia que presuntamente tenía un lugar común de origen como multitud
ab uno principio orta. El origen común podría ser el lugar de nacimiento, comunidad
de sangre, la génesis étnico-geográfica, quizá también el lenguaje, una “lengua maternal común” como decía Turgot.3
Para Levini, R.A. y Campbell, D.T. (Ethnocentrism. Theorie of Conflict, Ethnics Attitudes and Group Behaviour,
Nueva York, Willey, 1972), el nacionalismo es la forma más evolucionada y quizá incluso la única forma
de etnocentrismo, que implica la construcción de una unidad política multiétnica, a través de procesos
administrativos, pero especialmente de comunicación social, construcción que supone una lengua común y
una ideología de unidad histórica de distinción y unicidad de otros, y que contiene símbolos del Estado, de sus
confines y de sus elementos, reales o ficticios, símbolos con los cuales la población se identifica directamente
y que pueden ser una causa de movilización. Por su parte, Ernest Gellmer (Naciones y nacionalismo, Madrid,
Alianza, 1988) opina que el nacionalismo no sería la única fuerza operativa bajo las condiciones modernas pero
que es extremadamente poderosa y dominante. Mientras que Ariño (1997: 145) sostiene que el nacionalismo
“es una cosmovisión (sistemas de creencias articulados: JTA), implica una narrativa (estructuras lingüísticas que
exponen en forma de relato la trama de un conjunto de acontecimientos: JTA) y puede ser... una ideología”.
Opinión diferente a la de Barry es la de Huntington (2001: 77), para quien la religión es la fuerza fundamental
que motiva y moviliza a la gente. Opinión muy influida, especialmente, por los movimientos fundamentalistas
musulmanes, pero en todo caso sería interesante saber qué piensan los etarras vascos de esta concluyente
afirmación. En definitiva, es muy complejo a inicios del tercer milenio llegar a definiciones genéricas que pierden
contenidos en el estudio de casos específicos. Lo que interesa en este capítulo, en todo caso vale la pena aclarar,
es la génesis y el desarrollo histórico del nacionalismo en Occidente como ideología.
3
Cit. en Guenée 1967 y en Hayes, C. The Historical Evolution of Modern Nationalism, Nueva York, 1931.
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De las definiciones consultadas4 se ha elegido la de Van der Plank.5 Para este
especialista la nación es la proyección ideológica de un grupo que expresa el deseo
de un destino común. El Estado sería la materialización de esta ideología en normas
jurídicas y sociales, en poder político y militar, en vínculos económicos y culturales.
La lengua, en cambio, sirve para identificar a la etnia. (Aunque evidentemente el
criterio de etnicidad va más allá que la lengua común, con otros factores como lugar
de origen, compartir ciertas pautas culturales, la naturaleza subjetiva de cómo las
personas se clasifican a sí mismas y a sus orígenes, que lo estrictamente objetivo. Las
relaciones de parentesco pueden también ser un componente importante.6) La nación
pensada como un todo individual, como una pluralidad de individuos y sobre todo
tematizar la relación casi mística, mítica, que existe entre los individuos. A partir de
aquí hay una variante romántica de la nación, concepción que reenvía a la idea de
la nación-divinidad, del alma colectiva. Esta concepción romántica reposa sobre la
siguiente trinomía: unidad, individualidad y personalidad; está presente en autores
alemanes como Novalis, Schlegel, Arndt, Herder, Müller, Fichte, etc. Especialmente
para Novalis (más poeta que filósofo), que afirma: “... los individuos son espirituales
y vivientes, entonces el Estado deviene (en una entidad) más viviente y personal. De
cada ciudadano se deriva la divinidad del Estado (que es evidentemente y necesario
en el sentido organicista del término), tal como una comunidad religiosa; un dios
personal se revela bajo miles de formas”.7 Al concebir al Estado-nación como una
individualidad cerrada sobre sí misma, se aleja de toda modalidad de constructivismo,
de racionalismo y se define como la resultante de un proceso natural. Por eso es que
en los alemanes se releva la idea de la Nación-cultura; antes que un Estado-nación,
los alemanes son una nación de una “cultura superior”, con la lengua como marca
distintiva y como signo de la “superioridad de una nación”. Y como afirma Novalis:
Shafer, B.C. (Nationalism: Mith and Reality, Londres, Collancr, 1955); Hayes (1931); Girardet, R. (“Autour de
l’ideologie nacionaliste. Perspectives et récherches”, en Revue Française de Science Politique, 3, 1965); Smith, A.D.
(Las teorías del nacionalismo, Barcelona, Península, 1967); Gellner, E. (Naciones y nacionalismo, Madrid, Alianza,
1988); Rossolillo, Francisco (“Nación”, en Bobbio y Matteucci, 1986); Incisa, Ludovica (“Nacionalismo”, en
Bobbio y Matteuci, 1986a); Gubert, R. (1986); Sosoe, Lukas (“Nation”, en Dictionnaire de philosophie politique,
bajo la dirección de Phillippe Raynaud y Stéphane Rials, Paris, PUF, 1996); Borja, Rodrigo (Enciclopedia de la
política, México, FCE, 1998); Barry (1989); Breuilly (1990); Kohn, Hans (Historia del nacionalismo, Madrid,
1984); Smith, A.D. (“Nación-Estado”, en Enciclopedia de las instituciones políticas, Vernon Bogdanov, ed.,
Madrid, Alianza Diccionearios, 1991a); Gellner, Ernest (“Nacionalismo”, en Enciclopedia de las instituciones...
1991); Smith, A.D. (“Nacionalismo étnico”, en Enciclopedia de las instituciones... 1991b); (“Nacionalismo”, en
Enciclopedia Hispánica..., vol. 10); Thinès, Georges y Agnès Lempereur (Diccionario general de ciencias humanas,
Madrid, Cátedra, 1978).
5
Cit. en: Gubert 1986: 1144-1155.
6
Smith, A.D. The Ethnic Origins of Nations, Oxford, Blackvell, 1986; Eades, Jeremy, “Etnicidad”, en Enciclopedia
de las instituciones... 1991).
7
En Sosoe 1996: 412.
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“La universalización del carácter alemán no es como la romanidad, la helenidad o
la britanidad, limitada a un solo Estado... (sino que) la germanidad (Deutscheit) es
el cosmopolitismo mezclado a una poderosa individualidad”. Esta sería la vertiente
romántica del Estado-nación elaborada en la filosofía alemana. La otra vertiente del
Estado-nación, en la que la nación se identifica con el Estado, viene como parte y
herencia de la Revolución Francesa, de donde se desprende la idea de una nación
como una asociación de personas, unidas por lazos contractuales, que manifiestan libremente vivir bajo las mismas leyes. De esa forma se condensa los aportes de Sieyés y
Renán8, y se constituye el calificativo de Estado-nación voluntarista y constructivista.
La nación se define por la libre adhesión a los principios de una comunidad política,
no por el nacimiento, los lazos de sangre, la etnicidad, el territorio o la historia.9
Sin embargo, en el caso alemán, influidos por las críticas radicales de Edmund
Burke a la Revolución Francesa, a quien los historiadores asumen como uno de los
más destacados exponentes de la reacción conservadora a dicha Revolución, en su
texto Reflections on the Revolution in France,10 conduce a los pensadores alemanes a
asumir posiciones cada vez más críticas frente a ese hecho histórico. Conviene, sin
embargo, precisar el caso del filósofo Johann Gottlieb Fichte (1762-1814), de una
prolija y abundante obra,11 dentro de la que nos interesan sus Reden an die Deutsche
Nation12, que son una definición del nacionalismo alemán y de su orgullo herido
frente a las derrotas que Napoleón les infringió. Los padecimientos del pueblo alemán
en la era napoleónica definieron, junto con Kant, sus posiciones y pensamientos. Fichte, siendo más joven e influido por los escritos de Rousseau, defendió la Revolución
Francesa en obras como Die Zurückforderung der Denkfreiheit von den Fürsten Europes
(Reivindicación de la libertad de pensamiento frente a los monarcas europeos que
hasta ahora le han reprimido, 1793), en el que denuncia la opresión y el paternalismo, reclamando un individualismo extremo cuasi anarquista dentro de un estado
contractual mínimo. El Fichte maduro se sitúa en el terreno del nacionalismo en la
síntesis crítica de las concepciones revolucionarias y románticas, desechando tanto
el cosmopolitismo frío como la razón calculadora, reconciliando la idea cosmopolita
Qu’est-ce que une nation? 1882.
