Análisis contextual de la aprobación de las reformas estructurales

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Políticas de Comunicación
Análisis contextual de la aprobación de las reformas estructurales en
México y el manejo de la “comunicación política”.
José Cisneros Espinosa. Instituto de Ciencias de Gobierno y Desarrollo Estratégico (ICGDE) BUAP [email protected],
Violeta Angélica Cilia Luna [email protected], Sandra Verónica Melo Rodríguez [email protected].
mx, Lizeth Sánchez Atenco [email protected], Carolina Gómez Restrepo [email protected] y José Uriel Corres
Téllez [email protected], estudiantes de la Maestría en Opinión pública y marketing político (ICGDE).
Resumen
La lógica política mediante la cual se plantean las reformas constitucionales en los países vinculados al Fondo
Monetario Internacional (FMI), que son la mayoría del mundo, resulta ser la misma: facilitar el acceso de la banca
internacional y las grandes empresas transnacionales a los recursos estratégicos de los países, y además generar las
condiciones laborales y sociales para que esta extracción de recursos sea altamente lucrativa, sistemática y legal, tanto
a través de la deuda pública como de las utilidades directas.
Lo mismo en España que en México, Chile, Alemania, Inglaterra o Estados Unidos, las reformas se imponen a pesar
de la oposición de los ciudadanos, manejando mensajes publicitarios unidireccionales con actores que representan a
personas comunes para dar la apariencia de un consenso social que no existe.
Las únicas respuestas de acción social solidaria y de acción comunicativa (Habermas) surgen en las culturas del sur,
en términos de Boaventura de Sousa; es decir, de la organización de ciudadanos sometidos a los abusos mencionados,
tales como los Municipios Autónomos Zapatistas en México, el Foro Social Mundial en Brasil y otros países, los Indignados en España o los Ocupas en Nueva York. Respuestas que además se han dado desde tiempo atrás en las culturas
indias sometidas al saqueo histórico.
Palabras clave: Reformas estructurales, comunicación política, movimientos sociales, acción comunicativa.
Abstract
The political rationality used to devise constitutional reforms in countries linked to the International Monetary
Fund (IMF) is the same: enabling access for international banks and large multinational companies to the recipient
nations’ strategic resources and generating labour and social conditions necessary to increase profitability of said
extraction in a systematic and legal form, through the widespread use of public debt and direct returns. This same
scenario takes place in Mexico, Chile, Germany, England or the United States; the reforms are carried out against the
public interest, using unidirectional advertising messages using actors and depicting common persons to convey an
apparent, yet inexistent social consensus. The only feasible alternatives are solidary social action and communicative
action (Habermas); both of these are originated in cultures from the south (Boaventura de Sousa). Among these citizens’ groups affected by the aforementioned abuses we can find the following: Autonomous Zapatista Municipalities
in Mexico, the World Social Forum in Brazil and the Indignados in Spain or the Occupy Wall Street groups in New York.
Such answers can also be found amongst subjected indigenous cultures around the world after suffering this type of
historical plunder.
Keywords: structural reforms, political communication, social movements, communicative action.
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Políticas de Comunicación
Análisis contextual de la aprobación de las reformas estructurales en
México y el manejo de la “comunicación política”.
José Cisneros Espinosa. Instituto de Ciencias de Gobierno y Desarrollo Estratégico (ICGDE) BUAP [email protected],
Violeta Angélica Cilia Luna [email protected], Sandra Verónica Melo Rodríguez [email protected], Lizeth
Sánchez Atenco [email protected], Carolina Gómez Restrepo [email protected] y José Uriel Corres Téllez uriel626@hotmail.
com, estudiantes de la Maestría en Opinión pública y marketing político (ICGDE).
Presentación
El trabajo que a continuación se expone consiste en un análisis contextual y conceptual de las condiciones sociales, económicas
y políticas en las que se aprueban las reformas estructurales mexicanas impulsadas por del gobierno de Peña Nieto, como parte del
proceso neoliberal de extracción de riquezas en el mundo, así como su manejo unidireccional de la “comunicación” publicitaria.
El objetivo de la exposición consiste en explicar conceptualmente el rol de los grandes empresarios y de la cúpula gubernamental
que inducen en los legisladores el enfoque que habrán de darle a las reformas constitucionales para favorecer los negocios privados,
ligado al manejo de su publicidad política.
Se inicia con la presentación general del problema de la desigualdad social que enfrenta la población de cada país; a continuación se
exponen las teorías y conceptos específicos mediante los cuales se hará el análisis de esta situación, para desembocar en la configuración
de una estrategia metodológica. Con base en ésta se hace una lectura crítica de la aprobación de las reformas estructurales y el manejo
de la llamada “comunicación política” del gobierno mexicano. Para completar este análisis del contexto se aborda la relación entre los
actuales movimientos sociales y los procesos democráticos, en tanto respuesta de los grupos ciudadanos a la dominación social. Al final,
más que concluir, se reflexiona sobre la búsqueda de alternativas de acción comunicativa en las culturas del sur.
El problema social: Dominación y desigualdad
Actualmente existe un problema mundial de dominación social ejercida a través de la banca internacional y el crecimiento de la
deuda pública en los diferentes países, el uso del ejército de las grandes potencias políticas que siguen ocupando territorios ajenos, la
invasión de las empresas transnacionales y su control de la extracción de materias primas y la producción de alimentos y energéticos,
así como el apoyo de las organizaciones políticas mundiales como la ONU y el G 8. En el discurso se plantea que se actúa a favor de la
democracia, y en la práctica ocurre el aumento de impuestos y la privatización de los recursos estratégicos de los países en manos de
empresas transnacionales sin dialogar con la sociedad.
La consecuencia palpable de esta dominación es una desigualdad crónica: Por un lado, se producen ganancias inconmensurables
para los grandes bancos (Banco Mundial, Fondo Monetario Internacional, Banco Europeo, Reserva Federal, etc.) a través de la deuda
pública, utilidades multimillonarias para empresas locales y transnacionales que extraen los recursos estratégicos del país, y el manejo
de presupuestos multimillonarios en la cúpula gobernante. Y por otro lado, crece el desempleo, se aprueban leyes laborales regresivas,
se incrementan los precios en artículos y servicios de primera necesidad, y suben los impuestos. Además, aumenta la violencia cotidiana
y los delitos recurrentes, y se establece una distancia mayor entre necesidades sociales y decisiones de gobierno. No hay comunicación
política pero sí campañas publicitarias con cargo al erario público.
