Informe Presidencia FECODE

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SEMINARIO JUNTA DIRECTIVA NACIONAL
INFORME DE PRESIDENCIA
Bogotá, D.C. 17 de Mayo de 2016
HABLEMOS DE PAZ Y DE OTRAS COSAS
Una pedagogía para la paz implica, ante todo, el ser capaz de decirnos todas
las verdades que nos debemos. Sólo después de ello podrá ser el olvido y la
consecuente reconciliación. Esta sería la condición de lo que pueda llamarse
una buena educación ahora.
Queremos pensar como cierto que avanzamos en un proceso irreversible hacia la
construcción de la paz. Terminando la semana anterior, gobierno y Farc
acordaron un mecanismo ofrecido por la normatividad internacional para blindar
los acuerdos a que finalmente se llegare en La Habana. Tal mecanismo implica
introducir tres modificaciones al proyecto de acto legislativo que va para séptimo
debate en el Congreso y que crea el procedimiento especial legislativo para el
proceso de paz. Antes de eso, Uribe ya se había declarado en resistencia civil.
Bueno sería preguntarle: ¿cómo podríamos declararnos también, muchos
colombianos en “resistencia civil” contra él y sus obsesiones demenciales?
Pareciera, entonces, que nos encontramos en la antesala de la firma de un
acuerdo gobierno- guerrilla que luego deberá ser refrendado por todo el Estado y
que muchos esperamos sea duradero y fructífero, aunque nuestro escepticismo
tenga fundamento no sólo en Uribe, el procurador y los demás que se ponen
detrás de ellos, para aguarnos la fiesta, sino también, en el propio presidente a
quien parece que le resulta imposible hacerse mínimamente confiable.
Y, no obstante, la coyuntura política sigue siendo, por lo menos, desconcertante.
El presidente dice querer la paz, pero demuestra tener una visión muy recortada
de la misma, como parece ser la visión de todo, o casi todo, el “establecimiento”,
que se pone de presente en sus reiteradas manifestaciones sobre el conflicto,
reducidas, por lo general, a tratar de poner a la guerrilla como, prácticamente los
únicos causantes de la guerra y de las muchas otras muertes o afectaciones
producidas en razón de la misma.
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Todos los colombianos deberíamos saber cuál ha sido la razón de esta cruenta
guerra que casi nos consume, aun cuando pareciera que, desde siempre, hemos
estado en ella. Perdón y olvido entre los hijos de una misma patria no se puede
lograr echando tierra al pasado como pretenderían los que han sido, principales
usufructuarios de la violencia. Muy bueno sería, p.ej., que Uribe le contara al país
como es que él y los suyos se hicieron terratenientes, pero también temibles. Y, la
misma pregunta podría hacerse a muchos otros que concurren con él en la
defensa del sagrado derecho de propiedad que, en realidad, lo poseen y lo
ejercen, más bien pocos en éste país que, en últimas y supuestamente, es del
Sagrado Corazón
No son pocos, valga decirlo, quienes encuentran inexplicable que el gobierno, a
pesar de todas las reticencias, haya tenido que sentarse a conversar con la
insurgencia, porque lo que se les dijo siempre o, casi siempre, fue que se trataba
de bandoleros y/o criminales que mataban por matar, pretendiendo desconocer la
existencia de una realidad plagada de injusticias, plasmadas en la sangrienta
repartija de los bienes y las tierras de este país que se hizo en muchos casos a
machete blandido o descargas de fusilería para desposeer, después que a los
indígenas, a la mayoría de quienes estaban repoblando el territorio de la nación.
Ahí está también uno de los por qué de la mediocridad de nuestra educación,
hecha o configurada, principalmente para el olvido y el silencio, antes que para el
reconocimiento de nuestra realidad.