Esta manera de concebir la nación se aplica a los Estados Unidos, donde por ejemplo uno de los personajes
que no habían nacido en su territorio como Henry Kissinger, de origen judío-alemán (Fuerth, 1923) llegó a ser
secretario de Estado entre 1973 y 1977 con los presidentes Nixon y Ford, dirigiendo la política exterior del país
más poderoso de la sociedad-mundo.
10
En Burke, E. Textos políticos, México, Fondo de Cultura Económica, [1769-1790], 1984.
11
Ferrater 1969, T. I: 654-657.
12
Discursos a la nación alemana, Madrid, Editora Nacional [1807-1808], 1977.
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de que el patriotismo no podría plenamente concebirse como un avance de la humanidad entera. El nacionalismo y la nación alemana definida en lo esencial por su
lengua y por su carácter colectivo orgánico, como lo plantea Roger Hausheer.13 En
Fichte “(la nación alemana) apelará a sus no demostradas fuerzas espirituales y asumirá una misión civilizadora. La educación y el adoctrinamiento llevaron al alemán
a considerar que su nación es ‘una extensión de su propio yo’, en la que alcanza su
más alta libertad y para la que debe estar permanentemente dispuesto a inmolar su
yo empírico”. Si bien Fichte se lanza a criticar el egoísmo de sus compatriotas, en sus
obras posteriores expone las doctrinas del pangermanismo, la realpolitik y la figura del
líder, un pedagogo compulsor coactivo nacional, sosteniendo que quien tiene “el más
alto entendimiento tiene el derecho a obligar a todos a seguir sus intuiciones”. En otro
aspecto, considera que en las relaciones entre los Estados “no hay ley ni derecho, sino
sólo el derecho del más fuerte”. La nación tiene la propensión natural “a incorporar
en su seno a toda la especie humana”.14
De cualquier manera, con el propósito de situar la noción de nacionalismo, elegiremos una vez más a Van der Plank, para quien el nacionalismo es “una ideología
consistente en una serie de valores, símbolos, normas y expectativas, que vive en una
colectividad social (grupo) y que se fundamenta en la creencia en una ascendencia
común y, por consiguiente, en un destino común tan fuerte, que se desea mantener,
reforzar o crear una sociedad organizada formal y legalmente”. De allí, como afirma
R. Gubert, el nacionalismo es un instrumento integrador de pueblos con identificaciones, lengua y origen diferente.15 Kelman sostiene que la ideología nacionalista
supone que la coincidencia entre confín político y confín nacional garantiza mejor los
intereses de la población, le otorga al Estado nacional la máxima autoridad en materia
“Fichte”, en Enciclopedia del pensamiento político, dirigida por David Miller, Madrid, Alianza Editorial, 1989: 2000.
Como lo sostiene Hausheer (1989: 201), con mayor o menor razón Fichte ha sido considerado prácticamente
de todo; idealista, liberal, anarquista, antisemita, nacionalista, chauvinista, profeta de política de masas y
precursor del nacionalsocialismo, el primer defensor del líder genial como artista de la materia humana; filósofo
del romanticismo y padre de la sicología profunda; socialista y comunista; nihilista y principal antepasado del
existencialismo, del voluntarismo y del pragmatismo filosófico; imperialista agresivo y amante cosmopolita de la
paz. “Sus ideas conservan todavía una poderosa influencia en nuestro mundo”, afirma Hausheer. (Su obra Der
geschlossene Handelsstaat, ein philosophischer entwurf als Anhang zur Rechtslehre, 1800. El Estado comercial cerrado,
un bosquejo filosófico como apéndice a la teoría del Derecho, considerada por Jean Jaurès como una etapa esencial
en la historia de las concepciones socialistas; Renaut, Alain, “Fichte”, en Dictionnaire de philosophie politique, bajo
la dirección de Philippe Raynaud y Stèphane Rials, París, PUF, 1996: 250)
15
Un punto de vista diferente se lee en la Encyclopedia Britannica (“Nationalism”, Cambridge, Cambridge
University Press, 11ra. edición, 1911, vol. XIX), que en resumen sostiene que los atributos que distinguen el
nacionalismo son un sentimiento común y una demanda organizada, sin que pueda resumirse en una “definición
estricta”. Definición que nos parece demasiado restrictiva e incompleta.
13
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de asuntos internos y en las relaciones internacionales, y considera que los miembros
de cada nación “tienen el deber primario de mantener este sistema”.16
En conclusión, la evolución histórica moderna, como se ha mencionado, en la civilización occidental, han existido dos corrientes fundamentales sobre el nacionalismo. La
primera, racionalista, política y liberal, que encuentra sus raíces en el pensamiento ilustrado del siglo XVIII. La segunda, la nación constituye un ente en sí mismo y preexiste a
los miembros que la componen, que es la perspectiva del romanticismo alemán.
J.J. Rousseau, el autor de El contrato social (1762), abrió el sendero para la eclosión del nacionalismo al sostener la base doctrinaria de la soberanía popular y la cooperación de todos a la formación de una voluntad general. Los movimientos revolucionarios nacionalistas europeos fueron el principal instrumento de lucha contra
la monarquía absoluta y contra el orden jurídico feudal. Entender el pensamiento
de Rousseau es situarlo en una perspectiva histórica, cuando se había procesalmente
construido unificaciones territoriales de las grandes monarquías y reinos, y además
las propias estructuras económicas y sociales sufrían modificaciones profundas en el
Ancien Régime del sistema de producción feudal, en una fase histórica antesala del
capitalismo, cuando nuevas fuerzas sociales adquirían decisivo protagonismo, como la
burguesía. El nacionalismo de la Ilustración Francesa es el de la patria, del patriotismo, con ciudadanos con iguales derechos, no como súbditos del Rey. En este caso el
nacionalismo se define contra las instituciones políticas que imposibilitaban o ponían
trabas a la realización libre del individuo y de la colectividad. Esta manera de entender el nacionalismo tuvo clara expresión en los movimientos nacionalistas que terminaron con la independencia de las colonias europeas en América, así como en las
revoluciones europeas de 1830, 1848 y el decenio de 1860, cuando luego de la derrota
de Napoleón en 1815 en Waterloo, se sucede una etapa de restauración del sistema
absolutista en Europa. En el Congreso de Viena, celebrado entre 1814 y 1815 con la
participación de las grandes naciones que hegemonizaban la política internacional:
Austria, Rusia, Prusia, el Reino Unido y Francia (donde la monarquía se restauró con
Luis XVIII) se definió el nuevo mapa europeo. Los nombres de los partícipes no dejan
lugar a dudas de la representación aristocrática y monárquica: el príncipe de Metternich, el zar Alejandro I, el príncipe Karl von Hardenberg, el vizconde de Castelreagh
(luego reemplazado por el duque de Wellington y después por Lord Clancarty) y el
príncipe Charles-Maurice de Talleyrand, habilísimo político y diplomático que supo
reivindicar la posición de potencia europea de Francia a pesar de encontrarse derrotada tras la caída del imperio de Napoleón. Tras lo cual los movimientos nacionalistas
europeos logran conseguir la instauración de los regímenes democrático-liberales luego de luchas revolucionarias.
16
Gubert 1986: 1148-1149.