Como ejemplo de lo anterior, en enero de 2013 los principales índices accionarios en Wall Street sumaron seis sesiones a la alza
para obtener nuevos máximos de cinco años que no se lograban desde 2007 (Valle, 2013); entre otras razones, porque el congreso
estadounidense aprobó la suspensión del techo de la deuda hasta el mes de mayo. Es decir, crecieron las utilidades de la bolsa mientras
más se endeudaba el país, o más claramente: los ciudadanos contribuyentes.
La deuda pública de Estados Unidos llegó desde 2011 a 15 billones 222,451 millones de dólares, equivalente a 103.55 % de su
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Producto Interno Bruto (PIB), y el desempleo también se volvió crítico. Pero la deuda pública y el desempleo crecen en todos lados. La
deuda externa del Reino Unido, por ejemplo, desde 2009 alcanzó el 365.44 % del PIB (9 billones 492 mil millones de dólares).
En México, Alejandro Gómez Taméz, Director General del Grupo de Asesores en Economía y Administración Pública en México,
informó en marzo de 2013 que:
De acuerdo con cifras publicadas por el Banco de Información Económica (BIE) del INEGI, al mes de diciembre de 2012 la deuda neta
total del sector público ascendió a 5.222 billones de pesos (bdp), de los cuales 3.634 bdp correspondieron a deuda interna y 1.588 bdp
fueron deuda externa. Cabe señalar que estas cantidades son considerablemente más altas que las observadas en diciembre del año
2006, mes en el que la deuda neta total del sector público sumó 1.697 bdp, de los cuales 1.172 bdp fueron deuda interna y apenas 0.525
bdp eran deuda externa.
Así, en un plazo de seis años la Administración de Felipe Calderón aumentó la deuda total en 207.7%, la deuda interna en 210.1%
y la deuda externa en 202.2%. Desde luego que estos porcentajes son descomunales, sobre todo considerando que la inflación en el
periodo fue de 28.5% (Gómez, 2013: 1).
A su vez, la actual Secretaría de Hacienda y Crédito Público, dirigida por quien operó la campaña presidencial de Peña Nieto, Luis
Videgaray, anunció sólo cuatro meses después de Gómez Taméz, el 1° de agosto de 2013, que la deuda pública total llegó a 6 billones
62 mil millones de pesos, equivalente a 38.07% del PIB y 195.6% mayor que en el año 2000, cuando sumaba 2 billones 51 mil millones
de pesos. “…en los primeros siete meses de la nueva administración gubernamental, la deuda pública total aumentó en 171 mil 157
millones de pesos, a razón de 950 millones diariamente” (Zúñiga, Méndez y Ballinas, 2013, p. 23). Pero si se comparan las cifras del INEGI
de diciembre de 2012 con las del nuevo Secretario de Hacienda, la diferencia es de 840 mil millones de pesos, no de 171 mil.
En consecuencia, el Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval), informó que la pobreza en México
subió a 52 millones en 2010. Entre 2008 y 2010 el número de personas en pobreza aumentó 3.2 millones (Mayoral, 2011), y ha seguido
creciendo sin parar. Por su parte, Bernardo Kliksberg, asesor especial de la Dirección de Políticas de Desarrollo del Programa de Naciones
Unidas para el Desarrollo (PNUD), afirma que el nivel de pobreza en México es uno de los mayores del mundo, y está muy por encima del
promedio de América Latina (Miranda, 2011: 24).
Gonzalo Hernández Licona, Secretario Ejecutivo del Coneval, señala que 28 millones de personas tienen carencia alimentaria
(Mayoral, 2011). Y para complicar esta situación, la canasta básica subió 8% entre 2011 y 2012, mientras el salario mínimo sólo creció
4.2% (Rodríguez, 2012: 23).
Por lo que respecta a los trabajadores mexicanos que tienen un empleo regular con un patrón, 50% no tienen prestaciones, sobre
todo los jóvenes, y 46% de adultos mayores viven en la pobreza según el INEGI (González, Susana 2012: 27). Pero los niños están en una
situación peor: en 2013 había 32.5 millones de niños, y de ellos 5 de cada 6 son pobres o vulnerables. 4 millones de los menores (10.7%),
que tienen entre 5 y 17 años de edad, trabajan, y 40% de éstos no van a la escuela (Cruz, Ángeles 2012: 3).
En cuanto al sistema de pensiones, no cubre a 30 millones de trabajadores. Y, según expertos, este sistema fue rediseñado para que
ganen las instituciones financieras de Administración de Fondos para el Retiro (Afore’s); es decir, los bancos, por lo que en el futuro la
gran mayoría de los viejos del país serán más pobres que los viejos de hoy (Vargas, 2011: 2). Eso sin considerar que las inversiones de
las Afore’s de un momento a otro pueden sufrir quebrantos, como ocurrió en mayo de 2013, cuando perdieron más de 80 mil millones
de pesos en los mercados internacionales donde invierten esos fondos (Cardoso, 2013:19). Pérdidas que, como es costumbre, terminan
repercutiendo en los trabajadores.
Para completar este panorama de desigualdad, en México y en muchos países se ha reformado la legislación laboral en favor de los
empresarios. De manera que los trabajadores tienen cada vez menos seguridad en el empleo, mayor competencia por obtener un puesto
con menor sueldo y más horas de trabajo; por tanto, se reduce la solidaridad entre ellos y crece la incertidumbre. Algunos analistas
concluyen que en esta nueva ley se trata de formalizar:
…la precarización del trabajo y las bajas remuneraciones, y daría garantías a los empresarios para agilizar el despido. En reali-
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dad, se trata de una contrarreforma laboral, que deroga las conquistas históricas de la clase trabajadora mexicana, mientras
que facilita a los empresarios la apropiación del trabajo impago y, con ello, el incremento de la (su) tasa de beneficio (López,
s/f: 1).
Como se observa, el gobierno colabora en este deterioro laboral. La pregunta es: ¿por qué el gobierno no regula la sociedad para que
los recursos del país beneficien a todos sus habitantes y no sólo a los bancos y grandes empresas?
La respuesta a esta pregunta, que puede aplicarse lo mismo a la sociedad mundial que a la situación de un país, implica la búsqueda
de una explicación general que vincule de algún modo los actuales fenómenos sociales mundiales y nacionales, y que parecen responder
a la misma lógica de altos contrastes, de inequidad. De ahí la necesidad de hacer un análisis del contexto mundial dentro del cual pueda
entenderse tanto la dinámica global como la desigualdad de cada país.
