año xvii madrid 7 de mapzo de 1899 núm. 9.

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AÑO XVII
NÚM. 9.»
MADRID 7 DE MAPZO DE 1899
PBECIOf DE SUSCRIPCIÓN
CONDICIONES
Redacción y Administración
D i u í i í f í ' l " ' ' ^ P " " " ' " " ^ « t r e , - E n Piovincias tspañolas io._Rev i i i r ; . . / ; V r " ' " " ° * ' ' " ' » "Mtal, » pesos trimestre.—Estados, Pro
rucias o Dtpartamentos « - t o trimestre.—Número suelto i peseta
CALLE DE SAN MARCOS, 3, BAJO
Est ilustración se publica los días 7, 14, 13 y 3o, dándose tam bMa
figurines.—Suscripción adelantada.
CLOTILDE PERALES, PRIMERA TIPLE DEL TEATRO DE APOLO
98
EL ÁLBUM IBERO AMERICANO
SUMARIO
T E X T O : Crónica parisiense, por Antonio
Ambroi.—Gente
conocida, por B. García M\IT. —Pequeñas industrias, por Carlos
Ossorio y CaWndo.-Portugueses
célibres, por Tello Téllez.
—La mujer (continuación), por R. de la Huerta Posada.—
Cuentos brevts: La pantera negra, por Miguel Provins.—£¡
juramento, por Miguel Sánchez Pesquera.—l/ási'caJ»/a iV<2/ a r a / í z a , por Maximiliano Hardisson Espou.—Sr. Director
del
ÁLBUM IBERO AMEKICANO, por
T'burcio
Navas
Pérez—
Cantares, por José Yrxíe\i. — VarieJadet.-Nuestros
grabados.
por La Rtáícción.—Nota
fúnebre.—Anuncios
GRABADOS: '.lolilde Perales, primera tiple del teatro de
Apolo. - Un día de caza en Olmedo.—Marina, por Carcedo.—
Aprendiendo á rezar.—Una valenciana.—Ei emperador Carlos V presentando á Francisco I la duquesa de Alencón.—Tipos populares: la castañera.
CRÓMICA P_ARISISNSK
Los fuaerales.-La
viuda y 1» huérfana.—El
incidente De-
rouléde. —Nada.—Modas.
^OK Última vez quise saludar aquel que
se llamó Félix Faure, y atravesé los
salones enlutados, cuyas estatuar estaeir¿-% ban cubiertas con sombríos crespones.
Un público numeroso desfilaba silenciosamente
ante aquel severo catafalco, mientras á lo lejos
oíanse los lúgubres graznidos de unos cuantos
cuervos, anidados en los jardines del Elíseo, pajarracos menos avisados que los gansos del Capitolio y más tétricos que los pavos reales amados
por Carnot.
El cadáver de Félix Faure ya es el segundo
que ha visto partir para la tumba este Palacio
del Elíseo, magníficamente decorado con sus ne
graa y plateadas colgaduras; los demás presideatee sólo pasaron por allí: á él trajeron el cuerpo
bárbaramente mutilado de Carnot; sólo Félix ha
muerto en aquellos salones.
La historia tiene á veces muy treatrales aspectos.
Este Paria, cuyas ventanas ostentan hoy millares de banderas á media asta, envueltas en
negras gasas, cual lazos de crespón en las espadas; este París respetuoso y descreído, mira como
por una antítesis eterna, los pelados árboles de
BUS avenidas cubiertos con una cabellera multicolor de las serpentinas y por esas calles aún tachonadas de confetti, desfila el imponente y fúnebre cortejo del primer magistrado de la República .
Acá y allá, en el fondo de los alegres anuncios
cromolitrográficos, las figurinas de Pal y de Chéret amarillas como el oro y azules como el cielo,
destacándose atrayentes, llamando al público, indicándole la próxima veglione de la Opera.
Y el cortejo marcha leiitamente y la muchedumbre llora ó admira y los carteles anuncian
. los bailes de máscaras.
He ahí el símbolo de nuestra vida moderna:
las más rudas pruebas podrán abatirnos un efímero minuto; pero el espíritu necesita espansión:
los parisienses que hoy vierten una lágrima sincera, reirán mañana locamente allá en el suntuoso foyer de la Opera y, como dijo el otro, no solamente el baile sino la bacanal podrá continuar.
dolor de una esposa y una hija, obligadas al
melancólico abandono de aquel palacio, lleno de
piadosos y eternos recuerdos.
Muchas veces se ha dicho que la señora de Faure, mientras el Congreso de Versalles hacía de
su esposo el elegido, rezaba fervorosamente para
que tal honor se alejara; la buena señora llegó al
Elíseo sintiendo las intimidades perdidas, con
los presentimientos de un corazón sensible y, á
pesar de su elevado rango, siguió siendo una mujer sencilla y buena.
Lucía, la hija del Presidente, ha cobrado más
relieve rodeada de tantos esplendores; pero débelo
á su inteligencia y sobre todo á su actividad moral y á BU amor por los pobres. Por algo ha podi.
do decirse que la hija formaba el corazón del
padre.
Por eso mimo, ¡cuan dolorosa esa salida de un
palacio que se halla ligado con tantas f atalidadesl
Por mucho que desdeñemos las cosas, sin creerlas ni adoptarlas; esas cosas nos mecen, pene
tran en nuestra vida, reaccionan y cuando teñe
mos que separarnos de ellas el dolor despierta
nuestro cariño.
Separarse de aquello en que vivió un ser querido, es perderle segunda vez.
Ahora que la viuday la huérfana han franqueado definitivamente aquellos dorados umbrales,
]qué cruel sensación de verdadera soledad, qué
silencio y qué amargura de haberse visto forzadas
á dejar allí todo lo que hubiera sido altar del culto de una memoria imperecederal
¡Pobres mujeres! Constantemente BU fiel pensamiento verá la mesa aquella donde él trabajaba,
aquel canapé que le recibió expirante, la sala
donde murió, todo, todo ío que vivió con el esposo y con el padre, todos aquellos recuerdos que ya
están lejos de ellas, sin haberlos podido guardar
para presentarles piadosa y filial adoración.
Todo aquello, de que hasta los más obscuros y
modestos pueden disponer para consuelo, para
engañar al dolor, les está prohibido á ellas.
Otros pueden guardar el sillón donde dormitaba el ser queridoen las veladas de invierno, el vaso
donde bebía, y hasta pueden buscar su imagen en
los espejos del comedor; para ellas ni aun ésa; salen del Elíseo como expropiadas de sus más queridos recuerdos y sin más derechos que á llevarse
BU dolor.
Este aspecto moderno de las grandezas es verdaderamente desconsolador y, á buen seguro que la
madre y la hija, envidiarán mil veces el hogar
tranquilo de aquellos que nada hicieron por la
patria, de los que pudieron vivir y morir en su
casa.
# «
Del incidente Derouléde, ¿qué diremos?
Al detenerle hizo el general Roget lo que le ordenaba BU deber; pero Paul Derouléde también ha
creído cumplir con el suyo.
Para establecer, si se trata de un complot en un
acto puramente personal, haría falta toda la gran
Todas las grandezas representativas, de quién habilidad de Maquiavelo.
Nosotros creemos que se trata sencillamente
fué nada menos que Presidente, quedan hoy rede una exaltación, de una demencia, un moviducidas á una humilde tumba de familia.
Algunos se preguntarán dónde flota el espíritu miento de un patriota capaz aun de cometer
del honrado Faure, otros pensarán que todo ha locuras.
El episodio, pues, puede calificarse de infantil.
terminado estúpidamente allá en las obscuridaSin probabilidades de éxito, querer llevar á
des del sepulcro; pero todos verán con pena al
t .
un general y á sus tropas al Elíseo, salvar la
República é imaginarse que las instituciones,
el parlamentarismo y el Gobierno se hallan á la
disposición de una semejante improvisación,
eso sería pensar que Derouléde es más poeta de lo
que pensábamos.
Su acto es un testimonio de algo heroicamente simple; pero por muy fantástico que nos parezca este incidente, los poseedores de la fuerza
pública deben comprender que corresponden á
un algo también en el país.