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La otra vertiente ya analizada del nacionalismo es la del romanticismo alemán,
que “puso el acento en el destino común de un pueblo. La nación era entendida como
un ser vivo y autónomo, que nace y crece a impulso de una fuerza superior impresa en
el alma de los pueblos, el espíritu nacional (Volksgeist), que se manifiesta a través de signos externos, como un idioma común, la fidelidad a las propias costumbres o la asunción
de un pasado colectivo. Siendo éste un nacionalismo fundamentado en la diferencia,
un pueblo sólo existirá en la medida en que asuma su destino común, necesariamente
diferente y autónomo respecto al de los restantes pueblos, ya que, de otro modo, los conceptos mismos de nación y de pueblo tenderían a una progresiva desaparición”.17
Esta corriente tuvo ascendiente en diversos países de Europa en la segunda mitad
del siglo XIX, ante el temor que había producido la proclama internacionalista del movimiento obrero que emergía con el desarrollo del capitalismo. Los nuevos poderes estimularon la concepción de la nación que superaba cualquier diferencia clasista, y por
cierto fue el cimiento doctrinal de las empresas imperialista y colonialista que los estados
europeos tomaron en cuenta en los últimos decenios del siglo XIX. Frente a la postura internacionalista obrera predicada por Marx (“Los trabajadores no tienen patria”),18 tiene
razón Barry19 al sostener la deuda intelectual que tendría el filósofo alemán de Tréveris,
en la construcción de los desarrollos de su teoría de la historia, con el nacionalismo; en
la medida que toma la idea hegeliana de los actores colectivos como “fuerzas colectivas
de la historia, pero traslada la identidad de la colectividad a las clases”. El profesor V.G.
Kiernan,20 experto en el pensamiento de Marx y Engels, reconoce que siendo ellos muy
conscientes de la naturaleza de elementos componentes de la nación, la nacionalidad en
sí no era una temática que les interesaba mucho y más bien deseaban su rápida desaparición. Su focus teórico-político eran las clases sociales. Más bien sostenían que en los
países de capitalismo más avanzado las nacionalidades estaban desvaneciéndose y que
el propio proceso de industrialización incrementaba dicho proceso, pero que en especial
en la clase proletaria el sentido nacional se había extinguido.21 “El motor de la historia
no era la guerra de pueblos sino la lucha de clases” para Marx.22 En Marx la nación era
Enciclopedia Hispánica... Vol. 10: 333.
Marx, Karl y F. Engels. El manifiesto comunista, La Plata, Editorial Colomino [1848] 1946. Jean Jaurés (18941914), considerado uno de los principales pensadores del socialismo francés, sino el más importante, con un gran
apego a Francia como patria, interpretó lo escrito en el Manifiesto comunista sobre los obreros sin patria “como
que éstos han sido injustamente despojados de su lugar en la vida nacional, y deben recuperarlo” (en Kiernan,
V.G. 1984a: 560).
19 Barry, 1989: 421.
20
“Nación”, en Diccionario del pensamiento marxista, Tom Bottomore, director, Madrid, Editorial Tecnos, 1984a;
“Nacionalismo”, en Diccionario del pensamiento marxista, Tom Bottomore, director, Diccionario del pensamiento
marxista, Madrid, Editorial Tecnos, 1984b).
21
Marx, K. Y F. Engels, La ideología alemana, Buenos Aires, Pueblos Unidos, [1845-1846], 1975).
22
Châtelet, Duhamel, Pissier, Bouretz y Colas 1993:230).
17
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la forma ideológica del Estado capitalista y el nacionalismo se releva como la ideología
burguesa, algo necesario a la burguesía. Marx y Engels desconfiaban de los “filisteos
que se inflaman por las nacionalidades”.
Las ideologías políticas de corte cosmopolita como el liberalismo, el socialcristianismo, la socialdemocracia y el propio comunismo pueden converger con el nacionalismo. Sin embargo, la historia de los pueblos del siglo XIX y XX demuestra que en
última instancia y en momentos decisivos la ideología nacionalista termina imponiéndose sobre las ideologías políticas mencionadas. La sentencia de Stalin del “socialismo
en un solo país”, expresa la adaptación de una concepción societal a un esquema
nacional. Por cierto, la política práctica llevó a Joseph Vissarionovich Stalin,23 el jerarca soviético más desalmado y totalitario que conoció la URSS, a tener en cuenta la
nacionalidad, asumiendo determinados puntos de vista del socialdemócrata austriaco
Otto Bauer (1881-1938), uno de los fundadores del partido de esa tendencia en su
país.24 Stalin sostenía que la nacionalidad no es un fenómeno racial o tribal, y que tiene
cinco características fundamentales: debe ser una comunidad estable, territorio definido,
con un lenguaje común, cohesión económica y personalidad colectiva. Tomando una
forma política real como nación bajo circunstancias históricas concretas y pertenece a
una época concreta, la del surgimiento del capitalismo y de las luchas de la emergente
burguesía contra el feudalismo. En sentido contrario a lo sostenido por Marx y Engels,
Stalin analizaba el advenimiento de la nación relacionado con la necesidad de una industria que tuviese un mercado nacional, con una población homogénea.
Teorías y tipos de nacionalismo
Las teorías sobre el nacionalismo se pueden agrupar en dos grandes bloques: las
“objetivas” y lo que Breuilly25 denomina las “aproximaciones sicológicas y funcionales” o
más “subjetivas”. En el primer bloque la nacionalidad es un hecho natural de las personas,
constituida por la lengua materna, la descendencia étnica, el territorio común, rasgos
culturales, instituciones políticas y por lo tanto la organicidad de un Estado.
En el segundo bloque de teorías hay diversas variaciones. J.S. Mill26 era claro en
definir al nacionalismo como un fenómeno psicológico. En esta aproximación se con-
Stalin, J. El marxismo y la cuestión nacional [1913], 1976.
Bauer, Otto. Die Nationalitätenfrage und die Sozialdemokratie (La cuestión de las nacionalidades y la socialdemocracia,
México, Siglo XXI, [1907], 1980.
25
Breuilly, 1990: 40-47.
26
Mill, J.S. Del gobierno representativo, Madrid, Tecnos, [1861], 1985.
23
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sidera a los que plantean el nacionalismo en términos de la identidad cultural como el
leiv motif de sus preocupaciones. La problemática surge cuando la nación está conformada de diferentes raíces culturales (caso del Perú, Bolivia y Ecuador, por ejemplo);
en lo que es particular hablar de una “crisis de identidad cultural”, lo que pudiendo
ser una afirmación muy fuerte no deja de tener contenido. El choque de civilizaciones
de la hispana occidental y la indoamericana creó una fractura cultural, aún no superada, en términos de una identidad cultural única que no existe, y que en todo caso la
nacionalidad es un nivel de abstracción, que como ideología supera estos contrastes.
Esto es lo que Ernest Gellner27 ya había analizado; la relación más concreta entre la
necesidad de una nueva identidad ––que supera las brechas de la identidad cultural,
por ejemplo–– y el nacionalismo.28 La nacionalidad peruana va más allá de la multiculturalidad: aymara, quechua, andina, selvática (con sus prototipos o varios tipos),
criolla, mestiza, de naturaleza más occidental (quizás la hegemónica); en general un
país fragmentado y con fracturas históricas no resueltas: el poliedro cultural y étnico
peruano. Identidades culturales que a pesar del dominio cultural occidental en la era
cibernética, del infocapitalismo y de la mundialización probablemente no desaparecerán y seguirán con sus propios particularismos, por supuesto con identidades culturales no congeladas en el tiempo.
La perspectiva sicológica de la nacionalidad como un sentimiento común entre los
seres humanos, que puede ser una categoría superior a las divisiones religiosas que se
Gellner, Ernest. Thought and Change, Londres, 1964).
Huntington, S. (2001: 50-54), en el tema de las civilizaciones, asumiendo la premisa de Christopher Dawson
(Dynamics of World History, Lasalle, Illinois, Sherwood Sudgen Co., 1978) de que “las grandes religiones son
los fundamentos sobre los que descansan las grandes civilizaciones”; y considerando a la civilización como una
entidad cultural más amplia desarrolla una tipología de siete civilizaciones: china o “sínica”, japonesa, hindú,
islámica, occidental, latinoamericana y africana. ¿Dónde se ubica Rusia? Sin embargo, en la descripción de las
civilizaciones latinoamericana y africana es confuso y poco convincente. Para Latinoamérica, al considerarla
como una civilización diferente a la occidental, prima un argumento endeble; como “una civilización
aparte”, tomando en consideración “un análisis centrado en las consecuencias políticas internacionales de las
civilizaciones, incluidas las relaciones en Latinoamérica, por una parte, y Norteamérica y Europa, por otra”.
