La Declaración de Paracas

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a4 Opinión
EL COMERCIO miércoles 13 de octubre del 2010
“Promovemos la inversión privada en un modelo de economía social de mercado, competitiva y responsable. Sin
embargo, ante accidentes tan nefastos como el de BP en el Golfo de México tenemos que enfatizar la necesidad
de proteger tanto el ecosistema marino cuanto la calidad de vida de los ciudadanos y de los espacios naturales en
zonas densamente pobladas como la costa limeña”. Editorial dE El comErcio / 18 dE julio dEl 2010
editorial
La Declaración de Paracas
S
on auspiciosas las conclusiones de la Tercera Reunión
Ministerial de los Océanos del Foro de Cooperación
Económica Asia - Pacífico (APEC), que se desarrolló en
Paracas (Ica) con la participación de 16 países bajo el
lema “Océanos saludables y ordenación de las pesquerías para
la seguridad alimentaria”.
Lo más destacado de la llamada Declaración de Paracas es el
compromiso de los miembros de incluir en su agenda la búsqueda de mecanismos para promover la cooperación en la investigación de los océanos y en la reducción de la contaminación
marina. El objetivo final es proteger la salud humana, lograr beneficios sociales y económicos, y contribuir a la seguridad alimentaria en la región.
Con coherencia y ánimo pragmático, se ha acordado enviar
las conclusiones a las próximas reuniones de la APEC, de jefes
de Estado y de Gobierno, que se celebrarán en Japón en octubre
(sobre seguridad alimentaria) y noviembre, para promover debates y políticas concretas en tal sentido.
Había que hacer algo de modo urgente. Como bien ha dicho el
ministro peruano de la Producción, Jorge Villasante, los océanos
están en crisis por el cambio climático, la destrucción de determinadas prácticas pesqueras, el aumento de la pesca ilegal y la
sobreexplotación.
El tema de la sostenibilidad de los océanos cobra así la prioridad que merece y venía siendo reclamada no solo por grupos
ecologistas, sino también por pescadores y representantes de comunidades costeras, y, en general, por la sociedad civil, hastiados
y afectados por el abuso de recursos marinos.
Celebramos este positivo cambio de mentalidad que ha llevado a los ministros de la APEC a comprometerse a compartir información sobre estos ecosistemas y los efectos del cambio climático
en ellos, en la pesca y la acuicultura. Se ha acordado también
redoblar esfuerzos para conservar los ecosistemas marinos de
Asia y el Pacífico, y mejorar los certificados ecológicos y de salubridad de las exportaciones pesqueras, lo cual está directamente
vinculado con la seguridad alimentaria.
El futuro de la alimentación mundial depende, en gran parte,
del equilibrio y de los recursos de los océanos, por lo que podemos decir que somos un país afortunado al contar con dos mil
kilómetros de franja costera al Pacífico. Más aun, nuestro país
ha dado un gran paso al crear las reservas de islas y puntas guaneras, por su importancia fertilizadora del fitoplancton, base de
la cadena alimenticia, lo que seguramente fue considerado por
los organizadores al decidir hacer esta reunión en Paracas. πππ
Gore y nuestro
deber con el planeta
“
Bush dijo una vez que hay que elegir entre economía y
medio ambiente. Pero esta es una dicotomía falsa. Si no
tenemos planeta, no tendremos economía”. Esta contundente frase resume el pensamiento de Al Gore, ex
vicepresidente de EE.UU. y Premio Nobel de la Paz 2007, quien
visita Lima y dará hoy la conferencia “Pensando verde” en el
Primer Encuentro Medioambiental 3R3: Hacia un Perú Verde.
Gore, uno de los pensadores más influyentes en temas ecológicos, se comprometió hace años a demostrar el peligro que
corremos si no empezamos a preocuparnos por la viabilidad de
nuestro planeta. Esta preocupación lo impulsó a publicar “La
Tierra en peligro” (1992), donde plantea una revolución ecológica y producir el documental “Una verdad incómoda” ( 2006).
