A FONDO Educar TAMBIÉN en las emociones Educar es formar en valores, educar es dirigir en el camino del aprendizaje académico, pero educar es, también, enseñar poco a poco a vivir las emociones que el día a día despierta en nosotros y nuestros hijos. Y en el siglo de los libros de autoayuda, corremos el riesgo de interpretar de manera incorrecta esta realidad: lo inteligente no es sucumbir ante toda emoción, sino saber escapar del emotivismo para tomar el camino, no siempre sencillo, que conduce a la formación de las buenas personas que son, esencialmente, felices. Q uizá un niño de dos años llore en ocasiones porque está cansado, pero cuando repite la escena con cinco en medio de su cumpleaños o sabotea con siete el de su mejor amigo, algo en su educación emocional se nos ha ido de las manos. Y la justificación de que “está cansado” no hace más que negar una realidad: no le hemos dado a ese niño las herramientas necesarias para gestionar sus propios sentimientos. Una de las características por las que serán recordados los albores de este siglo XXI es la exaltación del emotivismo. Lo que se siente toma carta de naturaleza tal que ya no admite que se opere en sentido contrario. Hemos pasado de modelos educativos autoritarios en los que se negó la existencia de sentimiento alguno –daba igual acabar con la autoestima de un niño si en el camino había aprendido la lección, ya fuera académica o moral– al punto contrario, en el que solo parece ser válido aquello que se siente. Pero ese sentimentalismo tiene consecuencias paralizantes. Y aplicado a la educación, corremos el riesgo Para el psicólogo estadounidense C. Terry Warner, que acaba de publicar en español su reconocida obra Ataduras que liberan (Palabra) la clave de una buena formación emocional pasa por descubrir lo que sentimos y, acto seguido, evitar ese fenómeno de victimización que él llama “autotraición”, es decir, justificar nuestra . actitud negativa trasladando la culpa al otro 8 hacerfamilia.com 266_A fondo.indd 2 21/03/2016 15:55:25 Las notas no lo son todo La sociedad actual valora más los resultados que las actitudes y el esfuerzo. Necesitamos “tocar para creer” y si no hay buenas calificaciones nos cuesta creer que sí pudo haber esfuerzo y buena voluntad. L a vida de nuestros hijos es mucho más que sus estudios, aunque sean, sin duda de máxima importancia. Pero nuestra cultura nos ha convencido de que esto es lo mas relevante y fundamental para ellos: estar bien preparados académicamente. Actualmente la inversión en estudios, las altas expectativas y los logros en este área cobran una gran importancia. Un hijo que tiene buenas notas suele tener contentos y tranquilos a sus padres y estos confían en que “si esto está bien, todo, o casi todo, en mi hijo está bien”. En el otro extremo, cuando llegan las notas, si los resultados son malos y no cumplen sus expectativas, algunos padres se frustran y se angustian, se fijan y resaltan más los aspectos negativos del hijo cuando suspende y ven poco o nada otros logros, cualidades, esfuerzos, o las actitudes positivas en otros ámbitos de su vida. Les invade un miedo legítimo pero excesivo. Creen que este fracaso puede llevar irremediablemente a sus hijos a un mal futuro, sin buenas oportunidades profesionales con las que ganarse la vida. Pero cuidado, no nos engañemos: unos resultados académicos, ya sean buenos o malos, no son nunca suficientes para valorar y saber cómo se encuentra nuestro hijo. No demos nada por sabido, nuestros hijos nos dan señales no solo con sus notas, también con su comportamiento, sus actitudes, con sus palabras. Vamos a sentarnos con tiempo suficiente para escucharles a ellos. Preguntémosles por todas las facetas de su vida, no solo por los estudios, también por los amigos, por sus preocupaciones, por sus intereses, por lo que piensa y sienten… Todas estas áreas son igual o más importantes. Es bueno hacerles saber que también nos interesa todo lo que a ellos les importa. También en esto necesitan empatía, apoyo, consejo y ejemplo. Una buena preparación académica sin duda les prepara y forma adecuadamente para la vida, pero tanto o más les va a ayudar tener además, una buena autoestima, ser maduros emocionalmente, saber comunicarse o tener unos valores arraigados. Hay que educar en el esfuerzo, la voluntad, la constancia, la disciplina, la generosidad y las ganas de aprender. Intentemos entender a nuestros hijos. Detrás de un fracaso escolar a veces hay algo más que inmadurez e