Países como Uruguay y Argentina tienen más afinidades culturales y étnicas con Europa, que las que tienen
los países andinos, por ejemplo. En el caso de África el argumento que da es también muy discutible: “Es muy
importante que el imperialismo europeo llevara al cristianismo a la mayor parte del continente situado al sur
del Sahara. Por todo África, sin embargo, las identidades tribales son generales y profundas, pero los africanos
también están desarrollando, cada vez más, un sentido de identidad africano (con lo cual coincidimos: J.T.A.),
y cabe pensar que el África subsahariana podría aglutinarse en una civilización peculiar, cuyo Estado central
posiblemente sería Sudáfrica”. Si el centro civilizatorio del África subsahariana se va a definir por el mayor
ingreso per cápita, resulta evidente que Huntington tiene razón. En todo caso, el problema es más complejo y en
ello países como Nigeria, Kenia, Etiopía y la República Democrática del Congo tendrían algo que decir, lo que
no pone en duda la idea de una civilización africana que exige un análisis más riguroso, y consideramos que un
estudio histórico abriría respuestas y seguramente interrogantes.
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producen en los países, y que determinan tensiones y graves conflictos (por ejemplo:
India, Pakistán, Kenia, Filipinas, China con los budistas tibetanos, Malasia, Singapur,
Sudán, Tanzania y Zanzíbar, etc.). En tal sentido, mientras la religión divide a los pueblos
de un país, a veces de manera sangrienta (otro ejemplo es Bosnia-Herzegovina, dividida
por la guerra en grupos serbios ––ortodoxos––, musulmanes y croatas ––católicos––), la
nacionalidad intenta unificar a los pueblos separados por diferencias religiosas. Un caso
ensayado desde el poder para generar una nación es Singapur a inicios de los noventa del
siglo XX, un país pequeño (de 639 km2, con un poco más de tres millones de habitantes),
con un ingreso per cápita anual de US$ 27.000, solo superado en el Asia por Japón,29 que
tiene una población dividida en 76% de chinos, 15% de malayos y musulmanes y un 6%
de sikhs e hinduístas indios. El Libro blanco que exponía la postura del gobierno definía
los “valores comunes” de los humanos que habitaban Singapur: “La nación antes que la
colectividad (étnica), y la sociedad por encima del yo. La familia como la célula básica
de la sociedad. Atención y apoyo de la colectividad al individuo. Consenso en lugar de
contienda. Armonía racial y religiosa”.30
El argumento del poder en este caso es poner y utilizar el concepto de nación como
factor de unidad de la multietnicidad y de las religiones.
El otro tópico es sobre los tipos de nacionalismos que se han desarrollado históricamente desde fines de la era moderna, y en la era contemporánea algunos de ellos
que han perdido vigencia y otros que han reaparecido:31
Enciclopedia interactiva del mundo hispano... 2003, Vol. 4: 621.
Cit. en Huntington 2001: 382.
31
Smith, A.D. The Ethnic Revival, Cambridge, Cambridge University Press, 1981; Smith, A.D. The Ethnic
Origin of Nations, Oxford, Blackwell, 1986; Gubert, R. La situazione confinaria, Trieste Lint, 1972; Shefer, B.C.
Nationalism: Mith and Reality, Londres, Gollancr, 1955; Recalde, J.R. La construcción de las naciones, Madrid, Siglo
XXI, 1982; Girardet (1965); Synder, L. The nationalism, Ithaca, 1968; Smith (1971); Kohn (1984); Gellner
(1988); Brand, J. The National Movement in Scotland, Londres, Routledge & Kegan, Paul, 1978; Hayes (1931);
Rosenberg, A. Fundamentos del nacionalsocialismo, Barcelona, Ban, 1979; Payne, S.G. El fascismo, Madrid, Alianza
Editorial, 1986; Incisa, Ludovico (“Fascismo”, en Bobbio y Matteucci 1985b); Poulantzas, Fascismo y dictadura,
México, Siglo XXI, 1971; Bracher, Karl D. (“Nacional-socialismo”, en Bobbio y Matteucci 1985); Ryan, Alan
(“Nacionalsocialismo”, en Enciclopedia del pensamiento político, dirigida por David Miller, Madrid, Alianza Editorial,
1989); Noakes, Jeremy (“Nazismo. Partido Nazi”, en Enciclopedia de las instituciones políticas, Vernon Bogdanov ed.,
Madrid, Alianza Editorial, 1991); Wilkinson, Paul (“Fascismo”, en Enciclopedia de las instituciones políticas, Vernon
Bogdanov ed., Madrid, Alianza Editorial, 1991); Sternhell, Zeer (“Fascismo”, en Enciclopedia del pensamiento
político, dirigida por David Miller, Madrid, Alianza Editorial, 1989); Hansheer, Roger (“Herder, Johann Gottfried”,
en Enciclopedia del pensamiento político, dirigida por David Miller, Madrid, Alianza Editorial, 1989); Snyder, L.L.
The Nationalism, Ithaca, 1968; Halfpenny, Peter. Positivism and Sociology: Explaining Social Life, Londres, Allen &
Unwin, 1982; Pinilla Cisneros, Susana. Revalorar la Antropología. Antropología, cultura y etnicidad, Lima, Escuela de
Antropología, Universidad Nacional Mayor de San Marcos, Nov. 2003; Eades, Jeremy, “Etnicidad”, en Enciclopedia
de las Instituciones Políticas (Vernon Bogdanov, ed.), Madrid, Alianza Editorial, 1991; Garaguso (1986). “Etnología”,
en Enciclopedia Hispánica... (2001, Vol. 6: 184-185);
29
30
)60(
)60(
Nación, Estado y Nacionalismo Violentista
i)
Nacionalismo étnico. Hace referencia a la autonomía, unidad e identidad de una
población, en que sus miembros se consideran una nación potencial o existente. En este caso la nación se enmarca en la tradición, la cultura, la lengua, aspectos mitológicos, recuerdos, símbolos en relación con su origen y desarrollo
como pueblo. Expresa un sentimiento de pertenencia y las aspiraciones de autonomía (A.D. Smith). Etnia es una dicción derivada de la voz griega éthnos,
que significa “pueblo” o “linaje”.32 Puede uno remontarse a Herodoto y Jenofonte, que nos narran de manera bastante objetiva las diferencias vivas que
observaban entre la diversidad de pueblos en lo relativo a usos y costumbres.33
Anteriormente al uso de la voz etnia, se utilizaba el concepto de raza bajo
una perspectiva biológica (color de la piel, forma del cráneo, talla, aspecto del
cabello, configuración de nariz y boca, componentes antropométricos, etc.).
Este criterio fue acogido por la antropología tradicional, tanto es así que por
los años sesenta, un grupo de antropólogos, genetistas y sociólogos promovidos
a laborar por UNICEF concluyó que sólo existían tres razas fundamentales: la
caucásica, la negroide y la mongoloide (Borja 1998: 414). Todas las demás razas
eran derivaciones de estos tres troncos.
El criterio de grupo étnico sustituyó en la antropología al de raza. Existe una
multiplicad de definiciones de etnia; sin embargo, se tomará en cuenta el texto
clásico de Frédéric Berth, Los grupos étnicos y sus fronteras, México, Fondo
de Cultura Económica, [1969] 1976: 11: “El término grupo étnico es utilizado generalmente en la literatura antropológica para designar una comunidad
que: 1) en gran medida se autoperpetúa biológicamente; 2) comparte valores
culturales fundamentales realizados con unidad manifiesta en formas culturales; 3) integra un campo de comunicación e interacción; 4) cuenta con unos
miembros que se identifican a sí mismos y son identificados por otros y que
constituyen una categoría distinguible de otras categorías del mismo orden”.