No hace falta llegar hasta el presuntuoso y
teatral, .saíuemos ¡a Francia para comprender
fácilmente que la República es aquí una dama
con tres maridos y que nunca como ahora podremos decir aquello de todo Msídrid lo sabia, todo
Madrid menos él.
•«
Cada vez se afirma más el éxito de la doble falda, Pero no se trata de aquella doble falda, género Imperio, ni de aquella polonesa que tanto
se usó.
No obstante, hay un estrecho parentesco entre
las formas de aquel tiempo y las de hoy; la diferencia consiste solamente en lo muy ceñido del
alto y en la gran amplitud del bajo.
Por consecuencia, si queréis ir á la moda do
mañana llevad una falda como acabo de indicar
y no olvidéis que las mangas no deben tener
hombreras y han de ser muy largas y muy
planas.
Se lleva mucho la corbata con cuello blanco de
hombre. Hácense aquellas con una cinta de gro,
número 12, de un metro á un metro cincuenta de
largo y plegada en dos en el nudo.
Se llevan como siempre los boleros, hechos coa
paño igual á las faldas, y sirven para remplazar
la chaqueta, hechura sastre.
Dos trajes, para acabar, vistos en una reunión
musical:
Falda princesa, terciopelo negro, con puntilla
blanca y lentejuelas de jaspe. Cuerpo muy ceñido, descolado y adornado como la falda.
Otra falda de muselina color rosa sobre tafetán
rosado también; con incrustaciones de satén rosa
formando hojas. Una imitación del traje que
llévala Réjame en Georgette Lemeanier.
ANTONIO AMBROA.
P i r i s 4 de Marzo de 1899.
G E N T E CONOCIDA
DON
EDUARDO DATO
ATO no es político que pertenece á
ningún tiempo de los señalados por
la historia. Esto tiene en abono de s o
edad.
Posterior su intervención en la vida pública á
los sucesos septembrinos—antes se decía revolución,—aparece en el campo conservador muy entrada la restauración, cuando política y socialmente no se ansiaba nada y faltaba como hoy
todo.
Por eate motivo alcanza más relieve su figura,
pues habiéndose desenvuelto en tiempos bonan cibles y tranquilos y, por consiguiente, nada
abonados para hacer grandes avances en la esfera pública, ha conseguido un* consideración y
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EL ÁLBUM IBERO AMERICANO
tes de España, y en él se ventilan los asuntos de
mayor monta.
Como hombre de administración quizá no tenga par. En este sentido cuanto se diga y encarezca difícilmente se llegará á la realidad, ni aun
recordando su notable gestión (injustamente censurada por cierta prensa) como Alcalde de Madrid, ni Jos importantes servicios que como Consejero primero, y Presidente después, ha prestado
y presta á 'a poderosa Compañía de los ferrocarriles del Norte de España.
Gijón, su pueblo nata', (nacióen 1843), débele,
á más de 'a gloria que su nombre proyecta, gran
parte del desarrollo fabril y comercial que hoy
goza aquella hermosa vil'a, y muy especialmente
la importante obra del puerto del Musel, en conseguimiento de la cual ha dedicado el Sr. Rodríguez San Pedro, por espacio de muchos años,
no sólo su talento y positiva influencia, sino también no escasa parte de su fortuna.
UN DÍA DE CAZA EN OLMEDO
un noiiiDre que quizá no haya alcanzado ningún
político de eu tiempo.
Cierto que los t-uceBos del Ayuntamiento de
Madrid, y que motivaron la memoria conocida
por 8U nombre, dieron gran notoriedad á su persona; pero edto no hubiera bastado á sostener su
fama ante la opinión ei el Sr. Dato no fuera un
político de positivo valer, un abogado notable y
un orador distinguido.
Otra cualidad posee; no es enemigo ni adversario de nadie: podrán otros serlo de él, pero á
nadie considera como tal. Eso da la norma de
BU conducta, fielmente retratada en la afabilidad
de su carácter.
Instalado en M>.drid defde sus tiempos de es
tudiante (nació en la Corana en 1856), abrió bufete á poco de terminar la carrera, y los veintidós años que lleva ejerciendo puede asegurarse
que han sido una sucesión de triunfos, algunos
tan importantes como los obtenidos en la defensa del juez Sr. Zapata en la causa del testamento
falso, la absolución de la Duquesa de Castro Enriquez y el proceso Villodas, asuntos de triste notoriedad, y que el Sr. Dato defendió por excepción y por compromiso, pues sas habituales trabajos forenses son de carácter civil.
Ha desempeñado diversos cargos en el Colegio
de Abogados y en la Academia de Jurisprudencia,
habiendo intervenido con la competencia que le
es notoria en algunos Congresos jurídicos.
Desde las Cortes de 1884, que figura en el Parlamento representando el distrito de Murias de Paredes, no ha dejado de intervenir en cuantos debates y cuestiones importantes se han suscitado
y siempre con aquella fortuna y autoridad que le
prestan su saber y palabra.
En 1892 fué nombrado Subsecretario de GobernaciÓD, época en que tuvo lugar la cruzada
contra Jas inmoralidades de nuestro Municipio,
y cuyo término fué la dimisión que presentó de
BU cargo, por estimar que todos sus desvelos y
cumplido trabajo sería—como fué—inútil, dado
que hubo empeño en considerar aquella cuestión como política, frase que en el arte de los
convencionalismos en que vivimos significa i'npuniiad.
Siguió al Sr. Silvela en su disidencia, de
quien es fiel devoto, siendo hoy dentro del [par-
tido conservador, y aun podríamos decir fuera
de él, uno de los políticos de más porvenir.
Forma hoy parte del Ministerio Silvela en el
departamejito de Gobernación.
DON FAUSTINO HODRÍGUEZ SAN PEDRO
La ignorancia y la envidia, con todo su cortejo
de insulseces y pedantería, han querido mofarse
de las cualidades oratorias que posee este ilustre
hombre público.
Cierto que el 8r. Rodríguez San Pedro no es
uno de esos oradores de palabra rápida y brillante que deslumhran y cautivan. Hombre de carácter serio é intensamente reflexivo, serio y reflexivo
es en la expieión, reposo de palabra, que unido á
su profundo saber y atinado discernir, hacen que
sea considerado no sólo como uno de nuestros más
grandes razonadores, en todo el alto aprecio de la
palabra, sino también como uno de loa políticos
contemporáneos de más valía.
Reflejan su especial modo de ser, su ninguna
vanidad, quizá su ninguna ambición y su patente modestia, positivamente en discordancia con
el fuero que su persona requiere.
Examinado como jurisconsulto, no cabe señalarle lugar; cualquiera entre los primeros es el
merecido. Su bufete eí uno de los más importan-
Su nombre a\ arece en 'a política siendo diputado en las Cortes de 1870, cargo que ha desempeñado en feis Parlamentos sucesivos, habiendo
intervenido en las cuestiones financieras, y muy
singularmente en los debates y cuestiones antillanas.
Su filiación ha sido siempre la política del partido conservador, en el Gobierno del cual esperan
á nuestro biografiado días que pondrán á prueba,
en alto lugar, sus dotes de hombre probo y de
talento.
DON ANDBÉS MELLADO
No hay duda que para el Sr. Mel'ado se acerca
la hora de las recompensas, y no decimos de
apreciar su valor personal, porque éste ha tiempo
está reconocido.
Es indicio de aquella aseveración la circunstancia de hacer un año que ha abandonado el periodismo, en cuya labor (veintinueve años consecutivos) ha alcanzado fama envidiable y notorios
triunfos.
Es fenómeno muy corriente que la fortuna política del periodista español estribe generalmente
en la oportunidad de abandonar la profesión,
esto es, en dejar de ser servidor para pasar á la
legión de los servidos.
En sus tiempos de estudiante (cursó 'as carre-
MARINA, por Car cedo
100
ras de Derecho y Filosofía y Letras) figuró el se
ñor Mellado en el grupo de los Socatülos, varios
de los cuales fueron más tarde el gran poeta lírico
Sánchez de Castro, el Duque de Almenara Alta,
poeta ilustre; Blanco Asenjo, autor dramático; el
Marqués de Cerralbo, cuyos méritos literarios se
sobreponen á lo3 del hombre político; el Marqués
de Villa Huerta, D. Carlos Maltrá y D. Manuel
de la Revilla, uno de los más grandes críticos de
nuestro tiempo.