irresponsabilidad. Simplemente escuchando de verdad a nuestros hijos podríamos ayudarles mucho para la vida. No hay que olvidar que el mejor máster lo recibimos en casa. Y los adultos tenemos que aprender a distinguir entre un estudiante que suspende porque es vago, inmaduro o falto de voluntad, de un chico que suspende o baja su rendimiento escolar por problemas psicológicos. En este último caso siempre me han llamado la atención aquellos padres que, aunque personas formadas, inteligentes y buenas, tienen una actitud ambigua frente al hijo con un trastorno psicológico. Por un lado reconocen y admiten el malestar psicológico como los diagnósticos de TOC, depresión, ansiedad, fobias, etc.; ponen los medios para tratarlo y ayudan a su hijo todo lo que pueden. Pero por otro lado, frente a los resultados académicos, se vuelven inflexibles, y toda la comprensión hacia la situación psicológica del hijo desaparece y llega la exigencia sin concesiones de unos buenos resultados. La presión de la sociedad invade a estos padres y exigen, sin paliativos, buenos resultados. Puede que el hijo lo esté intentando, se esfuerza y lo lucha, pero no lo consigue. Para estos padres, tristemente, no siempre resulta suficiente. Intentemos entender a nuestros hijos. Detrás de un fracaso escolar a veces hay algo más que inmadurez e irresponsabilidad. Simplemente escuchando de verdad a nuestros hijos podríamos ayudarles mucho para la vida. No hay que olvidar que el mejor máster lo recibimos en casa. María Gracia CAVESTANY Psicóloga Clínica mariagraciacavestany.es Abril 2016 9 266_A fondo.indd 3 21/03/2016 15:55:56 A FONDO de obtener nefastos resultados de los que vendrán grandes tempestades en el futuro. Si caemos en esa tentación de ‘libro de autoayuda’ que predica que hay que vivir en función de nuestra intuición y nuestro sentimiento y apartar de nosotros todo lo que nos hace sentir mal, es muy probable que acabemos criando niños extraordinariamente caprichosos que intuyen que es mejor jugar y alimentarse de golosinas y apartan de sí todo esfuerzo y toda disciplina porque les hace sentir mal. Por eso es tan importante que los padres centremos la atención en una verdadera educación en las emociones, una educación que no solo permita detectar al niño lo que siente, lo que le pasa, sino que le ayude a comprender cómo, con esos presupuestos por los que viene marcada su vida, puede tomar las riendas de su propio destino. Para el psicólogo estadounidense C. Terry Warner, que acaba de publicar en español su reconocida obra Ataduras que liberan (Palabra) la clave de una buena formación emocional pasa por descubrir lo que sentimos y, acto seguido, evitar ese fenómeno de victimización que él llama “autotraición”, es decir, justificar nuestra actitud negativa trasladando la culpa al otro. Un ejemplo simplista pero que permite comprender este fenómeno es el de los padres que acaban justificando el mal comportamiento de su hijo por las llamadas de atención constantes del maestro, en lugar de hacer ver al hijo que el maestro le llama constantemente la atención por su mal comportamiento. El autoengaño, la autotraición a la que nos sometemos para tratar de justificar nuestros propios sentimientos no es fácil de detectar. Hay que estar extremadamente alerta para descubrirnos en el error. Por eso es tan importante educar a los hijos en la empatía, enseñarles a ponerse en la piel de los demás. Es lo que los estadounidenses llaman “salir de nuestra propia cajita”, para mirar al mundo desde fuera. Nosotros mismos tenemos que hacer el esfuerzo de ordenar nuestras emociones. Podemos caer en comportamientos inadecuados fruto de ese mismo autoengaño. Por ejemplo, si nos encolerizamos con una de esas decisiones de nuestros hijos en las que sabíamos que algo malo iba a pasar y generamos un problema aún mayor, justificaremos fácilmente nuestra cólera. Si mantenemos el control de ese sentimiento de ira y gestionamos bien la situación, es mucho más probable que consigamos el objetivo que perseguíamos. Para el profesor Alberto Royo, autor de Contra la nueva educación (Plataforma Editorial), una parte de la pedagogía moderna, que ha centrado demasiado su atención en cómo se sienten los niños, ha hecho El verdadero sentido del hombre V ictor Frankl, famoso psiquiatra austriaco y judío, fue deportado junto con su mujer y sus padres durante la Segunda Guerra Mundial, en 1942, a diversos campos de concentración nazis incluidos Auschwitz y Dachau. Es allí donde vive el horror del holocausto. A