Los grupos étnicos son portadores de cultura con sus características de continuidad, conservación, adaptación, modificaciones y cambios. Este aspecto de
la cultura es el locus de los factores (“la base crucial de un grupo étnico como
forma de organización social es cultural en lugar de biológica”) de acuerdo a
E. Hobsbawn (Naciones y nacionalismo desde 1780, Barcelona, editorial Críti-
También se consideran como precursores en el estudio de los pueblos diferentes, a los romanos Cornelio Tácito
y Julio César, y en la época medieval a Marco Polo. Como antecedentes de la etnología ––como una disciplina
de la antropología-– ocupan un lugar importante, luego de la invasión de los europeos a las Nuevas Indias, Fray
Bernardino de Sahagún con su Historia general de las cosas de la Nueva España, h. 1560 (considerada la primera
obra etnográfica), y los trabajos de Gonzalo Fernández de Oviedo, José de Acosta, Bernal del Castillo, Pedro de
Cieza de León, Guamán Poma de Ayala, Garcilaso de la Vega, etc.
33
Véase, por ejemplo, Eades (1991).
32
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)61(
Sobre la Violencia
ca, 2a edición revisada y compilada, 1992). Es evidente, como lo reconoce el
gran historiador inglés que el “parentesco” y la “sangre” son factores de unidad
de los miembros de un grupo y excluyentes de los extraños a él y que esto ha
jugado un rol en el nacionalismo étnico. Esta forma de nacionalismo puede
aplicarse a poblaciones que viven en un territorio continuo o de manera dispersa (los kurdos, por ejemplo), y carecen de organización política, es decir,
lo fundamental de la nación moderna: el Estado-nación o cualquier Estado
(“el nacionalismo suizo es pluriétnico”, recuerda Hobsbawn). A esta forma no
constituida en instituciones políticas de los grupos étnicos es que Hobsbawn
denomina “protonaciones”.
Los grupos étnicos pueden organizarse en partidos políticos intentando llegar
al gobierno del territorio que su grupo ocupa, con lo que pretenden crear un
Estado independiente o lograr un alto grado de autonomía descentralizada al
interior del Estado. Las plataformas de los partidos étnicos pueden incluir la
defensa de su lengua, de su cultura y el desarrollo económico y social de su
ámbito territorial. En algunos casos los partidos étnicos son una reacción organizada a un proceso de colonialismo interno. En los nacionalismos étnicos puede existir una variante de nacionalismo insurreccional que opta por la lucha
subversiva contra el Estado en reivindicación de su identidad. El grupo étnico
puede ser “negado” por los otros, o inclusive puede producirse una autodepreciación y autonegación, cercenando su propia identidad (Pinilla Cisneros,
2003). Pero cuando el grupo étnico negado y bajo desidentidad esencial está
al margen de los espacios políticos y sociales, donde se definen los grandes
proyectos colectivos y en donde se asignan los recursos, se produce la situación
de una cultura oprimida, definida por Casimir como “aquella que carece de
instituciones encargadas de la producción de conocimientos y de normas o
estrategias para negociar, modificar y adaptar los proyectos de sociedad de sus
portadores” (cit. en Calderón, Fernando; Hopenhayn, Martín y Ernesto Ottone, Esa esquiva modernidad. Desarrollo, ciudadanía y cultura en América Latina
y el Caribe, UNESCO, Editorial Nueva Sociedad, 1998: 67). Entonces, como
sostienen estos autores, los “otros” desarrollan estrategias de preservación y supervivencia que puede comprobarse en el arte, la música, la danza, la artesanía,
el ritualismo y el sincretismo religioso, los sistemas de cultivo, las relaciones
comunitarias, las reivindicaciones de territorio y el uso de la lengua aborigen.
(Aspectos totalmente verificables en los plurales grupos étnicos de Ecuador,
Perú y Bolivia, sólo por citar lo más cercano).
El tratamiento excluyente étnico, la promoción de los nacionalismos por parte
de los Estados-nación de los países desarrollados, el efecto contraproducente
que vienen produciendo en determinados casos, las políticas norteamericanas
“desarrollistas” (modelos de democracia, de crecimiento y ajuste económico,
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Nación, Estado y Nacionalismo Violentista
ii)
iii)
iv)
v)
vi)
de movilización social) y ciertas políticas de los Estados frente a los migrantes,
lleva a Arjun Appadurai (La modernidad desbordada. Dimensiones culturales de
la globalización, 2001: 147, 150, 165-166) a sostener la tesis que las etnicidades,
tanto en contextos nacionales como internacionales, tienen a convertirse en
primordialismos (fundamentalismos y movimientos extremistas étnicos): “El
mundo contemporáneo está repleto de ejemplos de conciencia étnica asociados
con el fenómeno del nacionalismo y la violencia étnica”. Estos grupos étnicos
en la actualidad pueden ser muy vastos ––los tamiles, serbios, malayos, vascos,
por ejemplo––, de los que se ignora los sentimientos de grupo que suponen un
fuerte sentido de identidad. Para Appadurai la perspectiva fundamentalista
(primordialista la llama) en el campo de la movilización de los actores sociales
combina ideas ontogenéticas y filogenéticas del desarrollo humano, con raíces históricas que están disponibles y prontas a estallar de acuerdo a nuevos
contextos históricos y políticos; la etnicidad moderna como variante del pensamiento primordialista nos quiere imponer una dialéctica de lo interior y lo
exterior, en términos de una dialéctica de la “implosión y de la explosión a lo
largo del tiempo como la clave de la peculiar dinámica de la etnicidad moderna”. Frente a lo cual el autor sugiere, acogiendo el llamado de los movimientos étnicos, tres líneas de acción (por llamarlo así, con más propiedad): 1) un
nuevo entendimiento de la relación entre la historia de los grupos étnicos y la
agenda social; 2) una nueva relación en el campo de los afectos y de la política;
y 3) una nueva comprensión y relación entre los factores de gran escala y los
factores locales.
Nacionalismo democrático. Es el producido desde el siglo XVIII, cuando determinados actores sociales (burguesía, sectores mesocráticos, sectores del movimiento laboral y regional) se expresan contra el orden establecido, sea este el
feudal, dinástico, dictatorial o autoritario.
Nacionalismo de liberación. Hace referencia a cuando el pueblo y determinadas
instituciones, como la burocracia y el ejército, se expresan en una lucha contra
un enemigo exterior que invade el territorio del Estado nacional.
Nacionalismo de opresión. Lasswell ubica en esta tipología a los grupos que estando desunidos, pero que tenían tradiciones culturales comunes o unidad
política, comienzan a sentirse objeto de discriminación política, económica,
educacional, lingüística, etc.; entonces los líderes y la intelligentzia organizan
el movimiento nacionalista exigiendo reivindicaciones de igualdad de status.
Nacionalismo de resurrección. En este tipo de nacionalismo los intelectuales logran motivar un sentimiento común, tomando como base las tradiciones de
unidad cultural o política que estaban en una situación de letargo.
Nacionalismo de prestigio. Hace referencia, también de acuerdo a Lasswell, a las
personas que tienen un denominador común con la elite que detenta el Estado,
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Sobre la Violencia
pero que viven periféricamente al mismo o en áreas no contiguas, comienzan
a desencadenar procesos nacionalistas por razones de prestigio de su grupo;
como en el caso de los Estados Unidos, Canadá, Australia.
vii) Nacionalismo separatista. Reivindicaciones y situaciones de conflicto que se
plantean al interior del sistema estatal, cuando algún grupo que tiene una tradición común se encuentra y se siente marginado del Estado.
viii)Nacionalismo antiimperialista. Se desarrolla en los pueblos que tienen unidad
política, con cultura común o multiculturalidad, pero que se afirman en el
sentimiento de una sola nación y se perciben subjetiva u objetivamente por
un imperio que los agrede o que potencialmente puede ser una amenaza. Otra
vertiente del nacionalismo antiimperialista en su utilización en tanto factor de
cohesión nacional frente a un supuesto riesgo de agresión externa de un Estado
más poderoso con vocación imperialista.
ix) Nacionalismo religioso. Es una modalidad de nacionalismo en la que el componente fundamental es la unidad religiosa que adquiere expresiones políticas
para organizar instituciones públicas (Snyder), como los fenómenos acontecidos en el Medio Oriente.
x) Nacionalismo violentista, integralista autoritario.