El movimiento revolucionario del 68 lanzó á
todos á la política, pasando toda aquella juventud á los partidos extremos, como es corriente
en tales edades. Los menos militaron en la escuela ultramontana y los más, como nuestro
biografiado, figuraron en las ñlas más avanzadas
de la revolución.
Mellado fué muy amigo de Castelar, amistad
que motivó que escribiera al principio y dirigiera máí tarde Li Igadldai, uno de los periódicos
más fogosos de aquel tiempo, especie de evangelio
de las masan, y que determinó en el período del
72 al 73 varios movimientos insurreccionales.
Los desastres y la anarquía, cuyas consecuencias y tristes recuerdos no se han borrado aún,
impulsaron á nuestro personaje á las ideas de
jorden firmemente mantenidas por el Sr. Castelar, y tuvo, como el ilustre tribuno, el suficiente
valor para oponerse y refrenar las tendencias del
periódico, de que además de director era copropietario, hasta 9l extremo de perder de 20 á
30.000 electores en dos meses, perjuicio que había previsto, pero que estimó preferible al halago
de las muchedumbres, que pedían las soluciones
más demagógicas.
Iniciados en el referido periódico algo después
los tonos más revolucionarios, dimitió, separándose en unión del notable escritor D. José Gutiérrez Abascal (Kasabal).
Protestó contra el golpe de Estado del 3 de
Enero, entrando años despué? en El Irnpa,rcial,
en modestísimo puesto, según su frase, y desde
el cual y sin solicitarlo llegó á dirigirlo por espacio de diez años, hasta que fué nombrado Alcalde de Madrid, en cuyo desempeño mostró sus
singulares aptitudes.
Es autor de la ley que lleva su nombre, y en
la que se prescribe que ningún ciudadano puede
ser reelegido concejal ein haber transcurrido cuatro añus de haber desempeñado este cargo.
No ha ocupado ningún puesto retribuido, y
además de Alcalde de Madrid ha sido Vicepresidente del Congreso y tres veces Presidente de la
Comisión de presupuestos, habiendo sido uno de
los factores más principales del presupuesto del
Sr. Gamazo. Es diputado á Cortes desde el
año 1881,
Cuando la formación de la izquierda, se asoció á ese movimiento por estimar que aquella
política era la única que podía consolidar los
grandes principios del derecho moderno dentro
de la monarquía restaurada.
Durante seis años dirigió Za Correspondencia, de Espma, transformándola por completo,
si bien respetando la base con que la había establecido su inolvidable fundador, el Sr. Marqués
de Santa Ana.
Un año lleva retraído de la prensa y dedicado
á estudios literarios é históricos, y especialmen-
EL ÁLBUM IBERO AMERICANO
te á los anales y costumbres de la Roma de los
Césares en el siglo i de nuestra era.
Titúlase el primer tomo, que en breve saldrá
áluz, Escenas y cixa.dro3, en el que se desarrollan episodios dramáticos del reinado de Calígula
y de Domiciano.
Tal es, sumariamente esbozada, la personalidad de este notable escritor y político, en el que
se da el caso raro que, habiendo sido siempre fidelísimo amigo del Sr. Sagasta, era nao de los
hombres á quienes más estimaba el Sr. Cánovas,
con el que, á pesar de tenerle el Sr. Mellado p ofunda veneración, nunca coincidió con el mismo
en ideas políticas.
Para terminar: en cierta ocasión fué interrogado por un periodista francés que vino á España
á hacer un estudio de nuestros partidos. Mellado
le contestó:
—Quien se qixeje de Cánovas, ése as conservador; quien de Sagasta liberal.
biografiado estudiara á fondo la cuestión, saliendo tan airoso en su cometido que le valió la referida subsecretaría.
En el primer Ministerio de la Regencia tuvo
igual cargo en el suprimido Ministerio de Ultramar, con los Sres. Gamazo y Becerra de Ministros respectivamente.
Desde el año 18T^ viene á las Cortes representando el distrito de Arnedo unas veces y por Logroño otras.
DON TIK80 RODRiaÁÑEZ Y SAGASTA
PEQUENASINDUSTRIAS
Como se deduce por su último apellido, hállase el Sr. Rodrigañez unido al jefe del partido liberal por estrechos vínculos de parentfcsco, cualidad que, si no le ha perjudicado, tampoco puede
decirse que le ha favorecido para avanzar en su
carrera política.
Se hizo abogado cuando la República, diputado
cuando la restauración y redactor del antes famoso y hoy fenecido periódico La Iberia cuando
moderados y conservadores dieron de lado á la
Constitución del 69.
La carrera y el cargo fué el patrón del tiempo
graduando la marcha ascendente; su noviciado
de escritor, una ráfaga de progresismo, un entusiasmo de sus a'bores periodísticos, un estallido
nacido al recuerdo de sus mayores que, fenecidos
unos, vivos otros, lograron todos gloria política
y estimación pública.
Luego, más quieto en el pensar, aunque no
menos liberal en el sentir, dio brillo á su apellido, prez á su talento y consideración á su persona desde las columnas de Za Iberia, á cuya dirección se elevó pronto y dejó después de seis
años para hacerse cargo de la subsecretaría del
Ministerio de la Gobernación, cargo que debió,
tanto como á sus merecimientos, á la virtualidad
del mutismo ajeno y . . . propio, que luego tuvo
que trocar en incesante habla.
Estaba sobre el tapete el tratado de comercio
con Francia—1881—y al nombrarse la comisión
parlamentaria que había de defenderlo en el
Congreso, quiso el Sr. Ctmacho, que era Ministro de Hacienda que perteneciera á la misma el
Sr. Rodrigañez.
No sabemos ai por razones de gusto, ó por ser
(omitimos la palabra moda) pauta en aquellos
tiempos, es el hecho que nuestro biografiado había preferido al estudio de las cuestiones económicas, las políticas y jurídicas, circunstancia
que acusaba escasos conocimientos financieros,
y por lo tanto motivo sobrado para que el Señor
Rodrigañez rehuyera y declinara su intervención
activa en los debates que habían de suscitarse.
Mas se dio el caso que varios de sus colegas de
comisión hallábanse en circunstancias semeja ates, y por consiguiente rehacios también á salir
al palenque, resultando que aquella prudencia
de unos y otros fué incentivo para que nuestro
Con no ser orador de gran nota, eu vida parlamentaria es brillante no sólo por haber terciado
y sostenido múltiples debates y de varia índole,
sino también por la manera admirable que argu •
menta y razona, cualidades que, unidas a las de
su modestia y saber, hacen de su persona un político estimadísimo y de singular aprecio, cuyo
porvenir no es dudoso.
B. GARCÍA MUR.
ioiÉN ha dicho que Madrid no es una
población eminentemente industrial?
Dejando á un lado cualquiera, ya
que no sea posible que éste sea el que recibe los
aires de la Moncloa, á ese enjambre de caballeros
que, sin duda, por alardear de in lustriosos por
caballeros de iniastrii son conocidos, el número de industriales que en la villa y corte se lanzan cotidianamente en busca del povvdnir, es
fabuloso verdaderamente.
Es cierto que Madrid carece de la actividad '
barcelonesa y bilbaína, de el comercio en grande
de París y Londres, y de la importación y exportación de Viena; pero en cuestión de pequeña*
industrias, ¿quién como nosotros?
El pueblo madrileño ha oído decir, no sabe á
quién, que el comerciante es el ser privilegiado,
y se dedica por completo al comercio de piñones »
aleluyas y cacahuets, creyendo ya con ello lograr,
si no el cielo, por lo menos la felicidad relativa
de la tierra.
Cada día sale una nueva industria, pequeña
por de contado, para llamar la atención del público y sacarle unos cuantos céntimo?; á menudo
los vendedores ambulantes, raistificando inventos extranjeros, lanzan á la circulación un juguete distinto, que forzosamente, y según ellos,
es «útil y curioso» además de «bonito regalo».
Madrid está convertido en una constante feria,
de la que salen perjudicados los establecimientos
formales, que se encuentran en muchas ocasiones con una competencia difícil de sostener por
las innumerables ventajas que les lleva.