partir de esta dramática situación, escribe El hombre en busca de sentido, maravillosa obra en la cual retrata su experiencia. Con unas condiciones absolutamente demoledoras, tratados como animales, despojados de toda dignidad humana, el hombre pone en marcha un mecanismo: el del sentido de la vida, pues de cómo cada prisionero lo conciba dependerá su capacidad para sobrevivir en ese mundo hostil. La experiencia del amor era una de las fuerzas que tiene para seguir luchando por su vida: “el amor es la meta más elevada y esencial a la que puede aspirar el hombre”. Frankl describe cómo el recuerdo de su esposa lo hace aferrarse a la vida aún sin saber si ella vivía: “El amor trasciende la persona física del ser amado y encuentra su sentido más profundo en el ser espiritual del otro, en su yo íntimo”. “El hombre mantiene su capacidad de “El hombre mantiene su capacidad de elección. elección. […] Al hombre se le puede […] Al hombre se le puede arrebatar todo excepto arrebatar todo excepto una cosa: la última de una cosa: la última de la libertades humanas –la elección de la actitud personal que debe adoptar la libertades humanas –la elección de la frente al destino– para decidir su propio camino”, dejó escrito Frankl. actitud personal que debe adoptar frente al destino– para decidir su propio camino”, dejó escrito Frankl. Isabel MARTÍNEZ ALEMÁN 10 hacerfamilia.com 266_A fondo.indd 4 21/03/2016 15:56:29 Mi hijo siente que… creer que no se les debe obligar a nada, que convencer es mejor que vencer. Desde su amplia experiencia como profesor de Secundaria, reconoce que lo ideal es un alumno motivado, pero que no es necesaria la motivación para que un alumno estudie. Quizá se motive más adelante. Quizá nunca se motive. E igualmente habrá estudiado. Royo teme que el exceso de emotivismo, sumado a la negativa concepción que la sociedad actual tiene de conceptos como la disciplina, el esfuerzo o el sacrificio acaben por lastrar aún más el sistema educativo. “Queremos que todo sea lúdico, que sea divertido”, explica Royo a Hacer Familia. Por eso hay tantas corrientes de opinión en contra de los deberes y de los exámenes. Pero “la burbuja luego se pincha, cuando esos niños llegan a la etapa adulta, y si no han ejercitado los hábitos necesarios”, entonces quizá ya sea tarde. Educar en las emociones es educar 'también' en las emociones, no 'solo' en las emociones ni 'principalmente' en las emociones. Se ha ganado mucho con el reconocimiento de los sentimientos en el seno de las familias. Todos los miembros expresan con mayor claridad lo que sienten y eso les hace vivir su propia experiencia vital sin problemas enquistados. Pero si no se aprende a manejar la fuerza de las emociones, no se habrá conseguido educar, sino, simplemente, se habrá enseñado a tomar una fotografía instantánea que no sirve de gran cosa unos días después. María SOLANO ALTABA …el colegio no le gusta. La primera indagación de los padres será constatar que realmente no esté pasando nada grave ante lo que deban intervenir. Pero si todo está en orden, pueden comprobar qué no le gusta del colegio. Quizá sea madrugar, la comida del comedor o tener que esforzarse tanto en las fichas. Tal vez esté descontento porque sus resultados son peores que los de otros niños. Habrá que ayudar a ese hijo a distinguir entre su frustración por lo que tiene que hacer y su voluntad de solucionar lo solucionable y aceptar lo que viene dado. Será la mejor manera de enseñarle a crecer en la adversidad. …sus amigos no lo tratan bien. Es fundamental descartar cuanto antes un caso de acoso. En el número anterior de Hacer Familia se explicaban algunos métodos para detectar este tipo de situaciones. Si ya se ha comprobado que no se da tal situación, habrá que ayudar a nuestro hijo a entender por qué se producen esas emociones, si está dando demasiada importancia a actitudes de los demás, si quizá debería plantearse buscar más amigos con los que comparta afinidades y también revisar cómo trata a sus amigos. …no le queremos lo suficiente. Ni es posible ni saludable prestar 24 horas de atención a los hijos. Pero los condicionantes de la vida moderna nos llevan en ocasiones a disponer de un tiempo limitado para la familia. Si descartamos que, en efecto, no estemos generando un problema de desapego por falta de trato, hay que tratar de hacer ver a los hijos por qué se sienten emocionalmente así. Es importante no buscar culpables ni responsables. Se trata, simplemente, de valorar los sentimientos en