Nacionalismo violentista, integralista autoritario
Dentro de esta tipología sólo se hará mención a dos experiencias históricas concretas:
el nacionalsocialismo alemán y el fascismo italiano. Ambos comparten ideas
antidemocráticas, antiliberales,34 anticomunistas, antisocialistas y dignificaban la
violencia y el terror como método de hacer política. Su rechazo a la democracia, el
liberalismo y el marxismo se fundamentaba en que eran considerados como formas
distintas del mismo mal del materialismo.
Sin embargo, hay diferencias notables. El nazismo era fundamentalmente un movimiento de corte racista y con objetivos imperialistas bien definidos. Además la ideología nazi tiene antecedentes anteriores a la fecha en que Hitler desarrollara Mein
Kampf (Mi lucha) (1925-1926) en el antisemitismo racista, en la filosofía anticartesia-
La crítica contra el liberalismo era la denuncia al poder de la oligarquía capitalista que considera disfrazada por
un sistema aparentemente democrático (Enciclopedia Hispánica... 2001, Vol. 5: 236).
34
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Nación, Estado y Nacionalismo Violentista
na y antikantiana, el darwinismo social35 y el imperialismo pangermanista que venían
antes de 1919, en que Hitler se incorpora al Nationalsoziolistisch Deutsche Arbeiterpartei (Partido Nacionalsocialista Alemán de los Trabajadores). Otra analogía entre
nazismo y fascismo, señalada por Ryan, es la creencia de que la mejor forma de asegurar la unidad nacional era mediante un gran Estado que estuviera dirigido por un líder
supremo que fuese la encarnación de la voluntad nacional. El logro del nazismo es que
fue capaz de amalgamar aspectos doctrinales contradictorios en una ideología para todos: anticomunismo para los empresarios, “socialismo” para el proletariado, nacionalismo para los conservadores de tradición y antisemitismo para todos los que buscaban
una causa culposa de la derrota en la Primera Guerra Mundial y de la crisis económica
que se arrastraba desde los años veinte del siglo pasado, que comenzó por señalar a la
democracia de la República de Weimar como responsable de las consecuencias de la
guerra. Existió, además, un sistema de valores que expresaban postulados claves en el
nacionalsocialismo alemán, tales como raza, espacio vital (lebensraum), la comunidad
del pueblo (volksgemeinschaft), acción, liderazgo, autoridad y tierra.
En el caso del racismo, voz que viene de raza y ésta en el castellano a su vez de
radia (“colectivo de radius, ‘rayo, raya’”). Puede ser probablemente también forma “semiculta del latín ratio (‘calculo, cuenta’) partiendo de su sentido ya clásico de ‘índole,
modalidad, especie’, de donde se pasó a ‘naturaleza y calidad de la gente’ y ‘raza’. En
castellano debió de tomarse de otras lenguas romanas (italiano siglo XIV), y al entrar
vino a confundirse con el viejo y castizo raça ‘raleza o defecto en el paño’, ‘defecto,
culpa’... de ahí que en su sentido racial el vocablo tome en castellano en el S. XVI casi
siempre un matiz desfavorable”.36 El racismo es una teoría política y antropológica
que se base en cuatro elementos: i) la idea de que existen diferencias de capacidades
físicas, intelectuales, morales y culturales entre las razas; ii) la idea que sostiene que
existen razas superiores e inferiores; iii) la creencia de que tienen derechos diferentes,
iv) la idea de que deben recibir distinto tratamiento en la vida social; y v) que es el
factor racial el que determina el destino de los pueblos; es decir, el progreso de unos y
la decadencia de otros.37 Lalande38 define el racismo como la doctrina que admite en la
J. Burrow (“Darwinismo social”, Enciclopedia del pensamiento político, dirigida por David Miller, Madrid, Alianza
Editorial, 1989: 125) define el término darwinismo social: los intentos de crear analogías sociales “de la ley
darwinista de la selección natural (o, como ha venido siendo denominada, ‘la supervivencia del más apto’) y de
explicar el curso de la historia humana en función de esta ley. Se trataba de filosofías de la historia (desde fines
del siglo XIX: J.T.A.), generalmente de tipo determinista, siendo su ‘ley’ o instancia determinante el conflicto o
la competencia”. El darwinismo social creó y/o fomentó las consideraciones generales en términos prácticamente
biológicos, como conflicto o competencia de razas. Argumento que encontró un contexto histórico para su
desarrollo en pleno periodo de expansión imperialista y colonialista de los países europeos en el África y el Asia,
y que tuvo resonancia en el Perú en trabajos como los de Clemente Palma, 1897, en su enfoque sobre las razas
en el país.
36
Corominas, 1990.
35
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Sobre la Violencia
especie humana la existencia de razas, que son un grupo de individuos, diferentes al resto,
que comparte y hereda un conjunto de caracteres biológicos, sicológicos o sociales.
Mucho se ha debatido sobre el ensalzamiento de la concepción del poder totalitario del nazismo y del fascismo remontándose a Maquiavelo, Hobbes, Hegel y Friedrich
Nietzsche. Los liberales como Popper ([1945] 1991) acusan a menudo a Hegel de
haber sentado las bases del nazismo. Los nazis proclamaron su afinidad intelectual
con Nietzsche. También se atribuye antecedentes del fascismo al filósofo francés Henri Bergson (1859-1941), al sociólogo y economista italiano Wilfredo Pareto (18431923): “profeta del fascismo”, al teórico francés del sindicalismo francés Georges Sorel (1847-1922), por realizar declaraciones que parecían simpatizar con Mussolini,
pero que terminó condenando el fascismo. Pero todas estas apreciaciones son bien
discutibles. Como escribe Ryan:39 “De hecho, el liberalismo conservador de Hegel era
como mucho autoritario sólo en ocasiones: su insistencia en el imperio de la ley y en
las garantías constitucionales para proteger los derechos privados lo apartaba en lo
fundamental del nazismo. El desprecio que sentía Nietzsche por las pretensiones del
Imperio Alemán es un claro signo de lo alejados que estaban sus ideales del nacionalsocialismo. Mientras que el fascismo italiano podía estar representado por (Giovanni)
Gentile y el francés (Maurice) Barres (con un claro programa nacionalista extremo y
antisemita: J.T.A.) y (Charles) Maurrás (‘la diosa Francia’ debería repudiar la Revolución Francesa y los basamentos de la República: J.T.A.), el nazismo intelectualmente
estaba solo. Alfred Rosenberg (nacido en 1893 y ahorcado como criminal de guerra
en octubre de 1946) era su único ‘filósofo’ y su obra más conocida, El mito del siglo XX
(1930), es una confusa mezcla de ideas racistas y volkisch conectadas sin precisión
en una historia de la cultura europea que pretende demostrar de un modo extravagante que todo lo valioso en la historia tiene un origen nórdico”. Sin embargo, esta
opinión también debe ser matizada, ya que en el siglo XIX se desarrolló una amplia
producción intelectual racista que tiene sus antecedentes en Johann Gottfried Herder
(1744-1803), clérigo luterano y filósofo alemán “padre intelectual de la doctrina del
nacionalismo que arraigó originalmente en Alemania, se extendió hacia el mundo
eslavo y posteriormente hacia África y Asia” (R. Hausheer), cuyas ideas desembocaron a posterioridad en posiciones irracionales y desenfrenadas, como el racismo y el
antisemitismo que predominaban en muchos ambientes culturales e intelectuales de
principios del siglo XX. Sin embargo, el elemento más destacado delas teorías racistas
durante el siglo XIX fue el intento de estudiar el alma a través del cuerpo (Z. Sternhell). Este autor afirma: “Fue precisamente entonces cuando dos ideas adquirieron
gran aceptación en Europa: primera, la noción de que existían diferencias sicológicas
Borja, 1998: 840.