En un principio se toleraron los vendedores
de legumbres y hortalizas, no obstante las repetidas quejas de los traficantes que pagan crecida
contribución por sostener sus puestos fijos en las
plazas de San Miguel, San Ildefonso, Carmen y
Lavapiés; se autorizó más tarde á los quincalleros
de á real y medio la pieza; se consintió luego á
los vendedores de ejemplares de la raza canina, y
después ha sido imposible prohibir ningún género de venta, aun cuando, para lograrla, los comerciantes al menudeo no tienen el menor reparo en obstruir por completo la vía pública y aun
en injuriar al infeliz que se lamenta de que no
le dejen libre y expedito su camino.
EL ÁLBUM IBERO AMERICANO
De todas estas pequeñas industrias la i'inica
tolerable es sin género de duda la que ejerce ese
enjambre de chicos, viejos y mujeres, en cuyas
manos y pulmones está la vida de las empresas
periodísticas.
Él infunde ideas, incita á que el pueblo entretenga sus ocios ilustrándose, crea reputaciones,
coadyuva á los éxitos y al progreso de la humanidad.
En cambio, la industria que á todo trance debía perseguirse es la venta callejera de libros.
Aparte dejando, por injusto, el prejuicio que
el librero ambulante inculca al público de que en
el tomo que pregona, suscrito acaso por algún
hombre eminente, lo que más vale es el papel,
destruyendo de este modo y de un golpe por el
afán de dar valor material á la mercancía, muchas famap, es el caso, y esto lo sabemos todos,
que á su sombra se hace propaganda de obras inmorales y obscenas, cuya lectura, repugnante
siempre, se convierte en peligrosa cuando consiguen el público joven, que es el que solicitan con
más tenacidad, confiando acertadamente en que
éste no conoce nada mejor, debido, en gran parte,
á que los demás no hemos procurado lo bastante
porque lo conozcan.
A cada paso nos sorprende una novedad que á
menudo no la tiene. Antes el hombre se afanaba,
y en otros lados se afana, por buscar soluciones
positivas al problema trascendentallsimo que de
común acuerdo plantean el estómago, el casero y
el sastre, acometiendo empresas, si bien de éxito
problemático, de aspiraciones grandiosas.
Ya ¿quién piensa en eso? El menudeo se ha
impuesto con fuerza avasalladora.
Hastn hace poco era popularísimo el refrán que
decía:
«¡Lo que inventa el hombre para no trabajar!»
Hoy no encaja en nuestro modernÍBimo modo
de ser tal dicho, y debe sustituirse por este otro:
«¡Lo que trabaja el hombre para ganar lo menos
posible!»
Los pequeños esfuerzos de inventiva que deno
tan las diarias pequeñas industrias con que ños
encontramos coaligados ante un ideal grandioso,
¿no darían por resultado alguna obra que al encerrar más importancia llevara envuelta la posibilidad de ganancias más positivas?
En Madrid no hemos de salir nunca de i obres
por las pocas aspiraciones que tenemos.
Los éxitos fabulosos que en otras partes de
Europa, y aun en algunas regiones de España, se
persiguen á todo trance, cuesten lo que cuesten,
necesiten el trabajo que necesiten, consuman la
vida que consuman, en Madrid no tienen golosos.
Somos modestos por naturaleza. Nos contentamos con industrias de á céntimo.
CARLOS OSSORIO Y GALLARDO.
POfiTUGUESE_S CELEBRES
ALMEIDA GARRETT
Nació er.Oporio el 4 de Febrero de 1799.—
Murió en Li.s6oa el 5 de Diciembre de 1854.
rji^irtjtf, 08 portugueses han celebrado con exiW*
traordinarias manifestaciones de legl
j ^ ^ S . tioio entusiasmo el primer centenario
I v^üEfi ^g^ nacimiento de uno de los hombres
más ilustres, por muchos conceptos, que la na-
ción ha tenido en el siglo que llega á sus postrimerías. El recuerdo de Garrett, como todos allí
le llaman, reduciendo á ese preclaro apellido el
largo nombre de vizconde Juan Bautista de Sil
va Leitado de Almeida Garrett, es objeto de me
recida y entusiasta veneración para todos los
portugueses, que hoy rinden homenaje á la me
morio del que fué cultísimo escritor, inspirado
poeta, admirable autor dramático, excelente periodista, orador elocuente, político gobernante y
diplomático digno de aplauso, y ante todo y sobre todo, sincero y valeroso defensor de las ideas
liberales, y afortunado é inteligentísimo reformador de la literatura, del teatro y del periodismo de su tierra.
Todas las sociedades y corporaciones del vecino reino, especialmente las científicas, artísticas
y literarias de Lisboa, Oporto y Coimbra, han
celebrado sesiones y veladas, los principales teati'os han dado funciones de gala, en que han sido
puestas en escena las obras más aplaudidas de
Garrett; los periódicos han publicado números extraordinarios con este motivo, y la «Asociación
de la Prensa» ha dado á luz un número único de
una publicación titulada Garreíí, en que á más
de los recuerdos y alabanzas al hombre ilustre,
van, entre otras ilustraciones, la vista de la casa
de la calle del Calvario, en que Garrett nació en
Oporto; la de la casa de Saravia de Carvalho, en
que murió en Lisboa, y la del teatro ^e Doña
María, en que logró muchos de sus mejores y
más ruidosos triunfos.
Justo es declarar que en esas demostraciones
no hay exageración apasionada. Garrett las merece por muchos títulos, y sensible es que el reducido espacio de que disponemos nos obligue á
hacer sucinto extracto de su interesante biografía.
—Garrett pertenecía á una familia de origen irlandés, que se refugió en España huyendo de las
persecuciones que los católicos sufrían en Irían
da y que después pasó á establecerse en Portugal.
El futuro cantor de Camóes fué educado por el
obispo de Angra, pariente suyo, que quiso dedicarlo á la Iglesia, pero falto de vocación después
de recibir las órdenes menores, dejó la carrera
eclesiástica para seguir la de Derecho yendo á
estudiar á la Universidad de Coimbra. Allí co
menzó á manifestar su verdadera afición escribiendo tragedias, Jergesy Lucrecia, que fueron
representadas por sus compañeros. Aquellaeobras,
como la Merope, que después escribió, eran imi
taciones de las de Voltaire y Alfieri, entonces
muy en boga. La primera obra suya que se publicó fué un poema titulado El retrato de Venus,
en que procuraba seguir las huellas de los ciáticos.
Casi á la vez que sus excelentes aptitudes lite
rarias, reveló sus ideas y sentimientos liberales.
En 1820 tomó parte activa en el movimiento democrático, que coincidió con el alzamiento libe
ral de España, como coincidió luego en 1823 el
triunfo de la reacción, que hizo emigrar á Garrett, estar algún tiempo en Inglaterra, é ir después á París, donde logró un empleo en casa del
banquero Mr. Laffitte. A la muerte de D. Juan
VI volvió á Portugal y colaboró valerosamente
en varios periódicos liberales, hasta que, preso
en varias ocasiones, tuvo al fin que emigrar de
nuevo, yendo otra vez á Inglaterra, donde per-
101
maneció hasta 1832. — Cuando regresó se unió
al ejército de D. Pedro y se alistó en una compañía de cazadores. Al llegar á Oporto fué encar
gado de organizar el ministerio del Interior. La
reina doña María lo envió como Encargado de
Negocios á Bruselas, y lo nombró luego Ministro
Plenipotenciario en Dinamarca; pero renunció
á este cargo y volvió á su patria, que le dio representación en las Cortes, donde brilló por su
elocuente palabra, defendiendo constantemente
las doctrinas liberales.—La política nunca logró
apartarlo de sus aficiones literarias, á las que
debió su mayor gloria, ocupándose principalmente en crear el teatro nacional, inspirándose
en las ideas y en las formas del teatro romántico
francés, que habla estudiado con singular pre
dilección.