Así, con la finalidad de entender tanto el funcionamiento de la sociedad global como las reformas constitucionales de un país
específico, a lo largo de este trabajo se analiza el contexto social desde un marco teórico que nos permita explicarnos tanto la situación
mundial como la de México. Y el análisis se apoyará específicamente en la teoría del Bloque histórico de Antonio Gramsci, a fin de
entender la dinámica económica y política que un grupo de empresarios integrados en una Clase dirigente induce en cada país. Se
complementará el marco de análisis con aportaciones teóricas sobre medios y comunicación de autores como Giovanni Sartori, Jünger
Habermas y Michel Foucault, entre otros.
Conceptos para el análisis:
El Bloque histórico, la perspectiva social de Antonio Gramsci
Antonio Gramsci (1891–1937) es uno de los autores marxistas de gran relevancia en el análisis socio-político. Gramsci concibe como
Bloque histórico una situación social integral en la que se encuentra una sociedad en un momento histórico determinado, controlada por
un grupo de grandes empresarios denominado Clase dirigente, y donde predomina el conformismo o consenso social impulsado por una
capa de intelectuales (Sociedad civil) en toda la población, pero sobre todo entre las Clases subalternas, los trabajadores. En el Bloque
histórico podemos distinguir una estructura compuesta por las relaciones entre las clases sociales, apoyada en las fuerzas productivas
transformadoras de la economía y en la propiedad de los medios de producción, y una superestructura ideológica y política, compuesta
por una serie de procedimientos para legitimar en la mente de las personas el poder de la Clase dirigente sobre dicha sociedad (Gramsci,
1985). A este dominio por consenso Gramsci le llama Hegemonía. Y para lograr esta hegemonía, operan las escuelas, las iglesias, pero
sobre todo, los medios de difusión masiva.
La función central de la clase dirigente es ejercer el control y la dirección de la sociedad, combinando para ello la coerción legal
aplicada por la sociedad política (gobernantes) y el consenso ideológico generado por la sociedad civil (intelectuales de los medios de
difusión, la escuela, la iglesia, etc.). Cuando la clase dirigente ejerce el control y la dirección principalmente mediante el consenso social,
se dice que en esta sociedad existe hegemonía de la clase dirigente, y por tanto un bloque histórico. Pero si se privilegia el uso de la
fuerza, la coerción y la represión, el bloque histórico desaparece para entrar en un periodo de inestabilidad social (Portelli, 1997: 17-34),
como en las dictaduras.
De ahí la importancia de la sociedad civil en relación con la sociedad política, pues a nivel estratégico es una cuestión esencial: para
que la hegemonía sea sólidamente establecida, es necesario que la sociedad civil y sociedad política estén desarrolladas y orgánicamente
ligadas: de esta manera la clase dirigente podrá utilizarlas alternativa y armoniosamente para perpetuar su dominación.
A diferencia de otros pensadores marxistas, Gramsci no plantea la transformación de la sociedad por medio de la lucha armada, sino
a través de movimientos sociales ascendentes de las clases subalternas, presionando y obligando a mejorar los diferentes estamentos
de la estructura social, hasta establecer nuevos consensos más favorables a estas clases y a la sociedad en su conjunto. De lo contrario,
cuando el papel “consensador” de la sociedad civil se debilita y crece la acción coercitiva y represiva del estado, sobrevienen las crisis
sociales que, en última instancia, rompen la hegemonía y el bloque histórico, dando paso a una nueva clase dirigente que generará un
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nuevo bloque histórico.
Para terminar esta breve introducción a la teoría del bloque histórico, es necesario considerar que la lógica hegemónica que Gramsci
observó al interior de cada nación, hoy día se da a nivel global. Y por tanto, resulta básico preguntarse ¿quiénes forman actualmente la
clase dirigente a nivel mundial y cómo dominan a las clases subalternas a través de la sociedad política y la sociedad civil?
A nivel mundial los dueños del dinero son los empresarios financieros y los propietarios de las principales empresas transnacionales
que están organizados en grupos bien identificados: El Grupo Bilderberg y la Comisión Trilateral, a cuyo servicio operan instituciones
como el Fondo Monetario Internacional, el Banco Mundial y la Reserva Federal de Estados Unidos, además de otros organismos y medios
internacionales como la ONU, la OCDE, CNN, el diario New York Times y la Universidad de Harvard, entre muchos más (The Trilateral
Commission, 2010).
De acuerdo con Gramsci, la sociedad política en cada nación está configurada por los órganos de gobierno, partidos políticos y
fuerzas armadas que ejercen la coerción o violencia legal, principalmente sobre las clases subalternas.
Política y medios: Giovanni Sartori.
Hace 17 años (1997), cuando el sistema neoliberal llevaba 24 de estar actuando a partir del golpe de estado en Chile (1973), en
su libro Homo videns. La sociedad teledirigida, Giovanni Sartori analizó un cambio radical en la manera de percibir, conocer y de vivir
el mundo, y en especial los procesos políticos condicionados por la televisión; sobre todo las elecciones. De este análisis es importante
recuperar tres aspectos relacionados con la llamada sociedad teledirigida.
En primer lugar, su tesis de fondo: la transformación general del homo sapiens en homo videns; es decir, la regresión de la capacidad
cognoscitiva del hombre del pensamiento abstracto hacia la percepción visual, concreta; o reducción de lo inteligible, debido al predominio de la televisión como referente cognoscitivo.
En segundo lugar, la incidencia de la televisión en la política y su falsa contribución a la opinión pública y a la democracia. Y en tercer
lugar, el manejo cotidiano de la video-democracia.
Por lo que respecta al empobrecimiento cognoscitivo del homo videns, Sartori argumenta que:
… la cuestión es esta: la televisión invierte la evolución de lo sensible en inteligible y lo convierte en el ictu oculi, en un regreso
al puro y simple acto de ver. La televisión produce imágenes y anula los conceptos, y de este modo atrofia nuestra capacidad de
abstracción y con ella toda nuestra capacidad de entender (Sartori, 2011:53).
Concluyendo, Sartori piensa que “hacia finales del siglo XX, el homo sapiens ha entrado en crisis, una crisis de pérdida de conocimiento y de capacidad de saber” (Sartori, 2011:67). Por tanto, en la televisión tenemos a un macro-actor político que nadie eligió, que
induce opiniones y perspectivas sobre lo que debe ser la política y los procesos políticos, pero cuyo interés central es el lucro, por lo que
se desarrolla asociado a quienes operan el poder político y económico, ajeno estructuralmente a los problemas y necesidades reales de
la ciudadanía.