Lalande, 1991: 878.
39
Ryan 1986: 422.
37
38
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intrínsecas entre las diversas razas y, segunda, que sólo las personas que tenían una
misma ‘sangre’ compartían la misma herencia cultural e intelectual. El surgimiento
del nacionalismo ––que implicaba una búsqueda de criterios objetivos para la definición de colectividades nacionales y que concedía gran importancia a la historia y
las lenguas nacionales–– así como la larga lucha contra la Revolución Francesa y la
herencia racional de la Ilustración, contribuyeron a crear las condiciones en las que
el racismo pudo desarrollarse y convertirse en la base de una teoría de la historia y en
una fuerza política”.
El gran sistematizador del pensamiento racista del siglo XIX fue el francés Arthur
Conde de Gobineau, con su obra Essai sur l’inégalite des races humaines (Ensayo sobre
la desigualdad de las razas humanas, 1853-1855), quien señalaba que había tres razas
principales: la amarilla, la negra y la blanca. De estas la blanca era la raza superior
porque tenía las virtudes del amor a la libertad y al honor y cultivaba la espiritualidad. En cambio, la negra era una raza sin inteligencia. Mientras que la amarilla era
materialista, sin imaginación y con una lengua incapaz de expresar ideas metafísicas.
Un pueblo para su realización debe mantenerse inmune a la mezcla con otras razas,
para conservar su “vitalidad”. La raza germánica es según este aristócrata, la más alta
variedad del tipo blanco, superior a todas las otras variedades de razas blancas. En la
raza radican, de acuerdo a Gobineau, todos los valores (o disvalores) no sólo físicos
sino espirituales. La desigualdad de razas es no solamente algo físico sino además espiritual.40 Si bien Gobineau condenaba la esclavitud y no era antisemita, su explicación
de la historia universal, basada en una teoría racial, fue utilizada por el movimiento
panalemán como marco conceptual para su nacionalismo y antisemitismo.
Z. Sternhell41 sostiene que hubo dos pensadores que influyeron directamente en
Hitler. El inglés germanizado Houston Stewart Chamberlien42 y el austriaco Otto Weimenger:43 “Charbeliem creía que los judíos representaban el mal absoluto, mientras
que los alemanes eran el pueblo elegido. El destino de la civilización dependía de la
lucha entre el ario y el semita. La victoria del judío significaría la destrucción de la
civilización; la del ario el comienzo de una revolución espiritual, el final de la presente
degeneración y el nacimiento de una nueva era”.
Ferrater 1969, T. I: 762.
Sternhell, Z. “Anthropologie et politique au tournant du siècle”, en L’Allemagne nazie et le génocide juif, París,
Gallimard-Le Seuil, 1985.
42
Chamberlien, H.S. Die Grundlagen des XIX Jahrgunderts, 1899.
43
Weimenger, Otto. Geschlecht und charakter, 1903.
40
41
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Sobre la Violencia
En el caso del fascismo, L. Incisa lo define como “un sistema político que trata
de llevar un encuadramiento unitario de una sociedad en crisis dentro de una dimensión dinámica y trágica, promoviendo la movilización de masas por medio de la
identificación de las reivindicaciones sociales con las reivindicaciones nacionales”.
Talcott Parsons describe al fascismo como una “reacción a la ideología de la racionalización de la sociedad”. La voz “fascista” proviene del latín fasces, nombre del haz de
varas de olmo o de abedul atado con cinta roja que llevaban los lictores de la Antigua
Roma cuando precedían a los magistrados; esas varas simbolizaban la unidad y la
autoridad. (Wilkinson).
El fascismo como fenómeno histórico paneuropeo se produce en tres dimensiones:
como una ideología, como movimiento político y como forma de gobierno. En el caso
de la ideología fascista, esta tiene antecedentes desde mediados del siglo XIX y principios del siglo XX, en pleno proceso de modernización europea, como una reacción
intelectual contrarrevolucionaria que se produce contra el liberalismo.
Es con la Primera Guerra Mundial y la gran crisis del capitalismo de los años treinta que se crean las condiciones sicológicas, sociológicas y económicas para la generación de movimientos fascistas. Si intentáramos una síntesis de la ideología fascista,
ésta se encuentra caracterizada por ciertos elementos: i) creencia en que las masas
necesitan de un mito para ser movilizadas, con un líder “superhombre”, en el que
expresa y personifica el espíritu, la voluntad y las excelencias del pueblo, identificado
con la nación; ii) un sistema capitalista dirigista y controlado, que signifique el control
de la política sobre la economía, privilegiando el desarrollo de una industria nacional
protegida favoreciendo a los capitalistas nativos, que desarrolle la solidaridad nacional; iii) creación de un Estado totalitario: “Nuestro Estado será un Estado totalitario
al servicio de la integridad de la patria”, decía José Antonio Primo de Rivera, o lo que
Benito Mussolini afirmaba: “Somos... un Estado que controla todas las fuerzas que
actúan sobre la naturaleza. Controlamos las fuerzas económicas” y “todo dentro del
Estado, nada en contra del Estado, nada fuera del Estado”. En tal sentido, el fascismo
es una ideología totalitaria; iv) articulación de la relación entre el régimen fascista
y las fuerzas productivas vía el corporativismo; v) marco ideológico ultrapatriótico,
ultranacionalista y promilitarista. Mussolini en 1924 escribía: “Somos aristócratas y
demócratas, revolucionarios y reaccionarios, proletarios y antiproletarios, pacifistas y
antipacifistas. Nos basta con tener un solo punto de referencia: la nación”; vi) construcción de un nuevo hombre y de una sociedad, con un pueblo coherente unido,
como afirmaba el fascista francés Marcial Deat: “El hombre total en la sociedad total,
sin clases, sin postración, sin anarquía”; vii) la guerra es considerada como un instrumento de la acción política; viii) el fascismo es una ideología de crisis. Como afirmaba
Max Weber, el fascismo “vive y lucha en una atmósfera de crisis”. “Todos los fascismos
se consideran como el último recurso; todos están amenazados en un mundo hostil,
en un estado de sitio en el que la autosuficiencia material e ideológica es la única
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Nación, Estado y Nacionalismo Violentista
esperanza”; ix) el fascismo como una revuelta contra el positivismo (G. Gentile).44
Como movimiento político se manifiesta en un gran élan de técnicas de movilización
de masas, con eslóganes de impacto emocional, los simbolismos y los rituales de las
organizaciones paramilitares, los uniformes, los desfiles masivos y la parafernalia de los
movimientos juveniles, manipulación de los medios de comunicación para afianzar el
carisma y el poder del líder. El culto a la figura cuasi sagrada del líder, pieza clave de
la liturgia fascista.
Como forma de gobierno es un sistema totalitario que recurre al recurso de la violencia contra toda fuerza nacional o social centrífuga y conflictiva, en que el partido
se identifica con el Estado, integrando las masas dentro del Estado nacional. En el
caso de Italia, el régimen de Mussolini defendía el apoyo tácito de las fuerzas tradicionales y conservadoras, que las formaban la iglesia, la monarquía, los grandes terratenientes y los intereses capitalistas (Wilkinson). El Parlamento fue sustituido en 1939
por la Cámara de los Fascios y las corporaciones, y la militancia se encuadró dentro
de la milicia voluntaria para la seguridad nacional. Anteriormente en 1927, con la
Carta del lavoro (Carta del trabajo), los sindicatos de clase fueron sustituidos por un
sistema corporativo dirigido por miembros del partido, y se subordinaba los intereses
de los trabajadores y patronos “al progreso económico de la nación”. Las escuelas
fueron utilizadas como centros de adoctrinamiento, exaltando los valores patrióticos
y políticas del partido. Como concluye Zeller Sternhell: “El fascismo constituye uno
de los mejores ejemplos de la unidad de pensamiento y acción”.