Entre las principales obras de Garrett, deben
citarse, á más de las mencionadas, sus obras dramáticas Gil Vicente, Doña Felipa de Villena y
Fray Luis de Sousa, que ha sido traducida á
varios idiomas; sus poemas Magriso, Camóes
y Doña Blanca, su Romancero, colección de
poemas y de leyendas y sus Hojas caídas, colej
ción de bellísimas poedas líricas; su interesante
novela El Arco de Santa Ana y sus encantodores Viajes por mi tierra.—El entusiasmo ddMlr
portugueses por Garrett es muy legítimo, y í su
satisfacción en la fiesta del centenario nos asociamos muy sinceramente.
GARRETT Y EL DUQUE DE
RIVAS
(Del libro de D. Antonio Sánchez Moguel, titulado Reparaciones históricas).
fEl estudio comparativo de las literaturas portuguesa y española, en el presente siglo, nos re
vela bien á las claras que no ha dejado de subsistir nunca la homogeneida I indestructible del genio peninsular, á pesar del alejamiento en que,
en algunos órdenes, hemo? vivido realmente portugueses y españoles en las últimas centurias.
En la esfera literaria es acaso más patente que
en ninguna otra semejante homogeneidad, mucho mayor, sin duda, de lo que nos figuramos
españoles y portugueses. Así, por ejemplo, el romanticismo moderno nació de igual modo en
Portugal que en España, y siguió los mismos pasos desde su origen hasta su triunfo, cotn,leto y
decisivo. El duque de Rivas y el vizconde de Almeida Garrett, verdaderos padres de la nueva escuela en la Península, son hermanos gemelos en
las aptitudes principales, en la educación y
transformación de sus facultades poéticas; en los
géneros que con mayor gloria cultivaron y en el
influjo que ejercieron en las literaturas de sus
respectivas naciones.. Liberales ambos y ambos
emigrados á consecuencia de la incalificable reacción de 1823; en contacto con el romanticismo
extranjero bien pronto abandonaron el clasicismo en que habían sido educados, para abrazar resueltamente las nuevas doctrinas, de las que fueron respectivamente maestros y caudillos, el uno
en las letras españolas, y el otro en la literatura
portuguesa. Épicos y dramAticos, sobre todo, álos
poemas Florinda y El moro expósito, del duque
de Rivas, corresponde los poemas Dona Branca y
Camóes, de Almeida Garrett, al Romanceiro de
éste, los jRomances históricos de aquél, y al
Don A Ivaro ó la fuersa del sino, piedra angular
del moderno teatro español, el Freí Luiz Sousa,
162
EL ÁLBUM IBERO AMERICANO
APRENDIENDO Á REZAR
EU ALBÜJM ÍBERO AMERICANO
UNA VALENCIANA
EL EMPERADOR CARLOS V PRESENTANDO Á FRANCISCO I LA DUQUESA DE ALENCON
103
104
EL ÁLBUM IBERO AMERICANO
principio y fundamento del teatro portugués en
nuestro siglo,
tDejo para otra ocasión el examen de las reciprocas influencias literarias de ambos poetas. Pero no es coea de olvidar aquí que el vínculo más
hermoso que estrechamente enlaza los nombres
del vate portugués y del poeta españoles, á no dudarlo, al del común esfuerzo en restaurar la poe
sia genuinamente hispánica, en sus dos géneros
fundamentales, el épico y el dramático, inspirándose, de consuno, en las tradiciones poéticas
de la Península.»
T E L L O TÉI.LKZ.
L_A MUJER
(Continuación)
IX
j ^ A MUERTA DE AMOR (Lsortorj, hija de
Enrique II de Inglaterra y de Leonor
de Viena, y esposa, que había sido, del
último duque de Aquitania, se casó,
en 1170, con Alonso VIII de Castilla, del cual
tuvo, al año siguiente, á Berenguela la. Grande,
y en 1185 á Blanca, reina de Francia, y á la
muerte de su segundo marido, en 1214, á quien
amaba entrañablemente, se sintió poseída de
una pena tan intenfa, que espiró á los veintiséis
días, y fué sepultada, como aquél, en el suntuoso
monasterio de las Huelgas (Burgos), que juntos
hablan fundado.
Dio el ser á dos soberanos de alfa nombradla,
San Luis y San Fernando.
(ConstanzaJ, hija de
Conón IV, duque de Bretaña, y su sucesora en
1171, casada con Godofredo II, habiendo hecho
reconocer, como tal duque, á su hijo Arturo, en
una Asamblea de los Estados, provocó la inva
sión, en ellos, de Ricardo I de Inglaterra, quien
la hizo sufrir u n cautiverio de dos años; pero
vuelta á la libertad por su hijo, puso éste al
cuidado del rey de Francia, para contraer ella
segundas nupcias. Murió en 1201.
LA
SOBERANA CAUTIVA
LA DEL LABERINTO (Rosamunda), amante de
Enrique II de Inglaterra, quien, jrara librarla de
los celos de su mujer, Leonor de Guyena, mandó
construir, para ella, en Woodstock, un colosal
edificio, ó más bien un conjunto de salas y galerías, que se comunicaban unas con otras, lleno
de revueltas y cortado por diferentes caminos y
encrucijadas, siendo muy difícil, ó casi imposible, hallar la salida; pero durante una ausencia
del monarca, en 1173, la esposa ultrajada, que
había podido proporcionarse un plano del miste •
rioEO asilo, se introdujo silenciosamente en él y
dio muerte á su infortunada rival.
LA ERATO PROVENZAL flselda CapnioJ, poetisa
francesa, á quien se ci'a, con gran elogio, entre
las mujeres galantes y célebres úú siglo xii.
LA BIENHECHORA /Teresa LaraJ, hija del conde D. Ñuño de Lara y de doña Teresa Fernández
de Trava, y esposa, en 1175, de Fernando II rey
de León, fué prudente, piadosa y muy liberal
para socorrer á los necesitados y premiar á los
que contraían méritos en la guerra, en las artes,
en las ciencias ó en las letras.
LA REINA DEPRIMIDA (Ilgehurga
6 Ingeburga),
nacida en 1176 y muerta en 1236, hija de Waldemaro I el Grande, rey de Dinamarca, casada,
en 1193, con Felipe Augusto de Francia, que la
repudió al día siguiente de la boda, para dar su
mano á Inés, hija del duque de Meranie, consiguió que el pontífice Celestino III lanzase un entredicho contra esta unión, ^ara obligar al marido á que reconociera los legítimos derechos que
la asistían, y somttida la cuestión, en 1201, á
un concilio, cuando los canonistas, elegidos por
el monarca, abogaban en favor de éste, sosteniendo que «su augusto dueño faltarla á las leyes divinas y humanas, si volvía á unirse con Ilgeburga», Felipe abandonó la sala donde se deliberaba, y fué á buscarla al convento en que se había
refugiado, pero no por eso disfrutó, en lo sucesivo, satisfacción alguna la soberana, porque ha
sido siempre despreciada, tanto por el marido
como por los cortesanos que la rodeaban.
LA MÁS HERMOSA Y GENTIL DE SU SIGLO /'Matil-
de de MontaignacJ, dama del siglo xii, esposa de
Talleyrand, era requerida de amores por el célebre trovador y famoso guerrero Beltrán de Born,
vizconde de Hautfort, al tiempo que se veía
también solicitada por Alfonso II de Aragón,
cautivo de su belleza y esclavo de sus gracias,
pero permaneció fiel á los lazos del poeta, y el
rey fué desechado públicamente, no habiendo
podido perdonar jamás aquél á éste su tentativa
de merodeo en el campo de sus ilusiones; y los
que antes se habían vi^to unidos por estrecha
amistad, se vieron, desde entonces, separados
por el odio y por la saña, hasta el extremo de
que no se ha escrito nada más sangriento, que
los lerventesios del trovador contra el monarca,
tanto más terribles, cuanto que, por el mérito
que los realza, cruzaron los siglos, viven aún y
seguirán viviendo en lo sucesivo.