Su visita debe servir como un llamado a las conciencias sobre
los gravísimos riesgos del cambio climático, manifiestos en el
deshielo de glaciares, pérdida de fuentes de agua, nuevas plagas,
etc. Los mayores emisores de gases de efecto invernadero (GEI,
entre los que sobresale el dióxido de carbono) son los países industrializados, que deben asumir su responsabilidad y adoptar
políticas y tecnologías para disminuir sus emisiones. Es hora de
enfrentar el dilema planteado por Gore: ¿Si defendemos una
economía insostenible, nos quedará planeta para vivir?
πππ
el nobel de literatura visto desde los literatos
Una oposición necesaria
Mario pasionario
Jorge
Edwards *
Julio
Ortega
Escritor
R
obo tiempo a la diplomacia y a sus diversas y desconocidas servidumbres
y escribo algunas líneas sobre el
Premio Nobel de Mario Vargas
Llosa. Como lo he dicho algunas
veces, conocí a Mario en París en
unos programas en español de
la radio francesa, a mediados de
1962. Ni siquiera sabía que era
escritor, pero sus reflexiones sobre la literatura, exaltadas, provocativas, siempre divertidas,
me sorprendieron desde el primer minuto. Me acuerdo de sus
argumentos, pero también de sus
gestos rotundos, sus miradas, su
tono de voz persuasivo, tajante.
No tenía el menor respeto por las
teorías literarias de uso habitual
en esos años del nouveau roman
y de los análisis estructurales. Se
instalaba en la oposición, y después encontré una frase en la que
Balzac afirmaba que pertenecía a
la oposición que se llama la vida.
Ahora, de vuelta en París,
no demasiado lejos del departamento destartalado donde
escribía “La Casa Verde” en una
máquina de escribir vieja, junto
a resmas de papel en blanco y debajo de un mapa de los lugares del
relato, siento la emoción de todo
el asunto: una vuelta en círculo,
un reencuentro con el pasado,
un acto de renovada adhesión a
la aventura literaria. Me sorprendían en el Vargas Llosa de entonces, todavía me sorprenden, sus
nociones literarias enteramente
personales, autónomas, ajenas a
los lugares comunes de la crítica o
de la moda. Predominaba en esos
años la novela sin acción, de pura
atmósfera, de lenguaje moroso,
intransitivo. Mario, indiferente,
dotado de una seguridad intelectual singular, caballero andante
de la literatura, intentaba hacer
exactamente lo contrario. Sus
héroes, para no hablar de modelos, eran Gustave Flaubert y Joan
Martorell, el autor de “Tirante el
blanco”. A Mario le interesaba
apasionadamente la acción, el
héroe mítico, la creación de mundos ficticios enfrentados, contrapuestos al mundo real.
Compruebo en este momento que sus fobias y sus rechazos
eran similares a los de su maestro
Flaubert, autor de un diccionario
de tonterías y uno de lugares comunes o, en su versión francesa,
‘ideas recibidas’. Otra de sus pasiones era el Alejandro Dumas
de “Los tres mosqueteros”. Otra,
las películas estadounidenses del
Oeste, “El álamo”, sobre todo, y
“A la hora señalada”. Toda señora
enterada hablaba en esos días de
Ingmar Bergman o de Federico
iluStraCión víCtor aguilar
Fellini, pero el joven Vargas Llosa
se encogía de hombros y probablemente ocultaba su gusto por
la contradicción.