Análisis de la comunicación: Michel Foucault y Jürgen Habermas
Michel Foucault plantea que la puesta en práctica de una idea desde el poder la convierta en “verdadera” (Foucault, 1982; Hall,
1997). En este sentido, observamos que diferentes prácticas dominantes, tales como el nombrar a los medios de difusión masiva como
“medios de comunicación”, el llamar a las campañas de propaganda electoral y de publicidad gubernamental como “comunicación
política”, y el considerar las órdenes de trabajo en cualquier empresa como “comunicación interna”, van acumulando una especie de “verdad residual” en la mente de las personas que no cuestionan el término “comunicación”, sino que lo asocian con el enfoque unidireccional
y, en el mejor de los casos, persuasivo, de la transmisión de mensajes. Sin embargo, desde una perspectiva crítica las cosas cambian. Para
Jürgen Habermas (1993), por ejemplo, las prácticas mencionadas no constituyen procesos de comunicación, sino acciones estratégicas
del emisor. Veamos:
Acción Estratégica
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Habermas plantea que la acción estratégica se orienta al éxito unilateral, como puede ser un triunfo electoral. Pero la acción
estratégica no es tal porque consiga directamente ese fin, sino por la influencia que logra sobre las decisiones de un oponente racional
en favor del emisor. Su fin es persuadir a las personas para que decidan lo que conviene al actor que diseñó, o para quien se diseñó la
estrategia. Y dentro de las acciones estratégicas Habermas define una que explica con mayor claridad el manejo del discurso y la imagen
política: La acción dramatúrgica.
Acción Dramatúrgica
Habermas define la acción dramatúrgica como la interacción de un agente o actor que hace presentación de sí mismo frente a
un grupo social que se constituye en su público. El actor sugiere en su público una determinada imagen de sí mismo, mostrando su
subjetividad de forma calculada para construir esa imagen que de sí quiere dar. Pero el actor controla el acceso del público a la esfera de
sus propios pensamientos, sentimientos, actitudes, etcétera, que sólo él conoce. El concepto de auto-representación significa entonces,
no una expresión espontánea, sino la estilización de sus propias vivencias de acuerdo con la imagen que el actor quiere dar de sí ante sus
espectadores. Por tanto, la acción dramatúrgica está dirigida a un público para que se imagine que participa en una acción orientada al
entendimiento, pues desconoce las intenciones estratégicas del actor, pero que en realidad se encuentra siendo objeto de una manipulación (Habermas, 1993).
Con base en el concepto de acción estratégica podemos definir la imagen política como la construcción dramatúrgica o la autorepresentación de un actor político que se posiciona en la mente de un público. Y como cada público tiene necesidades, expectativas
y lenguajes propios, los estrategas de la acción dramatúrgica emplean estos elementos para dirigirse a cada público, de modo que la
percepción y decisiones del público respondan a los objetivos del actor político.
Resumiendo: desde el poder de la clase dirigente y de la sociedad política se define lo que una población o “público” debe pensar
que es verdad sobre las reformas constitucionales, por ejemplo, y esa verdad se induce a través de mensajes en medios masivos donde
las verdaderas voces ciudadanas se sustituyen por actores pagados, y reiteradamente se difunden para tratar de legitimar una acción
legislativa contraria a los intereses ciudadanos.
La metodología de análisis
La metodología, en tanto estrategia para avanzar en la construcción de un conocimiento específico, se ubica dentro de una perspectiva de indagación mayor. Esta perspectiva define un camino gnoseológico que va desde las preguntas y respuestas esenciales sobre el
mundo y el ser humano, la filosofía, pasando por la teoría consecuente con dicha filosofía, cuyas explicaciones nos sitúan en un ámbito
de conocimiento a partir del cual construimos la metodología para avanzar hacia el conocimiento-objetivo. En nuestro caso, partiendo
de una filosofía humanista y una teoría crítica, usaremos una metodología cualitativa.
El objetivo de conocimiento en este trabajo, como se mencionó en la presentación, consiste en analizar el contexto económicopolítico desde una perspectiva teórica para explicar la actuación de los principales empresarios y de la cúpula gubernamental que induce
en los legisladores el sentido de las reformas constitucionales para favorecer los negocios privados. Esta explicación incluye el análisis de
la “comunicación política” manejada por el gobierno.
La estrategia para lograr este objetivo consiste en retomar los conceptos teóricos enunciados en el apartado anterior a modo de
categorías de análisis, tales como Clase dirigente, Sociedad política, Sociedad civil y Clases subalternas en el caso del Bloque histórico de
Gramsci. Así como Acción estratégica y Acción comunicativa de la Teoría de la acción comunicativa de Jürgen Habermas, y otras más. Con
el referente de estas categorías, se organiza la información pública del entorno social referida al tema de las “reformas estructurales” y las
acciones de “comunicación política”, y se analiza críticamente para el caso de México. Se trata de un análisis interpretativo de los datos y la
información publicada, de acuerdo con las teorías enunciadas, y aplicando una técnica de análisis basada en el planteamiento de Michel
Foucault, quien no analiza el discurso desde el punto de vista lingüístico sino desde las relaciones de poder. En términos operativos, la
estrategia se compone de los pasos siguientes:
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1. Definir los conceptos claves a emplear como categorías de análisis.
2. Recopilar y organizar la información sobre la actuación económico-política de la Clase dirigente y la Sociedad política de acu
erdo a las categorías definidas.
3. Analizar críticamente las principales reformas constitucionales recientes del gobierno mexicano y sus acciones de “comuni
cación política”.
4. Análisis de la relación entre movimientos sociales y procesos democráticos.
5. Reflexionar sobre la acción comunicativa de las Clases subalternas.
Por razones de espacio no se describe en detalle cada uno de los pasos de la metodología, pero a continuación se exponen algunos
resultados de su aplicación.
Lectura crítica de la aprobación de las reformas constitucionales
Antonio Gramsci fue muy preciso al señalar que la clase dirigente la conforman los dueños del dinero, del gran capital, y hoy a
nivel mundial los dueños del dinero son los empresarios financieros y los propietarios de las principales empresas transnacionales
organizados en grupos bien identificados: El Grupo Bilderberg y la Comisión Trilateral, a cuyo servicio operan bancos privados como el
Fondo Monetario Internacional, el Banco Mundial y la Reserva Federal de Estados Unidos, además de organismos como la ONU, la OCDE,
CNN, el diario New York Times y la Universidad de Harvard, entre otros (The Trilateral Commission, 2010).