Sin embargo, sería engañoso creer que el fascismo en sus nuevas expresiones, como
el caso francés con el Front National, está condenado a pequeñas expresiones políticas, sino que ya luchan por cuotas de poder importantes, en la gran capacidad que
han demostrado para explotar temores y prejuicios populares, como la hostilidad a los
inmigrantes, los prejuicios raciales y religiosos, especialmente antiislámicos, latentes
en países europeos, más aún en periodos de alto desempleo y recesión económica.
El positivismo como vocablo es una contracción de “filosofía positiva”, nombre acuñado por Auguste Comte
(1798-1857), filósofo francés de la política y pionero de la sociología. En sus diferentes formulaciones históricas,
el positivismo se ha basado en dos postulados fundamentales: 1) todo conocimiento acerca de los hechos de la
realidad está cimentado en los datos de la experiencia; 2) más allá del ámbito de los hechos se encuentra el de la
lógica y las matemáticas, que en el positivismo lógico serían considerados ciencias formales puras. El positivismo
rechaza totalmente la teología y la metafísica, en la medida que el orden que se afirme como trascendental no
es susceptible de ser verificado o no por los datos de la realidad. Peter Halfpenny sostiene que: “La primera
filosofía de la ciencia del positivismo lógico ha experimentado tantos cambios como intentos por resolver o
superar sus problemas internos. Los científicos sociales han ignorado casi todos estos intentos, a excepción del
de Popper, un antipositivista declarado a quien, sin embargo, sus críticos consideran un positivista. Ha sido
particularmente aplaudido por presentar como alternativa a la verificación inductiva de las leyes su método
hipotético-deductivo de conjeturar leyes en un primer momento e intentar refutarlas por medio de la prueba
empírica después. Analistas políticos de corte empirista siguen este método cuando someten sus hipótesis a
pruebas de significación”.
44
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Sobre la Violencia
En el siglo XXI, ¿tiene significado el concepto de
los modernos sobre el Estado-nación?
Resulta evidente que el creciente proceso de mundialización o globalización ha
afectado el margen de maniobra de los Estados-nación y su proclamada autonomía,
pero creemos que el nacionalismo no es una ideología que ha perecido con dicho
proceso. La formación de estados supranacionales, como la Unión Europea, demuestra
que no son incompatibles los procesos de existencia de los Estados-nación con los
procesos de integración económica y política. El sentimiento de los franceses de
pertenencia a la patria francesa, su sentido histórico de orgullo nacional, no es algo
que haya cambiado con el euro o la interacción en múltiples dimensiones que se
producen con alemanes, belgas, españoles o italianos. No necesariamente se observa
una contradicción entre los estados nacionales (que quieren respeto a la dignidad e
identidad de sus pueblos) y la creciente interacción entre culturas de diferente signo.
Para situarlos en otros términos, la Sociedad-Planeta, especialmente la civilización
Occidental (y sus subsistemas afines o de círculos concéntricos) ha ido construyendo
por procesos de convergencia, de lo éticamente más aceptable y racional, valores
universales en medio de culturas diferentes y particulares. La peruanidad, en este
caso, no es algo opuesto a la mundialización de esos valores y de los procesos de
interdependencia ––aunque desigual–– en la política, la economía, las finanzas y la
posibilidad de institucionalidad de estados supranacionales. Si bien es cierto que hoy
existe una soberanía relativa en relación con las ideas de las soberanías a la antigua o
“manto de doctrinas de soberanías atrasadas”,45 en que los mecanismos y decisiones
supranacionales, en algunos casos, desbordan la toma de decisiones del Estadonación. Y que un nuevo tipo de intervencionismo se va imponiendo en los hechos de
parte del país más poderoso del planeta: los Estados Unidos (que tiene un resonante
nacionalismo). Stephen Steclman define el nuevo intervencionismo estadounidense
como: “Son los que ven con malos ojos el principio de autodeterminación de los
pueblos. Ven, en la soberanía de las naciones, un demonio oscuro que conspira” contra
su concepción de lo que deberían ser los países de otras civilizaciones en términos
políticos, económicos y de valores democráticos y humanistas.46 Un ejemplo de esta
forma de intervencionismo en el 2003 ha sido Irak, y seguramente no será el único. En
el que los argumentos expuestos como justificatorios de la intervención pueden o no
tener validez, sino que lo significativo y sustancial era derrocar a un régimen político,
en el ejemplo citado.
Dror, Jehezkel, “Liderazgo político visionario: sobre cómo mejorar un requisito arriesgado”. Tomado de
International Political Review, Vol. 9, No 1, 1988, traducción Fundación Friedrich Ebert, Lima, 1993.
46
Cit. en Tudela, Francisco. “Los nuevos intervencionistas”, El Suplemento, Expreso, Lima, 6 junio 1993.
45
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Nación, Estado y Nacionalismo Violentista
Desde otra perspectiva es evidente que la existencia de los estados-nación es un
obstáculo al libre mercado único mundializado, porque pugnan por mantener un
margen de maniobra política. Por eso las críticas de autores como Ulrich Beck ,47
que se han desarrollado frente al globalismo como ideología neoliberal del absoluto
dominio del mercado mundial sobre cualquier otro aspecto democrático y cultural, y
a la globalización como ideología y nuevo paradigma autorregulador de un proceso
de crecimiento asegurado sobre la base del libre mercado. Esta construcción ideológica nos plantea que la economía sólo debe ser regulada por ella misma; el laissez
faire globalizado por las multinacionales, los bancos, las compañías de colocación de
fondos de inversiones, los bufetes de abogados y las agencias de rating. El sugerente
filósofo y sociólogo alemán Beck nos dice que la globalización debe ser tratada como
referencia esencial de la modernidad reflexiva, como fase y paso determinante del
Estado-nación propio de la primera modernidad industrial a una sociedad más abierta a las nuevas formas de vida democráticas, a la invención, que corresponderían a
una segunda modernidad, que sea capaz de generar un Estado transnacional con la
capacidad suficiente de darle un contenido racional al globalismo, es decir la globalidad como proceso irreversible, multidimensional, policéntrico, contingente y con un
componente básico de gobernabilidad. Este es y será el desafío de la humanidad en
la era virtual, del infocapitalismo, el conocimiento y las tecnologías de información,
donde la globalización hasta la fecha ha producido ganadores y perdedores, países
globalizantes y globalizados, en el que uno de los grandes retos es también asegurar la
equidad planetaria.48
Javier Tantaleán Arbulú
Coordinador académico de nuestra Maestría de Gobernalidad. Ingeniero civil por la UNI, licenciado en
Economía en Lovaina, magister en el Centro Universitario de Amberes, doctor en París IV, la Sorbona,
y en la Universidad de Grenoble. Ha sido profesor de postgrado y pregrado de la Universidad Nacional
de Ingenieria, Universidad de Lima, San Marcos, Federico Villareal, Continental de Huancayo. Fue
consultor del BID-PNUD en Armenia, Georgia, Chile, Paraguay, República Dominicana y Perú. Fue
jefe con rango de ministro del Instituto Nacional de Planificación del Perú. Fue Embajador ante la FAO.
Ha escrito diversos libros, Emprendedores populares. Diálogo con Pablo Macera, Lima, IDESI, 2001. Su
obra científica suele atravesar las disciplinas académicas y de ahí su monumental Pirv, Espacio, economía
y poder, 12000 ac a 1572 dc, Tres tomos, Fondo Editorial del Congreso, Lima, 2002, vasto esfuerzo
comparativo de civilizaciones andinas que llega a las l466 páginas, con innumerables cuadros de cotejo
y que es obra de decenios de dedicación de su autor. De necesaria lectura para saber no solamente qué
es nuestra historia sino qué han dicho los mejores historiadores nacionales y “peruanistas” y diversas
escuelas de interpretación sobre la misma.
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Beck, Ulrich. ¿Qué es la globalización?, Barcelona, Paidós, 1998.
Streeten, Paul. ¿Quién gana y quién pierde con la globalización?, Washington, BID, 1996.
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