LA JUDÍA DE TOLEDO /'Raquel), avasalló de tal
modo, con su extraordinaria y proverbial hermosura, al rey de Castilla Alfonso VIII el Noble
ó el de las Navas, poco después de celebrar sus
bodas con Leonor de Inglaterra, que, según su
viznieto Alfonso X el Sabio, en su ESTORIA DE
EsPANNA, non se podie partir della por ninguna
manera, nin se pagaba tanto de otra cosa ninguna, y según su tataranieto Sancho IV eí Bravo, en sus CASTIGOS ET DOCUMENTOS, estobo encerrado con ella poco menos de syete annos, que
non se membraba de si nin de su rey no nin de
otra, cosa ninguna, desprendiéndose de estas frases, en que, sin duda, hay abundancia de hipérbole, que Alfonso arrastró, por largo tiempo, las
seductoras cadenas fabricadas por los atractivos
de esta hebrea, olvidado de su tierna esposa, y no
tan dado á las cosas propias de la gobernación
del Estado, como pedía lo arduo de las circunstancias y prometían las altas cualidades personales, de que habla dado brillantes muestras desde
el comienzo de su reinado.
Disgustados, con semejante escándalo, los gran
des do la corte y compadecidos de la soberana,
asesinaron á la favorita, en el mismo palacio
real, el año 1178, y los mismos hijos de aquélla,
que habían procurado desvanecer los desvíos del
padre, censuraron los extremos de dolor, á que se
entregaba á la muerte de la judía.
LA MARGARITA DE LA CORTE (Maura), dama
leonesa de singular belleza y poderosos atractivos,
fué, venciendo toda clase de obstáculos y rompiendo abiertamente contra la voluntad de los autores de sus días, amante del rey Alfonso IX, con
quien tuvo un hijo, llamado Fernando Alfonso,
que llegó á ser uno de los canónigos más distin
guidos de la catedral de León: ha fallecido en
1178.
{Alicia.), madre de
Felipe Augusto, gobernó la Francia durante la
cruzada, á que asistió, en el siglo x n , su hijo
Ricardo, Corazón de León, mereciendo el aplauso y la bendición de los pueblos, por su prudencia en el mando y la rectitud con que administraba justicia.
LA REGENTE IDOLATRADA
(Gontroda Pérez
ObregónJ, hermosísima astur, hija del conde don
Pedro Díaz y D.* A'arla Ordoñez, señora de grandes estados en Asturias y Liébana, y de quien se
enamoró ciegamente el rey de León Alfonso VI,
el Bravo (que, envanecido por sus conquistas, se
hizo proclamar emperador), cuando fué á Asturias y pasó por Aller, para sofocar la rebelión de
Gonzalo Pérez, teniendo de ella á la que fué famosa reina D.* Urraca/a ylsíuríana, cuya edu
cación confió á su hermana la infanta doña
Sancha.
Arrepentida de haber escuchado momentáneamente á un amante joven y gallardo, que ostentaba su frente con la corona imperial y los laureles
de la victoria, fué en peregrinación á Roma, y á
su regreso, fundó en Oviedo, bajo la regla de San
Benito, el convento de Santa María de la Vega, á
donde se encerró por el resto de sus días, que terminaron en 1186, habiendo sido tan grandes sus
virtudes, que los contemporáneos escribieron, ea
BU epitafio, este osado pensamiento: La muerte,
tan igual para todos los hombres, debiera haber
hecho una excepción con GONTRODA, respetando
siempre su vida.
LA M\DRE DE LA ASTURIANA
LA. tsoíiJA (Guillermina), mujer hermosa, de
claro talento y no común ilustración, acompañó,
e n sus viajes, al trovador provenzal Gancelmo de
Jaidit, quien—segón unos cronistas—la arrebató
de un convento, y—según oíros,—de una casa de
lenocinio, cantaba con gran perfección las bellísimas canciones que su amante componía, las
cuales adquirían mayor realce al ser interpretadas por ella.
Veinte años duró la vida errante y vagabunda,
hasta que el mérito de las composiciones comenzó á abrir paso á Gancelmo, y con él la decidida
protección del conde de Poitou, hijo de Enrique
II, que sucedió á su padre en el trono de Inglaterra, con el nombre de Ricardo I, el cual no sólo
abrió á sus ojos una sociedad, para él desconocida, que le recibió en su seno, sino que le facilitó
medios para sostenerle en la nueva posición.
Rompiendo con hábitos, vicios y tradiciones de
su pasado, donde si le esperaban gloriosos triunfos, tenía que sufrir grandes desengaños, dio su
mano ante los altares, á su compañera de peregrinación; mas no debían de ser felices, porque al
poco tiempo comenzaron las pretensiones amoro
sas, que duraron siete años, de Jaidit hacia María
105
EL ÁLBUM IBERO AMERICANO
Veatadora, que tatnbiéa trovdbj. y era la dama
mis estimad i ea el L^maaLa, pero viealo que
•estos amores ao paíaban de la categoría de piafó •
nicjs, renunció á ellos, para dedicarse á Eduarda
Malamort, que le prometió ser su amiga, mientras no le exigiera nadi deshonesto, ante cuya
promesa cedió el trovador en sus pretensiones, y
marchó en la tercera cruzada que se concertó, en
1189, entre Felipe II iugiisto, rey de Francia, y
Ricardo I de Inglaterra, Oorazon de León, para
conquistar á Jerusalem, que estaba, hacía dos
años, en poder de Malek-ao Nasser-SalahEddin,
llamado vulgarmente Sa.la.iino, primer sultán
agubita de Egipto,
Menos batallador que amante, precipitó su regreso á la patria, y presto cayó á los piej de
Margarita, esposa del vizconde de Aunbusson, la
cual aceptó sus homenajes, con la esperanza da
que fuera su panegirista, pagándole, algún tiempo después, con la más horrible afrenta, pues le
preparó una celada, para que presenciase la intimiiai que la unía á Hugo de la Signe, hijo del
conde de March.
Afligido Gancelmo de Jaidit por sus desventuras amorosas, marchó á la Pfovenzi, donde conoció A Jordana de Brun, de quien se declaró públicamente ammte, y ella le hizo su caballero;
pero convencido de que su dama dispensaba ilícitos favores al conde Alfonso l í , se entregó al dolor y á la desesperación, y tom") una cruz para ir
en peregrinación á Roma, no sabiéndose, desde
entonces, de él más que ha fallecido en 1220.
Guillermina, á juzgar por el dictado con que se
la conoce, debió terminar sus días en la soledad
de un monasterio.
R. DB L \ HOERTA PoSADA.
(Continuará)
CUENTOS B R S V S S
TIPOS POPULARES: LA CASTAÑERA
LA PANTERA NEGRA
Personajes.—Paula,
veinticinco años; Matilde,
veintitrés.
A escena pasa en casa de Paula, la cual
se halla sentada ante la chimenea, en
I
el momento en que entra Matilde, su an^r^St
tigua amiga de colegio.
MATILDB.—Buenos días, Paula.
PAULA.—Buenos días.
MATILDE.—Me parece queestis muy triste.
PAULA. —Y tú muy alegre.
MATILDE.—¿Se me conoce?
PAULA.—A la legua, hija mía. Siéntate. ¿Qué
hay de nuevo?
MATILDE.—Nada. Estoy alegre sin saber porqué.
PAULA.—¡Vaya! ¡Cuestión de amoresl
MATILDE.—No lo niego.
PAULA.—Cuéntamelo todo.
MATILDE.—No me atrevo á revelar mi secreto
á una mujer tan intachable como tú.
PAULA.—¡Quién sabel Vamos, ¿quieres que te
interrogue?
MATILDE. —No es preciso, porque voy á hacerte
una confesión general. Se trata de un joven que
me hace la corte.
PAULA.—Y á cuyas palabras finges no dar
crédito.
PAULA (paíi^ecien'io).—¿El mismo te lo ha
dicho en esa forma?
MATILDE.—Sí, y me ha añadido muchas otras
MATILDE. —ESO es.
PAULA.—Pero hace diasque en un baile, des- 'cosas, acerca de su grillete. Según tengo entendido, esa mujer es muy morena y muy irascible,
pués de un rigodón, te dijo e i el invernadero...
y á veces, al hablar de ella, la hemos llamado la
MATILDE.—¿Cómo lo has sabido?
PAULA.—Tú le escuchabas con encanto y esta- pantera negra.
PAULA. - ¡Qué delicial
bas extasiada al oir sus frases de cariño y sus juMATILDE.—La última vez que hablamos fué
ramentos de amor. Tu adorador tenía bigote rubio, ojos casi negros y una voz dulcísima y penetrante . . .