La configuración de la actual clase dirigente mundial inició en 1954, cuando se reunieron en el hotel Bilderberg de Oosterbeek,
en los Países Bajos, los 130 empresarios más ricos del planeta, exceptuando a los japoneses. Estos poderosos empresarios, como los
banqueros Rockefeller y Rothschild, estaban inquietos por el antinorteamericanismo opuesto al Plan Marshall y por el aumento de
regímenes socialistas, por ello decidieron establecer un nuevo orden internacional a través del control financiero, geopolítico y militar.
Desde entonces se reúnen cada año como Grupo Bilderberg (GB) sin que se conozca su agenda ni sus acuerdos.
Pero debido a las suspicacias que el grupo despertó, en 1973 los mismos empresarios crearon una organización “más visible”
promovida por David Rockefeller, donde incluyeron un mayor número de miembros y a empresarios japoneses: La Comisión Trilateral
(CT). Esta comisión, igual que el Grupo Bilderberg, no difunde la agenda ni los resultados de sus reuniones.
Sin embargo, la meta de la clase dirigente quedó claramente establecida en un libro de 1970 del cofundador de la Comisión Trilateral
junto con Rockefeller, Zbigniew Brzezinski, ex-consejero de Seguridad Nacional del Presidente Jimmy Carter y primer Director de la
Comisión Trilateral:
La nación-estado como unidad fundamental de la vida organizada del hombre ha dejado de ser la principal fuerza creativa: Los
bancos internacionales y las corporaciones transnacionales son [ahora] actores y planificadores en los términos que antiguamente se atribuían a los conceptos políticos de nación-estado (Brzezinski, 1970).
Aquí, la meta central queda muy clara: se trata de organizar un mundo gobernado por los bancos y las corporaciones transnacionales, y en donde los gobiernos nacionales sólo tienen un rol secundario, como se ha visto en los casos de Grecia, Italia y España, donde
los presidentes se deciden con base en las presiones del Fondo Monetario Internacional y el peso de la deuda externa. Los bancos y
las corporaciones globales se imponen sobre la nación-estado, lo mismo en América Latina que en Alemania, Inglaterra o los Estados
Unidos. Pero, ¿Cómo logra esta clase dirigente someter a presidentes, congresos y ejércitos?
Existen muchas formas de control, desde la invasión militar, hasta las decisiones políticas tomadas en la asamblea de la ONU.
Pero las medidas sistemáticas son el manejo que los bancos centrales, como empresas privadas lucrativas, hacen con la emisión de la
moneda y la deuda pública. Por ello una de las tareas principales que el FMI impone a los gobiernos es que aseguren la transferencia de
recursos al pago de la deuda. Y por tanto los gobiernos aumentan los impuestos y usan el dinero antes destinado a programas sociales,
desprotegiendo a la población y desregulando el mercado de laboral para que los empresarios no estén obligados a pensionar a sus
empleados. Se trata de una estrategia de despojo sistemático.
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Una vez establecidas estas líneas estratégicas, los organismos internacionales como el FMI, el BM y la propia ONU, anuncian abiertamente las acciones que requieren de los gobiernos “para salvar al país de la bancarrota”, y las propuestas legislativas de los congresos
nacionales se alinearán en ese sentido.
En función de la estrategia dominante, además de incrementar la deuda pública, los gobiernos asumen una función legislativa y
coercitiva, pues la clase dirigente los ha despojado de su papel económico a través de la privatización de las empresas públicas redituables y estratégicas, como la de hidrocarburos y energía eléctrica, además de reducir el aparato burocrático con el despido de miles de
empleados y la contratación posterior de servicios privados (Mejía, 2007).
Además de lo anterior, la política de libre mercado en los servicios significa que la clase dominante mundial, además de extraer los
recursos naturales y el dinero de los intereses de la deuda de cada país, instala empresas lucrativas que van desplazando a las instituciones gubernamentales de educación, salud y distribución del agua, por ejemplo, que antes formaban parte de los servicios públicos,
y que ahora los contribuyentes, además de pagar más impuestos, pasan a ser clientes cautivos de las empresas privadas autorizadas.
Congruente con la subordinación de la sociedad política a la clase dirigente, el gobierno se enfoca entonces a legislar en favor de
esa clase y no a solucionar las necesidades de las clases subalternas. En el caso de México, desde la gestión del presidente Miguel de
la Madrid iniciada en 1982 hasta la fecha (2014), son 32 años en que los presidentes y los congresos han seguido puntualmente la
estrategia del FMI de hacer “reformas estructurales” que faciliten la operación privada de las áreas productivas y de servicios en las que
el estado tenía rectoría.
Reformas constitucionales, algunos ejemplos
Con el argumento impreciso de que las “reformas estructurales” son necesarias para generar mayor dinamismo económico y,
consecuentemente, los empleos que se requieren, la sociedad política promueve serios cambios en la constitución política para facilitar
la privatización y la explotación de los recursos del país principalmente por empresas extranjeras. Esto viene ocurriendo en México con
mayor insistencia desde el gobierno de Carlos Salinas con la privatización de Teléfonos de México y los ejidos agrícolas, sin detenerse
en ninguno de los sexenios posteriores con los ferrocarriles, la minería, los fertilizantes, las semillas agrícolas, etc., y con Peña Nieto se
aprobó una nueva legislación que aumenta la privatización de las telecomunicaciones, una reforma laboral regresiva, y se acaban de
aprobar las leyes que permitirán la operación privada de las industrias estratégicas que quedaban: Petróleos Mexicanos y la energía
eléctrica, para culminar con el más estratégico de todos los recursos: el agua.
Es importante hacer notar que en todas las privatizaciones anteriores el pueblo mexicano nunca salió beneficiado. No sólo porque
nunca se conoció el destino de los fondos obtenidos con las ventas, sino porque los servicios que esas industrias prestaban se encarecieron:
servicios telefónicos, servicios bancarios, servicios de limpia, gas, gasolina, alimentos, etc. Y no será diferente con las nuevas reformas.
Telecomunicaciones
En marzo de 2013 el Congreso aprobó la reforma a la Ley Federal de Telecomunicaciones enviada por Enrique Peña Nieto, en la que
destacan dos propuestas: Una, que la inversión extranjera directa pase de 49 a 100% en telefonía, y de 0 a 49% en radiodifusión. Y dos: la
creación del Instituto Federal de Telecomunicaciones, que será quien otorgue las concesiones del ramo y no el congreso, ni el presidente
de la república (CNN.Expansión, 2013: 1). Esto, después de que en el sexenio anterior se ampliaron las concesiones de radio y televisión
para 20 años con renovación casi automática, y la Cofetel, organismo regulador del sector, se dejó en manos de funcionarios provenientes
de la industria de radio y televisión, no deja lugar a dudas sobre los beneficiarios de esta reforma y el largo camino de privilegios que el
gobierno en turno ha venido otorgando a los empresarios.