Carlos Barral le dijo una vez,
en presencia mía, que la literatura era puro lenguaje. Mario no
necesitó más de un segundo para
contestarle que estaba en entero
y total desacuerdo. La opinión de
Carlos, acostumbrado a hablar en
forma exploratoria, contradictoria, conjetural, representaba la de
los círculos editoriales más refinados, la de los que daban el famoso
y exclusivo Prix Formentor. La de
Vargas Llosa era el exacto reverso
y sonaba a contracorriente. Pues
bien, ha escrito y pensado a contracorriente durante ya medio
siglo y ha ganado su apuesta. De
aquí a Penco, para decirlo a la chilena. Agrego algo más: su intensa,
exhaustiva, militante admiración
por Flaubert, que lo condujo a escribir “La orgía perpetua”, era al
mismo tiempo un manifiesto personal, un rechazo de la mediocridad, un odio a la mezquindad pequeño burguesa.
Me llega la noticia del premio
cuando leo, en mis escasos ratos
libres, la correspondencia del
Flaubert de los años 50, la escrita desde las orillas del Nilo, ese
río vagabundo, según su amigo
Louis Bouilhet. Era, en buenas
cuentas, y lo fue hasta el final de
su vida, un independiente, un
espíritu libre, un insobornable,
y Mario asimiló esa lección flaubertiana en profundidad. Por eso
desconcierta a las personas que
tratan de ponerle una etiqueta
literaria o una clasificación política fácil. Su Nobel podría interpretarse como el triunfo de la
literatura sobre la política, pero
también como afirmación de la
literatura en calidad de forma
política superior. En medio del
hormigueo, de la multiplicación
general de la mediocridad, es un
estímulo formidable. Una oposiπππ
ción necesaria.
Crítico literario
H
ace tiempo que he propuesto que la obra de
MVLL se puede leer como una arqueología del mal. Su
famosa primera línea de “Conversación en La Catedral” (“¿En
qué momento se jodió el Perú?”)
se traduce bien en cualquier habla nacional (“¿En qué momento
se chingó México?”, por ejemplo)
porque corresponde a la genealogía del origen del malestar. Aunque viene de más lejos, esa visión
deriva, entre otros, de Octavio
Paz y su noción agonista de que
somos hijos de una ‘violación histórica y existencial’. De modo que
la frustración nos define por un
mal de origen, que nos destina al
fracaso. Esta visión catastrofista
de América Latina, muy fuerte en
los años 50, fue contestada puntualmente por el utopismo de los
años 60, pero la frustración de los
proyectos nacionales pronto nos
devolvió al escepticismo. Aunque Mariátegui recomendaba
escepticismo de la inteligencia
y optimismo de la voluntad, lo
cierto es que los peruanos tene-
mos una excesiva intimidad con
el descreimiento. Hasta la palabra ‘yo’ nos resulta un énfasis
de estilo. Pero la obra de Vargas
Llosa es, además, un exorcismo.
No solo la ilustración de la debacle social y política sino su purgación, sacrificio y conjuro. Funde
el agudo análisis de Voltaire a la
furia descarnada de Dostoievski. Su radical escepticismo tiene
fuerza política porque denuncia
el poder corruptor que, como en
el gran realismo del siglo XIX, es
intrínseco a la sociedad misma.
No es casual, por ello, que haya elaborado la tesis de que todo
artista es hijo de un desgarramiento. Esa extraordinaria deuda de origen define al escritor,
que busca saldarla, nos sugiere,
con renovado entusiasmo por la
agonía de la purga. Los escritores
felices, concluimos, no escriben
buenas novelas; en cambio, los
desdichados desdicen el decir de
que estamos mal hechos.
De allí el extraordinario regusto en la derrota irredimible
de personajes magníficos, cuyas
heridas y cicatrices configuran su
verdadero cuerpo heroico. Estos
personajes viven el arrebato de
su propia derrota, hasta convertirse en esperpentos deshuma-
nizados. Se diría que MVLL ha
explorado el asombro del dolor,
que nos abre la mirada al horror
despupilado de una verdad intolerable. Se trata de las estaciones de la pasión, sin consuelo ni
promesas, del peregrinaje del
hombre (el “hombre pobre” vallejiano, desamparado de los discursos reparadores), una y otra
vez caído en su vía crucis social.