Ese engaño, sostenido en el tiempo y propalado por casi todos los medios que
coadyuvan, con la desinformación que contribuyen a crear, ha conseguido que
para muchos la mentira pase por verdad o que, por la ignorancia que prevalece,
pueda convertirse en una especie de “verdad” que, en el momento por el cual está
pasando el proceso de negociación, puede ser aprovechada por algunos
enemigos de la paz, para ponerle zancadillas al mismo, tal como lo hacen un
expresidente y sus secuaces. Pero, en el estado actual de las negociaciones, si se
quiere, realmente, terminar con el enfrentamiento, bien valdría que el gobierno, por
boca de su máximo representante le cuente al país sobre los verdaderos móviles y
desenlaces de la guerra, a fin de cuentas, él también fue militar. Es hora, señor
Santos de dejar de actuar como Garrid y asumir en representación de toda esa
parte de la sociedad beneficiaria del engaño, por tanto tiempo sostenido, el dar la
cara y poner, como se dice coloquialmente, las cosas claras y el chocolate
espeso.
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Parece que no puede tener lugar en la cabeza del presidente, el entendimiento de
que la paz no va a ser posible, mientras él y su clase, sigan pensando el país todo
como la bodega de sus haberes, incluidos en ellos, el resto de las personas. Sus
actos y los del gobierno que preside, así como de aquellos a quienes representa,
en casi todo, resultan ser una negación de sus palabras. Por ejemplo, si los
patronos, en su mayoría, realmente quieren la paz, ¿cómo es que a los
empresarios se les ocurrió concurrir a la mesa de concertación laboral con datos
engañosos?, ¿cuánto tiempo llevan repitiendo esa operación? Y ¿por qué no
podía ocurrírseles – tanto a los patronos, como al gobierno mismo, como
corresponsable- para recuperar confianza en el seno de la sociedad, resarcir a los
trabajadores por el engaño infringido? O, ¿cuál es el as que, bajo la manga, lleva
oculto el trajinado jugador para engañar a todos?
Frente a esa realidad nacional que proponemos considerar, es preciso, también,
analizar hoy, otra realidad que se configura en el mundo de los trabajadores
cuando las plantas industriales o centros fabriles, que otrora conocimos, se van
haciendo cosa del pasado y desapareciendo con ello, los grandes contingentes de
obreros, unidos por la camaradería derivada de la concurrencia en un mismo lugar
de trabajo y muchos, en el enfrentamiento y rechazo del oprobio. El magisterio, los
trabajadores de la salud o de la justicia, entre otros, persisten todavía, muchos de
ellos, en el empeño de no caer “degradados” al peonazgo reservado para quienes
no tenían más que su fuerza física para someter a la explotación laboral.
En la medida en que se dieron esas y otras transformaciones, se debilitó en los
trabajadores la capacidad de unirse para luchar por sus legítimos derechos, en
parte, porque estos empezaron a ser vistos como derechos diferenciados y dados
en razón de las “virtudes” o conocimientos – capacidades, competencias o como
se las quiera llamar- adquiridas. Declinó entonces la solidaridad, se incrementó
una lucha por el posicionamiento como trabajadores cada vez más especializados,
o por lo menos, cada vez más afines con los intereses del patrón, con lo cual
fuimos quedando expuestos al despedazamiento de la especie, principalmente por
ella misma.
Es en tales condiciones que nos encontramos hoy cuando estamos a punto de
que se produzcan nuevas e inimaginables transformaciones, más profundas aún
que las hasta ahora conocidas y con las que apenas nos estamos habituando,
transformaciones que nos van a hacer, todavía, más extraños y hostiles entre
nosotros mismos.