Reforma laboral
Para cerrar la pinza de las privatizaciones, el congreso aprobó de inmediato la Ley Federal del Trabajo sin darla a conocer antes a la
ciudadanía; ley que limita los derechos y prestaciones de los trabajadores pero deja a salvo el manejo gremial de los líderes de sindicatos
al servicio del gobierno (Garduño y Méndez, 2012: 6).
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Políticas de Comunicación
Las reformas sobre energía
Las “reforma estructurales” sobre petróleo, gas y electricidad propuestas por el gobierno de Peña Nieto no se analizaron públicamente pero ya se aprobaron. Desde el gobierno de Felipe Calderón la empresa española Iberdrola desplazó a la estatal Comisión Federal
de Electricidad (CFE) como abastecedora de grandes consorcios gracias a que se le permitió modificar sus permisos originales (Rodríguez,
2013: 25). Ahora seguirá creciendo gracias a la reforma energética, ya que plantea una mayor apertura para el capital privado en áreas
que antes estaban reservadas para el Estado (Rodríguez, 2013: 26).
Con estas reformas, los precios para la población seguirán subiendo, a pesar de la oferta verbal del presidente de reducirlos, pues
declaró que se incrementarán las tarifas de la luz eléctrica y el agua para “ajustar gradualmente las tarifas de uso doméstico de electricidad y agua a los precios reales del mercado” (Noticias en línea, junio 4 de 2013). Y esos “precios del mercado” implican un permanente
incremento como el de la gasolina, que de 2009 a la fecha ha subido más de 50%. Y dado que con las “reformas estructurales” esas
industrias quedarán en manos privadas, las utilidades pasarán a los empresarios y no al presupuesto gubernamental o al pago de la
deuda pública que pesa sobre los ciudadanos.
Se ha observado que antes de la privatización de una empresa pública se crean las condiciones administrativas e ideológicas para
tratar de sustentar esa decisión. En el caso de la Comisión Federal de Electricidad (CFE), siendo una de las empresas gubernamentales
estratégicas y rentables, no se actualizó y dejó de crecer por decisión política. En cambio, el gobierno autorizó a empresas españolas
para que produjeran electricidad con tecnología eólica, en vez de que la CFE desarrollara sus propios sistemas ecológicos de generación
eléctrica.
El resultado es que para 2012, 55 % de la energía producida en el país se compró a las empresas extranjeras (Rodríguez, 2012: 24),
con la consiguiente pérdida de utilidades y fuga de divisas que deberían servir para actualizar la planta productiva estatal. Y la peor
consecuencia es que estos recursos se expropian de por vida, incrementando el ciclo de la pobreza, desempleo y empobrecimiento social.
Por lo que respecta al petróleo, Pemex adjudicará la exploración y producción de petróleo a las empresas en un área con 21,000
millones de barriles de crudo equivalente, que son 40% de los recursos totales del país. En total se adjudicarán 953 kilómetros con
reservas 3p (probadas, más probables y posibles) por 3,195 millones de barriles de petróleo crudo que equivalen a 15% del total de
Chicontepec. Pemex además ha realizado dos rondas de contratos integrales anteriores que son resultado de la reforma de 2008, ambas
de campos maduros en las regiones norte y sur del país (García, 2013: 30).
Esos “contratos integrales” implican que se paga a los especialistas de las mismas empresas extranjeras para que hagan los estudios
de factibilidad, y luego se licitan los contratos de explotación para esas mismas empresas. La labor del presidente Peña es ideal para los
empresarios: primero se incrementa el precio de los productos energéticos, luego se les pagan los estudios de factibilidad, y finalmente
se les vende la industria, incluyendo a sus consumidores cautivos.
El resultado final de las privatizaciones es inocultable: se despoja del patrimonio a los mexicanos, se sobreexplota la mano de obra,
crece la inseguridad laboral, el desempleo, el encarecimiento de productos y servicios, y el crecimiento de la deuda pública. Frente a esta
realidad, el gobierno lo que hace es tratar de persuadir a los ciudadanos de que estas reformas les benefician.
5. Lectura crítica del manejo de la “comunicación política” del gobierno.
Antes, durante y después de la aprobación de las reformas constitucionales que reestructuran el manejo de los recursos estratégicos
del país en favor de los empresarios privados, el gobierno de Peña Nieto ha gastado sumas millonarias en campañas permanentes de
publicidad para “justificar” sus decisiones, sobre todo mediante la televisión. ¿Por qué la televisión?
Desde su aparición en México, en los años 50’s, la televisión ha sido el medio de difusión masiva más importante y con mayor
repercusión social. En primer lugar por la facilidad que implica el acceso a la información a través de imágenes y la veracidad que le
atribuyen las personas. El INEGI (2012) mostró que la televisión es el medio con mayor penetración (94.7 %) en los hogares mexicanos.
Haciendo referencia al tema de transparencia, el Grupo Impacto Inteligente 360º (2013), mediante una encuesta realizada en el
Distrito Federal en octubre de 2013, indicó que 32.73 %, de las personas encuestadas consideran a la televisión como el medio más
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Políticas de Comunicación
objetivo en materia política, seguida por la radio con 25.19 % y posteriormente la internet con el 21.04 %. Contando entonces con ese
grado de confiabilidad de la sociedad depositado en la televisión, los actores políticos buscan alianza con este medio para lograr su
aceptación en la sociedad.
Ahora bien, el método que resultó más práctico para dirigir la opinión de los ciudadanos fue el entretenimiento. Por ejemplo, en
la novela “Corazón indomable”, en el capítulo 34 emitido el 11 de abril del 2013 se difundió un diálogo entre dos actrices explicando la
importancia y beneficios de la inversión extranjera (Pareja, 2010). El tema fue clave, pues al comienzo del año el diputado priísta Manlio
Fabio Beltrones emitió una propuesta de reforma al Artículo 27 constitucional con el fin de “transparentar y brindar certeza jurídica a
quienes invierten en bienes raíces con giro turístico” (principalmente extranjeros), con miras a obtener títulos de propiedad en las costas
del país (La razón, 2013), que seguramente aprobará.
En el caso de la Reforma Energética el mecanismo de inducción ha sido similar: Se filtra información en novelas y programas de
revista; se emiten los avances de su aprobación en los noticieros y se refuerza con los spots que patrocina el Gobierno de la República.