MATILDE.—Pero ¿quién te lo ha dicho?
PAULA.—Nadie... pero lo adivino.
MATILDE.—La coincidencia es tan rara, que
no vuelvo de mi asombro.
PAULA.—En esos casos las decoraciones son
siempre las mismas. ¿Y qué pasó después?
MATILDE.—Después le he visto en el teatro,
en el Bosque de Bolonia, en las Exposiciones...
PAULA. —¿Y estás segura de que te ama?
MATILDE.—Oreo que sí, y que desea casarse
conmigo. Pero hay una dificultai.
PAULA.—¿Cuál?
MATILDE.—El pobre está muy vigilado por
una antigua amante, que no le deja á sol ni á
sombra.
en casa de...
PAULA (interrumpiendo
á su amiga).—En
casa de la condesa de Marphy.
MATILDE í'aíarmacía). —¿También lo has adi-
vinado?
PAULA-—Lo sé todo. La escena pasó entre Matilde Say vre y Julián de Azal.
MATILDE /'íeuaníáncíosey'.—¿Pero quién te ha
dicho?...
PAULA —¡Qué imbécil eresl Lo sé todo, porque soy la antigua amante de que hace poco me
hablabas.
MATILDE (aionacta-ia).—¡TÚ, tú, Paulal ¿Cómo querías que yo supiese? Perdóname, Paula,
perdóname mi involuntaria indiscreción. ¡Has
debido sufrir de un modo atroz! ¡Pobre amiga mial
EL ÁLBUM IBERO AMERICANO
106
EL
PAULA.—No te apiades de mi.
JURAMENTO
MATILDE.—¿Por qué?
PAULA.—Eppera un momento. (Paula va i
un secretaire, coje unas cuantas cartas y entrega una r^e ellas á Matilde). |Toma, lee!
MATILDE.—¿Es de Julián? ¿Para qué quieres
que la lea?
PAULA.— Para demostrarte que sólo me quiere
á mi.
MATILDE.— (leyendo).- «No puedo negarlo,
porque tú misma lo has vieto. Pero mi franqueza, adorada Paula, debe servirme de excusa. No
soy culpable, porque en realidad no amo á Matilde, ni Ja he amado nunca. Le he dicho cuatro
frases galantes, que la muy tonta ha tomado
como articulo de fé...» ('Paufa suspenc/e /a lectura fofccadd por la emoción).
tcuNA ya la tarde penosa de la vida,
ensueños bajo el ala no abriga la canción,
perdió la agreste musa la portentosa eg'da
j !U aterido imperio recobta la razón.
¿Qvc fi é del hondo valle velado cutre las rosas
do á suícitar venían las láfsgas de Abril,
aromas de recuerdos, visiones nemorosas
de erráticos prestigios y de caodor gentil?
¿Qué fué de la esperanza cargada de promesas?
Sus mágicas sonrisas de halago vencedor,
sus lontananzas puras el alma tiene impresas,
y aún siente mi mejilla su rajo osculador.
Y tú gloria incruenta, que me llevaste un día
como Luzbel á Cristo del monte en Ja altitud,
¿á qué bricdar.Tie reinos de forma y de armonía?
Fué cómplice al engaño la ardiente juventud.
PAULA.—¿Qué tal, eh?...
MATILDE. —[Esto es horrible!...
PAULA.—Toma, aquí tienes otra carta de anteayer.
Hoy, como ayer, se alegran cabanas y pastores
MATIIDE.—No quiero leerla.
y bordan las ondinas el límpido cristal, -^
PAULA.—Pues es muy curiosa y divertida.
espíritus despiertan del cáliz de las flores,
dos átomus se encienden del alma universal.
MATILDE {con refolvción).— Haré lo que quieras y estoy á tus órdenes. ¡No puedes figurarte
Hoy, cerno ayer, se escucha morisca serenata
cuánto me epf na el haberte ofendido lan cruelcabe la oculta reja, bajo el naranjo en flor,
mente! ]No puedo máf-! ¡Me ahogo!. . Pero confragancia de jazmires la aimósfera dilata,
fiesa también que lo que acabas de hacer conmiy hay jóvenes ofrendas en el altar de t mor.
go es una villanía. Ya no debo pedirte perdón,
porque tu venganza ha sido horrible»
Cruzado de cien naves del mundo centinela
PAULA.—¡Ya losé! ¿Nosoy la pantera negra? tiende sus glaneas ondas el vigilante mar,
MATILDE.—Pero yo he hablado sin saber lo y un nuevo canto impulsa al Dios que lo flagela
de !vs bridones verdes las riendas á olvidar.
que decía, mientras que tú me has destroaido el
corazón con conocimiento de causa.
Yo íé que es univario tu ser naturaleza,
PAULA . — ¡Matilde!...
MATILDE.— ¡Paula!...
(Las dos árnicas se echan á llorar y se abrazan con efusión.)
MATILDE.— ¡Pobre amiga mía!
P A U L A . - ¡Pobre Matilde!
MATILDE.— ¡Ni sé lo que me digo!...
PAULA.—No vale la pena de que riñamos por
un hombre como Julián.
MATILDE.—Te juro que esto ha concluido para
siempre. Julián de Azal ha muerto para mi.
PAULA.—Y para mi también. Ya ves que ni siquiera le h¿ contestado. No pensemos más en eso.
MATILDE.—¡Adiós, Paula!
PAULA.—¿Te vas ya?
MATILDE.— Si, me están esperando en casa.
PAULA.—¡Adiós, pues!
MATILDE.— ¡Adiós!
{Paula, después de haberse retirado Matilde,
corre á su secretaire y escribe una carta concebida en estos términos:)
tMi querido Julián: Ven á verme esta misma
tarde y... es posible que te otorgue mi perdón.
PAULA.»
(Matilde entra en una agencia postal y escribe ti siguiente billete, que (ntrega á uno de los
demandaderos:)
*Mi adorable Julián: no dejes de ir esta noche
á casa de la condesa de Marpby. Tengo que hablarte hoy mismo sin falta. Te lo suplica encarecidamente tu
MATILDE.»
MIGUEL PROVINB.
invierno 6 primavera tus vestiduras son,
que sólo cambia el hombre que hoy gime su tristeza
como cantó sus goces ayer el corazón.
no ardiendo en sed de fama sangre la abierta heCrida.
¿Resignóme al olvido? callar no puede ser,
que hay fibras en el alma cual horas en la vida
ení'que gravita el arte como fatal deber.
Hay noches en e) alma sin un fulgor de aurora,
que sobre el haz del mundo, como funesto don,
cuanto respira suire y cuanto piensa llora,
de lágrimas se abreva del hon bre el corazón.
En tanto el fiágil barro sea huésped de mi aliento,
en tanto no me ccrqvcn las .'ombras del no ser,
la musa de mis cantos leal á su ardimiento
jura sóbrela lira jimás enmudecer.
MicuBL SXNCHEZ PESQUERA.
MÜSIOA DE LA lATÜEALEZA
s música celeste el dulce acento
del ruiseñor que canta en la espesura,
y da sus notas al nocturno viento
henchidas de ternura.
Música la impetuosa catarata
que corre majestuosa,
formando con su liquido de plata
una lira armoniosa.
Lo es el murmurio de la leda brisa
cuando besa á las flores,
y se forma también en la sonrisa
de la Virgen, que canta sus amores.
8e escucha en el concierto misterioso
de las bullen tes olas,
cuando entonan con ritmo cadencioso
sus tiernas y sentidas barcarolas.
Se escucha al susurrar en la enrramada
el aura que suspira blandamente,
¡y está en la voz de la mujer amada,
que adora, gime y siente!
Se escucha de la fuente cristalina
en el tranquilo y plácido murmullo,
y en la alondra divina
y en la paloma con su dulce arrullo.
Se oye en el arroyuelo
que entre guijas deslizase orgulloso,
y en el himno armonioso
que levantan las aves en su vuelo
Se forma seductora
ftl seguir por Oriente su camino
la aurora que aparece encantadora
arrastrada en su carro diamantino.
¡Y allá, en la selva umbría,
en el aire, en la luz, en el ambiente,
se oye de la natura la armonía
que arroba el corazón con ansia ardientel
MAXIMILIANO HARDISSON ESPOU.