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En lo que nos atañe de manera más directa, podemos estar viviendo ya el último
ciclo de la escuela que conocemos, y, avanzando, aunque todavía lentamente,
hacia una nueva escuela que ya se va destacando por no ser una escuela
que afirme la nacionalidad, ni que invoque la solidaridad o cualquiera otra de las
características que pudimos perseguir como cohesionadoras de la especie. Esa
nueva escuela aparece, por lo pronto, como propiciadora de otro orden de
relaciones marcadas por una inimaginable circulación del conocimiento y/o
información, de cuyo uso bien podrían derivarse otro tipo de solidaridades e
identidades. El conocimiento, o mejor, la transmisión de la cultura por las
generaciones precedentes a las nuevas generaciones, ya no será el oficio del
maestro que actualmente es, quien se va diluyendo poco a poco, reemplazado por
un interlocutor de muchos rostros y lenguajes que, desde la diversidad cultural,
informa y forma un sujeto polivalente y polifacético, pero sin rostro propio, ni
nacionalidad definida.
Parece ser hacia algo así como lo descrito, el horizonte que se perfila para
nuestras vidas. Si será la iniquidad o la emergencia de solidaridades más
esperanzadoras lo que caracterizará el futuro de la especie es algo que, desde ya
está en las manos de las nuevas generaciones, no de nosotros que solo fuimos
capaces de destrozarnos y dejarnos destrozar por nuestras ambiciones, los
miedos y los egoísmos que, en razón de nuestras propias inseguridades
cultivamos.
Sigamos diciendo pues que, por ahora, sólo podemos admitir que estamos en un
proceso conducente a la desmovilización de las insurgencias, y pensemos que,
más por la propia convicción de estos, en cuanto a que la vía armada ya no es una
opción, que por haber recibido de parte del gobierno, señales suficientes de
confiabilidad, vamos a tener paz, aunque nada este resuelto, ni siquiera después
de las firmas. Pero, en todo caso, y ya no depende de ellos, la solidez de la paz
que podamos construir, dependerá de la suma de verdad que, entre todos
podamos aportar, sobre lo que ha sido nuestra historia.
Así las cosas, construir una educación para la paz, implica, el poder desplegar, en
esas condiciones un saber pedagógico que, robustecido por la adversidad, sepa
rescatar lo mejor de nosotros como seres humanos.
En el terreno de las acciones inmediatas y delas tareas por concretar en el
accionar político y gremial de FECODE debemos decirles que avanzamos en el
cumplimiento de tareas acordadas, así:
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1. La construcción de una política educativa que se condensa en:
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La construcción de “Escuelas como territorios de paz” con lo cual
pretendemos hacer un aporte importante para apoyar la afirmación de la
paz en el pos-acuerdo.
Para resistir la contrarreforma impulsada desde el gobierno central para
anular la ley 115 /94
Para enfrentar las pretensiones de imposición de políticas exógenas,
condensadas en programas diseñados por la OCDE que como el Índice
Sintético de Calidad, Ser pilos paga y el Programa de Alimentación
Escolar (PAE), tienen como trasfondo el recorte de los derechos básicos
de aprendizaje.
2. Avanzar en la lucha por defender para los maestros y el conjunto de los
trabajadores, una política de salud tendiente a superar la crisis estructural
del sector, en el marco de la cual se ha pretendido imponer la idea de la
salud como un servicio y no como un derecho. En nuestro caso,
defendemos nuestro régimen especial, blindado con un modelo de
contratación que garantice que lo que se contrate se cumpla y se concrete
en la dignificación de la salud para los maestros y su familia.
3. Hemos logrado avanzar para que “evaluación con carácter diagnósticoformativa”, en un proceso que concluye el 31 de Mayo, produzca
resoluciones que saldrán en Junio con retroactividad al mes de Enero. Con
ello se derrota la evaluación de competencias, manejada como evaluación
sanción, logrando más bien, una evaluación de aprendizaje y de
construcción colectiva, rompiendo con ello, la unilateralidad del gobierno. El
decreto con el cronograma para el resto de compañeros del 1278, se
expedirá en junio como se había acordado.
4. Seguiremos luchando por el Sistema General de Participación (SGP)
acompañados de la CUT, el sector salud, los ambientalistas y los
viviendistas.
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