En dichos spots se explica de manera reiterativa que “el petróleo seguirá siendo de los Mexicanos y que PEMEX no se privatizará”. Sin
embargo, no se informa sobre los cambios patrimoniales que implica, de qué manera se llevarán a cabo los contratos, cómo la inversión
extranjera impulsará el desarrollo del país y a costa de qué pérdidas. En el documento sólo se explica que “se establece la posibilidad de
que la Nación otorgue asignaciones o contratos a Pemex, e incorpora también la posibilidad de otorgar contratos a empresas privadas”1,
quedando para las leyes regulatorias que desconocemos el establecimiento de modalidades de contraprestación y los porcentajes de
utilidad.
Por supuesto, la estrategia de comunicación del Gobierno Federal no contempla a la ciudadanía, no hay lugar para el diálogo, lo que
genera la “comunicación” unidireccional y la inconformidad de las personas por no ser escuchadas. Así, la legitimidad de las acciones del
gobierno en torno a la Reforma Energética es vulnerable, y en los hechos se observa que su interés real es cumplir con las exigencias de
los grupos de élite interesados en apropiarse de la riqueza del país y endeudar de por vida a los ciudadanos (Cisneros, 2012).
Acción comunicativa e incomunicación
Analizando en una perspectiva más amplia las acciones mediáticas del gobierno, podemos concluir que no le interesa comunicarse
realmente con los ciudadanos. Veamos por qué: Con un sentido muy diferente al de la acción estratégica, Jürgen Habermas (1993)
concibe la acción comunicativa como la búsqueda de entendimiento entre los actores del proceso comunicativo. No se trata de buscar
el éxito unilateral, y por tanto no se apoya en cálculos egocéntricos de uno de los actores del proceso, sino a través del entendimiento
recíproco. En la acción comunicativa se busca un saber común, que a su vez funda un acuerdo entre los actores del proceso, aunque
sus argumentos son susceptibles de crítica. El acuerdo se apoya en el respeto al otro y en una convicción común, la cual vincula a los
participantes en términos de reciprocidad y de equidad. No se busca controlar o abusar del otro, sino entenderse con él.
En consecuencia, la acción comunicativa no puede ser unidireccional o inequitativa, donde uno de los actores, “emisor”, tenga
definida su propia meta, y en la cual las respuestas del “receptor” sólo le sirvan para hacer modificaciones tácticas en el proceso de
persuasión que le ayuden a obtener su éxito egocéntrico, como ocurre en las campañas publicitarias de la reforma energética.
Por tanto, si la relación política entre gobernantes y ciudadanos se basa en estrategias de difusión unilaterales, aunque se apoyen
en sondeos y encuestas, estamos hablando de acciones estratégicas desde el poder, y no de un proceso real de comunicación ni de un
procedimiento democrático legítimo.
En otras palabras: cuando existe un manejo unilateral de la imagen y el discurso político, estamos hablando de un proceso de
comunicación-ficción, de una no-comunicación, congruente con un sistema político dramatúrgico de democracia-ficción (Cisneros y
Valdiviezo, 2013). Y la reiterada práctica de la comunicación-ficción o la no-comunicación, genera un prolongado estado de incomunicación real entre autoridades y ciudadanos, a pesar de los masivos anuncios publicitarios o de los gritos de protesta en las manifestaciones
1
En el resumen ejecutivo sobre la Reforma Energética publicado por el Gobierno de la República en la siguiente liga: http://cdn.reformaenergetica.gob.mx/
explicacion.pdf, se detallan algunas modificaciones a los artículos 27 y 28 Constitucionales expresados en la página 6 del documento.
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Políticas de Comunicación
públicas de la población.
Finalmente, es conveniente ubicar el análisis de la no-comunicación de gobernantes dentro de la estructura conceptual del Bloque
histórico, donde el fenómeno de la tele-política se explica claramente como una estrategia de la clase dirigente para generar el consenso
social que le conviene, sin que la sociedad política tenga que atender las necesidades de las clases subalternas.
6. Análisis de los movimientos sociales y su relación con los procesos democráticos
Ante la no-comunicación del gobierno de cualquier país, surgen los movimientos sociales como una exigencia lógica de diálogo y
democratización. En fechas recientes, en muchas partes del mundo se han vivido procesos de movilización social, como el “Movimiento
M-15” en España, pugnando por una mayor participación de la población en las decisiones gubernamentales ”(Sánchez, 2011), o el caso
de la “Primavera árabe” en medio oriente, donde una serie de países de aquella región exigieron sus libertades democráticas y sociales,
logrando en países como Túnez y Egipto la caída de gobiernos autoritarios (Valenzuela, 2011), aunque la instauración de la democracias
no haya terminado.
En América Latina las experiencias movilizadoras han estado presentes en todo proceso de instauración de regímenes democráticos.
Y la primera década del siglo XXXI estuvo marcada por grandes movilizaciones sociales de indígenas, “piqueteros”, “cacerolas”, “marchas
por la indignación”, las “Madres de la Plaza de Mayo”, o el “Movimiento de los Trabajadores sin tierra” (Revilla, 2010). ¿Cómo definir los
movimientos sociales? Pueden entenderse como:
… corrientes de acción y expresión colectiva que se manifiestan y organizan de múltiples formas; entre sus características definitorias está el situarse frente al, o independiente del sistema institucional buscando una transformación social (Alberich, 2007).
De ahí que las movilizaciones sean un tema central para el desarrollo de las democracias, para cuestionarlas y reclamar su falta de
comunicación.
La democracia y los procesos de movilización social
¿Cómo es que se gestan los movimientos sociales en las democracias? Norberto Bobbio, plantea que la democracia
Es el Sistema político basado en el reconocimiento del principio que toda autoridad emana del pueblo, y que se caracteriza
por la participación de éste en la administración del Estado; garantiza las libertades básicas del individuo (expresión,
reunión, asociación), así como la libre elección para los cargos de gobierno y el control popular de la gestión gubernativa
(Bobbio, 2000).
Al enunciar los actores de la democracia Bobbio enfatiza la participación del pueblo en la administración y la gestión gubernamental, por ello la aparición de movimientos sociales implica un cuestionamiento a la existencia de la democracia y una clara exigencia de
aquello que la democracia supone en principio.
En los movimientos recientes se da la incorporación de actores juveniles de clase media, el uso de tecnologías de información y
comunicación, y se inicia una lucha a partir de los problemas económicos por la concentración del capital en un sector. Las movilizaciones
adquieren nuevas dimensiones: globales y aglutinadoras.