No importa que los años marchiten el semblante,
mientras un árbol tienda su umbrático vaivén.
A un niño que sonría y un pájaro que cante
el alma enagenada palpitará también.
SR. DIRECTOR DEL
'ÁLBUM IBEBICO AEEEIGAJSO,, "^
Mientras la noche guíe su ejército de estrellas,
mientras las nubes doren tu refulgente tul,
el pensamiento humano cautivo de sus huellas
irá de mundo en mundo tras el arcano azul.
l STO no puede seguir,
y créame usted, Flaquer:
yo me decidí á escribir,
pero ya no puede ser
por lo que voy á decir.
Fn tanto la mentira destroce fama pura
y el dolo impere al mundo como feudal señor
á la virtud cavando prisión ó sepultura,
esgrimirá el poeta su yambo vengador.
Con gran regularidad
llegaron hasta Cebreros
los diez números primeros,
pero la fatalidad
persigue á sus compañeros.
De vez en cuando, á lo más.
Mientras un pueblo luche y entre cadenas gima
con Cráeos los Tirteos á la palestra irán.
El car o será espada que de opresión redima
y el numen del poeta la voz del huracán.
Mientras las flores cuenten al astro su leyenda
los tutelares olmos á la colgante vid,
habrá un impulso mudo cuyo poder encienda
de vírgenes y tórtolas el amoroso ardid.
(I)
Trasladarrcs la ^u«ia í l ííñor I'iieitor general de-
Comunicaciones.
(N
D J n D.)
Kl. ÁLBUM IBEltO AMERICANO
llega alguno desgajado,
y esto me tiene cansado,
pues no me entero jamás
de lo que va publicado.
Esta falta tan notoria
la expongo por si te enteras,
pues son cosas justicieras;
sé tú lo Flaquer que quieras,
mas no üaco de memoria.
Debe haber algún guasón,
que acaso encuentre muy grata
la lectura, si es barata,
mas si tal es su intención
que lo diga hablando en plata.
Sé que no faltan ladinos
á quienes da tres cominos,
leer, con tal que no les cueste,
las coplas de Calaínos
ó la historia del gran Preste.
Pero yo me desespero
en vista de tanta audacia,
y como E L ÁLBUM espero
no me hace maldita gracia
si no le trae el cartero.
Si E L ÁLBUM llega á faltar,
quejas tendrás á la par
porque esto siempre ocurrió,
y eso es lo que digo yo
¿cómo se va á remediar?
Y pues mi sentir he dado
yo juro por Cristo vivo
que la verdad he contado,
pues aunque le hayas mandado
lo que es yo no le recibo.
TiBURCio N A V A S P É B K Z .
Ávila. Cebreros.
CANTARES
I
E han dicho mis ilusiones
que el día que tú te mueraa,
que al mismo tiempo que tú
se van ellas de la tierra.
II
Te enfadaste porque ayer
te di un beso, Margarita;
¿quién te manda á tí tener
esa cara tan bonita?
III
El color azul es celos,
y el azul me encanta á mí;
mira qué cosa, gustarme
lo que más me hace sufrir.
IV
Tiene Málaga la bella
un rincón, que es el Perchel,
donde oir una malagueña
es trasladarse al Edén.
y solo vivo en el mundo.
N U E S T R O S
G=?¿v,B^DOS
VI
Pasará tiempo y más tiempo
y yo siempre te amaré;
nada puede asegurarse
pero esto sí que lo sé.
JOSÉ YBUKLA.
CLOTILDE PERALES, PRIMERA TIPLE DEL TEA -
TRO DE APOLO—Es tan bella como distinguida
y posee bonita voz y buena escuela de canto. Ha
cantado en varios teatros de América, donde ha
sido muy aplaudida, como lo es constantemente
en el teatro de Apolo, á cuya compañía enaltece.
VARIEDADES
UN DÍA DE CAZA KN OLMEDO.—Esta villa, en
donde abunda mucho la caza, hállase situada á
Juez. —¿Conoce usted al preso?
Testigo.—Le he conocido hace veinte años.
Juez.—¿Le ha conocido como perturbador de
la paz pública?
Testigo.—Desde que ha dejado de tocar en la
murga, no señor.
Juez.—Puede usted retirarse.
ocho leguas de la capital, siendo población muy
antigua y de bastante importancia histórica, pues
hay un refrán que dice: Quien de Casilla señor
pretenda ser, i O'medo de su parte ha de tener.
MARINA, POR CARCEDO.—El
autor de este cua-
dro, que cultiva con inspiración varios géneros,
distingüese especialmente en la pintura de ma-
Dónde está el peligro:
Padrino (al desafiado).—¡Valor, hombre, valorl Yo sé que su adversario va á tirar al aire.
Desafiado.—Eso es lo que más me apura.
Apunta tan mal...
rinas .
UNA VALENCIANA.—ES tan
grande la fama de
belleza que tienen las hijas del Turia, que los
pintores rivalizan en retratar á las valencianas
del pueblo, que son, entre todas ellas, las más
hermosas.
f7na cor/esanifa—El rey Oacar IldeSu^icia
mira con gran interés la educación de la infancia, y no se desdeña en enterarse personalmente
del nivel de la instrucción en los alumnos de
primeras letras.
POCOS días há, Osear II, visitando una escuela
de niñas, pidió á la profesora permiso para hacer
sus veces en la clase de Historia.
—¿Podrían ustedes—preguntó el rey á sus improvisadas discípulas—citarme nombres de grandes reyes de Suecia?
—Gustavo Adolfo—dijo una.
—Carlos XII—contestó otra.
—Osear II—balbuceó una pequeñita.
Sorprendido el rey con esta contestación que
le hizo sonreír, se acercó á la aduladorcilla de
falda corta y le pidió que citaae un gran hecho
de su reinado.
Después de un momento de pausa, la niña se
puso muy encendida, empezó á balbucear y á
punto de saltársele las lágrimas, exclamó:
—No sé de ninguno.
El rey acarició paternalmente la rubia cabecita de la niña.
—No llores, mi querida niña—dijo soltando
una carcajada—lo mismo me pasa á mí; tampoco yo sé de ninguno.
La mujer valenciana es, por lo general, alta,
esbelta, de grandes ojos, de facciones correctas y
de aire distinguido.
EL
EMPERADOR CARLOS V PRESENTANDO Á.
FRANCISCO I LA DUQUESA DB ALENQON.—No
tan
célebre como Margarita de Navarra es esta otra
hermana del Rey-Caballero, mujer de Renato, á
quien los franceses atribuyen la derrota de Pavía.
APRENDIENDO Á REZAR. -Las oraciones que
la
madre enseña al niño no las olvida nunca el
hombre. Por eso se ha observado que en el cora zón del escéptico no arraiga profundamente el
ateísmo si fué educado por madre religiosa.
TIPOS POPULARES: LA CABTAÑERA.—Este
tipo
es tan conocido en Madrid como en las provincias de España. La castañera valiente y audaz,
desafía el rigor de los elementos sin abatimiento
alguno.
L A REDACCIÓN.
NOTA FÚNEBRE
Con gran pesar participamos la noticia del faUecimento del esforzado general de división, don
Emilio Gutiérrez Cámara, persona muy estima-
Alberto.—¿Trabajó mucho eu amigo el pintor
en ese lienzo?
RsLJuel.—Ya lo creo, ocho años: seis meses en
pintarlo y siete años y medio en tratar de venderlo.
da en el ejército, en los círculos políticos y en los
sociales. Enviamos el más sentido pósame á su
distinguida faooilia.
Nuestro querido amigo era un perfecto caballa ro, un soldado pundonoroso de excepcionales
condiciones de mando, un detensor entusiasta de
Pasta 9 Jaiadíi te Naíé
'^""'^ D E L A N G R E N I E R ' ^ ^
Siempre me estoy sonriendo,
no estoy solo ni un segundo,
y, Bin embargo, qué triste
107
los más agradables y eficaces de los
Pectorales contra
las causas nobles y justas.
Han acompañado al cadáver hasta el panteón
de familia en Córdoba, uno de sus hijos, D. Felipe Navarro, y D. Felipe Castillo Estrada.
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108
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