Si en el lenguaje de Vallejo, Dios
agoniza; en el de Vargas Llosa se
ha ausentado definitivamente, y
somos, como en la obra de García
Márquez, “huérfanos de nuestros
propios hijos”.
Aunque muchos de sus lectores hemos lamentado sus ideas
políticas, hay que decir que Mario no solo ha sido un formidable
antagonista, cuya obra está a la
izquierda de su política; si no que
ha mejorado el debate apasionado por las ideas y las certezas de
la pasión. Al final, más allá de las
posturas de la hora, esa vehemencia recorre su vida pública tanto
como su escritura. Quizá, en una
figura barroca de la agudeza, se
pasó al otro lado de su obra para
tolerar los demonios que la dictan.
En una época corrompida por
el egoísmo, diezmada por los poderes mediocres, donde ya no se
reconocen valores sin precio, la
obra de MVLL es un fuego de la
tribu, que alumbra la noche neπππ
gra del mundo en español.
humor profano
Por Molina
*Tomado de El Mercurio de
Chile, GDA
rincóndelautor
Abelardo Sánchez León
Vargas Llosa y él
M
ario Vargas Llosa vive
una curiosa escisión:
la gente lo ha dividido
en dos. En primer lugar, entre el
escritor y el político; después,
entre la persona más disciplinada del mundo y quien goza de las
bondades de la vida; por último,
la gente lo anda comparando innecesariamente con García Már-
quez. La merecida obtención del
Premio Nobel lo ha reunificado,
ha colocado las piezas en un todo
grande y generoso y por fin aparece como la persona de una sola
pieza que es.
Sin embargo, curiosamente,
tiene dos facetas no tan conocidas por el gran público: su vida
privada y su producción teatral.
Su capacidad de trabajo sí es conocida y valorada por los peruanos. Esa noción
de que el talento es producto del esfuerzo cotidiano y no de la cómoda genética
Como casi siempre ha vivido largas temporadas en el extranjero,
los peruanos no tenemos una visión cercana de él, e ignoramos
que se trata de un escritor muy
generoso con sus colegas y que
a pesar de su férrea disciplina ha
vivido intensas aventuras literarias, amorosas y con sus amigos.
Haberse fugado y casado, menor de edad, con su tía Julia, me
parece un cuento digno de Jack
London.
Respecto a su producción
teatral, recuerdo haber visto
el montaje de “Los cachorros”
en el antiguo local del TUC. La
adaptación del relato pasaba a
las tablas con total naturalidad.
Después vi en el teatro Marsano
el montaje de “La señorita de
Tacna”, con Norma Aleandro
interpretando a uno de sus personajes más entrañables. Luis
Peirano puso en escena tres de
sus obras: “La Chunga”, con la
recordada Charo Velásquez,
Alberto Isola y Delfina Paredes,
“Ojos bonitos, cuadros feos” y
“Al pie del Támesis”. Considero
que todas estas puestas en escena, en Lima, lo han acercado a su
público, pues siempre estuvo en
los estrenos, pero sobre todo en
los ensayos, donde asumía una
conducta de alumno aplicado.
Esa es la visión que de él tiene
Luis Peirano: atento, escuchando, apuntando las indicaciones.
Su capacidad de trabajo, más
bien, sí es conocida y valorada
por los peruanos. Esa noción de
que el talento es producto del esfuerzo cotidiano y no de la cómoda genética. Esos catorce minutos previos a la noticia oficial del
Nobel, por ejemplo, están plasmados en una espléndida crónica que envía, desde Nueva York,
como parte de su compromiso
adquirido con diversos diarios.
Ni la euforia pudo sacarlo de su
rutina creativa. Podemos considerar ese texto como su primera
gran obra después del Nobel. Felizmente, hay Mario para rato.πππ
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