Esto implica que la “comunicación pública” gubernamental no ha sido dialógica, sino que la dimensión democrática queda subsumida a lo que Giovanni Sartori (2008) denomina “democracia vertical donde hay quien está arriba y quien está abajo. Es, pues, la
democracia sólo como gobierno y estructura jerárquica”. Por el contrario, las experiencias movilizadoras son la exigencia de aquello que
por derecho corresponde a los ciudadanos.
Redes sociales y democracia: Posibilidades y limitaciones.
De acuerdo a Paz (2009) las redes sociales digitales tuvieron su origen en los años noventa con el surgimiento de chats como AOL
Instant Messenger (AIM) y el ICQ (I seek you) que permitía el envío de mensajes bidireccionales entre dos o más usuarios. Al día de hoy,
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Políticas de Comunicación
las redes sociales digitales han evolucionado en sus formas y usos, enfocándose en sus inicios a contenidos sobre todo de ocio, pasando
por la construcción de redes de negocios, y únicamente cuando los movimientos sociales hicieron uso de ellas y se potenciaron, pudieron
darse fenómenos como la Primavera árabe o los Ocupas, donde los ciudadanos ven la posibilidad de impactar en los cambios políticos. Es
decir, son los movimientos sociales, apoyados en las redes, los que logran los cambios políticos, no al revés.
Francisco Javier Del Rey Morato (2007) asegura que el único régimen que se encuentra fundado sobre el diálogo es el democrático;
De la Torre y Dillon (2012) afirman que el sistema democrático demanda una comunicación en la que participen todos los sectores
sociales. ¿Se da esto en las redes?
Gianpietro Mazzoleni (1999) afirma que el reparto de poder entre las élites, las aristocracias políticas y económicas, los controladores
de las noticias y los ciudadanos, no se ha modificado a causa de la revolución tecnológica; los medios de comunicación modernos no
contribuyen a una mayor democratización en el ámbito político. Mazzoleni asegura que ahora existen más grietas entre las elites políticas y la ciudadanía. Es frecuente el mal uso de perfiles y grupos de usuarios pagados por políticos; además de la difusión de rumores,
calificativos denigrantes y discriminatorios, el uso de discursos violentos y agresiones a actores públicos. Fuera de los movimientos
sociales que impulsan cambios democráticos, en la red predominan los juicios individuales y las campañas políticas negativas, con el
fin de desinformar o amedrentar a los ciudadanos que pretenden cuestionar al poder. No hay diálogo real gobierno-ciudadanía. Falta
mucho por hacer.
7. A modo de conclusión: búsqueda de comunicación comunitaria en las culturas del sur.
La serie de reformas constitucionales instauradas en los países vinculados al Fondo Monetario Internacional y con otras instituciones
de la clase dirigente, han evidenciado grandes dificultades de comunicación entre gobierno y sociedad. El pueblo, con pocas herramientas a su disposición, hace un llamado a sus gobernantes para que se conserven sus recursos y se garantice su bienestar. Pero el gobierno
no está interesado en responder a las demandas de la población, sino que a toda prisa busca cumplir los requisitos que le exige el
modelo económico neoliberal, y trata de justificarlos con la emisión indiscriminada de propaganda sesgada que busca infructuosamente
legitimar esas decisiones.
Un gobierno es electo para garantizar el bien de todos sus ciudadanos. Por tanto, las necesidades colectivas de éstos deben primar
sobre los intereses de grupo; pero el empleo gubernamental de esquemas de comunicación vertical limita cualquier espacio de diálogo
y anula la capacidad de decisión de la sociedad.
En contraste con esta problemática, desde las clases subalternas existe la búsqueda de procesos de acción comunicativa: donde sean
escuchadas diferentes voces con igualdad de oportunidades; donde se puedan plantear formas de interacción participativa, y donde la
toma de decisiones se dé por consenso.
En este contexto se han logrado construir planes de comunidad con una visión capaz de pensar en el otro como parte de los beneficios propios; se formulan procesos de comunicación más participativos y entre iguales, defendiendo que cada comunidad debe plantear
sus propias necesidades haciendo uso de los medios como vehículo fundamental de sus ideas e intereses; ejerciendo su derecho a emitir
mensajes, y donde la comunicación “no es un acto sino un proceso por el cual una individualidad entra en cooperación mental con otra
hasta que ambas llegan a constituir una conciencia común” (Noseda, 1978).
Muchas comunidades indígenas han utilizado los medios de comunicación de un modo diferente, como por ejemplo la radio, que
ha permitido generar espacios para el fortalecimiento de la conciencia comunitaria, la difusión de información y el establecimiento de
puntos de encuentro en cada comunidad.2
Otro de los mecanismos de comunicación dialógica son las asambleas que han sido desarrolladas por las comunidades indígenas
durante siglos para afrontar los problemas comunes. Un buen ejemplo de ello es la Asamblea de los Pueblos Indígenas del Istmo de Tehu2
Actualmente existen en México 400 radios comunitarias, de las cuales 5% están legalizadas y 95% opera con el permiso de la comunidad pero no del gobierno.
El artículo segundo constitucional legitima el derecho de las comunidades a tener sus propios medios de comunicación. El gobierno no propicia democratizar la palabra (Vargas,
2014).
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Políticas de Comunicación
antepec en Defensa de la Tierra y el Territorio, donde se ha organizado la unión de varios pueblos para luchar contra la mercantilización de
sus recursos naturales y su espacio. Han logrado consenso sobre la propiedad de sus recursos; lo cual los mantiene en pie de lucha contra
grandes empresas transnacionales e incluso frente al gobierno, precisamente en el sector energético.
La CFE actúa en complicidad con todas estas empresas, obrando como intermediario, y además elevando las tarifas de electricidad a las comunidades, donde han llegado recibos de luz de hasta 25 mil pesos. El gobierno federal les da la razón (a las
empresas), diciendo que en nuestra tierra el suelo es infértil, que el viento se lleva nuestras semillas, nuestro maíz; cuando el
viento, junto con el sol, el mar y la tierra, han moldeado la vida y la cultura de nuestros pueblos binni’zaa (zapotecos) e ikoojts
(huaves)” (APIITDTT, 2014).
El contraste es evidente: algunas comunidades indígenas han mostrado cómo afrontar problemas complicados de enajenación de
su territorio y su cultura, y han encontrado canales de comunicación como las asambleas y la radio, que les han permitido consolidar
una postura, generar propuestas y alternativas para resolver las distintas situaciones; pero sobretodo, tomar decisiones ciudadanas en
beneficio de la colectividad. Mucho habrá que aprenderles. Algo que el gobierno y los operadores de la llamada “comunicación política”
no tienen interés alguno en practicar en el caso de las reformas estructurales.
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