su justa medida. Abril 2016 11 266_A fondo.indd 5 21/03/2016 15:57:01 A FONDO Prevenir mejor que intervenir Ante la incertidumbre afectiva del momento, donde aparecen trastornos por todas partes y donde los profesionales de la educación y los padres andamos perdidos para ayudar a nuestros hijos a encarar todo su mundo afectivo a flor de piel, me pregunto: en lugar de actuar cuando el problema ya está sobre la mesa, ¿por qué no aprendemos “a prevenir más que a intervenir” en la formación de los niños y de los adolescentes? En un abrir y cerrar los ojos, serán los padres del mañana. ¿No será esto una mayor riqueza en su formación? L levamos tiempo hablando de inteligencia emocional como un aspecto importantísimo de la persona, pero no la hemos sabido encajar en la formación de nuestros hijos, desde que nacen hasta que crecen, y llegan a la vida adulta. Tenemos información, quizá mucha, pero no tenemos la formación suficiente para ponerla en práctica, porque es un tema que nos obliga a ir por delante a los adultos. Esto nos asusta porque nos enfrenta a nosotros mismos y nos obliga a predicar con el ejemplo e ir por delante. Los hijos nos miran constantemente y vale más una imagen que mil palabras. Los padres educan, los profesores enseñan. Pero la realidad es que cuanto más unidos estén padres y profesores más se beneficia el alumno, nuestro hijo. Sin lugar a dudas, los padres somos los primeros educadores de nuestros hijos, por eso tenemos el derecho a elegir el centro escolar donde pensemos que se puede enseñar y formar a nuestro hijo según las líneas educativas que tengamos en nuestro proyecto de familia. Vamos a trabajar en equipo con los tutores de nuestros hijos, no solo para que sepan lengua, matemáticas e idiomas, sino para que a lo largo de su vida escolar se forjen como personas que son, sacando lo mejor de sí mismos para poder, en un futuro, servir a la sociedad en pro de los demás. Para ello no solo se aprenden La gestión de nuestros afectos pasa por el aprender a conocerse uno mismo, con sus puntos fuertes y sus puntos débiles, el saber que somos cuerpo y espíritu y el valor de cada uno, el identificar nuestras emociones y el saber controlarlas, el saber que nacemos en un medio, la familia, donde aprendemos a querer siendo queridos. 12 hacerfamilia.com 266_A fondo.indd 6 21/03/2016 15:57:31 teorías sino que se aprende a vivir, insisto, como persona, utilizando la razón, la voluntad y el corazón, y aprendiendo el equilibrio entre estas tres ‘fuerzas’ para desarrollar su libertad interior en toda su amplitud. Esta idea no nace ante el ‘susto’ de la adolescencia, sino que hay que empezar a trabajarla en casa mucho antes, y por qué no, en el colegio desde la educación infantil. La gestión de nuestros afectos pasa por el aprender a conocerse uno mismo, con sus puntos fuertes y sus puntos débiles, el saber que somos cuerpo y espíritu y el valor de cada uno, el identificar nuestras emociones y el saber controlarlas, el saber que nacemos en un medio, la familia, donde aprendemos a querer siendo queridos. Todo esto nos puede suponer una utopía inalcanzable, pero no es así si desde el principio, cuando empezamos la andadura de ser padres, tenemos un proyecto claro de qué queremos para nuestros hijos y vamos a una, unidos padre y madre . Los problemas no faltarán, pero trabajando unidos se consigue. Además con la colaboración con un centro escolar que tenga los mismos ideales que nosotros y que sepamos que luchan en marzo_trazado.pdf 1 22/03/16 nuestra misma dirección. Dicho esto a modo de pensamiento para poder abrir algún horizonte, me atrevo a resumirlo en dos ideas madre. Forjar hoy a nuestros hijos y alumnos para ser personas de una pieza de cara a la madurez de la vida adulta nos obliga a: 1. Ir por delante: pensar si nos conocemos los suficiente para saber nuestros puntos fuertes y débiles, si sabemos que la madurez se alcanza cuando uno acepta lo que tiene y saca de ello lo mejor, cambiando lo que se puede, y encajando lo que no, cuando los estados de ánimo no dirigen nuestras vidas y cuando creamos un núcleo familiar donde la entrega a los demás es lo más importante. 2. Trabajar en equipo con el centro escolar desde la educación infantil para empezar desde ya a un entrenamiento para llegar a la olimpiada de la vida. Los educamos no para que sean perfectos sino para que sean felices amando y sintiéndose amados. Rosa María AGUILAR updateeducation.es 08:20 C M Y CM MY CY MY K 266_A fondo.indd 7 22/03/2016 9:29:13